Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es iambeagle, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is iambeagle, I'm just translating her amazing words.


Thank you Meg for giving me the chance to share your story in another language!

Gracias a Yani por ser mi beta en esta historia.


Capítulo 25

POV Edward

—¿Seguro de que estarás bien? —pregunta mamá parada en la puerta de mi antigua habitación.

—Sí.

Mi lacónica respuesta hace que sus facciones se arruguen con preocupación. Aparto la vista y miro la caminadora sin usar que está en la esquina de la habitación que mis padres redecoraron cuando me mudé de casa hace más de diez años. Sin embargo, no pintaron las marcas que solíamos hacer en el marco de la puerta para medir nuestra altura. No sé por qué, pero ese detalle sentimental me irrita ahora.

—Tienes la dirección de nuestro hotel —me recuerda, como si eso me fuera a ayudar. Estarán en Italia. No es como que pueda hacer algo con esa información—. Y Emmett estará aquí —añade.

El que Emmett se quedara conmigo es la única razón por la que pude convencerlos de que se fueran al viaje que tienen planeado desde hace más de un año. Cuando se mencionó la posibilidad de cancelar sus vacaciones, quise perder la razón. Pero me mantuve tranquilo porque sabía que si me alteraba definitivamente se quedarían.

Emmett fue el que se volvió loco cuando descubrió que se irían. Les rogó que lo cancelaran. Dijo que yo estaba enfermo. Yo les dije que se fueran. Dije que estaba bien. Los reté a que me hicieran un antidoping, así que lo hicieron y salí limpio. Em les gritó que estaban siendo ingenuos. Que el que yo esté limpio ahora no significa que seguiré de esa manera.

Mi mamá lloró por su arrebato y mi papá le dijo severamente que se calmara. Así que Em me miró directo a los ojos y tranquilamente me llamó un mentiroso.

No discutí.

Sé lo que soy y sé lo que no soy.

Soy un mentiroso de treinta años que duerme en su habitación de la infancia porque estoy jodido.

Es lo que es.

Me gustaría pensar que tenía buenas intenciones al no querer que mis padres cancelaran su viaje. Perderían mucho dinero. También se merecían salir después de todo lo que los hice pasar en el último mes.

Sin embargo, siendo honesto, estaba pensando en la bolsita de polvo blanco que tengo escondida en el escritorio que se encuentra a unos pies de distancia.

No traje cocaína a propósito a su casa. Estaba en unos jeans que mi mamá trajo para mí después de convencerme de quedarme con ellos mientras me recuperaba de la cirugía. La encontré cuando estaba desempacando y se me heló la sangre. La abrí. Quería probarla. Debí haberla tirado por el escusado. Pero en vez de eso, abrí el cajón que contiene plumas, clips y estampillas postales, la metí hasta el fondo y cerré el cajón.

Fuera de mi vista, pero no fuera de mi puta mente.

Me enfoco de nuevo en lo que mamá está diciendo ahora.

—… deberías tener suficiente comida para que te dure mientras no estamos. Te dejé cosas fáciles de preparar mientras Em trabaja. Rose y él dijeron que te prepararían la cena, así que oblígalos a cumplir. ¿De acuerdo?

—Síp —digo, cortante. Me dedica una mirada de preocupación y añado—: Lo entiendo. Sé cómo usar un microondas.

—Eso dices, pero no has estado comiendo lo suficiente —dice como si no lo supiera.

Su preocupación es sofocante. Está preocupada por dejarme, y lo entiendo. Apenas llevo tres semanas fuera del hospital. Sigo sanando. Si hubiera podido recuperarme en mi propia casa, lo habría hecho. Pero con mi pierna y muñeca enyesadas, es difícil hacer todas las malditas cosas. Sin mencionar que resultaría complicado vivir solo en un edificio con escaleras.

No es que no agradezca todo lo que mis padres han hecho por mí. Sé que no merezco su amabilidad. Mi mala actitud se debe solo a estar enojado conmigo mismo. Extraño mi libertad. La habilidad de levantarme e ir a donde quiero. Hacer lo que quiero. Sin embargo, incluso cuando sane mi independencia se verá limitada debido a mi historial de manejar intoxicado. Con mi licencia suspendida por noventa días, y un dispositivo de bloqueo de arranque instalado en mi carro, nada será igual durante un tiempo. Saber eso me hunde más en la depresión.

—Tal vez deberíamos cancelar el viaje —dice mamá de la nada.

—Mamá, estoy bien.

No es para nada la puta verdad. Ni siquiera estoy cerca de estar bien. Pero miento, porque eso es lo que hago mejor. He estado haciéndolo durante años. Le he mentido a Bella y a mi familia. Me he mentido a mí mismo. Dije que podía dejarlo en cualquier momento, y a pesar de que quería creerlo con todas mis fuerzas, no era verdad.

La mitad de mi desintoxicación sucedió en el hospital, y la otra mitad en casa de mis padres. También mentí entonces, culpando de mi ansiedad, irritabilidad y falta de sueño a estar en un mal estado mental después del accidente en vez del bajón semanal que fue en realidad.

Si mis padres conocieran el agarre que la cocaína tiene todavía en mí, no me dejarían solo. Si supieran cuántas ganas tengo de drogarme, lo desesperado que me siento de que se vayan ya, cancelarían su viaje. No es que no crean que tengo un problema, es que no lo entienden. No entienden la magnitud por completo.

Y con justa razón, soy un mentiroso jodidamente bueno. Justo como lo dijo Emmett.

XXX

—¿Y qué quieres ver?

Han pasado tres días desde que mis padres se fueron a Italia. Las primeras dos noches Rose nos preparó la cena a los tres, pero esta noche solo estamos Emmett y yo apostados en el sofá con comida rápida. Él pide demasiada comida considerando el poco apetito que tengo.

A veces siento hambre, pero cuando como no es satisfactorio. La comida me revuelve el estómago. Comida no es lo que mi cuerpo quiere.

Sin embargo, a diferencia de mamá Emmett no me hostiga. No me presiona. Solo guarda la comida que sobró y la mete al refrigerador, anunciando que está ahí por si la quiero más tarde.

Pero no la voy a tocar. No lo hice anoche ni la noche anterior, y tampoco lo haré esta noche.

Los primeros días fue un tanto agradable tener un poco de compañía en las tardes, incluso si más que nada nos la pasamos sentados en silencio mirando la televisión. No obstante, esta noche me siento al borde. Tal vez porque apenas pude dormir los últimos dos días. Saber que podría consumir… saber lo jodidamente fácil que sería. Podría sorber la bolsita que está escondida dentro del escritorio. Podría llamar a Sam. Él llegaría aquí en una hora. Tal vez en menos tiempo.

Podría esconderme en mi habitación y absorber línea tras línea hasta que haya estrellas en mis ojos y no habría nadie aquí para hacerme responsable. Nadie lo sabría. Pero yo sí, y eso me hace enojar.

Tengo poco más de cuatro semanas limpio, y estoy ansioso. Me muero por algo que me nivele.

Una pequeña línea no me lastimaría.

Una pequeña línea sería suficiente, creo.

Pero hay una parte de mí que se siente débil por quererla. Por necesitarla. Y es esa parte la que me mantiene limpio por un día más.

Mi teléfono se ilumina con un mensaje de Bella, y tal vez ella también tenga algo que ver con esto.

Bella: ¿Viste el nuevo documental en Netflilx?

No la he visto desde que salí del hospital, pero me mensajea casi a la misma hora todas las noches. Ahora somos amigos. Algo así. Ella sigue con Ben, creo, pero nos mensajeamos y ella me pregunta como estoy, y eso es… bueno.

No mencionamos que lloré a mares frente a ella cuando estaba en mi punto más bajo. No comentamos que ella me visitó todos los días cuando estaba en el hospital, ni que las enfermeras y doctores se referían a ella como mi novia. Ninguno de nosotros los corrigió, y fingir que ella era mía durante esos días me provocó cierto grado de confort.

Ahora me doy cuenta de que estamos haciendo lo que solíamos hacer mejor, lo cual es evitar los temas difíciles. Pero por alguna razón esta evasión no se siente tan tóxica como antes. Es tentativa y no está cargada de expectativas y, por algún motivo, ella todavía quiere asociarse con una persona tan jodida como yo.

Sé que no la merezco. Incluso como amiga. Pero la quiero y la anhelo, y si me voy a abstener de la cocaína, al menos me permitiré tener esto. Me permitiré tener a Bella de cualquier forma que ella quiera, plenamente consciente de que ella podría irse cualquier día. Plenamente consciente de que cualquier día ella podría despertarse, cortar todo contacto y seguir adelante con su vida.

Ni siquiera podría culparla si lo hiciera.

Edward: ¿Cuál documental?

Bella: El del asesino.

Edward: Eso no limita las opciones.

Bella: Ja, ja. Sí, supongo que no. ¿Cómo estás?

Considero decirle la verdad. Sobre la bolsita al final del pasillo. Sobre las fantasías que tengo de drogarme y perderme y sentirme bien al fin, incluso si es algo efímero.

Pero se siente una carga demasiado grande para que una amiga la lleve. Ya no soy su problema. No lo he sido desde hace mucho tiempo. Así que me contengo.

Edward: Estoy bien. Emmett está aquí. De jodido niñero.

Bella: No seas muy duro con él. Se preocupa por ti.

Miro a mi hermano que podría estar haciendo cualquier otra jodida cosa esta noche. En vez de eso, está aquí conmigo, intentando entretenerme, cuidarme, alimentarme. Bella tiene razón y me siento de mierda.

Edward: Sí. Lo sé.

Bella: ¿Qué están haciendo?

Edward: No estamos viendo documentales sobre asesinos, ja, ja.

Bella: Qué gracioso.

Le sonrío a mi teléfono. Me pregunto si ella también está sonriendo. Al alzar la vista, noto la mirada de Emmett en mí.

—¿Con quién te mensajeas? —pregunta.

—Con nadie.

Suspira.

—Hermano. Vamos.

—Solo es Bella.

Incluso al decirlo sé que no hay nada que sea "solo" sobre ella. Nunca será así.

La expresión de Emmett decae por un momento y me observa con mucha atención.

—¿Qué? —presiono, pero no sé por qué pregunto porque en realidad no quiero saber.

—¿Es algo inteligente?

—¿Qué? —pregunto otra vez.

—Hablar con Bella.

—¿Es algo inteligente? —repito, sintiéndome ya un tanto hostil por la dirección en que podría ir esto—. ¿Por qué sería algo estúpido?

—Porque estás en una posición muy frágil. —Hace una pausa, como si eligiera sabiamente sus palabras—. Y hace un año ella estaba muy mal por ti. Detestaría que… no sé…

La sonrisa que tenía hace unos momentos se desvanece, y también se va el sentimiento que la acompañaba.

Él piensa que la estoy usando. No tiene que decirlo para que lo entienda. Sé que no me la merezco, carajo. No me merezco una segunda oportunidad con ella. Apenas me merecía la primera.

—¿Detestarías qué? —lo insto, sintiéndome inquieto.

Otra vez permanece tranquilo, con una expresión neutral.

—No estuviste cerca el año pasado. Fue muy malo. No quiero ver que ella vuelve a salir herida de esa manera.

La culpa y la negación se apoderan de mí.

—Nos estamos mensajeando. Eso es todo —le digo, pero incluso mientras lo digo, siento que es una mentira—. ¿Por qué resultaría herida por algo como eso?

—Sabes por qué, Edward. —Emmett se pasa una mano por la cara, se ve exhausto—. Incluso si ella estuviera soltera… incluso si decide intentarlo otra vez contigo o algo así… todo se siente jodidamente turbio. Se siente incorrecto.

—¿Incorrecto? —me río.

Sin embargo, él no lo encuentra gracioso.

—Solo prométeme que esperarás. Que no te precipitarás en algo con ella otra vez, solo…

—No estamos juntos —digo, enunciando cada palabra con enojo. No sé por qué él quiere insistir en que recuerde esto.

—Lo sé —dice, su tono es casi tranquilizador. Como si estuviera intentando calmar a un niño al borde de una rabieta—. Pero ¿tú piensas en ella de esa manera? ¿Es eso lo que quieres?

Sí.

—No.

—¿Estás dependiendo de ella?

—¿Y qué si así fuera? —lo provoco—. ¿Crees que soy una persona tan de mierda que detestarías que volviéramos a estar juntos?

—No creo que seas alguien de mierda. Y también intento cuidarte a ti. Creo que tienes mucho trabajo por hacer…

—Ya llevo cuatro semanas limpio —confieso, rascándome una picazón inexistente sobre la ceja—. ¿Qué más quieres de mí, carajo?

La cara de Emmett relampaguea con incredulidad.

—Exacto. Solo cuatro semanas. Eso no es nada, Edward.

Bufo, siento que se me calienta la cara.

—Ya es algo —escupo. Tiene que ser algo. Si no lo es, entonces ¿por qué ha sido tan jodidamente difícil?

—No pretendo menospreciar lo que has logrado. Te lo prometo. Solo que no creo que esto sea tan fácil como piensas que será, es por eso que la rehabili…

—¿Otra vez con esto?

Ahora se ve enojado.

—Sí, otra vez con esto.

Em me ha estado presionando para que vaya a rehabilitación. Lo mencionó durante la cena con nuestros padres la semana pasada. Ya eligió un lugar para mí y todo eso. Toda la situación fue muy incómoda. Por supuesto que ellos se pusieron de su lado y se ofrecieron a pagar por todo. Incluso hicieron el depósito al día siguiente. Les seguí la corriente y hablé con uno de los empleados por teléfono, llené unos formularios en línea. Todo está listo, solo tengo que jalar el gatillo.

Sin embargo, al final mis padres me dejaron la decisión a mí.

Ir. O no ir.

No los culpo por sentirse perdidos sobre cómo lidiar con esto. Es mucho. Yo soy mucho.

Siento una presión en el pecho.

—Ya estoy yendo a reuniones de alcohólicos anónimos —le digo a Emmett como si eso fuera suficiente.

—Sí, por el cargo que tienes de conducir ebrio. Porque tienes que ir. No porque quieres ir.

—¿Quién carajos querría ir? —cuestiono bruscamente.

—Alguien que quiere recibir ayuda —dice Em, imitando mi tono—. Alguien que siente arrepentimiento y miedo por lo que pasó. —Se pega en el pecho con el pulgar—. Yo estoy jodidamente aterrado, E. Igual que mamá y papá.

—Sí, qué preocupados. Están en la jodida Italia. —Me río, la amargura se filtra en mi voz.

—¡Porque les dijiste que se fueran! —replica en respuesta—. Porque mentiste, carajo, dijiste que estás bien, y no lo estás.

—Como sea. —Frunzo el ceño—. El que no disfrute ir a alcohólicos anónimos no significa nada. ¿No crees que me siento una basura? —bramo—. ¿No crees que me arrepiento de un chingo de cosas?

—No, no lo creo —dice con más tranquilidad ya.

—Como sea, carajo. ¿Acaso no tienes mierdas de boda que hacer?

—Sí, sí tengo. Tengo una vida por vivir, pero siempre tengo que ponerla en espera por ti —dice, sus palabras son cortantes.

—Jódete —escupo—. Nunca te pedí ayuda. Ni siquiera quería que te quedaras aquí.

Su cara relampaguea con arrepentimiento.

—Lo sé. Lo siento. No pretendía…

—No. Vete al carajo. —Me meto el celular al bolsillo y agarro mi muleta. Tengo problemas para levantarme del sofá y Emmett intenta ayudarme, pero niego con la cabeza—. Yo puedo solo, carajo.

—No te pongas así, E. Lo siento. No estoy intentando hacerte enojar —empieza a decir—. Estoy intentando tener una conversación de verdad.

Empiezo a irme a tropezones patéticamente, detesto que tardo una puta eternidad en recorrer el pasillo hacia mi habitación. Me escondo en el baño adjunto. Orino. Me echo agua en la cara con el brazo que no tengo en escayola. Intento calmar mi acelerado corazón, pero duele, carajo.

Em toca la puerta del baño unos minutos después y lo ignoro. Me dice que irá a ver a Rose y a despejar su mente, y que regresará pronto.

Me miro en el espejo, pero evito mis ojos.

Ya sé qué es lo que voy a hacer.

Luego de escuchar que se cierra la puerta principal y que Emmett saca su carro del camino de entrada, abro el cajón y agarro la bolsita de coca. La lanzo sobre el escritorio, la quemo con mi mirada. Me cosquillean los dedos. De todas formas ya todos piensan que soy una decepción poco confiable. ¿Por qué no debería demostrarles que tienen razón?

Agarro mi muleta y me acerco a la ventana, la abro y mejor enciendo un cigarro. La nicotina me ayuda a quitarme la ansiedad, pero no dura. No me sacia. Sé qué sí lo haría. Pero no será suficiente. Querré más.

Saco mi teléfono y le envío un sencillo mensaje a Sam.

Todo lo que dice es "oye".

Después de semanas de silencio de mi parte, él lo entenderá. Si lee entre líneas, podrá descifrar mi sencillo mensaje y sabrá exactamente qué quiero.

Mi teléfono suena y se me tensa el estómago a causa de los nervios. Pero es Bella, no Sam.

Bella: ¿Em y tú harán algo por tu cumpleaños mañana?

Leo sus palabras, exhalando el humo con un suspiro.

Sé lo que soy, y sé lo que no soy.

Tengo treinta años y mañana es mi cumpleaños. Soy débil. Soy egoísta. Y por primera vez en cuatro semanas, ya no estaré limpio.