Part 23. En nombre de la Sangre

En el silencio el tiempo pesó, la quietud lo enloqueció y el lento desplazamiento del tren hizo que perdiera la noción del espacio cada segundo más para no comenzar a gritar, pues ni siquiera los recuerdos o sueños sobre su aldea pudieron consolarlo. Leon estuvo condenado a visualizar el tedioso proceso de convivencia que Diya se empeñó lograr con Johari, la cual solía necesitar que él estuviera cerca para atreverse dirigirle la palabra al comandante sin temor a ser devorada. La víbora se mostró divertido al principio, luego comenzó a ser más sincero para que la esclava notase la diferencia entre sus opresores y un individuo ajeno a la practica, fue hasta entonces cuando Leon pudo alejarse sin preocuparse más de que su amiga huyera asustada ante la ilusión de un victimario. Y después de un improvisto debido a un accidente de ferrocarril de carga en mitad del camino, el tren que los transportaba finalmente llegó a su destino con medio día de retraso.

La estación de la capital yacía libre de concurrencia excesiva. Los rayos solares se reflejaban contra las estructuras artesanales en tonos anaranjados mientras los pasajeros descendían de los vagones, entre ellos el comandante, que no había conseguido bajar a la vez de sus jóvenes acompañantes, quienes no dudaron aprovechar su tamaño para eludir la multitud. Diya se reunió con ellos unos segundos más tarde, lo cual le permitió a la serpiente dorada iniciar un tema de conversación improvisado.

—¿Qué les pareció el viaje? Divertido, ¿eh?

—Fue lo más emocionante que he vivido, todos fueron extrañamente indiferentes a nosotros, ¡la comida estuvo deliciosa también! —dijo Johari incapaz de ordenar puntos de observación, contrastando con el animo apagado de su amigo, quien prefirió seguir mirando el suelo mientras Diya formaba una sonrisa sin esperar una segunda respuesta.

—Me alegro.

—¡Muchas gracias por permitirme acompañarlos! —exclamó la niña entonces, apresurándose en reverenciarlo de forma impetuosa, casi exagerada—. ¡Se lo pagaré como sea! ¡Lo juro!

—Descuida, no es necesario. Por esta vez creo que es lo adecuado, así que pierde cuidado.

—De verdad se lo agradezco, señor.

—Esta bien, te digo. Después de todo a partir de ahora tendrás que acostumbrarte a verte, actuar y ser como una habitante más de este mundo. Has dejado de ser una esclava, muchas cosas emocionantes podrían ocurrir en el futuro.

—¿Futuro?

—Ahora eres libre, ¿no es así? Deberías comenzar a pensar qué te gustaría hacer.

—Yo no... ¿Leon? —Johari intentó pedir la opinión de su amigo al no comprender del todo las palabras de la serpiente pero este se encontraba distante, mirando sin mirar la rutina de aquellos a su alrededor, perdido en visiones sin nombre—. Leon, ¿Leon? —le llamó, consiguiendo de milagro que la atención del joven asesino volviera a medias—. No me has escuchado ¿verdad? Haz estado así todo el camino.

—Como envidio tu ignorancia, Johari. No cabe duda que eso es felicidad.

—¿Eh?

—Realmente es como si no pudieras razonar. Te dejas llevar por la corriente con tanta ligereza. Sin luchar, sin resistirte... a veces quisiera poder ser tan cabeza hueca como tú.

—¿Yo? ¿Cabeza hueca? —repitió sin comprender la agresión en el tono de Leon

—No es correcto que proyectes tu frustración en ella, Joven Powalski —intercedió Diya tajante—, no olvides que tú mismo decidiste salvarla y traerla a tu mundo.

—No puedo creerlo —susurró Leon cerrando los puños lo más fuerte que pudo ante la rigidez de sus heridas apenas cicatrizando, aún sin atreverse mirar al comandante a los ojos, su voz mordiendo el limite de su templanza y su paciencia—. Todos son unos inútiles buenos-para-nada. Eso es lo que son todos.

—Leon.

—¡No me molestes, Diya! —espetó de pronto, haciendo a Johari encogerse pero endureciendo el gesto de Yarur, volviéndolo severo—. No necesito que me sermonees ni me des órdenes. No necesito que quieras acercarte a mi más de lo que ya te he permitido.

—¿Crees que no sé eso?

—¡Cállate! ¡Cállate, cállate! ¡No lo entiendes! ¡Nadie jamás será capaz de entenderlo!

—¿Qué? ¿El hecho de que has sido vendido por tu propia madre? ¿Que fuiste enviado a un planeta desconocido para sobrevivir por tu cuenta? ¿Que estuviste obligado perder tu hogar tres veces sin poder evitarlo?

—¡No eran mi hogar! ¡Ninguno de esos sitios lo era!

—Tal vez no la base donde nos conocimos, es posible que tampoco el auditorio que acabas de dejar atrás. Sin embargo, no puedes negar que en ambos te sentiste cómodo. Forjaste un lazo afectivo y te encariñaste con quien creíste detestar.

—¡No es cierto! ¡No ha sido así!

—Y ahora estás tratando de convencerte de lo contrario para eludir la culpa que sientes.

—¡No! —gritó Leon desesperado, las lágrimas desbordándose sin clemencia sobre sus mejillas, enrojeciendo sus párpados inferiores por el esfuerzo de retener el llanto. Odiando la habilidad de Diya y odiando a las serpientes doradas en general por su perspicacia.

—Así es, todo eso se ha ido. Se ha desvanecido... pero no significa que es el fin.

—¡Lo sé! ¡Lo sé, maldita sea! —Leon se llevó ambas manos a la cabeza mientras se encorvaba en dirección al suelo—. ¡No tienes que decirme algo que comprendo!

—No lo comprendes, Leon. No te engañes —aseveró el comandante para absoluta conmoción del joven camaleón, elevando la voz de una manera que logró impactar los tímpanos del pequeño reptil—. No sabes lo que está ocurriendo ni porqué. Pero no tienes que entenderlo, no tienes que aceptarlo, aún no. —Confundido, Leon alzó la mirada en dirección a la serpiente que se había arrodillado para igualar su altura—. Ya tendrás tiempo para eso cuando empieces a madurar, así que deja ya de pretender que lo sabes todo.

—Yo...

—Sé lo que estás sufriendo, yo también lo experimenté muchas veces. Duele. Y retenerlo hace más daño, créeme, no te lo aconsejo.

—Pero, yo...

—Leon... —Diya le extendió una mano con suavidad—. Hoy inicia una nueva etapa de tu vida, no puedes recibirla si la anterior continúa bloqueando el sendero. Lo hiciste una vez, puedes hacerlo ahora. No olvides el juramento de tu etnia. Tú y yo lo compartimos el día de nuestra despedida en la base, ¿recuerdas?

En nombre de la sangre nos desplazamos, en nombre de la sangre nos entregamos a la noche, a la masacre. No hay existencia sin sangre. Sin sangre el corazón deja de latir y el alma se disuelve —recitó Leon con voz entrecortada, sus manos se empuñaron y temblaron junto a la infinidad de remembranzas—. Ofghav tel káduh krrey [En nombre de la sangre].

—Exacto.

Unos instantes los dos se mantuvieron en completa suspensión, compartiendo miradas silenciosas hasta que Leon no pudo resistir más la tristeza carcomiendo su pecho, razón por la que no tuvo más dudas de lanzarse contra los brazos abiertos del comandante; liberar la terrible pena que no se había permitido contemplar, demasiado ocupado en honrar los votos de su tribu, reacio abandonar su semblante frío. Esta vez no necesitó una sugerencia directa, no fue influenciado por los gestos de alguien más, tan sólo el sentimiento de pérdida lo rompió, llevándolo buscar cobijo en una figura paterna que ni siquiera sabía necesitaba tanto.

—No es justo, Diya —lloró—. Se fue. Darren... él prefirió correr a su muerte. ¿Por qué? Estábamos tan cerca, pudimos haber escapado juntos. Lo odio.

— …Hay sujetos que no persiguen algo lógico —consoló Diya, los recuerdos danzando sobre el polvo de sus palabras—. Jamás darán una explicación sensata de sus acciones, por eso no nos queda más remedio que aceptar el precio de su estupidez.

Leon respondió con su desconsuelo, sollozos y gritos rotos, no reteniendo una sola lágrima cargada de impotencia y un dolor agudo hasta haber sido saciado mientras Johari simplemente observaba. Powalski se sintió vivo de nuevo, sin una explicación lógica el llanto había conseguido sanarlo, sólo entonces se apartó de la protección que significaba Yarur, quien orgulloso le incitó limpiarse el rostro secando algunas de sus lágrimas con los dedos, un gesto que logró arrancarle a Leon una pequeña pero tímida sonrisa. Extrañamente no sintió humillación, nada más que sincero desahogo.

—¿Qué te parece? En mi vida me hubiese imaginado que vería a una cría de la tribu rival llorar, menos que me haría sentir tan...

—¿ …avergonzado? —adivinó el menor.

—Conmovido —rectificó Diya con cierta complicidad. Leon sintió su corazón estrujarse por el calor transmitido en aquel porte confiado—. Ahora, no olvides que quedan pruebas por superar. Además, de aquí en adelante habrá alguien avanzando tus mismos pasos, ¿no es así?

Los dos venomianos miraron a la niña que había estado contemplando su intercambio de una manera discreta, esforzándose en contener sus lágrimas por una pena que ella ya había llorado. Leon comprendió que la partida de Darren significaba un golpe duro para ambos pero el comandante estaba en lo cierto, uno de ellos debía ser quien llevara la responsabilidad a cuestas y derrumbarse sin esforzarse no era una opción. La serpiente dorada se puso de pie y el camaleón se dirigió a su igual hasta quedar frente a frente.

—Vamos, Johari —dijo Leon extendiéndole una mano de forma protectora como si se tratase de su hermano mayor. Johari asintió con una sonrisa, aceptando su guía para que avanzaran tras el adulto hacia dirección desconocida.

Un vehículo de ruedas con estampillas militares ya los esperaba en las puertas de la estación, y junto a este un soldado que saludó respetuosamente a Diya. Cuando abordaron, el mismo los condujo por las calles con la dirección que el comandante había establecido al conductor. La inmensa ciudad se abrió ante ellos a través de las ventanillas blindadas, que poca claridad permitían de los barrios y avenidas a los interesados camaleones, entregando escenarios extensos sin tiempo para admirar. Y al cabo de veinte minutos sobre carretera libre, se adentraron a una colonia silenciosa que rápidamente llamó la atención de Leon, y su gesto fue tan evidente que el comandante se permitió explicarlo al instante.

—Me tomaré la libertad de hacer una visita antes de atender mi deber. Ambos bajen, quiero que conozcan a un viejo amigo.

Johari y Leon obedecieron mientras Diya le daba instrucciones a su conductor, antes de que juntos se aproximaran a una vivienda humilde que mantenía sus puertas abiertas de par en par, de donde sonidos ruidosos de metales y herramientas eléctricas emergían. Adentro una serie de puertas de hierro incompletas se recargaban en los muros manchados de lo que sugería ser pintura, objetos de todo tipo yacían regados en el suelo y al fondo extraños artículos que sostenían otros materiales de hierro. Leon perdió su atención en una maquina cúbica abrazada por un cable grueso con unas tenazas percudidas justo en el cabo.

—¿Ohya? —La voz grave devolvió la mirada de Leon al frente, visualizando con expresión asombrada la alta y musculosa figura de un chacal, quien habría soltado alguna herramienta pesada para avanzar hacia su invitado con los brazos extendidos—. ¡Hey, Siseador! No te esperaba tan pronto. Si me hubieses avisado que llegabas hoy, le habría pedido a mi esposa que preparara un delicioso banquete para recibirte.

—Hola, Ragab. Que gusto verte.

—Sólo Zaid —renegó el canino—. Siempre tienes que hacerte el civilizado, maldito infeliz. ¡Pareciera que ni con todos estos años conociéndonos hará que desistas de tratarme como un extraño! Me hiere mucho, ¿sabes?

Los adultos estrecharon sus manos amistosamente, así que Johari dejó de esconderse detrás de Leon para mirar más de cerca el efusivo encuentro, aunque era evidente que el más expresivo era aquel antropomorfo de negro pelaje, cuya cola no podía dejar de agitarse con la presencia de la serpiente, el cual se mostraba bastante tranquilo a pesar de todo.

—¿Es él? ¿El herrero del que habló Diya? —inquirió Johari divertida por el comportamiento del chacal pero no por ello poco alerta.

Leon no pudo responder, aún confundido por la escena que presenciaba. Era cierto que había visto el comportamiento de muchos perros pero la manera en que este se tomaba tantas libertades con Diya estaba siendo impactante.

—Entonces, ¿vas a quedarte en el lugar de siempre mientras terminas tus asuntos? ¡Sabes que puedes ocupar nuestro cuarto de invitados! Tendrías una planta entera para ti solito.

—Debo negarme, mis maletas ya deben haber llegado. Además, no he venido solo.

Diya le dedicó una mirada a sus jóvenes acompañantes, incitando con ello que el chacal lo imitara para por fin percatarse de las nuevas presencias, algo que bastó para que algo en el cerebro del canino empezara a trabajar.

—Ohya, ellos... creí que habías dicho que sería uno solo.

—Los azares tenían otros planes —replicó con ironía—. Ragab, te presento a mis protegidos. Johari y Leon. —Con el nombramiento, la chica saludó con la mano mientras que el otro se limitó hacer un gesto con la cabeza, asimilando lo mejor que podía la declaración de la víbora—. Leon será tu pupilo. Johari aún necesita descubrirse para tomar una ocupación. ¿Crees que a tu esposa le gustaría adoptar una discípula también?

—Uh, ¿mi esposa? —Ragab dramatizó un escalofrío—. No tienes idea cuánto, especialmente después de que nuestra hija prefiriera la computación sobre la costura. Pues bien, hablaré con ella, te daré el veredicto mañana, imagino que estarás ocupado hoy instalándote.

—Así es.

—Pues decidido —finalizó Zaid para acercarse a los reptiles que no pudieron evitar retroceder ante su caluroso acercamiento, en vista de ello el chacal se puso un tanto nervioso, así que comenzó por rascarse un costado del hocico con el dedo—. Leon, ¿no? Diya me contó un poco sobre ti. ¿Tienes una idea general de lo que harás aquí?

—Bueno... —El camaleón inspeccionó su alrededor rápidamente—. ¿Armar... puertas?

—Y ventanas —agregó Zaid—, pero no sólo eso. Hay muchas otras cosas que un cliente pedirá que hagamos como los barandales para escalera o marquesinas. A veces tendremos que ir a las residencias para tomar medidas y recibir especificaciones de los propietarios, por ejemplo, el modelo, dibujo o molde. Todo depende.

—¿Dibujo? —Leon parpadeó confundido.

—Es un trabajo duro, hecho para tipos fuertes. Pero Diya prometió te esforzarías en aprender, ¿entonces debo suponer que estás listo para la acción?

—Si... me esforzaré —dijo, todavía contrariado.

—En ese caso cuento contigo mañana temprano. Ya iremos fijando un horario y descubriendo si estás apto para trabajar de verdad. Te pondré a prueba. Espero entrega absoluta por tu parte, muchacho, ya que no me convencía para nada darte este empleo.

—Trataré de disipar sus dudas.

—Oho, tienes iniciativa, me gusta. Pero no creas que con palabras bonitas me vas a conquistar, prefiero hechos.

—Si. —Leon bajo la cabeza con cierta sumisión, recordando inconscientemente cómo demostrarle aquiescencia a un amo, aunque las circunstancias fueran distintas y definitivamente aquel can estuviera fuera de la realidad de su cultura. Más decidió que por el momento este tipo de aceptación serviría para exhibir obediencia.

.

Más tarde, cuando algunos otros temas de conversación entre los dos adultos cesaron, los tres emprendieron un nuevo viaje directo a un vecindario cercano donde Diya les presentaría la morada que sería su ubicación residencial para futuras actividades; la declaración hizo que Leon mirara la tarjeta multicolor que Darren le había entregado, preguntándose si tardaría mucho en poder darle uso. No poseía la edad legal para ello ni contaba con los papeles que lo reconocieran siquiera existente, eso Diya se lo había explicado hace poco, necesitarían registrarlo como titanian si quería darle validez a su objetivo de viajar por el Sistema Lylat. Y explorando la vivienda relativamente vacía en compañía de Johari, el joven asesino se dejó fantasear con el día que fuese un adulto, que fuera libre de cumplir todas sus ambiciones sin ninguna otra ley absurda que lo detuviera.

Corriendo por las secciones al fin optó por frenar frente a una ventana en mitad del pasillo, donde los rayos ultravioleta se filtraban reflejando el paisaje urbano de afuera, sólo para enfocar su vista en el cielo que ocultaba toda clase de realidades alternas. Leon se visualizó surcando entre esas nubes translúcidas, justo como había hecho alguna vez en la base militar con una nave de caza planetaria. Sin preocuparse más por las apariencias, tocó con una mano el cristal que le separaba del exterior, de las capas atmosféricas directo al espacio.

Se permitió presenciar el pasado como si estuviera viviéndolo otra vez, sintiéndolo tan cerca que dolía. Repasó su encuentro con sus amos Everett y Abel, la primera conversación que tuvo con Diya en la privacidad de una arboleda, el sin número de misiones que llevó a cabo en la base militar y los soldados con los que había convivido para absorber información de importancia. Rememoró el día que se marchó, cuando conoció a Johari, a Sika, Keita y Darren. El día que el comandante lo usó de carnada para atraer a Goras. Entonces se dejó invadir por las memorias de Fedora, quien era la causante de que se hubiesen suscitado todos estos eventos desagradables, al menos una serie de ellos. Sin embargo, él había sido consciente que no era el único en sufrir este destino, así que no estuvo seguro si debería condenar las costumbres de su pueblo, por eso terminó por sumergirse en su última noche a lado de la mujer que le dio la vida.

.

Cuando la tranquilidad y el silencio dominaban, comúnmente significaba todo lo contrario, Leon había aprendido interpretarlo de aquella manera mientras observaba el ágil trabajo de su madre liberando a su presa de la red, preocupándose tan sólo de no desgarrar demasiado la carne tierna para impedir que la sangre se derramase y con su aroma impregnara la atmósfera, atrayendo así adversarios inoportunos. Por eso él hacía su parte vigilando cada sonido o movimiento que se efectuara a su alrededor, listo para alertar a Fedora antes de comenzar a correr. Sin embargo, pese a que su rutina figuraba peligro constante, esta vez no pudo evitar iniciar una conversación, la cual -sino malinterpretaba- podría ser su última.

Cuándo... Y su tono débil y vacilante consiguió parar abruptamente la actividad de su madre con el traslado de su cena hacia la choza. ¿Cuándo vendrán por mi? Conocer a mi amo... ¿será dentro de poco? ¿O esperaré más tiempo?

No tardarán mucho dijo volviendo a su trabajo inicial.

¿Cuándo?

No estipularon una fecha concreta.

Pero... encontraste lo que buscabas, ¿verdad? Será un miembro de la milicia, ¿cierto?

En realidad son dos soldados. Sosiégate.

Pero...

¿Por qué la inquietud? inquirió esta vez con tono severo. Leon sintió a sus escamas erizarse cuando los iris amatistas de su madre se posaron sobre él. Dije que otorgaría el beneficio a alguien capaz de controlarte. ¿No estás satisfecho?

Eso no es lo que...

Leon le interrumpió, no puedes enraizar declaró poniéndose de pie, su presa sostenida cómodamente con sus hombros y estómago para un viaje veloz. Lo normal es que las crías se alejen desde los seis años, yo te he tomado bajo entrenamiento más tiempo por motivos obvios. No fuiste elegido para ser guerrero de tribu, verás el mundo de afuera.

Ya lo sé espetó el pequeño camaleón con acento rencoroso, algo que instantáneamente llamó la atención de su madre.

¿Acaso haz decidido oponerte a mi elección?

No.

¿Qué es si no?

Nada respondió tajante mientras pretendía retomar su trabajo de vigilancia cuando ya era innecesario para los dos. Las manos que sostenían las sogas libres de carne muerta temblaron pero Fedora hizo un esfuerzo por equilibrar pensamientos, estableciendo prioridades en su mente, así que se limitó a reír con sorna para absoluta irritación del menor.

¿Me dirás ahora que extrañarás nuestro tiempo juntos? tentó a la suerte.

Definitivamente no mintió aunque con dureza.

¿Te aterra lo que encontrarás en el exterior?

No.

¿Dejarás que tus futuros enemigos te intimiden?

Mataré a quien sea.

Así deberá ser, aférrate a ello concluyó ella haciendo un nuevo amarre en su cintura para ajustar lo que llevaba bajo su pecho, dándole la espalda a su hijo el tiempo suficiente para que la máscara de Leon se evaporara unos instantes mientras veía la figura de su madre con un deseo implícito sofocando sus lagrimales al punto de ebullición. Anda, no queremos que nos sorprendan las sombras en el camino.

Ya voy.

Leon se obligó mantener su expresión estoica mientras en su mente todo se resumía a caos. Fedora no debía verlo pero en realidad ella ya lo había notado, así que fue cuando estuvieron de vuelta en su hogar que se plantó delante de su hijo cuando este ya había ocupado su cuna para incitarlo pronunciar su juramento, uno cuyo significado poseía más peso en los aprendices como él que estaban cerca de ejercer su profesión fuera del cobijo de su etnia. Gran parte de sus costumbres recibían la guía del jefe de tribu pero en casos especiales como el de Feuddaymoll Xonwelskayin, quien había sido bendecida en nacimiento con la compañía de una melliza que a su vez perdió en combate, sólo ella (con su marido muerto), podía decidir el rumbo en que sus hijos podrían proceder para sobrevivir en un universo tan inmenso como la garra despiadada de sus dioses sanguinarios.

Nunca olvides este juramento, Leon. Pues aunque debas ser controlado, tu poder sigue siendo la clave de tu existir. Aunque se trate de tu amo, la traición toma fuerza cuando te es denegado dar uso a tu poder. En nombre de la sangre nos desplazamos, en nombre de la sangre nos entregamos a la noche, a la masacre. No hay existencia sin sangre. Sin sangre el corazón deja de latir y el alma se disuelve.

Porque la sangre es vital para todo ser viviente, lo comprendo.

Ahora duerme.

…Si.

Leon vio a la hembra marchar unos minutos antes de comenzar a preparar su nido de tela, sorprendiéndose cuando ella regresó con la manta que cubría su zona de descanso en la habitación. Sin una explicación, Fedora procedió acomodarse junto a los barrotes, cerrando los párpados en dirección a la cría, quien con gesto confidente simplemente se recostó en un silencio absoluto. Las luchas que librarían en el amanecer dejaron de importar cuando ambas respiraciones se mezclaron, compartiendo secretos sin vista ni voz.

.

Tensando sus garras al punto de crear trazos hondos sobre el vidrio, Leon trató abrazar la paciencia que poseyó mientras los sucesos avanzaban delante suyo. Las misiones, los asesinatos, las persecuciones a caravanas desconocidas, las peleas clandestinas, las traiciones entre delincuentes. Todo eso se encapsuló en su mente y las asimiló, integrándolas a las enseñanzas abreviadas de su madre, pues seguiría siendo su turno en el juego retorcido de Xhamhalak y su mellizo divino, Zheyx. Estaría atrapado en las peligrosas fisuras de su vida. Había vuelto a la paz pero estaba convencido que sólo sería temporalmente, justo como lo fue su estadía bajo las órdenes de sus amos, aunque hubiese retornado al cuidado de la primera fisura familiar que había influenciado su avance por Titania.

—Madre, me he visto al borde de convertirme en presa —susurró al silencio—. Estuve cerca de ser seducido por el calor de la comodidad pero... aprendí mi lección. Ya no dejaré que la falsa sensación de paz me cegué, por eso mantente convida hasta mi regreso. Espera por mi.

Alejando su mano fue como Leon cerró su pacto personal, un nuevo juramento que aclamaría en la secretitud de su mente, ajeno a todos los que llegasen a cruzarse en su camino. Estaba en el aquí y el ahora, más seguiría persiguiendo el después, porque aunque su objetivo no cambiara mucho tendría nuevos métodos para enfrentarse al tiempo despiadado y los desniveles de la vida. Tenía miedo pero persistiría, de eso se convencía.

—¡Leon! —El camaleón siguió el llamado entusiasta hacia la silueta de Johari asomándose desde una puerta lejana al mismo nivel del pasillo donde se encontraba—. ¡Tienes que ver esto! ¡Encontré algo interesante! ¡Ven, de prisa!

Volviendo a ocultarse, Johari continúo apresurándolo entre risas, Leon accedió correr en dirección a su amiga sólo para verla de pie frente al muro de la habitación trabajando en algo fuera de su visión, así que se aproximó para tener una mejor perspectiva del interés en cuestión. Sin embargo, lo que menos esperaba era ver una especie de altar adornado por macetas de hierbas rojas al filo de cada superficie de madera y un símbolo dibujado en el centro donde se posaba una serie de cuchillas que -asumió- Johari acababa de colocar.

—¿Qué es esto?

—Es un abdurhaa. Pensé que te gustaría, así que tomé prestados tus cuchillos.

—¿Ósea que lo preparaste para mi? —inquirió genuinamente sorprendido.

—Si —contestó Johari al instante con una sonrisa—. Como sabrás, las hierbas rojas simbolizan la victoria y además son usadas para bendecir los hogares. Te llamaban «Lluvia Carmín» y siempre pensé que te quedaba de maravilla. Y como has tenido que pasar por tanto, esta es mi manera de darte las gracias. ¿Te gusta? —Al ver la expresión indiferente de Leon, la camaleón comenzó a sentirse un poco inquieta, así que miró el altar con evidente aprehensión—. Tal vez fui demasiado lejos, perdón.

—No —espetó Leon—. Al contrario, es perfecto. Tomaré este cuarto. —La felicidad no pareció caber en la sonrisa que se dibujó en el rostro de la chica, pues ni siquiera el brillo de emoción que anidó en sus ojos logró contener el sonido de admiración que emitió, más Leon se esforzó por actuar natural—. Tendré que decírselo a Diya.

—¡Yo lo haré! ¡Tú espera aquí!

Con aquello dicho, Johari corrió fuera de la habitación sin dejar de liberar sonidos risueños. Leon siguió su trayecto fuera de la zona hasta que estuvo solo otra vez, entonces se giró para estudiar el dichoso abdurhaa con mayor detenimiento. Las hierbas estaban un poco entristecidas por la falta de cuidado, así que consideró que con un riego conveniente podrían volver a su firmeza natural, miró sus armas blancas posadas de manera ordenada y supuso que el comandante se las había entregado a Johari después de que separaran su camino en la búsqueda de sus futuras recamaras. Contempló el dibujo rojo del centro, reconociéndolo como el símbolo religioso principal del planeta, el cual ocupaba un lugar especial en varias banderas nacionales de Titania. Por eso, no dudó en ningún momento extraer de su bolsillo la aguja que conservaba de su tribu a pesar de todo, colocándola justo encima de este sello junto a su estuche como un tributo al recuerdo de su aldea, pero en especial para mantener la imagen de su madre presente, sumándole la presencia del perfume que le había sido entregado por Darren y del cual no pensaba deshacerse. Lo mantendría consigo, esperando, listo para cualquier posible oportunidad de reivindicarse mientras seguía honrando a su dueño original.

—Quisiste que continuara mi camino sin ti... eso haré. También por ti volveré a mi planeta, no permitiré que tu sacrificio sea desperdiciado.

El sonido de precipitados pasos lo incitó voltear con lentitud, descubriendo que Johari volvía de su tarea mientras trataba normalizar su agitada respiración; el color de sus escamas estaba lleno de calor, por lo que su semblante lucía más vivo de lo que Leon había visto nunca y eso lo hizo sentir dichoso también. Ella tomó un par de inhalaciones extra antes de volver hablar.

—El señor Diya dice... él dijo... —inhaló y exhaló de nuevo—, que bajemos a comer. —Leon se limitó asentir pero antes de que pudiese realizar cualquier otro movimiento, su acompañante alcanzó a notar los nuevos objetos coronando los escalones del abdurhaa—. Eso es...

—Son mis tesoros. Aunque no pueda verlos, no significa que vaya olvidarlos, ¿no crees? En realidad, quiero recordarlos cada vez que me despierte ya que ellos existieron en mi entorno y fueron importantes para mi.

—Si. —Johari sonrió con ternura, sintiendo a su corazón apretarse al observar el perfume, pues aunque Leon alguna vez le había hablado sobre el estuche con la aguja, el otro objeto tenía el mismo peso sentimental sobre ella también. Estaba segura que visitaría la habitación del otro cada mañana para brindar oración al alma de quien fuese su primer gran amigo y que ahora formaba parte de los espíritus del desierto—. Era lo que le hacía falta, se ve mucho mejor así. Por cierto, Leon. —Johari lo empujó repentinamente, echando a correr con una mueca juguetona—. ¡El último en llegar al comedor se lo traga la arena!

—¿Qué? —Confundido, Powalski siguió con la mirada a la chica.

—¡Tienes que correr o te tragará la arena, Leon!

—¿Por qué iba a tragarme la arena? La arena no está viva.

—¡Es lo que dicen todo los que son tragados por la arena! —exclamó al fin perdiéndose de vista. Leon -que seguía sin comprender- permaneció pasmado en su sitio.

—Eso no tiene sentido —renegó pero Johari repitió en un grito lo ya dicho anteriormente, logrando que el camaleón se exasperara y gritara su nombre con reproche antes de comenzar a correr tras ella fuera del cuarto, dejando por un instante los amargos recuerdos encapsulados en ese altar adornado con cariño para perseguir como cualquier cría un inocente juego de infantes.

Fin del primer Arco.


Notas Finales: La siguiente actualización contendrá un pequeño epilogo de esta historia y un par de notitas que quiero compartir a mis lectores. Si llegaste hasta aquí pese a la tardanza, ¡muchas gracias por leer!