La Sombra de Tomoyo
Capitulo VII: "A través de los ojos se ve el Alma"
por: Tiff
Eriol echó un ultimo vistazo por la abertura de la puerta, antes de salir de la habitación silenciosamente. Esa tarde había sido algo pesada. Además de llevar a una pequeña casi hiperactiva al parque, para su mala suerte, se había encontrado con sus dos amigos: Sakura Kinomoto y Shaoran Li.
Les daba gusto verlos, pero no en esas condiciones. Había estado ocultando por mucho tiempo a la pequeña que mantenía albergada en su casa. Y es que no era una niña normal. De hecho, no debía de existir. Esa niña, era solo la sombra de una mujer adulta, que estaba atrapada en un mundo de fantasía, después de haber caído en coma por un grave accidente.
Así era, Tomoyo Daidouji estaba en una cama agonizando. Ella misma había creado a esa contraparte infantil, otorgándole a Eriol, una oportunidad de llevarla de regreso. Él debía mostrarle a que grado podía llegar a confiar en las personas. Debía demostrarle, que a el mundo no solo se llegaba a sufrir, que había más cosas que la soledad y la tristeza, cosas que se pueden disfrutar, incluso que se pueden llegar a amar.
Y aunque su vida no era perfecta, estaba intentando traerla de regreso, le mostraba el sentimiento del cariño, aunque él no se sintiera querido...
Sin embargo el ver a la niña en esos momentos, le resultaba una experiencia reconfortante.
-¿Quieres que te ayude en algo Eriol?- Sakura Kinomoto había llegado a su lado, sin que él se diera cuenta. Sonrió. El hechicero más poderoso de todos los tiempos, podía bajar la guardia con solo mirar a una niña...
-No, ya se quedó dormida.- contestó sin voltear. El ingles se encaminó con paso lento hacía la estancia principal, en donde se encontró con un Li tomando té.
-Ya nos hiciste esperar demasiado tiempo. ¿No crees?.-
Eriol no respondió. Sin siquiera dirigirle la mirada, se encaminó con la vista baja, hacia uno de los sillones frente a ellos.
Sakura se sentó al lado de su novio, y sirvió el té. -¿Quién es esa niña Eriol?- la chica no toco más su taza, y Li tampoco lo hizo, los dos esperaron pacientemente hasta que el chico se decidió a hablar.
-Ustedes saben quien es...-
-E-Es Tomoyo ¿verdad?.- preguntó Sakura temiendo la respuesta.
-Si, es ella.-
-Pero ¿Como?.-
-Es lo que yo también me pregunto. Cuando cayó inconsciente, trate de traerla de regreso introduciéndome en su mente con un hechizo del mago Clow. Hablé con ella, y logré hacerla recapacitar para que regresara, pero, algo salió mal al final...No se que pasó en el lapso en el que los dos atravesábamos la línea entre aquel mundo y este, pero...la perdí. No logré que atravesara por completo.-
-¿Porque regresó como una niña?.-
-Para darme una oportunidad.-
Li se levantó furioso. -¡¿Porque no nos lo habías dicho?! ¡Nosotros también somos sus amigos, teníamos derecho a saberlo!.-
-¿Para que contarte Li? ¿Que hubieras hecho por ella?.-
Sakura apaciguó con una sonrisa a su novio, obligándolo a sentarse de nuevo. -¿Porque no quiso regresar?-
-Mi querida Sakura.- dijo Eriol con un tono amable y meloso. -Las personas no se dan cuenta de muchas cosas a su alrededor, y lamento decirte que tu eres una de esas personas.- El hechicero fijo su vista en el suave ondular del agua del té, y entrelazó las manos bajo su barbilla. -Tomoyo no era feliz.-
-¿Pero que dices? ¡Claro que era feliz!.-
-Sakura, Sakura...¿Cuando comprenderás que la felicidad no solo radica en una sonrisa? Si hubieras sido observadora en el tiempo que estuviste con ella, te habrías dado cuenta de la tristeza que siempre dominaba en sus ojos. Tomoyo no a sido feliz en mucho tiempo, y tu no te habías dado cuenta...-
Sakura se sintió culpable en sobremanera. Se hacía llamar la mejor amiga de Tomoyo Daidouji, y no sabía siquiera, si ella era feliz o no. Se había dejado llevar tantas veces por esa falsa sonrisa, que se había olvidado de mirar más allá.
-No puedo creerlo. ¿Como pude ser tan ciega?-
-No tienes por que culparte Sakura. Tomoyo sabe ocultar muy bien lo que siente. No es tu culpa que no lo hayas visto antes.- Shaoran abrazó a la chica que tenía a su lado, no la culpaba por no haberse dado cuenta, él mismo, lo había notado pocas veces en su rostro.
-¿Porque te eligió a ti?-inquirió Li despectivamente.-¿Porque no recurrió a nosotros?.-
-Por nuestras similitudes mi querido descendiente.- contestó Eriol sin inmutarse.-Porque nosotros dos hemos compartido sentimientos que ustedes dos ni siquiera habían pensado. ¿Como puedes ayudarle a alguien, cuando no sabes ni siquiera por el sufrimiento por el que están pasando?-
-¿Que puede ser eso?.-
-La soledad Li. La soledad.-
Li se quedó callado, por primera vez, sin ganas de replicar. Eriol estaba abriendo sus pensamientos a sus dos descendientes, como con ninguna otra persona. Estaba revelando, el sufrimiento que había sentido, al estar no solo una, sino dos vidas en la completa soledad. En verdad no sabía lo que aquello significaba realmente. Había oído muchas veces a las personas quejándose porque están solos, si siquiera comprender lo que realmente significaba. En cambio, ese hombre, había tenido ese sentimiento en carne propia.
-Puedes ayudarla ¿verdad?.-
-Eso es lo que estoy intentando.-
Shaoran esbozó una sonrisa sincera hacía el ingles, que le devolvió el gesto.
-Sakura, es hora de irnos.- Sakura se levantó de su asiento, dejó la taza de té medio llena sobre la mesita, y se dirigió a la puerta, sin pronunciar ninguna otra palabra.
-Más vale que la traigas de regreso Hiragizawa, no aceptaré que me digas que a muerto, no te lo perdonaría.-
-No te preocupes Li. No la dejaré morir.-
-Confío en eso.-
Li tomó su abrigo del perchero, y se dirigió a la salida. -¿Sabes que Hiragizawa? Creo que tú y Tomoyo hacen una linda pareja.-
Eriol se sonrojo, y Shaoran sonrió con malicia y satisfacción. La venganza era, sin duda, muy dulce.
La puerta se escuchó a lo lejos, cuando se cerraba, y Eriol vio alejarse por el camino empedrado a los dos jóvenes tomados de la mano, pero sin cruzar palabra. Sonrió. ¡Que buenos amigos tenía, de eso no dudaba!
Con paso vacilante se dirigió a su habitación favorita. Un fuego casi acogedor se encendió inmediatamente después de su llegada, recibiéndolo. Su sillón favorito frente a él lo invitaba a sentarse en su comodidad.
Ese era el lugar favorito de Eriol. Era su santuario, un lugar al que nadie podía ingresar libremente. Ahí podía pasar horas y horas sumido en la profundidad de su memoria, sin ser perturbado por los ruidos exteriores. Ahí no podía sentir presencia alguna, era un lugar protegido por magia.
El joven se sentó en el llamado 'sillón del mal' (bautizado así por Nakuru) y recargo pensativamente su cabeza en una de sus manos.
Sus ojos se quedaron fijos en las llamas que danzaban frente a él con movimientos hipnotizantes. El sol se metió a sus espaldas, y la habitación quedó sumida en la oscuridad. Solo la débil luz vacilante de la chimenea se reflejaba en los cristales de las ventanas.
El ingles no se había movido de su lugar en toda la tarde, nadie había podido sacarlo de sus pensamientos.
La pequeña Tomoyo se talló los ojos al llegar frente a la puerta. Debajo de ella, se notaba un débil alo de luz que revoloteaba jugando con las sombras. Se había sentido sola en la habitación. Después de haber pasado la noche anterior con Eriol, en su compañía, no se sentía muy segura sin él a su lado.
Se acercó con paso inseguro, provocando un leve susurro con su camisón.
Eriol levantó la mirada al observar una sombra creciente a su lado, encontrándose con una mirada inocente y cautelosa. El sonrió. Por primera vez no lo importó que un humano pisara ese lugar. De hecho imaginó por un momento a esa misma niña, como su propia hija.
-¿No puedes dormir Tomoyo-chan?-
La niña negó con la cabeza, y corrió a los brazos de su protector. El ojiazul la recibió con cariño, sentándola en su regazo, acomodando sus brazos alrededor de la pequeña figura.
Tomoyo aferró sus manitas al suéter de Eriol, encontrando un calor inusitado a su contacto. Ninguno de los dos habló. Se quedaron callados en medio de la habitación, sin pensar en nada.
La pequeña recorría sus ojos ametistas una y otra vez por la habitación. Nunca antes había estado en ella, Nakuru siempre evitaba aquella puerta como si estuviera sellada. Había pensado al pasar frente a ella en innumerables ocasiones que en ella se albergaba algo siniestro o por lo menos algo mágico, una cosa que ella no podía observar.
Sin embargo, al encontrarse bajo el cobijo de sus paredes, supo que no se trataba de nada de eso. Más bien, esa habitación le inspiraba un sentimiento de melancolía, de tristeza... de soledad. Como si nadie nunca hubiera pisado aquellos terrenos y toda su penumbra se mantuviera oculta ante los demás ojos humanos.
Sus ojos curiosos se detuvieron de pronto, en un portarretrato encima de la chimenea. Solitario y polvoriento, apenas dejando reflejar su marco de oro ante la luz del fuego.
Parecía vieja y olvidada en ese rincón, como si quisiera ocultarse del mundo, pero siempre estar presente para la persona que se sentaba día con día frente a ella.
En ella lograba distinguir a dos figuras, una de ellas vagamente familiar...
Un niño de unos nueve años se sentaba en el mismo sillón en el que ella se encontraba. Tenía hermosos ojos azules, misteriosos y enigmáticos, debajo de unas gafas redondas. Su sonrisa era cálida y dulce.
¡Como no reconocer a aquella persona! Solo necesitaba unos cuantos años encima, y tendría al mismo hombre con el que se encontraba. Más apuesto, más misterioso, más cortes, pero con una sonrisa más fría.
Una hermosa mujer de cabello de fuego se paraba a su lado sonriente. Su mano descansaba placidamente en su hombro en un gesto maternal. Si los dos no fueran tan diferentes entre si, Tomoyo-chan hubiera pensado en esa mujer como la progenitora de el ojiazul.
-¿Quien es ella Eriol-kun?- preguntó la pequeña atreviéndose a romper el reconfortante silencio de la estancia, extendiéndose a su vez una de sus manitas, en dirección a la mujer nombrada.
Eriol dudó un momento. Nunca hablaba de ella con nadie, no desde que se había ido. Sin embargo...esa pequeña, ¿A que le podía temer? Seguro no sabía lo que significaba el amor de una pareja.
-Su nombre es Kaho Mizuki.-
-Es muy bonita.- sinceró la pequeña, sin ocultar su admiración.
-Yo pienso lo mismo. En verdad era una mujer muy hermosa.-
-¿En donde esta ella Eriol-kun?-
El joven bajó la mirada hasta encontrarse con el ametista de la pequeña, la miró con melancolía, y acarició su cabello.
-Ella se fue hace mucho tiempo. No la he vuelto a ver desde entonces.-
Hubo un pequeño silencio, en que la niña lo miró pensativamente. -¿La querías?-
El solo asintió, sin decir nada más. La niña comprendió que sus palabras talvez no eran de su agrado, y prefirió guardar silencio. Se acomodó de nuevo, y cerró sus ojos pesadamente, recordando el cansancio del que era presa.
Al poco tiempo se quedó dormida, y el hechicero la siguió al poco tiempo.
El fuego se había extinguido en la habitación, dejando ver solo el pálido resplandor de la luna a través de un enorme ventanal a la espalda del 'sillón del mal'. Débiles sombras se dejaban reflejar en el suelo, mientras los ruidos nocturnos se dejaban escuchar en un dulce arrullo.
Eriol abrió los ojos sin querer. Se encontraba en aquella habitación en la que se había quedado dormido, pero de nuevo, Tomoyo-chan no se encontraba a su lado. Sonrió ante la idea de encontrarse de nuevo en un mundo de sueños como la noche anterior. ¿Desde cuando había perdido la voluntad sobre sus deseos?
Miró a su alrededor lentamente, esperando encontrarse en su trayectoria, con la mujer de ojos ametistas.
Sus ojos se detuvieron en el marco de la ventana, y su corazón dio un salto de regocijo. Ahí estaba. Sentada en la ventana, con los ojos dirigidos hacia el cielo.
Alumbrada bajo la luz de la luna, resaltando su palidez, delineando sus delicadas curvas con las sombras de su sensual camisón morado, entornando sus hermosos ojos ametistas, confundiendo su cabello con la oscuridad...esa criatura parecía un ángel celestial, una criatura extraviada en la noche.
Eriol se dedicó a admirar su belleza por un largo momento, sin decir una palabra, sin siquiera pasar por su mente el voltear a ver el retrato que tenía frente a él, para comparar, como tantas veces lo había querido, a aquella pelirroja con la ametista.
-Has venido de nuevo.- dijo el por fin, después de un largo rato de haber despertado. -¿Te llamé de nuevo? Discúlpame...-
-No, esta vez no me llamaste.-interrumpió la mujer sonriendo irónicamente. -Esta vez yo vine por mi misma, era tu turno de hacerme compañía.-
-Tienes razón.-
-Tienes una bonita vista desde aquí.-
-¿Este es uno de tus recuerdos?.-
-No, este recuerdo tuyo, lo has conservado muy bien. Este debe ser un lugar muy preciado para ti.-
-En realidad si lo es.- dijo un poco resentido. Ella estaba invadiendo en cierto sentido su espacio privado, había entrado en sus sueños, como el lo había hecho antes en los de ella.¡Que ironías le presentaba el destino!
Tomoyo no puso atención al tono utilizado, solo se dedicó a ver las estrellas y la luna que relucía en el exterior.
-¿Alguna vez habías oído que una estrella fugaz podía cumplir cualquier deseo que anhelara tu corazón?.-
-Claro, es un mito muy famoso.-
-¿Alguna vez lo has intentado?.-
-Nunca.-
-¿Porque?.-
-Yo no creo en esas cosas.-
-Vamos Eriol. Sabes que existe la magia, los encantamientos y los hechizos, sabes que existen los guardianes del sol y de la luna, y cartas que cuidan de un guardián, sabes que eres la reencarnación del mago más poderoso de todos los tiempos...si sabes que existen tantas cosas en tu vida ¿Porque no crees que una estrella pueda concederte un deseo?.- la chica no volteó a verlo, solo se quedó mirado al firmamento con aire pensativo.
La chica era suspicaz. Siempre le encontraba un pero a las cosas, y eso le agradaba.
-¿Si le pudieras pedir un deseo a una estrella fugaz cual sería?-
Eriol se levantó de su asiento después de dar un largo suspiro, se acerco a la ventana, y se sentó a un lado de la mujer, fijando sus ojos en el cielo, en la estrella más brillante que pudo encontrar. Pensó por unos momentos ¿Cual sería su deseo?
-Quisiera tener a la persona a la que amo a mi lado.- respondió por fin, con un dejo de melancolía en su voz. Tomoyo lo observó, y después dirigió su mirada a aquel marco ceniciento en la repisa de la chimenea.
-Kaho era una mujer muy hermosa.- la chica se levantó, y se dirigió hacia aquel lugar. Tomó el cuadro delicadamente entre sus manos, y limpio el polvo de los rostros de las dos personas, que la observaron detenidamente de un momento a otro.
-Si, lo se.-
-Pero este es el único retrato que guardas de ella en toda la casa.-
El asintió. Era cierto, en ningún otro lugar se encontraba otra imagen de ella.
-Esa foto solo me sirve para recordar cada detalle en su persona. No me gustaría tenerla en todos los rincones de mi casa, cuando su imagen me causa tanto dolor.-
-La amabas ¿verdad?-
-Si.- contesto sin titubear.- Llegue a quererla como nunca había querido a nadie, llegue a quererla como el mago Clow la había amado en su vida pasada.-
-Pero tu no eres el mago Clow...-
-Lo se. Por eso se fue.- el joven se levantó y se sentó en su sillón, entrelazando sus dedos, con una expresión de dolor en sus ojos. Su mente le decía que se detuviera. Sin embargo, su corazón deseaba abrirse a alguien más que nada, esa mujer estaba inconsciente. Cuando despertara ¿Recordaría todo lo que había sucedido en sus sueños?
-Soy la reencarnación del mago Clow, y sin embargo nunca logré asemejarme a el completamente. Nunca. Aunque lo intenté por muchos años. Eso era lo que Kaho buscaba en mi, desde el principio solo decidió ayudarme porque sabía que era la reencarnación de aquel hombre que llegó a amar en su otra vida como a nadie, y del cual había sido separada por su muerte. Deseaba más que nada regresar con él...-
Tomoyo se acercó a el, y se sentó en uno de los brazos del sillón, sin causarle al chico ninguna molestia, siguió escuchando.
-Desde el principio supo que yo no podía ser igual. ¡Era solo un niño! ¡Como se iba a enamorar de un niño! Ella era una mujer hermosa, joven, lista para tener una familia, para tener una relación de verdad, no solo estar de niñera con alguien como yo... Ella jamás comprendió lo que yo sentía, talvez era un niño en mi aspecto, pero podía ser como ella en mis pensamientos. Los sentimientos que profesaba por ella eran profundos, la amaba de verdad y ella jamás lo comprendió. No me vio más que como a un amigo, a un pequeño hermano del que tenía que hacerse cargo por solo ser un niño... Me siguió viendo de esa manera aun cuando regresamos a Inglaterra, me siguió viendo como a un pequeño cuando yo era ya un hombre...- los ojos del ingles se fijaron en un punto inexistente en la chimenea, mientras ordenaba sus pensamientos para continuar con su relato.
Tomoyo lo vio con tristeza. Como la figura de un poderoso hechicero podía llegar a desmoronarse con una simple pregunta de amor. Apoyó una mano en su hombro cariñosamente, animándolo a continuar.
-Sufría mucho al tenerla a mi lado, sufría al saber que esa mujer jamás sería para mi solo por una mala jugada del destino, solo porque no se nos había destinado a nacer en el mismo tiempo, con una misma personalidad...Y ella lo sabía. Ella conocía mi sufrimiento, sabía el dolor que acogía mi corazón cuando ella me propiciaba una caricia maternal, cuando ella rechazaba una de mis palabras amorosas con solo una sonrisa piadosa. Lo sabía, y por eso se fue. Solo dijo que se iba porque me quería, porque no quería verme sufrir más por su causa...No supo nunca que ese fue el peor de los castigos que me hubiera ofrecido jamás. El no tenerla a mi lado, era tener un vacío en mi corazón y en mi memoria. El tenerla conmigo aunque fuera como amiga, me hacia sentir vivo, me hacía sentir con ánimos para continuar con mi existencia...se fue y mi mundo se vino abajo. Todo lo que creí sólido se derrumbó frente a mis ojos con solo su adiós.-
La voz de Eriol se hizo solo un susurro, como sino quisiera revelar su pasado. Tomoyo se levantó y se arrodillo a sus pies, recargando sus brazos en sus piernas, mientras lo seguía observando fijamente.
-Ella me escribía todas las semanas, pero sus cartas quedaban sobre la mesa, donde Nakuru las dejaba, nunca las tocaba, no las abrí nunca, jamás escribí una contestación...las cartas dejaron de llegar poco a poco, talvez porque jamás recibió ningún saludo de mi parte ¿Como podía hacerlo? ¿Como podía escribirle de regreso cuando cada palabra me lastimaba más que la anterior?. Después de eso, no supe de ella en más de dos años, dos largos y sombríos años en el que solo conocí la oscuridad. Preferiría no haber sabido de ella nunca más.- la voz serena y profunda del joven se quebró en ese momento, cubrió su boca con su mano, y cerró los ojos con fuerza, tratando de evitar que se llenaran de lagrimas.
-Una nueva carta llegó...era la invitación para su boda. Se iba a casar, había encontrado a una persona a quien amar. Amaba a alguien, como nunca logró quererme a mi. ¡Quería que fuera a su boda! ¡Me quería ver desmoronándome frente a sus ojos mientras ella era feliz!-
Tomoyo no sabía que decir, jamás había pensado el algún día llegar a ver a Eriol de aquella manera.
-La ultima carta que recibí de ella fue hace un año, lo que temí por tanto tiempo había sucedido. Un hijo...tenía un hijo...¡¿Como podía decirme eso con tanta felicidad?! ¡Me hizo a un lado sin que le importaran mis sentimientos en lo más mínimo!...lo peor es que no la odio...¡La amo Tomoyo! ¡Destrozó mi vida, pero la amo!..- Eriol ya no pudo contener más sus lagrimas, hundió su rostro entre sus manos, y comenzó a sollozar, mientras gruesas lagrimas comenzaban a caer sobre sus blancas mejillas...
El joven no sabía que hacer. No podía contener sus lagrimas por más que lo intentara. Por primera vez en toda su vida estaba llorando, él, la reencarnación del mago más poderoso de todos los tiempos, lloraba incontrolablemente.
Se estaba dejando ver débil ante otra persona, ante alguien que no conocía completamente, alguien que talvez se burlaría de él después...
Sin embargo, en lugar de recibir una burla de su parte, sintió el cálido abrazo de la persona. Los delgados brazos de la chica que estaba frente a él se aferraron a su cuerpo tembloroso con frenesí, como si ese contacto fuera el último que los dos compartieran.
El también la abrazó con emoción. No ocultó más sus lagrimas detrás de sus manos, ya no le importó que corrieran libremente a través de sus mejillas. Cayó al piso derrotado con la mujer entre sus brazos, estrechando su delgado cuerpo y derramando sus lagrimas en sus hombros...
Sintió un calor inusitado en su abrazo, un nuevo fulgor proveniente de su corazón, algo que lo quemaba por dentro y hacía que sus sentidos se pusieran alerta y su corazón se acelerara, algo que lo obligaba a quedarse en ese lugar y en ese momento...algo que le proporcionaba esa serenidad y paz en su interior, un sentimiento que hacía que todo el dolor se esfumara, que todo el remordimiento y el rencor desaparecieran de pronto.
Tomoyo sintió lo mismo al estar reconfortando al hombre, tenerlo ahí entre sus brazos, como nunca antes había tendió a nadie, era una experiencia que jamás olvidaría. Había empezado a sentir un cariño inmenso hacia él. Algo que la obligaba a retenerlo entre sus brazos, propiciándole suaves caricias en el cabello, susurrándole tiernas palabras al oído, con la intención de detener su sufrimiento. El verlo así la hacía sentir miserable. Sus lagrimas hacían que ella también compartiera su llanto en un pesar silencioso, aparentando fortaleza ante alguien que ya se creía derrotado, tratando de brindar apoyo a un hechicero, cuando ella, una simple humana, estaba apunto de darse por vencida.
Ninguno de los dos se separó el uno del otro, tenían deseos de estar unidos por lo menos aquella vez. No intercambiaron ni una palabra, el silencio entre los dos era más que reconfortante, el calor de sus cuerpos unidos, les brindaba las palabras que necesitaban.
Eriol sonrió por un momento. Tomoyo estaba con él. Ella había deseado estar a su lado por esa noche, sabiendo que en su propio mundo poseía todo con lo que era feliz. En cambio de todo aquello, estaba ahí, sintiendo el dolor que él experimentaba.
-Gracias por estar aquí a mi lado Tomoyo, en serio lo necesitaba.-
La mujer se separó de él, recargando su frente contra la del joven y sonriendo cariñosamente.
-¿Para que son los amigos?- preguntó seductoramente mientras limpiaba con sus dedos los últimos rastros de lagrimas de su rostro.
Sus manos se entrelazaron en un gesto desesperado. Pudieron sentir sobre sus rostros la respiración del otro, tan cerca, tan cálida...sus ojos se encontraron súbitamente, descubriendo la profundidad del ametista y el índigo, viendo más allá de la expresión, llegando más allá del alma...
¡Cuantos sentimientos reprimidos se podían encontrar en los ojos tristes y solitarios de otra persona! Como te podías encontrar reflejado en los pensamientos de otro ser humano, mientras descubres nuevas sensaciones recorriendo tu cuerpo como una descarga.
Un abrazo estrecho, otra caricia amorosa...y sus labios unidos al final.
¿Quien decía que el amor dependía de las palabras?
Continuara...
Hay dios mío...después de esto me van a golpear...además de que me tarde un ch... en terminar este capitulo, hago que casi no se entienda nada -_-.. bueno, veamos el lado positivo, ¡estuvo más largo! (creo) ojala y les haya gustado este capitulo, me siento muy orgullosa de haberlo terminado por lo menos antes de dos meses (ya es algo no??)
Por cierto, no crean que los dos van muy rápido, se supone que tenían sentimientos reprimidos en sus corazones, y los sacaron a relucir cuando la situación lo ameritó. (Tomoyo sabe aprovechar los buenos momentos) pero no por eso es una zorra ok?? nada de decir eso porfa...
Quisiera darle unas gracias bien gordas a las personas que han dejado reviews, ya que estos aumentan mucho mi autoestima: MGA FGA, Misaki, Ayin, Fuu, Hatsuko, The Dark y sol...GRACIAS POR SUS REVIEWS!! en serio se los agradezco!!! ^O^
Bueno, creo que eso es todo, estamos llegando al final de la historia, y me gustaría saber su opinión antes de que eso suceda sale??
Namárië!!!
Tiff
Capitulo VII: "A través de los ojos se ve el Alma"
por: Tiff
Eriol echó un ultimo vistazo por la abertura de la puerta, antes de salir de la habitación silenciosamente. Esa tarde había sido algo pesada. Además de llevar a una pequeña casi hiperactiva al parque, para su mala suerte, se había encontrado con sus dos amigos: Sakura Kinomoto y Shaoran Li.
Les daba gusto verlos, pero no en esas condiciones. Había estado ocultando por mucho tiempo a la pequeña que mantenía albergada en su casa. Y es que no era una niña normal. De hecho, no debía de existir. Esa niña, era solo la sombra de una mujer adulta, que estaba atrapada en un mundo de fantasía, después de haber caído en coma por un grave accidente.
Así era, Tomoyo Daidouji estaba en una cama agonizando. Ella misma había creado a esa contraparte infantil, otorgándole a Eriol, una oportunidad de llevarla de regreso. Él debía mostrarle a que grado podía llegar a confiar en las personas. Debía demostrarle, que a el mundo no solo se llegaba a sufrir, que había más cosas que la soledad y la tristeza, cosas que se pueden disfrutar, incluso que se pueden llegar a amar.
Y aunque su vida no era perfecta, estaba intentando traerla de regreso, le mostraba el sentimiento del cariño, aunque él no se sintiera querido...
Sin embargo el ver a la niña en esos momentos, le resultaba una experiencia reconfortante.
-¿Quieres que te ayude en algo Eriol?- Sakura Kinomoto había llegado a su lado, sin que él se diera cuenta. Sonrió. El hechicero más poderoso de todos los tiempos, podía bajar la guardia con solo mirar a una niña...
-No, ya se quedó dormida.- contestó sin voltear. El ingles se encaminó con paso lento hacía la estancia principal, en donde se encontró con un Li tomando té.
-Ya nos hiciste esperar demasiado tiempo. ¿No crees?.-
Eriol no respondió. Sin siquiera dirigirle la mirada, se encaminó con la vista baja, hacia uno de los sillones frente a ellos.
Sakura se sentó al lado de su novio, y sirvió el té. -¿Quién es esa niña Eriol?- la chica no toco más su taza, y Li tampoco lo hizo, los dos esperaron pacientemente hasta que el chico se decidió a hablar.
-Ustedes saben quien es...-
-E-Es Tomoyo ¿verdad?.- preguntó Sakura temiendo la respuesta.
-Si, es ella.-
-Pero ¿Como?.-
-Es lo que yo también me pregunto. Cuando cayó inconsciente, trate de traerla de regreso introduciéndome en su mente con un hechizo del mago Clow. Hablé con ella, y logré hacerla recapacitar para que regresara, pero, algo salió mal al final...No se que pasó en el lapso en el que los dos atravesábamos la línea entre aquel mundo y este, pero...la perdí. No logré que atravesara por completo.-
-¿Porque regresó como una niña?.-
-Para darme una oportunidad.-
Li se levantó furioso. -¡¿Porque no nos lo habías dicho?! ¡Nosotros también somos sus amigos, teníamos derecho a saberlo!.-
-¿Para que contarte Li? ¿Que hubieras hecho por ella?.-
Sakura apaciguó con una sonrisa a su novio, obligándolo a sentarse de nuevo. -¿Porque no quiso regresar?-
-Mi querida Sakura.- dijo Eriol con un tono amable y meloso. -Las personas no se dan cuenta de muchas cosas a su alrededor, y lamento decirte que tu eres una de esas personas.- El hechicero fijo su vista en el suave ondular del agua del té, y entrelazó las manos bajo su barbilla. -Tomoyo no era feliz.-
-¿Pero que dices? ¡Claro que era feliz!.-
-Sakura, Sakura...¿Cuando comprenderás que la felicidad no solo radica en una sonrisa? Si hubieras sido observadora en el tiempo que estuviste con ella, te habrías dado cuenta de la tristeza que siempre dominaba en sus ojos. Tomoyo no a sido feliz en mucho tiempo, y tu no te habías dado cuenta...-
Sakura se sintió culpable en sobremanera. Se hacía llamar la mejor amiga de Tomoyo Daidouji, y no sabía siquiera, si ella era feliz o no. Se había dejado llevar tantas veces por esa falsa sonrisa, que se había olvidado de mirar más allá.
-No puedo creerlo. ¿Como pude ser tan ciega?-
-No tienes por que culparte Sakura. Tomoyo sabe ocultar muy bien lo que siente. No es tu culpa que no lo hayas visto antes.- Shaoran abrazó a la chica que tenía a su lado, no la culpaba por no haberse dado cuenta, él mismo, lo había notado pocas veces en su rostro.
-¿Porque te eligió a ti?-inquirió Li despectivamente.-¿Porque no recurrió a nosotros?.-
-Por nuestras similitudes mi querido descendiente.- contestó Eriol sin inmutarse.-Porque nosotros dos hemos compartido sentimientos que ustedes dos ni siquiera habían pensado. ¿Como puedes ayudarle a alguien, cuando no sabes ni siquiera por el sufrimiento por el que están pasando?-
-¿Que puede ser eso?.-
-La soledad Li. La soledad.-
Li se quedó callado, por primera vez, sin ganas de replicar. Eriol estaba abriendo sus pensamientos a sus dos descendientes, como con ninguna otra persona. Estaba revelando, el sufrimiento que había sentido, al estar no solo una, sino dos vidas en la completa soledad. En verdad no sabía lo que aquello significaba realmente. Había oído muchas veces a las personas quejándose porque están solos, si siquiera comprender lo que realmente significaba. En cambio, ese hombre, había tenido ese sentimiento en carne propia.
-Puedes ayudarla ¿verdad?.-
-Eso es lo que estoy intentando.-
Shaoran esbozó una sonrisa sincera hacía el ingles, que le devolvió el gesto.
-Sakura, es hora de irnos.- Sakura se levantó de su asiento, dejó la taza de té medio llena sobre la mesita, y se dirigió a la puerta, sin pronunciar ninguna otra palabra.
-Más vale que la traigas de regreso Hiragizawa, no aceptaré que me digas que a muerto, no te lo perdonaría.-
-No te preocupes Li. No la dejaré morir.-
-Confío en eso.-
Li tomó su abrigo del perchero, y se dirigió a la salida. -¿Sabes que Hiragizawa? Creo que tú y Tomoyo hacen una linda pareja.-
Eriol se sonrojo, y Shaoran sonrió con malicia y satisfacción. La venganza era, sin duda, muy dulce.
La puerta se escuchó a lo lejos, cuando se cerraba, y Eriol vio alejarse por el camino empedrado a los dos jóvenes tomados de la mano, pero sin cruzar palabra. Sonrió. ¡Que buenos amigos tenía, de eso no dudaba!
Con paso vacilante se dirigió a su habitación favorita. Un fuego casi acogedor se encendió inmediatamente después de su llegada, recibiéndolo. Su sillón favorito frente a él lo invitaba a sentarse en su comodidad.
Ese era el lugar favorito de Eriol. Era su santuario, un lugar al que nadie podía ingresar libremente. Ahí podía pasar horas y horas sumido en la profundidad de su memoria, sin ser perturbado por los ruidos exteriores. Ahí no podía sentir presencia alguna, era un lugar protegido por magia.
El joven se sentó en el llamado 'sillón del mal' (bautizado así por Nakuru) y recargo pensativamente su cabeza en una de sus manos.
Sus ojos se quedaron fijos en las llamas que danzaban frente a él con movimientos hipnotizantes. El sol se metió a sus espaldas, y la habitación quedó sumida en la oscuridad. Solo la débil luz vacilante de la chimenea se reflejaba en los cristales de las ventanas.
El ingles no se había movido de su lugar en toda la tarde, nadie había podido sacarlo de sus pensamientos.
La pequeña Tomoyo se talló los ojos al llegar frente a la puerta. Debajo de ella, se notaba un débil alo de luz que revoloteaba jugando con las sombras. Se había sentido sola en la habitación. Después de haber pasado la noche anterior con Eriol, en su compañía, no se sentía muy segura sin él a su lado.
Se acercó con paso inseguro, provocando un leve susurro con su camisón.
Eriol levantó la mirada al observar una sombra creciente a su lado, encontrándose con una mirada inocente y cautelosa. El sonrió. Por primera vez no lo importó que un humano pisara ese lugar. De hecho imaginó por un momento a esa misma niña, como su propia hija.
-¿No puedes dormir Tomoyo-chan?-
La niña negó con la cabeza, y corrió a los brazos de su protector. El ojiazul la recibió con cariño, sentándola en su regazo, acomodando sus brazos alrededor de la pequeña figura.
Tomoyo aferró sus manitas al suéter de Eriol, encontrando un calor inusitado a su contacto. Ninguno de los dos habló. Se quedaron callados en medio de la habitación, sin pensar en nada.
La pequeña recorría sus ojos ametistas una y otra vez por la habitación. Nunca antes había estado en ella, Nakuru siempre evitaba aquella puerta como si estuviera sellada. Había pensado al pasar frente a ella en innumerables ocasiones que en ella se albergaba algo siniestro o por lo menos algo mágico, una cosa que ella no podía observar.
Sin embargo, al encontrarse bajo el cobijo de sus paredes, supo que no se trataba de nada de eso. Más bien, esa habitación le inspiraba un sentimiento de melancolía, de tristeza... de soledad. Como si nadie nunca hubiera pisado aquellos terrenos y toda su penumbra se mantuviera oculta ante los demás ojos humanos.
Sus ojos curiosos se detuvieron de pronto, en un portarretrato encima de la chimenea. Solitario y polvoriento, apenas dejando reflejar su marco de oro ante la luz del fuego.
Parecía vieja y olvidada en ese rincón, como si quisiera ocultarse del mundo, pero siempre estar presente para la persona que se sentaba día con día frente a ella.
En ella lograba distinguir a dos figuras, una de ellas vagamente familiar...
Un niño de unos nueve años se sentaba en el mismo sillón en el que ella se encontraba. Tenía hermosos ojos azules, misteriosos y enigmáticos, debajo de unas gafas redondas. Su sonrisa era cálida y dulce.
¡Como no reconocer a aquella persona! Solo necesitaba unos cuantos años encima, y tendría al mismo hombre con el que se encontraba. Más apuesto, más misterioso, más cortes, pero con una sonrisa más fría.
Una hermosa mujer de cabello de fuego se paraba a su lado sonriente. Su mano descansaba placidamente en su hombro en un gesto maternal. Si los dos no fueran tan diferentes entre si, Tomoyo-chan hubiera pensado en esa mujer como la progenitora de el ojiazul.
-¿Quien es ella Eriol-kun?- preguntó la pequeña atreviéndose a romper el reconfortante silencio de la estancia, extendiéndose a su vez una de sus manitas, en dirección a la mujer nombrada.
Eriol dudó un momento. Nunca hablaba de ella con nadie, no desde que se había ido. Sin embargo...esa pequeña, ¿A que le podía temer? Seguro no sabía lo que significaba el amor de una pareja.
-Su nombre es Kaho Mizuki.-
-Es muy bonita.- sinceró la pequeña, sin ocultar su admiración.
-Yo pienso lo mismo. En verdad era una mujer muy hermosa.-
-¿En donde esta ella Eriol-kun?-
El joven bajó la mirada hasta encontrarse con el ametista de la pequeña, la miró con melancolía, y acarició su cabello.
-Ella se fue hace mucho tiempo. No la he vuelto a ver desde entonces.-
Hubo un pequeño silencio, en que la niña lo miró pensativamente. -¿La querías?-
El solo asintió, sin decir nada más. La niña comprendió que sus palabras talvez no eran de su agrado, y prefirió guardar silencio. Se acomodó de nuevo, y cerró sus ojos pesadamente, recordando el cansancio del que era presa.
Al poco tiempo se quedó dormida, y el hechicero la siguió al poco tiempo.
El fuego se había extinguido en la habitación, dejando ver solo el pálido resplandor de la luna a través de un enorme ventanal a la espalda del 'sillón del mal'. Débiles sombras se dejaban reflejar en el suelo, mientras los ruidos nocturnos se dejaban escuchar en un dulce arrullo.
Eriol abrió los ojos sin querer. Se encontraba en aquella habitación en la que se había quedado dormido, pero de nuevo, Tomoyo-chan no se encontraba a su lado. Sonrió ante la idea de encontrarse de nuevo en un mundo de sueños como la noche anterior. ¿Desde cuando había perdido la voluntad sobre sus deseos?
Miró a su alrededor lentamente, esperando encontrarse en su trayectoria, con la mujer de ojos ametistas.
Sus ojos se detuvieron en el marco de la ventana, y su corazón dio un salto de regocijo. Ahí estaba. Sentada en la ventana, con los ojos dirigidos hacia el cielo.
Alumbrada bajo la luz de la luna, resaltando su palidez, delineando sus delicadas curvas con las sombras de su sensual camisón morado, entornando sus hermosos ojos ametistas, confundiendo su cabello con la oscuridad...esa criatura parecía un ángel celestial, una criatura extraviada en la noche.
Eriol se dedicó a admirar su belleza por un largo momento, sin decir una palabra, sin siquiera pasar por su mente el voltear a ver el retrato que tenía frente a él, para comparar, como tantas veces lo había querido, a aquella pelirroja con la ametista.
-Has venido de nuevo.- dijo el por fin, después de un largo rato de haber despertado. -¿Te llamé de nuevo? Discúlpame...-
-No, esta vez no me llamaste.-interrumpió la mujer sonriendo irónicamente. -Esta vez yo vine por mi misma, era tu turno de hacerme compañía.-
-Tienes razón.-
-Tienes una bonita vista desde aquí.-
-¿Este es uno de tus recuerdos?.-
-No, este recuerdo tuyo, lo has conservado muy bien. Este debe ser un lugar muy preciado para ti.-
-En realidad si lo es.- dijo un poco resentido. Ella estaba invadiendo en cierto sentido su espacio privado, había entrado en sus sueños, como el lo había hecho antes en los de ella.¡Que ironías le presentaba el destino!
Tomoyo no puso atención al tono utilizado, solo se dedicó a ver las estrellas y la luna que relucía en el exterior.
-¿Alguna vez habías oído que una estrella fugaz podía cumplir cualquier deseo que anhelara tu corazón?.-
-Claro, es un mito muy famoso.-
-¿Alguna vez lo has intentado?.-
-Nunca.-
-¿Porque?.-
-Yo no creo en esas cosas.-
-Vamos Eriol. Sabes que existe la magia, los encantamientos y los hechizos, sabes que existen los guardianes del sol y de la luna, y cartas que cuidan de un guardián, sabes que eres la reencarnación del mago más poderoso de todos los tiempos...si sabes que existen tantas cosas en tu vida ¿Porque no crees que una estrella pueda concederte un deseo?.- la chica no volteó a verlo, solo se quedó mirado al firmamento con aire pensativo.
La chica era suspicaz. Siempre le encontraba un pero a las cosas, y eso le agradaba.
-¿Si le pudieras pedir un deseo a una estrella fugaz cual sería?-
Eriol se levantó de su asiento después de dar un largo suspiro, se acerco a la ventana, y se sentó a un lado de la mujer, fijando sus ojos en el cielo, en la estrella más brillante que pudo encontrar. Pensó por unos momentos ¿Cual sería su deseo?
-Quisiera tener a la persona a la que amo a mi lado.- respondió por fin, con un dejo de melancolía en su voz. Tomoyo lo observó, y después dirigió su mirada a aquel marco ceniciento en la repisa de la chimenea.
-Kaho era una mujer muy hermosa.- la chica se levantó, y se dirigió hacia aquel lugar. Tomó el cuadro delicadamente entre sus manos, y limpio el polvo de los rostros de las dos personas, que la observaron detenidamente de un momento a otro.
-Si, lo se.-
-Pero este es el único retrato que guardas de ella en toda la casa.-
El asintió. Era cierto, en ningún otro lugar se encontraba otra imagen de ella.
-Esa foto solo me sirve para recordar cada detalle en su persona. No me gustaría tenerla en todos los rincones de mi casa, cuando su imagen me causa tanto dolor.-
-La amabas ¿verdad?-
-Si.- contesto sin titubear.- Llegue a quererla como nunca había querido a nadie, llegue a quererla como el mago Clow la había amado en su vida pasada.-
-Pero tu no eres el mago Clow...-
-Lo se. Por eso se fue.- el joven se levantó y se sentó en su sillón, entrelazando sus dedos, con una expresión de dolor en sus ojos. Su mente le decía que se detuviera. Sin embargo, su corazón deseaba abrirse a alguien más que nada, esa mujer estaba inconsciente. Cuando despertara ¿Recordaría todo lo que había sucedido en sus sueños?
-Soy la reencarnación del mago Clow, y sin embargo nunca logré asemejarme a el completamente. Nunca. Aunque lo intenté por muchos años. Eso era lo que Kaho buscaba en mi, desde el principio solo decidió ayudarme porque sabía que era la reencarnación de aquel hombre que llegó a amar en su otra vida como a nadie, y del cual había sido separada por su muerte. Deseaba más que nada regresar con él...-
Tomoyo se acercó a el, y se sentó en uno de los brazos del sillón, sin causarle al chico ninguna molestia, siguió escuchando.
-Desde el principio supo que yo no podía ser igual. ¡Era solo un niño! ¡Como se iba a enamorar de un niño! Ella era una mujer hermosa, joven, lista para tener una familia, para tener una relación de verdad, no solo estar de niñera con alguien como yo... Ella jamás comprendió lo que yo sentía, talvez era un niño en mi aspecto, pero podía ser como ella en mis pensamientos. Los sentimientos que profesaba por ella eran profundos, la amaba de verdad y ella jamás lo comprendió. No me vio más que como a un amigo, a un pequeño hermano del que tenía que hacerse cargo por solo ser un niño... Me siguió viendo de esa manera aun cuando regresamos a Inglaterra, me siguió viendo como a un pequeño cuando yo era ya un hombre...- los ojos del ingles se fijaron en un punto inexistente en la chimenea, mientras ordenaba sus pensamientos para continuar con su relato.
Tomoyo lo vio con tristeza. Como la figura de un poderoso hechicero podía llegar a desmoronarse con una simple pregunta de amor. Apoyó una mano en su hombro cariñosamente, animándolo a continuar.
-Sufría mucho al tenerla a mi lado, sufría al saber que esa mujer jamás sería para mi solo por una mala jugada del destino, solo porque no se nos había destinado a nacer en el mismo tiempo, con una misma personalidad...Y ella lo sabía. Ella conocía mi sufrimiento, sabía el dolor que acogía mi corazón cuando ella me propiciaba una caricia maternal, cuando ella rechazaba una de mis palabras amorosas con solo una sonrisa piadosa. Lo sabía, y por eso se fue. Solo dijo que se iba porque me quería, porque no quería verme sufrir más por su causa...No supo nunca que ese fue el peor de los castigos que me hubiera ofrecido jamás. El no tenerla a mi lado, era tener un vacío en mi corazón y en mi memoria. El tenerla conmigo aunque fuera como amiga, me hacia sentir vivo, me hacía sentir con ánimos para continuar con mi existencia...se fue y mi mundo se vino abajo. Todo lo que creí sólido se derrumbó frente a mis ojos con solo su adiós.-
La voz de Eriol se hizo solo un susurro, como sino quisiera revelar su pasado. Tomoyo se levantó y se arrodillo a sus pies, recargando sus brazos en sus piernas, mientras lo seguía observando fijamente.
-Ella me escribía todas las semanas, pero sus cartas quedaban sobre la mesa, donde Nakuru las dejaba, nunca las tocaba, no las abrí nunca, jamás escribí una contestación...las cartas dejaron de llegar poco a poco, talvez porque jamás recibió ningún saludo de mi parte ¿Como podía hacerlo? ¿Como podía escribirle de regreso cuando cada palabra me lastimaba más que la anterior?. Después de eso, no supe de ella en más de dos años, dos largos y sombríos años en el que solo conocí la oscuridad. Preferiría no haber sabido de ella nunca más.- la voz serena y profunda del joven se quebró en ese momento, cubrió su boca con su mano, y cerró los ojos con fuerza, tratando de evitar que se llenaran de lagrimas.
-Una nueva carta llegó...era la invitación para su boda. Se iba a casar, había encontrado a una persona a quien amar. Amaba a alguien, como nunca logró quererme a mi. ¡Quería que fuera a su boda! ¡Me quería ver desmoronándome frente a sus ojos mientras ella era feliz!-
Tomoyo no sabía que decir, jamás había pensado el algún día llegar a ver a Eriol de aquella manera.
-La ultima carta que recibí de ella fue hace un año, lo que temí por tanto tiempo había sucedido. Un hijo...tenía un hijo...¡¿Como podía decirme eso con tanta felicidad?! ¡Me hizo a un lado sin que le importaran mis sentimientos en lo más mínimo!...lo peor es que no la odio...¡La amo Tomoyo! ¡Destrozó mi vida, pero la amo!..- Eriol ya no pudo contener más sus lagrimas, hundió su rostro entre sus manos, y comenzó a sollozar, mientras gruesas lagrimas comenzaban a caer sobre sus blancas mejillas...
El joven no sabía que hacer. No podía contener sus lagrimas por más que lo intentara. Por primera vez en toda su vida estaba llorando, él, la reencarnación del mago más poderoso de todos los tiempos, lloraba incontrolablemente.
Se estaba dejando ver débil ante otra persona, ante alguien que no conocía completamente, alguien que talvez se burlaría de él después...
Sin embargo, en lugar de recibir una burla de su parte, sintió el cálido abrazo de la persona. Los delgados brazos de la chica que estaba frente a él se aferraron a su cuerpo tembloroso con frenesí, como si ese contacto fuera el último que los dos compartieran.
El también la abrazó con emoción. No ocultó más sus lagrimas detrás de sus manos, ya no le importó que corrieran libremente a través de sus mejillas. Cayó al piso derrotado con la mujer entre sus brazos, estrechando su delgado cuerpo y derramando sus lagrimas en sus hombros...
Sintió un calor inusitado en su abrazo, un nuevo fulgor proveniente de su corazón, algo que lo quemaba por dentro y hacía que sus sentidos se pusieran alerta y su corazón se acelerara, algo que lo obligaba a quedarse en ese lugar y en ese momento...algo que le proporcionaba esa serenidad y paz en su interior, un sentimiento que hacía que todo el dolor se esfumara, que todo el remordimiento y el rencor desaparecieran de pronto.
Tomoyo sintió lo mismo al estar reconfortando al hombre, tenerlo ahí entre sus brazos, como nunca antes había tendió a nadie, era una experiencia que jamás olvidaría. Había empezado a sentir un cariño inmenso hacia él. Algo que la obligaba a retenerlo entre sus brazos, propiciándole suaves caricias en el cabello, susurrándole tiernas palabras al oído, con la intención de detener su sufrimiento. El verlo así la hacía sentir miserable. Sus lagrimas hacían que ella también compartiera su llanto en un pesar silencioso, aparentando fortaleza ante alguien que ya se creía derrotado, tratando de brindar apoyo a un hechicero, cuando ella, una simple humana, estaba apunto de darse por vencida.
Ninguno de los dos se separó el uno del otro, tenían deseos de estar unidos por lo menos aquella vez. No intercambiaron ni una palabra, el silencio entre los dos era más que reconfortante, el calor de sus cuerpos unidos, les brindaba las palabras que necesitaban.
Eriol sonrió por un momento. Tomoyo estaba con él. Ella había deseado estar a su lado por esa noche, sabiendo que en su propio mundo poseía todo con lo que era feliz. En cambio de todo aquello, estaba ahí, sintiendo el dolor que él experimentaba.
-Gracias por estar aquí a mi lado Tomoyo, en serio lo necesitaba.-
La mujer se separó de él, recargando su frente contra la del joven y sonriendo cariñosamente.
-¿Para que son los amigos?- preguntó seductoramente mientras limpiaba con sus dedos los últimos rastros de lagrimas de su rostro.
Sus manos se entrelazaron en un gesto desesperado. Pudieron sentir sobre sus rostros la respiración del otro, tan cerca, tan cálida...sus ojos se encontraron súbitamente, descubriendo la profundidad del ametista y el índigo, viendo más allá de la expresión, llegando más allá del alma...
¡Cuantos sentimientos reprimidos se podían encontrar en los ojos tristes y solitarios de otra persona! Como te podías encontrar reflejado en los pensamientos de otro ser humano, mientras descubres nuevas sensaciones recorriendo tu cuerpo como una descarga.
Un abrazo estrecho, otra caricia amorosa...y sus labios unidos al final.
¿Quien decía que el amor dependía de las palabras?
Continuara...
Hay dios mío...después de esto me van a golpear...además de que me tarde un ch... en terminar este capitulo, hago que casi no se entienda nada -_-.. bueno, veamos el lado positivo, ¡estuvo más largo! (creo) ojala y les haya gustado este capitulo, me siento muy orgullosa de haberlo terminado por lo menos antes de dos meses (ya es algo no??)
Por cierto, no crean que los dos van muy rápido, se supone que tenían sentimientos reprimidos en sus corazones, y los sacaron a relucir cuando la situación lo ameritó. (Tomoyo sabe aprovechar los buenos momentos) pero no por eso es una zorra ok?? nada de decir eso porfa...
Quisiera darle unas gracias bien gordas a las personas que han dejado reviews, ya que estos aumentan mucho mi autoestima: MGA FGA, Misaki, Ayin, Fuu, Hatsuko, The Dark y sol...GRACIAS POR SUS REVIEWS!! en serio se los agradezco!!! ^O^
Bueno, creo que eso es todo, estamos llegando al final de la historia, y me gustaría saber su opinión antes de que eso suceda sale??
Namárië!!!
Tiff
