Epilogo

Extendió los brazos y se dejó llevar por el placer del momento. Cerró los ojos al sentir que la pequeña ola que llegaba a la orilla de la playa le cubría hasta los talones. Si, la sensación era incomparable. Por fin tras de varios años de ininterrumpido trabajo por fin se había dado el descanso que merecía.

Que mejor el mismo lugar el cual ya se había convertido parte de su vida.

―No te vaya a arrastrar una ola.

Abrió los ojos y sonrió cuando una voz masculina provenía tras de ella.

El sol comenzaba a ocultarse por detrás del mar y tras un último vistazo, con una sonrisa giró sobre sus talones para encontrarse con el chico de cada verano.

Bueno, ya no era chico, era un hombre.

En silencio se permitió verlo, solo llevaba una bermuda y había dejado su torso al descubierto. Mostrando con orgullo su cicatriz.

Para él esa marca representaba lo que la vida le estaba dando. Una segunda oportunidad y vaya que ha estaba disfrutando.

De hecho, habían acordado volver a verse dentro de un año, justo en ese mismo lugar.

Llevaba en la mano dos bebidas y juntos caminaron por la playa. Inuyasha la guio por un sendero. Pasaron por varias tiendas, a simple vista parecería que era un tienda de campaña montadas por turistas, pero no. Era en si un hotel. Cada una de esas tiendas ofrecía toda la privacidad que requerían los huéspedes. Aunque la zona era muy segura y el mismo hotel la ofrecía, solo rentaron esa pequeña tienda por una noche.

Kagome avivó el poco fuego que había en el interior de la tienda mientras que él cerraba las cortinas negras para darle un toque íntimo. De hecho, lo era, ya que solo el fuego iluminaba el interior. Si hacían algo indebido no se podría reflejar debido a las gruesas cortinas.

Él tomó asiento a lado de ella y de un rápido movimiento la sentó sobre su regazo. Había esperado tanto para reencontrarse con esa mujer que ya no quería seguir desperdiciando cada maldito segundo que pasaba.

Empezó por dar un seductor masaje en su nuca y no pudo deleitar sus ojos dorados con la imagen de ella. Su cuerpo se moldeaba a la perfección, sus piernas flexionadas hacia atrás brindaban un libre acceso a su pelvis. Fue irresistible para él no inclinarse y besar la curva de su cuello.

Kagome apoyó la palma de sus manos sobre sus hombros y se arqueó un poco.

― ¿Seguro estas bien? – su voz era casi imperceptible por las olas que golpeaban fuerte.

Él sonrió sin abandonar la curva de su cuello, dejando una línea húmeda con su lengua.

Entonces la miró y ella lo hizo también. Conocía sus miedos, temía por él y por su estado. Pero afortunadamente ese corazón donado era fuerte y gracias a eso se había recuperado con facilidad.

― ¿Quieres probar si estoy bien?

―Hablo en serio.

Era lamentable que se rehusó a ser su cardióloga de cabecera, así ella podría estar al pendiente de todo. Pero aun así lo estaba, incluso acosaba hasta su cardiólogo. Incluso al grado de reclamarle por el cambio de unos medicamentos.

―También yo.

Sus largos dedos buscaron los cordones que ataban la parte de arriba de su bikini. Desató primero el que se sostenía de abajo.

Pero se entretuvo con los cordones del cuello.

―Y pienso demostrarlo.

Lo desató y el sostén resbaló lentamente por su cuerpo, aterrizando en su abdomen.

Sofocó un jadeó al ver sus generosos pechos a centímetros de suyo. Lentamente se relamió los labios y se llevó uno a la boca. Ante aquel delicioso ataque, Kagome primero se estremeció, pero poco a poco su cuerpo se fue soltando. Su lengua danzaba por el encima de su pezón izquierdo. Eso la hizo arquear la espalda y balancear las caderas.

Sintiendo como su miembro se despertaba y golpeaba su vulva.

Con la otra mano disponible prosiguió su exploración hasta llegar a la parte inferior del bikini de Kagome. Recorrió lo que había de tela y su vagina quedó expuesta ante su toque. Dos dedos se abrieron paso por la vulva uno busco el clítoris el otro la entrada de su vagina.

Kagome comenzaba a hervir y no tenía nada que ver la fogata que había ahí adentro. Un gemido se escapó de su boca mientras que su cuerpo comenzaba a cobrar vida propia. Si seguía así ella sería la primera en acabar y realmente no quería.

Pareció que él escuchó sus pensamientos pues se levantó con ella en brazos y la llevó hasta una pequeña cama que había adentro de la tienda.

La tendió con cuidado y con un pequeño movimiento se deshizo de la parte inferior del bikini de Kagome. Ante su atenta mirada se quitó su bañador libreando su erección. Estiró el brazo para alcanzar la mesita de noche dónde descansaba una tira de preservativos.

Esa noche planeaba que ambos no durmieran.

Rasgó el envoltorio y se cubrió el pene con él.

Segundos más tarde ya la había alcanzado en la cama. Besando la punta de sus dedos hasta la rodilla. Luego llegó a ella, la tomó de las manos y la extendió por encima de su cabeza. Kagome estaba más que abierta y dispuesta para él.

―Sin dormir – susurró milímetros de su boca.

―En toda la noche – respondió ella, mordisqueando el labio inferior de Inuyasha.

Con el sonido de las olas por testigo, esa noche se entregaron por completo.

Fin.