Round 005 — Danzando con dragones

Ciudad Fusube, lunes 09 de Octubre, Año 100 AW, 11:24 AM

Para quienes lo vieron, Danot parecía haber quedado paralizado de la impresión al cruzar miradas con Ibuki; Keisuke y compañía negaron con la cabeza, pues no era la primera vez que esto ocurría con algún retador excesivamente confiado. Quizá por ello, ninguno se esperó la aparente recuperación del espíritu de lucha del recién llegado, quien dedicó a la Líder una mirada llena de determinación. Se sabía superado en cada aspecto en el que podía pensar respecto a las batallas Pokémon, pero no iba a irse de ahí sin haber intentado ganar con todo de sí.

Por su parte, Ibuki supo ocultar su sorpresa por verlo tan pronto en su Gimnasio, dado el pésimo estado en el que le había encontrado hacía dos días, a pesar de saber que su reencuentro era inminente. Esbozó una sonrisa. Los retadores más interesantes eran los que tenían esa intensa voluntad por vencer y la habilidad para conseguirlo; esperaba que Danot contase también con la segunda.

—Podemos empezar cuando gustes —dijo Ibuki, seria y cordial, decidiendo obviar lo ocurrido entre ambos; ya tendrían tiempo para hablar de ello luego, si él lo deseaba.

Tras esas palabras, ambos se situaron en sus respectivas posiciones por indicación del réferi, mientras Keisuke y los otros se situaban a una distancia segura del campo de batalla.

—¡La batalla oficial por la medalla Rising entre la Líder Ibuki y el retador Danot, de ciudad Yoshino, está por comenzar! —exclamó el réferi, viéndoles alternadamente—. ¡Cada uno podrá utilizar tres Pokémon, pero sólo el retador podrá hacer cambios! —añadió, a lo que ambos asintieron—. ¡Entonces, liberen a sus Pokémon y empiecen! —ordenó a toda voz.

—¡Adelante, Kouryuu! —exclamó Ibuki, tras tomar una de las Poké Balls sujetas a su guante izquierdo y agrandarla para liberar a la aludida.

Dicha Pokémon era una enorme ave de expresión amable y plumaje celeste, salvo en el torso, rodeado de lo que parecía ser una mullida capa de algodón. Dos pequeñas patas azules sobresalían de ésta, reforzando su apariencia poco amenazante.

—¡Chiruuuu! —gorjeó fuertemente la Altaria de Ibuki mientras extendía sus alas blancas como nubes, exhibiendo una ferocidad que el retador no se esperaba.

Pasada esa impresión, Danot sonrió ante la particular sensación de estar luchando a la vez contra una Líder de Gimnasio y una colega viajera. No sabía si era por cómo se habían conocido o porque ponía nombres a sus Pokémon (cosa que sólo había visto hacer a Akane, Líder en Kogane), pero de lo que sí estaba seguro era de que la batalla se perfilaba como la gran experiencia que había deseado tener.

—¡Ve, Alfa! —llamó a su primera elección, listo para empezar—. ¡Rayo de Hielo! —ordenó seguidamente, queriendo presionar a sus contrincantes desde el inicio.

—¡Vuela y Afilagarras! —indicó Ibuki, con una media sonrisa llena de confianza.

Un par de aleteos bastaron para que Kouryuu se elevase y esquivase el rayo gélido proveniente del núcleo de su rival, quien disparó otro igual tras dar un salto de un par de metros. Sorprendida, la Altaria tuvo que hacer un abrupto giro sagital para evitarlo, mientras intentaba frotar entre sí sus pequeñas garras. Esto produjo que el tercer Rayo de Hielo la golpease de lleno y mandase al suelo, para sorpresa de Ibuki y satisfacción de Danot, dados los buenos resultados del entrenamiento del día anterior. No obstante, Kouryuu estaba lejos de darse por vencida, como demostró al levantarse súbitamente, con más fuerza y una mejor percepción de su entorno.

—¡Otro Rayo de Hielo! —indicó Danot en el acto, queriendo mantener esa presión.

—¡Onda Ígnea! —contraatacó Ibuki, sabiendo que su Pokémon difícilmente podría soportar otro golpe directo.

Apoyada en el borde de la piscina, la estrella de mar disparó otro zigzagueante rayo gélido que fue interceptado por una tórrida corriente de viento generada por el rápido aleteo de la dragona emplumada, quien se había posado en el extremo opuesto. No era su ataque más fuerte, pero le bastó para mantenerse a salvo del Rayo de Hielo y los que vinieron a continuación, para desazón del retador.

—¡Psíquico! —ordenó éste, sabiendo que tendría que buscar otra oportunidad.

—¡Vuela alto y Carga Dragón! —indicó rápidamente Ibuki, quien parecía adueñarse poco a poco del ritmo del combate.

Un centelleo azul en el núcleo de Alfa precedió a la liberación de una potente onda telequinética que golpeó a la ascendente Kouryuu en el pecho. Esto no le impidió lanzarse en pos de su oponente tras rodearse de una emanación azulina que se transformó en el acto en un alargado dragón del mismo color, con toda la intención de sumar su propia fuerza a la gravedad, tal y como había planeado su Entrenadora.

—¡Bajo el agua! —mandó súbitamente Danot, al darse cuenta de esto.

A pesar de que Kouryuu se acercaba como un devastador proyectil, a la estrella de mar le bastó un ágil giro para sumergirse en la piscina y evitar el golpe, forzándola a remontar el vuelo y disipar toda esa energía.

—¡Afilagarras! —indicó Ibuki, quien parecía capaz de aprovechar toda oportunidad para ganar más y más ventaja.

—¡No la dejes! ¡Rayo de Hielo! —ordenó Danot, muy consciente de este hecho; no pudo evitar sentirse como en su batalla contra Obsidian, quien tenía un estilo parecido al de la Líder.

Tras esa orden, Kouryuu volvió a frotar entre sí sus zarpas, las cuales comenzaron a brillar de color negro, justo antes de que Alfa emergiese y desplegase su rayo helado. La dragona lo eludió con un descenso súbito mientras las largas plumas que coronaban su cabeza fulguraban de color azul. Ante la amenaza de otra Carga Dragón, la estrella de mar volvió a sumergirse, forzando nuevamente a su oponente a hacer lo contrario.

—Si quieres jugar así… —musitó la Líder, sin perder la calma—; ¡Respiro! —indicó a continuación, ya con una estrategia en mente.

Kouryuu no tardó en posarse a unos metros del extremo de la alberca y comenzar a recuperar vitalidad gracias a su técnica curativa. A pesar de conocer bien el efecto secundario de ésta tras su primera batalla de Gimnasio, Danot no dudó en ordenar otro Rayo de Hielo, el cual Alfa disparó tras volver a la superficie… justo como Ibuki había previsto.

—¡Salta y usa tu Canto! —ordenó rápidamente ésta, con una sonrisa desafiante.

La dragona saltó justo a tiempo para que el ataque de hielo sólo le tocase la punta del ala izquierda, tras lo cual entonó una relajante melodía que empezó a adormecer a su contrincante. Viéndose ante la disyuntiva a la que le había conducido la Líder, Danot no tardó en optar por dar un golpe directo a Kouryuu, por lo que Alfa redirigió su Rayo de Hielo. Así, consiguió causarle un daño considerable poco antes de quedarse dormida en la superficie del agua y convertirse en un blanco fácil para su contendiente.

—¡Respiro, y después Afilagarras! —ordenó Ibuki, con mucha seguridad.

—¡Alfa, despierta! —le llamó Danot, intentando mantenerse tranquilo; por más que la situación fuese complicada, desesperarse no le ayudaría en lo más mínimo.

El chico siguió llamando a su Pokémon mientras Kouryuu se recuperaba de todo el daño recibido, y continuó así cuando ésta alzó el vuelo y empezó a frotar entre sí sus garras. Éstas se volvieron a llenar de un intenso brillo negro, mientras los músculos de su dueña se tensaban un poco más, al aumentar también su fuerza física.

Los aprendices de Ibuki observaban la batalla con mucha atención, admirados por cómo ésta había retomado el control cuando parecía que su retador la tenía dominada.

—¡No esperaba menos de la maestra! —comentó Keisuke con entusiasmo, viendo cómo Kouryuu levantaba el vuelo y se aprestaba a atacar.

—Ni yo —intervino Shiori, la chica de cabello castaño corto situada a su derecha.

Danot pensó por un instante sustituir a Alfa, sabiendo que las reglas no permitirían a Ibuki dormir a otro de sus Pokémon, pero prefirió esperar. Sabía que los otros dos que ella usaría eran aún más fuertes y no quería arriesgarse a que los suyos no estuviesen frescos para afrontarlos. Ni siquiera dudó cuando vio cómo Kouryuu se rodeaba de un ardiente hálito que fue adoptando la forma de una gran ave de fuego.

—Creo que la ronda ya está decidida —dijo un convencido Keisuke, a lo que sus compañeros asintieron; sabían que ese era el ataque más fuerte de la Altaria de Ibuki.

Vieron cómo Kouryuu, convertida en un deslumbrante fénix, se lanzaba en pos de Alfa mientras Danot seguía llamándola con fuerza, esperando que pudiese despertar lo antes posible. Nunca supo si fueron sus gritos o la energía que la dragona desprendía, pero fue entonces que la estrella de mar empezó a moverse, justo cuando la colisión parecía inminente.

—¡Salta y Rayo de Hielo! —ordenó súbitamente Danot, esperando que Alfa pudiese reaccionar a tiempo.

Ibuki se mantuvo callada, a pesar de haber tenido el impulso de indicar a Kouryuu que se alejase. Confiaba en su criterio y sabía bien que darle una orden en ese instante podría desconcentrarla, así que decidió esperar.

Alfa hizo rotar rápidamente su cuerpo posterior para salir del agua, para después disparar su rayo gélido. Al verse en esa situación, Kouryuu se forzó a reducir su ángulo de inclinación para intentar evitar el ataque y golpear a su rival. Dada la poca distancia entre ellas, la colisión fue inevitable, así como que ambas saliesen despedidas a lados opuestos del campo de batalla, la estrella de mar con su núcleo titilando y la dragona con las alas y el torso cubiertos de hielo.

—¡Velo Sagrado! —indicó rápidamente Ibuki, queriendo evitar que esa capa gélida se extendiese y congelase a su Pokémon.

—¡Recuperación! —ordenó Danot, priorizando la permanencia de Alfa en la batalla.

Ésta no tardó en llenarse de un fulgor dorado que fue restaurando gradualmente su vitalidad, mientras que su contrincante era rodeada por una luz tenue y cálida que fundió el hielo que le escocía la piel. A pesar de estar débil, aún mantenía su aumento de fuerza y precisión, por lo que se reincorporó con las alas abiertas, lista para luchar. Era Ibuki quien debía decidir qué hacer, como dio a entender al girarse hacia ella.

—¡Carga Dragón! —ordenó ésta, tras asentir agradecidamente.

Danot se hallaba en un dilema. Alargar el combate había parecido la mejor opción al inicio, pero la presión ejercida por Ibuki no le estaba dando muchas oportunidades, así que debía arriesgarse y ganar esa ronda rápidamente o arrepentirse después.

—¡Rayo de Hielo! —mandó de inmediato, lleno de determinación.

Kouryuu, ya rodeada de una estela de energía azul, no cesó su avance a pesar de ver cómo un vaho frío se formaba en torno al núcleo de su oponente. Ni siquiera lo hizo al recibir de lleno el Rayo de Hielo, por más que le escociese la piel. Sólo tenía una cosa en mente: llegar hasta Alfa y vencerla. Así, siguió volando a través de ese ataque, para admiración de los estudiantes de su Entrenadora y gran preocupación del retador.

Alfa, aparentemente inexpresiva, también estaba sufriendo al mantener su ataque. Danot, consciente de esto, buscaba cualquier apertura para inclinar el combate a su favor... y la encontró en el lugar menos esperado.

—¡Salta hacia la derecha y Psíquico! —indicó repentinamente, al haber notado que el apéndice delantero de ese lado comenzaba a flaquear.

Sintiendo que no podría resistir más, Alfa hizo un gran esfuerzo para convertir ese movimiento involuntario en un giro antihorario que le permitió evadir la arremetida de Kouryuu, cuya inercia la hizo estrellarse duramente contra el suelo. Sin perder el tiempo, la estrella de mar emitió una potente onda telequinética que amenazaba con acabar esa primera ronda.

—¡Kouryuu! —la llamó Ibuki, claramente preocupada tras semejante impacto.

La dragona intentó reincorporarse al oírla, a pesar del dolor que sentía, justo en el momento en que la energía psíquica la envolvió para empujarla contra el suelo; tenía a su rival muy cerca, pero estaba demasiado lastimada como para contraatacar. En un último esfuerzo, entonó una relajante melodía que durmió a Alfa, poco antes de que ella misma cayese debilitada.

—¡Altaria está fuera de combate! ¡El retador gana esta ronda! —exclamó el réferi, al señalar el área técnica del aludido con su banderín rojo.

—Kouryuu, gracias —le dijo Ibuki en voz baja tras devolverla a su Poké Ball; se dio un momento para observar a su oponente y dedicarle una media sonrisa confiada.

A pesar de lo ocurrido, Danot no parecía molesto, sino más bien aliviado. Guardó a Alfa tras ver el gesto de Ibuki, sin saber decir si éste era uno de respeto o de desafío. Mientras esperaba que ésta liberase a su siguiente Pokémon, repasó mentalmente el plan de batalla que había preparado el día anterior.

—No me esperaba algo así… —admitió Keisuke, impresionado por lo que acababa de presenciar.

—Ni yo, pero incluso al perder, la Altaria de la maestra ha conseguido inhabilitar a Starmie; esa ha sido la mejor parte —contestó Tsurio, el chico de cabello castaño y ojos azules situado a la derecha de Shiori, al colocarse bien sus gafas cuadradas; los demás asintieron.

—¡Es tu turno, Tenryuu! —exclamó Ibuki antes de liberar a su segunda Pokémon.

—¡Uuuum! —gruñó la dragona, tras posarse majestuosamente sobre el suelo; sin embargo, al ver contra quién combatían, su expresión pareció iluminarse.

Danot tragó saliva al ver a Tenryuu. Que lo reconociese no cambiaba lo fuerte que era, pero no estaba amedrentado, sino todo lo contrario.

—¡Adelante, Shady! —llamó con decisión a su Pokémon, quien se situó a un par de metros de la piscina tras ser liberada.

—¡Snii! —chilló la Sneasel, exhibiendo sus afiladas garras blancas y entornando la mirada al localizar a su oponente, dedicándole así una sonrisa pícara.

—¡Dragonair de la Líder contra Sneasel del retador! ¡Pueden continuar! —decretó el réferi, mientras volvía a agitar sus banderines.

—¡Canto Helado! —ordenó Danot como apertura, yendo a lo más seguro.

—¡Evádelo! —fue la única indicación de Ibuki; no quería dejar ver sus armas antes de haber comprobado de qué era capaz la comadreja.

Shady abrió sus fauces de inmediato, dejando ver sus finos colmillos, tras lo cual escupió una gran cantidad de afilados trozos de hielo hacia Tenryuu. Ésta los esquivó serenamente al extender sus alas blancas y aprovechar su anatomía serpentina para dejarlos pasar de largo. La comadreja no se dejó abatir por esto y continuó expeliendo sus veloces esquirlas mientras se aproximaba a su contrincante por el lado derecho del campo, quien las eludía cada vez con más dificultad, recibiendo así un par de pequeños cortes. Danot observaba la escena con atención, aguardando al momento ideal para dar su siguiente orden.

—¡Puño Hielo! —ordenó justo cuando la distancia entre ambas Pokémon se había reducido a menos de cuatro metros.

—¡Sni! —chilló Shady con expresión maliciosa, mientras sus garras se rodeaban de brillantes cristales de hielo.

—¡Deténla! —ordenó seriamente Ibuki, sin mostrarse preocupada.

Shady se acercó rápidamente con pasos largos y alzó amenazadoramente la zarpa derecha, ante lo cual Tenryuu reaccionó haciendo lo propio con su cola. Para su pasmo, ese apéndice no tardó en adquirir la consistencia del acero, como comprobó con dolor cuando su puñetazo fue bloqueado por éste. Ante las expectantes miradas de todos los presentes, se dio un feroz forcejeo entre ambas, en aparente igualdad de condiciones. No obstante, tras diez segundos así, la dragona decidió aplicar más fuerza, venciendo el empuje de su oponente y asestándole un tajo en el pecho que la lanzó hasta los pies de un sorprendido Danot. Éste no tardó en animarla a reincorporarse, suponiendo que Tenryuu sólo había estado tanteando su potencia física.

Shady apretó los dientes con frustración, sin poder creer que había pasado por alto la intención de la dragona. Le dedicó una mirada de rabia, viéndola levitar altivamente sobre la piscina, como si fuese inalcanzable por tener una potencia física superior a la suya. Bajó la cabeza. Era cierto. Ella no era una máquina de dar golpes y someter a sus contrincantes en instantes. No obstante, sabía que la fuerza bruta no lo era todo y que tenía algo para compensar esa carencia. Sin aviso, alzó la cabeza para escupir varios pequeños trozos de hielo que la desprevenida dragona apenas pudo bloquear con su Cola Férrea. Con esto quedó claro para todos los presentes que Shady compensaba su relativamente poca potencia física con astucia y oportunismo.

—¡Sni! —chilló Shady con picardía al levantarse, ante la seria mirada de Ibuki; ésta prefirió no decir nada al notar que incluso Danot estaba sorprendido por lo ocurrido.

—¡Uum! —gruñó Tenryuu, al dirigir una mirada de reproche a su oponente; la Líder supo que ya se había cansado de estar sólo a la defensiva.

—Tienes razón —convino, con una media sonrisa—; ¡Carga Dragón! —ordenó en el acto, manteniendo esa expresión.

—¡Cuidado! —exclamó Danot, ya sobrepuesto de su leve molestia por la maniobra traicionera de Shady; sin embargo, no podía negar que ésta le había quitado una o dos preocupaciones de encima.

Tenryuu no tardó en lanzarse como un misil en pos de la Sneasel, rodeada de una brillante estela azul; sin embargo, ésta no sólo era astuta, sino también muy ágil, como demostró al evadir ese envite con un salto hacia la izquierda, tras lo cual se giró para desplegar sus cristales de hielo y lastimar a Tenryuu. Ésta, lejos de rendirse, acometió con la cola en alto y destellando de color metálico, pero los reflejos felinos de Shady le permitieron escapar indemne de esos estoques.

—Es muy rápida —pensó una admirada Ibuki, mientras la dragona eludía por poco otro Canto Helado—; pero Tenryuu también puede serlo —agregó con tranquilidad—. ¡Danza Dragón! —ordenó de inmediato, recibiendo un suave gruñido de asentimiento.

Ante la incredulidad de Shady, Tenryuu esquivó otra ráfaga de cristales al ejecutar una serie de elegantes y místicos movimientos en el aire, encendiendo en torno a sí un hálito azulado que acompañó a la súbita tensión de sus músculos. «Otra cucharada de nuestra propia medicina», pensó Danot al tener que enfrentarse a otra usuaria de esa técnica de incremento, la cual parecía dominar a la perfección. Así, la dragona esquivó otro Canto Helado como si éste se moviese en cámara lenta, tras lo cual se lanzó al contraataque con su cola brillando de color acero. Para sorpresa de Shady, sus tajos fueron más rápidos y precisos que los anteriores, tanto como para hacerle tropezar y caer en la piscina al intentar sortear uno que por poco no le dio en el cuello. Sin embargo, ni ella ni su Entrenador imaginaban que esto era lo que la Líder había estado esperando desde el principio de la ronda.

—¡Usa Constricción y sumérgete con ella! —ordenó súbitamente Ibuki.

—¡Sal del agua, rápido! —mandó inmediatamente Danot, al darse cuenta de uno de los muchos usos que parecía tener la piscina en las estrategias de su oponente.

Demostrando ser una buena nadadora, Shady dio rápidas brazadas para llegar al borde más cercano, pero cuando le faltaba un metro se dio de lleno con una escamosa pared azul y blanca que no tardó en cerrarse a su alrededor. Como si el dolor no fuese suficiente, no tardó en percibir que Tenryuu se hundía con ella, con toda la intención de sofocarla, lo cual resultaría en una derrota por KO indirecto.

Danot observaba la escena sin saber qué hacer para ayudar a su Sneasel. Dada la situación, sus ataques no podían ser usados o resultarían inefectivos dentro del agua. «¡Claro! ¡Eso podría funcionar!», exclamó mentalmente tras recordar una característica en particular de una de las técnicas de la Pokémon de hielo.

—¡Shady! —exclamó para llamar su atención, sabiendo que en ese instante estaba ocupada procurando conservar el aire—. ¡Chirrido! —ordenó, para sorpresa de todos los presentes, sin saber si la comadreja había podido escuchar y entender sus palabras.

—No me digas que… —pensó una perpleja Ibuki—. ¡Tenryuu, sal del agua! —indicó súbitamente, tras lo cual se llevó las manos a los oídos.

—Será mejor que imiten a la maestra —aconsejó Tsurio con cara de urgencia, tras lo cual procedió a cubrirse los oídos; Keisuke y las demás, sorprendidos, tardaron un poco más en imitarlo, justo cuando Danot acababa de hacerlo también.

Sentía que con cada centímetro que descendía en el agua la presión ejercida por la dragona crecía y el aire del que disponía hacía lo contrario. Sabía que no podría resistir así por mucho tiempo, y la orden de Danot no haría más que reducirlo a nada y hacerla quedar fuera de combate, pero iba a hacerlo igualmente. No sería la primera vez que salían de una situación difícil con un recurso así, y con toda seguridad tampoco sería la última, lo cual le tranquilizó mientras preparaba sus pulmones para ello.

—¡Sniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! —chilló Shady con toda la potencia de su voz, esperando que el plan de Danot funcionase, fuese cual fuese éste.

A pesar de lo doloroso que resultó para sus propios tímpanos, Shady no detuvo su potente Chirrido. La cercanía y mejor conducción sónica del agua causaron estragos en los tímpanos de Tenryuu, tanto como para hacerla convulsionarse sin control y perder el aumento de su Danza Dragón. Sin más opción, liberó a su presa y procuró ascender, lo cual fue aprovechado por ésta para sujetarse a su cola mientras seguía emitiendo su estridente entonación, con lo que ambas acabaron fuera del agua. Cada bocanada de aire supuso un gran alivio para la Sneasel, tanto que, a pesar de no estar repuesta del todo de su sofoco, se apresuró en nadar hacia el borde más próximo a Danot. Mientras tanto, la dragona flotaba cerca de la Líder, con los tímpanos todavía zumbando tras ese suplicio sónico.

—¡Eso ha sido muy insensato de su parte! —les reprochó Ibuki a la distancia, ante lo cual Danot y Shady se miraron mutuamente, con una clara sonrisa de complicidad.

—¡A veces es necesario arriesgarse, sobre todo cuando enfrentamos a oponentes realmente fuertes! —exclamó entusiasmadamente el muchacho, ante lo cual la Sneasel asintió con seguridad.

—¡En esto tienes toda la razón! ¡No te extrañes si nosotras hacemos lo mismo! —respondió ella con una media sonrisa, halagada por ese cumplido y disfrutando mucho del combate.

—Si es el caso… ¡Canto Helado! —ordenó rápidamente, queriendo retrasar lo más posible una confrontación directa con Tenryuu.

—¡Evádelo con Danza Dragón! —contraatacó la Líder, buscando lo contrario.

Tenryuu volvió a hacer alarde de su destreza al realizar una elegante danza en el aire con la que evadió esa ráfaga de cristales de hielo, mientras su persistente dolor de tímpanos era aliviado por la sensación de libertad que volar le brindaba. Danot observó la escena con atención, intentando mantenerse calmado, e indicó a Shady que siguiese con su Canto Helado, ya con un plan en mente. La Dragonair esquivó ese ataque y los siguientes mientras se rodeaba del aura característica de la Danza Dragón, justo en el momento en que sobrevolaba un borde de la piscina. Era lo que Danot estaba esperando.

—¡Ataque Rápido! —ordenó repentinamente, con los puños fuertemente cerrados.

Esta orden tomó por sorpresa a todos los presentes, dada la renuencia del retador a una confrontación directa. Shady corrió a toda velocidad hacia Tenryuu y la embistió con toda su fuerza, y si bien le hizo muy poco daño, la dejó desconcertada. Justo como Danot había planeado.

—¡Mofa y Canto Helado! —indicó a continuación, con mucha seguridad.

—¡Aléjate y Onda Trueno! —contraatacó rápidamente Ibuki, dejando para después cualquier autocrítica hacia su exceso de confianza y falta de reflejos.

Esa última orden llegó demasiado tarde, pues Shady aprovechó la escasa distancia con su contrincante para hacerle un gesto burlesco con las garras, acompañado por un siniestro fulgor en sus ojos. Por más que lo intentó, Tenryuu no pudo emplear su pulso paralizante y evadió por poco un Canto Helado que estuvo a punto de darle en la cara.

—¡Canto Helado! —insistió Danot con decisión, como si estuviese esperando algo.

—¡Lanzallamas! —ordenó Ibuki tras pensarlo un poco; sabía bien lo que su retador quería y no iba a darle esa oportunidad.

Tenryuu no necesitó más para entender lo que pasaba por la mente de Ibuki, por lo que exhaló un Lanzallamas que anuló el ataque de hielo. Sabía que no poder utilizar la Danza Dragón no sólo limitaba su capacidad evasiva, sino también ponía un límite de tiempo a su aumento de poder. Danot también lo sabía, por lo que ordenó a Shady que siguiese atacando con Canto Helado, lo que obligó a la dragona a usar su ataque ígneo para defenderse mientras se aproximaba. Uno de ellos lastimó el brazo izquierdo de la Sneasel a la vez que dagas gélidas dañaban el mismo lado de la dragona, pero ninguna de ellas retrocedió. Ambas estaban listas para desplegar un ataque que, dadas las circunstancias, podría definir el resultado de su enfrentamiento.

—¡Termínala con Puño Hielo! —ordenó Danot, esperando que la disminución de defensa de Tenryuu inclinase la balanza a su favor.

—¡Acábala con Cola Férrea! —indicó Ibuki al mismo tiempo, confiando en la mucho mayor fuerza física y velocidad de su Pokémon.

Dadas esas órdenes, ambas Pokémon se lanzaron en pos de la otra, Shady con su garra derecha llena de cristales de hielo y Tenryuu alzando su brillante cola endurecida. Los aprendices de Ibuki observaban la batalla sin parpadear, muy atentos a todo lo que ocurría en ella. Las expresiones de quienes se enfrentaban no podían ser más dispares ante lo que vieron: un furibundo puñetazo al rostro de parte de la Sneasel, quien había eludido por pocos milímetros la cola de su oponente, que comenzaba a perder su color metálico. Parecía ser el golpe de gracia… pero no. Tenryuu profirió un grave gruñido al intentar resistir la presión y quemazón que ese ataque le producía, por lo que Shady sacó fuerzas de flaqueza para poder vencerla de una vez. A pesar del dolor, entornó la mirada y respondió con un golpe de cola que, a pesar de no ser demasiado fuerte, bastó para derribar a una Sneasel que ya se relamía por el triunfo obtenido. Así, ambas Pokémon cayeron pesadamente, extenuadas tras ese sorpresivo repunte de Tenryuu.

—¡Dragonair y Sneasel, ninguna puede continuar! —decretó el réferi con firmeza, señalando con sus banderines hacia ambos extremos del campo.

—Bien hecho, amiga —le agradeció Danot tras guardarla en su Poké Ball, tranquilo a pesar del empate; el desempeño de Shady le había dado una ventaja importante que no debía desperdiciar, sobre todo al saber bien cuál sería el tercer Pokémon de Ibuki.

—Muchas gracias, Tenryuu; lo has hecho genial —le felicitó su Entrenadora, quien no parecía demasiado preocupada a pesar de quedarle sólo un Pokémon.

—¡Wow, qué final! —exclamó con emoción Seiko, la chica de gafas y cabello negro atado en trenzas que completaba el grupo de aprendices de Ibuki; no tardó en retomar el semblante tranquilo que había tenido desde el inicio del combate, algo avergonzada.

—Sí, tanto que debo admitir que no esperaba ese repunte de la Dragonair de la maestra —acotó Tsurio, mientras volvía a colocarse bien las gafas.

—Pues yo sí, ¡del todo! —afirmó Keisuke con seguridad, ante la escéptica mirada de su colega.

—Me pregunto cuál será el tercer Pokémon de Danot —intervino Shiori, habiendo notado que el aludido parecía estar muy al tanto del estilo de combate de Ibuki.

—Yo también; supongo que lo veremos ahora —contestó Keisuke, creyendo que el retador no querría perder su ventaja enviando a combatir a un Pokémon dormido.

—O quizá no —replicó Tsurio, recordando algo importante que antes había pasado por alto.

Antes de que pudiesen decir algo más, el sonido de una Poké Ball chocando contra el suelo llamó toda su atención. Así, pudieron ver en la piscina a un enorme hipocampo protegido por gruesas escamas celestes y amarillas en el vientre y pecho, las cuales le daban una apariencia robusta. Tenía también una larga aleta dorsal blanca y una más pequeña y redondeada a cada lado del rostro. Sabiendo que era el último, el Kingdra fijó sus irises rojos en el retador, desafiándolo con la mirada mientras bajaba un poco su delgada boca tubular y dejaba ver sus cuernos ramificados de color blanco.

—Por fin, Kingdra —pensó Danot, temblando de emoción mientras tragaba saliva y cerraba los puños con fuerza, ya con una decisión tomada—; ¡ve! —exclamó al liberar a quien enfrentaría al hipocampo.

Alfa hizo su segunda aparición en el combate, maltrecha pero ya despierta, para sorpresa de todos menos Tsurio, y por supuesto, su propio Entrenador.

—Así que tiene Cura Natural —pensó Ibuki, con una media sonrisa de satisfacción; se sintió aliviada de que la presión no hubiese llevado a su retador a equivocarse.

—¡Pueden continuar! —exclamó con fuerza el réferi, manteniendo la ecuanimidad.

—¡Suiryuu, Dragoaliento! —ordenó, queriendo limitar la gran movilidad de Alfa.

—¡Tuu! —asintió con un gruñido el hipocampo, tras lo cual disparó una ráfaga de aliento azul.

—¡Evádelo y Recuperación! —indicó Danot en el acto, optando por ser precavido.

A pesar de su estado, Alfa tuvo suficiente fuerza para rotar, esquivar esa ráfaga y rodearse de un brillo áureo, con lo que el daño recibido comenzó a desvanecerse, todo ello ante la impasible mirada de su oponente, quien parecía estar esperando algo. Esto llegó cuando la estrella de mar aterrizó para seguir usando su técnica curativa, instante en el que el dragón desplegó desde su boca un rayo de energía pura que alcanzó a Alfa y la hizo volar por los aires. Si bien ésta pudo levantarse a pesar del violento impacto, había quedado tan lastimada como al inicio de la ronda.

—¡Rayo de Hielo! —indicó Danot, queriendo aprovechar la inmovilidad del Kingdra tras ese poderoso Hiperrayo.

—¡No dejes que te alcance, Suiryuu! —ordenó ipso facto Ibuki, para gran sorpresa del retador.

Alfa no tardó en emitir un zigzagueante rayo gélido hacia el hipocampo, pero éste se hundió rápidamente en el agua, dejando a la vista sólo sus cuernos. Hizo un enorme esfuerzo para nadar diagonalmente a pesar de no poder usar ninguno de sus ataques y dejar que el Rayo de Hielo congelase el agua detrás de él, formándose así un pequeño bloque de hielo. Sin embargo, esto dio una idea a Danot, quien empezaba a pensar que quizá podría vencer a Suiryuu sólo con Alfa.

—¡Continúa con tu Rayo de Hielo! —insistió, poniendo el marcha el plan que se le acababa de ocurrir.

—¡Agilidad! —contraatacó la Líder, quien si bien no parecía preocupada, no estaba dispuesta a arriesgarse con esos rayos congelantes.

A pesar de saber que no resistiría mucho más si mantenía ese ritmo, Alfa desplegó una seguidilla de Rayos de Hielo que Suiryuu eludió al nadar velozmente, hundiéndose o emergiendo cuando era necesario. Así, se hizo tan rápido que resultaba difícil verlo a simple vista, mientras que la superficie de la alberca iba siendo ocupada por una capa de hielo que se iba engrosando con cada ataque de la Starmie. El resultado previsto por Danot no tardó en darse, cuando el dragón acabó chocando contra el gélido bloque que cubría ya tres cuartos de la superficie del agua, al no ser capaz de frenar a causa de su incrementada velocidad. Si bien el daño había sido nimio, era justo lo que Danot necesitaba para hacer su siguiente jugada; estaba tan concentrado en ello que no notó la impavidez de Ibuki, quien no parecía dispuesta a dar otra orden todavía, si bien este comportamiento no era nada nuevo para sus aprendices.

—¡Sácalo del agua con Psíquico! —ordenó el chico al señalar al hipocampo, quien aún no había recuperado su postura de nado normal.

Con presteza, Alfa desplegó sus ondas telequinéticas para rodear a su adversario y elevarlo poco menos de dos metros por encima del agua, mientras éste luchaba para zafarse de esa sujeción. Sin embargo, no le sirvió de nada, y sin poder evitarlo, fue trasladado a un par de metros de uno de los bordes laterales de la piscina.

—¡Ahora arrójalo contra el suelo! —siguió Danot, ante las expectantes miradas de Keisuke y compañía.

—Hidrobomba —ordenó la despreocupada Ibuki con una media sonrisa, como si la situación estuviese bajo control.

Todavía luchando para liberarse de las ondas telequinéticas, Suiryuu aprovechó el pequeño diámetro de su boca para atravesarlas con un disparo de agua a toda presión, golpeando directamente el núcleo de Alfa a pesar de la distancia y rompiendo así su concentración. Así, se vio libre para aterrizar de "pie" en el suelo, empleando su cola enroscada como soporte, para gran admiración de todos los presentes, quienes nunca habían visto algo parecido en un Pokémon con ese tipo de anatomía.

—Su Kingdra está muy bien entrenado —pensó un impresionado Danot, al ver cómo la aparentemente frágil cola del aludido podía soportar todo su peso—; pero no podrá moverse ahora que no está en el agua —añadió con confianza—. ¡Recuperación! —indicó prestamente, queriendo aprovechar esa magnífica oportunidad.

—¡Foco Energía! —ordenó Ibuki, tranquila a pesar de esa situación desventajosa.

Un brillo dorado envolvió nuevamente a Alfa, restaurando su vitalidad y curando en el acto todas sus heridas superficiales. Mientras tanto, el dragón se concentró en un punto concreto de su propio cuerpo, el cual pareció brillar de color rojo mientras emitía pequeñas nubes de vapor. Danot sospechó que la Líder, teniendo a su Kingdra inmóvil, quería potenciar el daño que producirían sus ataques.

—Se ha confiado —pensó Ibuki, muy segura de ello—; ¡vuelve al agua con Bote y usa Ciclón! —mandó en el acto, para gran sorpresa (de nuevo) de todos los presentes.

Continuando con la retahíla de sorpresas en la que se había convertido esa batalla, Suiryuu presionó su cola contra el suelo mientras ésta brillaba de color blanco, con lo que volvió fácilmente al agua ante la sorprendida mirada de Danot. Una vez ahí, fijó la mirada en Alfa y, con un gruñido gutural, causó que el aire entre ellos se arremolinase para formar una tromba de color esmeralda dirigida hacia ella y controlada por el sutil movimiento de sus aletas laterales. Ese Ciclón engulló tanto agua como hielo antes de hacer lo mismo con la estrella de mar, quien se convirtió en un brillo dorado dentro del mismo; o, como lo veían la Líder y su Pokémon, una diana perfecta.

—¡Hiperrayo! —exclamó decididamente Ibuki, queriendo terminar ya esa ronda.

—¡Rayo de Hielo! —ordenó presurosamente Danot, sin saber qué más hacer para salvar a Alfa de ese destructivo ataque.

Aún en control de la tromba, Suiryuu no tardó en generar en la punta de su boca una esfera de luz dorada, de la cual se desprendió un grueso rayo dirigido hacia Alfa. No obstante, el brillo de la Recuperación cesó y fue rápidamente reemplazado por otro celeste, tras lo cual gruesas puntas de hielo empezaron a emerger de la parte superior del Ciclón, en el preciso momento en que el Hiperrayo llegaba a él.

El atronador sonido del hielo al romperse llenó toda la sala, tras lo cual trozos del mismo empezaron a caer como granizo, justo cuando el vórtice del Ciclón terminaba de diseminarse. A esto siguió la caída de una derrotada Alfa sobre el hielo que aún cubría parte de la piscina. La titilación y el leve resquebrajamiento de su núcleo indicaban que el daño causado por el Hiperrayo había superado con creces lo esperado, incluso el de un oportuno golpe crítico.

—¡Starmie no puede continuar! ¡La Líder y su Kingdra ganan esta ronda! —decretó el réferi al señalar el área técnica de estos últimos con su banderín verde.

—Bien hecho, Alfa; muchas gracias —dijo sentidamente Danot, reconociendo todo el esfuerzo hecho por su Pokémon.

Con la Poké Ball de su inicial asegurada en el cinturón, Danot se dio un momento para observar cuidadosamente a Suiryuu. A pesar del daño recibido, aún se le veía muy lozano, lo cual le llevó a pensar que los ataques de Sparkle no le harían más daño que el Psíquico de Alfa. Debía atacarlo con algo efectivo, por más que esto significase tener una clara desventaja de tipo.

—¿Cuál creen que será su último Pokémon? —preguntó Shiori con curiosidad.

—Ni idea, pero viendo cómo duda, supongo que Starmie era el mejor que tenía —sentenció Tsurio, quizá el aprendiz que había analizado más a fondo el combate.

—Sea cual sea, supongo que será alguno que al menos reciba daño neutral de los ataques de tipo agua y dragón —opinó Keisuke, pensando que esto sería lo más lógico.

—Parece ser que Starmie era su Pokémon más fuerte —pensó también Ibuki, quien agradecía que Suiryuu tuviese la habilidad Francotirador, la cual había incrementado el daño producido por el Hiperrayo y asegurado su victoria.

—Confío en ti, amigo —dijo Danot al liberar a su último Pokémon; era una apuesta muy arriesgada, irónicamente ideal para la que había querido que fuese la batalla más emocionante de su vida.

Para gran sorpresa de Ibuki y sus aprendices, el Pokémon elegido por Danot era un Charmeleon de escamas doradas. Éste se situó a un par de metros delante de Danot y vio lo poco alentadora de su situación: su oponente era quizá el Pokémon de agua más fuerte que había tenido que enfrentar; además, el campo de batalla contenía los dos elementos que más limitaban su movilidad. ¿Su respuesta? Un breve pero notable brillo azul que llenó el fuego de la punta de su cola, y una mirada de sincera gratitud a Danot por su confianza y la oportunidad de medirse con un rival que representaba el mayor reto que había tenido en su relativamente corta vida.

—La vida tiene formas muy curiosas de traernos de vuelta al pasado —pensó Ibuki, mientras la visión del chico y su Charmeleon le recordaba una escena de su propia vida—; ¡veamos cómo acaba esto! —dijo para sí misma, sonriendo con algo de añoranza.

—¡Charmeleon del retador contra Kingdra de la Líder! ¡Que la batalla continúe! —decretó el réferi con firmeza, dejando ver que también estaba disfrutando del combate.

—¡Hidrobomba! —fue la apertura de Ibuki, aprovechando su clara ventaja de tipo.

—¡Evádela y Lanzallamas! —contraatacó Danot, queriendo probar suerte antes de mostrar las mejores técnicas de su Pokémon.

Manteniendo su expresión serena, Suiryuu disparó con presteza una columna de agua a presión, mas su oponente la eludió con un ágil salto hacia la derecha y contestó con un rápido Lanzallamas, el que el hipocampo evitó al sumergirse. Se hacía evidente que así ninguno de los dos iba a poder conectar un golpe certero de larga distancia, lo cual le daba una ventaja adicional al Pokémon de la Líder.

—¡Triturar! —ordenó Danot a continuación, plenamente consciente de este hecho.

—¡Torbellino a discreción! —indicó Ibuki, mostrándose prudente ante la elección de ataques del retador; dudaba que todo ello fuese parte de un intento desesperado.

Suiryuu no tardó en alzar la cabeza mientras su cuerpo empezaba a brillar de color azul, tras lo cual generó una espiral de agua que lanzó rápidamente hacia su oponente, quien se vio obligado a dar quizá el brinco más alto que había realizado en su vida. Así, terminó aterrizando sobre el hielo, cuyo tacto le resultó molesto, si bien más tolerable que el agua, sobre todo la del Torbellino del dragón. Guiándose por su instinto, dio un salto más grácil que el anterior, y así fue eludiendo los que siguieron, con la ejecución de una danza acrobática que Ibuki no tardó en reconocer.

—Así que Danza Dragón —dijo para sí misma con interés, intrigada por qué más ocultaba Pyro, dada su desventaja de tipo—. ¡Ciclón! —indicó rápidamente, para gran sorpresa de su oponente y de sus propios estudiantes.

—¡Mantén tu Danza Dragón y no dejes que te alcance! —ordenó Danot en el acto, recordando muy bien cómo Alfa había quedado fuera de combate.

Confiando en el criterio de Ibuki, Suiryuu generó de inmediato una tromba de color esmeralda que se cernió amenazadoramente sobre su adversario, absorbiendo todo lo que estaba en su camino. Ante tal peligro, Pyro no tardó en alejarse patinando y dando brincos sobre el hielo para escapar de esa ofensiva controlada milimétricamente por el hipocampo. El fruto de dicho esfuerzo pronto se manifestó en un aura azul en torno del Charmeleon, acompañada por la tensión de los músculos de sus extremidades y cola, cuya flama se había teñido del mismo color. «¡Es ahora o nunca!», pensaron al unísono Danot y Pyro, justo cuando el Ciclón volvía a amenazar al segundo.

—¡Ve por ambos con tu nuevo ataque! —ordenó súbitamente el retador, queriendo mantener en secreto la naturaleza del mismo por tanto tiempo como le fuese posible; a pesar de ello, sus rivales se mantenían tranquilos, sabiendo que dominaban la batalla.

Con la confianza que siempre le daba contar con ese incremento, Pyro se lanzó sin dudar hacia la tromba situada entre él y sus adversarios, por lo que éstos no podrían verlo y viceversa… justo lo que más le convenía en ese momento. Extendió sus garras, las cuales se llenaron de un brillo mucho más intenso del que ya las rodeaba, y cuando estuvo a casi un metro del Ciclón, le asestó un par de furibundos zarpazos en la parte inferior, donde su radio era de sólo treinta centímetros. Esta temeraria maniobra causó que la tromba se dividiese en dos, con la parte superior diseminándose casi en el acto al no tener una base y la inferior siendo tan pequeña e inofensiva que el lagarto pudo atravesarla sin problema, abalanzándose sobre su contrincante con las garras en alto.

—¡Hidrobomba! —mandó una urgida Ibuki, quien había podido reconocer el ataque que había anulado el Ciclón a pesar de todas las precauciones de su retador.

Apenas oyó esa orden, Suiryuu se aprestó a disparar su ataque de agua, pero no contó con tener prácticamente cara a cara a Pyro, gracias a su aumento de velocidad. Muy tarde, se dio cuenta de que había permanecido demasiado cerca del límite entre el agua y el hielo, y esto le costó recibir dos fieros zarpazos en el pecho que lo dañaron considerablemente. No obstante, esto no le impidió contraatacar con un potente chorro de agua a presión, el cual arrastró al Charmeleon hasta el límite opuesto del campo de batalla, empapado del abdomen para arriba y con su hálito azulino desvaneciéndose paulatinamente.

Ambos Pokémon habían quedado muy tocados tras ese intercambio de ataques, como demostraba su incapacidad para reasumir sus posturas normales. Sin embargo, ninguno estaba dispuesto a rendirse y ambos se aprestaron a seguir, irguiéndose y cruzando miradas llenas de determinación y ferviente deseo de ganar. Apelando a su ventaja de tipo, Suiryuu desplegó un potente torrente de agua por indicación de la Líder, el que el lagarto se dispuso a contrarrestar con una tórrida columna de fuego, algo muy distinto a lo que Danot tenía pensado ordenar. Esto le llevó a suponer que Pyro tenía una buena razón para atacar en lugar de esquivar, fuese porque todavía no podía moverse o que supiese que en esa situación le convenía hacerlo. Decidió tomar ese riesgo y confiar en su decisión.

A más de uno extrañó que Pyro quisiese detener la Hidrobomba con un ataque de fuego, sobre todo cuando este último comenzó a ceder, poniéndolo en un gran peligro. Sin embargo, cuando la suerte parecía echada, la llama en la punta de su cola empezó a arder muy intensamente, al punto de triplicar su tamaño usual, mientras sus ojos se llenaban de un intimidante brillo rojo. Como resultado de la activación de su habilidad Mar Llamas, su ataque ígneo creció descomunalmente, al punto de recuperar el terreno perdido en segundos, para pasmo de los presentes, incluyendo a su propio Entrenador.

—¡Bien hecho, Pyro! ¡Tú puedes ganarle! —le animó un entusiasmado Danot tras recuperar la ecuanimidad, a lo que el aludido respondió aumentando aún más el poder de su ataque, tanto como para derretir todo el hielo que quedaba sobre el agua.

—Si esto sigue así… —caviló Ibuki, preocupada al ver cómo el fuego amenazaba con vencer a la Hidrobomba de Suiryuu—; ¡bajo el agua! —ordenó en el acto, creyendo que lo mejor en ese momento era evitar una confrontación directa.

Entendiendo esa intención, el Kingdra se sumergió sin dejar de atacar, mientras Ibuki daba algunos pasos hacia su izquierda, anticipándose a lo que iba a pasar. Así, cuando el primero se ocultó completamente, el potente Lanzallamas siguió su camino hasta chocar contra uno de los muros, dejando una gran mancha negra. Sin dar tregua al hipocampo, Pyro intentó dirigir su ataque hacia el agua, pero para su mala suerte, la extenuación causada por el daño recibido y el empleo de su Mar Llamas se manifestó a modo de intensos calambres y el desenfoque de su vista. Así, cayó de cara al suelo, apoyándose en sus cuatro extremidades y jadeando con fuerza. A pesar de ello, quiso seguir luchando hasta el final, pero al parecer éste había llegado ya, de la peor manera posible.

—¡Ciclón! —ordenó Ibuki, aliviada tras lo que podría haber significado su derrota.

—¡Tuu! —asintió Suiryuu al emerger, cansado pero decidido a vencer de una vez a un oponente que había resultado ser más fuerte de lo que había creído en un inicio.

—¡Vamos Pyro, levántate! —le animó Danot, sabiendo que éste aún quería luchar y sintiendo que era lo único que podía hacer por él en ese instante—. ¡Tú puedes, amigo! —insistió al ver que éste seguía postrado.

«Esto no puede acabar así, ¡no!», decía claramente la expresión de Pyro, pero lo cierto era que, por más que tratase, su cuerpo ya no respondía a su deseo de continuar luchando. Vio con frustración cómo su rival conjuraba una tromba esmeralda y maldijo no ser capaz de siquiera desplegar un Lanzallamas para intentar detenerlo… maldijo no tener un mejor control de su Mar Llamas, ya que era la primera vez que una de sus batallas no terminaba poco después de la activación de ésta. Sólo pudo ver, inmóvil como estaba, cómo el Ciclón se aproximaba para atraparlo y dejarlo completamente vulnerable al siguiente ataque de Suiryuu. Así, no pudo oponerse a esa potente succión y quedó atrapado en su vórtice, simplemente esperando a que todo acabase mientras dejaba escapar un gruñido de amargura, uno que nadie pudo escuchar. Nunca supo cómo, pero Danot pudo sentirlo: su Pokémon había renunciado a ganar.

Recordó claramente la conversación que habían tenido el día anterior, y no pudo evitar preguntarse si acaso Pyro se había rendido por esto. A pesar de su buena intención, sintió que quizá había forzado su preocupación en él, sin tener en cuenta sus propios deseos y opinión al respecto. Y esto podía ser peor que cualquier herida física que su apreciadísimo Pokémon pudiese recibir.

—¡Pyro, no te rindas! ¡No importa si ganamos o perdemos, pero nunca te rindas! —exclamó fervientemente Danot, casi dejándose la garganta en ello.

Esta emotiva demostración caló hondamente en quienes la escucharon. Keisuke, Shiori y Seiko se vieron entre sí, recordando cada uno su propio combate con Ibuki antes de convertirse en sus aprendices. Ésta dedicó al retador una mirada de respeto por su gran espíritu de lucha.

—Hiperrayo —ordenó serenamente, queriendo honrar esa determinación.

Procurando mantener el control del Ciclón a pesar de su estado, Suiryuu empezó a acopiar energía en la punta de su boca y generó una esfera dorada que fue creciendo cada segundo. Mientras tanto, en el vórtice, Pyro había abierto los ojos tras escuchar las palabras de aliento de Danot, sintiendo que éste finalmente había comprendido sus sentimientos acerca de su forma de combatir. Él tenía razón: podían perder, pero nunca debían darse por vencidos, incluso si sus posibilidades de victoria eran de menos del uno por ciento. Juntó todo su valor y determinación, lo que causó que la flama de su cola creciese en volumen e intensidad y sus ojos se llenasen de un fulgor ígneo, tras lo cual expelió una bocanada de fuego que, a la vista de todos en el exterior, transformó al Ciclón en un tornado llameante. Sin importarle haber perdido el control de éste o lo impresionante que resultaba ese infierno terrenal, Suiryuu disparó su rayo de energía pura directamente hacia éste, para terminar de una buena vez con el combate.

Para sorpresa de los aprendices de Ibuki, el tornado ígneo fue capaz de contener el avance del Hiperrayo mientras la temperatura comenzaba a aumentar, al convertirse parte de esa energía en calor. Pero era un equilibrio sumamente frágil que amenazaba con romperse en cualquier momento, y no libraba a Pyro de sentir la enorme presión ejercida por dicho ataque. Pero no fue lo único que sintió, pues un intenso y constante cosquilleo había invadido sus extremidades, cola y el centro de su espalda, si bien no le resultaba demasiado molesto. Finalmente, el agotamiento le impidió seguir usando su emisión flamígera, con lo que el ataque de Suiryuu pudo atravesar por fin el vórtice. Pronto, toda sensación se desvaneció por completo y la oscuridad se cernió sobre Pyro, como un telón negro que indicaba el final del combate.

No sentía dolor, ni agotamiento. No sentía nada más que su propia conciencia en esa lúgubre oscuridad. ¡Debía salir de ahí! ¡Debía volver con Danot y sus compañeros, fuese como fuese! Su mirada recorrió prestamente sus alrededores, buscando alguna luz que le pudiese guiar a la salida, pero lo único que logró ver fue que todo su cuerpo había adquirido una coloración gris, tan carente de vida que le hizo temer que la batalla no era lo único que había perdido. Pyro se negó a aceptarlo, queriendo creer que ese no era el final para él.

Tras algunos segundos que se le hicieron eternos, su deseo se vio aparentemente recompensado: pudo ver a lo lejos un pequeño pero intenso punto de luz blanca, y sin dudar, intentó dirigirse hacia él. A pesar de sentir que no se movía, sabía que lo estaba haciendo, pues éste se iba haciendo cada vez más grande y brillante, hasta convertirse en un círculo luminoso de dos metros de diámetro cuando Pyro estuvo a dos palmos de él. Lo vio con reverencia, sin saber de qué se trataba, a pesar de haberlo buscando con tanta insistencia. Ignoraba lo que ocurriría al atravesarlo, pero estaba decidido a tomar el riesgo, por lo que se lanzó hacia él sin dudar más. El contacto con éste le transmitió una calidez que le resultó familiar…

Como en aquella ocasión, empezó a sentir cambios en sí mismo mientras pasaba a través del círculo de luz: sus extremidades se alargaron, haciéndose las inferiores más robustas y las superiores más delgadas, pero no por ello menos fuertes; su torso, cola, abdomen y cuello también se alargaron y engrosaron, y su cuerno se dividió en dos, uno a cada lado de su cabeza. No obstante, el cambio más significativo fue la aparición de dos elegantes alas en su espalda, rojas como la sangre en su interior y negras como como el carbón en los bordes y el exterior. En realidad, este segundo color era el que llenaba el nuevo cuerpo de Pyro, a excepción de su vientre y la zona inferior de su cola, protegidos por escamas de color crema. Sonrió complacido: había regresado al juego, ¡y de qué manera!

De vuelta al plano físico, la pugna entre el Hiperrayo y el tornado ígneo ocasionó una estruendosa explosión que obligó a los presentes a cubrirse los ojos. El hipocampo optó por cerrarlos, valiéndose de su oído para enterarse de lo que ocurría en torno a él. Así, pudo escuchar el sonido del agua agitándose y azotando los bordes de la piscina… ¡y un rugido atronador que llenó la sala! Esto último produjo un respingo colectivo que llevó a todos a ver hacia arriba, donde la explosión acababa de disiparse, dejando ver al imponente lagarto alado de escamas negras y penetrante mirada de ojos rojos en el que Pyro se había convertido.

—Asombroso… —dijeron a coro los estudiantes de Ibuki, pues para todos ellos éste era un hecho sin precedentes en el Gimnasio.

—Qué conveniente —musitó la Líder con ligera ironía—; pero necesitarán más que eso para vencernos —afirmó con una media sonrisa confiada, la cual dejaba patente la emoción que estaba sintiendo por cómo se estaba desarrollando el combate.

—Pyro… ¿de verdad eres tú, amigo? —preguntó Danot a pesar de saber muy bien la respuesta, quizá porque era el más sorprendido de todos los presentes.

Silencio sepulcral. El Charizard negro se mantuvo en el aire, con la mirada fija en el hipocampo y sin reaccionar ante las palabras de Danot, alertando así a los demás. Sin embargo, antes de que el réferi pudiese pronunciarse al respecto, Pyro aterrizó cerca del borde de la alberca y se giró hacia su Entrenador, quien se mantenía en suspenso ante el escrutinio de esos ojos rojos como la sangre.

—Zaar —gruñó suavemente Pyro, relajando su expresión y dedicándole un gesto afirmativo con la zarpa derecha.

—Pyro… ¡felicidades por tu evolución! —le congratuló Danot, igual de emocionado que el día del nacimiento de su Pokémon—. ¡Bien, vamos por esa medalla! —le instó, con lo que el aludido volvió a centrar su mirada en el caballo de mar.

—¡Kingdra contra Charizard! ¡Pueden continuar! —indicó el réferi, manteniéndose ecuánime y queriendo instar a los demás a hacer lo mismo.

—¡Hidrobomba! —ordenó Ibuki sin dilación, apelando otra vez a la ventaja de tipo; estaba a la expectativa de las nuevas capacidades del recién evolucionado Charizard.

—¡Vuela y Danza Dragón! —ordenó Danot de inmediato, casi sin pensarlo.

Haciendo alarde de sus nuevas alas, Pyro las extendió y batió para alzar el vuelo y eludir esa peligrosa Hidrobomba, adueñándose así del espacio aéreo. Esto no desanimó a Suiryuu, quien desplegó de inmediato otra a pesar del esfuerzo que le suponía utilizar ese ataque de forma prolongada, pero este intento fue esquivado con un oportuno giro hacia la derecha. A esta maniobra siguió una serie de piruetas aéreas que en poco más de diez segundos permitieron a Pyro generar un hálito azul a su alrededor y aumentar su fuerza física y velocidad, como dejaban ver claramente los tensados músculos de sus extremidades y cola.

—¡Ciclón! —cambió de táctica Ibuki, considerando ese ataque como más adecuado para lidiar con adversarios voladores.

—¡Tuuuuu! —gruñó fuertemente Suiryuu, invocando así una gran tromba de viento esmeralda que no tardó en dirigir hacia su oponente.

Le encantaba desplazarse con libertad por el aire, tan lejos del suelo del que rara vez se había separado hasta entonces, sentir el viento en su cara, las posibilidades que le representaba tener alas, la confianza que le brindaba volar como si lo hubiese hecho desde el principio. Poco tardó en darse de cara con uno de los peores enemigos de los Pokémon voladores: las turbulencias, como las causadas por el Ciclón al que se había acercado sin cautela por su inexperiencia. Así, perdió la estabilidad y cayó en picado hacia la piscina, sin manera de retomar el vuelo al carecer de las suficientes velocidad y fuerza, a pesar del incremento de la Danza Dragón… y fue entonces cuando vio con claridad cuál era la solución. Para pasmo de todos quienes le veían, aceleró en lugar de frenar, sólo para efectuar un forzado bucle interior que le llevó a pasar cerca de la base del Ciclón y luego por encima de éste, a pocos metros del techo, mientras su aura se hacía más intensa y empezaba a ser recorrida por fulgores similares a serpientes de un azul mucho más intenso. Encontrándose próximo al punto inicial de su maniobra, Pyro desplegó sus garras, con las que se dispuso a atacar.

—Muy listo, pero ese truco no volverá a funcionar —pensó Ibuki, viendo cómo Pyro asestaba un fiero zarpazo a la base del Ciclón—; ¡bajo el agua y Torbellino! —ordenó en el acto, queriendo aprovechar la relativamente poca distancia entre ambos Pokémon.

Tras librarse del Ciclón, Pyro se dispuso a atacar a Suiryuu, pero éste ya se había refugiado bajo el agua, en cuya superficie se formó un Torbellino que ascendió muy rápidamente. Sin tiempo para esperar órdenes, no dudó en exhalar una espiral ígnea que, si bien no detuvo completamente el ataque de agua, le dio suficiente tiempo para alejarse.

—¡Danza Dragón! —indicó Danot, queriendo aprovechar la inmersión de Suiryuu y agradeciendo la suerte que su Charizard había tenido con esa maniobra.

Siguiendo esa orden, Pyro no tardó en ascender hasta lo más alto de la sala, donde reinició su danza mística; esto le permitió reavivar el fiero hálito que lo cubría y evadir un recién formado Ciclón. Lejos de rendirse, Suiryuu redirigió su ataque de inmediato, pero éste no era lo suficientemente rápido para alcanzar a su blanco, al menos no en su desplazamiento horizontal. Siguió intentándolo a pesar de ello, pero su rival ya era consciente del peligro que suponía acercarse sin más y prefirió consolidar su aumento de poder con más piruetas, lo cual tampoco era sencillo, pues su cuerpo aún no estaba acostumbrado a semejante carga física. Quedaba claro que ninguno de los dos iba a rendirse sin darlo todo de sí.

Durante el siguiente medio minuto, las únicas señales de su presencia fueron el sonido de alas cortando el aire y la vertiginosa tromba que recorría el campo, lo cual contribuyó a un marcado aumento de la expectación de todos los presentes. Tras ese tiempo, Pyro reapareció delante de Danot, exhibiendo un fulgurante hálito azul surcado por un sinnúmero de flujos azulinos que imitaban la forma de pequeños dragones, lo que Ibuki reconoció como el nivel dos de la Danza Dragón. Esto no le preocupó mucho, pues ni con ese aumento Pyro podría alcanzar a Suiryuu dentro del agua; sin embargo, le intrigaba lo que planeaba su retador, quien se mostraba tranquilo, como si tuviese la situación bajo control.

—¡Garra Dragón! —ordenó Danot, aparentemente repitiendo su táctica anterior.

Asintiendo con un potente rugido, Pyro se dirigió a toda velocidad hacia la tromba con sus zarpas desplegadas y brillando más que el resto de su cuerpo, preparadas para volver a destruirla. Ibuki apenas pudo esconder una sonrisa confiada ante tal maniobra, creyendo que Danot había caído en su trampa.

—¡Hidrobomba! —ordenó súbitamente ella, justo cuando Pyro se encontraba a un par de metros de la base de la tromba.

—¡Asciende y rasga el Ciclón!—mandó en el acto Danot, con una sonrisa triunfal; todo había salido de acuerdo a lo planeado.

Mostrando una expresión pícara, Pyro cambió el ángulo de sus alas para ascender intempestivamente y eludir el potente disparo de agua que le habría hecho presa fácil del Ciclón. En el trayecto hacia lo más alto de la sala, sus garras rasguñaron la tromba y la desestabilizaron por completo, dándose su violenta disipación debido a la dirección y velocidad de la perturbación. De esa forma, una gran cantidad de agua se desbordó de la piscina y Suiryuu chocó aparatosamente contra el borde más cercano a la Líder. A pesar de ello, éste seguía consciente y dispuesto a luchar, sobre todo al ver a su rival descender velozmente con las alas extendidas y rígidas, sin que Danot se lo hubiese indicado.

—¡Otra Hidrobomba! —reaccionó una tenaz Ibuki, nada dispuesta a rendirse.

—¡Cuidado! —exclamó Danot, suponiendo que Pyro había aprendido ese nuevo ataque al evolucionar, junto al Giro Fuego que había usado antes.

Herido en su orgullo más que en otra cosa, Suiryuu se aprestó a ejecutar un fuerte disparo de agua que fue eludido gracias a un rápido tonel volado del Charizard, quien se acercaba cada vez más, con toda la intención de acabar ya con la batalla. Al Kingdra le resultaba difícil encajar que los roles se hubiesen invertido tan radicalmente, sobre todo al haber tenido desde el principio una ventaja apabullante. A pesar de ello, no se dejó amilanar y, apelando a su voluntad y fidelidad hacia Ibuki, se dispuso a repetir su ataque por indicación de ésta… o lo habría hecho, de no ser porque algo dentro de sí mismo le hizo detenerse de pronto. Sin saber por qué, sólo que eso era lo que requería para ganar, Suiryuu expandió lo más posible su boca y comenzó a acopiar energía en la punta de la misma, pero a diferencia de veces anteriores, el cúmulo tenía un llamativo color entre zafiro y verde, similar al del aura de Pyro. Cuando éste estaba a punto de atacarle, forzó su cuerpo a realizar un súbito desplazamiento con su Agilidad para situarse a la derecha de su sorprendido oponente, a quien no tardó en disparar su recién aprendido Pulso Dragón.

No pasó por su mente que el hipocampo fuese a ponerle contra las cuerdas tras su oportuna evolución, pero la autocrítica vendría luego, ya que debía evitar ser golpeado por esa veloz esfera. Forzando sus alas, logró elevarse lo justo para que ésta pasase de largo… o eso habría ocurrido, de no ser porque la resonancia entre las dos auras causó que el Pulso Dragón explotase violentamente justo debajo de Pyro, dañándole un poco. La preocupación se hizo patente en el rostro del retador, mientras que en el de la Líder se asomó un atisbo de sonrisa.

—¡Pulso Dragón a discreción! —ordenó Ibuki con renovada confianza, teniendo por fin un arma efectiva contra la técnica de incremento del Charizard negro.

—¡Tuu! —asintió el hipocampo, tras lo cual expandió su boca para atacar.

—Esto no es bueno… —pensó Danot con preocupación, mientras Pyro sobrevolaba la alberca a una distancia prudencial de su rival, aún sorprendido por el nuevo ataque de éste—; ¡Danza Dragón! —indicó al notar que su hálito amainaba un poco, esperando que esto le diese tiempo para pensar en una solución.

A pesar de ese revés, Pyro se dispuso a seguir usando su danza mística, mientras Suiryuu disparaba una retahíla de proyectiles de energía que superaban fácilmente los cuarenta centímetros de diámetro. Si bien no era nada sencillo mantener ese ritmo, las explosiones que ocurrían detrás suyo fueron suficiente incentivo para llevarlo a cabo de forma impecable, avivando de nuevo el aura que le rodeaba. Cuando hubo logrado su objetivo inmediato, se enfocó en acabar cuanto antes con el combate, a riesgo de ser derrotado por el desgaste realizado.

—¡Y yo que pensaba que la batalla no tendría más sorpresas! —comentó Keisuke con marcado entusiasmo, a lo que los demás solamente asintieron con un movimiento de cabeza conjunto. Estaban completamente absortos en el combate.

De vuelta a éste, ambos contrincantes se encontraban ya demasiado cerca de sus límites, uno por mantener el asedio con el uso constante de su Pulso Dragón, y el otro por el daño residual de las explosiones causadas por tal ataque, sin contar lo difícil que había sido mantener su aumento y evitar golpes directos. Se enfrascaron en un duelo de miradas, pausa que les permitió recobrar un poco el aliento y prepararse para lo que habían decidido que sería el acto final; era una cuestión de honor terminar con ello ya. Sus Entrenadores entendieron ese significativo intercambio visual y decidieron jugarse todo en esa confrontación definitiva; no pensaban en la derrota, sino en dar un final espectacular a tan encarnizado combate, uno que había satisfecho por completo sus ansias de batalla.

—¡Ve por él! ¡Garra Dragón! —ordenó firmemente Danot, con una idea arriesgada en mente; todo dependía de si cierta sospecha suya era correcta o no.

—¡Termínalo ya con Pulso Dragón! —indicó Ibuki con determinación, no queriendo perder; por un momento, volvió a sentirse como esa decidida quinceañera que había recorrido Johto en busca de medallas para probar su valía como sucesora de su abuelo.

Extendiendo sus alas, Pyro se lanzó en pos del hipocampo con las garras al frente, cubiertas de un aura más densa que la del resto de su cuerpo. Suiryuu ni se inmutó ante ello y expandió tanto como pudo el ancho de su boca, para producir esferas de energía lo suficientemente grandes para tener la certeza de que su rival no pudiese soportar un impacto directo. Así, empezó a dispararlas, pero el Charizard no se dejó amedrentar, o eso dejaba ver, sabiendo que si Danot no se sacaba pronto un as de la manga, podrían ir despidiéndose de la victoria. A pesar de esa duda, prosiguió con su arremetida, confiando en él, suscitando expresiones de asombro en los presentes ante tan temeraria maniobra.

—¡Destrúyelos con tus garras! —indicó repentinamente el retador, con lo que Pyro comenzó a dar rápidos zarpazos a diestra y siniestra, haciendo explotar los primeros Pulsos Dragón lo suficientemente lejos de sí mismo como para que sus estallidos no le dañasen demasiado ni interrumpiesen su avance.

—Increíble… —parecieron decir a coro los aprendices de Ibuki al ver aquello.

—¡Sigue así, Pyro! —le animó Danot, sabiendo lo importante que podría resultarle ese apoyo.

A pesar de ver anulada la que había devenido en su mejor arma contra su rival, el hipocampo no se dejó abatir por tal revés, no tras haber recobrado sus posibilidades de ganar y, sobre todo, su autoconfianza. Ese enfrentamiento se había convertido en una cuestión muy personal para él, por lo que no dudó en disparar sus fulgurantes esferas con lo que le quedaba de fuerza; alguna tendría que impactar a Pyro y dejarlo fuera de combate. Sin embargo, no se imaginaba que Ibuki ya tenía otros planes.

—¡Hidrobomba! —ordenó súbitamente ésta, tras notar que Pyro se mantenía en el mismo plano horizontal mientras avanzaba hacia Suiryuu; era una oportunidad que no podían desaprovechar.

—¿Tuu? —no obstante, el empeño de este último por derrotar a su adversario le jugó en contra, al no permitirle reaccionar a tiempo ante esa orden, dando al retador un par de valiosos segundos para improvisar una contraofensiva.

—¡Ataque Ala! —indicó intempestivamente Danot, sabiendo bien que el éxito o fracaso de ese ataque determinaría el resultado del enfrentamiento; por ello, no dudó ni un instante en poner todo de sí para ganarlo.

Ojos entornados, cuello tenso, éstas fueron las señales previas al poderoso disparo de agua de parte de Suiryuu, justo cuando Pyro destruía el último Pulso Dragón con un certero zarpazo, sólo para verse cara a cara con ese otro ataque. Intentar cambiar de rumbo drásticamente significaría recibirlo igualmente, por lo que continuó volando de frente, extendiendo totalmente sus alas y acelerando, a pesar de no sentirse listo para lo que se le venía encima. Cuando todos los presentes creían que el impacto era inevitable, un oportuno tonel volado permitió al Charizard evitar un golpe directo, pero un mal cálculo hizo que el ataque alcanzase su ala derecha, con lo que se desestabilizó y amenazó con estrellarse en cualquier momento. No obstante, al tener a Suiryuu tan cerca, no dudó en abalanzarse sobre él, sin importarle estar volando al ras del agua, ni el dolor que le afligía, ni siquiera la visión de éste preparándose para atacar a pesar de estar igual de maltrecho. Así, empleando su aún activo aunque debilitado incremento, asestó al hipocampo un fortísimo golpe de ala antes de que éste pudiese disparar su Pulso Dragón, llevándoselo por delante, con lo que ambos acabaron estrellándose fuera de la piscina, a tan sólo unos metros de donde se encontraba Ibuki, quien como los demás observaba atónita la escena.

Procurando no mostrarse impresionado por lo que se perfilaba como un empate, el réferi corrió hacia los dos Pokémon para comprobar su estado. Examinó a ambos con mirada acuciosa, notando que habían sobrepasado por mucho sus límites físicos y, por ende, perdido el conocimiento tras el encontronazo y posterior choque contra el suelo. Decidió esperar un poco más antes de emitir un resultado oficial, por si alguno de ellos daba señales de recuperación.

El dolor llenaba cada parte de su cuerpo, incluso algunas que hasta ese momento no había tenido oportunidad de conocer. A pesar de ello, hizo un esfuerzo para abrir los párpados y dejar a la vista sus irises rojos, percatándose de que estaba tendido sobre el suelo. Buscando una posición más cómoda, utilizó sus brazos para separarse de éste y sentarse pesadamente, atrayendo así la atención del réferi y los demás presentes.

—¡Kingdra es incapaz de continuar! ¡El retador y su Charizard ganan la ronda y el combate! —decretó el réferi tras cerciorarse de que Suiryuu no daba ninguna señal de estar consciente, dirigiendo su banderín rojo hacia la zona técnica de Danot.

Pyro, sujetándose la cabeza con las zarpas, oyó el anuncio con incredulidad, dada su abrupta desconexión con la realidad. Tardó un poco en avistar al todavía desmayado Suiryuu yaciendo a menos de un metro de él y le dedicó una sonrisa de agradecimiento por la que había sido la mejor batalla de su vida, tras lo cual se dejó caer de lado, muy cansado. Esto le permitió notar cierta presencia familiar que se arrodilló a su lado y le acarició el cuello, primero con suavidad, después con firmeza, dada la dureza de sus nuevas escamas.

—¡Pyro, estuviste increíble! —le felicitó un muy emocionado Danot—. ¡Gracias, de verdad gracias! —añadió con sinceridad al abrazarle, sintiéndose orgulloso de lo mucho que había crecido desde el día en que lo vio nacer, hacía ya casi dos años.

—Zaar —gruñó levemente el aludido, también agradecido, para después dejarse guardar; a pesar de la emoción que aún sentía, necesitaba descansar y recuperarse.

—Vuelve, Suiryuu; hiciste un trabajo estupendo —le felicitó Ibuki al regresarle a su Poké Ball, reconociendo su valentía y esfuerzo para ganar a pesar de todo.

Tras colocar la esfera en su lugar, Ibuki se acercó prestamente a su retador, justo cuando éste se disponía a ponerse de pie, por lo que le extendió la mano para ayudarle apenas llegó a su lado. Danot le estrechó la mano con firmeza y una gran sonrisa.

—Gracias —dijo éste, ya de pie—; y gracias también por el combate... ¡ha sido uno de los mejores que he tenido en mi vida! —añadió animadamente tras soltar su mano.

—Sí, ha sido un combate excelente —asintió ésta con una sonrisa, cosa nueva para su interlocutor—; aunque debo admitir que en más de un momento he dudado de que pudieras vencerme —añadió con tono divertido, para mayor sorpresa de éste.

Un suave carraspeo de parte del réferi les hizo notar que se estaban desviando del protocolo de los combates oficiales. Con presteza, Ibuki sacó del ceñido bolsillo al lado izquierdo de su cintura una medalla que entregó a Danot con respeto, tal y como había hecho su abuelo con quienes lo habían vencido durante su época de Líder de Gimnasio. El moreno pudo ver que dicho distintivo imitaba el rostro de un dragón negro de cuernos y ojos rojos que le recordaba vagamente a Pyro; mientras tanto, Keisuke y los demás observaban la escena en silencio, aguardando al momento ideal para intervenir. Éste llegó luego de que Danot retirase su Pokédex del pedestal y se acercarse a Ibuki, en tanto el réferi se marchaba, satisfecho por haber cumplido cabalmente su labor.

—¡Ha sido un combate genial! —exclamó un emocionado Keisuke, adelantándose a sus compañeros, quienes también parecían muy complacidos con lo que habían visto.

—Admito que tenía mis dudas al respecto, pero has ganado justamente —agregó Tsurio al dirigirse hacia Danot, quizá un poco presuntuosamente.

Nada acostumbrado a recibir tanta atención tras un combate, Danot no pudo más que poner cara de aprietos. Viendo esto y sabiendo bien lo que sus aprendices estaban a punto de hacer, Ibuki se aprestó a detenerlos, por más que estuviese complacida por su gran esmero en mejorar sus habilidades con los Pokémon. Pronto se le ocurrió una idea que, de funcionar, les permitiría tener todo el tiempo necesario para comentar con Danot lo que creyesen pertinente.

—¡Basta! ¿Que no ven que está extenuado? —los disuadió autoritariamente, para alivio del aludido—. Ya tendrán tiempo para preguntar lo que quieran, si acaso Danot considera buena idea quedarse a entrenar con nosotros para la Conferencia Plateada —dijo a continuación con cordialidad, dirigiéndole una mirada de interés.

Danot fue incapaz de contestar de inmediato a semejante ofrecimiento; y no era el único sorprendido, ya que Keisuke y compañía también habían quedado atónitos tras esto. Ibuki esperó pacientemente, habiéndose anticipado a esa reacción colectiva.

—¡S-será un honor poder entrenar aquí! —respondió por fin Danot, ya repuesto de la impresión inicial de ver cumplido un deseo que había querido ignorar; esto le hizo pensar en sus reflexiones recientes, por lo que se prometió a sí mismo prestar mucha más atención a sus propios anhelos a partir de ese momento.

—¡Entonces está decidido! —exclamó Keisuke con tono triunfal, aproximándose a Danot y alzando su brazo derecho con el izquierdo mientras él hacía el mismo gesto.

—Esto será muy interesante —pensó Tsurio, sonriendo con suficiencia mientras se volvía a acomodar las gafas.

Ibuki sonrió satisfecha ante el éxito de su idea, tras lo cual indicó a sus aprendices que el espectáculo había acabado y que tenían trabajo por hacer. Muy contentos con lo visto y dicho, éstos asintieron y se dispusieron a revisar el campo tras despedirse de Danot, quien los veía con aprecio, agradecido por la respuesta tan positiva que habían tenido hacia él. Al ver que la Líder se dirigía hacia la salida, se aprestó a seguirla.

—Lamento si los chicos te han agobiado en algún momento —se disculpó Ibuki, no queriendo causar más molestias a su interlocutor.

—Tranquila, todos han sido simpáticos y parecían muy interesados en mejorar sus habilidades —contestó amablemente Danot, poco después de entrar al pasillo junto a ella.

—Lo sé; no podría tener mejores aprendices —dijo con una sonrisa de satisfacción y un leve toque de nostalgia—; no dudo que podrán ayudarte mucho a mejorar, y tú a ellos —añadió cordialmente.

—No lo dudo —respondió del mismo modo, preguntándose qué clase de Pokémon tendrían sus futuros compañeros de entrenamiento.

Ibuki iba a añadir algo, pero al ver a Danot tan pensativo, prefirió no interrumpirlo. Además, temía no poder expresar adecuadamente el motivo para haberlo invitado a entrenar en su Gimnasio. Era la primera vez que sentía una curiosidad tan intensa por alguien tras un combate, como si hubiese encontrado a un semejante en su amor por los Pokémon y luchar junto a ellos… alguien que podría ser un amigo de verdad, que la apreciase por su yo real y no por sus logros. Y aunque temía estar equivocándose y que no se tratase de un sentimiento mutuo, no sería la primera ni la última vez que algo así ocurriría, por lo que había decidido arriesgarse, creyendo que sería peor dejar pasar esa oportunidad. Hacerlo de otra manera habría sido la elección de alguien cobarde.

—En cualquier caso, te esperaremos mañana a las siete en punto —expuso Ibuki cuando ambos llegaron a la entrada, sacando a Danot de su ensimismamiento.

—Oh, sí, a esa hora estaré aquí —aseguró éste, aún un poco sorprendido por ese súbito regreso a la realidad, sin ser consciente de las reflexiones de su interlocutora.

—Nos veremos entonces —respondió ella cuando Tetsurou abrió el portón, para luego volver al edificio principal del Gimnasio.

—¡Hasta mañana! —Danot se despidió de ambos con energía, contento por cómo se había desarrollado el día; esto le brindaba una gran motivación para acabar algunos asuntos pendientes antes de ir a dormir, a pesar de lo cansado que estaba.

Al llegar al Centro Pokémon, lo primero que hizo fue hablar con Teina. Tras dejarle los Pokémon que tenía a mano, ésta le informó que Hellga, Ray y Salma ya habían sido transferidos al laboratorio de Yamen. Sabiendo esto, le dio las gracias y se dirigió hacia donde estaban los videoteléfonos para hablar con él.

—Asumo que no llamas para darme malas noticias —dijo Yamen con tono irónico, pero no dudó en sonreír ampliamente cuando Danot le mostró la medalla Rising—; no, veo que no. ¡Felicidades! —añadió sinceramente, feliz por ese logro.

—Gracias, aunque no he llamado sólo para que vieras esto, sino porque necesitaré un favor —explicó Danot con seriedad, tras guardar su nueva medalla.

—Si está dentro de mi alcance, no dudes que lo haré —contestó del mismo modo, recibiendo un suave asentimiento de parte de su hermano menor—; pero vamos, dime cómo fue, va —le instó, con curiosidad por cómo Danot había vivido esa experiencia.

Ante tal insistencia, le contó los pormenores de su batalla con Ibuki, incluyendo la oportuna evolución de Pyro y lo que ocurrió luego, para mayor sorpresa del científico.

—Por eso planeo llamarte dentro de una semana desde el Gimnasio, para que puedas enviarme a los demás; así también podrás tener suficiente tiempo para pasarlo con Hellga, Tsurugi y Mizuho —explicó finalmente.

—Sí, hace mucho que no tengo a las tres juntas aquí; seguramente se alegrarán de volver a ver a Lila y los demás —respondió, agradecido de poder pasar ese tiempo con las Pokémon que su padre y él habían entrenado con tanto esmero.

—Ya me aseguraré de enviarlas más a menudo para que puedan hacerte compañía —prometió Danot, reconociendo que había dependido mucho de ellas durante su viaje, pero si iba a continuar esa vida, debía atrapar más Pokémon con quienes poder contar.

—En todo caso, sí que debes haber impresionado a la Líder para que te invitara a entrenar con ella y sus aprendices —comentó jovialmente, al recordar el equipo con el que su hermano la había desafiado.

—Es posible que la evolución de Pyro haya ayudado más que un poco —comentó, a pesar de no estar del todo seguro de ello; fuese cual fuese la razón, lo importante era que tenía una oportunidad magnífica para mejorar sus habilidades con los Pokémon, de cara a la Conferencia Plateada.

—O quizá le caes bien; por lo que me has contado, parece alguien muy apasionada por los combates, como alguien que conozco —dijo con una sonrisa irónica, causando que el menor se sonrojase un poco—; en fin, supongo que tienes cosas por arreglar, y yo todavía tengo trabajo por hacer —expuso, y con el asentimiento de su hermano, se despidió con un suave movimiento de mano antes de cortar la comunicación.

Con ese asunto resuelto, Danot comenzó a preparar lo necesario para el almuerzo de celebración con sus Pokémon; decidió comprar una ración extra para Pyro, dado su considerable aumento de tamaño tras su evolución. Una vez hecho esto, solamente le quedaba esperar a que Teina se los devolviese.

Fue un almuerzo animado, si bien al principio la nueva forma de Pyro sorprendió a sus compañeros de equipo. La presencia del Charizard shiny también captó la atención de otros Entrenadores que pasaban por ahí, si bien casi todos tuvieron el buen tino de sólo quedarse a observar lo justo y necesario. Tras descansar un poco y guardar a sus Pokémon, Danot se dirigió a su habitación para acabar de arreglar sus pertenencias y poder irse a primera hora del día siguiente. Fue así como pasó el resto de la tarde y parte de la noche.

Mientras Danot se dedicaba a ello, en los dormitorios del Gimnasio, Shiori acababa de darse una ducha caliente tras limpiar el Gimnasio y preparar lo necesario para el día siguiente junto a Keisuke y los demás. Vestida con un bonito pijama azul con estrellas blancas, cogió su portátil y se cobijó dentro de un abrigador futon, tras lo cual accedió a la página de la Federación Regional de Johto. Tardó poco en hallar lo que buscaba: una lista de vídeos de batallas de Gimnasio que empezó a observar con detenimiento.

—No es mi estilo preferido, pero como referencia está bien —expresó con una sonrisa tras ver los siete vídeos de la lista y volver al perfil del Entrenador que las había tenido—; ¿qué ha visto la maestra en ti para invitarte a entrenar aquí, Danot Bisel? —dijo para sí misma, intrigada, pues ella y sus compañeros habían tenido que pedirlo, e Ibuki tampoco había hecho esto con otros retadores; soltó un bostezo y lo dejó estar, al estar ya muy cansada.

Cuando estuvo a punto de cerrar la página e irse a dormir, algo captó su atención, como demostró su expresión de ligera sorpresa.

—Keisuke y los demás tienen que saber esto cuanto antes —pensó con una sonrisa traviesa, tras lo cual dejó un mensaje en su grupo de Reshigram y se fue a dormir, para que sus sueños diesen forma a los planes que llevaría a cabo al día siguiente.