Final imaginario del siglo XIX

En estos tiempos, las personas que poseen extraños poderes provenientes de su cuerpo o incluso de misteriosas y poderosas armas, son conocidas como ladrones, escoria de la humanidad que roba hermosas y valiosas obras de arte, estatuas o joyas de diversos museos de todo el mundo, con la esperanza de reunir los 108 trozos de inocencia perdidos.

OOOOO

-¡Maldición! ¡Nos va a dejar! - gritó Lavi, escuchando asustado como sonaba un par de veces el silbato del tren. - ¡Apúrate, viejo...! - exclamó, sabiendo de antemano que su abuelo corría detrás de Umiko y Megumi.

Para su gran sorpresa, el anciano de estatura baja iba delante de ellas, saltando de lleno en la cara de su nieto, para subir a tiempo a uno de los vagones de equipaje. Le siguió la guardiana, ayudando a la menor de cabello morado. Y cuando el tren comenzó a moverse, Lavi usó su arma; un martillo que podía extenderse con su voluntad, para saltar al vagón y rodar hacia la pared metálica, quedando bocarriba y con un terrible dolor en su espalda baja.

-¡Lo lamento! - se disculpó Megumi, jadeando de prisa al igual que Umiko. - ¡D-De haber sabido que siempre pasan por esto, hubiera practicado más con mi espada para abrir portales a otros lugares!

-Acabas de recuperarte por el evento de la luna roja, así que no hay necesidad de disculparse. - dijo el anciano, aproximándose a ella y extendiéndole su mano derecha. - Por las prisas, no pudimos presentarnos apropiadamente. Yo no tengo nombre, pero puedes llamarme Bookman. - la joven sonrió, estrechando su mano con la de él. - El muchacho descuidado de allá, es mi nieto, Lavi.

-¡¿D-Descuidado?! - se quejó, incorporándose de golpe.

-Bookman-san tiene razón. - dijo Umiko, haciendo un puchero. - Si hubieras revisado bien los horarios, no habríamos corrido tanto.

-P-Perdón... - el joven la vio con una gotita de sudor bajando por su cabeza.

La menor suspiró, antes de dirigirle una sonrisa a Megumi.

-A nosotras ya nos habían presentado, pero soy muy mala con los nombres así que no recuerdo el tuyo. - comentó apenada, llevándose una mano por detrás de su cabeza, antes de extendérsela a su compañera. - Soy Umiko Yamana, mucho gusto.

-Megumi. Es un placer. - estrecharon sus manos y sonrieron al mismo tiempo.

-A propósito, Bookman-san... - Umiko dirigió su mirada hacia el mencionado, apartando su mano de la guardiana y sentándose a su lado izquierdo. - quería saber si usted podría resolver una duda que tengo.

-¿De qué se trata?

-Es sobre los cubos negros. - respondió, levantando una ceja. - Después de que terminé mi primera misión con Lenalee, Hevlaska insertó uno en sus botas oscuras. Y a pesar de que me explicaron un poco sobre su origen, sigo sin entender bien cómo funcionan.

-En realidad se trata de algo muy simple. - dijo el anciano, sacando uno de su abrigo para mostrárselo a las chicas. - Cada cubo negro, alberga en su interior un fragmento de la perla de Shikon.

-¿La perla de Shikon?

-Una antigua joya que fue destruida por una sacerdotisa. - habló Megumi, captando la atención de los presentes. - Hevlaska, al enterarse de esto, reunió cada fragmento para dárselo a los Exorcistas.

-Exactamente. - asintió Bookman. - Sin embargo, no muchos son aptos para portar un cubo negro, ya que se necesita tener "la voluntad de Dios", para darle origen al arma que utilizarás. Una vez creada, solo Hevlaska podrá introducir más cubos negros en ella, evitando que presente anomalías y se salga de control.

-¿Pero cómo están tan seguros de que una persona posee "la voluntad de Dios"? - cuestionó Lavi, apoyando sus brazos y su cabeza en una caja de madera que recién encontró.

-En palabras de la señorita Hitomiko, una de las cinco caza recompensas actuales de la orden oscura... - prosiguió el anciano. - es por la actitud que el posible candidato muestra ante sus adversidades. - entonces, sus pequeños ojos negros se enfocaron en Megumi. - Sin embargo, el caso de la guardiana dimensional es bastante especial. Ya que en lugar de albergar cubos negros en su cuerpo o en su arma, tiene un trozo de inocencia en su corazón.

-¡Wow! ¡¿De verdad?! - exclamó el pelirrojo.

-Por desgracia... - dijo la joven, con una sonrisa melancólica. - el precio a pagar fue demasiado alto. - se llevó una mano al lado izquierdo de su pecho, arrugando la chaqueta de su uniforme de Exorcista. - Gracias a esto, perdí a una persona muy importante para mí. Y permanecí en coma por 7 años.

-Eso ocurrió antes de la caída de los Exorcistas, ¿No? - cuestionó Lavi.

Megumi asintió. La joven de cabello morado, al escuchar aquello, la vio con tristeza y tomó sus manos, sorprendiéndola.

-Anita-sama me contó lo que pasó esa noche y el gran sacrificio que hiciste para salvar a la orden oscura. - dijo, sonriendo con un par de lágrimas en sus ojos. - De verdad fuiste muy valiente al regresar. Si yo hubiera pasado por eso, me habría apartado de todo y de todos.

-Puede que "la voluntad de Dios" y los cubos negros no hayan creado la espada que llevas. - habló Bookman. - Sin embargo, la demostraste durante tu tiempo como Exorcista. Y por eso te debemos mucho, guardiana.

Megumi, conmovida por las palabras del anciano y de su compañera, se pasó por encima de su rostro su brazo derecho, limpiándose unas lágrimas que amenazaban con salirse de sus ojos castaños. Un rato después, en el que el tren se detuvo en una estación cercana al puerto de Londres, bajaron sin que ninguno de los guardias los descubriera y se escabulleron hasta llegar a un pequeño barco pesquero, el cual, partió de inmediato hacia el destino de su misión.

PPPPP

¡Miranda, Miranda!

¡La mujer de la mala suerte, Miranda!

¡Horrible, espantosa y sosa!

¡Hoy también busca trabajo...!

¡Para que hoy también la despidan!

El 9 de octubre había comenzado de nuevo. Cinco segundos después de que su antiguo reloj sonara, los vecinos armaron un revoltoso jaleo en la ventana de al lado. Saliendo a la calle, los niños del vecindario; como todas las mañanas, la molestaron con una boba canción, haciéndolos correr después de dedicarles una mueca espantosa. Excluyendo esos sucesos, todo parecía ir normal.

Salvo por una cosa. Al asomarse al otro lado de la calle, vio a un par de personas vestidas con ropas negras. No podía ver sus rostros con claridad, porque ambos tenían puestas unas capuchas sobre sus cabezas. La mujer de vestido simple y con un excesivo delineado negro que contorneaba sus ojos, se cubrió con el chal que llevaba encima y los siguió hasta un restaurante.

PPPPP

-¿Qué onda? - saludó Lavi de forma animada, quitándose la capucha de su chamarra y acercándose a una mesa. - ¿Tuvieron suerte?

-Para nada... - respondió Bookman, dándole un pequeño sorbo a su té.

-¡Esto es horrible! - exclamó Umiko, despeinándose sus cabellos purpuras, sentada frente al anciano. - ¡¿Cómo se supone que vamos a resolver este caso si no tenemos ni una pista?!

-¡WAAAH!

En eso, los cuatro escucharon un ruido fuerte, por lo que voltearon hacia la entrada del restaurante. Tirada en el piso, se hallaba una mujer con el cabello recogido, usando un largo vestido negro y un chal en su cabeza.

-¡¿Se lastimó?! - preguntó Megumi, quitándose su capucha y corriendo hacia ella para auxiliarla.

La mujer, al verla tan cerca, se arrastró por el suelo hasta que su cabeza chocó contra una mesa, desmayándose al instante.

PPPPP

Afuera de la ciudad, Road Kamelot abrió a Lero; la sombrilla del Conde del milenio, para protegerse de la lluvia. Durante sus pequeños viajes a ese sitio, corroboró que el extraño fenómeno en el que se encontraba sumergida la ciudad, era un efecto secundario producido por un trozo de inocencia.

Por lo mismo, no dudó en invocar a los primeros Akuma que despertaron de la fábrica, dándoles las instrucciones necesarias para que se infiltraran en el pueblo. Mientras tanto, ella se quedaría parada en un sendero de tierra, esperando el momento indicado para entrar y hacer sufrir a los ladrones de la orden oscura.

Si la guardiana dimensional estaba entre ellos, la torturaría lentamente hasta hacerla pagar por la muerte de su querido hermano.

PPPPP

-¿Creen que despierte pronto? - cuestionó Umiko, preocupada.

-Estará bien. - aseguró Bookman, con los brazos guardados en las mangas de su abrigo negro. - Por fortuna, el golpe no le hizo un daño irreparable.

En eso, la mujer abrió los ojos, sorprendiendo a los ladrones.

-¡¿Q-Qué pasó?! ¡¿Dónde estoy?! ¡¿Quiénes son ustedes?! - interrogó como acto reflejo, inclinándose hacia adelante y volteando a todas direcciones.

-T-Tranquilícese, por favor. - pidió el pelirrojo. - Somos parte de una organización que se encarga de fenómenos sobrenaturales y lo único que buscamos es información sobre este lugar.

-¿C-Cómo llegué a mi departamento?

-Nosotros la trajimos. - contestó Bookman, sin inmutarse.

-¿Y cómo supieron donde vivo?

Al escuchar esa última pregunta, Lavi, Umiko y el anciano señalaron a Megumi con la mirada.

-B-Bueno... ¡M-Mientras paseábamos por el pueblo, la vimos salir de este edificio! - mintió, con una sonrisa en sus labios.

Antes de que la extraña mujer se desmayara, fue capaz de ver sus recuerdos a través de sus ojos.

-Dijeron que querían información sobre este lugar, ¿Verdad? - volvió a cuestionar, retirando la frazada que tenía encima y sentándose bien en el sofá de su sala. - Mi nombre es Miranda Lotto.

-¡Yo soy Umiko Yamana, mucho gusto! - exclamó emocionada, acercándose a ella y apretándole las manos.

-Mi nombre es Lavi, este señor es mi abuelo, Bookman. - explicó el joven del parche, dándole unas palmadas al anciano, quien lo miró con desaprobación. - Y ella es Megumi.

La mencionada, al dar una reverencia y dedicarle una sonrisa, le transmitió a Miranda la confianza que necesitaba para contar su historia, por lo que los invitó a sentarse a su alrededor.

-Todo comenzó cuando fui despedida de un trabajo.

Umiko la observó con una gotita de sudor bajando por su nuca.

-Recibí mi última paga y caminé por las calles sin tener la menor idea de lo que haría al día siguiente. Luego... en medio de la lluvia, lo vi. - levantó su mano y señaló al frente, indicándole a los ladrones una dirección. - A mí preciado reloj.

-Entonces la señorita Miranda fue quién lo compró. - pensó Megumi, recordando los reportes escritos por los buscadores.

-Cuando el dueño de la tienda de antigüedades me contó que lo iba a tirar porque no servía, de alguna manera me sentí identificada con él. Y al entregarme la llave para introducirla en el reloj... de la nada, comenzó a funcionar. Escuchar su tic tac reconfortó tanto mi corazón, que no pude evitar comprarlo en medio de un mar de lágrimas.

-¡BUAAAAAAAAAAH! - la joven de cabello morado empezó a derramar lágrimas en forma de cascadas, asustando a sus compañeros.

-Umiko, ¿Estás bien? - interrogó Lavi, con un tic en su ojo izquierdo.

-¡N-No puedo evitarlo! - exclamó entristecida, sonándose la nariz con un pañuelo. - ¡E-Es una historia triste y muy bonita!

-¿Y...? - preguntó Megumi, volteando la mirada de Umiko hacia Miranda. - ¿...cuándo fue exactamente que notó la repetición del mismo día?

-No lo recuerdo. - se sinceró. - Lo he vivido tantas veces que ya se me olvidó.

-¡Vamos, Miranda-san! - gritó Umiko, terminando de secarse sus lágrimas y poniéndose de pie. - ¡No se rinda tan pronto! ¡Al menos debe...!

Bookman también se levantó. Caminó hacia el reloj y lo miró por unos segundos, en silencio absoluto. Cuando levantó su mano y quiso tocarlo, esta lo atravesó, como si se tratara de un objeto fantasma.

-Señorita Megumi... - la llamó seriamente. - Durante tu tiempo como Exorcista, ¿Te encontraste con algo parecido?

-No. - respondió. - Jamás había visto que los objetos con inocencia se volvieran intangibles.

-¿"Inocencia"? - preguntó Miranda, confundida.

-Lo que está causando que el pueblo repita el mismo día, es el trozo de inocencia que está en su reloj. - explicó Lavi.

-¿O-O sea que...? - cuestionó aterrada. Soltando un chillido, corrió hacia la cocina y sacó un cuchillo de un cajón, parándose frente al reloj. - ¿P-Piensan desarmarlo? ¡¿A MI QUERIDO AMIGO?!

Lavi y Umiko la vieron con una gotita de sudor bajando por sus cabezas.

-C-Claro que no... - aseguró Megumi, negando con la cabeza. - Aunque, creo que si tomamos en cuenta que nuestras manos lo atraviesan, tal vez debamos usar un método diferente para extraer la inocencia.

-¿Y tú no podrías extraerla, Megumi-senpai? - interrogó Umiko, llamando la atención de los presentes. - Cómo tú tienes otro pedazo de inocencia en tu corazón, tal vez seas capaz de tocarla.

La guardiana asintió. Se paró al lado de Bookman y acercó su mano derecha hacia el reloj. Sin embargo, antes de que pudiera tocarlo y tratar de quitar el trozo de inocencia, Bookman se percató de que las paredes y el techo se estaban congelando.

-O-Oigan... - habló Lavi, expulsando vapor de sus labios. - ¿E-Es mi imaginación o hace demasiado frio aquí?

Al oírlo, Megumi volteó de golpe hacia la ventana. A lo lejos, distinguió a tres personas que flotaban por encima de los techos de las casas, sonriéndole como si se tratara de una vieja amiga.

-¡Todos abajo! - exclamó, tomando su espada con ambas manos y poniéndola frente a ella en posición horizontal.

Unos segundos después, los hombres que flotaban transformaron sus brazos en pistolas y atacaron la ventana del departamento, volándola en pedazos junto a la pared. Entre trozos de madera y cristales, Lavi, Umiko y Bookman tosían, encontrándose adelante de Miranda y mirando asombrados el campo de fuerza de Megumi.

-¡¿Se encuentran bien?! - preguntó, girándose hacia sus compañeros.

El pelirrojo asintió. Pero las miradas de Umiko y Bookman se tornaron pálidas, indicándole que debía voltear de nuevo.

-Cuanto tiempo sin vernos. - dijo Road Kamelot, riéndose en su oído antes de dejarla inconsciente.

Fin del capítulo.