A partir del día siguiente, los dos mejores pilotos del reino científico se tomaron muy en serio el entrenamiento de vuelo conjunto. Ryusui estaba más que entusiasmado con que iba a mejorar su habilidad de piloto y tirador a un nivel profesional, confiando en que iba a lograrlo ya que su entrenador personal no era otro que el mejor soldado vivo de ese mundo. El tiempo era escaso, tenían poco menos de un año para lograrlo, por lo cual Stan organizó un calendario de trabajo muy intenso para ambos, dividiendo su día en cuatro bloques de seis horas. Además de mantener sus seis horas de entrenamientos de astronauta, piloto y tiro, el estadounidense dispuso otras seis horas diarias para entrenar a Ryusui, así como esa misma cantidad de horas destinadas a dormir, así como para comer, descansar y pasar tiempo con su familia.
Esa rutina la mantendrían a rajatabla al menos durante los primeros cinco meses, ya que para esa fecha Stan quería estar más atento con Kohaku y el embarazo, creía que a medida que el vientre le fuese creciendo ella también iba a necesitar más ayuda para cuidar a Neal, ya que estaría más cansada e incómoda por momentos como para estar pendiente de su enérgico hijo. Y si algo recordaba muy bien, aunque no sabía si se repetiría, era que para ese entonces su fogosa esposa volvería a tener una imperiosa necesidad de satisfacer sus "calores" internos. Dudaba que fuese como la primera vez ya que tenían a su demandante hijo pequeño que no les dejaba mucho tiempo a solas, pero quería estar preparado, o una vez más la exigencia de su cuerpo físico lo llevaría a un peligroso límite.
Animados cada uno con su objetivo, los dos se dedicaban de sol a sombra a pulir sus habilidades y cuerpos, y pasaban tanto tiempo juntos durante el día que Kohaku hizo la broma de que Ryusui pasaba más tiempo con él que ella misma. Ni siquiera un día de intensas lluvias en la estación otoñal aligeraba el entrenamiento al aire libre, pero ninguno se quejaba de no tener un respiro, más bien se dedicaban a lo suyo con una sonrisa de desafío.
Una mañana, empezando la segunda semana de entrenamiento, Ryusui jadeaba agotado, al borde de la extenuación a causa de los espartanos ejercicios físicos que Stan ordenaba hacer. Si bien el joven tenía un excelente estado físico, hacerlo con la disciplina al nivel de un militar era algo completamente distinto, podía entender la diferencia que había entre el soldado y él con mucha facilidad. Para cuando Stan al fin se apiadó de él y lo dejó descansar, el rubio se dejó caer al suelo y se quedó tirado con los brazos y piernas extendidos.
- ¿Y tú haces esta rutina todos los días? De verdad te admiro, Stan.
- Por supuesto que no.
- ¿Cómo qué no? –Preguntó sorprendido Ryusui– Si dijiste que entrenas a diario...
Con una sonrisa juguetona, Stan levantó su mano izquierda, moviendo el dedo anular.
- Te olvidas de que soy un hombre felizmente casado, y de quién es mi mujer. No dije que no estoy ejercitando, sino que tengo una forma más satisfactoria de quedar jadeando como tú, reparto la variedad de mi entrenamiento. Kohaku no está embarazada otra vez por nada.
- ¡Jajaja! Ya veo.
- Tú podrías hacer más entretenida parte de tu rutina de ejercicios, ya tienes con quién, ¿o me equivoco? –Dijo con diablura– Mientras obtengas los resultados, hay distintos caminos.
- Soy yo el que esta vez tiene que decir "¡nada mal!"
- Sí, pero eso está por terminarse pronto para mí, al menos por unos meses. Kohaku ya está con algunas náuseas y malestares, así que lamentablemente tendré que unirme a ti en estos duros entrenamientos.
- ¿Quién sabe? –Replicó Ryusui con una gran sonrisa– Si sigo tu consejo, quizás te quedes entrenando solo por tu cuenta la mitad del tiempo.
- Aprendes rápido, nada mal.
Por su parte, Kohaku estaba siendo ya mucho más cuidadosa que con su primer embarazo, por lo que buscó cómo ayudar en el proyecto del cohete sin tener que hacer trabajos de fuerza. El hecho de estar asentada en la aldea con toda su familia y sus conocidos, y en paz mental y de corazón de que el bebé que estaba empezando a gestar era fruto de un profundo amor, le hicieron mucho más fácil el aceptar el cambio de ritmo de su vida. Sabía que iba a extrañar mucho entrenar, eso era lo único que todavía le costaba hacerse a la idea, ella también se había divertido haciendo los interesantes entrenamientos de astronauta.
El que previsiblemente todavía no lograba asimilar los repentinos cambios de la rutina familiar era Neal, que estaba creciendo como un niño muy curioso y temerario, y solía corretear detrás de sus padres y jugar a sus anchas ya que siempre había alguien echándole el ojo, el pequeño era sin dudas el más consentido de la aldea y del reino científico. Solía gastar así su energía diaria, y Kohaku estaba empezarlo a animarlo a jugar con otros niños de la aldea, aunque no hubiera otro de su edad. Estaba muy hablador y le encantaba contar y mostrar todo lo que aprendía, lo que últimamente no coincidía con la rutina de su padre.
- ¡Papi! ¡Juguemos!
- Ahora no puedo, Neal, estoy ocupado. Cuando vuelva a la tarde, ¿sí?
El niño lo aceptaba y era convencido de jugar con sus nuevos amigos o abuelos, pero cuando Stan volvía a la casa luego de una agotadora jornada de entrenamiento, había veces que no tenía la energía ni la paciencia de seguirle el ritmo, su hijo había heredado la inagotable energía e impulsividad de la madre. Neal ya no era un bebé que podía entretenerse en el lugar con algunos juguetes, él quería correr, saltar y que lo lanzaran al aire para atraparlo. Emocional como todo niño, los rechazos cada vez más frecuentes de su padre lo volvían más fastidioso y lloraba con facilidad, además de que él no entendía de tiempos, horas o momentos del día. Kohaku lo consolaba con que eso sólo sería por un tiempo, luego volverían a jugar juntos más tiempo como antes, y como ella tenía, por el contrario, más tiempo disponible, su hijo se volvió mucho más apegado a ella.
Stan sentía un poco de culpa cada vez que veía los ojitos aguamarina desilusionados, había sido inocente al pensar que su hijo se conformaría con pasar el tiempo juntos en tranquilidad, pero si había una esperanza de que Ryusui consiguiera un nivel profesional de piloto y tirador para reemplazarlo, sólo sería posible si exprimían los siguientes meses al máximo, aunque Neal no lo entendiera todavía y lo sufriera. Para colmo de males, una tarde, mientras volvía de su entrenamiento, se encontró con una situación en la cual el miedo y los malos recuerdos le jugaron una mala pasada.
A su hijo le gustaba mucho saltar para que lo atraparan en el aire, se subía a troncos o sillas y así se lanzaba, era un juego inocente que le hacía reír a carcajadas. No tenía miedo a las alturas, y algunas veces Kohaku o él se trepaban a un árbol y saltaban al piso mientras lo tenían en brazos, o lo dejaban sentarse en una rama gruesa, siempre cuidando de tenerlo seguro al alcance de sus manos. Esa tarde, Stan los vio a Kohaku y al pequeño haciendo eso último en el árbol grande que tenían junto a la casa, lo cual lo hizo sonreír. Sin embargo, su sonrisa fluctuó cuando vio a su hijo pararse sobre la rama de una forma muy temeraria, aunque confiaba en que Kohaku lo cuidaría.
Pero el mayor problema que por un instante le detuvo el corazón, fue cuando Neal flexionó sus rodillas y voluntariamente saltó hacia los brazos de su madre para que lo atrapara, sin aviso previo. Ella lo atajó de forma segura, aunque soltando un jadeo por el repentino impacto de su hijo chocando contra ella. Kohaku estaba a punto de regañarlo, más por la preocupación de que a él se le ocurriera hacer eso sin supervisión y se pudiera lastimar, pero a Stan le despertó un nivel mucho mayor de temor por otra cuestión, y su voz autoritaria y potente hizo eco y sobresaltó a ambos.
- ¡NEAL! ¿QUÉ HACES?
La expresión de alegría de su hijo al verlo mermó enseguida, al notar el visible enojo de su padre que se acercaba.
- Está bien, Stan, no se lastimó, yo lo atajé. Le estaba por decir que...
- No es por eso solamente –La interrumpió, sus ojos zafiro fríos y acusadores dirigidos al pequeño, y se acercó hasta quedar cerca de su rostro– Neal, que sea la última vez que le haces algo así a tu madre, ¿me oíste?
El niño pareció empequeñecer, haciéndose un ovillo contra Kohaku, sus ojitos reflejando arrepentimiento.
- No, mírame. No lo hagas nunca más. ¡Puedes lastimar a mamá y al bebé, no vuelvas a ser tan imprudente!
- Stan... –Musitó Kohaku, entendiendo lo que había pasado por la cabeza de él– Stan, estoy bien, algo como eso no me hará daño, tranquilo.
- No me contradigas delante de él, Kohaku, o no lo entenderá –Susurró apretando los dientes, dirigiendo su molesta mirada a ella– El límite es claro, contigo embarazada no puede hacer más ese tipo de juegos –Volvió a mirar a su hijo– ¿Me entendiste, Neal?
El niño asintió, con los ojos al borde de las lágrimas.
- Se acabó el juego, vuelve a casa.
- Papi... –Musitó Neal, estirando sus brazos hacia él, pidiendo de esa forma que lo abrazara.
- A casa, dije –Insistió, señalando con su dedo el hogar– Kohaku, bájalo, que camine por su cuenta.
Aunque en un principio dudó, apenada por cuánto se estaba angustiando su hijo, la mirada que Stan le dedicó fue suficiente para hacerle saber que sabía lo que hacía, que confiara en él. En cuanto lo bajó al piso, Neal la miró con ruego alzando las manos hacia ella, pero tuvo que negarse. Desconsolado, el pequeño ya no pudo contener las lágrimas, y empezó a llorar. Stan no se movió de su lugar, ni siquiera cuando su hijo se acercó a él y le abrazó la pierna. Kohaku miró a su esposo con pena, y aunque él parecía muy firme y estoico, era fácil ver una batalla interna en sus ojos. Esperaron unos minutos a que Neal se calmara por su cuenta, y sólo cuando sus lágrimas se secaron, Stan se arrodilló junto a él y le acarició la cabeza.
- Neal, tienes que entender que mami ahora tiene a un bebé en la panza, y es algo delicado todavía, por lo cual no puedes saltar sobre ella ni pedirle que te cargue en brazos tan seguido como antes, ¿entiendes? Ya no eres un bebé, eres más grande y pesas más.
- Sí...
- Y si te resbalas de la rama y caes, te puedes lastimar feo tú también. No hagas cosas así por tu cuenta, ¿de acuerdo?
- Sí.
- Bien, buen niño. Vamos a casa ahora.
Stan le ofreció su mano, que su hijo tomó sin dudar, y Kohaku se unió a ellos, tomándole la otra mano. Cuando entraron a la casa, Neal se fue por su cuenta a su habitación, abrazándose a su juguete favorito. Los padres lo siguieron y suspiraron al verlo, y la rubia miró de reojo a su esposo, que seguía teniendo una expresión conflictuada. Le tomó la mano a él y lo llevó a la habitación de ambos, sentándose en la cama para conversar. El soldado respiró hondo y bajó los ojos al piso.
- Stan, ahora mírame tú –Dijo la joven, acariciándole la mejilla cuando vio los tormentosos orbes zafiro– Fuiste un poco duro, pero no estuviste mal. Siempre se siente feo regañar a un hijo y que se angustien.
- Lo sé, y no suelo hacerlo así, pero... Me asusté, Kohaku. No sólo por él, que se lastimara, sino porque... No quiero que le pase nada malo al bebé, otra vez.
- No nos va a pasar nada esta vez, Stan, tranquilo. En esa ocasión estábamos en un entorno salvaje, fui descuidada porque no quería aceptar el embarazo, y me excedí demasiado cuando salvé a Suika. Créeme, es muy distinto todo esta vez.
- Lo sé. Fue el miedo que me dominó –Se giró hacia ella y le apoyó una mano en el vientre– Ahora puedo estar con ustedes y protegerlos desde el primer día. Si por un descuido mío, Neal en su inocencia te saltara fuerte encima, o algo así...
- No sería un descuido tuyo, no te culpes por algo que no es así.
- Tal vez eso no, pero sé bien que al que estuve descuidando últimamente fue a nuestro hijo. Tengo que buscar la forma de compensarlo.
- Puedes ir a acostarte con él un rato. No hay nada más confortable y amoroso que tus brazos, eso lo sé bien –Dijo Kohaku, con una sonrisita.
Devolviéndole la sonrisa con un ligero sonrojo de emoción, Stan abrazó con cariño a su mujer, también sintiéndose más tranquilo, y luego fue a buscar a su pequeño. En cuanto se arrodilló y abrió sus brazos, Neal se lanzó de lleno a su encuentro, acurrucándose contra él. El peli-plateado le besó la coronilla con ternura y se acostó con él, suspirando con calma. A veces pensaba todo su entrenamiento y ni siquiera la más desafiante de sus misiones como soldado, alcanzaban a emparejarse con la complejidad de ser padre y encontrar el equilibrio entre las emociones y deseos de él, y de los de su niño. La diferencia, era que todo el amor incondicional que sentía por su hijo, valían la pena cada vez, sin dudas.
Al día siguiente, le preguntó a su padre Jacob qué otras cosas gustaban mucho a los niños pequeños como para compensar con algo de tiempo de calidad más tranquilo, y él le contestó que solía leerle cuentos o comprarle libros con muchas imágenes o con detalles llamativos, así como también lo acompañaba a dibujar y pintar. La idea entusiasmó al soldado, aunque le desilusionó el enterarse que en la aldea no había libros, ya que hasta hacía menos de cinco años eran todos analfabetos, aprendían por transmisión oral. Podía inventar algunas historias, pero eso ya lo hacía por las noches para ayudar a dormir a su hijo. Compartió sus frustraciones con Xeno, que lo escuchaba con toda la paciencia que podía.
- Dime si no es patético, Xeno. Tenemos hasta internet y pantallas led, pero no tenemos unos malditos libros o una caja de lápices o crayones de colores.
- Ninguna de las dos son imprescindibles para el desarrollo de la misión ni de la tecnología para dominar o salvar el mundo, Stan –Contestaba el científico con fastidio– Los aldeanos primitivos no las necesitaron tampoco, y eso de los lápices es más para niños, los cuales tampoco se cruzaron en nuestro camino hasta hace poco.
- Ya lo sé, no lo digo por nosotros. No lo termino de creer sobre una aldea que tiene más de tres mil años, descendientes de personas del mundo moderno.
- Quéjate con ellos, no conmigo.
Stan bufó, frustrado, y luego de unos minutos de silencio miró de reojo a su amigo, con la clara expresión de que se le había ocurrido una idea. Sin embargo, el científico también la percibió, y fue más rápido en alzar la mano y hacer un gesto de rechazo.
- No, olvídate que yo vaya a perder mi valioso tiempo en hacer lápices de colores o cosas así. Pídele a los aldeanos, o pregúntale a Kohaku si sabe quién más pueda hacerlos. Es moler unas piedras de óxido o minerales, mezclarlas con un aglutinante, y ya, lo tienes. Y no se te ocurra tampoco pedirle a Míster Kaseki, es el más valioso activo como artesano y constructor, hasta que vengan aquí en unos meses Brody y Joel.
- Hay momentos en lo que realmente este limitado mundo de piedra es una mierda.
- Empieza a hacer las paces por segunda vez con este mundo, Stan, porque es el único que hay –Dijo Xeno, y mostró una media sonrisa burlona– Y aprende de tu hijo y busca la forma de ser más creativo y adaptable, ellos pueden ver un elegante castillo en un poco de arena.
Al oír eso, los ojos azules del soldado se abrieron de par en par, iluminados, mientras una sonrisa crecía en su rostro. Se acercó a su amigo y le agarró la cabeza con las manos, sorprendiéndolo.
- Eres un genio, Xeno, gracias. Me diste una gran idea. No, más de una. ¡Nada mal, nada mal!
Confundido con el repentino entusiasmo de su mejor amigo, Xeno frunció el ceño y estaba a punto de preguntarle, cuando el otro lo soltó y salió del laboratorio con energía renovada. Si algo había admirado siempre de Stan, era que sin dudas tenía una alta capacidad de adaptación y que le costaba poco verle el lado bueno a una adversidad, esa capacidad sólo mermaba cuando estaba saturado o cansado. Su intriga fue en aumento cuando más tarde vio por la ventana a Stan acompañado de Ryusui, Tsukasa, Taiju y dos de sus soldados más fortachones dirigiéndose juntos a algún lado con unas carretas y palas, aunque no alcanzó a ver a dónde iban ni cuándo volvieron.
Fue al día siguiente cuando supo el motivo de ese movimiento, cuando se encontró con algo distinto en medio del conocido paisaje verde y terroso del reino científico: Había un espacio bien definido de unos cuatro metros cuadrados de pura arena, delimitado por unos troncos, con unos objetos dentro. No tardó en darse cuenta que se trataba de un gran arenero, y dentro de él estaban Neal y Stan, además de otros niños de la aldea. Lo gracioso era que no sabía quién de los dos tenía una sonrisa más grande en el rostro, si su amigo, o el hijo. Kohaku estaba por allí también, y lo saludó con las manos, caminando animada hacia él.
- ¡Xeno! ¿Te gusta? ¡Gracias por la idea!
- ¿Idea? Yo no fui quién... Ah, claro. Ahora entiendo.
Al parecer, Stan se había tomado de forma muy literal su frase de hacer castillos en la arena, esa había sido su brillante solución. Se acercó a él, con una media sonrisa.
- No me digas que pusiste ayer a juntar y traer arena a los demás, para hacer esto.
- Por supuesto, era más fácil hacerlo en equipo de una vez, juntamos arena de la playa más cercana. No está nada mal, ¿verdad?
- Es una elegante respuesta a la necesidad de creatividad y adaptabilidad, sí.
- Mucha arena, una fuente de agua, calabazas vacías y unos moldes de madera que rápidamente Kaseki y Chrome me hicieron el favor de fabricar, y ya. Cavamos un buen pozo, lo rellenamos de arena, y tenemos una mini playa en medio de la isla. Sólo mira cómo sonríe Neal, al fin.
- Tal parece que eso resuelve tu dilema.
- Sí, estoy satisfecho. Y también está en proceso el resolver el tema de los cuentos. Resulta que aquí en la aldea hay un hombre que se le da muy bien dibujar y escribir historias, además de que Kohaku me dijo que gracias a que muchos aprendieron a leer y escribir hacía unos años, también se decidieron a plasmar en papel unas historias famosas que tienen hace siglos, algo así como moralejas para niños. Así que le ofrecí al hombre pagarle por reescribir esas historias en unos libros más cortos, haciéndole dibujos y cosas así para que sea más atractivo. Y ya, con eso tenemos biblioteca de lectura para Neal y los chicos de la aldea. Bueno, él no sabe leer todavía, pero se lo leeremos mientras él mira los dibujos y todo eso.
- Eso sí que es elegante, y un buen uso de las tradiciones y las habilidades locales.
Stan asintió orgulloso, y sus ojos brillaron como dos soles cuando miró de nuevo a su hijo, jugando en el arenero muy entretenido. Xeno amplió su sonrisa, y suspiró.
- Si vieras tu rostro en este momento. Hace unos años tenías esa misma expresión con nuestro castillo y los "juguetes" científico-militares terminados, ahora la tienes por ver a tu hijo divertirse con castillos de arena.
- Lo sé, pero de verdad no hay mayor felicidad que ver a mi familia sonreír. Está bien sentirse así por nuestros propios "juguetes", pero cuando haces algo por alguien más, por más pequeño que sea, y en especial si lo quieres mucho, está a un nuevo nivel, más significativo.
Xeno no dudó de las palabras de su amigo, sus ojos expresaban perfectamente ese sentimiento. La mayor parte de la paz mental que había adquirido en los últimos años devenía de volver un hábito ese tipo de acciones, y recordó cuando había ayudado a Luna a diseñar y armar la sala médica, o cuando los avances tecnológicos por los nuevos metales mejoraron drásticamente la comodidad y calidad de vida de todos en la aldea y el reino científico.
Los siguientes tres meses transcurrieron de forma más armoniosa, ya todos habituados a sus exigentes rutinas. El cohete estaba casi terminado gracias al esfuerzo mundial de todas las ciudades científicas revividas, ese trabajo en equipo les había reducido al menos unos cuatro años con respecto a si lo hubieran hecho solos. A la par, se estaban dedicando a hacer los trajes espaciales definitivos para los cuatro astronautas luego de tantos prototipos, contando el de Stan por precaución, aunque Ryusui estaba mejorando tan bien sus habilidades que todos creían que llegaría a tiempo. Para ese entonces tampoco era un secreto que tenía una relación romántica con Charlotte, seguía siendo algo relajado y abierto, que les resultaba cómodo al menos hasta que terminara la misión lunar.
Stan entendió que su vivaz amigo había tomado el consejo de repartir su rutina de ejercicios con otra actividad más apasionada, cuando encontraba en su puerta un mensaje de "entrena tú solo hoy", ese ambicioso descarado lo hacía reír. Llegaron al punto de establecer una divertida clave para ahorrarse los mensajes, y si Stan pasaba por la casa de Ryusui en su trote mañanero y encontraba un cartel con el dibujo de un conejo al estilo de Bugs Bunny, sabía que no tenía que contar con su compañero de entrenamiento. Esa había sido una broma de Stan, ya que el apellido de su colega militar era Bonny, y al marinero le había encantado la broma interna que ni siquiera ella se había percatado.
El embarazo de Kohaku avanzaba sin complicaciones, para cuando empezaba el cuarto mes a mediados de febrero ya estaban más tranquilos. A pesar de ello, había sufrido náuseas más frecuentes, incluso hasta el tercer mes, pero estaba bien acompañada y atendida, y se sentía más "apagada". A diferencia del primer embarazo, que recién se le había empezado a notar la pancita casi llegando al quinto mes, en esa ocasión ya podía percibirse una protuberancia más redondeada a mediados del tercero, lo que Luna dijo que era habitual.
Cuando al fin las náuseas remitieron, fue como un nuevo amanecer para la rubia, y su energía volvió a irradiar con confianza nuevamente. Como todavía su vientre era pequeño, no tenía problemas de cansancio o de dolores musculares, por lo cual volvió a estar más activa en ayudar con todo lo que podía, y jugar con su hijo con mejor cara. Esa renovada energía también la hizo sentir mejor para considerar reavivar las llamas de la pareja, algo que escaseaba últimamente.
Aprovechando que Neal se veía adormilado, Kohaku fue a la cabaña de Sarah para pedirle si podía echarle un ojo mientras duraba esa siesta, así ella iba a ver si Stan necesitaba algo. Como su suegra aceptó encantada, se encaminó al predio descampado en el que a esa hora debía estar haciendo las prácticas de tiro con Tsukasa, Senku y Ryusui. Si finalmente no iba a ir a la misión, Stan había dicho que tenía que asegurarse que los tres tuvieran la mejor puntería posible. Tsukasa y Ryusui lo hacían bastante bien, mientras que al peliverde todavía el retroceso del arma le traía problemas y le provocaba fallar groseramente en su puntería. Stan no les dejaba avanzar en tomar más distancia del blanco hasta que acertaran al menos veinte tiros seguidos en los dos círculos centrales del mismo, hasta llegar a una distancia de cuarenta metros, y luego empezarían con las prácticas de blancos móviles y cada vez más pequeños, hasta llegar al tamaño de una medusa.
La rubia sonrió cuando los vio, los tres próximos astronautas alineados, aunque a distintas distancias del blanco, siendo Ryusui el que estaba más atrás, y Stan caminando detrás de ellos, dándoles indicaciones y correcciones. Tan concentrados estaban en su tarea, que no la percibieron hasta que estuvo a corta distancia.
- ¿Cómo va mejorando esa puntería?
Los cuatro se dieron vuelta al unísono, mostrando una media sonrisa confiada.
- ¡Jajaja! Cada vez mejor, por estas lecciones pagaría una buena cantidad de dragos –Dijo Ryusui.
- Diez billones por ciento seguro que no podrán depender de mí en cuanto a la puntería –Chasqueó Senku.
- ¿Y tú, Tsukasa? ¿Cómo lo llevas?
- Hmm, nunca pensé que tendría un arma de fuego en mis manos y que dedicaría mi tiempo a aprender a usarla, pero es por una buena causa, la ciencia ayudando a la humanidad esta vez –Y luego agregó, con una pequeña sonrisa– Admito que es interesante, me está gustando tener mejor puntería y me divierte.
- ¡Ja! Yo también quiero aprender, no sé por qué no se me ocurrió antes. Stan, ¿podrías enseñarme a disparar?
- No lo dices en serio, ¿verdad? No hay forma de que quiera un arma cerca de mi mujer embarazada –Contestó él, frunciendo el ceño.
- ¡Ay, qué pesado eres con tu sobreprotección! –Protestó Kohaku, rodando los ojos, aunque sonriendo– El bebé está bien, ni siquiera tengo que moverme para disparar, no veo el problema.
- Las armas no son juguetes, no vas a aprender sólo porque te parece divertido.
- Estás hablando conmigo, no con Neal –Replicó la rubia, alzando una ceja– Además, yo soy una guerrera, y no estaría de más que supiera usar una, ya sea por ataque o defensa. Algún día podría serme útil.
- En eso tiene razón, Stan –La apoyó Tsukasa– Ya estás aquí con nosotros, no te ocuparía tiempo de más enseñarle a ella, y que practique por su cuenta de forma segura bajo tu guía.
- Eso mismo, qué mejor que mi esposo, el mejor tirador del mundo, me enseñe –Lo aduló Kohaku.
El soldado le devolvió una mirada aburrida, demostrándole que no iba a convencerlo con algo así, era inmune a esos halagos. Pero su insistente esposa no renunció, y se acercó a él, rodeándole un brazo entre los de ella y apretujándose contra él, mirándolo con ruego.
- ¿Por favor?
- Ahora sé de dónde aprendió nuestro renacuajo esa arma de convencimiento –Murmuró el soldado, con una media sonrisa– O no sé quién se la enseñó a quién.
Luego de meditarlo un minuto, y aunque no estaba del todo convencido, suspiró y asintió.
- De acuerdo, te enseñaré. Pero tienes que tomártelo muy en serio, no quiero ningún accidente.
Radiante de entusiasmo, Kohaku se puso de puntillas y le dio un sonoro beso a Stan en la mejilla, agradeciéndole. Poniéndole un lugar en el extremo de la fila y dejándole su blanco –que tenía el centro disparado con tanta puntería que simplemente había un agujero casi redondo allí–, el soldado empezó a explicarle las bases de cómo era una pistola, su funcionamiento, y cómo tenía que posicionarse para disparar. Varios minutos después, le entregó su pistola y la guió para que efectuara su primer disparo, poniéndose detrás de ella y cubriéndola la espalda con su cuerpo, para ayudarla a preparar la posición ideal. Ante eso, la rubia no pudo evitar desconcentrarse con la sensación del fuerte cuerpo de su esposo detrás, y sintió un ligero estremecimiento cuando el aliento cálido le cosquilleó el cuello. Tampoco pudo reprimir una sonrisa juguetona, era demasiado fácil que era distraerse y pensar en otras cosas cuando lo tenía a él tan cerca.
- Oye, ¿dónde está tu mente? –La amonestó Stan– ¿Tan pronto y te desconcentras?
- Perdón, es que... No importa, tú sigue. Me enfocaré.
- Voy a cambiar de idea sobre enseñarte si te vuelves a dispersar tan pronto, estás avisada.
Al oír eso, Kohaku se paró bien derecha y se puso seria, aunque al volver a sentir a Stan tan cerca y habiéndolo oído tan serio le produjo otro efecto, muy lejano de sentirse intimidada. Manteniendo su mirada al frente, bajó su tono de voz a un susurro sólo para que él lo oyera.
- Es que cuando te pones tan serio, profesional y mandón, y te tengo así de cerca, me da un poco de calor, tuve algunas imágenes inoportunas.
Lo dijo con el tono de voz más casual e inocente que pudo, adrede, y percibió con toda claridad cómo Stan titubeó y dejó salir un suave jadeo. Se animó a mirarlo de reojo, y los orbes zafiro y aguamarina se encontrando, los primeros dejando entrever un filo que contenía una pequeña llama, una lucha interna. Sin embargo, el estoico soldado recuperó rápidamente la compostura y no le contestó nada, volviendo a poner su atención en guiarla al disparo, y ella lo imitó. O eso aparentaba, mientras que Kohaku sintió con toda claridad que había acercado aún más su cuerpo al de ella.
- Concéntrate en el blanco –Ordenó.
- Sí.
- ¿Está alineado con el arma?
Stan preguntó eso con voz seria y firme, pero en ese momento la rubia sintió que otra cosa se estaba "alineando" con ella. Sonrojándose y tratando de contener una sonrisa, contestó también seria.
- Sí.
- Concéntrate –Bajó la voz a un tono más suave– ¿Qué sientes?
- La pistola –Contestó.
Ante esa respuesta, los dos no pudieron ya contener una sonrisa llena de diablura, pero hicieron su mayor esfuerzo por disimularlo.
- Sí, siéntela –Volvió a alzar su voz en un tono comandante– Ahora, dispara.
Stan acompañó su última orden con un ligerísimo empuje de su pelvis hacia adelante, provocando otro ligero estremecimiento en el cuerpo de su esposa. Kohaku cuadró los hombros y trató de concentrarse lo más que pudo, apretando el gatillo cuando sintió el momento justo. El sonoro disparo y el jalón del retroceso la sorprendieron, aunque el movimiento fue amortiguado por las manos del peli-plateado, que la estaba ayudando. La sorpresa no fue solo suya, cuando alcanzó a ver que el disparo había impactado en el tercer círculo del blanco.
- Nada mal, princesa. ¿Suerte de principiante?
- Tal vez, aunque creo que tenía mucho "apoyo".
- Un buen profesor está siempre atento a las necesidades de sus alumnos –Replicó él.
Kohaku se volteó y lo miró con confianza y coquetería en partes iguales. Stan le devolvió la mirada llena de picardía, aunque luego le quitó la pistola de las manos. Antes de que ella protestara, le explicó.
- Te dije que te lo tomaras muy en serio y no lo hiciste, así que se acabaron las lecciones, al menos por hoy.
- ¡Oh, vamos, Stan! ¡Tú también...!
- No, mi palabra es final –Dijo terminante, sin un asomo de sonrisa ya– Si reflexionas sobre tu conducta y vuelves dispuesta a tomártelo en serio, puede que tengas una segunda y última oportunidad.
- "¿Reflexionar sobre mi conducta?" Una vez más, eso parece más algo que le dirías a Neal, no a mí. No practiques conmigo tu disciplina de padre.
- Di lo que quieras, pero no cambiaré de parecer al respecto de lo otro. Consúltalo con tu almohada, y luego vuelve sólo si estás determinada a hacerlo bien esta vez.
- Más que hablar con mi almohada, preferiría morderla en este momento –Replicó la rubia, entrecerrando los ojos y mostrando una sonrisa provocadora.
Stan parpadeó un par de veces, y la miró detenidamente unos segundos, antes de bajar la voz y hablarle con un tono aterciopelado.
- ¿Te volvieron los "calores" del embarazo, princesa? Siempre tan inoportuna.
- Creo que despertaron hace unos minutos, por tu culpa –Y agregó, mirándolo con intención– Tu madre está cuidando a Neal en su casa, se lo encargué. Yo voy a volver a casa para morder... quiero decir, para conversar con mi almohada.
El soldado también se sintió acalorado, su mente ofreciéndole unas imágenes muy tentadoras. Fingiendo estar ofendida, Kohaku protestó sobre que él tenía que tomarse las cosas con un poco más de humor, y emprendió el camino de vuelta a casa con pasos firmes, sin mirar atrás. Stan se le quedó mirando, preguntándose si debería dejarla ir sola y hacerla esperar a que terminaran la práctica, o si aprovechar esa mediocre actuación para ir a buscarla y efectivamente hacerle morder la almohada, ya que tanto lo había provocado, un poco de intenso calor ante el frío invernal alrededor. Su indecisión fue resuelta por Ryusui, que ni lento ni perezoso fue cómplice con su amigo, no se le había escapado la mutua seducción disimulada de ambos.
- No sé lo que pasó, pero está bien si quieres ir detrás de ella a hacer las paces, Stan. Nosotros seguiremos practicando un buen rato más aquí, despreocúpate.
- Oh... Está bien. Sí, creo que eso haré, no quiero dejarla malhumorada, si está con esos cambios de humores por el embarazo. Luego vuelvo, espérenme.
Los tres jóvenes asintieron, aunque Tsukasa y Senku tampoco se habían tragado esa excusa, la pareja había sido demasiado inocente si pensaron que su excesiva cercanía y susurros habían pasado desapercibidos. Stan fue detrás de Kohaku, aunque de forma sigilosa y a una distancia prudente para que ella no lo notara. Sabía que no iba a darse vuelta para ver si él la seguía, por lo que cuando estuvo fuera de la vista de sus amigos, se trepó a un árbol para dejar pasar unos minutos, quería hacerla desear un poco a su calenturienta esposa. Esa situación ya le dibujó una amplia sonrisa en el rostro, hacía unos meses que ella no estaba con su libido alta a causa de los revoltijos hormonales del primer trimestre del embarazo, por lo cual volver a esas situaciones de juegos de seducción era de lo más refrescante además que Kohaku se ponía mucho más atrevida cuando era la que tenía ganas de un poco de pasión carnal, necesitaba eso.
Cuando se decidió a re-emprender el camino, ella ya era una miniatura azul a la distancia. Se sentía como un cazador, con un filo divertido en su mirada, a la vez que ya tenía algunas imágenes ardientes en su mente de qué quería hacer. Se reía para sus adentros pensando también en cómo ella estaría caminando dentro de la habitación con ansiedad, preguntándose si él aparecería o no, y efectivamente así la encontró cuando llegó a su casa y miró a escondidas por la ventana.
Tampoco le sobraba el tiempo, y contaba con que nadie los hubiera visto llegar, en especial su madre con Neal, por lo que no quiso dar más vueltas. En cuanto entró y trabó la puerta, la sonrisa tan aliviada como juguetona de Kohaku se pronunció, y ella se giró de espaldas a él y lo miró de reojo, bajándose las bragas y dejándolas ahí tiradas, para luego caminar meneando sus caderas de forma provocadora en dirección a la habitación.
- Oh, sabes lo que quieres. Nada mal.
Stan la siguió, y antes de que la rubia se acercara a la cama, dio unos pasos más largos para alcanzarla y pararse detrás de ella, rozándole con la punta de los dedos las caderas, jalándola suave hasta chocarla con su entrepierna, y susurrándole al oído con voz rasposa.
- ¿Así que te pone caliente sentirme detrás de ti?
- Me trae buenos recuerdos, sí.
- ¿Y dices que es mi culpa? Podría decir lo mismo de cómo me pones tú a mí cuando me dices eso, y que te excita que sea mandón contigo.
- Sí, es tu culpa, por ser tan endemoniadamente guapo, aun cuando te haces el malo.
- ¿Oh? Me gustó ese halago, me dan ganas de cumplir todos tus sueños y fantasías.
- Empecemos entonces por buscar esa almohada –Ronroneó ella, mirándolo de reojo, jadeando suavemente cuando la mano grande de su esposo le apretó el trasero con rudeza.
Stan dejó salir un gemido ronco, y le dio un mordisco en el cuello, oyendo un tentador sonido de ella como premio. Era increíble cómo con tan poco, ella seguía excitándolo en cuestión de segundos, sin importar la hora del día, el cansancio que tenía, o los años que estaban juntos.
- Santo dios, mujer, cómo me pones. Todo lo delicada y frágil que te pienso por estar embarazada desaparece en cuanto te veo así, tan sedienta de mí.
- Eso es porque ya te dije que no soy ni delicada ni frágil aún en este estado, a ver si lo recuerdas de una vez.
- Perdona, soy olvidadizo. Tendré que ponerlo a prueba para recordarlo, si me permites.
El soldado la rodeó con una mano por la cintura, mientras con la otra se abría el cierre del pantalón. Kohaku no se quedó esperando, y apenas sintió la entrepierna caliente y suave de su esposo chocando su trasero, empezó a frotarse contra él. Tan húmeda estaba así de pronto, que pegó su espalda contra el torso de Stan y bajó la mano para alcanzar a rodear el miembro de él, para orientarlo a su entrada y hallar un poco de alivio ante ese contacto. El estadounidense gruñó, abrió y flexionó las piernas para quedar más parejo a la altura de ella, y empujó sus caderas hacia adelante, también yendo a su encuentro. Ya que Kohaku evidentemente tenía una necesidad más carnal y salvaje que cariñosa, quiso darle el gusto, además de aprovechar la oportunidad de oro de que estaban solos en la casa. La dejó frotarse contra él mientras se sacaba las botas y los pantalones, sería mucho más cómodo para lo que tenía en mente.
Así de pie como estaban, Stan se ayudó con una mano para alinearse y entrar en ella, para luego subirla hasta rodearla por debajo de los pechos, dejando la otra acariciar su bajo vientre. Los dos gimieron de forma gutural, la sensación de unirse piel con piel era exquisita, algo de lo cual sólo podían disfrutar cada tanto, y sería la principal ventaja de esos meses. Sin embargo, eso era sólo el tentador preludio para demostrar la urgencia que tenían, ya que luego de disfrutar unos minutos así, el peli-plateado pensaba subir la apuesta consintiendo a su esposa en esa imagen tan caliente que ambos se habían formado ya. La empujó con su cuerpo hacia el borde de la cama, sin detener sus empujes, hasta que a ella no le quedó otra que apoyar sus manos en el colchón y subirse. Él también lo hizo, y estiró una mano para agarrar la almohada, acercándosela a la joven.
- Aquí la tienes, aférrate con uñas y dientes a esa almohada, mi amor –Bajó la voz a un susurro ronco– Te voy a dar tan duro como querías.
Fiel a su palabra y sin salir, subió la apuesta y se acomodó encima de ella, con sus pies pisando el colchón a la altura de las caderas, flexionando las rodillas como para hacer sentadillas, reanudando sus embistes de esa forma.
- Oh, dioses... –Jadeó Kohaku, abriendo mucho los ojos, lo sentía demasiado fuerte y profundo en ese nuevo ángulo.
Como si eso fuera poco, a la par de sus incoherentes gimoteos, Stan le empujó la parte alta de la espalda hacia el colchón, de forma que sólo su trasero quedara alto. No tenía ya palabras para describir cómo se sentía así, y realmente sintió la necesidad de aferrarse a la almohada y morderla, o sus gemidos iban a oírse a varios metros alrededor.
- Esto querías, ¿verdad? –Dijo Stan con la voz cargada de deseo.
- Sí... Sí, ¡aah!
- Yo también, no te das una idea cuánto extrañaba hacerlo como si no hubiera mañana.
Sin embargo, un encuentro tan intenso no estaba destinado a durar, y el estadounidense se volvió a acomodar sobre ella para alcanzar a acariciar su clítoris para contentarla y hacerla llegar al clímax, o él iba a hacerlo antes, se sentía demasiado bien. Ni bien la arrimó al límite, oyendo los agudos gemidos ahogados en la almohada, quitó sus dedos de allí y se dedicó a embestirla con toda su potencia para hacerla acabar alrededor de él, lo cual se sintió más que divino cuando sucedió, sin dudas exprimiéndolo al máximo y haciéndolo liberarse también, no pudo siquiera contener sus propios gemidos extáticos.
Se quedaron así un buen rato, ninguno podía moverse ni un poco mientras absorbían las tremolantes sensaciones. Cuando al fin Stan salió y se bajó de la cama, con mucha parsimonia volvió a ponerse los calzones y los pantalones, mientras Kohaku simplemente se echó de lado en la cama, con una sonrisa tonta en el rostro. El soldado maldijo tener que volver a trabajar, aunque tenía todo el camino de vuelta para recomponerse. Ya vestido por completo, rió suavemente cuando vio que su esposa seguía allí sin moverse. Se inclinó sobre ella y le dio unos tiernos besos en la sien mientras le acariciaba con suavidad el vientre.
- Nada mal, pero si a partir de ahora vas a estar con ganas de esta intensidad cada vez que sientes esos calores, tendré que adaptarlo a mi rutina de entrenamientos. O voy a dar pena ajena en el rendimiento... En ambos. Ya he tenido una probada de eso antes, por mi insaciable mujer.
- ¡Ja! –Murmuró casi sin energía– No te preocupes, con esto creo que tengo para varios días. Dioses, Stan, siempre te superas...
- Tú lo pides y lo tienes. Así que ten más cuidado la próxima vez, en qué pedir –Le giró con delicadeza el rostro para darle un largo beso en los labios– Vuelvo con los muchachos, que me están esperando. Pórtate bien.
Por más que Stan disfrutara mucho compartir esos momentos tan ardientes con Kohaku, así como otros encuentros más amorosos que solían reservar para la quietud de la noche, le alivió que esa vez ella no estuviera tan demandante sexualmente durante los siguientes tres meses, además que con su hijo pequeño en el medio tampoco era fácil. Le maravillaba lo distinto que estaba siendo ese segundo embarazo para ambos, mucho más calmo y cariñoso pese a todo el ajetreo, el que estuvieran asumidos como una feliz familia hacía a esa gran diferencia.
Al final del día, ya recostados en la cama dispuestos a dormir, Stan estaba acostado detrás de Kohaku, y luego de unos ricos masajes en la espalda para relajarla, la abrazó y se quedó acariciándole el abdomen en amplios círculos. La panza ya era mucho más voluminosa y redondeada, y los movimientos del bebé se sentían con claridad y hasta se veían, y el horario más activo era casi siempre a la noche.
- Este renacuajo o "renacuaja" está haciendo ejercicio ahí dentro –Acotó Stan divertido.
- Sí, parece que estuviera bailando hoy.
- Oye, amor... ¿Pensamos nombres para el bebé?
- Si quieres –Kohaku encogió los hombros, y se dio la vuelta para quedar frente a él– Yo prefiero hacerlo cuando lo conozcamos, como con Neal.
- También, puede ser. Aunque esa vez se dio así porque no sabíamos quién iba a ser el padre, y éramos ambiguos con nuestros sentimientos. Esta vez es cien por ciento de la familia Snyder.
- ¿Qué, ya tienes alguno en mente? –Preguntó con una sonrisita.
Atrapado, Stan se sonrojó y dejó ver una expresión adorable, con las comisuras de sus labios subiendo mínimamente.
- Por supuesto, desde el principio me entretenía pensando algunos. Búrlate si quieres.
- ¿Por qué lo haría? Lo encuentro muy tierno –Dijo Kohaku, y apoyó su mano en el pecho de él- Es muy lindo ver cuánto lo quieres. ¿Y bien, cuales se te ocurrieron?
- Ahora me diste ganas de que lo dejemos para cuando nazca, da esa sensación de que sea el nombre justo para él o ella. Pero lo que sí pensé es que, si es un niño, sería bonito ponerle un nombre en honor a Ryusui... ¿Ryu? No sé de nombres japoneses, en ese caso sería mejor que lo propongas tú.
- Es una bonita idea, me gusta. ¿Y si es niña lo eliges tú?
- ¿Puedo? –Preguntó, con una sonrisa inocente y emocionada– Está bien, que así sea.
Neal era otro que se mostraba fascinado con los movimientos de su futuro hermanito, y en su inocencia de cuatro años de edad solía decir que su madre se estaba inflando como un globo. No era el comentario más agraciado para Kohaku, que ya empezaba a sentirse más incómoda con el tamaño de su vientre en todos los sentidos, era más grande que cuando había gestado a Neal. A pesar de ello, el niño hacía las cosas más adorables, y solía hacer con su padre algo que derretía de ternura a Kohaku. Por la noche, cuando ella notaba movimientos fuertes, llamaba a ambos para que lo sintieran con sus manos. Cuando Neal percibía al bebé, se acercaba a la panza y le daba un besito, y otras veces lo acariciaba. Stan lo alentaba a ser tan dulce, así como cuando tarareaba una canción con su grave y melodiosa voz junto al vientre, su hijo lo imitaba y canturreaba partes de canciones que se acordaba. Kohaku se emocionaba al borde de las lágrimas en sus días más sensibles, era una escena demasiado preciosa para ella, sus dos guapos peli-plateados con la misma expresión en el rostro. Aunque otras veces no podía más que reír ante las ocurrencias de su niño hermoso.
- ¡Mami, se enojó el bebé conmigo! ¡No quiere besito!
- ¿Por qué dices eso, Neal? –Preguntó, conteniendo la sonrisa.
- Porque quiero darle uno y me pegó.
- Tú también dabas pataditas samurái, renacuajo, es normal –Intercedió Stan– Se está acomodando para dormir.
- ¿Ah, sí? Hay que darle cobijita. Yo le presto la mía.
La pareja intercambió una mirada, compartiendo el exceso de dulzura del pequeño, que fue a buscar su cobija favorita a su cuarto y volvió, arrastrándola por el piso. Lo ayudaron a subirse a la cama de ellos, y Neal echó su mantita sobre la panza de su madre.
- Así, buenas noches –Le dijo, y le dio un besito, tal como hacían sus padres con él.
- Eres un muy buen hermano, Neal –Dijo Kohaku, y le acarició los sedosos cabellos platinados– ¿Y sabes qué? Al bebé le gustó, lo sentí sonreír, y te dice gracias.
Con el rostro reflejando sorpresa y contento, el niño le dio un abrazo a la panza, quedándose así. Tan irresistiblemente tierno, Stan se acomodó del otro lado para abrazar a su vez a su hijo, y el pequeño no tardó en quedarse adormilado, así como estaba.
- No creo que haya algo más bonito que esto –Murmuró Kohaku, suspirando contenta.
La semana siguiente la gran noticia se compartió en todo el mundo: El cohete estaba terminado. Había pasado las innumerables pruebas de control, todas las que podían hacerse con la nave en el lugar, y todo parecía estar en orden. Los trajes espaciales también estaban terminados, por lo que se dedicaron a la construcción de los vehículos espaciales para recorrer el suelo lunar, así como empezar a organizar y fabricar los empaques para la comida que llevarían. A Tsukasa le daba lo mismo, pero Senku y Ryusui insistieron en que no querían estar comiendo gelatinas y cosas nutritivas pero insípidas, típico de la comida espacial, por lo cual se rebuscaron para hacer ramen y otros platillos deliciosos preparados por François, en un formato que pudieran acomodar a las raciones en las bolsas plásticas que habían pensado.
Para ese entonces, la dedicación y ambición de Ryusui había rendido sus frutos, y Stan confirmó que tenía ya una técnica de vuelo y de tiro muy satisfactoria. Claro que no lo alcanzaba a él, que había dedicado casi diez años de su vida a eso, pero aun así era un excelente nivel, el capitán marinero había logrado acertar en el blanco varias veces a cuarenta metros de distancia, y con un blanco móvil a quince metros, lo cual no estaba nada mal. En vuelo estaban más parejos, y el rubio había ensamblado exitosamente la nave en los simuladores que había programado su hermano Sai.
El mes de julio llegó, y con ello Luna anunció el nacimiento del bebé sería pronto, no más de una o dos semanas. No tenían todavía dispositivos de ecografías ni otros de precisión, pero entre cálculos y comprobaciones que había aprendido de otros médicos más experimentados, confiaba en que así sería. La joven médica había aprovechado los avances tecnológicos y de internet para seguir aprendiendo de colegas profesionales, por lo que tomaba clases en forma de conferencias todas las semanas, ella y otros aspirantes a médicos de las otras ciudades reestablecidas. Todavía no se sentía confiada con ser partera, pero si lo había hecho bastante bien la primera vez siendo mucho más principiante, se decía a sí misma que era una doctora capaz, y destilaba orgullo cuando Xeno la llamaba "Dra. Wright", aunque por dentro también le aflojaba las rodillas.
Para esos últimos días del embarazo, Kohaku ya estaba muy incómoda y poco paciente, lo único que la confortaba era que sabía lo tenía por delante. Como en la aldea y el reino científico estaba todo más tranquilo ya que se estaban puliendo los últimos detalles de la misión, agradeció tener más ayuda para que entretuvieran a Neal. Al menos hacía unos paseos diarios con él tomado de la mano, odiaba quedarse quieta por más que realmente se sintiera como un globo a punto de reventar.
Al volver de uno de esos paseos, en los cuales Neal le había insistido para ir a la zona donde había unos árboles de ciruelo que estaban con sus frutos maduros, Kohaku sentía los pies adoloridos e hinchados, y se echó a la cama a descansar con su hijo al lado. Stan pasaba más tiempo con ella esos días, pero esa tarde había ido al laboratorio de Xeno a comprobar el buen funcionamiento de las armas que habían terminado para la misión. La rubia creía haber dormido una breve siesta, cuando de pronto sintió un borboteo en su bajo vientre, y tuvo la incómoda sensación de que había mojado la cama. Estiró una mano hacia su entrepierna y las sábanas, y soltó un jadeo al comprobar que había una humedad. Se apoyó sobre sus manos, y se arrastró un poco, resoplando aliviada cuando vio que no era sangre, sino un líquido acuoso. El alivio no le duró mucho, ya que se dio cuenta que eso significaba que estaba a poco de nacer el bebé. Un poco nerviosa, sacudió ligeramente a Neal, que seguía durmiendo profundo a su lado.
- Amor, despierta...
- ¿Mami?
- Tenemos que volver a salir, vamos con Luna.
- Tengo más sueño, mami.
- Lo sé, pero parece que el bebé va a nacer, así que tienes que venir conmigo.
Ante eso, los ojos aguamarina de su hijo se abrieron de par en par, olvidándose de su somnolencia, y una enorme sonrisa se dibujó en su bello rostro. Neal se sentó y le tocó la panza, y fue entonces cuando notó la humedad en la cama.
- Mami, ¿te hiciste pis?
- No, hijo... –Sonrió Kohaku– Eso es parte del agua que estaba en mi panza y protegía al bebé.
- ¿Agua? ¡Papi decía que tenías un pececito! –Exclamó con inocencia.
- No, no –Rió la rubia, sin poder evitarlo– Era un "renacuajo", pero era una forma tierna de llamar al bebé, como también te llama a ti a veces.
- ¡Hay que avisarle a papi!
- Sí, lo sé, pero primero vamos con Luna, y ella lo mandará a llamar, ¿sí?
Kohaku se levantó de la cama, y tomó de la mano a su hijo para ir caminando. En el camino se encontró con Tsukasa, que notó su sonrisa nerviosa de inmediato. No alcanzó a preguntarle, cuando Neal saltó hacia él con entusiasmo.
- ¡Voy a conocer a mi hermanito! ¡Mami lo va a sacar de la panza!
Los ojos cobrizos del castaño se abrieron al máximo, así como su boca quedó entreabierta, mirando a Kohaku con incredulidad.
- ¿Kohaku? ¡¿Estás de parto?!
- Sí, recién rompí bolsa. ¡Estoy bien! –Se adelantó, alzando las manos para transmitirle calma al luchador– Voy a la sala de Luna. ¿Me harías el favor de avisarle a Stan?
- Luego.
- ¿Eh? –Preguntó contrariada– ¿Cómo que...?
Tsukasa, siempre protector, e ignorante que el parto no era inminente, alzó a Neal para ponerlo en brazos de su madre, y antes de que ella pudiera decir algo más, se acercó a ella y la levantó, cargándola en brazos.
- ¡Tsukasa! ¡No es necesario, bájame! Puedo caminar –Le dijo, sonrojándose de vergüenza.
- Sí, pero no tienes que esforzarte y hay que llegar rápido, yo puedo llevarte.
- Oye, de verdad que no es necesario... ¡No va a nacer ahora!
- Hmm, ¿no? –Preguntó, sorprendido y un poco abochornado por su reacción desmedida.
- No, faltan horas. Créeme, ya pasé por esto una vez.
- Bueno, mejor así... De todas formas, conviene que no te esfuerces, te llevaré igual.
- ¿Kohaku?
En ese momento, los dos se sobresaltaron al oír la voz que la llamó, y Tsukasa se giró para encontrarse con Kokuyo. El hombre se veía claramente confundido porque su hija estuviera sonrojada y en brazos de otro hombre, y con Neal sobre ella. Tardó unos segundos en reaccionar, ninguna idea coherente llegando a su mente que explicara eso.
- ¿Qué haces, hija...? ¿Te sientes mal?
- ¡Abu! ¡Va a nacer el bebé! –Exclamó Neal, él muy animado.
- ¡¿QUÉ?! ¡¿AHORA?!
- Qué escandalosos son, por todos los dioses –Bufó Kohaku– Hoy sí, ahora no. Yo no le pedí que me cargara así, Tsukasa es otro exagerado.
El luchador frunció el ceño y se sonrojó aún más por su ignorancia, pero eso no lo hizo cambiar de idea, y siguió con ella en brazos.
- Voy a buscar a Stan. ¿Necesitas algo más?
- No, estoy bien, papá. Aunque no sería mala idea que llames a la partera de la aldea, para que ayude a Luna si lo necesita.
- Está bien. ¡Qué emoción, esta vez voy a conocer a mi nieto recién nacido! –Exclamó el hombre radiante, y echó a correr.
Tsukasa también emprendió el camino a paso rápido, aceptando el pedido de Kohaku de ir por el lado menos concurrido, quería evitar más preguntas o malentendidos, seguramente la mayoría pensaría que se había lastimado. En cuanto llegaron a la sala médica, Tsukasa la bajó al fin al suelo, y la rubia se asomó a la puerta, que solía estar entreabierta. Se asomaron dentro, y Luna los observó con sorpresa y confusión al ver a Tsukasa, en especial porque tenía una expresión ansiosa en el rostro.
- Luna, rompí bolsa.
- ¡AH! –Jadeó, y luego se dividió entre sonreír de emoción y de nervios– ¿Cómo te sientes?
- Bien, no me duele nada todavía. Estaba acostada en la cama luego de una caminata, y salió el líquido.
- Está bien. Recuéstate en la camilla, mientras me pongo los guantes, así compruebo si estás dilatando. ¿Stan sabe?
- Mi padre lo fue a llamar.
- Bien, seguramente Xeno venga con él también.
Una vez que terminó de ponerse los guantes de látex, Luna se volteó y frunció el ceño al ver que Tsukasa seguía ahí en la puerta.
- ¿Te quedarías afuera con Neal, por favor? No sería apropiado que tú vieras esto.
Al darse cuenta de lo que se refería, el luchador asintió de inmediato y alzó al niño en sus brazos, saliendo de la sala y cerrando la puerta.
- Hombres...
- Y que lo digas, ¿puedes creer que me cargó en brazos hasta aquí?
- Si Stan lo hubiera visto le daba un ataque cardíaco –Rió la estadounidense– Ya sea por susto de que te hubiera pasado algo, o de que otro hombre que no fuera él te tuviera en brazos cuando estás por tener al bebé.
Las dos mujeres rieron cómplices, aligerando el ambiente. Kohaku se acomodó con las piernas abiertas, y Luna le hizo el tacto. La sonrisa se le borró y quedó boquiabierta, lo que alarmó a Kohaku, no se esperaba esa expresión.
- Luna, ¿está todo bien?
- Eeh... Sí, perdón. Tengo que trabajar todavía en contener mis gestos, o asustaré a mis pacientes –Reconoció con vergüenza– Eso es algo que Xeno siempre me corrige, sabes, porque...
- Luna –La interrumpió Kohaku– ¿Podrías...?
- ¡Ah, sí, perdona! Estás bien, sólo que ya tienes la dilatación a medio camino. Mucho más rápido que la otra vez. No te preocupes, es normal para las madres que ya tuvieron un hijo, así me explicaron.
- ¿Cuánto tiempo me falta?
- Si avanza como ahora, te diría que entre dos y cuatro horas, no creo que más.
- Oh... Eso es rápido. Con Neal estuve casi medio día.
- Sí, y el parto en sí también suele ser más rápido y menos doloroso.
- Eso sí es una buena noticia, gracias.
Más tranquila, Kohaku suspiró. Luna buscó en un cajón y le dio una bata de paciente para que se cambiara, mientras ella cubría la camilla con un protector impermeable y otras telas más cómodas encima. No pasaron más de cinco minutos, cuando la puerta de abrió de pronto, sobresaltando a ambas, y un Stan jadeante y con los ojos muy abiertos entró intempestivamente.
- ¡Oye, se toca la puerta antes de entrar, Stan! –Lo regañó Luna– ¡No me importa que seas tú, esta es mi sala!
El soldado se mostró sorprendido, y luego murmuró unas disculpas, mientras se acercaba a Kohaku. Detrás de él entró Xeno, que parecía que iba a necesitar un pulmón de repuesto, él no tenía el estado físico de su amigo como para correr, que de seguro lo habían hecho. Luna le dedicó la misma mirada molesta a su novio, y más porque entrara de esa forma cuando él no tenía nada que hacer allí.
- Eso no fue nada "elegante", Xeno –Lo amonestó, poniendo los brazos en jarras– ¡Afuera, tú!
- Pero...
- No sé qué les pasa, Tsukasa también, otro que mete las narices. Unos minutos antes Kohaku se estaba cambiando, la puerta cerrada está para la privacidad del paciente, si no se dieron cuenta.
Al oír el regaño, Stan trató de contener una sonrisa, nunca había visto a Luna hablarle así a nadie, menos a Xeno, pero tenía razón. Había visto cómo una cabeza con larga melena castaña se escondía tras la pared, al parecer Tsukasa se había asomado con curiosidad, y al escuchar el sermón de la médica se volvió a esconder avergonzado.
- Tenles piedad, Luna –Dijo Stan– ¿Cómo estás, Kohaku? Va a nacer el bebé, no puedo creerlo...
- Bien, y Luna me tranquilizó con que esta vez será más fácil y rápido. Será cuestión de unas horas.
- ¿Tan pronto? Oh... –Quedó boquiabierto, y luego inspiró profundo y soltó el aire en un soplido largo– Oh...
- ¿Lo ves? –Dijo Kohaku a Luna, señalándolo con impaciencia– Todos los hombres son exagerados, y no son ellos los que están por expulsar un bebé de su cuerpo.
- Sí, lo sé. Un poco de fiebre y ya creen que se están muriendo –Se burló la rubia.
Los dos hombres fruncieron el ceño, indignados, ninguno se consideraba así tampoco, pero lo dejaron pasar por consideración a que no tenían derecho a queja, no eran ellos los que lo tenían difícil en ese momento. Luego de ofrecer unas palabras de apoyo y confianza, Xeno se retiró de la sala, quedándose afuera junto a Tsukasa y a Neal. Luna le alcanzó una silla a Stan, y le dijo a Kohaku que si quería podía levantarse y caminar, incluso salir, mientras no se alejara mucho. Aceptando la sugerencia, la aldeana quiso ir afuera, era un bonito día de verano, no demasiado caluroso, e iba a ponerse menos ansiosa que si tenía que esperar esas horas dando vueltas en el estrecho espacio. No le importó salir vestida con la bata, aunque Stan la detuvo y le dijo que iba a buscarle una más bonita y cómoda que Yuzuriha le había regalado unos meses atrás, diseñada especialmente para usar los primeros días, ya que tenía una apertura de la parte de los pechos mucho más conveniente.
Luna alzó una ceja, divertida para sus adentros con lo detallista que era el soldado, no por nada era el mejor amigo de Xeno. Stan no tardó más de diez minutos en ir y volver, también se había cambiado a unas ropas limpias. Para entonces ya habían llegado sus padres, Kokuyo, Ruri, Chelsea y Ryusui.
- ¡Hijo! ¡Qué emoción! ¡Se viene el bebé, al fin! –Exclamó Sarah, abrazándolo con emoción.
- Vaya, hay público... Inesperado.
- ¡Jajaja! Venimos a apoyar a Kohaku, y ser los primeros en conocer al bebé –Dijo Ryusui con confianza, chasqueando los dedos.
- ¿Gracias? Lo entiendo de la familia, pero que Chelsea, Tsukasa y tú se queden aquí todo el rato, no es necesario. Les llamaremos cuando nazca.
- ¡No! ¡Estoy con Ryusui en esto! ¡Quiero conocer al bebito Snyder apenas podamos! –Exclamó la geógrafa, entusiasmada– ¡Haremos apoyo moral a Kohaku desde aquí!
La puerta de la sala se abrió, y la susodicha se asomó, sorprendida.
- ¡¿Qué hacen aquí?!
- Eso es obvio, princesa –Dijo Stan, y agregó con el tono con que solía educar a su hijo– Prometieron quedarse tranquilos y portarse bien, sólo para apoyarte, ¿verdad?
Todos los rostros mostraron una sonrisa, y Kohaku no tuvo el valor de echarlos. En su lugar, les agradeció, aunque murmuró incómoda.
- Por ahora pueden quedarse a hacerme compañía, pero no me gusta la idea de que estén aquí afuera mientras yo esté lidiando con las contracciones o gritando de dolor ahí dentro. ¿Se pueden ir un poco más lejos cuando llegue la hora?
- Claro, hermana, lo que haga que te sientas más cómoda –Aceptó Ruri, con su tono dulce y comprensivo.
Stan le dio la ropa que había traído a Kohaku, que se volvió a cambiar antes de salir. Lo cierto era que se veía mucho más agraciada y hermosa así, era un vestido blanco muy cómodo y femenino, con una falda amplia, todo de una tela suave y respirable.
- Oh, estás preciosa, mi amor, nada mal. Ahora sí te ves como una princesa a punto de dar a luz a otro principito o princesita. Por supuesto, también traje la cámara nueva.
Kohaku se cohibió un poco cuando Stan sacó del cinto una funda que colgaba, conteniendo la cámara fotográfica. Con el avance tecnológico habían reemplazado el daguerrotipo por una cámara con película, mucho más compacta y fácil de usar, y luego se la daban a Minami para que se ocupara de revelar las fotos. Se dejó sacar una foto, luego Chelsea toda emocionada se ofreció a sacarle una con Stan y Neal, la bonita familia completa. Claro que en cuanto la geógrafa tuvo la cámara en sus manos, también se entretuvo sacando algunas más a los demás, pero la dejaron hacer.
Tsukasa se ofreció a ir a buscar unas sillas para que se sentaran al menos los padres de Stan, cuando el científico le dijo que estaban allí apiladas dentro de la sala, y Luna se las señaló, había para todos. La primera hora que pasó fue bastante tranquila para Kohaku, mientras estaba acompañada y realmente animada con los demás, sólo algunas contracciones espaciadas. Poco después empezaron a hacerse más frecuentes y dolorosas, algunas impidiéndole hablar o concentrarse en las amenas conversaciones, y fue entonces cuando decidió entrar nuevamente a la sala y quedarse allí sólo con Stan. Xeno se ofreció a cuidar a Neal, y los que quedaron allí se alejaron unos metros como había pedido la joven, llevándose las sillas.
Con un poco de ansiedad y emoción, Stan acompañó y masajeó a su esposa para ayudarla con los dolores de las contracciones, recordaba cómo lo había hecho la primera vez. Luna cada tanto chequeaba cómo avanzaba, y confirmó que lo hacía rápido, estimando no más de una hora y media. Tal como calculó, cuando había pasado la siguiente hora, Kohaku ya estaba sudando incómoda, y jadeando de dolor. Stan se asomó afuera para avisarles a los demás que faltaba muy poco, y allí fue cuando Kokuyo avisó que iba a buscar a la partera de la aldea, Amethyst, una señora de tercera edad que había sido la partera misma de Kohaku y Ruri.
Luna había aprendido a estar mucho más confiada y tranquila, ya no era la misma estudiante insegura y principiante de unos años atrás, por lo cual se centró en dar las indicaciones justas a Kohaku. Le sugirió que hiciera el parto de pie o en cuclillas, y le dio un brebaje hecho con hierbas medicinales que le aliviaría el dolor. Unos veinte minutos después oyeron un golpeteo en la puerta, y la partera aldeana entró. Era una señora de unos sesenta años de muy buena salud y que emanaba pura calma.
- ¡Amethyst! –La saludó Kohaku sonriente– Gracias por venir a ayudar.
- Hola, querida Kohaku. Por supuesto, te recibí en este mundo a ti y a Ruri, es un honor para mí poder hacerlo también con tu bebé.
- Luna, Amethyst es la partera de la aldea hace muchos años.
- Oh, ¡qué bien! Será mejor que ella sea la encargada, y yo le ayudo en lo que necesite.
La señora se acomodó con mucha soltura, guiando a Kohaku con experto oficio y cariño, tanto que hasta Stan se hizo un poco a un lado, sólo sosteniéndole la mano a su esposa como apoyo. Cuando un momento después la rubia soltó un grito de dolor y le susurró entre jadeos que sentía que quería pujar con fuerza, la mujer la guió a posicionarse en cuclillas sobre las gruesas toallas que habían dispuesto en el piso, y ella también se arrodilló en frente. Stan le levantó la falda del vestido a Kohaku y se la anudó con una cinta gruesa de la propia prenda, Yuzuriha había pensado en todos los detalles. Se ubicó detrás de su esposa por indicación de Amethyst, abrazándola por debajo de los pechos para darle apoyo, y ya estaba temblando por dentro de la emoción, eran dos los que tenían que respirar profundo en ese momento.
Para sorpresa de todos, ese parto fue realmente más rápido que el primero, apenas habían pasado quince minutos cuando el bebé empezó a asomar, y otros diez más hasta que salió la cabeza y el principio de los hombros. A pesar del dolor y el esfuerzo, Kohaku también comprobó que no estaba siendo tan doloroso como el otro, y ella estaba mucho más tranquila debido a eso. Que Stan estuviera tan cerca abrazándola por detrás y le regara de besos el cuello, a la par de dulces palabras de amor y ánimo, también funcionaban como un bálsamo que la calmaba y la hacía disfrutar mucho más el momento, pese al dolor físico.
- Ya casi está, y es una belleza, mi amor –Susurró Stan– Lo estás haciendo maravillosamente bien, tú puedes.
- Sí, lo veo...
Bastaron un par de pujes más para que la partera recibiera en sus manos al bebé entero, y los cuatro en la sala soltaron un jadeo de sorpresa al unísono, al tener la primera imagen de la pequeña y bella criatura, que estaba tomando su primera respiración antes de hacerse oír con su primer llanto, fuerte y claro. Había sido tan rápido que ninguno terminaba de creerlo.
- ¡Oooh, qué bonita! –Exclamó Luna, tomándole la mano a Kohaku– ¡Es una niña!
- Una niña... –Musitó Stan, arrebatado de emoción– ¡Una bebé, amor! ¡Una princesita!
La partera le pidió a Luna que le limpiara rápidamente parte de la sangre del cuerpo a la bebé, solamente porque le daba pena que se manchara demasiado tan lindo vestido de Kohaku. Una vez hecho, acercó la bebé al pecho de la madre para recostarla allí, para que pudiera tener de inmediato ese primer contacto tan necesario.
- Oh, es hermosa, es hermosa, Stan –Dijo Kohaku, con los ojos anegados en lágrimas, parpadeando rápidamente para poder ver a su bebita, que la sentía tan caliente y tierna.
- Lo es, es perfecta. Está bien, hermosa y fuerte, como tú –Asintió Stan, que en esa ocasión no pudo contener sus lágrimas de emoción.
Compartieron un beso en los labios antes de volver toda su atención a su hija: Era un poco más grande de lo que había sido Neal, y aun así les parecía tan pequeñita. Había heredado el cabello platinado del padre tal como su hermano mayor, pero también alcanzaron a ver que tenía esos ojos azules como zafiros con gruesas pestañas, era una visión de lo más hermosa y especial. Stan se acomodó de lado para mantener abrazada a Kohaku a la vez que rodeaba también a la bebé, y se acercó para darle un suavísimo beso en la cabeza a su hija, cuyo llanto iba dimitiendo desde que entró en contacto nuevamente con su madre.
- Bienvenida, mi vida –Susurró con amor.
Se tomaron unos minutos para contemplarla, hablándole en susurros dulces, maravillados con lo rápido que se había calmado. Luna se acercó y le dio una amistosa palmada en el hombro a Stan, y una caricia en el brazo a Kohaku, antes de mirar embelesada a la preciosa bebé, aún toda roja y un poco arrugada se podía ver lo bella que era. En ese ínterin, Amethyst avisó que iba a cortar el cordón umbilical, y luego la madre tenía que terminar el trabajo de parto expulsando la placenta.
- ¿Cómo quieres llamarla, Stan? –Preguntó Kohaku.
- Tenía varios nombres, pero ahora que la veo, es uno el que resonó en mi mente, es justo para ella. Suri.
- ¿Suri? Suena bonito, y es fácil de pronunciar para los dos.
- ¿De verdad te gusta? Gracias, qué bueno –Sonrió Stan, muy contento, y miró a su hija– Hola, Suri Snyder, bienvenida.
Amethyst también se acercó, y soltó un suave gemido, llevándose la mano al corazón.
- Sin dudas es tu hija, Kohaku, me hace acordar mucho a ti cuando naciste, aunque tenga ojos y cabello un poco distintos. Y tú te pareces tanto a tu madre, viene de familia que las niñas sean tan bellas como la madre.
- ¿De verdad yo me parecía? –Preguntó Kohaku sorprendida, con una gran sonrisa– ¡Ja! Y yo que pensaba que hasta ahora mis hijos nacen mucho más parecidos a Stan.
- Eso también, el parecido es innegable. Pero en cuanto la vi, me hizo recordar a ti.
- Gracias, Amethyst, por todo. Significa mucho para mí que estuvieras en el nacimiento de mi hija.
- Lo mismo digo, gracias por confiar en mí. Hay muchos valiosos avances, pero también es bello seguir la tradición.
Pasaron unos veinte minutos hasta que Kohaku volvió a sentir unas molestas contracciones, ante lo cual la partera le dijo que se volviera a preparar para el último paso, y luego podría descansar. Stan volvió a ponerse detrás de su esposa, y además de darle apoyo en la espalda, también rodeó con su abrazo a la bebé. Fue bastante más sencillo y casi indoloro, y el estadounidense se ofreció a limpiar con un paño a Kohaku para que pudiera recostarse en la camilla, acomodar sus ropas, y recibir a la visita, en especial estaban ansiosos porque Neal conociera a su hermanita.
Amoldaron una manta para usarla de cojín en la espalda y como asiento de la joven, cuando vieron que la bebé se movía sobre el pecho de la madre como buscándolo, y allí Kohaku la acomodó para que tomara el pecho por primera vez, estremeciéndose ligeramente al volver a sentir esa peculiar y familiar sensación. Stan procuró limpiar a su esposa lo mejor posible evitando que se moviera, al menos mientras durara esa primera alimentación de su hija, la cual se quedó embelesado mirando, exudaba amor en cada poro. Ese momento duró apenas unos diez minutos, y en cuanto se desprendió del pecho, Stan cargó a Kohaku en brazos para recostarla en la camilla, le acomodó las ropas, y la cubrió con unas suaves mantas que Luna le había acercado.
- Stan, ve a buscar a Neal. Quiero que se conozcan antes de que la bebé se quede dormida.
- Eso mismo pensaba, ahora voy. ¿Y los demás...?
- Estuvieron esperando un buen tiempo, déjalos entrar si quieren.
El soldado salió con energía de la sala, momento en el cual todos los rostros de sus amigos y familia que estaban esperando ansiosamente las novedades se voltearon hacia él. Destilaba tanta felicidad y orgullo, que no se contuvo en exclamar a viva voz, para que lo escucharan todos a varios metros a la redonda y que se corriera la voz.
- ¡Ya nació! ¡Tenemos una hermosa princesita bebé, Suri Snyder! ¡Kohaku está bien!
Con enormes sonrisas y mucha emoción, todos se pusieron de pie al instante y se acercaron. Stan alzó a Neal en brazos, y les dijo a los demás que Kohaku les había dejado entrar si querían, al menos para conocer a la bebé, lo cual aceptaron encantados. Fueron entrando, la salita médica se abarrotó, todos los ojos puestos en la pequeña, apenas conteniendo sus gemidos de emoción y ternura. Stan sentó a su hijo al borde de la camilla, para que estuviera cara a cara con la pequeña.
- Neal, te presento a tu hermanita, Suri. Puedes saludarla y tocarla si quieres.
El niño miró con mucha curiosidad a la bebé, y luego le sonrió ampliamente, estirando su manito para acariciarle la cabeza. Otro coro de "ooooh" de ternura se oyó alrededor, Neal no podía ser más dulce.
- ¡Hola, Suri! Soy tu hermano mayor. Mami, ¿puedo darle un besito, como en la panza?
- Los que tú quieras, amor –Contestó Kohaku, derretida de ternura.
Stan lo ayudó a sostenerlo mientras su hijo se inclinaba para darle un lindo besito en la frente de la bebé. La pequeña gimoteó y estiró sus bracitos erráticamente, y él se dejó tocar, soltando una risita.
- ¡Me está saludando, mami!
- Claro que sí, se acuerda de ti.
Sin contener su amor infantil de la mayor pureza, Neal se volvió a acercar para darle otro beso, y oyó a su padre sugerirle que le tocara los dedos. Curioso, lo hizo, y abrió mucho los ojos cuando los diminutos dedos de su hermanita se cerraron con fuerza alrededor de los de él en ese reflejo innato, sobresaltándolo. El niño se quedó muy quieto ese rato, hasta que vieron que empezaba a fruncir sus labios.
- Tranquilo, no te va a lastimar, así es como los bebés se agarran a...
Pero Stan no terminó de explicarle eso a su hijo, cuando vio que sus ojos se habían aguado, y unos segundos después una lágrima cayó de su rostro. Neal se apresuró a soltarse del férreo agarre de la bebé, y se dio vuelta para abrazarse a su padre, ocultando en su torso el rostro. Stan y Kohaku se miraron boquiabiertos, la emoción subiéndoles a la garganta, podían entender a su pequeño.
- ¿Qué pasa, renacuajo? ¿Te hizo feliz y te emocionaste mucho?
Neal asintió, sin contestar con palabras.
- Está bien, te entiendo, a mí también me pasó contigo, ¿sabías? Está bien llorar, hijo, no tengas pena.
Sin ponerle presión, dejó que su pequeño se tranquilizara. Mientras tanto, los demás volvieron a poner su atención en la recién nacida. Los padres de Stan se acercaron, Sarah acarició la tersa mejilla de la bebé, mirándola con dulzura, mientras Jacob le daba un afectuoso medio abrazo a su hijo.
- Mírala, la primera Snyder de la familia que hereda a la vez nuestro color de cabello y de ojos, Stan –Dijo el padre con complicidad.
- Va a ser guapísima, eso seguro –Agregó Sarah– ¿Así que se llama Suri? Decidiste llamarla como la princesa que es, me alegra que te haya gustado la sugerencia.
- ¿Fue tu idea? –Preguntó Kohaku, le había provocado ternura saber que Stan había hablado de nombres con su familia también.
- Sí. Significa eso mismo, "princesa", aunque en hebreo –Ante la expresión confundida de Kohaku, aclaró– Es otro idioma que había en el viejo mundo. Ya que a Stan le gusta llamarte a ti y a Neal así, lo recordé y se lo sugerí.
- Es un nombre muy elegante, Sarah –Asintió Xeno– Felicitaciones, Stan, Kohaku.
- Gracias, Xeno.
- Ahora deberíamos dejarlos descansar, mañana será un mejor día para visitas.
Las visitas asintieron, y luego de acercarse de a uno para darle un último saludo a la familia completa, salieron de la sala médica. Sólo Xeno se quedó un momento más, acercándose a Luna y rodeándole la cintura.
- Y felicitaciones a usted también por su buen trabajo, Dra. Wright. Siempre tan elegante en su desempeño médico –Susurró, dedicándole una intensa mirada.
Luna sintió sus rodillas perder fuerza, y se mordió el labio para contenerse de ronronear, los halagos tan especiales de Xeno le provocaban eso. No tuvo el valor en ese momento para decirle que ella había hecho el trabajo más fácil, gracias a la experta partera. Se despidió de su novio con un casto beso, y cuando él se fue, al fin se animó a resoplar y palmearse las mejillas, con una sonrisa coqueta.
- Yo creo que te hizo un hijo con la mirada que te dedicó, "Sra. Wright" –Dijo Stan mordaz.
- ¡Stan! –Lo amonestó Kohaku, aunque no pudo evitar sonreír.
- No te preocupes, yo sentí lo mismo –Reconoció Luna, sonrojada– Van unos años, pero no me termino de acostumbrar, es tan sexy.
- Cuánto deseo, nada mal –Rió el soldado, no era habitual para él oír "Xeno" y "sexy" en la misma oración, pero sabía que su amigo tenía lo suyo para conquistar corazones, no por nada Kohaku también se había sentido atraída a él.
- Bueno, ya... Hoy no tengo otros pacientes, si quieren quedarse aquí unas horas.
- Gracias, Luna –Aceptó Kohaku– Estaría bien estar una hora más así descanso un momento, pero luego volveremos a casa, estaremos más cómodos allí con Neal.
- Sí, será lo mejor. Recuerda abrigarte muy bien y a la bebé, no importa que sea verano, evita todo lo que te exponga al frío al menos por dos semanas, y luego hasta el primer mes también sé cuidadosa con eso. Nada de duchas frías para refrescar, sé que es frustrante, pero será lo mejor. Todavía no tenemos vacunas.
- De acuerdo, gracias.
- Los dejo solos por un rato, voy con Xeno... Si necesitan algo me mandan a llamar.
La pareja asintió, y agradeció la inmediata paz que reinó en el ambiente. Ya que Suri todavía estaba despierta, Stan quiso cargarla por primera vez y disfrutar de observar cada detalle de su hermosa hija, y se bajó el cierre de su ropa para exponer su torso, también quería que su bebé sintiera su olor y calidez antes de dormirse, sus corazones latiendo cerca. Kohaku aprovechó para hacerle lugar a Neal junto a ella y también darle su dosis de mimos, le había emocionado lo dulce que había sido con su hermanita. Cuando un rato después Suri ya estaba muy adormilada, la devolvió a manos de su madre, y él se sentó en la silla de al lado, acomodando a Neal en su regazo.
Al atardecer, luego de que Kohaku había despertado también de una breve siesta, Luna volvió a la sala y los ayudó a prepararse para volver a casa. Stan cargó a su esposa en brazos, dejando que la estadounidense la arropara a ella y a la bebé con una cálida manta, y Neal caminó junto a su padre. Afortunadamente estaban cerca, no más de diez minutos a pie, y se sintieron mucho más cómodos una vez en su hogar.
Si bien tuvieron que revivir lo que eran los extenuantes primeros días de tener un recién nacido, con escasas horas de sueño y muchos llantos haciendo eco en la casa, lo que los alivió fue que en esa ocasión contaban con la devota familia de ambos que estaba incluso ansiosa por ayudar y por pasar tiempo con la bebé. Como ninguno había podido disfrutar de su primer nieto de esa forma, no faltaba ocasión para querer acompañarlos. También eso ayudó a que Neal no se sintiera tan desplazado y celoso, para el pequeño de pronto fue frustrante que sus padres no tuvieran mucho tiempo para él, en especial su madre, que se dedicaba plenamente a su bebé. Los padres tuvieron mucha paciencia, su hijo mayor estaba teniendo algunas regresiones en su comportamiento, parecía que tenían dos bebés en lugar de uno, y ya no quería dormir solo, aunque a la vez dormir con sus padres significaba tampoco poder descansar bien, ya que el llanto de Suri los despertaba cada pocas horas.
Como no podía tener la atención exclusiva de su madre, Neal se volvió una sombra de Stan, y al revés de cómo había sucedido meses antes, estaba mucho más apegado y demandante con él, que al menos sí tenía sus dos brazos disponibles para contenerlo y jugar. Poco a poco la familia se fue acostumbrando a su nueva "rutina", hasta que más rápido de lo que imaginaban pasó el primer mes, lo cual cumplía el plazo acordado con Ryusui. También en esos días llegaron de Estados Unidos Joel, Brody y los principales colegas científicos de Xeno en la NASA que habían revivido, para definir los últimos detalles del lanzamiento, como activar la medusa y hacer los últimos chequeos del cohete. Estaba todos listo para empezar la misión lunar, por lo que dedicaron la última tarde-noche a hacer un enorme banquete y festejo, deseando todo el éxito para los tres valientes astronautas que todos confiaban en que salvarían al mundo de las garras del misterioso Whyman.
Al día siguiente desde bien temprano, ya estaba preparada la carpa de seguridad por la cual avanzarían Senku, Tsukasa y Ryusui, ya vestidos con sus abultados trajes espaciales. El protocolo de seguridad era muy estricto, razón por la cual tuvieron que desearte suerte y despedirse a través del grueso plástico. Stan y Kohaku se acercaron para saludar en especial a Ryusui, que se veía radiante y muy confiado, orgulloso de su increíble desempeño y trabajo para poder reemplazar a Stan a toda honra.
- Confío en que valdrán la pena todos esos días y meses que entrenamos juntos y te enseñé todo lo que sé, Ryusui. No lo haces nada mal, pruébalo allí arriba también –Dijo Stan, serio.
- ¡JAJAJA! ¡Por supuesto, Stan! Nos vemos a la vuelta, y brindaremos por la victoria.
Los dos hombres chocaron sus puños sonriéndose mutuamente, mientras el ruidoso vitoreo ensordecía, todos acompañando a los astronautas con sus mejores deseos, hasta que los perdieron de vista ya que el trayecto era muy largo. Una vez que los tres se acomodaron en la cabina, Kaseki ancló la medusa, y ni bien se petrificaron y comprobaron que todo estuviera listo y seguro, empezó la cuenta regresiva, con Xeno comandando la operación.
Para alivio de todos, y muchas lágrimas de emoción, el lanzamiento fue todo un éxito. Si bien desde ese momento lo único que podían hacer era confiar en el desempeño de Ryusui como piloto para acoplar las cinco partes del cohete, los científicos e ingenieros no podían relajarse, ya que tendrían que hacer los sucesivos lanzamientos de las partes restantes. Las tres primeras tomaron casi dos días, trabajando a sol y sombra ajustando la trayectoria, y los festejos ante el éxito de cada exitoso acople era festejado a viva voz.
Sin embargo, desde la base se habían enterado que una de las pantallas de pilotaje y acople estaba averiada, lo cual Ryusui pudo resolver con su gran destreza adquirida. Podía suponer un problema, pero sólo era cuestión de mantener eso hasta completar las otras dos partes, que estaban próximas a lanzarse. El verdadero problema surgió cuando, luego de ese último tercer acople, oyeron la voz de Senku extrañado de que no oía el usual gran festejo detrás, en especial a su ruidoso y siempre entusiasmado amigo Taiju. El rostro de Xeno se fue oscureciendo y su preocupación fue evidente, pero tuvo que tener paciencia y esperar a oír más detalles. Luego de escuchar a Senku revisar las placas del sistema eléctrico, los ojos del científico estadounidense se abrieron al máximo, mientras una expresión de horror dominaba en su rostro.
- ¿Qué sucede, Xeno? –Preguntó Stan, nervioso, intuyendo que algo malo había sucedido.
- Hay un fallo eléctrico grave en la nave, ya no funcionan los sistemas de comunicación bidireccionales ni las pantallas necesarias para realizar el acople.
Un fuerte escalofrío recorrió a Stan de pies a cabeza, entendiendo con eso que no había forma de que Ryusui pudiera continuar el completar la unidad del cohete, tampoco él podía haber hecho nada en una situación así, los tres astronautas estaban completamente atascados en el espacio, luego de tanto esfuerzo y años de trabajo. Luego de unos momentos de silencioso cálculo y meditación, Xeno miró con mucha seriedad a su amigo, lamentando profundamente lo que iba a pedirle, pero no había otra solución posible si querían salvar a sus compañeros, y la misión.
- Stan, debes ir a la luna tú también. Eres nuestra última esperanza.
.
.
.
Buenaaaas! Todo muy lindo con la familia feliz, pero esta historia no iba a escapar de ese momento tan terrible del manga, multiversos paralelos. Se prende fuego esta m... ¡ay!
Gracias por seguir leyendo y acompañando esta historia, que como fui avisando, está en sus últimos capítulos. Y muchas gracias, como siempre, por su amor, apoyo y sobre todo paciencia, que estoy con muchísimas ocupaciones de estudio y trabajo, y a veces puedo escribir a cuentagotas, los últimos meses del año son complejos, pero estoy muy feliz con todo! Ahora se viene la segunda y última parte del fic western "Hot Ride".
Hasta el próximo capítulo, buena semana!
