claroscuro1
:: C L A R O S C U R O ::



CAPITULO 1: Una Petición


Albus Dumbledore limpió sus lentes con lentitud, mientras ordenaba sus ideas. En el despacho no se escuchaban más que los murmullos producidos por la respiración de lo retratos que dormitaban. Fawkes ya había escondido su cabeza debajo de un ala dispuesto a unírseles, arrastrado por el sopor que provocaba aquella tranquilidad.

Pasos veloces recorrían el pasillo, una capa obscura ondulando como un furioso batir de alas.

Dumbledore en su despacho ensayaba sus palabras nuevamente. Pensando en aquella carta que no podía calificarse de otra cosa, más que de increíble, y en la petición hecha. Tenía que ocultarlo, aunque él más que nadie ansiara hablar. Pero por ahora no se podía, estaba imposibilitado por aquella promesa hecha. Debía hacerlo por la seguridad de todos, incluida la de ese hombre.

Le habían dejado sin ir mas allá, el mundo de cabeza. Y estaba nervioso, ansioso, excitado y temeroso. De todos los ánimos posibles. Pero en esos momentos, imperaba el sentimiento de la esperanza, no para él, sino para alguien más. En esa carta, había una posibilidad de sanación para un corazón destrozado.

Oyó cómo la gárgola empezaba a girar, y el sordo rumor de las escaleras rozando con la piedra.

- Ya viene - aspiró y suspiró. Necesitaba toda la serenidad posible.

Un toque suave a la puerta.

- Adelante... - pronunció acomodándose detrás de su escritorio, apoyando ambas manos, ahora entrelazadas, sobre la superficie de éste.

Ante él, se materializó la figura delgada y obscura del profesor más temido y odiado de Hogwarts. En su rostro había una palidez mayor que la habitual y un cansancio alarmante. Producto, sabía, de largas noches de insomnio y de actuar como un doble agente. Y sintió su corazón oprimirse de culpa, temor y una tierna preocupación por ese hombre al que quería como el hijo que nunca había podido tener.

Severus lo notó. Su rostro sereno, y sin embargo, el corazón confortado por ese afecto paterno que tanto apreciaba. Pero no era el momento de sentimentalismos. Estaban al borde de una guerra. Y Albus lo había mandado llamar en calidad de urgente, sacándolo de sus pocos momentos de tranquilidad. Más que nunca debía mantener la sangre fría.

- Buenas Noches, ¿Para qué me necesitaba, profesor Dumbledore? - cuestionó sin más preámbulos.

- Buenas noches para ti también, Severus. Siéntate, por favor. - dijo, indicándole un asiento frente a su escritorio. - Ahora te explico, por cierto, te recomiendo, que después vayas y tomes un buen descanso y comas algo, no se te ve buen semblante. ¿Quieres que llame a un elfo? - ofreció el anciano Director.

- Por ahora tenemos cosas más importantes que tratar que mi salud - espetó fríamente.

- Entiendo, pero promete que comerás algo, después de esto.

Snape tan sólo gruñó una respuesta, impaciente y Dumbledore decidió pasar a lo que ahora les interesaba.

- Bien, te he mandado llamar, debido a un asunto de suma importancia que he decidido tratar sólo contigo. Por esta vez, la cuestión nos atañe más a ti y a mí y no a La Orden del Fénix.

Severus sintió sus manos crisparse sobre su túnica, el tono de Albus, había pasado de su jovialidad típica, a una total seriedad. En los azules ojos del anciano, había una velada inquietud y un extraño nerviosismo. ¿Qué podía ser aquello que sólo podía atañirles a ellos dos? , ¿Tendría que ver con Voldemort? y ante esa idea, su mente se desbocó en cientos de posibles hipótesis, cada una peor que la anterior.

- ¿Es sobre Voldemort, acaso él... ? - se aventuró a preguntar, casi al borde la silla, dejando parte de su pregunta inconclusa, temiendo materializar sus más profundos temores, en palabras.

- No, gracias a Merlín, el aun no sabe nada. Hemos hecho todo lo posible porque aún no lo sepa - contestó, logrando calmar los temores del hombre. - Sin embargo, esta situación de la que te hablo es delicada. Y la única persona indicada para ello, eres tú, Severus.

Estaba serio, muy serio, en sus ojos azules, ese reflejo de inquietud y nerviosismo continuaba, y eso lo ponía a él más nervioso.

- ¿Podría decirme de qué asunto se trata, profesor?, son demasiados rodeos. - preguntó tratando de mantener la compostura.

- Dos Aurors.

- ¿Aurors? - Snape enarcó una ceja, sin comprender.

- Bien. Es difícil cómo empezar, aunque he tratado de encontrar las palabras correctas. Estos Aurors de los que te hablo, provienen del Ministerio de Magia de Arabia. Las noticias de la resurrección de Voldemort han llegado hasta sus oídos. Y están muy preocupados. Se ha descubierto que en su propio país, se empiezan a formar grupúsculos de mortífagos. Por ahora son inofensivos, pero el Ministerio de Arabia ya está dando cuenta de ellos, antes de que empiecen a actuar. Sin embargo, consideraron que lo más prudente, en sus propias palabras era: "venir y matar la enfermedad desde el origen, antes de infectar a todo el cuerpo"

- Pero Fudge... él...

- Lo sé, se niega a ver la verdad. Ellos lo saben, por eso me han contactado a mí directamente. Y por esa razón, los dos mejores magos de entre su gente vienen en camino.

Severus frunció el ceño. ¿Dos Aurors?, con Voldemort vivo, necesitaban un ejército no dos simples Aurors. Dumbledore, notando el escepticismo en los ojos de su colega, sonrió tranquilizadoramente.

- No son cualquier Auror, Severus. Son magos poderosos, de eso que no te quepa duda. Tuve oportunidad de verlos en acción. Saben hacer su trabajo con una eficiencia que calificaría de escalofriante. Están muy entregados a su causa, aunque no tanto como para volverse ciegos, lo cual me alegra. Y tienen altos cargos en el Ministerio Mágico Árabe.

- Aun así, profesor, por fuertes que sean, no bastaran para ayudarnos en contra de Voldemort. Usted debería saberlo.

- Lo sé, y lo tengo muy presente. Ellos son tan sólo una avanzada. Vendrán a reconocer el terreno y ayudarnos en la organización de la resistencia en su contra. A pesar de que Fudge se niegue a ver la realidad, Arthur y Molly Weasley me han dado noticias esperanzadoras sobre los miembros del Ministerio.

Severus estaba atento a cada una de las palabras del Director y Albus continuó su plática.

- La mayoría ha presenciado o notado eventos inquietantes. Y el anuncio de que Voldemort, quizá esté de vuelta ha sido una noticia que no se han tomado a la ligera, están dispuestos a cooperar en todo lo necesario para evitar el regreso de Lord Voldemort al poder. Salvo una minoría, compuesta por algunos cabezas duras (Severus no pudo evitar torcer una sonrisa) y mortífagos encubiertos, el resto no duda de mi palabra y esperan el momento de actuar.

- Bien, prosiga, profesor.

- Como te he dicho, estos dos Aurors, son sólo una avanzada, detrás de ellos vendrán más, cuando estén seguros de dónde pisan. Arthur Weasley es un hombre muy competente en su trabajo, pero reclutar fuerzas y organizarse dentro del mismísimo Ministerio es tarea de titanes.

- ¿Y esos hijos suyos? - espetó Snape con desdén, cruzándose de brazos

- Charlie y Bill en este momento se hallan fuera del país, buscando aliados. Y sin embargo, ninguno tiene experiencia en cuanto a planeación y estrategia en caso de eventuales enfrentamientos con los mortífagos, esa es la razón por la que han enviado a ellos dos, al Jefe de las Fuerzas Mágicas Especiales y al Subjefe de Inteligencia y Espionaje. Son excelentes combatientes y... un matrimonio muy unido. - terminó diciendo esto con una gran sonrisa.

- ¿Matrimonio? - interrogó, enarcando las cejas.

- Sí, así es, y es aquí donde entras tú, Severus.

Snape miraba ahora confuso. ¿Qué pintaba él ahí?, ¿Debía guiarlos acaso?, ¿Decirles todo lo que sabía sobre Voldemort o cooperar activamente con ellos?. Eso era muy arriesgado en su actual posición.

- No tardará mucho, antes de que sepan sobre ellos - prosiguió Albus ajeno a las reflexiones del Profesor de Pociones. - Y más que nada, saber que no vienen solos. Sus hijos vendrán con ellos, son dos agradables muchachitos, bastante encan...

- ¡¡¿QUEÉ?!! - Severus se levantó como impulsado por un resorte ante las afirmaciones del Director, mientras un desagradable presentimiento empezaba a crecer en su interior. - ¡¿TRAJERON A DOS MOCOSOS A ESTE LUGAR?!!, ¡PERO EN DÓNDE DEMONIOS TIENEN LA CABEZA! - rugió.

Su primer pensamiento fue que debían estar locos. Venirse a tirar de cabeza al pozo de las serpientes, llevándose a sus propios hijos con ellos. Eso lo ponía enfermo.

- Calma, calma, Severus - trató de tranquilizarlo- "sabía que se iba a poner así" - pensó el mago, entre resignado y divertido - Ellos vendrán aquí a Hogwarts a estudiar para no atrasarse.

Severus aspiraba y respiraba rápidamente. Las cosas empezaban a tomar un cariz, que cada vez le estaba gustando menos. Ahora empezaba a entender el extraño nerviosismo del mago.

- Consideraron que era mejor traerlos para tenerlos cerca y no llevarse alguna sorpresita desagradable si se quedaban en Arabia. Confían que si Harry Potter ha vivido aquí en relativa seguridad, sus hijos también. Y han depositado toda su confianza en mí. Sé que tienes mucho trabajo...

Se calló un momento antes de proseguir, lo siguiente que vendría, sabia que no le iba a gustar al hombre. Observó a Severus, que ahora se había parado y lo miraba tenso y con cara de malas pulgas.

- Quiero que queden bajo tu tutela. Que los cuides.

- ¡¡Qué!!, ¡¡¿Quiere que actúe de niñera de esos dos?!! - y se dio la vuelta, apoyándose en un librero cercano. Eso ya sobrepasaba sus límites. Nunca se había sentido tan humillado. Pero una vocecita le murmuró, "oooh sí, claro que sí" - maldito Potter - gruñó lo más bajo que pudo.

- ¿Severus?

Otra aspiración e inspiración, había ocasiones en que quería ahorcar al anciano. ¿Que no se daba cuenta de toda la carga que llevaba encima?. Ya tenía demasiado con actuar como un doble agente infiltrado en las filas de Voldemort, ser el profesor de Pociones, cuidar que sus Slytherins y Draco no equivocaran el camino, soportar a Sirius Black como compañero (un verdadero tormento) y al odioso de Potter y compañía, a quienes debía salvar cada vez que se metían en líos; para que encima de todo le endilgaran a un par de adolescentes malcriados.

A ese paso no creía sobrevivir ni medio año.

Se dejó caer en el sillón, frotándose las sienes, de repente le había venido una tremenda migraña.

- ¿Por qué no los deja bajo el cuidado de la profesora Minerva?, ella está más capacitada y tiene más tiempo que yo. - espetó de malhumor. - supongo que está enterada y sabrá controlar mejor que yo a ese par de chiquillos. - terminó, alzando la vista, clavando sus ojos obscuros en los del anciano mago.

Dumbledore leyó en ellos un amargo reproche, que entendió perfectamente.

- Sé lo que estás pensando, y también lo siento mucho. No te lo pediría si no fuera tan importante, Severus. Sé de todo el trabajo que llevas a cuestas y más que nada, de lo difícil de esa misión, que me pone el alma en un hilo cada vez que te vas con ellos.
Minerva también me reprochó esto que estoy haciendo, ella misma se ofreció para hacer el trabajo.
Pero a pesar de que ella sea una bruja poderosa y estricta, no ha estado en contacto tan directo con las Artes Obscuras, como lo has estado tú; y mas más que nada, sabes como cómo trabaja la mente de un mortífago, lo cual es una ventaja, para adelantarse a futuros planes que pongan en riesgo la integridad de estos jóvenes.
Y aunque no lo creas, tu guía será la mejor para ellos. Sé que Draco empieza a rendir sus frutos - comentó con una sonrisa orgullosa, que el otro hombre no pudo evitar aligerar la mueca de enojo que llevaba pintada en el rostro. - Minerva te ayudará en todo lo que haga falta, además la madre de los jóvenes me ha dicho, que son bastante tranquilos y nada problemáticos, han sido informados de todo y están concientes de su situación, así que han prometido cooperar en todo para no ser una carga pesada.

- Sí, cómo no... - masculló Snape, resignado a su nuevo trabajo, detestaba acabar cediendo ante él. Tendría que plantearse seriamente, el examinar su zumo de calabaza. - ¿Cuándo llegan?

- El 1° de septiembre, junto con los demás alumnos, se les incluirá en la selección y sus padres estarán ahí.

- Fantástico - espetó con todo el sarcasmo posible, completamente fastidiado.

- Anda, no te pongas así, te agradarán, son unos mellizos encantadores. Ya verás que te encantarán, el muchacho es ya todo un hombre fuerte y sano, y su hermana, un verdadero ángel. Pero no son ningunos niños, así que no tendrás que cuidarlos tanto, ya tienen 16 años, y sabrán arreglarselas cuando no estés con ellos.

Apenas había terminado de decirlo, cuando Snape se irguió repentinamente en su silla.

- ¿16... años? - preguntó, con una extraña expresión en el rostro

- Sí, así es - pronunció lentamente Dumbledore, mirando la expresión de Severus.

Y los dos quedaron en silencio. Después de un largo rato, Severus volvió a hablar.

- ¿Es... un muchacho y... una muchacha? - en su voz, había un extraño deje de tristeza.

- Sí, eso mismo - y una sonrisa triste se dibujó en el rostro del anciano al ver a su muchacho, como él le decía, bajar la cabeza haciendo caer todo su pelo sobre él, hasta taparle el rostro.

En la mente del profesor de Pociones, se repetían aquellas dos frases: "muchacho y muchacha", "16 años". Estaba tan concentrado en todo lo referente a Voldemort y ese par de Aurors, que ni siquiera había puesto atención de que eran gemelos, hasta que le mencionaron la edad.
Esa edad tendrían ellos, pensó con dolor. Si tan sólo, si tan sólo no hubiese pasado lo que pasó. Apretó sus ojos con fuerza, y sus puños se contrajeron hasta dejar sus nudillos blancos. Pasado, pasado es, se dijo para convencerse y ahuyentar esas imágenes que nunca lo dejaban en paz, ni despierto, ni mucho menos dormido.

Albus Dumbledore, dándose cuenta de aquella lucha interna, se levantó y rodeando el escritorio se acercó a Snape, aun con la cabeza gacha y puso su mano en el hombre del ex mortífago, apretándolo en señal de apoyo. Para ese dolor, las palabras estaban de más.
Conocía esa pena y pensó que la vida se había ensañado como nunca con él. Una tragedia como esa, jamás debía sucederle a nadie, y por esa razón estaba ahí, con él. Para darle esa fuerza de seguir adelante y un motivo para vivir, aunque él quisiera ya estar muerto.

"Ay, Severus..." - pensó.

Después de otro rato de total silencio, Snape se levantó de su asiento. Su rostro nuevamente endurecido y el cabello cayéndole a los lados de la cara, un poco más largo.

- No hay nada más que decir, supongo.

- No, ya nada, Severus.

- Si no le importa, me retiro.

- Está bien, gracias.

Asintió en forma de despedida. Pero antes de cerrar la puerta tras sus espaldas, se aventuró a preguntar, cómo eran ellos.

- Hermosos, diría yo - emoción en su voz.

No era exactamente lo que esperaba, pero ya debía estar acostumbrado a las actitudes del Mago. Nunca cambiaría, pensó. Siempre le entusiasmaban los alumnos nuevos. Con todo su bullicio y esa inagotable vitalidad que a él lo ponían de nervios; pero que en los más intimo de su ser, él envidiaba.

Y estaba a punto de cerrar, cuando la jovial voz del anciano Director, lo detuvo.

- Se me olvidaba, ¡Remus Lupin vuelve con nosotros!

Tuvo que hacer un esfuerzo supremo para no ponerse a gritar. ¡Lo único que le faltaba!

¡BLAM!

Fue la única respuesta del Profesor de Pociones. Los retratos se despertaron sobre saltados, dos libros cayeron y Fawkes casi perdió el equilibro sobre la percha ante el súbito portazo. Mientras Dumbledore reía bajito, había días en que creía que a Severus le iba a dar un ataque.

- Lastima que no me dejó decirle que Arabella prepararía ahora el Wolfsbane - le dijo a Fawkes - ¿sabes?, va a ser un año muy especial, mi querido amigo.





Mientras tanto, Severus se movía como un enorme, veloz y furiosísimo murciélago, la melancolía de hacía un rato se había evaporado en segundos con esa noticia. Los pasillos del Castillo estaban desiertos. Era una fortuna que aun faltaran dos días para el inicio del curso, sino, dos o tres alumnos habrían acabado fulminados por una mirada de Snape.

Poco a poco empezó a descender los escalones, mascullando pestes sobre Lupin y su condenada condición de hombre lobo. Incluyendo de paso y para no discriminar a Sirius y Harry. Peeves se paseaba por ese lugar en ese momento y sonrió malévolamente a la posibilidad de una víctima, con un carácter tan volátil y propenso a maldecir como cosaco con ese humor que llevaba.

Cinco cubos con agua aparecieron sobre él, y sin decir agua va, se lanzó sobre la victima.

- ¡Bomba uno!! - gritó Peeves

Y Snape apenas pudo evitar la enorme cascada de agua que se le venía encima. Echando rayos por los ojos, al ver al insoportable Poltergeist con otras cuatro cubetas pletóricas de agua, listas a caerle encima.

- ¡Bomba dos!

- ¡Impervius! - bramó con un rápido movimiento de varita y el agua rebotó antes de llegar a él, mojando al poltergeist.

- ¡Gah!

- ¡Waddiwasi! - volvió a gritar con un veloz mandoble.

La cubeta que se hallaba en el suelo, salió disparada hacia arriba golpeando las piernas de Peeves y enviándolo al suelo. Y sin darle tiempo de elevarse. Sintió la fría varita del profesor Snape en medio de los ojos. Con una mirada de asesino que lo hizo tragar saliva.

- Intenta eso de nuevo, jodido fantasma de porquería y lo siguiente que se estrellará contigo será una maldición imperdonable. - espetó Snape en un susurro bajo y peligroso - ¿probamos?

- Nnno no no profesor Snape. Peeves lamenta la broma, en verdad y promete no molestarle mas más, señor - balbuceó el fantasma con la voz más melosa de su repertorio. Nunca se había metido con Snape, y sería mejor no volver a intentarlo, podía ser aun más desagradable que el Barón Sanguinario.

Snape despegó lentamente su varita de la frente del aterrado fantasma y se dio la media vuelta, haciendo que su túnica emitiera un pequeño fru - frú. Dejando a un Peeves aun aturdido.

Minutos después llegaba a sus aposentos y se encerraba en su despacho. Al menos parte del mal humor se le había ido gracias al odioso Poltergeist. Se frotó las sienes de nuevo, recargándose en su silla. Tenía que digerir todo lo que Dumbledore le había dicho sobre esos dos Aurors. Y entonces cayó en la cuenta de que ni siquiera había preguntado sus nombres.

- ¡Demonios! - gruñó, reprendiéndose por semejante olvido. Ya le preguntaría en la mañana. Por ahora su cuerpo y su mente pedían descanso.

Y entonces aquel sentimiento lo golpeó de nuevo al recordar la nueva misión que ahora le había encargado Albus. Dos adolescentes, de 16 años.

Miró los cajones de su escritorio y del último, sacó una caja labrada en ébano con el escudo de Slytherin hecho en plata. Sus dedos recorrieron la textura dura y lisa del objeto. Un poco de polvo se empezaba a acumular en ella. Pero seguía igual que siempre, y se preguntó, ¿hacía cuánto tiempo, que no la había sacado?. Quizá un año, año y medio. O incluso más. Sus dedos siguieron recorriendo la caja, quitando el polvo. Suavemente colocó sus manos a los costados de la cajita y se quedó inmóvil, como si estuviera enfrente de la caja de Pandora.

Sus dedos se tensaron y lenta, muy lentamente, empezó a abrirla, hasta dejar al descubierto el contenido. Dentro de esta ésta, había algunos pergaminos amarillentos. Una flor seca. Un pedazo de tela de túnica, cuidadosamente doblado. Dos corbatitas pequeñas, verde y plata una, negra y amarilla la otra. Y por ultimo y al fondo, un paquetito, doblado en papel y amarrado con un lazo.

Sólo el paquete enrollado en papel seguía dentro de la caja, después de vaciarla.

Lanzó un suspiro y con manos temblorosas, lo cogió, con temor, casi con veneración. Y lo sostuvo frente a sí. Hasta que se decidió a desatarlo con dolorosa lentitud.

El papel cayó en la pulida superficie de su escritorio. En sus manos sostenía lo que parecía ser un retrato. Hecho del mismo material que la caja. Alternó la vista entre el retrato y las cosas ahora regadas en el escritorio. Cada una tenía una historia, y los mejores recuerdos de su vida.

- Pero lo mejor de todo, vive aquí.... - musitó con inmensa tristeza, mientras sus ojos, se volvían más obscuros, y sus dedos recorrían la superficie del retrato que sostenía. Las personas de la foto le sonreían y lo saludaban felices. Había en los ojos de aquellas figuras, amor. Un profundo y absoluto amor hacia él. El mismo triste amor, que los ojos del Jefe de la Casa de Slytherin irradiaban. - los extraño...





¡¡Bienvenidos a Hogwarts!

Estaba asustado, era la primera vez que estaba lejos de su casa, de sus padres. Miró nerviosamente a todos lados. Y encontró rostros parecidos. Ojos llenos de temor, caras pálidas y un terror absoluto. Se obligó a sí mismo a permanecer sereno. Su padre le había dicho, que en terreno extraño, había que guardar más que nunca la compostura. Si no quería ser presa fácil, tenía que aprender a sobrevivir. Y esa era por el momento la lección que más le resonaba en la cabeza.

Y no iba a decepcionar a su padre.

La Profesora McGonagall había terminado de dar su discurso y ahora les indicaba una puerta por la que debían pasar. Supuso que el comedor debía estar del otro lado, porque las voces de todos los alumnos llegaban hasta ellos. Se enderezó y caminó con toda la seguridad de la que era capaz. Volteó fugazmente para ver de nuevo los rostros de sus compañeros. ¿Quiénes estarían con él?, ¿Cuál casa le tocaría?. Toda su familia había estado en Slytherin o en contadas ocasiones, en Ravenclaw. Todos maestros de las Artes Obscuras, como se esperaba que lo fuera él.

Esperaba no ser Gryffindor, la sola idea lo aterraba o peor aún, un Hufflepuff. Si caía en esas casas, traería la vergüenza a la familia. Y a sí mismo. Mientras pesaba en esas cosas. Vio a dos niños murmurarse cosas mientras avanzaban y sonreír fugazmente; junto a él, iba una niña de cabello tan negro como el suyo y que a la luz de las velas producía destellos azulados. Le recordó a un arbusto por lo abundante y alborotado que lo tenía. Y no pudo evitar que una risita se le escapara por la ridícula comparación.

Y la niña volteó. Sus ojos marrones chocando con los suyos. Parpadeó confusa. Y luego vio su ceñito fruncirse mientras le preguntaba.

- ¿De qué te ríes? - le dijo herida en su dignidad, al ver que era ella la causante de su risa..

El niño alzó la vista con un gesto petulante y estaba a punto de contestar algo, cuando la profesora Minerva solicitó su atención, ya estaban en el comedor y no se había dado cuenta. Él y todos los demás niños miraron hacia los profesores, distinguiéndose aquel anciano de barba plateada que les dirigió miradas cálidas, mientras la profesora McGonagall, llevaba un banquito y un sombrero viejo.

- ¡Bien, es hora de la selección!! - exclamó el anciano y todos los alumnos presentes clavaron su vista en los nuevos alumnos.

El Sombrero entonó su tradicional canción ante la sorpresa de todos los nuevos.

Cuando terminó recibió una salva de aplausos, que fueron interrumpidos cuando la profesora McGonagall empezó a llamar a cada alumno.

- ¡Andrea Montagne!

Una pequeña de cabello castaño avanzó y se acomodó con sumo cuidado el sombrero en su cabecita.

¡RAVENCLAW!

- ¡Igor Kerkiroff!

¡GRYFFINDOR!

Cada nuevo alumno era recibido con grandes aplausos y gritos de parte de su Casa.

- James Potter

¡GRYFFINDOR!

- ¡Ewan Rosier!

¡SLYTHERIN!

El cada vez se ponía más nervioso, ¿y si acababa en Gyrffindor o Hufflepuff?

- ¡Severus Snape!

Había pegado un bote, ligero como para no ser notado, pero sus esperanzas se esfumaron al oír una risita ahogada a su lado. La niña del pelo de arbusto reía saboreando su pequeña venganza. El pequeño Severus le lanzó su mejor mirada amenazante, antes de salir lo mas rápido hacia el taburete. Sin dejar de pensar en esa niña que contra todo, parecía tremendamente feliz con lo que estaba pasando.

Se sentó en el banquito y el sombrero le cubrió hasta los ojos. Pasaron varios angustiosos segundos, en que el sombrero comenzó a mascullar sobre sus aptitudes Hasta que al fin gritó lo que esperaba oír.

¡SLYTHERIN!

Con una gran sonrisa, caminó hacia su mesa, siendo recibido calurosamente por sus nuevos compañeros de cofradía.

¡Fern Holopainen!

La niña del cabello alborotado subió, y una parte de él, la más contradictoria, quiso que el sombrero gritara Slytherin, tenía ganas de tenerle cerca para enseñarle un par de cositas que debía saber sobre un Snape. Y de paso reírse de su ridícula mata de cabello. Pasaron los minutos y finalmente el sombrero exclamó.

¡¡HUFFLEPUFF!!

La pequeña pegó un salto apenas se libró del sombrero y salió corriendo hacia su mesa, con una gran sonrisa en el rostro y saludando a sus nuevos amigos.

- Hufflepuff... - masculló con una mueca de burla - creo que si me voy a divertir... - y una sonrisa malévola se dibujo en su rostro pálido.





Una luz se apagó en el castillo de Hogwarts. Mientras que en un Hotel de Londres, una pareja oía reír y juguetear a un par de adolescentes en el cuarto contiguo.

- ¿Fue correcto traerlos aquí? Su interlocutor, un hombre alto y barbado, la miró con comprensión. Debía rondar los cuarenta años y en su rostro bondadoso se podían notar las marcas de un sufrimiento llevado a cuestas y en silencio.

- Claro que sí.

- Pero.... ¿y si sólo complicamos todo en vez de remediar?, Estamos al borde de una guerra. Y ellos, ellos quizá no podrán resistirlo.

-Lo resistirán, lo sé, tú también lo sabes. Además, ellos no habrían consentido jamás que los dejaras allá; esto es de ustedes. Ha llegado la hora en que sean ustedes quienes devuelvan el golpe.

- ¿Ya no podíamos aplazarlo más, verdad?, cuánto ansié esto y cuánto miedo tengo de equivocarme.

- No , mi corazón y el tuyo saben que es el tiempo - pausó, para volver a agregar - es mi oportunidad de redención, lamento haberlos dejado solos, lamento que por mi culpa, tú y mis niños hayan tenido que vivir ese horror, yo de todos los hombres de este mundo, era el que más debía estar contigo y fallé. - murmuró hundiéndose en el regazo de la mujer que estaba sentada al borde de la cama, envuelta en aquel Shador* azul oscuro que la cubría de pies a cabeza, a excepción de sus ojos negros.

- No te atormentes, cariño, no fue tu culpa. Lo vamos a arreglar, vamos a enderezar este entuerto. Ya lo verás. - Y los dos se fundieron en un tierno abrazo, mientras las risas y los juegos seguían escuchándose en la otra habitación.






Voldemort Monologuea... Esta historia a venido a ser un producto inconsciente. O debería decir del subconsciente. Me declaro Fan total de Severus Snape y amo todos los fics que lo mencionen. Más si los protagoniza él.
Sin embargo y contra todo lo pensado NUNCA se me pasó por la cabeza, hacerle un fic a él. Lo más serio que me planteé de Fics Harry Potter, fue hacer uno sobre la pareja Penélope/ Percy... y quizá un Draco/ Ginny o algo que relacionara al trío maravilla y a Draco. Pero no algo sobre Severus. Este fic, era más bien privado. Sólo mío y que nunca vería la luz, porque... bueno, porque no me creía capaz de hacerlo.
Y sin embargo, después de un largo día de paranoia sobre y alrededor de esta historia ... ¡PLOP!... las manos se movieron por sí solas y en 5 horas salió el primer capítulo.

Otra cosa que debo agregar, es mi total agradecimiento para mis dos Beta Readers, que han hecho el honor de serlo. Mi lobito Remus Lupin aka Raquel; y a mi Mortífago mas Fiel, Lucius Malfoy aka Nyaar. Besos y gracias por ayudarme con este engendro maléfico xD

* Shador: Túnica que usan las mujeres Iraquíes para cubrirse por completo, a excepción de los ojos. Andar sin ella por la calle, puede ser motivo para ser enviada a la cárcel.