Nota de autor: Antes de comenzar a leer recordar que todo lo explicado no es tal como está en el manga, es desde la perspectiva y entendimiento de la protagonista. Por si ven algo que no está siendo bien explicado. Gracias, espero lo disfruten.
Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.
Adverencia: A partir de ahora habrán spoilers. Por ahora solo serán sobre la infancia de Ace, Sabo y Luffy.
Como era de esperarse la estafa de la pobre niña rica perdida apenas nos duró unos meses, en poco tiempo dejaron de creerme aunque usara pelucas, el rumor de que ladrones atacaban de esa manera se esparció con rapidez el tercer mes. Aunque eso no impidió que continuáramos robándole a los nobles, a falta de engaños, aprendí a robar de manera sutil, siendo una buena carterista.
Usaba mi haki de observación para ser rápida y robarles a los nobles de la ciudad sin que se dieran cuenta mientras fingía pasear como ellos, o ir de compras como una niña rica más. Por más de un año, el plan fue a la perfección, cambiaba las rutas de robo, las calles en las que pasaba, y nadie nunca sospechaba de mí, mientras que Sabo y Ace se encargaban de sacar el botín de la ciudad.
Hacíamos un gran equipo, obteníamos dinero de manera más segura que robándole a los ladrones de Gray terminal, y a la vez aumentábamos las ganancias. A pesar de ello, los niños no terminaban de confiar en mí del todo. No seguían tratándome como una extraña, incluso éramos buenos amigos, pero se notaba como aun se sentía cierta desconfianza entre nosotros.
Gracias a que no quería responderles cuando me preguntaban sobre sus futuros, incluso intentaban adivinar para sacarme información por medio de mis expresiones cuando reaccionaba a sus teorías, pero sin lograr sacarme un solo detalle. Detestaba mentirles, y ocultarles cosas, los quería como mi familia, no obstante habían males que sabía que eran necesarios, como el que se avecinaba.
Sonreí con tristeza desde la copa de uno de los arboles que estaban cerca de casa, desde el cual tenía una vista perfecta a la costa. Un hábito que tomé desde que cumplí mi primera década. Me levantaba primero que Ace, e iba a la copa a observar el mar aun cuando el sol no terminaba de salir, y justo antes de que lo hiciera, ya estaba abajo.
Tenía mucha curiosidad sobre algo que sabía que pasaría este año, y desde hace unos días me debatía entre saciarla o limitarme. Por eso seguía subiendo a la copa, quería asegurarme que aun tenía una oportunidad. Me intenté convencer que sino intervenía no sucedería nada, podría acercarme, mantener un bajo perfil.
No sabía cuando volvería a tener una oportunidad como esta, en unos años, sería casi imposible verle de frente, sobre todo si seguía con mi plan de mantener una vida tranquila en este mundo. Salté de la copa al piso, llenándome de valor para decidirme bajar la colina Corvo, sabía que si continuaba dándole larga a esto, el tiempo pasaría y perdería la oportunidad.
—¿A dónde vas? —me detuvo la voz de mi gemelo en cuanto comencé a alejarme de la casa, encontrándome con su mirada extrañada.
—Hoy no iré a la ciudad —me limité a responderle cruzada de brazos sin querer dar muchas explicaciones al respecto—. Haré algo, quizás me tarde.
—¿Algo? —me cuestionó el azabache con suma desconfianza—. Vas a hacer algo importante y por eso no quieres decirme, iré contigo.
—No —respondí de manera rotunda y seria—. Pasa el día con Sabo, hace más de un año que no están solos sin mí, yo necesito hacer algo que no tiene que ver con ustedes —añadí dando rodeos al respecto—. Vi un barco pirata en la costa, quiero verlo de cerca—dije una verdad a medias, al saber que se atrevería a seguirme sino le daba algo de información.
—¿Piratas? —exclamó con desdén, como lo esperaba, aun despreciaba a los piratas por nuestro padre, quería ser uno, pero menospreciaba a los que lo eran—. Deben ser unos debiluchos de poca monta si están en este mar —soltó como si fuera mejor o más fuerte que ellos sin saber siquiera de quienes se trataban, por lo que me encogí de hombros—. Trabajaré con Sabo entonces, no eres tan necesaria como crees —añadió haciéndose el orgulloso, provocando que le sonriera y diera la vuelta para volver a mi camino.
Con la fuerza actual que poseía, no se me hizo difícil bajar la colina, o más bien dar varios saltos hasta llegar a la base. Mi primer movimiento fue ir a la costa, llevándome por el salitre del aire, y el sonido del mar, corriendo lo más rápido que pude, estaba por ver lo que estaba contemplando de lejos desde hace días.
Sonreí con lágrimas en los ojos al verlo alzado anclado delante de mí, con la bandera ondeando con orgullo. Los dibujos, animaciones, no le hacían justicia al navío. Me acerqué lo más que pude, absteniéndome de tocarlo. Era glorioso en todo su esplendor, desde la velas con la carabela atravesada por dos espadas en cruz, y una marca roja en su ojo izquierdo, hasta el mascarón de la proa que no sabía a ciencia cierta si simulaba un dragón, o que animal.
En diez años que tenía en este mundo, era la segunda vez que se sintió que realmente estaba aquí. El Red Force me lo decía a gritos, que era real, y no iba a despertar en ningún momento.
Me cuestioné si era muy ambicioso de mi parte querer también a su capitán, escucharlo, estar cerca de él, y no por una pantalla. Me sonrojé al recordarlo en el último arco que llegué a ver antes de morir, la manera que no se parecía al que era en este momento. Pero aun así siempre impuso presencia cuando se mostraba.
Recordé como el fandom solía decir que solo aparecía cada cuatrocientos capítulos por unos segundos, y todos enloquecíamos. Reí al incluirme, respirar profundo e intentar recordar como llegar al pueblo. Era pequeño, por lo que no me iba a perder como en el bosque hace unos años.
El plan era simple, entraba de manera sutil, me sentaba en una silla alejada en la barra y lo veía de lejos. Sencillo, simple. Lo veía, me quedaba un momento y me iba. No podía aspirar a más que eso, no si quería mantenerme en anonimato.
Party's Bar, me miró a la cara en cuanto llegué al bar en pocos minutos desde el puerto, con mis puños apretados, la respiración acelerada, y mis nervios adecuados a mi edad. Sería la primera vez que vería a un pirata, un futuro emperador del mar, uno de los hombres más poderosos de este mundo. Lo vería antes de perder su brazo, antes de perder esa sonrisa que recordaba en los pequeños vistazos en la infancia de Luffy.
Con la cabeza baja, entré al bar sin llamar la atención de ninguno de los clientes, todos estaban encimados en sus asuntos, tal como esperaba. Por lo que pude mantener la mirada baja al adentrarme por uno de los extremos hasta la esquina más alejada de la barra. Pensé en sentarme en una de las mesas, pero mientras más lejos estaba de él, correría menos riesgos.
Solo cuando me subí al banco me atreví a levantar la mirada y ver a la tripulación del pelirrojo en el bar bromeando entre ellos, bebiendo y comiendo. Intenté no llorar de la emoción, no ser una fan loca que conocía a sus ídolos. Necesitaba calmarme para no llamar la atención, limitándome a bajar la cabeza y mirar hacia la barra.
—No te preocupes por ellos, no te harán nada —me sacaron de mis pensamientos, malinterpretando mis acciones, sin ser del todo malo—. ¿Qué puedo servirte?, eres nueva por aquí, no te había visto antes.
—Vivo en la colina —me limité a responderle, fingiendo algo de timidez con una sonrisa, eso servía en los nobles así que supuse que en una cantinera también—. Quiero algo de desayuno, lo que tenga está bien —le pedí colocando un billete de mil berries en la mesa con una sonrisa inocente.
—Enseguida —se limitó a responder con otra sonrisa, mientras me recostaba en mis brazos sobre la barra para continuar viendo al pelirrojo, como reía con sus amigos.
Nadie de este pueblo podría prevenir en que se convertiría en unos años. Me dije lo increíble que era estar a pocos metros del hombre que detuvo la guerra de Marine Ford. Tenía tantas preguntas, el manga apenas decía algo sobre él, y estaba segura que sabía muchas cosas, demasiadas quizás.
Aun así dejé a un lado mi curiosidad para admirar su apariencia con un leve sonrojo en mis mejillas. No podía negar que al verlo en la pantalla, lo encontraba algo atractivo, pero tenerlo tan cerca me hacía apreciar cada una de sus facciones. El cabello no era como cuando lo veía animado, de un rojo como si estuviera pintado con un marcador, sino fuerte marcado, lo que me hacía saber porque era tan distinguible aun en un mundo como este.
Aun no poseía la compostura física que tendría en unos años, pero aun así se notaba que tenía un cuerpo trabajado por sus años como pirata. Un leve sonrojo se posó en mis mejillas al estudiarlo. Estaba más que segura que si no estuviera atrapada en un cuerpo de una niña, me hubiera atrevido a acercarme con otras intenciones a él.
Casi como lo hubiera llamado con el pensamiento, el pelirrojo giró su mirada hacia mi asiento, evocando que yo apartara la mía de inmediato. Me recordé no llamar la atención, pero antes de que pudiera suceder algo, las puertas se abrieron de golpe, dejando entrar a un pequeño Luffy que me llenó de ternura.
Estuve cerca de olvidarme de él al estar tan encimada sobre conocer a Shanks. El pequeño niño comenzó a replicarle gritando que lo dejara entrar en su tripulación, haciéndome gracia, no tenía idea de lo que estaba pidiendo, aunque tampoco me sorprendía, al saber en que se convertiría en unos años.
—Aquí tienes —me sirvió Makino unos huevos con tocino, tostadas y un jugo de naranja, mientras tomaba el billete para cobrarme—. Ese es Luffy —explicó la chica seguro al notar como miraba al niño con algo de pena por su súplica.
—Gracias —me limité a decirle por el desayuno al recibir el cambio, sin añadir nada por el nombramiento del niño, al observarlo, y ella caminar hacia él sin salir de la barra.
No logré escuchar que le decía al niño, pero me señaló dos veces mientras hablaban, sin yo querer que me metieran en sus líos, solo estaba aquí de mera espectadora, no para intervenir. Se suponía que no debería conocer a Luffy hasta dentro de unos meses cuando lo llevaran a mi casa.
—Luffy tiene cerca de tu edad —me presentó al niño que logró que se acercara a mí, y se sentara a mi lado, mientras yo me limitaba a mirarlos a ambos—. No hay muchos niños de su edad en la aldea.
—Soy Monkey D Luffy —se presentó el pequeño con entusiasmo y calidez, lo cual hizo que me cayera al instante mejor que mi gemelo en los diez años que tenía viviendo con él.
—Soy Heis —me presenté devolviéndole la sonrisa, convenciéndome de que conocerlo unos meses antes no alteraría mucho las cosas, de hecho siempre me sentí mal al ver su pasado, por lo solo que estaba—. Vengo de la colina.
—¿Vives en la colina con tus padres? —preguntó el azabache sin tapujos, sacándome una leve risa.
—No, con unas personas que se encargan de mí, o algo así, soy huérfana —le aclaré notando como Makino se llevaba las manos a la boca en cuanto le informé de mi estado, como si hubiera tocado una fibra sensible—. Oh no te preocupes, no llegué a conocer a mis padres, mi papá murió antes de que naciera, y mi madre en el parto —intenté aliviar la culpa de la camarera.
—¿Y tienes quien te cuidan bien?, podrías quedarte en la villa, Luffy también es huérfano —comentó la chica con compasión, lo cual hubiera sido una buena oferta en otra ocasión.
—Podrías ser parte de mi tripulación, hablaré con Shanks para que nos acepte a los dos —comentó el azabache haciéndome negar con rapidez antes de que se le ocurriera.
—No quiero ser una pirata —le aclaré al niño el cual me miraba extrañado—. Sé que ellos son unos piratas diferentes, pero no me agrada la idea de ser pirata.
—¿Alguna vez has estado en el mar para averiguarlo? —comentó el niño con suma inocencia, haciéndome preguntar si tenía idea del peso de sus palabras, pero su rostro inocente me hizo saber que no, que solo lo hizo por molestar.
—El mar es peligroso, y no quiero averiguar que tanto lo es —le respondí sacándole la lengua antes de reírme—. ¿Quieres algo?, yo pago.
—Te vas a arrepentir de eso —me advirtió Makino, y sabía bien que lo haría.
—Quiero carne —le pidió antes de que ella se retirara a tomar la orden—. Te haré cambiar de parecer para que salgas conmigo al mar, me agradas —comentó Luffy haciéndome sentir halagada, que el hombre que más admiraba en el mundo me dijera eso era la realización de mi vida—. Pero primero tengo que lograr que Shanks me deje unirme a su tripulación —se paró del banco a hablar con el capitán dejándome atrás sin intentar que lo siguiera.
Luego de varias suplicas que no llegué a escuchar bien por la distancia, el capitán colocó unos vasos en la mesa y una moneda. Recordé a que jugarían. Si Luffy lograba encontrar la moneda lo dejaría unirse, claro eso nunca sucedió, pero verlo tan cerca era casi imposible de hacer.
Me giré con un bocado de comida en mi boca mientras veía a Shanks mover los vasos con rapidez y yo seguirlo con la mirada. Notaba como la moneda se movía por la mesa con gran velocidad, una mayor a la que un niño común podría percibir, pero a la vez dando la ilusión que era algo sencillo.
Casi me reí al darme cuenta que el maldito usaba haki de observación en el juego, por eso Luffy jamás lograría ganar. Eso es un juego muy sucio. Me negué a seguir viendo, concentrándome en mi desayuno, sin recordar haber comido algo parecido en casa, la mayoría de las veces tomaba algo de leche, o carne, el pan era una de las tantas cosas que carecían allá arriba.
A veces lograba comprar algo de comida en la ciudad, pero llevar comida a un lugar con tantos hombres como en casa, era algo que no solía durar más de un día.
El grito de frustración de Luffy llegó hasta mí al perder, haciéndome reír sin limitarme, lamentándome casi al instante. La idea era no llamar la atención y acababa de reírme del niño por haber perdido contra Shanks. Alcé la mirada rogando que me ignoraran por completo, pero aquellos ojos negros se encontraron con los míos mirándome con suma curiosidad.
—No es gracioso, Heis —me reprochó el niño haciéndome sentir un poco culpable por ello e ignorando por completo en la situación en la que me encontraba, los ojos de Luffy lograban hacerme llenarme de valor sin importar las consecuencias.
—Lo siento, Luffy, es que nunca vas a ganarle, te está haciendo trampa —declaré sabiendo en el momento en que el instante que lo dije, la tripulación del pelirrojo hizo silencio, dirigiendo sus miradas a mí. En ese instante supe que el plan de mantener la guardia baja se había arruinado.
