[Base de Hydra, Azzano

Año 1943]

La guerra no parecía ver una luz al final del túnel. Se ha extendido por tanto tiempo que, para Hydra, capturar soldados de ejércitos enemigos se ha convertido en un deporte. Los hombres con menos suerte eran sometidos a los experimentos del Dr. Armin Zola, la otra parte, se añadían a los trabajos pesados de la fábrica de armas.

La producción en masa de su armamento y el rápido avance de su proyecto, tenían contento a Zola. El Doctor no tardó en reportar los gratos resultados a la cabeza detrás de la organización. El propio Johann Schmidt o Cráneo Rojo, en persona estaba recorriendo la fábrica para comprobar los avances.

—Cómo puede ver, la producción de la Valquiria comienza a tomar buen rumbo —le comentaba Zola, acompañándolo durante su recorrido.

—¿Ya aumentó esa producción? —Schmidt no se mostró impresionado. Más bien, su rostro no representaba nada.

—No, bueno, no creo que estos prisioneros tengan la fuerza… —expresó angustiado.

—Pues use la fuerza que les quede, Doctor —soltó desinteresadamente—. Y asegúrese de que las demás instalaciones hagan lo mismo. Créame, ya llegarán más obreros.

Zola asintió moviendo la cabeza, más intimidado que convencido, no quería ser quien le llevara la contra. Después de esa breve pausa, reanudaron su camino que ni bien solo duró los segundos que demoraron en dar un paso, el suelo bajo sus pies se sacudió. Las luces en el techo parpadearon y le siguió un estallido.

Por un momento, todos los hombres que se encontraban al interior, se agacharon y voltearon hacia arriba asustados. Zola hizo lo mismo hasta que vió salir a Schmidt a paso veloz por la puerta principal, cargando uno de los rifles en su mano fue a buscar el origen del fenómeno.

Entre conmocionado e interesado, Zola se volvió a levantar.

—¿Y ustedes qué esperan? Regresen a trabajar —les gritó a los obreros que tenía detrás. Luego atravesó la puerta igual que Schmidt para ir tras él.

Un escenario lleno de naturaleza es el que rodeaba la fábrica, muy cerca de la cual, se había formado un profundo cráter. El humo del reciente impacto, imposibilitaba una clara visión. Dos manos metálicas fueron lo primero en emerger de la cortina de restos de polvo y escombros.

Los Decepticons Shatter y Dropkick finalmente aterrizaron en la Tierra. El dúo salió del agujero y observaron su entorno, un análisis del planeta y su superficie rápidamente fue ejecutado por Shatter para conocer más el lugar que estaban pisando.

—Perdí la señal de B-127 —le informa Shatter a su compañero.

—Este lugar no me gusta —Dropkick mira con desdén a su alrededor.

—La Tierra, parece un planeta rico en recursos que pueden ser convertidos en fuentes de energía —menciona sin necesidad de revisar los datos. Bastaba contemplar los ejemplares verdes que tenían por delante.

La conversación de ambos Decepticons, era escuchada tanto por Schmidt como por Zola. Se escondieron detrás de una pila de rocas y solo salieron porque Schmidt fue directo a apuntarles con la pistola, mientras que Zola lo siguió porque temía quedarse atrás.

—Identifiquense, criaturas —su mano sostenía firme el arma y sin ninguna pizca de miedo. Su exceso de confianza provenía de la brillante energía azul que albergaba el cañón.

—Y tiene habitantes primitivos —gruñó Dropkick—. Déjame acabar con la peste.

El Decepticon desplegó su cañón de plasma y les apuntó, dentro del rango de alcance, los dos hombres entraban perfectamente. El único que soltó un grito ahogado fue Zola. Era la primera vez que presenciaban a seres robóticos con tal capacidad de razonamiento. Cómo científico, el Doctor estaba estupefacto.

—Atrévete a hacer un movimiento y te desintegro, monstruo —Schmidt no le quitaba la fiera mirada de encima. Su mano no se tambaleaba.

Una carcajada se le escapó a Dropkick.

—Piensa que sus armas pueden dañarnos —miró con diversión a su compañera.

En un parpadeo, Schmidt cambió de blanco apuntando hacia donde no había nada a excepción del montón de rocas en el que antes se ocultaron. Su dedo presionó el gatillo, liberando una poderosa carga de energía que causó una gran explosión. Era una muestra de lo que Hydra había logrado manipulando el Teseracto.

Con una sonrisa petulante, Schmidt volvió su mirada y el cañón hacia los Decepticons.

—Que interesante —murmuró Shatter, pensativa.

Dado que los seres que habitan este planeta eran biológicos y primitivos, no era normal que pudieran crear la destrucción vista. No sin algún tipo de apoyo. Solo podía tratarse de dos opciones, que la tecnología de B-127 haya caído en sus manos o que tuvieran conocimiento de algo más grande. Y por grande, no necesariamente tenían que considerar el tamaño. Era el poder.

Cualquiera de las dos teorías que fuera cierta, valía la pena investigarla a profundidad. Podían llegar a su objetivo Autobot o hacerse con la fuente de poder. Incluso ambas.

—Son insolentes, deja que los haga puré —Dropkick insistió fastidiado de su comportamiento.

—No, espera —le impidió avanzar, colocando un brazo delante suyo, después Shatter se inclinó—. Habitantes de la Tierra, no tenemos la intención de pelear.

Una mirada bastó para que Dropkick entendiera que debía imitar sus acciones.

—¿Qué? Pero… ¡Que denigrante! —el Decepticon se agachó sobre sus rodillas a regañadientes.

Solo entonces, Cráneo Rojo bajó el arma.

—¿Y qué quieren aquí?

—Verán, somos Decepticons, patrullamos la galaxia —Shatter tuvo cuidado de usar un tono suave, claramente disfrazaba sus palabras—. Y tenemos la sospecha de que un criminal de nuestro planeta se esconde en el suyo. Si no quieren traer la guerra de la que este traidor huye, es de vital importancia encontrarlo.

Una imagen holográfica de Bumblebee les fue proyectada por Shatter, su color predominante era el amarillo, no tenían conocimiento de que adoptó un modo alterno diferente y, por lo tanto, no poseían una imagen más actualizada de su apariencia. De todas formas, ninguno de los dos tenía ni la más mínima idea de la existencia de estos seres, mucho menos del antes llamado B-127. Pero, Schmidt pensó, que si era imperativo buscarlo. No debían permitir que plaga extraterrestre se multiplicara en su planeta. Si alguien debía gobernar, ese solo sería Hydra.

—¿Qué necesitan? —accedió sorpresivamente para el otro humano presente.

—Señor, no —Zola hubiera querido sonar más firme que eso, simplemente no tenía el valor de oponerse cómo debía ser.

—Nuestros escáneres son limitados —explicó Shatter—. Requerimos de total acceso a sus satélites, aunque sus infraestructuras también son primitivas, me atrevo a decir que usted posee tecnología diferente al resto de su especie. Debe ser quién está al mando aquí, ¿Me equivoco?

Una parte de sus palabras terminaron alimentando el ego de Schmidt, quién con una sonrisa y una ceja alzada, le dedicó una mirada a su colaborador que seguía rehusado a aceptar tal cooperación. Las recomendaciones de Zola, acerca de no confiar, fueron ignoradas.

—Así que, quieren acceso a nuestros satélites —murmura, rascando su mentón—. Bien. El doctor Armin Zola les dará lo que necesiten.

La mano de Schmidt señaló al Doctor, su cuerpo se entumeció temeroso. Sin quererlo, ahora era más parte de esto que el propio Schmidt.

—Sabia decisión —Shatter se levanta a la par de Dropkick, el cual todavía muestra disgusto—. A propósito, ¿Puedo saber qué es lo impulsa el alcance destructivo de esa arma? Detecto una firma de energía inusual.

—No tan rápido, si compartiéramos todos nuestros secretos, ¿Cuál sería el punto? —su cuerpo entero giró en media vuelta, no se retiró antes de verlos sobre el hombro para aclamar:—. Hail Hydra.

Schmidt regresó sobre sus pasos, Zola se unió a él apresurado, su cabeza volteaba repetidas veces. Todavía no procesaba la impresión de ese primer contacto con extraterrestres. Menos que ahora tenían una especie de trato.

—¿Señor? —las cejas en curva y la duda en su voz, dejaban en evidencia que no terminaba de comprender la decisión.

—Cuando atrapen al otro, quiero que los desmantele y los use como piezas —le ordenó de forma desinteresada.

Entonces cualquier rastro de duda desapareció de su rostro. Por fin comprendía sus verdaderas intenciones.

—Así será —prometió con una siniestra sonrisa.


[8 horas más tarde

Frontera de Azzano]

La noche sobre Italia había caído, fue ese momento en que un avión de carga atravesó el cielo volando. En un costado de la aeronave, se leía "Stark Industries" en letras negras. Al interior, la tripulación constaba de tres humanos y un Autobot.

El espacio no era nada cómodo para Bumblebee, cómo era de esperarse, tenía que ir completamente quieto y en posición fetal para evitar que todo se sacudiera.

—Que conste que con este ya van dos favores, en realidad tres, si queremos ponernos técnicos —les recordó Howard desde su asiento, era el piloto designado—. Agente Carter, aceptaría una cena a comer fondue cómo pago.

Carter notó la incomodidad de Steve observándola.

—Así que fondue —repitió con cierto disgusto.

—¿Podemos concentrarnos? —su palma golpeó el mapa sobre la mesa, obligando a que la atención se enfocara en el—. La base de Hydra está en Krausberg, entre estas dos cordilleras. Es una especie de fábrica.

—Podré dejarte directo en la entrada —gritó Howard desde la cabina. Sus manos no se apartaban de los controles.

El motivo de esta misión era simple. Steve estaba a punto de asaltar la base de Hydra en un intento de rescate. Muchas cosas sucedieron durante este par de meses, y es que ya no solo era Steve Rogers, sino que ya era llamado "Capitán América". No resulta tan alentador cómo podría parecer, tenía reconocimiento, mercancía, películas e incluso un traje y un escudo, pero lo último que había visto era la acción.

Steve estuvo viajando por todo el continente dando espectáculos, ese fue el motivo principal de que se enterara muy tarde de la desaparición del escuadrón 107. Su mejor amigo pertenecía a ese grupo que, muy probablemente, eran parte de los prisioneros de Schmidt. Eso suponía. Tenía esperanza de que siguiera vivo. A pesar de que el Coronel Phillips le negó involucrarse, una vez más, Peggy, Howard y Bee le estaban tendiendo una mano.

Bumblebee acompañó a Steve durante su gira, se mantuvo cómo un vehículo con tal de mezclarse. Había aprendido bastante sobre los humanos y su guerra, lo mejor que podía hacer, era ayudarlos a terminarla para que los demás Autobots tuvieran un lugar pacífico al que llegar. O esa era la intención.

—Gracias de nuevo, Bee —le regaló un asentimiento sincero—. Sé que esto es peligroso porque podrían descubrirte.

—No hay nada que me honre más que ayudarlo, Capitán —su respuesta vino del radio, como ya se acostumbraron. Ese no fue impedimento para demostrar que le tenía respeto, cosa que Steve agradeció de nuevo, aunque no se sentía merecedor. La promesa de devolverle su voz aún se mantenía vigente y lo llenaba de culpa.

—Somos el equipo perfecto, ¿No creen? —el comentario de Stark rompió la tensión.

Bee emitió un zumbido. Esta sensación tal vez era efímera pero resultaba agradable pensar que lo podían considerar un amigo.

—Este es tu transmisor —Peggy le entregó el aparato del tamaño de su mano—. Al activarlo, la señal nos guiará a ustedes.

Steve se guardó el transmisor y luego se levantó, avanzó hacia la compuerta que consiguió abrir con el botón en una de las paredes. En ese punto del camino, el avión se movió demasiado debido al estallido de varios proyectiles. Afortunadamente, Stark logró evadirlos.

—Ya saben que estamos aquí —dijo Rogers al cruzar el fuego enemigo—. En cuanto saltemos, ustedes dos den la vuelta y váyanse.

—No me darás órdenes —la mujer se rehusaba a abandonarlos a su suerte. Menos en manos de Hydra.

—Claro que sí, soy Capitán —tras ofrecerle una sonrisa de despedida, Steve se arrojó del avión.

—Es el Capitán —sintoniza Bumblebee al recibir su mirada cuestionando si también lo haría.

Peggy los vió saltar a ambos, sin más remedio que esperar a que volvieran.

Tanto Steve como Bumblebee, aterrizaron muy cerca de los límites de la fábrica. El primero se quitó los restos del paracaídas para poder avanzar, Bee ni siquiera necesitó uno. Se adentraron entre los árboles caminando agachados, pronto podía verse un enorme muro de concreto repleto de seguridad. Rogers supo que estaban en el sitio correcto y se escondieron tras unos arbustos. Pensando en una manera de entrar sin llamar la atención, sus orbes azules se fijaron en un convoy que iba llegando. Ese era su boleto.

—Bien, escúchame Bee. Voy a entrar a buscarlos, necesito que te quedes aquí y los esperes —le dijo cuidadosamente—. Si para entonces no regreso, quiero que lleves a esos hombres a salvo a casa.

La cabeza del joven explorador se movió positivamente, su brillante óptica le transmitió la confianza de que podía marcharse tranquilo y que, pasara lo que pasara, él lo esperaría ahí.

Por otro lado, al interior de la fábrica las cosas se mantenían igual que horas atrás, los hombres capturados realizaban trabajos forzados y la otra parte estaba recluida en celdas. Ese era el caso del escuadrón 107. La única diferencia marcada, es que un espacio fue totalmente adaptado a los Decepticons, permitiéndoles trabajar con su tecnología a voluntad.

El Dr. Zola junto Schmidt, los contemplaban desde un nivel más alto.

—Mire cómo se fusionan con nuestras computadoras —comenta Zola entre impresionado y asustado.

Alrededor de los bots, los monitores mostraban números y códigos que cambiaban a una velocidad abrumadora.

—Aunque los humanos son decepcionantes, sería una lástima desperdiciar todo lo que su planeta ofrece —la Decepticon analizaba la información que recabó—. Incluso posibles minas de Energon.

—Lord Megatron estaría complacido —dijo Dropkick con diversión.

—Y lo estará cuando mandemos este mensaje —le aseguró.

—¿De qué tanto parlotean? —Schmidt alzó la voz, apoyando cada brazo sobre la barandilla.

—Nada importante, señor —negó Shatter—. Pero tengo una cuestión que me gustaría que pudieran resolver y es saber, ¿Si acaso existe otro humano que posea tecnología al mismo nivel que su llamada "Hydra"?

La razón de que fuera importante conocer la respuesta, era que comprendían a la perfección de que cabía la posibilidad que su enemigo pensara igual que ellos y tratara de envíar un mensaje a los Autobots.

—Por supuesto que no, el resto del mundo no se compara con Hydra —no tuvo ni una sola duda en confirmarlo.

—Bueno, yo no diría comparar —el Dr. Zola se tomó el atrevimiento de hablar, obteniendo una esperada mirada de sorpresa por parte del segundo hombre—. Stark Industries ha estado muy presente en la guerra, provisionando sus armas a los soldados. La tecnología que ha desarrollado es de las más avanzadas de América.

—¿Stark? —bastó una búsqueda rápida entre los archivos de Hydra para armar un perfil—. El mejor ingeniero mecánico. Su compañía diseña y distribuye armas, muy prometedor.

—¿A quién le importa? Solo terminemos con esto —gruñó Dropkick malhumorado.

—Transportar recursos podría ser agotador —siseó riendo, a lo que su compañero no tardó en comprender. Ahora los dos reían en voz baja.

—¿Se pueden obtener los planos?

—Ya los estoy descargando, acceder a su sistema será sencillo.

—Disculpen, ¿Hay algo que quieran compartir? —Schmidt los interrogó. Tener que soportar que se comunicaran con cosas que solo ellos entendían, lo sacaba de quicio.

—Su equipo termográfico es útil, doctor. Detecto una firma de Energon muy cerca, debe ser B-127 —le informa Shatter—. Ve a encargarte, yo acabaré aquí.

—Será un placer —los cables que lo unían a las pantallas, fueron arrancados de un tirón por su mano.

Dropkick se levantó y salió caminando ansioso de entrar en combate. Schmidt, entre sospecha y alarmado, fue corriendo al cuarto de seguridad para revisar las cámaras. Es así, que se enteró de la presencia del Capitán América invadiendo su fábrica y acabando fácilmente a una gran parte de sus guardias. Enfurecido, dió un golpe al escritorio.

Afuera, Bumblebee todavía esperaba el regreso de Steve. Estaba en cuclillas, escondido detrás de un árbol, su dedo dibujó círculos en la tierra. Empezaba a aburrirse. Su óptica de repente se fijó en el gran muro de concreto que rodeaba el perímetro, escuchaba disparos y gritos, no sabía si era buena o mala señal. Ni si acaso debería entrar a revisar. Quería obedecer la orden de esperar para no decepcionar a Steve.

La gota que derramó el vaso, cayó en forma de una gran explosión que se alzó hacia el cielo. No pudo esperar más tiempo. Bumblebee se puso de pie y corrió al muro, asustando a todos los guardias que le apuntaron con los faros de luz e inmediatamente le dispararon. Bee los ignoró, solamente se enfocó en clavar las manos en el concreto y comenzar a escalar. Ya en la cima, aterrizó del otro lado de un salto, encontrando una escena de completo caos.

Dos bandos parecían enfrentarse, los guardias contras los prisioneros, estos últimos no iban del todo mal. Incluso se apoderaron de un tanque que era el causante de las fuertes explosiones. Para cuando Bee supo que tal vez se apresuró demasiado, trató de regresar sobre sus pasos lentamente. Su tamaño no le favoreció, rápidamente atrajo las miradas de muchos y los miembros de Hydra abrieron fuego también contra Bumblebee.

—¿Qué diablos es esa cosa? —uno de los hombres a bordo del tanque, justamente el que tenía medio cuerpo asomado, llamó a los otros dos a que miraran.

Bee se asustó un poco, creyendo que cometió un error al salir de su escondite y mostrarse. Ahora quería regresar pero no sabía cómo. Las torretas le dispararon, así que tuvo que defenderse y contraatacar sin la intención de matar. La cantidad de humanos hostiles era considerable, el Autobot decidió que ayudaría a neutralizarlos para que el resto pudieran escapar cómo había prometido. Con su cañón, apuntaba al suelo causando explosiones que los mantenían a raya.

—No sé qué sea eso pero me agrada que los mande a volar —Dugan era otro de los hombres dentro del tanque—. Quedémonos cerca de él.

No pasó mucho tiempo para que Steve apareciera en la explanada principal, tenía a su amigo Bucky apoyándose en su hombro, los dos quedaron anonadados por lo que veían.

—¿Steve? —el recién rescatado, Sargento Barnes, buscó respuestas al robot gigante en su amigo.

Este no era exactamente el plan que Steve tenía en mente, por suerte, las cosas no pintaban mal. Bumblebee ya había hecho un agujero en el muro, permitiéndole a todos escapar. Faltaban ellos de unirseles.

—Bucky, te presento a otro amigo, su nombre es Bumblebee —le sonrió al bot, ya se había dado cuenta de su presencia y les hizo un saludo al estilo militar, poniendo una mano sobre la frente.

—Mucho gusto, señor —nervioso, Bucky le correspondió el saludo.

—Sacanos de aquí, Bee —Steve se dirigió a él, con la intención de que se transformara en vehículo.

Bumblebee accedió amistoso. Iba a transformarse pero una serie de tres proyectiles volaron en su dirección y uno logró darle. Steve y Bucky se agacharon hasta que el fuego se detuvo, el primero de ellos buscó preocupado al Autobot. No muy lejos, Bee se estaba reponiendo del impacto, el daño no fue muy grave pero sí lo suficientemente fuerte cómo para haberlo derribado.

Cuando se terminó de reponer, un pie golpeó su espalda llevándolo abajo nuevamente. La facilidad con la que lo hizo, dió una alerta de que era alguien peligroso. Por segunda ocasión, Rogers pudo contemplar a un Decepticon.

—Dime que ese también es amigo —dijo Bucky muy asustado.

—No lo creo —reconoció ese brillo rojo en la mirada. Sin duda un Decepticon—. ¡Corre!

Empujó a Barnes detrás de los escombros de una torreta, después él hizo lo mismo, poniéndose a cubierta.

—¿Puedes decirme que se supone qué son? —pregunta desesperado.

—Robots del espacio —resume simple—. Los que no te disparan son de los buenos. Aprenderás a diferenciarlos.

El pie de Dropkick presionó la cara de Bumblebee, enterrándolo en el suelo.

—No creí que fueras tan tonto, cómo para venir tú mismo hacia nosotros, B-127 —se mofó—. Veo que incluso cambiaste tu apariencia. No será suficiente —ejerció más fuerza, sacándole un zumbido—. ¿Ya no hablas? Entonces te sacaré la ubicación de Optimus por las malas.

El Decepticon levantó a Bumblebee y empezó a golpearle indiscriminadamente. A pesar de que el Autobot se defendió, no estaba llevando ventaja en el combate y fue superado. Estando tirado, Dropkick lo pateó sin parar hasta que un mal golpe, encendió su comunicador sin querer. La misma proyección de Optimus y su mensaje se reveló ante todos.

—¿Hay más? —desconcertado, Bucky miró a Steve. No habían sido percibidos todavía.

—Una base, aquí en la Tierra —ahora ya lo sabían—, ¿Escuchaste eso? —pregunta a su compañera.

—Fuerte y claro —Shatter no estaba presente en el lugar pero el audio le fue transmitido—. No tenemos que buscarlos, los Autobots vienen aquí. Será nuestra oportunidad de acabarlos.

—¿Qué hago con B-127? —consulta.

—Mátalo, ya nos dió lo que necesitábamos.

—A la orden —preparó el cañón de su mano y le apuntó.

—Tengo que ayudarlo —sin pensarlo mucho, saltó fuera del escondite llevándose el escudo. Este tenía una abolladura marcada con el puño de Cráneo Rojo. Era un indicador de su baja resistencia y que no podría hacer mucho con él, aún así no se quedaría de brazos cruzados.

—¿Qué? ¡No, Steve! —lo llamó a que recapacitara, sabiendo que eso sería completamente. Al menos lo intentó. Bucky también terminó yendo detrás de él.