La Sombra de Tomoyo.

Capitulo IV: "La belleza de lo cotidiano"



El joven Hiragizawa se dejó caer en la cama pesadamente, dueño de un gran cansancio. Clavo sus ojos en el oscuro techo, y recordó todo lo que había tenido que hacer para que la pequeña Tomoyo se acostara y se durmiera.

Era una niña sumamente activa. Le había encantado la casa de Eriol. Corrió por ella muchas veces, recorriendo sin mucho cuidado las habitaciones que el chico cuidaba con tanto ímpetu.

En la sala había regado los cojines por todos lados, y había roto dos de ellos, en su pelea con Spinel-sun, llenando el piso de suaves plumas blancas. Le había tomado casi dos horas limpiar todo el desorden, y otra más persiguiendo a Tomoyo por toda la casa ya que no quería dormir.

Se escondió detrás de uno de los libreros, y en espera de ser encontrada, se había quedado dormida.

Eriol la encontró, y aliviado, la había trasladado a la habitación que Nakuru le había dispuesto poco después de su llegada.

Cualquiera que la hubiera visto dormida, hubiera dicho que era un angelito caído del cielo. Estar con ella mientras estaba despierta, aunque sea unas cuantas horas, era el infierno...

Eriol se estaba arrepintiendo de haberla llevado a su casa, y ¡tan solo había pasado una tarde con ella! ¿Cuantos días más podría aguantar a aquel mounstrito corriendo y gritando por su casa, haciendo destrozos? El era sin duda una persona de poca paciencia. ¡Por eso nunca había pensado tener hijos!

No se podía imaginar a el mismo, rodeado por una bola de niños escandalosos e insensatos.¡Jamás! ¡Ni por toda la magia del mundo!

Sin embargo, el verla ahí, con sus ojos cerrados, y con una carita de inmensa paz, le hizo pensar que talvez no sería tan malo. Imagina, llegar a casa después de una larga y decepcionante jornada de trabajo, para oír los suaves pasitos de tu pequeño, y oírlo pronunciar con alegría "papá", para después recibirte con un tierno abrazo de sus brazos regordetes.

El deseo frustrado de Clow por tener una familia, le había sido heredado junto con toda su magia. ¿Quien decía que Clow no se sentía solo? ¿Como podían decir que el y su magia eran suficientes para ser feliz?

Quien lo decía, seria seguramente porque nunca había estado solo. ¿Porque creían que Clow había creado a sus dos guardianes y a todas sus cartas? ¿Para que protegieran su magia? ¡Claro que no! El mismo podía proteger su magia con sus poderes. Los había creado para llenar ese vacío que la soledad le dejaba en su alma.

El, sin embargo, siempre se había privado de los placeres de una vida normal. Era amable con las personas, pero no tenía amigos. Era galante con las mujeres, y aun así no tenía una compañera. No se permitía a si mismo el privilegio del amor. Para él, amar a alguien significaba un vinculo de dependencia, y por lo tanto de debilidad.

¿Depender de alguien para continuar con tu tranquila existencia? ¡Nunca!...Pero a pesar de sus esfuerzos no podía dejar de pensar en eso. Su existencia ya no hubiera sido solitaria, su vida no tendría que haber acabado tan pronto.

había dejado a su reencarnación, no solo con la esperanza de que probara a su nueva heredera, sino para rehacer sus sueños frustrados.

Eriol Hiragizawa entonces, no había sido un buena elección. Había dejado a Clow disfrutar del amor una vez, era cierto, pero la intención de este, era no volver a probarlo. La perdida del ser amado le había dejado un sabor desagradable, y no quería volver a experimentarlo en toda su vida. Adoptó la filosofía de el antiguo hechicero, para así tener un pretexto de no volver a enamorarse jamás.

Eriol sonrió ¡Cuantos pensamientos habían surgido de la sola idea de ver dormida a una pequeña! Todas sus frustraciones del pasado, su fracaso amoroso, y su anhelo de una familia... ¡solo por estar una tarde con la niña! ¿Que más le haría reflexionar durante el tiempo que estaba con el?...

Quien sabe...solo el tiempo lo decidiría...



La luz de el sol aun no tocaba la ventana, cuando Eriol empezaba a despertar de su letargo. Aún tenía mucho sueño, pero había algo que no lo dejaba dormir.

Tal vez era ese molesto movimiento en su cama a un lado suyo. Y los agudos gritos de una pequeña feliz mientras los hacia.

Con mucho desgano alcanzo sus lentes colocados en la pequeña cómoda, y los acomodo en sus ojos, enfocando a la débil luz de la calle, a la pequeña figura que saltaba a un lado suyo en su cama, con muchas energías haciendo que el colchón hiciera extraños sonidos aguantando el esfuerzo de una niña de cinco años.

-¡Despierta Eriol!- repetía una y otra vez, sin dejar de saltar de un lado a otro, con los ojos cerrados.

-¿Que pasa Tomoyo-chan?- preguntó Eriol tratando de no sonar muy enfadado.

La pequeña se detuvo, y se sentó en la cama, mirando a Eriol por un rato. Después sonrió.

-Va a amanecer pronto, ¡vamos a ver el amanecer!- la pequeña aplaudió felizmente y descendió de la cama, encaminándose a la puerta.

-¿Ver el amanecer?- preguntó Eriol incrédulo.

-¡Si, vamos!- El joven se cubrió la cara con las cobijas, tratando de ignorar a la pequeña, pero ella no se iba a dar por vencida tal fácilmente. Se acerco a él, jaló las cobijas y las tiró al suelo. Tomó la mano de Eriol, y la jalo con todas las fuerzas que su pequeño cuerpecito podía ejercer.

Sin muchas ganas, él se levanto, y así, descalza, y aun en ropa de cama, siguió a Tomoyo, mientras esta lo guiaba a quien sabe donde.

Tomoyo se sentó debajo de el follaje del árbol más frondoso. Eriol la imitó, recargando su cabeza en las grandes raíces que sobresalían del piso. Era aun de noche cuando los dos habían salido de la casa, dirigiéndose al patio trasero. La luna aun no se ocultaba, y los pájaros aun estaban descansando en lo alto de sus nidos.

'Suertudos' pensó Eriol, al querer estar él también en su cama, dentro de su casa, y abrigado con algo más que un delgado abrigo.

-¿Sueles hacer esto todos los días?- preguntó Eriol, temiendo la respuesta.

La pequeña asintió con fuerza. -Mi papá siempre lo hace cuando está conmigo-

Claro, era de suponerse.

-¿No te gusta ver el amanecer Eriol?-

-Lo he visto muchas veces-

-¿En serio? Entonces, ¿Podrías decirme como es?-

¿Como es el amanecer?

-Bueno, es algo muy bonito-

-Si ya lo se. Pero, ¿Puedes decirme que colores son exactamente los que vez?-

¿Que colores? Buena pregunta.

-Pues, ahora no lo recuerdo muy bien.-

-Pero dijiste que lo habías visto muchas veces-

Si, lo había visto infinidad de veces. Y sin embargo, no recordaba todos los colores que se formaban en el horizonte. El podía decirte de memoria, millones de hechizos, con cada una de sus variantes, la utilidad de cada uno, la manera de pronunciarlos... pero no podía recordar un amanecer.

Lo había visto muchas veces en esa y su otra vida, pero no podría describirlo con exactitud.

La mañana comenzó a clarear, en el más profundo silencio, y el sol comenzó a aparecer lentamente en el cielo. Los colores que anunciaban la llegada del astro, eran hermosos e impresionantes. Muchos matices contrastaban en perfecta armonía el uno del otro, otorgando un aspecto majestuoso a la venida del día.

Eriol estaba maravillado. Jamás había contemplado un espectáculo de tal índole. Y eso que lo había visto talvez millones de veces. Su magia, que era completamente desconocida para los demás, había dejado de asombrarlo. Y sin embargo, un acto tan cotidiano como un amanecer, lo había dejado con la boca abierta.

¡Como las cosas cotidianas podían ser a veces las que despiden más esplendor, y las que otorgan un mayor deleite a la vista! Cualquier persona sentiría felicidad con solo presenciar un acto de la naturaleza, y sin embargo todos lo veían tan normal. Seguramente abría, como el, muchas personas que se quedarían calladas, al momento de la pregunta que con tanta inocencia le había dicho Tomoyo.

Un niño podía encontrar las cosas más maravillosas en lo más simple, y un niño también, podía enseñarle a un adulto que a dejado de soñar, la manera de regresar a esos años de infancia tan anhelados, a ese descubrimiento y curiosidad por las nuevas cosas, y a veces despertar en ellos el interés por conocer aquellas cosas que están siempre en tu vida, pero que nunca sabes apreciar.

Al ver a Tomoyo dormida, en su regazo, pudo comprender, que talvez, esa niña le podría enseñar más de lo que ella podría aprender de él.



-¿A donde vas Eriol?- preguntó la niña interrogante al ver que el joven se ponía un abrigo, y se dirigía a la puerta.

-¿Recuerdas a la chica de ayer?-

La pequeña asintió.

-Iré a verla al hospital de nuevo, para ver como se encuentra.-

-¿Me llevas contigo?-

-Sabes que no puedo Tomoyo-chan, los niños no pueden entrar.- la niña entristeció. El se arrodillo ante ella, y la sostuvo por los hombros.

-Pero no te pongas triste, prometo regresar pronto, y traerte un regalo muy bonito ¿esta bien?-

-¿Me vas a comprar un regalo? ¡Gracias Eriol!- la niña abrazo con mucho entusiasmo a el joven, mientras saltaba con alegría.

-Debes de portarte bien con Nakuru, no quiero que hagas travesuras ¿si?- la niña asintió. -Y eso también va para ti Spinel-Sun- el gato quitó su gran sonrisa y asintió también, viendo frustrado su intento de maldad para con Ruby-Moon.

Eriol salió de su casa alrededor de las cinco de la tarde, después de jugar casi todo el día con Tomoyo. Se dirigía al hospital, para ver si podía averiguar algo nuevo acerca de su estado, o si había mejorado aunque sea un poco.

Al entrar a su habitación, se dio cuenta que todo se había quedado como lo dejó, solo un ramo de rosas enorme estaba sobre la mesa, con una tarjeta de Shaoran Li.

De su madre, ningún rastro. ¿Como iba a ser posible que no estuviera ahí a su lado? Ahora empezaba a comprender el porque del profundo odio de Tomoyo hacia su madre. Parecía que aun no había ido a verla ¿Que no le importaba el bienestar de su única hija?

Se acercó a su cama, y noto que la palidez en su rostro había aumentado, y su pulso era menor al del día anterior. Tomoyo no estaba mejorando, todo lo contrario. Que tristeza inundaba su corazón al verla en ese estado, y saber, que no podía hacer otra cosa, más que brindarle su apoyo, si ella no quería regresar.

Acercó una silla a su lado, y como el día anterior, tomó su mano, y comenzó su hechizo. Esa vez, no deseaba intentar traerla de regreso, solo deseaba ver el como se encontraba.

Después de hacer brillar la insignia del mago Clow debajo de el, quedó dormido, aun sosteniendo la mano de Tomoyo.



Esta vez, no supo porque razón, se vio en su propia casa, bueno, afuera de su casa. Pudo ver el gran árbol en el que había estado hacia unas horas con la contraparte de la chica.

Acercándose a el, pudo notar que una sombra solitaria yacía recargada en una de las ramas.

-¿Puedo hacerte compañía?-

La chica levantó la mirada, y vio a su nuevo acompañante.

-Hola Hiragizawa- le había regalado una linda sonrisa, por un lado le daba mucho gusto verlo.

A Eriol se le olvido pronto el regaño que le iba a propiciar a Tomoyo. No quería arruinar el buen humor de la chica, talvez así podrían hablar más cómodamente.

El ojiazul se sentó al lado de ella, fijando la mirada en el cielo.

-¿Que haces aquí?-

-Estoy esperando el amanecer.- Su voz sonaba tan dulce y serena como siempre, a pesar de por fuera estar muriendo, por dentro, seguía siendo ella misma.

Esa escena se le hacia sumamente muy familiar.

-Me asombras.- dijo Eriol mirándola interesado- Tu si puedes recordar un amanecer con sumo detalle.-

-Mi padre me enseño a ver las cosas de nuestro alrededor con mucho cuidado, así sean las más simples, o a las que estas acostumbrado siempre.-

-Dime, ¿no te sientes sola en este lugar?-

Tomoyo suspiró. -A veces.-

-Entonces ¿Porque sigues aquí?-

-Siento lo mismo en este lugar que allá.- abrazó sus piernas contra su pecho.-¿Porque sigues viniendo Hiragizawa?-

-¿No te gusta mi compañía?-

-No es eso.-

-¿Sabes algo Daidouji? Me gusta mucho estar contigo. Eres de las pocas personas con las que puedo hablar con sinceridad, sin juzgarme...-

-Pero nosotros apenas hablamos el uno con el otro.-

-Pensé que así nos comunicábamos mejor. No necesitas hablar para que yo entienda lo que sientes.-

A Tomoyo no le gustaba mucho hablar de ella, no podía dejar salir sus sentimientos tan fácilmente. Se dedico mejor, a ver el hermoso amanecer delante de sus ojos, sin saber exactamente en donde le había visto.

-Hiragizawa, te agradezco mucho que estés aquí. Eres lo más cercano que tengo a un mejor amigo.- Eriol la volteo a ver seriamente. Parecía que ella hablaba muy en serio.

Se acerco más a ella, y tomo su mano delicadamente.

-Tu también Daidouji.- los dos se sonrieron mutuamente, sin decir una palabra más.

En esos momentos, no importaba el futuro, ni el pasado. ¿Quien quería recordar lo malo de la vida, cuando estabas con una persona que había sentido lo mismo que tu?.

¿De que valía hablar de los momentos más tristes de la existencia, cuando el sentimiento podía entenderse aun sin las palabras?

La soledad de Tomoyo en aquel mundo, y la de Eriol en el otro. ¿Que diferencia tenían? ¿Un cambio de realidad? Talvez, pero al final, era igual.

El no tenía a quien acudir, y ella tampoco, ¿Porque no estar juntos, aunque sea para llenar un poco esa soledad?

No se amaban, no sentían más que amistad el uno por el otro, y sin embargo sentían que un vinculo más fuerte los unía...el dolor.

Continuara...

Hola!!!!!!!!!! ¿como han estado?? ojala bien, espero no haberlos aburrido, estoy poniendo mucho empeño en la historia. El romance de Eriol y Tomoyo no a comenzado, así que no se desesperen. Algo parecido sucederá en los siguientes capítulos, primero Eriol hablando con la enana, y luego con la mujer, así será la dinámica. Claro, esta vez si habrá una conversación más intensa (si estoy inspirada)

¿Saben algo? estoy muy contenta con sus reviews, ellos me dan ánimos para seguir, con ellos se que mi historia le gusta a algunos, y así puedo continuarla con más ánimos. Ojala y pongan un review después de leer la historia, se los agradeceré mucho!!! (Gracias TomoyoDaidouji, Fuu, Sakkura, Dany-chan, Aislinn... en fin, gracias por sus comentarios!!!)

Espero sacar el siguiente capitulo pronto. Hasta entonces!!!!!!!!!

Tiff.