"Una versión del futuro".

   by amhy potter

Atención: Esta historia NO contiene ningún tipo de spoiler referente a La Orden del Fénix que sea necesario para la comprensión de la trama de la historia. Habrá algunas veces, referencias sobre sucesos, conceptos, datos o nombres, que en dado caso, serán explicados sin perjudicar éstos.

Teniendo en cuenta que el quinto libro de Rowling salió de las expectativas iniciales vitales para la realización de esta historia, se declara oficialmente, de este fic, un AU (Alternative Universe). 

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¡Hola, magos y brujas! Sé que he tardado más de dos meses en actualizar, y en verdad que lo siento mucho. Sencillamente, fue duro escribir un capítulo como el que a continuación verán.

Pero, tengo tiempo ahora mismo e iré directo al punto. Me voy a un nuevo lugar para comenzar la Universidad y estoy a dos días de ello; empacar y empacar es para lo único que tengo mente.

Bien, no tendré computadora propia en un futuro y no seré capaz de poder enviar los siguientes capítulos con rapidez. Les pido, de favor, paciencia. Este fic seguirá, no se preocupen, pero tomará mucho más tiempo del que yo esperaba...

En fin.... no podré responder los reviews esta ocasión, pero, les podré dejar con unos presentadores muy interesantes...

Primero, he de decirles que alguien me dio por ahí la sugerencia de un presentador permanente; aún más... cierto presentador permanente.

Y, viendo después del quinto libro la fama que ha ganado no sólo en mí, me pareció una magnífica idea el hacerlo.

Así que, por primera vez en la historia de este fic, un presentador permanente que antes ya había salido, y que, gracias a su popularidad, volverá, para quedarse con nosotros hasta el final...

Con ustedes....

¡Sirius Black!

Sirius: ¡Hola, genial estar aquí de nuevo! Sabía que me querían, pero no es para tanto...

¡Y también, como invitado...!

Sirius: ¡Espera! ¡No he terminado de hablar!

Sirius, ¿qué les vas a decir?

Sirius: No lo sé, algo interesante... ¿qué tal sobre los Merodeadores y una de sus aventuras? Hubo una vez, en que...

¡Sirius! ¡Déjame introducir al otro presentador!

Sirius: Ah... ya... como quieras.

Bien, público, con ustedes, el único en su clase, digno de todos aquellos títulos que se le han impuesto, el grandioso...

¡Draco Malfoy!

Draco: ¡Hola! Es genial estar aquí por primera vez....

Sirius: Pues yo, he estado dos.

Draco: Lo sé, Sirius, pero no por eso dejo de ser más reconocido que tú, ¿no es así?

Sirius: ¡Hey!

Ahem.... creo que tengo que aclarar que estos dos personajes, en realidad son del futuro...

Draco: Del presente, querrás decir, tú sólo escribes una historia del pasado.

La historia a se sitúa ahí.

Sirius: No-oh, no por hoy.

¿Quieres decir que...?

Sirius: Así es...

Pero... espera un momento, ¿tú cómo rayos sabes eso?

Sirius: Soy el impresionante Sirius Black, ¿no es cierto? Yo lo sé todo.

Draco: Por supuesto, Sirius. Ve con alguien que te crea eso.

Sirius: Para tu información, hay quienes sí lo hacen.

Draco: Y no lo dudo, pues hay quienes son idiotas.

....

¿Porqué me miran así?

¡Dedicación especial a Cristopher Jacques, por ser mi reviewer 100! ¡Gracias!

¡Y escena especial al final para Fe! ¡Disfruta!

Capítulo 11 : "Una versión en el futuro".

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Estaban conversando esa mañana como cualquier otra. Pero el tema no era relevante. Lo interesante de todo esto, fue cuando el joven auror de 19 años cruzó la puerta del comedor para dirigirse a la sala, donde ellos se encontraban.

Al chico se le veía un gran apuro en su rostro. Con jeans y una camiseta azul, el joven disfrutaba de sus vacaciones como lo hacían las demás personas en la sala.

Se dirigió con rapidez hacia uno de los presentes, y se arrodilló ante él. El hombre, sorprendido por la acción, no pudo mas que observar fijamente al chico con una mirada de suspicacia combinada con esos ojos calculadores que habían ganado ya fama.

— ¿Qué quieres? — preguntó el hombre al joven, temiendo tener razón en sus sospechas.

—  ¡Sev! ¡Por  favor, di que sí! —exclamó el joven con una expresión de ansiedad mezclada con un rostro que exigía a quien sea que fuese su interlocutor, siempre compasión.

Pero la mayoría sabe que a este chico no le gusta la compasión, ¿no es así?

Cierto. Pero... esta era una excepción puesto que el chico estaba fingiendo sólo para su beneficio personal.

— No, ya te dije que no — contestó el hombre cruzándose de brazos dando a entender que no, significaba no, y punto.

—  ¡Pero Sev! ¡No me va a pasar nada! ¿Sí? — preguntó el joven poniendo esa mirada en su rostro, presionando al hombre a cuestionarse si ese ´no´ que dio, en verdad significaba ´no´.  

Y mientras el chico mantenía firme esa mirada en la cual sabía el hombre era muy débil para pelear, éste suspiró  resignada y cansadamente.

— Harry... —dijo en voz derrotada—, sabes que no está en mí darte permiso... —dijo mirando fijamente al joven.

— ¡Pero si no le dices no se va a enterar! —dijo el chico tratando de obtener lo que quería—. Además —agregó—, Moony ya dijo que sí —dijo señalando con la mirada a la última presencia de la habitación. 

— No, Harry —negó éste al chico—. Yo dije que si Severus lo aprobaba, yo también lo haría.

— Y échame a mí la culpa —dijo el nombrado—: Si Sirius se entera, que no dudo que lo haga, yo seré el perjudicado.

— No es eso —dijo el otro hombre—. Sabes que a mí me es casi imposible tomar el papel de guardián estricto —dijo con una leve sonrisa.

— Y yo soy perfecto para el papel, ¿no es así? —dijo aquél sarcásticamente—. De todas maneras, Remus, si Sirius se entera, yo la llevo.

— ¡Pues no le digan! —dijo el chico suplicante—. ¡Juro que regresaré antes de que él llegue!

— Harry, sabes que se va a enterar de todas formas, y nosotros vamos a salir perjudicados si eso llega a pasar —dijo el hombre en voz severa—, y mucho más yo... —agregó al final.

— ¡Pues sólo dile que te obligué o algo! —dijo el joven sin darse por vencido.

— Que me obligaste... —repitió el hombre en voz baja y sarcástica—. Harry, Sirius dijo que no, y sabes que cuando él dice eso....

— ¡Pero si tú me das permiso no se va a enojar tanto! —dijo el chico en voz suplicante—

— No se va a enojar contigo... mucho. Conmigo, esa sería otra historia —dijo el hombre oscuramente y oprimiendo un escalofrío—. Sabes que siempre que Remus y yo te damos permiso ignorándolo a él, yo soy el que la lleva al final...

 — ¡Pero Sev, todos van a estar ahí! ¡No me va a pasar nada! La casa de Ron está muy cerca, y las defensas están reforzadas. ¿Por favor? —agregó suplicante.

— Harry, no sabes qué te pueda pasar del trayecto de aquí a allá... Sí, ya sé —agregó el hombre al ver al chico abrir la boca para argumentar—: Son 5 kilómetros de distancia, y los Weasleys tienen su casa muy bien protegida. Pero, eso no impidió que Death Eaters te atacaran la vez pasada... —dijo al final con una ceja levantada.

— P-pe-pero... —balbuceó el joven parpadeando rápidamente. No pensó que el hombre se defendería con ese argumento. ¡Rayos!

— Te diré qué —dijo el hombre suspirando de nuevo resignadamente—. Irás... Pero —dijo esta última palabra en voz alta ante el hecho de que el joven estaba por gritar de emoción, cantando victoria— llevarás a por lo menos dos aurors contigo —dijo mientras el rostro del joven expresaba un pálido horror—. ¿Estás de acuerdo?

— Eh... —balbuceó de nuevo el joven sin decir nada. ¿Aurors? ¿Porqué aurors? ¡Tenía 19 años, maldita sea! ¡Ya no era un niño!—. Er... ¿Moony? —preguntó en voz esperanzada volteando hacia el otro hombre.

— Harry —dijo éste lentamente— sabes que tu seguridad nos es muy importante. Por esa razón Sirius no te dejó ir. Y sabes que se pondrá furioso cuando se entere de esto —dijo viendo cruzar en el joven una rápida expresión de temor... no temor por su seguridad... Sino temor porque Sirius pudiera prohibirle ir con los Weasleys por un mes, o castigarlo por tiempo indefinido—. Sabes que Severus se arriesga más que yo al darte permiso... dale crédito... —agregó al final con una sonrisa...

— Lo sé, lo sé... Pero, ¿no puede haber otra solución? —preguntó el chico esperanzado.

— No, Harry —dijo el licántropo negando con una sonrisa culpable—, lo siento. Y, además —agregó en voz más severa y firme—, estoy de acuerdo con Severus esta vez. Irás con aurors, o no vas. Tú decides.

El chico lo miró por algunos momentos después de suspirar largamente.

— De acuerdo —dijo en voz resignada, mientras se ponía de pie. Enseguida, se dirigió al hombre frente a él y dándole un abrazo, le dijo—. ¡Gracias, Sev! —para luego dirigirse al otro hombre—, ¡Y gracias a ti también, Moony! —dijo y después se fue corriendo con rapidez a las escaleras para llegar a su cuarto a cambiarse.

— De nada —contestó Remus con una pequeña sonrisa, mientras Severus hacía lo mismo de su lugar.

Severus suspiró audiblemente y Remus lo miró por unos instantes.

— Sólo espero que Sirius no traiga su varita cuando se entere —suspiró de nuevo Severus.

— Descuida... sabes que Sirius no es tan peligroso con su varita... Recuerda que son sus puños, lo de cuidado... que te cuides de sus puños... —dijo Remus con una sonrisa, y al final impuso una expresión de dolor al recordar los "suaves" que los puños de Sirius eran.

— Vaya..., gracias... Justo lo que necesitaba —dijo Severus sarcásticamente.

Iba a ser una largo, largo día....

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¿¡QUE USTEDES QUÉ!?

Er... bueno, "largo", no es la palabra perfecta para definir el día...

— Sirius, escúchanos primero... Él...

— ¡NADA! ¡NO HAY EXCUSA! ¡PERO ME VA A OÍR... ESE CHICO ME VA A OÍR! .... ¡Y USTEDES TAMPOCO SE QUEDAN ATRÁS! ¡CUANDO TERMINE LAS CUENTAS PENDIENTES CON ESE CHICO, USTEDES SEGUIRÁN!

¿Tal vez otra palabra mucho más... er... fuerte sería más apropiado?

¿Mortal, quizás?

Un azotón fuerte de una puerta hizo temblar un poco a los candelabros colgados del techo y las paredes.

Un silencio infernal y terrorífico siguió entonces. Y las palabras "infernal" y "terrorífico", aseguro yo, no soy para nada exageración.

— Er... —balbuceó Remus J. Lupin, quien una vez fuera Profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en la ya famosa Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería cuando el  joven en cuestión cursaba ahí su tercer y séptimo grado. Un reconocido hombre en la sociedad mágica por destacar en la lucha contra el Dark Lord, ahora trabajando como Profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras de nuevo, que, a diferencia de la mayoría de las criaturas oscuras, el hombre, siendo un licántropo era aceptado libremente por esta comunidad.

Pálido y algo tembloroso, claramente algo atemorizado, este hombre-lobo que antes había luchado contra toda clase de soportadores de las Artes Oscuras, y se había enfrentado contra Death Eaters, Dementores, dragones, gigantes e incluso luchando una vez con el mismísimo Dark Lord; poseedor de la Orden de Merlín, Primera Clase con Honores Supremos, el hombre encontró que su voz también temblaba ante la impactante escena que hace poco, su oh mejor amigo le mostró—. Severus, ¿no viste si por casualidad Sirius llevaba su varita?

El hombre llamado Severus Snape lo miró fijamente también vistiendo un pálido alarmante. Al igual que el licántropo, Severus ejercía como Profesor en Hogwarts, siempre impartiendo la clase de Pociones, que, a diferencia del otro, él ya llevaba varios años en el lugar.

Reconocido internacionalmente como uno de los mejores en Pociones, el hombre había sido un cruel y vil Death Eater en sus tiempos, que con el paso de los años, la conciencia y el poco corazón que había quiénes en un tiempo no muy atrás afirmaban éste no existía, le hicieron ver una nueva formar de admirar la vida, y trabajó de espía para la Orden del Fénix, dirigida por Albus Dumbledore.

Con su gran participación en la derrota contra el Dark Lord, se hizo acreedor de la Orden de Merlín, Primera Clase con Honores Supremos y, para shock de algunas personas -incluyéndose aquí a Fred y George Weasley, así como también Sirius Black—, el Maestro en Pociones regresó a Hogwarts después de la última batalla con una personalidad muy diferente y mejorada a la que en su vida se ha visto.

Ambos guardianes del último de los Potter, temieron en parte por la seguridad de éste y en parte por su propia seguridad.

¿La causa de la palidez de ambos hombres, dignos magos que lucharon contra el Dark Lord -uno valiente merecedor a su título de Gryffindor, y otro astuto, claramente un Slytherin-, y que han sido reconocidos como unos de los pocos magos en resaltar sobre los demás?

Sirius oh Black.

Que antiguamente conocido como Death Eater traidor de los Potter y servidor del Dark Lord, pasó 12 años encerrado en la Prisión de Azkaban, siendo el primero en escapar de ella, padrino del último de los Potter y principal guardián del mencionado, que como la mayoría sabe los cargos anteriores contra su persona en cuanto a las causas que fue mandado a Azkaban, en realidad, fueron falsas.

Recompensado con una valiosa cantidad de galeones, y una disculpa profunda por parte del Ministerio de Magia, el hombre fue resuelto de sus cargos cuando su ahijado apenas salía de su sexto curso. Ahora trabajaba en el Ministerio siéndole devuelto su antiguo trabajo como auror, sólo aceptando el empleo cuando el Ministro en turno, Cornelius Fudge, había presentado su renuncia.

Volviendo al tema inicial, ¿porqué habría, Sirius Black, auror reconocido y de buena fe, ser un tormento a sus compañeros guardianes del joven Potter?

Porque Sirius oh Black competía con un Death Eater cuando el hombre se enojaba.

Y enojado estaba el hombre.

Demasiado para el gusto de cualquiera.

— Yo digo que vayamos... —dijo Remus aún pálido—. Por la seguridad de Harry.

Severus asintió en silencio y ambos hombres salieron de la callada casa.

Su destino, la Madriguera, encontraba a sus alrededores la alegría de una fiesta en honor a Percy Weasley, que, a pesar de sus insistencias pasadas de no querer una fiesta en grande, cuando de Weasleys y Potter se trataba, esta no era la situación.

El apellido Weasley en esta época es muy prestigiado. ¿Razones?

Primero, Charlie Weasley, un hombre amante de los dragones ya reconocido internacionalmente por ser uno de los mejores de su tipo. Dale a este hombre un dragón recién nacido, y se convertirá en toda una leyenda de adulto. Dale a domar uno de los dragones más peligrosos del mundo, y consigue un resultado impresionante.

Bill Weasley, reconocido por la gran seguridad sobre los bancos Gringotts por todo el mundo en que los mantiene. Un banco de estos en su campo de red, garantizaba una máxima seguridad formidable casi imposible de traspasar.

Percy Weasley, el festejado en cuestión, trabajaba para el Ministerio, en la Oficina Mágica Internacional de Leyes, siendo un muy reconocido empleado al crear y transformar varias leyes, que sólo ayudaron al progreso disciplinario de la comunidad mágica. Hace poco ascendido a Jefe Supremo de su departamento, el joven era, al igual que los hijos Weasleys, un orgullo a la familia.

Fred y George Weasley, cuyas empresas de bromas mágicas corrían por todo el mundo agotando cada uno de sus artículos días después de salir al mercado. Los jóvenes habían logrado establecer la empresa creadora de productos bromistas más famosa de la historia. Bajo la idolatría de "Los Merodeadores", personas a quienes ellos afirmaban fueron sus eternos maestros, estos jóvenes juraron no descansar hasta que todo joven sobre la faz de Hogwarts apreciara el arte de una buena broma.

Ronald Weasley, reconocido auror, que a pesar de trabajar en el Departamento de Misterios, pasaba la mayor parte de su tiempo creando, diseñando y perfeccionando estrategias para el Cuartel General de Aurors, no sólo de Inglaterra, sino también de toda Europa, siendo uno de los principales de su tipo, que hace algunos días recibió una propuesta de los países asiáticos. Orden de Merlín, Primera Clase con Honores a tan corta edad, luchó al lado del mismísimo Harry Potter para derrotar al Dark Lord. Su participación, se había dicho ya, fue vital y valiosa.

Virginia Weasley, apenas saliendo dos años atrás de Hogwarts, se convirtió en una excelente Healer en el Hospital St. Mungo, que, a pesar de su corta edad, promete tener, un respetado futuro. También habiendo estado al lado de su hermano Ronald, la más joven de los Weasleys ayudó, aunque no de tan notable manera, en la lucha contra el Dark Lord.

Así que, cuando mencionaba a un Weasley, el respeto y orgullo del apellido resaltaba por doquier. Especialmente, si el padre de ellos, Arthur Weasley, ahora permanecía como Ministro de Magia, sustituyendo a Fudge inmediatamente después de que éste renunciara. Y bajo su forma de gobierno, la comunidad mágica disfrutaba de una tranquila temporada de convivencia que hacía mucho no presenciaba.

Así que, hay fiesta para celebrar a un Weasley y el mismísimo Harry Potter piensa asistir.

¿Dónde está la prensa?

En otro lugar, cerca del Caribe, que, algún informante les dio falsos datos sobre la dichosa fiesta. Que casualmente recibía el nombre de Bill Weasley.

Ahora, ¿no estuvieron Remus Lupin, Severus Snape, Sirius Black, Albus Dumbledore y otros -amigos de la familia en cuestión-, invitados?

Por supuesto que sí.

Y planeaban ir.

El hecho de que la hora de inicio de la fiesta no sea hasta tres horas más seguro tiene algo que ver.

Seguro.

¿Qué tanto ruega, Harry Potter, pues, en ir?

Que furtivamente, los gemelos Weasleys le avisaron de una broma que en 10 minutos sucedería. El joven Potter, tentado, le sería imposible resistir.

Sirius Black había dicho ´no, tú no vas hasta que yo llegue´. Porque el chico iría pero con la seguridad de tres guardianes a su alrededor.

Guardias, corregiría el joven. Guardias que no tienen otra cosa qué hacer en su vida.

Sirius Black sólo había salido por algunas horas para revisar algunos papeles del trabajo, prometiendo que regresaría a tiempo para llevarlo junto con Remus y Severus a la fiesta.

Pero llegando, lo primero que oh Black notó, fue la ausencia del joven.

Y oh problemas.

Así es que, llegando Remus y Severus al lugar, un terrible pánico les entró al oír, que la casa había caído en un silencio mortal justo después de que Sirius oh Black había entrado en acción.

Y oh rayos.

Corrieron al lugar desesperados por detener, literalmente, algún estrangulamiento.

Y el corazón se les paró al oír un rugido.

— ¡HARRY JAMES POTTER! ¡ESTÁS EN GRAVES PROBLEMAS!

O algo parecido a un rugido.

Oh-oh.

Y al llegar a la puerta, el temible león continuó.

— ¡DE ÉSTA NO TE SALVAS, JOVENCITO! ¡YA VERÁS LO QUE...!

Remus Lupin despertó sobresaltado y sudando frío. Recorriendo sus ojos rápidamente por la habitación, notó que el peligro había permanecido en el sueño.

Bien.

Se dio cuenta de que se había quedado dormido leyendo en la sala, pues en sus piernas descansaba un libro mientras él sentado sentía la fogata frente a él reconfortarle.

Pero el hombre tenía una duda.

¿Porqué había soñado un recuerdo de hacía tres años?

O aún más, ¿porqué había soñado con un recuerdo?

Que él supiera, no es común soñar con recuerdos reales. La última vez que eso le había pasado, había sido cuando...

Oh, rayos....

El licántropo se levantó de un salto tumbando el libro y corrió con una enorme expresión de preocupación y terror en su rostro. Atravesó el comedor y el pequeño pasillo, sintiendo sus pasos contra la madera en el suelo sin importarle. Supo que al pasar por el laboratorio Severus había sentido sus pasos acelerados y saldría a ver qué había pasado.

Y eso hizo.

— ¿Qué pasa? —preguntó el hombre aún con la túnica blanca especial para preparar pociones puesta. Viendo que el otro hombre no se detenía, y su expresión en el rostro, éste temió lo peor.

Remus Lupin no muestra terror en su rostro si la causa no es estrictamente preocupante y alarmante.

— ¡Es Harry! —gritó el licántropo sin detenerse y sintiendo a Severus actuar rápido al escuchar, corriendo detrás de él, mientras Remus abría con rapidez la puerta del cuarto de entrenamientos, donde se supone Sirius y Harry estaría entrenando.

Sólo para encontrar a Harry sano y salvo en una posición de concentración extrema en el centro de la habitación, con Sirius a algunos metros delante de él.

Todo parecía bien, pero Remus no se permitió suspirar con alivio.... Algo andaba mal, lo sabía.

Al acto tan repentino de Remus al abrir la puerta con rudeza, Sirius había dirigido, desconcertado, su mirada al lugar.

Y viendo la mirada de preocupación de Remus, la consternación del animago rebasó a sus confusiones. Justo cuando iba a preguntarle al licántropo la razón de su preocupación, Severus llegó corriendo detrás de Remus, mientras éste se dirigía con rapidez al centro de la habitación.

— ¡Sirius, detenlo! ¡Lo que sea que esté haciendo, haz que se detenga! —gritó el hombre lobo a algunos metros de distancia de Sirius y Harry, mientras Severus se colocaba preocupado a su lado.

Y al decir esto, el hombre lobo recibió miradas de confusión de los dos hombres, pero que, sabiendo que éste no se preocupaba sin razón alguna, movieron para después las preguntas y se concentraron sólo por obedecer al hombre.

— No sé si me pueda escuchar —dijo Sirius refiriéndose a Harry, que ahora estaba levitando a varios centímetros del suelo, mientras que un viento aparecido de la nada, movía su túnica y cabello.

— Entonces aturdámoslo —dijo Severus sacando su varita y tomando una firme mirada y determinada ante el joven auror.

— De acuerdo —asintió Sirius mientras él y Remus sacaban sus varitas y apuntaban al chico.

— A la cuenta de tres... —explicó Severus poniéndose en pose de ataque -más que todo por costumbre que por acto ofensivo hacia el chico-, mientras los otros dos hacían lo mismo y asentían en señal de entendimiento— .1... —continuó el hombre con cautela—, 2... ¡3!

Tres voces diferentes gritaron "¡Stupefy!" y tres rayos rojos se unieron en uno al llegar al blanco deseado.

Pero el resultado, no fue exactamente el que esperaban... o deseaban.

La habitación fue recorrida por un enorme sonido explosivo mientras los ojos de los hombres fueron cegados por una blanca luz que ayudó al imponente efecto del sonido aún latente -después de varios segundos-, en la gran habitación.

Y después, poco a poco, el silencio reinó. Seguido por los gemidos débiles de los hombres que permanecían en el suelo, siendo anteriormente impactados con la fuerza de la explosión, la habitación sintió en ella los restos de la gran expulsión de poder, temblando por el suelo y las paredes.

— ¡Harry! —Sirius se levantó enseguida al recordar la situación. Viendo de reojo que los otros dos se encontraban sanos y reaccionaban al grito preocupado del nombre del joven, Sirius vio cómo ellos también se dirigían al centro de la habitación, donde la extraña niebla producida por la habitación les impedía la visión hasta allá.

¡Rayos! ¿Porqué el maldito cuarto de entrenamiento tenía que ser tan grande?

A un metro de distancia del centro, y ya habiéndose disipado la niebla, los tres hombres se detuvieron en seco, impresionados por la escena ante ellos. Y una rápida palidez se asomó en cada uno de ellos.

Un niño estaba de rodillas frente a ellos. Uniforme de Hogwarts, Gryffindor, para ser exactos, el chico parecía tener 13, o 14 años. El cabello azabache, las gafas, y la complexión física del chico, les indicaba -y ya teniendo familiarización con el joven-, que Harry tenía 15 años.

Oh rayos...

— ¡Se encogió! ¡S-se...! ¡Mírenlo! —balbuceó Sirius histérico no atinando a hacer nada más que agitarse.

— Por favor, Sirius... —dijo Severus mirándolo con esa fría mirada, que a pesar de los años en calidez constante alrededor suyo, todavía se hacía pocas veces presente—. No se encogió. Seguro algo fue mal en tu entrenamiento y Harry hizo un hechizo rejuvenecedor —dijo resaltando la acusación de que Sirius había sido el culpable de todo esto...

—¿Qué estás tratando de decir? —bramó aquél cerrando fuertemente los puños, mientras ignoraban que Remus había ido a revisar el chico en cuestión.

Estas situaciones eran tan comunes en esta casa, que los hombres se encontraban acostumbrados al hecho de que Harry saliera perjudicado en alguno de los entrenamientos. El chico estaba bien, ya lo sabían de antemano, pero también ignoraban que el presentimiento de Remus era mucho más fuerte de lo que ellos creyeron que en un principio fue.

— ¿No es obvio? —preguntó Severus mirando fijamente a Sirius con una media sonrisa, claramente disfrutando el momento—. Esto fue tu culpa. ¡Míralo! —gritó Severus cuando Sirius abrió la boca para argumentar—. ¡Es un niño! A mí nunca me pasó eso, lo sabes. Y tampoco a Remus.

— ¡Mira, desgraciado maldito...! —empezó Sirius con coraje sobre sus venas, pero fue interrumpido.

Afortunadamente.

— Sirius, Severus, ya basta. Algo está mal —dijo Remus tomando los hombros del chico, haciendo que éste levantara la mirada y lo viera confundido—. ¿Harry?

Y a la sola mención de todo esto, Severus y Sirius suavizaron su mirada y dejaron mentalmente la pelea pendiente para otra ocasión, mientras se acercaban más a Harry y Sirius se arrodillaba para ver a su ahijado mejor.

— ¿Harry? —preguntó éste preocupado y obligando al chico a mirarlo a los ojos al poner una mano sobre su barbilla.

Lo que recibió en el esmeralda no le gustó... Y de hecho, a ninguno de los tres.

Un verde opaco lleno de confusión y temor, que sólo no encajaba en los esmeraldas vivos, fuertes, poderosos y alegres de su Harry.

— ¿Q-qué? —preguntó el chico en voz baja e infantil, muy diferente a la que todos ellos conocían—. ¿S-Sirius? —preguntó el chico trayendo al verde algo de reconocimiento.

— Sí, Harry, soy yo. ¿Estás bien? —preguntó el hombre preocupándose más.

— P-pero... —balbuceó el chico—. ¿Qué haces aquí?

— ¿Qué? —dijo tomado por sorpresa—. ¿A qué te refieres?

— Harry, mírame —llamó ahora Remus, obligando al chico a mirarlo ahora a él—. Dime, ¿qué es lo último que recuerdas?

— ¿Profesor Lupin? —preguntó con curiosidad y confusión.

—¿P-profesor? —repitió éste no entendiendo la situación—. Harry, ¿te duele la cabeza? —preguntó temiendo lo peor.

— N-no... c-creo que no... n-no lo sé... —admitió éste confundido colocando sus dedos en sus sienes para verificar que en realidad no haya daño alguno.

— Harry —preguntó otra voz desconocida para Harry—, si te duele algo, debes decirlo. Quiero que me digas, exactamente, cómo te sientes.

— Mareado... —afirmó el chico buscando con la mirada al dueño de la tercera voz. Es que el cuarto a su alrededor no dejaba de dar vueltas...

—¿Mareado, eh? ¿Y no te sientes algo... extraño? —preguntó la misma voz haciendo que a Harry le diera curiosidad por saber quién era...

Y se concentró para que las paredes dejaran de moverse. E, increíblemente, lo hicieron por unos momentos. Y, desgraciadamente, supo quién era esa dichosa persona.

— ¿¡Profesor Snape!? —gritó Harry con incredulidad mirando al hombre como si tuviera dos o tres cabezas.

— Harry, ya llamaste a Moony también así, y nos estamos preocupando. No estamos para bromas. Sabes que estamos preocupados. ¿Estás seguro que te sientes bien? —preguntó Sirius a un lado haciendo que Harry lo viera a los ojos...

Y ahora que el mareo se había ido... Había descubierto que Sirius no era el Sirius que él conocía... Éste se veía más... bueno... más.

Y ahí fue cuando Harry recordó que tendría Pociones en cinco minutos y que Ron y Hermione lo esperaban para llegar al salón. Y eso fue antes de que esa sensación extraña llegara y... y después... Un momento... esto... esto no era Hogwarts.

— ¿Harry? —llamó Lupin con ojos preocupados... Y él también se veía er... más.

— ¿Qué pasó? N-no entiendo —dijo el chico sintiendo su confusión incrementar—. Hace un momento estaba en Hogwarts y...

—¿Hogwarts? —interrumpió Snape con una extraña voz muy diferente a la suya.

— S-sí... —afirmó aquél lentamente viendo a Snape con suspicacia y cautela.

— ¿Y qué estabas haciendo en Hogwarts? —preguntó Sirius confundido. Había estado toda la mañana con Harry, lo que él decía era imposible.

—¿Cómo que qué estaba haciendo? ¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Dónde se supone que debería estar si no? —preguntó Harry no entendiendo ahora su padrino—. De todas maneras, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Y dónde estamos?

—¿Dónde... estamos? —preguntó Sirius lentamente viendo a Harry con ambas cejas alzadas— Harry, estamos en casa. ¿Estás seguro que no te duele la cabeza?

—¿En casa? ¿Cómo? —preguntó Harry confuso. ¿En casa? Pero... Privet Drive no tenía esas construcciones...

—¿¡Cómo que cómo!? —gritó Sirius desesperándose, y, antes de que pudiera decir algo más, fue interrumpido por Lupin.

— Harry, ¿si recuerdas nuestra casa, verdad? ¿La que compramos hace cinco años? —preguntó Lupin lentamente.

—¿C-cinco años? Pero, ¿de qué está hablando, Profesor?  Nadie me dijo nada de ninguna casa... ¡y hace cinco años ni siquiera sabía que era mago! —gritó Harry tratando de hacerle entender a Lupin la poca veracidad de sus palabras.

Y el silencio siguió a esta última sentencia. Donde Harry sintió tres pares de ojos sólo fijarse en él. Y él trató por mientras recuperar el aliento, forzando a su respiración a continuar con normalidad.

Todo esto era una locura. Era tan irreal. ¿Porqué siempre le tiene que pasar a él?

— ¿Q-qué dijiste? —preguntó Snape viendo con incredulidad.

¿Incredulidad? ¿Snape? ¿Están seguros que hablamos del mismo Snape? Ya saben, el tipo de cabello grasiento que sólo vive amargado. ¿Ese Snape?

Harry respiró hondamente y cerró los ojos en el proceso para calmarse. Y aunque su cuerpo le rogaba por un descanso, Harry necesitaba toda su concentración en esto.

— Escuchen —empezó en voz lenta pero firme—, la verdad no entiendo nada. Ustedes tres se ven... er... extraños. No sé qué hago aquí, y no sé dónde estoy. No sé a qué se refieren cuando llaman a esto "casa", pero lo último que recuerdo, es que se me hacía tarde para llegar a Pociones, y estábamos en el Comedor...

—¿Pociones? —preguntó Snape confundido, mientras al mismo tiempo, Lupin preguntaba— ¿Estábamos?

— Sí. Pociones, ya sabe, Profesor... esa clase que usted nos da... Y estaba con Ron y Hermione... Y no sé qué pasó, de repente aparecí aquí, y no sé porqué. Y... espera... Sirius, ¿no se supone que deberías estar escondiéndote o algo así? —preguntó el chico con confusión.

Con esa maldita confusión que va a acabar por adueñar su vida.

— ¿Escondiéndome? —preguntó aquél—. ¿De qué?

—¿De qué? —repitió Harry no creyendo lo que oía—. ¡Sirius, del Ministerio! ¡De los dementores! ¿Qué te pasa?

— Harry, espera un momento —intervino Lupin con voz calmada— Sólo contéstame una cosa —dijo antes de que Sirius y Snape abrieran la boca para decir algo—. ¿Cuántos años crees que tienes?

—¿Qué? ¡15! ¿Y qué es eso de que cuántos años creo que tengo? que tengo 15. ¿Cuántos años cree que tiene usted? Ya les dije, se ven muy extraños. Sé que hace un año que no lo veo, Profesor, pero se ve más... no sé, se ve extraño. Al Profesor Snape lo veo todos los días, y déjeme decirle que esta mañana él no se veía así. ¡Mírelo, tiene canas! ¡No se veía tan viejo hace 15 minutos! Y él también estaba en Hogwarts la última vez que revisé. Y si usted dice que este lugar es... casa, ¿entonces qué hace él aquí? —dijo Harry sin darse cuenta que se había puesto, en algún momento mientras hablaba, de pie y miraba a los hombres con firmeza.

— 15... tiene 15... —murmuró Sirius distraído sin desviar sus ojos azules de los esmeraldas.

— P-pero... entonces... no entiendo... —murmuró Lupin confundido empezando a palidecer más.

— ¿Viejos? ¿D-dijo viejos? ¿Me dijo viejo? —murmuró a su vez Snape también palideciendo alarmantemente.

— Entonces no fue un hechizo rejuvenecedor... —murmuró Sirius más para sí que para los demás, logrando que los otros tres le miraran atentos—. Estábamos practicando en ese conjuro sobre el tiempo... Iban a ser cinco días, ya lo habíamos hablado, ¿recuerdan? —dijo preguntándoles a Lupin y Snape—. Pero supongo que algo salió mal... el efecto fue más fuerte de lo que se esperaba... No fueron cinco días... fueron... Oh, Merlín... fueron años... f-fueron... ¿qué, cinco, seis años? ¡Seis años! —exclamó en un susurro mientras el horror se mostraba en el azul viendo al esmeralda que abría sus ojos sorprendido a la noticia.

Oh, por... —exclamó Lupin más pálido que nunca mientras alguien llegaba corriendo por una puerta que estaba en la habitación.

Y Harry lo reconoció al instante. Y se sintió más seguro al saber que el hombre estaba ahí. Él sabría que hacer para deshacer esta pesadilla.

— Vine en cuanto pude. Sentí la descarga de poder hace algunos minutos, y me adelanté a la Orden —exclamó Dumbledore yendo hasta ellos—. ¿Están todos bien?

— Sí, Albus, estamos bien... —dijo Remus tratando de tranquilizarse—. Pero... pero es Harry...

Y a la sola mención del nombre, los ojos azules del anciano mostraron una rápida chispa de preocupación que a Harry nunca antes le pareció ver en su vida con tanta intensidad.

— ¿Harry? —dijo Dumbledore ahora viendo al joven que a su vez lo miraba—. Oh... —dijo al enterarse cuál era el problema—. ¿Hechizo rejuvenecedor? —preguntó el hombre viendo a  los otros tres hombres.

— No, Albus —dijo Snape palideciendo de nuevo—. En realidad Harry tiene 15 años, viajó en el tiempo...

Harry  miró a Snape como si éste tuviera otras dos piernas más además de las dos cabezas extras. ¿Había escuchado mal... o Snape lo llamó... Harry?

Inconscientemente, llevó una mano a su nuca. ¿no se habría golpeado hace un momento?

Y mientras Dumbledore miraba a Snape confundido, Sirius se animó a hablar para explicar.

— Estábamos en el conjuro sobre el tiempo, Albus, y ya sabes, tendría que haber sido de cinco días esta vez. Y... ¡y no sé! S-supongo que hubo una falla, o algo así... P-porque él  es Harry, pero tiene 15 años, Albus... ¡quince años! Oh, Merlín... —exclamó de nuevo Sirius viéndose como si estuviera a punto de colapsarse ahí mismo.

— Sirius, por favor cálmate... No hay problema, solucionaremos esto... Primero necesito saber exactamente lo que pasó, pero también necesito que ustedes, todos ustedes, se tranquilicen...

Harry miró al anciano por unos momentos para después hacer lo que pedía. Además ¿qué más podía salir mal?

Vio cómo Dumbledore les pidió ir a la sala de estar y en el trayecto Harry observó maravillado el lugar. Era casi una mansión... Era hermosa y a la vez, genial. No pudo admirar el lugar mucho tiempo. Dumbledore les pidió a todos sentarse y comenzó a preguntarle a Sirius lo que había pasado.

Y Harry permaneció en silencio observando a cada uno de ellos antes de que Dumbledore le preguntara qué había pasado. Haciendo que todos los ojos se fueran a él. Incómodo, no tuvo más que decir lo que ya antes había dicho. Y al final, Dumbledore suspiró entre cansancio y alivio. Aunque Harry supuso que la segunda participaba más.

— No es mucho problema, chicos, no se preocupen —dijo refiriéndose a los tres hombres—. Lo que pasó fue un cambio de espacio y tiempo en que los cuerpos se encontraban. No había pasado antes, que yo supiera, pero tampoco es peligroso. Bueno, no sabiendo que es nuestro Harry el que se involucra. En resumen, nuestro Harry está en el pasado, seis años atrás, justo donde antes se encontró este Harry. Sólo cambiaron de lugar y tiempo. Si nuestro Harry es cuidadoso -que sé que lo será-, no habrá alteraciones en la historia. Y cuando él consiga el hechizo que le consiga regresa con nosotros -que sé que lo hará con tiempo-, este Harry regresará. No creo que tarde mucho... siendo que un día de aquí es allá un mes... ¿o era una hora de aquí es allá un día? Mmmm.... no recuerdo... pero de todas maneras, no creo que pasen tres o cuatro de nuestros días para que nuestro Harry vuelva... y, para que tú regreses a Hogwarts, Harry —dijo al final viendo al chico frente a sí, con una pequeña sonrisa.

Harry permaneció de nuevo en silencio tratando de asimilar la información mientras sentía cuatro pares de ojos estar de nuevo fijados en él.

— Así es que —intervino Dumbledore con voz jovial—, ¡muéstrenle al chico lo que hoy son las cosas! Estoy seguro de que se sorprenderá por muchas cosas —dijo mirando fijamente a Harry y con un pequeño brillo en sus ojos.

— Pero espera, Albus... ¿No será peligroso si él va a su época con conocimientos de este tiempo? —preguntó Snape mirando ahora a Dumbledore.

— No, no... estoy seguro que cuando regrese no recordará siquiera que viajó por el tiempo... Lo siento mucho, Harry —dijo mirando al chico—, pero ésta, será una experiencia no para recordar, sino para sentir... Pero, ¡vamos! ¿No tienes alguna pregunta de nuestra época? ¿Alguna curiosidad? —agregó alegre de nuevo.

Y Harry lo observó por un momento. Claro que tenía preguntas, miles de ellas... Pero había una que... deseaba... necesitaba saber.

—¿Qué pasó con Voldemort? —preguntó con curiosidad y a la vez, temor.

La respuesta sería el resultado de sus tantas luchas contra él. El resultado de que sus padres se hayan sacrificado por él, de la muerte de Cedric, de que Sirius haya tenido que sufrir en Azkaban... de las tantas muertes en el mundo mágico y muggle....

La respuesta le diría si al final de la lucha, todo valió la pena,  o sólo fue pura estupidez de un Gryffindor.

La respuesta le diría si ser Harry Potter, El Niño que Vivió en el futuro, al final, lograría algo con Voldemort... Si él sería...

— Destruido, Harry —mencionó con lentitud Dumbledore, mientras los otros hombres lo veían con intensidad—. Hace cuatro años que Voldemort fue destruido.

Harry cerró los ojos y se permitió suspirar con tranquilidad. Le pareció que jamás escucharía esas palabras en su vida.

Voldemort fue destruido.

Su responsabilidad, su deber, sería realizado. El sufrimiento de su vida no sería en vano después de todo.

— ¿Harry? —preguntó la voz de Sirius y Harry abrió los ojos para verlo, no..., observarlo mejor.

Sirius se veía viejo, pero a la vez, en su expresión, la juventud en vida propia. Cabello negro corto, y varias -muy pocas, en realidad- canas asomándose por aquí y por allá le daban, si no madurez -que falta le hacía al hombre-, mucha personalidad. Con una imagen reluciente, a Harry le parecía que se veía más joven que en sus días en fuga. Pantalones oscuros se observaban por debajo de la túnica abierta de color azul oscuro, muy, muy elegante. A Harry no le sorprendería en nada si Sirius competía por los mismos premios que Lockhart en esa revista Corazón de Bruja. El azul de sus ojos no era opaco, ni perseguido por ninguna angustia. Vivos, alegres, completos, descansados... Era justo lo que Sirius se merecía. Pero Harry observó en esos ojos ansias, emoción, intensidad, aventuras y peligros recibidos con una alegre sonrisa de excitación... todo esto, dentro de sus ojos...

Luego Lupin, también con el cabello castaño corto, éste con las canas más definidas que Sirius, no se veía tan viejo como Harry esperaría que se vería con seis años más. Con un estilo de corte más formal que el de Sirius -puesto que el de éste permanecía, más que todo, algo revuelto, casi, casi, queriendo competir con el azabache de Harry-. El estilo de su túnica también se parecía a la de Sirius, pero ésta era café oscuro. Ya no se veía usada y vieja. Ésta era un modelo bastante presentable. Los ojos pardos, a diferencia de Sirius, eran tranquilos, apacibles, reconfortantes, cálidos y alegres. Igual de descansados que los de Sirius.

Ambos hombres -uno por sus tormentosos años en Azkaban, otro por el dolor y horror de la licantropía a cada mes-, perseguidos alguna vez por distintas razones por la muerte de James y Lily Potter, parecían, en tan sólo algunos años, sostener la dicha y vivacidad de alegrías interminables, superando los terrores de sus pasados. Ambos se veían descansados... y listos para disfrutar de nuevo, otro día.

Y después, estaba Snape. El hombre vestía la túnica de igual diseño a Sirius y Lupin, pero ésta era negra. Y Harry se preguntó si los tres se habían puesto de acuerdo para comprarse túnicas conforme al color de sus ojos.

Y la sola idea le pareció estúpida y absurda. No por lo de las túnicas, sino por el hecho de que Sirius y Snape pudieran algún día llegar a llevarse bien...

El cabello llevaba el corte regular que Harry siempre le había conocido. Había alguna que otra cana por ahí, pero no le hacían mal a su aspecto. De hecho, le daban un aire más natural que antes, pues el cabello grasiento, oh sorpresa, dejó de serlo.

Los ojos negros de Snape, que alguna vez fueron fríos y calculadores, ahora eran completamente diferentes... Y hasta hacía imposible pensar que éste era Snape. Distantes, pero cálidos. ¡Cálidos! ¿Qué demonios le pasó al mundo?

Claramente ocultaban tras ellos un pasado frío, pero el reconforte que proporcionaban... era simplemente... increíble. La sinceridad con que se mostraban ante el mar de sensaciones era impresionante. Tranquilidad, alivio, curiosidad, entrega, agradecimiento, lealtad y, ahí de nuevo, calidez. Todo esto dentro de Snape. ¿Seguros que éste era Snape?

Y por último, Dumbledore. En túnica oscura y más elegante que los demás, Harry esperó ver en el anciano una mirada exhausta y realizada. Pero vio vida ahí dentro. Satisfacción, cierto. Tranquilidad, alegría y esa calidez peculiar. Pero ganas de seguir con cada día durante muchos, muchos días más... Fuerza, poder, protección y ese brillo gracioso de siempre.

Wow...

Esa era la única palabra para describir lo que vio en los cuatro hombres. Era simplemente, increíble.

Y pensó en decir algo ante el silencio que había seguido, pues había pasado mucho tiempo observándolos. Lo primero que se le vino a la mente, fue in pensamiento, una idea que tuvo que volver a repasar dos veces antes de saber lo que realmente significaba.

Casa... Tenía una casa... Y Sirius y Lupin vivían ahí.

— Er... ¿este lugar es...? —preguntó no encontrando voz para decir casa y viendo a Sirius y a Lupin fijamente.

— Nuestro hogar, Harry —dijo Sirius con una sonrisa alegre—: Shelter´s House. Bueno, en realidad es Shelter´s Manor, pero, eso es sólo legalmente, y todos preferimos llamarla de la otra manera. ¿Qué te parece?

Harry abrió la boca para decir algo y la cerró, no sabiendo al final qué.

— ¿Quieres verla? —preguntó Lupin con una extraña excitación en su voz.

Harry se lo pensó un momento, o bueno, eso intentó hacer. Antes de hacer algo, Lupin lo tomó de la mano y lo guió fuera de la sala. Sirius, Dumbledore y Snape seguían detrás.

— Mira, Harry, esa es la sala, ya sabes, la familiar —dijo Lupin guiándolo hacia otro lugar.

¿Pues cuántas salas tenían? Esa tenía una chimenea como centro principal de atracción y era enorme. Había varios sillones a su alrededor que era donde antes habían estado sentados. Un candelabro en el techo, y varios colgados de las paredes. Y sobre las paredes, cuadros de arte y fotografías que Harry no pudo ver, pues el brazo seguía siendo jalado por Lupin.

Un pequeño pasillo con armaduras impresionantes y después un comedor elegante con una mesa rectangular de por lo menos veinte sillas y un candelabro mucho más grande y elegante que el anterior en el techo. No tenía cuadros, y ésta habitación era más bien, blanca. Las paredes de ese color, y los candelabros en las paredes le daba al lugar más bien un aspecto formal... La sala anterior tenía las paredes oscuras, y era un lugar acogedor, más que todo.

No pudo ver más el comedor. Era jalado de nuevo. Pero no por la mano derecha, que Lupin tenía aún sostenida. Sino por la izquierda que Sirius había tomado.

— Moony, no le enseñes lugares aburridos como éste. ¡Vamos al Cuarto de Juegos! —dijo emocionado, y con rapidez, mientras Harry se apresuraba a observar detenidamente los lugares por los que pasaban.

Del comedor formal ese, siguieron por un pasillo. Pasaron por una puerta doble que estaba abierta de par en par, pero no se detuvieron. Harry tuvo una milésima de segundo para ver que la habitación era otra sala. ¡Pero una enorme! La chimenea anterior era nada a comparación de ésta. Y había sillones individuales por todo el lugar. Parecían veinte también. Cuadros en las paredes que a la primera se veían aburridos.

— La sala principal, Harry —contestó Dumbledore a su pregunta mental. Harry giró la cabeza para verlo mientras seguía siendo arrastrado por Sirius y Lupin sostenía su otra mano—. Aquí, cuando hay reuniones formales, se quedan un tiempo a charlar. Algo aburrido, en realidad — agregó después con una pequeña sonrisa. Snape caminaba a un lado suyo de brazos cruzados y Harry fijó su mirada con él. El hombre estaba actuando... extraño. No había insultado ni a él, ni a su papá ni a Sirius.

— Mira Harry —interrumpió Lupin sus pensamientos, apretando su mano para posiblemente hacer más efecto a sus palabras—, el comedor familiar.

Señaló una habitación que no tenía puertas y pasaron por ahí. Era una mesa redonda con seis sillas, que hasta podía ser para doce personas, si se le agregaban más sillas. De un color castaño oscuro, y también acogedora, mostraba en sus paredes algunas fotografías que, al parecer, eran de todos ellos.

— Pero ésta la usamos cuando vienen los Weasleys, Albus y Hermione —dijo Sirius a su lado—. Ésta es la que usamos nosotros cuando estamos solos.

Lo dirigió otra vez por el pasillo a otro lugar. Pero la sola mención de los Weasleys y Hermione, hizo que el corazón se le parara por un momento. ¿Cómo.... cómo estarían ellos aquí?

Entraron a la cocina. Que era cocina-comedor. De colores suaves, en el centro se encontraba una mesa redonda con cuatro sillas. Era agradable y de nuevo, acogedora. ¿Quién escogió este lugar? Tendría muy buen gusto para ellos.

— ¿Tienes hambre? —preguntó Sirius deteniéndose y agachándose un poco hacia él.

Harry negó con la cabeza y Sirius se encogió desinteresadamente de hombros. Siguieron caminado,  y de nuevo al pasillo. Llegaron al final de éste. Una puerta estaba ahí.

Lupin la abrió y unos escalones los recibieron. Bajaron y un pequeño pasillo con puertas a los lados se vio frente a ellos.

Sirius abrió la primera que estaba a su lado.

— ¡Cuarto de juegos! ¡Ven! —dijo con una gran sonrisa y claramente emocionado. Harry se sintió jalar de nuevo, y entró a la habitación.

Y no pudo ahogar un sonido de exclamación ante la vista.

Un campo de Quidditch.

¡Con campo al aire libre y todo! ¡A nivel enorme! ¡Del mismo tamaño que el que usaron en los Mundiales pasados!

¡Wow!

— Wow... —susurró Harry mientras veía admirado la belleza del lugar.

— ¿¡No es genial!? —preguntó Sirius emocionando y disfrutando de la reacción de Harry—. ¡Y eso no es todo! ¡Puedes cambiarlo! ¡Mira!

Sacó su varita, y la movió. La escena ante él se disolvió lentamente, y el campo dio lugar a un parque de diversiones... mágico. ¡Enorme!

— Wow... —susurró de nuevo con la boca medio abierta. Escuchó a Lupin reír a un lado suyo por su expresión, pero no le puso atención.

Otro movimiento de la varita de Sirius, y el parque había desaparecido. Un lago en un clima hermoso los recibió. Perfecto para nadar. Aunque no supiera hacerlo. Otro movimiento, y un común cuarto de juegos apareció. Ajedrez en un lado, Snap Explosivo en el otro, y un montón de cosas que Harry no supo qué eran o no tuvo oportunidad de ver. Era genial...

No quiso salir de ahí. Aún cuando tuvieron que arrastrarlo para que saliera, Harry protestó queriendo permanecer toda su vida ahí. Promesa recibió de que llamarían a los Weasleys y Hermione, y ellos estarían encantados de jugar Quidditch con él. Promesa dada, acción recibida.

Harry salió del Cuarto de Juegos y Lupin abrió, aún con una sonrisa por la escena anterior que dio Harry, la puerta de enfrente.

Cuarto de Entrenamientos. Harry ya había estado aquí, aquí fue el lugar inicial de su llegada, y así se los hizo saber a los hombres. El Cuarto de Entrenamientos tiene dos entradas, esa respuesta recibió. Igual que el Cuarto de Juegos, la escena cambiaba con el movimiento de la varita. Plataforma de duelo, plataforma de esgrima, de pelea física, de transformaciones, hechizos e incluso, escenas con peligros altos, como por ejemplo esa imitación exacta del Bosque Prohibido en la noche.  Death Eaters en algún campo de pelea, y muchas cosas más.

Aún con la boca ligeramente abierta, Harry entró a las demás puertas. Cuarto de consulta, que tenía información restringida que la biblioteca común de la casa no tenía. ¿¡O sea que tenían dos bibliotecas!? No sería sorpresa si Hermione permaneciera aquí todos los días.

Cuarto de Herbología, que tenía plantas de todo tipo sembrándose, y que servían para las Pociones que Snape hacía. Harry preguntó dónde permanecían estas Pociones, y, para su desgracia, Sirius por una mano, y Lupin por la otra, lo llevaron de nuevo por las escaleras hacia el que ellos había llamado Primer Nivel, sacándolo del Nivel Resguardado. O algo así dijeron.

Otro pasillo, abrieron la puerta que llevaba al Laboratorio, y Harry se quedó con la boca abierta ante la escena. Era un laboratorio genial, con pociones por aquí y allá, algunos enfriándose o siendo calentados. Estantes con ingredientes, libros y muchas cosas más. Era impresionante.

Fue llevado al segundo piso, donde estaban las habitaciones, y, siendo veinte, los hombres dijeron que la mayoría, perteneciendo a nadie, era para huéspedes... Personajes célebres, contactos de la familia, como los Weasleys y Hermione, y otros.

Abrieron la penúltima puerta a la derecha. La imagen de un lobo aullando a la luna les dio la bienvenida en la parte superior de la puerta. Y entraron a la habitación.

— Ésta es mi alcoba —dijo Lupin algo incómodo—. Hey, sé que no es lo más impresionante que has visto en tu vida, pero tampoco es una pocilga,  ¿verdad? —preguntó al final con una sonrisa nerviosa.

— ¡Oye! ¡Ni yo mismo hubiera encontrado un mejor adjetivo! —dijo Sirius sonriente, mientras Harry veía la habitación—. Anda, dilo, Harry. Moony... espera, tú lo llamas Profesor Lupin, ¿verdad? —dijo con una sonrisa aún más grande y más maliciosa que nunca—. Bien, entonces dile, Harry: Ahem —se aclaró exageradamente la garganta—. Profesor Lupin, creo que usted vive en una verdadera pocilga. En verdad no esperaba algo tan acorde a su personalidad en su casa, pero... ¡Ouch! —gritó Sirius atendiéndose la parte adolorida donde antes Lupin había puesto mano.

— Te ves mejor callado, Padfoot —dijo aquél cruzándose de brazos.

Y con una sonrisa, Harry se permitió en ese tiempo apreciar el lugar. Color verde suave, las paredes llevaban en ellas fotografías alegres de lo que Harry supuso eran los Merodeadores. La cama espaciosa al centro, el amplio armario enfrente, un pequeño estante con libros en una pared, una puerta que daba al baño, otra que era clóset. En una esquina un escritorio de madera antiguo con varios pergaminos y libros apilados. Todo en orden.

Y, lo mejor de todo, el techo. Mostrando las estrellas y los planetas moviéndose con lentitud, y algunas veces apreciando algún cometa o una estrella naciendo, daba la sensación de estar a la deriva en el espacio.

Era hermoso... Podría pasarse horas y horas en el cuarto de Lupin mirando ese fantástico panorama.

— ¿Te gusta? —preguntó Lupin acercándose hasta él y poniendo una mano en su hombro, algo incómodo y nervioso por la crítica por venir.

— Es hermoso... —susurró Harry sin dejar de observar maravillado la escena. Lupin sonrió levemente mientras suspiraba ligeramente.

— Solías pasar horas y horas aquí —murmuró Lupin mirando al cielo falso, suspirando en un aire melancólico—. Incluso más que en la habitación de Padfoot, pero no le digas que te dije eso... —dijo en un susurro, agachándose hacia Harry y cubriendo su boca con su mano, para aumentar la discreción.

Harry sonrió y miró de reojo a Sirius, que estaba recargado en el umbral de la habitación, con brazos cruzados mientras los veía fijamente. Dumbledore estaba detrás de él platicando con Snape, pero éste lo estaba escuchando sólo la mitad, o eso parecía, puesto que también miraba a Harry de reojo y con intensidad.

Harry frunció el entrecejo y se volvió a Lupin. Con su mano en su hombro, el hombre parecía casi un padre a su lado.

Desvió la mirada hacia las paredes, y personas alegres le sonrieron desde las fotografías colgadas. Los Merodeadores, en sus tiempos de Hogwarts. Algunas imágenes de esta precisa época con gente que Hary no reconocía. Y, en un extremo, Harry vio a sus padres sonrientes, a Sirius, a Lupin y un brazo alrededor de éste que no tenía cuerpo. Había sido separado.

Wormtail.

Y eso le formuló la pregunta.

— ¿Qué pasó con Pettigrew? —preguntó repentinamente y frunciendo el entrecejo. Se dirigió a Lupin y vio que éste tenía una pequeña sonrisa inquietada.

— Azkaban; los dementores acabaron con él —dijo una voz ronca desde la puerta. Harry giró. Sirius tenía una fría expresión en el rostro—. Hace cinco años que lo atrapamos, Harry —explicó—. El Ministerio se encargó de él, y estuvo un par de años en Azkaban. Cuando trató de escapar en su forma animaga, algunos aurores lo atraparon, pero los dementores también intervinieron. Nadie pudo evitarlo, pero en verdad no creo que nadie lo lamentara —dijo encogiéndose de hombros como si el recuerdo no importara.

Harry lo vio desviar la mirada por un momento mientras los demás permanecían en silencio. Dumbledore había dejado de platicar. Enseguida, como si nada hubiera pasado, Sirius habló en un tono jovial.

— ¡Ven, Harry! ¿Qué te parece si vamos a mi habitación? Hay algo que quiero que veas —dijo mientras entraba al cuarto y lo tomaba de la mano—. Salgamos de esta pocilga.

— ¡Hey! —exclamó indignado Lupin con el entrecejo fruncido y una mano en su pecho para dar énfasis—. A Harry le gustó mi alcoba. Díselo, Harry —dijo mientras movía esa misma mano y volteaba la mirada sin tratar de darle importancia.

— ¿Qué le diga qué? —preguntó aquél—. ¿Qué me gustó tu alcoba? Pues, sí, de hecho, sí. ¿Porqué a ti no te gusta, Sirius? ¡Está genial! —exclamó Harry con excitación.

—¿Oíste? Genial. Sólo eso. ¡Hmph! Ge.nial —dijo Lupin con fingida arrogancia mirando a Sirius triunfante.

— Bah, sólo exagera las cosas —dijo Sirius meneando la mano en son de indiferencia—. Apuesto a que has estado en mejores lugares, Harry. ¿No es cierto? —preguntó con un toque de curiosidad y viendo a Lupin de reojo.

Y mientras Lupin miraba a Harry con un leve nerviosismo, éste habló.

— ¿Bromeas? Ya quisiera tener yo un lugar así —dijo pensando en la alacena en la que solía vivir en Privet Drive—. Este lugar es genial.

Sirius y Lupin compartieron rápidas miradas de preocupación sobre su cabeza.

— Lo siento, Harry —dijo Sirius al fin—. No quise recordarte a los Dursley —dijo en un tono grave y amargo—. Pero ven —dijo de nuevo, antes de que Harry pudiera decirle algo—. Mi cuarto es el siguiente —y tomó su mano y lo condujo fuera de la habitación.

Atravesaron por entre Snape y Dumbledore, Lupin siguiendo detrás.

¿Sabrán lo de los Dursley, entonces? No todo... ¿cierto?

Cruzaron a la puerta que quedaba justo enfrente. Un gran perro ladraba con intensidad a la misma luna que el lobo.

Sirius entró a la habitación con una sonrisa de oreja a oreja. Permitió el paso a Harry, y el nerviosismo entró por alguna parte de su expresión al observar fijamente a Harry por su reacción. Estaba igual o incluso más incómodo que lo que estuvo Lupin.

Y Harry ahogó una exclamación de impresión. Las paredes no estaban pintadas. De hecho, parecía como si no existieran. Igual efecto que en el techo de Lupin, estas paredes mostraban un juego de Quidditch. Pero no cualquier juego...

— De nuestros tiempos, Harry —dijo Sirius apuntando a los jugadores en rojo Gryffindor—. Ése es tu padre, ¿lo ves? —dijo apuntando una mancha roja borrosa por la velocidad—. Bateador, por supuesto. Igual que yo... Mira, ahí estoy... —comentó apuntando a otro mancha roja borrosa que en ese momento golpeaba una bludger y  pasaba rozando a un punto amarillo.

— Wow... —susurró Harry mientras veía, con la boca ligeramente abierta, el techo que era normal, y el resto de la habitación. Color azul fuerte, la cama grande se hallaba a una esquina, con un montó de cojines. Un clóset, un armario, la puerta al baño, y al lado contrario de la cama, un escritorio de casi el mismo tamaño que el de Lupin. Éste tenía los pergaminos y los libros esparcidos con desorden. De hecho, todo el cuarto se hallaba en un alarmante desorden. Ropa por aquí, la cama desarreglada, libros por aquí, y zapatos por allá.

— Y esto, Harry, es lo que nosotros oficialmente llamamos El chiquero de Black —dijo Lupin en voz exagerada y haciendo ademanes para darle énfasis a la actuación. Harry vio a Dumbledore fingir toser y Snape mostró una leve sonrisa, mientras Sirius se cruzaba de brazos.

— De hecho, Harry, lo que yo quería que vieras es que mi alcoba está entretenida —dijo aquél con algo de incomodidad ligera—. Sé que está un poco desordenada...

—¿Un poco? —dijo Lupin con fingida incredulidad.

— ... pero a mí me gusta así —dijo fulminando con la mirada a Lupin.

— No deja que Dobby se acerque este lugar para nada —dijo Lupin a Harry confianzudamente, ignorando a Sirius—. Se lo permite creo que una vez al mes, porque después comienza a apestar, y nosotros somos los perjudicados después...

— ¡Eso no es cierto! —gritó Sirius con los brazos a ambos lados y los puños cerrados.

Y Lupin le contestó algo a lo que Harry no le prestó atención.

El cuarto de Sirius era verdaderamente genial. La escena de Quidditch había cambiado, y ahora era algún equipo de Inglaterra del cual Harry no conocía contra otro que jamás había visto en su vida. Era cierto que más que parecer la habitación de un adulto, parecía la de un adolescente rebelde. Pero, ¿quién decía que ése no era el caso de Sirius?

—Es genial, Sirius —dijo maravillado e interrumpiendo a los dos hombres.

— ¿En verdad te gustó? —preguntó aquél no sabiendo si creérselo o no.

— Sí, la tuya y la del Profesor Lupin son las mejores que he visto en toda mi vida —dijo Harry viendo las fotografías muy parecidas a las del cuarto de Lupin. Sus padres, fotos con Lupin, y, en el centro, una de un joven de más o menos veinte años con cabello negro y gafas.

Oh, por...

— Pero la mía está mejor, ¿no es así? —preguntó Sirius—. Es decir, sé que está algo desordenada, pero no es aburrida como la de Moony.

— La mía no es aburrida, es interesante. Y —resaltó Lupin con una sonrisa—, la mía está ordenada y limpia.

— Por eso —dijo Sirius—: aburrida. Harry —llamó poniéndole una mano en el hombro, justo cuando Harry planeaba dar un paso para ver más de cerca esa fotografía—, vamos a ver la habitación de Sev... Ésa  que está tétrica... —dijo permitiéndose un escalofrío actuado.

— Oh, cállate Sirius —dijo Snape desde el umbral con una media sonrisa—. Es mucho mejor que El Chiquero.

— Gracioso... —argumentó aquél mirándolo fijamente.

Sirius apretó el hombro de Harry y éste se vio obligado a salir de la habitación. Se detuvieron en la puerta al lado de la de Lupin. Harry no vio la imagen en la puerta... de pronto lo que dijo Sirius resonaba más fuerte que nunca en su mente... Iban a al cuarto de...

Espera... sólo espera un segundo...

¿Qué?

¿Qué rayos dijo?

Oh, por...

— ¿Q-qué dijiste, Sirius? —preguntó con voz pequeña, temblorosa y temerosa.

Calma, es necesario calma... Sólo oyó mal, sólo eso...  Snape y Sirius viviendo bajo el mismo techo, ¡ja!, por favor... qué idea más ridícula...

— Vamos al cuarto de Sev —dijo Sirius como repitiéndole a un niño de cinco años. Pero Harry no le importó su tono.. Lo único que su mente tenía...

¡AAAAAAAAHHHHHHHHHHH!

— Harry, ¿cuál es el problema? —preguntó Lupin viendo la palidez de éste.

— ¿Q-quieres decir que... quieres decir que Snape vive aquí? Es decir, ¿en esta misma casa? —preguntó con incredulidad y aún mayor palidez, viendo primero a Sirius, luego a Lupin, después a Snape, enseguida a Dumbledore, y de nuevo a Snape.

— Er... —dijo Sirius incómodo mientras intercambiaba miradas con Lupin y Snape. El primero también incómodo, y el último… bueno, Snape había desviado la mirada al suelo y estaba cruzado de brazos, con una expresión indescifrable.

 — Harry —intervino Lupin de repente—, escúchame bien. Sé que...

— No, Remus —interrumpió Snape, mirando a Lupin—. Yo hablaré con él —dijo mirando ahora fijamente a Harry.

— Pero Sev, sabes que... —comenzó Sirius con voz preocupada.

— No, Sirius —le interrumpió—. ¿Podrían dejarnos solos unos momentos? —preguntó mirando a los tres hombres.

¡NOOOOOOOOOOO!

Y los tres hombres asintieron en silencio, saliendo del cuarto de Snape. Del cuarto que Harry no se había tomado la molestia de observar. Sus ojos esmeraldas sólo no se movían del rostro del otro.

— Estaremos abajo, Harry —dijo Sirius mirándolo antes de cerrar la puerta.

¡Nooooooooooo!

Habiendo seguido con la mirada a los hombres, y después de cerrada la puerta, Snape se volvió a verlo fijamente... Sin parpadear con esos ojos negros.

— Harry —dijo después de varios segundos en silencio. Y la sola mención de su nombre hizo a Harry dar un paso hacia atrás inconscientemente.

Snape al ver esto cerró su boca y permaneció en silencio. Harry abrió los ojos hasta el máximo cuando vio que el ceño del hombre se curvó en una muestra de preocupación.

¡Ahhhhhhhhh!

¡Corre! ¡Atúrdelo! ¡Hazle algo!

El hombre de repente suspiró mientras Harry pensaba en la mejor manera de escapar.

— Mira, sé que cuando entraste a Hogwarts no te traté... er... del todo bien —dijo sin abandonar esa mirada de preocupación—. Pero, eso fue hace mucho tiempo. Han pasado seis años desde la última vez que me viste. He cambiado, Harry. Y sé que no actué bien en el pasado, por eso te debo una disculpa...

Oh, por...

Harry aún con los ojos abiertos al máximo, dejó que su boca colgara con ligereza.

Snape disculpándose...

Oh, por....

¡Con él! ¡Disculpándose con él!

— ... Lo siento, Harry. Hice mal en compararte con tu padre. Durante estos años me di cuenta de que eres muy diferente a él... Y también me di cuenta de que mi rencor con tu padre tenía que terminar. Lo que hizo no fue bueno, pero todos tenemos errores. Me llevo mejor con Remus y Sirius desde hace varios años, después de que los tres nos pedimos disculpas mutuamente...

Oh, por...

Harry sólo se quedó ahí, paralizado, incapaz de decir algo, con los ojos y la boca abiertos. No tenía idea de lo ridículo que se veía de esa manera, pero ni siquiera le importaba. Snape, por el otro lado, tuvo que morderse la lengua y esforzarse muy, muy duro por no mostrar algún cambio en su expresión.

— ... Estos años viviendo con Remus, Sirius y... y contigo,  fueron... fueron increíbles y únicos... y no lo cambiaría por nada del mundo —dijo con una abierta sinceridad, mirando fijamente a Harry. Y mientras Harry sintió sus rodillas débiles y palideció alarmantemente, Snape se mostró una pequeña sonrisa—. ¿Sabes? Te digo esto porque sé que lo olvidarás en unos días. De otra forma no me arriesgaría a decirte tanto.

Harry permaneció en silencio. En esos últimos momentos a su mente le dio por trabajar mucho más lento que nunca y ese aturdimiento nada más no se iba. Saber que el grasiento de Snape se estaba disculpando en ese preciso momento con él, y saber que en pocos días no lo recordaría, era sólo... aturdidor.

Oh, por... ¿A dónde fue a parar el mundo?

— Te podría pedir que me perdones, Harry, pero sé que simplemente no lo harías. Bueno, no en estos momentos, y lo entiendo. Lo malo de todo esto es que regresarás a tu época y yo seguiré insultándote y tu odiándome —dijo con un leve tono de tristeza—. Pero con el tiempo las cosas mejorarán, Harry. Llegaremos a llevarnos bien, lo prometo —dijo finalizando con una sonrisa. Con una cálida sonrisa sin gota de frialdad. Con una sincera sonrisa.

Con una maldita sonrisa. Snape sonriendo.

Harry de nuevo se mantuvo en silencio y sin nada en qué pensar, giró sobre el cuarto para lograr que algo de coherencia viniera sobre él.

Colores negros y verdes, combinación clara de la personalidad de Snape y Slytherin. Las paredes mostraban objetos extraños, y como fondo, en vez de la alegre escena de Sirius con el Quidditch, estaba una densa niebla en la oscuridad de un día tétrico. Acorde a su personalidad, la cama en el centro con sábanas verde oscuro, el armario del mismo color, la puerta hacia el baño, el clóset, y el escritorio que además de pergaminos, tenía algunos libros de Pociones y otros de Herbología. 

Y la palabra que usó Sirius para describir la alcoba de Snape -tétrica-, era de hecho el mejor adjetivo. Harry suprimió un escalofrío.

— Siempre has dicho que este lugar te da escalofríos —dijo Snape mientras se reía—. A mí la niebla me da paz, pero tú insistes en que es el ambiente adecuado para un vampiro.

Y en efecto, lo era. Harry sólo lo miró de nuevo en silencio y con cautela. Quién sabe, tal vez podría saltar ahora mismo hacia él con los colmillos listos al ataque.

— En fin... —suspiró Snape, y luego lo miró fijamente para después sonreír cálidamente. Nop, no colmillos—. Será mejor que bajemos. Sirius comenzará a preocuparse por si no te hice algo... —dijo con una mueca, y después agregó—, o si no me hiciste nada.

Una mano en su hombro, Harry se sintió levemente empujado hacia la salida. Volteó la mirada y, mientras Snape cerraba la puerta, un cuervo le regresó la mirada desde ésta.

Frunció el entrecejo, pero no pudo argumentar algo ya que Snape lo empujaba suavemente por el pasillo. En silencio, bajaron las escaleras y entraron a la sala que Lupin había llamado familiar.

Y cuado llegó, ahogó un grito de exclamación al ver a Sirius, Lupin y a Dumbledore sentados hablando alegre y nerviosamente con alrededor de diez personas más.

La mano aún en su hombro, Harry se detuvo de repente, y el sepulcral silencio lo recibió.

Junto con más de diez pares de ojos. Todos y cada uno de ellos fijos en él.

Y entre la multitud, vio varias cabezas pelirrojas. ¿Ron estaría entre ellos, no? Pero, era difícil decir quién era.

— ¡MiniHarry! ¡Genial! —exclamó uno de los pelirrojos con una enorme sonrisa y poniéndose de pie, ante el silencio, yendo hasta Harry.

Se paró frente a él. Le dio la mano. Harry dio un paso hacia atrás instintivamente golpeándose con el pecho de Snape. Éste, al acto puso ambas manos sobre sus hombros. Harry volteó hacia arriba y se encontró con ojos negros y una sonrisa de conforte. Volvió la mirada al pelirrojo y vio la mano frente a él, aún extendida y esperando.

Se sintió atrapado. Snape detrás de él, y este extraño delante. Sólo quería salir de ahí, sólo quería regresar a casa, que todo fuera normal de nuevo...

Pero, reluctantemente, estrechó la mano del pelirrojo lentamente. Se sintió mareado cuando el otro la estrechó exageradamente de arriba a abajo.

— Esto es impresionante, MiniHarry. ¿Sabes hablar? —preguntó otro pelirrojo que se había acercado al anterior y lo veía con una enorme sonrisa.

Harry vio doble. Sacudió su cabeza por el aturdimiento y soltó lentamente la mano del otro.

— ¿Ge-George? ¿Fred? —preguntó con incredulidad y lentamente—. ¿Son ustedes?

Ambos jóvenes ignoraron su pregunta y lo agarraron de la túnica y lo jalaron hacia el centro, donde todos, aún veían fijamente. Harry tragó. Se sentía nervioso, incómodo y sonrojado.

Los gemelos, que traían ambos túnicas rojas, habían tomado, por más increíble e impresionante que suena, expresiones maduras en sus rostros adultos. Lo que los hacía mucho más peligrosos que antes.

Los dos hicieron que Harry girara sobre su eje y lo miraron de arriba abajo, con expresión pensativa.

— MiniHarry, ¿no estás un poco pequeño? ¿Cuántos años tienes? —preguntó uno de los gemelos, imposible de decir cuál.

— ¿13? ¿14? —preguntó el otro—. De acuerdo, Blacky nos contó que supuestamente tenías 15, pero la verdad, nomás no.

Harry abrió la boca para decir algo, lo que sea. No pudo. Una señora se había levantado del lugar donde había permanecido sentada.

— Fred, George, dejen al pobre en paz —dijo mientras avanzaba hacia Harry y movía a los gemelos de lugar—. Harry, cariño, te ves encantador —dijo en una dulce voz con una cálida sonrisa.

— ¿Sra. Weasley? —preguntó Harry abriendo la boca en incredulidad sin poder contenerse.

La Sra. Weasley estaba... muy, muy diferente. Algunas canas y arrugas más, es cierto; pero la túnica que vestía era algo elegante, de primera clase. Su peinado más elegante, también. Si Harry no la conociera, diría que era una mujer rica.

— Sí, Harry, cariño. ¿Sabes? No me gusta estar de acuerdo con los chicos —dijo refiriéndose a los gemelos—, pero me parece que estás muy delgado. ¿Has estado comiendo bien? Ahora recuerdo que de chico eras más pequeño que los demás. Esos muggles no te alimentaron bien, ¿cierto? Remus, ¿ya le dieron a Harry algo de comer? Supongo que debes tener hambre, ¿no es así, cariño? —preguntó la Sra. Weasley hablando algo rápido. Harry iba a contestar, pero... —. Oh, no te preocupes, aquí te alimentaremos bien. Remus y yo nos encargaremos de que comas sanamente, así que no te preocupes. Sólo un consejo, querido, no comas nada que los chicos te den, en verdad tienen esa fea costumbre de dejar bromas inmiscuidas con la comida...

— ¡Mamá! —exclamó irritado otro pelirrojo. Harry volteó hacia él y se encontró con la mirada del otro chico.

Con una túnica azul, muy, muy elegante y algo a la moda, o bueno, algo así, puesto que Harry no conocía nada de moda de su tiempo, ya no decir de éste. Pecas en un rostro varonil adulto, cabello corto pero libre, en sus ojos mostraba un hombre responsable y digno; alguien respetable. El joven, según la opinión de Lavender y Parvati, no de Harry, estaría en los primeros modelos populares de Corazón de Bruja. Definitivamente apuesto, el joven se sonrojó levemente ante la intensa revisión del chico Potter.

— Hola, Harry... —murmuró el joven evadiendo sus ojos, algo incómodo.

Harry abrió más la boca de la impresión y sus ojos expresaron la impresión en vida.

—¿Ron? —preguntó en el tono más claro que nunca usando por transporte la incredulidad. Sólo eso, la incredulidad.

Oh, por... ¿Qué le pasó al mundo?

— Er... sí, hola —dijo aún incómodo y sonrojado—. ¿Q-qué... qué piensas? —preguntó nervioso refiriéndose a él mismo.

— Wow... Es... es... —balbuceó Harry en voz pequeña—. ¿En verdad eres tú? —preguntó de nuevo aún sin poder creerlo.

Hubo varias risas a esto y Ron rió algo con ellos para liberar la tensión.

— Sí, la última vez que revisé era yo —dijo con una pequeña sonrisa.

— Pe-pero... ¿qué rayos te pasó?

Oyó ahora algunas carcajadas pero sus ojos sólo no se despegaban de Ron.

— N-no lo sé. Supongo que fue la madurez —dijo con aire arrogante. Y después de que nuevas carcajadas se agregaran, bajó su arrogancia—. ¿En verdad me veo tan mal?

— Bue-bueno, no, pero... —balbuceó Harry, pero se detuvo. No sabía cómo decir esto.

— ¿Pero? —animó Ron a Harry a seguir, con la vista alzada.

— Pero... Ron, podrías ser modelo de alguna revista para mujeres, ¿sabías? —preguntó con naturalidad—. Porque... no lo eres, ¿verdad? —preguntó con curiosidad y temor.

Y justo cuando dijo esto, Ron se sonrojó al máximo y bajó la mirada avergonzado. Harry vio de reojo que un joven se había caído del sillón y estaba en el suelo sosteniéndose el estómago y pataleando a carcajadas. Los gemelos hacían lo mismo en otro lugar, y Sirius se aferraba al sillón donde estaba para no caer y tenía lágrimas en las comisuras de los ojos.

— ¿Qué? —preguntó Harry mirándolos y con la mente en blanco. Su pregunta sólo ganó más carcajadas.

— Déjalos, Harry. Sólo están celosos —dijo una chica al lado de Ron, resaltando la última palabra y haciendo que, Ron se hundiera más en el sillón y que los que estaban riendo estuvieran a un paso de morir por falta de aire. Incluso hizo que varios más se unieran a las carcajadas.

— ¿Y tú eres...? —preguntó Harry a la chica que tenía sostenida una mano con la de Ron, con cabello castaño y ojos marrones. Y a Harry pronto le iluminó el Sol—. Oh, por... ¿Hermione? —preguntó pálido al reconocer a la chica.

Túnica roja, en un diseño obviamente mucho más femenino que el de los chicos, la chica se veía más radiante que nunca. El cabello sostenido por detrás le daba un aire de una mujer precisa, formal, y a la vez vivaz. Los años le habían hecho bien. De hecho, mucho bien.

—Sí, Harry, soy yo —contestó la chica con una sonrisa encantadora—. ¿Qué te parece? Oh, por favor, no me digas que me veo más vieja...

— ... o más obesa... —murmuró Ron a su lado, como advirtiéndole a Harry. Recibió un pellizco de la chica por esto, y su rostro en dolor se contorsionó.

— Eso no era lo que iba a decir —dijo la chica fulminando al chico con la mirada.

— Sólo dile que ganaría el primer lugar como modelo, Harry. Sólo dile eso —murmuró Ron en un consejo suplicante.

— ¡Ron!

— Lo siento, ´Mione. No me pude resistir —dijo aquél sonriendo. La chica sonrió de forma dulce como respuesta, y Harry olvidado por un momento, presenció algo que lo dejó pálido al máximo.

Se besaron.

Oh, por... ¿Cuándo pasó esto?

— Ahem —se aclaró sonoramente la garganta alguien. Harry no se volteó a verlo. Los chicos sí lo hicieron. Y enseguida ambos voltearon a Harry. Todo mundo lo hizo. Ambos se sonrojaron algo incómodos.

— Er... Harry... esto... nosotros... —empezó Ron muy, muy incómodo.

— Imposible... ¿cuándo se dieron cuenta? —preguntó Harry en un susurro aún impactado.

— ¿Dimos cuenta? ¿A qué te refieres? —preguntó Hermione confundida.

— Bueno —empezó Harry—. La verdad no creí que se darían cuenta durante varios años. ¿Cuándo fue? —preguntó con curiosidad.

— Er... sexto año —admitió Ron incómodo.

— Sexto año... pero, creí que les tomaría más tiempo. Al menos un par de años, tal vez tres... Esto es impresionante.

—¿Ya sabías? —preguntó Ron con el entrecejo fruncido—. ¡Dijiste que estabas sorprendido por... por nosotros! "No lo hubiera imaginado" ¡Eso dijiste! —exclamó aquél impresionado.

— Er... ¿eso dije? —preguntó Harry mientras veía a los gemelos ahogar risas, junto con ese chico y Sirius—. Sí, bueno... ¿se van a casar?

Las risas ahogadas no fueron más risas ahogadas. Carcajadas libres resonaron por todo el lugar. Ese chico comenzó a llorar. Y Ron y Hermione se sonrojaron fuertemente.

— Aún no lo hemos decidido, Harry... No tenemos planeado hacerlo todavía —contestó Hermione con voz firme a pesar de que estaba por completo sonrojada.

— Bien, Harry —dijo un hombre mientras Harry permanecía en silencio viendo aún a los jóvenes—. Tengo que decirte que es un placer tenerte con nosotros. Tendremos que tomar algunas medidas de seguridad, pero...

Harry lo miró mientras hablaba. Un hombre de expresión cálida y gentil, con gafas, pelirrojo y un poco calvo. Más que la última vez. Harry lo reconoció casi de inmediato. La diferencia más notable en él, era esa túnica formal y elegante. Lo hacían un hombre con una buena posición entre la sociedad.

— ¿Sr. Weasley? —interrumpió Harry de repente, alzando una ceja en curiosidad.

— Sí, Harry. Como dije antes, es un placer verte... de nuevo —dijo con una sonrisa al final.

— ¿Porqué está vestido así? —preguntó Harry. Es que la túnica se veía demasiado formal...

El Sr. Weasley se sonrojó de repente, y los demás Weasleys sonrieron un poco, Harry casi pudo jurara que de forma orgullosa.

— Arthur es el Ministro de Magia, Harry —dijo Lupin ante el silencio, y en voz calmada.

— ¿Mi-ministro de Magia? Wow... ¿Ministro? —preguntó el chico con la boca ligeramente abierta.

— Sí. ¿No es genial? —preguntó un pelirrojo que Harry no pudo reconocer—. Justo después de que Fudge renunciara...

— ... ese idiota bueno para nada... —murmuró Sirius furioso.

— ... y fue votación unánime para que papá quedara. Y eso fue hace... hace cinco años, más o menos... y si vieras todo lo que ha hecho papá —terminó con una sonrisa. Y Harry intensificó su mirada en el hombre para descifrar quién era. Ahora más alto que Ron y Percy, con una camiseta sin mangas y pantalones azules, diferente a los demás por su vestimenta informal. Brazos como siempre musculosos y un gracioso bronceado, Charlie Weasley vestía una expresión entre pacífica y aventurera. Entre feliz y amante del peligro. Harry le sornió y Charlie, por un momento, perplejo, le devolvió la sonrisa cautelosamente.

— Ah.. ¿ya me reconociste, entonces? —preguntó con una sonrisa.

Harry asintió—. ¿Cómo has estado, Charlie? —preguntó. La sonrisa de Charlie se agrandó.

— Bien, chico. ¿Sabes? Ahora que estás aquí, podría mostrarte este dragón que está genial.... —dijo con un toque de emoción.

Emoción que sólo la mitad entendió Harry. Puesto que había parte en ello que él no sabía... y que, tal vez no se lo mencionarían.

Tener muchas formas animagas era una habilidad muy especial, y que no cualquiera sabía. Sabiendo de antemano, que Harry reaccionaría de una manera no complaciente, a los demás les parecería mejor no hablar respecto, si se puede evitar.

La forma animaga favorita de Charlie, claro era, el dragón. Son escasos los que a través de la historia una forma animaga de dragón han conseguido. Saber que en sus mismo tiempo, un buen amigo tenía esa habilidad le daba mucha emoción. Preguntar al joven auror las sensaciones de ser un dragón, de sus alas, de su garganta al lanzar fuego, de sus fosas nasales al respirar, de su piel al caminar, de sus patas, de sus garras, de su cola al moverse...

En opinión de Harry, Charlie hacía demasiadas preguntas. Por supuesto, el Weasley al oír esto echaba a carcajadas. Ya varias veces había dicho, al terminar la sesión de preguntas, y al oír las quejas constantes del joven Potter, que jamás se iba a aburrir de esto.

"¡Amo a este chico!" había gritado un día pasando su brazo por el cuello del joven auror y revolviendo su cabello con los nudillos.

"¡Charlie! ¡Suelta!" y a pesar de las constantes quejas del chico, el que se tono tuviera varias risas incluidas no ayudaba a tomar con seriedad sus plegarias.

— ¿En serio? —preguntó Harry viendo emocionado a Charlie. ¡Un dragón! ¿Quién ve seguido a un dragón? Bien, es cierto que ese Colacuerno Húngaro del año pasado no le trajo muy buenas experiencias... pero... ¡un dragón!

— Oh no, eso sí que no... —intervino una fuerte y firme voz con seriedad.

Oh-oh...

Eso hubiera pensado Harry, de haber sabido lo que le esperaba...

Pero oh-oh... Sirius oh Black entró en escena....

Mientras Harry veía a Sirius con el entrecejo fruncido preguntándose qué le pasaba, Charlie estaba suspirando cansina y pesadamente.

— Sirius, sabes que soy cuidadoso... —empezó a argumentar aquél ya con tono resignado. Sabía que contra Sirius oh Black, Merlín los salve.

— No, Charlie, y no está en discusión —dijo aquél con tono severo y cruzándose de brazos, con mirada desafiante. Al instante, como si ya supiera lo que le esperaba, Charlie asintió pesadamente.

— Oh, no te preocupes, Harry... seguro que encontramos algo más divertido qué hacer —dijo otro pelirrojo apenas Harry estaba abriendo la boca para preguntarle a Sirius qué rayos le pasaba.

— Pienso que deberíamos comer, ¿no tienen hambre? —preguntó otro chico, uno rubio, ese que Harry había visto caerse del sillón y carcajear a patadas.

— Pero no han terminado las presentaciones —agregó una pelirroja que tomaba de la mano al rubio.

— Cierto, cierto... —dijo Lupin—. Bien, terminamos y comemos, ¿qué les parece?

— Yo ya tengo hambre —dijo Sirius frotándose las manos con ansiedad.

— Bien —dijo decididamente ese pelirrojo—. Harry —dijo volteándose a Harry—, por favor dime que no estoy tan viejo y que me reconoces —dijo con tono suplicante y divertido.

Harry se fijó en él. También vistiendo informal, botas de piel de dragón, la misma ropa rebelde que lo caracterizaba, la argolla en la oreja y el cabello un poco más largo que la última vez atado por detrás. Bien, por método de eliminación, los únicos Weasleys que quedaban, eran Percy y Bill.... Y éste, a no ser que el mundo se haya vuelto loco... espera...

Snape estaba viviendo ahí, ¿no?; se había disculpado con él, y tenía esa mirada cálida... Ron casi se había convertido en un modelo y... vamos, el mundo no está tan loco, ¿cierto?

— Te ves casi igual que la última vez, Bill —dijo Harry con una sonrisa, y Bill sonrió abiertamente de vuelta. Expresión cálida, responsable y amigable.

¿Porqué todos en esta época tenían mirada cálida?

— Er... hola, Harry, ¿me recuerdas? —preguntó otro pelirrojo con una pequeña sonrisa. Otra cálida sonrisa. Túnica algo elegante pero algo juvenil. Su presentación personal se veía algo impecable... ordenada, responsable... Alguien serio y formal, que se divertía en su trabajo... Pero, siendo el único hombre Weasley que quedaba... eso era... imposible.

Oh, por... ¿¡Percy!? —exclamó Harry con la boca ligeramente abierta. Hubo algunas risas y carcajadas. Harry no les prestó atención.

— Jeje... sí. Gran cambio, ¿no? —preguntó con diversión y nerviosismo. Mientras Harry asintió anonadado, incapaz de decir algo, Percy sonrió... divertidamente—. Sí, lo sé... Dejé de ser tan estricto y aburrido...

— Ahora, lo de estricto te lo creo... —empezó uno de los gemelos con aire pensativo.

— ... Pero lo de aburrido, mejor no digo más —dijo el otro gemelo con la misma expresión.

El chico rubio rompió en carcajadas. Sirius y Ron rieron un poco. Y Harry hubiera jurado que vio sonreír a Lupin y a Snape.

— No les hagas caso, Harry —comenzó Percy divertido.

— No saben lo que dicen —dijo un gemelo fingiendo seriedad y desaprobación.

— No tienen nada más qué hacer —dijo el otro gemelo asintiendo.

— Graciosos... —dijo Percy divertido y con una sonrisa aún más grande.

Oh, por... ¿A dónde fue a parar el mundo?

— Ustedes dos, ya déjenlo en paz —dijo una pelirroja, la última de los Weasleys. Harry se fijó en ella con detenimiento.

Una trenza con el cabello largo, túnica púrpura del mismo estilo femenino que Hermione, la niña, la pequeña Ginny se había convertido en una mujer. Era bonita. No más que Hermione, pero aún así, lo era.... Expresión, como ya es común, cálida y risueña. Reconfortante y cariñosa.

— Hola, Harry —dijo la chica al notar que Harry la veía fijamente—. ¿Qué dices? ¿Me veo mejor o peor? —preguntó la chica radiante.

— Wow... ¿Ginny? ¿Segura que eres tú? —preguntó Harry con el entrecejo fruncido. La chica rió.

— No me veo tan diferente, ¿o sí? —preguntó entre risas.

— Bueno... los años te hicieron bien, justo como a Hermione —dijo Harry sinceramente. Ambas chicas se sonrojaron levemente y sonrieron un poco.

— Vaya, es la primera vez que veo que a Ginny o Hermione les dicen que estar viejas les hizo bien, y que el hombre no sala herido —dijo George con impresión e incredulidad.

— Oh, cállate, George —dijo Ginny con fastidio.

George le respondió algo. Y Fred intervino. El chico rubio, con una seriedad impecable se puso de pie y caminó hasta él. Se detuvo frente a él, y ojos grises serios le regresaron la mirada. Harry le llegaba apenas a la altura del pecho. Enseguida, el chico, con clase y admiración, se inclinó e hizo una profunda reverencia.

El silencio reinó en ese momento, y Harry se encontró a sí mismo con los ojos abiertos de la impresión, y dando un paso hacia atrás en instinto.

Dio otro ante el silencio.

El joven rubio levantó la cabeza aún inclinado y lo vio con ojos grises en una expresión que Harry dio otro paso hacia atrás. Admiración, lealtad, confianza, sinceridad... calidez.

Quién demonios era, era la pregunta del millón. Fred y George se pusieron a los lados del chico y también se inclinaron.

Otro paso hacia atrás.

— Mi Lord... —dijo el joven aún viéndolo fijamente con voz suave.

Otro paso.

— ¡Oh, Mi Lord! —exclamó George a la izquierda haciendo la reverencia más exagerada.

— ¡Menso! —gritó el joven rubio golpeando George en la cabeza, haciendo que cayera al suelo.

— ¡Ouch! ¡Oye!

— Serás bruto, ¿no ves que me estoy inspirando? —preguntó el rubio olvidándose de su pose.

— Pues qué inspiraciones, chico —dijo Fred girando los ojos y también olvidando su pose.

El rubio no contestó y sólo se cruzó de brazos, mirándolo fijamente mientras George se levantaba.

— Bien, MiniHarry, será mejor que vayamos a comer —dijo Fred pasando un brazo por su cuello tratando de jalarlo hacia la cocina.

— ¡Espera! ¡Yo no me he presentado! —exclamó el rubio indignado.

— ¡Ya sabe quién eres! —dijo George poniéndose al otro lado de Harry.

— ¡Pero quiero que me diga qué tal me veo! —gritó de nuevo el chico.

— Ah... ya... —dijo Fred con fastidio y girando los ojos—. Harry, dile que se ve igual de feo que siempre y vamos a comer.

— ¡Hey! —gritó el rubio.

— Dile, dile, Harry —dijo George con un ademán de exasperación.

— P-pero yo no sé quién es —dijo Harry parpadeando y mirando al joven con fijeza.

De la misma estatura de Ron, con túnica verde elegante y juvenil, el joven tenía la misma complexión muscular que Ron. El cabello rubio, corto le caía con naturalidad sin nada que lo opacase. Ojos grises y una expresión risueña. Y si Lavender y Parvati estuvieran aquí, dirían que el chico merecería uno o dos lugares más alto que Ron sobre los modelos más populares.

Jamás había visto a este joven en toda su vida.

— ¿No sabes quién soy? ¿Cómo que no? —preguntó el rubio con el entrecejo fruncido.

Harry ladeó la cabeza con el entrecejo fruncido en actitud pensativa. Al final, vencido, negó con la cabeza.

— ¿¡No!? —exclamó el rubio exaltándose. Los gemelos sonrieron maliciosamente.

— Nop, lo siento —dijo Harry con sinceridad.

El rubio respiró hondamente.

— Déjame darte una pista, Harry —comentó Ron desde su lugar con una pequeña sonrisa—. Solía ser pálido...

— ¡Oye!

— ... un dolor de cabeza... —intervino Hermione.

— ¡Hey!

— ... un patán... —dijo ahora Percy.

— ¡No es para tanto!

—... arrogante... —ahora fue Fred.

— ... y no olvides molesto —le ayudó George.

— Fastidioso, quedaría mejor... —dijo Fred.

— Cierto, cierto...

— ¡Oigan! Estoy aquí, ¿saben? ¡Y no era tan malo!

— Solía ser rencoroso —le dijo Ginny a Harry.

— ¡Gin´! —exclamó el rubio viéndola con incredulidad. Ella sólo se encogió de hombros con una sonrisa.

— Y era el diablo en persona —dijo Ron de nuevo.

— O por lo menos el hijo del diablo en persona —dijo Hermione.

— Nah...

Harry no escuchó más. Miró al rubio con absoluta incredulidad sin notar que un pálido alarmante se acopló a su piel. Hasta labios morados consiguió. Sintió sus rodillas débiles.

— ¿Malfoy? —preguntó en un susurro lleno de horror. Y eso era lo que mostraba su cara, puro horror.

— No tan feliz de verme, ¿no es así, Harry? —preguntó Malfoy ante el silencio y con una sonrisa nerviosa.

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(n/a: ¡Oh, por Merlín, me duelen los dedos! ¡Son demasiadas palabras ya! ¡Demasiadas hojas! Es un buen final, ¿no? Sip, claro que lo es...

Pero, la audiencia grita que me tardé dos meses... ¡Dos meses! ¿Y para nomás esto?

De acuerdo, de acuerdo... tienen razón.... para ustedes, siempre lo mejor...

Así que... ¡sigue!)

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Harry no atinó a nada más que quedarse paralizado, viendo al rubio como si fuera la muerte en persona. Sintió una luz sobre él y parpadeó al instante. Vio a los gemelos reírse a carcajadas.

— ¡Esta fotografía será oro, MiniHarry! ¡Oro! —gritó Fred sosteniéndose el estómago.

— Una como ésta no se consiguen todos los días —dijo George moviendo la fotografía a su lado.

— ¡Yo quiero ver! —gritó Sirius también riéndose, encontrando muy divertido todo esto.

— ¡Hey, déjenme ver! —gritó Ron poniéndose de pie para verla mejor.

Harry desvió la mirada en silencio hacia el chico rubio. Estaba cruzado de brazos y veía a los chicos con una pequeña sonrisa.

Oh, por... ¿Qué demonios le pasó al mundo?

No quería estar ahí, aquí, en ese extraño lugar... no encajaba... no... Merlín, ¡ése no era Malfoy!

Sintió las rodillas más débiles que nunca. Un gran mareo le sobrevino. Le costaba respirar.

Una pesadilla, esto sólo era una pesadilla, nada más..... ¡Él no es Malfoy!

No pudo soportar. Tuvo que sentarse. Unos brazos lo sostuvieron por detrás. No le importó quién fue. Su mirada sólo no se iba de la cara de... ése.

Escuchó que las risas se detuvieron. El rubio se volteó a verlo. Y a Harry no le gustó lo que vio en sus ojos.

Preocupación...

Oh, por...

Las paredes estaban moviéndose. Alguien le estaba susurrando por detrás al oído que se calmara. Y sintió unas manos cálidas tomar su rostro y ocultar del campo de vista a ése rubio... no a Malfoy, no a él.

¡Era hijo de un Death Eater! Había hecho cosas horribles, había insultado a Hermione y a Ron, a los Weasleys, a sus padres. Había hecho cosas peores, era un monstruo. ¿Qué hacía él aquí, en esta casa, con los Weasleys, bajo el mismo techo, sonriendo?

¿Porqué sonreía?

Ojos azules lo obligaron a mirarlo. Los labios de Sirius se movían, y aunque Harry se esforzaba por ver a ese rubio, Sirius no se lo permitía.

Estaba entrando en pánico. Lo sabía. Todo estaba mal. Se obligó a calmarse. Cerró los ojos y respiró hondamente. Permitió que las voces se fueran lejos y los problemas no lo perjudicaran. No supo cuánto tiempo estuvo así, pero esa paz le permitió calmarse, relajarse. Abrió los ojos. Sirius seguía frente a él con los ojos más preocupados que Harry jamás haya visto en su vida.

— ¿Harry? ¿Estás bien? —preguntó con voz baja y suave.

Harry asintió con lentitud.

— Lo siento —se disculpó mientras intentaba levantarse. Era ahí cuando se dio cuenta de que estaba recostado sobre el cuerpo de alguien. Ese alguien estaba arrodillado y Harry estaba sobre su pecho. Los brazos de ese alguien sosteniéndolo alrededor de él. Harry levantó la vista cuando los brazos le impidieron levantarse.

Snape.

Oh, por...

1..., 2..., 3..., 4..., 5..., 6..., 7..., 8..., 9..., 10.

Harry observó en Snape, una mirada preocupada. No despegó sus ojos.

11..., 12..., 13..., 14..., 15..., 16...

Sólo calma. Sólo eso.

— Er... ¿Profesor? ¿Podría soltarme, por favor? —preguntó Harry en una voz pequeña y nerviosa.

—¿Estás seguro que estás bien? —preguntó Sirius aún más preocupado que antes.

Harry lo vio. Y muchos pares de ojos detrás de Sirius puestos de nuevo en él. Se sonrojó fuertemente. Se inclinó a un lado, y ladeó un poco la cabeza.

Malfoy seguía ahí.

— Er... ¿seguro que no es una pesadilla o algo así? —dijo a Sirius refiriéndose a Malfoy.

Sirius sonrió un poco, claramente despejando la tensión.

— Ven, Harry, necesitas comer —dijo Sirius con una sonrisa—. Y descansar también, el viaje debió ser cansado —agregó al final, y ayudó a Harry a ponerse de pie.

Snape lo soltó o algo así... más bien le ayudó a ponerse en pie.

Bien, tomando en cuenta de que en esta época cualquier locura se puede aceptar, no esperen ataques cardíacos... no por ahora.

—¿Viste, Draky? ¡Se asustó con tu cara! —dijo uno de los gemelos riendo y yendo a la cocina.  Los demás rieron junto con él.

— Lo siento —se disculpó de nuevo Harry agachando la cabeza.

— Oh, no te preocupes, querido —dijo la Sra. Weasley—. Estoy seguro que Draco se esperaba ésa reacción.

— Pues, la verdad sí —admitió Malfoy—. Sé que fui un idiota en nuestro pasado, Harry —dijo mirando a Harry a los ojos mientras todos se sentaban en el comedor—, y no hice cosas de las que ahora estoy orgulloso...

— Y como dijimos, era un dolor de cabeza, arrogante... —empezó George viendo a su palto y tomando los cubiertos.

—... un patán, rencoroso, odioso niño rico paliducho... —le siguió Fred con su cabeza recargada sobre su codo en la mesa.

— ¡Hey! —exclamó aquél indignante.

— Oh, Draky, no nos dejaste terminar... —dijo Fred.

— Dijimos "eras", sabes que te queremos... —dijo George con voz melosa.

— Ya... —dijo Malfoy viéndolos con cautela—. En fin, Harry, te quiero pedir disculpas oficialmente por todo lo que te hice —dijo mirando de nuevo a Harry.

Y Harry se quedó en silencio por unos mementos viéndolo fijamente. Al fin, pareciendo salir de un shock, Harry sacudió la cabeza con fuerza y parpadeó.

—¿Qué? —preguntó lentamente. Malfoy rió.

— Sí, bien... sé que no me disculparías ahorita... así que no te preocupes...

— Draco... en verdad no creo que iba a preocuparse de todas maneras —dijo Ron con una sonrisa.

Antes de que Malfoy pudiera hacer algo, la comida pareció frente a ellos. Y todos empezaron a platicar y comer. Era extraño ver a todas esas personas juntas. Bueno, los Weasleys estaban bien, y Hermione, Remus y Sirius... Dumbledore...

Snape y Malfoy eran los que no encajaban. No en el futuro que Harry esperó tener. Esto era demasiado diferente a lo que él imaginó... Pero... eran felices... todos reían, charlaban y se divertían... Una familia, eso era lo que eran...

Pero por favor, el que quiera tener una familia con Malfoy y Snape que se lance un Avada.

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(n/a: ¡Muaca muaca! ¡Éste es otro buen final! Y, ahí estaría bien dejarlo, ¿no? Oh, pero no... no puedo... estoy cansado, y los dedos se lamentan, pero simplemente no puedo.

Tengo una promesa que cumplir con uno de los lectores. Prometí poner escena de su gusto si ella algo hacía, y ella ese algo hizo.

Y yo escena pongo. Aunque, debo decir... oh, por...  que disfrutaré escribiendo esto... jejeje... como no tienen idea. Espero que lo disfruten leyendo. Será mi parte favorita de este capítulo. Después me dicen qué tal estuvo... jejejeje....

Bien, la siguiente escena, fue sólo ocurrencia de Fe, para más comentarios sobre sus ideas locas y descabelladas, díganle a ella. Si alguien sale perjudicado en este fic, culpen a ella... Yo me hago responsable, jejeje...

No, la idea básica fue de ella. Y va esto: si les encantó y les maravilló la escena, los derechos a Fe; si fue todo un fiasco y una porquería, sorry, fue mi culpa...

Ahora sí... ¡lean, bajo su propio riesgo! ¡Que chicas, prepárense! ¡Con babero y todo! ¡Chicos, amárrense las manos, no queremos que lastimen a nadie, guarden sus varitas y aprieten los puños en coraje!

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— Ésta es de la vez que fuimos a Rumania con Charlie, y nos presentó a sus amigos dragones...

— Muy amigables, por cierto... —dijo Ron en tono sarcástico y en voz baja.

— Eran geniales, Harry, debiste verlos. Apuesto a que te fascinarían —dijo Charlie emocionado.

— Bien, ésta —dijo Sirius señalando a la fotografía móvil del álbum—, fue cuando después de comprar la casa comenzamos a remodelarla. Moony terminó con una pierna rota después de eso... Déjame te cuento —dijo en voz maliciosa y emocionada, bajando la voz para que Lupin no escuchara.

— Padfoot, si te atreves a decirle —advirtió Lupin desde el otro lado del sillón, con voz amenazadora—, te juro que te arrepentirás.

Harry vio a los gemelos acomodarse en sus asientos para una mejor vista. Supuso que una pelea entre Merodeadores para ellos era toda una hazaña.

— ¡Vamos, Moony! ¡Sólo ésta! —rogó aquél.

— No, Padfoot. Sabes que tú tienes cosas más feas que yo. Si no quieres que tu ahijado las sepa, cállate el hocico.

— ¡Ah! —exclamó la Sra. Weasley—. ¡Remus, qué lenguaje es ése! ¡Recuerda que Harry está oyendo!

Harry vio a los demás reír por esto mientras Remus se sonrojaba.

— Lo siento, Molly, me dejé llevar —se disculpó.

— Em.. Sirius, ¿de qué es esta? —preguntó Harry con curiosidad y tratando de romper ese feo silencio.

Estaban en la sala familiar. En los sillones, todos sentados. Ginny, Malfoy, Ron y Hermione en uno. Charlie, Bill, Percy y los gemelos en el de al lado izquierdo al anterior. Luego, Dumbledore, el Sr. Weasley y la Sra. Weasley. Y en el último sillón, Snape, Lupin, Harry y Sirius.

Después de comer, los gemelos habían insistido en que el álbum familiar sería perfecto para pasar la tarde. Le habían prometido que el día siguiente sería Quidditch y muchas más anécdotas.

Sirius, con un brazo alrededor del cuello de Harry, álbum en las piernas de Harry, se vio incómodo por unos segundos... incómodo y luego se sonrojó... se sonrojó fuertemente.

— N-no es nada, Harry... Sólo tonterías, cosas estúpidas... —dijo casi balbuceando. Harry notó que Lupin y Snape se removieron incómodos en sus asientos.

Curiosidad saltó de los demás, pero Sirius negó el tema, diciendo que sólo eran estupideces.

Y por supuesto que eran estupideces, y Harry, bueno, éste Harry no se enteraría jamás de eso, no señor. De eso se encargaría Sirius Black.

Pero oh magos y brujas del mundo, adivinen qué... por aquí sí se enterarán qué pasó con exactitud... Permítanme iluminarlos....

Que las malas lenguas no les cuenten lo que cierto no es. Aquí se enterarán de lo vergonzoso, pero verdadero del asunto.

Regresándose el tiempo hacia apenas casi ocho meses atrás, el joven auror, Harry James Potter, despertó cierta mañana con un gemido de dolor.

La noche pasada, siendo él Harry Potter, fue invitado a una fiesta formal en honor a un nuevo Departamento que se inauguraría en el Ministerio. Bebidas fueron llevadas, cierto, pero al joven auror la cerveza de mantequilla con licor no le es agradable. De hecho, ningún tipo de licor le es para él.

Mala suerte que Draco y Ron, argumentando que su vida necesitaba más diversión y aventura, le intentaron convencer de introducir este licor fuerte nuevo en su clase, tipo experimental a su cuerpo. Buena suerte que él rechazó incansablemente. Peor suerte que los chicos no se dieran por vencido y se la infiltraran furtivamente en su cerveza de mantequilla. Y maldición que la porquería era fuerte.

Claro, que esto no lo supo hasta que había tomado más de tres.

¡Rayos!

Ellos se divierten, él se divierte, todos borrachos, felices de la vida, pasan una noche de idioteces. Sin llegar a mayores, por supuesto.

Lo único malo de todo esto, era esa maldita jaqueca que sólo no le dejaba pensar claramente.

Ouch.

Moverse le lastimaba aún más la cabeza, y pues, en sus tantos intentos de encontrar una placentera posición, un pie fuera, pecho abajo, cabeza bajo la almohada, boca arriba, qué mas da, el joven al final por vencido se dio.

Con otro gemido aún más fuerte, pataleó las sábanas escarlatas y sin darse cuenta, cayó de la cama con un "pum" seco.

Ouch.

— Ouch... —murmuró sosteniéndose la cabeza y tratándose de levantar con torpeza del suelo. No se cambió, salió de la habitación.

El lobo, el perro y el cuervo estaban despiertos. Eso significaba que los hombres no estaban en sus alcobas. En pijama -camiseta con mangas hasta los codos blanca, con escobas en las puntas de las mangas, y bóxers rojos con pequeñas snitchs volando-, Harry bajó las escaleras con igual torpeza, siguiendo acariciando su cabeza y con los ojos a medio abrir. Tenía sueño, mucho sueño todavía, pero esa maldita jaqueca no lo dejaba en paz.

Con el cabello más rebelde y despeinado que nunca, Harry fue hasta la sala de estar -ni la familiar ni la formal-, guiado por los sonidos. Abrió la puerta, y los ojos se abrieron por completo al ver lo que estaba frente a él. Su boca casi tocó el suelo.

Rems con camiseta blanca sin mangas, bóxers rojos; al extremo, al lado izquierdo, Sev con camiseta blanca también, con mangas cortas, bóxers verde fuerte; y Sir en el centro con bóxers azul oscuro, sin camiseta.

(n/a: oh, por... ¡sweet Merlín!)

Los tres de espaldas a él, estaban sobre la mesa central, con el estéreo al máximo, una canción movida, y cantando y bailando. Botellas en manos.

Oh, rayos...

Eran las botellas que Ron y Draco habían dejado ahí la noche anterior. Ya habiéndolos descubierto, los chicos confesaron que tenían muchas botellas como ésas, y que querían que Harry las cuidara porque se las intercambiarían con los gemelos. Harry no tuvo más que acceder.

Obviamente, los tres hombres pensaron que eran cervezas de mantequilla comunes, indefensas e inocentes. ¿A quién no se le antoja una a plena mañana?

Oh, rayos...

Harry caminó con cautela hasta los hombres y los rodeó hasta quedar frente a ellos.

La vista era mucho peor.

— ¡Harrykins! —exclamó Sirius con una estúpida sonrisa de oreja a oreja—. ¡Ven a divertirte, Harrykins!

Y mientras él daba un trago a fondo a su cerveza -aunque no toda llegó a su boca- con torpeza, Remus y Severus estaban abrazados de hombro a hombro y cantando una estúpida canción. Una estúpida canción melancólica. Estúpida canción que los hizo llorar.

— ¡Oh, Harry! ¡Te quiero mucho, te lo juro! —dijo Severus con esa expresión de idiota.

— ¡Hey! ¿Dónde está la fiesta? —preguntó Remus, dejando repentinamente en el olvido su gran actuación melodramática.

— ¡Sí, fiesta! ¡Harrykins, ven a bailar! —gritó Sirius tratando de alcanzarlo y jalándole la camiseta.

— ¡Oye, suéltame! ¡Me estás desnudando, Sirius! —dijo logrando zafarse al final—. Están borrachos, ¿sabían eso? —preguntó acomodándose la arrugada camiseta. 

— ¡Borrachos! —repitió feliz Remus con una sonrisa estúpida, como si esa palabra fuera la más maravillosa del mundo—. ¿Oyeron eso, chicos? ¡Borrachos!

— ¡Yeaaaah! ¡Harrykins, ven a bailar! —gritó Sirius alegre—. ¡Y a cantar! ¡Yeah! ¡Canta conmigo, baby! —gritó bailando y dando un movimiento de manera que su cerveza -o la poca que quedaba de ella- se vaciara sobre su rostro y el de Severus.

— ¡Ewww! ¡Avisen! —exclamó aquél dándole un sorbo enorme a su cerveza.

— ¡Ya no tengo, ya no tengo! ¡Voy por más! ¿Alguien quiere? —gritó Sirius con preocupación. ¡Oh no! ¡Ya no tiene cerveza en la mano! ¿Qué vamos a hacer?

— No-oh, eso sí que no. Ustedes tres ya no tomarán más —los regañó Harry quitándoles las cervezas de las manos a Remus y a Severus. O bueno, eso intentó.

— ¡Ah, no! ¡Eso es mío! —gritó Severus aferrándose a la botella con ambas manos y poniendo ojos de fiera. 

— ¡Espera, espera! ¡Harrykins! —gritó Remus suplicante y poniendo ojos llorosos.

— ¡Dejen, dejen! ¡Suéltenlos! ¡Suel-suelta! —dijo jadeante y batallando contra las manos fuertes de Severus que seguía aferrándose a su estúpida botella.

— Em... ¿ya puedo ir por más? —preguntó Sirius esperando mientras se paraba sobre un pie para ver qué tal era su equilibrio.

Muy mal, se cayó. Ouch.

— ¡No! ¡Severus, maldita sea, suelta la estúpida botella! —dijo poniendo el pie en el marco de la mesa para impedir que Severus se saliera con la suya.

— ¡Ayuda, Padfoot! —llamó Remus poniéndose a un lado de Severus  tratando de ayudar. Pero, no tomó la botella y jaló fuerte del brazo de Harry.

— ¡Hey! ¡Remus, suéltame! —gritó Harry sacudiendo lo poco que podía su brazo y poniendo el otro pie en el marco.

— ¡Súper Sirius al rescate! —dijo Sirius poniéndose de pie con torpeza y luego detrás de Harry, empujándolo, de manera que Harry se subiera a la mesa.

— ¡Sirius, con un demonio! —gritó Harry tratando de zafarse ahora, de dos pares de brazos que lo habían recibido muy, muy amablemente—. ¡Ouch! ¡Severus!

— Eso fue por tratar de quitarme mi cerveza —dijo aquél con una sonrisa habiendo disfrutado del fuerte pellizco que le dio a Harry en el brazo—. Deberías ser más compartido, ¿sabes? ¡Tenemos más!

— ¡Sí, tenemos más! —gritó Sirius aún bailando junto con la música que estaba muy movida.

— Oh, rayos... esto no me está pasando a mí —se lamentó Harry pasándose una mano por la cara—. ¿No pueden estarse quietos por un momento? Si llamo a Madame Pomfrey, o tal vez a Molly, ellas sabrían qué hacer... Escogieron buen momento para emborracharse, ¿eh? Esta jaqueca me está matando, si tan sólo... ¡Suelta! ¡Que SUELTES! —gritó tratando de deshacerse de Remus que le estaba sacudiendo el cuerpo en una extraña manera de bailar.

— Eres muy aburrido, Harrykins... ¡Baila y canta! —gritó con emoción y esa estúpida sonrisa que no se le iba.

— ¡Canta, baby, yeah! ¡Yauh! —gritó aquél moviéndose frenéticamente al son de la música.

— ¡Ya cállate! —gritó Harry exasperándose—. ¡Y tú suéltame, con un demonio! Severus, ¿qué crees que estás haciendo? ¡Oye! ¡OYE! —exclamó cuando Severus lo agarró de las piernas y las sostuvo en el aire, haciendo que, repentinamente, el torso y cabeza de Harry estuvieran en peligro por un momento antes de que el joven se aferrara fuertemente a lo primero que sintió bajo sus manos.

— ¡Ouch! ¡Mi cabello! ¡Duele, duele, suelta! —gritó Remus bajando su cabeza de manera que el dolor en su cabeza disminuyera.

— ¡Severus, suéltame! —gritó Harry pataleando frenéticamente sosteniéndose de la cabeza de Remus.

— ¡Presa, presa! ¡Tenemos presa! —gritó Severus sonriente estúpidamente y agitando en el acto las piernas de Harry.

— ¡No le muevas así que me duele! —gritó Remus por debajo del pecho de Harry.

— ¡Presa! —gritó Sirius dejando de bailar y llevando una expresión en el rostro como si se hubiera ganado el último modelo de escobas de eso momento—. ¡Genial! ¡Presa, presa!

— ¡Quiso robarse todas las cervezas! ¡Yo digo que lo atemos! —gritó Severus poniendo una fiera mirada hacia Harry.

— ¡Y a mí me estiró el cabello! ¡Y me dolió! —gritó Remus con voz lastimera debajo del pecho de Harry, su voz siendo ahogada.

— ¡Y a mí me prohibió ir por más cervezas! ¡Ajá! ¡Conque las querías para ti! —gritó Sirius con aire triunfante. Harry parpadeó confundido por unos segundos.

—¿Qué? —preguntó con desconcierto—. ¿De qué rayos estás hablando? —preguntó la lucha por conseguir de nuevo sus piernas olvidadas y el inconsciente intento de arrancar todos los cabellos de Remus muy lejos de aquí.

— ¡Lo niega! ¿Lo ven, lo ven? —preguntó Severus con aire de suspicacia—. ¡Hay que atarlo!

— ¡Sí, preso! ¡Ahora pagarás por lo que hiciste! —gritó Sirius yendo a ayudar a atar al preso.

— ¿Q-qué? ¡No! ¡No, maldita sea! ¡No estoy para juegos! ¡Quítense! ¡Tengo que ir a trabajar, con mil demonios! —gritó el chico tratando en vano de deshacerse de los tres pares de manos.

Estaban borrachos, cierto, pero no dejaban de ser hombres que le doblaban la edad, y posiblemente la fuerza. Ahora, multiplícalo por tres.

Oh, rayos...

— ¡No! ¡Oigan! ¡Suéltenme! ¡Severus, no hagas eso! ¡Que me sueltes! ¡Rayos! —gritó Harry cuando vio a Sirius ir rápidamente por los gruesos cordones que sujetaban las grandes cortinas de la sala. Al hacerlo, la habitación perdió la luz matinal y se conformó con un ambiente nocturno con velas apenas iluminando.

Era algo estúpido, realmente, el que los hombres se olvidaran por completo que eran magos e hicieran las cosas de la forma muggle. Pero, estaban borrachos, no pensaban con coherencia.

Y ahí, tenía algo bueno y algo malo. Ése licor les hacía hacer las cosas más torpemente, pero a la vez con menos racionalidad. Además, ¿qué borracho ata a un pariente suyo por estupideces? O son agresivos, que este no es el caso; o son llorones y amigables...

Oh-oh...

Draco y Ron habían mencionado que ese licor era un nuevo producto... en experimentación, dijeron.

Oh, rayos...

— ¡No! ¡No! —gritó cuando sintió a Sirius amarrarle los pies con resistencia. Trató de zafarse de Remus con desesperación, pero éste lo había agarrado desde ya hacía un momento sin que Harry notara, y estaba malditamente muy fuerte.

— ¡Quédate quieto, preso! —gritó Sirius poniendo doble nudo y tambaleándose de vez en cuando. Los tres hombres estaban igual. Tambaleándose y de vez en cuando sacudiendo la cabeza para que el aturdimiento y el mareo se fueran.

— ¡No soy ningún preso, con un demonio! Soy Harry, ¿recuerdas? ¡Tu ahijado! ¡Ah! —gritó cuando repentinamente los dos hombres lo bajaron hasta la mesa. Ya amarrados los pies, Severus más calmadamente, y sacudiendo de nuevo su cabeza, pudo controlar sus piernas—. Sujétalo, Moony —ordenó Sirius poniendo una rodilla en el torso de Harry mientras Remus sostenía ambas manos del chico por arriba del nivel de su cara para que el otro realizara la operación.

Remus bostezó.

—Tengo sueño, Padfoot. ¿No podemos hacer esto después? —preguntó con una voz y expresión soñolienta, sosteniendo más débilmente los brazos de Harry. Sirius terminó de amarrar los brazos con el doble nudo.

— ¿Tú crees? —preguntó dubitativamente con la música aún sonando fuerte como fondo—. ¡Pero la fiesta apenas acaba de empezar, Moony! —suplicó.

— ¡Se quiso robar mi cerveza! —intervino Severus con voz suplicante y rencorosa.

— ¡Es cierto! —dijo Sirius poniéndose de pie, con aire valeroso—. ¡Hay que castigar al preso!

— Bien, ¿pero luego nos dormimos? —preguntó Remus con otro bostezo aún más grande.

Sirius asintió y los tres hombres voltearon hacia abajo. Harry tenía una cara de resignación, con manos y pies atados, el chico los miró casi de forma aburrida.

— ¿Qué? —preguntó—. ¿Ya decidieron qué van a hacer conmigo? ¡Tengo que ir a trabajar! ¡Decídanse rápido! —exclamó con fastidio.

— Amordázale la boca, no quiero oírlo —dijo Severus viéndolo fijamente y con furia.

— Bien —dijo Remus buscando por la habitación qué pudiera servirle—. Em... ¿con qué?

— Hmm... —dijo Sirius encogiéndose de hombros—. No esperarás que yo done algo de mi ropa, ¿verdad? —dijo señalando a la única prenda que traía.

— Él trae suficiente; no le hará falta —dijo Severus apuntando a Harry. Y éste abrió los ojos en temor.

— Oh, no. Eso sí que no. Está bien que hagan estupideces por la casa, pero esta pijama no me la tocan... ¡No! ¡No! —gritó tratando de zafarse mientras varias manos lo mantuvieron firme—. ¡Es mi favorita! ¡No! ¡Suéltenme! ¡No la toques, Severus! —gritó viendo al final cómo Severus estiraba la camiseta por debajo hasta que ésta cedió y la rotura dio la vuelta completa alrededor de la cintura de Harry. Ahora la camiseta muy apenas topaba donde el bóxer iniciaba, cuando antes la camiseta casi lo tapaba.

— ¡Ajá! —gritó Severus triunfante y se la dio a Remus. Por encima de los ojos de Harry.

— Era mi favorita... —dijo en un lamento—. ¡No! ¡NO! ¡Ya es suficiente! ¡No me toques, Remus! ¡Ya soporté demasiado sus estupideces! ¡Se van a arrepentir de esto, ya verán! ¡No saben lo que les...! ¡Hmph! ¡Hmph-mh! —gritó por entre la tela que ahora permanecía firmemente sujetada por detrás de su cuello y le impedía el hablar.

— Bien, el preso está listo para su castigo —dijo Sirius sacudiéndose las palmas como si se las hubiera ensuciado.

— ¿Y cuál va a ser el castigo? —preguntó Severus con aire malicioso.

— Algo rápido. Tengo sueño —dijo Remus bostezando de nuevo.

— ¡Moony! No bosteces así, me lo pegas —dijo Sirius tratando de reprimir un bostezo.

— ¿Ves? ¿Ves? ¡Te digo que mejor nos durmamos! Está atado, ¿no? No se va a ir a ningún lado —dijo Remus con la cara ahora más soñolienta.

Harry los miró desde abajo. Le era casi imposible reprimir la mirada suplicante.

Que se duerman, que se duerman... que los locos se duerman.... ¡Todavía tiene que trabajar! ¡Y ésa estúpida jaqueca!

— ¡No se confíen! —exclamó Severus—. ¡Escapará en cuanto bajemos nuestras defensas! Yo digo que primero lo castiguemos, y luego dormimos —dijo mirando fijamente a Harry.

— Bien, castigo será. ¿Estás de acuerdo, Moony? Raveny tiene razón, ¿no crees? —preguntó Sirius. Remus asintió después de agitar la cabeza para alejar el mareo.

— De acuerdo —aceptó éste con resignación— ¿Qué le vamos a hacer?

— Mmmm.... —murmuró Sirius con expresión pensativa y una mano en la barbilla, ladeando la cabeza de vez en cuando para ver a Harry.

— Tengo una idea. ¿Porqué no dejamos que él decida? —preguntó Severus con sonrisa maliciosa viendo a Harry fijamente.

— ¿Tú crees? —preguntó Sirius dubitativo viendo a Severus.

— Bien, entonces así será —dijo Remus y le quitó la amordaza al chico, los tres hombres viendo expectantes y aún con los síntomas fuertes del licor.

— De acuerdo. Preso, dinos que deseas por castigo —exigió Sirius con voz autoritativa.

Harry los miró en silencio por un momento.

— Chicos.... por favor... tengo que ir a trabajar... —suplicó Harry deseando que esa maldita jaqueca se fuera.

— Cometiste un crimen atroz, preso. Pagarás por ello. Escoge tu sentencia —dijo Severus con firmeza.

— De acuerdo... sólo díganme, ¿qué crimen fue ése? —preguntó Harry tratando de reunir todas sus fuerzas de voluntad para conservar la calma y la paciencia.

Los hombres se miraron perplejos por unos momentos y luego parpadearon confundidos.

— Em...  ¿qué fue? —preguntó Remus mirando a Sirius confundido.

— Mmm.... no sé.... ¿Raveny? —preguntó Sirius mirando a Severus.

— ¡Trató de robarme mi cerveza! —exclamó éste con firmeza.

— ¡Ah, sí! ¡Eso! —exclamó Sirius triunfante.

— Bien... eso, primero —empezó Harry con voz calmada y fastidiada—, no fue un crimen atroz. Tú mismo dijiste, Sirius, había más. Y, en segundo, yo no traté de robársela. ¡Yo no quiero esa cerveza! ¿Sabían que Ron y Draco le pusieron licor experimental? ¡Saben lo terrible que sus experimentos pueden ser! —exclamó Harry.

Y los tres hombres mostraron sorpresa y cordura... o por lo menos algo de ella.

— ¿En serio? —preguntó Remus mirando hacia abajo con mera curiosidad.

Bueno, eso ya era algo.

— Sí... Por eso fue que te prohibí ir por más cervezas, Sirius. Y lamento haberte estirado el cabello, Remus, no fue mi intención —dijo Harry rogando que tal vez, sólo tal vez, los hombres pudieran entrar en razón. Remus sonrió.

— Oh, bueno... no te preocupes. Te perdono —dijo aquél con tono gentil.

— Ah... conque era eso —dijo Sirius pensativo—. ¿Entonces no querías las cervezas para ti?

— No. Pero tampoco las quiero para ustedes, no les hizo bien. Nos desharemos de ellas juntos, ¿qué les parece? —dijo Harry tratando de sonreír. Si seguía de esta forma, tal vez podría llegar al trabajo no tan tarde. Y la jaqueca estaba empezando a bajar.

— Mmm.... de acuerdo, te creo —dijo Sirius sonriendo a su vez.

— Genial. ¿Severus? ¿Me crees? —preguntó Harry viéndolo desde el suelo.

— Mmmm.... ¿sabes? Aún no sé. Es que si hacemos eso, ya no tendremos cervezas —dijo en un lamento.

— ¡Pero son malas! ¡Son de Draco y Ron! —gritó Harry tratando de hacerlo entrar en razón.

— Mmm.... de acuerdo —aceptó éste al final. Harry respiró aliviado y con una sonrisa verdadera.

— Genial... ¿podrían desatarme? —preguntó levantando sus manos con tono suplicante.

— ¡Claro! —dijo Sirius con la misma sonrisa.

Remus le soltó las manos; Severus los pies. Lo ayudaron a levantarse. La música aún de fondo.

— Gracias —dijo Harry sonriente. ¿Llegaría a trabajar?

— No hay problema, Harrykins —dijo Sirius sonriente también.

Harry sonrió maliciosamente. Y los hombres lo miraron entre curiosidad y temor.

Habían roto su pijama favorita. Lo habían atado y tratado como un preso. Se arrepentirían de ello.

— Y... —dijo con una sonrisa enorme y escalofriante—, ¡que la fiesta continúe! —gritó con un tono extraño.

Los hombres, por unos momentos, lo miraron extrañados. Harry tronó los dedos con la mano a la altura de los hombros y los hombres ahogaron exclamaciones de sorpresa.

La escena alrededor de ellos cambió. La habitación oscureció por unos momentos, y después tres reflectores con luz blanca se posaron sobre ellos. La luz los cegó. Estaban en un tipo de plataforma. La música subió aún más, y, por debajo de la música, escucharon algo de les heló la sangre...

Gritos...

Gritos de mujeres...

(n/a: Yeah!)

Reflectores de diferentes colores empezaron a moverse delante de ellos por todo el lugar.

Y varias mujeres frente a ellos...

Gritando... emocionadas, divirtiéndose y disfrutando al máximo....

Ay, Merlín...

— Oh, demonios.... —murmuró Sirius viendo paralizado a las mujeres.

— ¡Mi vida, muévete, cariño!

— ¡Yeah! ¡Vamos, baby!

— ¡Cielo, ven aquí!

— ¡Corazón, traes mucha ropa!

Ay, Merlín...

¡Fieras! ¡Bestias! ¡Monstruos! ¡Animales! ¡Salvajes!

— ¿Qué hacemos? —preguntó en un susurro Severus mientras trataba de cubrirse en vano, con sus brazos, la gran parte expuesta de su cuerpo. La salvaje aquella no le despegaba los ojos de encima... de hecho, ninguna de ellas no les despegaban los ojos.

— ¡Hay que huir! ¡Nos van a comer! —exclamó Remus pálido y acercándose más a Sirius tratando de protegerse contra las bestias.

Y, la palabra comer, no específicamente tendría que ser sólo una forma de expresión, ¿verdad?

— ¿Y cómo? ¡No hay salidas! —exclamó Sirius entrando en pánico.

— ¡Oh, Merlín! ¡Vamos a morir! —exclamó Severus dando un paso hacia atrás.

— ¿¡De qué te quejas!? —exclamó Sirius exasperado y aterrado—. ¡Yo soy el que trae menos ropa! ¡Merlín, míralas! ¡Míralas! —dijo señalando a las tantas miradas hambrientas de las tantas bestias en el lugar.

— ¿Qué nos queda? —preguntó Remus tratando de permanecer calmado y viendo sus posibilidades.

— ¡Morir! —exclamó Severus en pánico.

Y eso iban a hacer. Habían pasado varios minutos sin moverse, y las salvajes estaban empezando a impacientarse. Oye, está bien que la vista sea buena, pero la atracción lo es más.

No les quedaba de otra, ¿o sí? Sirius sintió el mareo aumentarse más. El pánico de la situación le estaba afectando. Y si era cierto que esas cervezas tenían licor, tal vez a eso se debería lo de su incoherencia... ¿Cuántas tomaron?

Severus había alcanzado las 12, Remus con 9 y Sirius casi 13, que fue la que se le cayó. ¿Estarían tomando efecto con más intensidad?

Es que ya no veía el lugar muy bien. Las luces se juntaban, y era imposible decir dónde empezaba y terminaba el piso. Los gritos y carcajadas resonaban por un lado de su cabeza y luego por el otro.

Se sintió flotar, y una estúpida sonrisa se formó en su rostro. Se dejó llevar.

Remus observó con la cara más aterrada en su vida, y con un intenso horror, su boca una mueca, cómo Sirius sonreía de repente como idiota y descendía abajo, bailando muy extrañamente. Dio dos pasos hacia atrás en terror mientras los gritos de las bestias se triplicaron. Miró a Severus. Éste había puesto una posición de medio defensa con sus brazos y el horror claro en su rostro.

— ¿Qué demonios le pasa? —preguntó Severus en un susurro, viendo a Sirius como si fuera un boggart real.

— ¿Y cómo voy a saberlo? —preguntó aquél con la misma expresión y mirada—. Sirius, ¿se puede saber qué demonios estás haciendo? —preguntó cuando Sirius, sin la sonrisa yéndose, comenzó a moverse junto con la música claramente disfrutando esto.

— ¡Fiesta, Moony! ¡Hay fiesta! —gritó feliz bailando en un son lento sobre su eje, ahora duplicando los gritos—. ¡Baila! ¡Esto es genial! ¡Inténtenlo!

— ¡Vete al demonio! —gritó Severus enfurecido y pálido a la vez.

Remus lo vio incredulidad tratando de que ese mareo se fuera de una vez. Vio a Severus sacudir su cabeza en un intento de sacar su mismo mareo.

— ¡Pero es divertido! —dijo bailando con más ritmo.

— Mira, maldito estúpido —dijo Severus en voz baja y amenazadora, tambaleándose un poco—. Si no dejas de moverte ahora mismo, juro que... —se detuvo abruptamente. Sirius lo había agarrado y le movía frenéticamente los brazos.

— ¡Baila, baila! —gritó feliz con esa estúpida sonrisa.

Remus los miró con la mente en blanco. No sabía qué hacer. ¿Cómo salían de ésta? ¿Cómo escapaban vivos de las bestias? ¿Cómo harían para...?

— ¡Ewww! —gritó repentinamente. Una bestia había subido a la plataforma y trataba de quitarle el bóxer y la camisa—. ¡Suelta, salvaje! ¡Suelta! ¡Quítate! ¡Ahhh! —gritó dándole patadas a la bestia para que lo dejara en paz.

Y, mientras Sirius bailaba con libertad y felicidad, con los brazos de Severus moviéndose frenéticamente, éste en un intento de soltarse y librarse a la vez de su mareo; mientras Remus alejaba con las manos a la bestia de él con dificultad, éste último escuchó algo entre los gritos y gritos de las bestias.... Algo que no encajaba....

Una risa...

Una carcajada, más bien...

No era de alguien que disfrutaba el espectáculo de la forma que las bestias lo hacían... Era de alguien que se carcajeaba con burla por ello...

Y Remus súbitamente recordó. Palideció en el acto. Dando un último empujón, logró deshacerse de la bestia por unos momentos y buscó con los ojos entrecerrados el lugar...

Y ahí, en una de las esquinas, donde a pocos metros la multitud de salvajes terminaba, estaba él...

Harry...

En el suelo, sosteniéndose el estómago y dando fervientes patadas, carcajeándose hasta más no poder. Remus pudo jurar que hasta lágrimas tenía por ello. Apretó los puños.

— ¡HARRY! —gritó furioso viéndolo fijamente. Mientras Sirius se detenía al oír esto y Severus lograba zafarse de éste, Harry, a duras penas reprimiendo sus carcajadas, logró sentarse sobre el suelo y los miró con la expresión más extraña y graciosa del mundo. Uno que apenas podía reprimir las lágrimas y carcajadas. Incluso se estaba mordiendo el labio inferior y su cuerpo de vez en cuando daba leves espasmos.

— ¿QUÉ DEMONIOS HICISTE? —preguntó Remus aún con los puños apretados y sintiendo su furia venir sobre él.

— L-lo... lo siento... —dijo aquél tratando de ponerse en pie. Poniendo su mano a un lado de su hombro, tronó los dedos aún mordiéndose el labio.

Las bestias desaparecieron al instante. Las luces se fueron y la escena de la sala desapareció. La música se fue de repente y el silencio llegó.

Sirius parpadeó confundido.

— ¿Fue una ilusión? —preguntó con desconcierto.

— ¿Porqué hiciste eso? —preguntó Remus ignorando a Sirius. Severus fijó su mirada de Remus, a Harry. Sirius también lo hizo.

Harry se encogió de hombros ahora con una enorme sonrisa.

— No lo sé... Fue divertido, ¿no? —dijo con una sonrisa mayor—-. Además, ustedes rompieron mi camiseta... ¡y me ataron!

— ¡Pero no es justo! ¡Nosotros no te pusimos en peligro de muerte! —exclamó indignado Severus. Harry rió ante esto.

— Bien, estamos a mano. Así que olvídenlo. Tengo que ir a trabajar, así que los tendré que dejar solos. Van a dormir mientras regreso, no quiero que hagan tonterías —dijo caminando hacia la salida de la sala, y meneando la mano, haciendo que la habitación quedara sin botellas, con los cordones donde deberían estar, amarrando a las cortinas y los daños ligeros de la mesa reparados.

— ¡Pero Harry! ¡Eso fue cruel! —exclamó indignado Remus, olvidando su furia. Harry se encogió de hombros.

— No creo que lo vayan a recordar, de todas formas. Bueno, no del todo. No se preocupen, no lo diré... no me conviene —dijo con una mueca—. Pero, dejé un recuerdo... no podía dejar escapar esta fabulosa oportunidad —dijo con una sonrisa extendiendo su palma izquierda, y después del resplandor azul, una fotografía en su mano.  

Les envió levitando con rapidez la fotografía y Severus la atrapó. Remus y Sirius se acercaron. Los vio abrir la boca al verla. Harry sonrió y movió la mano con la palma hacia él, de una peculiar manera, haciendo que su pijama se transformaba en la túnica especial para su trabajo.

— Será mejor que vayan a descansar... en sus camas, no aquí —dijo mientras trataba de acomodar su cabello. Los hombres lo vieron—. Ya les puse un hechizo adormecedor, se irá cuando yo vuelva. Y empezará dentro de pocos minutos; les conviene no quedarse dormidos en las escaleras —dijo con una sonrisa, viéndolos—. Bien, ya me voy, los veo al rato. Adiós —dijo con un ademán de despedida y se dirigió a la salida de la casa, para ahí poder aparecerse al trabajo.

Y el silencio reinó en la sala. Los hombres aún con la mirada muda en el umbral, donde Harry había estado.

— Quémala —dijo Severus de repente sin desviar la mirada.

— Él hará más iguales a ésta, sabes que puede hacerlo —dijo Remus mirando la fotografía.

— Cierto. Pero por lo menos ésta no existirá —dijo Sirius mirando a la fotografía como si fuera lo peor del mundo.

Remus bostezó.

— Me voy a la cama —comentó aquél dirigiéndose a las escaleras. Los otros dos le siguieron, Sirius prometiéndole a Severus que en cuanto despertaran quemarían esa horrible cosa permanentemente.  Se dirigieron a sus habitaciones.

— Buenas noches —dijo Sirius antes de cerrar la puerta ahora con voz soñolienta, ocasionando que el perro en su puerta se echara en el suelo y quedara profundamente dormido.

El lobo pronto se acurrucó de igual forma y se sumió en un hermoso sueño. El cuervo se acomodó en una posición placentera, y cerró con tranquilidad los ojos.

Y eso, eso fue lo que pasó.

Pero Sirius no permitiría que este Harry se enterara en su vida de lo que había pasado. Eso no. Cuidaría de su mente. Jamás lo permitiría. Se prometió, que como padrino, haría su mejor trabajo para que Harry, tan inocente que es, no se enterara.

No, señor.

— ¿Eso fue lo que pasó? —preguntó Harry con la boca completamente abierta y los ojos a punto de salirse. Estaba pálido.

Sirius parpadeó y vio a todos los demás con extrañas conductas. Remus tenía su rostro en sus manos y estaba casi hundido en el sillón, casi de la misma estatura que Harry. Severus, con la mirada desviada y una mano para cubrir sus ojos, se encontraba muy rojo.

Gin´ tenía la cara por completo rojo y miraba sus manos; Draco estaba ligeramente sonrojado y tenía una sonrisa maliciosa y con la mirada desviada; Ron también un poco sonrojado, se reía entrecortadamente; Hermione con una pequeña sonrisa miraba una de las velas con suma atención.

Charlie tenía una sonrisa abierta y movía la cabeza de un lado a otro, como negando o desaprobando algo. Bill ladeaba de vez en cuando la cabeza y luego la sacudía como deshaciéndose de imágenes no deseadas. Percy miraba a Sirius, a Remus y a Severus con una ceja alzada, como de forma incrédula y algo desaprobatoria. Los gemelos... bueno... los gemelos estaban, por alguna extraña razón, en el suelo sosteniéndose el estómago y dando patadas. Sirius alcanzó a ver lágrimas en sus ojos y se veía que apenas podían respirar.

Dumbledore miraba a Severus, Remus, y Sirius con una pequeña sonrisa y algo de impresión en sus ojos. Arthur tenía su puño en su boca y trataba de verse estable, pero de repente soltaba pequeñísimas carcajadas audibles. Y Molly... Molly tenía una expresión entre roja por pena y por desaprobación. Era difícil decir.

Y al final, sin saber qué, Sirius perplejo, se animó a preguntar.

— ¿Qué? —preguntó, y justo cuando lo hizo, se ganó más carcajadas audibles.

— Sirius... hablaste en voz alta —gimió Remus por entre sus manos—. Le dijiste todo a Harry, pedazo de idiota.

Sirius parpadeó.

— ¿Lo hice? —preguntó, e, ignorando el aumento de carcajadas, se volteó a Harry—. ¿Lo hice? —preguntó con voz consternada e incrédula.

Harry se negó a conectar sus ojos con los de él, y, Sirius notó, rojo por completo y mirando al suelo, asintió rápidamente.

Y el color se le fue a Sirius.

Oh, demonios...

Viendo esto, las carcajadas aumentaron, de ser posible, más.

La fotografía en el álbum aún en las piernas de Harry era la que habían pensado quemar, por supuesto. Habiendo despertado después de eso, Sirius había encontrado que la fotografía había desaparecido. Muy extraño, en realidad.

Pero, una semana después apareciendo en le álbum, los tres hombres trataron de quitarla a como diera lugar. Harry había puesto un hechizo sobre ella, y eso sería imposible de hacer. Se dieron por vencidos.

Sirius, aún con el pálido en cara, gimió fuertemente y se recargó en el respaldo del sillón,  echando la cabeza hacia atrás y cubriéndose la cara con ambas manos.

Hubo más risas.

Harry siguió aún rojo, muy interesado en el piso.

En su regazo, la fotografía de una plataforma con luces de fondo, Remus con una expresión desesperada, una mano en la cara de la bestia junto con un pie en su estómago, empujándola y volteando la cabeza lo más lejos posible, la bestia  con ambas manos tratando de alcanzarlo. Sirius en medio con cara feliz en un movimiento de baile con mucho ritmo, con los brazos de Severus moviéndolos frenéticamente. Severus, con cara de sorpresa y fastidio, tratando de zafarse del hombre.

Esa fotografía, la deshonra de su vida, Sirius volvió a gemir ganándose más risas.

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Bien, ¿qué les pareció? No sé si a los chicos les agradó mucho, y si no fue así, lo siento. Chicos, para recompensar esto, ¿sugieren alguna idea para las chicas de aquí?

Concedí una escena especial para público de agrado femenino, pero no sé si alguno de ustedes quiera exacto lo contrario. Ustedes digan.

Bien, Fe, ¿te gustó?

¿Saben, chicos? La idea básica de Fe era que Sirius y Remus bailaran en bóxers (sorry que no fue especialmente para ti, Fe, pero tú fuiste público!), y yo, con mi pervertida mente, hice todas estas tonteras... no sé si les gustó, pero les juro que me divertí escribiéndola.

Por favor, díganme si fui un fiasco para esto, pues de ser así, es mejor que lo comenten, y así yo no lo vuelva a hacer, y la historia vaya mejorando.

Así que, ¿qué les pareció, chicos?

Sirius: Oh, no.... eso fue un maldito desastre.

Draco: ¿Tú crees? A mí me pareció... er... jeje... interesante. Wow, Sirius, no sabía que te gustara bailar de esa forma....

Sirius: ¡Ya cállate!

Draco: Geniales ejemplos que le das a tu ahijado, ¿ah? Seguro que esa noche no duerme.

No le metas más remordimientos en la conciencia; el pobre ya sufrió lo suficiente, ¿no te parece?

Sirius: ¿Ah, sí? ¿Y gracias a quién, si se puede saber, fue todo este sufrimiento?

Er... jejeje... Qué hermoso día, ¿no les parece?

Draco: Sirius, sólo una pregunta: Justo después de que recordaras luego del incidente, que habías bailado frente a esas bestias, ¿qué hiciste?

Sirius: Matarme... Lástima que Moony llegó a detenerme. Fue un verdadero tormento recordar todo eso.

Aw... no fue tu culpa, Siri.

Sirius: No me digas así... y no, no fue mi culpa. Ambos sabemos de quién fue.

¡Oye! ¡Yo no tomé botellas que no me pertenecían!

Sirius: ¡Oye! ¡Yo no firmé ningún contrato que me obligara a estar aquí!

Oh, pero lo estás..., lo estás, mi querido Siri.

Sirius: Oh, pero me vengaré..., me vengaré, mi querida autora.

Draco: De verdad me hubiera gustado estar ahí para ver los efectos colaterales del licor experimental. Mmm... Sirius, ¿no te prestarías para otro experimento, verdad?

Sirius: ¿En verdad quieres que conteste eso, o prefieres seguir sano?

Er... jejeje... bien, gente, eso fue todo. ¿Les gustó? Merlín, sé que fue un evento de fic, ya sea para bien o para mal, pero ustedes deciden. Tengo prisa, los veo en algún tiempo con Sirius a mi lado.

¡Gracias por leerlo!