PARTE 16

Las dos semanas que le siguieron a la batalla fueron extensamente duras e interminables para nosotros, sobre todo para Harry. Por más que Sirius, Remus, Arabella, Lidia, yo... ¡Hasta McGonagall le ofreció su comprensión! Pero nunca vi tan vulnerable, tan sensible, a Harry. Jamás iba a volver a mostrarnos esa debilidad, no iba a permitir volver a flojear su valor y su moral, su conciencia. Si alguna vez tuve más miedo del suicidio de parte de mi amado, fue en esas dos semanas. Juro que no le quitaba los ojos de encima. Tanto miedo tenía de que se dejara llevar por su oscuridad interna...

Recuerdo que a las doce y media de esa maldita noche, observaba a Harry tendido en una de las camas de la enfermería. Madam Pomfrey aseguraba que estaba delicado: había gastado más energías de las debidas y estaba delirando en fiebre. Esa noche no dormí, no me aparté de su cama en ningún momento. Hablaba en sueños, suplicaba en sueños, gritaba en sueños... Esa noche se me hizo incesante. Creo que le pasó lo mismo a Sirius, quien tampoco se apartó de su lado. No sé qué me sucedía, pero tenía terribles ganas de sollozar. Sin embargo, no lo hice. Sabía que si me desesperaba, si lloraba, no sería la Hermione madura y positiva que Harry necesitaría esas dos semanas. No quería fallarle. Y espero no haberlo hecho.

Todavía tengo miedo de recordar...    

~*~

Sirius apretó la mano de Hermione con una débil sonrisa de apoyo al ver que los ojos almendrados de ella estaba comenzando a inundar de lágrimas cristalinas. Mione le agradeció el gesto con otra sonrisa de devolución y recorrió lentamente con la mirada la enfermería. Madam Pomfrey estaba revisando a Harry a unos pocos metros de distancia del lugar donde se encontraba con Sirius. Todo lo demás estaba como siempre, sin ninguna anormalidad.

Arabella, Remus y Lidia entraron batidamente e inmediatamente se aproximaron a ellos. Los ojos marrones opacos de Bella estaban abultados por las lágrimas, al igual que los de Lidia, quien sin pensarlo, abrazó a Hermione fuertemente. Remus estaba bastante desalineado, seguramente tomado de sorpresa por Bella en su "despacho". Lupin apoyó su mano izquierda en el hombro de Sirius y le ofreció una sonrisa que proporcionaba seguridad.

~*~

Lidia, mi madre, trató de demostrarme apoyo y confianza, para que no cayera en la depresión. Pero yo estaba ajena a lo que sucedía a mi alrededor. Cada segundo era una espantosa tortura, en el recuerdo de lo sucedido. Lilian siendo besada por última vez por Ron, Weasley cayendo sutilmente al suelo, a pocos metros de distancia de donde yo me encontraba... En esas imágenes se mezclaba la voz de Dumbledore informándome de la muerte de Amanda y tiempo después, en Halloween, cuando me informó de mis lazos familiares auténticos. Había leído casos así en libros, ¡hasta en películas muggles!, Pero vivirlo en primera persona... Estremecedor. Sin evidencia, salvo los cadáveres tendidos en la hierba humedecida por tanto rocío y sangre. Los recuerdos no eran reales, ¿o sí? Estaba tan confundida, tan dolorida. ¿Qué me importaba los abrazos cálidos y sonrisas de respaldo? Tenía miedo del pasado, de que fuera una realidad, del presente, del ver a Harry tan... inconsistente, del futuro... De que todas las penas le llevaran a él o a mí dejarnos llevar por la muerte, por el suicidio. Miedo era lo único que yo sentía en mi sangre.

~*~

- Tranquila, Herm, todo estará bien... – Le aseguró con vivacidad su madre mientras no dejaba de abrazarla y rodearla con sus brazos acogedores. ¿Cuántas veces habían asegurado eso, sin fundamento? ¿Cuántas veces?

- Nada será igual, mamá... – Murmuró con resentimiento, con furia. El pasado modificaba al futuro. Lidia se separó lentamente y le acarició su pálido rostro.

- ¿Qué sucedió, Mione? – Preguntó Remus con cuidado y sutil curiosidad. La muchacha simplemente dejó que una gota de sustancia salina navegara libremente por su rostro.

- Mataron a Lilian y a Ron, Remus, los mataron. – Se aferró bruscamente al brazo del licántropo en busca de comprensión. Remus intercambió miradas rápidas con sus tres amigos antes de acariciarle el cabello castaño a la joven.

- ¿Dónde, Mione? ¿Cuándo? ¿Quién...?

- El Bosque del Mal de Ojo... Hace una hora, creo. – Respiró hondo antes de continuar. – Voldemort. Para cobrar venganza...

- ¿Cobrar venganza de qué, Mione?

- Venganza a Harry, venganza del desafío que le ofrecía... Venganza de la resistencia. Venganza de todo... – Y no sabían cuanto valor tenía esa última oración. No sobrellevó más y dejó que las lágrimas la vencieran aunque sea por unos minutos. Gimió de dolor interno, de la opresión de las memorias. Se tapó el rostro con las manos durante unos pocos minutos, hasta que volvió a percibir que la abrazaban.

- Tranquila.

~*~

En ese momento recuerdo que paré el llanto. No me dejé ceder, ya habría otro tiempo para sollozar. Ellos necesitaban saber qué había pasado y cómo. Pero no encontraba las fuerzas para hacerlo. Obviamente, recordé la promesa que la había hecho a Ron y a Lily: regresar por ellos. Pero... era dueña de mi silencio pero esclava de mis palabras. No pude después de tanto sollozo armar y emitir una oración coherente. Necesitaba tiempo para meditar y ordenar ideas. Para lo único que hablé fue para pedirle algún pergamino a Remus. Hacía mucho tiempo que me di cuenta que la escritura era un modo de descargarse, de tranquilizarse. Inmediatamente me entregó uno y me las ingenié para hallar una pluma y algo de tinta, no me importó el color (creo que era verde oscura.) Ante las miradas curiosas y preocupadas de los Merodeadores, deslicé mi pluma por el pergamino durante más de cuarenta minutos. Descargué mis pensamientos, mis recuerdos, mis conclusiones, mis anhelos, todo cuanto se me cruzara por la mente...

Actualmente, creo que ya no lo tengo. Pero sí que lo guardé. Me pregunto donde habrá quedado...

El caso es que relaté el encuentro totalmente detallado, más mis pensamientos. Se lo tendí a los Merodeadores que rápidamente lo leyeron. Remus salió de la enfermería a avisarle a la Orden del Fénix de la misión que tenían encargada y... Sirius se limitó a acercarse a Harry y apretarle la mano que descansaba suavemente sobre las colchas de la cama. Lidia no dejó de estrecharme las manos y acariciarme. Mm... Me negué al cariño y por primera vez comprendí parcialmente lo que había sentido Harry tras la muerte de Cedric, Amanda, Sean, Severus, Albus... No quería recibir el cariño que pensaba que no merecía o no necesitaba, o simplemente, no lo deseaba. Yo no poseía ganas de un abrazo, ni de caricias, ni... nada. Solamente deseaba el descanso de la vida, de la muerte y del tiempo. ¡Qué el tiempo se hubiese detenido! Dominar el tiempo para cambiar el pasado. Y mis ojos suplicaban por descanso, pero no quería. No, no iba a dormir tranquila.

~*~

- Necesitas descansar, Herm. – Sugirió Sirius tras un rato de largo e incómodo silencio.

- No podría conciliar el sueño, Sirius. Tendría un sueño bastante intranquilo, para no decir terrorífico.

- Una poción para dormir, capaz... 

- Quiero conseguir una paz interna, y no la lograré sin entenderme o tranquilizarme, por lo menos. Una poción simplemente es un apaciguador. Luego, llegará con más potencia, y no quiero que eso suceda...

Se acercó a Harry y le regaló unas caricias suaves y delicadas para sentir la frialdad de su rostro. Se estremeció al verlo tumbado en aquella cama con sabanas blancas nuevamente. Madam Pomfrey se había encargado de las heridas leves y de tratar de cicatrizar las graves, aunque algunas tardarían en sanar. Recordó las llamas esmeraldas que parecían haber tenido sus ojos antes, cuando lo encontró en los terrenos, y su mirada llena de libertad antes de que se desmayara en el bosque. ¿Hasta qué punto llegaba su libertad? 

~*~

Harry había luchado diecisiete años por conseguir aquella irrealizable libertad. Me di cuenta de todo lo que le había costado y todo lo que había tenido que sacrificar para conseguirlo. Capaz... yo era la culpable de algunos de esos sacrificios: yo apuré la libertad de Harry a aparecer. Creo que de no haber sido así, Voldemort hubiera vivido algunos años más. Y capaz Harry se hubiera dejado caer luego en la muerte. No sé, en ese momento me sentía la culpable. Luego Sirius me hizo reconocer que sin mí, Harry se hubiera suicidado muchísimo antes... pero... Apuré la sangre. Apuré la muerte. Apuré la libertad.

Remus llamó a la Orden del Fénix y ellos inmediatamente fueron a buscar los cuerpos inertes de Ronald y Lilian. Encontraron uno que... no recordé mencionarles a los Merodeadores. Peter Pettigrew. Se sorprendieron tanto cuando les conté que Harry lo había salvado del Dementor y que luego Peter le había salvado la vida a Harry que creí que Sirius se iba a desmayar ahí nomás. Pero respetó la decisión de Harry de perdonarlo y toleró el alma de Pettigrew. Qué en paz descanse, creí escuchar ligeramente de sus labios.

Me preguntaron por los restos de Voldemort. No me sorprendí cuando me dijeron que ni siquiera las cenizas quedaban. Al fin y al cabo, el viento las habría volado... ¿verdad? O capaz había ardido en el fuego del infierno. No sé, pero la última frase me pareció muy brusca. Pero era lo que sentía, a pesar de la lástima que había comenzado a tenerle a Tom Riddle.

¿Y...? ¿Qué hicieron con los cuerpos? Cuando Harry recobró el sentido (dos días después) enterraron de forma muggle (no estaba enterada que los magos hacían lo mismo que los muggles (aunque obviamente, con magia) los tres cuerpos. El Ministerio nos entregó a Harry y a mí premios honorables por el servicio a la comunidad mágica, y también homenajearon a los tres difuntos, cómo no. Conjeturo que si Harry no partió en trizas el premio fue simplemente porque no le dio el valor. Pero que tuvo ganas, se los afirmo veinte mil veces. No le dimos importancia a los premios: cómo si hubiéramos hecho todo eso por conseguirlos solamente. Nada que nos dieran que tuviera forma sólida nos serviría para tapar las nostalgias. Nada.   

~*~

El día del entierro, perfectamente recuerdo que no me retiré del lado de Harry. Me aferré a su brazo y de vez en cuando le abrazaba para encontrar el apaciguamiento  que siempre entre sus brazos cálidos. Pero sobre todo, para demostrarle que yo seguía allí, y seguiría por siempre. No sé... Sabía que era mi obligación no permitirle pensar que estaba solo.

Casi me desfallezco cuando vi a la familia Weasley, vestidos de un negro espeluznante que entró en mis ojos como una maldición. Estimo que Harry también sintió esa punzada de culpabilidad a escuchar el llanto apaciguado de Molly. Ella se acercó a nosotros casi corriendo y nos abrazo con tan fuerza que pensé... También me puse a sollozar y aunque no pude comprobarlo, creo que Harry también. Luego de separarnos de Molly, pude ver en los sombríos ojos verdes de Harry una mirada tan profunda de abatimiento y culpa, que junto a su rostro descolorido y sus ropas negras remarcaban sus tinieblas internas. Le acaricié el rostro con mi mano fría (habían elegido justo el día más frío de Verano para hacer el entierro, qué casualidad) y él me dirigió una débil sonrisa de optimismo. Pero sabía que era una falsedad esa sonrisa. Sin embargo, no dije nada.

Sirius, Remus, Lidia y Bella no estaban muy lejos, estaban hablando lúgubremente y con total respeto a Arthur Weasley. No obstante, el padre pelirrojo parecía estar en otra dimensión paralela. Todavía no creía que el menor de sus hijos varones hubiera muerto en manos del Innombrable. Pero... también había orgullo en su mirada. Orgullo del valor de su hijo de enfrentar a Voldemort junto a su mejor amigo. Harry evitó a toda costa la mirada de Arthur.

Me pregunté interiormente si los padres de Lilian acudirían. Al fin y al cabo, eran altos empresarios en el Ministerio de la Magia, ambos magos originados de España. Lily no salía hablar de ellos, aunque había contestado mis preguntas sin ninguna vacilación. Supongo que la vida empresarial no era la que más le había gustado a la muchacha.

Buscando lentamente con la vista mientras caminaba al lado de Harry, los reconocí. La madre, pelirroja y alta, con unos ojos pardos oscuros, y el padre, alto y con ojos idénticos a los de Lilian. Supuse que, de haber estado alegre, la sonrisa del señor Callejas era la misma de Lily.

Pensé un momento antes de indicarle a Harry donde estaban los padres de Lilian. Capaz le haría una dolencia enorme a su novio, pero yo realmente quería presentarme como amiga de Lily y ofrecerles una explicación... No sé... Harry asintió cuando le murmuré y nos dirigimos discretamente hacia ellos. Hablé yo primero.

"Disculpen... señores Callejas..."

"¿Sí?" La voz de la madre parecía la más cercana a la de Lil.

"Somos (no quise decir éramos) amigos de Lilian, de Hogwarts..." Dudé en continuar un instante. "Hermione Granger." Seguiría usando ese nombre por el resto de mi vida. Jamás me llamarían Hermione Riddle.

"Harry Potter" Murmuró Harry con cierta pesadumbre. Sabía perfectamente que en ese momento se odiaba más que nunca y le apreté la mano disimuladamente, en forma de apoyo.

"Lilian nos habló de ustedes..." Contestó su padre.

"Ustedes estaban allí cuando... cuando..." La voz de la señora Callejas se quebró y contemplamos sus lágrimas. Horripilante perder a tu única hija de una manera tan cruel... Asesinada. Tan joven...

No tuvimos valor para seguir hablando. Harry me suplicaba con la mirada alejarnos de allí. Ya no teníamos muchos lugares a los cuales dirigirnos...  

~*~

Lo demás es fácil de contar ahora que simplemente son recuerdos. Enterraron los cuerpos de Ron y Lilian en un cementerio cercano a Hogsmeade. Esa noche tuve las peores pesadillas de toda mi vida. Tampoco quiero dejar de lado a Peter... que como dijo Sirius, "qué en paz descanse."

Un día después del entierro de mis amigos me empecé a preocupar en serio por "la salud mental" de Harry. ¿Por qué? Se estarán preguntando ustedes...

~*~

Lo buscó con la vista por todo el terreno de Hogwarts. Se desesperó bastante, hasta que lo vio sentado a orillas del lago, como acostumbraba a hacerlo cotidianamente. Se acercó corriendo, feliz de encontrarlo. Se sentó a su lado con una frágil sonrisa en su rostro. Se preocupó considerablemente, más de lo usual, al ver las lágrimas de su rostro. Le acarició el rostro, retirándole algunas de esas gotas invasoras.

- Harry... ¿qué sucede?

- No doy más, Mione, no doy más... – Murmuró observando profundamente el extendido lago de Hogwarts. – No soporto la carga...

- ¿Qué carga, Harry? ¡No tienes la culpa de lo sucedido...!

- Sí la tengo, Hermione. – Susurró dolorosamente. – Yo los encaminé a seguirme...

- Nosotros lo elegimos, Harry. Eras su amigo...

- Aborrezco la amistad, Hermione. Por ella, ellos murieron. Por la amistad que mantenían conmigo, por esos malditos lazos tan fuertes de confianza y apoyo. Por esa necesidad de... comprenderme, de ayudarme. ¡Yo los arrastré a eso...!

- Nadie tiene la culpa, sólo Voldemort. Solamente él, Harry...

- Ni siquiera él tiene la culpa, Hermione. Porque... era un cuerpo poseído por la maldad, por el poder de la maldad. Tom Riddle ya había muerto muchísimo antes. Podría decirse que matamos a un espíritu.

- Pero tuvo la culpa por dejarse llevar por la maldad...

- No eliges si te dejas llevar o no, Mione. Simplemente lo haces, porque el poder de la maldad lo llevas en la sangre. Yo lo tenía, lo tengo y lo tendré por siempre. Sencillamente, sino hubiera sido porque yo sí poseía amor, también me hubiera convertido en un Lord Oscuro...

- Gracias a nuestra amistad no lo hiciste, Harry. – Sonrió dulcemente Hermione, tratando de que comprendiera el valor de ello. No obstante, lo que hizo fue confundirlo más. Él la observó inexpresivamente antes de tumbarse en el suelo, cerrando los ojos y agarrando con sus manos su cabeza, en forma clara de no entender nada.

- No entiendo a qué estaba destinado. No lo entiendo. ¿A matar a un espíritu? ¿A traer la muerte a mis seres queridos? ¿A qué, Hermione?

- A salvar a la humanidad de ese monstruo asesino, sin importar las consecuencias. – Le abrazó para mostrarle su apoyo. Ambos sintieron que otra persona los abrazaba a ellos también: Sirius.

- A ser desafiado por la vida y por la muerte, Harry. A demostrar que una persona se puede contener de seguir a la maldad, aunque ella esté instalada en su cuerpo, si posee una conciencia pura y limpia, una amistad y un amor a su alrededor. No sabes lo orgullosos que estarían tus padres. Y lo están, donde sea que estén. ¿Te diste cuenta que eres libre de tu destino?

- ¿Pero a qué costo tuve que pagar mi libertad, Sirius? Hubiera preferido seguir prisionero.

~~~~~~~~~~~

Lo único que puedo llegar a agregar es que me sentía paralelo al mundo. Me sentía solo y abandonado, por más personas que me rodearan y abrazaran. Me faltaba ese alguien con quien reírme, esa muchacha con la cual opinar. Me faltaba esa mirada fría de un profesor de Pociones, me faltaban las indicaciones de un entrenador para el desarrollo de mis poderes y me faltaba sobre todo un anciano director que con una sencilla mirada, me reconfortara el alma. Me faltaba, y no voy a negarlo. Y los seguiré extrañando por más años, milenios, que acontezcan. Deseaba ver de nuevo todo aquello que de sus inigualables personalidades no había disfrutado. Valorarlos más, demostrarles más mi cariño y mi respeto. Tantas cosas que me faltó vivir con ellos. Y tantas cosas que jamás viviré. Porque la vida es una sola y no puedes pedir lograr todo en una sola vida.

Supongo que quieres que intente redactarte mis sentimientos y sensaciones, que todavía minúsculamente me percato que están en mí esas noches de tormenta que no consigues descansar y comienzas a reflexionar. Tantas veces reflexioné sobre ellas... No sé, intentaré que logres comprenderme. Aunque no quiero que te pongas en mi lugar. Solamente... creo que tienes curiosidad por saberlo.

Cuando ves a alguien que realmente aprecias caer inanimado al suelo, la vida, tu vida, da un giro de trescientos ochenta grados enteros. Vuelves a ver el proceso de tu vida, lo que hiciste hasta ese momento con tu tiempo de vida. Sobre todo, los momentos que viviste con esa persona que ya no posee viveza. Capaz te das cuenta de lo egoísta, inconsciente, despreocupado, hasta inútil, respecto a los asuntos, personalidades, favores, pedidos, de ese individuo. Y realmente presientes que hubieras deseado morir con él o en su lugar. Hacer todo por evitar su fallecimiento. Hacer todo para cobrar la culpa que te invade. Hacer todo... La locura y la desazón te invaden, eres inconsciente de tus actos. Ya no te puedes contener, quieres matar, asesinar, cobrar venganza. Quieres sollozar a gritos. Quieres suplicar a aullidos que la mentira termine. Quieres... desgarrar tu cuerpo en sangre y carne, por causa del dolor incesante de tu organismo. Dolor interno, personal, espiritual. Quieres que todo acabe o que todo vuelva a comenzar, una nueva oportunidad. Anhelas que sea una pesadilla, que despiertes agitado en la cama placentera. Y quieres cegarte de la realidad. Porque te das cuenta que sino paras, te dejarás caer en la oscuridad. Te matarás. Te matarás de la impotencia de no poder hacer nada para que todo cambie. Y más que nunca necesitas que alguien te abrace, pero a veces estás tan ciego de dolor que no te percatas de que transmites tu sufrimiento a los demás. Cuando te das cuenta, más razones para que tu corazón deje de latir. Tienes que contenerte capaz cuando ves un cuchillo o cuando ves las profundidades de los lagos, ríos, etcétera, cuando ves un frasco de poción venenosa y mortal... Te contienes si posees el valor y la fuerza. Sino...

Yo me contuve al suicidio, había luchado por mi libertad. No quería que todo hubiera sido en vano. Sin embargo, no me tranquilicé hasta ese día en que Sirius quiso hablar conmigo para ayudarme. Ese día me descargué intensamente en mi padrino, liberándome de la presión que estaba sometido. Hermione me ayudó a curar mis heridas. Pero todavía tengo miedo de que no hayan cicatrizado... Todavía tengo miedo del pasado.

Una de las escenas que más recuerdo es mi primera entrada al Gran Comedor luego de la batalla. Una semana después de ésta, creo. La había estado evitando durante cinco días yendo a las cocinas. Pero ya no podía contenerme. Decidí comenzar a afrontar la realidad, y la empecé aquella noche cruzándome por primera vez directamente con los ojos celestinos de Virginia...

~*~

Gente corriendo a su lado, sin embargo, se sentía como un espíritu. Nadie lo tenía en cuenta. El bullicio entraba por sus oídos, pero le hubiera dado lo mismo el silencio: no se percataba de los gritos. Una habitación vacía o repleta también era uniforme. Sus ojos no se alteraban ante las imágenes, ni siquiera cuando miles de miradas se centraron en su figura cuando lo vieron ingresar por la entrada del Gran Salón. La indiferencia y la ignorancia lo dominaron hacia todo el trayecto a la mesa de Gryffindor. La mayoría de sus miembros (los cuales ya lo habían visto anteriormente en la Sala Común) le dirigieron miradas de ánimo y angustia. De reojo vio a Virginia, con sus ojos relucientes de lágrimas.

Sus miradas se centraron y creyó que toda la presión del universo se centrara en esa conexión visual. Sus ojos celestes brillaban de la tristeza y desconsuelo. Ojeras debajo de su rostro impedían en su totalidad apreciar su belleza. Sus cabellos rojos como la sangre caían descabelladamente sobre su espalda, no parecía importarle su apariencia. Sus delicadas manos estaban apoyadas en la mesa, como no pudiendo sostenerse por sí misma. Pero eso no fue lo que más le punzó el alma a Harry, sino la profundidad de sus ojos. Aquellos luceros mostraban más que su sonrisa llena de tristeza el pesar que estaba pasando. Y no se animó a desviar esa mirada.

Terminada aquella cena, cuando a la salida se la encontró sola, no pudo evitar la tentación de brindarle su apoyo incondicional. La abrazó con calidez, justamente lo que ella necesitaba. Le agradeció el gesto y Harry se sintió mucho mejor y peor a la vez. Había muchas cosas que Ron había dejado...    

~*~

Hermione vio aquella escena, pero no sintió absolutamente nada de celos. Sabía que yo lo hacía por apoyo. Era la hermana de mi mejor amigo. Y ella necesitaba calidez, que bien Colin le ofreció después. Pero ella recordó luego de ese abrazo que todavía me poseía como amigo, a pesar de los hechos pasados. Más adelante, cuando salimos de Hogwarts en el verano, me buscó y me pidió que le contara cómo había muerto Ron. Y desde entonces hemos poseído una conexión amistosa. Hermione también le brindó su apoyo, y se convirtieron todavía más en amigas. Luego premiaríamos su amistad, ya verán. Todavía no llegué a eso, me estoy acelerando demasiado...

No sé si encontrarme con los ojos de Virginia fue tan deprimente como notar cada día la ausencia de Ron, acompañado de Lilian. A Hermione le faltaba con quien discutir y a mí me faltaban escuchar esas discusiones e intentar de detenerlas. Mirando el dormitorio de Gryffindor, una de las camas no volvería a ser habitada por lo menos hasta el Septiembre próximo. Y cada noche, en cada pesadilla, repetía esa maldita noche en la que perdí a mi mejor amigo... Cada noche veía como el cuerpo inerte de Ron caía lentamente como en cámara lenta al suelo... Y cada mañana me levantaba con lágrimas en los ojos. Llegó a fastidiarme mi debilidad durante esas pesadillas. Y llegué a odiarme como nunca creí posible. Llegué a despreciar sutilmente mi respiración, mi alma... Mis acciones, mis sentimientos, mi vida... Mi cuerpo... Realmente me culpaba de su muerte y deseaba morirme. Esa vez si deseaba morirme. Pero tampoco me olvidé de Hermione y Sirius. Esa vez no fui tan inconsciente y soporté el dolor... Todavía lo sigo soportando.

No fui egoísta con los demás. No me dejé caer a los pies de Voldemort. No otra vez. Esa vez resistí y me alegro de haberlo hecho. Tantas cosas que me hubiera perdido si hubiera cedido a mi sed de descanso del dolor...

~*~

Sonrió frágilmente ante la pregunta de Sirius, sin apartar la vista del plato de comida. Sintió la mirada preocupada de su padrino sobre su figura y levantó la vista para conectar sus ojos con los de él. Trató de transmitirle algo más de seguridad en la respuesta. Sirius le devolvió esta vez la sonrisa y se sentó a su lado, enfrente de Remus. Hermione conversaba de forma bastante animada con Lidia, mientras que Arabella charlaba con Lupin sobre temas del Ministerio.

- Solamente falta una semana para que salgas de Hogwarts, Harry. – Observó Sirius con aire inocente. Harry le sonrió divertidamente al entender la inocencia de Sirius.

- Supongo que ya te habrás comprado una casa, ¿verdad? – Le preguntó Harry casualmente.

- Querido Harry, es uno de los puntos que el Ministerio decidió encargarse. – Sonrió Sirius despreocupado por ese tema.

- Entonces... ¿cuál es el problema? – Preguntó Potter con aire de duda.

- ¿Ya elegiste qué piensas hacer de tu vida, señor Potter? – Preguntó Black sumamente interesado. Harry vaciló un momento antes de continuar.

- Me ha costado decidir... – Momentos de silencio que le pusieron los nervios de punta a Sirius.

- ¿Y...? – Le incentivó Sirius a continuar. Harry suspiró con aire teatral.

- Jamás he tomado una decisión tan difícil, Sirius. Me costó mucho decidir...

- ¿Y...?

- Pero al fin lo he conseguido...

- ¡Dilo de una vez, Harry! – Exclamó Sirius fastidiado tras la prueba de paciencia que le expuso su ahijado.  

- No tienes paciencia, Sirius. – Rió Harry levemente. – Está bien, creo que seré Auror... – Hermione se volteó a verlo con una amplia sonrisa. Remus, Lidia y Bella observaron a Potter con la misma sonrisa de orgullo que Black.

- James también era Auror. – Le dijo Bella con algunas lágrimas en los ojos. Harry pensó que tuvo suerte de estar del otro lado de la mesa, porque sino Arabella lo hubiera abrazado con viveza.

- ¿Y tú, Herm? ¿Ya elegiste tu profesión? – Preguntó Lidia con una sonrisa de satisfacción. Hermione sonrió misteriosamente mientras tomaba un poco de jugo de calabaza.

- No nos hagas lo mismo que Harry, Mione. – Suplicó Sirius con un nivel alto de impaciencia.

- Si alguna vez tuve duda de que eras Gryffindor, Sirius, ya se han despejado mis dudas. – Rió Hermione burlonamente.

- ¡Qué graciosa! Justo hija de Lidia tenías que ser... – Murmuró Black fastidiado. Hermione y Harry rieron ante aquel comentario.

- ¿Tienes algún problema conmigo, Black? – Le preguntó Plack por encima del hombro de Hermione. Plack emitió una mueca de desagrado que inmediatamente se dieron cuenta que era una broma.

- Muchos, Plack. Algún día tendríamos que arreglar cuentas...

- Pues, necesitaríamos más de una vida para que me devolvieras todos los favores que te hice, Sirius Black. – Masculló molesta Lidia.

- Y tú me debes muchísimas otras cosas, como... como... – Harry y Hermione rieron ante la cara de auxilio que demostró Sirius al quedarse con la mente en blanco. Remus alzó una ceja irónicamente y Arabella se limitó a observarlo con una débil sonrisa. 

- Bueno... ¿les digo o no qué profesión estoy pensando estudiar? – Preguntó Mione mientras le guiñeaba un ojo a Sirius. Éste le devolvió el gesto.

- Si es usted tan amable, señorita Granger... – Dijo Sirius educadamente mientras reprimía las risas. 

- Medimaga. – Dijo Hermione con aire de importancia y autoridad. No se sorprendió al recibir cinco miradas pasmadas, que no le daban crédito a sus oídos.

- ¿Medimaga? – Preguntaron Sirius y Remus al mismo tiempo sin creerlo.

- Sí, ¿algún problema, caballeros? – Les miró burlonamente Granger.

- Solamente pensábamos... – Comenzó Remus pensativamente.

- Que te dedicarías más a la enseñanza. – Terminó Sirius rápidamente por el licántropo.

- Mm. No, creo que no. Lo pasado los últimos meses me levantó la curiosidad por la medicina, el salvar vidas... En cambio, la enseñanza, a pesar de ser mi fuerte, no me atrae tanto la curiosidad. No sé, ¿ustedes creen que no seré buena Medimaga...? – Preguntó Mione titubeando suavemente.

- Hermione, eres el milagro de la sociedad mágica. – Esperanzó Sirius divertidamente. – La medicina mágica será perfecta si tú estudias para Medimaga... No quedarán enfermos en los hospitales... ¡eres la salvación! – Exclamó en broma. Harry le pegó un codazo por debajo de la mesa disimuladamente mientras trataba de ocultar sus risas. Hermione levantó una ceja algo ofendida.

- Muy gracioso...

- Tranquila, Hermione. Se te verá muy bien como Medimaga. No sé por que lo dudas... – Harry le dedicó una sonrisa de confianza a Mione. Ella se sonrojó ligeramente, provocando más risas de Sirius quien recibió otro codazo más brusco de parte de Potter.  

- ¡Uy, eso dolió, Harry! – Dijo Sirius aferrándose a su estómago.

- Te lo merecías. – Se defendió Harry secamente y soltando algunas risitas ahogadas. Hermione miró con el entrecejo fruncido a Remus, quien toda no parecía salir de su asombro.

- ¿Sucede algo malo, Remus? – Se arriesgó a preguntar la muchacha de cabellos castaños. Él sonrió pícaramente observándola con determinación. 

- ¿Sabes, Herm? Lily Potter también quería ser Medimaga... – Un suspiro al principio triste de los Merodeadores, pero Sirius se apresuró a demostrarles el lado cómico.

- Mm, vaya, vaya... – Dijo Sirius con aire de detective, totalmente misterioso e intrigante. – ¡Esto es una señal del destino! Lo único que falta es que también sea yo el padrino de la boda, ¿eh? ¿Qué dicen, Harry, Mione? – Los últimos dos se sonrojaron y desviaron la mirada hacia otro lado mientras los Merodeadores soltaban carcajadas que medio Hogwarts se volteó pasmado al escuchar.

- Sería tan lindo volver a ser padrino... – Suspiró Sirius como recordando viejos tiempos. - ¿Y cómo se llamará el pequeño? ¿Henry Júnior? – Si el dúo de jóvenes de Gryffindor hubiera podido sonrojarse más, hubieran simulado dos tomates bien maduros.

Sin embargo, por un momento, Harry se serenó entre tanta risa de los cuatro adultos. Los recuerdos de aquellas pesadillas seguían vigentes en su memoria y por supuesto que no había olvidado a la niña de aquellos sueños nocturnos... 

- ¿Qué deseas, pequeña? – Tono suave y cálido. Esa jovencita se le hacía familiar. Tenía un aire que le hizo acordar mucho a... Agitó la cabeza. Pero era verdad que tenía un aire muy... muy cariñoso. O sea, jamás había sentido algo parecido... ¿quién era esa niña?

- Usted antes preguntó mi nombre... – Harry se sorprendió del tono respetuoso de la chiquilla. Sin embargo, asintió lentamente, embargado de curiosidad. – Iris, Iris Potter.

- Iris... – Murmuró con la mente en otra parte, Potter, de forma casi inaudible, aunque los Merodeadores y Hermione llegaron a escucharlo ligeramente.

- ¿Qué dices, Harry? – Preguntó Bella estupefacta al volverse a encontrar a ese Harry encerrado en sus propios pensamientos. Sin embargo, el susodicho sonrió con enigma y con los ojos brillándole como hacía semanas que no lo hacían.

- Nada de lo que debas preocuparte, Bella. – Sonrió sinceramente Harry mientras se echaba hacia atrás en el asiento y adyacentemente a ese movimiento, se puso de pie con la simple excusa de querer dar un paseo por los terrenos.

Los Merodeadores y Hermione lo observaron irse misteriosamente. Se miraron sin entender por un mínimo de cinco minutos hasta que Sirius venció el denso silencio...   

~*~

Poco a poco íbamos ocultando el pasado, pisándolo y saltándolo. Las conversaciones se hicieron cada vez más placenteras y divertidas a medida que recobrábamos la esperanza. Pero mi problema no era el día, sino la noche. Le temía a la oscuridad, le temía a lo que ella pudiera llegar a hacer conmigo y mis seres queridos. Volver a dominarme y hacerme obrar en contra de mi voluntad...

El miedo lo perdí parcialmente algunos pocos días antes de abandonar Hogwarts. Me costó muchísimo dejar de temerle a mi pasado, mi presente y mi futuro. Sin embargo... Muchos me ayudaron dándose cuenta cuál era mi problema. Me tendieron una mano para no dejarme tropezar eternamente en el abismo oscuro...

Los recuerdos poco a poco se fueron borrando, las pesadillas cada vez eran menores, las esperanzas cada vez más iban creciendo. Los anhelos para el futuro eran muchos y todos éstos hicieron que me aferrara a la vida también. La verdad que tantos factores me ayudaron a pasar esa etapa que nombrarlos todos sería simplemente imposible... Había perdido la fe en mis decisiones durante una semana y media. Capaz podría considerar, haber perdido el control sobre mi propio organismo. Sin embargo, llegué a recobrar la confianza y la seguridad en el momento indicado. O eso creo...    

~*~

Supuse que era el destino de todo ser no poder desistirse a su suerte. Por más obstáculos que se interpongan, el destino de todo ser jamás podría ser cambiado. Todo tenía un porqué de existencia y un porqué de terminación. Toda causa tenía su consecuencia. Toda vida tenía su muerte. Todo blanco tenía negro... Todo amor en lo profundo tenía odio. Odio del abandono, de la soledad... De la infidelidad. Del fracaso de tomar una decisión incorrecta.

Si no sabes el porqué de lo que haces, directamente no lo hagas. La culpabilidad luego te acosa, te persigue. Te arrepientes. Quieres cambiar el pasado, no puedes. Así que siempre medita el porqué de tus acciones.   

Muchas veces me había preguntado realmente que era el destino... Las definiciones "profesionales" decían que era un encadenamiento de los sucesos considerado como necesario, inevitable y fatal. Pero yo tenía mi propia definición: todo aquello que guía nuestro destino tenía un porqué, un cuándo, un dónde y un cómo. Todo lo que sucedía tenía una justificación, el tiempo tenía un momento(cuándo), la situación tenía un lugar y una manera de realizarse. El conjunto de todo aquello, se orienta a un mismo punto, el destino, el cual es inevitable.

Tú decides tu destino cuando eliges lo que quieres llegar a ser para el futuro. Yo marqué mi destino cuando le dije totalmente que no a la propuesta del poder maligno. Ahí mi destino se selló por aquella decisión. Y nunca dejará de ser mi culpa que Ron y Lilian hayan muerto, sus muertes fueron las consecuencias de mi decisión. Pero me pongo a pensar... Si hubiera elegido el poder sádico y asesino, muchas otras más personas hubieran muerto. Y si me hubiera acobardado, otras tantas personas también hubieran muerto y seguirían muriendo...  

Pero siempre me quedaba la duda... ¿realmente era inevitable? ¿Realmente ningún acontecimiento podía cambiar el futuro cuando ya habías elegido tu destino? ¿Realmente no se puede evitar ese futuro que indica el destino elegido? ¿No existía una solución para que aquello no sucediera? Y si existiera, ¿convendría realizar ese cambio? ¿Sería para bien o para mal? Realmente nadie en la faz de la tierra podía predecir las respuestas a aquellas preguntas. Porque solamente hay una oportunidad. Sólo una. La vida es una sola... No hay doble oportunidad.

¿No la hay? Mis pensamientos se confundían a medida que trataba de reflexionar. La filosofía realmente no era mi fuerte, ni lo iba a ser jamás. Sin embargo, hay veces que quieres organizar tu mente, y te das cuenta que la dificultad es cada vez mayor. Cada vez que intentas justificar tus pensamientos, te complicas más. Hasta llegas a engañarte para sacar alguna respuesta...

Pero el primer paso hacia la tranquilidad interior era entenderse, entender tus tendencias. Y realmente me costó lograrlo. Enormemente.

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- Harry, ¿seguro que estás bien? – Preguntó Sirius observando a su ahijado con determinación. Sus ojos azules tratando de encontrar algo anormal en los ojos del muchacho.

- No sé para qué lo preguntas. – Suspiró Harry mientras se sentaba enfrente de Sirius. Mundungus les había prestado momentáneamente su despacho para charlar tranquilamente sin interrupciones.

- Quiero que me contestes, que me cuentes, que es lo que sientes. – Dijo Black inclinándose para delante con el fin de estrechar las manos de Harry entre las suyas.

- Sirius...

- Quiero serte útil alguna vez, Harry. Y creo que es el momento en el que necesitas mayor apoyo. Quiero demostrarte que soy un buen padrino, que me preocupo, ¿sabes? Me siento un irresponsable, un inútil, cada vez que veo esa tristeza en tus ojos. 

- No eres ningún inútil, Sirius. Y ya sé que te preocupas por mí... No sabes lo importante que es para mí verte a mi lado. Pero... no me puedes ayudar. – Harry desvió la mirada de Sirius. Le oprimía el encuentro con ellos. Le hacía recordar a Ron...

- Tú te pones tus propios límites. No te permites, y luego crees que no puedes lograrlo. Pero puedes, Harry. Y ya no es una propuesta, es una orden, ¿entiendes? Soy tu tutor, así que mejor hazme caso... Cuéntame. – Y exigió también que lo mirara a los ojos. Harry pensó inmediatamente que se había vuelto loco. Vio en los ojos azulados de Sirius la escarlata aborrecida de los ojos de Voldemort. Aquellos ojos que tanto lo habían atormentado... Aquellos ojos tan... perversos y malignos. Tan escasos de amor y calidez. Harry cerró los ojos y negó con la cabeza en intento que los recuerdos se borraran de su mente.

- Haz que pare, Sirius... – Se aferró a su padrino con cierta desesperación.

Llevaba teniendo ilusiones desde hacía ya unos cuantos días. Y realmente le aterrorizaban sus propios pensamientos. Tenía miedo de sus lágrimas secas, miedo de sus manos, temblando indefensas y repletas de pánico ante cualquier riesgo de dominio. Sentía su cuerpo temblar ante una fría brisa interna en su organismo, la más escalofriante, espiritual e impura de toda su vida. Se sentía desprotegido ante el poder de los recuerdos. De la tristeza. De la impotencia. Del dolor.

- Harry... ¿qué sucede? – Preguntó Sirius rodeándolo con sus brazos protectores durante unos instantes. Cuando se separó, le tomó por la barbilla y vio la exasperación en sus ojos verdes.

- Me persiguen, Sirius... – Murmuró Potter titubeando con terror a alejarse de la realidad y ser nuevamente manipulado por aquellas ilusiones.

- ¿Quiénes?

- Los recuerdos... – Respondió respirando hondo. – Se crean alucinaciones... Imágenes de sangre, de muerte, Sirius. Por favor, ya no sé que más hacer para que dejen de atormentarme. Ya no sé que más quieren de mí. – Sirius acarició su rostro con suavidad y cariño.

- Son las secuelas que Voldemort dejó en ti, Harry. Quiere... quieren que... – Sirius se prohibió continuar a sí mismo.

- Que me suicide. – Terminó Harry aferrándose nuevamente al brazo de Sirius. Esta vez, con pánico al futuro. – No quiero que él me vuelva a vencer, Sirius... No quiero. No quiero decepcionarlos a ustedes... No quiero flojear ahora, no quiero que vuelva a vencerme... 

- Nunca te va a vencer sino se lo permites, Harry. – Le aseguró Black mientras trataba de tranquilizarlo. – Debes tú mismo hacer que paren. Que ya no puedan someterte más a su voluntad.

- ¿Cómo? – Sirius le sonrió con confianza y seguridad, como demostrando que estaba al tanto de la solución.

- Déjate de culparte de lo que no pudiste evitar. Deja de creer que todo lo que pasó, eres tú la justificación. Deja de darle vueltas al asunto. Déjate vivir en libertad. Crea tu mismo las armas para volver a romper las cadenas que dejó Voldemort a tu alrededor.

- Es tan fácil decirlo... – Se lamentó Harry observando los terrenos del castillo por la ventana del despacho con los ojos llenos de decepciones y desesperanzas.

- Y es todavía más fácil lograrlo. – Le aseguró su padrino con firmeza y una sonrisa en su vivo rostro.

- ¿Cómo puedes saberlo? – Preguntó Potter con desconfianza. Sirius agrandó todavía más su sonrisa.

- Yo pasé por lo mismo. – Y ahí Harry logró comprender.

- Tú no tienes la culpa de la muerte de mis padres, Sirius.

- Y tú tampoco de la muerte de Ron y Lilian, Harry. – Y sonrió ampliamente.    

- ¿Sabes lo que necesitas, Harry?- preguntó Sirius con un entusiasmo vivaz. Recordó aquella noche que había estado deprimido por causa de las muertes de Sean y Severus. Sirius le había preguntado lo mismo... Que lejana parecía esa época. Sólo habían pasado unos meses... Tan pocos.

- Esta vez sí, unas vacaciones en el Caribe. – Le guiñó un ojo su padrino divertidamente. – Y me daré el honor de acompañarte, ¿qué te parece? – Harry rió levemente.

- Eres un caso perdido, Sirius...

- El perdido eres tú, que siempre andas en otra cosa. Hablando en serio, necesitas unas vacaciones afuera de Londres para distraerte unas cuantas semanas. ¿Qué te parece si nos vamos este verano? – Sugirió Sirius mientras revolvía el cabello de Harry con energía.

- No estaría mal, siempre y cuando...

- Llevemos a Hermione. – Terminó Sirius como recitando una frase memorizada para una actuación. – Eres igual a tu padre, Harry. Me acuerdo que cuando salimos de Hogwarts, también nos fuimos de viaje. Y me dijo la misma condición. – Le sonrió cariñosamente. Harry le devolvió la sonrisa sinceramente.

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Hacía muchísimo que no se reunían para comentar los sucesos vividos y los integrantes de Gryffindor creían que sería bueno comentar sus perspectivas para el futuro. En caso es que estaban Parvati, Lavender, Seamus, Dean y Hermione sentados en dispersos sillones en la sala de Gryffindor. 

- Nunca pensé que quisieras ser Medimaga, Herm. Te veía más como profesora de Transformaciones y Aritmancia, y jefa de Gryffindor en el futuro. – Dijo Parvati sonriendo alegremente.

- No, otra McGonagall no necesitábamos... – Bromeó Seamus riéndose levemente.

- ¿Y qué  seguirás, Seamus? – Preguntó Mione observándolo con curiosidad.

- Ya tengo un lugar asegurado en el Ministerio. – Dijo Finnigan con énfasis. Dean lo observó burlonamente.

- ¿Dean? – Preguntó Hermione nuevamente.

- ¿Yo? Pues... Viajaré a España y estaré allí un año, más o menos. Ya veré que haré en el futuro. – Sonrió Thomas con esperanzas reforzadas. – Parvati, ¿tú que seguirás?

- Periodista... Supongo.

- ¿Lavender? – Ésta soltó una carcajada obteniendo así las miradas pasmadas de sus compañeros de séptimo de Gryffindor. 

- ¿Qué sucede? – Preguntó Dean observándola sin entender y suponiendo que su novia había perdido la cordura.

- ¿Saben? Voy a profundizar mis conocimientos en la adivinación. También me agrada la idea de estudiar los astros... – Dijo Lavender observando a un punto indefinido en el vacío.

- Suena bastante interesante. – Rió entre dientes Seamus.

- ¿De qué te ríes, Finnigan? – Le replicó la joven fingiendo ignorancia.

- De tus suspiros anhelosos, Brown. – Se burló de nuevo el muchacho de Gryffindor.

La discusión terminó allí porque en esos momentos Harry traspasaba el cuadro de la Dama Gorda, ingresando a la Sala Común. Dean le hizo señas con las manos que inmediatamente el muchacho se percató. Pero lo vieron vacilar un momento antes de dirigirse a ellos. Hermione lo observó preguntonamente, Sirius ya le había informado que quería charlar un rato pacíficamente con Harry.

- Harry, ¿dónde estabas? Te estuvimos buscando. Ya sabes, queríamos charlar... – Exclamó Seamus alegremente. Harry hizo un gesto de impaciencia con la mano mientras se sentaba al lado de Mione en uno de los plácidos sillones de la Sala Común.

- Estuve charlando con Sirius... – Dijo distraídamente. - ¿Y de qué estaban charlando?

- El futuro. ¿Qué piensas estudiar, Harry? – Preguntó Parvati interesada notablemente.

- Auror. – Murmuró Harry con una débil sonrisa. Realmente parecía tener la mente en otra parte. – Lo siento, chicos, pero ando bastante cansado... Los veré mañana, ¿vale? – Sin agregar ninguna palabra más, se levantó y se dirigió a su habitación a zancadas. Lavender se volteó hacia Hermione discretamente.

- ¿Todavía no se recupera...?

- Tengo miedo de que trate hacer alguna locura... – Susurró Mione sin sacar la vista de las escaleras que llevaban a la habitación de los chicos.

- Tranquila, ya ves que no se pasa el día encerrado, aunque sea... – Le dijo pensativamente Dean. – Aunque no te voy a negar que a las noches tienen constantes pesadillas, aunque cada vez menores parecen ser...

- Tengo miedo. – Volvió a repetir Hermione insegura. – Y esa sensación no se irá hasta que no vuelva a ver a Harry Potter...

- ¿Pero que dices, Herm...?

- Es solamente una impresión, pero ese Harry no es el de siempre.

- ¿Qué dices, Hermione? – La observó pasmada Lavender, al igual que el resto de sus compañeros.

- Tengo miedo de que Harry Potter haya muerto... – Murmuró Mione. Sus ojos perdidos en una dimensión totalmente paralela a la realidad, como hipnotizada. De repente pareció reaccionar vivazmente y pegó un respingo. – Lo siento, chicos... Es solamente que ando tan preocupada que digo estupideces... – Ellos asintieron sin sacarle sus pares de ojos de encima mientras ella se alejaba por las escaleras de Gryffindor de las integrantes femeninas.

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Tenía miedo de que aquel muchacho que se negaba al cariño hubiera desaparecido junto con el alma de Tom Riddle. Tenía terror a que Harry se volviera insensible a los demás al estar tan evadido en su oscuridad interna. Tenía tanto pánico a perder a aquel muchacho con aquella espléndida sonrisa esperanzada y esos brillantes ojos verdes esmeralda tan cautivadores. Tenía pavor a todo aquello... A perder a Harry...

Se sentía tan inútil tendida en la cama con las cortinas tapándole la vista al resto de la habitación. Harry estaría sufriendo pesadillas, necesitando su apoyo. Y ella ahora con un insomnio perturbador, sus ojos carecían de algo más que sequedad. Observaba el techo de su habitación como abstraída en las tinieblas que reflejaba de la noche. Escuchó resonar un relámpago en sus oídos y se dio cuenta que había comenzando alguna precipitación potente. La lluvia comenzó a caer primero lentamente, bañando los suelos de Hogwarts con un rocío ligero. Minutos más tarde, caía fuertemente y abofeteando los vidrios del castillo con viveza. La fría brisa que ingresó por la ventana le indicó que se encontraba abierta. Sin embargo, la vagancia no le permitía levantarse... Aunque sabía las consecuencias: quedarían bañadas en agua si ésta seguía ingresando en la habitación.

Lavender y Parvati dormían como troncos, sin nada agitándolas. Ni se habían percatado de la lluvia precipitada, Hermione era la única despierta en la habitación. Se puso de pie con suavidad, sin ganas de incorporarse realmente. Se acercó al ventanal abierto y por un momento dejó que el agua helada del temporal refrescara su rostro inexpresivo. Cerró la ventana con sutileza, pero no regresó a su cómoda cama. No, no tenía nada de sueño. Contempló los terrenos a través de la ventana que ya empezaba a empañarse. Qué deprimente era el ambiente... Capaz el fuego de la Sala Común reviviera sus sentidos.

Salió de la habitación tapada con una bata color lavanda. Bajó con finura las escaleras y observó maravillada lo acogedora que estaba la Sala Común.

No le impresionó ver al joven Potter sentado frente al fuego.

Su mirada verdosa perdida en otro espacio. Acurrucado placenteramente en uno de los sillones frente a las llamas de la chimenea. Su rostro continuaba algo desmarcado, pero las ropas hacían disimular más la palidez de su rostro. Sus brazos abrazándose a sí mismo... Hermione tuvo tremendas ganas de acercarse y besarlo, pero se dio cuenta que le daría un susto de muerte.

Caminó casi sin emitir sonido alguno hacia él por atrás del sillón. Tan entretenido en sus pensamientos, Harry no se percató de ella. Mione rodeó su cuello con sus brazos en forma protectiva. Potter pegó un salto y se volteó a verla lentamente. Le sonrió suavemente. Hermione dio la vuelta y se sentó a su lado mientras él se enderezaba.      

- ¿Tú también con insomnio, Mione? – Le preguntó Harry acariciando su rostro con su mano derecha. Hermione la sintió tibia, no muy fría. Sin embargo, un estremecimiento recorrió su cuerpo de pies a cabeza entera. 

- Sí... Y ahora que comenzó un diluvio, es muy difícil que el sueño me invada. – Respondió Hermione acomodando su cabeza sobre el sillón. Sus cabellos castaños enredados rodeando su rostro.

- Dime qué es lo que te perturba, Mione. – Dijo Harry en un tono ordenante y autoritario, aunque preocupado a la vez.

- Supongo que el futuro... – Suspiró la muchacha mientras observaba las llamas con anhelación.

- No me mientas, Mione... – Le susurró Harry en su oído. Ella se sintió avergonzada y algo intranquila ante aquella frase.

- Harry...

- Deja de preocuparte por mí, Herm. No soporto ver esa nostalgia en tus ojos. No soporto ser la causa de tu desvelo. No soporto tener la culpa de que no puedas concentrarte en las conversaciones. No lo soporto...

- Yo tampoco soporto saber que te estás culpando por algo que no tuviste la menor intención de realizar. No fue por tu mano. No fue por tu causa... Fue el destino... – Harry la interrumpió en medio de su oración.

- Fue mi destino el que cambió los suyos, Hermione...

- Fue nuestra decisión de acompañarte hasta el final.

- Si yo no los hubiera obligado...

- No nos obligaste, nosotros éramos libres de decisión.

- Pero...

- Nada de pero, Harry. No hay vuelta atrás, por más que sigamos discutiendo. Solamente gastas tus pensamientos en culpabilidad. Así nunca te librarás de los recuerdos... de las pesadillas. ¡Ahora eres libre! Cumpliste el destino que estaba sellado para ti, disfruta ahora de la vida, Harry...

- Ellos son los que deberían estar aquí, y no yo... – Se lamentó Harry observando con determinación el techo de la Sala Común.

- No hay más vueltas atrás, Harry. Esto es la realidad y no las dimensiones paralelas que quieres crear... No se puede hacer nada para cambiar el pasado. Lo único que podemos modificar es el presente y el futuro. – Le sonrió dulcemente la muchacha mientras acariciaba su rostro con ternura. Harry se mordió el labio impotentemente. La muchacha se tentó a abrazarlo para brindarle nuevamente su apoyo. Lo rodeó nuevamente con sus brazos.

- Mione...

- Siempre estaré aquí cuando me necesites, ¿sabes? Cuentas conmigo para todo...

- Gracias, Herm... – Ella se separó de él lenta y cuidadosamente y Harry pudo ver la sonrisa amplia y alegre que tanto extrañaba ver en la muchacha.

- Nada que agradecer. Por algo te quiero tanto, ¿verdad? – Esta última frase la murmuró casi inaudiblemente, pero Potter llegó a escucharla perfectamente.

Harry se acercó cautamente su rostro al de Hermione con timidez, como si fuera la primera vez que se tentaba a acariciarla. Sus labios rozaron durante unos minutos interminables. Hermione había quedado como dominada por los ojos esmeraldas de Harry, no podía separar sus ojos almendrados de aquellos resplandores. Fue Harry quien no dejó que los infinitos minutos continuaran pasando. La besó con apasionamiento, dando a conocer los deseos que había tenido durante esas semanas de volver a besarla. Ella se dejó llevar con el enamoramiento penetrante de su ternura.

Estuvieron varios minutos sin poder separar sus labios. Añoraban sentir el cariño del otro. Añoraban los besos, el aroma apacible del otro. Añoraban sentir el fuego interior que estimulaban los besos, la excitación de la cercanía de los labios. Los pensamientos apagados centrados en la complacencia del momento, en el deseo de que jamás se acabaran los besos, en besarse hasta que sus labios se desgastasen, en dejar emerger todo el sentimiento. En formar e idealizar con ese amor, sin importar la amenaza al dolor, agradeciendo la ilusión de cada amanecer. En no dejar que la valentía desapareciera cuando las heridas retornen sangrando, en que aquella pasión no dejase de incrementar sin dimensiones, que no muriese nunca aquella tibia esperanza que invadía sus espíritus.

Se separaron soñolientamente, como despertando de una quimera. Se observaron cálidamente durante varios minutos. Sonrieron al mismo tiempo con esperanzas y alegría. Nunca se habían sentido tan libres, tan completos.

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Observó la taza de té con vacilación. Jamás creyó dudar tanto en una decisión. Y más en aquella pregunta que tanto había deseado escuchar durante más de veintidós años. Las palabras escuchadas seguían pasando por su mente sin aparente sentido. No podía comprenderlas, del desconcierto que le habían traído.

"¿Algunas vez has dudado que me amabas?" Preguntó él inocentemente, pero concentrado en sus ojos para ver el reflejo auténtico de la respuesta. 

"¿Por qué lo preguntas?" Preguntó ella sin entender la justificación de aquella pregunta tan incómoda.

"Curiosidad..." Se limitó a responder él.

"No te creo." Replicó bruscamente. Cómo si no lo conociera demasiado...

"Está bien, voy directo porque ya veo que eres de mi clase, de los impacientes. ¿Quieres casarte conmigo?"

Elevó sus ojos almendrados hasta los celestes relucientes e ilusionados de él. Le sonrió dulcemente, conteniendo una alegría que pugnaba por salir a explosiones.

- ¿Lo dices en serio, Sirius? – Preguntó Bella sin poder creerle ni una palabra.

- No, estaba bromeando. – Le dijo sarcásticamente pero al ver la duda en el rostro de su amada, negó con la cabeza. La tomó por la barbilla y le murmuró suavemente: – ¿Cómo crees que sería capaz de jugar así con tus sentimientos y fantasías?

- Eres capaz de todo, Sirius... – Respondió ella burlonamente. Le devolvió la sonrisa.

- Está bien, me pongo serio. – El semblante de Black perdió toda la burla y diversión para pasar a ser un rostro maduro y seguro. – ¿Querrá usted, Arabella Figg, casarse conmigo después de todos estos años de gran espera? Tengo que compensar la expectativa cuanto antes... – Bella comenzó a llorar desesperadamente. - ¿Sucede algo malo...? – Ante la sorpresa de Sirius, Figg comenzó a reírse descabelladamente.

- ¡Estoy loca de la alegría, Sirius! No sé por qué me lo preguntas, ¡por supuesto qué acepto!

- Pues, por sí las dudas, Bella. A ver si andabas con algún otro y me querías poner los cuernos... Después me ibas a decir que fue mi culpa por no preguntártelo antes... – Bella le pegó un codazo mientras soltaba algunas risitas.

- ¡Nunca cambiarás, Sirius Black!

- ¿Acaso quieres que lo haga? – Preguntó regocijadamente.

- No, me gustas así. – Dijo Arabella mientras se acercaba a él y le entregaba uno de los besos más emotivos que habían tenido hasta la fecha. Permanecieron largo rato abrazados ardientemente hasta que Bella susurró unas palabras en el oído derecho de Canuto. – Nunca cambiaste, Sirius...

- Ni cambiaré, te lo aseguro. – Le respondió guiñeándole un ojo divertidamente.

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- Después me dices a mí que soy un seductor... – Se burló Harry de su padrino en el desayuno del otro día cuando Sirius le comentó la noticia de la boda. Su padrino le miró de reojo con una sonrisa ardiente de felicidad.

- Hace tanto tiempo que quería casarme con Bella, Harry... – Suspiró Sirius teatralmente. Su ahijado le devolvió la sonrisa.

- Me alegro por ti. – Se rió Harry. – Has logrado cumplir tu sueño, ahora podrás dormir en paz durante las noches. – Le comentó sarcásticamente.

- Hoy andas muy sarcástico, Potter. – Le observó mordazmente Black con determinación. – Me pregunto que bicho te habrá picado... – Sonrió pícaramente. - ¿El bichito del amor? – Harry se sonrojó levemente, pero se hizo el distraído fijando su vista en el plato del desayuno. Hermione eligió justamente ese momento para presentarse en el Gran Comedor y sentarse enfrente de Harry en la mesa de Gryffindor.

- ¡Buenos días! – Exclamó alegremente con una prolongada sonrisa en su rostro. Sirius la miró un instante sorprendido, pero luego estalló en carcajadas. Mione le observó extrañada mas no le dio mucha importancia y tomó la jarra de jugo de calabaza para servirse.

- ¡Tortolitos! Ya quería volver a verlos juntos... – Les contempló bufonamente Sirius. Hermione se ruborizó al entender las burlas de Sirius.

- ¿Pero que dices, Sirius, por favor? – Dijo Hermione actuando como ofendida, cosa que provocó algunas risas ocultas de Harry. 

- La parejita estrella de Gryffindor, ¿eh? – Bromeó Remus mientras se sentaba junto a Lidia y Bella en la mesa de los leones.

- Mira quien viene a abrir la boca... – Le replicó Harry sonriéndole de forma malévolamente zumbona. Remus le contempló con curiosidad, como sin entender a qué se refería.

- Yo todavía no tengo nada formal, señor Potter. Son Sirius Black y, próximamente, Arabella Figg de Black, los que ya están formalmente comprometidos... – Se defendió Lupin mirando maliciosamente a su mejor amigo.    

- Remus, yo te mato... – Le maldijo su compañero en un murmullo.

- ¿Se van a casar? – Los ojos de Hermione iluminados momentáneamente de la emoción y alegría. Arabella le dedicó una resplandeciente sonrisa afirmativa. La muchacha de cabello castaños dejó escapar una exclamación de euforia.

- Todavía hay que decidir quien será el padrino de la boda... – Susurró Sirius mirando maléficamente a su ahijado. Éste negó con la cabeza.

- Yo no. Mejor Remus...

- ¡NO! ¿Padrino de estos dementes? Por favor... – Se escandalizó Lupin en broma. Sirius puso cara de perro inocente maltratado con los ojos celestes brillándole incandescentemente.

- Pero... – Su voz sonaba totalmente angustiada, aunque con un toque de diversión. – Yo quiero... – Murmuró apenas audible. – Yo quiero de Henry sea el padrino... – Todos estallaron a carcajadas agudas, menos Harry quien miraba con ojos matadores a Black.

- Esa no es la mejor forma de convencerme, Sirius. – Le advirtió Harry levantando el dedo índice, como un padre sermoneando a su hijo.

- OH, Harry, di que sí. ¿Qué te cuesta?

- ¿Ser el padrino de la boda de mi madrina y de mi padrino? Suena muy insólito... – Resaltó Potter mientras terminaba su desayuno.

- Pero si somos unos anormales a primera vista... Seguiremos siendo fenomenales por más que los años continúen pasando. – Sonrió Sirius empezando a convencer a Harry. – Además, luego cambiamos papeles. Primero tú eres el padrino de mi boda, y luego yo el de la tuya.

- Suena muy repetitivo, Sirius. – Le miró burlonamente Hermione. – Dale la oportunidad a otras personas...

- ¿Eso significa que no seré el padrino de la boda? – Preguntó Canuto con los ojos brillando de la agonía. – Dime quien será que voy y lo extermino. – Bromeó con gestos escénicos. Volvieron a reír.

- Está bien... Seré el padrino de tu boda, Sirius, ¿contento? – Aceptó Harry derrotadamente después del término de las risotadas.

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Sus pasos ligeros resonaban contra el suelo del corredor agudamente por la presión inexistente del aire. Caminaba lentamente con la vista fija en un punto indefinido en la mitad del pasillo, más adelante. Su respiración tan sutil parecía ser el único sonido viviente en el castillo o, aunque sea, en aquel pasillo. Las ventanas con vista a los terrenos estaban cerradas totalmente, la lluvia todavía pegando contra los cristales antiguos, sin embargo, sin tanta energía como la noche anterior. Los cristales estaban empañados casi en su integridad.

Percibió como una fuerte ventisca maltrataba las ventanas produciendo el movimiento leve de éstas. Si realmente todas estaban cerradas, la brisa no hubiera sido sentida en su piel pálida y fría. Sin embargo, la última estaba abierta y una sombra parecía estar apoyada en su marco, apreciando las gotas de lluvia sobre sí. Mejor no quedarse allí parado. Avanzó suavemente hacia la sombra, tardando varios minutos en llegar hasta ella, con dos metros de distancia.

La figura oscurecida por la escasez de iluminación volteó a verlo cuando paró de caminar. Sus ojos se encontraron y destellos carmesíes anularon sus sentidos por un instante. Sus ojos esmeraldas se cerraron en intento de auto convencerse que era una pesadilla. Esos ojos ya no existían.

- ¿Le tienes miedo a las ilusiones, Harry Potter? – Murmuró una voz femenina casi en su oído. Abrió nuevamente sus ojos para ver a esa maldita Mortífaga sonriendo asquerosamente. Los ojos carmesíes habían desaparecido para transformarse en los castaños claros de Cho Chang.

- Aléjate. – Murmuró Harry retrocediendo algunos pasos sin quitarle la mirada llena de odio de encima.

- Nadie me da ordenes, y menos tú, Potter. – Le sonrió malévolamente. - ¿Creías que estabas libre? ¿Llamas libertad a qué los recuerdos te persigan y continúen atormentando tu mente, tu alma...? – Preguntó con sus ojos brillando de desprecio. – Voldemort vive en ti, Potter. ¿Dónde crees que quedaron todas esas conexiones? ¿Creías que la cicatriz quedaría impotente de poder? Voldemort podrá haber muerto físicamente, pero lo que los demás no saben es que él convive en ti. En tus pensamientos, tus acciones. No te engañes, Potter. No eres libre, jamás lo serás.

- Mientes. Tom Riddle murió tanto físicamente como espiritualmente... – Le contradijo Harry sin creerle ni una palabra. Una intranquilidad empezó a invadir su cuerpo. ¿Y si realmente...? 

- Yo no estoy hablando de Riddle, Harry. Yo estoy hablando de Lord Voldemort, la maldad en persona. – Le contestó Cho pacientemente.

- Solamente quieres obstruir mi mente otra vez con tinieblas... – Respiró con profundidad. No podía permitirle que le convenciera. Era una farsa.

- Eso es imposible, Harry. Tu mente ya es tinieblas. – Le sonrió con burla. – Tu cuerpo, tu mente, tu alma... Todo eso le pertenece al Lord... Una manera para que lo entiendas: tenían una conexión que podía transmutarlos en la misma persona. 

- Entonces, Chang... – Le miró Harry astutamente. – Yo también lo puedo controlar a él, ¿verdad?

- Sí, ¿pero crees que tienes el poder suficiente cómo para vencerlo definitivamente? – Le desafió la Ravenclaw pausadamente. 

- Si pude hacerlo una vez, lo podré hacer otra, ¿no te parece? – Le sonrió Harry socarronamente.

Ella le devolvió la sonrisa, una sonrisa que estremeció el cuerpo de Harry de pies a cabeza. La misma sonrisa perversa que emitió Lord Voldemort cuando Ronald había caído inerte al suelo. La misma sonrisa que le había perforado el alma. La misma sonrisa de sus pesadillas... Ahora una realidad.

Chang caminó hacia él mirándolo hondamente, captando todos los pensamientos de Harry en sus ojos. Le tomó por la barbilla sin retirar la sonrisa de su rostro. Harry permanecía paralizado, sus extremidades inmovilizadas parecían no querer reaccionar ante las órdenes. Ella acercó sutilmente sus labios hacia los de él, uniéndolos en un penetrante y congelado beso sin sentimientos reconfortantes. Chang inmediatamente con una fuerza invisible lo jaló contra la pared para tenerlo retenido. Fue cuando Harry sintió que su mente se volvía caos y sus sensaciones se engañaban hasta llevarlo a la inconsciencia.

Lo primero que sintió fue un frío estremecedor en todo su cuerpo, especialmente en sus labios unidos con los de Cho. Luego la profundidad que la muchacha buscaba en su boca, presionándolo cada vez más contra la pared humedecida. Un sabor amargo e irritante ardió en su garganta y como si fuera una sustancia distribuyéndose, comenzó a sentirlo en todo su cuerpo con intensidad. Parecía un veneno mortal. Y eso fue lo que provocó el aumento de su dolor de cabeza. Sus sentimientos se confundieron y ahí empezó el caos en su interior.

Podía sentir el frío helado recorriendo sus venas, que lo mantenía paralizado en el lugar pero, al mismo tiempo, una flama ardiente de calidez estaba prendida dentro de él. Un desprecio y asco terrible nacía en sus labios para luego perderse en su faringe en forma de deseo sagaz y placer seductor. Su cuerpo no interpretaba tantos sentimientos contradictorios dentro de sí. Terminó cediendo a la ambición de Cho. Se dejó besar, se dejó dominar. Su cuerpo no obtenía las fuerzas para contradecir todo. Las Artes Oscuras se sentían desde sus labios hasta las puntas de sus dedos. Sentía la energía de las tinieblas circulando en sus venas. La excitación de permitirse llevar por la adrenalina de la soberbia exaltación de poderío...

Cho Chang se separó de él paulatinamente disfrutando de su aroma confortable cada segundo. Se alejó unos cinco pasos para quedar medianamente alejados. Contempló a Potter que permanecía apoyado sobre el muro. Se notaba cansancio en su rostro desmarcado y pálido. Su boca ligeramente abierta y sus ojos cerrados vigorosamente. Su respiración era sospechosamente agitada. Su cuerpo parecía exhausto, como si la muchacha le hubiera quitado toda su energía. Sonrió satisfactoriamente.

- Ahora empieza tu verdadera pesadilla, Harry Potter. – Le murmuró lo suficientemente alto para que le entendiera. – Veremos quien gana... Si Lord Voldemort o el grandioso niño que vivió. Veremos, veremos y luego sabremos... 

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Nuevamente, bostezó largamente, disimulando ligeramente. Había dormido desastrosamente, peor que las primeras noches después de la muerte de Ron. Revivió muchas cosas, pero sobre todo la sensación de poder, del poder maligno que podría gobernar sobre todos los elementos contemporáneos en la faz de la Tierra. Voces y recuerdos enmarañándose en su mente, solamente lograron aturdirlo. Y sentía una presión en su cuerpo.

¿Sería verdad que mantenía una conexión con Lord Voldemort que le permitía a este subsistir en su cuerpo? ¿Capaz de volverlo a dominar? ¿Jamás sería libre? ¿Seguían esas cadenas atándolo rigurosamente a su destino? ¿Todavía no lo había cumplido, todavía no lo había sellado? ¿Lord Voldemort no había muerto...?

Pasos se escucharon detrás de él acercándose. Rodearon el sillón donde estaba sentado y Hermione entró en su círculo de visión obstruyéndole la vista a las flamas de la chimenea. Ella le sonrió dulcemente y le besó momentáneamente los labios. Estremecimientos. Había sentido tanto calor en sí en ese momento... Pero la noche anterior había sentido tanto frío. ¿Cómo dos besos podían ser tan diferentes? ¿Por qué inspiraban a tener tantas diferencias, si la forma de originarse era exactamente igual?

Hermione pudo ver aquella desorientación de la realidad reflejado en sus ojos. Se sentó a su lado con preocupación sin quitarle sus ojos almendrados de encima. Se sintió incómodo bajo su mirada. Los recuerdos del beso nocturno andaban en su mente como una sentencia. Le había sido infiel... no se había resistido a la pasión falsa de la Ravenclaw. Culpabilidad.   

- ¿Estás bien? – Preguntó Mione acariciándole el rostro suavemente. Tembló y ella pudo percibirlo. – ¿Qué sucede, Harry? – Culpabilidad, desprecio, miedo, inseguridad. Se sentía tan vacío, tan insensible. Lo único que percibía era un frío interno potente, incesante. Dejó ir un suspiro, vacío de sentimientos. – Harry... ¿qué...? – Pero no pudo continuar.

- Hermione, él sigue vivo... – Susurró abatidamente. Todos sus intentos de cortar conexiones con Voldemort... Todos sus intentos habían sido absolutamente en vanos. Él seguía vivo gracias a él.  

- ¿Pero qué dices, Harry? – Preguntó sin entender Mione, observándolo perpleja. – Lo vimos desvanecer, desaparecer. Es solamente cenizas esparcidas en la tierra...

- Físicamente...

- ¿Qué quieres decir con eso? – Exclamación alterada y exasperada de Hermione. - ¿Qué incoherencias dices, Harry?

- Él está vivo, Hermione. – La miró fijamente a los ojos, sin pestañar un solo momento.

- ¿Cómo? ¿Cómo lo sabes?

- Mione...

- Harry, yo no bajo a desayunar hasta que me digas quién te dijo o cómo te enteraste de esto. Y me cuestas cómo es posible que esté vivo... – En ese preciso momento, Lidia ingresó en la sala común casi desierta ya que casi todos los Gryffindor se encontraban desayunando. Se dirigió al dúo y atrajo a Hermione a ponerse de pie.  

- Te necesito un minuto, Herm. – Le sonrió su madre alegremente sin percibir el aire abrumador que había entre su hija y Harry. Mione quiso protestar, pero era tanto el entusiasmo de Lidia que tuvo que desistir a quedarse con Harry.

Se retiró junto con su madre de la sala común en dirección a la planta baja. Veinte minutos después, buscó a Harry en la sala común de Gryffindor suponiendo que allí continuaría ya que no lo divisó en la mesa de los leones. No encontró rastro alguno de su presencia en la sala de descanso. Acababa de venir del Gran Comedor... ¿Dónde estaba Potter?

~~~~~~~~~~~~~

Frialdad. Odio. Ira. Rencor. Desprecio. Poder. Maldad. Oscuridad. Envidia.

Codicia. Indiferencia. Insensibilidad. Traición. Dolor. Condena. Corrupción. Muerte.

Palabras que traslucían tanto y nada a la vez. Palabras que el ser humano era incapaz de entender y dominar. Palabras llenas de una luz oscura, aunque incorpórea. Palabras que podían llegar a significar sentimientos o estado de una persona... ¿Pero cuál es el verdadero significado del odio? Antipatía y aversión hacia una persona cuyo mal se desea. ¿La Ira? Pasión violenta que mueve a indignación y enojo. ¿El Rencor? Resentimiento tenaz. ¿La Frialdad? Desafecto. ¿El Poder? Tener expedita la facultad o potencia para hacer algo. ¿La Maldad? Carece de bondad que debería tener según su naturaleza. ¿La Oscuridad? Falta de luz. ¿La Envidia? Tristeza o pesar del bien ajeno. ¿La Codicia? Apetito desordenado de riquezas. ¿La Indiferencia? Estado de ánimo en el cual no se siente inclinación ni repugnancia a una cosa. ¿La Insensibilidad? Escasez de propensión natural del hombre a dejarse llevar de los efectos de compasión, humanidad y ternura. ¿La Traición? Violación de la fidelidad debida. ¿El Dolor? Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo causada por ciertas heridas, carencia de ánimo o arrepentimiento. ¿La Condena? Sentencia en la cual se impone la pena al acusado de un delito o falta. ¿La Corrupción? Alterar o trastocar la forma de algún elemento. ¿La Muerte? Cesación de la vida, separación del cuerpo y del alma.        

¿Quién era lo adecuadamente experto en la vida para decir que había odiado lo suficiente? ¿Para decir lo que era corrupto? ¿Para decir lo que era una traición? ¿Para decir quien tenía la razón y quién no? ¿Quién era lo suficientemente indiferente como para no sentir el dolor? ¿Quién tenía todas las razones para poseer la ira y el rencor? ¿Quién tenía el poder de dictar el destino del mundo? ¿Quién era lo bastantemente insensible para que una traición llena de muerte no le afectara? ¿Quién era tan corrupto para declarar a la felicidad o la tristeza un sentimiento invisible? ¿Cómo podías decir que la felicidad o la tristeza era pasajera, si no sabías que iba a suceder después? ¿Existiría alguien capaz de dominar con un poder divino la muerte y la vida? ¿Por qué el hombre prometía cosas que luego no llegaría a cumplir? ¿Quién era lo suficientemente sabio para decir que esos eran los significados verdaderos de las palabras? ¿Quién tenía el poder...?

Jamás iba a saber la respuesta, porque no la ostenta. No existía una verdadera respuesta a todas aquellas preguntas, porque el hombre nunca iba a entender más allá de sus propios intereses. ¿Cómo podíamos llamar al prójimo egoísta, si nosotros cada segundo lo gastábamos en el bien propio, sin preocuparnos por nadie, ni siquiera por nuestros seres queridos? ¿Cómo podíamos llamar al otro codicioso, si nosotros mismos vivíamos deseábamos un futuro parecido al de...? ¿Cómo podía dolernos una traición, si cada día del año le dábamos vuelta la cara a la gente que alguna vez necesitábamos, y ahora nos necesitaba? ¿Cómo podíamos decir que alguien poseía maldad, si no sabíamos nada de él? Porque a nuestra forma de ver, aquello era malo. Pero a su forma de ver, capaz era un bien. "De qué lado estés no es cuestión del destino, sino de tu propia elección."

Ahora tenía la capacidad de elección. ¿Entre qué podía elegir?

Entre la frialdad y la calidez. Entre el rencor y la benevolencia. Entre la ira y la serenidad. Entre el desprecio y la estimación. Entre el poder y la subordinación. Entre la maldad y la bondad. Entre la oscuridad y la luminosidad. Entre la envidia y la conformidad. Entre la codicia y la generosidad. Entre la indiferencia y la perseverancia. Entre la insensibilidad y el fervor. Entre la traición y la fidelidad. Entre el dolor y el gozo. Entre la condena y la inocencia del perdón. Entre la corrupción y la honestidad. Entre el odio y el amor. Entre la muerte y la vida.

Tenía la capacidad de elegir...

Se mordió el labio para contener las lágrimas cristalinas que pugnaban por salir de sus ojos esmeraldas oscurecidos en sus propias tinieblas. Llorar no solucionaría nada... Entre la lágrima y la complacencia, ¿qué preferiría? La complacencia. Las lágrimas solamente eran un signo de debilidad. Una sustancia salina deslizándose por su rostro. No representaba más que un desequilibrio interno. Nada más.

Insensibilidad ante los sentimientos. Insensibilidad hacia la tristeza era lo que estaba mostrando. ¿Realmente le daba igual? ¿Realmente era indiferente a lo que su mente, su corazón, parecía sentir? ¿Realmente podía evadirse del dolor y gozar la agonía? No podía existir persona imperturbable. Porque aunque sea una vez, deberías haber sentido la opresión del alma. Aunque sea una vez. Sentirte abandonado, paralelo al mundo real. A nadie parecía importarle tu dolor y a ti no te importaba el de los demás. Odiabas, odiabas diferentes cosas. Él odiaba su vida.

Entonces, ¿qué iba a elegir?  

Se acomodó sobre uno de los troncos de los árboles del límite del Bosque Prohibido. El viento sopló medianamente potente, trayendo consigo una ola de estremecimientos. Era viento de lluvia, de más lluvia torrentosa. Las nubes grises del cielo rebelaban la continuidad de las precipitaciones, que solamente habían cesado unas pocas horas. Entrelazó sus brazos sobre su pecho, para intentar conseguir algo de calidez para eliminar la frialdad que lo dominaba desde la noche anterior. Pero estaba seguro que no encontraría el calor por lo menos en algunas horas más.

Inconscientemente, trasladó su mano derecha a la cicatriz en forma de trueno. Esa cicatriz que había sido el lazo más poderoso entre él y Tom Riddle. Podía ser más potente que un lazo familiar. Magia oscura combinada con la mística. El negro y el blanco concentrados en un solo lugar. El Bien y el Mal. ¿Acaso Harry representaba el punto medio entre aquellos dos? ¿Era el punto medio del odio y el amor...? ¿El punto medio de todos los demás sentimientos nombrados anteriormente? ¿Tenía la capacidad de centralizar dos sentimientos contradictorios?

- Déjame rasgarte... Déjame romperte... Déjame matarte... Déjame dominarte... – Aquella voz nuevamente en su cabeza. ¿Cómo era posible? Estaba muerto. Estaba muerto. Muerto... –  Físicamente... – Gimió al sentir sus rodillas caer al suelo, al perder la sensibilidad de su cuerpo a causa de tantas artes oscuras concentradas en sus pensamientos.

- Ilusiones. Son ilusiones provocadas por los rastros que dejó Lord Voldemort. Él está muerto. – Se aseguró a sí mismo, en intento de auto convencerse.

- Te evades de la realidad, Harry. Dumbledore seguramente esperaba que te hicieras cargo de la verdad. De la verdad que gracias a aquella cicatriz llegamos a ser la misma persona. Por eso tanta conexión...

- No estás vivo, no estás vivo. – Negó con la cabeza frenéticamente, tapando sus oídos con sus manos y con los ojos cerrados en la oscuridad máxima. – Es mentira. – Sollozó. La pesadilla había terminado, Voldemort había muerto. Farsa, era una farsa. Ahora él era libre, Voldemort había desaparecido. Tenía la libertad de elegir...

- No te engañes, Harry. – La impotencia lo dominaba. Sentía el aura de Voldemort en el aire, más bien, en su respiración. En su mente sentía el peso de los pensamientos... Le daba la sensación de estar delirando. – La pesadilla todavía no terminó, ni lo hará jamás. Pero podría convertirse en un sueño. Un hermoso sueño, Harry... Simplemente, déjame dominarte y yo te concederé la libertad divina.

- Tú te entregaste a las Artes Oscuras. Tú te alejaste de los que te aman. Tú te aislaste del mundo para morir en tu agonía. ¿Por qué no permites que ese aislamiento agonioso se transforme en placer insuperable? En el placer de sentir la energía. El poder. La libertad. Sentirte completo. ¿Eso no es lo que quieres, Harry?

- Cállate... Déjame de una vez por todas...

- ¿Quieres la libertad sin mi ayuda, sin mi presencia? ¿Ser libre de mí? Solamente hay una solución, y ya sabes perfectamente cual es...

- La muerte. – Susurró automáticamente. Negó con la cabeza mientras las lágrimas abundaban todavía más en su rostro. Él lo estaba convenciendo... Dios, se estaba dejando dominar sin darse cuenta. No lo iba a hacer... Pero estaba tan expuesto a la merced del demonio...

Escuchó lejanamente pasos apresurados que minutos después se apaciguaron hasta sentirlos débilmente en sus oídos. Manos cálidas lo tomaron de las tinieblas, sacudiéndolo para que reaccionara. Estaba tan destruido, todo le parecía una incoherencia. Nada parecía ser verdad. Abrió levemente los ojos, hasta abrirlos completamente al divisar la figura desesperada de Sirius.

- Harry, Harry, reacciona... – Exclamó Sirius zarandeándolo al notar sus ojos fijos en el vacío.

- Sirius... – Murmuró el muchacho con aire perdido y distante.

- Harry, ¿qué sucede? – Le preguntó exasperadamente, con una inquietud sofocante expresada en sus ojos celestes luminosos.

- Haz que se aleje, Sirius... Haz que desaparezca, por favor... – Murmuró suplicantemente, nuevamente con los ojos cerrados. Escuchaba a lo lejos los susurros indescifrables de Voldemort, mencionando aquellas palabras que tanto había reflexionado.

- ¿Quién, Harry, quién? – Preguntó Sirius en una exclamación aguda. Le desesperaba ver a su ahijado en un estado tan... delirante y casi inconsciente ante lo que se refería.

- Él... él está vivo, Sirius... – Lágrimas sombrías cayeron suavemente por su rostro. Se le oprimía el estómago de la presión que sentía sobre sí y sus pensamientos ya no poseían claridad. Ya no podía razonar sus palabras... Sentía como poco a poco perdía el dominio de su cuerpo bajo el dolor interno al que estaba sometido.

- Tranquilo, Harry. Yo estoy contigo, no permitiré que te haga daño... – Le abrazó estimuladamente, tratando de que la calidez tratara de separar el frío que sentía de su cuerpo, creando un escudo protectivo impalpable. Harry apoyó su cabeza en el hombro de Sirius y lloró obscuramente durante unos instantes de la incredulidad y el tormento que sentía. Su cabeza estaba metía en las tinieblas y no encontraba la forma de alejarse de él. Hasta sus lágrimas se vieron afectadas por su poder maléfico.

- Haz que me abandone... Aléjalo de mí, Siri... – No dio más y autorizó a la pesadilla a esclavizarle. Cayó entre las sombras de su alma...

~~~~~~~~~~~~~

- Estaba delirando, Sirius. Es imposible que Tom Riddle esté vivo. – Razonó Lidia esa tarde, horas después de que Black llevara a un desfallecido Potter a la enfermería.

- Tendrías que haber estado allí, Lidia... Vi la sumisión de su alma en sus lágrimas, en el brillo casi inexistente de sus ojos. La desesperación de sus movimientos y el enajenamiento de sus ideologías. Sus ojos... En ellos vi atrapada su libertad. Tuve miedo y me juré que mis ojos me engañaban... pero había destellos escarlatas en ellos. Lidia, tengo pánico de perder a Harry... Pensé que todo estaba solucionado, pero ahora de nuevo. Me siento destrozado al pensar que nunca conseguí ayudar en verdad a Harry, y que no lo conseguiré...

- Sirius, eres un excelente padrino... Pero nadie sería lo suficientemente excelente como para entender a Harry. Es tan cambiante, tan desequilibrado... Nunca sabes si sus risas son verdaderas o si realmente dice la verdad sobre sus esperanzas... La vida lo volvió cerrado... hasta capaz insensible a lo que realmente está pasando a su alrededor...

- Harry nunca se apartó de la realidad, Lidia. Vive pensando en nuestra seguridad y bienestar...

- ¿Cómo puedes saberlo...? ¿Cómo puedes pensar que no vive pensando en un mundo inexistente? ¿Qué está realmente interesado en el presente y en mejorar el futuro? ¿Cómo puedes saberlo? – Preguntó bruscamente una de las Merodeadoras antiguas. Sus ojos almendrados centrados en sus escalofriantes pensamientos para convencer a Sirius de la imposibilidad del retorno de Lord Voldemort. Ella lo hubiera sentido... Su hija lo hubiera sentido. Había una conexión al fin y al cabo entre ellos.

~~~~~~~~~~~~~

¿Cuándo sabías de verdad que realmente eras tú quién pensaba lo que quería y no que alguien te estaba obligando a pensar en ello? ¿Cuándo sabías que no estabas subordinado? ¿Cuándo sabías efectivamente si estabas razonando lo que decías o si había una persona que pretendía que lo dijeras? ¿Cómo sabías si lo que componías ya estaba planeado desde antes? ¿Sabía Albus Dumbledore que algún día, tarde o temprano, iba a compartir su cuerpo con su peor enemigo? ¿Lo sabía ciertamente?

¿Qué pasó para que Lord Voldemort reviviera? Maldita cicatriz... Ella era la culpable de todo. Podía transformarlos a Voldemort y a él en una "misma persona", en un mismo organismo. Con pensamientos unitarios.

¿Cuándo se efectuó la conexión? Esa noche de 1981... Desde entonces podía llegar a decirse que compartían los poderes. Luego compartieron la sangre... Luego los pensamientos. Ahora... ¿llegarían a compartir el cuerpo y el alma?

¿Por qué? Ese era su verdadero destino. Elegir entre la frialdad y la calidez. Entre lo cómodo y lo difícil. Y su destino era revolucionario: su elección cambiaría el destino del mundo. Si él no caminaba para tal lado, los demás no podrían ir para el otro...

Si elegía la frialdad... Podría decirse que sería Lord Voldemort Júnior en un nuevo cuerpo... No había limitaciones para esto. Nada le dificultaba esta elección. Salvo el destino de sus seres queridos. Su seguridad. Su prosperidad. Pero era prácticamente posible someterse a la frialdad. Dejar de sentir...

Elegir la calidez poseía todas las dificultades. Todo se le venía en contra. El dolor y la agonía continuarían hasta quien sabía cuando. Las pesadillas... Tendría que luchar para vencer esa fuerza irresistible que tenía adversa. Luchar contra un Lord Voldemort espiritual, sin forma física.

¿Y la posibilidad de simplemente ser libre de la frialdad y de la calidez, sin tener que elegir entre ninguna de las dos? Implicaba el suicidio. La muerte, el descanso incesante del alma. Ser libre de su destino, sin elegir ninguna. Eran las tres posibilidades que poseía. 

¿Cuál era la difícil? La calidez. ¿Cuál era la cómoda...? El suicidio antes que la frialdad.

¿Qué elegirías si se te diera el poder de decisión...?         

¿Qué es el poder de decisión? Tener expedita la potencia para la resolución adoptada de algo dudoso. ¿Cómo podría decidirse? ¿Cómo podía encontrar una solución a los diferentes destinos que podían estarle esperando ahora? La muerte.

Se negó mentalmente. Sabía perfectamente que ese era uno de los deseos de Voldemort: no permitirle la felicidad junto con la libertad. Si moría, si se suicidaba, era un cobarde. Un cobarde de la vida. Un cobarde de no poder tomar una decisión. Un cobarde de dejar a sus seres queridos solos. Cobarde de decepcionarlos. Cobarde de muchísimas cosas... Dejaría sola a Mione. ¿Las penas de Sirius y Bella no le pesaban? ¿Ganarse el odio de Lidia por hacer sufrir a su hija no le importaba? ¿La incomprensión de Remus sería suficiente para darse cuenta de lo incoherente que era esa alternativa?

Necesitaba ayuda, y la necesitaba ya.

~~~~~~~~~~~~~~

Caminó durante treinta minutos extraviados por las dimensiones del castillo. Sentía esa nostalgia invadía su cuerpo. La sensación de sentirse abandonada la invadió, haciéndola perder la razón durante largos minutos en los que el llanto no cesó. Pensaba que ya lo había superado, que podría ahora comenzar a vivir de verdad, libres. Pero Sirius se cruzó con ella horas antes para informarle del estado en el que había encontrado a Harry.

Creyó que se desplomaría allí. No lo podía creer, no podía entender. Días anteriores habían estado conversando sobre los planes para el futuro. Días antes había pensado que por fin Harry Potter había vuelto... Sin embargo, otra vez las mentiras quebraron su alma. Otra vez las sombras del pasando, afectando el presente y modificando el futuro destinado.

Otra vez había regresado el miedo a perderlo. A perderlo todo. El miedo a perder los besos profundos, miedo a perder esos ojos verdosos espléndidos... A muchos elementos les tenía miedo, pero el mayor terror que la invadía era perderlo a él, a Lidia y a sus padrastros muggles, que siempre estarían allí a pesar de todo. Perder las ganas de vivir le producía pánico.

Con las lágrimas poco se solucionaba. Pero de algo sirve llorar: demuestras que no eres insensible. Demuestras que puedes flaquear en todo momento. Demuestras que sientes dolor y tristeza. Demuestras que necesitas desahogarte de tantos pesares. Debilidad sonaba muy mal término para denominar la acción de llorar. A su entender, era pedir un hombro en donde apoyarse. Pedir comprensión, sugerencias. Y era lo que Hermione Granger necesitaba.

~*~

Lo que yo necesitaba era volver a sentir que Harry ya no pensaba en el pasado, que levantaba la vista optimistamente y que la inocencia y la ignorancia nunca habían abandonado su personalidad. Necesitaba que Harry dejara de pensar que estaba dominado por las sombras. Estaba cansada de Voldemort, de que no dejara ser feliz y libre a Harry. Lo odié, por no permitirme disfrutar de la sonrisa de Harry durante todos esos siete años. Lo odié por tratar de hacerme flojear a mí también, de tratar de guiarme hacia la muerte. Si le había tenido lastima, desapareció cuando vi a Harry después de su decaída.

¿Quién era realmente Lord Voldemort? ¿Quién era Harry Potter ciertamente? ¿Quién era Hermione Granger y quién era Hermione Riddle? ¿Quién era verdaderamente Amanda Ruiz y Lilian Callejas? ¿Quién era Ronald Weasley? ¿Quién era...?

¿Cuándo sabes que realmente conoces a una persona? ¿Cuándo sabes que puedes comprenderla, entender perfectamente sus pensamientos, interpretar sus gestos? ¿Cuándo sabes que tu manera de ver a esa persona es la correcta? ¿Qué no te está engañando o qué tú no la comprendes? ¿Cuándo te das cuenta que tus ojos no te están mostrando una realidad? ¿Cuándo sabes que una pesadilla es irreal?

¿Cuándo lo sabes? Cuando sientes la muerte al lado. En tu ser. En tu alma. En tu mente. En tu cuerpo. En tus movimientos. En tus esperanzas. En... todo.

Lo que ambos necesitábamos era liberarnos de las cadenas de lo acontecido. Y creo que si de algo estoy orgullosa y agradecida, es de haberme dado cuenta a tiempo para evitarla, evitar la muerte...

~*~

Desesperación. Preocupación. Abatimiento. Turbación. Intimidación.

Dolor, agonía de perderlo. Dolor del miedo que sentía.

Dolor de su corazón, que latía fuertemente contra el pecho, alterado.

Dolor inimaginable de la tristeza, del tormento y de la inquietud.

Las mazmorras quedaban muy lejos. Todavía faltaban muchas escaleras por bajar. Y nunca había explorado con profundidad aquellos pasillos escalofriantes. No tenía un guía, y se sentía perdida. Pero sabía donde él estaba. Sentía sus gemidos en sus oídos. Sentía su intranquilidad en su corazón, como si estuvieran conectados. Sentía los gritos de auxilio que él emitía. Los sentía, y eso la guiaba lo suficiente. O eso esperaba.

¿Cómo había desaparecido de la enfermería sin que Madam Pomfrey se hubiera dado cuenta? ¿Cómo? ¿Y, por qué, maldición, habían tardado tanto en descubrir su ausencia? ¿Por qué no le avisaron antes? ¿Por qué? Contuvo nuevamente las lágrimas. No era el momento de sollozar, maldecir o atormentarse.

Corría traspasando aulas que anteriormente habían sido de la clase de Pociones donde había acudido. Creyó traspasar rápidamente el despacho de Danielle Colfer, aunque lo primero que pensó era que Snape salía de allí para bajarle puntos a Gryffindor. Se reprochó por recordar de esa manera a Severus. Entre corridas jadeantes, con los pies doloridos, vio una sombra en la mitad del pasillo en el cual estaba transitando. Tuvo las ilusiones de pensar que era Harry... Pero estaba segura que no era el momento de ilusionarse.

Cual fue su sorpresa al ver la sonrisa malévola de Cho Chang enfrente de sí. Sus cabellos negros nunca resultaron ser tan sombríos y estremecedores como ahora. Hacía una diabólica combinación con sus ojos castaños perspicaces y aquella sonrisa. Una túnica negra fúnebre hasta el suelo cerraba la figura de Cho.

- No tengo tiempo para pararme a charlar, Chang. – Le miró amenazadoramente Granger observándola con repugnancia. Ella le miraba de la misma forma, solo que con un toque triunfal.

- ¿Ah, no? – Se burló la Ravenclaw. Sus ojos destellaron en maldad. - ¿Qué es tan importante para no prestarme atención? – Tras un instante de tenso silencio, prosiguió. - ¿Acaso... la vida de Harry Potter?

Hermione nunca sintió tanto rencor hacia una persona como en ese momento. Hubiera querido tomarla por sus cabellos y hacerla chillar de dolor al estilo muggle. También hubiera deseado tener la capacidad de hacerle un buen proyecto de Cruciatus y descargar todo su odio en el encantamiento. Esos pensamientos eran desarrollados por la impotencia que sentía.

- Sal de mi camino. – Le ordenó con los ojos flameando brillantemente.

- ¿Y que te hace pensar que haré eso? – Se burló nuevamente la Mortífaga.

- ¿No quieres por las buenas? Lo harás por las malas. – Sacó su varita mágica del bolsillo de su túnica verde azulado oscura. Trazó un círculo con ímpetu e impaciencia, murmurando palabras inaudibles. A continuación, señaló a su contrincante. – Expelliarmus.

- Escudo. Heridus Saengrum Extremus. – Mione no tuvo tiempo de esquivar el hechizo, provocando más de una herida profunda en su brazo izquierdo. Gimió un instante de dolor, aferrándose a su brazo. Luego, levantó la varilla...

- Duplicáis Dolorem. – Susurró suavemente mirando fijamente a Cho, quien salió volando hasta estrellarse con el muro más cercano. Dejó escapar un grito ahogado de dolor, mirándola con furia. – Desmaius.

Respiró hondamente cuando la muchacha cayó inconsciente en el suelo gracias al encantamiento utilizado. Había concentrado bastantes energías en retrucarle el encantamiento de heridas, y eso la había dejado incapacitada de comenzar a correr nuevamente. Sin embargo, con paso algo más lento, volvió a intentar captar el aura de Harry cercanamente.

Caminando a pasos agigantados empezó a dirigirse lo más veloz posible hacia la última mazmorra de aquel pasillo. Llegando a ese punto, sintió como un frío tremendo le irrumpía el cuerpo, llenándolo nuevamente de desesperanzas. Temblando ligeramente, empujó la puerta para ingresar en la sala. Lo vio arrodillado en el suelo, murmurando palabras que sus oídos y su mente no lograban entender. Pársel.

Corrió hacia él con toda la energía que le permitían sus heridas. Le abrazó, sin que él al principio se diera cuenta de quien era (atacándole con unos instantes de desconcierto y terror.) Estrechamente, lo mantuvo entre sus brazos durante extensos minutos. Cuando se separó, acarició su rostro húmedo por las lágrimas que hacía no mucho habían corrido por éste.

- Harry, gracias a Dios estás bien... – Agradeció sonriéndole débilmente.

- Hermione... – Vaciló él mirándola aún con desconcierto.

- ¿Qué te ha hecho, Harry, qué te ha hecho? – Los ojos de Harry se abrieron de terror, extraviándose momentáneamente en otra dimensión. Hermione lo sacudió fuertemente, para volver a traerlo a la realidad.

- Mione, por favor... Por favor... – Instantes de mutismo, fracturados por un susurro de Harry en la lengua de las serpientes. – Haz que...

- Yo haré que desaparezca, Harry. No permitiré que te siga haciendo daño. – Tomó su rostro entre sus manos ligeramente cálidas y vehementemente besó los labios flemáticos del muchacho.

~*~

- Yo haré que desaparezca, Harry. No permitiré que te siga haciendo daño. – Tomó su rostro entre sus manos ligeramente cálidas y vehementemente besó los labios flemáticos del muchacho.

La voz de Voldemort quedó absolutamente fuera de su mente durante esos minutos que Hermione no separó sus labios reconfortantes de los suyos, transmitiéndole la sensación de relajación, tranquilidad y sobre todo de cariño. De sentirse amado y de poder devolver el sentimiento con la misma intensidad. Si antes había estado colmado de frialdad, ahora podía decirse que estaba colmado de calidez. Aquella sensación que parecía haberse olvidado. La sensación de estar viviendo un sueño. Un sueño placentero.

Dejó que Hermione eligiera la forma de llevar el contacto de los labios. Le exigió ponerse de pie mientras transportaba sus manos desde el rostro del muchacho hasta la cintura, para allí abrazarlo intensamente, suplicándole con el gesto que no apartara sus labios de los suyos.

Minutos después, separaron sus labios tenuemente para poder respirar. Aunque momentos después el joven la volvió a besar, para luego bajar mansamente hasta su cuello, acariciando con sus labios la piel estremecida de Hermione. Ambos blasfemaron el momento que se distanciaron.

- Dime, Harry, cuál es tu elección. – Demandó Mione tenazmente. Sus ojos mirándolo con determinación increíble. Potter suspiró levemente sin cortar la conexión visual. – Si luchar contra las tinieblas, dejarte llevar por ellas... O extinguir tu vida. Quiero que sepas y recuerdes que cuentas con todo mi apoyo en la dificultad.

- ¿Realmente no te alejarás de mi lado? – Murmuró con la cara y la voz de un niño inocente, como preguntándole a su madre sí de verdad iba a permanecer a su lado esa noche tormentosa. Mione sonrió tiernamente y lo besó durante menos de quince segundos para luego murmurarle:

- ¿Cómo crees que te dejaré solo? – Él sonrió ampliamente.

- Entonces ya tomé una decisión.

~~~~~~~~~~~~~

Era fácil decirlo, pero fue enormemente difícil lograrlo. Como contradecir tus propios pensamientos, y aquellas tentaciones que le tomaban sorpresivamente en los momentos menos adecuados. Pero lo que necesitaba hacer era sepultar a Voldemort en su alma. Sepultarlo para que no despertara jamás nuevamente en su espíritu.

Pero Voldemort no se iba a dejar vencer fácilmente. Los forcejeos en las noches le dejaban un interminable insomnio, que terminaba por exprimirle la cabeza. Los dolores de cabeza y la pérdida de apetito fueron unos de los síntomas de rechazo de su organismo. Tuvo que conversar duramente con Sirius, para demostrarle lo sujeto que estaba a la voluntad de las tinieblas, y la necesidad de que lo apoyaran se hizo más intensa que nunca.

Todo parecía ser un suplicio. Las noches llenas de imágenes dolorosas, sangrientas, tétricas. Palabras y más palabras adornaban las imágenes. Los recuerdos en las pesadillas, las alucinaciones durante el insomnio... Sus pensamientos mezclados, perdiendo la claridad que siempre habían tenido.

Pero tampoco todo era una tortura. Tanto Hermione como Sirius se encargaron de distraerlo los últimos dos días que les quedaban en Hogwarts antes de retornar a Londres. Hablaron con Hagrid durante más de cuatro horas (N/A: Lamento la poca participación de Hagrid en el fict ;_;) y prometieron mandarse cartas hasta que volvieran a verse en algún momento no muy lejano.

¿Dos días le quedaban en Hogwarts? Aja. El tiempo volaba, ¿no parecía ayer cuando el sombrero seleccionador los destinó para Gryffindor? ¿No parecía ayer cuando pasaron los diferentes obstáculos para llegar a la Piedra Filosofal? ¿Tanto había pasado de su encuentro con el Basilisco en el segundo año? ¿Y su encuentro con Sirius en la Casa de los Gritos, la revelación de la auténtica verdad sobre la muerte del matrimonio Potter? ¿El Torneo de los Tres Magos, el retorno de Voldemort? ¿Las medidas de seguridad que tomó Dumbledore en su quinto año, sin permitirle andar solitariamente por el castillo? ¿La selección de Amanda, su amistad con el trío de Gryffindor en el sexto año? La muerte de la muchacha... Y el séptimo curso. Tantos acontecimientos importantes y espeluznantes habían pasado en aquel año... 

La develamiento de la mentira sobre los padres de Mione, el encuentro de Harry con Sean Riddle en el bosque del Mal de Ojo, la Marca de Serpiente provocada por el Radopole. Las "entretenidas" vacaciones de invierno con Draco Malfoy, causantes de un caos en su organismo y su caída al lado oscuro. Diferentes líos amorosos... El descubrimiento de los poderes de la Marca de Serpiente luego del enfrentamiento en la Cámara Secreta y la voz de Voldemort en su cabeza en intento de persuadirlo hacia las Artes Oscuras. La horripilante visita a Hogsmeade donde habían muerto Sean y Severus, tratando de salvar a Potter. El beso inevitable del Dementor a Draco Malfoy. El juicio de Sirius, la libertad de su padrino. Después de aquello, la muerte de Dumbledore tras las amenazas del Innombrable y el descubrimiento de Chang como Mortífaga, aunque sin poder probarlo al Ministerio. La terrible escena de suicidio bajo el poder de Voldemort que Hermione logró evitar. La inaplazable amistad del trío con Lilian Callejas. El encantamiento Dominare Corpus Finite. Dominare Voluntatem Finite. Dominare Anima Finite, el cual logró librarlo parcialmente de Tom Riddle. Finalmente, el baile de fin de año, las pesadillas premonitorias nocturnas, estudios astrológicos tras las acotaciones de la profesora Sinistra y las apariciones en la taza de té... Los EXTASIS y el encuentro con Lord Voldemort, las muertes de sus dos amigos y de Peter Pettigrew...

¿Había sido un año emocionante sí o no? Risas sarcásticas. ¿Llamar emocionante a una pesadilla llena de sangre? No, no era ninguna pesadilla. Sino la realidad.

~*~

Nostalgia. Al fin y al cabo, había sido su hogar durante largos siete años. Hermione le repetía una y otra vez que volvería a verlo prontamente, pero él insistía en que nunca volvería a ser lo mismo. Volvería como un ex alumno, ya no sería más un alumno de Gryffindor, con la capacidad de sumar o restar puntos a su casa, con la inocencia de hacer enfadar a los profesores...

Extrañaría la calidez de la sala común, lo tranquilizante de sus terrenos, las aventuras en el bosque Prohibido, ver a Rubeus Hagrid, profesor de Cuidado de las Criaturas Mágicas, en su cabaña. Los pasillos oscuros durante las noches con pasadizos secretos que ni Filch ni la señora Norris sabían ni sabrían por largos años. Cruzarse con los fantasmas. Las raras contraseñas del cuadro de la Dama Gorda. Las clases, los profesores... ¡Los banquetes! E innumerables cosas más...

Ella rió junto con él cuando mencionó las suculentas comidas que había gozado durante los años. Observó un instante el lago, una sombra pasaba lenta y cautelosamente debajo del agua, el Calamar Gigante. Jaló el brazo de Harry para seguir recorriendo por última vez Hogwarts con los "ojos de estudiantes."

Pero tenían la certeza que volverían y eso les animaba a no amargarse tanto por pasar a ser independientes... Aunque ya les estaba esperando otra jornada intensa de estudios para sus profesiones. Mejor no extrañar tanto.    

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

- Será mejor que nos internemos entre la muchedumbre, salvo que quieras que Rita Skeeter nos vea y venga corriendo hacia nosotros para una súper noticia para el diario Profeta sobre la derrota del Innombrable. – Le susurró Hermione señalando en dirección contraria a la que iban. Harry se volteó lentamente y miró de reojo a Mione.

- Me pregunto donde se habrá metido Sirius, no nos podemos ir sin ellos, ¿verdad?

- Creo que no, Harry. – Rió Herm tratando de ver a través de los diferentes estudiantes y sus padres que salían de la estación King Cross. - ¿Dónde se habrán metido los Merodeadores?

- Capaz se encontraron con el amigo del amigo del tío del primo de Remus. – Se burló Harry ligeramente. Hermione soltó una carcajada ahogada.

- Podría ser cierto. – Cuando bajaron del Expreso de Hogwarts, los Merodeadores no pararon de saludar, parecían conocer a todas las personas de Londres. Por eso sospechaban que aún deberían estar entretenidos.

- ¿Qué hacemos?

- Cualquier cosa menos permitir que alguien del Profeta nos vea. ¿Te diste cuenta cuantos periodistas estaban por la zona? Menos mal que fuimos rápidos...

- Me pregunto cómo...

- ¡Harry, Hermione! – Gritó alguien que estaba esquivando personas para llegar hasta los ex Gryffindor. Una muchacha de cabello rojizo les sonrió cansadamente después de tanta corrida.

- ¡Gin! ¿Cómo estás? – Preguntó Mione devolviéndole la sonrisa.

- Estaría mejor si tanta gente no me hubiera pisado y acorralado contra los muros. – Se quejó la muchacha divertidamente. Su melena rojiza estaba enmarañada totalmente y la chaqueta muggle que llevaba puesta estaba algo desalineada.

- ¿Para qué nos buscabas? – Preguntó interesado Harry elevando las cejas.

- Pues... No nos vamos a ver en unos cuantos meses, y la verdad que quería despedirme. Sirius me contó que se van de viaje dentro de una semana, ¿verdad?

- Pues, sí. – Afirmó Hermione. - ¿Vas a estudiar mucho para los EXTASIS, verdad? Mira que son bien difíciles... – Advirtió en broma.

- Lo haré, no lo dudes. Bueno... ¡Buen viaje! – Se dio vuelta para irse, pero Harry la tomó del brazo con delicadeza y le guiñó un ojo pícaramente.

- Guarda con Colin, ¿eh? Nos mantenemos en contacto. – Ella se fue con una sonrisa sincera en el rostro.

- No puede ser... – Murmuró Granger mirando a un punto entre los estudiantes con sus carritos. – Es mi imaginación... O ese es alguien del Profeta que nos ha divisado... – Harry rió mientras se volteaba a ver.

- Es Sirius, Mione. Tendrás que revisarte los ojos antes de irnos de vacaciones...

- Muy gracioso.

- ¿Se puede saber dónde se habían metido? – Les regañó Black en cuanto llegó a su lado. La pareja se miró inocentemente mientras contestaban al mismo tiempo.

- Aquí. ¿Ya podemos irnos?

- Malditos periodistas... Creo que corrí una maratón para que no me alcanzaran.

- Están fuera de forma para no alcanzarte. – Se burló Potter.

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- Esto parece más una casa comunitaria que un hogar para seis personas... – Observó Harry mirando con atención el inmenso comedor. – Dijeron que te iban a dar una casa, no una mansión.

- Pero bueno, también es de ustedes. El ministerio la agrandó como premio a... – Sirius cortó la frase inmediatamente después de un codazo muy obvio de Lidia.

- ¿Qué les parece si vamos a ver las habitaciones? – Sugirió Remus tratando de recobrar el ambiente alegre. – Y después, ¿una salida al estilo muggle no les gustaría?

- ¿Al estilo muggle? – Preguntaron divertidos Herm y Harry.

- Podríamos ir a uno de los restaurantes muggles más cercanos. Tengo ganas de ver lo locos que siguen estando estos no mágicos. – Se burló Sirius mientras los seis subían las amplias escaleras de la mansión.

- Los locos somos nosotros. – Contradijo Harry provocando las carcajadas de Mione.

- Te apuesto un millón de Gallones a que tienes razón, Harry. Los muggles se las ingenian sumamente bien, aunque a veces son muy ignorantes e ingenuos.

- Bueno, muchachos, sus habitaciones son estas dos primeras. – Sonrió ampliamente Sirius abriendo la puerta de la primera habitación. – Tu habitación, Mione.

La primera impresión que le dio a Hermione era que era la princesa de un palacio. La habitación era altamente excepcional en tamaño. Había una cama con cubrecamas de color lavanda. Las ventanas tenían vista al patio, donde era claramente visible un mini campo de Quidditch, que Harry enloqueció al ver. Del lado izquierdo, un armario con grandes dimensiones (podría guardarse una tienda de ropa allí, le dio la impresión a Granger) Después del lado izquierdo había una biblioteca para la futura Medimaga (con libros referentes a medicina) y unos tres sillones color azul pálido. La habitación estaba alfombrada de un azul oscuro y amueblada perfectamente.  

- ¿Lo amueblaron ustedes? – Dijo Granger maravillada, con los ojos brillándole esplendorosamente. Sirius miró para otro lado, distraídamente, mientras los otros estallaban a carcajadas.

- Sirius, aunque no lo parezca, tiene muy buen gusto para adornar las habitaciones. Si fuera por él, hubiera adornado tu cuadro con cuadros, pero como no sabíamos si te iba a gustar, le prohibimos tocar algo más. – Aclaró Lidia sonriente. Sirius, algo ruborizado, agregó:

- Aunque los colores los eligió tu madre. Al fin y al cabo, eres su responsabilidad. – Rió entre dientes, tratando de ahogar sus risas sin resultado alguno. – Ven, Harry, yo te voy a mostrar el tuyo mientras los demás siguen charlando, ¿eh? – Arrastró a Harry fuera de la habitación y lo guió a la contigua. – Quiero saber tu opinión sincera, ¿vale? Si no te gusta, me dices y cambio todo, no hay problema, ¿sabes...? – Harry lo cortó con una sonrisa tranquilizante.

- Te lo diré si me lo muestras, Sirius.

Su padrino le devolvió la sonrisa nerviosamente. Abrió la puerta, con la mano temblándole notablemente sin quitarle los ojos de encima a Harry, quien estaba inmediatamente detrás de él. Potter entró en la habitación lentamente observando todo atentamente. Embozó una sonrisa sincera y agradecida luego de analizarla completamente.

Realmente Lidia no bromeaba cuando había dicho el buen gusto de Sirius para la decoración. La cama tenía cobertores rojizos con detalles dorados. La habitación estaba alfombrada de un rojo pasivo. Igual que en la habitación de Hermione, había una biblioteca con libros sobre magia oscura y "blanca." Había también en uno de los costados de la inmensa habitación, un tablero antiguo de ajedrez. En las paredes había diferentes cuadros, de Quidditch, paisajes y cosas así. Sin embargo, lo que le dio un toque especial fueron las dos espadas desusadas cruzadas colgadas en una de las paredes.

Harry se acercó con curiosidad hasta ellas y cuidadosamente tomó una de ellas y la examinó delicadamente, inspeccionando cada esmeralda incrustada. En la empuñadura había tallado un nombre que Harry se sorprendió leer. Se volteó hacia Sirius que estaba detrás de él observándolo determinantemente.

- ¿De dónde sacaste esta espada, Sirius? – Preguntó volviendo a centrar su mirada verdosa en la espada plateada. Su padrino sonrió tristemente antes de contestar.

- Tu padre me la entregó unos meses antes de que muriera. Conservo muchas cosas de él, ya que quería asegurarse si o si que llegaran a tus manos cuando las necesitaras. Están en el sótano, ¿qué te parece si luego vamos y observamos todo? – Dijo Sirius nostálgicamente. Harry asintió pensativamente, absorto en sus pensamientos. Luego le sonrió a Sirius nuevamente.

- Gracias, Sirius. – Le abrazó fuertemente.

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- ¡Nos vamos al Caribe! – Exclamó emocionadamente Hermione aferrándose cariñosamente al brazo de Harry. Éste rió ligeramente mientras observaba una de las pinturas colgadas en la pared del recibidor donde estaba la pareja.

- Me pregunto por qué Sirius y Bella tardan tanto en bajar. – Se cuestionó Harry con curiosidad increíblemente inocente.

- Y Remus y Lidia, ¿dónde se metieron? – Agregó Mione comenzando a sospechar. - ¿Qué se estarán tramando estos locos?

- No me gusta nada esto de que los Merodeadores hayan desaparecido... – Murmuró Harry sin quitar la vista del cuadro.

- Mm... ¿A qué hora habíamos quedado viajar, Harry?

- Erm... Dentro de media hora. – La puerta principal se abrió, permitiendo ver a la pareja a Remus y a Lidia que se acercaron a ellos sonriendo considerablemente.

- Ya llevamos todo el equipaje, ¿están listos? – Preguntó Remus mirando intrusamente a Granger y Potter.

- Sí, pero Bella y Sirius no bajan...

- Esos dos... En todo caso, los dejaremos aquí solos. Yo no me voy a perder el Caribe porque se hayan entretenido... – Se quejó Lidia bromeadamente. Los demás rieron tenuemente.

- ¿Leyeron el Profeta de hoy? – Preguntó Lupin entregándoles el ejemplar. Harry observó el titular resaltado y buscó ágilmente entre las páginas del diario una de las noticias. Los otros tres lo observaban sin comprender la alteración plasmante que había sufrido sus ojos.

- ¿Leyeron esto? – Dijo Harry mostrándoles una de las fotos y señalando el artículo.

Joven Mortífaga enviada A azkaban

Hace pocas semanas ha terminado su séptimo curso en el colegio Hogwarts, de Magia y Hechicería, luego de repetir este último año insólitamente. La joven Cho Chang sorprendió a los medios y al Ministerio tras entregarse voluntariamente al Ministerio de Magia, declarando su antigua unión al lado oscuro. Se supone que luego de la muerte del Innombrable, reflexionó sobre su decisión, arrepentida, quiso pagar sus actos delatándose.

Declaró haber matado a muchas familias en el verano pasado en los múltiples ataques a las casas en la zona de Londres, y haber estado relacionada, muy cercana, con la muerte de Albus Dumbledore. También haber sido colega de Draco Malfoy, quien murió tras el Beso del Dementor meses atrás. Haber participado en el ataque a Hogsmeade, entre otras cosas.

El Ministerio de Magia tras discutirlo durante semanas, decidió condenarla perpetuamente a Azkaban. ¿Cuántas muertes se podrían haber evitado si se hubiera investigado más profundamente a los mortífagos antes de la sospechosa caída del Innombrable? Decenas de mortífagos se entregaron a la justicia estas últimas semanas, tras estar bajo la mirada fija de los aurors.

Parece que por fin podremos vivir en paz... Sin embargo, nos quedan las dudas. ¿Alguna vez sabremos como realmente desapareció Lord Voldemort? Harry Potter permanece apartado de los medios, sin hacer ninguna declaración.

Harry soltó una risita burlona tras la última oración. ¿Esperaban que saliera a la luz y les contara todo? Mejor mantenerlo en secreto, junto con el Ministerio. Por largos años... Hasta capaz, toda su vida...

Hermione lo abrazó vigorosamente y Lidia y Remus se sonrieron entre ellos. Recién en ese momento, sintieron los pasos apurados de Sirius y Bella bajando las escaleras mientras discutían quien tenía la culpa de que llegaran tarde. Si no se apuraban, perderían el traslador al Caribe... Y eso era algo que Sirius Black no se iba a perder sino quería enfrentar los gritos de regaño de Lidia, Remus, Hermione y Harry. 

Ahora podían decir que habían empezado a vivir en paz. ¿Qué les deparaba el futuro? Como había dicho Hagrid años atrás, lo que tenga que llegar, llegaría, y habría tiempo para afrontarlo. ¿Para qué preocuparse de antemano por el futuro? Mejor disfrutar cada instante del presente y no vivir ni de las ilusiones para el futuro ni de los recuerdos del pasado. Todo tenía una razón de existencia.  

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Comentarios en la Parte 17 ^^