Tú, yo y nosotros
Disclaimer:
Los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.
Capítulo 26: Jessica
EPOV
Una vez que regresamos a Seattle, las cosas entre Bella, los niños y yo se estabilizaron y volvimos a nuestra habitual rutina.
Regresé a trabajar el lunes por la mañana, sintiéndome un poco fuera de control por la marcada diferencia que hubo entre mi fin de semana en el campo y la oficina.
Marcus se había estado ocupando de todo, aun cuando él mismo odiaba pasársela en VyC todo el tiempo; últimamente había estado sopesando la idea de «jubilarse» de su puesto de director ejecutivo y dejar todo a mi cargo y yo, aunque me sentía honrado con la confianza de manejar toda la empresa por mí mismo, también tenía mis dudas. Si me volvía CEO, significaría tener una carga de trabajo más grande que la que tenía ya como jefe de finanzas, lo que se traduciría en pasar menos tiempo en casa y, por consiguiente, menos tiempo con Jared, Bella y Rebecca. No sabía si valía la pena realmente el sacrificio.
Jared me recibió en casa esa misma tarde cuando llegué; estaba bastante emocionado y se lanzó a darme un abrazo. Antes, ese tipo de demostraciones significaban que de alguna manera se había metido en problemas. Últimamente ya no.
—Hey, campeón —saludé, revolviendo su cabello rubio. Ya no me dejaba cargarlo porque se catalogaba a él mismo como «un niño grande»—. ¿Qué tal te fue en la escuela?
—Bien, papá —sonrió, mostrándome los espacios faltantes de dos de sus dientes. Luego frunció el ceño—. Pero tengo tarea, la maestra Lucy nos está enseñando a sumar con dos números.
—Qué bien, campeón, ¿quieres que te ayude?
Su carita se iluminó.
—¡Sí! ¿Y después podemos ir a ver a Bella?
Lo pensé por un momento; no había hablado con ella desde la mañana. Aun no me había mandado un mensaje para avisar que regresó a casa.
—No lo sé, Jad. Hagamos la tarea y luego comemos, ¿está bien? —eso pareció desanimarlo—. No te preocupes, le llamaremos cuando termines.
Jared pareció complacido al respecto y no dijo nada después de eso; nos cambiamos, yo me quité el jodido traje que me estaba matando y él el uniforme de la escuela.
Aun teníamos la siguiente semana una cita con la doctora Ellis para terapia familiar, y esperaba que pronto nos diera de alta, aunque no sabía cómo es que funcionaban las cosas con los psicólogos. Yo sentía que Jad y yo nos estábamos acercando a pasos agigantados, y él poco a poco había comenzado a salir de su coraza usualmente tímida.
Trabajamos alrededor de veinte minutos con su tarea, en realidad no era mucho, sólo diez problemas con sumas y restas de dos cifras. Jared tenía uno que otro problema con respecto al 0 y el 1, pero explicándoselo de nuevo pudo hacerlo bien.
Me sentía productivo cuando hacía este tipo de cosas con él que nos acercaba más, pero también culpable porque no lo había hecho antes. No era una noticia nueva que yo había sido un padre negligente, o más bien ausente, pero estaba trabajando con todo lo que tenía para cambiar eso.
—Todas están bien, campeón —lo felicité cuando terminamos—, ¿quieres comer?
Jared frunció la nariz.
—La señora Cope volvió a hacer sopa con pollo.
—Esta vez tendremos que comer eso —me reí—. La última vez nos fuimos con Bella y le dejamos la comida; estaba muy enojada, ¿recuerdas?
Sonrió inocentemente.
—Sí, pero yo no comí.
—Tú no, pero yo sí —me estremecí recordando que la sopa de pollo había sido mi desayuno, comida y cena durante dos días—. Vamos, vamos.
—Pero, papá… —se quejó, pero salió del cuarto conmigo y bajó diligentemente las escaleras.
—Podemos ir el fin de semana por una hamburguesa con Rebe y Bella, ¿te parece? —le sugerí. Él hizo cuentas con sus dedos.
—¡Pero faltan 4 días!
—De eso se trata —me reí mientras entrábamos a la cocina. La señora Cope estaba sentada en el taburete, viendo su celular con las manos estiradas a treinta centímetros de su cara y frunciendo los ojos. Sus lentes de armazón rojo estaban acomodados y sin usar en el tope de su cabeza—. Buenas tardes, señora Cope, ¿por qué no usa sus lentes mejor?
La rechoncha mujer me miró y se rio.
—Buenas tardes, señor Cullen. Estos lentes ya no me sirven para nada, están muy rayados. Debo ir a la óptica de nuevo —cacareó, con su habitual tono nasal—. ¿Usted y Jared ya van a comer?
—Sí, por favor, señora Cope.
Ella asintió.
—Bien.
Jared y yo nos sentamos a comer no mucho después de eso y él comenzó a contarme con señas y detalles todo lo que había hecho en su día. Antes, cuando aún iba en el kínder, lo llevaba a un colegio que seguía hasta la primaria, pero después de los problemas que había tenido en los meses pasados lo había cambiado a uno nuevo, en el que pareció adaptarse mejor. Ahora me contaba de sus nuevos amigos, cosa que nunca había hecho antes. Había una tal Allison, un Derek y un Michael, que por cierto tenía una ardilla por mascota, según las palabras emocionadas de Jared.
—¿Yo también puedo tener una mascota, papá? —preguntó después de un rato—. Allie tiene un perro y Dereck un gato, pero a mi no me gustan los gatos —frunció su pequeña nariz—. Quiero un perro grande, como los que hay cuando vamos al parque.
—Me gustaría, campeón —yo mismo tenía recuerdos de un border Collie que Emmett, Alice y yo habíamos tenido en la infancia—, pero en el edificio no se permiten mascotas, ¿recuerdas?
Él se enfurruñó en su silla.
—No quiero vivir aquí en el edificio más, papá —me dijo, tomándome por sorpresa—. Quiero una casa como la de Allie y quiero que Bella y Fresita vivan con nosotros. Quiero que ella sea mi mamá y fresita mi hermana.
Casi me atraganté. Me pegué en el pecho para dejar de toser.
—¿Cómo dices?
Los ojos de Jared brillaron antes de bajar la vista hacia su regazo.
—Es solo que todos mis amigos tienen a su mamá y su papá juntos, ¿por qué yo no tengo los míos? —preguntó en voz bajita, su pequeño ceño fruncido en lo que supuse era disgusto—. Ni siquiera recuerdo a mi mamá. No recuerdo cómo se veía, porque nunca estaba conmigo. Solo recuerdo a la señora Cope y a nana Esme.
Mi boca se frunció y sentí como si me hubieran pateado en el estómago.
—Tu mamá se tuvo que ir, Jad —ni siquiera tenía idea cómo podía explicarle esa mierda a un niño. No había forma, ¿qué le podría decir? ¿Se fue porque estaba harta de estar con nosotros? ¿Se fue porque necesitaba descubrir el mundo y estábamos siendo un bache en su camino? ¿Se fue porque otro hombre le pareció mejor que su hijo y su esposo? —. Pero yo estoy aquí y siempre estaré, ¿no es suficiente para ti?
—Te quiero mucho, papá —dijo, y traté de que mi corazón dolorido ignorara el «pero» que era obvio en su voz—. Y también quiero a Bella y a Fresita y quiero que estemos los cuatro juntos.
Suspiré.
—Ojalá fuera tan fácil como eso, cariño.
—¿Tú no lo quieres?
Puff. No había otra cosa que quisiera más; incluso lo había pensado montones de veces. Pero eso sería apresurar las cosas demasiado, y no sabía si estaba listo para eso o si Bella estuviese lista. No quería que nada en nuestra relación se viera manchado por tomar decisiones en un momento de debilidad.
Aunque la idea de comprar una casa para que los cuatro estuviésemos juntos todo el tiempo era demasiado tentadora como para evitar soñar con ella; regresar después del trabajo y que no fuera solo Jared el que me recibiera emocionado, sino también Bella y Rebe.
—Claro que lo quiero, campeón, pero…—las palabras se quedaron atoradas en mi boca, y busqué desesperadamente una explicación que sonara lo suficientemente razonable para él—. Los adultos a veces nos tomamos más tiempo para decidir esas cosas que los niños, ¿sabes? Yo sé que tú eres muchísimo más rápido que yo, pero yo soy lento, como una tortuga, ¿recuerdas esas que vimos en el zoológico la otra vez? ¿Las de tierra?
Jad se rio por la nariz.
—Sí, papá, eran muy lentas.
—Exacto —asentí, contento conmigo mismo—, pues yo voy a ese paso.
Jared suspiró y revolvió su sopa con la cuchara.
—¿Puedes intentar hacerlo más rápido? ¿Por mí?
Bueno, intentar era un buen comienzo. Asentí.
—Por supuesto, campeón. Te prometo que serás el primero en saber cuando le pida a Bella y a Rebe que vivan con nosotros.
Sus ojos verdes parpadearon hacia mí.
—En una casa nueva —pidió—. Porque quiero un perro.
Me reí.
—No esperaba menos —le dije sonriendo—. Ahora termina de comer para que podamos ir con Bella y Rebe.
Después de negociar con Jared por 10 minutos más para que terminara su sopa y cinco minutos más para que lavara sus dientes, él y yo nos encontrábamos en el ascensor para bajar al piso de Bella. No me había contestado los mensajes que le había enviado, así que no podía evitar sentirme un poco… ansioso. No entendía por qué, pero algo en la boca del estómago me decía que las cosas no estaban bien.
Cuando introduje el código de acceso a su casa y el elevador se abrió, lo primero que me recibió no fue Bella, sino una chica morena bastante parecida a ella, en realidad. Parecía sorprendida de que hubiese pasado así sin más, y yo estaba sorprendido de ver a alguien nuevo en el departamento.
—¿Hola? Disculpa, ¿quién eres y cómo entraste? —la chica me preguntó, pareciendo asustada. Alcé las manos hacia mi pecho y Jared se escondió detrás de mis piernas, como siempre que alguien nuevo aparecía.
—Hola, me llamo Edward y él es Jared. Tengo el código de acceso, estaba buscando a Bella —expliqué.
—Pudiste haber llamado por el interfón.
Fruncí el ceño; yo nunca hacía eso. Iba y venía de aquí como si fuera mi casa y Bella hacía lo mismo con la mía.
—¿Está Bella? —pregunté, ignorando su queja.
La chica me miró con una mueca y volteó hacia atrás, donde estaban los cuartos.
—Bella, ¡tienes visitas!
Ni medio minuto después Bella salió del cuarto de Rebecca con ella en brazos. Noté desde el primer vistazo hacia su cara que estaba enojada y algo frustrada, pero cuando me vio en lugar de la usual emoción pareció nerviosa.
—Edward, no te esperaba —me dijo y yo fruncí el ceño.
—Te dije que vendría, amor. ¿No revisaste tu celular? —le pregunté, dejando mi confusión salir. La chica morena pasó su mirada entre Bella y yo, luciendo sorprendida.
—¿Amor? A ver, ¿cómo? —miró a mi amor directamente con expresión acusadora. Eso no ayudó a aflojar mis nervios—. Bella, ¿quién es este?
¿Este?
—Jessica —Bella murmuró luciendo enojada; su carita se pintó de rojo—, no seas majadera. Él es Edward, es mi pareja —suspiró—. Edward, discúlpala por favor. Ella es Jessica, mi hermana. ¿Recuerdas que te hablé de ella?
Pasé mi mirada entre Bella y la morena, Jessica, y me di cuenta de sus similitudes, pero donde Bella tenía el rostro suave y dulce el de su hermana parecía más como el de alguien que había chupado un limón. Jared se removió detrás de mí, apretando la tela de mi pantalón entre sus manitas.
—No me gusta, papá —lo escuché susurrar en voz baja para que solo yo lo oyera. Pasé mi mano derecha detrás suyo y acaricié su cabello.
—Sí, lo recuerdo —asentí, sintiéndome agrio también. Bella me había contado sobre su poca o nula relación con su hermana mayor y los problemas en los que la había metido. No sabía cómo sentirme al respecto, pero miré a la mujer y asentí hacia ella, sin hacer ningún movimiento para acercarme—. Hola, Jessica.
Jessica me dio una mirada recelosa pero movió la cabeza en un gesto de reconocimiento.
—Hola.
—Jess estará en Seattle unos días por cosas de trabajo, y me pidió que le diera asilo —la mirada acusadora en el rostro de Bella me daba a entender que en realidad no había sido un pedido—. Lo siento si no te avisé antes, no lo esperaba.
—No te preocupes, amor —le dije, encogiéndome de hombros—. Jared quería ver a Rebecca, pero si no puedes podemos regresar en otro momento.
—¡No! —negó rápidamente, pero luego sacudió la cabeza—. Es decir, no estoy ocupada. ¿Qué tal si vamos al parque? —miró a mi hijo, que aun seguía escondido detrás de mí—. ¿Quieres ir, Osito Jad?
Sentí a Jared asentir tímidamente.
—Sí, por favor.
La sonrisa nerviosa de Bella se ensanchó y sus ojos se volvieron dulces.
—Por supuesto, cariño. Solo tomo mi bolsa —le dirigió una mirada mucho más dura a Jessica—. Hablamos después, ¿está bien? Siéntete como en casa.
—¿Me vas a dejar aquí botada aunque acabo de llegar? —Jessica se quejó en voz alta y me ericé, molesto. Bella pareció hacerlo también.
—Jessica, llegaste sin anticipación y yo tengo cosas que hacer —musitó hastiada—. No voy a dejar mi vida solo porque tú estás aburrida; deberías hacer las cosas por las que viniste, así puedes regresar a Jacksonville más rápido.
—¿Me estás corriendo?
Bella la miró con la boca en una fina línea.
—No —comentó al fin—, es solo una sugerencia. Como dije, no podré estar contigo todo el tiempo —suspiró y dirigió su mirada a Rebecca que estaba a sus pies, viéndonos a todos con su pequeña carita infantil confundida—. Rebe, ve con Edward y Jad, voy por mi bolsa.
Fresita asintió y salió corriendo a mis brazos, la levanté, riéndome de su emoción.
—Hola, cariño, ¿cómo estás?
—Bien, mamá y yo fuimos a haced las compas hoy —se rio, y luego se revolvió en mis brazos para poder mirar hacia abajo—. Hoda, Jad.
Jared sonrió.
—Hola, fresita —dijo emocionado—. Vamos al parque.
Los ojos azules de Rebecca me miraron.
—¿Pod helado?
Asentí riendo.
—Estoy seguro de que podremos convencer a tu mamá de eso.
Ella asintió y se volvió hacia Jessica; no parecía que reconocía mucho la presencia de su tía a pesar de que, por lo que yo sabía, habían vivido juntas los primeros tres años de la vida de Rebecca.
—Ya nos vamos, tía Jessie.
Jessica sólo la miró sin expresión en el rostro.
—Sí, Rebe —se dio la vuelta y se fue para entrar al cuarto de Bella, casi chocando con ella en la entrada. Vi a mi amor fruncir el entrecejo, pero lo dejó pasar y nos alcanzó. Tomó la mano de Jared detrás de mí y lo pegó a su costado.
—Vamos o se nos hará de noche —sonrió, pareciendo aliviada de que por fin estuviésemos solos. Ciertamente yo también lo estaba.
Caminamos en silencio al parque que estaba a dos cuadras del edificio, solo disfrutando de nuestra presencia juntos. Quería hacerle muchas preguntas a Bella, pero no con los niños al lado nuestro.
Una vez que llegamos, Jared se llevó a Rebecca a los juegos que estaban a unos pies de nosotros y nos sentamos en una banca debajo de un árbol; aquí había sido la primera vez que habíamos salido juntos, y ese recuerdo se sentía muy lejano. Especialmente porque en ese entonces yo no sabía cómo actuar alrededor de mi propio hijo, pero ahora lo tenía conmigo y éramos una pequeña familia. Ese pensamiento me calentó de adentro hacia afuera.
Jalé a Bella debajo de mi abrazo y le di un pequeño beso en el tope de su cabeza sin quitar la vista de nuestros hijos. Esperé un momento sin preguntar nada, sabiendo que ella me lo diría cuando estuviera lista. No tardó demasiado.
—Llegó sin avisar, esperando que la recibiera como siempre hago, Edward —se quejó, luciendo absolutamente molesta—. No me mal entiendas, quiero a mi hermana, pero ella es un dolor que no necesito en estos momentos. Apenas me estoy acostumbrando a la vida sola con mi hija, y quisiera disfrutar de eso, pero ¿qué recibo a cambio? Un visitante indeseado.
Suspiré, apretando más mi abrazo sobre ella.
—¿Por qué no le dijiste que no podía quedarse?
Suspiró mirando su regazo y jugando con un hilo suelto de su blusa verde agua.
—No lo sé, no soy tan mala creo. La quiero y no la dejaría en la calle. Son solo unos días —explicó, aunque parecía que trataba de convencerse a sí misma—. Y yo… oh, Dios, Edward, lo siento mucho.
Eso llamó mi atención. La miré confundido.
—¿De qué estás hablando?
Levantó la vista hacia mí y mi estómago se revolvió cuando vi sus bonitos ojos avellana abnegados de lágrimas; la angustia era evidente en ellos.
» Hey, amor, ¿qué sucede? —pregunté frenético—. Sea lo que sea lo podemos arreglar, pero tienes que decirme qué pasa. ¿Es por Jessica?
—Es solo que debes creer lo peor de mí porque no tuve el valor de contarle a mi hermana sobre ti antes —sollozó, escondiéndose en mi chaqueta—. No quiero que creas que te escondo, porque no es así. Es solo que ella y mamá son tan… ellas no lo entenderían.
Ese pensamiento ni siquiera se me había pasado por la cabeza; hasta donde tenía entendido Bella no tenía buena relación sus parientes en Florida. Era obvio que no les hablaría de mí, porque para empezar no hablaban de nada.
—Por supuesto que no pienso así, sé que no te avergüenzas de nuestra relación, amor —la consolé, murmurando en su cabello lo mucho que la quería. Pareció funcionar porque minutos después se calmó, solo hipando por aquí y por allá. Enjugué sus lágrimas entre mis dedos, viendo sus bonitos ojos hinchados—. Ya no llores, todo se resolverá.
—Espero que se vaya pronto —murmuró ahogada—. Solo serán dos días. Lo que me preocupa es que llegará directo a Jacksonville a contarle todo a Renee, y luego la tendré sobre mí diciendo sus comentarios de mierda —parpadeó, luciendo sorprendida de sus propias palabras—. Dios, qué grosera. Lo siento.
Me reí.
—Está bien, Bella. Estás alterada, es normal maldecir —sacudí la cabeza; creía que nunca la había escuchado maldecir. O tal vez sí, pero era raro. Bella era del tipo de persona que tendía a hablar sin pensar, pero sin groserías.
—Jessica me pone de los nervios. Ciertamente saca lo peor de mí —puso los ojos en blanco, pero luego me miró con ternura—. Gracias por salvarme, no estaba segura de soportar todo el día su presencia. Estaba a punto de ahorcarla.
Solté un bufido.
—No estoy seguro de si me alegro de haber interrumpido el asesinato.
Me sonrió brillantemente.
—Yo tampoco —se rio—. Entonces, ¿oí que le prometiste a Fresita un helado?
—De chocolate para mí y para Rebe —asentí orgulloso y luego fruncí la nariz—. Y de chicle para Jared y para ti. Ew.
—¡Hey! El chicle sabe bien.
—Dios, no —negué—. Pero bueno, no los culpo. No siempre se pueden tener buenos gustos.
Bella soltó una risita por la nariz.
—Suficiente buena elección hice contigo.
La tomé de la barbilla, depositando un suave beso en sus labios.
—Así es, amor. Lo hiciste bien —le guiñé—. Anda, vamos por esos helados.
Hola, hola, ¿cómo están?
Primero que nada, les dejo el summary de un mini fic que acabo de empezar, por si quieren pasar a leerlo. Es un olderward porque me encantan ese tipo de historias, jeje. Y Edward es repostero, yummy:
Everybody Loves Cookies🍪
La intrépida Bella Swan se ve obligada a regresar al pueblo que la vio crecer y a buscar trabajo. Casualmente, la cafetería Cullen está buscando repartidores. Bella tiene una moto y mucha actitud, pero ¿podrá convencer al guapo pero austero Sr. Cullen de que tiene todo lo que se necesita para ser parte de su equipo?
Fin del espacio publicitario. Muchas gracias por sus comentarios en el capítulo anterior; déjenme saber qué les pareció este.
¡Nos leemos luego! «3
