¡LAMENTO LA DEMORA!


— ¿Entonces?

— Entonces…¿qué?

Takemichi no pudo evitar resoplar cuando en la pregunta realizada por su interlocutor se filtró una risilla imposible de contener.

— ¡Chifuyu!¡Es en serio!

— Ya, lo sé. Lo siento.

Volvió a resoplar pues Chifuyu seguía riéndose de él. Mientras se incorporaba del sofá lleno de porquerías de su departamento, una luz repentina y fugaz llamó su atención a través de las cortinas de la ventana del living. Frunciendo el ceño mientras se acercaba a esta, despejó las cortinas solo para ver la oscuridad de la noche cubriéndolo todo y…

…sí, eso había sido un relámpago. Esa noche, el cielo tenía un encapotado violáceo completo, bastante amenazador. ¿En qué momento, si hacía solo un par de horas se veían todas las estrellas?

El sonido de un trueno lejano le hizo parpadear, suspirando por su mala suerte. Con la humedad que iba a levantarse, toda la ropa que había decidido lavar en forma compulsiva no iba a secarse jamás.

Ni la vieja, ni la nueva.

Sus ojos se desviaron hacia el tender unos metros más allá; el departamento era lo suficientemente pequeño para que hubiese ocupado cada centímetro del baño colgando ropa y hubiese tenido que seguir por el living y parte de su habitación, tres tender distintos ubicados en posiciones estratégicas para no chocarlos en el camino. Su visión periférica vislumbró la tela en su mayoría oscura, los pantalones de vestir, las camisas, las camisetas…¿cuánto había costado todo aquello que con pena había tenido que aceptar?

"Es poco en comparación con lo que suelen gastar Mikey y Sanzu juntos cuando compran ropa de forma compulsiva, no te preocupes por eso. Y no, no tienes que devolver el dinero, Takemichi."

Baji lo había repetido varias veces al ingresar, dentro de los locales y una vez fuera de ellos lo que para Takemichi era un mantra necesario aunque poco convincente. Ya sabía que en comparación con lo que habitualmente debían de gastar todos aquellos tipos forrados en dinero debía de ser una nimiedad, pero Takemichi no podía dimensionarlo realmente porque jamás había gastado tanta cantidad de dinero junta, menos en cuestiones no tan urgentes.

Bueno, sí…sus calzoncillos si eran una cuestión bastante urgente, de hecho. Y las camisas. Y sí, los calcetines también.

Al menos sopesaba la vergüenza que le daba el gastadero de dinero que no era suyo compensándolo con el alivio de saber que si moría en un tiroteo o torturado por algún mafioso lo iba a hacer sin agujeros en la ropa interior.

— Chifuyu…¿vas a decirme qué fue lo que te dijo Baji?

Takemichi, no me dijo nada. ¿Qué piensas, que va a soltar lo que hace o deja de hacer así como así? Primero tiene que entrar en confianza, sabes…¿de qué te ríes, maldito?

Pese al tono indignado de Chifuyu, ambos rieron a la par por unos segundos.

— No se si es gracioso o dramático, pero ya estás como yo.

¿A qué te refieres? Yo no me acuesto con el jefe de la mafia.

— ¡Oye!¡Yo tampoco!

Un resoplido del otro lado de la línea le dio a entender a Takemichi que Chifuyu no le había creído una sola palabra. Como siempre.

— Lo digo en serio, Chifuyu.

Takemichi, de verdad…no tiene nada de malo si lo admites y me lo cuentas, eh. Ya estamos grandes.

— Última vez: no me he acostado con Mikey.

Claro.

Dios. Está bien, piensa lo que quieras. Me da lo mismo.

Oye, no te enojes. Cuando ustedes dos se casen nos vas a sacar a todos de la miseria, así que no me quejo.

— ¡Pero…!

De cualquier manera, yo sí soy sincero y tengo que admitir que Baji tiene lo suyo.

Takemichi había inspirado hondo para replicar a sus últimas palabras cuando Chifuyu elevó la voz y tapó su reclamo, logrando que Takemichi se ahogara con sus propias palabras y lo que acababa de escuchar.

— ¿Yo los voy a sacar a ustedes de la miseria o tú a nosotros, Chifuyu?

Oye, tampoco para tanto.— Chifuyu rió, pero a Takemichi el sonido le causó una sensación desagradable.— Además, no quiero ser el segundo plato de nadie. Sólo dije que tenía lo suyo.

Como siempre que Chifuyu hablaba con indirectas y dobles sentidos, a Takemichi le costó ubicar cada frase en el contexto correspondiente.

Ya había pasado al menos un mes desde que todo aquello había comenzado…no, había pasado un poco más. Al principio, Takemichi dudaba acerca de lo que había terminado aceptando aquella mañana en el despacho oculto de la cafetería y lo que Mikey le había solicitado le parecía prácticamente imposible: ganarse la confianza de Baji e intentar que soltara prenda con respecto a algún movimiento turbio dentro de la organización.

¿Qué podía tener Takemichi para que el otro confiara en él de aquella manera, sobre todo cuando podía estar jugándose la vida? La respuesta había llegado no tan rápida, pero si bastante efectiva una vez aparecida. Increíblemente, Chifuyu se había mostrado predispuesto y emocionado en la misión que él catalogaba como detectivesca y había estado de acuerdo en entrometerse y ayudar a Takemichi a sonsacarle algo a Baji.

Algo, lo que fuera.

Chifuyu se lo había tomado bastante literalmente y Takemichi había tardado sus buenas semanas en darse cuenta de las segundas intenciones de su amigo. ¡Y recién ahora se estaba percatando!

— ¿A qué te refieres con segundo plato? No me digas…Chifuyu, ¿te gusta Baji?

No me digas que recién te has dado cuenta.— silencio.— Takemichi, tienes algún problema en la cabeza, ¿no?

— ¡No! Bueno, tal vez…pero eso no tiene nada que ver con lo otro.— Chifuyu intentó interrumpirlo pero Takemichi logró adelantarse.— Espera, dijiste plato de segunda mesa. Si te gusta Baji y dices eso es porque…

Porque…vamos, Takemichi. Sé que tú puedes.

Las neuronas iban a quemársele en el esfuerzo, pero Takemichi ahora veía el panorama más amplio y despejado para formular conclusiones.

— ¿Baji está saliendo con alguien?

Ajá.

La forma intencionalmente despreocupada en la que Chifuyu se lo había afirmado desmoralizó a Takemichi porque sabía que sí le importaba; aún así y ante el nuevo descubrimiento no sabía cómo debía sentirse: por un lado, le apenaba que Chifuyu estuviese sufriendo una especie de desilusión amorosa luego de que hubiese pasado ya un buen tiempo desde la última vez que Takemichi lo había visto interesado en alguien; pero por otro lado, una parte de su cerebro se sentía bastante aliviada de saber que tal vez Chifuyu no tendría tan mala suerte como él de…

¿De qué, de sentirse atraído por un mafioso que desgraciadamente parecía sentir la misma atracción o incluso una más fuerte? ¿Realmente aquello era mala suerte o Takemichi estaba esquivando sus propios sentimientos?

¿...sentimientos?

No, no y rematadamente no.

— Ah.

Sí, ah. No tengo ganas de hablar del tema, Takemichi. Creo que voy a probar mejor con Kazutora a ver cómo me va.

— ¡¿Qué?!¿También te gusta Kazutora? Chifuyu, lo siento, pero como tu amigo tengo que advertirte que…

¡No, imbécil, probar sacarle información a él! Igualmente, ahora lo que menos ganas tengo de hacer es verle la cara a él también, así que…Takemichi, vas a tener que trabajar en esto también.

Las palabras de Chifuyu dieron vueltas una y otra vez por la mente de Takemichi; sintió como los engranajes encajaban uno tras otro y, lejos de preocuparle el hecho de tener que conseguir él mismo la información, su cerebro optó por ocuparse de la cuestión menos urgente pero más asombrosa.

— No me digas que Kazutora tiene algo que ver con Baji.

El sonido que se oyó del otro lado de la línea se lo confirmó, una sensación desagradable recorriéndole la espalda. A esas alturas, no sabía si Chifuyu estaba jadeando o llorando.

¡No voy a explicarte todo, Takemichi, usa el cerebro! ¡Y sí, obvio que tiene algo que ver con él, tonto! Todo tengo que decirte, será posible que…

— ¡No, bueno, tranquilízate!¡Sólo fue una pregunta! Sabes que no soy bueno para…

"Las indirectas" quedó sublevado bajo el sonido del timbre de su departamento mientras Takemichi saltaba en su sitio, el teléfono resbalándose de sus manos. Chifuyu guardó silencio también al tiempo que Takemichi desviaba la mirada hacia el reloj de pared de la sala.

La 1 AM.

No había demasiadas posibilidades para devanarse los sesos en quién podía ser a aquellas horas de la madrugada. Un nuevo escalofrío — esta vez muy, muy diferente al anterior — recorrió su espalda al tiempo que la ansiedad crecía en cada fibra de su ser…¡incluso estaba agitado!¡En qué momento…!

De nuevo, el timbre se dejó oír y ahora el sonido parecía mucho más fuerte, más agresivo. Comenzó a tartamudear a la nada misma mientras su cuerpo intentaba moverse sin éxito alguno en una mezcla de preocupación, anticipación y pánico.

Aún no había limpiado la cochambre que había en ese lugar…¡y ahora tenía que sumarle los tender de ropa desperdigados por el espacio reducido que representaba su departamento!

Takemichi, no me digas que es tu novio visitandote a estas horas.— por alguna extraña razón, Chifuyu susurraba del otro lado de la línea como si temiera que alguien del lado de Takemichi pudiese oírlo.— Takemichi, ¿estás ahí?

— S-Sí. Digo, no sé si es él. Puede ser alguno de los otros, incluso Baji.— siguiendo aquella especie de código tácito, Takemichi también bajó la voz.

¡No lo nombres!

— ¡Lo siento!

¿Takemitchy?

Ambos, Chifuyu y Takemichi jadearon al oír la voz de Mikey detrás de la puerta de entrada. ¡Y claro, cómo no iba a saber que estaba allí dentro si además de tener encendidas todas las luces se ponía a gritar!

¿Está todo bien?

Contéstale, idiota. ¡Reacciona!

La voz de Chifuyu lo hizo reaccionar, efectivamente. Tuvo que aclararse la garganta de lo seca que la sentía.

— ¡S-Sí, estoy bien, ya voy!

Buena suerte, amigo.

Y con una risilla, Chifuyu cortó la llamada abandonándolo a su suerte.

Y los nervios volvieron a flor de piel cuando el timbre volvió a sonar. Takemichi respiró profundamente, inhaló y exhaló mientras un tic nervioso aparecía en su párpado; caminó con paso más lento del que debería hacia la puerta pensando…pensando.

¿Cuánto tiempo hacía que no veía a Mikey? Dos semanas o más, de eso estaba seguro. Viajes o reuniones de negocios, su ahora "jefe" parecía no encontrar un solo momento en su ocupada y repleta agenda para ver a Takemichi y ese hecho, increíblemente, deprimió al pelinegro. Habían hablado por teléfono prácticamente todos los días y casi siempre a la misma hora, como si se tratase de una cita impostergable. Takemichi no podía recriminar absolutamente nada porque sencillamente, ¡no tenía de qué quejarse!

Mikey había sido todo lo contrario a lo que él hubiese esperado desde aquel momento en el que aceptó su oferta. Takemichi había aguardado con resquemor un cambio radical en su existencia partiendo de la pérdida de su teléfono celular pero, de hecho, eso había sido lo único tangible que había perdido o cambiado de su vida. Bueno, eso y el trabajo. Ya no tenía que ir más al local de videos, su renuncia sospechosamente enviada por correo.

Pero el resto…seguía igual. Sus amigos, sus rutinas fuera del trabajo. Su departamento desalineado, sus depresiones e insomnios nocturnos…bueno, sí había otra cosa más que había cambiado.

Estaba siendo mantenido por el jefe de la mafia más peligrosa de Japón sin retribuirle en nada. ¿Trabajo? Takemichi había jurado que más temprano que tarde terminaría ayudando a Sanzu o a Draken a mover el cuerpo de algún pobre infeliz para lanzarlo al río, sosteniendo a algún otro desgraciado para que los Haitani le golpearan hasta el cansancio e incluso ya había delirado consigo mismo viéndose disparándole a alguien solo por seguir una orden de Baji a sus espaldas.

Sin embargo, nada de eso había pasado, ni mucho menos. Su vida había vuelto a ser monótona con las excepciones del caso: las llamadas de Mikey, las visitas inesperadas de Baji y los regalos.

¿Podía contar todo el armario nuevo como un regalo?

Ni un disparo, ni un arma, ni una puñalada. Nada de acción, nada de nervios. ¿Habría estado exagerando? No lo creía, aunque sí había visto muchas películas policiales en aquel último tiempo…

Girando el pestillo de la puerta, Takemichi se obligó a sí mismo a volver al presente. La ansiedad le ganó a la preocupación cuando la puerta finalmente se abrió. Temía que Mikey estuviese molesto con su demora al atender la puerta, pero el deseo de volver a verlo parecía ser superior a su instinto de supervivencia…

…y sí, había sido demasiado confiado. De nuevo.

Cuando la puerta se abrió, el cañón de un arma apuntó directamente a su frente, la pistola introduciéndose en la abertura del departamento.

— M-Mikey…e-espera…qué…

— ¿Con quién hablabas?.— Takemichi se encontraba mareado por la sorpresa y el pánico y por ende, no pudo responder rápidamente. Pánico que escaló mucho más al oír el seguro del arma siendo desactivado.— Contesta, ¿con quién estás?