La sombra de Tomoyo
Capitulo II: "¿Tu eres Tomoyo?"
La cabeza del joven de cabello azulado, descansaba pesadamente sobre sus dos manos. Sentado en un sillón de una callada sala de espera del hospital de Tomoeda, aguardaba a que le dieran noticias sobre su amiga.
El auto la había impactado de lleno, sin darle la oportunidad de que se moviera del camino para intentar salvarse. La había arrojado casi a dos metros y medio de distancia, con la cabeza ensangrentada, y ya sin conocimiento.
La ambulancia había llegado rápidamente, y la habían llevado al hospital de inmediato. Ella no había retomado el conocimiento hasta ese entonces, o al menos eso era lo que Eriol pensaba, ya que le habían impedido el paso a su habitación desde su ingreso.
Le animaba la idea de que no estaba muerta, aun podía sentir su presencia en el mundo mortal. Una presencia muy débil, pero después de todo con esencia de vida.
Ya había llamado a su madre, pero ella se encontraba en una junta de negocios muy importante y no podían interrumpirla.
Llamó también a Sakura y Shaoran, que como de costumbre se encontraban en una de sus citas. La voz de la chica de cabello castaño había sonado muy consternada cuando le dio la noticia. Pudo ver un sus pensamientos la cara de terror que aparecía lentamente en su hermoso rostro. Los dos se habían puesto en camino de inmediato.
Escucho frente a él, pasos que se acercaban en lento caminar. Levantó la cabeza, y vio a un hombre joven de bata blanca. Eriol se levantó rápidamente de su asiento, al reconocer al hombre que atendía a Tomoyo.
-¿Como esta?- pregunto el chico ansioso por conocer el estado de la chica.
Lo que recibió por respuesta no le agrado en lo más mínimo. La cara de el doctor se torno seria y oscura.
-Su estado no es nada bueno, el impacto le provoco una severa contusión cerebral. Esta en coma, y no parece que vaya a haber mejoría...lo lamento.- sin decir más el hombre se alejo del lugar, y desapareció en el pasillo tan pronto como había llegado.
Las piernas de Eriol temblaron un momento antes de perder la fuerza completamente. Se desplomo en el sillón, sin asimilar aun lo que acababa de oír. Retiro los lentes de sus ojos, y los froto fuertemente, como si pensara que de esa ,manera despertaría de una horrible pesadilla. Ella estaba en coma. Tomoyo Daidouji estaba a unos pasos de la muerte.
Las ultimas palabras que había pronunciado, resonaron en su cabeza por unos momentos, la ultima sonrisa que ella le dirigió se quedo grabada en su memoria como ninguna otra cosa en su vida.
¿Como le había pasado eso a ella? Una persona tan simpática, tan dulce, educada, sincera y hermosa.
¿Porque ella? ¿Porque no había sido él? El había vivido por muchos años, tenia gran experiencia de la vida. En cambio ella...
-¡Eriol!- se oyó un grito a la entrada, por una voz sumamente alterada. Sin muchos ánimos el nombrado levantó la cabeza, alcanzando a ver a sus dos amigos que a penas lo habían descubierto en aquel rincón oscuro, acercándose a el rápidamente.
-¡Eriol ¿Que sucedió? ¿Donde esta?!- Sakura Kinomoto había perdido como pocas veces la cabeza, se le oía alterada, temerosa, y desesperada al mismo tiempo, sus sentimientos reflejados también en su rostro, en esos momentos contorsionado por el terror.
-E-Ella esta en coma.- el muchacho no levanto la mirada, y aun así pudo ver las expresiones de dolor en sus amigos, incluso en el de Li.
Sakura se hecho a llorar a los brazos de su novio, encontrando cálido refugio y palabras consoladoras y de aliento en él. Acariciaba su cabello dulcemente, mientras intentaba calmar a la chica, sin lograr un mayor resultado.
La nostalgia nació al chico de Hong Kong también, alcanzando solo a agachar la mirada, ocultando sus ojos tras un mechón de cabello, apretando contra si mismo a un más fuerte a su novia, buscando un consuelo que no llegaba.
Eriol no sabia que hacer, si llorar con ellos, o parecer inmutable, como siempre. En serio le dolía lo que estaba sucediendo, pero no sabia si demostrarlo o dejarlo guardado en su corazón. Después de todo el mago Clow jamás se había dejado ver débil ante los demás, y las lagrimas, desde su punto de vista, eran un signo de debilidad.
El doctor de hacia un rato, hizo su aparición de nuevo en la sala. Sakura volteo a verlo, suponiendo que era él, quien se encargaba de su amiga.
-Pueden pasar a verla- dijo en un tono conmovido, al ver a tan linda chica tan angustiada, y con tanto dolor.
Ella asintió, y se levanto lentamente, siguiendo al doctor. Shaoran se quedó ahí unos momentos, limpio sus ojos, y se levantó, siguiendo a un poco de distancia a las dos personas.
No pudo describir lo que paso por su mente y su corazón en el momento en que entro a la habitación, toda fría y oscura, con solo una pequeña lámpara alumbrando uno de los rincones.
Lo único que se podía oír en aquel cuarto solitario, era la maquinaria que mantenía con vida a la paciente y registraba sus signos vitales.
Tomoyo se veía fatal. Jamás la habían visto con palidez mas notable, sus labios amoratados, y una parte de su cabeza envuelta con una venda, cubriendo la herida que había provocado su estado. Respiraba por medio de aparatos que cubrían su rostro, tubos que salían de sus muñecas, y un aparato en uno de sus dedos.
Sakura se acerco cautelosamente, y se hinco al lado de la cama de su amiga, tomando su mano con suavidad.
-Tomoyo...- dijo en un susurro casi imperceptible, para los dos acompañantes. -Estoy aquí amiga.-
Sus sollozos se escucharon por toda la habitación, sonando lastimeros a su paso. -Tomoyo despierta por favor. No puedes hacer esto, sabes que aun no es momento de que te vayas. Regresa con nosotros por favor.-
Silencio.
-¡Tomoyo! Prometiste que estarías conmigo en navidad, que me ayudarías a preparar la cena y a escoger los regalos, haríamos las compras y adornaríamos la casa juntas ¿Ya no lo recuerdas?-
Ningún sonido provenía de su cuerpo casi sin vida.
-¡Despierta por favor! ¡Tomoyo!- Sakura Kinomoto se hecho a llorar encima del cuerpo de su amiga, recostando su cabeza en su pecho. Su tórax se inflaba con dificultad, y un chillido cada vez que respiraba se escuchaba en sus pulmones. Su corazón emitía un latir lento y disparejo, pero después de todo, aun se encontraba ahí.
Las lagrimas de la dueña de las cartas, desaparecieron de pronto. Se limito a quedarse en donde estaba, escuchando el maravilloso latir del pecho de Tomoyo.
Desde un rincón, Shaoran miraba a la ametista con compasión. Por primera vez había visto su rostro sin una sonrisa, sin un gesto, sin un signo de vida. Su piel color marfil ya no tenía ese lindo tono rojizo, su cabello estaba despeinado y desparramado por la almohada, sin que eso le molestara.
Le debía tanto a esa chica, ella le había ayudado en todo. Jamás se lo había dicho, pero para él, ella era su mejor amiga. Además de Sakura ella era la única que lo comprendía, ella también había traspasado esa barrera de frialdad por el que había estado cubierto casi toda su vida. A decir verdad, fue en la primera persona en quien confió completamente. Y eso, le ganaba un lugar especial en su corazón.
Se sentía muy mal, no podía verse muy optimista en aquella situación. Esta vez no podía decirle a Sakura "todo estará bien" porque no lo sabía, no podía darle una falsa esperanza a su amada, cuando él carecía de ella. No podía hacerle eso, debía ser realista con ella, y consigo mismo también.
Shaoran se acerco a Sakura, tomándola suavemente de los hombros, y levantándola lentamente. Obtuvo un poco de resistencia departe de ella, pero después se dejo llevar. Debía salir de ese lugar, la muerte rondaba la habitación, haciendo casi insoportable su estancia. Los dos salieron, después de darle una ultima mirada a su amiga, cerraron la puerta tras de si.
Eriol Hirawizaga quedó solo en la habitación. Arrimo una silla al lado de la cama, y se sentó en ella, recargando sus manos y su cabeza en el colchón, fijando su mirada en el rostro de la chica inconsciente.
-¿Este mundo resulta tan malo para ti?- dijo el chico en voz alta, dirigiéndose a la persona que estaba a su lado.
No hubo respuesta.
-No quieres regresar ¿cierto?-
Ningún signo vital cambió.
-¿Puedo estar a tu lado un rato? Quisiera platicar contigo solo unos momentos.-
Cualquiera diría que el joven estaba hablando solo, y sin embargo, no era si.
-Vamos Daidouji, no será tan malo. No te obligare a hacer algo que no desees, solo quiero hablar contigo.-
Silencio.
-Lo prometo- Eriol puso una linda sonrisa después de unos momentos, tomó una de las manos blancas, sosteniéndola entre las suyas, y cerró los ojos con suavidad.
Un viento frío comenzó a soplar en la habitación, el cabello de los dos jóvenes revoloteó juguetonamente en el aire.
La insignia de el mago Clow apareció debajo de el, iluminando con su luz, la oscura habitación.
-Esa es la presencia del mago Clow- dijo Li, viendo detenidamente la puerta de la habitación de donde acababan de salir. Sakura volteó su cabeza, deseaba entrar y ver lo que sucedía, pero sabía que no debía hacerlo. Eriol jamás mostraba su verdadera identidad, a menos que fuera sumamente necesario. Debía tener algo en mente, y si eso iba a ayudar a Tomoyo, no debía interrumpirlo.
La luz dejó de rodear a la reencarnación de Clow, y el aire frío dejó de soplar. Eriol Hiragizawa inclinó su cabeza con algo de cansancio y calló dormido en la cama de Tomoyo, sosteniendo aun su mano.
El joven ojiazul se vio caminando por un lugar maravilloso. Hermosas hojas de cerezo caían sobre sus hombros, y su rostro era iluminado por los brillantes rayos del sol. El campo era cubierto por lindos botones de flores que apenas iban retoñando.
No sabría decirlo con precisión, pero recordaba aquel lugar lejanamente. Sabía que en algún momento de su vida, había estado ahí.
Levantó su mirada, y a lo lejos, alcanzo a ver dos siluetas que caminaban de la mano. Se acerco a ellos curiosamente. Sabía quien era la chica, pero jamás había sentido la presencia de aquel hombre.
-Daidouji- la voz de Eriol al llamarla, sonó tan misteriosa como aquella del mago Clow.
Tomoyo se encontraba muy feliz, hacía tanto tiempo que no se sentía de aquella manera. A decir verdad, no sabía lo que hacia en ese lugar. Lo ultimo que recordaba era que iba caminando en una noche lluviosa, al lado de alguien, un resplandor segador frente a ella y... después oscuridad.
Permaneció así un tiempo, atrapada en algún lado. Algún lugar que le daba miedo, que la tenía encerrada. Un lugar de cuatro paredes, estrecho, que no la dejaba respirar. Sintió por unos momentos, lo que era la falta de oxígeno. Era una sensación horrorosa.
El sudor corría por su frente, y sus manos, ya ensangrentadas, arañaban la pared invisible que la aprisionaba. Las lagrimas de la desesperación corrieron sobre sus mejillas, antes de caer rendida al suelo. Abrazo sus piernas contra su pecho, y hundió su cabeza en sus rodillas, resignada, y esperando lo peor.
El hombre que estaba a su lado en ese momento, la había sacado de esa oscuridad. Tocando su hombro suavemente, y prodigándole una tierna sonrisa, la había conducido de nuevo a la luz.
La había llevado a ese lugar de ensueño, y había desaparecido todas las penas y angustias que la agobiaban. Ella jamás había visto su rostro, y sin embargo sabia de quien se trataba. Solo una persona podía darle esa confianza, esa paz interior, esa felicidad.
Era su padre...
No podía sentirse más feliz. Nadie podría opacar de nuevo aquel sentimiento, nada podría hacerla regresar a donde estaba. O eso pensaba. Algo de temor regreso a su corazón, cuando escucho una voz llevada por el aire, que se le hizo muy conocida.
-¿Este mundo resulta tan malo para ti?- alguien le había preguntado. Detuvo su caminata, y miró al cielo, algo extrañada con esa pregunta, que sabía era dirigida hacia ella.
-No quieres regresar ¿cierto?- volvió a decir, aquella suave y misteriosa voz.
-Soy muy feliz aquí- no sabía a quien le estaba respondiendo, se sentía un poco tonta, al estar hablando con una voz que en esos momentos le era desconocida.
-¿Puedo estar a tu lado un rato? Quisiera platicar contigo solo unos momentos.-
Esto la asustó un poco. ¿Quién era ese hombre que le hablaba? ¿Que quería de ella? En esos momentos era muy feliz ¿Quería llevarla de nuevo a esa oscuridad?
-No, no quiero- respondió con temor en su voz.
-Vamos Daidouji, no será tan malo. No te obligare a hacer algo que no desees, solo quiero hablar contigo.-
La voz suavizo su tono, hasta tornarse casi imperceptible, sonaba cálida y melodiosa. Era una voz que le inspiraba confianza.
-¿Prometes que no me harás daño, y que no me alejaras de este lugar?-
-Lo prometo-
-Está bien, puedes venir si así lo deseas.- Tomoyo ya no escucho nada más. La voz desapareció en su totalidad, y la sustituyo el silencio. Se aferró con más fuerza a la mano de su padre, y lo obligó a continuar con su caminata, mientras esperaban a aquella persona dueña de la voz.
-Daidouji- escucho que la llamaban a su espalda. Ese tono que había escuchado anteriormente había regresado, pero esta vez se oía más profundo y misterioso. La sonrisa que llevaba se esfumo súbitamente de sus labios, liberando la mano que estaba fuertemente aprisionada entre sus dedos.
Con algo de temor, volteó a ver al extraño que había interrumpido aquellos sagrados momentos, encontrando, muy a su pesar, a alguien que ella creía conocer.
Los recuerdos llegaron a su cabeza como un relámpago. Recordaba esos ojos azules mirándola. Esa voz pronunciando su nombre una y otra vez.
Al ver a Eriol Hiragizawa, el recuerdo de lo que había pasado antes de llegar a la oscuridad había renacido. Pudo sentir de nuevo la fuerte lluvia azotando en su cara, y el aire frío entumeciendo sus dedos. Levantó los ojos y pudo ver una vez más, las luces encendidas de el auto que se acercaba con gran velocidad hacía ella, como un mensajero de la muerte.
Lo que paso después ya no lo sintió, solo pudo verlo. Era como si su propia alma se hubiera desprendido de su cuerpo, elevándose en un plano imaginario sobre las cabezas de los mortales. Pudo ver a su propio cuerpo, tirado en la acera, con la cabeza bañada en sangre. El listón que amarraba su cabello se había soltado, dejando que los mechones mojados cayeran por un lado o por el otro.
El hombre del auto se bajo del vehículo, y la busco con la mirada frenéticamente, temiendo lo peor. Ella recordó en esos momentos que no iba sola, alguien la acompañaba. Volteo hacia todas direcciones buscando a su acompañante. Hasta que por fin lo vislumbro, recargado en una pared, tratando de acostumbrarse a la luz que lo segaba.
Vio como unas personas empezaban a congregarse alrededor de su cuerpo tendido, sin atreverse a tocarla. Unos lanzaban exclamaciones lastimeras, otros llamaban a gritos por ayuda.
La pequeña multitud se hizo a un lado de pronto. Un chico llegó corriendo. Extenuado, se había arrodillado ante ella.
Su cara estaba tan pálida, sus labios y sus manos eran temblorosas. Debatió un momento consigo mismo, no sabía si ver de quien se trataba y reafirmar sus sospechas, o solo dejar que alguien más lo hiciera.
Se armó de valor y por fin vio quien era.
Sus ojos se tornaron tristes y melancólicos, mientras una ligera sonrisa lastimera aparecía en su rostro. La tomó en sus brazos lentamente, mientras sostenía su cabeza y la guiaba hacia su camisa blanca.
Hiragizawa la había envuelto en sus brazos con un gesto protectivo. Hundió su cabeza en su largo cabello mojado, y comenzó a llorar en silencio, tratando que las lagrimas se confundieran con la lluvia que no dejaba de caer a su alrededor.
-Tomoyo- le había susurrado al oído, con la voz entrecortada, sin dejar de llorar. Pudo escuchar su nombre varias veces, siéndole susurrado dulcemente al oído. El la llamaba a regresar, pero ella no atendió a la suplica. Escucho que aquel muchacho pronunciaba unas palabras extrañas, en algún idioma que se le hacia conocido, pero que no lograba entender, parecía latín.
Conociendo su descendencia, supuso que se trataba de un hechizo, no comprendía para que, pero sin duda era para mantenerla en ese mundo.
Regreso a su realidad con un sobresalto. Volteo a su lado, solo para descubrir que la sombra de su padre se había esfumado, dejándola sola con el chico ojiazul. El le sonrió a su amiga, ganando un poco de tiempo, para pensar en como comenzar.
-Escogiste un lugar muy hermoso ¿sabes? Se me hace muy conocido, pero no logro recordarlo con claridad.-
-Es un sitio detrás del parque pingüino, has estado ahí varias veces, pero estabas muy ocupado causándole problemas a Sakura como para notarlo.-
Eriol se rió por lo bajo.
-Talvez tengas razón, en esos momentos estaba muy distraído como para fijarme en los paisajes.- los dos guardaron silencio, observando a su alrededor con detenimiento. La puesta del sol comenzaba a mostrarse, iluminando de violeta y rojo el cielo casi oscuro.
-No puedo creer que recuerdes este lugar con esta precisión. Cada detalle está en su sitio. Ni siquiera yo puedo recordar un paisaje de esta manera.-
-E estado aquí muchas veces. Solía jugar con mi padre cerca de ese árbol.- dijo señalando un majestuoso cerezo, en plena primavera.
-Pensé que tu padre estaba en un viaje de negocios- exclamo Eriol en una pregunta inquisitiva. El sabia la verdad, pero quería escucharlo directamente de ella.
-Eso es lo que mi madre quiere que crean todos. Lo peor es que tengo que continuar su juego. No quiere que nadie sepa que ahora es una mujer que esta sola en el mundo.-
-Ella te tiene a ti-
-Es como si no existiera. Apuesto a que ella no a llegado a mi lado en estos momentos. Que tu ya le avisaste, y que te dijeron que estaba en una junta de negocios, o algo así ¿no?- Eriol se quedó sorprendido.-Ella siempre dice eso cuando no quiere verme, cuando dice que debe preocuparse por cosas más importantes que el hecho que su única hija se este muriendo en un maldito hospital.-
Tomoyo respiro profundamente, tratando de ahuyentar el enojo que comenzaba a crecer en su pecho. Volteó a ver al ojiazul. El la miraba con ojos sorprendidos. A pesar de que era el mismo mago Clow, aun podía llegar a sorprenderse por algunas cosas.
-¿A que has venido Hiragizawa?- sus ojos ametistas se fijaron en el suelo -No creo que solo a admirar el paisaje, o a preguntarme sobre mi padre.-
-No. E venido para llevarte conmigo-
Otro largo suspiro. -No iré-
-¿Porque no?-
-¿No entiendes Hiragizawa? ¡Odio mi vida! En ese sitio sólo conozco la tristeza y la melancolía. ¿Porque no me puedo quedar en este hermoso lugar? Por primera vez en mi vida, desde que murió mi padre, soy completamente feliz. ¿Porque me quieres arrebatar mi felicidad?-
-¡Esto no es real! Estas viviendo en un mundo de fantasía creado en tu mente. ¡Esto no es vida! Es solo una sarta de bonitos pensamientos arremolinados en tu memoria. ¡No puedes quedarte aquí para siempre!-
-¡Lo se!- gritó ella con lagrimas en los ojos -Pero no me puedes obligar a regresar, preferiría morir antes que volver.-
Estas palabras le dolieron en serio a Eriol. Tomoyo le decía que prefería la muerte, a regresar con ellos.
-Aquí tengo a mi padre a mi lado. ¡¿A quien tengo allá Hiragizawa?!-
-Me tienes a mi-
Tomoyo ya no supo que más responder. Jamás le había gustado discutir con el, porque sabía que a pesar de lo que dijera, siempre salía ganando.
-No puedo confiar en ti como lo hacia antes.-
-Lo se. Por eso e venido a verte. Déjame ganar tu confianza de nuevo.-
-No se si puedas lograrlo-
-Déjame intentarlo.-
Ella suspiró en un gesto de resignación. ¿Que más podía hacer?
-Esta bien- dijo, acercándose al chico.
-Gracias- Eriol puso una hermosa sonrisa en su rostro. Se acerco a la ametista, y tomó una de sus manos, sin otra intención más que llevarla de regreso.
De pronto, todo se puso oscuro a su alrededor. El cielo, los árboles, las flores, incluso el piso en el que estaban parados, había desaparecido. La insignia del mago Clow brilló debajo de ellos con una luz grandiosa.
Eriol cerró los ojos, y Tomoyo lo imitó. Aun sin muchos deseos de volver.
Clow pronunció unas cuantas palabras en latín, dejando que la chica las escuchara como si fuese de mayor naturalidad.
Esas palabras si las entendió. Pero no le puso mucho atención a su significado. Clow utilizaba los poderes de la oscuridad, y sin embargo, su magia solo servia para ayudar a los demás.
La luz los envolvió completamente, una grieta se abrió frente a ellos. Eriol camino lentamente hacia ella, guiando a Tomoyo de la mano.
Daidouji pudo ver aquella grieta en sus pensamientos. Vio a través de ella, a su propio cuerpo tendido en una cama. En un estado deplorable. Se imagino por unos momentos, la agonía que sentiría al regresar, al ver todas esas heridas en su blanca piel.
Detrás de ella escuchó una voz que la llamaba. No podía asegurarlo, pero pensaba que era su padre. Volteó a verlo rápidamente, y descubrió a aquella sombra con sus brazos extendidos, invitándola a descansar en ellos confortablemente.
Eriol no se había dado cuenta de eso, siguiendo su caminar. El atravesó la grieta completamente. Pero Tomoyo quedó a la mitad. Su cuerpo era dividido por una línea invisible entre un mundo y el otro. Una parte de ella deseaba quedarse en aquel lugar. La otra, deseaba regresar al mundo de los mortales.
Eriol abrió los ojos. Se encontró de nuevo en la fría habitación. Los sonidos de los aparatos aun se escuchaban, sin presentar ningún cambio. Levantó su cabeza, y miró detenidamente a Tomoyo, esperando alguna respuesta.
Pasaron algunos instantes, si que existiera ningún cambio. Se aferró a su mano con fuerza, intentado despertarla.
Se supone que en esos momentos, ya debería de haber despertado. La había guiado de nuevo a su mundo, había cruzado la barrera con ella. Estaba seguro de eso. Habían atravesado los dos juntos... ¿O no?
Ella había atravesado con él en su totalidad ¿verdad?
La preocupación se hizo presa de el. El nerviosismo aumento en gran medida.
¿Y si no había podido cruzar? ¿Que tal si se había quedado a la mitad del camino? Si eso había pasado, su alma podía quedar vagando en la tierra. No era un mortal. Tampoco era un fantasma. Era solo un alma que jamás podría tener descanso. Caminaría entre las personas normales, si que ellos tuvieran la más mínima percepción de su presencia.
En cambio él, por haberle ocasionado el pesar, debería lidiar con su pena también. Por haberse inmiscuido en el mundo de los muertos, tendría que hacerse cargo de esa alma, para siempre.
Tendría a la sombra de Tomoyo Daidouji observándolo eternamente. Susurrándole al oído, lo que ella sufría. Culpándolo de su agonía.
No despertaba. Y talvez nunca lo haría. Y todo era su culpa.
-No puede ser, fallé- se recrimino a si mismo, mientras cubría su rostro con sus dos manos.
-¿Estas bien?- pronuncio una voz, que por su ternura y tono, pertenecía a la de un infante.
Eriol levantó la cabeza con sobresalto, abriendo los ojos exageradamente. No pudo creer lo que tenía delante de si.
Parada frente a el, jugueteando con su vestido color pastel, se encontraba una pequeña de alrededor de seis años. Sus ojos color ametista, reflejaban cierto temor, inocencia, ternura y consternación a la vez, al tener frente a ella a un desconocido. Su largo cabello de ébano, estaba sujeto en dos coletas atrás de su cabeza, con dos grandes moños que contrastaban con el color de su vestido.
-¿Quien eres tu?- pregunto Eriol, aunque temía saber la respuesta.
-Mi nombre es Tomoyo Daidouji.- Respondió la niña, poniendo una sonrisa, característica de la hermosa mujer, que por cierto vuelco del destino, llevaba su mismo nombre...
Continuara...
HOLAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!! aquí esta otro capitulo!!!! ojala hallan disfrutado leyéndolo, como yo escribiéndolo. Esta historia me esta gustando mucho, espero que también a ustedes. Por cierto, gracias por los reviews y consejos, nunca están de más unas cuantas criticas, nos ayuda a rectificar nuestros errores, y tratar de mejorarlos. Hablando de eso perdón por todos los errores, prometo tratar de mejorarlos.
Este capitulo fue algo largo no? debería hacerlos más pequeños? a mi así me gustan, pero también cuenta su opinión. ¿La duración? hay, la verdad no había pensado en eso. No me imagino cuantos capítulos pueden ser...o por lo menos no hasta ahora... Disfruten de su lectura, y no se olviden de pushar el botón de abajo, y dejar su review, son en realidad alentadores ^O^ Gracias!!!!
Hasta la próxima!!
Tiffany Dincht
Capitulo II: "¿Tu eres Tomoyo?"
La cabeza del joven de cabello azulado, descansaba pesadamente sobre sus dos manos. Sentado en un sillón de una callada sala de espera del hospital de Tomoeda, aguardaba a que le dieran noticias sobre su amiga.
El auto la había impactado de lleno, sin darle la oportunidad de que se moviera del camino para intentar salvarse. La había arrojado casi a dos metros y medio de distancia, con la cabeza ensangrentada, y ya sin conocimiento.
La ambulancia había llegado rápidamente, y la habían llevado al hospital de inmediato. Ella no había retomado el conocimiento hasta ese entonces, o al menos eso era lo que Eriol pensaba, ya que le habían impedido el paso a su habitación desde su ingreso.
Le animaba la idea de que no estaba muerta, aun podía sentir su presencia en el mundo mortal. Una presencia muy débil, pero después de todo con esencia de vida.
Ya había llamado a su madre, pero ella se encontraba en una junta de negocios muy importante y no podían interrumpirla.
Llamó también a Sakura y Shaoran, que como de costumbre se encontraban en una de sus citas. La voz de la chica de cabello castaño había sonado muy consternada cuando le dio la noticia. Pudo ver un sus pensamientos la cara de terror que aparecía lentamente en su hermoso rostro. Los dos se habían puesto en camino de inmediato.
Escucho frente a él, pasos que se acercaban en lento caminar. Levantó la cabeza, y vio a un hombre joven de bata blanca. Eriol se levantó rápidamente de su asiento, al reconocer al hombre que atendía a Tomoyo.
-¿Como esta?- pregunto el chico ansioso por conocer el estado de la chica.
Lo que recibió por respuesta no le agrado en lo más mínimo. La cara de el doctor se torno seria y oscura.
-Su estado no es nada bueno, el impacto le provoco una severa contusión cerebral. Esta en coma, y no parece que vaya a haber mejoría...lo lamento.- sin decir más el hombre se alejo del lugar, y desapareció en el pasillo tan pronto como había llegado.
Las piernas de Eriol temblaron un momento antes de perder la fuerza completamente. Se desplomo en el sillón, sin asimilar aun lo que acababa de oír. Retiro los lentes de sus ojos, y los froto fuertemente, como si pensara que de esa ,manera despertaría de una horrible pesadilla. Ella estaba en coma. Tomoyo Daidouji estaba a unos pasos de la muerte.
Las ultimas palabras que había pronunciado, resonaron en su cabeza por unos momentos, la ultima sonrisa que ella le dirigió se quedo grabada en su memoria como ninguna otra cosa en su vida.
¿Como le había pasado eso a ella? Una persona tan simpática, tan dulce, educada, sincera y hermosa.
¿Porque ella? ¿Porque no había sido él? El había vivido por muchos años, tenia gran experiencia de la vida. En cambio ella...
-¡Eriol!- se oyó un grito a la entrada, por una voz sumamente alterada. Sin muchos ánimos el nombrado levantó la cabeza, alcanzando a ver a sus dos amigos que a penas lo habían descubierto en aquel rincón oscuro, acercándose a el rápidamente.
-¡Eriol ¿Que sucedió? ¿Donde esta?!- Sakura Kinomoto había perdido como pocas veces la cabeza, se le oía alterada, temerosa, y desesperada al mismo tiempo, sus sentimientos reflejados también en su rostro, en esos momentos contorsionado por el terror.
-E-Ella esta en coma.- el muchacho no levanto la mirada, y aun así pudo ver las expresiones de dolor en sus amigos, incluso en el de Li.
Sakura se hecho a llorar a los brazos de su novio, encontrando cálido refugio y palabras consoladoras y de aliento en él. Acariciaba su cabello dulcemente, mientras intentaba calmar a la chica, sin lograr un mayor resultado.
La nostalgia nació al chico de Hong Kong también, alcanzando solo a agachar la mirada, ocultando sus ojos tras un mechón de cabello, apretando contra si mismo a un más fuerte a su novia, buscando un consuelo que no llegaba.
Eriol no sabia que hacer, si llorar con ellos, o parecer inmutable, como siempre. En serio le dolía lo que estaba sucediendo, pero no sabia si demostrarlo o dejarlo guardado en su corazón. Después de todo el mago Clow jamás se había dejado ver débil ante los demás, y las lagrimas, desde su punto de vista, eran un signo de debilidad.
El doctor de hacia un rato, hizo su aparición de nuevo en la sala. Sakura volteo a verlo, suponiendo que era él, quien se encargaba de su amiga.
-Pueden pasar a verla- dijo en un tono conmovido, al ver a tan linda chica tan angustiada, y con tanto dolor.
Ella asintió, y se levanto lentamente, siguiendo al doctor. Shaoran se quedó ahí unos momentos, limpio sus ojos, y se levantó, siguiendo a un poco de distancia a las dos personas.
No pudo describir lo que paso por su mente y su corazón en el momento en que entro a la habitación, toda fría y oscura, con solo una pequeña lámpara alumbrando uno de los rincones.
Lo único que se podía oír en aquel cuarto solitario, era la maquinaria que mantenía con vida a la paciente y registraba sus signos vitales.
Tomoyo se veía fatal. Jamás la habían visto con palidez mas notable, sus labios amoratados, y una parte de su cabeza envuelta con una venda, cubriendo la herida que había provocado su estado. Respiraba por medio de aparatos que cubrían su rostro, tubos que salían de sus muñecas, y un aparato en uno de sus dedos.
Sakura se acerco cautelosamente, y se hinco al lado de la cama de su amiga, tomando su mano con suavidad.
-Tomoyo...- dijo en un susurro casi imperceptible, para los dos acompañantes. -Estoy aquí amiga.-
Sus sollozos se escucharon por toda la habitación, sonando lastimeros a su paso. -Tomoyo despierta por favor. No puedes hacer esto, sabes que aun no es momento de que te vayas. Regresa con nosotros por favor.-
Silencio.
-¡Tomoyo! Prometiste que estarías conmigo en navidad, que me ayudarías a preparar la cena y a escoger los regalos, haríamos las compras y adornaríamos la casa juntas ¿Ya no lo recuerdas?-
Ningún sonido provenía de su cuerpo casi sin vida.
-¡Despierta por favor! ¡Tomoyo!- Sakura Kinomoto se hecho a llorar encima del cuerpo de su amiga, recostando su cabeza en su pecho. Su tórax se inflaba con dificultad, y un chillido cada vez que respiraba se escuchaba en sus pulmones. Su corazón emitía un latir lento y disparejo, pero después de todo, aun se encontraba ahí.
Las lagrimas de la dueña de las cartas, desaparecieron de pronto. Se limito a quedarse en donde estaba, escuchando el maravilloso latir del pecho de Tomoyo.
Desde un rincón, Shaoran miraba a la ametista con compasión. Por primera vez había visto su rostro sin una sonrisa, sin un gesto, sin un signo de vida. Su piel color marfil ya no tenía ese lindo tono rojizo, su cabello estaba despeinado y desparramado por la almohada, sin que eso le molestara.
Le debía tanto a esa chica, ella le había ayudado en todo. Jamás se lo había dicho, pero para él, ella era su mejor amiga. Además de Sakura ella era la única que lo comprendía, ella también había traspasado esa barrera de frialdad por el que había estado cubierto casi toda su vida. A decir verdad, fue en la primera persona en quien confió completamente. Y eso, le ganaba un lugar especial en su corazón.
Se sentía muy mal, no podía verse muy optimista en aquella situación. Esta vez no podía decirle a Sakura "todo estará bien" porque no lo sabía, no podía darle una falsa esperanza a su amada, cuando él carecía de ella. No podía hacerle eso, debía ser realista con ella, y consigo mismo también.
Shaoran se acerco a Sakura, tomándola suavemente de los hombros, y levantándola lentamente. Obtuvo un poco de resistencia departe de ella, pero después se dejo llevar. Debía salir de ese lugar, la muerte rondaba la habitación, haciendo casi insoportable su estancia. Los dos salieron, después de darle una ultima mirada a su amiga, cerraron la puerta tras de si.
Eriol Hirawizaga quedó solo en la habitación. Arrimo una silla al lado de la cama, y se sentó en ella, recargando sus manos y su cabeza en el colchón, fijando su mirada en el rostro de la chica inconsciente.
-¿Este mundo resulta tan malo para ti?- dijo el chico en voz alta, dirigiéndose a la persona que estaba a su lado.
No hubo respuesta.
-No quieres regresar ¿cierto?-
Ningún signo vital cambió.
-¿Puedo estar a tu lado un rato? Quisiera platicar contigo solo unos momentos.-
Cualquiera diría que el joven estaba hablando solo, y sin embargo, no era si.
-Vamos Daidouji, no será tan malo. No te obligare a hacer algo que no desees, solo quiero hablar contigo.-
Silencio.
-Lo prometo- Eriol puso una linda sonrisa después de unos momentos, tomó una de las manos blancas, sosteniéndola entre las suyas, y cerró los ojos con suavidad.
Un viento frío comenzó a soplar en la habitación, el cabello de los dos jóvenes revoloteó juguetonamente en el aire.
La insignia de el mago Clow apareció debajo de el, iluminando con su luz, la oscura habitación.
-Esa es la presencia del mago Clow- dijo Li, viendo detenidamente la puerta de la habitación de donde acababan de salir. Sakura volteó su cabeza, deseaba entrar y ver lo que sucedía, pero sabía que no debía hacerlo. Eriol jamás mostraba su verdadera identidad, a menos que fuera sumamente necesario. Debía tener algo en mente, y si eso iba a ayudar a Tomoyo, no debía interrumpirlo.
La luz dejó de rodear a la reencarnación de Clow, y el aire frío dejó de soplar. Eriol Hiragizawa inclinó su cabeza con algo de cansancio y calló dormido en la cama de Tomoyo, sosteniendo aun su mano.
El joven ojiazul se vio caminando por un lugar maravilloso. Hermosas hojas de cerezo caían sobre sus hombros, y su rostro era iluminado por los brillantes rayos del sol. El campo era cubierto por lindos botones de flores que apenas iban retoñando.
No sabría decirlo con precisión, pero recordaba aquel lugar lejanamente. Sabía que en algún momento de su vida, había estado ahí.
Levantó su mirada, y a lo lejos, alcanzo a ver dos siluetas que caminaban de la mano. Se acerco a ellos curiosamente. Sabía quien era la chica, pero jamás había sentido la presencia de aquel hombre.
-Daidouji- la voz de Eriol al llamarla, sonó tan misteriosa como aquella del mago Clow.
Tomoyo se encontraba muy feliz, hacía tanto tiempo que no se sentía de aquella manera. A decir verdad, no sabía lo que hacia en ese lugar. Lo ultimo que recordaba era que iba caminando en una noche lluviosa, al lado de alguien, un resplandor segador frente a ella y... después oscuridad.
Permaneció así un tiempo, atrapada en algún lado. Algún lugar que le daba miedo, que la tenía encerrada. Un lugar de cuatro paredes, estrecho, que no la dejaba respirar. Sintió por unos momentos, lo que era la falta de oxígeno. Era una sensación horrorosa.
El sudor corría por su frente, y sus manos, ya ensangrentadas, arañaban la pared invisible que la aprisionaba. Las lagrimas de la desesperación corrieron sobre sus mejillas, antes de caer rendida al suelo. Abrazo sus piernas contra su pecho, y hundió su cabeza en sus rodillas, resignada, y esperando lo peor.
El hombre que estaba a su lado en ese momento, la había sacado de esa oscuridad. Tocando su hombro suavemente, y prodigándole una tierna sonrisa, la había conducido de nuevo a la luz.
La había llevado a ese lugar de ensueño, y había desaparecido todas las penas y angustias que la agobiaban. Ella jamás había visto su rostro, y sin embargo sabia de quien se trataba. Solo una persona podía darle esa confianza, esa paz interior, esa felicidad.
Era su padre...
No podía sentirse más feliz. Nadie podría opacar de nuevo aquel sentimiento, nada podría hacerla regresar a donde estaba. O eso pensaba. Algo de temor regreso a su corazón, cuando escucho una voz llevada por el aire, que se le hizo muy conocida.
-¿Este mundo resulta tan malo para ti?- alguien le había preguntado. Detuvo su caminata, y miró al cielo, algo extrañada con esa pregunta, que sabía era dirigida hacia ella.
-No quieres regresar ¿cierto?- volvió a decir, aquella suave y misteriosa voz.
-Soy muy feliz aquí- no sabía a quien le estaba respondiendo, se sentía un poco tonta, al estar hablando con una voz que en esos momentos le era desconocida.
-¿Puedo estar a tu lado un rato? Quisiera platicar contigo solo unos momentos.-
Esto la asustó un poco. ¿Quién era ese hombre que le hablaba? ¿Que quería de ella? En esos momentos era muy feliz ¿Quería llevarla de nuevo a esa oscuridad?
-No, no quiero- respondió con temor en su voz.
-Vamos Daidouji, no será tan malo. No te obligare a hacer algo que no desees, solo quiero hablar contigo.-
La voz suavizo su tono, hasta tornarse casi imperceptible, sonaba cálida y melodiosa. Era una voz que le inspiraba confianza.
-¿Prometes que no me harás daño, y que no me alejaras de este lugar?-
-Lo prometo-
-Está bien, puedes venir si así lo deseas.- Tomoyo ya no escucho nada más. La voz desapareció en su totalidad, y la sustituyo el silencio. Se aferró con más fuerza a la mano de su padre, y lo obligó a continuar con su caminata, mientras esperaban a aquella persona dueña de la voz.
-Daidouji- escucho que la llamaban a su espalda. Ese tono que había escuchado anteriormente había regresado, pero esta vez se oía más profundo y misterioso. La sonrisa que llevaba se esfumo súbitamente de sus labios, liberando la mano que estaba fuertemente aprisionada entre sus dedos.
Con algo de temor, volteó a ver al extraño que había interrumpido aquellos sagrados momentos, encontrando, muy a su pesar, a alguien que ella creía conocer.
Los recuerdos llegaron a su cabeza como un relámpago. Recordaba esos ojos azules mirándola. Esa voz pronunciando su nombre una y otra vez.
Al ver a Eriol Hiragizawa, el recuerdo de lo que había pasado antes de llegar a la oscuridad había renacido. Pudo sentir de nuevo la fuerte lluvia azotando en su cara, y el aire frío entumeciendo sus dedos. Levantó los ojos y pudo ver una vez más, las luces encendidas de el auto que se acercaba con gran velocidad hacía ella, como un mensajero de la muerte.
Lo que paso después ya no lo sintió, solo pudo verlo. Era como si su propia alma se hubiera desprendido de su cuerpo, elevándose en un plano imaginario sobre las cabezas de los mortales. Pudo ver a su propio cuerpo, tirado en la acera, con la cabeza bañada en sangre. El listón que amarraba su cabello se había soltado, dejando que los mechones mojados cayeran por un lado o por el otro.
El hombre del auto se bajo del vehículo, y la busco con la mirada frenéticamente, temiendo lo peor. Ella recordó en esos momentos que no iba sola, alguien la acompañaba. Volteo hacia todas direcciones buscando a su acompañante. Hasta que por fin lo vislumbro, recargado en una pared, tratando de acostumbrarse a la luz que lo segaba.
Vio como unas personas empezaban a congregarse alrededor de su cuerpo tendido, sin atreverse a tocarla. Unos lanzaban exclamaciones lastimeras, otros llamaban a gritos por ayuda.
La pequeña multitud se hizo a un lado de pronto. Un chico llegó corriendo. Extenuado, se había arrodillado ante ella.
Su cara estaba tan pálida, sus labios y sus manos eran temblorosas. Debatió un momento consigo mismo, no sabía si ver de quien se trataba y reafirmar sus sospechas, o solo dejar que alguien más lo hiciera.
Se armó de valor y por fin vio quien era.
Sus ojos se tornaron tristes y melancólicos, mientras una ligera sonrisa lastimera aparecía en su rostro. La tomó en sus brazos lentamente, mientras sostenía su cabeza y la guiaba hacia su camisa blanca.
Hiragizawa la había envuelto en sus brazos con un gesto protectivo. Hundió su cabeza en su largo cabello mojado, y comenzó a llorar en silencio, tratando que las lagrimas se confundieran con la lluvia que no dejaba de caer a su alrededor.
-Tomoyo- le había susurrado al oído, con la voz entrecortada, sin dejar de llorar. Pudo escuchar su nombre varias veces, siéndole susurrado dulcemente al oído. El la llamaba a regresar, pero ella no atendió a la suplica. Escucho que aquel muchacho pronunciaba unas palabras extrañas, en algún idioma que se le hacia conocido, pero que no lograba entender, parecía latín.
Conociendo su descendencia, supuso que se trataba de un hechizo, no comprendía para que, pero sin duda era para mantenerla en ese mundo.
Regreso a su realidad con un sobresalto. Volteo a su lado, solo para descubrir que la sombra de su padre se había esfumado, dejándola sola con el chico ojiazul. El le sonrió a su amiga, ganando un poco de tiempo, para pensar en como comenzar.
-Escogiste un lugar muy hermoso ¿sabes? Se me hace muy conocido, pero no logro recordarlo con claridad.-
-Es un sitio detrás del parque pingüino, has estado ahí varias veces, pero estabas muy ocupado causándole problemas a Sakura como para notarlo.-
Eriol se rió por lo bajo.
-Talvez tengas razón, en esos momentos estaba muy distraído como para fijarme en los paisajes.- los dos guardaron silencio, observando a su alrededor con detenimiento. La puesta del sol comenzaba a mostrarse, iluminando de violeta y rojo el cielo casi oscuro.
-No puedo creer que recuerdes este lugar con esta precisión. Cada detalle está en su sitio. Ni siquiera yo puedo recordar un paisaje de esta manera.-
-E estado aquí muchas veces. Solía jugar con mi padre cerca de ese árbol.- dijo señalando un majestuoso cerezo, en plena primavera.
-Pensé que tu padre estaba en un viaje de negocios- exclamo Eriol en una pregunta inquisitiva. El sabia la verdad, pero quería escucharlo directamente de ella.
-Eso es lo que mi madre quiere que crean todos. Lo peor es que tengo que continuar su juego. No quiere que nadie sepa que ahora es una mujer que esta sola en el mundo.-
-Ella te tiene a ti-
-Es como si no existiera. Apuesto a que ella no a llegado a mi lado en estos momentos. Que tu ya le avisaste, y que te dijeron que estaba en una junta de negocios, o algo así ¿no?- Eriol se quedó sorprendido.-Ella siempre dice eso cuando no quiere verme, cuando dice que debe preocuparse por cosas más importantes que el hecho que su única hija se este muriendo en un maldito hospital.-
Tomoyo respiro profundamente, tratando de ahuyentar el enojo que comenzaba a crecer en su pecho. Volteó a ver al ojiazul. El la miraba con ojos sorprendidos. A pesar de que era el mismo mago Clow, aun podía llegar a sorprenderse por algunas cosas.
-¿A que has venido Hiragizawa?- sus ojos ametistas se fijaron en el suelo -No creo que solo a admirar el paisaje, o a preguntarme sobre mi padre.-
-No. E venido para llevarte conmigo-
Otro largo suspiro. -No iré-
-¿Porque no?-
-¿No entiendes Hiragizawa? ¡Odio mi vida! En ese sitio sólo conozco la tristeza y la melancolía. ¿Porque no me puedo quedar en este hermoso lugar? Por primera vez en mi vida, desde que murió mi padre, soy completamente feliz. ¿Porque me quieres arrebatar mi felicidad?-
-¡Esto no es real! Estas viviendo en un mundo de fantasía creado en tu mente. ¡Esto no es vida! Es solo una sarta de bonitos pensamientos arremolinados en tu memoria. ¡No puedes quedarte aquí para siempre!-
-¡Lo se!- gritó ella con lagrimas en los ojos -Pero no me puedes obligar a regresar, preferiría morir antes que volver.-
Estas palabras le dolieron en serio a Eriol. Tomoyo le decía que prefería la muerte, a regresar con ellos.
-Aquí tengo a mi padre a mi lado. ¡¿A quien tengo allá Hiragizawa?!-
-Me tienes a mi-
Tomoyo ya no supo que más responder. Jamás le había gustado discutir con el, porque sabía que a pesar de lo que dijera, siempre salía ganando.
-No puedo confiar en ti como lo hacia antes.-
-Lo se. Por eso e venido a verte. Déjame ganar tu confianza de nuevo.-
-No se si puedas lograrlo-
-Déjame intentarlo.-
Ella suspiró en un gesto de resignación. ¿Que más podía hacer?
-Esta bien- dijo, acercándose al chico.
-Gracias- Eriol puso una hermosa sonrisa en su rostro. Se acerco a la ametista, y tomó una de sus manos, sin otra intención más que llevarla de regreso.
De pronto, todo se puso oscuro a su alrededor. El cielo, los árboles, las flores, incluso el piso en el que estaban parados, había desaparecido. La insignia del mago Clow brilló debajo de ellos con una luz grandiosa.
Eriol cerró los ojos, y Tomoyo lo imitó. Aun sin muchos deseos de volver.
Clow pronunció unas cuantas palabras en latín, dejando que la chica las escuchara como si fuese de mayor naturalidad.
Esas palabras si las entendió. Pero no le puso mucho atención a su significado. Clow utilizaba los poderes de la oscuridad, y sin embargo, su magia solo servia para ayudar a los demás.
La luz los envolvió completamente, una grieta se abrió frente a ellos. Eriol camino lentamente hacia ella, guiando a Tomoyo de la mano.
Daidouji pudo ver aquella grieta en sus pensamientos. Vio a través de ella, a su propio cuerpo tendido en una cama. En un estado deplorable. Se imagino por unos momentos, la agonía que sentiría al regresar, al ver todas esas heridas en su blanca piel.
Detrás de ella escuchó una voz que la llamaba. No podía asegurarlo, pero pensaba que era su padre. Volteó a verlo rápidamente, y descubrió a aquella sombra con sus brazos extendidos, invitándola a descansar en ellos confortablemente.
Eriol no se había dado cuenta de eso, siguiendo su caminar. El atravesó la grieta completamente. Pero Tomoyo quedó a la mitad. Su cuerpo era dividido por una línea invisible entre un mundo y el otro. Una parte de ella deseaba quedarse en aquel lugar. La otra, deseaba regresar al mundo de los mortales.
Eriol abrió los ojos. Se encontró de nuevo en la fría habitación. Los sonidos de los aparatos aun se escuchaban, sin presentar ningún cambio. Levantó su cabeza, y miró detenidamente a Tomoyo, esperando alguna respuesta.
Pasaron algunos instantes, si que existiera ningún cambio. Se aferró a su mano con fuerza, intentado despertarla.
Se supone que en esos momentos, ya debería de haber despertado. La había guiado de nuevo a su mundo, había cruzado la barrera con ella. Estaba seguro de eso. Habían atravesado los dos juntos... ¿O no?
Ella había atravesado con él en su totalidad ¿verdad?
La preocupación se hizo presa de el. El nerviosismo aumento en gran medida.
¿Y si no había podido cruzar? ¿Que tal si se había quedado a la mitad del camino? Si eso había pasado, su alma podía quedar vagando en la tierra. No era un mortal. Tampoco era un fantasma. Era solo un alma que jamás podría tener descanso. Caminaría entre las personas normales, si que ellos tuvieran la más mínima percepción de su presencia.
En cambio él, por haberle ocasionado el pesar, debería lidiar con su pena también. Por haberse inmiscuido en el mundo de los muertos, tendría que hacerse cargo de esa alma, para siempre.
Tendría a la sombra de Tomoyo Daidouji observándolo eternamente. Susurrándole al oído, lo que ella sufría. Culpándolo de su agonía.
No despertaba. Y talvez nunca lo haría. Y todo era su culpa.
-No puede ser, fallé- se recrimino a si mismo, mientras cubría su rostro con sus dos manos.
-¿Estas bien?- pronuncio una voz, que por su ternura y tono, pertenecía a la de un infante.
Eriol levantó la cabeza con sobresalto, abriendo los ojos exageradamente. No pudo creer lo que tenía delante de si.
Parada frente a el, jugueteando con su vestido color pastel, se encontraba una pequeña de alrededor de seis años. Sus ojos color ametista, reflejaban cierto temor, inocencia, ternura y consternación a la vez, al tener frente a ella a un desconocido. Su largo cabello de ébano, estaba sujeto en dos coletas atrás de su cabeza, con dos grandes moños que contrastaban con el color de su vestido.
-¿Quien eres tu?- pregunto Eriol, aunque temía saber la respuesta.
-Mi nombre es Tomoyo Daidouji.- Respondió la niña, poniendo una sonrisa, característica de la hermosa mujer, que por cierto vuelco del destino, llevaba su mismo nombre...
Continuara...
HOLAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!! aquí esta otro capitulo!!!! ojala hallan disfrutado leyéndolo, como yo escribiéndolo. Esta historia me esta gustando mucho, espero que también a ustedes. Por cierto, gracias por los reviews y consejos, nunca están de más unas cuantas criticas, nos ayuda a rectificar nuestros errores, y tratar de mejorarlos. Hablando de eso perdón por todos los errores, prometo tratar de mejorarlos.
Este capitulo fue algo largo no? debería hacerlos más pequeños? a mi así me gustan, pero también cuenta su opinión. ¿La duración? hay, la verdad no había pensado en eso. No me imagino cuantos capítulos pueden ser...o por lo menos no hasta ahora... Disfruten de su lectura, y no se olviden de pushar el botón de abajo, y dejar su review, son en realidad alentadores ^O^ Gracias!!!!
Hasta la próxima!!
Tiffany Dincht
