3. La Llanura del Viento eterno

Alan estaba a manos de los jinetes del reino de Arilan. La casualidad había hecho que tanto Alan como la desaparecida Amanda estuviesen en mitad de la trayectoria de los jinetes, que volvían a casa, tras visitar el Templo del Oráculo del Viento, de renovar los poderes de su sacerdotisa. La ciudad de Arilan estaba protegida por el poder de los cuatro oráculos elementales. Justo en el centro de la ciudad, se encontraba el templo de los Oráculos. Una magnifica construcción que albergaba el espíritu de los cuatro oráculos. Cada diez años aproximadamente, los sacerdotes y las sacerdotisas escogidos por los oráculos, tenían que hacer una peregrinación hacia el "Templo", el lugar donde habitaba su poder. Arien, fue elegido sacerdotisa del oráculo del viento. El templo se encontraba más allá de la basta Llanura del Viento eterno, donde siempre habían aires huracanados. Engalanada con sus ropajes ceremoniales, llegó hasta el templo del Oráculo del viento, acompañada de un sequito de fieles jinetes. Sus guardaespaldas personales eran dos, Tilión y Braez. Dos fornidos caballeros adiestrados en el arte de la espada. Los guardaespaldas de los sacerdotes les debían proteger, hasta tal punto, que deberían dar su vida por ellos. Arien era la única sacerdotisa que tenía una relación cordial con sus protectores. Los demás los utilizaban como si fuesen meros criados. Si han de protegerte, ¿por qué no llevarte bien con ellos?, ese era el lema de Arien.

Siguieron cabalgando. Al llegar la noche empezaron a acampar. Montaron primeramente los paravientos. Más tarde y alumbrados por una hoguera recién encendida, dos de los jinetes empezaron a montar las tiendas. Tilión que había cargado a Alan desde que lo encontraron, lo apoyó sobre una roca, incorporandolo. Luego miró a Arien. -¿Y bien? Mae Arien... -¿y bien?¿Qué?- Arien lanzó una mirada piadosa y luego volvió a mirar a Alan.-Todavía está vivo. Si no nos lo hubiesemos traido, seguro que cualquier Ordahj se lo hubiese comido. -Jajajaja- rió Braez - Esta es nuestra sacerdotisa. Tilión, tranquilo, si ella lo ha decidido así, dejala... -Pero ¿Y si sus actos enfurecen al consejo de Ancianos? -Ya me encargaré yo- dijo Arien- ahora necesitaré un poco de agua. Voy a intentar aliviarle un poco. - Desde que salimos del templo estás usando tu magia para controlar el viento. Tienes que descansar. -Tilión tiene razón. Acabáis de renovar vuestros poderes. -Pero... solo un poco - Ni pero ni...-Tilión estaba ya algo enfadado, debido al carácter de la sacerdotisa. - Es igual dejalá. Sabes que si no lo hace ahora, se levantará a la noche y lo hará, así por lo menos dormirá tranquila. Al escuchar esas palabras, Arien inmediatamente se levantó y llenó un cuenco de barro con agua de las alforjas que tenían preparadas para el viaje. -Ahora me toca a mi... Colocó sus manos formando un cuenco encima del de agua. -Nimmho saez toser desare... - sus manos empezaban a brillar levemente. El agua del cuenco se removía arrastrada por una ínfima brisa, que surgía de las manos de Arien. El viento que estaba creando, pertenecía a las montañas de Desare, sede del pueblo de Crablan . Se decía que en aquel lugar nadie caía enfermo ya que respiraban el aire más puro que pudiese existir. La mezcla estaba hecha. Las propiedades del viento de Desare habían sido traspasadas al agua. Lentamente hizo que Alan bebiese el brebaje. El cuerpo inconsciente del chico emitió un tenue resplandor. Sus miembros adquirieron cierta tensión y su respiración se normalizó. -¡Mae Arien¡- Braez la miró y en un acto reflejo logró alcanzarla, cuando vio que el cuerpo de la sacerdotisa se desplomaba. Tilión al verlo se sobresaltó y se levantó del lugar que ocupaba junto a la hoguera. -Tranquilos chicos, estoy bien.- Arien mostraba una expresión cansada. Durante todo el trayecto desde el Templo del Oráculo del Viento, había de mantener sus poderes activos para apaciguar los huracanados vientos que corrían por la llanura. Cuando divisaron el ejercito de hombres lagarto y de Ordahjs, cesó de calmar el viento, y este, como si hubiese sido liberado de la más terrible prisión, volvió a correr acelerado, llevándose todo lo que pillaba de camino. Suerte de Alan que fue divisado por un jinete, si no lo más seguro es que hubiese sido engullido por los portales que se abrieron. -Mae Arien, vete a descansar -Si que me voy a ir. Mañana volveré a calmar al viento cuando reemprendamos la marcha. ¿Creéis que llegaremos mañana? -Si todo va bien, sí. -Venga, buenas noches, sacerdotisa. Arien se levantó y sacudió sus ropas llenas de hierbajos secos. Llegó a la puerta de su tienda de campaña y volvió a echar una rápida mirada a Alan. En su cabeza solo había una pregunta, ¿De donde... -¿Has visto sus ropas Braez? -Nada más verle me lo he preguntado. Creo que conozco todos los pueblos de Sutei, y nunca las había visto... ¿Crees que puede venir del pueblo de Lebrain? Tilión miró suspicaz a su compañero negando con la cabeza. -El pueblo de Lebrain es solo una leyenda. No existe. -No existe por que nadie ha podido tener pruebas de que exista, pero ¿Y si este chico fuese esa prueba? -No se. Lo único que espero es que no nos traiga problemas cuando llegue a Arilan. -Tenemos que respetar las decisiones de Arien. Si ella cree que es lo mejor, hagámoslo. ¿Vamos a dormir?- Braez bostezó profundamente y se encaminó hacia una de las tiendas que tenían reservadas él y Tilión- ¿No se te ocurrirá dejar dormir al muchacho ahí a la intemperie? Tráetelo, si no mañana seguro que se lo habrá comido algún Ordajh. -Eso es lo que iba a hacer- dijo Tilión mientras se agachaba para recoger a Alan,- la última pregunta, ¿No te intrigan los agujeros que hemos vistos? - Muchísimo, pero la experiencia me dice que lo olvide hasta que lleguemos a Arilan. Arien se encargará de preguntarlo al Oráculo. Ahora a dormir, que mañana nos espera un largo día. Los guardianes, sujetando al muchacho, se adentraron en la tienda más próxima de la de Arien. Allí se metieron en sus sacos y enseguida cayeron victimas del sueño. Mientras los jinetes que montaban guardia verificaban que los paravientos cumplían correctamente su misión, y que todo anduviese en orden, los dos guardianes dormian placidamente sin enterarse de que su protegida estaba siendo atacada, por la única cosa a de la que ellos no la podían proteger, de ella misma. Arien se removía inquita. Hacía rato que había penetrado las barreras del sueño, y este en vez de dejarla descansar, la atormentaba con sueños aterradores. La imagen se repetía una y otra vez, haciendo agotador el descanso. La ciudad de Arilan estaba arrasada. Los ordajhs, habían atacado la ciudad en busca de venganza. Las casas estaban ardiendo. El castillo había quedado hecho un montón de ruinas. Todas las calles estaba infestadas de cadáveres, tanto de las monstruosidades como de los aldeanos. El color rojo de la sangre humana se mezclaba con el limo verde de los bichos y hacían dibujos sin formas definidas en los restos de las paredes que quedaban. El templo de los Oráculos tambíen estaba medio destruido ya lo largo de el, estaban los cuerpos de las cuatro Maes, como intentando proteger algo. Zulia, la Mae del Agua estaba incrustada en una de las columnas. Bring, Mae de la Tierra, yacía delante de los portones abiertos del templo. Analais, Mae del Fuego, estaba agonizante delante de las antorchas apagadas que clamaban por las almas de los difuntos. Finalmente Arien había sido estacada en el centro del altar de los Oráculos. La visión de todos sus seres queridos, muertos, abrasados, o agonizantes, aterrorizó a Arien. Pero verse a si misma estacada fue lo que la empujó a abandonar el reino del Dios del Sueño volviendo, temblorosa, a la llanura del viento. Se incorporó rápida y alteradamente. Tenía sudores frios y los ojos abiertos como platos. Poco a poco, la visión del sueño se le fue olvidando y solo recordaba frugales escenas. Estaba muy alterada, sabía que había sido culpa del sueño. Sabía que había soñado con la destrucción de Arilan, pero no recordaba los detalles. Se levantó inquieta y se asomó a la puerta. Respiró aliviada cuando comprobó que el sol estaba saliendo ya, y que en breves momentos partirían de nuevo hacia Arilan, y podría comprobar si su sueño había sido realidad.