La Sombra de Tomoyo

Capitulo V: "Un nuevo Sentimiento"

Una mujer de alrededor de cuarenta años se paró frente a la puerta de una de las habitaciones del hospital.

Fijando su vista en el paciente que estaba tendido en la cama, buscó con las manos un apoyo en el cual pudiera sostener el peso de su cuerpo. Su respiración aumento de intensidad, y un sudor frío comenzó a resbalar por su frente, empapando cada uno de sus cabellos violáceos.

-Tomoyo- susurró la mujer, al observar a su única hija, en estado de coma. Recostada en esa cama, despeinada, con sus mejillas pálidas y sus labios morados, anuciaban sin demora la llegada pronta de la muerte.

Sus manos temblaron al sentir un escalofrío recorriendo su espina. La habitación, era fría y oscura, el ambiente gris y tenebroso. Las cortinas gruesas impedían la entrada de la luz del sol, no dejaban filtrar una corriente de aire, haciendo que el ambiente se volviera sofocante y pesado.

Se acercó cuidadosamente a la cama, recorriendo con la mirada el pálido cuerpo de su primogénita, a la poca luz que le podía brindar el foco encendido del pasillo contiguo. Jamás la había visto de aquella manera. No podía creer que esa fuera su hija. La que ella conocía, era una chica activa y agradable, inocente y educada, llena de vida, siempre con una sonrisa en su rostro, mostrando abiertamente sus sentimientos, a través de sus hermosas canciones, entonadas por su angelical voz. ¿Como había llegado a eso? ¿Como podía haber cambiado eso tan de pronto?

Intentó tomar su mano, pero noto que su idea ya había sido ocupada con anterioridad, posó sus ojos, en aquel acompañante que había pasado inadvertido en un principio.

Un apuesto joven de anteojos y cabello azulado, yacía pacíficamente, a un lado de la chica, sosteniendo su mano en un gesto protectivo.

Sonomi sonrió ante esta escena. Talvez no conocía a su hija después de todo.¡Cuantas cosas podía haber llegado a desconocer! Cuantas cosas podían pasar inadvertidas, cuando te preocupas más por tus negocios que por lo que realmente importa en la vida. Su hija había crecido, ya no era esa pequeña a la que le gustaba que le cepillaran el cabello o que la arroparan antes de dormir. Ya no era la pequeña a la que le gustaba sonreír ó mostrar sus sentimientos por medio de una canción. Ahora era diferente. Ahora era una mujer. Era hermosa, inteligente, y seguramente muy independiente. ¡Tenía hasta un apuesto novio, sin que ella lo hubiera imaginado siquiera! No faltaban las guardaespaldas para mantenerla vigilada, faltaba solo el apoyo maternal.

Posó una cálida mano sobre el hombro del joven, sacudiéndolo suavemente, tratando de despertarlo, solo para agradecerle los cuidados para con su tesoro más preciado.



Con un poco de fastidio al tener que abandonar súbitamente la tranquilidad envolvente de ese hermoso amanecer, y de esa cálida mano que se aferraba a la suya, a la hora de su partida, Eriol abrió los ojos, al sentir como alguien lo tomaba del hombro, y lo sacudía un poco tratando de despertarlo.

Cuando enfoco la figura con claridad, pudo reconocer a ciertos ojos que le parecían familiares, ese tono ametista que acababa de ver hacia unos momentos, lo observaban con curiosidad.

Eriol se levantó de su asiento, y se alejó de la visitante.

Ella sonrió, haciendo un gesto que Tomoyo acostumbraba a realizar. Esa mujer, era, sin duda, su madre...

-Gracias por haber cuidado a mi hija, estoy muy...- el cortes saludo de la mujer, fue interrumpido de improvisto, por la fuerte voz de Eriol azotando en todas las paredes de la habitación, produciendo un eco dominante.

-¿Donde había estado?- exclamó el chico, casi gritando, su voz repleta de cierto rencor.

-Estaba en un viaje de negocios y...-

-¿Los negocios son más importantes que su propia hija? Ella a estado aquí más de un día, inconsciente, con todas esas heridas en su cuerpo...¡Se está muriendo! ¿No lo ve? ¿Como se atreve a venir con esas excusas?-

-Es que yo...-

-¿Para que viene a este lugar? ¿Porque viene si usted jamás se a preocupado verdaderamente por su hija?-

-¡Claro que me preocupo por ella, por eso estoy aquí!- los ojos de Sonomi, comenzaban a volverse cristalinos.

-¡¿Donde estuvo hace dos días?! ¡¿Donde estaba cuando Tomoyo necesitaba de alguien en quien apoyarse?! ¿Donde estuvo cuando ella necesitaba un hombro para recibir sus lagrimas frescas? ¿Donde estaba usted señora Daidouji?- Eriol no podía mantener su enojo escondido, su voz tenia un tono desmedido, sus dientes rechinaban mientras se apretaban los unos contra los otros, sus puños se mantenían cerrados fuertemente, casi sin notar que sus uñas habían desgarrando su piel, dejando correr un hilo de sangre a sus costados. Y es que apenas estaba notando, el porque Tomoyo odiaba tanto a su madre.

Sonomi cayó al suelo desconsolada, oír a ese joven decir la asfixiante verdad, se había vuelto mucho contra ella. No pudo decir una palabra, porque sabía que él tenía razón. Se había visto más preocupada por su negocio, que por la cosa más querida que poseía en el mundo, por fin se había dado cuenta de su error, tarde, pero lo había logrado.

Se levantó con mucho trabajo y se acerco a el costado de la cama de Tomoyo, donde antes había estado Eriol. Tomo su mano delicadamente entre las suyas, y la beso con fervor, mientras lagrimas de dolor recorrían su rostro, empapando sus mejillas, recorriendo el maquillaje, devolviéndole a Sonomi Daidouji, el aspecto de una simple mujer de nuevo.

-Perdóname Tomoyo...- susurro en débil voz entrecortada, mientras la puerta se cerraba detrás de ella, desapareciendo así los últimos rayos de luz que iluminaban esa oscuridad eterna.



El chico ojiazul miró su reloj, mientras caminaba apresuradamente por el centro de la ciudad, el cual estaba ya en su pleno apogeo. Eran alrededor de las once de la mañana cuando había salido de la habitación en la que había pasado la noche. Después de lanzar su hechizo, se quedo profundamente dormido, sin notar el paso del tiempo. No sabía si por haber estado muy cansado, o por haberse sentido reconfortado, al lado de la chica ametista.

Mientras recorría su largo trayecto a casa, observaba de reojo los escaparates de los almacenes. Pensaba en como habría pasado la noche Nakuru, tratando de cuidar a la pequeña niña que vivía en su casa.

Al voltear a ver a una de las largas vitrinas, pudo observar un mundo de osos de felpa, de todas formas y colores, amontonados el uno sobre el otro. Entonces fue cuando recordó que había prometido un regalo, en compensación por su partida.

Entro a la tienda, y se quedo observando otro rato los muñecos de ese rincón. Tomaba algunos en sus manos y los observaba cuidadosamente, jalando aquí, torciendo allá... revisaba todo lo que podía desprenderse con facilidad, su suavidad y su resistencia...cualquiera diría que era un padre, escogiendo meticulosamente un juguete nuevo para su querido hijo.

Eriol también se dio cuenta de ello, con una sonrisa melancólica en su rostro. ¿A quien quería engañar? Su deseo de tener una familia se había vuelto algo irresistible. Deseaba llegar al almacén, para comprarle un juguete a su hijo, a su propio hijo...



-¡Ya estoy en casa!- gritó el recién llegado, poniendo su abrigo en el perchero.

El ruido de unos pequeños pasos se escucho desde el pasillo. Una pequeña figura corrió con entusiasmo a recibir a Eriol efusivamente.

-¡Eriol-kun!- el chico la levanto del suelo sosteniéndola entre sus brazos, propiciándole un gran abrazo paternal.

-¿A donde fuiste? ¿Porque te tardaste tanto?-

-Lo que pasa es que estuve muy ocupado buscando un regalo perfecto para la linda Tomoyo-chan- explicó Eriol mientras balanceaba frente a la niña una bolsa con el logotipo del almacén impreso en ella.

-¿Me trajiste un regalo?- los ojos de la niña se iluminaron con ilusión, tomo la bolsa entre sus manos, y sin mucho cuidado empezó a abrir el empaque que traía dentro. Tiro la envoltura al suelo, y sostuvo su obsequio entre sus manos, con algo de asombro.

Era un pequeño oso de felpa, de lindo color morado, y un listón rojo haciendo un gran moño alrededor de su cuello.

Tomoyo soltó una risa angelical, abrazo al osito, y después a Eriol, agradeciéndole sin palabras aquel gesto de cariño.

Un momento después la niña ya iba corriendo hacia el comedor, gritando el nombre de Nakuru con entusiasmo, para mostrarle su nuevo juguete.

El chico puso una sonrisa cálida, y después subió las escaleras, dirigiéndose a la biblioteca, donde seguramente pasaría el resto de la tarde investigando.



Unos suaves toques en la puerta sacaron a Eriol del ensimismamiento en el que había estado todo ese día. había estado absorto en sus libros y apuntes por mucho tiempo. Había estado confinado a la habitación por casi dos días, levantándose solamente para lo indispensable, y después regresar a su búsqueda interminable, sin obtener mucho éxito.

El chico se quito los lentes de sus cansados ojos, y los froto con frustración. Una tarde entera ahí encerrado, y no había obtenido ni un solo dato que le fuera de utilidad.

-Adelante- la puerta se abrió lentamente, revelando a Nakuru detrás de ella, con una linda sonrisa.

-Tomoyo-chan ya esta dormida. ¿Deseas algo antes de que me retire a descansar?-

-No, gracias Nakuru. Iré a mi dormitorio en unos minutos.-

-¿No quieres algo para cenar?- la chica aun estaba preocupada porque su amo no había probado bocado en casi todo el día.

El sonrió. Le encantaba tener amigos como aquellos. -No tengo hambre, pero gracias de todos modos Nakuru. Buenas Noches-

-Buenas Noches Eriol- la chica sonrió desganadamente, y cerró la puerta tras de si, dejando a Eriol en su acostumbrada soledad.

El ojiazul apago la luz de la que estaba siendo auxiliado, dejándolo en la oscuridad. Iba salir de la habitación, cuando un resplandor cegador ilumino la habitación.

-Será una noche tormentosa- se dijo a si mismo, mientras escuchaba poco después el estrepitoso ruido que los rayos estaban produciendo.

En su camino hacia su habitación se encontró con la puerta entreabierta de el cuarto de la pequeña niña. Talvez Nakuru había descuidado ese pequeño detalle.

Se asomó un poco para mirarla, pero cual sería su sorpresa al descubrir la cama vacía.

-¿Tomoyo-chan?- inquirió el joven entrando cautelosamente. -¿Donde estas?- No obtuvo respuesta.

Se acercó a su cama, aun estaba tibia. La pequeña se acababa de levantar hacia solo unos momentos. Buscó en toda la habitación, sin encontrar un rastro de ella.

Extrañado de su ausencia salió de el cuarto, y empezó a recorrer los pasillos de la mansión, en medio de la oscuridad, pronunciando su nombre. Pasaba a un lado de su propia habitación, cuando otro resplandor ilumino su camino, escuchándose su estruendo aun más fuerte que el anterior.

Un agudo grito se oyó a solo unos pasos de él. Era la niña.

Alarmado, abrió la puerta de lleno, buscando en todos los rincones, a la pequeña figura. Suspiró al ver en su propia cama, un pequeño bulto escondido debajo de las cobijas, las pequeñas manitas blancas sosteniendo una gran almohada sobre su cabeza.

-¿Tomoyo-chan?- dijo Eriol con la mayor suavidad posible en su masculina voz. La niña seguro se había asustado con la tormenta venidera. Al oír la voz de su protector, la niña saltó de su escondite, tomó su pequeño oso de una de las manos, y corrió a los brazos de Eriol, con la cara cubierta en lagrimas.

Lo abrazo frenéticamente, frotando su rostro contra la camisa que Eriol llevaba casi ya empapada por sus lagrimas.

-¿Que pasa pequeña?-

Sin levantar la cara, ni dejar de llorar, la pequeña grito -¡¡Tengo miedo!!-

Eriol se rió. ¿Quién iba a pensar que Tomoyo Daidouji le temía a los relámpagos?

-Ya no llores mi niña. ¿Sabes Tomoyo-chan ya no se ve linda cuando llora?-

Ella se detuvo un momento, y levantó su carita aun empapada por las lagrimas. -¿Tu crees?-

-Si, te vez más bonita cuando tienes una sonrisa en tu rostro.- el chico enjugo con sus dedos, las ultimas lagrimas de la pequeña.

-Pero...todavía tengo miedo.-

Eriol suspiró. -¿Que te parece si te quedas a dormir aquí conmigo?-

-¿En serio?- su carita se ilumino con una sonrisa, con él a su lado, ya no sentía miedo. -¡Gracias Eriol-kun!- la pequeña se acurruco en sus brazos de nuevo, y cerró los ojos, imaginando que ese hombre tan amable, era su padre. Sentía lo mismo que cuando estaba con él. Esa protección, ese cariño...ese amor. Ese apuesto chico ojiazul, le proporcionaba todos los sentimientos que su padre le había transmitido alguna vez. Ese joven, era sin duda, alguien especial.



La niña se quedo quieta por fin, los últimos sollozos cesaron, y su respiración por fin se había tranquilizado. Se había quedado dormida, en donde estaba, en los brazos de Eriol. El chico la observaba con detenimiento, mientras acariciaba su pequeña cabecita, pasando sus dedos entre su cabello sedoso. Tomaba su manita entre la suya, y se dedicaba a verla . No era ni siquiera la mitad de la propia. Su piel era tan blanca como el pálido resplandor de la luna, su cabello negro azabache, caía en lindos caireles a los lados de su rostro dormido.

Esa niña era perfecta. Con razón Tomoyo Daidouji tenía esa belleza tan sublime. La niña era linda, la mujer era hermosa. Todo en las dos coincidía con enorme exactitud. La niña, tenía esa inocencia, esa perspicacia...era inteligente, dulce, tierna y amorosa. La mujer...bueno, tendría que conocerla aun más para poder decirlo, pero estaba seguro que conservaba todos esos dones, y talvez más, que aun no sacaba a relucir.

Ahora que lo recordaba, había olvidado completamente, el visitar a Tomoyo esa tarde. Con tantas cosas en la cabeza, a veces se olvidaba de los detalles más esenciales. Se lamentaba de haberse perdido esa visita. Deseaba ver como se encontraba, si su estado había mejorado, si aun seguía en ese mundo de fantasía ó había regresado. Quería estar con ella otra vez, como la noche anterior. De esa forma se olvidaba de todos los problemas del mundo exterior, de todos los sentimientos guardados en su corazón, de todos los pesares atormentando su alma. Verla. El solo poder verla, reconfortaría su ser enormemente.

Eriol se quito los lentes, y los dejo descansar en la mesita de al lado. Se recostó en la cama, puso a Tomoyo-chan a su lado, arropándola cuidadosamente con las sabanas de seda. La pequeña, en un impulso involuntario, se acerco a el y lo abrazó, impidiendo que se alejara de su lado. El también la abrazó, y después de darle las buenas noches, y un tierno beso en la frente, se durmió a su lado, en medio de la noche tormentosa.



-Tomoyo-



-¿Eriol?- él chico creyó estar soñando, esa voz, era inconfundible. ¿Como poder olvidarse de ese tono armonioso y angelical? Lo estaba llamando. Entre sueños podía escucharla.

Hasta podía sentirla. Sus manos tuvieron esa cálida sensación de rozamiento contra su tersa piel, su nariz aspiro profundamente percibiendo ese característico olor a rosas, sus manos tocaron su cabello, admirando la suavidad y la fina sensación que producían al deslizarse delicadamente entre sus dedos. Sus brazos rodearon su delgada cintura, abrazándola fuertemente, mientras hundía su rostro en la curva pálida de su cuello. No quería abrir los ojos, pensaba que si lo hacía, ella se esfumaría como un sueño por la mañana.

Sentía una sensación cálida estando junto a ella. Ya no sentía ese frío acostumbrado en la madrugada, entre aquellas sabanas de seda. No con ella ahí. Entre sueños, deseo con frenesí, tener a su lado, aunque sea por unos instantes, a esa mujer que sin saberlo extrañaba tanto.

-¿Eriol estas despierto?- Unos brazos delgados se aferraron a su cuerpo, una cálida respiración se sintió en su cuello, la hermosa voz le susurró al oído... Todo se sentía tan real.

Ya no quiso seguir soñando. Abrió los ojos repentinamente, para así librarse de el hermoso hechizo en el que había quedado preso. Deseaba más que nada quedarse ahí, pero si lo hacía después no podría despertar de nuevo a la realidad. Volteó al tocador. El reloj apenas marcaba las dos, el cielo aun estaba oscuro por los grandes nubarrones de lluvia que se habían acumulado. Los relámpagos no habían parado, proporcionando una luz temporal a la oscuridad imperante.

Tomoyo-chan no se había movido de su sitio, permanecía inmóvil, con su cabeza descansando placidamente al lado de el corazón de su protector. Su cabello estaba esparcido por la almohada como tinta negra en un papel. Embriagando al joven con su esencia de rosas.

¿Rosas?...la pequeña no poseía ese olor, el suyo era algo más infantil, no era tan seductor. Ese olor solo podía pertenecer a una persona...Tomoyo Daidouji...

Pero no podía ser, esa mujer estaba en la cama de un hospital, no podía encontrarse ahí a su lado. ¿Verdad?

-Eriol, despierta por favor- ahora no lo dudaba, era ella. Tomoyo Daidouji estaba a su lado, abrazándolo, compartiendo la suavidad de su cama.

¿Que podía hacer? Solo se había visto en una situación similar con Kaho Mizuki la mujer a la que había amado. ¿Como tratar a otra persona? ¿Rechazar su contacto? ¿O simplemente corresponder a su afecto?

¿Que demonios estaba sintiendo? ¿Porque se había puesto tan nervioso? Había abrazado a otras mujeres, incluso a Sakura. Pero jamás se había sentido de esa manera. Ya no sabía que pensar. A decir verdad, Tomoyo tenía algo irresistible, algo que lo hacia quedarse ahí, y aferrarla aun más entre sus brazos. Un encanto propio, un hechizo mágico. Esa inocencia con que ella lo llamaba, esa desesperación por sentirse reconfortada, ese deseo de sentir un cariño más que paternal por primera vez en su vida.

Sentirse querida, y no quedarse queriendo en soledad. Eso era lo que ella deseaba.

-Daidouji ¿Que haces aquí?- se atrevió a preguntar Eriol, sin siquiera haberla visto a la cara.

Ella suspiro al escuchar su voz, pensaba que aun se encontraba dormido. -Tu me llamaste-

-¿Yo te llame?-

-Si. Oí tu voz llena de desesperación en mi mente, y por eso vine a ti.- Es cierto, lo recordaba, antes de escuchar por primera vez su voz, la había llamado en un angustioso gemido, entre sueños, deseando verla y escucharla. Por eso estaba ahí.

-Me alegra que hallas venido. Gracias.-

-¿Porque Eriol? ¿Es tanta tu soledad como para llamar a alguien entre sueños, alguien que ni siquiera pertenece a este mundo completamente?-

-Tu no sabes lo que es la soledad. No sabes lo que significa no tener a nadie. Lo que significa tener que aferrarte a los recuerdos para poder continuar con tu inútil existencia.-

-Talvez si lo comprenda Eriol. Talvez pueda comprender tu soledad.- se separó de el, y lo vio de frente.-Se muy bien lo que es despertar por la noche, y encontrar una casa vacía, una cama fría, una habitación oscura. Sé lo que es tener que vivir de un recuerdo, de un momento feliz conservado en tu memoria. Vivir sabiendo que la persona que amas no es para ti, solo por una simple jugarreta del destino. Talvez no comprenda la soledad de un hechicero, pero puedo comprender la soledad humana, y créeme Eriol, es aun más dura.-

El chico la miró detenidamente, logrando ver el brillo de sus ojos sin la ayuda de ninguna luz, sin siquiera la ayuda de sus anteojos. Paso su mano suavemente sobre su delicado rostro, acariciando su piel.

-Esto debe de ser un sueño- dijo él.

-¿Porque?-

-Porque puedo verte aun sin mis anteojos puestos.-

Tomoyo se rió ante su comentario, admirando al mismo tiempo la hermosa sonrisa de el joven ingles.

-Te vez mejor sin ellos- Eriol la miro tiernamente, se acerco a ella de nuevo y la volvió a abrazar, ahora talvez con algo más que cariño. Si que sentía ese cambio en su actitud al estar con ella. Una calidez inexperimentada inundaba su corazón. Por primera vez en toda su vida, no se sentía solo.



Tomoyo sonrió al estar entre los brazos de su amigo, sintiendo su respiración en su cabello, escuchando su latir armonioso dentro de su pecho. Esa sensación de calidez que inundaba su cuerpo era casi divina. Por primera vez, no quería separarse de él. Ni siquiera para marcharse a su propio mundo de fantasía, en donde su padre aguardaba por ella pacientemente. Quería simplemente, quedarse ahí.

La lluvia aun se podía escuchar fuera de la casa, sin luna en el cielo, la oscuridad era apremiante. Un relámpago se dejo ver cerca de la habitación, el ruido que hizo fue estremecedor.

Tomoyo tapó sus oídos rápidamente, y cerró los ojos con fuerza, sin lograrse escabullir por mucho tiempo de la tempestad.

-¿Estas bien Daidouji?- preguntó el chico algo consternado, al ver su actitud, no solo la niña temía a las noches lluviosas, también la mujer que yacía con el en la cama.

-No me gustan las noches lluviosas.-

-¿Porque?-

La chica suspiro, sin dejar de sostener sus oídos. Momentos sombríos regresaron a su mente.

-Mi padre murió en una noche como esta.-

-¿Tu padre?-

Ella asintió. El hablar de su padre, le causaba mucha melancolía.

-No sabes lo que se siente el ver a la persona que más amas, tirada al lado de su cama, con la cabeza cubierta de sangre, mientras afuera resuenan los relámpagos anunciando su muerte. ¿Haz estado alguna vez en el funeral de alguien a quien amas profundamente? ¿Lo has visto en su ataúd con los ojos cerrados, sabiendo que jamás se abrirán de nuevo, sabiendo que ese es tu ultimo adiós?-

Él negó con la cabeza.

-Cuando intentas despedirte de esa persona, se forma un nudo en tu garganta, pero ya no puedes llorar. En ese momento quieres decirle tantas cosas, pero no sabes por donde empezar. Y te preguntas el porque no se lo dijiste antes. Estuviste tanto tiempo a su lado, tantos momentos de silencio en el que se podrían haber dicho tantas cosas...¿Sabes lo que más me duele Eriol? Jamás le dije a mi padre que lo quería. El jamás me oyó decir esas palabras, y me arrepiento ahora, porque lo quise más que a nadie en el mundo.- una lagrima solitaria escapó por el ojo de la mujer. Agacho la cabeza, deseando ocultarla.

Eriol jamás la había visto llorar. Nunca. Ni siquiera se la había imaginado. El verla en tal estado de depresión, le rompía el corazón.

-El lo sabía.-

-¿Que?-

-El sabía que lo amabas. Hay muchos sentimientos que se pueden expresar más que con palabras.-

Ella miró en sus ojos, descubriendo una mirada que jamás le había visto. La verdad no sabía como describirla, no sabía que significaba, pero seguro era algo muy hermoso.

Lo volvió a abrazar, y se acurruco a su lado, sintiendo los ojos pesados.

-Gracias por haber venido Daidouji.-

-Soy Tomoyo.-

-Esta bien. Gracias por haber venido Tomoyo.- ella sonrió.-Te quedaras conmigo esta noche ¿verdad?-

-No te preocupes Eriol. Esta noche estaré contigo, si así lo deseas...-





Continuara...

Ufff... ready!!! Después de tanto tiempo un nuevo capitulo... Perdón por la tardanza, estaba de vacaciones, y luego en exámenes...además de que no me nacía la inspiración. Creo que después de todo no quedo tan mal. O eso espero...^_^

Gracias por las personas que esperaron, Ojala y les guste, eh decidido no hacer la historia tan larga, así que yo me imagino otros tres capítulos y ya. Empezare una nueva historia, ya tengo la idea.

Gracias por los reviews, en especial a Stefy, gracias a ella empecé a escribir de nuevo. (Gracias amiga!!)

Bueno, nos vemos luego!! Bye!!

Tiff.