Disclaimer: Los personajes de Fuego y Sangre no me pertenecen. Yo solamente los uso con fines de entretenimiento.
La letra cursiva es hablando en valyrio.
Es la segunda noche en la que está encerrada en su habitación.
La puerta cerrada por fuera y siendo custodiada por un guardia. Luego de la desastrosa cena en la habitación de su madre, fue despedida por su abuelo de inmediato y le ordenó que debía de quedarse ahí, sin salir y sin volver a cruzar palabra con la familia de Rhaenyra.
Toda su vida ha sido regañada por cualquier situación, aunque esos regaños se incrementaron cuando empezó a contar sus sueños a sus sirvientes y de que debían de protegerse si no querían salir lastimados, ellos siempre la miraban como si de un bicho raro se tratase y la habían delatado con su madre, alegando que ella los amenazaba de ser lastimados cuando la realidad era que quería prevenirlos.
Su madre estiraba su cabello con fuerza y ella tenía que cerrar los ojos antes de soltar un golpe propio a la reina, no le gustaba que la maltraten y tampoco quería pegarle a su madre, deseaba que se detuviera. No lo merecía por querer ayudar a otros, suficiente tenía con Aegon que salía de la nada de los pasillos y hacía lo mismo con su cabello.
Su abuelo había entrado a su habitación el día de ayer, queriendo tener una conversación en paz, saber que es de lo que había hablado con Rhaenyra y porque tanto interés había nacido de la nada cuando toda su vida vivió en King's Landing. Muchas veces voló por los cielos en Dreamfyre cuando Aemond no estaba cerca, pero nunca tuvo el valor de ir a Dragonstone. Era el lugar ancestral de su familia y no lo conocía, bastante irónico para una princesa Targaryen.
La voz de su abuelo era falsa, palabras endulzadas para que ella cediera, pero la mirada en sus ojos lo delataba. La repulsión era palpable en él, ¿por qué odiaba tanto a Rhaenyra? De acuerdo con lo que sabía, fue él quién insistió en que su hermana fuera nombrada como la heredera. Y ahora deseaba que su nieto ocupará en su lugar.
Él nunca ha entendido sus sueños, no le interesan y nunca le preguntó de dónde vinieron. Es un hombre centrado en el presente, pero por fuera moviendo las telarañas para que la situación sea acorde a lo que él desea. Y él no sabe, no sabe que ella conoce incluso como será su muerte.
Ignoró todo lo que él dijo y pidió permiso para salir de su habitación.
—La princesa Helaena se encuentra enferma, no tiene permitido salir de su habitación hasta que se recupere —había dicho al guardia en turno antes de que las puertas se cerraran.
De todos los guardias que estaban al servicio de la fortaleza, tuvieron que dejar a Ser Criston Cole, el hombre más leal de su madre y a Ser Arryk, quién era leal a Aegon. No había nadie que fuera leal a ella y tampoco confiaba en nadie.
Todos buscan un beneficio propio.
Sus manos se retuercen, en otro momento ella estaría sentada tejiendo en el salón principal y sus hijos jugarían con peluches, pero ese momento no existe y lo que anhela su corazón es visitar a los bebés de Rhaenyra. Niños que aún no sufren de ningún trauma y que su paternidad no es cuestionada por nadie. También quiere ponerse al corriente sobre lo que ha sucedido.
¿Su padre se habrá mostrado lo suficientemente consciente para reconocer a su hija y nietos? ¿Se habrá animado a levantarse un poco de la cama? ¿Hay alguien afuera que la extraña y se han dado cuenta de sus ausencias? Lo duda.
Golpeó cuatro veces la puerta e informa que desea tomar un baño. No hay respuesta, pero minutos más tarde entran dos doncellas, seguidas de más soldados para preparar su baño. No la miran, no conversan con ella, apenas terminan se retiran del lugar. Nadie la ayuda a deshacer los cordones de su vestido. Tarda más de lo esperado, pero logra desatarlos y retirar las prendas para ducharse.
Sin que ella los llame, cuatro veces al día se abren las puertas para entregarle comida. Un desayuno por la mañana, al mediodía té con bocadillos, en la tarde la comida y en la noche la merienda.
Suspira resignada y se acuesta en la cama, con la mirada fija en el techo. Esa noche hay lluvia, el olor en su habitación ha cambiado y el aire es más fresco, las gotas golpean el vidrio de su ventana, queriendo entrar. No lo soporta mucho tiempo y se levanta de la cama, es una cobarde.
Puede montar un dragón y volar en el cielo, pero tiene miedo de los truenos y relámpagos. No hay luz, solo oscuridad rodeándola y no puede soportarlo mucho tiempo. Trata de no despejar su mente e intenta dormir, esperando que el castigo de mañana sea levantado para poder salir y caminar libremente por los pasillos.
Anhela ir a la biblioteca, rodearse de los viejos libros y escribir sus notas.
El día de mañana será mejor, ¿verdad?
Se lleva las manos a su cabeza ante el sonido del relámpago que ilumina el lugar. Mantiene su mirada en la sábana y respira con dificultad. Las voces en su cabeza comienzan a murmurar y puede sentir a la muerte cerca. ¿Ha hecho las cosas mal?
—¿Tienes miedo? —Se sobresalta al escuchar la voz de un hombre. Levanta la mirada, pero no puede ver quien habló. ¿O la imaginó?
—¿Quién está ahí? —Sus manos se mueven de inmediato a su sábana para intentar cubrir su cuerpo, aunque lleva su ropa de cama que lo cubre todo. ¿Escuchó bien? ¿O lo imaginó? Sus manos se tensan, si hay un hombre en su habitación se defenderá, aunque no tiene nada a la mano con el cual golpear su cabeza en caso de que intente algo más, pero puede morder y rasguñar para llegar a la puerta y avisar al guardia de que hay un intruso que intenta dañarla.
—Es Jacaerys —Susurra. Él se acerca, sosteniendo una vela. Él lleva una mano a su boca, no debe de gritar.
—¿Qué haces aquí? —también susurra—. ¿Cómo entraste? ¡No puedes estar aquí!
Una pequeña sonrisa se presenta en su rostro, Helaena no comprende porque siente que sus mejillas comienzan a sentirse calientes de su presencia.
—La fortaleza guarda muchos secretos —Ella presta atención a sus palabras—, pocos conocen los pasadizos y como llegar a su destino. Daemon —Asiente, aceptando la respuesta que es la más clara. Su tío debe de conocer cada pasadizo secreto del lugar. Ella misma conoce unos cuantos, pero nunca se animo a explorarlos debido a la oscuridad de los túneles con temor a quedarse atrapada. No era consciente de que alguno de ellos llevará directamente a su habitación—. La reina dice que te encuentras enferma.
—Una mentira piadosa —responde—. Están molestos conmigo.
—Es casi lo mismo que mamá supuso cuando no te vio entrar al comedor a la mañana siguiente. Aemond y Aegon si estaban, pero no tú —le cuenta, dando dos pasos hacia ella—. ¿Te metiste en muchos problemas por nuestra culpa?
Ella se encoge de hombros.
—No tenía previsto que me encerraran —le responde con sinceridad—. Creí que no me hablarían o se mantendrían cerca de mí, pero prefirieron encerrarme. Odio estar encerrada, quería reunirme con ustedes, pero la puerta tenía seguro. Intenté forzarla, pero no funcionó. No es decente que estés en la habitación de una dama a altas horas de la noche, príncipe Jacaerys.
—Mis disculpas, princesa Helaena. Estaba preocupado de no verte —Helaena se mantiene en silencio durante un par de segundos, analizando las palabras de su sobrino.
—¿Por qué? ¿Por qué estás preocupado por mí? —Le pregunta.
—¿Puedo sentarme? —Dice señalando la esquina de su cama. Si alguien entrara y los viera podrían malinterpretar la situación. Ella con su ropa de dormir y él sentado tan cerca de ella. No, nadie va a entrar. Nadie se preocupa por ella.
Ella asiente.
—Tengo curiosidad de ti, tía —Ella frunce el ceño—. Primero envías una carta a nuestro hogar, en la que dices que si mi madre no regresa el caos se va a desatar. Y no solamente eso, sutilmente haces la mención de un rey, que no es el abuelo, y no una reina —Su voz se endurece, él cierra los ojos, la lluvia sigue cayendo afuera—. Al principio, pensamos en hacer caso omiso de tu carta, ignorarla y creímos que se trataba de una trampa, pero Baela llegó más tarde esa noche y nos informó de lo que estaba planeando Vaemond Velaryon.
Ella dejó de escuchar.
—¿Mi carta no fue suficiente? —pregunta con el ceño fruncido, una opresión en su pecho. No regresaron por la carta que envió, fue porque alguien más le confirmó las palabras que ella escribió con duda. ¿Por qué se siente tan molesta de pronto? Jacaerys parece darse cuenta por el cambio en su voz.
—Tu carta ayudó mucho, pero no podíamos dejar de lado las dudas. Lo comprendes, ¿verdad?
—No confiaron en mí —murmura.
—Helaena…
—Príncipe Jacaerys, debe volver a sus propios aposentos, me gustaría descansar.
Sigue mirando al techo aun cuando amanece, fue difícil conciliar el sueño cuando la lluvia golpeaba a su ventana. Recordó su conversación con Jacaerys, después de que la furia dentro de ella disminuyera, una parte de ella comenzó a comprender más la situación, la duda, la inquietud.
Quizás si hubiera estado en el lugar de su hermana habría reaccionado igual, ¿no? Nunca hubo una comunicación verdadera entre ellas dos, la desconfianza entre ambas familias era palpable. Su carta no era tan extensa, ahora que lo recuerda. También es un juego de doble filo, creyendo que le iban a creer sin verse en seis años aún cuando vivían tan cerca si solo hubiera montado su dragón.
Al salir el sol, su enojo disminuyó.
La puerta de su habitación se abre cuando ella se traslada a su tocador para cambiar de ropa, es su madre, su majestuoso vestido verde presente y su cabello sostenido en varias trenzas, en sus manos sosteniendo una bandeja con una tetera y tazas para tomar el té.
Observa cómo coloca la bandeja sobre su mesa, haciendo a un lado la charola con la cena de la noche anterior que no comió, puede resistir un poco más no comer. Falta poco tiempo.
—Helaena —comienza—, ¿estás lista para hablar sobre nuestro tema pendiente?
—No tengo nada que decir —responde sin darle importancia, toma el cepillo de su tocador y lo pasa sobre sus rizos.
—Hija, tenemos que arreglar las cosas, no podemos…
—El castigo impuesto solo complica la situación y los lazos se quebrantan.
—No es un castigo, mi padre…
—No me importa —la interrumpe. No tiene tiempo para reflexionar que está siendo grosera con su madre, la reina, seguramente otra persona ya habría sido castigada de hablarle así a la reina—. Quiero estar sola.
—Mi niña —se levanta de su lugar cuando su madre se acerca e intenta poner su mano sobre su hombro.
Da dos pasos hacia atrás, con la intención de volver a acostarse en su cama y cubrirse con las sábanas para evitar su toque. Su madre nunca los defiende cuando se trata de las decisiones del abuelo, todavía recuerda a Aegon llorando por el castigo que aplicó a Aegon tan solo unos meses, luego de enterarse que había vuelto a pasear borracho sobre las calles de la ciudad. Había hecho un espectáculo y atrajo la atención de varios nobles ante el comportamiento insolente del príncipe.
La reina solo observó.
—Quiero salir de mi habitación —Insiste.
—No, hasta que me digas de qué hablaste con Rhaenyra…
—¿Qué es lo que necesitas que te diga Helaena, mi reina? —Su madre estaba tan concentrada en intentar retirarle la sábana con la que se había protegido que no prestó atención cuando la puerta de su habitación se abrió, y su hermana con Viserys en sus brazos entró a su cuarto—. Helaena, hermana, tu madre me ha comentado que estás enferma y que los maestres han recomendado permanecer en cama —Rhaenyra dice y se acerca, Ser Criston a su espalda—. El maestre Gerardys nos ha servido bien, te puede venir a visitar y recomendarte un nuevo…
—Ella no necesita de nada, princesa Rhaenyra —la interrumpe su madre, dándole la espalda y centrándose en ella—. Nuestros maestres la han atendido.
—Lo sé, no quise ofenderla, mi reina —dice, Viserys se mueve inquieto en los brazos de Rhaenyra—. La opinión de un segundo experto no nos hace daño, ¿verdad? El maestre Gerardys se encuentra en estos momentos atendiendo a mi padre, puede venir a verte cuando termine.
Antes de que su madre pueda volver a negarse, ella asiente. ¿Cuánto más quiere sostener la farsa su madre? Ella no quiere jugar ese juego, quiere salir de su habitación y caminar por los pasillos. Ir al árbol de dioses, ver a los insectos caminar…
—¿Puedo tener a Viserys?
—Estás enferma, Helaena —Su madre se aleja de la cama para mantener la distancia—. Puedes contagiarlos. Debes salir de aquí, princesa Rhaenyra, estás embarazada y amamantando, la enfermedad de Helaena es contagiosa y te puede hacer daño.
—No parece padecer de fiebre y el color de su piel es normal —dice su hermana.
—¿Arriesgas el embarazo y a tu hijo por permanecer aquí?
Puede ver una sonrisa en el rostro de Rhaenyra, no haciendo caso a las palabras de su madre y coloca a Viserys en su cama. El niño le sonríe apenas la ve. Helaena aprieta los puños para no tomarlo entre sus brazos, no hasta que se retire su madre. El ambiente es tenso en el lugar.
Reina y princesa que se miran fijamente.
—¿Es una amenaza? —Rhaenyra lo dice lo suficientemente alto.
Ser Criston Cole entra sin ser invitado, mira a su madre, esperando alguna indicación. Su madre no se despide de ninguna de las dos, da pasos apresurados hacia donde Ser Criston y ambos salen. La puerta abierta, desbloqueada.
La risa de Viserys rompe la tensión. Helaena levanta la mano para acariciar su cabello plateado, el niño intentando pararse de la cama. No lo permite, puede caerse.
—Lamento no haber venido antes —dice Rhaenyra, sentándose en la esquina de la cama. En el mismo lugar donde Jacaerys se sentó la noche anterior. Sus ojos se cruzan con los de ella, tan idénticos—. Mi padre estaba muy decaído y quería convivir un poco con los niños.
—Viniste —susurra—, es lo que importa.
—Ayer le pedí a Jace que viniera a visitarte de manera formal por la mañana, pero Ser Criston no le permitió entrar y lo despidió sin más, alegando la autoridad de la reina.
—Provocación. El resentimiento vive y no ha sido superado.
—¿Es muy tarde para hablar con él?
—No vale la pena —responde.
—Helaena, Vaemond Velaryon llegará en los próximos días. El archimaestre dio el mensaje en medio de la sesión del consejo, llegará para reclamar Driftmark y pedir la destitución de mi hijo Lucerys como heredero de Corlys Velaryon. No puedo permitir que padezca de más humillaciones, mi reclamo también está en juego. ¿Por qué me previniste, Helaena?
Baja la mirada y muerde su labio. La sábana se mueve por los movimientos de Viserys, piensa en todo lo que ha visto en sus sueños, optando por ignorarlos hasta que ya no pudo. Las muertes, el sufrimiento, el llanto, el olor a sangre, las estacas sobre su cuerpo.
—No quiero que mueras
