Capitulo 2

                        Renunciando al pasado desconocido

Los dias siguientes a aquel fueron bastante duros. Tuve que aprender a tomar la vitae de los humanos, pero sin desangrarles ni herirles, y procurando mantener la Mascarada en todo momento, tratando de asimilar la terrible y basica condicion de supervivencia, la caza de lo que yo misma habia sido hasta entonces.

Recuerdo que Ninette eligio un Eliseo para enseñarme a alimentarme por primera vez. Aquella noche se celebraba dentro del castillo una fiesta que congregaba a todos los aldeanos que trabajaban las tierras que pertenecían a Abel. La planta baja, a diferencia de las superiores, era bastante colorida y acogedora, con una gran sala de baile –decorada según las indicaciones de Ninette- y aquel dia, repleta de mortales, brillaba como si la alegria que se respiraba fuera la vitae del gótico castillo.

Me sorprendio ver a Abel presidiendo la mesa central con su habitual atuendo de caballero oscuro, brindando con vino y tomando comida como cualquiera de sus subditos. A veces me preguntaba porque le gustaba tanto aislarse y a la vez, rodearse tan a menudo de humanos. Verle bromear y charlar entre los vivos era una vision extraña, como la de sus cuadros con escenas de doncellas de largas cabelleras rubias cogiendo flores en el bosque, iluminando con un leve rayo de luz de vida en aquellos corredores infinitos y brumosos. Jamas pude llegar a leer la respuesta en aquellos ojos almendrados y oscuros, pero a veces llegue a pensar que a pesar de la larga existencia de aquel inmortal tan cinico y distante para mi, aun permanecia en el un lejano recuerdo de su humanidad perdida, y aun crei ver como en el fondo de su alma fracturada una parte de el lamentaba en silencio la eterna muerte de aquella sensación de vida que jamas volveria a later por sus frias venas.

En comparación a aquella ansia perdida de la que solo quedaba tristeza bajo su sonrisa, la vida si latia con fuerza en los corazones de las sencillas muchachas que habian acudido a la fiesta. Tal y como esperaba todas las jovencitas casaderas de la comarca estaban locas por el y le dedicaban tanto miradas huidizas como susurros apasionados tras sus abanicos, pero tambien hombres y mujeres de todas las edades y personalidades -desde los campesinos mas humildes a los mas altos cargos clericales de la zona- parecian tenerle en gran estima, y el mismo era realmente condescendiente con ellos, amenizando las charlas con bromas y comentarios ingeniosos que le hacian parecer mucho menos distante de lo que a mi me resultaba. Eso no hizo que mi actitud hacia el se suavizara. Sabia de sobra que los subditos -la mayoria por desgracia incultos y acostumbrados a una vida dura- obedecen mejor a una cara hermosa y familiar, y mas si va acompañada de un caracter vivaz y noble. No era difícil asociar que cuanto mas contentos estuvieran sus vasallos, menos revueltas habria, mas aumentarian las filas entre su rebaño, y, en definitiva, mejor oculta quedaria la Mascarada y los intereses de la Camarilla. Tan solo me pregunte cuantos años mas podia seguir con aquella farsa sin que la intemporalidad de su belleza eterna comenzara a levantar sospechas entre los que envejecían y morian a su alrededor. Pero apostaba a que el ya tenia respuesta a esa pregunta, y preferia no conocerla.

Adormecida por el murmullo de la musica, las danzas medievales y las risas que trae el vino, mire sin ver el desarrollo de la fiesta desde las sombras, hasta que senti la mano de Ninette posándose sobre mi hombro.

-Observa, cherie- sus ojos violeta brillaron en la oscuridad como los de un acechante leopardo- Clase de caza..

Llena de curiosidad, la segui hasta una columna de la sala mientras observaba como ella se adentraba en la pista de baile entre las risas y alegres sonidos que la inundaban. No tarde mucho en distinguirla entre los mortales, extrañamente palida y malignamente hermosa, danzando con un muchacho alto y fuerte. Tras algunos pasos ella se acerco y le susurro algo al oido, mientras el joven le sonreia y la tomaba de la mano, en dirección a los jardines del gran castillo.

Les segui ocultándome en las sombras, y asomándome tras una columna observe como ella le habia llevado tras unos matorrales, y desde mi posición podia divisar perfectamente como el la tiraba suavemente sobre la hierba y como ella comenzaba a desabrocharle los pantalones mientras no cesaban de besarse. Aunque nunca hasta ahora habia visto un acto como aquel, me di cuenta de que Ninette tenia una sorprendente habilidad en ese tipo de situaciones y observe con curiosidad la sensualidad y suavidad que tenian las yemas de sus dedos, resbalando sobre el torso desnudo del hombre que parecia haber comenzado a gemir, y que por su cara parecia estar disfrutando bastante con las gracias de la cortesana. Pero, aunque el cuerpo de ella respondia con tanta sensualidad y excitación como si estuviera aun vivo, al mirarla a la cara me di cuenta de que a pesar de los besos de sus labios, sus ojos estaban abiertos y brillaban gelidos en medio de la noche, frios e insensibles como dos amatistas malignas. Entonces el muchacho gimio y se arqueo, y me di cuenta de que comenzaba a resbalar una gota de sangre por el filo de la boca de Ninette. El dejo de moverse y parecio entrar en el extasis mas absoluto, esta vez acompañado en el sentimiento por una desenfrenada Ninette, que le clavo las uñas en la espalda mientras sorbia suavemente la sangre de su moreno cuello. Instantes después le solto, y le paso la lengua por las heridas que habian creado sus colmillos, haciendo que se borraran como si jamas hubieran existido. Le dejo caer hacia atrás mientras el quedaba jadeante y extasiado en la hierba. Le subio los pantalones, se arreglo la ropa y me dirigio una de sus miradas felinas.

-Ven, cherie- oi su voz dentro de mi cabeza, tal y como habia hecho Abel- Muestrame lo que has aprendido.

Me aparte de la columna timidamente, y me dirigi hacia alli, parándome frente al joven, que parecia no reparar en ninguna otra cosa que no fuera su placer.

-¿Qué le ocurre?- le pregunte a la Toreador.

-Aunque como tu misma has supuesto el sexo apenas nos trae el placer que obteniamos en vida, el Beso, tomar sangre contenidamente de un mortal, trae el mismo extasis a humanos y a cainitas.

Observe su cuello, y comprobé de nuevo que ya señal habia desaparecido.

-Siempre que quieras beber de un recipiente y no desees destruirlo, deberas lamer la herida para borrar cualquier huella, ya que si la Camarilla descubre algun error que pudiera poner en peligro los secretos de los vampiros, matarian tu victima, y te matarian a ti.   

Asenti, y volvi a mirarle, algo confusa. Al ver que no me decidia, Ninette me hizo sentarme en la hierba, se arrodillo junto a mi y mordio el cuello del chico, que volvio a estremecerse de placer. Inmediatamente después separo los colmillos y con la boca aun empapada de sangre, me ofrecio el cuello herido.

-Pruebalo, ma cherie. Después de todo, no puedes estar huyendo de lo que eres toda la eternidad.

Mire el cuello herido y note una extraña atracción, una sed irresistible que me impulsaba a probar por primera vez sangre humana, nublando mis sentidos y cegando mi conciencia. Sin poder resistirme, tome delicadamente el cuello que se me ofrecia y hundi por primera vez mis nuevos colmillos en la caliente y palpitante carne humana, sintiendo como mi boca se inundaba al momento de sangre, haciendome sentir un ligero mareo al tragarla con ansia y notar como inundaba cada uno de mis miembros, dándoles la vida que ya no tenian. Sumida en mi extasis no note como la respiración del chico iba disminuyendo, como su resistencia se iba apagando, como su vida comenzaba a escaparse por su sangre para insuflarla en mi interior. Entonces Ninette me aparto suave pero firmemente, lamio la herida del chico y lo dejo inconsciente en el suelo.

-No te excedas, cherie. Recuerda que no es un manantial eterno, y si quieres conservarle con vida tendras que desarrollar tu autocontrol.

Pronto pude enseñarme a mi misma aquel control del que me hablaba mi maestra. La noche siguiente encontre a un invitado viejo y borracho por el pasillo, y volvi a sentir esa sed de sangre. Por mas que lo negara, sabia que ya era uno de ellos, y a pesar del remordimiento inicial que senti al golpearle para dejarle inconsciente y tomar su sangre en el vacio pasillo, cuando le solte medio desangrado y borre mi rastro sobre su cuello y su mente, supe que cada vez seria mas facil y sentiria un placer mas inhumano al llevarlo a cabo. Y asi fue, ya que con el tiempo me converti en una autentica maestra de las sombras, que sin llevar a cabo la degeneración que practicaba Ninette en sus Besos, era toda una oportunista al alimentarme de ladrones, traidores y asesinos en el castillo, y toda una artista a la hora de tomar la vitae justa para no matar a ningun humano y lograr que los guardias que les vigilaban en las carceles del palacio no notaran mi accion ni mi presencia. 

Cuando hube superado mi repulsión inicial y el impacto psicológico que aquellos actos significaban para mi, Ninette me sugirio que fuera a ver a Abel y le agradeciera el hecho de que me salvara la vida aquel primer dia en mi hogar y prision, pero en mi interior seguia sin apreciar aquella accion, porque sabia que actuaba en propio interes, porque yo le era necesaria para algo que nadie queria descubrirme.

Trate de evitarle en lo posible, lo cual no fue difícil ya que el pasaba el dia fuera del castillo, en compañía del rey o encerrado en sus aposentos, sumido en sus estudios, pero pocos dias después de aquella noche lo encontre paseando por el jardín del castillo. Al darme cuenta de que esta vez el encuentro seria inevitable, le mire a los ojos, desafiante, y el levanto la mirada, observandome oculto bajo su capucha negra, clavándome sus ojos oscuros con simple curiosidad. Entonces yo senti un escalofrio, una sensación extraña e inquietante recorriendo mi cuerpo muerto. Me di cuenta de que la primera vez que le vi me habia fascinado, pero ahora, que era la segunda vez que le observaba, me hacia sentir ganas de caer arrodillada ante el para beatificar su majestad. Negue con la cabeza instintivamente, y trate de justificar aquella sensación recordando las palabras de Ninette, asumiendo que ya me habia vinculado dos veces para salvarme la vida, no, para asegurar mi permanencia en el castillo y mi fidelidad hacia el. Le mire con odio, tratando de reunir todo el desprecio que no lograba encontrar, e incapaz de sostener aquella mirada oscura aparte mis ojos y mire hacia la fuente, viéndole reflejado en el agua. Me llamo la atención al ver que llevaba libros bajo un brazo, y en el hueco que la capa dejaba al descubierto, distingui una venda blanca, rodeando al otro brazo.

Instintivamente, Abel se cubrio con un gracil gesto y se marcho de mi lado, mientras yo le observaba dirigirse en dirección a su torre.

No sabia porque, pero sentia una extraña culpabilidad al darme cuenta de que aun estaba herido tras su pelea con los Lupinos por mi culpa. Pero aquella sensación pronto dio paso a una esperanza; sus heridas se curaban lentamente, un descubrimiento que ponia muchas cosas en mi favor.

Aquella noche, la tranquilidad de los pasillos del castillo fue quebrantada por primera vez. Una sombra grande y temible como las gárgolas que lo custodiaban fue haciendose mas pequeña hasta que perfilo la forma de un camisón azul moviéndose al compas de unos temerosos pies descalzos.

No esperaba encontrar custodia, pero me sorprendio el hecho de que la puerta estuviera entreabierta, como si me incitara a atravesarla. La empuje suavemente, lanzando un pequeño chirrido que hizo que un escalofrio me recorriera la medula. Por suerte, todo estaba en calma. Me deslice por la rendija que habia creado y contemple la habitación.

Aun era de noche, pero los vampiros sentiamos el cansancio que presagiaba el amanecer. Sabia que se retiraba pronto a descansar, ya que le esperaba otro mundo en sus sueños. A eso se debia el sobrenombre Reveur que le habian asignado los cainitas; según decian, era un ser de mente tan poderosa que podia alterar hasta las realidades paralelas de los sueños...

El silencio del descanso apenas era perturbado por el sonido de las hojas de los arboles, y la brisa veraniega movia suavemente las vaporosas telas que anticipaban la terraza semicircular que servia de balcon. La brisa entrante acaricio mi cara, trayendo los fresos aromas del cercano bosque, y casi crei sentir la olvidada caricia de la hierba en mis mejillas, respirando la irrealidad y la magia que perfumaba suavemente aquel lugar. La luminosidad de los rayos de luna recorrieron la habitación, mostrándola a mis fascinados y temerosos ojos.

Divise una chimenea sin restos de leña, un amplio armario, una alfombra central, varias estanterías repletas de libros y una mesa de trabajo con la pluma aun mojada en el tintero. En la mesa estaba sellada una carta para el Principe de Marsella pero seria imposible abrirla sin dejar rastros. Supuse que no seria algo demasiado importante para estar tan visible y la ignore. Me acerque, ojeando las tapas de los libros, y pronto perdi el interes en ellos, en parte porque se referian a las profecias del intrincado Anatole, en parte porque sabia que no guardaria documentos importantes en un lugar tan evidente.

Me fije en algunas de las armaduras que guardaba en la habitación, quedando fascinada ante ellas. Habia una dorada con una cruz sobre el pecho, y otra impresionante de color negro, creada especialmente para la batalla; pero hubo una que me llamo la atención, aquella que estaba depositada sobre su habitual traje negro. Pase los dedos por la cota de malla azabache, por el suave tejido de la camisa interior, por la regia capa negra, buscando sensaciones, esencias, sentimientos, en las pertenencias tan intimas y cercanas del ser que mas distante se me mostraba. Entonces me di cuenta de que en la silla del escritorio estaba aquella extraña espada negra que siempre llevaba. La observe con cierta fascinación al saber que era algo suyo, casi parte de el mismo, y acaricie su empuñadura, sintiendo como me invitaba a tomarla. Sin pensarlo, la desenvaine y yo misma me sorprendi al ver con que facilidad podia blandirla. En parte se debia al extraño material del que estaba compuesta, que apenas pesaba y era duro como el diamante, pero una especie de deja vu me dijo que ya la habia tenido entre mis manos alguna vez, mucho tiempo atrás. Parpadee con desagrado ante el dolor mental que sentia al intentar recordar y me colgue la espada en la cintura, sobre el largo camisón, por si me era necesaria. 

Segui caminando por la habitación y me fije en los cuadros que la adornaban. Eran bastante parecidos a los que habia visto el primer dia en los pasillos, hombres y mujeres magneticos, de gestos ambiguos e inexcrutables, ocultando secretos y sentimientos contenidos en la mirada.

Pero no pude evitar dejar que mi mirada quedara fija y encantada cuando la vi a ella.

Aun no habia sido coloreada y permanecia en el suelo apoyada contra la pared, pero el boceto ya dejaba perfilar sus rasgos. Era un retrato de medio cuerpo de una muchacha de apenas dieciseis años, con traje de campesina, el cabello suelto cayendole en bucles hasta la cintura, los ojos grandes, alegres y picaros, y, por primera vez en toda la coleccion, sonriendo ampliamente, con los labios, con los ojos, con todo su ser, como la misma encarnación de la juventud. El propio boceto sin color tenia toda la vitalidad y sinceridad de las que todos los cuadros del castillo carecian.

Pero la fascinación inicial desaparecio para dar paso al horror.

La modelo del cuadro era yo.

Retrocedi asustada, chocando con una silla, y el panico se acrecento al escuchar el fuerte ruido que habia provocado mi gesto. Llena de ansiedad recorde para que habia venido y me dirigi directamente a la cama donde descansaba Abel.

No oi ruido alguno, aunque presenti que el estaba alli. Era mi momento para acabar de una vez con aquel monstruo que me habia hecho lo que yo hubiera temido en las peores pesadillas, se habia burlado de mi y ahora planeaba matarme como al resto de las victimas pintadas en los cuadros del pasillo. Mi Sire me destruiria si yo no lo hacia antes, y ahora que estaba herido, era mi unica oportunidad de tratar de hacerle frente, tanto física como psicológicamente. Olvidando cuales fueron las causas por las que resulto herido y quien me habia cuidado y alojado en su castillo, apoye la mano en la empuñadura de la espada y me di suficiente valor como para apartar la sabana que le cubria.

La tela se me cayo de las manos, y se deslizo suavemente por la cama hasta parar en el suelo. La brisa me trajo el perfume que desprendia su cuerpo, mientras permanecia absorta ante aquella imagen divina.

Tu, siendo Toreador, sabras la leyenda de aquel de tu clan que al vislumbrar un changeling se arranco los ojos sabiendo que nunca mas veria algo tan hermoso; ahora se que se hubiera dado la Muerte Definitiva de haber podido contemplar a aquel Malkavian onírico, como su propio sobrenombre Reveur indica.

Su brazo desnudo, fuerte pero equilibrado, abrazaba la almohada por detrás, mientras el otro, aun cubierto por la venda de la herida, descansaba encima de ella. El cabello dorado se esparcia naturalmente sobre la almohada y su torso desnudo se mostraba suave, delgado, masculino. La cintura estaba cubierta por la segunda de las sabanas, y apenas mostraba el comienzo de unos anchos pantalones de lino negro. Me atrevi a mirarle al rostro y yo, habitualmente insensible ante esas cosas, senti la fascinación, el hechizo mortal que sentis los Degenerados ante las mas hermosas obras del universo. Vestido de Duque, con la armadura y la capucha que ocultaba su perfeccion, era inhumanamente atractivo, pero ahora que su rostro se mostraba cercano, vulnerable, casi humano... no, dios santo, no podia matarle. No, aquel ser etereo no podia ser el asesino que inmortalizaba a sus victimas en aquellos cuadros ambiguos. No podia matar a alguien asi... después de todo era mi Sire, maldita sea. Mi sangre vinculada a la suya era como un cristal que percibia su belleza cainita aumentada como una gracia poderosamente irresistible, que sus amargas ironias fueran comentarios sumamente ingeniosos, que su singular maldad fuera la mas oscura y sutil elegancia, que mi esclavitud mental fuera amargamente agradable, como el amor mas odioso y apasionado a un tiempo. Antes moriria que hacerle el menor daño a el, dueño y señor de mi alma condenada.

Deje la espada en el suelo y me arrodille junto a la cama, apartando el cabello de sus frias mejillas, sin atreverme a tocar su piel por miedo irracional a deshacer aquella perfeccion. Pero por mucho que me pesaran los dos vinculos de sangre y el carisma de aquel vampiro, y aunque decidiera perdonarle la vida y evitar el enfrentamiento, no era tan ciega como para desperdiciar la ocasión y asegurarme de que aquel cuadro inacabado nunca pendiera de sus paredes. Mordi mi muñeca, tal y como habia visto hacer a Ninette con sus ghouls, y cuando note que la sangre corria por ella, me acerque al durmiente y acerque mis labios a los suyos, hasta rozarlos con el aliento humano que aun guardaba en la memoria.

-¿Es el fuego de la vida lo que ansiais, Abel?- susurre a sus labios, sin atreverme a ultrajarlos con un acto que significaria su completa victoria sobre mi corazon. – Tomadlo entonces- dije, casi para mi misma, mientras acercaba mi muñeca sangrante a sus labios.

El comenzo a tragar aquella sangre involuntaria mientras yo comenzaba a sentirme algo debil. Entonces aparte la muñeca y me retire levemente, lanzandole una ultima mirada al durmiente antes de irme.

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Entorne los ojos y me di cuenta de que estaba en la cama de mi habitacion. Mire a mi alrededor. Las estrellas aun brillaban serenamente, y la posición de la luna no habia variado. Debia llevar un cuarto de hora durmiendo. Lance un leve suspiro de contrariedad y me gire en la cama, arropándome aun mas con las sabanas. Malditos efectos del vinculo de sangre, y malditas mil veces las obsesiones Malkavian, pense, entornando los ojos para dormir de nuevo. Todo habia sido un sueño. Y de veras que lo lamentaba. 

Dias mas tarde, segura de que yo me encontraba bien física y psicológicamente, Ninette me presento a mi preceptor, el que habria de enseñarme todo lo referente al mundo vampirico y a los saberes humanos.

-Ma petit, es un honor presentarte a Sir Robert Bahaus, el mas sabio maestro Tremere de Londres, y honorífico invitado de Orleáns.- dijo ella, formalmente.

Hice una pequeña reverencia con mi vestido, correspondida por el con la cabeza, tras lo cual nos miramos fijamente.

Resulto ser aquel hombre extraño de tunica negra y barba blanca que habia encontrado el primer dia en la biblioteca, lo cual me hizo sentir una ligera angustia. Por su parte, el no parecia excesivamente complacido por tener que ocuparse de una neonata extranjera. No sabria explicar porque, pero algo me hacia sentir que ni siquiera estaba demasiado contento por el hecho de que yo existiera.

-Aprende todo lo que puedas, cherie- dijo Ninette- Monsieur Abel tiene previsto presentarte en sociedad en unos diez meses.

Desde luego que aprenderia, si yo queria estar fuera en ese mismo tiempo. Y lo hice.

Me convencia a mi misma pensando que cuanto mas supiera sobre el enemigo mas facil seria destruirlo, pero yo misma sabia que en el fondo necesitaba saber, y me encantaba saber. La Edad Oscura no era una epoca brillante en cuanto al desarrollo de la cultura, asi que sabia que debia sentirme afortunada por tener estudios serios, mas alla de la lectura y escritura, y mas teniendo en cuenta el machismo y clasismo imperantes. Pero mas alla de mi sensación de ser privilegiada por tener acceso a la educación, con el tiempo, y sin un pasado humano con el que identificarme, comenzaba a gustarme ser vampiro, de hecho, a sentirme vampiro. Aun estaba aprendiendo idiomas, literatura, latin y otros saberes de la epoca, en los que siempre destacaba –admitiendo que realmente no tenia otra cosa que hacer alli- pero ansiaba saberlo todo sobre las disciplinas, mis poderes vampiricos.  

La vida en palacio tambien transcurría, creando relaciones y odios a mi alrededor. Me di cuenta de que el castillo estaba compuesto casi en su totalidad por criados que nos servian como rebaño, y apenas eramos seis vampiros en total, teniendo en cuenta la abundancia de cainitas en la Edad Oscura. Ninette muchas veces me suplicaba que fuera a las fiestas que de vez en cuando organizaba Abel, pero siempre me negaba, y paseaba por el castillo hasta que finalizaban. Me di cuenta de que me volvia cada vez mas timida, hasta limites patológicos, pero lo acepte, pensando que después de todo no era el trastorno mas intolerable.

Una de esas noches de fiesta, en uno de mis largos paseos por los jardines de palacio, escuche un ruido extraño, y vi como un pequeño bulto se ocultaba tras una de las columnas de la pequeña capilla. 

Me acerque lentamente para ver que era, y cuando me agache retrocedi, asqueada, viendo que se trataba de una rata.

-Pasais demasiado tiempo con la Toreador, ma cherie- dijo una voz burlona, a mis espaldas.

Me gire, reconociendo la voz cascada del viejo Tremere. Algo inquieta, tome el borde de mi vestido e hice la reverencia de protocolo.

-¿Qué haceis aquí, Sir Robert?- murmure timidamente, en un frances algo extraño.- Deberiais estar disfrutando de la fiesta.

El Tremere observo a la rata, y para mi sorpresa vi como se elevaba hasta caer en sus manos, y aparte la vista cuando vi como le clavaba los dientes y la dejaba seca.

-¿Qué que hago aquí? – tiro el cuerpo de la rata- Eso es lo mismo que llevo preguntándome yo desde el principio, pequeña. ¿Acaso vos no os habeis preguntado nunca que haciais en este lugar?

Gire la cabeza, encontrándome con sus ojos, sorprendida ante aquella pregunta.

-¡Señor!

-Reconocedlo- dijo, acercándose a mi- Nunca os ha gustado estar aquí. Sois una esclava, como yo, esclavos oprimidos bajo el poder de Abel.

Le mire, inquisitiva, sin saber que palabras debia usar en su idioma, aunque entendia perfectamente sus intenciones.

-Abel me trajo aquí para que le mostrara los secretos de mi magia, y lo logro. Solo me mantuvo con vida porque llegasteis vos y fue su deseo que os mostrara todo mi saber... después me dara muerte, pero no os hagais ilusiones, porque os matara igualmente cuando consiga lo que quiere, cuando lleveis a cabo sus estupidos y dementes planes. ¿Y sabeis por que? Por que esta loco, completamente demente.

Comenzaba a asustarme. Su mirada era la de un lunatico, sus palabras eran entrecortadas y cargadas de odio, y comence a pensar que debia alejarme lo mas lejos posible antes de que se le ocurriera algo terrible.

-Si, querida, claro que pense en asesinaros, pero ¿qué sentido tendría? Ya que ambos tenemos el mismo objetivo, llevemoslo a cabo juntos.

Trage saliva y negue nerviosamente con la cabeza, sin saber como expresarme.

-Seguidme, doncella, huyamos de este lugar, fuera encontraremos ayuda para destruir al que me quito la sabiduría y el que os quito la vida y el pasado, yo os ayudare a encontralo y os guiare en la sociedad cainita hasta que podais desenvolveros sola, ¡acompañadme!

Retrocedi, apoyándome contra la pared de la capilla. Sabia que Abel me queria para sus intereses, pero aquel hombre parecia estar mas demente que el; desde el principio me habia odiado y no podia esperar nada bueno de el, al menos nada mejor que lo que ya tenia estando al lado de mi Sire. Comence a gritar, pero el me puso la mano en la boca.

-¡Vendreis conmigo tanto si lo quereis como si no, vos sereis mi llave para salir del castillo, y la llave para destruir los planes de Abel!

Me tomo en brazos y corrio conmigo por todo el patio, vacio por la concentración de la fiesta en las salas interiores del palacio. Yo misma no le ponia ninguna dificultad, por lo que supuse que habia usado en mi una de las disciplinas que no queria mostrame. Malditos, mil veces malditos los no-vampiros demasiado poderosos como para ser expulsados de entre los cainitas, mil veces malditos Tremere.

Vi angustiada como nos acercábamos a la salida del palacio, y cerrando los ojos solo consegui desear ayuda desesperadamente, llamando inconscientemente a alguien, con todas las fuerzas de mi corazon...

Robert murmuro maldiciones al encontrarse con dificultades para abrir la puerta, pero estas subieron de tono cuando vio que comenzaba a elevarse hacia una de las almenas, conmigo en brazos. Cuando alcanzamos cierta altura nos encontramos con una sombra en la ventana de un muro de la almena.

-¿Quién osa...?- murmuro el Tremere.

Pero antes de que el Brujo pudiera reaccionar, ocurrio algo sorprendente.

Un manto de oscuridad densa y pegajosa cayo sobre nosotros, envolviéndonos totalmente, introduciéndose en nuestros pulmones y nuestra cabeza como si de tentáculos oscuros se trataran. Senti panico al perder contacto con cualquier superficie o cuerpo al que agarrarme y pense que estaba cayendo, pero en ese momento la oscuridad comenzo a disolverse y vi que estaba de rodillas en la hierba del jardín. Al girarme lance un gemido ahogado al ver la cabeza de mi preceptor, separada unos centímetros de su cuerpo, justo antes de que su cuerpo ardiera y se transformara en cenizas. La brisa de la noche se levanto, despeinando suavemente mi cabello, mientras la oscuridad se desvanecia y las cenizas se esparcian suavemente en la noche, apenas turbada por el lejano bullicio de la fiesta.

Me levante a duras penas agarrandome al borde de la fuente situada en medio del gran jardin ¿Quién habia hecho aquello? Aunque estaba demente y habia sido sorprendido, Bahaus era un brujo bastante poderoso, y habia sido literalmente aniquilado en unos instantes. Por lo poco que era evidente que aquel truco era de un vampiro, pero ese poder no era propio de ninguno de los clanes de los cainitas que habitaban el castillo. Habia algo que no podia comprender, pero tenia que dejarlo para otro momento. Lo unico importante es que estaba viva, y casi rei por la ironia al darme cuenta de que me sentia a salvo en aquel lugar que tanto habia odiado. Ya no podia negar mas la evidencia, sentia que el castillo era mi hogar, y que todo lo que el conllevaba, era parte de mi.