La Sombra de Tomoyo.

Capitulo IX: "La esperanza muere al final".

La gran mansión Hiragizawa se divisaba a las altas horas de la tarde con aspecto lúgubre y espectral. Ni una luz en las ventanas, ni un ruido en todo el terreno, más que el de bestias nocturnas que habitaban en su enorme jardín.

¡Que diferente se veía aquella casa esa tarde en comparación con muchas otras anteriores! Imponiendo su tamaño majestuoso en una simple cuadra, siempre había llamado la atención de los vecinos. Mucho más aquellas veces que una pequeña de hermosa risa y brillantes ojos, jugueteaba con el pequeño gato negro de la mansión ó trepaba los árboles de cerezo al lado de una mujer pelirroja...

Sin embargo, y para desilusión de algunos que gustaban de observarla por su tierna belleza, no se encontraba más correteando por el jardín, ni arriba de los árboles, ni tendida sobre la cubierta rosa del suelo con su pequeño oso púrpura a su lado. Ya no estaba la pequeña de hermosos ojos ametistas, y muchos sabían en el fondo de su corazón, que ya no volvería.

El dueño de la mansión, un joven ojiazul y de presencia imponente, no era una excepción. Eriol Hiragizawa había sabido desde un principio que esa niña tenía que desaparecer algún día, y lejano o no, para su desgracia había llegado. No era del todo una desilusión el que ella tuviera que abandonarlos, ya que eso traería de regreso a aquella mujer dueña del recuerdo, pero...en esos momentos, su desaparición no era para bien.

A pesar de sus protestas, Eriol no tenía más que dos opciones: La primera era arriesgarse a entrar y traer de regreso a la parte adulta de Tomoyo, significando con esto la desaparición de la chiquilla, ó dejar que la pequeña se quedara, conllevando con ello la muerte de la adulta (un pequeño hechizo para retenerla le sería muy sencillo).

Tomoyo...¿A cual de las dos escoger? La pequeña le llevaba alegría a su casa todos los días, demostrándole siempre que tendría un cariño incondicional...pero la mujer, ella era a la persona que amaba. No le hubiera sido muy difícil escoger, pero no estaba seguro de que sus sentimientos por Tomoyo Daidouji le fueran regresados en la misma medida. Una pequeña que lo amaba en casa...ó una mujer que podía abandonarlo tal y como lo había hecho Kaho Mizuki. ¿Deseaba ver su corazón roto de nuevo?

...

Pero...no podía quitarle la vida a una persona, aun si eso significara ser rechazado de nuevo.

Con ojos tristes miró de nuevo a la niña que había estado con él en los momentos más tristes, que lo había amado con ternura y pureza, que le había enseñado tantas cosas a pesar de que él era la reencarnación del mago más poderoso.

-Gracias por todo Tomoyo-chan.- le susurró al oído con dulzura, suprimiendo con gran fuerza las lagrimas que amenazaban con salir. –Nos volveremos a ver.-

Una débil sonrisa apareció en el rostro de la pequeña...no estaba seguro, pero casi podía asegurar que la niña lo había escuchado, de alguna manera u otra, los dos se volverían a encontrar.

La insignia del mago Clow apareció bajo sus pies de una manera inesperada, haciendo que sus dos guardianes retrocedieran. La habitación se torno oscura a su alrededor, y Spinel-Sun y Ruby-Moon desaparecieron en el mar creciente de sombras. El firme hechizo de Clow Reed se escuchó pronunciado por la voz de su joven reencarnación, y después el mundo real desapareció de la vista del ojiazul...

Árboles de cerezo...el camino cubierto por una capa rosada...el suave viento rozando el rostro...los hermosos colores del atardecer en el cielo...la gran mansión iluminada por la luz... su casa. El hogar de Eriol se vio ante sus ojos como nunca antes en toda su vida. Majestuosa como siempre, enorme, con un gran jardín...pero bañada con una luz dorada divina. Sus ojos no la habían visto de esa manera, pero los ojos de Tomoyo Daidouji más observadores y entrenados, la habían apreciado en todo su esplendor, convirtiendo ese magnifico recuerdo en un lugar nítido y habitable en su propia imaginación.

Y ahí, como una magnifica figura plasmada en un lienzo contrastando con la perfecta escena, se encontraba una mujer de largos cabellos de ébano y expresivos ojos ametistas. La contraparte adulta de la pequeña que hacia unos momentos había encontrado enferma en una cama. Hermosa y perfecta como la última vez, pero con una mirada perdida en la soledad.

-Tomoyo.- el ojiazul estiró la mano hacia la figura que descansaba placidamente a los pies de un cerezo, pero no pudo alcanzarla. Sus dedos se toparon con una pared invisible que no lo dejaba acercarse más a la chica.

La mujer levantó la mirada hacia el recién llegado, y por sus ojos cruzó una luz de reconocimiento. –Eriol.- su rostro tuvo el titubeo de contorsionarse en una sonrisa, pero con gran voluntad se mantuvo impasible y sereno. -¿Qué haces aquí?- demandó mirándolo con fiereza.

-¿Qué estás haciendo?- preguntó Eriol suavemente.-¿Por qué construyes esta pared alrededor de tu memoria?-

-No quiero que te acerques- le contestó la joven impasible, retirándole la mirada de encima.

-¿Por qué?-

-Ya tomé una decisión Eriol.- dijo la chica pausadamente. –Me voy.-

El ingles sintió una puñalada por la espalda, y un temblor inesperado se filtro desde las rodillas hasta el cuello.

-¿Te estas dando por vencida?- la voz del ingles permanecía calmada, pero una extrema tristeza no dejaba mentir a sus ojos.

-Ya no quiero estar aquí.- espetó la chica evadiendo su pregunta. –Mi padre me a ofrecido un lugar mejor.-

-¡¿Qué estas diciendo?!- exclamó el chico azotando los puños contra la pared invisible.

-¡¿No te das cuenta de cual es ese 'lugar mejor'?! ¡Tu padre te esta ofreciendo la muerte!-

-Lo se.- fue su calmada respuesta.

-¿Lo sabes? ¿Estas aceptando a la muerte?-

-Si. En ese lugar podré estar feliz eternamente, al lado de mi padre.-

-Pero...¿Por qué?- los lindos ojos marinos se volvieron cristalinos mientras hablaba. -¡Prometiste que regresarías!-

-¡No te prometí nada Eriol Hiragizawa! ¡Solo te di una oportunidad!-

-¡¿Y no me gane tu confianza?!¡¿No intente todo para mantenerte aquí?!- le exclamó golpeando con más fuerza la pared. -¡¿Qué otra cosa debía hacer?!-

-¡No podías hacer nada!- la japonesa se levantó de su asiento y se paró con fuerza frente al chico, con cuidado de no tocar el muro que los separaba. -¿No entiendes? Esta es mi decisión, lo que yo estoy eligiendo. ¿Por qué insistes?.-

-No puedo dejarte aquí.- la voz fuerte de Eriol, siempre imponente y serena, se había quebrado hasta llegar a solo un susurro, su cabello cubría sus ojos, sin que él tuviera la fuerza de levantar la mirada. –Y-Yo...simplemente no puedo.-

-¿Por qué regresaría Eriol?- la chica por fin se calmo, su voz regresó a ser aquella dulce y amable que él recordaba con tanto cariño. –Mírame. Es patético en lo que me he convertido ¿Quién soy yo para los demás? ¿Cómo me ven las otras personas? Como una sombra. Nada más como una tonta que va detrás de los demás, porque creen no tiene la capacidad de brillar por si misma.-

La voz de la chica se cortó, y de sus ojos por fin brotaron lágrimas de tristeza.

-¿Cuál sería la diferencia? Nada cambiaría si yo no regresara. No soy necesaria en ese lugar.-

-¿Qué te hace pensar eso Tomoyo? Sakura, Shaoran y tu madre, ellos...-

-Ellos no necesitan a nadie más.- le interrumpió suavemente.- Sakura y Shaoran se tienen el uno al otro, y mi madre nunca se a preocupado por mi realmente... Hay que aceptarlo Eriol, yo ya lo he hecho ¿Quién me extrañaría de verdad? ¿A quien le dolería el que yo no regresara?-

...

-A mi.- dos lagrimas cristalinas por fin resbalaron por las mejillas de Eriol, dejándolo ver vulnerable de nuevo. Sin embargo, esa vez no le importó. No lloraba porque fuera débil, sino por el dolor que le causaban las palabras de aquella mujer. Levantó la mirada con valentía y la miró a los ojos. –Yo te necesito.-

La ametista se quedo sin habla. Había esperado miles de argumentos departe de aquel mago: Los placeres de la vida, lo majestuoso del mundo, lugares que ver, cosas que disfrutar, el dinero, los amigos, sus padres, su vasta fortuna, sus tierras, su hermosa presencia...Había preparado una respuesta para todas y cada una de ellas con absoluta precisión, esperando ganar aunque sea una vez, aquella pelea intelectual en la que siempre era derrotada por el joven índigo...sin embargo, jamás hubiera esperado aquello...

¿Sería capaz de responderle fríamente como lo había planeado con un discurso económico? ¿Podría mantener su palabra de no regresar después de ver los ojos marinos llenos de lágrimas, la voz quebrada y el sentimiento de tristeza en el pecho?

...

¿Seguiría a su padre después de escuchar los verdaderos sentimientos departe del chico al que amaba?

-Por favor Tomoyo, quédate a mi lado.- la mano blanca del chico se deslizo con suavidad por la pared de cristal que lo separaba de la ametista, mientras le sonreía con sinceridad.

La mano de la heredera Daidouji se levanto frente a su rostro con lentitud, borrosa gracias a las lagrimas de la joven, y se unió con un movimiento tembloroso al sitio en el que se depositaba amorosamente la mano del ojiazul.

La pared desapareció, y las pieles hicieron contacto. Un sentimiento mutuo de calidez se difundió por los dos cuerpos, y se sonrieron mutuamente. Eriol la atrajo a su lado en un cariñoso abrazo, hundiendo su rostro en su fragante cabello. Pero ella no se movió. No lo estrecho también entre sus brazos como hubiera querido, no le pronunció las palabras que sus oídos anhelaban con escuchar.

-No...puedo Eriol.- le susurro la chica con tristeza, aguantando las ganas incontenibles de echarle los brazos al cuello y romper en sollozos.

-¿Qué?- le dijo él en voz calmada, sin despegarse de su lado.

-Yo... ya no puedo regresar.-

-¿Qué estas diciendo?- se separó de ella y le sonrió. -¡Claro que puedes! Solo tienes que cruzar la barrera que une este mundo al otro y...-

-No entiendes Eriol...yo...ya he entregado mi alma.-

-¿Qué?- intento expresar calmadamente, pero cierta preocupación empezaba a apoderarse de él. –No pudiste haber hecho eso. Ya estarías muerta.-

La joven sonrió tristemente, evadiendo la mirada índiga.

-Todavía no estas muerta.- le contestó cariñosamente, tomando el rostro níveo entre sus manos. –Te vi antes de venir aquí (bueno, a la pequeña Tomoyo) y aun no era tarde.-

Tomoyo se despegó del objeto de su cariño, retrocediendo unos pasos. Lo miro, y le sonrió.

-Adiós.- le dijo por fin, sin quitar la linda expresión de su rostro. Y antes de que Eriol pudiera hacer algo, la pared cristalina reapareció entre los dos, separándolos una vez más.

El ojiazul sintió que el mundo se le venia abajo. Se quedó paralizado en su sitio unos instantes después de que la chica se hubiera separado de él, recuperando la conciencia y movilidad de su cuerpo al escucharla pronunciar sus últimas palabras.

-¡No!- el joven embistió con fuerza la pared que los separaba varias veces, soltando puñetazos a un enemigo invisible, mientras gritaba con fuerza el nombre de la chica al otro lado del cristal. Pero ella solo sonreía. Parecía no escucharlo, parecía que ahora esa pared no solo le negaba el paso, sino que también amortiguaba el sonido de su voz.

Cansado de no recibir respuesta, se detuvo, y miró al frente, encontrándose con los ojos ametistas. Lo miraban de una manera amorosa que el nunca había visto en nadie más. No pudo oír su voz, pero sus labios le pronunciaron claramente unas palabras...

-Te amo.- y con eso, la chica desapareció. Todos los recuerdos que permanecían detrás de ella se esfumaron en un remolino de color, dejando lo que había sido un hermoso jardín bañado en la luz de la mañana, en un abismo negro y profundo.

Temblando, Eriol esforzó la vista hacía la negrura, esperando encontrar una luz que le dijera que todo reaparecería de nuevo, que Tomoyo estaba viva, y que de un momento a otro saldría de la oscuridad, corriendo a sus brazos y diciendo que podía regresar...sin embargo, nada apareció. Ya ningún sonido provino de las tinieblas que se zurcían delante suyo, y ella no regresó.

...

Sus ojos se abrieron, deslumbrados por la luminosidad matutina. El hermoso espejo índigo que algún día se había visto iluminado por un brillo de ilusión y una chispa de alegría, se habían esfumado completamente, dejando atrás oscuridad y tristeza.

Levantó su cabeza de la cama, y miró delante de él. Como había temido desde antes de abrir los ojos, la pequeña que se había encontrado en la cama a su lado cuando se había quedado dormido, había desaparecido. El único indicio que quedaba, de que algún día había estado ahí, era un pequeño osito violeta de peluche.

Comprendió rápidamente lo que había ocurrido. Tomoyo Daidouji estaba muerta.

Ni siquiera se dio cuenta de la presencia de sus guardianes a su lado, cuando tomo el pequeño juguete entre sus brazos, y lo abrazo con cariño, sollozando silenciosamente en su superficie suave. Su delicado olor aun estaba impregnado en él...

Se levantó con trabajo, sin limpiarse la cara, y salió corriendo de la habitación, lejos de ese lugar, lejos de su casa. Corrió como nunca antes en su vida por las calles de la ciudad, empujando a cualquiera que se metiera en su camino, dejando que la caricia del viento limpiara su cara que no quedaba seca

Un último deseo se había apoderado de su corazón al final, una última voluntad por la que hubiera dado cualquier cosa en ese momento: Volver a verla.

Tenía que verla una última vez aunque eso significara presenciar su pérdida. Estrecharía su cuerpo lívido una vez más, y besaría sus labios amoratados aunque ya no pudieran corresponderle, para después acompañarla hasta donde hubiera llegado. Le había prometido alguna vez que no la dejaría sola, que se quedaría a su lado...y si tenía que cumplir esa promesa aun más allá de la misma muerte, lo haría.

Subió las escaleras con premura, y corrió por el pasillo que no volvería a ver. Se paró delante de su puerta, y contuvo la respiración, mientras su mano temblorosa giraba la manija.

Abrió la puerta lentamente y asomó la cabeza por la abertura...

Sus ojos se posaron rápidamente en la cama vacía, observó que los aparatos que habían estado conectados a su cuerpo estaban echados a un lado, y todas las flores de regalos pasados habían sido removidos.

-Tomoyo...-susurró levemente al viento, mientras más lagrimas resbalaban por sus mejillas.

...

-Eriol...- el joven levantó la cabeza al escuchar la voz...y ahí, a un lado de la ventana, bañada por los rayos de sol, Tomoyo le sonrió.

FIN.

UJUUUUUU!!! Un aplauso de mi para mi!!! Es por mi cumpleaños!!! Bueno, un poco adelantado, pero nada me podía hacer más feliz que terminar uno de mis fics, digo, siempre los dejo a medias...pero acabe este!! No completamente por supuesto, falta un pequeño epílogo, contando que paso con los personajes y todo eso, espero que les guste, aunque todavía no tiene fecha de salida...

Por cierto gracias por la paciencia que me mostraron, estoy conciente de que me tarde mucho más de lo debido, pero de todos modos gracias por esperar y mostrar interés, solo los constantes recordatorios me ayudaron a continuar.

Les agradezco todo el apoyo que me han brindado, las regañizas, las cartas explosivas, los Howler, y los envíos de asesinos orcos...gracias por leer mi fic, y darme la alegría del día con un review. A todas las personas que lo hicieron, y a las que no, de todos modos: GRACIAS!!

Tiff

Pd: Esperen el epílogo!!

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