Capitulo 4
¿Hay otros como yo?
Observe a traves de la ventana del carruaje, observando las lejanas montañas negras, iluminadas por la serena luz de luna.
Marsella estaba en las costas del Sur de Francia, asi que tendríamos que atravesar casi todo el pais, viajando desde Orleáns. Elegimos un atardecer brumoso para preparar el carruaje y los negros corceles que nos transportarian a nuestro destino. Supe que los viajeros seriamos Blake, Ninette y yo, ya que Abel le pidio al Brujah que nos acompañara mientras Anatole y el terminaban de solucionar algunos asuntos en el castillo. Al margen de esto, sabia que el viaje era peligroso y estaba poniéndome a prueba, para saber como me desenvolvia en el mundo exterior, lejos de su protección.
Gire la vista, observando a mis dos acompañantes. Blake estaba sentado frente a mi, pero miraba a traves de la ventana opuesta. Iba vestido como un caballero, y su mirada era severa. Parecia preocupado, pero aunque lo intente, no pude saberlo. Ninette estaba sentada a mi lado, con los ojos violeta observando a traves del cristal sin ninguna expresion, cubierta con una capa purpura, dejando al descubierto el caro collar de diamantes que adornaba su cuello.
A pesar de que era la mas cercana a mi desde el momento de mi abrazo, Ninette era un misterio. A veces me daba la sensación de que era una Toreador poco poderosa que trabajaba de ama de llaves en el castillo a cambio de protección y conocimientos. Después de todo, siempre era mejor vivir en un castillo lleno de ganado que estar expuesta a otros vampiros mas crueles y depredadores, sin alimento fijo y peligros constantes. Pero otras veces me daba la sensación de que era una Dama distinguida y muy poderosa, que desplegaba en mi algun instinto maternal algo fuera de lugar dada nuestra condicion de bestias condenadas. Pero lo que mas me intrigaba era su relacion con Abel. Ella nunca parecia inclinarse a favor ni en contra, asi que no sabia cual era su opinión hacia el... ni siquiera imaginaba su autentica opinión hacia mi.
-¡Soooo!- dijo el cochero, frenando el coche bruscamente. Los tres despertamos al tiempo de nuestro ensimismamiento.
-¿Qué ha ocurrido?- dijo Blake, asomándose por la ventanilla.
No hizo falta que el cochero le contestara. Justo al lado de nosotros habia un coche caido, con unas cuantas siluetas alrededor.
-¿Ocurre algo?- dijo Ninette, mirando a Blake.
El Brujah se giro, sacando la cabeza de la ventanilla.
-Parece que un carro ha volcado. Y por el sello del carruaje, debe tratarse de los invitados del Principe de Marsella.- dijo, abriendo la puerta y bajando del coche.
¿Invitados? Me moria de ganas por ver a otros cainitas, por saber si serian como en los libros que habia devorado en mis horas de encierro en la biblioteca. Moviéndome rapidamente abri la puerta y sali, colocándome la capucha de mi capa azul, seguida por los esperados gritos de Ninette, instándome a volver dentro del carruaje.
Segui a Blake, lo cual a el no parecio importarle demasiado. Poco a poco fueron dibujándose las siluetas que se congregaban en torno al carro, y vi como todas las caras se volvían hacia nosotros.
-Buenas noches- dijo Blake- Parecen tener un problema, y me gustaria interesarme por la integridad de los viajeros.
Los congregados le miraron fijamente. Uno de ellos, cubierto por una capa y embozado, le tendio una mano vendada y llena de anillos. Un Samedi.
-Lord William Blake…-murmuro el hombre, al tiempo que el Brujah estrechaba su mano- Que honor...
-Que honor.. y que sorpresa, ciertamente...- murmuro un joven rubio, vestido de modo arcaico, apareciendo de las sombras, con una bella mujer tomada de un brazo.- Cuanto.. tiempo.. ¿verdad?
El rostro de Blake se ensombrecio.
-Gonzalo DelaVega... deberiais estar confinado en Italia...
-Asi es, pero he sido invitado a esta fiesta... –arqueo una ceja- no sabia que los traidores tambien tendrían paso libre...
Blake apreto los colmillos.
-Disculpad- dijo el Samedi, pacificando- No nos hemos presentado. Mi nombre es Alessandro DiBaggio, del clan Samedi. Los aquí presentes son los ilustres invitados del Principe: la hermosa reina de la noche, Lucita del clan Lasombra, y como ya sabe, el joven de noble cuna es el Gran Duque Gonzalo DelaVega, Tzimisce leal a la Camarilla.
Mire a mi alrededor. Lucita era bella, con un vestido ajustado y elegante, una larga cabellera negra que le llegaba hasta la cintura y una sonrisa maligna. DelaVega llamaba la atención por su gentileza, aun mayor que la de la orgullosa Lucita. Vestia de un modo arcaico incluso para la epoca, y sus cabellos y sus ojos eran tan palidos como su fina piel. Todo el desprendia un aura de frialdad y maldad que me hizo estremecer.
-Es un placer- dijo Blake, mirando a todos menos al Duque-
Lucita sonrio, mirándome a mi.
-Parece que no habeis venido solo ¿me equivoco?
Di un paso adelante, dejando caer la capa de mi capucha, mirándola con el mismo orgullo que ella desprendia. ¿Que se creia esa? Se iba a enterar.
-Mi nombre es Yaira de Orleans, Chiquilla del Duque Abel de Orleáns, Senescal y Primogénito del Clan Malkavian de la Camarilla en Francia.
Ahí queda eso, pense. Desde luego debio impresionarles, porque las expresiones de sus caras variaron. Incluso la del frio Tzimisce.
-¿Es ella? –dijo Alessandro, asombrado- La Chiquilla de Abel Le Reveur... asombroso...
-Desde luego- dijo Lucita- No imagine que seria una simple muchacha...
¿Una... Mi etiqueta hizo que me mordiera la lengua y no me tirara sobre ella, pero sorprendentemente Blake salio en mi ayuda.
-No son buenos los juicios rapidos, querida- dijo- Vos habeis tenido el gusto de conocer a Abel, y sabeis que si la ha elegido como su progenie, tendra poderosos motivos para ello.
Ahí, donde duele, pense. Lucita parecio redimirse y bajo la cabeza, sonriendo.
-Disculpadme si me he sobrepasado. No volvere a cuestionar a Abel.
Ni a el ni a mi, pense. Mas te vale.
-En realidad- dijo el Samedi, tratando de poner tierra de por medio- nos dirigiamos hacia el Eliseo de Marsella cuando fuimos atacados por un pequeño grupo de anarquistas. Pero no os preocupeis, nos deshicimos de ellos. El unico problema es que destruyeron nuestro carruaje, y no disponemos de medio de transporte.
-Entonces, ocupen nuestro carruaje- dijo Ninette, a mis espaldas, como si hubiera estado alli siempre- Tiene plazas para cuatro personas, pero si gustan podemos ir juntos el resto del camino, ya que es poco.
Cuatro... como mucho cinco, pense, y eramos seis.. quizas a Lucita le apeteceria dar un maravilloso paseo hasta Marsella, disfrutando de la noche francesa, o mejor, del sol del amanecer...
-Me parece una estupenda idea- dijo Lucita, con una sonrisa, tomando del brazo al Duque- ¿Verdad, querido?
DelaVega la observo de reojo, y nos miro, asintiendo despectivamente, como si no tuviera mas opciones.
Cuando vi los problemas que tuvimos para situarnos dentro de la carroza, supe que iba a ser un viaje incomodo, y no solo en sentido fisico.
La verdad es que aprendi mucho sobre la sociedad vampirica en aquel viaje. No dijimos ni una sola palabra en toda la noche, pero el ambiente estaba tan acalorado como un debate televisivo actual. El unico que iba con los ojos cerrados era el Samedi; aunque no dormia por si se enteraba de algo relevante. Los demas no pareciamos precisamente relajados. Lucita me miraba con desden, y centraba su atención en Ninette, como si ambas compitieran en elegancia y belleza. Como suponia Ninette habia quedado prendada por el Duque –por lo visto no podia ver su interior, si hubiera sido asi quizas hubiera retrocedido asustada- y Lucita temia que su presa le fuera arrebatada. Por otro lado yo las ignoraba y prestaba atención al combate mental entre DelaVega y Blake. Me preguntaba que podia haber ocurrido en el pasado para que se guardaran tanto rencor. Y si no andaba desencaminada, tenia que centrarme en las dos fuerzas mas poderosas del mundo, el amor y el odio. Este parecia un caso de ambos, y me preguntaba si Abel no tendría algo que ver en el asunto.
Decidimos hacer un pequeño alto en un pueblo cercano a Marsella para realizar una discreta caza, Me alimente, como de costumbre, de algun ladron al que nadie echaria en falta durante un rato, y volvi a las cercanias del carruaje, donde solo estaba Alessandro, el Samedi, lavando su capa en la corriente de un rio cercano. Enseguida sintio mi presencia y me miro en un gesto reflejo, mostrándome su cara. Parecio sorprenderle el hecho de que mi expresión no variara y continuara mi rumbo hacia el, pero francamente, quizas debido a la maldición de mi clan, el que su carne fuera cadaverica y tuviera mas pelo en el estomago que en la cabeza no era para mi un motivo suficiente como para perderme una buena charla.
Aun asi, el tomo rapidamente su capa dispuesto a ponérsela, pero yo le detuve, tomándole del brazo vendado.
-No hace falta que os disfraceis hasta que lleguemos mañana a la fiesta- dije, sentándome junto a el.
-Eh... como gusteis- dijo algo sorprendido, mientras me quitaba los tacones y metia los pies en el rio, soltando un suspiro de alivio.
-¿No deberiais estar protegiendo a rizos de oro?- comente, mirando mis pies hundidos en la corriente cristalina- He oido que los de vuestro clan sois excelentes guardaespaldas.
El Samedi hizo una mueca, y al cabo de un rato di como veredicto que aquella masa de carne movilizada de modo caótico sobre su cara era una sonrisa de confianza.
-En realidad el Duque me pidio que le dejara marcharse en compañía de Lucita a dar un paseo por los alrededores; parece ser que tienen que tratar ciertos asuntos.
Asenti.¿Ahora se le llama asi?
-Veo que la fiesta y lo que conlleva no os gusta demasiado- dijo el, mirándome con curiosidad. Supongo que yo era la primera Malkavian que veia, y probablemente no sabia que actitud tomar hacia mi. Aquello me divirtió.
-¿A quien le gusta la idea de ser presentada como un mono de feria ante un monton de vejestorios paranoicos, esperando a que me den su bendición para entrar en su registro oficial de enemigos potenciales?
Me miro sorprendido. Desde luego, no es muy propio de los cainitas eso de no tener pelos en la lengua si deseas mantener intactos tus huesos unos cuantos siglos mas. Pero decidio darme una licencia "artística" por ser Malkavian.
-A mi tampoco me gusta, ciertamente- dijo Alessandro, tras mirar a su alrededor.- Soy un neonato como vos, en mi primera misión oficial, para demostrar lo que valgo a los de mi clan, y en la sociedad cainita. Es una maldición pertenecer a los clanes Independientes si se quiere que se le tome en serio en la Camarilla. Asi que debo servir y proteger al Duque hasta que haya regresado sano y salvo a Italia.
Le observe con curiosidad. Al ataque.
-Es extraño. Blake y el Duque parecen conocerse, pero no se llevan demasiado bien... ¿a que creeis que se debera?
Alessandro volvio a mirar a su alrededor y se acerco mas a mi, bajando la voz, para darme a entender que se trataba de una confidencia que deberia mantenerse en secreto.
-Se rumorea que las tropas inglesas de Blake lucharon una vez por motivos políticos contra las italianas de DelaVega, pero en medio de aquella batalla en la que perdieron la vida tantos hombres valerosos, el Duque y Blake mantuvieron un idilio tan apasionado como secreto.
¿Cómo? Entorne los labios por la sorpresa, incapaz de creer que mi frio preceptor hubiera amado alguna vez, y menos a un hombre que a su lado aparentaba ser puro hielo. Una pareja comunicativa y encantadora, sin duda.
-Blake acabo traicionando al Duque, gano la guerra y DelaVega termino cautivo y debil, hasta el punto de rozar la muerte. Pero tenia buenos aliados y consiguió escapar y empezar otra vida en otra region del pais, donde fue recibido como un heroe de guerra y consiguió retomar otro ducado.
-Es extraño..- interrumpi- ¿Por qué traicionaria Blake al hombre al que amaba?
Alessandro bajo la mirada y suspiro.
-No se si es conveniente que os revele tal cosa.
Le mire, interrogante, haciendole saber el hecho de que no me moveria de alli hasta que lo supiera.
-Como gusteis, pero no os agradara. En plena guerra aparecio otro cainita, sumamente poderoso, que convencio a Blake de que la guerra tenia que terminar para que el acudiera a la formación de la Camarilla, como vampiro y político indispensable que era. Recurrio quizas a artes hechiceras y embrujo al valiente guerrero y consiguió vencer sin dificultad la voluntad de hierro y el amor apasionado del Brujah. Blake le siguió sin poner objeciones; traiciono a DelaVega, conquisto su castillo, dejo a sus tropas alli y se retiro de la sociedad humana, dedicándose por completo a la creación de la Camarilla. Y de hecho, aun sigue inmerso en ello, y pocas son las veces que se le ha visto en publico; por eso nos sorprendio tanto encontrarle.
-Dios santo- murmure. –No puede ser el el causante de todo...
Alessandro asintió solemnemente.
-Asi es. El hechicero de Blake, el destructor de DelaVega, fue Abel. Vuestro Sire, Lady Yaira.
Baje la mirada y me mordi el labio inferior. Lo sabia. ¡Maldita sea! Iba a decir algo cuando percibi los sonidos que anunciaban la llegada de nuestros compañeros de viaje.
El viaje se reanudo sin mayores incidentes. Lucita durmió durante el resto del camino con la cabeza apoyada sobre el pecho del Duque, mientras el permanecia frio e inalterable mirando al horizonte. Blake, siempre firme y sobrio, fingio dormir como Alessandro, y yo dormi con la cabeza apoyada sobre el cuello de Ninette mientras ella apoyaba protectoramente su mano sobre ella. Todos estabamos cansados y estabamos internamente preocupados por los rayos de sol que pudieran entrar en la delicada carroza. Estabamos totalmente a merced del ghoul del Principe, y comence a temer que pudieran tendernos una emboscada y abrir alguna rendija en que significara nuestra conversión en cenizas imaginando que Abel estaria con nosotros, mientras el estaba tranquilamente en su castillo felicitándose por librarse una vez mas de las maquinaciones de sus compañeros de Estirpe. Sin embargo no hubo problemas, y tras un sueño inquieto, lleno de pesadillas e imágenes sin forma que parecian salidas de un relato delirante, pude correr las cortinas del carruaje y observe el fin del atardecer sobre las callejuelas de la costera Marsella.
La ciudad habia sido arrebatada a los francos y otros pueblos barbaros e incorporada a la corona francesa pocos años atras, pero ya se respiraban el crecimiento y las influencias de la cultura europea con la incipiente llegada del Renacimiento. Incluso al atardecer las calles estaban decoradas por el colorido de las telas de los puestos, el sonido de los talleres de herreros que aun trabajaban, el olor de los panaderos que trabajaban para la mañana siguiente, la musica exotica de los saltimbanquis, magos y bailarines callejeros- a esas horas, supuse que la mayoria serian Ravnos o Gangrel-, las marchas de los guardias que vigilaban la ciudad y los gritos de los chiquillos que les perseguian, corriendo descalzos y felices por el pavimento empedrado. Parpadee y entorne los ojos, disfrutando de todo aquello que iba grabandose en mis pupilas y mi memoria. Después de todo no recordaba haber visto la ciudad, ya que no recordaba nada antes del abrazo, y todo era nuevo para mi.
-Observa como el cielo se extiende en la tierra, cherie- me susurro Ninette, mirando al mar a traves de la ventana- Es una de las unicas maravillas que Dios nos ha dejado presenciar a los Condenados.
Me separe ligeramente de ella para ver mejor a traves del cristal, sin poder emitir una exaclamacion por la belleza del paisaje, y sonrei como una niña que ve un juguete nuevo.
-Nunca lo habia imaginado tan grande y tan azul, es mucho mas impresionante de lo que habia leido en los libros.
Ninette sonrio orgullosamente.
-No hay tierra mas querida para mi en el mundo que las costas de Marsella, ma enfant. Este que ves- lo señalo levemente con una de sus largas y afiladas uñas- es el mar que me vio nacer, crecer, amar y sufrir, cuando aun era una simple mortal.
Gire la cabeza para mirarla, y luego volvi a clavar la vista en la inmensidad azul, en la que apenas se veia el rastro del sol desaparecido.
-Al menos vos teneis un hogar al que pertenecer- entorne los ojos, buscando algo oculto en mi memoria.- Ojala lograra encontrar esa parte de mi que necesito para recordar siempre que soy... o que fui.
Ninette echo la cabeza para atrás y esbozo una leve sonrisa. Supongo que debia hacerle gracia ver al cachorro comenzando a alternar pensamientos de madurez con los de inseguridad.
-Olvida el depaisement, petit. No tiene sentido pensar en el pasado cuando tienes toda una eternidad por delante.- se incorporo en el carruaje- Miralos- dijo, señalando a unos niños que entre risas le quitaban una muñeca a una niña, la cual rompia a llorar y les peseguia gritándoles- Juegan, se divierten, disfrutan de su corta pero ardiente existencia. Mañana pelearan por sus ideas o por la pura supervivencia, ganaran o perderan, pero todo eso sera nada el dia que mueran. Dime, ¿para que habra servido entonces tanta lucha? ¿No es mejor que les ahorremos todo el sufrimiento que les espera? Ellos no tienen mas existencia que esta, pero nosotros somos superiores, porque somos eternos. Merecemos tomar la dulce llama de la vida que en ellos no tiene ningun valor, debemos disfrutar de la belleza de la existencia eterna, aunque extingamos luces que solo brillan una noche. ¿Qué importa que estemos malditos por un Dios que nos abandono? ¿Qué importa si nos traicionamos unos a otros, costumbre heredada de la humana? ¿De que se quejan los que han destruido la tierra y han sometido a los animales? ¿Cómo pueden sus cazadores e inquisidores creer que hacen un bien destruyéndonos? ¿Es que somos peores que ellos por cometer los mismos crimenes? No, simplemente, no aceptan que seamos igual de corruptos, y que por una sola vez, sean ellos los sometidos – callo, abrumada por el deseo, durante unos instantes, sin poder ocultar el ansia de sangre que desprendian sus ojos amatista al ver a las criaturas reir y jugar- Entiende, petit, que somos superiores a ellos. Nacimos para dirigirles y controlarles, como sus propios pastores a las ovejas. Dios siempre exigio sacrificios, y Cain mato a Abel para contentarle. No tenemos mas que seguir las enseñanzas de nuestro padre, que no se arrodillo ante su creador y aun le desafia con nuestra presencia sobre la tierra.
Escuche sorprendida las palabras de la usualmente maternal y vana Ninette mientras miraba a traves de la ventana como los niños harapientos corrian por las calles perseguidos por la enfurecida pequeña hasta perderse en la oscuridad. Me di cuenta de que después de todo era una vampira, y sabia cuales eran sus intereses. Pero jamas hubiera sospechado que asesinaba criaturas pensando que asi les evitaria el sufrmiento, tal y como habia dado a entender. Supuse que aquella perversión horrenda, la de la niñera que se alimentaba de niños, era producto de la demencia que acababa embargando a todos aquellos que rodeaban a Abel, pero tambien elucubre que alguien tan atroz deberia haber dejado de ser humano hace mucho tiempo, y retome mis dudas sobre el poder oculto de la comadrona del mundo cainita a la que me habia encomendado mi Sire.
De pronto, como solia ser habitual en mi mente herida, mis pensamientos se desviaron hacia otros asuntos. Los niños que aun permanecian en las calles, aburridos de sus juegos, habian reparado en nuestro carruaje y habian empezado a rodearnos, observandonos con curiosidad. Al poco tiempo habia unos cuantos rodeándolo, entusiasmados ante nuestra presencia, y el bullicio de los chicos atrajo a la gente mas pobre, que resulto ser la mayoria, haciendo que se acercaran a nuestro carruaje para pedir limosna y bendiciones, pegándose y empujándose para que su cara fuera la mas vista y uno de los ocupantes del carro le tomara por protegido o le bendijera con un par de monedas. El carruaje paro, incapaz de seguir avanzando, y los pensativos y adormilados ocupantes, que habian sido ajenos a la conversación entre la Toreador y yo, despertaron y miraron a su alrededor, sin ocultar su repugnancia o simple y llano desprecio ante las sucias y pobres multitudes.
No varie mi postura física, y observe la cara de las gentes sin pensar en nada en concreto, pero de esa misma observación me llego la curiosidad; me pregunte que historia, que sueños, que odio y que afectos habria detrás de cada una de esas caras jóvenes, viejas, hermosas, feas, masculinas, femeninas. Las palabras de Ninette retornaron a mi memoria y resonaron en mi mente como una oración macabra y repetida hasta la saciedad, como el discurso que un ser terriblemente atormentado y culpable se repite continuamente para lavar su conciencia. Su postura era sumamente seductora; podia matar, mentir y usar su poder sin ningun remordimiento, y aun pensando que hacia un bien; el mal siempre ha sido atractivo y dulce, pero nunca ha demostrado ser la mejor postura para sobrevivir, ni para sentirse orgulloso de los propios actos. Aun siendo una neonata habia leido y aprendido lo suficiente como para lamentar el estado que ni siquiera yo habia elegido, y habia comprendido que los sentimientos que podian experimentarse en una breve existencia mortal eran mil veces superiores a los de una monotona existencia eterna. ¿Realmente era compensatorio vivir mil años matando y burlándome de todo aquello a lo que yo habia pertenecido, creyendo que era mejor ser un Condenado que parte de la creación de Dios? ¿Merecia la pena no volver a ver la luz del sol, no dar jamas la vida y alimentarme de las vidas ajenas, ser parte de un juego macabro en el que la libertad era la moneda de cambio, no volver a sentir ningun sentimiento, ni nadie en quien poder creer realmente, por una eternidad para la que la mente, antaño humana, no estaba preparada, y tener unos poderes malditos creados tan solo para poder sobrevivir en ese mundo hostil y vacio de mi condena eterna? Me sorprendio la sensación de abandono que me inundaba. Mientras miraba como las gentes golpeaban la ventana, como arrancaban partes del carruaje, como mis compañeros cainitas dialogaban, negociaban y trataban de contener a duras penas la cortesía, sentia una triste melancolia que me llenaba por completo. Pense que me gustaria infiltrarme entre esas gentes que lo darian todo por ser como yo, porque comprendia que no era deseable ser aquello en lo que me habia convertido, y que aquellas pobres gentes no sabian el valor de lo que poseian: la humanidad, por la que yo hubiera dado todos mis tesoros, mi cultura adquirida y mi propia inmortalidad. No queria ser demagogica ni falsamente desprendida, tan solo queria abandonar aquella sociedad en la que aun ni habia entrado para lograr comprender cual era realmente la situación en el mundo real, que estaba pasando fuera de mi carcel dorada, y en definitiva, saber por mi misma cual era la verdad.
Aun estaba sumida en mis pensamientos cuando note unos ojos clavados sobre mi figura. Un hombre encapuchado, ajeno al bullicio que habia montado a su alrededor y que golpeaba mi ventana, permanecia quieto y estatico a unos metros de mi, como si siempre hubiera estado clavado alli, como una pieza mas de la arquitectura de la ciudad. Parpadee, para comprobar si mi sangre maldita me habia jugado una mala pasada, pero el seguia alli, y ahora podia percibir claramente su mirada, sus ojos castaños, severos y melancólicos, mirándome fijamente. Entonces repare en el detalle de una marca sobre su frente, y apenas pude creerlo cuando me di cuenta de que era un tercer ojo. Entreabri los labios por la sorpresa. Salubri, murmure sin voz. El no vario su expresión. Entonces dibujo unas palabras con los labios, sin emitir ningun sonido. Afine mis sentidos con auspex.
"Se algo que debeis saber" dijo.
Guiñe los ojos, dándole a entender que no comprendia nada, pero el simplemente bajo la mirada y volvió a hablarme sin pronunciar palabra.
"Nos veremos pronto, Yaira. Tenemos mucho de que hablar."
Parpadee y trate de preguntarle su nombre y que es lo que sabia de mi, pero vi que habia desaparecido de repente, como si jamas hubiera existido. Me di cuenta de que ya no quedaba ningun campesino, y de que Alesandro y Ninette subian a la carroza exasperados, ya que ellos eran nuestros "guardianes" y eran los que habian tenido que tratar con la enfervorizada multitud. Me di cuenta de que nadie habia notado ni la presencia del Salubri ni de mi charla con el, asi que preferi ser cauta y olvidar el tema. Habia oido muchas cosas y todas bastante contradictorias sobre ese clan, pero el ofrecimiento de aquel cainita parecia pacifico, de hecho no me mentiria mas que cualquiera de mis mentores, y parecia lo bastante astuto como para encontrame si el lo deseaba. Asi me apoye sobre la ventana del carruaje, cerre los ojos y me adormeci con el ligero traqueteo de los cascos de los caballos.
