La Sombra de Tomoyo
Capítulo VIII: "Un último recuerdo"
Eriol Hiragizawa despertó en la mañana con un fuerte dolor en el cuello, había dormido toda la noche en la pequeña estancia que se aislaba de toda la mansión, recostando su cabeza, en uno de los incómodos brazos del 'sillón del mal'.
Como había pasado hacia algún tiempo, la pequeña que había quedado en sus brazos antes de caer dormido, había desaparecido, y se encontraba seguramente en su habitación, yaciendo en su cómoda cama, mientras el despertaba adolorido.
Sobó su cuello antes de enfocar la vista en la habitación, encontrándose con que la mañana ya había hecho su aparición en ese olvidado marco de oro encima de la chimenea. El destello que se dejó ver de aquella repisa, deslumbró a Eriol por un momento...cosa muy extraña, ya que la noche pasada, se ese mismo sitio no reflejaba la más mínima luz.
El marco estaba limpio. Alguien lo había limpiado para él.
El ojiazul no recordaba muy bien lo que había hecho la noche anterior, solamente que la pequeña Tomoyo le había preguntado acerca de esa fotografía. Pero no recordaba haberla tocado después de eso.
Estaba casi seguro que había tenido un sueño con Tomoyo Daidouji en su parte adulta, pero no recordaba exactamente lo que había pasado. Podía recordar difusamente, algunas palabras que los dos habían intercambiado, una mirada piadosa que ella había puesto quien sabe porque, y una suave caricia que él le había dado al estar a su lado... pero nada más.
Sin embargo, sabía que su cuerpo intentaba decirle algo. Su cabeza le dolía a más no poder, como nunca, sentía los ojos cansados, y los labios le daban una sensación extraña al recorrer su lengua por ellos.
Sentía la garganta seca, las manos suaves, y una agradable sensación en su pecho...¿Que era?... calidez.
Una calidez que no había experimentado en mucho tiempo. Algo que lo hacía sentirse bien, a pesar de todos los malestares que su cuerpo experimentaba.
Miró su reloj de muñeca, y se asombró al observar lo tarde que era. Con un pequeño gruñido se levantó de su asiento, y se dirigió a su habitación para tomar una ducha.
Por alguna extraña razón no deseaba llegar a su cuarto para descansar. Tenía muchas ganas de ver a la chica del hospital. No importara que no le hablara, que no lo mirara, solo quería verla.
Salió de la casa al poco rato sin avisarle a nadie. No había tomado un bocado, ni siquiera había pasado a ver a la pequeña como era su costumbre cada mañana. Un deseo que se anteponía al hambre, ó al descanso, se había apoderado de él desde que había despertado.
Bajó del taxi que lo había transportado en pocos minutos, e ingresó al hospital rápidamente.
Cuando llegó a la habitación, se encontró con que el ambiente había cambiado un poco. Las cortinas estaban descorridas, y la figura que yacía en la cama, era iluminada majestuosamente por los rayos del sol.
Muchas flores de todos los tamaños y aromas, se acomodaban en cada rincón del lugar, dejando entrever entre sus hojas, las tarjetas de las personas que las mandaban. Algunas de ellas, eran de Shaoran y Sakura, que enviaban un ramo cada vez que podían. Las otras, de más abundancia, eran de los admiradores de Tomoyo que se ya se habían enterado del accidente en esos días.
Sin embargo, nadie estaba ahí. Muchas flores, tantas cartas, pero ninguna persona visitándola. Su madre, como le habían dicho hacia algunos momentos, se había ido a descanar a su casa después de casi tres días exhaustivos de hacerse cargo de su hija.
Talvez no fuera una mala persona después de todo. Talvez Tomoyo estuviera equivocada acerca de ella, y podría volver a darle otra oportunidad cuando abriera los ojos... si los abría alguna vez.
Todo en la habitación se veía más alegre y lleno de luz...excepto ese cuerpo tendido en la cama. De hecho, se veía que su aspecto no era el mismo de antes. Se veía más demacrada, más pálida, más...sin vida.
Y no podía comprender porque. Se suponía que si ella confiaba en él, comenzaría a recuperarse. Y había mostrado su confianza muchas veces en sus sueños...y no obstante, su aspecto era el mismo. Incluso peor.
No parecía que hubiera habido un cambio en ella. Y menos para bien.
Había algo, algo que la estaba alejando de nuevo.
A pesar de todo, Eriol no le dio mucha importancia. No parecía algo tan grave. Era talvez, solo un momento en el que ella se sentía deprimida, ó en el que estaba demasiado feliz como para regresar.
Más no significaba que se fuera a ir para siempre. Debía darle tiempo. No la quería obligar de nuevo, ese había sido el problema la primera vez.
Y estaba muy cansado para utilizar su magia de nuevo. Por lo menos en ese momento se iba a quedar sin entrar en su mente.
Se sentó a un lado de su cama, en una silla que había utilizado su madre, y se dedicó solamente a observarla. Estaba enferma, y sin embargo, su belleza seguía presente. Ni la muerte podía quitarle ese don.
Recargó sus codos en la cama, y miró a la chica con ojos inocentes, y una gran sonrisa en el rostro.
-Te vez muy linda cuando duermes ¿sabes?- susurró, mientras un leve sonrojo aparecía en sus mejillas. -Pero me gusta más ver el hermoso brillo ametista de tus ojos.-
Su mano se arrastró por las sabanas, tratando de encontrar aquella que permanecía reposando sin vida.
Entrelazo sus dedos con los de ella suavemente, mientras una sensación sublime le inundaba sus sentidos.
En ese momento, de pronto, como un recuerdo espontáneo, una imagen se antepuso ante sus ojos. Su mano se entrelazaba con la de la mujer desesperadamente, pero las dos, con vida.
¿En que momento de su vida se había visto de esa manera con Daidouji? Se veía demasiado real como para ser un sueño. Pero si fuera autentico no lo hubiera olvidado. No podría relegar algo así.
Acercó su mano a sus labios, besándola dulcemente, aspirando su débil aroma, tratando de recordar su suavidad.
Otra imagen instantánea, y un brinco en su corazón. Estaba en el suelo con Tomoyo entre sus brazos. Aspirando el aroma de su cuello, mientras ella acariciaba su cabello, con los ojos cristalinos.
¿Que significaba todo aquello? Cuando estaba en contacto con esa mujer, débiles recuerdos se le presentaban. Pero no evocaba el momento en que había sucedido...
Su mano alcanzó su rostro dormido, rozando sus mejillas gentilmente, trazando sus labios, removiendo los cabellos perdidos en su semblante. No podía describir lo que sentía al tocarla, era algo espléndido, soberbio... ¡Cuantas cosas podría haber mencionado!
-Regresa pronto Tomoyo.- le susurró al oído, antes de besarle la frente con ternura. La miró una última vez, y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
Caminó toda la mañana por la ciudad, sin tener otro pensamiento que la mujer a la que había visitado. Pensaba en que le diría en cuanto se recuperara, todas las cosas que tendría que contarle, los momentos que pasaría con ella después de su recuperación.
Su vida no sería igual que antes. No dejaría que volviera a creer que nadie la quería. Su madre, Sakura, Shaoran, incluso él, estaban ahí para ella. La vería sonreír de verdad, vería ese brillo en sus ojos como cuando era niña, escucharía su voz sin que fuera quebrada por el llanto...
No regresó a su casa esa tarde, encargándose de algunos asuntos aquí y allá, sus pensamientos revoloteando de los negocios, a la comida, a la escuela, a la chica ametista...
Las estrellas iluminaban ya el cielo cuando se vio frente al umbral de su casa, cansado, de todo un día fuera de ella.
-¡Ya llegue!- gritó con animo, esperando escuchar esos pasitos retumbando en la madera, mientras se acercaban corriendo a recibirlo.
Esperó. Pero estos no llegaron a sus oídos. De hecho nadie había ido a ver quien había llegado. La casa se veía oscura y solitaria, las risas que alguna vez se habían escuchado en la gran mansión, eran de pronto reemplazadas por el silencio de las sombras.
Se quedó extrañado, al mirar en la mesita a su lado, y no encontrar ningún mensaje de Nakuru. Ella siempre era muy cuidadosa en ese aspecto. Siempre que salía de casa, dejaba alguna nota diciendo adonde había ido, ó la hora a la que regresaría. Ahora no había nada.
El silencio lo inquietó un poco.
-¡Nakuru!- gritó, pero nadie respondió a su llamado. Corriendo subió las escaleras, encontrando la misma oscuridad de la estancia baja. Recorrió los pasillos, pero todo parecía desabitado.
Empezaba a impacientarse, cuando por fin alcanzó a distinguir una luz de bajo de una puerta. La de la habitación de Tomoyo-chan. Suspiró aliviado. Talvez todos estaban ahí, ocupados jugando, ó Nakuru leyendo un cuento...
Abrió la puerta lentamente. -¿Nakuru?-
La pelirroja estaba sentada en una silla al lado de la cama, con las manos hundidas en el rostro, sollozando incontrolablemente.
-Nakuru ¿Que sucede?- exclamó Eriol alarmado. Al ver en la cama a la pequeña recostada, pálida como un muerto.
La chica levantó el rostro, mirando a su amo con los ojos hinchados. Se arrojó a sus brazos sin decir palabra, reanudando su llanto con débiles susurros con su nombre.
-¿Que pasa Nakuru?- le dijo con la voz alta, sosteniéndola por los hombros.
-T-Tomoyo-chan...- susurró pausadamente, señalando a la pequeña en la cama.
Eriol la soltó, corriendo al lado de la pequeña. Spinnel-Sun se sentaba a su lado, con sus ojos llenos de preocupación, la niña no se veía nada bien.
Tenía unas grandes ojeras y su respiración era anormal. Sus mejillas estaban sonrojadas, y su frente estaba cubierta de un espeso sudor.
Tocó su cara con las manos ¡estaba ardiendo!
En su rostro apareció un gesto de horror, acompañado de un escalofrío en su espalda.
Para muchas personas, esa actuación hubiera sido exagerada. Un par de compresas frías, y unos cuantos antibióticos, hubieran bastado para aliviar un simple resfriado...sin embargo, tenían que razonar algo: Esa niña no era humana. Era solo una imagen creada por una mujer, un recuerdo prestado al mundo real.
¿Como podía enfermarse un simple holograma? Eso era lo alarmante.
-Eriol ¿Que pasa? ¿Como puede enfermarse?.- preguntó Spy, al ver la cara de su amo.
-Se supone que no puede.- respondió lentamente, tratando se pensar en lo que eso significaba.
-Entonces ¿Porque?-
Eriol se quedó pensando, su mente trabajando como nunca antes, tratando de buscar la causa a aquel fenómeno. Muchas cosas vinieron a él en aquel momento, entre ellas, todas las cosas que le había dicho a Tomoyo en todas sus visitas a su mente. Su sonrisa, su voz, su cabello, su cálido aliento... un último recuerdo lo alcanzó de nuevo de repente. Algo que no había visto la ultima vez, y que se permanecía oculto en su cabeza...
Por fin comprendía porque había sentido ese escozor anormal en sus labios, al despertar con los rayos del sol. Había tratado de ocultar lo último que había pasado la noche anterior, al tener entre sus brazos a Tomoyo.
¿Porque? Porque había sentido lo que había estado evadiendo por tantos años. Al momento de rozar sus labios con los de ella tan tiernamente, de saborear su esencia con tanta desesperación e ilusión, su corazón le había revelado a su mente y a su alma, la verdad que su lado conciente no quería aceptar...amaba a Tomoyo Daidouji.
Pero eso no le alegraba por el momento. En cambio, buscaba con más desesperación la solución a el enigma que tenia en frente
Sus ojos se abrieron en una mueca de horror, cuando se dio cuenta de la razón del porque la niña se encontraba en ese estado.
-Tomoyo se está muriendo.-
Continuara...
Oh dios mío, no puedo creerlo!! El penúltimo capítulo está listo!! Bueno, quería poner además del final, un pequeño epílogo. ¿Que les parece la idea?
Espero no tardarme tanto para escribir el final, quiero hacerlo bien, ya que sería el ultimo capitulo, no quiero que se decepcionen!! Por cierto, en cuanto termine este fic, estoy pensando en hacer uno nuevo (además de Amando al Enemigo) pero en este como que se cambian un poco los papeles...no se, talvez lo haga, talvez no...depende de ustedes!!
Por cierto, quiero agradecerles a todos por los reviews alentadores que me mandan: Gracias a MGA FGA, The Dark, Sol y Fuu Ustedes alegran mi día!! ^O^ y también a aquellos que leen la historia, ojala y les este gustando.
Esperen el siguiente capitulo!!!
Namárië!!
Tiff
Capítulo VIII: "Un último recuerdo"
Eriol Hiragizawa despertó en la mañana con un fuerte dolor en el cuello, había dormido toda la noche en la pequeña estancia que se aislaba de toda la mansión, recostando su cabeza, en uno de los incómodos brazos del 'sillón del mal'.
Como había pasado hacia algún tiempo, la pequeña que había quedado en sus brazos antes de caer dormido, había desaparecido, y se encontraba seguramente en su habitación, yaciendo en su cómoda cama, mientras el despertaba adolorido.
Sobó su cuello antes de enfocar la vista en la habitación, encontrándose con que la mañana ya había hecho su aparición en ese olvidado marco de oro encima de la chimenea. El destello que se dejó ver de aquella repisa, deslumbró a Eriol por un momento...cosa muy extraña, ya que la noche pasada, se ese mismo sitio no reflejaba la más mínima luz.
El marco estaba limpio. Alguien lo había limpiado para él.
El ojiazul no recordaba muy bien lo que había hecho la noche anterior, solamente que la pequeña Tomoyo le había preguntado acerca de esa fotografía. Pero no recordaba haberla tocado después de eso.
Estaba casi seguro que había tenido un sueño con Tomoyo Daidouji en su parte adulta, pero no recordaba exactamente lo que había pasado. Podía recordar difusamente, algunas palabras que los dos habían intercambiado, una mirada piadosa que ella había puesto quien sabe porque, y una suave caricia que él le había dado al estar a su lado... pero nada más.
Sin embargo, sabía que su cuerpo intentaba decirle algo. Su cabeza le dolía a más no poder, como nunca, sentía los ojos cansados, y los labios le daban una sensación extraña al recorrer su lengua por ellos.
Sentía la garganta seca, las manos suaves, y una agradable sensación en su pecho...¿Que era?... calidez.
Una calidez que no había experimentado en mucho tiempo. Algo que lo hacía sentirse bien, a pesar de todos los malestares que su cuerpo experimentaba.
Miró su reloj de muñeca, y se asombró al observar lo tarde que era. Con un pequeño gruñido se levantó de su asiento, y se dirigió a su habitación para tomar una ducha.
Por alguna extraña razón no deseaba llegar a su cuarto para descansar. Tenía muchas ganas de ver a la chica del hospital. No importara que no le hablara, que no lo mirara, solo quería verla.
Salió de la casa al poco rato sin avisarle a nadie. No había tomado un bocado, ni siquiera había pasado a ver a la pequeña como era su costumbre cada mañana. Un deseo que se anteponía al hambre, ó al descanso, se había apoderado de él desde que había despertado.
Bajó del taxi que lo había transportado en pocos minutos, e ingresó al hospital rápidamente.
Cuando llegó a la habitación, se encontró con que el ambiente había cambiado un poco. Las cortinas estaban descorridas, y la figura que yacía en la cama, era iluminada majestuosamente por los rayos del sol.
Muchas flores de todos los tamaños y aromas, se acomodaban en cada rincón del lugar, dejando entrever entre sus hojas, las tarjetas de las personas que las mandaban. Algunas de ellas, eran de Shaoran y Sakura, que enviaban un ramo cada vez que podían. Las otras, de más abundancia, eran de los admiradores de Tomoyo que se ya se habían enterado del accidente en esos días.
Sin embargo, nadie estaba ahí. Muchas flores, tantas cartas, pero ninguna persona visitándola. Su madre, como le habían dicho hacia algunos momentos, se había ido a descanar a su casa después de casi tres días exhaustivos de hacerse cargo de su hija.
Talvez no fuera una mala persona después de todo. Talvez Tomoyo estuviera equivocada acerca de ella, y podría volver a darle otra oportunidad cuando abriera los ojos... si los abría alguna vez.
Todo en la habitación se veía más alegre y lleno de luz...excepto ese cuerpo tendido en la cama. De hecho, se veía que su aspecto no era el mismo de antes. Se veía más demacrada, más pálida, más...sin vida.
Y no podía comprender porque. Se suponía que si ella confiaba en él, comenzaría a recuperarse. Y había mostrado su confianza muchas veces en sus sueños...y no obstante, su aspecto era el mismo. Incluso peor.
No parecía que hubiera habido un cambio en ella. Y menos para bien.
Había algo, algo que la estaba alejando de nuevo.
A pesar de todo, Eriol no le dio mucha importancia. No parecía algo tan grave. Era talvez, solo un momento en el que ella se sentía deprimida, ó en el que estaba demasiado feliz como para regresar.
Más no significaba que se fuera a ir para siempre. Debía darle tiempo. No la quería obligar de nuevo, ese había sido el problema la primera vez.
Y estaba muy cansado para utilizar su magia de nuevo. Por lo menos en ese momento se iba a quedar sin entrar en su mente.
Se sentó a un lado de su cama, en una silla que había utilizado su madre, y se dedicó solamente a observarla. Estaba enferma, y sin embargo, su belleza seguía presente. Ni la muerte podía quitarle ese don.
Recargó sus codos en la cama, y miró a la chica con ojos inocentes, y una gran sonrisa en el rostro.
-Te vez muy linda cuando duermes ¿sabes?- susurró, mientras un leve sonrojo aparecía en sus mejillas. -Pero me gusta más ver el hermoso brillo ametista de tus ojos.-
Su mano se arrastró por las sabanas, tratando de encontrar aquella que permanecía reposando sin vida.
Entrelazo sus dedos con los de ella suavemente, mientras una sensación sublime le inundaba sus sentidos.
En ese momento, de pronto, como un recuerdo espontáneo, una imagen se antepuso ante sus ojos. Su mano se entrelazaba con la de la mujer desesperadamente, pero las dos, con vida.
¿En que momento de su vida se había visto de esa manera con Daidouji? Se veía demasiado real como para ser un sueño. Pero si fuera autentico no lo hubiera olvidado. No podría relegar algo así.
Acercó su mano a sus labios, besándola dulcemente, aspirando su débil aroma, tratando de recordar su suavidad.
Otra imagen instantánea, y un brinco en su corazón. Estaba en el suelo con Tomoyo entre sus brazos. Aspirando el aroma de su cuello, mientras ella acariciaba su cabello, con los ojos cristalinos.
¿Que significaba todo aquello? Cuando estaba en contacto con esa mujer, débiles recuerdos se le presentaban. Pero no evocaba el momento en que había sucedido...
Su mano alcanzó su rostro dormido, rozando sus mejillas gentilmente, trazando sus labios, removiendo los cabellos perdidos en su semblante. No podía describir lo que sentía al tocarla, era algo espléndido, soberbio... ¡Cuantas cosas podría haber mencionado!
-Regresa pronto Tomoyo.- le susurró al oído, antes de besarle la frente con ternura. La miró una última vez, y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
Caminó toda la mañana por la ciudad, sin tener otro pensamiento que la mujer a la que había visitado. Pensaba en que le diría en cuanto se recuperara, todas las cosas que tendría que contarle, los momentos que pasaría con ella después de su recuperación.
Su vida no sería igual que antes. No dejaría que volviera a creer que nadie la quería. Su madre, Sakura, Shaoran, incluso él, estaban ahí para ella. La vería sonreír de verdad, vería ese brillo en sus ojos como cuando era niña, escucharía su voz sin que fuera quebrada por el llanto...
No regresó a su casa esa tarde, encargándose de algunos asuntos aquí y allá, sus pensamientos revoloteando de los negocios, a la comida, a la escuela, a la chica ametista...
Las estrellas iluminaban ya el cielo cuando se vio frente al umbral de su casa, cansado, de todo un día fuera de ella.
-¡Ya llegue!- gritó con animo, esperando escuchar esos pasitos retumbando en la madera, mientras se acercaban corriendo a recibirlo.
Esperó. Pero estos no llegaron a sus oídos. De hecho nadie había ido a ver quien había llegado. La casa se veía oscura y solitaria, las risas que alguna vez se habían escuchado en la gran mansión, eran de pronto reemplazadas por el silencio de las sombras.
Se quedó extrañado, al mirar en la mesita a su lado, y no encontrar ningún mensaje de Nakuru. Ella siempre era muy cuidadosa en ese aspecto. Siempre que salía de casa, dejaba alguna nota diciendo adonde había ido, ó la hora a la que regresaría. Ahora no había nada.
El silencio lo inquietó un poco.
-¡Nakuru!- gritó, pero nadie respondió a su llamado. Corriendo subió las escaleras, encontrando la misma oscuridad de la estancia baja. Recorrió los pasillos, pero todo parecía desabitado.
Empezaba a impacientarse, cuando por fin alcanzó a distinguir una luz de bajo de una puerta. La de la habitación de Tomoyo-chan. Suspiró aliviado. Talvez todos estaban ahí, ocupados jugando, ó Nakuru leyendo un cuento...
Abrió la puerta lentamente. -¿Nakuru?-
La pelirroja estaba sentada en una silla al lado de la cama, con las manos hundidas en el rostro, sollozando incontrolablemente.
-Nakuru ¿Que sucede?- exclamó Eriol alarmado. Al ver en la cama a la pequeña recostada, pálida como un muerto.
La chica levantó el rostro, mirando a su amo con los ojos hinchados. Se arrojó a sus brazos sin decir palabra, reanudando su llanto con débiles susurros con su nombre.
-¿Que pasa Nakuru?- le dijo con la voz alta, sosteniéndola por los hombros.
-T-Tomoyo-chan...- susurró pausadamente, señalando a la pequeña en la cama.
Eriol la soltó, corriendo al lado de la pequeña. Spinnel-Sun se sentaba a su lado, con sus ojos llenos de preocupación, la niña no se veía nada bien.
Tenía unas grandes ojeras y su respiración era anormal. Sus mejillas estaban sonrojadas, y su frente estaba cubierta de un espeso sudor.
Tocó su cara con las manos ¡estaba ardiendo!
En su rostro apareció un gesto de horror, acompañado de un escalofrío en su espalda.
Para muchas personas, esa actuación hubiera sido exagerada. Un par de compresas frías, y unos cuantos antibióticos, hubieran bastado para aliviar un simple resfriado...sin embargo, tenían que razonar algo: Esa niña no era humana. Era solo una imagen creada por una mujer, un recuerdo prestado al mundo real.
¿Como podía enfermarse un simple holograma? Eso era lo alarmante.
-Eriol ¿Que pasa? ¿Como puede enfermarse?.- preguntó Spy, al ver la cara de su amo.
-Se supone que no puede.- respondió lentamente, tratando se pensar en lo que eso significaba.
-Entonces ¿Porque?-
Eriol se quedó pensando, su mente trabajando como nunca antes, tratando de buscar la causa a aquel fenómeno. Muchas cosas vinieron a él en aquel momento, entre ellas, todas las cosas que le había dicho a Tomoyo en todas sus visitas a su mente. Su sonrisa, su voz, su cabello, su cálido aliento... un último recuerdo lo alcanzó de nuevo de repente. Algo que no había visto la ultima vez, y que se permanecía oculto en su cabeza...
Por fin comprendía porque había sentido ese escozor anormal en sus labios, al despertar con los rayos del sol. Había tratado de ocultar lo último que había pasado la noche anterior, al tener entre sus brazos a Tomoyo.
¿Porque? Porque había sentido lo que había estado evadiendo por tantos años. Al momento de rozar sus labios con los de ella tan tiernamente, de saborear su esencia con tanta desesperación e ilusión, su corazón le había revelado a su mente y a su alma, la verdad que su lado conciente no quería aceptar...amaba a Tomoyo Daidouji.
Pero eso no le alegraba por el momento. En cambio, buscaba con más desesperación la solución a el enigma que tenia en frente
Sus ojos se abrieron en una mueca de horror, cuando se dio cuenta de la razón del porque la niña se encontraba en ese estado.
-Tomoyo se está muriendo.-
Continuara...
Oh dios mío, no puedo creerlo!! El penúltimo capítulo está listo!! Bueno, quería poner además del final, un pequeño epílogo. ¿Que les parece la idea?
Espero no tardarme tanto para escribir el final, quiero hacerlo bien, ya que sería el ultimo capitulo, no quiero que se decepcionen!! Por cierto, en cuanto termine este fic, estoy pensando en hacer uno nuevo (además de Amando al Enemigo) pero en este como que se cambian un poco los papeles...no se, talvez lo haga, talvez no...depende de ustedes!!
Por cierto, quiero agradecerles a todos por los reviews alentadores que me mandan: Gracias a MGA FGA, The Dark, Sol y Fuu Ustedes alegran mi día!! ^O^ y también a aquellos que leen la historia, ojala y les este gustando.
Esperen el siguiente capitulo!!!
Namárië!!
Tiff
