¡Hola!

Aquí estamos, por fin, ante el final de este fic, quizá con más angst de lo esperado.

Muchas gracias a todos los que me habéis ido siguiendo esta historia. Vuestro apoyo ha sido maravilloso y espero con ansias saber qué opináis de este cierre.

No quiero reteneros más.

¡Adelante!

1. Mañana en la batalla piensa en mí

2. Corazón tan blanco

3. Entre irse y quedarse duda el día

4. Porque no pude detenerme ante la Muerte

5. Varas de amapolas

6. El chico vio un cometa

7. I loved you to the bottom of the sea

8. Para mi corazón basta tu pecho

9. Cuando enciendan el sol de nuevo (epílogo)


Mañana en la batalla piensa en mí

En una de las estanterías del despacho de la Hokage hay un pequeño jarrón de cerámica blanca esmaltada en azul cobalto en el que Sasuke nunca se había fijado hasta ese día en que no tiene valor de mirar a Tsunade a la cara. Escoltado por su escuadrón, y con la máscara de porcelana de ANBU tapándole el rostro, describe los eventos de la última misión con su frialdad mecánica habitual. Tieso, fijo en el sitio explica cuándo y cómo llegaron, qué vieron y qué se encontraron, qué órdenes dio y cuáles fueron sus razones para darlas y cuando llega al peor de los desenlaces que esperaban, hace un esfuerzo por no apretar los puños y que no se note toda la angustia que le invade. Frente a él, Tsunade le escucha en un silencio denso. Coletas rubias sobre los hombros, tiene las manos enlazadas bajo la barbilla y los ojos perdidos en las manchas de sangre seca que galonean su chaleco. Hay un ambiente de pólvora, y teme que cuando la Hokage salga de su trance salte una chispa y todo explote por los aires.

- ¿Estaba vivo? - pregunta Tsunade de pronto, justo antes de que empiece a describir la vuelta - ¿El hermano del Kazekage estaba vivo cuando llegasteis?

Sasuke traga saliva y enfrenta sus ojos oscuros con los ámbar de la Quinta. Dentro de ella germina una planta que ya nace podrida.

- No pudimos comprobarlo. - Declara y expulsa las imágenes más desagradables de su cabeza para centrarse - Al menos no médicamente. El Kazekage… - Sasuke se atraganta, pide que toda aquella sangre deje de hacer piscinas en sus recuerdos - El Kazekage no nos permitió ver el cuerpo hasta que llegamos a Suna y apenas cruzamos las puertas los médicos se lo llevaron.

Tsunade levanta una ceja y tamborilea las uñas granates contra la madera de nogal de su escritorio

- ¿Qué quieres decir con que no os permitió ver el cuerpo?

- El Kazekage lo estaba abrazando todo el rato, Tsunade-sama. Le… juntaba contra su pecho. Y rápidamente se lo llevó encima de una nube de arena. Yo soy el más rápido del escuadrón y aún así no pude ir a su mismo ritmo. Nos fue imposible ver nada.

Nada más que el dolor de un hermano perdiendo a otro, piensa Sasuke. Gaara se había agarrado al cuerpo de Kankuro murmurando su nombre y con los ojos abiertos como en un cervatillo asesinado. Casi pudo oír cómo clavaba las uñas en la carne fría del cadáver, y sí le vio gritar y someterse al temblor de hombros en espasmos de sufrimiento. Irradiaba un chakra poderoso y maligno y Sasuke se negó a arriesgar a más gente estando cerca de él, así que dio orden a sus subordinados de quedarse ayudando a los civiles mientras él le seguía a cierta distancia, consciente de que no hay combustible más fuerte que el dolor y la rabia.

No le fue difícil seguir el rastro: la sangre se filtraba por los granos de arena y dejaba un reguero rojo sobre el desierto.

- ¿Y en tu opinión no-médica?

Sasuke se vuelve hacia el ninja sensor de su escuadrón para confirmar sus palabras.

- Tejón no detectó nada. - "absolutamente nada", había insistido en eso - Su chakra… no había señal de ello. En cuanto a lo que yo pude ver fue… - Tripas, un agujero en el pecho, la sangre, la sangre, la sangre cubriendo la piel pálida, los labios amoratados y otra vez el grito de Gaara y luego cara de los médicos que llegaron a las puertas de Suna y luego las reverencias y los sollozos ahogados de los ciudadanos al ver pasar al mejor de los guerreros frente a ellos. - … no dejaba muchas dudas a cuál era la situación.

Hay un silencio que se extiende unos minutos y Sasuke hace un esfuerzo por no pensar en que la última vez en que vio a Kankuro con vida, acababan de romperse la cara el uno al otro y luchaban por el amor de una misma chica. Una chica rota ahora, está seguro. Sakura, que era fuerte, que era pura e incorruptible, su Sakura ¿en cuántos millones de piezas se habrá quebrado?, ¿cómo va a arreglar su corazón ahora que se ha quedado sin bombear?

Tsunade se levanta de la silla. Tras ella, el cielo empieza a clarear y la aldea se despierta. Dice: supongo que es todo lo que podemos hacer, y sus dedos dejan marcas en el vaho de la ventana. Todo lo que podemos hacer, repite, como si así pudiera convencerse de lo contrario.

Ninguno de los ANBU se atreve a añadir nada y centran su mirada en todo menos en ella. Como todos los ninjas, Tsunade Senju está acostumbrada a cubrir sus sentimientos y emociones con un velo. Confunde a sus adversarios forzándoles a que no conozcan sus verdaderas debilidades distrayéndoles con otras: una vida entera de gritos, y ferocidad, y un temperamento explosivo que tapan sus partes más vulnerables. Algunas están escondidas dentro de ella, los rasguños que se tapan bajo la piel, los músculos y los huesos. Otras se ven a primera vista si prestas atención: en la cestita de madera con los mismos dulces que servía su abuelo; un marco con una foto de su hermano; el anillo de Dan colgado de una cadena del bote de bolígrafos; en un estante un libro firmado por Jiraiya; en la mesita de té, un juego de porcelana de sake que le regalaron Sakura y Shizune el día en el que (no) cumplió 60 años. Cicatrices, piensa Sasuke, pequeños trofeos que nos ayudan a recordar por qué seguimos vivos. Flores que ata con ramilletes de espinas rezando porque los tallos no se rompan.

Cuando se gira hacia ellos en sus ojos se refleja un dolor centenario. Anormalmente joven, le delatan el peso de los párpados, las bolsas púrpura haciendo lagunas de pena bajo las pestañas. Buen trabajo; - dice - tomaos un par de días de descanso - les ofrece - podéis retiraros - se lo piensa - Tú no, Halcón. Quédate. Tengo que hablar contigo.

Tsunade espera a que todos desaparezcan para moverse del sitio. "Siéntate" - ordena mientras camina hacia un pequeño armario - "y quítate la máscara. Al fin y al cabo, esta era tu última misión".

Sasuke agradece la oferta a pesar de la rudeza. Sus músculos apenas le tienen en pie después de las últimas horas, y nota cómo se relajan al notar el asiento mullido hundiéndose bajo los muslos. La máscara se retira de su rostro con esfuerzo, pegada a su piel después de horas de sudor y supone que la cerámica le ha rasgado la piel hasta dejarla llena de heridas, pero sin ella su rostro respira y él siente que por fin se libra de esa condena. Con los ojos libres y desde esa altura, se ven las copas de los árboles de otoño que lamen el amanecer como llamas débiles de una hoguera.

De pronto y junto a la máscara que acaba de dejar sobre de la mesa, la Hokage planta una bandeja con una botella de sake rebosante y dos copas de cerámica amarilla. Llena su porción hasta arriba sin preguntar y se sienta de frente, en su butaca habitual. No espera a brindar para terminarse todo el contenido de un solo trago. Sasuke hace por obviar que en realidad es la hora del desayuno, y la imita. Sabe perfectamente qué le va a preguntar a continuación.

- ¿La has llegado a ver? , - su voz es baja pero se oye claramente, llena la copa antes de volver sobre la cuestión, - ¿has llegado a ver a Sakura?

Piensa en la arena del desierto, piensa en la sangre, piensa en sus besos aquella noche y en que la última vez que la vio, desaparecía por las calles del distrito Uchiha con su corazón apretado entre las manos. ¿La habría parado si hubiera sabido que iba a pasar esto?, ¿le habría dicho: no pasa nada, aquí siempre tendrás un amigo?, ¿podrá ofrecerle algún tipo de consuelo?

- No. No estaba en Suna cuando llegamos. - Y algo egoísta en él cree que es mejor así. Porque si la llega a ver derrumbada no habría sabido qué hacer. Se habría quedado, supone, la habría sostenido en sus brazos. - Pero Gaara-sama ordenó de inmediato que varios equipos fueran a buscarla. Había salido de Suna el día anterior.

Tsunade parpadea y deja la copa en la mesa con un golpe suave.

- No habría servido de nada que hubiera estado por lo que me has descrito. Sólo le hubiera causado más dolor.

Se oye el ruido de los carros montándose en el mercado y el chirrido de las puertas principales abriéndose para dar la bienvenida a los viajeros del día. Es otra mañana igual que todas. El mundo seguía con las mismas dinámicas de ayer: alguien había muerto, alguien había nacido, los pájaros cantaban y el sol salía por el este. ¿Cómo podía seguir el mundo funcionando ahora que Kankuro había muerto y Sakura lloraría hasta convertirse en un cascarón hueco?

- Has hecho un buen trabajo, Uchiha - Sasuke levanta los ojos del sake, sorprendido. No es la persona favorita de Tsunade, precisamente. - Ha sido un honor tenerte en ANBU, digan lo que digan esas viejas cotorras de tu clan. - le hace un gesto para que no incline la cabeza - y será un honor colaborar contigo de ahora en adelante contigo al frente de la policía - dice, y sus manos reposan cruzadas bajo el pecho - pero antes tengo que pedirte un favor.

- ¿Un favor?

- Un favor. - reafirma - Sé que tienes planes que quieres implantar cuanto antes en la policía, pero no puedo dejar que tomes posesión de tu cargo de inmediato. - Tsunade le observa fijamente, sabe que le está estudiando cada reacción - Necesito que estés disponible para que en los próximos días y en cuanto se confirmen las noticias de Suna, vayas a buscar a Sakura. - Sasuke quiere decir algo pero le interrumpen - No sólo tú, claro. Mandaré al funeral una representación diplomática y al antiguo equipo 7. Y la traeréis de vuelta se ponga como se ponga, ya sabes lo cabezota que es ¿entendido?

¿Entendido? sí. ¿De acuerdo? No tanto. No cree ni por asomo que sea la persona más adecuada para ello. Intenta decírselo pero ella desdeña su puntualización.

- Sasuke - es la primera en su vida que la Hokage le llama por su nombre y le mira con intensidad. Parece rebozada en una tristeza salina, pétrea, que ha venido del pasado para recordarnos que nadie es inmune a ella. - sé lo que es perder a la persona a la que amas. Sé el dolor y la impotencia y la sensación de vacío que te acompaña. No hay una pena como esa, no hay nada que se le parezca a ese sentimiento de impotencia y desamparo. No solo te rompe el presente, si no todo el futuro. Las estaciones pasarán, y él no estará a tu lado; la vida seguirá, y él no podrá presenciarlo. Dejas de disfrutar del presente porque harías cualquier cosa por volver al pasado y disfrutar de un rato a su lado. No sabes qué hacer con todo ese amor que tienes guardado y es tan fácil… tan fácil que se convierta en odio… Y - Tsunade mira al techo - si en el momento en que yo estuve así no hubiera tenido a gente a mi lado, no sé qué habría sido de mí - confiesa, y se encoge en su asiento. Ya no una Hokage, solo una mujer sin propósito, una viuda llorando sobre un ajuar amarilleado. - y no quiero que eso le pase a Sakura. Me niego a dejarla sola y consumida. - Y le pregunta directamente, usando cada palabra como un aguijón. - Así que lo que pido es si serás capaz de retrasar un poco, una semana quizá, tu incorporación a la policía, y si puedes hacer eso por ella para que no esté sola… para que sepa que tiene a alguien si lo necesita.

Hay algunas personas por las que Sasuke pararía el mundo, un meteorito, un tanque, un ataque, una caída de un piano desde el sexto piso. Hay gente por las que empezaría y terminaría una guerra, y Sakura es una de ellas. No tiene ni que pensar la respuesta.

- Claro.

Tsunade le mira un rato, buscando un trozo de mentira en su rostro y al final parece satisfecha con el resultado.

- Muy bien. Estaré en deuda contigo.

Le llena otra copa de sake y brindan en silencio por todos aquellos que ya no están entre ellos.


Un corazón tan blanco

El luto en Suna es estricto, cruel como el viento que bufa por sus calles. Obliga a vestir de blanco de pies a cabeza, a cerrar todas las ventanas de casa, a cubrir las celosías con trapos grises, a no salir de tu vivienda durante al menos tres semanas, a no recibir a nadie que no venga a llorar a tu lado. Fuera los colores, fuera las cortinas, fuera la música. Fuera todo lo que implique vida porque la muerte lo engulle todo, un animal mitológico al que le rinden culto los que tienen miedo. Y Gaara no tiene miedo, pero lo odia, odia con todas sus fuerzas ese conjunto de reglas sociales que le obligan a resignarse al destino y a rendirse al duelo. Le acompaña una sensación de agravio e injusticia que le impulsa en su rebeldía: obliga a que se abran las ventanas del palacio del Hokage, que entre la luz a raudales y con ella el calor y el polvo que trae el viento y las risas de los niños que juegan en los soportales. Hay días en que se levanta y le gustaría que se metieran en su alcoba y los aposentos privados, que invadieran su casa y llenaran de ruido el silencio estruendoso que rebota contra el mármol y le ahoga en pálpitos huecos. Gaara no sabe qué hacer con todo ese silencio ahora que tiene una hermana lejos y un hermano desguazado. Un silencio artificial. Ahora que está solo de verdad, de verdad de la buena por primera vez en su vida, y toda la casa se le cae encima poco a poco, escombros de una familia maldita, y le da igual ser o no Kazekage, y le da igual la arena, y le da igual todo lo que no sea su hermano otra vez a su lado.

Se despierta cada día como si no hubiera descansado. No ha descansado en realidad, tiene demasiadas pesadillas, demasiadas imágenes zurcidas en la memoria. Se levanta e ignora los pájaros que le miran desde el alféizar de la ventana: la lechuza blanquísima de Kumo; el elegante cernícalo de Iwa; la amenazante skua de Kiri; el leal halcón de Konoha. Todos le juzgan con sus ojitos inteligentes, con sus panzas llenas de ratones. Le ofrecen la pata para recoger los mensajes, y la bajan cuando pasa de largo. Gaara deambula por la casa hasta llegar a la cocina. Los pasillos son blancos y largos como una culebra y Gaara esquiva siempre la habitación de Kankuro. Sale por la ventana, vuelve a entrar por el patio. Se desaparece según termina su ducha para reaparecer en el salón. A veces sube al tejado y cruza por encima de Suna para que el infierno no le toque más que le ha tocado ya. Intenta comer algo pero todo es ceniza en la boca, todo sabe a piedras del camino, a vísceras que se van pudriendo en su garganta.

Elige vestir de rojo. Le da igual el luto a Gaara, que ya no tiene hermana que le cuide, que yo tiene hermano que le guíe, que mató a su madre en el parto, que odio a su padre toda su vida. Tras eso, se hace inmune a la mirada de la gente cuando pisa la calle. Todo es rojo y granate; rojo y granate y del mismo color de su pelo; como la sangre aquel día.

Es temprano aún, y aunque el cielo despliega sus azules es una mañana gris como la piel gris de un burro. Parece que toda la ciudad contiene la respiración esperando las siguientes noticias. Vivimos orando, le dicen los sacerdotes. Los dioses ayudarán, añaden. Pero Gaara no cree en nada más que las manos de los médicos y en el influjo de su chakra y cree que hace tiempo que los dioses le han abandonado.

En algún momento Gaara se quedó sin lengua, se le atascó en la boca y ahora no saluda a la gente que se inclina a su paso. Tampoco habla cuando cruza la recepción y hay un coro de "Gaara-sama" que le dan la es blanco como la nieve dentro de este edificio. O como Gaara recuerda que es la nieve. Quizá es mejor decir que es como la sal. Como un de esos salares de la frontera oeste, que se huelen desde lejos, que se llenan de flamencos rosas que danzan en unos ridículos pasos. Kankuro lo llevó una vez, cuando su padre todavía estaba vivo. Le dijo: ríete, Gaara. A veces la estupidez también es divertida.

Le gustaría volver a escuchar su risa.

Gaara - que no sabe qué hacer con el temblor en las manos cada vez que encara esa puerta - dobla el picaporte y lo nota frío, y los goznes giran sin dificultad. Sus ojos beben del cuerpo de su hermano postrado, las máquinas que le atan al mundo pitando y la mano de Sakura sujetándole los dedos inertes, el pelo rosa explayado sobre las sábanas.

Se despierta cuando da el primer paso en la habitación y los ojos verdes parecen agua estancada. Se sienta a su lado y no dicen nada, y miran a Kankuro esperando un milagro.

Que abra los ojos, que mueva los labios, que les sonría y les diga: estoy aquí. No os preocupéis. Aún no me he marchado.


Entre irse y quedarse duda el día

- ¡Hey, Shikamaru! - Izumo le saluda desde la garita - ¿Entras o no?

Hace un gesto con la mano para que esperen y se recuesta contra un árbol mientras se termina el cigarrillo. Volutas de humo, el olor pegado al pelo y los dedos amarillentos por la nicotina. Es vicio execrable, lo sabe, y no hay día en que no maldiga a Asuma por animarle a que diera su primera calada; pero también es un vicio con cierto efecto catártico. Es quizá el gesto de llevárselo a boca, la parte mecánica de encenderlo; o cómo la respiración se calma cuando aspira, cuando expulsa el aire y su mente se queda quieta como una balsa y puede pensar. Priorizar. Establecer esquemas. Diseñar estrategias.

Aplasta la colilla contra el suelo justo antes de cruzar las puertas y cuadra los hombros antes de mirar al cielo. Nubes infladas en lluvia de otoño y un aire frío que le corta las mejillas. Tras un viaje de novios interrumpido y varias semanas viendo el paisaje plano del país del viento, carente de límites y borrado de contornos, Konoha se muestra acogedora en su concentración urbana. Preñada de historias por contar y de lugares donde esconderse cuando las pesadillas vienen a buscarte. En Suna, lo tiene comprobado, todos los monstruos te pillan a cielo abierto.

- Bienvenido - Kotetsu le sonríe envuelto en una bufanda larga, parece un poco acatarrado - ¿dónde has dejado a la señora Nara?

"Suna" una respuesta clara. Shikamaru no les mira directamente y se ajusta la mochila en la espalda antes de añadir "con su familia" y no dice más porque en realidad no puede decir más. Está enfadado consigo mismo por no haberse quedado ahí, apoyando a su mujer, a su cuñado, a Sakura, pero tiene instrucciones claras y debe presentarse cuanto antes ante la Hokage. "Sé que no es esto lo que esperabas de nuestras primeras semanas de matrimonio" - le dijo Temari recogida en sus brazos, tenía los ojos secos de llorar - "pero necesitamos que nos ayudéis" y Shikamaru, que hacía tiempo que sabía que no podía negarle nada a su mujer, no encontró ningún motivo para decir que no y partió hacia Konoha de inmediato. Llevaba con él una carta confidencial de Gaara en nombre de la ciudad de Suna y otra de Sakura, dirigida directamente a Tsunade en persona, y ambas se le habían entregado con una nota clara: no hables de esto con nadie.

- ¡Oi, Shikamaru!

¿Pero el concepto de nadie incluía al que fuera el equipo 7?

- ¡Naruto! - Parece que le estaba esperando. Son inasequibles al desaliento. - Y Sasuke. Hola.

Podría intentar desentrañar cómo es posible que supieran que llegaba hoy, pero en general hay muchas cosas que le resultan inescrutables del comportamiento de los alumnos de Kakashi. Vuelca su energía en asumir que va a tener que lidiar con ellos aunque sean un dolor de muelas, del mismo modo que asume que esta noche estrenará su cama de matrimonio sin su mujer al lado. Hay cierta gracia en la resignación, se recuerda.

Naruto se acerca corriendo hacia él y Sasuke camina unos pasos por detrás con las manos en los bolsillos y el chaleco jounin con el abanico blanco y rojo bordado en el cuello. Arrogante y atractivo, en otro momento a Shikamaru le producía cierta envidia lo bien que le quedan todos y cada uno de los uniformes que se ponía. Por el rabillo del ojo, ve a Kakashi unos metros más allá, apoyado casualmente con el libro naranja abierto en sus manos y sin mover una página. ¿Realmente cree que está engañando a alguien?

- ¿Qué queréis saber? No tengo mucho tiempo.

- ¡Todo! - Naruto invade su espacio personal y se inclina hacia él, los ojos azules abiertos como platos. - La vieja no nos deja ir por motivos absurdos…

- ¿No es porque Hinata está embarazada y…

- … y ni Gaara ni Sakura-chan responden a mis cartas ni a mis sapos…

- …y Sasuke ha empezado finalmente en la policía?

- ¡Absurdos!

A Shikamaru le vuelve a apetecer encender un cigarro. Entre Naruto, Sakura y Sasuke ha visto más brotes de emoción descontrolada y reacciones exuberantes de las que puede recordar. "Pero por qué", suele decir, "montan tanto drama todo el rato". Está convencido de que uno puede escribir sobre los eventos más relevantes de la historia reciente de Konoha saltando de miembro en miembro del equipo 7 e incluso Ino, la persona más intensa de toda la aldea, refunfuña contra ellos: "son demasiado esos 4, de verdad, que se relajen". Ugh, qué dolor de cabeza.

- Kankuro está vivo. - Resume rápidamente y los otros dos se tensan, prestando atención. Naruto va a decir algo pero Sasuke le tapa la boca. - Aunque… no vivo-vivo. Está en el hospital y… su corazón funciona pero no puede respirar él solo y no responde a ningún tratamiento por ahora. - Temari había llorado tantas noches en su hombro, Sakura parecía un fantasma sin separarse de él, Gaara estaba ausente - y… los médicos no son muy optimistas. No parece que… vaya a salir adelante.

Naruto cruza los brazos sobre sí y se queda mirando un gato que cruza la calle con tristeza.

- Eso no suena muy bien.

- No. No suena bien. - Suena a mierda. Toda Suna está sumida en un duelo adelantado de banderas a media asta y susurros callados.

- ¿Cómo es posible que esté vivo? - Sasuke habla por primera vez y al mirarlo Shikamaru se da cuenta de que tiene ojeras profundas en los ojos. - Yo lo vi. Estuve ahí. Es imposible que sobreviviera a…

- No lo hizo. - ¿Cuánto puede contar de esto? No está seguro así que recurre a vaguedades. - Sakura llegó a Suna varias horas después de que le declararan muerto. Pero… aplicó una técnica. Y le trajo de vuelta.

No tiene muy claro si ese amasijo de extremidades inertes, esa pálida figura atada a una cama y a un respirador, a unos tubos que le alimentan se puede decir de vuelta.

- ¿Cómo hace alguien eso? - Naruto se rasca la cabeza, Sasuke alza una ceja - ¿Se puede revivir alguien?, ¿es como el edo-tens.. tensei?, ¿y no le puede curar Sakura-chan?

- Eh… no es…

- Se rumoreaba que era una técnica prohibida de la que era experta Chiyo, si no me equivoco… - Shikamaru da un salto. Kakashi aparece detrás de ellos con todo el sigilo del mundo y le dedica una mirada de advertencia - … y es algo de lo que no deberíamos estar hablando en mitad de la calle, Shikamaru.

Sasuke les mira a los dos evaluando. Tuerce la boca frustrado al darse cuenta de que no obtendrá más información que esa. Naruto, sin embargo, no se conforma tan fácilmente.

- ¡No, no! Al menos dinos cómo está Sakura-chan. - Le agarra del chaleco verde y le agita, y una madre con un bebé que pasea cerca se gira asustada. Shikamaru chasquea la lengua. - ¿Está bien?, ¿come bien?, ¿duerme bien?

Kakashi le hace con un gesto en la cabeza para que responda y la presencia de Sasuke se hace aún más fuerte y amenazante. Tsk, qué gente más problemática.

- Sakura… - Shikamaru busca las palabras para no generar alarma. Tiene en su cabeza un recuerdo muy específico de Sakura desecha sobre la cama. De Sakura no probando la comida. De Sakura leyendo libros junto a Kankuro mientras las lágrimas caían silenciosas por sus mejillas. Pero sobre todo tiene la imagen del chakra de Sakura temblando en sus manos, saliendo a borbotones en lugar de con su habitual fluidez. - … Está un poco alterada. Gaara y Temari la están cuidando. Se están cuidando entre todos, pero tenemos que darnos prisa.

Prisa por qué, quiere preguntar Sasuke, pero Kakashi impone su rango cuando urge al Nara a que se mueva a la torre Hokage. Naruto está callado, sus ojos fijos en Shikamaru saltando sobre un tejado, y luego otro, hasta que se pierde por los callejones menos frecuentados. Se quedan los tres quietos y callados hasta que desaparece en el horizonte. Sin darse cuenta, entre Kakashi y Sasuke, dejan vacío el hueco que ocuparía Sakura.

Porque no pude detenerme ante la Muerte

A Sakura el dolor le rasca escamas en los ojos, fuerza a que cambie de piel. Por una vez, no es ella la que avanza por los pasillos con los labios apretados y unas frases vacías de consuelo para los familiares. No tiene certezas a las que aferrarse cada vez que un médico entra en la habitación. Salta cuando se cruza a un especialista en el pasillo y parece que van a decir algo pero se muerden la lengua recordando que tienen orden de no molestar. Está perdida cuando la reverencian como a una santa, un Sakura-sama que acompañan con una leve inclinación. Y se siente especialmente inútil si sus colegas si le informan de que le han cambiado la medicación o le han puesto un nuevo anticoagulante como si esperaran que desapareciera Sakura-la-chica-rota y Sakura-el-prodigio-médico volviera a tomar el control de su y diera el visto bueno a su decisión.

Sakura sigue en shock, tricotando escalofríos y navegando entre la bruma de su cerebro. Desde el momento en que un ANBU de Suna la detuvo cruzando entre aldeas el desierto y le explicó la situación, Sakura siente que el aire es pegamento y que no puede separar sus pulmones. Llegó a la morgue tan rápido como pudo y le vio rígido, las heridas coaguladas y un grupo de forenses pidiéndole perdón por algo, ¿por qué, exactamente? No lo sabe, pero les oía de fondo: lánguidos, lloriqueando, perdón Sakura-sama, no pudimos hacer nada, perdón, perdón. Estaba tan pálido, y en realidad parecía que iba a abrir los ojos y a decirle: hey pequeña, ¿y si salimos un rato? O a meterse con ella porque tardaba mucho en la ducha (si sigues ahí entraré yo y no saldremos nunca) o a ofrecerle un trocito de cama cuando llegaba cansada del hospital (espera que me pongo calcetines, tengo los pies helados). Parecía vivo pero no lo estaba y le pareció injusto. Le pareció mal. Cruel. Innecesario. Absolutamente antinatural. Y le pidió a todo el mundo que la dejara sola mientras acariciaba las facciones que había besado con devoción unas semanas antes; mientras recorría con el dedo el contorno de las cicatrices, la carne un poco blanda allí donde la herida no se había cerrado. Tenía que tocar para saber que era verdad. Porque no podía serlo. Era una mentira horrible. Horrible. Espantosa. Pero dentro de ella sabía que si había constantes vitales no lo parecía, y si hubiera estado en la batalla, no habría pasado el triaje para salvarlo.

Pero era Kankuro y era Sakura, y se habían besado hasta desgastarse los labios y habían hecho planes de futuro y Sakura se negaba a renunciar a ellas porque la muerte se lo había arrebatado. ¿Su idiocia? Vale. ¿Su orgullo? Puede. Pero no la muerte si podía evitarlo. Chiyo tenía razón en sus notas cuando decía que transformar energía vital en chakra dolía como si te extirparon los órganos, pero no explicaba que usar su propio sello para hacer energía vital y luego hacerlo chakra fuera como si debajo de su piel se le clavaran tornillos en cada célula.

Le dio toda la energía que pudo para atarle a la vida, y cuando se despertó tres días más tarde en la camilla del hospital, vaciada de su propio chakra, se preguntó si había hecho suficiente. Los resultados de análisis no eran buenos, la máquina que sustituía sus funciones vitales a veces es insuficiente, y siente náuseas cada vez que es consciente de que el milagro no es tanto que esté vivo como el hecho de que aún no esté muerto.

Sakura ha puesto en alto todos sus viajes, sus planes, su correspondencia. Las cartas se acumulan en la mesita de noche sin abrir, y va tirando a la basura las que son más viejas. Tiene una habitación en el palacio del Kage que apenas utiliza. Casi todas las horas las pasa en la habitación 603 del hospital, acariciando la mano de Kankuro al tiempo que intenta leer un libro. Se aferra a pequeños actos de resistencia: arregla una y otra vez las flores de los jarrones, y reubica compulsivamente las postales llenas de buenos deseos que le envían. Temari aparece siempre por ahí a mediodía, peina a Kankuro, le corta las uñas y alisa con sus manos las sábanas y las mantas a pesar de que nadie lo note, a pesar de que no haga falta. Vigilan que el sueño de una y la otra pase imperturbado.

Hay momentos en que a Sakura le da miedo que la palabra "nunca" se quede siempre en su vocabulario cuando piense en Kankuro. Que nunca volverá a escuchar su risa o sus bromas o que nunca volverá a abrazarlo o que nunca verá su arquetípica imagen inclinado sobre la mesa del taller, montando y desmontando marionetas. El lenguaje configura nuevos espacios en el que él no está, y se queda corto para describir aquellos en los que sí estaba. Temari se para en el borde de la frase siempre que ese tipo de pensamientos la golpean, Gaara se queda congelado cuando se da cuenta de la imposibilidad de retorno. Todo el mundo habla de él alternando el presente y el pasado, como si estuvieran preparados para olvidarlo y se ponen furiosos por ello. Bregan con la gramática y los extraños para anclar su existencia al mundo.

En este aspecto, le sorprenden los amigos de Kankuro.

Un día Sakura oye unos gritos en el pasillo frente a la habitación y sale a ver qué ocurre. La luz entra de pleno y le ciega los ojos, y tiene que ajustar la vista para identificar quién forma parte del tumulto. Reconoce unos jounin de Suna con los que a veces ha tomado algo, y ve que sujetan contra al suelo a un hombre boca abajo, la rodilla de uno entre los omoplatos y el otro con un pie en la parte de atrás de las rodillas. Sakura se queda mirándolos, alejada unos pasos. Sopesa llamar a seguridad, pero uno de ellos le ofrece una explicación: "es un pedazo de mierda", dice y hay una rabia ahogada en sus palabras "está escribiendo un obituario de alguien que no está muerto", le explica y luego quitan el peso sobre él y le empujan para que se vaya a trompicones pasillo abajo.

- Es ya el tercero esta semana. - Se acercan a Sakura - Quieren entrevistarnos. Quieren escribir de él muerto sin que esté muerto. Que dijéramos algo como amigos. - Como si aún estuviera tirado en suelo, mirando las baldosas con desprecio - Son unas ratas miserables.

A Sakura se le endurece el gesto, y les agradece que lo hagan. Y ellos se encogen de hombro, "no es nada" le comentan "es y siempre será nuestro amigo" y Sakura sabe que cuando Kankuro se haya ido del todo sus enemigos tendrán que tener cuidado. No habrá manera de contener la locura de quienes le amaron.

En algún momento, alguien decidió otorgarle el título de viuda. Sakura se excusa, aclara la situación, pero todo ha caído en saco roto. Sigue recibiendo mensajes de condolencia, las flores a veces llegan a su nombre y la gente que pasa a hacerles compañía en la habitación, la abrazan y le dicen que todo saldrá bien, que la vida sigue. Sakura no se cree ni una palabra, pero empieza a entender qué ven en ella cuando la ven en silencio velando a Kankuro. Lo cierto es que, no importa la tierra que pongan por medio, le ama con toda su alma. Habla de él con sus hermanos o con sus amigos, reconstruye tal o cual gesto, dibuja en su cabeza su semblanza y suspira como una adolescente enamorada. Se da cuenta de que le gustan de él cosas de las que nunca se había percatado: su inteligencia práctica, su sabiduría socarrona, su descaro, su gracia natural, su cinismo estudiado. Su sentido del deber. Su fe luminosa en las personas en las que creía. A veces se lo cuenta a él, mientras le aparta un pelo que crece hasta taparle los ojos. Otras veces se lo rumia a ella, dándole vueltas a todas las cosas que no se han dicho todavía. Sospecha que por el resto de su vida, intentará acariciar con las manos cosas que solo viven en sus recuerdos.

El duelo es un monstruo que vive debajo de la cama y ataca cuando menos lo crees. Cuando huele el té favorito de Kankuro; un día que va a comprar una revista y ve al lado el libro de crucigramas que tanto le gustaba hacer; el reloj marca las 7, y piensa que era hora de un programa que le encantaba. En esos momentos, se queda en un estado vulnerable que le dura varias horas. Los pensamientos negativos pueden con ella. Gaara dice: "no es tu culpa", y Temari dice "está vivo gracias a ti". Pero ellos no lo entienden, porque la educación que ella ha recibido al respecto es espantosa. Conocer los límites de uno mismo cuando se trata de semi desconocidos es una cosa. Descubrirlos cuando se trata de la persona que quieres, otra. ¿Podría haber hecho?, ¿podría haber sido más rápido?, ¿no entendió bien las notas de Chiyo?, ¿no tenía suficiente chakra amasado?, ¿debería haber ido con ellos a Konoha? Maldiciones que se autoimpone, se amontonan en el ribete de su cerebro. Así que para sobrevivir, enjaula sus pensamientos. Los aprieta hasta que se transforman en una lámina fina, una superficie plana y brillante y anulada. No quiere profundizar demasiado, no quiere buscar soluciones o de algún podría ser derrotada no sólo por el dolor sino por el nihilismo. Se preguntaría cuál es el punto, si es que hay algún punto, para qué todo esto, para qué todo ese dolor que no te hace ni más fuerte, ni te cura, ni nada: solo hace que tu mundo sea más opaco y más oscuro. Sólo hace que Kankuro siga medio vivo. Medio muerto.

Aún así resiste. Pasa las noches encogida en una sofá, acepta la tarea que se impone para conversar con Temari y Gaara y se va acercando poco a poco a la biblioteca y retoma la lectura, no tanto como para encontrar una gran solución médica, sino para que su mente no se atrofie al mismo ritmo que su alma.

Pasa una semana. Pasa otra. Las postales son más escasas, las flores menos abundantes. Una tarde, Sakura aprovecha los últimos rayos de sol para terminar una novela cuando alguien llama a la puerta. Dos toques suaves, educados. No esperaba a nadie, así que deja el libro a un lado, camina a pasos cortos hasta el dintel.

La vida está llena de sorpresas, supone.

- Tienes un aspecto horrible - dice Ino, el peso de su cuerpo sobre una cadera y la coleta llena de arena.

- ¡Ino! - Shizune chasquea la lengua y luego se vuelve a Sakura - Tsunade-sama nos envía a ayudar, Sakura. Nos alegramos mucho de verte.

No se puede creer que estén ahí, en el pasillo, todavía cargando con una mochila y esperando para que les de permiso para entrar. Quiere llorar de alivio, pero no le quedan lágrimas, y quiere abrazarlas pero no le responde el cuerpo. Parada ahí, mira de una a otra con la boca abierta hasta que ve que alguien más espera apoyado en la pared, el uniforme verde contrastando con el pasillo. Le saluda "¡yo!", y le sonríe con los ojos arqueados y luego deja caer rascándose la cabeza "Ino realmente tiene razón en lo que de no tienes muy bien aspecto, Sakura", pero Sakura casi no le oye porque corre hacia él y hunde la nariz en el pecho. Se deshace en sollozos e hipidos. Y Kakashi entorna la mirada con dulzura. Le pone una mano en la espalda, y otra en la cabeza, hace circulitos de consuelo, y deja que llore un buen rato contra él. Está tan asustada como cuando tenía 13 años, y Kakashi sabe lo que tiene que hacer.

- Todo va a salir bien. Ya lo verás.

Y Sakura se lo cree.


Varas de amapolas

La Sakura de 15 años descubrió con asombro que tenía muchas más cosas en común con Shizune de las que tendría con alguien en toda su vida. A ambas les gusta el té de jazmín, hornear galletitas con forma de flor por hanami, las películas de amor épico, sobreanalizar las letras de las canciones, leer hasta altas horas de la noche, mucho más la cardiología que cualquier otra especialidad. Ninguna de las dos entiende del todo la caligrafía Tsunade, les daba alergia la lana sintética, son personas de mañana y mordisquean los lápices cuando están pensando en algo. Son el tipo de personas a las que recurren sus amigos y que siempre tienen un plan diseñado al milímetro antes de ejecutarlo. El tipo de gente que sabes que toma buenas decisiones y la que dirías sin dudar: sí, dejo tu vida en mis manos. Adelante.

En teoría, contra esto Ino Yamanaka tiene poco que hacer.

Pero Ino y Sakura comparten experiencias e historias, que es algo que pesa mucho más que los gustos comunes. Tienen un temperamento parecido, saben que son su apoyo incondicional. Donde Shizune callaría por respeto, Ino le pone los puntos sobre las íes. Donde Shizune se retira, Ino insiste. La despierta a las 8 de la mañana para ir de compras, la desvela toda la noche hasta que cierra la discoteca. Sakura abre el armario de Ino y roba la ropa que le parece; Ino no ha comprado un pintauñas por sí misma en su vida. Hablan poco de trabajo, mucho de sus amigos. Se pelean por tonterías, riñen por absurdeces; a veces pasan varios días sin hablarse. Se llevan comida casera cuando la otra se enferma; toman el sol en la terraza los días que tienen libres y no hacen preguntas cuando llaman a la puerta a horas intempestivas, deshechas en un mar de lágrimas. Son ruidosas, excesivas; comparten miradas que dicen párrafos y un lenguaje peculiar que deja las frases a medio terminar. Se dejarían caer por un barranco para salvar a la otra y siempre, siempre estarían dispuestas a matar a quien les hiciera daño.

Son tan diferentes, Shizune e Ino, que solo a través del balance de Sakura pueden funcionar juntas.

Se han instalado en un pequeño apartamento de tres habitaciones cerca del hospital, y han adaptado la sala de personal del quinto piso como base de operaciones. Shizune ha juntado un equipo de médicos, ha llenado la sala de pizarras para volcar ideas y ha traído suficiente café como para tres generaciones de insomnes. Ha puesto a varios genin a que les ayuden a subir y bajar libros de la biblioteca, y tras estudiar los análisis de Kankuro detenidamente se ha encarado a Sakura para decirle: necesitamos que recuperes tu chakra cuanto antes. Y Sakura que vive en una nebulosa, que no tiene impulso más allá de respirar y llorar, se ha quedado sin saber qué decir porque su chakra se mueve en olas peligrosas, no puede controlarlo del todo y le da miedo tocar nada con esa radiación que siente bajo la piel. Se lo explica a Shizune, bajo la atenta mirada de Gaara y Temari, y antes de exponer lo avergonzada que está por su falta de recursos, Ino se levanta en toda su voluptuosidad y anuncia a los presentes que no se preocupen, que ella toma las riendas de la situación. Para empezar, y sin más dilación, obliga a Sakura a dormir en un horario normal. Se entera de que Sakura tiene una habitación en el palacio del Kage, un piso por debajo de donde está la de Kankuro y la Yamanaka entra en furia, cree que es el sitio más inadecuado que han podido encontrar. Le pide a Gaara moverla a otro lado y se le concede en cuestión de minutos. Temari accede sin dudar un segundo en alternar las noches para vigilar a Kankuro, y Sakura acepta a regañadientes mientras sale de la habitación arrastrando los pies. Luego, la empuja a comer. Van al mercado juntas y le llena la despensa de verduras frescas, de pescado y carne y vigila que no deje nada en el plato y que no se se salte una comida. Hacen ejercicio juntas y le prepara baños largos y aromáticos. Le habla de cotilleos varios para que se despeje y cuando Sakura le pide que pare, "Cerda, gracias pero no necesito todo esto" , Ino se vuelve sobre sus tacones y se para a medio camino del hospital. Con un mano en la cadera, la empuja clavándole un dedo en el pecho hasta que la espalda de Sakura choca contra un muro.

- Tú necesitas esto porque Kankuro necesita tu cerebro en pleno funcionamiento. - Remarca, con sus ojos azules brillando como luceros. - Bueno, todos necesitamos tu cerebro. Eres la persona más lista que conozco y no vamos a dejar que eso se pierda.

Sakura murmura ¿lista? y sacude la cabeza. No está de acuerdo en absoluto y se lo dice, con la mirada perdida en los remolinos de arena, incapaz de hacer frente a la honestidad cristalina de su amiga. "Tu compañero de equipo es Shikamaru. No soy más inteligente que él" y sigue caminando. Ino a su lado se encoge de hombros, agita su melena: él es inteligente pero idiota, tú eres inteligente y lista. Son dos cosas diferentes. En mi opinión, lo tuyo es mucho más útil".

Sakura protesta ("No es verdad"), Sakura acepta cierta parte de la declaración ("Sí. Bueno. Se me da bien mi trabajo"), y termina por claudicar ("es probable que no haya muchas más personas en el mundo que puedan hacer esto") e Ino le dedica una sonrisa victoriosa y le da un beso en la mejilla: "Eres la mejor, no lo olvides".

Más o menos una semana después de que ellas estén ahí, Sakura se descubre a sí misma dejando el lado de la cama de Kankuro y poniéndose la bata con su nombre bordado. Baja hasta el quinto piso, y cuando abre la puerta, diez pares de ojos se giran hacia ella. Abrumada, avergonzada, pide perdón por la interrupción y está a punto de marcharse cuando un joven médica de neurología se acerca hacia ella y se inclina en señal de respeto. "Sakura-sama, dice y los ojos le brillan, la estábamos esperando"

Sobre el papel, Kakashi está en Suna para ayudar a investigar al grupo que atacó a la caravana. En realidad, Sakura le suele ver por las calles de la aldea, ya sea charlando con los jounin locales, ya sea paseando con Gaara, ya sea sentado con Temari; ofreciéndoles a todos su especial tipo calma. Kakashi es la clase de persona que quieres tener a tu lado cuando todo se tambalea, con su presencia analgésica y su capacidad para transmitir sensación de control. Es su voz, quizá, o su postura relajada, o la manera en la que no suele precipitarse en sus conclusiones, o quizá que ya ha visto lo peor de todo y puede decir con fundamento que sí, que se sobrevive. A veces se sienta con Temari a comer una manzana y en ese gesto la rubia deja de llorar y puede respirar tranquilamente. A veces pasea con Gaara, y no intercambian palabras pero se hacen compañía. Sakura agradece cada vez que la obliga hacer una parada, cada intento de conversar sobre algún tema de apariencia trivial. Le gusta especialmente que aparezca cada noche sin falta por la sala, justo antes de que se ponga el sol y poco después de que los otros médicos se vayan a sus casas. Suele traer con él dulces, o fruta o comida para llevar que ha comprado por el camino, o una tartera comida casera que les manda Temari. Se sienta en un rincón leyendo su Icha Icha y espera a que la luz haya desaparecido totalmente para preguntarles qué han descubierto ese día. Lo hace con su mejor tono pedagógico, las contempla con paciencia, las piernas cruzadas y la barbilla apoyada en su mano, y simplemente, escucha.

Suele ser Shizune la que habla. Es ella la que está a cargo de recoger información y consultar fuentes y comparar ideas. Ino toma notas de todo lo que se dice y propone; y Sakura estudia los resultados de los análisis y propone los posibles procedimientos e intervenciones. Se coordinan bien, son buenas trabajando juntas y exponen sus planes y teorías con claridad y sencillez. Kakashi atiende concentrado, e interrumpe solo para preguntar con acierto. La cuestión justa: unas palabras que se instalan en su mente y revolotean incluso cuando se van a la cama y les hacen pensar en nuevas soluciones y pruebas clínicas.

Es en esos momentos cuando Sakura cree que da lo mejor de sí misma. Se pone técnica, su cerebro privilegiado al servicio de la medicina y siente que puede ser útil realmente. La esperanza entonces no es una hipótesis ilusa sino una posibilidad real. Algo suficientemente tangible como para permitirse sentarse en el colchón de Kankuro sin remordimientos y besarle la frente antes de irse, con la promesa de que le salvará pase lo que pase.

- Y luego tendré que convencerte de que tenemos que estar el resto de nuestra vida juntos, pero cada cosa a su tiempo.

En torno a la tercera semana de estar ahí, Kakashi trae lo que él considera las mejores mandarinas del mundo (pruébalas, Shizune, te van a encantar) y se las regala a todos los que están ayudando a la investigación. Se marchan cargando con ellas y dándoles las gracias y él les sonríe a todos y cada uno de ellos, y cuando se quedan solos pela una con cuidado, mientras Shizune le explica los últimos avances.

- O sea - comenta quitando un pelito blanco de un gajo - ¿hay algún tipo de conciencia?, ¿eso es lo que ha descubierto Ino?

Apoyada la cabeza contra el cristal de la ventana, Ino asiente, aludida. Parece cansada.

- Hoy por fin he captado algo en su mente. Es tremendamente débil, pero es algo. No podemos decir que sea una conciencia como tal pero nos da cierta esperanza.

- Hasta ahora no lo podíamos sentir - cuenta Shizune al tiempo que ordena papeles en diferentes montones - pero no podemos saber si es porque realmente se empieza restaurar su chakra o porque lleva ya varios días estabilizado físicamente. Al estar ambas cosas relacionadas, no es fácil determinar qué es causa de qué. Pero el ritmo cardíaco parece estable y otros marcadores también parecen estar dentro de los parámetros normales, así que…

- Eso es bueno, ¿no?

- Es bueno porque nos permite plantear procedimientos más arriesgados - Sakura borra lo alto de la pizarra de puntillas, - pero aún así no hay mucho que podamos hacer hasta que sepamos si no hay señal de chakra estable y no sabemos si eso se llegará a producir. - Se para con el borrador en la mano - Si hubiera llegado antes podría…

Kakashi mastica rápidamente y traga. Le recuerda que no es su culpa.

- Tu técnica ha hecho más de lo que debería, Sakura, no sé si lo ves.

- Sensei…

Tras él, Shizune e Ino corean su opinión. Sakura insiste:

- Si hubiera llegado antes quizá podríamos saber si es que sus canales de chakra no funcionan o simplemente están vacíos - Se recuesta contra la pizarra y cruza los brazos. Inhala aire con los ojos cerrados antes de seguir. - Pero sabemos que hay una relación entre conciencia y chakra, así que al menos podemos esperar ciertos avances.

- Ah, pensaba que esa teoría estaba obsoleta - Kakashi no es ningún experto en el tema, pero recuerda que había cierto debate en torno al tema - y ahora se consideraba que el chakra era una respuesta física a determinados estímulos externos.

- Mmm, sí, pero Tsunade-sama no cree en esas ideas. - Shizune desdeña la propuesta con un movimiento de la mano - En esto, seguimos un enfoque más tradicional, que por otra parte se ha mostrado como el más efectivo. Ella entiende los canales de chakra como las tuberías de una casa: el depósito donde guardamos el chakra es nuestra conciencia y se forma cuando nacemos, y es esa conciencia la que lo impulsa para que vaya circulando por las tuberías en la dirección que queremos. Digamos que ese depósito se abre en determinada dirección cuando le pedimos que haga algo concreto, los puntos de chakra funcionan como llaves de paso que pueden abrirse y cerrarse, y nuestro jutsus serían el equivalente a abrir un grifo: para lavar, llenar una bañera, etc.

Kakashi asiente. Él también lo creía así.

- ¿Y vuestra hipótesis es que las tuberías de Kankuro… no tenían agua porque no había depósito?

- Eso es lo que no sabemos. - Sakura se sienta con las piernas cruzadas y apoya la cabeza en una mano - Y el problema es que hasta que no tenga una cantidad de chakra determinada en su cuerpo no podemos reanimarle propiamente, ni hacer ningún tratamiento porque desconocemos qué pasa en su cuerpo. Puede ocurrir que o bien no reciba "agua" porque no hay conciencia, por así decirlo; o bien sus llaves de paso están atrofiadas o no funcionan, y el chakra no puede circular… lo que no es de extrañar después de que… bueno, de que hubiera… muerto.

Hay un silencio pesado en la sala después de decir esas palabras pero Kakashi tiene una pregunta más.

- ¿Y no podrías llenar el depósito de otra manera ahora que sabéis que hay conciencia?

- ¿Eh?

Es un poco vergonzoso de explicar.

- Mmm, ejem, mmm … - se aclara la garganta. He aquí una muestra más de la tacañería proverbial del ninja copia. - digamos que cuando he tenido algún problema de fontanería en casa he usado una estrategia similar. Como no sabía si se trataba de una fuga o un atranque, lo que hacía era cerrar todas las llaves de paso, coger una fuente de agua externa e ir llenando para comprobar qué funciona o qué no. ¿Por qué no usar una fuente externa de chakra?

Ino suena un poco divertida al imaginarse a Kakashi en tareas domésticas y un poco incrédula por la pregunta:

- Porque necesitaríamos una fuente enorme de chakra para eso, ¿dónde vamos a encontrarla?

Sakura, siempre la más rápida de todos, da un respingo y Kakashi sonríe porque ha llegado a la misma conclusión que él.

- Eso digo yo… - finge que piensa y mira significativamente a su alumna - dónde la encontraríamos…

- No… no sé si… puedo hacerlo, sensei.

- Yo creo que sí.

- Mi chakra aún no es tan estable como suele serlo.

- Lo conseguirás pronto.

- Es arriesgado.

- ¿Hay otra opción?

Las otras dos mujeres no entienden demasiado.

- ¿De qué estáis hablando?

- Eso, yo no me entero.

Sakura se vuelve hacia ellas:

- Necesitamos una piscina externa de chakra para vertirla sobre Kankuro. - explica.

- Ya. - Shizune asiente, hasta ahí había seguido el razonamiento. - Pero como dice Ino, para eso necesitamos una enorme cantidad de chakra amasada, algo como un jinchuriki o el sello de Tsun… - Shizune se queda a mitad de palabra y se gira hacia Sakura, sus ojos fijos en ella de pronto. - Oh. Oh… Sí... podría funcionar.

- ¿No crees que es un poco arriesgado?

- No si se produce la intervención de manera conjunta.

- ¿En serio, de qué coño estáis hablando?

- ¿Cómo de conjunta?

- Simultánea. Al tiempo que tú vuelcas el chakra, yo vigilaría que los órganos y funciones vitales trabajaran con normalidad e Ino…

- Aún no sé de qué va esto.

- … mantendría su conciencia abierta para que pudiera conectarse con el chakra.

La Yamanaka gruñe desesperada:

- Ok, ¡pero aún sigue la cuestión de dónde sacamos esa cantidad de chakra!

Sakura se gira hacia ella y señala el sello morado de su cabeza con un dedo. Ino forma una o con la boca, por fin entendiéndolo todo, y luego sonríe, lobuna, cuando todas las piezas caen en su sitio.

- Quién podría imaginar lo útil que es tener una frente tan grande.


El chico vio un cometa

Todos los poemas épicos que había oído en su infancia narraban las gestas heroicas de un ninja poco antes de morir de forma trágica. Shinobis que lucharon contra mil gigantes; kunoichis que sometieron tres ejércitos; humanos semi inmortales que cayeron por su soberbia; anónimos y vulgares muchachos que salvaron poblaciones enteras, que se superpusieron a sus heridas, y blandieron sus armas hasta acabar con el malvado. Había cantos enteros dedicados a cómo se despedían de sus amadas; cuánto lloraban sobre su cadáver; cómo su nombre se escribía en las estrellas.

No había cantos, sin embargo, sobre el momento exacto de la muerte. Ninguno hablaba de cuando todo se iba poniendo negro y frío y metálico, y luego había una blancura insoportable, ardiente: como si te quemaron los ojos después de mirar al sol mucho rato.

Kankuro nunca se imaginó que morir doliera tanto. Se imaginaba algo parecido a la calma, algo tranquilo y relajado que le llevara a otro estado. En ese tiempo inespecífico sufrió calambres y horrores y un dolor intenso por todo el cuerpo, y cuando por fin todo se calmó, se encontró en una nada feliz. Una paz mullida donde no pasaba nada y no le dolía ni los músculos, ni los tendones, y era como estar flotando sobre un mar en calma, como dormir en los brazos de su madre.

¿Por qué le estaban arrebatando eso?

- ..no-san!

- No te preocupes, es normal que se desmaye. Llévala a otra sala para que se recupere.

Hay una voz, reconoce. Pero suena ahogada, como si estuviera bajo el agua. Lejana.

- Las constantes siguen estables, todo parece funcionar bien.

Unas manos. Sí. Unas manos que le acarician la frente y cree que oye su nombre, pero no lo reconoce de todo. Le urge más que alguien le explique por qué se está asfixiando. Hay algo en su garganta, ¿no lo ven?

- Sigue vivo, parece consciente.

Pero qué coño, si Kankuro debería estar muerto, está seguro de haber muerto. ¿Qué clase de broma cósmica es esta? Quiere, no, exige que se lo expliquen e intenta abrir la boca pero siente de nuevo la sensación de ahogo y algo dentro de su esófago. Parece que se ha comido un rosal entero, con espinas, y flores, y palos tan adentro de él que le provocan náuseas.

- Kankuro-san, por favor, no hable tengo que quitarle la intubación.

Es una voz de mujer, sí. No hay nada que indique peligro en ella, pero Kankuro se va tensando, incapaz de estar cómodo en un estado tan vulnerable. Es una sensación muy desagradable porque por mucho que lo intenta sus músculos no responden; no responden a sus voluntades más básicas y específicas: no puede abrir los ojos aún, no puede mover las manos, ni puede mojarse los labios secos. Siente, eso sí, como un zumbido un chakra ajeno que se mueve dentro de él, y hace que sus células se ericen y tiren en direcciones diferentes, combándose ante el intruso. La sensación viaja por su piel desde los pies a la cabeza una y otra vez, rápidos, supersónicos y le marean. Su espina dorsal se contrae al contacto, y de repente le golpean todos los sentidos que le rodean: el olor de un antiséptico le golpea la pituitaria, el pitido de unas máquinas le revienta los tímpanos, unas luces intensas se cuelan entre las pestañas y siente sobre la piel unas gotas calientes que caen siguiendo un camino del chakra ajeno.

- Voy a avisar a Gaara-sama y Temari-san, ¿estarás bien?

Algo en la parte de atrás de la mente de Kankuro salta al oír el nombre de sus hermanos. Quiere decirle sí, estaré bien, tráelos a esa persona, quiere darle las gracias, pero su garganta sigue sin responder y se queda solo con la persona que está apretando el chakra contra su piel como si lo apretara con un pulgar, clavos que van abriendo diferentes puntos del cuerpo. Y le duele, duele una barbaridad. ¿Podrías parar, por favor? Eso quiere decir ahora, pero ya sabe lo que pasa si lo intenta así que al menos hace por abrir los ojos y volcar la súplica en su miradas. Los párpados, por supuesto, no responden ni a la primera ni a la segunda, pero sí a la tercera.

Hay una enorme cantidad de luz, es lo primero que piensa.

Y luego hay una enorme cantidad de rosa y oh, dios mío, si ahora mismo se echara a llorar, nadie podría culparle. Es rosarosarosa y es ella. La reconocería en cualquier parte, en cualquier mundo, en cualquier mundo y cualquier vida, en cualquier paraíso sea terrenal o celestial. Donde fuera. Su Sakura, que está ahí como un milagro y sigue teniendo los ojos verdesverdesverdes, tan verdes, pero no solo de un verde esmeralda y jade, Kankuro se dio cuenta hace tiempo, de un color verde agua que se difuminan en diferentes tonos de color de salvia, acarician el azul en algunos puntos y cuando se acerca a las pupilas, se vuelve oliva. Verdeverdeverde.

Quiere besarla. Quiere gritar su nombre. Quiere traerla contra él y abrazarla y olerla y quedarse así porque a lo mejor Sakura es un cometa y se va y no vuelve y no puede perderla porque ella le dio a su vida dirección, y belleza, y significado.

No le ve, se da cuenta. Inclinada sobre su barriga, tiene la mirada atenta a lo que sea que esté haciendo y dos lágrimas gruesas caen por su cara y antes de que caigan encima de su abdomen, se las aparta con las manos. Y el pelo. El pelo - rosa - sigue siendo rosa, como las perlas, como los pétalos, como, oh dios, cómo quiere tocarlo y acariciarlo y… ¿qué le pasa a su piel?

Su piel, sí, su piel es diferente, tiene líneas negras formando cruces y haciendo dibujos tribales en sus brazos y es un misterio entender qué es eso, espera que no sea malo. Es casi un misterio tan grande como entender por qué está aquí, ella que se había ido, ¿no? Estaba seguro de que se había ido pero también estaba seguro de que estaba muerto, y aquí estaba.

Quizá esto sí es el paraíso, después de todo.

Lo intenta palpar. Descubrir si es real, pero sus dedos, por supuesto, los muy traidores, no responden del todo y quiere que le mire, por favor, que le mire de una vez y vuelve a intentarlo. La mano derecha fracasa, pero consiguió agarrar un poco de la tela de la bata con la mano izquierda. Un toque ligero pero suficiente como para que Sakura mueva los ojos primero hacia abajo y luego hacia arriba, y luego a su cara y se lleva las manos a la boca abierta. Nunca ha tenido los ojos tan abiertos y espera que su cara no se haya declarado también en rebeldía y ella pueda ver la sonrisa que está intentando dibujar.

- Oh dios mío… Oh dios mío, Kankuro - Sakura, su voz, están ahí. Es verdad. No es algún tipo de juego de su mente. - Oh dios mío … estás vivo… ha funcionado.

Se acerca hacia él y le acaricia la cara (pensé que te perdía), balbucea su nombre (Kankuro, Kankuro, Kankuro), canta su amor por él (te quiero, te amo, no quiero ni pensar que…), le llena de besos la frente, la nariz, la boca, la mejilla, el inicio del pelo, y le pide que no le deje mientras se hunde en su cuello, le envuelve en sus brazos y nota las lágrimas calientes colándose por la bata del hospital. Sus brazos están muy débiles, no puede abrazarla aún, pero a cambio le llega el olor de lavanda y de limón, y el tacto de sus mechones haciéndole cosquillas en la piel y sus sollozos y sus palabras de amor. Cree que escucha la voz de Temari, - no muy lejos, pasos rápidos al otro lado de la puerta - urgiendo a Gaara que se de prisa.

Y se siente tan contento. Tan jodidamente contento de estar vivo.


I loved you to the bottom of the sea

Los últimos días que pasa viviendo en casa de sus padres, Sasuke hace gala de su famosa tenacidad y se resiste a caer en las nostalgia con la misma indomable fiereza y dirección con la que suele hacer frente al aburrimiento y a la pereza, a la inacción y al desánimo. No se doblega ante la tristeza dulce que rodea a Mikoto, que ha tomado la decisión de cocinar cada día uno de los platos favoritos de Sasuke (sopa de miso con tomate el lunes; bolitas de arroz el martes; tataki de atún el jueves), y se hace inmune a los historias de infancia que le cuenta su padre con ojos vidriosos. Sasuke odia el sentimentalismo en general, y las muestras de melancolía pública en particular, y se niega a caer en la trampa de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor así que acomete el inicio de la siguiente fase de su vida con determinación, como si se tratara de una misión compleja que tiene que completar con éxito.

Impertérrito como siempre pero consciente de sus flaquezas, únicamente reconoce que la palpitación por las cosas que ya no volverá a tener le ataca el día en que está vaciando su habitación, y envuelve la foto del equipo 7 en papel de periódico antes de colocarla en una caja junto a los jerséis de invierno. Pesa poco, el marco está un poco cascado, y no quiere ser rompa.

Se queda un rato mirándola.

Están congelados en ese instante. Eternamente jóvenes. Brillantes. Inmortales. ¿Sabían entonces la vida que les esperaba?

- Podríamos colgarla en el salón. O en nuestro dormitorio, si prefieres.

Akira le habla encaramada a una escalera corta. Lleva un delantal de Mikoto, un plumero de avestruz en la mano y ropa vieja que le aprieta las caderas. Ha engordado en los últimos meses, y todo el mundo coincide en que se la ve muy bien. Iluminada. Contenta.

Sasuke no tiene que pensar demasiado que hacer con la foto, porque al fin y al cabo, y por egoísta que sea, los quiere para él solo:

- Me la llevaré al despacho. No te preocupes: mejor centrémonos en lo que tenemos que hacer ahora.

Quedan un par de semanas para su boda, y hay muchas cosas por rematar todavía. Sasuke tiene la sensación de que ha perdido cierto control de su vida en los últimos días, y que todo parece estar en manos su madre y su prometida. Está convencido - y tanto Itachi como Naruto parecen ser de su misma opinión - de que el cerebro masculino solo puede recordar un número limitado de tipos de flores para los centros de mesa ( ¿lirios?, ¿caléndulas?, ¿hortensias?, ¿gladiolos?, ¿qué habían elegido al final?) y empieza a sospechar que le están engañando cada vez que Akira aparece con una nueva propuesta para tapizar las sillas del comedor de su casa (no, ahora en serio, ¿cuántos tipos de blanco hay? ). Al menos arreglar su habitación y ordenar sus viejos trastos es algo sobre lo que aún puede ejercer cierta capacidad de intervención.

- Y qué lo digas… - Akira también está un poco cansada de los preparativos. Sueña despierta con su luna de miel. - Esta tarde tengo que ir a hacerme la prueba de peluquería, y tu madre irá a hablar con los del catéring sobre los cambios que se nos ocurrieron anoche… tú tienes que hacer varias cosas también, ¿no? ¿Crees que te dará tiempo a terminar aquí o tendrás que volver mañana?

Unas horas antes, Sasuke habría dicho que podrían terminar en un día sin dudarlo. Ahora, después de descubrir la ingente cantidad de apuntes que ha ido acumulando durante años, las varias cajas de shurikens y kunais mellados, y la mucha ropa vieja que le queda por tirar, no está tan seguro.

- No lo sé. ¿Qué es lo que tengo que hacer hoy? A lo mejor puedo posponerlo para mañana.

- ¿Te has olvidado? - ¿Puede alguien culparle de eso? - Tienes que hablar con Eino-san, Sasuke-kun, para confirmar el número de invitados. ¿Sabes si Sakura-san vendrá finalmente? ¿Ha respondido a la invitación?

Los ojos de Sasuke se desplazan hacia la mesilla de noche. Hay una carta de varias páginas ahí, explicando su respuesta.

- No, no vendrá. Están en algún lugar al norte de Cascada, ayudando con un brote de varicela negra.

"Querido Sasuke-kun" - decía - "Muchas gracias por tu invitación. Me alegra que sigas contando conmigo para celebrar las cosas importantes de la vida."

- Oh, qué lástima... - baja de la escalera con gracia y hace un puchero con los labios - me hubiera gustado darle las gracias por todo lo que hizo por mí.

"Pero me temo que no podré acompañarte en esta ocasión. Le he dado muchas vueltas al asunto, y no creo que ninguno de los dos estemos preparados para hacer frente a esto. ¿No crees que se nos partiría un poco el corazón?, ¿no crees que sería injusto para Akira, para Kankuro?"

- Estoy seguro de que ya lo sabe.

- Tienes suerte de tener una amiga tan buena, Sasuke-kun - Akira cierra con cinta aislante una de las cajas para donar que ya están llenas - Por cierto, no es que quiera cotillear, ¿pero sigue viajando con él?

"Vamos lentos.", escribía Sakura en un párrafo, "Torpes, pero acertando las teclas que queremos dar. Kankuro se recupera poco a poco. Sigue sin poder entrenar pero le voy ayudando con la rehabilitación y él va haciendo tratados y labores diplomáticas. No es que encaje bien con su carácter… pero como él dice, mejor eso que estar en Suna de brazos cruzados, ¿no? Yo creo que os parecéis un poco en eso. "

- Sí.

- Me alegro mucho por ellos - la sonrisa de Akira es devastadora por auténtica. No oculta maldad y es de una honestidad que hace que Sasuke quiera también formar parte de ella, también alegrarse con la misma intensidad y no solo con ese trocito de corazón que le deja libre la ansiedad. - Ojalá puedan ser felices después de todo lo que han pasado.

Sakura le hablaba de sus viajes con una alegría que se trasladaba a las frases. Le describía las montañas nevadas de los samuráis, las playas de arena dorada del País de la Luna, le hablaba las hierbas medicinales que utilizan en El País del Hierro y de un viejo conocido que se cruzó antes de coger un barco en El País de las Olas. "Estamos creando recuerdos juntos, parando cuando nos apetece y eso es mucho más de lo que habría podido soñar unos meses atrás cuando pensaba que lo había perdido todo".

- Dice que se instalarán definitivamente en Suna y que siempre podremos ir a visitarlos - Sasuke no cree que sea muy buena idea, pero la oferta está ahí y por la cara de Akira, ella parece encantada.

"Espero que seáis muy felices. De verdad. Os lo deseo con toda mi alma porque tú y Akira os merecéis un futuro brillante. En cuanto a nosotros, estoy segura de que llegará un día en que podamos volver a encontrarnos en calma, en el futuro. Tomar algo, y eírnos de todo lo que fuimos: nuestros aciertos, nuestro fallos, nuestros victorias y nuestros errores. Sin rencores. Incluso algún día si quieres, podéis hacerme una visita, Akira y tú, para que os pueda felicitar en condiciones."

La castaña se vuelve hacia y sonríe, su falda azul da vueltas sobre las piernas largasm y hay algo cálido y maternal en lo que Sasuke se recuesta, como si pusiera su mejilla contra la tierra caliente por el sol.

- ¡Nunca he estado en Suna! - Contenta es poc.o - ¿Crees que podremos ir?

Nunca le ha contado lo que pasó entre ellos aquella noche. Nunca le ha contado de hecho, todo su hermano desmedido hacia ella y aunque supone que Akira lo sospecha - son demasiados largas que le lanza cuando el nombre de la pelirrosa sale en una conversación, es demasiado frecuente las veces en que la menciona esperando ver su reacción - nunca ha reunido el valor para hacerlo. A veces se ha visualizado así mismo explicándoselo calmadamente, como le ha recomendado su hermano; y otras dejándolo caer sin demasiado importancia, como le ha dicho Shisui, pero le ha aterrado la idea. El temor a defraudar, es superior al de mentir y al final vive ahí, en el contrapaso de lo que quiere dejar atrás y del futuro que tiene delante.

- Si quieres… - Sasuke le sonríe con su sonrisa pequeña. Un chico tímido en el cuerpo de un hombre serio que intenta ser más abierto. - Aunque la verdad es que Suna es un sitio… un poco extraño para hacer turismo.

Lo que me está enseñando este viaje con Kankuro es que en realidad cualquier sitio es tan bueno como otro para ser feliz. Solo necesitas estar con alguien a quien quieras, y estar en paz contigo mismo. Por eso estoy tan contenta de haberme ido de Konoha, Sasuke. Sé que ni tú ni Naruto lo entendéis, pero esto que tengo ahora: esta independencia, y esta tranquilidad, saber cómo y qué quiero es lo que siempre he soñado tener.

Akira se ríe y canturrea al timepo que va doblando ropa que guardan en cajas. Ahí, los dos, codo a codo son la ilustración perfecta de la definición del diccionario de la palabra " hogar ". Y Sasuke se pregunta si no es eso lo que ha perseguido siempre, esa idea, y no a una persona concreta. Quizás Sakura también tenía razón en eso. Una vez más.

Una última cosa, y ya te dejo: ya sé que odias las cartas largas. ¿Crees que seríamos las personas que somos ahora si lo hubiéramos hecho todo bien? Yo creo que no. No podría ser la médico que va ahora por el mundo sin miedo si hubiera estado contigo, me temo. Y no podrías ser tú ahora quien haga de Konoha un lugar mejor si no te hubieras visto empujado a ello. Nos habríamos ahogado como dos plantas que reciben demasiada agua. Elegir los términos en los que quiere ser feliz no ha resultado tan fácil como creía. Siempre soñé con que tú y yo estaríamos juntos, pero me equivoqué. No sé dónde irán los sueños cuando no los conseguimos, pero sé que lo que tenemos ahora es mucho mejor que todo eso porque podemos materializar nuestras aspiraciones. Ha costado, ¿no? Tú y yo siempre hemos vivido en un tiempo prestado: el tiempo de las cosas que podían llegar a suceder. Era cómodo, porque no arriesgábamos. Para esto no fuimos valientes nunca, supongo que porque nos daba miedo qué nos podía pasar si las cosas llegaban a salir bien. A cambio y a base de tropezones, hemos llegado a un camino nuevo que se acomoda mejor a nuestros pasos, Sasuke. Espero que tú también lo estés recorriendo.

- Voy a bajar esos papeles a la basura. ¿Quieres que baje también los de la mesita de noche?

Sasuke niega con la cabeza, coge con disimulo la carta de Sakura y se la guarda en un bolsillo. Le quema en las manos. Es la nostalgia por lo que nunca llegó a ocurrir lo que peor lleva en realidad.

- No, ahora voy contigo y ya seguimos mañana.

Pásatelo muy bien en tu boda y sé muy feliz, Sasuke. Nos vemos pronto, y hasta entonces, sigamos avanzando a nuestro ritmo.

Cuídate,

Sakura.


Para mi corazón basta tu pecho

Habrá otras tardes después de esta. Casi todas las pasarán juntos. Muchas serán buenas, otras no tanto. A veces reñirán, a veces estarán cansados, a veces tendrá mucho trabajo y otras veces se quedarán dormidos el uno junto al otro en el sofá. Tardes de todos los tipos y colores, Sakura lo sabe, pero nunca olvidará aquella en que lluvia arreciaba, Kankuro estaba empapado y le dijo todas aquellas cosas.

Están en una pequeña isla del mar de Kiri y la galerna se ha despertado sin avisar. Es hermosa por terrible, por inclemente, por salvaje. El viento tira árboles, las olas engullen playas, y Kankuro chorrea de pies a cabeza cuando entra en el invernadero con una cestita cargada de malangas. Refunfuña y se sacude el agua como un perro, se limpia los zapatos en el felpudo. Un resoplido y Sakura levanta la mirada justo a tiempo para verle hacer un gesto de dolor al mover la rodilla y frunce el ceño. Todavía renquea.

A pesar de que hace casi un año de su accidente fatal, Kankuro está lejos de recuperarse plenamente. Las heridas habían sido demasiado profundas, las laceraciones se extendían por su cuerpo, y su vuelta al mundo de los vivos lastraba las consecuencias de su estado letárgico. Su chakra aún no es del todo estable, no ha vuelto a ganar el peso que tenía, y la masa muscular aunque fibrosa y definida, no es suficiente para un hombre de su corpulencia. A veces tropieza, a veces le duelen las articulaciones y hay veces, en los días de humedad y bruma, en que su cuerpo se retuerce en espasmos dolor y Sakura tiene que quedarse todo el día a su lado, aliviándole a base de analgésicos y emplastes infusionados en chakra. Kankuro la mira entonces con ojos entornados, y le dice que no hace falta que esté ahí, y cuando ella se niega a irse - siempre se niega - él bromea sobre lo afortunado que es de tener de una enferma tan sexy y los dos se ríen - siempre se ríen - aunque el chiste sea conocido y solo funciona la undécima máscara con la que intentan ocultar la verdad: que Kankuro nunca volverá a ser el shinobi que fue. Ni soñarlo, siquiera. Que su vida será burocrática y diplomática, acuartelada en los despachos de Suna. Que si viajan más despacio es porque él les retrasa. Y que si Gaara le dejó acompañar a Sakura en sus viajes no fue solo porque creyera en que su historia de amor mereciera una segunda oportunidad, sino porque iba a ser de poca ayuda tenerle amargado mientras se rehabilitaba y su novia estaba fuera, aumentando el prestigio de su nombre.

- Asco de clima. - Fruñe un poco y deja la cesta en el fregadero del laboratorio, antes de volverse a Sakura y darle un beso. Se aparta un poco para no mojarse y Kankuro frunce el ceño como un niño pequeño.

- Vamos, no es tan malo. Es solo un poco de agua.

Lo que sigue es un chasquido de lengua y el discurso número 58 sobre por qué la lluvia es un asco, por Kankuro de Suna. Empieza haciendo aspavientos y Sakura se ríe a carcajadas ( si sigue lloviendo así terminaremos todos con branquias, Sakura, te lo juro ) y luego reflexiona en voz alta ( los poetas y los tristes: los únicos a los que les gusta esto) y al final con cierta amargura (y no podemos salir de esta isla: adiós a nuestra cena especial. ¿Cuántas veces la hemos pospuesto ya? ).

- No seas quejica, - le quita peso, bromean en esta tarde torrencial de Kiri -, podremos cenar otro día. Aquí estaremos bien.

Kankuro mira a través de los cristales con los ojos entornados, como si así pudiera hacer desaparecer la lluvia y suspira, dramático. Se va quitando la ropa empapada y sustituyendo por otra seca que va sacando de sus mochilas de viaje. Sakura sonríe para sí mientras pone unas gotas de solución férrica en el matraz.

- ¿Y este striptease sorpresa?

-Lo siento, no he traído la música. - Sonríe y esa sonrisa va directa a la parte baja del vientre de Sakura - Si quieres la tarareo.

Sakura niega con la cabeza, divertida y levemente excitada. Echa una vistazo al cuerpo de su novio. Ha cambiado, también. Tiene muchas cicatrices, una que le atraviesa el abdomen, otra en el pecho, varias en la espalda. Nunca fue del tipo de hombros con poco autoestima, pero ahora Sakura sabe que se mira en el espejo con cierta melancolía. Nada que afecte a su desempeño en la cama, por otra parte, ni que permee en su actitud ante la vida en general. Sigue siendo enérgico, divertido, sarcástico, entregado y decidido. Sigue siendo el Kankuro del que se enamoró.

Se sienta delante de ella y mira lo que está haciendo por encima de la fila de probetas y los tubos de ensayo que tiene desplegados en la mesa. Sakura es especialmente ordenada cuando se trata de sus compuestos y sus medicinas, y nadie puede tocar los ingredientes ni los mejunjes que hace. Kankuro ha intentado ayudarla cuando, como hoy, no estaba en aburridas reuniones diplomáticas, pero en general Sakura le ha hecho repetir todas y cada una de las cosas que hacía. Así que antes que nada, Kankuro ha aprendido a observar desde lejos y a preguntar antes de moverse siquiera.

- ¿Qué estamos haciendo ahora?

- Seguimos ampliando la base de datos de venenos y antídotos. - Se pone un mechón detrás de la oreja y toma nota en un papel de la cantidad de veneno de pez globo que acaba de verter. - No sé para qué tienen esta isla entera con todas las plantas del mundo, miles de peces y cientos de insectos, si no los utilizan para nada, la verdad.

- A mí no me preguntes. - Se encoge de hombros - Son de Kiri. Gente rara.

Sakura coincide (sí que son raros, sí ) porque después de unas semanas en el País de la Niebla empiezas a notar que hay algo raro en la población. Quizá es por su pasado sangriento, quizá es por el clima. Pero a Kankuro le da la sensación de que les molesta que Sakura sea tan brillante y de que un par de extranjeros paseen por sus calles. Afortunadamente, pronto estarán camino a Suna y podrán relajarse.

- Igualmente, - Sakura le lanza una mirada verde retadora y a Kankuro, como siempre, se le pone la piel de gallina -, deberías reconocer lo que estoy preparando. Se parece mucho a los tuyos.

Es un juego que tienen para hacer más llevaderas las horas de laboratorio. Sakura y Kankuro tienen una competición acerca de quién sabe más de venenos ( "Tú sabes más de salvar a gente y yo de matarlos, no pasa nada, pequeña. "Ya veremos, ya" ) y por ahora van empate. Kankuro se inclina para ver mejor qué hay: dos mezclas, así que son veneno y antídoto. Con base terrosa, así que de Iwa o Suna. Reconoce el veneno de tarántula, esencia de escorpión, amapola de estabilizador y… ah, por supuesto, belladona. Sonríe para sí mismo al saber de qué se trata. La ponzoña que casi le mató y la solución milagrosa que encontró Sakura. La vida y la muerte. Sakura y Sasori. " Sí" piensa Kankuro y mira su entorno: las gotas que golpean el cristal, las plantas tropicales que acogen el invernadero. Es bonito, en realidad. Esto también podría funcionar.

Sakura está distraída en ese momento, cortando unas raíces de kalanchoe. Kankuro se mueve rápido, sigiloso y vuelve a su sitio, como si nada hubiera pasado. Brillante, ligera, Sakura se gira con el trozo de planta en una mano y los ojos verde heno se ensanchan bajo la tormenta. Se oye un trueno en la lejanía.

- ¿Lo has averiguado ya?

No le gusta demasiado mentir, pero en esta ocasión cree que merece la pena hacer una excepción.

- Me rindo. Tendrás que decírmelo tú.

Sakura sonríe victoriosa y deja que su competitividad haga el resto cuando se lo explica con retintín.

- Esto es el veneno de Sasori - le comenta señalando con una mano uno de los botes - y esto… - se para de pronto. No puede hablar porque entre una cosa y otra hay una cajita de terciopelo morado. Sakura parpadea y su corazón empieza a latir con fuerza. Caballos, búfalos, estampidas de elefantes en su pecho. - ¿Y esto qué es, Kankuro?

- Ábrelo. - Brilla, sonríe, está en lo alto del mundo en ese momento en que las caja tiembla entre los dedos de Sakura y al levantar la tapa se lleva la mano a la boca - era de mi madre, pero creo que a ti te irá mejor. Creo que… mmm… hace juego con tus ojos.

Es una sortija y hay diamantes, y esmeraldas y oro blanco y parece del tamaño ideal y quiere chillar y al tiempo besarle y también saltar y también llorar y abrazarle y tiene que decidirse de una vez por una emoción por sus latidos están desbocados. Le mira de hito e hito, esperando que diga algo.

- Cásate conmigo.- Suleta, como si fuera la frase más natural del mundo. Kankuro es encantador siempre, pero hoy probablemente esté fuera de sí mismo con toda esa seguridad, y ese amor con el que habla mirándola a los ojos y ese leve temor de ser rechazado que se traduce en él agarrando el metal de la mesa con más fuerza de la necesaria - Volvamos a Suna o a Konoha, vuelve a ser la jefa del hospital, o médico regular o lo que quieras, me da igual, mientras pueda volver a casa y verte cada día. Es lo único que quiero, Sakura, lo único que voy a querer el resto de mi vida.

Sakura no sabe qué decir, está atónita y entiende a lo que se refieren los libros que hablan de estar embriagado en felicidad. No le cabe la sonrisa en la cara y hace con la de Kankuro, que parece tres veces más grande, como si el amor la inflara hasta parecer un gigante. En tres zancadas da la vuelta a la mesa y desliza el anillo por un dedo manchado de tierra.

- Estoy… hecha una desastre. ¡Y tú estás empapado! - Consigue decir, medio en broma, su corazón es una locomotora - No… no es así como uno pide matrimonio, Kankuro. Al menos tenía que estar guapa.

- ¿Quieres que me ponga de rodillas? - Sakura niega y está llorando. ¿Por qué llora siempre? - Había una plan. - Se excusa, le sonríe, la desarma. - Con lo del restaurante esta noche, cena romántica, dar un paseo… ya sabes.. y también lo intenté hace un par de meses en aquel sitio tan bonito en la Cascada pero pasó lo de aquella mujer que enfermó y no pudimos ir y… - Se rasca la cabeza, se obliga a callar porque está desvariando. Si no hubiera muerto ya, pensaría que estaría a punto de hacerlo de los nervios. - Pero no podía esperar más, Sakura... Yo.. yo voy a casarme contigo - Y ya ni siquiera es una pregunta - voy a vivir a tu lado hasta que me muera del todo, vamos a tener la boda de nuestros sueños, Gaara oficiará, Ino y Temari serán las damas de honor y vamos a tener un montón de bebés y todos van a tener tus ojos.

Sakura ríe entre lágrimas porque este hombre realmente la va a matar y no puede ser que diga todo eso con esa naturalidad y ese aplomo. ¿Pero qué espera? Es así como le quiere, y no de ninguna otra manera.

- Ey, ey, para el carro, - intenta bromear para que le dé tiempo a dejar de llorar. Cuando diga que quiere tener una sonrisa enorme en la cara. - aún no he aceptado tu propuesta y… - parpadea - ¿bebés? ¿más de uno?

- Quiero 4.

- ¡¿4?! Vas a tener que buscarte otra mujer aparte, porque yo no soy una fábrica…

- Tendré tiempo de convencerte pero… - le pone una mano en la cintura y la atrae hacía sí. Caen gotas del pelo sobre la nariz - ¿Eso es que sí?

Se miran, la lluvia golpea con más fuerza y los ojos verdes relampaguean en esmeraldas y jades y turquesas. Sakura se rinde antes de presentar batalla. Al fin y al cabo: era una decisión que había tomado hace tiempo. Mueve la cabeza de arriba a abajo.

- No hay otro que quiera, Kankuro.

Sakura cree que se enamora un poco más cuando él le sonríe así, cuando la aprieta contra sí y le da un beso suave y lento que la envuelve como una tormenta de arena y sabe a limón y hace que pierda la noción del tiempo. Kankuro la hace tan ridícula, tan inexplicablemente feliz y llena que parece que tiene cascabeles cantándole en cada célula de su cuerpo.

Habrá otra tarde tan feliz como esta, dentro de unos meses, en un atardecer en Suna de colores rosas y moradas. Sakura llevará un vestido verde, e Ino le le reprochará que no vaya de blanco, y le dará igual porque Kankuro él dirá está preciosa en cuanto llegue a su lado. Naruto hará un discurso que no podrá terminar porque se echará a llorar y Tsunade se emborrachará antes de que llegue el baile. Habrá una tormenta de arena, será un poco desastroso todo y tendrán que trasladar el banquete al salón de su casa, con todos los invitados apelotonados. Pero la comida estará rica, ella se reirá mucho y cuando Kazashi la acompañe hasta el altar le preguntará al oído muy bajito, para que nadie les oiga: ¿es esto lo que quieres, florecita? Y Sakura mirará a Kankuro, guapísimo con su traje oscuro; mirará a sus amigos de Konoha y a los de Suna; a Temari y a su bebé, a Gaara y su sonrisa discreta, y asentirá antes de depositar un beso en la mejilla de su padre.

Estará exactamente donde quiere estar.


Cuando enciendan el sol de nuevo

(Epílogo)

Reluciente, tecnológica, vibrante. La nueva estación de tren de Konoha deja a visitantes y locales extasiados por igual. Los trenes resoplan en sus salidas preparados para recorrer las cinco naciones; hay tiendas de souvenir, y un cine, y varios restaurantes, luces de neón que anuncian puesto de ramen y vendedores ambulantes que te ofrecen té y dango al triple de precio que en el centro de la ciudad. Se ven cientos de personas en estos días que pasean por confundidos entre el barullo de maletas y conversaciones en varios idiomas. Se pierden a menudo y al final suelen terminar quedando en el punto de encuentro bajo la enorme pancarta con la que la ciudad les da la bienvenida. Estos días se lee ¡Enhorabuena a Naruto Uzumaki, Séptimo Hokage de la Aldea de la Hoja! y todo el mundo se apresura a comprar sus figuritas con el zorro de nueva colas.

Konoha ha entrado en la modernidad por la puerta grande y todo el mundo quiere probar un poco del elixir de éxito.

A Sakura, en esta ocasión, le gustaría que las cosas estuviera un poquito más tranquilas. Lleva un par de horas caminando de un lado para otro y está ahora mismo de rodillas en el suelo mirando debajo de un banco cerca del andén 4. Mira a un lado, mira a otro. Echa un vistazo incluso a una basura y finalmente suspira, derrotada. Ha buscado ya por todos los lugares por donde han pasado de camino a casa de su padre; ha preguntado a varias personas que parecían llevar un buen rato y esperando; incluso a a los revisores del tren que lleva a Suna y sigue sin encontrarlo. Mimiko ha volado.

- ¿Seguro que lo dejaste aquí, Naoko?, ¿no hay otro sitio que se te ocurra?

Hay una carita frente a ella llena de berretes que niega con la cabeza, las coletas castañas moviéndose de un lado a otro. Se pasa las manos por los ojos verdes para quitarse las lágrimas y Sakura saca un pañuelo para sacarle los mocos.

- Bueno, no pasa nada, cielo. Vamos a ir ahora a la policía a ver si alguien la ha llevado a Objetos Perdidos, ¿vale? Hay una comisaría por aquí cerca.

La niña se sorbe la nariz y asiente y coge el pulgar de la mano que le ofrece su madre.

- Papá se va a enfadar. Me la regaló él. - Dice, hipando, sus piernitas cortas se intentan ajustar a los pasos de su madre. - Lo siento mucho, mamá.

Sakura mira hacia abajo y sonríe para tranquilizarla. Si su hija supiera que su padre siente un nivel de adoración por ella que le perdonaría hasta un asesinato en primer grado, nunca más podría hacer que se comiera las verduras ni que recogiera sus juguetes.

- Papá no se va a enfadar por esto, - probablemente le haga una marioneta exactamente igual -, lo que pasa es que la próxima tienes que tener más cuidado, ¿vale? - La niña asiente. - Y ahora agárrate fuerte de mi mano que por aquí hay mucha gente.

En realidad, Sakura se siente un poco culpable. Hasta ahora, viajar con Naoko tenía las complicaciones esperables de viajar con un niño pequeño: más equipaje, una maleta llena de porsiacasos, calcular que cada paso te va a llevar el doble de tiempo, asumir que ibas a tener que cambiarte de ropa en un momento dado. Pero la llegada de Aori, su preciosa segunda hija de seis meses, había complicado un poco las cosas y la llegada a Konoha había sido un poco caáotica. Mientras intentaban montar el carrito, sujetar un bebé, controlar el equipaje y vigilar que a su hija mayor no le diera por correr hacia las vías del tren; habían perdido de vista a Mimiko. Se habían dado cuenta ya casi cuando estaban en casa de Kazashi, y Naoko se había echado a llorar de inmediato.

- ¿Y el abuelo se va a enfadar? - No quiere que nadie se enfade. - Porque no vamos a shenar con él. - Mamá ha dicho que hoy cenaría en casa del abuelo.

Sakura se ríe con dulzura y se para. Le señala el enorme reloj que preside la estación. Naoko lo mira con los ojos entrecerrados: no sabe leer aún la hora, y le intriga.

- Es muy temprano aún. Nos dará tiempo a llegar a la cena. Y además, - retoma la marcha -, Aori-chan y papá ya estarán en casa del abuelo. Y si cuando terminemos aquí es muy tarde, nos juntaremos con ellos para merendar con la tía Temari, que nos está esperando.

- ¿Y los shiervos?

- ¿Si los ciervos nos estarán esperando? - la niña asiente de arriba abajo muy rápido y Sakura se lo piensa. No es que sea una asunto sobre al que le haya dado muchas vueltas. - Bueno… no sé muy bien los horarios de los ciervos. A lo mejor sí.

- ¡Bien!

Esta información mejora el ánimo de Naoko. Le gusta mucho ir a casa de la tía Temari porque siempre hay animalitos y puede ir a jugar con Shikadai. Mamá le ha dicho en el tren que es normal que no se acuerde de las cosas de Konoha, porque es muy pequeña; pero no es del todo verdad. Naoko se acuerda de que el tío Shikamaru se sabe el nombre de todos los ciervos ( ¡hay uno que se llama Shin! ), que la tía Ino siempre le regala flores ( ¿vamos a ir a ver a la tío Ino, mami? ), y que el abuelo Kazashi siempre tiene dulces en casa ( Papa, ¿le puedo dar dangwo a Aori? ). En cuanto entre en la academia, seguro que se acuerda de más cosas porque será mucho más lista.

Sakura se detiene frente a unas escaleras y alza a su hijas por las axilas y la eleva sobre ella. Son solo tres escalones, pero demasiado altos para una niña de 4 años.

- Ya hemos llegado. Estamos en la policía, así que tienes que portarte bien, ¿vale? Nada de correr ni hacer ruido.

- ¡Okey Dokey!

Quizá Naoko no se haya portado muy bien en los últimos días porque tenía muchas ganas de venir a Konoha ( ¡a ver la sheremonia del tío Naruto! ) pero sabe cuando tiene portar bien porque mamá se pone muy recta y muy seria, y camina con pasos más largos que los normales. Kankuro dice que "es su pose de médico" y luego se lleva los dedos a los labios para que ese asunto quede entre su hija y él. "E stá muy guapa cuando se pone así ", le confiesa. Naoko no lo entiende mucho: ella ve siempre guapa a mamá.

Les atiende una mujer de pelo azul eléctrico y ojos morados que sonríe amable. Sakura se adelanta hasta el mostrador y le describe el objeto:

- Es una muñeca… bueno realmente es una marioneta. Es de color rosa, tiene mucho pelo y los ojos saltones, de color rojo…

- ¡Naranjas!

- … naranjas… Y está articulada en los brazos y la cabeza.

- Las manos son blanditas, mamá.

- Ah sí, las manos de felpa.

La chica del pelo azul eléctrico sonríe mientras toma nota y mira hacia los lados.

- Mmmm, una muñeca… no nos han traído nada, me temo. Pero iré a mirar al almacén.

- Muchas gracias, espero no estar quitándole mucho tiempo...

- No hace falta que vayas, Rika. - Dice una voz a su espalda - Ya la hemos encontrado nosotros. ¿Es esta?

Las dos se giran para mirar al mismo tiempo. Madre e hija no sólo comparten ojos, frente, nariz, boca y pequitas, sino también todo un elenco de gestos. Naoko grita ¡Sí! pero su madre solo dice ¡Sasuke!, y el hombre que tiene en la mano a Mimiko sonríe un poco y le tiende la muñeca sin separar los ojos de Sakura. Naoko la coge entre sus brazos y la aprieta contra la pechera de su vestido.

- ¿Qué se dice, Naoko?

Naoko coge con más fuerza aún la marioneta. Y mira hacia arriba. El señor policía es muy guapo y se le enarbolan las mejillas.

- Muchas… muchas grashias, señor policía.

- Se llama Sasuke. Es un amigo de mamá. Estábamos en el mismo equipo genin: el tío Naruto, el tío Kakashi, él y yo.

La niña le mira, desconcertada. No se parece en nada a Naruto, que abraza a mamá y grita mucho; y tampoco a Kakashi, que es su tío favorito porque siempre la hace reír y además es su padrino y le regala cosas. La última vez que vino a casa le trajo un montón de plastilina con moldes de dinosaurios. ¡Dinosaurios!

- No tienes que darme las gracias a mí, - le dice, suave, y se gira hacia una columna tras él. Hace un gesto con la mano-, ha sido Satoru quien lo ha encontrado.

Unos pasos por detrás, se asoma una cabeza de pelo oscurísimo como un cuervos y ojos marrones y almendrados. Un niño de su edad, un poco más alto que ella, se acerca a pasos cortos y se esconde de inmediato detrás de las piernas de su padre, que suspira resignado.

- Los gemelos tienen la gripe, - le dice a su Sakura, como explicándose - y Akira nos ha echado a los dos de casa para no contagiarnos. Le estaba enseñando la comisaría de aquí y ha encontrado esto en el banco. Le da unas palmaditas en la cabeza y el niño mira hacia arriba, los ojos abiertos y brillantes e ilusionados - Buen trabajo.

Sakura se agacha para saludar al niño. Satoru-kun - le dice con una sonrisa dulce - has crecido un montón desde la última vez que te vi. Muchas gracias por recuperar a Mimiko . El niño se sonroja de pies a cabeza y se esconde todavía más.

Naoko pasa sus ojos de un adulto a otro, mientras hablan. Les oye decir que mañana irán juntos a la torre a hacer no sé qué con el tío Naruto y que esperan que se comporte, y luego algo de unos informes y como son cosas de mayores enseguida se aburre. Intenta ver qué hace el niño y se inclina un poco para ver detrás de los pantalones oscuros.

Cuando se encuentran sus ojos ella le sonríe y él se esconde, como una tortuga. Frunce el ceño. Naoko es simpática, se lo dice todo el mundo, habla con todos ( "a veces demasiado simpática", su padre le riñe cuando se pone a charlar con desconocidos), y la han enseñado a incluir a todos los niños en sus juegos y a dar siempre las gracias. Así que mete la mano en uno de los bolsillos de su vestidito de flores y hurga hasta que encuentra lo que busca. Envuelto en un papel azul brillante, un caramelo de fresa y lima, su favorito. Es el último que le queda. Se lo extiende a Satoru, que mira a su padre por el rabillo del ojo antes de metérselo en la boca sin que le vean. Se sonríen. Comparten, ahora, un gran secreto.

- Naoko, ya tenemos a Mimiko. Creo que tenemos que ir tirando. Despídete de Sasuke y de Satoru-kun.

Dice: ¡adiós! y se inclina como agradecimiento, como le han enseñado. El niño se sonroja otra vez y el señor policía le dedica una sonrisa muy pequeña pero cálida. A Naoko le parece muy bonita y su corazón bombea con fuerza. El hombre le dice: cada vez te pareces más a tu madre . Y Sakura la mira orgullosa mientras le acaricia la parte de atrás de la cabeza:

- Sí, y me temo que tiene el carácter de su padre, pero mi temperamento, - se ríe, - supongo que podría haber sido peor.

Las dos caminan hacia la puerta y antes de que su madre la vuelva a levantar para bajar las escaleras, Naoko se gira para mirar a Satoru una última vez. Ambos agitan su manita en el aire a modo de despedida y luego se gira sobre sus talones para seguir a su padre, que camina hacia las oficinas.

No lo saben aún, pero dentro unos años, coincidirán en los exámenes chuunin . Tendrán que enfrentarse en un combate que quedará empatado y terminará con él en la enfermería y ella sin su marioneta. Se disculparán, aún así, el uno con el otro, pero ella le guardará un rencor que dure años. Será orgullosa, Noako, digna hija de su padre; y cuando tiempo después, pase un verano con su tía aprendiendo técnicas de viento, Satoru querrá pedirle perdón de nuevo. Seguirá siendo tímido, pero se habrá convertido en un chico callado, guapo, popular y a Naoko le costará decir que no el día en que la invite a comer a dango. Aceptará, al final y regañadientes, y aunque su primo Shikadai se ría de ella cuando la pille probándose cinco combinaciones de ropa diferentes. No confesará, ni bajo tortura, que después de eso visitará Konoha con el deseo de volver a cruzarse con y que si está de mal humor, es porque no le ha visto. Pasarán los años, serán casi jounins, tendrán que hacer una misión conjunta en el País del Hielo, y hará tanto frío que tendrán que juntarse bajo las mantas. Será un roce, primero, lo que anteceda al beso; y luego, serán muchos besos y algo más que roces, los que justifiquen que Satoru pase tanto tiempo en Suna.

Pelearán, se querrán, tendrán dudas, estarán confundidos pero aprenderán de los errores de sus padres sin saberlo.

Y, así, el ciclo empezará de nuevo.

FIN


Tras más de 200mil palabras, en torno a 350 páginas de word, varios meses y el peor año de mi vida llegamos al final de Moving On.

Ha sido fantástico.

Muchas gracias a todos los que me habéis acompañado. Ya sea con vuestros comentarios o vuestros me gusta o leyéndome en silencio: todo lo habéis hecho más fácil.

Quería escribir la historia de Sakura y Sasuke y de cómo superar el pasado para convertirse personas en sus propios términos. Si hay algo que me ha enseñado la vida es que llegar a estar a gusto con quien eres y estar en paz con el sitio vital en el que te encuentras es mucho más difícil de lo que parece. A veces hay que decidir entre dos opciones igualmente buenas o igualmente malas, y a veces no tienes muy claro cómo has llegado a ese punto pero tienes que asumir que eso es lo que hay.

Mi plan era acompañar a Sakura y Sasuke hasta que ambos estuvieron en la misma página. Para ello Kankuro tenía que morir, y es en la vuelta de Sakura a Konoha, en su duelo, que Sasuke empieza a ser su amigo de verdad y empiezan a tener una relación entre iguales. Pero escribir sobre el duelo pasando al tiempo uno personal y doloroso, era un ejercicio de autorreflexión que aún no me veo preparada para hacer así que quedó así: un final en que la posibilidad de rendición no pasa por los protagonistas si no a través de sus hijos. En que la felicidad de Sasuke a lo mejor no la entendemos, pero es la que elige. En la que Sakura sigue sacrificando estar lejos de Konoha, a cambio de ser la persona que quiere ser. La vida no siempre es tenerlo todo.

Así que espero que os haya gustado, la verdad, y deseo con todas mis fuerzas leer todo lo que tengas que decir al respecto. Ha sido tan divertido escribir esto, innovar con los puntos de vista, pensar diferentes géneros. Si tenéis una parte favorita en concreto, decídela, pero por favor, dejadme comentarios, o feedback, o recomendarle a vuestro amigo que lo lea. Vuestro acompañamiento y lectura es una mis más preciados tesoros.

Sé que no es la historia más fácil de leer, ni la pareja más común (sí, ya sé que a algunos no os gusta) pero sigo creyendo que tiene espacio en el fandom. Algún día haré algo sobre ellos más apegado al canon. Hasta entonces, seguiré escribiendo sobre SasuSaku en mis fic sobre el Blank Period (la serie Cosas que Pasaron Después de la Guerra) y seguiré escribiendo en general porque es algo que me llena, y me hace feliz y al final eso va todo el tinglado este de seguir tirando.

Mientras tanto os animo a que hagas lo mismo y segáis el consejo de la vieja Carrie Fisher: coged vuestros corazones rotos, y transformarlos en arte.

Un abrazo,

Rojocereza.