Hola hermosas, espero les guste el siguiente capítulo.

A TRAVÉS DE MIS OJOS

XXXIX

CANDY

Abandoné la habitación de Anthony con el corazón destrozado, me dolía verlo en aquellos aparatos tan extraños que impedían se moviera en lo más mínimo, las esperanzas de que volviera a caminar se habían esfumado y el dolor de mi pecho era tan intenso que me dolía respirar.

-Vamos Candy, todo saldrá bien. – Annie intentaba darme ánimos, sin embargo nadie podía conseguirlo, ni siquiera la promesa que me había hecho Anthony de llegar por mí de nuevo a Lakewood lo había conseguido, si había aceptado irme era porque sabía que él mismo estaba sufriendo y no quería verme sufrir de esta manera, de la misma forma que a mi me costaba verlo.

Llevaba días sin dormir ni comer bien y a pesar de la debilidad que sentía no tenía apetito. Archie y Annie me llevaban cada uno de un lado, mientras yo dejaba que me dirigieran a la mansión a descansar, debía reponer fuerzas para seguir adelante, ahora me necesitaba una vez más la tía abuela y a pesar de que yo quería estar al lado de Anthony, sabía que Albert tenía que estar al pendiente de los negocios, todo había cambiado de un momento a otro y todo era para mal, mi corazón sangraba al volver a caer una vez más.

-¿Qué hace ese imbécil aquí? – Preguntó de pronto Archie. Levanté mi mirada y me encontré con Terry de frente, sentí un nudo en mi estómago y a pesar de que Anthony acababa de decirme lo que había provocado que él perdiera el equilibrio de esa manera tan estrepitosa no lo eximía de culpa ya que él había hecho el movimiento que lo desequilibró por completo.

-¿Qué es lo que quieres? – Pregunté duramente, mis ojos no podían verlo como antes y él pudo notarlo, su mirada era diferente, lucía arrepentido sin embargo el dolor de ver a Anthony totalmente inmóvil era mayor a la pena que yo pudiera sentir por él.

-Quiero pedirte una disculpa. – Me dijo sin desviar su mirada de mí. Sabía que para él había sido muy difícil hacerlo, ya que no era de las personas que se disculparan a pesar de saberse equivocadas.

-A mí no tienes que pedirme disculpas. – Dije mirándolo de frente. Él asintió entendiendo lo que yo quería decir.

-Jamás debí ir a buscarte. – Dijo comprendiendo por fin que ya no había nada que aclarar entre nosotros, si lo hubiera comprendido el día que hablamos en el centro nada de esto hubiera pasado.

-Ya es tarde para lamentarse. – Le dije rodeándolo para continuar mi paso, Archie y Annie se habían mantenido en silencio, lo cual me sorprendió por Archie quien no dejaba de mirarlo acusadoramente, pendiente de que Terry hiciera o dijera algo para defenderme. Sus miradas se mantuvieron fijas el uno en el otro, sin embargo agradecí que ninguno de los dos estuviera dispuesto a pelear, creo que ambos comprendían mi dolor y no querían intensificarlo aún más.

Llegó el día de la partida y en silencio salí de la mansión de Nueva York para llegar hasta la estación de trenes en el mismo estado, sin decir palabra alguna. Decía adiós una vez más a aquella ciudad que no me había traído buenas experiencias y como meses atrás la volvía abandonar con un dolor aún más grande en mi pecho, ahora comprendía porqué aquella ciudad para mí era de mala suerte y del presentimiento que me asaltó el día que el Dr. Reynolds nos informó el lugar en que debíamos seguir la terapia.

-¿Estás bien Candy? – Me preguntó Annie con un nudo en su garganta. Yo negué con mi cabeza, sin embargo no respondí. Me abrigué con mis brazos y coloqué mi frente en la ventanilla del tren, recordando que tiempo atrás llegaba con Anthony llena de ilusiones por su recuperación. – Me preocupa Candy, Archie. – Escuché que dijo mi hermana a su novio, sin embargo yo no dije nada, simplemente observé como él la recibía entre sus brazos para consolarla y una lágrima corrió por mis ojos al recordar la manera en la que Anthony me protegía en los suyos, anhelando sentir la calidez de su cuerpo a mi lado.

-Anthony. – Decía en mi mente, recordando a mi dulce chico de cabellos dorados y sonrisa deslumbrante. – Te amo tanto, extraño estar a tu lado… - Me repetía en mi mente con mucho dolor de no estar a su lado.

-No te preocupes damita, nosotros la cuidaremos. – Dijo Archie con cariño a Annie, quien a pesar de estar con él no dejaba de verme con angustia, podía sentir su mirada sobre mí, pero yo no tenía ganas ni siquiera de hablar o tan solo mirarlos.

Llegamos hasta la estación de Chicago, y George fue el encargado de recibirnos una vez más, dispuesto a que viajáramos ese mismo día hasta Lakewood ya que él tenía que hacerse cargo de los negocios y yo debía apoyar con el cuidado de la tía abuela, por eso me había enviado Albert y tenía que hacer lo que me había pedido, ya que no quería que el sacrificio que representaba haber dejado a Anthony en Nueva York fuese en vano.

-Archie, creo que yo me iré con Candy a Lakewood. – Dijo Annie de nuevo a Archie, quien la miró decepcionado por su decisión.

-¡No es necesario! – Dije hablando por fin al ver que para ellos era también difícil separarse. - ¡Yo estaré muy bien! – Dije intentando sacar una sonrisa, a pesar de lo difícil que me resultaba en esos momentos hacerlo. – No tienes que hacerlo Annie. – Dije de nuevo simulando una sonrisa para que ellos no tuvieran que separarse así como habíamos tenido que hacerlo Anthony y yo.

-Pero quiero hacerlo. – Dijo Annie segura de lo que quería. Miró a Archie con súplica para que entendiera que era algo que ella deseaba hacer y a pesar de todo yo lo agradecía en el fondo de mi corazón.

-Annie tiene razón Candy. – Dijo Archie por fin. – Así nos sentiremos más tranquilos nosotros. – Dijo seguro de que así sería. – Además, yo puedo ir los fines de semana a verlas, recuerda que prometí a Anthony que te cuidaría. – Dijo con una sonrisa, haciendo que la mención del chico que amaba formara un par de lágrimas en mis ojos.

-Muchas gracias chicos. – Les dije totalmente conmovida. – Les prometo que de ahora en adelante estaré bien, haré todo por estar bien para cuando llegue Anthony no me vea fea. – Dije intentando sonar más decidida, cosa que me costaba bastante hacer, porque los deseos que yo tenía era estar a su lado.

-Eso es imposible Candy. – Me dijo Annie arreglando mi cabello, yo le sonreí imaginándome que debía verme realmente mal ya que no había reparado mucho en mi apariencia al no estar anímicamente bien, sin embargo debía demostrarles a todos que saldría adelante, que ayudaría en Lakewood a todos y que esperaría la llegada de mi amado príncipe de las rosas.

ANNIE

Decidí ir a Lakewood con Candy a pesar de la decepción que Archie mostró en su mirada, sabía que él quería mantenerme a su lado y a pesar de que causaba en mí una inmensa alegría yo debía estar al lado de Candy, ella me necesitaba más que nunca y no debía dejarla sola, su sonrisa se había borrado de su lindo rostro, las ojeras le adornaban ahora aquel par de esmeraldas que ella tenía y el brillo que las hacía resplandecer había desaparecido por la situación que estaba atravesando. Había bajado de peso y su piel lucía amarillenta por la falta de alimento, temía por su salud y comprendía los motivos por los que Anthony había pedido que no se quedara en Nueva York a pesar de que todos sabíamos que él también estaba sufriendo y a pesar de ello decidía separarse de Candy para que ella estuviera bien a pesar de que la necesitaba más que nunca, su amor por ella era tan grande que ambos estaban dispuestos a sacrificarse el uno por el otro, buscando siempre el bienestar del contrario, así que más daba si Archie y yo nos separábamos por unos cuantos días, Candy me necesitaba y yo estaría para ella.

-Muchas gracias chicos. – Dijo Candy totalmente conmovida por mi decisión. – Les prometo que de ahora en adelante estaré bien, haré todo por estar bien para cuando llegue Anthony no me vea fea. – Dijo intentando imprimir el ánimo que siempre tenía en su voz cuando enfrentaba una adversidad, un intento por demostrarnos que estaba bien, sin embargo de todas las veces que yo la había visto salir adelante era la primera vez que la veía dudar de poder hacerlo.

-Eso es imposible Candy. – Dije sincera, ya que a pesar del descuido de su apariencia ella no podía verse fea, a pesar de su semblante pálido, la pérdida de peso y las ojeras que la acompañaban, su rostro seguía siendo hermoso, sus rizos rubios se movían con el viento y su sonrisa rota seguía siendo hermosa. Recordé las veces que Archie la miró enamorado y sentí una opresión en mi pecho. Candy era la chica más hermosa que él había conocido y la más noble, y era mi hermana y en esos momentos él me miraba como un día la había mirado a ella y a pesar del deseo que tenía de quedarme a su lado para seguir viendo como me miraba yo debía ir al lado de Candy para que recuperara el brillo de sus ojos, para que el color rosado que ella siempre tenía en su rostro volviera a ella una vez más. Arreglé su cabello y le sonreí decidida a ir con ella hasta Lakewood y acompañarla hasta que se sintiera mejor.

-Te voy a extrañar damita. – Dijo Archie besando mis manos con delicadeza. Mi respiración se contuvo porque yo deseaba que fuese en los labios, sin embargo estaba Candy y George frente a nosotros.

Candy comprendió que debía darnos unos momentos a solas y yo agradecí por haber comprendido, lo mismo que Archie quien sonrió tímido cuando vio que Candy se adentró al vehículo que George conducía. Él hizo lo mismo.

-Pronto iré a verte mi amor. – Me dijo con sus palabras suaves muy cerca de mis labios.

-Te estaré esperando. – Dije con ansia, acercándome a su boca para que se adueñara de la mía, ofreciendo mis labios para que los tomara y me besara antes de irme. Archie sintió mi ansiedad y sonrió antes de besarme.

Sus labios comenzaron a buscar los míos y su lengua se introdujo dentro de mí para sorprenderme, me aferró a su cuerpo por la cintura con una mano y con la otra acarició mi rostro, llevándolo poco a poco hasta mi nuca para acercar más mi rostro hacía él, como si quisiera fundir su boca con la mía, me atreví a explorar el interior de su boca con mi legua, era la primera vez que me atrevía a hacerlo y él jugaba con la mía de una manera intensa, apasionada, desesperado por seguir perdiéndose en el sabor de mis labios.

-Te amo Annie. – Dijo en un momento que me liberó para poder tomar aire, sin embargo apenas lo había conseguido que volvió a besarme con mayor vehemencia. Nuestras bocas se reconocieron una vez más y yo deseaba que no parara nunca, sin embargo se hacía tarde y debíamos despedirnos para poder llegar temprano a nuestro destino.

-Y yo te amo a ti Archie. – Dije con el corazón alborotado, las piernas temblorosas y una fuerte sensación oprimiéndome entre las piernas. Los ojos de Archie estaban encendidos, reflejando un brillo tan especial en ellos que me era imposible no perderme en él.

Me subí al automóvil y en silencio George encendió la marcha para iniciar el camino mientras por la ventanilla podía advertir al guapo caballero que me había dejado totalmente desarmada ante él. Su figura fue quedando atrás mientras me decía adiós y yo sentía que mi corazón se quedaba a su lado mientras mi cuerpo se alejaba de él, ansiosa por volver a verlo.

CANDY

El automóvil llegó hasta el portal de las rosas y a pesar de que estaba totalmente verde, el aroma de sus ramas llegaron hasta mí. Cerré mis ojos y me centré en su perfume, recordando con tristeza a mi dulce amor. Las lágrimas se apoderaron nuevamente de mí y Annie me abrazó para reconfortar mi dolor.

-Tranquila Candy, todo saldrá bien. – Me decía intentando darme ánimo para que me tranquilizara, cuando yo sabía bien que aquella caída había terminado con toda la esperanza que un día habíamos tenido en nuestros corazones.

-No puedo hacerlo Annie, Anthony no volverá a caminar. – Le dije con el corazón totalmente destrozado, con el ánimo tan bajo que no podía cambiar el semblante de mi rostro. Annie pasó saliva con dificultad, sabía que ella sufría con mi sufrimiento y ni eso servía de bálsamo para mi alma atormentada.

-Lo importante es que está con vida Candy. – Me dijo para mi sorpresa, haciendo que buscara sus ojos para poner más atención en ella. – Recuerda la vez que vine a verte después de su funeral. – Dijo haciéndome que me trasladara a los bosques sombríos y tristes que recorríamos cuando él había desaparecido de mi vida. - ¿Lo recuerdas? – Preguntó una vez más como si eso fuera imposible para mí. Asentí recordando las emociones que tenía en mi pecho aquella mañana en la que ella había venido a darme el pésame a escondidas de su madre.

-Por supuesto que lo recuerdo. – Dije con tristeza. Mi corazón se sintió de pronto más desolado al recordar los sentimientos que me albergaban aquella mañana fría en la que caminábamos solas por el bosque que parecía sufrir conmigo por el panorama que me regalaba.

-Recuerda que deseabas volver a ver sus ojos, volver a sentir sus manos, volver a escuchar su voz. – Dijo recordando las palabras que yo le había repetido aquel día. Asentí una vez más. – Tal vez no será lo mismo que antes, tal vez él no podrá montar de nuevo a caballo o caminar a tu lado al altar, sin embargo sigue siendo Anthony, sigue siendo el mismo chico que un día te enamoró en este lugar, sigue siendo su voz la que te habla, siguen siendo sus manos las que te tocan y siguen siendo sus ojos los que te miran y que podrás ver una vez más, los que continuarán acompañándote a lo largo de tú vida. – Me decía intentando que yo valorara lo que había pasado, que a pesar de no ser bueno no era tan malo como perderle una vez más definitivamente.

-Tienes razón Annie. – Dije con una sonrisa de lado, sin embargo la tristeza seguía dentro de mí, pero poco a poco debía irme reponiendo ya que sabía que era verdad lo que Annie decía, él seguía siendo Anthony, Anthony siempre sería Anthony y como un día le había dicho no me importaba nada más, más que estar con él. – Anthony está conmigo. – Dije un poco más animada, sin embargo seguía extrañándolo de manera abrumadora.

-Además recuerda que la tía abuela no puede saber la situación de Anthony. – Dijo una vez más haciéndome ver que era cierto, que yo debía intentar ocultar que Anthony jamás volvería a caminar para no hacer sentir mal a la tía abuela, quien nos había advertido George que su salud iba mermando.

-Es verdad Annie, intentaré no estar triste frente a la tía abuela. – Le dije como una promesa, una que mantendría mientras estuviera al lado de la tía abuela, ya a solas podría dar rienda suelta a mis pensamientos, los cuales seguían en aquel cuarto de hospital de Nueva York en donde había dejado recostado a mi dulce príncipe de las rosas.

-Vamos. – Me animó para bajar del automóvil, George nos esperaba paciente a que termináramos de hablar para así escoltarnos hasta la entrada de la mansión de las rosas.

-Bienvenidas. – Nos dijo Dorothy con una gran sonrisa, pude ver en sus ojos las ganas que tenía de abrazarme y me dirigí a ella porque no se animaba a hacerlo. Annie sonrió tímida y ella simplemente le sonrió. – Me alegra volver a verla señorita Ardlay, señorita Britter. – Nos dijo con la misma sonrisa después de que yo la había soltado.

-Dorothy, por favor. – Le dije una vez más, ella siempre se había esforzado por tratarme igual que a los demás, sin embargo yo siempre la había reprendido por ello.

-La señora Elroy las espera. – Dijo sin poner mucha atención a mi reclamo, yo sonreí de lado, después hablaría con ella, en ese momento lo importante era hacernos presentes ante la tía abuela, quien creía yo estaba algo impaciente por saber de Anthony.

Caminamos hasta el salón de lectura en el cual nos esperaba con impaciencia, pude verlo ya que cuando nos tuvo de frente sus ojos acabados por los años, la angustia y la repentina enfermedad se posaron en mí de manera suplicante.

-¡Candy! – Dijo claramente, me alegró al poder escuchar su voz nuevamente.

-¡Tía abuela! – Dije sin poder contener mis lágrimas, corriendo a abrazarla emocionada por volver a verla, emocionada por lo que traía en mi corazón y que debía ocultar ante su presencia. Ella me abrazó como si fuese yo su favorita y eso alegró un poco mi corazón, al sentir que su amor era realmente sincero. - ¿Cómo está? – Pregunté de nueva cuenta, quería saber qué tanto había avanzado en ese tiempo y cómo podría ayudarla yo de nueva cuenta.

-Más vieja. – Me dijo con una sonrisa de lado intentando hacerme reír, pude verlo en sus ojos que carecían de brillo, sin embargo las lágrimas que los adornaban era el claro efecto de que estaba contenta.

-Sigue siendo la dama fina y elegante de siempre. – Dije sincera, porque a pesar de estar en esa silla de ruedas, no le restaba para nada su imponente apariencia, orgullosa y firme ante todos. Ella me sonrió agradecida y sonrió hacia Annie, saludándola con un simple gesto. Annie sonrió en respuesta y se acercó a ella para hacer una reverencia que la tía abuela respondió con un movimiento de su rostro.

-¿Anthony? – Me preguntó impaciente y a pesar de que hablaba mucho mejor que semanas atrás, no lo hacía de manera fluida. Mi corazón se estremeció al mencionar al motivo de mi dolor.

-Está muy bien. – Dije intentando no delatarme, controlando los nervios que atormentaban mi cuerpo y que parecía me delatarían en cualquier segundo.

-¿No vino? – Preguntó como si no supiera nada acerca de lo que había decidido a última hora Albert. Yo intenté sonreír para darle ánimo y un poco de paz a su alma, podía ver que sus manos temblaban ansiosas buscando a su nieto con impaciencia. Negué con la cabeza porque las palabras no acudieron a mi garganta.

-Se quedó para ayudar a Albert ahora que no estará Stear. – Dijo Annie salvándome de cometer una imprudencia, ya que las lágrimas amenazaban con salir de mis labios aunado a los sollozos que reprimía de mi boca. La tía abuela volteó a ver a Annie y después a mí para corroborar lo dicho por ella. Yo asentí besando su mano para hacer un poco más de tiempo y reponerme.

-Es verdad. – Dije con dificultad. – Albert decidió a última hora quedarse a ayudar a Anthony y que este a su vez lo ayudara mientras Stear está de viaje de bodas. – Dije nuevamente, deseando no equivocarme con las palabras que le decía.

-Algo me dijo… - Dijo con dificultad, respirando un poco ansiosa por lo que yo le decía. – Pero no estaba… segura… - Dijo nuevamente intentando controlarse.

-Tranquila, ellos estarán bien. – Dije con una sonrisa que intentaba ser lo más sincera posible. Ella me miró a los ojos y asintió sin responder, el cansancio la había alcanzado y con ello el silencio volvía ella.

La acompañamos a su habitación y una vez que se había dormido, salí en busca de Josephine, no porque tuviera muchas ganas de verla, sino porque quería saber bien del estado de salud de la tía abuela.

-¿Dónde está Josephine? – Pregunté a Dorothy quien me seguía tranquilamente.

-La señorita Josephine está en su habitación, señorita Candy. – Dijo para mi sorpresa, nombrando a Josephine con un respeto que yo había escuchado solo dirigirse a la familia o a mí. Miré a Dorothy extrañada y creo que ella comprendió mi confusión.

-El Sr. William ha ordenado que nos dirijamos a la señorita Josephine con el respeto que se merece cualquier miembro de la familia, Candy. – Explicó sencillamente. Annie me miró confundida y yo levanté los hombros al no saber qué explicarle, ninguna de las dos entendíamos los motivos que tenía Albert para darle ese respeto que si bien merecía al ser una dama, era algo inusual hacerlo con los empleados de la mansión.

-Tal vez no es una empleada común. – Dijo Annie intentando justificar un poco la actitud de Albert.

-¿Empleada? – Preguntó Dorothy un tanto confundida por lo que Annie había expresado. – De ninguna manera, la señorita Josephine ha llegado aquí como algo más que una visita para el señor Ardlay. – Dijo segura de sus palabras.

-¿Algo más? ¿A qué te refieres? – Pregunté intentando indagar más de lo que sabía, ya que tenía entendido que Josephine se había quedado para estar al pendiente de la salud de la tía abuela en mi ausencia.

-No sé si debería. – Dijo Dorothy apenada ante mis preguntas, bajando la mirada sin saber si debía o no continuar con lo que me estaba informando.

-¿Qué sucede Dorothy? – Pregunté inquieta al ver que Dorothy se sentía cohibida de decir lo que sabía.

-Lo que pasa que el Sr. Ardlay ha demostrado un interés especial en la señorita Josephine y a todos nos ha dejado en claro que ella es la que decide después de él y de la tía abuela en referencia a lo que se debe hacer en la mansión y estos días que ha estado él ausente, Josephine se ha encargado de estar al pendiente de lo que se necesita en la mansión. – Dijo un tanto abrumada por decirme lo que sabía, como si tuviera temor de que Albert se lo tomara a mal por ser indiscreta.

-No te preocupes Dorothy, nosotros no te delataremos. – Dije para tranquilizarla, Annie sonrió en señal de que estaba de acuerdo conmigo y que podía confiar en ella también. - ¿En dónde está? – Volvía preguntar una vez más para saber hacia dónde ir a buscarla.

-La señorita Josephine está en su habitación, se retiró un poco antes de que ustedes llegaran. – Dijo Dorothy una vez más.

-Entiendo. – Dije de nuevo. - ¿Podrías decirle si puede subir un momento a mi habitación? – Pregunté segura.

-La señorita Josephine tiene su habitación al lado de la de usted señorita. – Dijo con el mismo respeto que se dirigía a Josephine y hacia mí. La miré sorprendida por aquella noticia, la verdad que no me esperaba tantas consideraciones con ella, sin embargo creía que el agradecimiento de Albert por ella era tan grande que así lo había dispuesto o realmente lo que había dicho Dorothy era verdad y el interés de Albert hacia ella iba más allá de un simple agradecimiento.

Dorothy se dirigió hacia la habitación de Josephine y después de tocar y hacer el mismo respeto que hacía a los dueños de la mansión, sacó del mandil que siempre usaba una pequeña libreta y escribió supongo yo el pedido que yo había solicitado.

-¿Qué sucede Candy? – Preguntó Annie también confundida por todas las atenciones que se estaban tomando con Josephine, y no era que yo me molestara o me sintiera incómoda, sino que era extraño para mí que la trataran como me trataban a mí cuando había sido adoptada a pesar de la indiferencia a la que había sido sometida por ser despreciada por la tía Elroy.

-No lo sé, Annie... tal vez el afecto que menciona Dorothy... - Mencioné un poco confundida, no quería asegurar algo que no era claro para mí.

Josephine llegó hasta mí y yo le sonreí con simpatía, me daba gusto volver a verla a pesar de que no sabía cómo me iba a recibir, sabía de los sentimientos que tenía por Anthony y sabía bien que si le decía lo ocurrido era capaz de salir corriendo en su búsqueda.

-Hola. – Saludé a sabiendas que podía leer mis labios. Ella me sonrió e hizo un gesto con su mano a manera de saludo. - ¿Podemos hablar? – Dije de manera pausada y ella asintió, sin embargo miró con desconfianza a Annie, quien le sonrió con amabilidad, para después dejarnos a solas imaginando que podía importunarla o causarle desconfianza.

-¿Cómo está Anthony? – Me preguntó de manera escrita, como se comunicaba con los demás de la mansión, a pesar de saber que era una pregunta válida al verme no me causó mucha emoción que fuese lo primero que preguntara.

-Se quedó en Nueva York. – Escribí en respuesta, no sabía si podía decirle lo que había sucedido, pero algo en mi interior evitaba que lo hiciera. Sus ojos brillaron con extrañeza y eso hizo que mi estómago se encogiera por la incomodidad que sentí al ver su expresión.

-¿Y Albert? – Preguntó con confianza al momento de que vi aquel reflejo extraño en sus ojos, para después ver las líneas que escribía al preguntarme con una emoción que podía sentir en sus movimientos al escribir.

-Se quedó a acompañarlo. – Escribí de nuevo, sin saber bien qué era lo que sucedía en su mente.

-¿Cómo está? – Volvió a preguntar un poco más animada y por alguna extraña razón me relajé profundamente.

Comencé a relatar acerca de Albert, sin embargo aunque me hacía preguntas acerca de Anthony pude notar que no era con el mismo interés que me preguntaba por Albert, un presentimiento se alojó en mi pecho al creer que Josephine estaba sintiendo algo más por Albert, algo que no era un agradecimiento lógico por su trato, sino porque al igual que a Albert, Josephine le había despertado un sentimiento que iba más allá de la compasión y todo indicaba que ella comenzaba a tener el mismo interés por mi protector. Descubrí que ambos habían comenzado a desarrollar sentimientos diferentes al agradecimiento y esto permitió que mi corazón comenzara a ver de manera diferente a Josephine, ya no como la joven que sufría por el amor no correspondido por mi príncipe de las rosas sino como la joven que comenzaba a tener una nueva ilusión en su vida, un nuevo propósito que parecía estaba surgiendo en su pecho.

Los días en Lakewood pasaban lentos, tortuosos, las llamadas que intentaba hacer cada día a Nueva York a veces no eran exitosas y debía conformarme con la poca información que obtenía de Albert o de Stear, quien me había confesado que él estaba detrás de varios de los implementos médicos que utilizaban en el centro de rehabilitación, algo que yo agradecía ya que habían ayudado a Anthony a mantenerse sin movimiento. A pesar de mis esfuerzos por hablar directamente con Anthony no había podido hacerlo y las cartas y las llamadas que hacía eran atendidas por alguien más, siendo Albert la mayor parte de las veces el intermediario. Era lo único que tenía para tranquilizarme un poco.

-El médico aún no llega. - Me decía Albert al teléfono una vez más, la misma respuesta todas las semanas que tenía en Lakewood. – Al parecer ni la presencia de Vincent ha logrado que puedan pasar el océano de manera más libre. – Me decía frustrado, serio, sin embargo algo me decía que me estaba ocultando algo y mi corazón se angustiaba por querer saber más de mi prometido.

-Albert, no es posible que se tarden tanto tiempo, tienen más de un mes esperando ¿Cómo está Anthony? – Preguntaba yo con impaciencia, con desesperación por no poder hacer nada desde mi posición. - Necesito saber cómo está, necesito estar con él. – Decía angustiada, intentando que nadie en la mansión escuchara mis palabras desesperadas que luchaban por salir lo más tranquilas posibles.

-Está bien, un poco desesperado, también tiene ganas de verte, sin embargo no es conveniente tu presencia aún. – Me decía una vez más, recordándome que hacía más falta aquí que al lado de él.

-Por favor, la tía abuela no ha mejorado mucho desde que yo llegué, pero sé que con la ayuda de todos puede estar bien. – Decía con súplica para que me permitiera ir de nuevo a su lado.

-Lo siento Candy, no eres la única que está haciendo sacrificios. – Dijo de pronto, haciendo que me confundiera con sus palabras. Recordé a Josephine e imaginé que él también estaba desesperado por verla, ya que a pesar de que yo le decía cómo estaba creía que al igual que yo a Anthony, él extrañaba a Josephine, no necesité de mucho para averiguar que él estaba de verdad enamorado de ella.

-Sé que no es así. – Dije con tristeza, sabía que no era la única que me sacrificaba, sin embargo yo no lo había obligado a que lo hiciera, él era el que había dispuesto todo a conveniencia de los negocios.

-Candy… - Me dijo algo frustrado por haberme hablado de manera tan áspera y ruda, sin embargo yo terminé la llamada, no quería tener un problema con él, ya que le debía mucho y no quería ser malagradecida.

-¿Estás bien Candy? – Me preguntó Annie quien estaba detrás de mí, ella era la única que sabía mi sufrimiento y era con la única que podía desahogarme. Me abrazó con ternura y yo me refugié en sus brazos, como cuando ella se refugiaba entre los míos cuando éramos unas niñas pequeñas.

-Siento mucho que te estés sacrificando por mí. – Le dije sin poder evitar soltar las lágrimas, recordando que ella también se sacrificaba al estar al pendiente de mí y alejada de su novio.

-¿Qué dices Candy? – Preguntó un tanto confundida por mis palabras.

-Albert dice que no soy la única que hace sacrificios, y es verdad… - Dije limpiándome las lágrimas para ver los ojos de mi hermana. Ella me sonrió con dulzura y limpió también el líquido que yo derramaba con tristeza.

-Es verdad que en algún momento, todos hacemos algún tipo de sacrificio, pero puedo asegurarte que tanto Archie como yo no estamos haciendo ninguno al ayudarte. – Me dijo sin dejar de sonreír con ternura. – Él y yo te queremos Candy y sabemos que tú y Anthony sufren más que nadie. – Me abrazó de nuevo en sus brazos y lloré nuevamente desconsolada.

Los días transcurrían y yo hablaba mejor el lenguaje a señas, había aprendido para estar comunicada con Josephine. Entre los ejercicios de la tía abuela, los pedimentos que había que tener listos en la mansión y las obligaciones que había que efectuar se me iban los días rápidamente, el dolor por no estar con Anthony era igual de insoportable que el primer día, incluso más ya que deseaba tanto volver a verlo y con el pasar de los días su ausencia pesaba más en mi alma y deterioraba mi estado de ánimo. Sus cartas a mano de Albert no traían consuelo a mi alma ya que ambos nos conteníamos de nuestros verdaderos sentimientos, sentimientos que yo tenía acumulados en mi pecho y que sentía que de un momento a otro iban a desbordarse.

-Candy... – Dijo Annie con una sonrisa. – Candy... – Volvió a decir, porque a pesar de que yo la había escuchado no ponía atención a lo que decía. - ¿Me escuchas? – Preguntó un tanto preocupada por mí.

-Te escucho Annie. - Respondí apenas audible, sin voltear a verla, continuaba con el masaje que le daba a la tía abuela y Annie seguía hablándome.

-La tía abuela dice que ya es suficiente. – Dijo de nuevo Annie, haciendo que yo dejara de hacer lo que estaba haciendo.

-¿Eh? – Pregunté como siempre distraída.

-¿Qué pasa? – Preguntó la tía abuela, ella sabía que algo sucedía conmigo y con Anthony, sin embargo no había querido forzarme a hablar y yo la había evitado todo este tiempo de la misma manera con la que me había evitado Albert. - ¿Anthony? – Me preguntó nuevamente con los ojos impacientes, ahora sí no tenía escapatoria, mi estado de ánimo había hecho que yo la preocupara y no tenía cara para decirle que no sucedía nada malo.

-No he tenido noticias de ellos. – Dije por fin, tenía días que nadie me respondía en la mansión y las cartas habían dejado de llegar dos semanas atrás, no sabía nada, ni siquiera en el centro me daban información de Anthony, siempre eran los mismos pretextos, que el doctor no llegaba, que todo seguía igual, que él me explicaría, sin embargo nunca me explicaba, no hablábamos ni siquiera una vez y yo entendía que los aparatos que lo tenían inmóvil evitaban que lo hiciera. Estaba tan cansada que quería salir corriendo a la estación para irme directamente a Nueva York, soportando la aversión que había desarrollado por aquel lugar.

-¿Qué pasa? – Preguntó con impaciencia, comenzando a respirar con mayor angustia, la manera en la que jalaba aire hizo que me levantara de mi sitio para acercarme a ella.

-Tranquila tía abuela, no sucede nada. – Decía intentando tranquilizar lo acelerado de su pulso.

-¡No…! – Decía necia, ella tampoco me creía así como yo ya no creía en las palabras que Albert me decía. - ¡Anthony! – Decía con temor, con miedo como si tuviese el presentimiento que algo malo sucedía con mi amor. Mi corazón se encogió de angustia la verla sufrir tanto como yo sufría por él.

-Tranquila, tía abuela Anthony pronto llegará, mi tristeza es por lo mucho que lo extraño. – Dije intentando explicar los motivos que yo tenía para estar triste. Me reproché el haberme descuidado estos días, ella había estado bien, no tanto que cuando yo me había ido a Nueva York según me habían contado, sin embargo los últimos días había notado que su salud estaba decayendo, que sus fuerzas no eran las mismas de antes y su mirada se veía totalmente apagada.

-¿De verdad? – Dijo intentando controlar su sentir.

-De verdad tía abuela, pronto llegará totalmente recuperado. – Le dije sintiendo una gran culpa por estarla engañando de esa manera, sin embargo el saber que Anthony estaba bien era la única forma en la que ella seguía adelante.

La dejé descansar en su habitación y salí junto a Annie una vez que se había dormido por completo. Dorothy llegó con una carta en mano, una carta que al verla alegró mi corazón al pensar que eran noticias de Anthony. La entregó a Annie y supuse que era de Archie.

-¿Es de Archie? – Pregunté impaciente, a veces él me informaba por medio de Annie lo que sucedía y a pesar de que no era nada relacionado con la salud de Anthony, siempre eran algunas dulces y tiernas palabras que él me dedicaba y esperaba fueran entregadas.

-Sí. - Dijo Annie emocionada, no pudo evitar estrechar la carta en su pecho y yo no pude ver si había algo para mí. – Dice que pronto vendrá. – Me dijo con una sonrisa tan grande que no cabía en su rostro. Sonreí con melancolía al recordar que ella veía a su novio una o dos veces cada quince días y había anunciado que iría a verla una vez más.

-Me alegra que venga a verte. – Le dije un tanto desanimada, extrañaba tanto a Anthony que eso me impedía sentir la misma alegría que sentía por ella. - ¿Dice algo de Anthony? – Pregunté ansiosa por saber si tenía algo qué decirme.

-No... – Negó Annie inquieta, sin embargo no me dejó ver la carta como otras veces lo hacía, tal vez porque había algo que le decía y que era demasiado privado para compartirlo conmigo.

-¿Por qué no había escrito? – Pregunté para saber el motivo por el cual había estado tantos días sin escribir.

-Dice que han tenido algunos problemas. – Lo excusó Annie con tranquilidad.

-¿Problemas? – Pregunté sintiendo que mi corazón se detenía por unos segundos. - ¿Con Anthony? – Pregunté inquieta. Annie negó de inmediato.

-¡No Candy! Problemas con las empresas, la guerra ha dañado mucho la economía. – Me explicó con un poco de calma. Yo asentí, sabía que realmente había muchos problemas económicos y que Albert y los demás intentaban sortearlos para salir a flote.

-Lo siento Annie, es que estoy desesperada hace muchas semanas que no veo a Anthony, se han convertido en meses y yo solo quiero verlo y saber que está bien. – Dije con el corazón rebozado de sentimientos que comenzaban a volver a salir de mi pecho. Annie me miró preocupada e intentando sonreír.

-Candy… - Me dijo de pronto para detener mi paso, ya que me dirigía hacía el jardín que ya comenzaba a formar los botones que comenzarían a brotar en primavera.

-¿Si? – Pregunté intentando sonreír para evitar que se diera cuenta una vez más de mi estado de ánimo.

-Nada… - Dijo de pronto, como si hubiese querido decirme algo y de pronto se hubiese arrepentido.

Caminé entre los rosedales, mirando a todo lo largo y lo ancho lo bello que se veía el paisaje a pesar de la ausencia de flores, el aroma que desprendían sus hojas era verdaderamente intenso. Cerré mis ojos para disfrutar su aroma mientras mi mente me llevaba una vez más a los brazos de mi amado Anthony, mi cuerpo clamó el momento en el que me había pedido que fuera su esposa y aquel improvisado baile que habíamos hecho en la terraza me envolvió de nuevo, podía sentir como sus labios se unían a los míos y como sus manos recorrían ni espalda provocando una vez más en mí el calor que esa noche había provocado en mí, logrando estremecerme por completo de la cabeza a los pies. Las lágrimas cayeron de mis ojos y el llanto fue ahogado una vez más en mi garganta, impidiéndolo salir para no alertar a los demás de mi sufrimiento.

-Eres mucho más linda cuando ríes… que cuando lloras… - Escuché de pronto en mi cabeza la voz de Anthony que llegaba a mí como si realmente estuviera a mi lado. Me estremecí al pensar en lo real que la había escuchado y mi corazón latía acelerado. – Te extrañé princesa… - Escuché de nuevo, como si estuviera en una especie de sueño, giré mi rostro hacia donde escuchaba la voz de mi príncipe adorado y para mi sorpresa lo vi frente a mí, de pie con una gran y espectacular sonrisa, con el sol brillando a su alrededor como si se tratara de un ángel que había venido a verme, extendió los brazos y dio un par de pasos hacía mí, yo comencé a caminar esperando que se desvaneciera como tantas veces lo había hecho en el pasado.

-¡Anthony! – Dije llorando con mayor intensidad, esperando abrazar al aire, a punto de caer a sus pies deseando tenerlo a mi lado, sin embargo nada de eso sucedió, mi cuerpo se encontró con el de él y sus fuertes y varoniles brazos rodearon mi cuerpo sintiendo su calor inmediatamente.

-¡Candy! ¡Mi dulce Candy! – Dijo con una gran sonrisa, sintiéndome confundida si había dormido más de la cuenta o estaba soñando despierta. No podía comprender qué estaba pasando ya que lo tenía frente a mí abrazándome con fuerza mientras estaba de pie.

-¿Eres tú? – Pregunté en un susurro con la mirada nublada por el llanto, tanto así que me impedía ver si realmente era él o estaba confundiendo a alguien más con él.

-Soy yo princesa, te prometí que vendría por ti a Lakewood y lo he cumplido. – Me dijo besando mis ojos para limpiar con sus labios las gotas saladas que caían de manera intensa de ellos.

-¡Anthony! – Dije en un susurro, mi corazón comenzaba a latir al ritmo de su corazón abrazándolo con fuerza para evitar que se escapara de mí. - ¡Anthony! – Grité más fuerte, deseando que no desapareciera y que no fuera un sueño más lo que estaba sucediendo.

Continuará…

Hola hermosas, espero que estén muy bien. Muchas gracias por estar al pendiente de la historia, quiero agradecer a todas y cada una de ustedes por esperar la actualización.

TeamColombia. Hola hermosas, gracias por leer y comentar. Espero les haya gustado el capítulo, les mando un fuerte abrazo.

Cla1969. Ciao bella, grazie mille per aver letto e commentato, ti mando un grande abbraccio!

Silandrew. Hola hermosa, si te digo que Terryto no es malo, simplemente inmaduro pues... pero no me creen. Muchas gracias por leer y comentar amiga, te mando un fuerte abrazo.

Rose1404. Hola hermosa, me alegro que estén muy bien y que te haya gustado el capítulo, espero que este también haya sido de tu agrado. Te mando un fuerte abrazo doble.

lemh2001. Hermosa! No fue mi intención hacerlas sufrir, espero que con este no hayas sufrido mucho. Muchas gracias por leer y comentar amiga, te mando un fuerte abrazo.

Lida. Hola hermosa, gracias por comentar, te mando un fuerte abrazo, espero que te haya gustado el capítulo.

Guest. Hola hermosa, ¿Puedo considerar que es porque te gusta la historia? Espero que sí. Te mando un fuerte abrazo.

Mayley León. Hola hermosa, gracias por preguntar. Aquí seguimos GAD. Muchas gracias por leer y comentar, espero que te haya gustado el capítulo. Te mando un fuerte abrazo.

Muchas gracias a todas, quiero pedir una disculpa por los agradecimientos tan cortos que les he dedicado el día de hoy, pero como muchas saben hoy es día de muertos aquí en México y obviamente tengo viaje a visitar a mi mamita y pues tengo el tiempo contado, sin embargo no quise dejarlas sin leer, espero comprendan. Nos vemos el domingo si Dios me lo permite.

GeoMtzR

02/11/2022.