Y he aquí el segundo capítulo de esta doble actualización. Si todavía no leen el capítulo anterior pasen primero y luego regresen. Debo decir que han sido buenos años y buenos sustos los que he dado con esta sección. Pero por supuesto todo llega a su fin y creo que este merece un buen cierre. Por lo que espero que disfruten la última historia. Y sin más qué decir… UN ABRAZO! UN GUSTAZO! Y COMENZAMOS!

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Capítulo 70.

Ayuda del más allá.

Si los gemelos Agreste pensaron que eran lo suficientemente listos para regresar por su cuenta… estaban muy equivocados.

-Mamá y papá nos matarán.- dijo Maximilian que no se detuvo a pesar de estar cansado de recorrer media ciudad.

-Eso sería quedarse corto. Nos torturarán primero.- admitió Alexander que, llevaba cargando a su hermana menor Felicia que bostezó cansada.

-¿Ya llegamos?

-Falta poco hermanita.- le dijo Alexander aunque él no sabía qué hacer.

Resulta que ambos habían sido invitados a una fiesta, por supuesto que querían ir, más porque sus intereses amorosos estarían allí y sabían de un par de idiotas que intentarían acercarse a ellas, no era que temieran que ellas se enamoraran de ellos pero estos podían ser demasiado pesados y dudaban que su amigo, y futuro cuñado de uno de ellos, pudiera con ellos. Pero tal parecía que la suerte no estaba de su lado, ya que sus padres les negaron la salida debido a que tenían que ir a un evento importante y debían cuidar a Felicia, por supuesto, aceptaron la responsabilidad frente a sus padres, cuando en realidad tomaron a su hermana y la llevaron a la fiesta con ellos, resultando en que Felicia fue la estrella de la noche en el karaoke y que pudieron estar junto a sus chicas. La noche casi perfecta de no ser por lo que pasó después... No previeron que sus teléfonos se quedaran sin batería, tampoco que desconocieran el camino a casa y las calles vacías de la ciudad comenzaba a ponerlos nerviosos. ¿Deberían transformarse? Lo harían si no fuera porque ¡dejaron a sus kwamis descansando con los demás!

-Muy bien, estoy seguro que pasamos por esta tienda cuando veníamos.- señaló Maximilian confiado.

-Eh, no es una tienda es una lavandería.

-Bueno, estoy seguro que vamos por buen camino.

-Tengo frío.- dijo Felicia cuyo suéter ya no la abrigaba demasiado. La verdad era que la temperatura decayó demasiado en poco tiempo.

-Brr, tranquila hermanita, ya casi llegamos.- le calmó Alexabder aunque supo al ver la cara de su hermano que no sería tan pronto como esperaban.

Caminaron por un buen tramo hasta llegar a una intersección, ambos se miraron fijamente sin saber qué camino debían elegir.

-Opino que vayamos por allá.- sugirió Alexander.

-Yo creo que vinimos por acá.- señaló Maximilian el lado contrario. Tras unos segundos de silencio suspiraron al mismo tiempo con el mismo pensamiento.

«Estamos jodidos»

De repente, Felicia que veía de detrás del hombro de su hermano mayor, le jaló un mechón de cabello para que le pusiera atención.

-¿Por qué no les preguntamos cómo llegar a casa?- señaló detrás de ellos y desde la oscuridad surgió una pareja que venía tomada de la mano.

-Bueno…

-No perdemos nada.

Los hermanos esperaron a que la pareja pasara cerca de ellos, aunque parecía que estos iban hacia ellos.

-Buenas noches, ¿están ustedes bien?- preguntó el hombre, este tenía rasgos orientales y un cabello oscuro, les recordó bastante a su abuela Sabine.

-Sí, perdone. Es que nos hemos perdido un poco.- explicó Maximilian.

-¿Un poco?- musitó a lo bajo Alexander y su hermano le fulminó con la mirada.

-Válgame, ¿y salieron con este frío? Oh, cielo, mira nada más… Tomen, para la pequeña.- la alta mujer de largo cabello castaño y ojos azules llevaba un chal color rosa y se lo puso a la pequeña Felicia que ya estaba empezando a temblar. Esta lo aceptó de buena gana y enterró su nariz en este.

-Huele a flores y a vainilla.- rio con gusto y la mujer gritó de la emoción.

-¡Kyaa! ¡Es una ternurita!- el ahoge sobre su cabeza se movió de un lado a otro.

-Cariño, tranquila.- le pidió el varón que era más bajo que ella.- No se preocupen, con gusto les ayudaremos. ¿En qué vecindario viven?

Tras decirles su vecindario, estos decidieron acompañarles. La pareja parecía mirarlos de reojo de vez en cuando, cosa que ponía un poco nerviosos a los hermanos que empezaban a creer que no había sido buena idea preguntarle a esos dos extraños.

-Oye, ¿y si estos son secuestradores?- preguntó a lo bajo Alex y su hermano intentó no sentir un escalofrío.

-No digas tonterías. Aunque sí que son un poco raros… no dejan de mirarnos.

-Yo creo que son buenas personas.- dijo Felicia.- No parecen malos.

-Pues…

-Ahora que lo dices…

Si bien lo pensaban, no sentían peligro alguno y eso era extraño, más bien estaban demasiado relajados a pesar de la leve incomodidad que les daba cada vez que estos le miraban de reojo. Pronto, reconocieron su vecindario y antes de darse cuenta estaban frente a su casa.

-¡Aquí es!

-¡Al fin!

-Bueno, nos alegra mucho haberlos ayudado.- dijo el hombre asiático.- Ahora debemos seguir nuestro camino.

-Muchas gracias por ayudarnos.

-No hubiésemos sabido cómo llegar.

-No fue nada.- dijo la mujer que estaba encantada con la dualidad que hacía ese par.

-Tome.- dijo Felicia que extendió a la mujer su chal, pero esta negó.

-No, quédatela tú pequeña.- le volvió a envolver con esta.

-Bueno, debemos irnos. Cuídense mucho, saluden a su padre de nuestra parte.

-Y gracias por las flores~ Seguimos adorando los lirios y las peonias, también los pastelillos de luna y de queso.

Se alejaron calle arriba para confusión de los hermanos que tras verlos desaparecer se miraron algo confundidos.

-¿Lirios y peonias?

-¿Pastelitos de luna y de queso?

-¡Mami! ¡Papi!- gritó Felicia y los hermanos miraron detrás de ellos que sus padres acababan de llegar.

-¿Pero qué hacen aquí afuera?- preguntó Bridgette que salió del auto con su vestido de coctel.

-Ammm, verás…

-Lo que pasa es que…

-¿Qué hacen vestidos así y a estas horas?- Félix no parecía contento, y con ese smoking negro parecía un espía a punto de sacarles la verdad a punta de pistola.

-/Pues…/- los hermanos desviaron la mirada al mismo tiempo, cosa que hizo que Félix frunciera más el ceño.

-¿Qué? ¿No tienen una respuesta para eso? Bien.- tomó a Felicia en sus brazos.- ¿Qué hay de ti, gatita? ¿Qué tal tu noche?

-¡SÚPER! ¡Fuimos a una fiesta! Comí muchas papitas y jugo, ¡y canté en el karaoke! ¡Fui una pop star, papi!- los hermanos palidecieron en el sitio.

-¿Una fiesta?- preguntó Bridgette incrédula.- ¿Y se llevaron a su hermanita?

-Esto… lo hicimos por una causa mayor.- intentó explicar Alexander que le dio un codazo a Maximilian.

-Sí, sí, es que… teníamos que verificar algo. Trabajo de héroes, ya sabes cómo es.

-Eso mismo.

-Ah, ¿con que estaban haciendo trabajo?- Félix arrastró las palabras.- Pues bien. Entonces no les molestará que el entrenamiento de mañana sea el doble de duro. Ya saben, para mejorar sus habilidades heroicas.

Los hermanos casi desfallecieron en el punto y Bridgette sintió pena por ellos pero se lo tenían merecido. Fue que notó el chal que tenía Felicia, era un bonito chal tejido de color rosa que le pareció muy familia.

-Felicia, cariño. ¿Quién te dio esto?

-Una señora muy guapa que con otro señor nos ayudó a regresar a la casa.

-¿Una pareja?

-Sí, y nos dijeron que les mandan sus saludos y que les siguen gustando mucho los lirios, las peonias y pasteles de luna y queso.

La pareja se quedó unos momentos confundida, más no fue hasta que Félix recordó un evento de su pasado que unió todas las piezas.

-No crees que hayan sido… ya sabes.

-¿Ellos?- preguntó Bridgette con cierta ilusión, algo que los hermanos no supieron interpretar.

Esa noche, los tres hermanos miraron por los huecos de las escaleras a sus padres que seguían en la sala. Bridgette colocó en una mesita un pequeño altar en forma de caja, donde al lado había un pequeño florero con lirios y peonias, y un plato con un par de pastelillos de luna y de queso. Abrió el altar y quemó algo de incienso frente a la fotografía de la pareja.

-Mamá, papá, muchas gracias por proteger a mis hijos. Espero que nos sigan protegiendo aun cuando no podamos verles.

-Gracias por todo, suegros.- rindieron sus respetos al altar, y fue que Félix notó a sus hijos asomarse por el hueco de la escalera.- ¿Crees que debamos decirles?- susurró a su esposa.

-Mañana se los diremos, hoy déjalos dormir que mañana será duro para ellos.- tras unos momentos ella suspiró.- Qué envidia me dan. Primero tú y ahora ellos, yo también quisiera ver a mis padres.- dijo un poco deprimida y Félix la abrazó y besó su mejilla.

-No te entristezcas, mon coeur. Te aseguro que tarde o temprano los volverás a ver, y con esto ahora sabemos que tenemos unos ángeles guardianes viendo por nosotros y nuestros hijos.

Bridgette sonrió y abrazó a Félix, a sabiendas que tenía razón y que sus padres les protegerían a ellos y a sus hijos. Y miró con adoración la fotografía.

-Mamá, papá, gracias. Los amo tanto.

Félix agradeció en silencio la ayuda a sus hijos, y también esperaba que estuviesen felices de haber conocido a sus nietos, sabiendo que también protegerían al pequeño que muy pronto llegaría a la familia. Y ninguno de los notó a la pareja verles desde afuera, con una sonrisa ante la hermosa y feliz familia antes de alejarse por esa noche hasta el próximo año, donde al fin tendría el tan esperado encuentro con su amada hija y conocer a su nuevo nieto.