capitulo 1

                                  El sabor de la sangre nueva

Entorné los ojos, encontrando suaves colores ante mí, y note una sensación de paz que me sorprendió.

Me incorporé, dejando que la sábana que me cubría resbalase suavemente, mientras observaba a mi alrededor.

Me encontraba en una cama de dosel blanco cubierta con sabanas de sedas azuladas, y yo misma llevaba un camisón palido y largo que casi cubría mis pies descalzos. Aparté timidamente el dosel de la cama, encontrándome con una habitación amplia y espaciosa, decorada con elegancia y exquisitez, con una amplia terraza por la cual entraba una suave brisa que movia lentamente las sedas y a traves de la cual se divisaban las copas de los arboles rozando las estrellas del cielo, y la luna llena reinando sobre todo el paisaje, iluminando directamente mi rostro.

-¿Ya has despertado, ma petit?-

Me giré velozmente, sorprendida al escuchar esa frase en un italiano perfecto, escondiéndome instintivamente bajo el dosel.

Escuché unas dulces risas como respuesta, y vi como una sombra se acerco a la cama, retirando las cortinas del dosel. Ante mi aparecio una atractiva y palida mujer de sensuales labios carmín adornados con un provocativo lunar; tenia el pelo corto y castaño, lo que le daba un toque de modernidad, aparte de unos ojos violáceos llenos de misterio, y a decir por su atuendo, se trataba de una dama de la corte joven y atractiva, pero desde luego, muy experimentada.

La mujer volvio a reir.

-Calmate, cherie. Se que estas confusa y tienes muchas preguntas, y Monsieur Abel me ha enviado precisamente para orientarte.

Me incorporé velozmente al escuchar el nombre que llevaba toda la noche obsesionándome.

-¿Dónde esta?

-Dedicandose a sus asuntos, como siempre. No te preocupes, mas tarde le veras- la mujer sonrio- Ahora preocupémonos por detalles mas inmediatos. Como te decia, soy Ninette D´Or, cortesana y orgullosa Toreador, clan de los artistas.- hizo una leve reverencia con la cabeza- Estoy aquí por orden del señor Abel para protegerte e instruirte en nuestra sociedad.

Negue con la cabeza, atonita.

-¿Qué ha sucedido?-

Ninette sonrio malignamente, haciendo que la ironia brillara en sus ojos violáceos.

-Te has transformado en vampira, ma cherie.

Apoyé la cabeza en el cabecero de la cama, confirmando mis peores sospechas.

-Oh, no es tan terrible, pequeña neonata. Abel Le Reveur, Duque de Orleáns y uno de los mayores impulsores de la Camarilla, te encontro moribunda, y como todo un caballero que es, te quito tu vida destruida y te entrego su vitae, transformandote en inmortal. Tienes suerte, ya que eres su primera y unica chiquilla, la elegida que ha esperado durante tanto tiempo, y aunque el trate de mostrar lo contrario, se rumorea que es un vampiro excepcionalmente poderoso... 

Parpadee al escucharla. Lo unico que recordaba sobre Abel es que era alguien de modales amables que me habia traido hasta alli, pero no que se trataba de uno de los nobles mas importantes de Francia.

-Hay mucho mas sobre el motivo de tu abrazo pero eso te lo explicara el a su debido momento... - Ninette entorno los ojos-. Ahora debes saber que tendras grandes problemas, como la necesidad de beber sangre humana, ocultarte del sol y respetar las tradiciones de la Camarilla, pero a cambio has adquirido unos poderes que te asombraran, una existencia nueva en medio del lujo, el saber y la inmortalidad, entre otras cosas que iras descubriendo poco a poco...

Observé a la Toreador y bajé la mirada, confusa. Cuando hube reunido fuerzas para asimilar la respuesta, formulé la pregunta.

-No recuerdo... nada... ¿quién soy?

Ninette lanzo una sonrisa fina y casi malvada.

-Yaira Du Reveur, del Clan Malkavian, chiquilla del Duque de Orleáns. Los fundadores de nuestros respectivos clanes eran hermanos, asi pues te considerare como tal- sonrio graciosamente.

¿Yaira? No era esa la respuesta que yo esperaba. Aquello sirvio para hacerme sentir aun mas confusa.

-Pero.. hay otro nombre que se repite incesantemente en mi cabeza...

-Ma cherie, lo primero que debes aprender- corto la Toreador- es que los Malkavian oyen continuamente cosas extrañas en su mente a las cuales no deben prestar la menor atención. Ahora olvida esas tonterías y piensa en un hermoso vestido para tu primera cena- se dirigio al armario, mostrando una veintena de vestidos de incalculable valor e indudable buen gusto- Este es el primer regalo de tu Sire y creador, muéstrale tu agradecimiento llevando el que mas encaje con tu linda cara.

Sin saber si creerla a ella o a mi misma, me puse en pie y me acerque al armario, asintiendo timidamente.

-Ya me han confirmado el abrazo de la doncella italiana.

Abel levanto la vista del libro que le ocupaba, observando al recien llegado.

William Blake, Brujah Verdadero, abandono el umbral de la sala para situarse frente a la mesa de la habitacion de su aliado y amigo.

-Entonces, la muchacha es.. ¿cómo la llamais?...

Abel dejo el libro sobre la mesa, cruzando ambas manos sobre el y mirando a su amigo con una media sonrisa.

-¿Plague Bride? – bajo la mirada- Si mis conjeturas y las de Anatole no andan equivocadas, deberia ser ella. ¿Qué ocurre? ¿Os desagrada? ¿O acaso os agrada especialmente? – sonrio picaramente.

Blake le devolvió una mirada desdeñosa al Malkavian.

-Sabeis bien deberíamos haber acabado con ella. Y mas sabiendo para que fue creada...

-Blake, Blake, viejo amigo- dijo Abel, divertido, haciendo un gesto pacificador con las manos- No os preocupeis tanto por ella, o me hareis pensar que un heroe de guerra teme a una pobre chiquilla trastornada.

El Brujah se enfurecio.

-Maldita sea Abel, siempre he creido en vos, pero tenemos demasiados problemas con la reciente creación de la Camarilla como para que empecemos todos a abrazar a muchachas pueblerinas y las hagamos creer que deben cumplir una misión elevada. Ademas, ¿cómo creeis que sentara esta violación de las tradiciones al Principe Mirage, o a la propia Camarilla?

-¿Desde cuando ha sido nuestro titere un impedimento?

-Sabeis bien a que me refiero y el peligro que entraña todo este asunto.- sentencio el Brujah.

El Malkavian cerro el libro y se reclino tranquilamente en su silla.

-Escuchad, Blake; es posible que esa muchacha nos ayude a mantener no la Camarilla, sino la sociedad cainita, si permitis que sea educada correctamente.- elevo las cejas- ¿Acaso creeis que la virtud solo crece en las ciudades? Dejadla crecer, y algun dia el brote de hierba dara lugar al mejor arbol del jardin.

-Solo espero que no brote tambien la serpiente- dijo Blake sombriamente.

Abel asintió y desvio la mirada hacia la ventana, pensativo.

-¿Ese te gusta? Buena elección, petit...- dijo Ninette.

Me dejaba arreglar por ella, mientras escuchaba entre atonita y confusa las historias sobre la reciente creación de la Camarilla, el peligro de la Inquisición, el Sabbat, los Independientes, las normas y derechos vampiricos, las actividades y deberes que deberia mantener en adelante... todo un mundo, una jerarquia y una historia que habia existido desde hacia siglos a mi alrededor y cuya existencia jamas habia sospechado...

-Ya estas.

Me observé en el espejo. La Toreador era una autentica artesana, tenia un innegable gusto artistico y habia hecho toda una obra de arte con mi desaliñado aspecto. Habia sustituido mi camisón blanco por un escotado vestido medieval de anchas mangas adornadas con dibujos plateados, habia trenzado mi largo cabello castaño aderezándolo con una cinta en la frente y me habia adornado con los collares y pendientes adecuados, para acabar maquillando suavemente mi cara, ahora palida como el marmol. En conjunto, estaba irreconocible.

-Os agradezco vuestros cuidados, Ninette- dije timidamente, aun con los sentidos confusos al ver tanta riqueza sobre mi.

La Toreador sonrio, agradeciendo el cumplido, y me guio hasta la puerta.

-Es hora de que vayas a ver a tu Sire, petit.

Trate de tomar aire para darme fuerzas pero observe sorprendida como mis pulmones ya no respondian. Pose la mano sobre mi pecho, quedándome helada al ver que mi corazon ya no latia. El ligero empujon de animo de Ninette me hizo abandonar mis agobiantes pensamientos y atravesé el umbral, sintiendo como dejaba la seguridad de la habitación y mi dama de confianza para ser escoltada por dos silenciosos guardias por todo el castillo hacia los aposentos de Abel.

El castillo era sumamente inquietante y oscuro. La paz y "luminosidad" que se respiraba en mis aposentos y la planta baja era un mundo aparte al subir a las plantas superiores en aquel palacio. Las alfombras, de colores oscuros, se extendían por todo el castillo, hecho en piedra gris, buscando el cielo con esbeltas columnas y altas bovedas de arcos apuntados. Los pasillos eran interminables y se perdían en la oscuridad, iluminados tan solo por ventanas apuntadas que dejaban percibir el sonido de la lluvia golpeandose contra las paredes del castillo y el brillo de los relámpagos, acompañados ocasionalmente por algun siniestro trueno. Aparte de aquel desolador paisaje, la discreta decoración se basaba en algunas gárgolas sin expresión, objetos antiguos y en desuso -tales como espejos partidos o jarrones con rosas negras marchitas- telas antiguas, armas, librerias, y sobre todo, cuadros. La mayoria eran antiquísimos, mostrando escenas bíblicas tales como castigos divinos o violentos sacrificios en nombre de Dios, pero en otros habia melancolicas escenas llenas de luz y serenidad, donde jóvenes poetas y doncellas de largas cabelleras doradas sonrien eternamente en los jardines primaverales, disfrutando su corta pero ardiente existencia; y si aquel permanente recuerdo de lo que no volveria a ver me hundia en la desesperacion, senti escalofrios al observar los cuadros mas llamativos. Eran grandes y ajados retratos protagonizados por hombres y mujeres de belleza intemporal, con gestos ambiguos y miradas perdidas, desprendiendo un encanto unico y magnetico cada uno de ellos, que por puro instinto me daban la certeza de que eran antiguas victimas o "elegidos descartados" de mi excéntrico y misterioso Sire.

Y tu, querido Dariel, como Degenerado amante del arte, la belleza y lo demas, seguro que te sorprenderas al saber que el mas fascinante de sus cuadros, la victima mas ambigua y misteriosa de todas, adorna hoy la pared de un museo bajo el nombre de Gioconda. Imagina el gusto exquisito y macabro de aquel angel oscuro que se hacia llamar Abel.

Asombrada y horrorizada, yo misma me pregunte que clase de abominacion podia vivir en un palacio semejante, rodeado de aquellos objetos dolientes e inhumanos, pero el sonido del puño del guardia golpeándose contra la puerta que tenia ante mi me devolvió a la realidad.

Esta se abrio sola, sin dificultad, lo que me hizo pensar que nos estaban esperando, y después los guardias se retiraron, dejándome el paso libre.

Con la puerta abierta ante mi y tras lo que habia visto durante aquella primera visita al que suponia mi nuevo hogar me quede en el umbral sin atreverme a entrar en aquella habitación. Sabia que envuelto en aquella oscuridad me esperaba el ser despiadado que me habia transformado en una monstruosidad sin tener en cuenta mis deseos, el demonio del cual algun extraño poder me impedia recordar el rostro, pero viendo el oscuro, elegante y maligno ambiente del que se rodeaba, no podia ser mas que un Condenado, sanguinario y horrible a la vista humana... olvidando que clase de ser era ahora yo misma.

-Acercaos-

Me sobresalté al escuchar aquella voz en sobremanera hermosa entonando perfectamente mi idioma dentro de mi mente. No podia olvidar mis miedos, pero yo misma me sorprendi al ver como mis pies avanzaban hacia la sala sin yo proponérmelo. Avance entre la oscuridad hasta el fondo de la habitacion, donde divisé dos velas apoyadas sobre una mesa, y acostumbrando mis ojos a la oscuridad distingui tres figuras, una sentada y otras dos de pie, a ambos lados de la central. Avancé hasta situarme delante de la mesa, donde retome mi voluntad, y asustada y vergonzosa ante aquellas tres poderosas presencias clavé una rodilla en el suelo y bajé la mirada.

-¿Tan monstruoso soy que no quieres mirarme a la cara?- dijo amablemente la voz, pero son un sarcasmo velado que note perfectamente.

-Perdonad.- dije, avergonzada, sin saber muy bien que hacer o como comportarme, pero sin abandonar la vista del suelo. No recordaba mi pasado, pero mi instinto me decia que yo no pertenecia precisamente al mundo de los nobles.

-No debeis temerme. –sonrio- Soy Abel de Orleans, primogénito del Clan Malkavian en Paris, dueño del castillo que ahora es vuestro hogar, y como sabiamente deducis, aquel que os transformo en lo que sois ahora. Lo cierto es que deberiais estar agradecida.

Elevé la mirada, tomando fuerzas, decidida a clavarla violentamente en los ojos de mi maligno y despiadado Sire, pero cuando observe su apariencia mi corazon helado se derritio por una llama imprevista y fortisima.

Velado ligeramente por las llamas cambiantes y una capucha negra, observé un rostro donde toda medida o descripción es inutil, por la incapacidad del lenguaje para reflejar tal extremada y sublime belleza. Largos y rebeldes cabellos rubios caian hasta sus hombros, enmarcando un rostro que parecia labrado en marmol por el mismo Dios, en el que destacaban una nariz fina y perfecta, unos ojos almendrados, magneticos e inteligentes y una sonrisa entre divertida y cínica, esbozada en unos labios dulces y seductores, acabando en una perilla de epoca que le daba un extraño aire de nobleza y madurez a un joven rostro de una belleza atemporal y claramente inhumana. Haciendo un extraño contraste con aquella cara inmaculada, estaba su cuerpo, de complexion fina pero con las formas masculinas perfectamente equilibradas, cubierto casi por completo por su capa y guantes negros, de entre los cuales sobresalia una espada negra que me resulto extrañamente familiar. Y quizas, lo que lo hacia mas atractivo, era el caso omiso que prestaba a su encantador fisico, cubriendolo con una capucha, y preocupandose mas por el cumplimiento de sus objetivos y las extrañas divagaciones mentales que le producia su locura. Entonces adiviné porque se llamaba Abel, era tan perfecto y de una belleza tan sublime que solo podia ser comparable al ser mas amado de Cain, el dios de los vampiros.

Una de las figuras cercanas al seductor vampiro sonrio friamente, al percibir los fuertes sentimientos que yo desprendia, mientras que el propio Abel, inmerso en sus elucubraciones como de costumbre, parecia ignorarlos.

-A mi derecha se encuentra William Blake, del clan Brujah, uno de los pilares de la recien creada Camarilla.- dijo Abel-

Aun aturdida por la extremada belleza de mi Sire – de veras, no creo que hayas visto nada igual, vivo ni no-vivo- movi lentamente los ojos hasta fijarlos en el aludido, el hombre que habia percibido mis sentimientos, un caballero alto, de constitución media y aspecto ingles. Era rubio, algo mayor que el veinteañero Abel, de cabello corto y ojos azules y gelidos; desprendia una sensación de poder y sabiduría sorprendentes, y aunque su apariencia no me resulto tan impactante como la de mi Sire, me inspiro un profundo respeto.

-Y a mi izquierda se encuentra Anatole, Profeta de la Gehena.

Movi la vista, fijándola en un monje cuya capucha marron cubria su rostro, dejando ver tan solo unos enmarañados cabellos rubios y unos ojos bastante inquietantes.

-Ambos son mis mas fieles aliados, en los que debeis confiar tanto como en mi, y de los cuales aprendereis las disciplinas y el control sobre vuestro poder. Ninette sera la encargada de enseñaros a comportaros en sociedad. Si teneis algo mas importante que decir, podreis recurrir a mi.- Abel se reclino en la silla.- Creo que eso es todo. Si no teneis nada que decir, podeis retiraros.

Me quede unos instantes de pie, sin decir nada, hasta que asumi y comprendi las palabras de Abel, como si por fin estuviera despertando del encantamiento que habia provocado en mi. Senti como los ojos se me humedecían y la rabia crecia en mi interior. Habia pasado toda la noche arreglándome para ese momento, y aparte de no hacerme ningun comentario amable, me habia humillado y ahora me despedia sin mas para centrarse en sus amigos o en sus planes. No recordaba nada a la noche anterior a aquella, pero sentia el comportamiento de mi Sire antes de aquel difuso abrazo y sabia que el no habia actuado asi. ¿Por qué me trataba de ese modo? ¿Cómo podia ser tan cruel? Era mi primera noche como vampira, habia perdido mi pasado, mi vida y mi identidad, y mi unica tabla de salvación, mi unica llave para encontrar algun sentido a mi confusa situación, me empujaba al vacio sin mas explicaciones. Bajé la mirada, mordiéndome los labios hasta hacerlos sangrar para evitar el llanto, y me dirigi hacia la salida.

-Yaira- dijo una voz a mis espaldas.

Me giré para encontrarme con la mirada de Abel, que me observaba mientras mordia una pluma desde su asiento.

-Teneis un humano esperando en la habitación. Alimentaos si no quereis entrar en frenesi.- murmuro, mojando la pluma en tinta y poniéndose a escribir.

Cerré la puerta y lloré silenciosamente lagrimas de sangre durante el camino de vuelta a mi habitación.

Estaba sumamente confusa y desorientada. No recordaba nada de  mi pasado y lo unico que sabia sobre si misma es que pertenecia al clan Malkavian y debia obediencia a mi Sire. Pensé en las palabras de Abel, y mi fascinación inicial se transformo en odio absoluto. No recordaba quien era antes del abrazo, pero estaba segura de que por propia voluntad nunca hubiera querido ser el monstruo en el que el me habia transformado. No podia resignarme a servirle toda la eternidad; jamas me dejaria reducir a ser la esclava de nadie, y menos de un hombre que guardaba retratos de sus victimas y escondia bajo una capucha negra su inhumana hermosura, y bajo una helada cortesía su corazon oscuro, un tentador ángel de las tinieblas que solo merecia mi odio en nombre del Dios al que yo siempre habia respetado. Me sorprendi al sentirme tan furiosa de un modo tan subito e instintivamente recordé que habia un hombre esperándome en la habitación, esperando a que yo le matara. Pero me repugnaba aquella situación, y me repugnaba reconocer lo que yo misma era. Pensé que seria mejor entrar en frenesi y morir antes que ser un vampiro toda la eternidad.

Me dirigi hacia la biblioteca para averiguar algo sobre mi clan y el modo en que podia destruir a mi terrible Sire y abandonar aquel lugar para encontrar a mi familia. Estaba segura de que aun siendo un vampiro, aun tenia que quedar alguien que me apreciara fuera lo que fuese, hasta que encontrara el remedio a aquella monstruosa enfermedad.

No recordaba nada sobre mi misma pero me sorprendi al darme cuenta de que no entendia ningun libro en frances, aunque dominaba perfectamente el italiano, sobre todo los textos religiosos. Sin demorarme más, comence a leer uno tras otro.

Según la sabiduría vampirica, Cain fue maldito por Dios cuando sacrifico a su puro hermano Abel, convirtiéndose en el primer vampiro, aquel que vagaria toda la eternidad sumido en las tinieblas y se alimentaria de la sangre que habia teñido sus manos tras su terrible crimen. Cain encontro a Lilith, la primera mujer, abandonada por Dios ya que desprecio a Adan al no someterse a el, y ella le mostro toda su sabiduría y su poder, acumulados durante siglos, lo que Cain denominaria disciplinas. Mas tarde la abandono y fundo una ciudad, donde creo a tres descendientes para no sentirse solo: Zillah la Bella, Enoch el Sabio e Irad el Fuerte, los cuales tuvieron mas descendientes, que fundarian los trece clanes mas importantes de la sociedad vampirica. De entre ellos, Enoch eligio a dos jóvenes brillantes para que le acompañaran en la inmortalidad. Estos eran la hermosa Arikel, la cual poseia talento para las artes y fundaria vuestro clan Toreador, y su hermano gemelo, el joven Malkav, sobresaliente por su extrema sabiduría, que fundaria el clan Malkavian. Un dia, Malkav se atrevio a preguntar a Cain como en su suprema presunción no habia aceptado el perdon de Dios por el pecado que cometio hacia Abel, condenando a toda su estirpe con el vampirisimo, y Cain, furioso por el hecho de que su descendiente fuera mas sabio que el, sin poder darle y darse una razon que no hiriera su orgullo, le maldijo con la locura, el resultado de la angustia causada por las preguntas sin respuesta, que le daba una vision superior guiándole hacia el conocimiento sin que este pudiera ser comprendido por el resto de los humanos o cainitas.

Leí entonces la leyenda de Nissiku, el primer chiquillo de Malkav, el cual le abrazo por su sabiduría y su belleza, pero tuvo que abandonarle porque era demasiado parecido a el.

Entonces encontré la leyenda de Plague Bride...

Escuche el sonido de unos pasos y pense que podrían molestarse conmigo al encontrarme alli. Me escondi rapidamente en las sombras y me mantuve quieta.

Un individuo de aspecto inquietante, de larga barba blanca, tunica negra y quijadas hundidas escudriño a su alrededor con sus pequeños ojos negros, como la araña que busca a la presa en su red. Pero parecio fracasar en su búsqueda y cerro la puerta.

Asustada, sali corriendo de alli sin dirección, huyendo como un animal asustado por los laberinticos pasillos del castillo, con tal mala suerte que me encontre cara a cara con el al girar en uno de ellos. Pense que habia sido descubierta y seria castigada con dureza, pero sorprendentemente el anciano parecio no verme y siguió andando. Me di cuenta de que era invisible y que eso tenia que deberse a alguno de mis recien adquiridos poderes vampiricos que habia activado sin saberlo. Respirando agitadamente reanude mi alocada carrera por los lugubres pasillos llenos de caras melancolicas y objetos rotos hasta encontrar la puerta del palacio, custodiada por dos guardias en los que en mi terror no repare y los cuales no parecieron reparar tampoco en mi invisible presencia. Pisando las telas de mi rasgado vestido atravese a tropezones la puerta de entrada y por fin me encontre fuera de las almenas del castillo, corriendo en dirección al bosque y la libertad, lejos de Abel y aquella corte de monstruos sanguinarios.

Mientras corria por el bosque y trataba de acabar de romper las telas de mi largo y molesto vestido comenzaron a aparecer imágenes confusas en mi aturdida mente. Veia espadas negras empapadas en sangre, aldeanos armados gritando terriblemente, fuego asfixiando mis pulmones, lamentos ahogados que no salian de mi cuello... negue con la cabeza, tratando de hacerlos desaparecer, pero entonces aquellas imágenes confusas dieron paso a unos extraños sonidos. Me pare en seco, dándome cuenta de que aquellos sonidos si eran reales. Eran una especie de gruñidos terribles que sentia cerca de mi, sonando en todos los rincones del bosque, hasta hacerme senir sus alientos sobre mi nuca...

Senti un repentino escalofrio y vi como mi vista se nublaba y mi respiración se volvia espasmódica. Todo lo que habia a mi alrededor comenzo a dar vueltas, y ya no percibi nada, mas que hojas golpeándome sumidas en un torbellino de viento, arboles cayendose a mi paso y una obsesion asfixiante por alcanzar una salida entre las hojas, arboles, piedras, sombras y matorrales, mientras escuchaba gritos confusos a mi paso...

Desperté al anochecer en la habitacion y vi que mi ropa estaba manchada de sangre. Ninette dormitaba en una silla junto a mi cama y por un momento temi que hubiera sido victima de mi locura, pero me saco de dudas abriendo repentinamente los ojos.

-Ya era hora de que despertaras, cherie- dijo.- Crei que habias entrado en letargo.

-Dios mio... ¿Qué ha pasado?- dije, tocándome la cabeza para evitar el dolor mental.

-Escapaste del palacio, fuiste atacada por un par de Lupinos y entraste en frenesi. No esta mal para ser tu primer dia como vampira.- dijo, reprendiendome- ¿Cuánto tiempo creias poder resistir sin nada de sangre en las venas?

Hundi la cabeza en la almohada, recordando fragmentos dispersos de la bibloteca, el bosque y mi furia repentina.

-Tuviste suerte de que Abel te conociera bien y te siguiera- dijo ella-

Gire un ojo, viéndola con dificultad entre los bultos de la almohada.

-¿Abel?

-Destruyo a los Lupinos sin ayuda, te saco de alli y te tranquilizo, dandote de beber de su propia sangre.

Levante la cabeza y me apoye sobre un codo, sin poder ocultar mi interes.

-Pero... creia que me odiaba... que me dejaria morir- estaba atonita- No entiendo porque lo hizo.

Ninette rio, echando la cabeza para atrás en su entusiasmo.

-Ah, ma cherie, ¿cómo iba a hacer eso? Eres su elegida.- me observo con sus inquietantes ojos violeta- Al margen de lo que sienta hacia ti sabe que tienes una misión muy importante que cumplir, y no va a dejarte abandonada sabiendo todo el potencial que ocultas.

-¿Que?...

Baje la mirada, tratando de encontrar alguna logica en su comportamiento.

-Petit, es un Malkavian- Ninette sonrio, dandome a entender que podia leer mi mente- Nada de lo que hace o dice parece tener sentido en un principio, hasta que por los trazos desdibujados crean una obra de arte, fruto de la sabiduría que oculta su comportamiento. Y he de decirte algo- dijo, levantando un dedo- Ya te dio de beber una vez de su sangre, cuando te creo, y ayer te dio su vitae por segunda vez, cuando la Bestia se apodero de ti. Cuantas mas veces lo hace, mas unida quedas a el. Petit, cuidate del tercer vinculo de sangre, porque si lo realiza... jamas podras separarte de el, ni en cuerpo, ni en alma... No le des razones para que lo haga.

Asenti, escuchando las sabias palabras de Ninette. Entonces le sonrei levemente, y yo misma me sorprendi al ver que la estaba tomando cariño. Después de mi huida y mi frenesi habia entendido quien era y cual era mi lugar. Era Malkavian, era la chiquilla de Abel y tenia que permanecer entre la sociedad vampirica. Tenia que comprender como actuaba el enemigo para vencerlo. Si aprendia a manejar mis disciplinas y descubria que se esperaba de mi, seria lo bastante fuerte como para abandonar aquellos monstruos y buscar a mi familia. Pero mientras tanto podria permitirme confiar en Ninette, sobre todo, porque no tenia nada mas en la vida. Aunque fuera uno de ellos.