Disclaimer: Lo de siempre, todo este mundo es el de J.K. Rowling, y yo sólo escribo esto para entretenerme, si es posible entretener a los demás y para no gastar dinero en otras cosas el tiempo que paso escribiendo.
Comentarios: Este fic está basado en "Harry Potter y el Prisionero de Azkaban", concretamente después de la huida de Sirius y Buckbeak y tiene como característica principal un casi nulo argumento o futuro. Va a ser un fic corto de dos capítulos con la excusa de hacer un Slash Severus Snape / Walden McNair, que se me ocurrió hace un tiempo al releer el citado libro. Este primer capítulo no tiene nada de Slash, por lo que es G, pero el siguiente saltará a R. SI NO TE GUSTA EL SLASH TE RECOMIENDO QUE NO LO LEAS, Y SI LO HACES NO TE SORPRENDAS DE QUE SEA SLASH, que ya está avisado.
Reviews, please ^_^ , aunque sea para decirme que es una mierda y que no la siga¿Acaso has llevado un mal día?
- ¿Puede volver a explicarme cómo ató a la bestia? – McNair parecía lívido; sin saber muy bien que hacer. Se levantaba y se sentaba constantemente de la silla, para volver a asomarse a la ventana que estaba orientada hacia el huerto de calabazas de Hagrid. Allí el grueso árbol al que había estado encadenado Buckbeak se erguía solitario, azotado por una leve brisa, movía sus ramas como burlándose del verdugo de la Comisión para las Criaturas Peligrosas. La cuerda que firmemente estaba amarrada a él por un extremo tenía la otra punta deshilachada y solitaria.
- Ya se lo he repetido cuatro veces... ¿qué parte no ha entendido? – suspiró Hagrid. El cansancio por el interrogatorio no lograba disimular su enorme alegría: Su querido hipogrifo se había escapado de una muerte horrible e injusta.
- ¡¡ No me importa si me lo tiene que repetir mil veces!! – chilló McNair con su aguda voz - ¡ Sepa usted que haber soltado intencionadamente a una bestia condenada a muerte supone un delito tipificado en el Decreto Regulador de Tenencia y Control de Criaturas Peligrosas! – Se apoyó en la mesa, inclinándose hacia Hagrid, para mirarlo amenazadoramente y prosiguió, suavizando su voz – Si se prueba que usted lo soltó intencionadamente, el castigo será muy, muy severo...
- Es suficiente, McNair – interrumpió Fudge, al parecer bastante descontento con la situación – Hagrid no lo ha soltado. Todos lo hemos visto antes de la apelación, hace media hora, atado y bien atado, y Hagrid o se ha separado de nosotros –Suspiró y se secó el sudor con un pañuelo – Lamentablemente, el hipogrifo se ha escapado.
Dumbledore, que había permanecido callado todo el tiempo, pareció dudar un segundo, y con una chispa extraña en sus ojos, se levantó y apoyó sus manos en los hombros del hombre alto y moreno:
- ...Voló, señor McNair
La única contestación que recibió fue un bufido. McNair miró hacia el otro miembro de la comisión, un hombre terriblemente anciano, que parecía más preocupado por poder respirar que por el proceso. Tras un intercambio de frases de cortesía, ambos salieron hacia Las Tres Escobas, donde tenían alquiladas un par de habitaciones para pasar la noche.
Tras una rápida cena, cada uno se instaló en su habitación. Las horas pasaban en el reloj de McNair, pero no lograba conciliar el sueño. Miró por la ventana el pueblecito dormido, que conservaba a esas horas pocas luces encendidas. Medianoche. Madrugada.
Su enfado no era sólo por el hecho de no haber podido ajusticiar al hipogrifo, aunque tenía que reconocer que disfrutaba de forma casi enfermiza con su trabajo, pero también estaba furioso por saber que al día siguiente le esperaba una desagradable conversación con Lucius Malfoy.
Lucius y él habían sido amigos desde los once años, cuando ambos entraron sorteados a la Casa Slytherin y, por suerte o por desgracia, conocía demasiado bien al rubio como para saber que se pondría furioso por saber que el hipogrifo que atacó a su hijo había escapado, y que lo pagaría con la primera persona que se le cruzase, es decir, él mismo.
"Espero que luego se disculpe con un buen vino", pensó acongojado.
Con un suspiro, se incorporó completamente y se desnudo. Tras una ducha rápida, dudó entre llamar abajo para que le subieran algo de beber y comer o bajar el mismo. Lo que era obvio es que necesitaba un trago.
Unos minutos después, estaba en la barra de Las Tres Escobas, pidiendo una jarra de medio litro de hidromiel caliente con especias. Decidió dejar la comida para el desayuno del día siguiente, ya que el dinero que le daban para dietas en el trabajo no era especialmente generoso, y además no cobraría el dinero que le iban a pagar por matar al hipogrifo.
El bar estaba bastante vacío, aunque como siempre aún había gente en la barra y en algunas de las mesas. Estaba abierto las 24 horas del día, cosa poco usual y de agradecer en la zona. Sorbiendo lentamente la bebida, observó a su alrededor, con un mohín de desagrado hacía las personas que hablaban, jugaban a las cartas o simplemente se sentaban a beber en el local. De pronto, sus ojos se cruzaron con una cara bastante familiar...
En una de las mesas más apartadas y pegadas a la pared estaba sentado el mismísimo Severus Snape. Vestía su usual ropa negra, pero su cara estaba más pálida y cetrina que de normal. McNair observó que parecía muy nervioso, ya que se frotaba las manos y se revolvía el grasiento pelo con unos gestos compulsivos poco comunes en el muy contenido Snape. Con gran parsimonia, agarró su jarra y se dirigió hacia la mesa, sentándose en la silla que estaba vacía enfrente del profesor de pociones.
- ¿Mal día, Severus? – Snape había mantenido la cabeza baja y no había dicho esta boca es mía al ver a McNair aproximarse y sentarse en su mesa, pero cuando el verdugo habló, levantó la vista para enfrentar sus ojos y volvió a tocarse la cabeza y la cara de forma compulsiva...
- No – Su voz era más grave de lo habitual, como si estuviese algo afónico, pero conservaba su tono sarcástico y faltón hasta la médula – Ha sido un día cojonudo... Haré una señal en el calendario para acordarme el año que viene y celebrar un día tan memorable.
McNair sonrió burlonamente, y tras un tenso silencio, hizo un gesto que podía interpretarse como "yo también he tenido un día de perros" o como "no puede ser tanto comparado con mi día". Snape pareció entender lo segundo, porque lo miró con irritación y tras apurar su vaso de un sorbo, se recostó en la silla y lo retó:
- ¿No has llevado un buen día, Walden? ¿Acaso se te rompió el cordón del zapato y tuviste que conjurarte otro?
- Tuve que venir hasta aquí para participar en una apelación por la vida de un hipogrifo y, si era necesario matarlo... Fue hallado culpable y al ir a ajusticiarlo se escapó. Ahora estoy haciendo noche aquí en vez de poder irme a casa porque mi compañero de trabajo y miembro del Consejo de Criaturas Peligrosas es nada menos que la momia de Tutankamón y mis jefes piensan que si viaja más de ciertos kilómetros al día puede morirse por el camino.. Ah! – una sonrisa que no llegó a sus ojos hizo que sus labios se separaran, enseñando una fila de dientes brillantes – y mañana después de aclararlo todo en la oficina, tendré que ir a comunicárselo en persona al señor Malfoy, que estaba muy interesado en la ejecución del bicho porque había atacado a su hijo, y se desquitará del disgusto en mi persona.
- Lo cierto es que el hijo de Lucius actuó como un imbécil – Dijo Snape muy suavemente.
- ¿Cómo? – McNair se sorprendió, ya que aunque Snape no fuese amigo personal suyo, sabía que si tenía una estrecha relación con Lucius, por lo que era curioso que calificase a Draco de "imbécil"
- ¿No sabes por qué le atacó el hipogrifo? – Snape torció el gesto en una pequeña mueca que intentaba ser una sonrisa despectiva
- .......- McNair negó con la cabeza. No se le había pasado por la cabeza; él sólo los mataba.
- El animal se inclinó ante él, por lo que pudo acercársele, y mientras le acariciaba le llamó "bestia asquerosa"
El verdugo prorrumpió en sonoras risotadas, intercalando comentarios ofensivos sobre el hijo de Lucius y su "falta de toque". Snape pidió una botella de Vodka y un par de vasos y ambos brindaron a la salud de Draco Malfoy. Tras un poco más de charla distendida, McNair le preguntó a Snape qué le había pasado por el día.
Por supuesto, se arrepintió al momento. La cara de Snape se puso del color de la lecha agria y sus manos cayeron pesadamente sobre la mesa. Nunca era una persona especialmente alegre, pero los comentarios acerca del hipogrifo parecían haberle hecho olvidar momentáneamente sus preocupaciones.
"¿Por qué se las habré tenido que recordar?, bobo".
- Pues verás – Snape tomó de un trago su vaso y se sirvió más – resulta que el famoso Harry Potter y sus amigos habían sido secuestrados por Sirius Black, con ayuda del profesor de DADA, Remus Lupin, que a su vez es un licántropo, y yo, accidentalmente y por un mapa, descubrí donde los tenían retenidos, y en vez de dejar que los matasen como los idiotas que son y sen merecen, me hice el héroe y fui allí a rescatarlos, y ellos me lo agradecieron poniéndose del lado del asesino y del hombre-lobo y haciendo que me estrellase contra una pared y perdiese el conocimiento.... Y cuando despierto, resulta que el hombre lobo se había transformado, que los dementores nos tenían rodeados y que Black casi se escapa, alguien conjura un Patronus y queda todo vacío, así que decido conjurar camillas para todos, atando firmemente a Black en una de ellas, y cuando parecía evidente que un dementor lo iba a besar, yo iba a ser recompensado y todo este asunto terminaría, Potter (no me preguntes cómo) logra salvarlo, dejándome a mí en el más completo de los ridículos. – Tomó aire, ya que había dicho todo sin respirar, y sorbió un poco de su vaso.
Enfrente suyo, McNair lo miraba con la boca abierta, como si el hombre que tenía enfrente fuese un hipogrifo hablando en pársel.
- Pero... pero...
- No te esfuerces, Walden, hay partes de mi historia que no entiendo, porque no estaba consciente, y otros no parecen coherentes, pero te juro por Salazar Slytherin que ha sido como te lo he contado.
McNair suspiró, volviendo a llenar los vasos.
- Realmente, creo que tu me ganas a mal día
Severus sólo asintió. Continuaron bebiendo, hablando de todo y de nada, hasta que la botella se terminó, junto con una segunda. Mc Nair se estaba mareando bastante y empezaba a coordinar las frases con grandes problemas, mientras que Severus parecía completamente sobrio, a excepción de un curioso brillo en los ojos y algo de color en las normalmente pálidas mejillas. McNair sonrió ante esto: la verdad es que Severus parecía bastante menos fiero con ese color rosado en la cara, tan típico de un bebé. Aunque claro, no iba a ser él quien se lo comentase...
En esto se encontraba ambos cuando Lissy Flatt, una de las camareras que atendía el mostrador por la noche, se acercó a la mesa para informar a Snape que el Director Dumbledore estaba en la chimenea esperando para hablar con él. Con un gesto de desgana, Severus se levantó de la silla y se fue detrás de la joven, dejando a Walden sólo en la mesa.
Tras unos minutos, Snape regresó con un gesto homicida en el rostro. Mc Nair le miró sorprendido, esperando una explicación. Snape cogió la toga que había abandonado en un perchero cercano y se la echó sobre los hombros.
- Tengo que ir a Hogwarts – dijo ásperamente – el Director necesita hablar conmigo acerca de cierto licántropo y otros asuntos...
El verdugo se rascó la cabeza. Si Severus se iba, eso significaría quedarse sólo hasta que la momia de su jefe se despertase, y su compañía había sido realmente más agradable de lo que se hubiese podido imaginar. Además, aunque nunca lo reconocería, se moría de ganas por saber que era lo que Dumbledore quería hablar con Snape.
- Te acompaño... – Snape le miró inquisidoramente - ... si tu quieres, claro.
- De acuerdo, pero no sé si a Dumbledore le parecerá bien que estés presente - Snape parecía titubear. Mc Nair le lanzó una malvada sonrisa.
- Quien sabe – sus ojos chispeaban – Si es por el licántropo, a lo mejor, con lo que queda de noche,... no me voy del colegio otra vez sin tener que sacrificar a una bestia.
Los pocos clientes y camareras se volvieron asustados al oír a los dos mortífagos reír de forma macabra y aterradora. Nadie los echó de menos cuando pagaron y salieron al exterior del establecimiento, Mc Nair pasando un brazo por los hombros de Severus, bien como signo de confraternidad, bien para no tropezar con sus propios pasos.
