Notas:

Aquí está el quinto capítulo. Espero lo disfruten. El sexto capítulo ya lo he estado planeando, al igual que otros capítulos posteriores. Si has leído algún capítulo de este fic por favor deja review, por más pequeño que sea el comentario, sólo para saber que lo leíste...! gracias!

Capítulo Quinto

El despertar de Taichi

Taichi comienza un largo monólogo que servirá para que Takeru conozca lo que fue su vida años antes, cuando aun no eran tan amigos:

Regresábamos caminando de la secundaria bajo el sol de julio con nuestras pesadas mochilas al hombro. Era uno de esos locos días en los que ocurren fenómenos climáticos inusitados, y la temperatura alcanzó la mayor magnitud en toda la historia. Literalmente, nos estábamos asando.

- Vamos a la casa de Koushiro –dijo Matt, siempre tan ocurrente.

- ¿A qué?

- A la alberca, ¡No soporto este calor! Además, no tenemos nada mejor que hacer.

- Pero… mh… ¿Estará ahí?

- Sí, siempre que sale de clases se va directo a la computadora, ya sabes cómo es… y con eso de que ahora está en un grupo especial para "inteligentes", pinche mamón… salen más temprano, ya sabes, los preparan para concursos y cosas así, con asesorías personales.

- Ah, es cierto, siempre llega temprano a su casa… pero… tal vez no quiera que vayamos ahorita.

- ¿Por qué no?

- Es la hora de la comida… seguramente estará en el comedor comiendo con su papá y su mamá.

- Ay Tai… se ve que no conoces para nada al pelirrojo…

- ¿Por qué habría de conocerlo bien, si apenas y le hablo?

- Pues sí, casi no te llevas con él, es cierto… pero deberías, neta, es un morro a todo dar. Estoy seguro de que no se despegará de la computadora en un buen rato, ni siquiera para comer –aseguró Yamato–; además, sus papás ni siquiera están. Se ganaron un viaje a Europa y estarán por allá bastante tiempo.

- ¿Vive solo?

- No. Lo que pasa es que en realidad no vamos a su casa. Vamos a la casa de su tía, una anciana rica y solterona, porque él se está quedando con ella.

- ¿Y dónde vive su tía?

- A unas cuantas cuadras de la casa de Koushiro, la cual por lo pronto está vacía… ¿Entonces qué, vamos?

Me quedé pensativo por un momento. Después de todo yo también tenía mucho calor y la casa de la tía de Koushiro, según por lo que Yamato había explicado, quedaba de paso. En realidad, era una oferta demasiado buena como para rechazarla, ya que además de estar sudando a chorros, padecía de sed excesiva. Como Matt y yo no habíamos entrado a la última clase, no podía regresar a mi casa porque mi mamá se daría cuenta de que me había salido ilegalmente de la escuela, y sinceramente no estaba de humor como para oír sus recriminaciones o inventarle excusas.

- Vayamos – respondí con decisión.

- o -

- Buenas tardes señora –dijo Yamato, extendiendo sus labios con una amplia sonrisa – ¿Se encuentra Koushiro?

No sé si fue mi imaginación, pero percibí cierta repulsión en el rostro de la tía del joven Izzumi. Quizá era porque estábamos completamente empapados de sudor, y no puedo garantizar que nuestro olor fuera del todo agradable.

- ¡Hola chicos! –saludó la señora, quien tenía al menos 60 años- ¿Cómo están? Izzi está en su habitación. Pasen por favor. ¿Quieren tomar agua?

- –respondimos Yamato y yo casi al unísono.

- ¡El calor ha estado terrible durante esta semana! –comentó la vieja al darnos los vasos repletos de agua con hielo.

Después de dar las gracias, Matt, quien ya había estado ahí antes, me tomó del brazo para conducirme al cuarto del pelirrojo. Su contacto era húmedo, pues aún no se le había secado el sudor. Extrañamente, se me erizaron los vellos de la espalda cuando sentí sus dedos resbalosos sobre mi piel. Era una reacción natural que en aquel entonces todavía no comprendía.

El aire acondicionado de la casa estaba encendido, pero al entrar al cuarto de Koushiro y colocarnos junto a él, frente a la computadora, empezamos a sudar nuevamente. Era evidente que la máquina estaba sobre calentada. ¿Cuántas horas llevaría encendida? No quise ni imaginarlo. Probablemente Izzi no la había apagado jamás desde que la conectó; es decir, desde que llegó a la casa de su tía. Cuando nos hincamos al lado de él frente al ordenador ni siquiera nos saludó. Estaba completamente absorbido por la máquina.

- Hey, pendejo –exclamó Yamato-; salúdanos ¿no?

- Ah... eh… Hola Matt, hola Tai; no me había dado cuenta de que estaban aquí.

- ¿Cómo te ibas a dar cuenta si estás completamente enajenado con la pinche computadora? –reclamó el rubio– oye, ¿y tienes nuevos videos? Ya sabes de qué hablo.

- Sí, ¡bajé muchísimos! No tienes idea… con la nueva conexión a Internet que tengo puedo conseguir todo tipo de información en un instante.

- ¿De qué videos hablas Yamato? –pregunté– ¿Son del anime que llevaste el otro día a mi casa?

- ¿Cuál?

- La porno esa, de los vampiros, donde se le ven las tetas a la güera que es la protagonista.

- Jajaja –rió Koushiro, distrayéndose por primera vez de su fanatismo computacional– ¿Le enseñaste ese anime a Tai, Yamachan?

- Sí –contestó Yamato.

- ¿Y eso es porno según tú, Taichi? –preguntó Koushiro.

- Pues… sí, ¡la tipa aparece completamente desnuda de arriba!

- Tai, no seas niño ¿sí? Eso no es nada –afirmó Yamato-. Un cuerpo desnudo lo encuentras en todas partes… tu hermana si se olvida de ponerle seguro a su cuarto cuando se cambia, cualquier familiar, tus amigos, tu novia, en los museos, en las revistas, en los anuncios… y además, era sólo una caricatura, nada de la vida real.

Me sentí avergonzado. Ver los senos de aquella mujer en la película animada que Yamato había llevado a mi casa fue bastante impresionante. No era el busto común de cualquier mujer; por el contrario, sus pechos eran enormes y rebotaban voluptuosamente con cada movimiento. Por la manera en que los había exhibido y estrujado, Tenía la seguridad de que era casi como una película pornográfica, pero al parecer estaba totalmente equivocado.

- ¿Quieres ver algo realmente pornográfico, Tai? –preguntó Koushiro.

- No seas así wey –dijo Yamato- él nunca ha visto ese tipo de cosas…

- Algún día tiene que enterarse de cómo funciona todo ese asunto… ¿no crees Matt?

- Sí, quiero verlo –dije prontamente, lleno de curiosidad. Yamato se abstuvo de opinar y al parecer no estaba muy ansioso por observar el material de su amigo Koushiro Izzumi (al menos no el material que planeaba enseñarme). Y digo de "su" amigo, porque en aquél tiempo yo apenas empezaba a conocer realmente a Koushikun y aun no había entre nosotros un lazo serio y fuerte que pudiera considerarse amistoso. Éramos simplemente compañeros de escuela. Habíamos estado juntos en el Digimundo, sí ¿pero eso qué? ya había pasado algún tiempo, y además no teníamos nada en común… sólo éramos conocidos… nuestro único lazo de unión era Yamato.

Koushiro, haciendo uso de grandes habilidades con el teclado y el mouse, abrió en menos de un segundo una amplia galería de fotos de chicas desnudas. Eran figurillas pequeñas que no podían apreciarse bien. Me acerqué a la pantalla para poder distinguir los detalles.

- Jajaja, no seas idiota; toma –y Koushiro dejó libre el mouse para que yo lo tomara– dale un clic a la zorra que desees y la foto se hará más grande. Así de pequeñas como están no podrás ver nada por más que te acerques.

Mis manos sudaban copiosamente y empecé a sentirme muy incómodo pero también extremadamente interesado.

- P-pero… –titubeé– tu tía está en la casa…

- Descuida, nunca entra al cuarto sin tocar. Y aunque entrara, es tan despistada que no se daría cuenta de nada.

Todavía con desconfianza, procedí a dar clic a las fotos al azar. Después de un rato –eran literalmente miles de fotos– no hallaba cómo esconder mi erección, y dirigía de vez en cuando la mirada hacia la entrepierna de mis compañeros, en un intento discreto de comprobar si estaban experimentando los mismos efectos que yo, más no pude distinguir si sus miembros también se habían endurecido.

Koushiro miraba las fotografías de su colección con orgullo y hacía observaciones obscenas a cerca de las muchachas; por otro lado, Yamato había apoyado su brazo en la mesa, sobre el cual descansaba su mentón. Su expresión de aburrimiento era extremadamente notoria.

En realidad, noté que me había excitado más por la situación que por la exhibición de cuerpos femeninos; es decir, por el hecho de estar viendo pornografía por primera vez en mi vida, en la casa de la tía de un compañero al que nunca antes había visitado.

- ¡Ah! Tienes que ver esa –dijo el pelirrojo, y señaló con el dedo a una de las esquinas de la pantalla– es una diosa… ¡Te garantizo que puedes chorrearte con ella tan sólo de verla!

- ¿Eh? ¿Chorrearme?

- Sí, es increíble –en ese momento la imagen ya se había amplificado y abarcaba toda la pantalla–. Mira su entrada… es perfecta, rosada, deliciosa…

Y mientras Koushiro seguía alabando a la mujerzuela de la fotografía, me aproximé a Yamato susurrando. Mi excitación ya había desaparecido por completo.

- ¿Qué quiso decir Izzy con eso de chorrearse?

- Por Dios Tai, se refiere a venirse…

- No entiendo.

- ¡Es cuando tienes un orgasmo! –gritó Yamato, exasperado.

- ¿Y qué es eso? –pregunté yo, tratando de no hablar muy fuerte. La sexualidad siempre me había causado cierta paranoia y susurraba las palabras siempre que hablaba del tema.

De pronto Izzy dejó de ver la pantalla y de acomodarse el falo erecto bajo los pantalones para disimular su rigidez –al menos pude comprobar que él también había sido vulnerable al estímulo de las fotografías– y se me quedó viendo con una cara de sorpresa exacerbada.

- ¡¿No sabes lo que es un orgasmo…?!

Hizo la pregunta en un tono tan inquisidor que me sentí realmente tonto, estúpido, imbécil, ignorante, ingenuo… niño… Mi rubor era extremo, estaba muy confundido y una expresión de frustración y tristeza surcaba mi rostro.

- Yo eh… mh…

- Claro que sabe lo que es un orgasmo, Koushiro –interrumpió Yamato, respondiendo él la pregunta que el chico Izzumi había formulado- ¿No es así Tai? –y me guiñó el ojo mientras sonreía. Su expresión de confianza y complicidad me confortó sobremanera.

Por un momento, cuando Koushiro me miró con esa cara de incredulidad y de lástima, tuve ganas de llorar. Me sentía como un bicho raro al ver que a Yamato las fotografías pornográficas no le causaban ningún efecto –erróneamente supuse que era por tanto verlas, pero más tarde me enteré de la verdadera razón por la cual Matt mostraba tan poco interés por aquellas imágenes– y al oír a Koushiro, quien hacía comentarios precisos y acertados sobre las mujeres que aparecían en diversas posiciones en la pantalla, haciendo alarde de ser todo un experto en la materia. Pero el semblante de Yamato, tan confiado, tan amigable, me hizo recobrar los ánimos.

- Eh… sí, por supuesto que sé –afirmé- ¿Quién no sabe lo que es un orgasmo? –para ser sincero, yo no tenía ni la más mínima idea, pero confiaba en Yamato y decidí seguir su juego.

- ¿Lo ves Izzy? Es sólo que Tai no sabía que un orgasmo es lo mismo que "chorrearse", "correrse", "eyacular" o "venirse".

- Mh… qué raro –espetó el pelirrojo y continuó abriendo más fotografías, pues para ese momento, en su excitación, ya se había apoderado del mouse nuevamente.

Yo no era totalmente un ignorante. Había oído algunas pláticas o comentarios sobre la autosatisfacción, y desde luego me había tocado muchas veces durante la ducha o antes de dormirme, pero jamás me había masturbado hasta lograr el éxtasis. No sabía como hacerlo. Me limitaba a rascarme, sobarme, o inclusive a inducirme ligeras cosquillas. No había acatado aún a cerrar mi mano en torno a mi miembro y hacer movimientos repetidos hacia arriba y hacia abajo, simulando el acto sexual. Tengo que aceptar que era un tanto inocente.

- Checa ésta Tai, ¿acaso no está buenísima?

- Sí, claro… –respondí sin mucha emoción, ya que más que llamarme la atención, la fémina de la ilustración me daba cierto asco. ¿Por qué me daba asco? Era una mujer bella, bien proporcionada, e inclusive se notaba que era limpia; pero no podía evitar sentir desagrado. ¿Por qué me desagradaba? ¡¿Por qué?!...¿Sería, quizá, por la bajeza que representaba el estar exhibiendo su cuerpo?

- ¿Entonces puedo venir mañana a ver los videos? –preguntó Yamato a Koushiro.

- Sí, cuando quieras. Podemos verlos ahorita si quieres, hay unos que no he visto y ya me dieron ganas de recibir estímulos más fuertes –dijo Koushiro mientras se acariciaba la entrepierna con la mano que tenía dentro de la bolsa del pantalón.

- Ah… ¿De esos videos hablaban? –pregunté.

- Sí –respondió el rubio.

- ¿También quieres verlos? –inquirió el portador del conocimiento.

- Pues, sí…–dije- ¿Son de mujeres desnudas, pero con movimiento?

- Mh... pues más o menos; es decir, no son sólo mujeres desnudas, es el paquete completo: sexo explícito, penetración, orgías y todo eso… tú sabes –la expresión en el rostro de Koushiro no podía ser más pícara.

Tenía una ligera idea de lo que estaba hablando. Habíamos visto ya algunos conceptos en la escuela sobre la penetración y las relaciones sexuales, pero no lograba formar una imagen clara en mi cabeza de cómo ocurría todo.

- Pero como te estaba diciendo, los vemos mañana –dijo Yamato–; en realidad, hoy veníamos a la alberca… está haciendo un calor infernal.

- Si quieren métanse ustedes, yo tengo que buscar un programa –pretextó el pelirrojo. Yo permanecía absolutamente callado.

- No salgas con mamadas. Tienes todo el día para buscar esas idioteces. Anda, vamos a la alberca –insistió Ishida.

- No.

- ¿Por qué no?

- Ya te dije, tengo que buscar un programa.

- ¡Si no vienes por las buenas, te vamos a arrastrar hasta allá!

- Hey, no me incluyas en tus planes Yamato –advertí.

- Bueno, si este maricón no quiere ayudarme, te tiro a la alberca yo solo.

- No puedes –dijo Koushiro muy tranquilamente.

- ¿Eh? ¿Me estás retando?

- Interprétalo como te dé la gana.

Yamato se abalanzó sobre Koushiro y lo tiró de la silla en que estaba sentado. Una vez en el suelo, Koushiro jaló a Yamato de las piernas hasta tumbarlo. Ya que los dos estaban tirados sobre el piso, empezaron a forcejear: daban vueltas y más vueltas, se torcían, se sujetaban, se revolcaban, e inclusive se golpeaban, soltaban largos suspiros, quejidos, e insultos en forma gritos… y cada vez sudaban más…

Pude percatarme muy claramente de que todo era en plan de juego y parecían estarse divirtiendo de lo lindo. Accidentalmente me di cuenta de que la virilidad de Yamato hacía presión contra sus pantalones, hacia afuera, como queriendo escaparse. Al ver su evidente erección, mi entrepierna reaccionó involuntariamente de la misma manera. Me asusté un poco, pero no le di mucha importancia, pues recordé que a cada rato se me paraba sin razones específicas. Concluí que esta era otra de esas ocasiones en que experimentaba las erecciones espontáneas propias de los varones que pasan por la pubertad. Naturalmente, supuse que también ese era el caso de Yamato. En mi inocencia, no podía encontrar otra explicación.

No sé si Koushiro se daba cuenta de la excitación de su amigo rubio, pero supongo sí, porque estando en contacto tan directo –uno sobre el otro– al menos tenía que haber sentido el pene rígido de Matt (comprimido bajo los pantalones) contra su cuerpo. ¿O acaso estaría demasiado entrado en el juego como para no darse cuenta? Era muy probable, pues así es Koushiro… cada cosa que hace lo absorbe al cien por ciento.

Tuve el impulso de unirme a la lucha; era un deseo fortísimo, pero no me atreví.

Después de un rato, al fin quedaron rendidos sobre la alfombra.

- ¡Argh, qué molesto eres Yamato! –comentó el joven Izzumi.

- ¿Entonces qué, vamos a la alberca? Debes estar ansioso por refrescarte.

El fanático de la computación analizó las palabras de Yamato y acabó por aceptar que tenía razón: anhelaba la frescura del agua, pues el cuarto, después del forcejeo, se había llenado de un vapor sofocante.

- Bueno, está bien, vamos…–cedió el resignado pelirrojo.

No fue sino hasta que estábamos en el patio, frente a la alberca, que me di cuenta de que no contaba con un traje de baño. Yamato y yo estábamos solos, pues Koushiro se entretuvo dando vueltas por su cuarto y dijo que nos adelantáramos. En ese momento, al ver el agua, comprendí que el pelirrojo obviamente estaba buscando ropa adecuada para meterse a la alberca.

- ¿Y con qué supones que vamos a meternos a la alberca si no traemos traje de baño? –pregunté a Yamato.

- Pues… mh… buena pregunta… no lo había pensado.

Y de pronto llegó Koushiro, con un bloqueador solar y tres toallas, las cuales utilizaríamos para secarnos más tarde. Traía puestos unos shorts negros muy cortos y algo entallados que no bajaban ni de la mitad del muslo.

- Listo -dijo

- ¿No tendrás otros trajes de baño que puedas prestarnos? –preguntó Yamato.

- Pues… tengo un slip impermeable.

- ¿Esos que son como tangas?

- Sí, de los que usan los nadadores profesionales. No me gusta casi usar ese tipo de trajes de baño; prefiero los shorts –aseguró Izzy– pero ya sabes, en los cursos de natación tienes que usar slip a fuerzas y por eso tengo uno –una vez dicho esto, Koushiro volvió a entrar a la casa. Pronto regresaría con el slip.

- Si quieres úsalo tú Yamato –dije en cuanto Koushiro se fue– de todos modos yo no quiero entrar a la alberca.

- Tú entras porque entras Tai.

- Pero no tengo con qué –pretexté.

- Entra en ropa interior. Es casi como un traje de baño.

- No, con los calzoncillos blancos se trasluce todo cuando se mojan.

- Uy sí, como si te fuéramos a ver algo que no tenemos nosotros o que no te hayamos visto antes.

- No se trata de eso… –dije– además, fue hace mucho cuando nos veíamos desnudos.

- No, no fue hace tanto. Todavía en el quinto año de primaria nos bañábamos en las regaderas de la escuela después de la clase de educación física, así que no seas ridículo, que te vimos sin ropa muchísimas veces.

- Pero no quiero nadar, en serio. No es porque me vayan a ver el pito trasluciéndose por la trusa, de todos modos voy a estar bajo el agua… es simplemente que no tengo ganas de entrar a la alberca ¿Ok?

- Esa ni tú te la crees.

En realidad sí me daba vergüenza; quizá porque mi cuerpo ya no era el mismo y en torno a mis genitales habían comenzado a crecer innumerables vellos de forma extremadamente acelerada.

- Mh… mira, mejor tú usa el slip extra de Koushiro –dijo Yamato cuando el pelirrojo iba llegando–. ¿Te parece? –me preguntó- De todos modos a mí no me queda. Koushiro es mucho más chaparro que yo y su ropa no me entra.

- Pues… si tú insistes…

Izzy extendió la mano y yo tomé el slip. Seguidamente, caminé hasta quedar tras el único árbol que había en el patio. No me sentía a gusto, pues el tronco de dicho árbol era menos ancho que yo y no me ocultaba totalmente. Sin pensarlo más, me desnudé lo más rápido que pude y me puse el slip en un instante. Era diminuto. Inclusive alcanzaban a verse algunos vellos muy delgados, los más nuevos ya fuera del área propiamente del pubis. Esto se debía a que la orilla del supuesto traje de baño estaba mucho más cerca de mis genitales que de mi ombligo, y por más que lo intenté no pude hacer que se estirara más, de modo que no me sintiera tan carente de ropas. Si hubiera sido unos milímetros más corto, estoy seguro de que se me habría visto también el nacimiento de la raya del trasero. Me sentía extremadamente incómodo. El mentado slip era muy entallado y no había mucha diferencia con la ropa interior, pero al menos era de un azul marino muy oscuro, lo que evitaría que se traslucieran mis formas. Salí de detrás del árbol muy apresuradamente y me tiré de inmediato a la alberca. Era un chico desinhibido… no sé porqué me estaba comportando tan extrañamente pudoroso. Probablemente se debía a los cambios físicos que estaba experimentando, y por mi inocencia y paranoia respecto a la sexualidad ya antes mencionadas.

- Pero en verdad que eres ridículo Tai –dijo Yamato.

- ¿Por qué?

- Te cambiaste atrás del árbol y saliste corriendo inmediatamente hacia el agua. No seas paranoico, que nadie tiene interés en verte la verga. Seguro la has de tener diminuta, si no, ¿por qué habría de darte vergüenza que se te viera el bulto natural entre las piernas, bajo el slip?

Me sentí ofendido, pero no supe qué contestar y simplemente ignoré el comentario de mi rubio amigo. Koushiro estaba haciendo ejercicios de natación en la orilla opuesta de donde estaba yo.

Yamato, quien aún estaba afuera, procedió a quitarse la camiseta, los zapatos y las calcetas. Pensé que entraría con el pantalón, pues nunca le había importando cuidar su ropa –y menos si se trataba del uniforme escolar– o en ropa interior, como me lo había propuesto a mí.

Se desabrochó el botón del pantalón y comenzó a bajar el cierre. Había algo extraño… ¿acaso estaba viendo por completo su vello púbico? Para mi sorpresa, así era. Se bajó los pantalones por completo y sin prisa hasta quedar totalmente desnudo frente a nosotros. Koushiro no parecía prestar mucha atención y seguía nadando de aquí para allá; en cambio, yo no podía apartar la mirada del cuerpo de Yamato. Se puso de cuclillas en la orilla de la alberca y tanteó la temperatura con un dedo.

- Ah… está muy fresca… excelente –susurró para sí mismo. Luego se sentó e introdujo los pies. Pataleó un poco, como un niño, aventándome agua en la cara. Seguía sentado sobre el borde de la alberca y a cada pataleada sus genitales se agitaban desordenadamente, pero no podía verlo con claridad a causa del agua que levantaba con sus piernas y que me caía de lleno en el rostro. Un momento después se deslizó hasta quedar dentro del agua.

- Que descarado eres Matt, no tienes pudor –le dije.

- No voy a dejar de disfrutar de la alberca al sentir vergüenza sin razón. La desnudez no tiene nada de malo.

- Te pudo haber visto la tía de Koushiro, ¡y ni siquiera usas ropa interior! –reclamé.

- Es más cómodo así. Los calzoncillos no siempre se ajustan bien. A veces aprietan en las ingles, y otras veces se les dobla el elástico y molestan en la cintura, o hay veces que se introducen entre las nalgas; y precisamente por ser ajustados me da demasiado calor cuando es verano –justificó Yamato.

Koushiro nadó hasta nosotros e intervino en la plática.

- Es cierto que a veces es más cómodo no usar ropa interior –afirmó– pues te sientes más libre, pero hay un gran inconveniente…

- ¿Y qué podría ser? –preguntó Yamato, en un tono incrédulo.

- Es obvio Matt… la ropa interior es lo que te aplasta la verga contra el cuerpo cuando te excitas, y así no se nota tanto… entonces, si no te pones ropa interior será más fácil que noten cuándo la traes parada. ¿O cómo le haces tú para que no se note? –inquirió Izzy.

Vino a mi mente la imagen de Yamato forcejeando con Koushiro en el suelo. Las palabras del pelirrojo eran completamente ciertas… ahora comprendía porqué pude ver con tanta facilidad que Yamato había tenido una erección mientras luchaba con Izzy: era porque no traía calzoncillos puestos.

- No hago nada –respondió Yamato–. No tengo porqué tratar de ocultar las reacciones naturales de mi cuerpo… aunque bueno, es cierto, cuando ocurre en público si da cierta pena… pero por eso me gusta andar desfajado y usar algunas camisetas largas; así ya no tengo que preocuparme. Deberían intentarlo.

- Yo ya lo he hecho –comunicó Koushiro.

- Yo también, –confesé– pero fue sólo una vez, y porque se descompuso la lavadora y ya no me quedaban calzoncillos limpios… Y es cierto, le sensación no era desagradable…

Estuvimos muchísimo tiempo en la alberca. Lanzamos algunas piedras dentro para bucear y agarrarlas desde el fondo, nos echamos clavados, jugamos con pelotas, competimos a ver quién podía aguantar más tiempo bajo el agua… fue una tarde realmente divertida… y haber visto a Yamato, con su cuerpo tan diferente a como lo recordaba pero con algunos rasgos del niño que alguna vez fue, hizo que por primera vez me diera cuenta muy claramente de algo: me gustaba verlo desnudo…

Ese mismo día, ya más avanzada la tarde, cuando salimos de la alberca, los shorts de Koushiro se habían pegado por completo a su cuerpo y no pude evitar imaginarlo sin ropa. Tomé una de las tres toallas que nuestro anfitrión había traído y esta vez no me oculté tras el árbol para secarme y cambiarme; simplemente entré a un pequeño baño en el fondo del patio, del cual no me había percatado anteriormente.

Después de nuestra larga sesión acuática estábamos muriéndonos de hambre, y al entrar a la casa la atentísima tía nos ofreció diversos bocadillos para que aplacáramos nuestro apetito.

- Entonces los espero mañana –dijo Koushiro, mirándonos desde la puerta después de que terminamos de devorar las suculencias.

- Hasta luego –contestó Yamato. Yo me limité a hacer una señal de adiós con la mano, mientras me alejaba.

Caminábamos sin prisas y me acababa de invadir un sueño terrible.

- ¿Quieres venir al departamento? –preguntó Matt– Mi papá no está. Hoy trabajará hasta medianoche, según me dijo.

- Mh… no creo –respondí– en realidad sí quiero, pero no puedo. Mi mamá ha de estar histérica, te lo aseguro. Debí haber llegado desde las dos y media a la casa.

- Puedes llamarle desde el departamento de mi papá y le avisas que vas a hacer la tarea. De hecho, sí tenemos tarea.

- Pero no pienso hacerla.

- Yo tampoco, pero esa es la excusa, y no va a ser mentira porque en realidad sí nos dejaron tarea.

- Bueno... si tú lo dices...

Al llegar al departamento donde Yamato vivía con su padre me sentía aún más cansado que antes, por lo que me tiraré inmediatamente sobre el sillón.

- Qué hueva… –musité– ¿Qué se supone que vamos a hacer?

- Quiero enseñarte los nuevos discos que compré. ¡Ah! Y también me prestaron el Predator II ¿Quieres jugar?

- ¿Y si dormimos un rato mejor? –sugerí- Un ratito nada más…

- Llámale a tu mamá primero.

- Ok.

Caminé hasta el teléfono y llamé a casa.

- Hola.

- ¿Taichi?

- Eh… sí…, mamá…

- ¡¿Dónde estás?! ¡¿Por qué no te habías reportado?!

- Estoy en casa de Yamato. Venimos de con Koushiro. No llamé antes porque no pude. Koushiro estaba conectado al Internet y no pude usar el teléfono –este pretexto de Taichi era completamente falso, pues el chico Izzumi acababa de cambiar su conexión telefónica a una conexión por cable.

- Mijo, me tenías muy preocupada… a la otra trata de venir para acá primero, o avísame de cualquier forma en dónde vas a estar y luego ya sabes que te puedes ir a donde quieras; siempre te dejo ir a todas partes, siempre y cuando sepa yo dónde estás.

- Sí, sí...

- ¿Qué vas a hacer en casa de Yamato? No quiero que llegues tarde. ¿Ya comiste?

- Sí, ya comí. No sé a qué hora voy a terminar, tenemos que hacer tarea.

- Tai, pero…

- Al rato llego –dije, interrumpiendo su última frase, y colgué.

- Voy a ir a la tienda a comprar algo de comer –informó Ishida–. Te puedes quedar jugando, o durmiendo si quieres. No me tardo.

Yo ya estaba extendido nuevamente sobre el sofá, con los ojos cerrados.

- Ok… –susurré, y unos segundos después oí el portazo que dio Matt al salir.

Pese al calor infernal que llenaba todo el apartamento a causa de que no estaba encendido el aire acondicionado, no tuve muchas dificultades para dormirme. Al cabo de un rato, poco menos de una hora, me desperté y encontré a Yamato sentado en el suelo, frente a la tele, con un control en la mano, jugando a algún videojuego. Tomé el otro control para jugar con él. El aire era sofocante y sudábamos copiosamente.

- Ya me aburrió –comenté después de un rato-. Este juego es una basura.

- Sí, está más chafa de lo que pensé, pero al menos tiene buenos gráficos.

Yamato apagó la consola de videojuegos y empezó a cambiarle de canal a la televisión. De pronto aparecieron dos figuras humanas, muy juntas y con escasas ropas. Se besaban con pasión y la fémina gemía artificialmente.

- Mh… interesante –dijo Yamato, con un brillo de avidez en los ojos. Yo miraba en silencio a las figuras entrelazadas, sin saber porqué les causaba tanto placer revolcarse de esa manera. Sus expresiones y movimientos hicieron que nuestro calor corporal aumentara.

- ¿Oye Matt, y porqué se supone que tener sexo es tan placentero…? –pregunté temerosamente.

- Porque lo es, no se supone.

- ¿Cómo sabes? ¿No eres virgen?

- Sí, pero no tienes que haber perdido la virginidad para saberlo.

- ¿No?

- Masturbarte es casi lo mismo.

- ¿Neta?... Y… ¿Có…? –dudé en preguntar, pero al final lo hice– ¿Cómo le haces para masturbarte? –un ligero rubor había invadido mis mejillas y mis músculos se habían tensado.

- Pues… mh… es muy sencillo, sólo tienes que hacer lo siguiente –y Yamato empezó a hacer los movimientos propios de la masturbación, simulando que uno de sus dedos era su falo. Yo observaba en silencio. –¿Quieres hacerlo? –me preguntó.

- Yo eh… pues…

- Te mostraré más claramente. Sólo tienes que hacer lo mismo que yo, ¿Ok?

Y así, sin más rodeos, Matt se puso de pie, se quitó los pantalones y empezó a masturbarse después de haberse sentado nuevamente sobre el sillón. El calor que sentía era inexplicable y mi pene estaba erecto a más no poder.

- ¿Qué esperas Tai?

- No pienso hacer eso –contesté, pese a mi excitación y curiosidad.

- ¿Por qué no?

- Pues eh…

- No es complicado.

- ¿No te parece que sería una escena muy extraña…? Los dos haciendo eso…

- ¿A quién podría parecerle extraño? Nadie nos va a ver.

- ¡A mí me resulta raro estar viéndote hacerlo!…

- ¿Por qué? Todo el mundo lo hace. Que tú seas un santurrón y no sepas nada de la vida es otra cosa…

- Mejor me voy –dije.

- Ya sé. Te da vergüenza, ¿es eso no? Ya sabía que eras un ñoño puritano. No sé para qué mentí por ti ante Koushiro –al ver que yo no decía nada siguió hablando–. No sé ni por qué quise enseñarte a hacerlo, si bien sé que no te interesa. Vete mejor.

- Matt, no quiero que te enojes… –logré decir, muy cerca de la puerta.

- No estoy enojado –pero era mentira, no podía ocultar su enojo. Estaba tan molesto que ya lo había abandonado toda excitación y jugueteaba con su falo flácido.

- Yamato… gracias por decirle a Koushiro que sí sabía qué es un orgasmo… me habría dado vergüenza que pensara que soy un completo tonto.

- Más bien, te habría dado vergüenza que SUPIERA que eres un tonto; porque es verdad, eres un imbécil Tai. Ya vete ¿sí?

Y justo en ese momento, vino a mi mente la cara sonriente de Yamato y sus ojos azules que me miraban con complicidad cuando cubrió mi ignorancia ante Koushiro. Ser un ñoño infantil y puritano era de muy mala reputación entre los compañeros de la escuela. En realidad, mi amigo quería ayudarme… ¿Y qué estaba haciendo yo? ¡rechazaba su ayuda!, o lo que en esos momentos creía que era una ayuda que él estaba tratando de brindarme. ¿Por qué me rehusaba a crecer? Tenía 12 años, número que seguiría aumentando, y no podía hacer nada al respecto. ¿Por qué no podía aceptar que ya no era un niño?

- Yo… este… Matt…

- No, no estoy enojado. Y vete ya o tu mamá te regañará.

No seguí insistiendo y me fui. Por más que Yamato lo negara, sabía que estaba molesto, o al menos muy decepcionado de mí. ¿Pero qué esperaba? ¿Acaso quería que me desnudara frente a él, así como si nada? El podía ser un cínico desvergonzado y yo no tenía porqué comportarme de la misma manera. ¡Pero si yo era igual que él! Mi naturaleza también era desinhibida. ¡¿Qué demonios me estaba pasando?! La confusión se iba apoderando de mi a pasos agigantados.

De pronto sentí una inmensa tristeza. Al llegar a casa subí directamente a mi cuarto y cerré con seguro para llorar libremente sobre la cama. Unos minutos después oí que alguien tocaba la puerta.

- ¿Quién es? –pregunté.

- Taichi –dijo mi madre–, sal de ahí inmediatamente.

- ¿Por qué? –inquirí, exigiendo que me diera algún pretexto razonable.

- Tienes muchas cosas que explicar jovencito…

- Déjame dormir –ordené, tratando de que mi voz no se oyera quebrada– tengo mucho sueño.

- Tai… –el tono de su voz había cambiado radicalmente; ¡maldita sea!, probablemente había percibido mis sollozos –¿Qué tienes hijo? Abre la puerta… por favor.

- Tengo sueño, ya te dije –traté de calmarme por completo, pero no pude.

- Bueno…–contestó mi madre resignada– al rato bajas a cenar ¿Está bien?. ¡Compraré Pizza! ¿Qué te parece? ¿Se te antoja?.

- Ajá... –dije a un volumen suficientemente fuerte como para que me escuchara– pero ya deja de estar chingando… –susurré entre dientes, y me volteé boca arriba, con lágrimas escurriendo por mis mejillas.

Estuve divagando mucho tiempo, viendo el techo. Mis pensamientos variaban desde recuerdos lejanos hasta especulaciones sobre el futuro. ¿Debía llamarle a Yamato? En realidad me había mostrado muy malagradecido. Quizá debía pedirle perdón… pero no, no había razón para sentirme culpable. No tenía ninguna obligación de hacer cualquier cosa que él hiciera, y él no debía enojarse sólo porque yo no actuaba según su voluntad… ¿Qué había sucedido? Todo iba tan bien hasta que a él se le ocurrió darme una muestra en vivo de como hacer esas cochinadas... ¿Y porqué se enojó? ¡No entiendo! ¿En realidad fue porque no quise masturbarme junto con él? No me parecía una razón justificable... ¿Debía parecerme una razón justificable?...¡No sé!...en fin...

El caso es que no podía dejar de pensar en él; y de pronto, sin darme cuenta, la tristeza me había abandonado por completo. Las imágenes que formaba en mi memoria se centraban en el cuerpo desnudo y empapado de Yamato, cuando salimos de la alberca, y en su cara sonriente cuando mintió por mí ante Koushiro. También recordaba cada detalle de su mano en torno a su pene, mientras se masturbaba sobre el sofá de su casa. Las imágenes dieron mil vueltas en mi cerebro y luego empecé a fantasear con episodios que no habían ocurrido. ¿Qué habría pasado si, en lugar de negarme tan obstinadamente, me hubiera bajado los pantalones yo también cuando él lo hizo? Pretendí que estaba todavía en casa de Yamato y que había hecho justamente lo que me había indicado con su ejemplo; y mientras fantaseaba, lo hice: me levanté de la cama, me descalcé y me quité los pantalones. Imaginé a Yamato invitándome a sentarme a su lado y haciendo comentarios sobre mis gentiles. Seguidamente comencé a masturbarme, extendido nuevamente sobre mi cama.

El cuarto estaba inundado de una luz muy tenue, pues el foco estaba apagado y por la ventana solamente entraban los últimos resplandores del atardecer, entremezclados con los débiles reflejos de una luna menguante en una incipiente noche de agosto. Me harté de estar acostado y cambié mi posición, sentándome sobre el colchón con la espalda recargada en la cabecera de la cama. Abajo, arriba, abajo, arriba… aceleré considerablemente los movimientos de mi muñeca y apreté mi miembro con mayor fuerza. Luego me detuve por un momento, sintiendo las pulsaciones de sangre que recorrían la longitud de mi erección. No era desagradable, pero tampoco era un suceso especial… ¿Por qué Yamato y Koushiro habían hablado de esto como algo más interesante? Aun cuando pensaba que no tenía caso continuar provocando la fricción entre el glande y el prepucio, proseguí con los movimientos oscilatorios.

Empezaba a impacientarme cuando repentinamente tuve una extraña sensación; era como un ligero vértigo que pululaba en mis entrañas. El proceso de respiración comenzó a hacerse dificultoso y mi mano se movía involuntariamente más rápido que nunca. Era el momento precedente a las convulsiones orgásmicas, y cuándo éstas llegaron ¡Dios… qué sensación tan increíble! intensa, candente, novedosa… era imposible deglutir y la saliva de mi boca se desbordó por la comisura de mis labios, acompañada de jadeos entrecortados al tiempo que entornaba los ojos ligeramente. Las convulsiones terminaron, di un largo suspiro y me sentí agotado. Una vez pasada la explosión de éxtasis, la oscuridad era ya muy densa y no podía ver casi nada. Tuve intenciones de descansar un rato cuando me percaté, gracias a mi sentido del tacto, de que mi vientre estaba húmedo. Todo mi cuerpo estaba empapado de sudor… Pero no, eso no era sudor… sobre mi vientre había un líquido espeso y pegajoso. Bajé de la cama y tanteando el suelo alcancé una prenda de ropa. Prendí la luz para poder ver cómo era aquello que removería de mi abdomen. Después de limpiarme me vestí y volví a mi cama, dándome cuenta de que algunas gotas del líquido habían caído sobre el edredón, pero éste ya las había absorbido. No me importó y me tiré nuevamente sobre el colchón.

¡El placer era inexplicable!, extremo es una palabra que no bastaría para describirlo… y la satisfacción postorgásmica era impresionantemente relajante. Antes de que pudiera darme cuenta ya me había quedado dormido, con un semblante de tranquilidad, surcado por una leve sonrisa.

Al día siguiente recalenté y desayuné las pizzas que no había engullido en la cena. En la escuela la primera clase empezó sin que Yamato estuviera en el salón. No era de extrañarse; siempre llagaba tarde. No fue sino hasta el lapso de 10 minutos antes de que comenzara la segunda clase cuando lo vi aparecer a lo lejos, en la puerta principal del colegio. Corrí para interceptarlo antes de que llegara al salón.

- Hola –saludé.

Yamato no contestó mi saludo, ni siquiera con la mirada.

- ¿Por qué llegaste tarde?

- Siempre llego tarde –respondió.

- Ya sé… ¿pero porqué llegas tarde siempre? –inquirí. Y luego, extendiendo más ampliamente la sonrisa que desde la noche anterior invadía mi rostro, añadí bromistamente– Seguramente te quedaste haciéndolo ¿no? Parece ser cosa de todas las mañanas, pues siempre llegas tarde…jaja.

- Cállate Tai. No importa porqué llegué tarde hoy ni porqué llego tarde casi todos los días. Puede ser por cualquier razón –la expresión de Yamato no era solamente de cansancio, sino también de perturbación y de tristeza cargada de enojo. Pero yo no podía notarlo, pues contrariamente a su estado de ánimo, yo me sentía muy feliz.

- Ya tienes como 10 faltas en la primera clase; si sigues así vas a reprobar el año –advertí

- Basta con presentar un examen extraordinario para pasar y ya –y de pronto Yamato se dio cuenta de que estaba extrañamente contento– ¿Y tú porqué amaneciste tan sonriente hoy?

- Pues… porque… adivina.

- No estoy para pendejadas.

- Uy, qué humor… bueno, es que no te imaginas qué hice ayer cuando llegué a mi casa.

- Te dormiste a las 8:00pm, después de ver los "ositos cariñositos", como todo buen ñoño que eres –se burló.

Moví la cabeza en señal de negación y mi expresión pícara le dio la pista a mi rubio amigo.

- No me digas que… ¿te la jalaste?

Moví la cabeza afirmativamente.

- ¿Ah sí? Increíble. Y dime, ¿te gustó?

- –afirmé- gracias Matt, en serio…

Y nos dirigimos al aula de clases mientras yo le platicaba animosamente mi experiencia. Su humor había cambiado por completo; hacía intervenciones, comentarios y me dio varios consejos.

Gracias a Yamachan había despertado a las maravillas de la sexualidad.

Notas del autor:

Como se darán cuenta, el fic está adquiriendo cada vez un carácter un poco más explícito. No se alarmen, que el sexo aún ni siquiera ha comenzado. Ya vendrán capítulos un poco más fuertes. Por ahí preguntó Cris en un review que si cuántos capítulos tendrá "Una clave para Takeru". Desconozco la respuesta exacta a dicha pregunta, pero sí puedo decir que todavía falta mucho para que se acabe. Sigan leyendo y gracias por sus comentarios y reviews!