Round 004 — Encuentros, desencuentros y reencuentros
Ciudad Fusube, sábado 07 de Octubre, Año 100 AW, 7:17 AM
Amaba cómo el viento agitaba su largo cabello celeste cada vez que sus Pokémon surcaban el agua o el cielo a toda velocidad con ella a cuestas. El sonido de sus duras escamas al cortar el aire le hacía sentirse muy viva, y los callos en sus manos tras años de sujetarse a ellos no eran más que un pequeño precio por la sensación de libertad y cercanía que esto le brindaba.
Les tomó poco tiempo atravesar el lago al norte de la ciudad, algo que hacían cada sábado desde que acabaron la ruta de las medallas de Johto. Con un par de aleteos de sus enormes alas, el gran lagarto de piel naranja que montaba aterrizó con suavidad en la orilla opuesta a su punto de partida. Se bajó de él con un ágil brinco, y tras unas amables palabras de agradecimiento, ambos caminaron hacia una enorme roca similar a una cabeza de dragón, con todo y colmillos. Pasaron entre ellos con cuidado de no golpearse y se adentraron en una caverna oscura y húmeda, dentro de la cual la flama en la punta de la cola del Charizard les sirvió como iluminación para evitar los charcos y otras irregularidades del terreno.
Siguieron caminando por varios minutos hasta encontrarse delante de una laguna que ensombrecía todo aquello bajo su superficie. Algo cansado, el Charizard apoyó la espalda contra una roca tan alta como él, sentándose así, mientras su Entrenadora se desabotonaba la camisa color ladrillo que llevaba por encima de una camiseta roja. No era para menos, ya que la temperatura en la Guarida Dragón siempre se mantenía igual, sin importar las condiciones atmosféricas del exterior. Esto la hacía ideal para la proliferación de especies que no soportaban bien el frío, como la mayoría de Pokémon de tipo dragón.
Creyendo que su Pokémon había reposado lo suficiente, Ibuki sacó del bolsillo de su pantalón una Poké Ball que lanzó hacia la orilla, liberando en el agua a una enorme serpiente marina de gruesas escamas azules. Viendo a su compañero de equipo, el Charizard se levantó enseguida, listo para empezar. Su Entrenadora sonrió complacida.
—Gouryuu, Gekiryuu —se dirigió, primero a su Charizard, y luego a su Gyarados—; empecemos como siempre, con los ataques físicos —les instó con firmeza.
Ambos asintieron, tras lo cual intercambiaron miradas desafiantes, dejando fluir su rivalidad. Gekiryuu atacó primero, saliendo con rapidez de la laguna y alzando su cola rodeada de una vertiginosa espiral de agua, que blandió como un pesado martillo. Sin embargo, Gouryuu se anticipó a tal intención y alzó el vuelo poco antes de que ese ataque dejase un boquete en el suelo, a la vez que sus afiladas garras comenzaban a destellar con chispas amarillas. Voló en círculos, buscando una apertura en la postura del Gyarados; cuando creyó encontrarla, se lanzó hacia su espalda con las zarpas por delante, listo para atacarle, pero no previó que éste girase con las mandíbulas abiertas. Un hábil quiebro le permitió eludir esa trampa, mientras la cola de la serpiente volvía a rodearse de agua. A pesar de tal revés, su Entrenadora notó la voluntad en sus ojos azules, rasgo que compartían.
Gouryuu siguió volando en torno a su rival, buscando otro punto de ataque, pero esa postura parecía impenetrable, una combinación de ataque y defensa que ninguno de sus ataques físicos parecía capaz de superar. Eran contadas las veces en que había podido vencerlo desde su evolución en Gyarados, pues incluso su Puño Trueno no podía hacer mucho contra los mejores ataques de Gekiryuu. En medio de esas cavilaciones, tuvo una idea al recordar una conversación reciente entre los humanos con los que su Entrenadora solía entrenar. Así, se lanzó hacia éste mientras la flama de su cola se expandía hasta cubrir todo su cuerpo, convirtiéndose en un ardiente bólido que iluminó la gruta. Lejos de mostrarse preocupado, Gekiryuu alzó su cola y lo recibió con un raudo azote, el cual fue detenido con esfuerzo por los delgados pero fuertes brazos del testarudo Charizard. Previsiblemente, la Acua Cola extinguió el fuego que rodeaba a éste y lo dañó considerablemente, como dejó clara su expresión de dolor. Sin embargo, ésta pronto devino en una sonrisa pícara cuando sus garras, en contacto directo con la cola de Gekiryuu y la espiral de agua que la rodeaba, se llenaron de electricidad que aturdió a éste. Ello dio a Gouryuu suficiente tiempo para propinarle dos puñetazos en la mandíbula antes de alejarse volando, preparándose para volver a atacar y satisfecho por esa pequeña victoria.
El punzante dolor que la electricidad causó en el cuerpo y orgullo de Gekiryuu fue aplacado por la satisfacción de saber que su rival aún podía sorprenderle. Además, con ello había recordado que no debía descuidarse, aun teniendo ventaja y varias victorias contra él. Ajeno a esas reflexiones, éste se lanzó al ataque con sus cuernos cubiertos de piel brillando de color azul, tras lo cual fue envuelto por una emanación energética del mismo color que tomó la forma de un largo y feroz dragón. Ante dicha amenaza, el Gyarados no tardó en golpear la orilla con un fuerte coletazo, causando que un sinfín de afiladas rocas saliese disparado desde el suelo, lo cual obligó a Gouryuu a desviarse y disipar toda esa energía mientras sus alas se endurecían y comenzaban a fulgurar de color metálico. Esto le sirvió para contrarrestar con éxito las siguientes Rocas Afiladas que su oponente desplegó y dejarle un leve corte en el lado izquierdo cuando tuvo la oportunidad de contraatacar.
—Ahora usen los ataques especiales —indicó su Entrenadora, queriendo evitar que ambos se extenuasen; sabía que eran más que capaces de seguir luchando cuerpo a cuerpo por horas y horas de esa manera si es que no les ponía un alto.
Y no era para menos. Sin importar el agotamiento o las heridas, ambos estaban dispuestos a darlo todo en esos entrenamientos que siempre acababan convirtiéndose en encarnizados enfrentamientos donde daban rienda suelta a su rivalidad. Y esta vez no sería la excepción, como comprobó cuando Gekiryuu disparó una gruesa columna de agua a presión, la cual Gouryuu contrarrestó exhalando una tórrida corriente de aire tras aterrizar.
A pesar de la tozudez de ese par, no pudo sino sentirse orgullosa del crecimiento y desarrollo de ambos y sus otros Pokémon desde que había comenzado a entrenarlos. Eran más que sus compañeros, eran la familia que sólo había tenido consideración y cariño hacia ella, incluso en su peor época. Ellos no le habían negligido como hicieron sus padres, ni la habían tratado desaprensivamente como hizo su abuelo durante años, ni tampoco habían carecido de sinceridad y consideración como hizo su primo antes de irse de casa. Gracias a su paciencia y apoyo, además del de las personas correctas en el momento adecuado, pudo superar sus propios errores y encaminarse hacia una vida mejor. Estaba cumpliendo su sueño de la niñez y, tras armarse de valor y dejar de lado su orgullo, pudo resolver sus diferencias y volver a estar en buenos términos con su abuelo y primo. Con sus padres no había tenido la misma suerte, pues un lamentable accidente de coche había reclamado sus vidas hacía más de quince años, así que sólo podía pedir que pudiesen descansar en paz sabiendo que no les guardaba rencor por lo ocurrido. Dos golpes secos la sacaron de su ensimismamiento, y al girarse hacia sus Pokémon, los vio tendidos en el suelo de roca, jadeando de cansancio pero satisfechos. Les ofreció una media sonrisa que expresaba lo mismo, considerando que ya habían entrenado lo suficiente.
—Bien hecho, vuelvan —dijo al apuntarles con sus correspondientes Poké Balls, las cuales guardó en el bolsillo izquierdo de su pantalón.
La caverna volvió a quedar a oscuras sin la flama de Gouryuu, pero esto no pareció molestarle; conocía bien el lugar y contaba con una Pokémon adecuada para viajar por él. Sacó la única Poké Ball que llevaba en el bolsillo derecho del pantalón y, sin soltarla, liberó a una dragona de escamas blancas en la parte inferior y azules en el resto de su alargado cuerpo.
—¡Uumm! —gruñó animadamente la Dragonair a modo de saludo, iluminando los alrededores con la suave luz azul que emitía la esfera cristalina en su cuello.
Sabiendo lo que debía hacer, sus emplumadas orejas blancas se extendieron hasta alcanzar el cuádruple de su tamaño original, tras lo cual flotó cerca de su Entrenadora, a quien dirigió una entusiasta mirada de irises rojos. Ella acarició el cuerno blanco que coronaba su cabeza antes de montar en su lomo y sujetarse firmemente a su cuerpo de más de cuatro metros de largo.
—Vamos, Tenryuu —pidió suavemente, con lo que la aludida se elevó prestamente para que pudiesen cruzar la laguna de aguas oscuras que se extendía delante de ellas.
El trayecto resultó ser tranquilo… demasiado para un lugar normalmente lleno de Pokémon activos y recelosos con los extraños. El agua estaba muy quieta, señal de que sus habitantes estaban escondidos en lo más profundo, como si temiesen salir de ella. Ambas sabían que su propia presencia no era la causante, dado el tiempo que llevaban entrenando ahí. Esto sólo podía significar que alguien había asustado a los Pokémon que vivían cerca de la entrada, incluso a los más fuertes. Fuese quien fuese, no iban a dejarle hacer lo que le viniese en gana.
Siguieron el camino hacia la orilla opuesta en silencio. Al llegar, Ibuki se bajó de Tenryuu y continuó a pie, mientras ésta iluminaba el suelo, resbaloso y lleno de hoyos. Sin embargo, ninguna precaución habría servido para lo que hallaron: un sinnúmero de carpas desperdigadas hasta donde llegaba la vista, cuyas aletas dorsales amarillas y escamas anaranjadas eran recorridas por hilillos rojos por los que parecía escapárseles la vida. A pesar de ello, muchas intentaban saltar para volver al agua, pero la mayoría de ellas sólo lograba retorcerse lastimeramente. Afectadas por tan dantesca visión, tardaron un poco en percatarse de que los Magikarp no habían sido las únicas víctimas: entre ellos había quizá treinta criaturas similares a la Dragonair que les veía con horror. Diferían de ésta en su menor longitud, un tono más oscuro de sus escamas azules y la carencia de cuerno y esferas de cristal en la cola y cuello.
Sin poder resistir más, se abalanzó sobre sus preevoluciones a toda prisa e intentó reanimarles con leves toques de su morro, ante la horrorizada mirada de la peliceleste, quien reaccionó por fin cuando una de las Poké Balls en su bolsillo izquierdo se sacudió con violencia, por lo que liberó a su Pokémon casi sin pensarlo. Un enfurecido Gekiryuu buscó al responsable de esa atrocidad, con la garganta llena de agua lista para ser disparada a toda presión cuando lo hallase. Al no poder hacerlo, tuvo que limitarse a expelerla hacia lo más alto de manera lenta, produciendo así una llovizna que revitalizó a los lastimados Pokémon. Así, los que aún estaban conscientes ganaron la suficiente movilidad para regresar por su cuenta a la laguna, no sin alguna dificultad.
Mientras tanto, Ibuki ya había corrido hacia los Pokémon que todavía yacían en el suelo, sin importarle mojarse. Estaba hincada delante de uno de los cuatro Dratini que aún no se habían movido, palpando con firmeza y delicadeza su piel escamosa.
—No tiene heridas visibles, pero sus músculos están muy tensos, como si hubiera sido atacado con un Dragoaliento —dedujo tras revisarlo por medio minuto, tras lo cual le aplicó la medicina que llevaba en su mochila e hizo lo mismo con los otros—; están un poco lastimados, pero un par de días de descanso bastarán para que se recuperen —pensó, tras lo cual liberó a Gouryuu y le pidió que los llevase, uno por uno, hasta la orilla de la laguna.
Así, mientras éste llevaba en brazos a los dragoncillos, Ibuki se aprestó a auxiliar también a los Magikarp. Todos estaban gravemente lastimados, con la piel desprovista de escamas a los lados, aletas maltrechas o incluso cercenadas por algo muy afilado; la falta de movimiento de más de uno le hizo temer lo peor. Efectivamente, su semblante se ensombreció al ver que no respiraban, tenían los ojos fuera de órbita y la boca llena de sangre, diluida por la llovizna que Gekiryuu había producido minutos antes.
—Garra Dragón, Carga Dragón, Enfado —nombró con pesar los ataques que, según su experiencia, habían ocasionado esas heridas letales—; quien haya hecho esto quería eliminarlos —pensó, habiendo confirmado su sospecha de que el culpable había sido un humano con uno o más Pokémon—; ya verá cuando lo encuentre —dijo para sí misma, apretando los puños por la frustración e indignación que sentía.
Aceptando que no habrían podido hacer nada para evitar lo ocurrido, empezaron la penosa tarea de encargarse de los cadáveres, después de que Gouryuu acabase con su primera labor. Con respeto, llevaron a todos los Magikarp hasta la orilla, y uno a uno, la humana fue colocándolos en el agua. Se permitieron unos minutos de contemplación tras dejar ir al último de esos desafortunados Pokémon.
—Gracias, Gekiryuu, Gouryuu; ahora sí, descansen —expresó afablemente, tras lo cual los guardó en sus Poké Balls—; sigamos, Tenryuu —le pidió, mientras rogaba que no hubiese más víctimas que lamentar.
Avanzaron algo más de cien metros antes de llegar a una bifurcación en el camino, delante de la cual había una poza oscura que bloqueaba poco más de mitad de la vía derecha. Ésta llevaba a una cámara con una laguna conectada por el subsuelo con ese pequeño cuerpo de agua, mientras la otra conducía hasta un templo erigido hacía casi dos siglos en lo más hondo de la gruta, donde la familia a cargo de su cuidado llevaba a cabo cada cierto tiempo un importante ritual de purificación; ésta era también la que regentaba el Gimnasio Pokémon local.
A pesar de no temer por la seguridad del templo, decidieron seguir por el camino izquierdo, suponiendo que para un extraño parecería bastante más seguro que el otro. Al disponerse a avanzar, sin embargo, ambas evitaron por poco una delgada columna de agua disparada desde su derecha. Preparadas para contraatacar, se giraron hacia esa dirección para hallarse con la feroz mirada de una hipocampo de gruesas espinas a los lados y sobre su cabeza, de cuya boca alargada y tubular había provenido esa veloz Pistola de Agua.
Irises azules y negros se enzarzaron en un duelo de miradas, en tanto la dueña de los segundos emergía lentamente de la poza. Su cuerpo compacto estaba protegido por escamas azules, excepto en el pecho, donde eran de color carmín y de apariencia más punzante; todas ellas se veían bastante maltrechas. La humana no pasó esto por alto, y no tardó en suponer que su atacante también había enfrentado a los invasores, aparentemente con más éxito que los demás.
La Seadra, viendo que ellas no eran a quien buscaba, agitó sus puntiagudas aletas laterales antes de volver a sumergirse. Sin perder más tiempo, Ibuki y su Dragonair se apresuraron en continuar su camino.
Mientras ese par corría por el camino del lado izquierdo, en la bóveda hacia la cual llevaba el otro se respiraba un ambiente de paz y tranquilidad, como demostraban los Pokémon que nadaban despreocupadamente en la laguna situada al centro de ésta. Al parecer, nada raro había pasado ahí… hasta que un desprendimiento del techo de roca trajo consigo a dos figuras conocidas. La más pequeña se aferró rápidamente a la otra y generó de inmediato una barrera esférica de energía que iluminó levemente el lugar, dejando ver cómo chocaba contra el agua y sobresaltaba a los Pokémon que estaban cerca.
Danot, aún aturdido tras el aterrizaje, tardó en percatarse de dónde estaban, y tras recuperarse, buscó la orilla más cercana mientras Mizuho procuraba mantener activa su Protección. Al avistarla, no tardó en poner manos y pies sobre el interior de la esfera para hacerla avanzar sobre el agua, dándose de bruces varias veces hasta que por fin pilló el truco. Llegaron a su destino tras unos minutos de ese esfuerzo, y agotado como estaba, se sentó en el suelo, sin importarle la dureza o humedad de éste, y buscó su linterna.
—¿Qué es este lugar? —se preguntó, mientras su mirada recorría los muros llenos de surcos producidos por la erosión del agua que descendía por ellos—. Sea lo que sea, parece mejor que el Camino de Hielo o los Rockets —comentó, sin ser consciente de los peligros que aguardaban a quienes lo recorrían descuidadamente.
No tardó en quitarse las prendas de abrigo al sentirse acalorado, mientras Mizuho vigilaba los alrededores. Ambos agradecieron esa previsión cuando todos los Pokémon salvajes que habían huido tras el susto inicial regresaron, y no estaban precisamente contentos. Varios Dratini y unos cuantos Gible les habían cortado el paso por tierra, en tanto que otros de los primeros esperaban en el agua, preparados para atacar ante la más mínima provocación.
—Déjennos pasar, por favor. Nuestros amigos necesitan atención médica —expuso Danot con firmeza, si bien procuró sonar lo más afable posible; era muy consciente de su situación, pero no podía perder más tiempo ahí.
Sin embargo, los Pokémon salvajes no dieron ninguna señal de ceder. Para ellos, se trataba de extraños que habían invadido su hogar, y lo único que querían era darles un buen escarmiento. Sin dudar, atacaron todos al mismo tiempo con ráfagas de aliento azul, obligando a Mizuho a generar rápidamente una barrera de energía. Danot suspiró con resignación.
—Amplía tu Protección lo más que puedas —pidió a la tortuga, enfocado ya en lo que debía hacer, tras lo cual liberó a Tsurugi.
—Eaa —gorjeó suavemente ésta, algo débil pero aliviada de ver a Danot a salvo; al ver en qué situación estaban, procuró sacar fuerzas de flaqueza para soportar el peso de éste cuando se montó en su lomo.
—Mizuho, gira y usa tu Rayo de Hielo apenas se detengan; Tsurugi, elévate lo más que puedas —indicó rápidamente, confiando en que la segunda pudiese conseguirlo a pesar de su estado.
Tsurugi se agazapó de inmediato, lista para salir volando apenas tuviese el camino libre; Danot se sujetó a ella lo mejor que pudo, procurando tranquilizarse para no serle un lastre. Mizuho se esforzó en mantener su escudo sin dejar de prestar atención a los Pokémon salvajes, cuyo ataque empezó a flaquear poco después, viéndose obligados a detenerse para recuperar el aliento. Para su gran sorpresa, vieron cómo la semiesfera esmeralda era atravesada por un veloz proyectil plateado, distracción que les impidió atinar a defenderse de los rayos congelantes de la Wartortle. Los Gible, espantados por el frío, fueron los primeros en huir, valiéndose de sus garras y mandíbulas para excavar en el suelo o las paredes más cercanas. Los Dratini demostraron ser más obstinados y, sin demora, volvieron a disparar ráfagas de aliento azul hacia Mizuho, quien se escudó en el hielo para poder contraatacar.
—¡Aire Afilado! —ordenó rápidamente Danot tras bajarse de Tsurugi en un punto relativamente lejano, sabiendo que sus Pokémon podrían luchar mejor al no tener que preocuparse por su seguridad.
La Skarmory volvió a alzar el vuelo y generó veloces cuchillas de aire con un par de aleteos que tomaron a los Dratini por sorpresa, dando a Mizuho la oportunidad para volver a usar su Rayo de Hielo. Viéndose atacados por ambos flancos, éstos decidieron escapar también, sumergiéndose rápidamente en el agua, no sin miradas molestas que dejaban claro que no volverían a aceptar otra intromisión en su territorio. Con el peligro lejos por el momento, una exhausta Tsurugi aterrizó trabajosamente y se dejó caer de lleno en el suelo, con lo que sus compañeros corrieron de inmediato a su lado.
—Muchas gracias, Tsurugi; ahora sí, descansa —le instó Danot antes de devolverla a su Poké Ball, sabiendo bien que si había resistido hasta ese momento era sólo por su propia fuerza de voluntad; esperaba poder tener al menos la mitad de la misma para llegar al Centro Pokémon de Fusube.
A pesar de la preocupación que sentía por Tsurugi y los demás, Mizuho no dejó de prestar atención a sus alrededores, por lo que no tardó en instar a Danot a moverse, ahora que la vía hacia la salida estaba despejada. La tortuga se mantuvo delante, con todos sus sentidos alerta, mientras Danot iluminaba el camino con la linterna. Ya había tenido demasiadas sorpresas desagradables en las últimas horas, y era sobradamente consciente de que había tenido muchísima suerte de salir ileso de su encuentro con los Rockets. Dudaba que cualquier otro aparte de Obsidian le hubiese dejado irse con vida, y aunque hubiese luchado con todas sus fuerzas, difícilmente habría podido imponerse a un grupo grande, organizado, con armas o todo lo anterior junto. A pesar de haber sido una mala experiencia, ésta le había ayudado a sincerarse consigo mismo y con lo que realmente deseaba.
Un gruñido de Mizuho le devolvió a la realidad. Ésta se había detenido frente a una poza que obstruía parte de la salida, alertada por una tenue luz azul a poco menos de cien metros de ellos. Notar que se trataba de una mujer acompañada de una dragona no ayudó a Danot a saber si sería buena idea acercárseles, al ignorar sus intenciones en ese lugar tan apartado y dado su propio estado. Debía tomar una decisión rápida.
Ambas habían decidido regresar al lugar de la masacre luego de comprobar, para su gran alivio, que la siguiente laguna en su camino estaba llena de Magikarp, Dratini e incluso algún Dragonair, todos en perfectas condiciones. Ninguna de ellas podía olvidar lo ocurrido, y estaban decididas a hallar al culpable y hacerle pagar por ese deleznable crimen. El sonido de pasos las sacó de sus cavilaciones, y al girarse vieron a un chico de piel trigueña y una Wartortle que caminaban lentamente hacia ellas, como si les costase mantener el paso. Antes de que pudiesen decir algo, la fiera Seadra emergió repentinamente de la poza para atacar a Danot con rápidas Pistolas de Agua; la primera le dio en el lado derecho y lo derribó, mas las siguientes fueron bloqueadas por la Protección de Mizuho, quien había tardado en reaccionar por su propio cansancio. Al darse cuenta de que no era a quien buscaba, la hipocampo volvió a sumergirse tras dirigir al chico una mirada aviesa, mientras éste se reincorporaba poco a poco, aún sorprendido por lo doloroso y preciso que había sido ese ataque. No tuvo mucho tiempo para pensar en ello, al verse empujado por su propia Pokémon, quien en el acto disparó su Hidropulso hacia la serpentina figura que se acercaba amenazadoramente.
Dejándose llevar por la indignación, humana y Pokémon pasaron por alto la huida de la Seadra. Fue recién cuando la segunda eludió ágilmente una retahíla de esferas de agua que la primera cayó en que había la posibilidad de que se hubiesen equivocado de persona, al notar por fin que la hipocampo había vuelto a sumergirse. A pesar de ello, decidió correr el riesgo; aunque no fuese el culpable, poca gente tenía permitido entrar en la Guarida Dragón, así que era su responsabilidad saber por qué y cómo ese extraño estaba ahí.
—¡Rayo de Hielo! —ordenó Danot, finalmente de pie tras haberse recuperado de la impresión inicial, decidido a quitarse de encima a sus atacantes lo antes posible.
—Ya sabes qué hacer —contraatacó Ibuki, poco impresionada por esa resistencia.
Tan determinada como su Entrenador, Mizuho disparó una serie de rayos gélidos, pero su oponente reaccionó usando su endurecida y brillante cola como una mezcla de espada y escudo. Fue avanzando así, hasta hallar finalmente un hueco en su defensa, que aprovechó para enrollarse en torno a la Wartortle. Ésta, lejos de rendirse, intentó asestarle una fuerte dentellada, pero se vio detenida de sopetón por una onda eléctrica que afectó todo su cuerpo.
—¿Qué es lo que quieren de nosotros? —preguntó Danot cuando pudo ver por fin el rostro de su atacante, queriendo ganar tiempo para que Mizuho pudiese liberarse.
—Saber qué hacen aquí; ¡la Guarida Dragón es un área restringida! —contestó ella con firmeza, lista para liberar a sus otros Pokémon ante cualquier movimiento extraño del chico.
Danot finalmente ató cabos tras esas últimas palabras. Durante su viaje había oído algunas cosas de dicho lugar, pero recordaba claramente dos: era el hogar de muchos Pokémon de tipo dragón (el nombre lo dejaba claro) y el acceso estaba limitado a gente autorizada por el Gimnasio local. Sabía que su situación no era buena, pero tras todo lo ocurrido, aparentemente el peligro real ya había pasado.
—Puedo explicarlo, pero primero debo llevar a mis Pokémon para que los atiendan de urgencia —expresó tras pensar bien sus palabras, alzando ambas manos en señal de rendición, para sorpresa de todas las presentes.
Ahora era el turno de la peliceleste de hilar fino. Creyó que las palabras del chico tenían tres posibles explicaciones: él era el culpable y el resto de sus Pokémon estaban lastimados, o era el culpable y quería aprovechar esa distracción para atacarlas y huir, o estaba diciendo la verdad. Procuró no dejar ver las dudas que sentía y con un rápido movimiento de mano liberó a Gekiryuu, Gouryuu y un Pokémon bípedo de corto pelaje amarillo, recorrido por franjas negras en sus largos cola y cuello, además de sus orejas cónicas; grandes y lustrosas esferas rojas coronaban su frente y la punta de su cola. Danot tragó saliva, temiendo haberse confiado demasiado de la situación.
—De acuerdo, pero antes quiero que me dejes ver a todos los Pokémon que llevas contigo —exigió con cierta dureza, procurando mantener su entereza ante el prospecto de estar delante del asesino.
Danot bajó la mirada, renuente a exponer el lamentable estado de sus Pokémon. Seguía desconociendo las intenciones de su interlocutora, y si bien al principio había temido que ésta fuese una ladrona de Pokémon, lo descartó al reparar en su forma de actuar. Sin otra opción, asintió y llevó lentamente las manos a su cinturón. Viendo esto, Mizuho intentó sobreponerse a la parálisis y liberarse, pero fue en vano; Tenryuu la tenía bien sujeta, lista para contrarrestar cualquier intento de escape.
—Mizuho, no te resistas —le pidió Danot, con la voz un poco quebrada por lo que estaba a punto de hacer.
La tortuga le observó sorprendida, y aunque pensaba que no era la mejor opción, no podía hacer mucho más, y tampoco es que Tenryuu fuese a dejarle. Ibuki asintió, expectante ante lo que estaba a punto de ver, y pronto tuvo su respuesta en la forma de una maltrecha perra de pelaje negro, un fantasma que cambiaba caóticamente de forma en su estado de inconsciencia, un ave metálica completamente extenuada, una salamandra celeste con la piel completamente reseca y, por último, un cuadrúpedo de erizado pelaje amarillo que daba señales de hipotermia. Danot sintió la gran necesidad de apartar la mirada, pero no lo hizo, por respeto al esfuerzo y sacrificio hecho por sus Pokémon.
—¿Pero qué es esto...? —masculló Ibuki, visiblemente afectada por lo que acababa de ver.
Lo primero que pudo dilucidar de la tormenta de sensaciones en su mente fue lástima por los Pokémon de Danot, teniendo muy fresca la imagen de los Magikarp asesinados. Este recuerdo le llevó a cerrar fuertemente los puños, y no pudo ni quiso evitar las lágrimas de indignación que llevaba rato conteniendo, tanto por lo ocurrido como por su propio error: ninguno de esos Pokémon podía usar los ataques empleados en la masacre, y ninguna de sus heridas podía haber sido causada por los Pokémon que vivían ahí. Era una situación irregular de la que ni él ni sus Pokémon eran responsables, cosa que Tenryuu entendió enseguida, por lo que soltó a Mizuho y volvió al lado de su Entrenadora, quien se enjugó las lágrimas antes de guardar a sus otros Pokémon. Danot hizo lo mismo con los suyos, todavía sorprendido por la reacción de su atacante, pero sabiendo que tenía que llegar a Fusube lo antes posible.
—No sé qué haya pasado o si podría ayudarte, pero debo marcharme ya —dijo con pesar, suponiendo que debía ser algo muy grave para haberle llevado a actuar de esa manera.
—No —respondió ella, para su sorpresa—; ¡nosotras te llevaremos! —añadió, más rehecha, dudando de que en el estado en que estaban Danot y sus Pokémon pudiesen llegar a tiempo, o siquiera llegar al Centro Pokémon de la ciudad.
Si bien quería atrapar al culpable, era consciente de que ganaría poco quedándose ahí si es que éste ya había escapado, como parecía ser el caso. Necesitaría ayuda de la policía para atraparlo y evitar otro posible crimen, pero para esto debía volver a la ciudad (lamentando por primera vez su costumbre de dejar el móvil en casa cuando iba a entrenar a la Guarida Dragón). Por esto y por lo ocurrido hacía unos minutos es que había decidido hacer tal oferta. Demostrando su buena fe, montó sobre Tenryuu y dejó un espacio delante para Danot, pensando que así podría escuchar su historia de forma más cómoda y segura.
Cansado y un poco inseguro aún (tanto por la idea de volar como por no conocer a esa persona), Danot se apoyó en el lomo de la ahora dócil dragona para subirse en ella, notando la firmeza de sus escamas, que a la distancia le habían parecido más bien lisas y delicadas. Viendo que le costaba montarse, Ibuki le ofreció una mano para ayudarle y luego sujetarlo del torso para que no cayese, dejándole sentir que tenía más fuerza de lo que su apariencia dejaba entrever. Danot no pudo evitar pensar que Entrenadora y Pokémon eran muy similares en ese sentido, justo cuando la segunda comenzaba a alzar el vuelo.
—¿Tienes miedo de volar? —preguntó su acompañante, procurando ser suave, al notar cómo Danot temblaba un poco; supuso que nunca antes lo había hecho, a pesar de tener una Skarmory.
—Un poco, sí… —admitió éste, no ganando nada con ocultarlo.
—Tenryuu, procura ir despacio, pero no demasiado —indicó a su compañera, tras lo cual le acarició suavemente el lomo; aunque todos ellos tenían prisa, no quería hacer la experiencia aún más desagradable para su pasajero.
La dragona se dirigió a velocidad moderada hacia la salida, procurando volar a un par de metros del suelo para que sus pasajeros no tuviesen que preocuparse del techo. Esto le hizo recordar las primeras veces que había volado junto a su Entrenadora, en las que ambas tuvieron que compenetrarse mucho más de lo que habían logrado hasta ese entonces para surcar los cielos como si fuesen una. Era uno de sus recuerdos favoritos con ella.
—Entonces, ¿cómo es que llegaste aquí? —preguntó finalmente ésta, mientras el punto de luz que marcaba la salida se iba haciendo cada vez más grande.
—Verás… —empezó Danot, rememorando lo ocurrido.
Procurando ser conciso, Danot narró su encuentro con los Rockets en el Camino de Hielo, haciendo especial hincapié en su batalla con Obsidian, causando una mueca de desagrado en su interlocutora. A continuación, narró cómo Mizuho y él se internaron en el pasadizo que ésta había hallado, llegando a una bóveda más pequeña y cálida. Fue entonces que la Dragonair tuvo que detenerse, al haber llegado a la salida y carecer de suficiente margen para maniobrar, por lo que los humanos tuvieron que seguir a pie.
—En el centro hallamos un agujero que parecía ser la única salida, pero tardamos tanto en decidir qué hacer que el suelo lo hizo por nosotros —explicó Danot con cara de circunstancias, al recordar lo ocurrido después.
—Ya… veo... —fue la sorprendida respuesta de su interlocutora, quien por primera vez desde el incidente dejó ver una leve sonrisa, la cual pasó desapercibida para Danot al quedar deslumbrado tras atravesar la salida, al haber pasado tantas horas sin ver la luz del Sol.
Mientras Danot se daba un momento para descansar sus ojos y tomar algo de aire fresco, Ibuki cogió una de la Poké Balls que llevaba en el bolsillo y liberó al Ampharos que había sacado antes, cuando pidió al chico que le mostrase sus Pokémon.
—Pprrr —gruñó suavemente el Ampharos al verse al aire libre, agitando sus cortos brazos parecidos a aletas; saltaba a la vista que era un Pokémon muy activo.
—Rairyuu —comenzó a hablarle, manteniendo la mirada fija en sus pequeños ojos café—; sé que no te gustará, pero necesito que hagas guardia aquí —dijo con seriedad; éste solamente atinó a dirigirle una mirada de aburrimiento, asintiendo finalmente.
Sabía que Rairyuu odiaba tener que quedarse quieto y esperar, pero precisamente este impulso y sus técnicas paralizantes eran adecuados para retardar a la mayoría de intrusos. Para los que no, ya lo tenía previsto, también.
—Gracias, y no te preocupes, tendrás compañía —explicó al acercarse a la orilla y liberar en el lago a un Lapras más pequeño y joven que el de Yanagi—; Hyoryuu, ayuda a Rairyuu a vigilar la entrada, por favor —indicó afablemente, sabiendo que el Pokémon acuático tenía muchísima más paciencia que su compañero de equipo; lamentaba no haber podido entrenar con ellos ese día, pero esto era mucho más importante.
La idea de no estar solo tranquilizó al enérgico Ampharos, quien agradeció mucho la relajante melodía que su compañero le dedicó para sosegarlo. Sabiendo que la luz de Rairyuu sería visible a la distancia incluso de día, sólo hacía falta mantenerse alerta para evitar otro incidente. Su Entrenadora sonrió satisfecha.
—Una cosa más —dijo, llamando la atención del Ampharos—; si alguien viene y no te muestra aquello, quiero que emitas la luz más fuerte que puedas y no lo dejes pasar; Hyoryuu, serás su apoyo —indicó, a lo que ambos asintieron, tras lo cual Rairyuu se ocultó entre unas rocas cercanas a la entrada y su compañero se sumergió en el lago.
Habiendo escuchado todo ello, Danot empezó a hacerse una idea más clara de lo ocurrido, aunque prefirió no preguntar, a pesar de lo tenso que estaba; encontró algo de alivio en la mirada llena de curiosidad que Tenryuu le dedicó. Cuando Ibuki volvió con ellos, volvieron a montar sobre la dragona, esta vez con algo más de seguridad de parte del chico. El viaje le estaba resultando más agradable de lo que había pensado que sería en un inicio, por más que aún tuviese algo de miedo; además, era la forma más rápida de llegar al Centro Pokémon, así que no tenía nada de qué quejarse.
—Hay algo más que necesito saber —dijo ella, justo cuando Tenryuu empezaba a sobrevolar el lago, en dirección sur—. Tras llegar aquí, ¿viste a alguien más? —preguntó con expresión seria, esperando que Danot pudiese darle alguna pista útil.
—No, sólo a ti —respondió él, sin rodeos; fue entonces que halló la apertura para preguntar por lo ocurrido—. Más bien… ¿qué pasó para que, bueno…? —no supo cómo acabar de formular esa pregunta, por más que quería entender no sólo la situación, sino también a su interlocutora. Parecía buena persona, si bien algo impulsiva.
Ésta suspiró con resignación, quizá enojo, pero decidió contestar aquello. Danot no pudo evitar sobrecogerse al escuchar esa detallada explicación, comprendiendo por fin por qué su interlocutora se había comportado así y el motivo de sus lágrimas al ver a sus maltrechos Pokémon.
—Lamento lo ocurrido… y no haber podido ayudarte con ello —expresó Danot con pesar, todavía remecido por ese relato.
—Me ayudaste a darme cuenta de que ese infeliz ya había escapado, pero no te preocupes, ¡lo atraparemos tarde o temprano! —respondió Ibuki, no queriendo dejarle con una sensación completamente amarga; era su responsabilidad y él sólo se había visto envuelto en ello por pura casualidad.
—Espero que reciba su merecido pronto —añadió, un poco débil, admirado por la fuerte voluntad de su acompañante.
Se hizo un silencio incómodo entre ellos, pues al casi no conocerse, no sabían qué más decir. Afortunadamente para ambos, éste se vio roto pronto cuando Danot empezó a ver las calles de tierra afirmada y casas tradicionales que predominaban en el norte de la ciudad, donde reinaba una atmósfera de paz que transportaba al pasado. Era una vista preciosa desde el aire, como el muchacho dejó claro con sus palabras, causando otra sonrisa en su acompañante, quien asintió. Amaba su ciudad y le gustaba que otros también pudiesen apreciarla así. Para sorpresa del primero, el panorama cambió por completo tras atravesar un gran parque lleno de endrinos, y la ciudad se convirtió en un sinfín de calles asfaltadas, casas de cemento y edificios considerablemente altos. El contraste entre las zonas tradicional y moderna de Fusube resultaba más marcado en comparación a las otras ciudades de Johto que había visitado. Comenzaron a descender tras avistar el Centro Pokémon, similar a su par en Chouji, incluso en su estilo de tejado y postigos. Tras bajarse de Tenryuu, Danot le dedicó una suave caricia en el lomo, a lo que ésta respondió con agrado, aparentemente sintiéndose a gusto con el chico.
—Gracias por traernos hasta aquí —dijo Danot a ambas, algo más tranquilo por la seguridad de sus compañeros; la peliceleste asintió con firmeza.
—Espero que tus Pokémon se recuperen pronto —expresó sentidamente, con una fuerte resolución en mente.
—Y yo que halles a ese infeliz lo antes posible —respondió con seriedad, queriendo darle ánimos para ello.
Ella asintió, tras lo cual Tenryuu volvió a elevarse y voló a toda velocidad hacia el noroeste. Poco tardó Danot en darse cuenta de que no le había preguntado su nombre, pero supuso que, siendo una Entrenadora local autorizada para entrar en la Guarida Dragón, era probable que alguien del Gimnasio la conociese. Se giró hacia el edificio, y tras acercarse, la puerta automática se abrió de par en par, dejándole acceder a un acogedor y cálido ambiente de paredes color naranja y cómodos muebles de madera. La enfermera a cargo, una mujer de cabello y ojos plateados, quien estaba atendiendo a un muchacho de cabello castaño, le saludó cordialmente al verlo aproximarse. Danot le respondió débilmente antes de empezar a perder el conocimiento, por lo que ambos se apresuraron a auxiliarlo. No tenían forma de saber que, tras verse seguro por fin, había perdido toda la fuerza que su estado de necesidad y alerta le había brindado para superar el dolor, cansancio y falta de sueño.
Un par de horas después, a mediodía, Ibuki y Tenryuu volaban raudamente hacia el este, hasta que finalmente llegaron a su destino: un desfiladero con una entrada en la base, sellada por toneladas de escombros, tal y como había explicado Danot. Maldijo la ambición desmedida del Equipo Rocket, recordando con enojo el incidente ocurrido en la Guarida Dragón hacía diez años, mientras la dragona descendía. Tras comprobar que no había nadie ahí, ambas afrontaron el derrumbe con una sola idea en mente.
—¡Danza Dragón y Cola Férrea! —ordenó de inmediato, sintiéndose como si fuese a luchar contra los causantes de lo ocurrido.
Bastó una grácil y ágil pirueta en el aire para que la velocidad y fuerza física de la dragona llegasen al nivel uno de su técnica de incremento, tras lo cual se acercó a los escombros, con su cola brillando de color metálico. Treinta contundentes golpes de la misma fueron suficientes para reducir los peñascos a trozos del tamaño de un puño; a pesar de ello, el camino aún seguía bloqueado.
—¡Lanzallamas! —indicó a continuación, mientras se aprestaba a liberar a otro de sus Pokémon.
Tenryuu abrió su pequeña boca y exhaló una columna de fuego hacia las rocas, en tanto a su lado aparecía un dragón bípedo con rasgos de tiburón, piel mayormente azul y afiladas garras blancas; este último también abrió sus temibles fauces para utilizar el mismo ataque. Juntos, lograron elevar en cientos de grados la temperatura de la masa pétrea, dejándola al rojo vivo. Fue entonces que se detuvieron, tras la indicación de su Entrenadora.
—¡Shouryuu, Surf! —ordenó ésta tras situarse detrás de su Garchomp, cuya aleta dorsal dejaba ver una muesca típica de los machos de su especie.
El aludido se agazapó y cerró sus ojos de escleróticas negras e irises dorados para concentrarse en sus alrededores, dando tiempo a Tenryuu para resguardarse. Emitió un atronador rugido al abrirlos, con lo que la humedad del ambiente se condensó casi de inmediato en un devastador muro de agua que, al tocar las piedras calientes, produjo una gran nube de vapor y un sonido muy similar al de un cascanueces. Ibuki sonrió con satisfacción al ver los antes imponentes peñascos convertidos en guijarros que no tardaron en ser barridos por un segundo Surf de Shouryuu, dejando despejado por fin el camino.
—Bien hecho, ambos —les felicitó serenamente, tras lo cual dejó escapar un suave suspiro; de alguna forma, había dejado escapar toda la tensión acumulada del día con lo que acababa de hacer—; será mejor que volvamos a casa y descansemos un poco, porque posiblemente tengamos una tarde ocupada —les instó animadamente, porque se trataba de seguir cumpliendo el sueño por el que tanto se había esforzado.
Dicho esto, guardó a Shouryuu y montó sobre Tenryuu, deseando que los Rockets no volviesen a acercarse a Fusube en mucho tiempo. Mientras ascendían, se preguntó si acaso el responsable de lo ocurrido en la Guarida Dragón también sería uno de ellos, pero al no tener ninguna certeza al respecto, prefirió concentrarse en sus actividades de la tarde, lo cual le mejoró considerablemente su humor.
Danot no despertó hasta la mañana siguiente. Algo adormilado, vio la habitación con extrañeza, sin recordar cómo había llegado ahí, y si bien se sentía descansado, aún le dolían las articulaciones. Pronto se percató de que estaba en un cuarto de invitados, seguramente del Centro Pokémon de Fusube, con lo que por fin pudo recordar todo lo ocurrido hasta su llegada ahí. Queriendo saber qué había pasado con sus Pokémon, se levantó tan prestamente como le fue posible, hallando sus cosas en una mesa, junto a un llavero que también cogió. No tenía el mejor aspecto, pero ya se encargaría de ello después…
Encontró a la encargada al llegar a la recepción, cuya expresión se llenó de alivio al verlo caminar por su propio pie, si bien con algo de dificultad aún. Sin embargo, tuvo que responder sus preguntas respecto a su propio estado antes de poder preguntar por Hellga y los demás, tras lo cual fue conducido a una amplia sala de paredes blancas y luces del mismo color, llena de cápsulas metálicas con tapas de cristal perfectamente alineadas, siendo las más pequeñas también las más cercanas a la entrada. La mayoría de ellas estaban vacías, como comprobó al pasar a su lado, pero se detuvo al encontrar las tres que albergaban a los inconscientes y maltrechos Ray, Salma y Hellga.
—Todos están fuera de peligro —dijo Teina con tono suave para tranquilizarlo, sin poder olvidar su pésimo estado cuando comenzó a atenderlos—; tus otros Pokémon están en mejores condiciones, pero todos ellos necesitarán descanso absoluto por una semana como mínimo —explicó al volver sobre sus pasos, llegando a una estantería de donde cogió una bandeja con tres Poké Balls que entregó al chico.
—Entonces los enviaré a casa ahora mismo —respondió éste tras colocarlas en su cinturón, aliviado por fin—; si te dejo un número telefónico, ¿podrías mandar a los otros apenas estén curados? —preguntó amablemente, sin intención de postergar su batalla de Gimnasio; sabía bien que Hellga y los demás lo querrían así.
—Claro, anótalo aquí —indicó al darle una libreta y un bolígrafo, con los cuales el chico escribió rápidamente el número del laboratorio de Yamen.
—Gracias, por ayudarme y salvar a mis Pokémon —agradeció espontáneamente, para luego disponerse a salir.
—Sólo hacía mi trabajo —respondió Teina, levemente sonrojada por esas palabras; no estaba acostumbrada a los elogios hacia su propio esfuerzo o cualidades, dadas sus particulares circunstancias familiares en su natal Kanazumi—; aunque no fui la única que te ayudó ayer —añadió, recordando cómo el chico al que había estado atendiendo en ese momento le había ayudado a llevar a Danot hasta la habitación donde había pasado la noche —; así que si ves a Jin'ya, dale las gracias también —pidió, no queriendo obviar su mérito en ello.
—¿Jin'ya? Eso haré entonces, apenas tenga la oportunidad —contestó, agradecido también por esa información.
Con una preocupación menos, Danot se dirigió a la sala de comunicaciones y no tardó en llamar a su hermano. Tenían mucho de qué hablar.
—Danot, tienes muy mal aspecto —dijo Yamen con ironía al verle algo despeinado—; ¿tuviste problemas en el Camino de Hielo? —preguntó, mucho más serio.
—Más de los que había previsto… verás… —empezó a explicar, necesitado de que alguien cercano le escuchase.
Danot narró con lujo de detalle lo acontecido en el Camino de Hielo y la Guarida Dragón, sorprendiendo considerablemente a su hermano, quien no se esperaba ni por asomo lo que escuchó.
—Has tenido muchísima suerte… muy pocos se topan con esos infelices y no salen lastimados —comentó Yamen con semblante sombrío, agradeciendo que no hubiese ocurrido nada irreversible.
—Sólo porque Hellga y los demás estuvieron ahí para evitarlo —respondió Danot, lamentando que sus Pokémon hubiesen salido lastimados para protegerle—; por eso quiero mandarlos a casa, para que descansen lo necesario, aunque no tengo a todos aquí —explicó, procurando animarse, sabiendo que la mejor manera de agradecer todo su esfuerzo y sacrificio sería esforzarse en cumplir sus metas.
—Mándalos y te enviaré a los otros —propuso amablemente, adelantándose a su intención—; ¿cuánto tiempo necesitarán Hellga y los otros para recuperarse? Porque no creo que quieras disponer sólo de cuatro Pokémon para tu batalla —conjeturó, mientras recibía las Poké Balls que el chico había empezado a enviar a través del transportador.
—Una semana, como mínimo. Y sí, pienso hacerlo, como un reto extra —afirmó con tanta seguridad que Yamen no pudo evitar sorprenderse—; sé que no es mi forma usual de actuar, pero quiero hacer de esta batalla de Gimnasio una experiencia inolvidable, si es que va a ser la última de mi viaje —agregó con un cariz de nostalgia e ilusión; prefirió no mencionar lo que realmente había decidido hacer con su vida y dejarlo para después, cuando sus padres también estuviesen presentes.
—Seguramente lo será, considerando la fama de fuertes que tienen los dragones del Gimnasio de Fusube —contestó Yamen, mientras ponía en el transportador una de las cuatro Poké Balls que Danot quería.
El chico asintió, recordando bien cómo habían sido ampliamente superados por Tenryuu, lo que le llevó a preguntarse si los Pokémon del Gimnasio serían más fuertes y rápidos que ésta. Salió de su ensimismamiento con la llegada de la primera Poké Ball, la de Alfa, la cual le devolvió la confianza, dado todo el tiempo que habían pasado juntos. Una a una, las fue reduciendo y poniendo ordenadamente en su cinturón.
—Bien, ya las tengo —dijo animadamente Danot, acariciándolas con las yemas de los dedos—; la enfermera te enviará los demás cuando el tratamiento haya acabado —explicó, para que esa llamada no tomase desprevenido a Yamen.
—Entonces estaré pendiente —respondió éste de buena gana, volviendo a sonreír por fin—; considerando que estoy esperando una llamada muy importante, tendré que estarlo igualmente —explicó, visiblemente emocionado.
—¿Oh, y eso? —preguntó, intrigado por ello.
—Te lo contaré cuando lo sepa con seguridad —prometió, no queriendo hacerse falsas ilusiones.
—De acuerdo; sea lo que sea, ¡mucha suerte con ello! —le deseó sinceramente, con una gran sonrisa.
—¡Lo mismo con tu batalla, hermano! —correspondió el mayor, de igual forma—; y que no te ganen humillantemente —se permitió bromear, más relajado tras esa charla.
Danot rió ante tal comentario antes de que Yamen colgase, sabiendo que le estaba instando a tomárselo con calma, fuese cual fuese el resultado. Sin nada más por hacer ahí, se marchó a arreglarse un poco y desayunar, mientras acababa de decidir su plan para el resto del día.
Con mejor aspecto, el estómago lleno y la intención de recopilar suficientes datos, Danot se dispuso a salir tras pedir indicaciones a Teina. Primero fue a buscar medicinas en la tienda de artículos Pokémon, situada en el sudeste de la ciudad, y luego se dirigió hacia el norte, buscando el extenso parque que había visto desde el aire el día anterior.
Al llegar, halló justamente lo que quería: decenas de Entrenadores practicando con sus Pokémon o combatiendo entre sí, aprovechando el día de descanso establecido por las Federaciones Regionales para los Gimnasios. Así, empezó con su manera usual para recopilar datos: buscar a alguno de los primeros, entablar una conversación casual y preguntar lo que necesitaba saber. Era un método que había ido refinando cuando se dedicaba a conseguir datos de campo para Yamen. En el mejor de los casos, bastaban unos minutos para obtener lo que necesitaba, y en el peor, soportar alguna majadería e irse con las manos vacías. Sin embargo, sus favoritos eran los intermedios, en los que tenía que ganárselo con una batalla.
Así, pasó las siguientes tres horas recorriendo el parque y combatiendo, pero fue poco lo que pudo averiguar, pues la mayoría de Entrenadores había perdido antes de ver al segundo o tercer Pokémon de la Líder de Gimnasio. No fue un esfuerzo en vano, ya que esas batallas ayudaron a fortalecer a sus cuatro Pokémon, como dejó ver Alfa al vencer a la mayoría de sus oponentes con dos o tres ataques antes de cansarse. Por su parte, Shady se había mantenido invicta hasta que su gran velocidad fue anulada por la mayor fuerza física de un rudo Rhydon, mientras que Sparkle y Pyro lo habían tenido más fácil al luchar con ventaja de tipo. Tras todo ese trajín, este último era el único que todavía tenía energías para continuar.
Creyendo que no podría obtener más datos y aún necesitado de descanso, Danot pensó que sería un buen momento para sentarse y organizar los que ya tenía, pero cambió de idea al ver a dos chicos con los que todavía no había hablado. El mayor, de cabello azul y vivaces ojos café, daba órdenes a un hurón de cuerpo alargado y pelaje crema y marrón que evadía hábilmente las Pistolas de Agua de un cocodrilo bípedo de quijada prominente y escamas celestes dirigido por el otro, castaño y de ojos café, a quien Danot reconoció de inmediato: era el chico que, junto a Teina, le había auxiliado el día anterior. Decidió dejarlos acabar antes de decir nada, por lo que pasó unos tres o cuatro minutos observando esa práctica, en los cuales Croconaw pudo por fin dar cinco golpes directos a su escurridizo blanco antes de que éste se cansase.
—¡Bien hecho, Furret! —le agradeció el peliazul, antes de guardarlo—. Creo que ya estás listo para tu revancha, Jin'ya —añadió con una sonrisa sincera.
—¡Sí, con tu entrenamiento y consejos por fin podré vencer a Ibuki! —contestó con bríos el aludido, aunque su mirada no parecía tan entusiasmada, mientras acariciaba la cresta roja en la cabeza de su Pokémon; fue entonces que notó la presencia de Danot—; parece que nuestro bello durmiente por fin despertó —comentó al dirigirse a hacia él, con una sonrisa traviesa.
Si bien no lo dejó ver, este comentario normalmente habría hecho que Danot se echase para atrás por la confianza que su interlocutor se había permitido con él, pero si no lo hizo fue por notar el alivio sincero en su expresión.
—Ja ja, sí —contestó finalmente Danot, no queriendo ser desconsiderado con Jin'ya—; muchas gracias por tu ayuda —añadió sentidamente, a pesar de esa primera mala impresión.
—Lo único que hice fue ayudar a llevarte a la cama más cercana —dijo el castaño con modestia, si bien fue difícil para su interlocutor saber si ésta era del todo sincera—; soy Jin'ya de ciudad Yoshino, y este gran Entrenador es Saburou, mi paisano —explicó con algo de pompa, al darse cuenta que había dejado de lado a su propio benefactor.
—¿¡En serio!? —preguntó un sorprendido Danot, pues a pesar de venir de la misma ciudad, ninguno de los dos le sonaba de nada.
Ante la extrañeza de ambos, el recién llegado explicó lo ocurrido, causándoles una risa suave. Con la coincidencia aclarada, Danot expuso lo que quería y Saburou accedió a compartir lo que sabía de la Líder de Gimnasio si aceptaba tener una batalla contra Jin'ya y su Croconaw. A pesar de saberse en mucha desventaja, era justo lo que quería. Tras asentir, se alejó unos metros antes de liberar a su Charmeleon, ante las atentas y agradecidas miradas de su oponente y el cocodrilo de escamas celestes.
—¡Char! —gruñó Pyro al ver a este último, alzando las garras y mostrando la flama en la punta de su cola.
—¡Empieza con Pistola de Agua! —ordenó Jin'ya, aprovechando la ventaja de tipo.
—¡Danza Dragón! —indicó prestamente Danot, listo para disfrutar del combate.
A Pyro le bastó un brinco diagonal para evitar ese disparo y empezar una enérgica danza con la que esquivó los siguientes, si bien por escaso margen. Aunque estaba satisfecho con el resultado de su entrenamiento, Jin'ya sabía que su ventaja no serviría de nada si sus ataques no alcanzaban al oponente.
—¡Cuchillada! —ordenó Danot, tras ver a su Pokémon rodeado ya por el fuego azul propio de la Danza Dragón.
—¡Bloquéala con Mordisco! —contraatacó el castaño, sin querer dejarse intimidar; no sólo estaba luchando contra su paisano, sino también contra su propia inseguridad.
Con una reacción muy rápida, Croconaw se lanzó en pos de Pyro y atrapó su garra izquierda con la boca. Sin embargo, no se esperó un zarpazo en el vientre de la otra, quedando así un fino rastro rojo sobre las escamas amarillas que lo cubrían, por lo que tuvo que soltar al lagarto y alejarlo con su Pistola de Agua. La extremidad bloqueada también dejaba escapar hilillos de sangre, como Danot comprobó cuando Pyro volvió a su posición inicial. Ambos Entrenadores se vieron mutuamente con respeto.
—¡Cuchillada de nuevo! —ordenó Danot, queriendo aprovechar la mayor fuerza y velocidad de su Charmeleon.
—¡Danza Dragón! —indicó súbitamente Jin'ya, para sorpresa de sus oponentes.
Esbozando una sonrisa confiada, Croconaw evitó el zarpazo con un salto que fue el primer paso de una rauda danza que podría devolverle su ventaja inicial. No queriendo perder de nuevo contra un rival que empleaba también su ataque favorito, Pyro hizo lo mismo, con lo que el combate se convirtió en una persecución mutua, con ocasionales Cuchilladas cortando el aire o siendo bloqueadas por un ataque similar. Se detuvieron tras poco más de un minuto, rodeados de fieros hálitos azules, a la espera de la orden que pudiese romper esa aparente igualdad.
—¡Mordisco! —ordenó Jin'ya, al haber notado algo importante durante ese tiempo.
—¡Triturar! —indicó Danot, siendo consciente de lo mismo; no quería arriesgarse demasiado, pero tampoco quería dar la iniciativa a su contrincante.
A pesar de estar al mismo nivel de Danza Dragón, el Pokémon ígneo demostró ser algo más rápido al clavar primero sus colmillos en el hombro izquierdo de su oponente, quien chilló de dolor antes de hacer lo propio. No obstante, éste tenía más fuerza física, como Pyro comprobó al verse sometido gradualmente en ese pulseo, lo cual le llevó a presionar más fuertemente. Se mantuvieron así por unos segundos más, tras los cuales se vieron obligados a soltarse mutuamente y retroceder, cansados y con sus aumentos amenazando con desvanecerse en cualquier instante. Aun así, ninguno de ellos estaba dispuesto a rendirse sin dar todo de sí.
—¡Cuchillada! —ordenó Jin'ya, creyendo que el combate no duraría mucho más y queriendo asegurar su victoria.
Pyro vio cómo su contrincante se acercaba a toda velocidad con las zarpas en alto, listo para dar el golpe definitivo, por lo que se preparó para hacer lo mismo. Danot era consciente de que para ganar ese mano a mano tendrían que utilizar ese ataque. Era muy arriesgado, pero si querían dominarlo no quedaba más opción que intentarlo las veces que hiciese falta.
—¡Carga Dragón! —indicó rápidamente, poniendo toda su fe en ello.
Sorprendido por tal orden, Pyro no pudo evitar recordar todas las veces en las que había fallado con ese ataque. Sin embargo, esto no le desanimó de volver a intentarlo, por lo que corrió prestamente hacia su oponente mientras el aura de su Danza Dragón se combinaba con la emanación energética proveniente de su cuerno, la cual tomó la forma de un largo y feroz dragón azul. Croconaw sintió por un instante la necesidad de hacerse a un lado ante tal arremetida, pero no lo hizo por respeto a su Entrenador. Fue la mejor decisión que podría haber tomado, porque su contrincante perdió el control de toda esa energía y pasó de largo cuando intentó embestirle, con tan mala suerte que acabó chocando contra un árbol cercano, para pasmo de Saburou y Jin'ya.
—Eh… acábalo con Surf —ordenó este último, aún recuperándose de la impresión.
Sin demora, el cocodrilo gruñó con fuerza antes de generar una ola de dos metros con la humedad ambiental, la cual noqueó a Pyro justo cuando éste volvía a ponerse de pie. Danot lo regresó prestamente a su Poké Ball, no sin agradecerle su gran trabajo y pensando en las cosas que aún tenían que mejorar, juntos.
Cumpliendo su promesa, Saburou le contó todo lo que sabía sobre los Pokémon y estilo de combate de la Líder de Gimnasio, con más detalle de lo que Danot esperaba; esto era, como supo poco después, porque el peliazul la había vencido hacía más de un año (al quinto intento, lo cual le había permitido estudiarla bien). Decidiendo que ya tenía suficientes datos y que Pyro y los demás necesitaban recuperarse, se despidió de sus paisanos y se dispuso a volver al Centro Pokémon. Tras dejarlos con Teina, se sentó en uno de los sofás de la recepción y sacó su preciada libreta de apuntes para buscar la primera página en blanco posterior a la dedicada a Yanagi, donde escribió "Gimnasio de ciudad Fusube" con letra poco arreglada pero entendible. Así, se dispuso a apuntar todo lo que había averiguado; era poco en comparación a lo que conocía de los otros Líderes, pero creyó que sería suficiente para elaborar una estrategia efectiva.
—Ibuki se especializa en Pokémon de tipo dragón —leyó mientras escribía, a pesar de ser algo que ya tenía por mano—. Cuenta con Pokémon como Dragonair, Garchomp, Altaria y Kingdra, pero es posible que tenga alguno más que pueda aprovechar o volar sobre la piscina en medio del campo—siguió, intentando recordar los Pokémon de ese tipo que conocía y cumpliesen dicho criterio, como Flygon o Salamence—. Su estilo se basa en atacar contundentemente y no dejar respirar a sus retadores; también emplea técnicas de incremento, auxiliares o disruptivas, dependiendo de su Pokémon —puesto así, parecía tener un estilo de combate muy completo—. Siempre comienza con Altaria, salvo en las revanchas, en las que escoge a Garchomp como primero —anotó, teniendo una certeza que podría facilitarle las cosas—. Para estos y Dragonair, la capacidad de nado, velocidad y ataques de hielo de Alfa y Shady serán útiles, pero no sé si bastarán —dijo para sí mismo, suponiendo que el desenlace final dependería de la diferencia de nivel y habilidad entre ellos—; quien me preocupa más es su Kingdra; si Sparkle o Pyro conociesen algún ataque de tipo hada o dragón confiable, tendríamos una oportunidad más sólida contra él —pensó en voz alta, preguntándose cómo podría solucionar ese predicamento.
Después de hacer algunas anotaciones respecto al entrenamiento que haría por la tarde, decidió ir a la cafetería y se sentó en la primera mesa libre que halló, mientras seguía pensando en alguna alternativa que le permitiese enfrentar de igual a igual al Kingdra de Ibuki, hasta que se dio cuenta de que no podría disfrutar de su comida si seguía así. Dejó el tema de lado e intentó apreciar cada bocado como si fuese el último del día, agradeciendo el esfuerzo de todos quienes la habían hecho posible.
Tras un breve descanso, recogió a sus compañeros y se dirigió al área de práctica situada detrás del Centro Pokémon y separada de la calle por un muro de tres metros de altura. Ésta contaba con tres campos de arcilla delimitados por líneas de cal, por lo que no perjudicarían a nadie si entrenaban ahí por un par de horas. Danot liberó a sus Pokémon y se dispuso a empezar, prestando especial atención a una pícara comadreja bípeda de pelaje azabache y garras afiladas, algo más pequeña que Pyro. Shady era su mejor baza para ganar su octava medalla al primer intento, aunque sabía que no lo tendría nada fácil.
Así, empezó a darles indicaciones. Sparkle se mantuvo a su lado mientras Pyro era flanqueado por Alfa y Shady. Acicalándose la pluma roja al lado izquierdo de su cabeza, esta última comenzó a escupir una lluvia de cristales de hielo hacia el lagarto, quien la evitó con un brinco lateral que dio inicio a su Danza Dragón. La estrella de mar se unió al ejercicio con un zigzagueante rayo gélido disparado desde su núcleo, forzando a su blanco a intensificar su ritmo de movimiento.
—¡Chicos, sé que pueden hacerlo mejor! ¡Nuestros rivales serán más rápidos que esto, así que debemos mejorar nuestra puntería y reflejos para no darles oportunidad de contraatacar! —les arengó con mucha energía y firmeza; sus Pokémon asintieron y se aprestaron a continuar con la práctica—. Es una gran ventaja que Pyro pueda usar Danza Dragón y que los ataques de hielo no le afecten mucho —pensó, orgulloso de la rutina de entrenamiento que había diseñado.
Centrándose en Pyro, Alfa y Shady siguieron disparando sus ataques de hielo, en tanto el primero se empleaba a fondo para eludirlos con su técnica de incremento. Sin embargo, un instante de distracción de su parte permitió que algunas de las dagas de hielo de la comadreja le diesen en la espalda, y de no ser por un abrupto salto, también lo habría hecho el rayo congelante de la estrella de mar.
—Sparkle, ve preparándote; cuando Pyro se canse, será tu turno —le indicó Danot, sin querer forzar mucho a sus Pokémon, pues planeaba desafiar a Ibuki al día siguiente.
—¡Rai, rai! —asintió la aludida, mientras su expresión juguetona pasaba a ser una mucho más seria y decidida.
A pesar de las palabras de Danot y el cansancio que empezaba a sentir, un tozudo Pyro pudo mantener el ritmo de su danza mística. Sabía que llevándose al límite podría brindar a sus compañeros de equipo la mejor ayuda posible, independientemente de su posible aportación en el campo de batalla. Además, esto le ayudaría a fortalecerse, por lo que era un esfuerzo doblemente útil. Con dicha meta marcada a fuego en su mente, pudo resistir seis minutos más de asedio, tras lo cual tropezó y cayó estrepitosamente, con sus extremidades inferiores agarrotadas. No le importó en lo más mínimo, ya que había conseguido exactamente lo que quería.
—Sparkle, te toca —dijo Danot al indicar otro punto del campo hacia el que ésta y las otras dos corrieron en el acto—; ¿estás bien? —preguntó mientras ayudaba a Pyro a ponerse cómodo.
—Char —afirmó éste, tras echarse de lado y estirar sus piernas tanto como le fue posible.
—De acuerdo, pero no te fuerces más de la cuenta, ¿sí? Ninguna victoria o medalla vale más que tu bienestar —expresó con toda honestidad, teniendo aún muy fresco lo ocurrido en el Camino de Hielo.
Pyro no respondió a esto. Apreciaba el sincero interés de su Entrenador, pero era él mismo quien sabía hasta qué punto podía o quería arriesgarse y agradecía que éste lo respetase, por más que a veces pudiese preocuparse demasiado. Esto no quería decir que no confiase en él; había sido así desde el principio y no concebía algo que pudiese hacerle cambiar de opinión. Una suave caricia en la cabeza no hizo más que reafirmar este sentimiento.
Tras esa breve conversación, ambos vieron cómo Sparkle evitaba con holgura los ataques de hielo de Alfa y Shady gracias a su Ataque Rápido. Continuaron así por poco más de cinco minutos, tras los cuales la primera cayó rendida y las otras dos cesaron su ofensiva, necesitadas también de una pausa.
—Bien, descansen —indicó Danot al dar palmadas para llamar su atención—; Pyro, ayúdame por favor —le pidió al caminar hacia la caseta en una esquina formada por los muros delimitadores del área de práctica.
Con algo de esfuerzo, Pokémon y Entrenador cargaron cuatro dianas a un extremo del campo que estaban ocupando, para utilizarlas luego. Así, mientras Sparkle, Shady y Alfa descansaban, Pyro empezó a dar Cuchilladas al aire por indicación de Danot, quien quería mejorar los ataques que no fuesen inefectivos contra sus oponentes. Además de la electricidad, el fuego y el agua, había descartado los ataques de tierra a causa de la piscina en medio del campo de batalla, la cual daba una enorme ventaja al Kingdra de la Líder de Gimnasio.
Tras diez minutos de práctica, el lagarto se unió al descanso que aún tomaban sus compañeras, y otros cinco minutos después, todos estaban listos para continuar. Danot indicó a Alfa, Shady y Sparkle que repitiesen el ejercicio anterior, mientras él cogía una diana y la situaba a poco más de doce metros del Charmeleon.
—¡Pyro, usa tu Carga Dragón! —ordenó al apuntar a la diana, pensando que si iban a dominar dicho ataque, ese sería el mejor momento para hacerlo.
—¡Char! —asintió el aludido, teniendo en mente exactamente lo mismo.
Un fuerte gruñido precedió a una intensa aura azul en torno a su cuerno, la cual se convirtió en una emanación de energía en forma de dragón cuando Pyro se lanzó en pos de su objetivo. No obstante, a poco más de dos metros de éste, justo al saltar para alcanzarlo, no pudo controlar todo ese poder y acabó desviándose y dándose de bruces contra el suelo. Era lo mismo que había ocurrido en el parque, horas atrás.
—¿Estás bien? —preguntó Danot al ayudarle a levantarse, llamando la atención de sus otras Pokémon, quienes se acercaron rápidamente.
Pyro se reincorporó lentamente con dicha ayuda, más dolido en su orgullo que en otra cosa, sobre todo al recordar su derrota más reciente. A pesar de tener la intención de ayudar a sus compañeras a entrenar, realmente deseaba participar en la batalla del día siguiente, pero no quería ser tan egoísta como para exigir tal oportunidad sin estar en la capacidad real de contribuir a una victoria.
—Chicas, sigan practicando, por favor —pidió amablemente Danot, agradeciendo su interés, pero creyendo que su presencia ahí sólo agobiaría más al Charmeleon.
Entendiendo la situación, el trío volvió a donde estaba para seguir con su práctica. No podían hacer más, salvo confiar y esperar que su Entrenador pudiese manejarla.
—Veo que aún tienen problemas con ese ataque —comentó una confiada voz joven que a Danot y Pyro se les antojó conocida.
Detrás de ellos estaban Jin'ya y Croconaw, quienes aparentemente acababan de volver al Centro Pokémon. Pyro gruñó algo molesto, lo cual no pareció incomodar en lo más mínimo al Pokémon acuático.
—Acabamos de empezar, así que es algo normal —respondió Danot, sin alterarse; seguía agradecido por su ayuda del día anterior y durante la mañana, por más que no le gustase su actitud de superioridad—; tan pronto como ganemos la medalla de Ibuki, nos gustaría tener una revancha —expresó sinceramente mientras ponía una mano en el hombro de Pyro, confiando en él para ello.
—A este ritmo, lo tienen difícil; menos mal que tengo algo que podría ayudarles —replicó Jin'ya con una sonrisa confiada, satisfecho por tener su atención; no había sido casualidad que se hubiese dirigido a ambos—; Croconaw, usa tu Garra Dragón —indicó a continuación.
Encorvándose y cruzando sus garras, Croconaw emitió un gruñido gutural mientras éstas se rodeaban de una brillante energía azul, idéntica a la de la Carga Dragón, en apenas un instante. Acto seguido, realizó una sucesión de rápidos zarpazos ante los asombrados Danot y Pyro, quienes parecían hipnotizados por el sonido del aire al ser cortado de esa manera.
—¿Impresionante, verdad? —preguntó Jin'ya, orgulloso—. Puedo ayudarte… si me pagas la comida —agregó con expresión de circunstancias, mientras sus tripas rugían; era culpa suya, por entusiasmarse muchísimo tras su victoria en el parque y comprar varias cosas que le habían dejado muy ajustado de dinero.
—Me parece perfecto —respondió Danot con completa naturalidad, para sorpresa de su paisano; le parecía una ganga por una opción aparentemente confiable para su batalla del día siguiente.
—¡Entonces te lo encargo, Croconaw! —dijo a su resignado Pokémon, quien aún no entendía por qué su Entrenador no podía ser un poco más previsor.
Tras recibir algo más que el dinero suficiente para comprar una comida y un par de bebidas, Jin'ya corrió hacia la cafetería mientras Croconaw se disponía a cumplir con su parte del trato; a fin de cuentas, gran parte del dinero gastado había sido para comprar comida especial para él y sus compañeros de equipo.
—Gracias, esto nos ayudará mucho —le dijo Danot con una sonrisa y respeto muy sinceros; Pyro, algo más seco, secundó el gesto hacia quien veía como otro rival por superar.
—Noou —respondió el cocodrilo, también con respeto.
Croconaw volvió a asumir una postura encorvada y comenzó a rasguñar el aire con sus garras llenas de energía azul, más lentamente que antes para que Pyro pudiese observarlas mejor.
—Pyro, ¿listo para imitarlo? —preguntó Danot, notando la ardiente determinación en su mirada.
—¡Char! —asintió el lagarto, sabiendo que ésta era su gran oportunidad; se situó al lado de Croconaw y comenzó a cortar el aire con sus garras, pero no pudo encenderlas como éste había hecho. No se rindió y siguió intentándolo con ahínco, creyendo que si su rival era capaz de hacerlo, él también.
—Voy a ver cómo van las demás; sé que podrás aprenderlo en poco tiempo —le animó, sabiendo que Pyro tenía una gran facilidad para aprender ataques; éste asintió y se dispuso a observar atentamente cómo el cocodrilo volvía a ejecutar su Garra Dragón.
Dejando solos a esos dos, Danot fue hacia donde estaban las demás. Sparkle aún era capaz de eludir los ataques de Shady y Alfa, aunque con mucho menos margen que al inicio. Cuatro minutos después, su Entrenador les instó a parar y descansar al notar el cansancio de todas ellas, además del suyo propio, por lo que se sentó en una banca cercana. Sin que se lo esperase, una sensación muy fría llenó su mejilla, y al girarse se encontró a Jin'ya y una botella de agua que éste le ofreció, para luego sentarse y seguir comiendo.
—Gracias —dijo Danot, tras lo cual se puso la botella en la frente, queriendo aprovecharla así antes de beber su contenido.
—¿Hay alguna razón por la que quieras retar a Ibuki sólo con ellos? —preguntó con curiosidad, entre bocado y bocado, creyendo que era algo precipitado, dado lo ocurrido el día anterior y el estado de sus otros Pokémon; Danot asintió.
—Sé que aún queda un mes para el inicio de la liga y que podría esperar a que mis otros Pokémon se recuperen, pero quiero hacer de esta última batalla de Gimnasio algo memorable —contestó, con una mezcla de ilusión y nostalgia evidentes.
—Lo será, no lo dudes; no por nada Ibuki es la última Líder de la ruta oficial, y lo digo por experiencia propia —afirmó, recordando claramente su derrota ante la aludida.
—¿Cómo fue tu batalla con ella? —preguntó con interés, pensando que esto podría serle de utilidad durante su propio combate.
—Me dio una paliza —admitió, recordando lo confiado que había llegado hacía tres días al Gimnasio—; no pude con la presión después de que sacara a su Dragonair —añadió, procurando ocultar la inseguridad que había sentido tras el combate; este tipo de derrotas le hacían cuestionarse si acaso valía la pena continuar el camino que había escogido como Entrenador profesional.
Sin embargo, Danot acabó notándolo, porque él mismo se encontraba al principio de seguir ese mismo camino, sin importar el resultado de la conversación que pensaba tener con sus padres tras la Conferencia Plateada, si bien realmente deseaba tener su apoyo para esto. Y es que seguramente tendría muchos momentos como el que Jin'ya estaba pasando, pero quería ser capaz de tener el valor y la convicción para continuar a pesar de ello.
—Siempre habrá situaciones así; es la vida del Entrenador, ¿no te parece? —dijo, queriendo darse valor y dárselo a su interlocutor; no quería partir en malos términos con sus padres, pero tampoco podía traicionar lo que anhelaba con todo su ser, y esto era algo que nadie podía negarle hacer, por más difícil que pudiese resultar.
—Tienes razón; es el camino que elegimos por nosotros mismos —respondió Jin'ya, muy agradecido por esas palabras de aliento, tras lo cual pudo disfrutar mucho más de su comida.
Danot también agradeció poder haber tenido esa conversación. Le había animado muchísimo ser capaz de expresar todo aquello sin ningún reparo, además de ayudar a quien le estaba ayudando a acercarse cada vez más a su meta.
—¡Vamos, sigamos practicando! —instó con energía a sus tres Pokémon, quienes se reincorporaron de inmediato para seguirle.
Tras indicarles que reiniciasen su rutina previa, Danot fue a ver a Pyro y Croconaw; al acercarse, comprobó con satisfacción cómo el primero ya podía encender pequeñas chispas azules en torno a sus garras con cada movimiento que hacía. El chico le dedicó una felicitación y una caricia en la cabeza antes de volver con el otro grupo y observar la mejoría en la puntería de Alfa y Shady, siendo la prueba que Sparkle sólo duró tres minutos de ese asedio antes de tener que ser llamada a descansar.
—¡Alfa, Shady! ¡A partir de ahora se alternarán entre usar sus ataques y evadir los de la otra! —les indicó con ánimo tras dedicar una cariñosa caricia a Sparkle, quien lo siguió lentamente hasta el otro punto de entrenamiento.
Ahí, pudieron ver que Pyro ya había logrado generar un débil pero visible halo azul en torno a sus garras, mientras imitaba los rápidos zarpazos de Croconaw. Estaba muy familiarizado con esa energía, menos intensa que la de la Carga Dragón, pero mucho más controlable. Estaba realmente satisfecho con su nuevo ataque.
El entrenamiento se extendió por algo más de hora y media tras la reincorporación de Sparkle, pero ya no como objetivo de Alfa y Shady, sino más bien acompañándoles a disparar ataques de largo alcance contra las dianas. En cuanto a Pyro, la práctica le permitió generar por fin un ardiente fulgor azul alrededor de sus garras y cortar el aire tan rápida y precisamente como lo hacía Croconaw. Con esto, Danot dio por terminada la sesión y guardó a sus Pokémon tras felicitarles por su esfuerzo; Jin'ya hizo lo mismo con el cocodrilo.
—Supongo que con esto será suficiente —comentó Danot mientras miraba al cielo, con las manos en los bolsillos; había hecho todas las preparaciones posibles, por lo que sólo le quedaba seguir adelante con su plan.
—Tranquilo, creo que mañana harás un gran combate —contestó Jin'ya, queriendo darle una seguridad real.
—Seguro que sí —asintió, agradecido y confiando en todo lo hecho durante el día—; ¿también lucharás mañana? —preguntó con interés.
—Quiero tomármelo con calma, así que lo decidiré mañana mismo —explicó, pues a pesar del visto bueno de Saburou, aún resentía el duro golpe que le había supuesto perder tan contundentemente contra Ibuki; así, se despidió de Danot y volvió al Centro Pokémon.
Danot no tardó en hacer lo mismo, tras dedicar un par de minutos a sus propios pensamientos. Dejó a sus Pokémon con Teina, decidiendo recogerlos al día siguiente para realizar su ritual previo a las batallas de Gimnasio, tras lo cual creyó conveniente tomarse con tranquilidad lo que quedaba del día. Mientras subía a su habitación, pensó que podría ser un buen momento para actualizar la información que tenía sobre Yanagi y enviársela a Lynn, como había pensado antes de partir de Chouji.
A la mañana siguiente, cuando su Pokégear marcaba casi las diez, Danot partió del Centro Pokémon hacia el noroeste tras hacer todo lo que tenía previsto, mientras sus compañeros descansaban a gusto en sus Poké Balls. Tras atravesar el gran parque que dividía la ciudad, llegó a la zona tradicional de ésta, cuyas construcciones sencillas y ambiente tranquilo le hicieron sentirse en el pasado. En total, le tomó algo más de una hora llegar a un complejo en el extremo noroccidental de Fusube, distinto de las casas aledañas, no sólo por su considerable extensión, sino también por el estilo moderno de la pared de dos metros de altura que lo rodeaba.
—Por fin —dijo Danot para sí mismo, tras tomar una gran bocanada de aire fresco.
Estar delante del Gimnasio de más nivel de Johto le causó escalofríos muy intensos pero nada desagradables. El complejo se extendía hasta unos pocos metros de la orilla del lago que había atravesado hacía dos días montado en Tenryuu, recuerdo que ayudó a acrecentar esa sensación. Por encima de la pared, pudo avistar un edificio parecido a una catedral, de tejado rojo y un saliente en el centro, siendo este último adornado por un vitral circular. «Debe estar muy alto para poder verse desde aquí», pensó mientras caminaba hacia el portón metálico resguardado por un muchacho mayor que él, quien vestía una chaqueta roja y pantalones y mitones largos de un azul marino muy oscuro.
—Buenos días; vengo por una batalla con la Líder —expresó Danot con seriedad, queriendo dejar atrás cualquier atisbo de duda que pudiese quedarle.
—¿Un desafío? ¡Bien! —exclamó animadamente el portero antes de dejarle pasar, revelando un par de vivaces ojos café tras la cortina de cabello negro que cubría casi la mitad superior de su rostro.
Así, Danot fue llevado hasta la entrada del edificio principal del Gimnasio, donde el portero le pidió que esperase un poco mientras hacían los preparativos para la batalla. Se alejó lo suficiente para poder apreciar el vitral que había avistado desde la calle: era una pequeña circunferencia de la que se desprendían ocho brazos elipsoidales. Danot no supo si era una representación estilizada del Sol o de una flor, pero era agradable de ver; su mirada descendió hasta llegar a la puerta celeste por la que el portero había entrado, al lado de la cual había una placa como las de los otros Gimnasios que había visitado durante su viaje.
—Ibuki Ryuuzaki, "La Bendecida Domadora de Pokémon Dragón" —leyó, sin poder esconder su sorpresa ante tal título—. ¡Esta batalla va a ser magnífica! —pensó, muy emocionado; casi no podía esperar a medirse con ella.
Viendo parte de las instalaciones con las que contaba el lugar, supuso que Ibuki no sólo era una buena Entrenadora, sino que también se dedicaba a mantener el nivel del Gimnasio, y por ende, su lugar en la ruta oficial de Johto. El edificio principal estaba flanqueado por dos campos de arcilla y la misma cantidad de almacenes, seguramente llenos de implementos de entrenamiento. «Es un sitio excelente para entrenar», pensó, envidiando un poco la suerte de los aprendices de la Líder.
No tuvo tiempo de hacer mucho más, pues la puerta del edificio se abrió de pronto y el portero le hizo una señal para que entrase, mientras él regresaba al portón. Danot atravesó un pasillo corto antes de llegar al salón que albergaba el campo principal del Gimnasio, cuyos macizos muros parecían capaces de soportar el castigo de los reñidos combates que debían realizarse ahí. Recorrió uno de ellos con la mirada hasta llegar al techo, lo suficientemente alto para que los Pokémon voladores pudiesen moverse con soltura. Al bajar la vista, se encontró con un campo de batalla de dimensiones oficiales, cuyo centro era ocupado por una piscina que cubría más de un cuarto de su superficie. «Suficiente para que dos Gyarados luchen libremente», pensó al acercarse, viendo que el réferi le esperaba junto al pedestal negro instalado a un lado del campo. Sin embargo, no había ni rastro de la Líder.
Antes de poder preguntar por su paradero, oyó pasos provenientes del otro pasillo que conducía al salón, demasiados para ser de una sola persona. En efecto, se trataba de dos chicos con la misma ropa que el portero y dos chicas que llevaban las mismas chaquetas y mitones, pero con pantalones cortos y medias hasta las rodillas. Uno de los primeros, de cabello castaño y expresión confiada, se adelantó al resto para hablar con el retador tras saludarlo animadamente y presentarse como Keisuke.
—La maestra Ibuki llegará pronto, así que, ¿por qué no aprovechas para registrarte ahora? —sugirió amable y sucintamente.
—Eso haré, entonces —asintió cordialmente Danot, volviéndose hacia el pedestal.
Mientras el retador se registraba bajo la supervisión del réferi, Keisuke volvió con su grupo y todos ellos empezaron a charlar animadamente, ansiosos por la batalla que estaban a punto de presenciar, la primera del día. Esto hizo pensar a Danot que no iba a ser el único que se lo pasaría bien, pero no le dejó oír los suaves pasos de la Líder, ante quien sus aprendices se inclinaron respetuosamente.
Danot volteó tras acabar, encontrándose cara a cara con una mujer joven vestida con un leotardo azul marino y una capa color vino en el interior y negra en el exterior, siendo este último el color de las hombreras que la sujetaban. No obstante, no fue su vestimenta lo que más le sorprendió, sino sus penetrantes ojos azules, su largo cabello celeste atado en una cola de caballo y su sonrisa de confianza. La Entrenadora que había conocido en la Guarida Dragón, la Líder de Gimnasio más fuerte de Johto, ambas eran la misma persona. Ambas eran a quien tendría que derrotar para poder competir en la Conferencia Plateada.
