Capítulo Noveno

De videos y una pijamada poco concurrida

El corazón del ex-portador del Conocimiento volvía a latir a mil por hora, pero esta vez la agitación era causada por la angustia y el estrés. Miles de ideas cruzaron por su cerebro en un segundo.

¿Por qué nunca había adquirido la buena costumbre de ponerle seguro a la puerta? ¿Sería posible que su tía estuviese irrumpiendo en su cuarto por primera vez en la vida? No; ella hubiese llamado antes de entrar. Pero quizá sí había llamado a la puerta y simplemente él no había oído por estar naufragando en el mar del éxtasis.

-o-

(Continúa la narración de Tai).

Después de todo no tenía nada mejor que hacer. Yamato y Koushiro habían sido tan descriptivos acerca de los videos, que mis prejuicios habían desaparecido por completo, habiéndose convertido en una curiosidad morbosa que no podía seguir ignorando por más tiempo.

Toqué el timbre de la puerta, y se escuchó un Ding-Dong del otro lado.

–Buenas tardes… ¿Está Koushiro?

–¡Hola! –saludó la vieja tía– Koushito ya me había dicho que estaba esperando unos amigos hoy;¡pero precisamente es la hora en que acostumbra dormir su siesta, el muy pillo!

– Eh…¿Sí? –pregunté incrédulo– mh… entonces… eh… yo creo que vengo más al rato.

–¡No mijito ¿cómo crees?! Sí hizo un compromiso tiene que cumplirlo. Vergüenza debería de darle hacerte esperar. Veras, deja voy a despertarlo ¿sí? ¡Pero pásate a la sala que has de estar muerto de calor!

Después de haberme quitado los zapatos me senté en un sillón mientras veía cómo la anciana se alejaba por el pasillo, dirigiéndose al cuarto del pelirrojo. Oí un suave e inclusive tímido toc-toc en alguna puerta, al mismo tiempo que sonaba el teléfono. La figura de la vieja regresaba lentamente por el mismo pasillo que se había retirado.

–Sí, debe estar dormido –me dijo apresuradamente pero con una sonrisa en el rostro– si quieres entra y juega en la computadora mientras se levanta –y antes de que pudiese decirle cualquier cosa, la mujer ya estaba hablando casi a gritos con el auricular embarrado en el oído.

No vacilé en ir hasta el cuarto de Koushiro y abrir la puerta; después de todo no tenía sentido haber ido hasta aquella casa para regresarme a la mía sólo porque el geniecito holgazán estaba descansando. ¡No hacía nada de su vida y todavía tenía el descaro de dormir siesta en la tarde!

Al abrir la puerta un aire denso, caluroso y cargado de olores peculiares, me azotó en el rostro. Vi a Izzy tirado en el suelo, torcido y desnudo.

Impresionado, en menos de un segundo me di la vuelta y me dispuse a salir de la casa. ¿Qué estaba haciendo aquél loco? ¡Qué situación tan embarazosa! ¿Quizá debí haber llamado antes de entrar? Estaba poniéndome otra vez los zapatos pero me detuve al oír que la tía me hablaba.

– ¡Mijito! –de seguro no sabía mi nombre, la muy idiota– ¿Ya te vas? –ni siquiera me dio tiempo de contestar– Que no te de pena; anda. Izzito ya durmió bastante hoy, estoy segura. Espera un momentito ¿sí? –susurró la mujer a su interlocutor en el teléfono, y luego se dirigió a mí otra vez– yo voy a despertarlo; ¡Casi nunca lo visitan sus amigos! No es bueno que esté encerrado ahí solo todo el día.

Y la vieja ya iba caminando nuevamente hacia la alcoba del pelirrojo cuando la detuve.

–Eh, señora… sí, ya voy –empecé a caminar detrás de ella, tratando de rebasarla–; es que yo… eh… me regresé porque se me cayó un cuaderno de la mochila cuando iba entrando. ¡Soy tan descuidado…! Traía la mochila abierta, pero ya volví a meter la libreta no se preocupe…–y con un movimiento brusco me abalancé sobre la perilla, entré al cuarto de Koushiro y le estrellé la puerta en la cara a la vetusta fémina.

Me pegué a la puerta respirando agitadamente, y liberando un suspiro me dejé resbalar hasta que quedé sentando sobre la alfombra. El cuarto hedía a sudor y a excreciones extrañas. ¿Y dónde rayos se había metido Izzumi?

El ruido de la regadera me reveló su ubicación (sí, el cuarto en el que vivía Izzy en casa de su tía tenía baño propio).

Genial pensé empujé a la tía y le estrellé la puerta en la cara y no sirvió de nada, porque de todos modos el geniecito ya no estaba en la situación inapropiada que lo vi.

En realidad había actuado con las mejores intenciones del mundo, pues pese a que deseaba irme después del bizarro encuentro con Izzy, quien había estado tirado desnudo en el suelo haciendo no-sé-qué, improvisé una mentira para volver al cuarto antes que su tía, sólo para evitar que ésta lo encontrara en la bochornosa situación en que yo lo había visto.

En fin, ya me lo agradecería después el pelirrojo. Me senté en la computadora, moví el mouse y presioné algunas teclas para que se quitara el protector de pantalla. Era inútil, estaba trabada. Y de pronto sentí que mi mano se había ensuciado con una sustancia pegajosa. ¡Dios! El teclado, la pantalla, el mouse… ¡Todo estaba bañado de aquello!

¡¿Era, acaso, lo que yo creía?! Me llevé la mano derecha a la nariz, para analizar el olor. Desafortunadamente sí. El pelirrojo era un asqueroso; un puerco; un pervertido; un vicioso; un sucio. ¿Habría algún lugar en el cuarto libre de sus sustancias? ¡Qué asco! Era un cerdo repugnante, un animal… un… mh… bueno, después de todo yo también lo hacía… pero… ¡Ya! Decidí que era mejor pensar en cualquier otra cosa. Después de todo no tenía derecho a juzgarlo.

La cama parecía ser un sitio seguro, así que busqué un libro en el librero y me recosté a leer. Por suerte Izzy parecía ser un lector integral y no sólo tenía libros de programación; de hecho había mucha literatura. Un libro me llamó particularmente la atención; se titulaba "El diario secreto de Alexander Pushkin". Había unos subtítulos en los que decía que trataba de reflexiones sobre el amor, la mujer y la muerte, y fue por ello que logró captar mi atención. Me recosté sobre el colchón mientras lo hojeaba. En realidad nunca había sido muy aficionado a la lectura, pero este libro describía cosas interesantes… no tardé en darme cuenta que era literatura erótica.

Cuando menos lo pensé Koushiro asomó su cabeza fuera del baño, y al ver que alcé la cabeza se sonrojó, pero acto seguido salió como si nada, caminando desnudo por el cuarto, con una toalla al hombro. No pude evitar ponerme tenso sin saber exactamente por qué… ¿Cuál era mi problema?... Al parecer Izzy era tan impúdico como Yamato; y bueno, después de todo se suponía que éramos amigos ¿o no? Quizá el que estaba mal era yo… pero, ¡Dios! ¿Por qué no podía apartar la mirada de sus… "partes"? ¡Fatalidad! ¡¡Se dio cuenta que lo estaba observando!!

–"Ay Koushito, Izzito, eres un marrano" le dije a manera de broma, tratando de imitar el tono de voz de su tía. Una sonrisa burlesca surcaba mi faz.

Me devolvió una mirada apenada y sonrió levemente mientras buscaba ropa entre sus cajones para empezar a vestirse. Se veía lindo, poniéndose la trusa con cierta prisa, con un rubor sexy todavía presente en sus mejillas. Una vez que estuvo vestido se sentó a mi lado en la cama.

–Tai, yo… siento que me hayas encontrado en esa situación, jeje –rió nerviosamente– pero… pues… ¿Qué mas da? ¿Eres mi amigo no? Y yo… supongo que tú también lo haces… así que, ¿Qué importa?

– Sí, no importa –le dije.

–¿Dónde está el imbécil de Matt? –inquirió.

–No sé. Yo vengo de mi casa. Hoy tuvimos examen de historia, pero yo terminé de resolverlo antes que él y no lo esperé; pero quedamos en que nos veríamos aquí.

Hubo un largo silencio.

–Oye –logré romper el mutismo– la computadora… ya estaba trabada… no creas que yo la dejé así; no la reinicié porque no quería chingarte algún programa que estuvieras haciendo, o algún documento que no hubieras grabado, o qué se yo.

–Ah, no importa –Koushiro hablaba confiadamente– ahorita arreglo eso –hizo una breve pausa, luego se tomó unos momentos para limpiar la computadora con la toalla, y de pronto el tono con que hablaba cambió completamente. Apareció un brillo extraño en sus ojos– ¡Tienes que ver el video que estaba viendo yo justo antes de que llegaras!

– ¿Qué video? –preguntó una voz que no era ni la mía ni la del pelirrojo.

–¿Ah? ¿Matt? –dije, al tiempo que volteaba. Y sí, ahí estaba Ishida, de pie frente a la puerta.

–¿Qué tanto tiempo llevas ahí? –quiso saber Izzumi, un poco molesto– ¡No te oí llegar!... ¡He decidido que de ahora en adelante le pondré seguro a la puerta!

–¿Y eso por qué? –cuestionó el recién llegado.

Inmediatamente referí a Yamato lo que había sucedido durante el tiempo que había estado ahí antes de que él llegara. Por otro lado, muy emotivamente y haciendo pantomimas, Koushiro nos contó sobre el video de La Diosa.

–¿Así que la tipa esa es una "Diosa" que logró incitarte como ninguna otra cosa eh? –el rubio hablaba con incredulidad– pues mejor cállate ya Izzy y pon el video en lugar de estar prácticamente actuándolo frente a nosotros, que te ves ridículo.

La computadora tuvo que ser reiniciada, y una vez que estuvo funcionando otra vez, el genio procedió a buscar el cortometraje entre sus archivos.

– Bien… ¡Aquí está! ¡Contemplen! –exultó el pornógrafo empedernido.

Yamato y yo aguardábamos expectantes a que comenzara el video. Izzy estaba a menos 10 centímetros de la pantalla, sin poder parpadear.

– Mh… –me quejé.

–¡Paciencia! –exigió Izzumi. Pero el video simplemente no comenzaba.

– Yo creo que estabas tan excitado que te imaginaste todo –dijo Yamato.

–¡No puede ser! –Koushi-kun parecía estar enloqueciendo de desesperación –¡Lo acabo de ver y no estoy mintiendo! –y de pronto se iluminó su cerebro– ¡Ya sé…! Aunque se haya dañado el archivo, que al parecer eso es lo que pasó, no importa… basta con que baje el video otra vez; todavía me acuerdo de la página de Internet donde lo encontré.

Abrió el explorador de Windows y tecleó la dirección de memoria a una velocidad impresionante. Apareció una advertencia que decía que el acceso estaba restringido y sólo admitía personas mayores de edad y con membresía. Pero no hubo problemas; Izzumi tecleó un nombre de usuario y un password. De alguna manera siempre conseguía acceso ilegal a los sitios pornográficos restringidos. No por nada era considerado un hacker.

Después de haber visto aquellas fotos pornográficas la primera vez que estuve en casa de la tía de Izzy, impulsado por la curiosidad yo mismo busqué otras en La Red desde mi casa, pero la mayoría de las páginas que encontré mostraban pocas imágenes y ningún video; además no tardaban mucho en pedir un número de tarjeta de crédito o cosas similares para verificar que fueras mayor de edad. Me harté de no encontrar nada significativo, además de que estaba invadido por el temor de que me descubrieran y había surgido en mí un sentimiento infundado de culpabilidad.

Pero en aquellos momentos no parecía haber nada que temer.

–¿Qué eso? –pregunté mientras señalaba una imagen en la pantalla.

–Es… mh… –Izzy parecía analizar la imagen con cuidado– algún animal con una mujer, supongo.

–¿Eh? –estaba muy extrañado, y no lograba comprender plenamente lo que Izzumi había contestado –¿Cómo que un animal?

–Pues sí… no parece ser algo humano ¿o tú qué crees?

–No seas imbécil Tai –intervino Matt– Es zoofilia; ahí dice; las letras amarillas, mira. ¿Qué tiene de extraño? En estas páginas hay de todo.

–En efecto –confirmó el genio y dio clic en una liga que decía "videos".

Ahora la pantalla presentaba un menú con muchos subtítulos. Se leían opciones como "Lesbianas", "Jovencitas", "Asiáticas", "Zoofilia", "Fetish", "Interracial", etc.

Koushiro continuó dando clic por aquí y por allá, y cada vez se abrían nuevas opciones: "Anal", "Vaginal", "Oral", etc… hasta que por fin llegó al lugar que buscaba.

–¡Este es! –estaba ansioso como nunca antes lo había visto, y dio un grito desgarrador cuando en la pantalla apreció en un mensaje de error, especificando que la liga ya no funcionaba.

–¡No puede ser! ¡Si apenas hace dos días lo conseguí aquí mismo! –parecía estar al borde del llanto.

–Ya, no seas tan escandaloso –ordenó Yamato, arrebatándole el mouse a Izzy, quien parecía estar paralizado– mejor veamos algo de lo que ya tienes en la PC.

El rubio cerró la ventana del Internet Explorer y buscó los archivos del portador del Conocimiento.

– ¡A la verg…! –exclamó Yamato.

–¿Qué? –pregunté. Izzumi seguía sin moverse y Matt lo apartó de un empujón para ponerse él frente a la pantalla.

–¡Tiene montones de videos! Al menos diez veces más de los que tenía la última vez que vine. A ver –dijo Matt, dirigiéndose a Izzy– recomiéndanos alguno. Tienes tantos que no sabría con cuál empezar.

–No hay alguno que valga la pena –contestó Koushiro en voz baja; aún parecía afectado y no se resignaba a haber perdido la película que tanto lo había impresionado.

–No digas tonterías; mira, ya olvídate de esa película ¿sí? En cualquier momento van a arreglar la liga y lo vas a poder bajar otra vez. No te obsesiones.

–Sí, es cierto –consideró Izzumi– y aunque no lo vuelva a encontrar en esa página, seguramente lo tendrán en alguna otra; así es con los sitios pornos; reciclan los videos… te encuentras los mismos una y otra vez en miles de partes… –suspiró– y si no, al menos me queda el consuelo de tenerlo en la memoria…–y luego continuó hablando con más ánimos– entra en la segunda carpeta, ahí puse los más bizarros –fulguró nuevamente aquél brillo perverso que tan frecuentemente iluminaba sus ojos azabache.

Literalmente nos pasamos la tarde entera viendo videos de todo tipo. Después de aquél día pensar en relaciones sexuales normales de una persona con otra no era nada. Mi mente había sido contaminada con imágenes de orgías, mujeres revolcándose unas con otras, una sola tipa con 5 hombres a la vez, e inclusive en un video 3 hombres penetraban a una mujer por un mismo orificio; otros exhibían féminas siendo violadas por caballos, hombres con perras (sí, canes, de las que tienen 4 patas y que comúnmente sirven para ser mascotas), infantes fornicarios de menos de 10 años, videos de ancianos, y cosas tan asquerosas que sería imperdonable enunciarlas con detalle. Había otro género que involucraba gente a la que golpeaban y herían, o inclusive en ocasiones parecía ocurrir alguna muerte, aunque para ser honesto no tengo idea de si era una muerte genuina o parte de la actuación.

Estaba asqueado… verdaderamente AS-QUEA-DO. ¿Eso era el sexo? ¡Nunca querría tener relaciones en mi vida! ¡Qué repugnancia!, cuánta suciedad... y en aquellos momentos el pelirrojo me daba más náuseas que ninguna otra cosa sobre la faz de esta tierra. Si bien era cierto que los videos estimulaban los nervios, y en algunas ocasiones los órganos sexuales, después de verlos sentía un gran pesar en el alma. El sexo era la peor actividad que jamás pudiese existir.

– Vaya, ya oscureció –comentó Matt.

–En realidad pensaba borrar todos estos videos antes de que llegaran –confesó Izzumi– de hecho creí que hoy tampoco iban a venir.

–Pues qué bueno que no los borraste –dijo Yamato.

No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Qué tenía de "bueno" que el gran marrano pelirrojo no hubiese eliminado esos videos, y que nosotros hubiéramos perdido toda una tarde viéndolos? Había olvidado que Yamato también tenía la mente llena de las peores suciedades que podían concebirse.

–¿Qué te parecieron? –me preguntó Koushiro. No contesté. Me limité a encogerme de hombros.

–Supongo que eso significa que no te gustaron…–infirió el portador del Conocimiento.

–¿Qué tienes? –me preguntó Yamato al notar mi cara de tristeza, y me rodeó amigablemente pasando una brazo sobre mi espalda.

–Pues… mh… no sé… supongo que es sueño –mentí, y sonreí forzadamente. Un largo silencio invadió la habitación. No se oía nada más que el teclado. El pelirrojo parecía reanudar otra fase de enajenación frente al ordenador.

–Y por fin, ¿qué piensas hacer en tu cumpleaños Matt? –pregunté para reanudar la conversación y cambiar de tema. Desebaba dejar de pensar en los videos. La oscuridad de la noche que se percibía a través de la ventana acrecentaba mi zozobra; no quería, además de eso, soportar el silencio.

–Ya lo pensé bien. ¡He decidido hacer una pijamada! Aunque no será el día de mi cumpleaños, sino hasta el fin de semana.

–¿En el departamento donde vives con tu papá? –pregunté.

–No, en la luna –respondió Yamato con sarcasmo– Pues obviamente que será ahí, ¿dónde más podría ser? –a veces odiaba tanto sus sarcasmos humillantes– y lo mejor de todo es que mi papá no estará. Va a salir de viaje.

–¿Qué? –era un milagro que Izzumi no estuviese totalmente absorbido por la computadora– ¿Y de cuándo acá te da por hacer esas cosas a ti? Sólo las mujeres hacen pijamadas; marica –espetó Koushiro.

–Claro que no; no digas insensateces; y bueno… de hecho también pienso invitar a las chicas –afirmó el blondo al tiempo que levantaba repetidamente las cejas de manera picaresca.

–Estás loco Matt –dije– ¿Tú crees que a alguien le van a dar permiso? Y menos si no está tu papá. Los padres siempre quieren que haya alguien responsable; además, no viene al caso que invites a Sora y Mimí a quedarse a dormir; simplemente no estaría bien.

–Deja de ser tan ñoño Tai.

–Yo creo que tiene razón –dijo Koushiro– lo mejor sería que hicieras una reunión o fiesta normal a la que vayan todos tus amigos, y si quieres puedes venirte conmigo para acá a dormir para que no estés solo en casa.

–Mh…–Yamato parecía inconforme– sigo con la idea de que se queden a dormir en el departamento quienes consigan permiso. Tengo que aprovechar que no está mi papá.

–Me parece una idea agradable –dije– pero mi mamá no va a dejar que estemos solos; en todo caso me va a decir que los invite a dormir a la casa… ya saben lo ridícula que es a veces… cuando le diga que el padre de Yamato no estará…

–¡¡No tiene que saber!! –gritaron Matt e Izzy al unísono.

-o-

(Después de algunas semanas…)

–Mamá, ahora es el cumpleaños de Matt –anuncié.

–¿Va a haber fiesta?

–Pues… sí, algo parecido.

–¿A qué hora es? Ya sabes que no puedes llegar más tarde de las 10:00pm.

–Mh… de hecho se supone que nos vamos a quedar a dormir allá… ¿Me das permiso? –realmente me estaba esforzando por no ser grosero.

–No sé hijo; todavía estarás en exámenes finales.

–¡Claro que no! –me estaba comenzando a irritar– el viernes mismo es el último día de clases, y logré zafarme del examen extraordinario de historia haciendo una tarea extra. ¿Entonces qué, me vas a dar permiso o no?

¡Y aunque no me des permiso, ME VALE! pensé de cualquier forma voy a ir quieras o no.

–Está bien Tai –contestó mamá– nada más déjame el teléfono del muchachito.

–¿Cómo que "el muchachito"? ¡Es Matt mamá! Mi mejor amigo, el wero-ojos-azules ¿recuerdas?

–¡Ah, Yamato san…!

–Sí, Yamato…mi mejor amigo, ya te lo había dicho –de alguna manera mamá siempre encontraba la forma de sacarme de mis cabales. O fingía demencia para llamar la atención o era realmente estúpida.

–Bueno; entonces no hay problema. Conozco a su padre y ya tengo el teléfono en la libreta de direcciones. Pero tienes que prometerme que saldrás bien en los exámenes que te falta presentar.

¿Qué coños tenía ella en el cerebro? ¿Acaso no llevaba todo un mes haciendo tareas y llegando a tiempo a clases para salir bien en el último período? Detestaba que me pusieran condiciones.

– Sí, sí… –contesté, tragándome el enojo.

–¿A qué hora será bueno que te lleve?

–Puedo llegar a la hora que quiera. Y me voy a ir a pie. No queda lejos.

–No hijo. Yo te llevo… ¿Cómo vas a andar paseando con una cobija y una almohada por la calle?

–No voy a llevar cobija ni almohada; él debe tener allá.

–¿Y si no tiene?

–¡Ya mamá! Es MI problema.

–¡No me alces la voz jovencito! Y tienes que llevar tu cobija, tu almohada y ropa para dormir.

–Ush…–susurré, tratando de calmarme; mínimo y me castigaba y no me dejaba ir –sí; lo que tú digas; pero me voy a ir a pie. No necesito que me lleves.

–Bueno; ya sabes donde hay sábanas limpias; inclusive creo que caben perfectamente en la maletita que te compré para tus viajes en los torneos de fútbol.

–Ajá…

Cuando consideré que era una hora prudente para ir a casa de Yamato, me vestí apropiadamente, me peiné, y agarré la maleta que mi madre había dejado sobre mi cama. Me encontré con que las sábanas, la pijama y hasta un cepillo de dientes, ya estaban ahí adentro. ¡Por Dios! ¿Cómo se le ocurría a mamá meter mi pijama de invierno; es decir, de pantalón y manga larga? En verano de hecho no usaba pijama; dormía en ropa interior o con unos shorts, y sin camiseta. ¡Por Dios! ¡El cepillo de dientes que había puesto dentro de la bolsa era de Kari! ¿Qué tan difícil era distinguir el azul del rosa?

Para el colmo de todo, cuando traté de meter la almohada no cupo. No sé por qué me complicaba tanto la vida. Ya me había quedado a dormir antes en casa de Yamato; y sí, mi madre había insistido en que llevara todas esas cosas, pero siempre habían sido innecesarias. Yamato también se había quedado varias veces a dormir en mi casa –aunque ya hacía mucho tiempo de eso– y jamás había traído nada. Lo había decidido; me iría sin la maleta y con un poco de suerte mi madre ni siquiera se daría cuenta.

Cuando iba de salida mi mamá se acercó para despedirme y me dijo que me llamaría en la noche para ver cómo estaba, y en la mañana antes de ir por mí.

–No tienes que ir por mí –aseguré– voy a regresar para acá cuando me levante, o después de desayunar, o un poco más tarde; no sé. ¿Y para qué me vas a llamar? No seas tan paranoica, por favor, me avergüenzas enfrente de mis amigos.

–Pues lo siento hijo, no me importa; yo tengo que estar segura que estás bien…por cierto, ¿dónde están tus cosas?

¡¿Por qué, Dios mío… por qué tenía que haber notado que no las llevaba?!

–Eh… se me olvidó la maleta allá arriba –excusé.

Me dirigí corriendo a mi cuarto, vacié la maleta, metí algunas revistas, unos CD's, juegos de video, un cuaderno y otros accesorios que de momento consideré que podían ser útiles.

Esta vez sí logré engañar a mi madre quien me despidió cariñosamente en la puerta sin darse cuenta que llevaba cosas totalmente distintas a las que ella había sugerido.

Cuando salí de mi casa creí que era tempranísimo y que sería el primero en llegar, mas en el departamento de Yamato se oía un ruidazo estruendoso cuando entré. Inclusive estaban presentes los amigos que tocaban en el grupo, y justo en esos momentos interpretaban una canción de rock bastante pesado. En el calor infernal de aquél verano, un humor cargado de un innegable olor a humanidad llenaba el recinto.

Había más personas de las que esperaba. Los sillones estaban repletos, al igual que la mesa donde además había cajas de pizza a medio comer y refrescos llenos a no más de la mitad; todas las sillas estaban ocupadas, y también había muchachos que platicaban tanto en la sala, como en la cocina y en el cuarto de Matt. No tenía idea de que Yamato conociera tanta gente.

No lo podía creer; Sora, Mimí y otras chicas también estaban ahí. ¿Era posible que les hubiesen dado permiso para ir a una pijamada de tal naturaleza?

Las saludé y me acerqué a conversar con ellas.

–¡Wow! –exclamó Mimí– Osea Tai, te ves super bien nomás con peinarte y no andar desfajado; de veradad, mil diferente osea. ¿Verdad que sí Sora?

–Eh… sí –dijo la portadora del Amor quedamente mientras desviaba la mirada.

–¿Van a quedarse a dormir?–pregunté.

–¿Ah? ¿Qué dices? –indagó Sora Takenouichi.

–Se supone que en las pijamadas la gente se queda a dormir en la casa donde se organiza ¿Qué no?

–¿Osea, de qué rayos hablas Tai? Fatal, ¿de cuál fumaste? –quiso saber Tachikawa.

–¿Yo? Jeje; nada.

–Osea, es que estás diciendo incoherencias y hablando de no-sé-qué-rayos.

–Mh, olvídenlo –dije, y cambié el tema de la conversación.

Era obvio que había habido un cambio de planes. Debí verme muy ridículo llegando con una mochila; lo bueno es que nadie me preguntó por qué la llevaba y simplemente la dejé tirada por ahí.

La mayor parte del tiempo estuve platicando con Sora. En aquellos tiempos todavía se suponía que había cierta química entre nosotros; de hecho, ese era el único problema que tenía con Matt: los dos pretendíamos a la misma chica. En cuanto a mis pretensiones… no sé en realidad por qué demostraba tanto interés en ella. Simplemente me parecía bonita, bastante simpática, y no era tonta; su compañía era agradable, pero jamás la había deseado de esa manera. Quizá ahora que comenzaban a surgir mis instintos sexuales empezaría a atraerme verdaderamente.

Las horas pasaron rápidamente. Comí tanta pizza que el estómago me estuvo doliendo por un buen rato, pero ya no me sentía tan mal para cuando el grupo dejó de tocar y la gente empezó a irse. Eran casi las once de la noche y sólo quedábamos 6 personas en el departamento. Estábamos platicando, sentados en la mesa. Fue entonces cuando Yamato propuso que jugáramos un juego que era para gente mayor.

–¿Osea pero de qué se trata exactamente? –preguntó Mimí.

Es simple; los jugadores van sacando tarjetas con retos que tienen que cumplir…

–¿A qué te refieres exactamente con "retos", Yama? –preguntó Koushiro.

–Pues mh… cosas realmente simples… no sé, darle un beso a la persona de enseguida, quitarte alguna prenda, cosas así; pero puedes decidir no hacerlo y a cambio te tomas un trago grande de cerveza… también hay tarjetas especiales que no son retos y simplemente dan instrucciones como "cambia de lugar con la persona sentada a tu derecha" o "pierde turno" o "doble reto", etc.

–Pero no hay cerveza aquí, osea ¿hello? –dijo Mimí.

–Eso es lo que tu crees, jeje –la risa de Ishida era maliciosa. Caminó hasta la alacena y regresó con una botella.

–¿Qué es eso? –pregunté.

–Es tequila –respondió el anfitrión– es una bebida traída desde México...

–Bueno, yo creo que ya le voy a llamar a mi mamá para que venga por mí –interrumpió Sora– ya se está haciendo tarde, además de que no me gustan estos juegos.

–¿Por qué? –preguntó Yamato y detuvo a Sora de la mano– no te vayas, no seas simple.

No es correcto que bebamos alcohol… ya sabes que detesto estas cosas Matt –la portadora del Amor siempre había sido una santurrona. A veces pensaba que debía haber sido ella la portadora de la Pureza y no Mimí.

–Ok, de acuerdo –dijo el rubio– podemos dejar el alcohol fuera de esto y lo cambiamos por agua; pero el juego es divertido de cualquier forma, en serio…

–¿Alguna vez lo has jugado? –pregunté.

–Eh… pues, de hecho no –confesó Yama-kun.

Yo si jugar –intervino Kurisuchina– ser lots of fun, es cierto; en Estados Unidos tener yo uno juego que parecerse.

Al final todos estuvimos convencidos, y sí, a ratos el juego me pareció divertido, pero al final terminé detestándolo. Kurisuchina –una amiga americana que había venido a Japón con Mimí– terminó en prendas menores, al igual que Koushiro, y yo bebí tantos vasos de agua que más tarde estuve vomitando todas las pizzas que me había atragantado unas horas antes. Al pelirrojo, además, le había tocado llevar a cabo un reto bastante difícil; tenía que remover una uva con su boca del pecho de la portadora de la Pureza, quien a pesar de haber estado dispuesta a participar en el reto después de una larga discusión, le propinó una fuerte bofetada al pelirrojo, diciendo que éste se había aprovechado de la situación para tocarla más de lo debido. Izzumi trató de defenderse y justificarse, pero todos lo conocíamos bien y era imposible creer en su inocencia. Fue una situación realmente graciosa.

En una de esas le tocó a Matt darle un beso de 15 segundos a Sora, y mientras llevaban a cabo su reto, me sentí tan mal que me levanté de la mesa excusando que me habían dado ganas de orinar por las cantidades excesivas de agua que había bebido. Me retiré al baño con una sensación extraña en el cuerpo y una confusión inexplicable invadiéndome el cerebro… ¿Eran celos, acaso?... decidí que sí; pero lo que más me atormentaba era que no podía definir exactamente si sentía celos de Yamato por estar besando a Sora, o si me encelaba de Sora por estar disfrutando los labios rosados, delgados, divinos… de… de mi mejor amigo.

Me doy asco me dije mientras golpeaba la pared con el puño para liberar la frustración. La imagen de los labios de Yamato pegados al micrófono mientras cantaba estaba grabada como fuego en mi mente. En un flashazo involuntario imaginé que yo lo besaba y no Sora. Sacudí la cabeza. ¿Cómo puedo pensar cosas tan… tan perversas… tan… torcidas…?

Oí que tocaban la puerta del baño.

–Está ocupado –informé instintivamente.

–Sí; ya lo sé –era la voz de Izzumi– pero llevas tanto tiempo ahí… ¿qué estarás haciendo, me pregunto yo? Jeje.

–En un momento salgo –contesté, ignorando sus perversas insinuaciones.

Ya no quería jugar a ese maldito juego. Para variar, otra vez me sentía deprimido. Cuando regresé era mi turno de sacar una tarjeta con otro reto. Esta vez no podría negarme a cumplirlo, pues en mi estómago no cabía ni un mililitro más de agua. Leí la carta en voz alta.

–"El jugador deberá abrazar a la persona a su izquierda, sobando con las manos el trasero de ésta. Deberá hacerlo durante medio minuto".

Apenas podía creerlo... ¡Era Yamato quien estaba a mi lado izquierdo!. Lo miré directo a los ojos, sin parpadear. Nos habíamos sentado estratégicamente para evitar esas situaciones; es decir, alternando un hombre y una mujer, otro hombre, otra mujer… etc. de tal manera que siempre debías tener a alguien del sexo opuesto a ambos lados. ¡¿Qué diablos hacía Yamato ahí?!

–Hey, Yama, ese no es tu lugar –afirmé–; ahí estaba sentada Kurisuchina. Ya se que me deseas, pero no hagas trampa, jejeje –dije en tono de broma, pero mi risa era nerviosa.

Todos guardaban silencio, excepto Izzumi, quien no tardó en soltar una carcajada.

–¿De qué te ríes? –pregunté, pero no recibí respuesta de parte suya.

–Osea Tai, no te vas a poder zafar de este reto, a menos que tomes más vasos de agua jajaja –advirtió Tachikawa entre risas.

Lo que pasa es que a Kurisuchina le salió una tarjeta en la que decía que debía cambiar de lugar con la persona sentada a su izquierda; o sea Matt –explicó Sora sonriendo.

–Pues no pienso hacerlo –dije.

–Más te vale que no –amenazó Matt– no quiero que me pongas las manos encima; mejor toma más agua, jaja.

–Sí, por supuesto, nunca consideré la otra opción –pero era mentira. Me encantaba la idea de tocarlo.

Llenaron un gran vaso hasta el tope. Me lo llevé a la boca, pero apenas pasó hacia mi garganta el primer trago de agua, lo escupí automáticamente, de manera involuntaria. Todavía me dolía el estómago. Definitivamente no me cabía ni una gota más.

–¿Qué pasa Tai, por qué escupes el agua? –preguntó Koushiro, quien todavía no podía dejar de reírse– voy a pensar que deseas ardientemente a Yama, jajaja.

–¡Calla! –ordené, mientras me sonrojaba– no todos somos tan sucios como tú –al decir aquello me sentí tan hipócrita, pues en el fondo sinceramente no me desagradaba la idea de abrazar a Matt; lo que me incomodaba era prever el asco que él sentiría por la situación, que además serviría para que las demás personas presentes se burlaran. Traté nuevamente de beber el agua del vaso, pero casi me asfixié cuando mi organismo la escupió de manera automática. Mis amigos estallaron en carcajadas.

– No puedo –dije, después de recobrarme de mi breve ataque de asfixia.

–Entonces tu reto cumplir debes –sentenció Kurisuchina, quien no hablaba muy bien el japonés.

–Tai no te hagas pendejo –exigió Matt– ¡Estoy seguro que puedes beberte otro vaso de agua! Sólo uno más, ¡por favor! Yo sé que todavía te cabe… ¡Házlo! –rogó Ishida.

¿Acaso era tanto el asco que sentía por mí como para que suplicase de esa manera?

–Yo creo que lo mejor para tu salud sería cumplir el reto Tai –opinó Koushiro– ¡De todos modos es sólo un maldito juego, no sean tan infantiles!

Yamato y yo lanzamos miradas fulminantes al pelirrojo, quien seguía hablando.

–Kurisuchina besó a Mimí y no hicieron tanto escándalo.

–Eh sí,.. es cierto –acepté– pero yo soy decente y no soy un libertino.

–¡Osea! ¡¿Perdón?! –exclamó Mimí con un tono de indignación tal que la sala quedó completamente en silencio– ¡Fatal tu vida Tai! Osea… ¿estás insinuando que yo no soy decente, y que soy una libertina?

La chica ofendida había acercado tanto su rostro que hasta pude sentir sus exhalaciones. Me miraba amenazadoramente y sin parpadear.

Yo… no… Mimí…–traté de disculparme, pero se me fueron las palabras. Cuando menos lo pensé sentí un dolor ardoroso en mi mejilla izquierda.

¡Esa maldita zorra se atrevió a abofetearme! pensé. Tuve el natural impulso de devolverle el golpe, pero un instinto superior a mí coraje logró hacer que me contuviera. Simplemente no habría estado bien golpear a una chica.

–Mimí, no quise decir eso –aseguré, con los dientes apretados por la rabia.

Los demás aguardaban atónitos.

–¿Ah no? ¿Entonces exactamente qué se supone que quisiste decir, osea?

No tenía ánimos de discutir.

–No sé… es que… hablé sin pensar; discúlpame ¿sí? No fue intencional.

¡Zorra, asquerosa; gringa degenerada; lesbiana! No podía dejar de insultarla mentalmente; aunque era mi amiga, casi hasta sentía odio por ella a causa de la cachetada que me había propinado.

–Mh… –aunque su mirada era suspicaz yo sabía perfectamente que su cerebro estaba medio o completamente vacío– ¿Me lo prometes? –preguntó.

–Sí –contesté. Y era cierto; cuando dije que yo no era un libertino indecente no había sido con el afán de insinuar que Mimí lo era (y vaya que lo era).

Después de mi respuesta, la no muy pura ex-portadora de la Pureza parecía satisfecha y rió tontamente. Se acercó aún más a mí.

–Perdón jijijiji –dijo en el tono más infantil que puede concebirse, y me dio un besito en la frente– me dejé llevar por el impulso; osea es que me dio coraje que dijeras esas cosas pero ya, bye, osea, nada que ver.

Ajá, como si tu asqueroso "perdón" sirviera de algo; yo también estoy enojado, idiota, y no uso eso de pretexto para estrangularte. Todavía estaba muy molesto, pero lo superaría rápidamente, pues el rencor jamás fue uno de mis aliados.

–Bien, entonces, hagan su negocio chicos –dijo Mimí. En esos momentos deseaba que no hubiese ido a la fiesta de Yamato.

Suspiré resignado y volteé para toparme con la mirada de mi amigo. Nos pusimos de pie al mismo tiempo, como si hubiese habido alguna conexión telepática entre nuestras mentes por un instante. No tuvimos ni que caminar porque nuestros lugares estaban uno junto al otro.

¡Ya, hagan algo! –ordenó Koushiro en su impaciencia.

–¿Yo qué? –preguntó Yamato, haciéndose el desentendido– el reto es de Taichi; él debe abrazarme a mí y no yo a él.

Una extraña rigidez se apoderaba de mi cuerpo, pero no le hice mucho caso y simplemente estiré los brazos desde lejos, para apenas rodear a Ishida por la espalda y que hubiese el menor contacto posible.

El reto says que el trasero debe touch ¿no? –preguntó Kurisuchina con su japonés mal estructurado.

–¡Cállate Kuri-chan! –ordenó Yamato, ruborizándose.

En mis adentros, maldije a aquella gringa más de lo que jamás había maldicho a nadie, mientras deslizaba mis manos por la espalda del rubio. Empecé a temblar ligeramente y noté que me costaba trabajo respirar… ¿Qué me pasa? Dios, ¡¿qué carajos me pasa?! ¡Es un maldito juego! Estaba nervioso como pocas veces lo había estado en mi vida. Mi deseo más grande era que nadie lo notara.

–¡Si lo vas a hacer hazlo ya! –ordenó Ishida– para poder correr más pronto al baño y vomitar del asco de una vez.

Aunque me hirieron sus palabras, cerré los ojos y coloqué mis manos sudadas sobre sus glúteos, sobándolos con torpeza.

–¡Péguense más! –gritó Mimí, mientras Kurisuchina contaba los segundos a gritos, lo más lento que podía y con la pronunciación más incorrecta que había escuchado a un extranjero.

Ya déjenlos; pobrecitos; por las caras que hacen parece que no la están pasando muy bien –comentó Sora.

¿Caras? ¿Qué caras? Yo no estaba haciendo ninguna mueca; de hecho, tenía los ojos cerrados y medio fruncido el entrecejo, pero nada más. Seguramente Matt tendría la expresión de asco más intensa que jamás hubiese surcado su rostro. El sólo imaginarme su expresión me entristeció inexplicablemente.

Y de pronto alguien me empujó violentamente desde atrás. Perdí el equilibrio y, consecuentemente, escuchando estallar las risas de los presentes, Yamato y yo terminamos cuerpo a cuerpo sobre el suelo.

–¡Ouch! –se quejó Ishida. Un extraño magnetismo (el mismo que me cortaba la respiración) impidió que me separase de él.

–¿Qué chingados esperas para quitarte de encima? –preguntó.

-o-

Sonó nuevamente el timbre del departamento. No podía ser nadie más que la tía de Koushiro, era el único que faltaba de irse, y yo ya le había confirmado a mi madre que me quedaría a dormir cuando recibí su llamada impertinente unos cuantos minutos antes.

–Hola muchachos –dijo la señora cuando Izzy abrió la puerta después de haberse despedido de nosotros– ¿qué tal se la pasaron?

–Tía ya vámonos –suplicó el pelirrojo, evidentemente avergonzado de su tía.

–¡No saben lo que me pasó en el camino!; tomé la calle equivocada y no me di cuenta hasta que llegué al final; se me hacía raro no encontrar los departamentos porque…

– ¡Tía ya vámonos! Tenemos que levantarnos temprano mañana…

–Ah, sí; ¿pero no querrá que le demos raite tu amigo?

Obviamente se refería a mí.

–No, ya vienen por mí –mentí.

–Ah, porque si quieres podemos dejarte de pasada.

–Tía, dijo que no; y ya, vamos… –jalando a su tía, el pelirrojo salió del departamento y estrelló la puerta.

Izzy no se quedó a dormir porque debía ir con su tía a recoger a sus padres en el aeropuerto, quienes finalmente regresaban a Japón después de haber estado casi todo un mes visitando países lejanos.

El apartamento estaba tan silencioso que apenas se oían a la distancia los ecos de la vida nocturna de la ciudad. Las ventanas estaban abiertas, pues Matt y su padre pasaban por una época de crisis económica y no podían pagar la reparación que requería el aire acondicionado, mas el viento que entraba era sofocante. Las nubes grises en el cielo y los relámpagos amenazaban desde hacía horas con dejar caer una tormenta sobre Odaiba, pero la lluvia no llegaba.

–Ojalá llueva –dije– así quizá se refresque un poco el ambiente y compense la falta de aire acondicionado. ¡Me hubieras dicho que no servía la refrigeración!

–¿Por qué? ¿Para no quedarte? –preguntó Matt, mientras se quitaba la camiseta– Además pensé que ya lo habrías notado, pues el aparato de refrigeración ha estado apagado todo el día –se deshizo de sus pantalones. También yo me quité la camiseta, ya que estaba empapada de sudor.

Pues sí, obviamente… ¿acaso crees que alguien puede dormir con este calor?

Yo ya me acostumbré –afirmó Yamato– y te aseguro que si llueve te dará frío.

–No lo creo –dije con tono escéptico mientras me quitaba los pantalones, para quedar únicamente en bóxer, pues era mi costumbre dormir así.

–De todos modos ya te vas ¿que no? Eso dijiste, que vendrían por ti…

–Claro que no; bueno, sí, fue lo primero que se me ocurrió para que la tía de Izzy dejase de insistir en llevarme a mi casa, pero era mentira, ¿no ves acaso que me desvisto para dormir? Por cierto, ¿por qué dijiste que iba a haber pijamada y no sé qué más si ibas a organizar algo diferente?

–Ah pues… es que al final me convencieron y sólo los invité a ti y a Kou a dormir; pero pues él se tuvo que ir.

–Sí; y qué bueno. También me enojé con él.

–¿Cómo que "también" con él? –quiso saber Ishida.

–Pues Mimi realmente me molestó hoy, estuvo insoportable.

–Jajaja, sólo lo dices porque te dio una cachetada… ¿y con Koushiro por qué te enojaste?

–No sé; porque me empujó supongo... cuando… pues, mh… cuando estábamos jugando a esa estupidez. Izzy también es medio insoportable a veces –involuntariamente cargaba mis palabras con amargura al hablar. No había sido un buen día.

–No seas mamón Tai; fue una broma. Yo no me enojé y eso que salí golpeado; me caíste encima –me sonrojé recordando el momento– y lo de Mimí tampoco es para tanto… ¿Por qué te estás tomando todo tan en serio? En realidad tú eres el que está insoportable; antes no eras así.

Me quedé callado; no supe qué responder.

Matt se dio cuenta de mi expresión turbada. Agaché la cabeza para que no me viera. Las lágrimas amenazaban con brotar de mis ojos. Desde algún tiempo atrás me daban ganas de llorar por cualquier cosa.

–Oye, tengo ganas de jugar Nintendo ¿trajiste los cartuchos? –el rubio parecía extrañamente feliz.

Ante mi silencio Matt se decidió a seguir hablando y a vaciar mi mochila.

­–Wooow… –dijo impresionado, mientras levantaba un videojuego– ¡¿Dónde conseguiste este juego?!

–Mh, me lo prestó Kenji-san.

–Juguemos ¡¿sí?! ¡Por favor!, ¿sí? ¿eh? ¿Tai-chan? –parecía un niño pequeño, tan inocente. Sabía que lo hacía para tratar de reanimarme, pues se daba cuenta de mi tristeza. No pude evitar sonreír.

–Mh, no tengo ganas –dije.

–¿Por qué no? ¡Yo sé que te encanta vencerme y humillarme en estos juegos!

–Pero ahorita no quiero.

–¿Qué pasa Tai? –Yamato me puso una mano en el hombro.

–Nada.

–Bueno… ¡Entonces juguemos ya! ¿Sí? –su cara sonriente era tan amena. ¿Qué clase de persona era Ishida? Frente a los demás me insultaba frecuentemente y muchas veces me ignoraba, y se comportaba extremadamente frío y sarcástico… pero en ocasiones, cuando no había nadie, era tan… tan… tan buen amigo. Simplemente no lograba descifrar su comportamiento. Desde luego, al final cedí a sus súplicas.

Estuvimos enajenados con los videojuegos durante algunas horas, y para cuando dieron las tres de la mañana en el reloj, nos encontrábamos tirados en el suelo de la sala, bastante adormilados, pero todavía con los controles de la consola en las manos. Parecíamos autómatas sin alma, aplastando los botones por instinto, pero con desgano.

–Oyes Matt…

–¿Mh? –murmuró con pereza, tratando de significar un "¿Qué se te ofrece Tai?"

–¿Dónde voy a dormir? –hice una pausa, pero Yamato no respondía; quizá ya estaría dormido.

–¿En el sillón? –insistí.

–Mh… –musitó Matt nuevamente, aunque esta vez no supe qué quiso decir.

–Está todo lleno de mierda y qué hueva limpiar ahorita… yo…

–Duerme conmigo –dijo, interrumpiéndome– como siempre que te has quedado a dormir aquí –parecía estar un poco más despierto.

–Hace años que no venía a dormir para acá; ya no cabemos en la cama, jeje –pretexté– y con este calorón… no sería conveniente.

–Sí, claro que cabemos; no digas tonterías, y bueno ¿dónde más podrías dormir? Yo no quiero dormir en el cuarto de papá y dejarte mi cama; siempre me ha desagradado su cama; es extremadamente incómoda. Y en el piso, pues, si no te disgusta, podría considerarse como otra opción, pero te advierto que mi casa hierve de toda clase de alimañas; arañas en especial. Ah, y no está haciendo calor; la lluvia ha refrescado un poco el ambiente, verás, acércate a la ventana.

Era cierto. Aunque la caída del agua no era muy abundante, la brisa que entraba por las ventanas era bastante fresca.

Si él quiere dormir en el cuarto de s padre ¿por qué no duermo yo ahí pensé, pero me dio cierta pena exponerle mi pensamiento a mi amigo, porque se me hacía medio raro dormir yo en el cuarto de su progenitor.

Dormiría con él, como tantas veces lo había hecho en ocasiones anteriores, cuando íbamos en la escuela primaria.

–Espero que tu cuarto no esté todo sucio y lleno de porquerías como el sillón –dije.

–Ajá… –balbució Yamato en respuesta, sin abrir los ojos. Me le quedé viendo por un instante. Se veía tan bonito con el pecho desnudo y su bóxer medio pintoresco. Su peinado se había estropeado por la humedad y el calor, pero, en mi opinión, se veía mejor así.

Salí de mi ensoñadora visión y venciendo la flojera me dirigí al cuarto de Ishida. Lamentablemente los invitados tampoco habían respetado ese lugar, e inclusive la cama estaba llena de platos y vasos sucios, así como de bolsas vacías de fritangas y algunos restos de comida. No pensaba ponerme a limpiar en esos momentos. Estaba demasiado cansado, así que simplemente tiré todo al suelo y sacudí el edredón que cubría el colchón. También moví un poco la cama, hasta pegarla a la ventana para que estuviera más expuesta a la reciente frescura de afuera. Gracias a que lloviznaba muy ligeramente y no había viento, el peligro de que entrase agua al cuarto por la ventana abierta era inexistente.

Pensé en llamar a Matt, pero un repentino despliegue de egoísmo me detuvo; después de todo me convenía si se quedaba dormido en la sala, porque de esa manera tendría la cama sólo para mí y dormiría más cómodamente. Apagué la luz y me dejé caer sobre el lecho, extendiéndome sin consideración alguna.

Tenía tanto sueño que de inmediato empecé a quedarme dormido. La almohada era tan cómoda y el olor que expedía tan grato a la nariz. De pronto aparecieron en mi mente unos ojos azules y profundos. El aroma me recordaba a Yama-chan; sería, quizá, el olor del shampoo que usaba, y que se quedaba impregnado en la almohada cuando se iba a dormir con el pelo mojado después de bañarse.

Extrañamente, después de un largo rato aún no me había dormido por completo. Algo me torturaba en mi estado de adormecimiento, provocando que me moviese, inquieto, como si estuviese teniendo pesadillas. En mi ensoñación medio descifré que quizá serían remordimientos, e involuntariamente seguía viendo a Yamato en mis sueños: Lo imaginaba tirando en la sala, ahogándose entre las inmundicias derivadas de la fiesta, y suplicando ayuda.

Y luego sentí algo fuera del mundo de los sueños: el contacto suave de alguien que, con extremada sutileza, me movía para hacerse un espacio en la cama. Aquél momento pareció una eternidad, y se me figuró que más que buscarse un rincón sobre el colchón, aquellas manos me acariciaban…

Tai –oí un susurro; parecía muy lejano–…Tai… Taichi… ¿Estás despierto?

Todavía medio dormido, logré contestar con un ruido indescifrable.

No puedo dormir –ahora la voz de Yamato era tan clara, que por más que me opuse me fue imposible no salir del ensueño.

–¿Por qué no? –pregunté, después de aclararme la garganta– si no estás a gusto me puedo dormir en el suelo, en serio… al diablo las malditas arañas… tengo tanto sueño que…–bostecé largamente y me quedé mudo.

–Tai no te duermas –suplicó Matt en mi oído. Cuando hablaba tan bajo el murmullo de su voz, aunque suave y dulce, era extremadamente varonil. Su cálido aliento me acarició la mejilla, y al roce de sus labios con mi oreja me recorrió un escalofrío que, después de generarme un vértigo de emoción en el pecho, bajó hasta un lugar más sensible para transformarse en los principios de una erección. Se me voló el sueño espontáneamente.

–Estoy despierto –contesté, tratando de frenar mis emociones. Yamato estaba tan cerca que su pecho desnudo rozaba mi espalda sin ropa. Ambos estábamos de lado, volteando hacia la ventana, yo medio encogido y él medio alzado, apoyándose en uno de sus codos.

Hubo un largo silencio.

–¿Tai, sigues despierto? –preguntó Matt.

Empecé a respirar larga y tranquilamente, para fingir que estaba dormido, pero la realidad era que no podía pegar los párpados ni moverme; estaba casi como petrificado.

–¡Tai! –Yamato me sacudió ligeramente, poniendo una de sus manos sobre mi hombro. Ante mi silencio se reclinó por encima de mí para ver mi cara, y se dio cuenta de que tenía los ojos abiertos.

–Wey, ¿Por qué no contestas?

Porque es hora de dormir –pretexté.

–Pero no estás dormido.

–Porque tú no me dejas.

–¿Tienes sueño?

Hubo otra larga pausa. Suspiré para liberar la tensión.

–En realidad no –confesé. Nuestra conversación era tan estúpida, no estábamos hablando de nada, y Matt estaba tan encima de mí; era una situación sumamente extraña. No lograba entender claramente qué estaba pasando. Aunque me agradaba su contacto, quise decirle que se quitara de encima, por lo que pudiera pensar de mí, pero me detuvieron sus palabras.

–Es que no puedo dormir Tai… y es porque yo, pues… eh… este… mh… –se acercó nuevamente para murmurar en mi oído– ME DI CUENTA.

En sus palabras iba la seriedad de una sentencia. Mi respiración y mi pulso se aceleraron exponencialmente, y de pronto Yamato me rodeó totalmente con su abrazo y me apretó la parte izquierda del pecho. Mi corazón latía como si fuese a explotar.

–Sí, me di cuenta –murmuró Yamato otra vez, mientras frotaba muy ligeramente su rostro con el mío y me rodeaba también con sus muslos, al tiempo que me estrujaba el pecho con la mano, sintiendo mis latidos. Sus pantorrillas se deslizaban contra las mías, intentando enredar nuestras piernas, y su genitales se tallaban contra mi trasero al tiempo que sentía cómo se alargaba su pene bajo el bóxer.

Y no pude sostener por más tiempo aquella situación. Me zafé con un movimiento brusco y me levanté de golpe, respirando agitadamente y con una potente erección en la entrepierna, para quedar sentado sobre la cama, de espaldas a la ventana. Y él estaba frente a mí, en una pose casual que, sin intención alguna, era inconcebiblemente excitante.

–¿Q-que t-tú… qué, dices? –tartamudeé.

Su rostro, a merced de la claridad de las nubes grises, exponía un gesto de seriedad absoluta.

–¿De qué te diste cuenta? –pregunté sin más vacilaciones, tragando forzosamente la saliva que se acumulaba en mi boca, mientras sostenía su mirada azul que reflejaba la luz de la ciudad. Había un nudo asfixiante en mi garganta, y el silencio me torturaba sin piedad. Mis ojos humedecidos liberaron una primera gota cuando Yamato habló otra vez.

De que estabas nervioso cuando me abrazaste frente a los demás, siendo que era tan sólo un juego –su voz era firme y serena–, de que te quedaste sin respiración cuando me agarraste las nalgas, al igual que ahorita, que te hablaba al oído –dos hileras de lágrimas escurrían por mis mejillas, pero él seguía atormentándome con sus palabras–; me di cuenta de que temblabas, para después quedarte inmóvil sobre mí, contemplándome, cuando Koushiro nos empujó –ahora él también estaba sentado sobre la cama, y me miraba de frente; mi erección había desaparecido por completo y toda excitación se había transfigurado en tristeza– y cuando oprimí tu pecho, sentí los brincos de tu corazón, y el calor de tus piernas, el sudor de tu espalda contra mi cuerpo…

–Ya… por favor –supliqué, abandonándome al llanto–… no… Yama… –dije, con mi voz quebradiza– estás entendiendo todo mal –los sollozos me interrumpían constantemente– lo que dices es mentira…yo… … … … …… –apenas y podía escuchar mi propia voz– discúlpame –y, dándome por vencido, agaché la cabeza.

Por un momento se hizo el silencio, tan cruel, tan incierto…

–Tai... –susurró Yamato, rompiendo el mutismo. Me pareció que él también lloraba–…no quería hacerte llorar –y tomó mi cara entre sus manos, alzándola mientras tallaba delicadamente mis mejillas y ojos con sus pulgares, enjugando mis lágrimas.

Su rostro estaba tan cerca... se rozaron nuestras narices, y al suspirar se mezclaron nuestros alientos. Al instante siguiente mis labios trémulos se agitaban indecisos entre los suyos, haciendo un contacto leve e inestable, en busca de consuelo.

Con un movimiento repentino, Yamato dejó recaer su peso sobre mí mientras me abrazaba, obligándome a inclinarme hacia atrás hasta que me topé con el mosquitero de la ventana. Su boca aprisionaba completamente la mía, mientras saboreábamos mutuamente la saliva del otro. El beso, tan suave, tan delicado, parecía prolongarse eternamente. Recuperé la calma entre los brazos de Yama-chan, y mi erección recobró su vigor. Cuando separamos nuestros labios inhalamos el aire como si padeciésemos asma.

–También me di cuenta de… –el tono de Matt era ahora pícaro y burlón mientras acariciaba mi pecho con una de sus manos. En su rostro se hacía presente otra vez aquella sonrisa que tanto me fascinaba. Sus dedos recorrían lentamente mi abdomen, bajado cada vez más y más, hasta que, venciendo la barrera de mis shorts llegaron a la región púbica– me di cuenta –repitió, mientras jugueteaba con mis vellos– de que la traes parada –y con un ágil movimiento de mano asió con firmeza la fuente máxima de placeres.

De momento, contuve la respiración por la impresión que me causó la sensación de su mano en torno a mi miembro, pero liberando un jadeó le devolví una sonrisa. Por un breve instante me sentí feliz y olvidé por completo las crisis existenciales que últimamente se habían vuelto tan frecuentes.

El amanecer nos descubrió abrazados, como dos niños inocentes, como dos ángeles celestes… y en nuestro rostro, como pintada por la mano de Dios, una expresión de paz infinita.

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