ADVERTENCIA: En algunos capítulos de este fanfic aparecen escenas consideradas como no aptas para menores. El lector que decida entretenerse con el siguiente texto, lo hace bajo su propio riesgo.
Si están leyendo este fic, agradecería enormemente si pudieran compartir su opinión al respecto dejando review de cada capítulo gracias!
Capitulo primero
Fin de la terapia
–Takeru, puedes seguir viniendo las veces que quieras, cuando sientas deseos de platicar un rato o necesites que alguien te escuche; pero apegándome al diagnóstico, doy por terminada la terapia y no es necesario que continúes viéndome.
Silencio absoluto.
–¿No tienes nada que decir?
– Sí –contesta Takeru después de un breve lapso de reflexión– En algunos aspectos sigo tan confundido como antes.
–Sería conveniente que recuerdes la concusión a la que llegamos la sesión anterior: nos encontramos en un punto en que exteriorizar tus opiniones, dudas y sentimientos no será de gran ayuda para que logres la claridad que deseas. Puedes quedarte estancado donde mismo o dar el siguiente paso. Tú decides.
–¿Y cuál es el siguiente paso?
–Algo habíamos comentado de eso anteriormente. Trataré de ser más clara: mi consejo es que vivas intensamente la vida; experimenta, prueba de todo aquello que creas que merece una oportunidad y que no vaya en contra de tus principios.
El Joven se levanta del sillón reclinado sobre el que permanecía acostado. La tristeza en su rostro es evidente, pero comprende perfectamente que ya no hay nada más que la terapeuta pueda hacer.
– Muchas gracias por escucharme –dice– Aunque no pude definirme por completo, no creo que la terapia haya sido en vano. ¿Cuánto es? ¿Lo mismo de siempre?
–Nada. Esta vez te escuché más como amiga que como terapeuta.
– Mh... bueno. Nos vemos luego –se despide TK, en parte alegre por haberse ahorrado el dinero, y añade– quizá.
–Takeru, espera –alcanza a decir la psicóloga antes de que el muchacho abandone el consultorio– lo que te dije, de experimentar y darle oportunidad a las cosas, es por ahora la única clave que puedo darte para que triunfes en resolver el acertijo de tu "yo interno"; pero te prometo que seguiré pensando en tu caso, y que siempre estaré disponible para cuando requieras ayuda.
TK se limita a sonreír y abandona el consultorio con rapidez, desapareciendo tras la puerta.
–Vaya muchacho –se queja la terapeuta en su interior–… espero que algún día logre sentirse a gusto consigo mismo y encuentre qué es lo que realmente quiere. Ya lo dirá el tiempo. Es muy joven todavía. Y,¿ no se ha dicho acaso ya que el problema más difícil que ha de enfrentar el hombre es aprender a vivir esta vida de manera feliz? Ciertamente, sería ingenuo esperar que un muchacho lo resuelva.
–o–
–¿Cómo te fue con la terapia hoy?
–Bien. Ya no voy a volver.
–¿Y eso por qué?
–Me dijo la psicóloga que ya no es necesario.
–Mh –la expresión del pensativo Taichi Yagami no es precisamente la del consenso– pues yo te veo la misma cara de apatía.
–Tai ¿en realidad soy tan apático y aburrido?
–¿De dónde sacas eso?
–Lo acabas de decir.
–No me malentiendas; me refiero, más específicamente, a que desde hace mucho me parece que algo te perturba, y hoy te veo tan intranquilo como siempre, o inclusive más.
Ante el silencio del rubio Takaishi, Tai da rienda suelta a su lengua:
–A mi también puedes contarme lo que te pasa ¿sabes? Siempre dices que no te pasa nada, pero eso no puede ser; has cambiado demasiado; y sí, cada vez eres más aburrido. No para mí, ni para quienes somos realmente tus amigos, pero sí para el resto de la gente que conoces. Tal vez esa loquera de cuarta no te inspira suficiente confianza como para que le cuentes todos tus problemas.
–!Por Dios, Tai! no digas insensateces; si estuve yendo con ella por más de un año fue por algo; créemelo, no es tan incompetente como tú crees; además, sucede totalmente todo lo contrario: Es más fácil revelar tu intimidad a una persona que puede ayudarte y que no te va a juzgar. Por ejemplo, cuando estás en un lugar donde la gente no te conoce, por lo general es más sencillo hacer y decir lo que sea, o hasta cometer cualquier locura ¿Qué importa lo que dices y haces frente a las personas que no conoces, si nunca más los vas a volver a ver? No tienen ninguna influencia en tu vida; su opinión no vale nada, ya sea buena o mala; en cambio, con las personas que conoces sientes menos libertad, porque las ves todos los días, ya tienen cierta idea estereotipada de cómo eres –o de cómo piensan que debes ser–, creen conocerte y esperan que te comportes de determinada manera. Al menos así lo veo yo. Y de si le conté todos los problemas de mi vida, obviamente no; en todo caso, la terapia no fue tan larga.
Silencio; y más silencio.
–Supongo entonces que el nivel de confianza que me tienes es menor a cero –especula Tai–; te conozco desde hace años, te veo casi todos los días y creo conocerte. Bueno, no del todo, porque eres muy reservado, pero al menos podría decir que sí te conozco bastane; y no tengo ideas estereotipadas acerca de ti. Eso es algo que no consideraste: los buenos amigos no se juzgan entre sí.
–No es tan fácil de explicar como tú crees. Eres mi mejor amigo y lo sabes, pero no por eso tengo que decirte todo lo que pienso y siento; de lo contrario, mi intimidad se reduciría a nada. Hay cosas que uno se guarda para sí mismo.
–Quizá tienes razón; tal vez estaba pensando en la relación entre parejas o algo así, donde se supone que todo es ideal al grado de no haber intimidad individual, sino compartida. Tus papas se están enfriando –advierte Taichi de manera casual; la gula se asoma en sus facciones
–No. Ya me llené.
Ante esta respuesta, Yagami no demora en empezar a devorar las papas fritas que su amigo Takeru ha dejado.
–Por eso estás tan escuálido –dice mientras mastica, dejando ver las papas a medio triturar dentro de su cavidad bucal– hay momentos en los que pienso que se te van a romper los huesos sin pretexto alguno. Por cierto ¿ya revisaste las listas de la universidad?
Con la mirada perdida en la lejanía, Takeru ignora por completo la pregunta de su amigo, quien engulle con avidez una tercera hamburguesa.
El sol comienza a fundirse con el horizonte, dando lugar a la aparición de destellos rosáceos y naranjas en el cielo.
–¿Apoco tú no guardas secretos, Tai?
El interrogado se atraganta con un pedazo de pan y su rostro se torna lila. Tose algunas veces, escupiendo trozos de carne mal masticada y ajonjolíes enteros. Al cabo de unos segundos se normaliza su masticación, traga el bolo alimenticio y procede a contestar la pregunta de TK, quien aguarda expectante la respuesta.
–Supongo que sí.
–¡Supones! ¿Qué clase de respuesta es esa?
–Un sí. Sí guardo secretos, naturalmente, pero son cosas sin importancia, como el hecho de haberle robado dinero a Kari alguna vez, o la ocasión en que me comí el pastel –creo que nadie se enteró nunca– que mamá había horneado con motivo del cumpleaños de alguna de mis tías. En cuanto a mis verdaderos problemas, siempre he tenido alguien con quien desahogarme. Y no digas que no, pues siempre te cuento todo lo que me pasa. Deberías hacer lo mismo.
–Me da gusto entonces que tengas una vida tan ¿cuál será la palabra adecuada?... tranquila. Si las cosas que me cuentas –muy de vez en cuando– son todos tus problemas, entones vives prácticamente en el paraíso. En lo que se refiere a mí, ya te lo dije antes; no necesito contarle a alguien todo lo que me sucede. En realidad no tengo muchos problemas, además de que Misuka –la terapeuta– yo lo sabe casi todo acerca de mí. Uno puede confesar cualquier cosa a los psicólogos.
–Para mí, uno debería poder confesarlo todo a los amigos –dice Tai con un dejo de reproche en la voz.
–¿En realidad me has contado todos tus secretos, Tai? Y me refiero a cuestiones importantes, no a cosas insignificantes que hayas robado en tus períodos de joven ladronzuelo, ni a chicas que hayas visto desnudas al espiarlas mientras se cambiaban, ni a tus nuevas técnicas para obtener placer, ni a tu odio para con Matt, cosa que sé de sobra aunque nunca me lo hayas comentado abiertamente.
–No sabía que sabías.
–Por Dios, Tai, es más que obvio.
–Ah, ya veo. Y eso te parece poco importante ¿eh?
–No es que no sea importante, pero estoy hablando de otros asuntos más profundos: traumas psicológicos, problemas personales y secretos familiares, amorosos, personales, de índole sexual, qué se yo. Una simple incompatibilidad, cosa muy común, pues no todos pueden llevarse bien, me parece poco importante si hacemos comparaciones.
–¿Y tú qué sabes? ¿Quién te crees para poder decir qué es o no es importante? –pregunta Tai, con un inevitable tono de indignación en la voz. Siente que su amigo ha hablado sin saber nada acerca de la situación entre Matt y él.
Ambos se quedan completamente callados. Takeru mantiene los puños apretados. La atmósfera de pronto se ha vuelto muy densa y la tensión entre los amigos es fuerte.
–Vayámonos ya –sugiere Tai, para romper el silencio.
–Como quieras –responde TK secamente.
Caminan de prisa. El sol se ha ocultado por completo, y la luna, flotando en el firmamento, presume su plateada redondez.
–¿Por qué tienes tanta prisa? –pregunta Tai, a manera de queja, pues batalla para mantener el paso de Takeru a causa de su reciente atragantamiento.
–¿Por qué no habría de tenerla?
–¿Estás enojado?
–No –miente Takaishi.
Silencio.
–¡Hey! Tranquilízate ¿quieres? –implora Tai–. Tengo el estómago tan lleno que me cuesta trabajo moverme rápido.
Takeru, sin decir nada, disminuye la velocidad de su caminata.
–¿Cómo te fue con eso de la universidad? Ahorita que te pregunté me ignoraste.
–Bien.
–¿Entonces ya quedaste inscrito?
–Sí.
–Qué clima tan agradable –comenta el castaño– deberíamos ir con Sora a jugar tenis un día de estos. Hace mucho que no juego.
Pero Takeru sigue sin pronunciar palabras.
–¿Por qué estás tan serio? ¿En qué piensas?
–Nada en particular. Pienso en muchas cosas. La terapia, la universidad, vagos recuerdos de otros tiempos... y en que eres medio hipócrita.
–¿Yo? ¿Hipócrita? ¿Por qué? –exige saber Taichi de inmediato.
–Te la das del ñoño que le cuenta todo a sus amigos, para con quienes según esto no tienes secretos. Esto me hizo creer siempre que sabía todo acerca de ti. Eres completamente extrovertido y tú mismo dijiste que no te guardas nada; sin embargo, hace unos momentos te exaltaste cuando opiné que la distancia entre tú y Yamato era un simple desagrado mutuo sin mucha importancia. ¿Qué es lo que pasó entre ustedes y que nunca me has dicho? ¿Sora tiene mucho que ver en ello, cierto? Matt tampoco me ha contado nada –lo que no es raro– de por qué empezaron a distanciarse; ya sabes que nos vemos muy de vez en cuando y que nuestra relación no es muy fraternal que digamos.
Para el momento en que Takeru decía estas últimas palabras, ya se encontraban frente a la puerta de su casa.
–Se supone que yo soy el serio ¿qué no? –inquiere TK– ¿Ahora por qué te quedas tú tan callado?
–Porque lo que dices es verdad.
–¿Exactamente qué de lo que dije es verdad?
–¡¿Por qué chingados tienes que ser siempre tan específico?!
–Nos vemos luego Tai. Adiós.
–¡TK! Espera...
Takeru, que ya ha abierto la puerta y está dispuesto a entrar a su casa, voltea para observar a su amigo y oír lo último que tiene que decirle.
–Y bien, ¿qué más quieres? –pregunta el rubio, deseando para sus adentros que Taichi no lo haga perder más tiempo. Está algo molesto porque la terapia no concluyó de la manera en que esperaba y porque Tai reacciona muy impulsivamente ante cualquier comentario o pregunta que no le agrada.
–Yo... pues... ¿Quieres ir al parque?
–No ¿Para qué?
–Bueno, no necesariamente al parque, a donde sea, a dar una vuelta por ahí.
–No y sigo sin entender para qué; además, hace un rato no parabas de quejarte, diciendo que tu estómago, rebosante a más no poder, explotaría si seguías caminando.
–Me quejaba de la velocidad a la que caminabas y no del hecho de caminar en sí; al contrario, la caminata me sirve para bajar la comida; pero bueno, como sea, ¿quieres venir o no?
–Por enésima vez, ¿Para qué?
–Para platicar.
–No estoy de humor –TK podía ver cómo Tai empezaba a molestarse; no debía ser nada agradable para su amigo estarle rogando y recibir tantas negaciones como respuesta– Tai, perdóname pero estoy insoportable hoy.
–Si no me dices no me doy cuenta –contesta el joven Yagami con sarcasmo.
–También tú estás insoportable. ¿Sabes qué? Ahí la dejamos.
–Espera –implora Tai, y sujeta a TK por el brazo, para impedir que se introduzca en su hogar.
–¡¿Y ahora qué?!
–Necesito alguien que me escuche.
El rubio ha mirado directamente a los ojos pardos de su amigo, y percibe la súplica que hay en ellos.
–Tienes razón –dice Takeru de pronto, y sonríe– hace muy buen clima; y lo mejor de todo es que a esta hora es probable que el parque ya empiece a vaciarse. Detesto los lugares con mucha gente.
Estas palabras bastan para que Taichi Yagami comprenda que TK está dispuesto a dar un paseo con él y a escucharlo. Emprenden la marcha al instante.
–Como te estaba diciendo antes –comenta Tai– lo que dices es verdad: soy un mentiroso y un hipócrita. Ahora comprendo a qué te referías con eso de que hay cosas que uno tiene que guardarse, sin poder confesarlas a nadie. ¡Y es que me había acostumbrado tanto a callarlo que ya ni cuenta me daba de que es algo que no me deja vivir en paz! ¡bah! algo, como si fuera una sola cosa. Aunque bueno, en realidad, todo parte de lo mismo, de eso que es, en sí, una sola cosa –Taichi siente que su pulso se ha acelerado bastante y sus manos han comenzado a sudar–; algo terrible, bueno, no terrible, pero extraño y no tan común, por lo que la gente difícilmente puede aceptarlo y entenderlo. Eso es la causa de todos mis conflictos.
–¿Y qué tanto tiene que ver Matt en esto? –pregunta Takeru, previendo que la relación con su hermano está condenada a empeorar, si se entera que ha estado causándole problemas mayores a su mejor amigo.
–Pues... –murmura Tai, vacilante. Se aclara la garganta y continúa en un tono un poco más elevado– bastante. Es uno de mis conflictos
–Bueno, al menos ese imbécil no es esa cosa que genera todos tus problemas... pero ¿cómo es que tienes conflictos serios con él? –inquiere el rubio– nunca se ven, y cuando llegan a coincidir en algún lugar ni siquiera se dirigen la palabra.
–TK, hay cosas que van más allá de las palabras; además, en realidad es un conflicto del pasado, que no he logrado superar del todo.
–Si me vas a decir qué pasa, o qué pasó, cuéntame todo desde el principio –recomienda TK– a ver de qué manera mi hermano ha logrado importunarte.
–El principio ¿eh? –Tai está empapado en un sudor frío, tiembla ligeramente y su voz quebradiza pone de manifiesto el miedo y la angustia que imperan en su cuerpo. Su respiración es agitada, quizá sólo un poco menos que la de una víctima de asma que comienza a padecer uno de sus ataques.
Llegan en silencio a una banca del parque, el cual, justo como TK predijo, está totalmente vacío pese a su enormidad y a que es un centro de reuniones muy popular. Al sentarse, Takeru mira al indeciso Tai directo a los ojos, como suele hacerlo cuando conversa seriamente con alguien. Es una mirada tan penetrante que, en su nerviosismo, el angustiado Yagami es incapaz de sostenerla, y se ve obligado a voltear al azar hacia cualquier parte, como para huir de los ojos que lo interrogan. Suspira largamente por la nariz para liberar un poco la tensión, pero su mandíbula no cede: está firmemente apretada. De pronto vuelve a encontrar la mirada de Takeru, quien ha permanecido paciente, sin pronunciar palabras. Le parece que ahora su mirada es tan cálida, tan comprensiva... y de repente fluyen las palabras, al tiempo que una lágrima resbala por su mejilla:
–TK.... lo primero que tienes que saber es que... yo...
Notas del autor:
Les agradezco que se hayan tomado la molestia de dedicar parte su tiempo en leer mi fanfic. Soy completamente nuevo en el "arte" de producir fics; sin embargo, espero hayan disfrutado este primer capítulo. Quien quiera hacerme alguna crítica o comentario (cosa que agradecería bastante y que me sería muy útil) pueden hacerlo a mi e–mail: , o bien, si así lo prefieren (y de hecho así lo preferiría yo también), ¡Dejen REVIEW!
