Capitulo 3

                         Los secretos de los Hijos de Cain

Sin embargo, aquella noche me marco profundamente. Comence a preguntarme el porque yo era a ojos de todos tan importante, y sobre todo, al ver el destrozado estado mental del Tremere, me di cuenta del de los tres cainitas que seguían a Abel, ya que aunque el se negaba a tener ghouls, tenia vampiros hechizados o quizas vinculados bajo su mandato. Ninguno de ellos era muy normal. La superficial Ninette, que dirigia a los criados, tenia una frialdad extraña en su mirada; el frio y distante Blake hacia las gestiones externas y publicas de Abel sin quejarse de su continuo y laborioso trabajo, y Anatole, su confesor... en fin, era Anatole... quizas era el unico completamente dueño de su voluntad, pero estaba claro que le apreciaba. Y es que los tres tenian algo en comun: un respeto, admiración o fascinacion extraña hacia mi Sire, y un toque mas o menos evidente de la demencia en sus almas. Estaba claro que cualquiera que visitaba aquel castillo embrujado quedaba impregnado en mayor o menor medida con ambas maldiciones, como un mal presagio.

Yo misma comenzaba a notar cambios. Aquella sensación de irrealidad que rodeaba al castillo, envuelto en un bosque brumoso y en el que el tiempo parecia haberse detenido; aquel sueño tan vivido que no habia logrado olvidar, en el que mis sentimientos mas ocultos afloraban vinculando a Abel; y mi problema mas evidente; ya no era solo timida. Del sueño en la habitación de mi Sire pase a tener pesadillas horribles que me asaltaban durante el dia, oia voces a mi alrededor –provenientes, según decian, de la Urdimbre-, a menudo podia sentir y comprender el alma de aquellos a los que miraba, especialmente humanos, y a veces llegaba a preguntarme llena de panico que era real y que era mentira, y si realmente estaba perdiendo la cordura. Hasta entonces habia asumido que mi trastorno era la amnesia y una incipiente timidez, pero últimamente tenia una sensación de fondo en cada uno de mis actos, que me decia sutilmente que habia algo que no cuadraba en mi existencia. Huia de aquella voz interior, y comenzaba a temer que se manifestaran permanentemente muchas otras, y mucho mas peligrosas.

Como resultado de aquellos pensamientos comence a pasar mas horas en la biblioteca, en parte para ocupar la mente, en parte para saber mas sobre nuestro clan y asi dominarme mejor a mi misma.

Uno de aquellos dias, quede dormida sobre los libros. Al despertar la noche siguiente, percibi una presencia cerca de mi. Cuando eleve la mirada vi que habia alguien estado encima de la mesa, meditando, y reconoci inmediatamente el gastado atuendo de Anatole.

Me incorpore rapidamente para mantener cierta formalidad, pero Anatole simplemente salio de su estado de concentracion y se quito la capucha.

Estaba sucio y desaliñado, lo cual era una pena, ya que sus rasgos eran finos, muy franceses, su sonrisa era amable y sus ojos tenian un encanto especial y enigmatico. Baje la mirada inmediatamente, a modo de respeto.

Escuche un golpe violento, haciendo que me sobresaltara, y note como se levanto de un salto de la mesa. Me rodeo mientras le miraba de reojo y después se sento encima del libro que estaba leyendo, observandome con una mirada enloquecida y terrible. Comprendi que lo que el veia era cierto, y senti verdadero horror al pensar en la impotencia y la desesperación que debia sentir al tener conocimiento sobre el futuro y ser incapaz de expresarlo de una manera inteligible para alterarlo. Ser Malkavian no es facil ni agradable, y para Anatole la carga de las visiones sobre el futuro de la Estirpe eran un tormento continuo e inimaginable.

-Doncella...- murmuro ansioso, como si quisiera saber un resultado muy esperado- Nuestra Plague Bride... ¿has encontrado acaso la respuesta a tu pregunta sobre la Gehena?- pregunto.

-La... Gehena, ¿señor?- murmure timidamente, sin saber muy bien a que pregunta se referia.

Anatole nego con la cabeza, decepcionado.

-Aun es pronto... tendremos que ser pacientes.

Me di cuenta de que si no preguntaba con mas interes no lograria entender a Anatole, asi que trate de ser mas directa.

-Perdonad... ¿pronto para que?

Anatole me miro directamente a los ojos durante unos instantes, haciendo que sintiera un escalofrio al percibir la desesperacion y el alterado estado mental que habria tras ellos. Retrocedi y me cubri los ojos, lanzando un grito de miedo, con tan mala suerte que tropece con una silla y cai al suelo con gran estruendo. Anatole bajo de la mesa y se acerco a mi con pasos calculados, rodeándome, como una pantera que acecha a su presa vencida.

-Ni la Reina de las Manzanas sera asi de impaciente. La impaciencia trae errores, y tu no puedes permitirtelos. Ni tu, ni yo, ni el Angel Uriel. Ni..ssiku tampoco, claro esta.

Entreabri los labios, asombrada. ¿Qué significaba toda aquella retahíla de nombres? Cada vez entendia menos a que se referia.

-Pero...

Anatole me echo un ultimo vistazo sin decir nada, y despues se dirigio a la salida de la biblioteca.

-¡Esperad!- dije, levantando la mano, en un intento de detenerle- Profeta, vos debeis saber quien soy. Decidme, ¿Qué se espera de mi?

Anatole se giro y me observo de reojo, con una media sonrisa.

-Que seas tu quien decida siendo solo lo que esperas ser.

Apenas hubo terminado la frase cuando desaparecio entre las sombras. Medite los acertijos de Anatole.

¿Acaso se refieria a que cuando uno es uno mismo, alcanza el maximo poder?

Al dia siguiente decidi que lo mejor seria abandonar la biblioteca y seguir el consejo de Anatole. Quizas no habia estado teniendo un comportamiento adecuado. No podia seguir retrocediendo ante toda situación; tenia que aprender a defenderme por mi misma, y para eso necesitaba conocer, ya que el conocimiento da el poder.

Cuando Ninette me aviso de que Blake me esperaba en la puerta de la habitación para mostrarme los esperados secretos de las disciplinas, decidi no hacer mas difíciles las cosas.

-Buenos dias, Monsieur Blake- dijo, haciendo una ligera reverencia.

El Brujah alzo sus rubias cejas.

-Sir Blake- dijo friamente, antes de darme la espalda y comenzar a caminar por el oscuro pasillo.

Su fria presentación apenas fue un pequeño aviso de la actitud que mantendría permanentemente hacia mi. Supongo que el nunca dejo de verme como una chica de pueblo con suerte, un simple capricho fruto de la inevitable locura de Abel, o incluso como una rival molesta en la atención del hombre al que tanto admiraba. Pero no puedo quejarme, fue un gran tutor. La verdad es que no esperaba que siendo un Brujah tuviera tal conocimiento sobre las disciplinas mentales, aquellas que Abel habia decidido desarrollar en mi.

Me enseño como utilizar mi poco desarrollada Ofuscación, la misma que habia utilizado sin darme cuenta ante el Tremere en el pasillo de la biblioteca, asi como a desarrollar mi velocidad sobrenatural, denominada Celeridad. Aprendi rapidamente las dos, pero sabia que el poseia una Disciplina que no deseaba mostrarle a nadie, y que probablemente solo conoceria superficialmente Abel: Temporis, la facultad de manejar el tiempo a su voluntad. Siempre que le rogaba que me mostrara su uso el se negaba, diciendo que sabia demasiado para mi corta edad, que no era una vulgar Caitiff, y me reprendia con la evidencia de que aun debia centrarme mas en el estudio de las disciplinas de mi propio clan.

Consegui que me mostrara los documentos sobre Taumaturgia que habia dejado el difunto Tremere, los mismos de los que Abel aprendio la Senda de Rego Motus o Movimiento Mental, que permitia elevar objetos, personas y hasta levitar. Esa fue quizas la Disciplina mas costosa, la que hizo que al final de la noche acabara cansada y hambrienta, y que sin apenas descanso volviera a ser repetida una y otra vez, vigilada de cerca por mi inflexible maestro. Recuerdo que comence tratando de elevar objetos simples, como plumas y libros. Pasaba horas mirándolos, siguiendo punto por punto las explicaciones de mi antiguo maestro, pero sabia que era imposible aprender con la misma velocidad y maestria de un Brujo, porque no lo llevaba en la sangre. Un dia, tras toda una noche de esfuerzo mental, consegui que la pluma se elevara, pero no logre controlar su trayectoria. Aun asi, feliz por mi descubrimiento fue a mostraselo a Blake; esta vez lo intente con un libro, y aunque consegui levantarlo mi inseguridad hizo que se descontrolara y se lanzara directamente sobre el como un arma arrojadiza. Cerre los ojos, temiendo el inevitable golpe en la cabeza, pero al abrirlos vi como tenia el libro sujeto junto a su sien. Sonrei, divertida ante la situación, pero cese cuando observe que su rostro estaba serio y sus gelidos ojos azules me observaban con frialdad.  

-Los Malkavian poseeis un talento excepcional en el manejo de la mente- dejo los libros de Dominación y Auspex sobre la mesa- Pero vos, por mucho talento que poseais, si no os esforzais para desarrollarlo, nunca lo sacareis a la luz.

Aquello me recordo a las palabras de Anatole, y supe que nadie aprenderia por mi, y que mi fuerza debia provenir de mi interior. Me encerre en la habitación, centrando todos mis sentidos en el libro. Lo levante sin esfuerzo, pero volvio a descontrolarse. Supuse que me era doblemente difícil debido a mi caos mental, propio de mi clan. Pero no me rendi. Tras horas y dias enteros de observación, consegui hacerlo levitar lentamente y girar en el aire para ser encajado lentamente en la librería. Motivada por aquel pequeño éxito, me sente en el suelo y observe la silla. Pronto pude situarla boca abajo sobre la mesa.

Pase un numero indeterminado de noches encerrada en aquella habitación, negándome a salir o a probar bocado hasta que consiguiera mi objetivo. Aquel tiempo de meditación y esfuerzo sirvio para que madurara. Con el tiempo comence a creer en mi misma, a aceptar lo que yo era, lo que me empezo a dar los primeros frutos de la fuerza mental de la que me hablo Anatole. Consegui no solo elevar objetos de mas de cien kilos y manejarlos a mi antojo durante un tiempo considerable, sino que yo misma aprendi a elevarme lentamente hasta conseguir hacerme volar durante un tiempo limitado. Sin embargo, la rudeza del entrenamiento, unido a lo que lei en los libros que me habia dejado Blake, me hicieron cambiar. Perdi miedo a la demencia y a los trastornos, hasta el punto de desear el hecho de experimentarlos para manejarlos y alcanzar asi mas conocimientos. Mi mente comenzo a tener variaciones cada vez mas extrañas, a la vez que crecia en mi un curioso sentimiento de control hacia ellas, encontrando un hogar y un control inexplicable en el caos. Supongo que eso fue lo que hizo que comenzara a iniciarme en Dominación, pero sobre todo en Dementacion de modo puramente inconsciente, ya que la aprenderia con conciencia de acto muchos siglos mas tarde- y curiosamente, fue la que mas acabe dominando- e igualmente mis sentidos ocultos se afinaron, comenzando a sentir susurros en mi mente, a ser capaz de ver en la esencia de las cosas, desarrollando mi Auspex.

Cuando abri la puerta de aquella habitación era alguien diferente. Aun era una neonata, pero ya no me sentia chiquilla. Era una vampira muy joven pero consciente de mi poder, aun sin desarrollar por completo, y consciente del lugar que debia ocupar en la sociedad cainita, en la Yihad.

Las criadas, todas ghouls de Ninette, comenzaron a dar gritos de alivio y preocupación cuando me vieron aparecer en las salas principales.

-Señorita.. permita que la arreglemos- dijo una de ellas- Lord Blake nos pidio que no la molestaramos, pero ha pasado tanto tiempo alli sin hablar con nadie y sin comer que temiamos que le hubiera pasado lo peor...

En efecto, habia olvidado mi aspecto en el tiempo que habia estado desarrollando mi mente y construyendo mi percepción. Me di cuenta de que mi ropa estaba sucia, de que tenia aspecto ajado, pero mi mente demente estaba curiosamente lucida, poseyendo un extraño control sobre la Bestia.     

Las criadas me tomaron de las manos y me deje arrastrar por ellas en dirección a los lujosos baños de palacio. Con mi recien adquirido dominio sobre el Auspex percibi que Abel tambien estaba alli, observándome apoyado en una columna, al parecer divertido ante el revuelo que habia causado. Y no se si fue una ilusion o un deseo, pero senti que estaba orgulloso.

En efecto, cuando estuve lavada y aseada por las criadas que se empeñaban en hacerme todo pese a mis protestas, recibi el mensaje de Abel, que me invitaba a bajar a cenar con el esa misma noche.

Desconfiada e indiferente, me puse el primer vestido que encontre y deje mi largo y crispado cabello suelto. Esta vez no queria causarle ninguna impresión, ni queria escuchar sus palabras de felicitación, ni un posible sermón sobre mi distante comportamiento. Al salir de la habitación tan solo escuche la risa velada de Ninette, y un ligero susurro que apenas percibi con auspex.

-Le odias o le amas, pero reconoce que no te es indiferente, cherie...

La sala de fiestas estaba vacia. Tan solo algunos criados permanecian de pie escoltando junto a las columnas, mientras otros servian a Blake, sentado en la mesa, charlando tranquilamente con Anatole, el cual asentia oculto tras su capucha y tenia las manos posadas sobre la mesa con una ligera sensación de desasosiego, como si esperara algo ansiosamente. Ajeno a la conversación de ambos estaba el sobrenatural y extraño Abel, con los ojos entornados, sorbiendo pensativo su copa de sangre. Cuando hice entrada en la sala, Blake y Anatole dejaron de hablar y se giraron para observarme. Abel levanto la mirada y dejo la copa sobre la mesa.

Sin esperar ordenes, me acerque y me sente en el lugar que me parecio mejor, a unos metros de ellos en la vacia mesa. Tome una jarra de sangre y llene mi copa. Blake miro a Abel hecho una furia, pero el Duque de Orleans le observo divertido y arqueo una ceja.

-Veo que habeis ganado en poder pero no en educación...-

Gire la cabeza con furia, mirándole fijamente a los ojos, gesto que el aprovecho para clavarlos en mi, lo cual hizo que me sintiera a punto de estallar. Me levante y me dispuse a marcharme, pero escuche la voz de Abel a mis espaldas.

-Esperad- dijo-

Me gire, y observe como Abel estaba de pie junto a la silla.

-Blake, Anatole- dijo, sin mirarles- Permitidnos estar un momento a solas.

Anatole se hundio en su capucha, me lanzo una extraña y ambigua sonrisa, y camino lentamente hacia la salida, mientras Blake me lanzaba otra de sus miradas heladas y desaparecia caminando erguido y distante en otra dirección. Una vez solos, mire a Abel, que no se habia movido de su posición.

-Llevais muchos dias sin tomar nada- dijo, tomando una copa, llenándola hasta el borde, y levantando después la mirada y la copa para ofrecérmela.

Le mire de reojo y le di la espalda, aun furiosa y con el orgullo herido.

Senti un extraño presentimiento y al girarme vi como mi Sire estaba apoyado en una columna frente a mi, con la copa en la mano, sonriendo encantadoramente.

-¿Cómo...?- acerte a decir, sorprendida ante el dominio evidente de lo que yo habia tardado tanto en iniciar.

-¿Quereis que hablemos, o preferis seguir como hasta ahora?

Puede que sea cabezota, individualista y hasta arisca, pero nunca estaria cerrada ante la posibilidad de acabar con las disputas sin sentido. Me acerque lentamente y tome la copa que el me ofrecia, mientras ambos nos acercábamos a la mesa. Tome asiento a su lado y le observe mientras el bebia de su copa y cruzaba las manos sobre la mesa.

-Lamento mi comportamiento.- dijo- Mereceis una explicación.

Bebi de la copa, y le mire fijamente.

-Hace apenas un siglo los vampiros fuimos perseguidos hasta la muerte por los humanos y la Inquisicion, por lo que un grupo de vastagos de clanes muy distintos entre si, como fuimos Blake y yo, tuvimos que coordinarnos y formar la Camarilla, la organizacion que se ocuparia de mantener la existencia cainita en secreto. Pero otros vampiros se negaron a esconder su naturaleza mas oscura, y decidieron seguir sus mas bajos instintos sin preocuparse por que los humanos les descubrieran, y con ello nos destruyeran a todos. Debemos frenarlos por el bien de nuestra raza, pero ambos bandos estan muy igualados y la guerra sera larga y sangrienta.

Asenti, recordando las explicaciones de Ninette.

-Pero ese no es el problema mas grave. En los mas antiguos textos se habla sobre la Gehena, el dia en que los Antediluvianos levantaran y destruiran a toda su progenie. Anatole, el hombre mas sabio de Francia, tiene continuas visiones sobre eso. –se apoyo en la silla- Llevo muchos años trabajando en la idea de formar una sociedad como la Camarilla, y ahora es mi deber mantenerla y protegerla; pero tambien llevo mucho tiempo tratando de descifrar las complicadas profecías de Anatole, de las que depende el futuro del mundo. Espero que comprendais ahora mi actitud.

Asenti. Desde luego Abel era un tipo ocupado. Y por mucho que quisiera negarlo, senti un alivio reconfortante al comprender que quizas no era tan terrible como yo habia imaginado. Eso hizo que se despertara en mi la voz de alarma, temiendo que comenzara a implicarme demasiado con aquellos seres y no pudiera volver a ver a mi familia.

Abel me observo inexpresivo, durante unos instantes, y luego bajo la mirada, observando sus finas manos.

-No podreis hacer regresar lo que ya es cenizas.

Quede paralizada ante aquella afirmación, incapaz de creerlo.

-Pero...- acerte a murmurar.- ¿Cómo...

-La Inquisición.- su mirada se volvio pensativa- Lo lamento.

Busque algun gesto en su rostro que me indicaba que era mentira, que era una broma, que no era cierto lo que acababa de decir. Pero la expresión sincera de sus ojos no vario, y comprendi que me estaba diciendo la verdad.

Sin poder resistirme, sabiendo que haria el ridículo ante el ser al que mas odiaba, rompi a llorar, cubriéndome el rostro con las manos. Ya no me quedaba nada, ninguna esperanza. Solo aquel mundo nocturno y triste, una eternidad teñida por la sangre y el asesinato, esperando que algun dia me matase mi mas fiel aliado. Pense que quizas lo mejor seria ver mi ultimo amanecer y despertar en el cielo, en el infierno o en la nada absoluta. Pero no me sentia con fuerzas de continuar mas.

Entonces note unas manos rodeando suavemente mis muñecas, como una caricia firme pero delicada. Eleve la mirada y me encontre con aquel rostro humano, cercano, vulnerable, que habia visto tiempo atrás en aquel extraño sueño, y no pude hacer nada mas que quedar fascinada, envuelta en mis recuerdos y en lo irreal de aquella situacion.

-No ensucieis con lagrimas impuras la vitalidad que la muerte no logro borrar de vuestra mirada. –paso los dedos por mis mejillas, limpiando mis lagrimas de sangre- Vuestra familia murio con vuestra humanidad, y es un hecho que no puede cambiarse. Ahora debeis haceros fuerte y continuar, porque teneis otro destino que llevar a cabo. Os protejo por vuestra vailia, y algun dia comprendereis porque no estaba equivocado.

Parpadee, intentando volver a la realidad. El poder de la sangre sobre la voluntad era increíble.      

-¿Por qué yo?- logre decir, tratando de no mostrar aun mas debilidad de la que ya sentia.

-No busqueis respuestas aun- dijo, sonriendo- A veces no es necesario saberlo todo, tan solo se necesita tiempo y experiencia para dar con lo que se busca.-se reclino en la silla- Ahora debemos ocuparnos de otros asuntos.

¿Y esa iba a ser la explicación a su vigilancia furtiva en mi desarrollo como vampira, al hecho de que me salvara la vida y me vinculara de nuevo? ¿Y sobre la muerte del Tremere y la presencia de la Obtenebracion en un castillo protegido por dos influyentes miembros de la Camarilla? ¿Evasiones respecto al tema? ¿Ni una sola palabra?

Abel, reclinado en su silla, siguió con sus planes, ajeno de nuevo a mis sentimientos. Y yo que pense que iba a cambiar, al verle secar mis lagrimas y reconfortarme por primera vez en mi oscura existencia...

-La proxima semana el Principe Mirage de Marsella, el cainita mas poderoso de Francia, convocara un Eliseo en el que estaran los Vastagos mas nobles del pais. Es hora de presentaros en sociedad y convertiros en neonata.

Comenzaba a darme cuenta de que me estaba convirtiendo en el peon de un juego que me superaba, y que salir de el no seria tan facil como yo creia en un principio.