Capitulo 5
Una amarga celebracion
Llegamos una hora mas tarde a la fiesta. Ante nosotros se extendia un palacio enorme junto a un acantilado, rodeado por un espeso bosque e iluminado por la luna llena. Habia gran movimiento alrededor, cientos de carrozas con el sello del principe llegaban y dejaban a los invitados en la puerta, mientras eran recibidos cortésmente por los ghouls, los humanos esclavos de los vampiros, en las puertas.
Un par de ellos abrieron la puerta de la apretada carroza y nos miraron con sorpresa mientras los seis la abandonábamos con cierta dificultad.
Observe que Abel estaba al pie de la escalera, frente a la puerta del palacio, charlando animadamente con Anatole. Me pregunte como habia podido llegar antes que nosotros si supuestamente iba a salir mas tarde del castillo, pero mis dudas se diluyeron ante el efecto de un buen uso de Presencia mezclado con la belleza inmortal. Me senti casi orgullosa al ver como todas las damas y muchos de los caballeros que subian por la escalera de quedaban mirándo a mi creador con admiración y envidia contenida. Tuve que reconocerlo, estaba ciertamente atractivo. Iba con su habitual capa y armadura negra, pero esta vez no tenia la capucha cubriéndole la cabeza y mostraba su hermoso rostro, ya que se hubiera considerado una ofensa hacia el Principe ir con la cabeza cubierta. Anatole por el contrario iba con ropas desgastadas y descoloridas y su habitual capucha tapándole la cara, pero nadie parecia reparar en el, y los pocos que hacian le miraban de reojo, elevaban la vista al cielo y se marchaban, murmurando algo sobre linajes perdidos. Al vernos llegar Abel sonrio y comenzo a descender lentamente las escaleras. Entonces vi como Lucita se acercaba a el y el besaba su mano, y mientras trataba de que no me llevaran los demonios, vi como por suerte Anatole la beso en los labios y la arrastro a la fiesta tomándola de la cintura, haciendola enfurecer. Abel saludo al resto de invitados y por fin se dio cuenta de que el Duque se hallaba entre ellos. Ambos se observaron friamente durante unos instantes sin decir nada, pero Abel sonrio y tendio una mano en dirección a la puerta.
-Disculpadme damas y caballeros, pero he de cumplir una pequeña formalidad.- dirigio su mirada hacia mi- Como ya sabreis esta es mi Chiquilla, y el Principe desea conocerla.
-Desde luego, marchad con Dios- dijo rapidamente el Samedi.
-Huid como lo habeis hecho siempre- murmuro DelaVega, recibiendo una oscura mirada por parte de Blake.
Tras permitir que el Sheriff y sus dos ayudantes leyeran nuestras auras para asegurarse de que nuestras intenciones eran buenas –ojala hubieran descubierto la habilidad en Ofuscación que poseia mi Sire- y saludar cortesmente al Guardian del Eliseo, segui a Abel a traves de la inmensa sala de fiestas. Habia luces de todo tipo, cortinajes enormes, cuadros magnificos y estatuas romanas sobresaliendo entre la multitud de Vastagos que llenaban la sala y comian o bailaban animadamente. Al pasar entre los invitados muchos se nos quedaban mirando y murmuraban por lo bajo; supuse que se trataria de esos Vastagos llamados Arpias -de los que me habia hablado Ninette- cuyo unico trabajo era esparcir rumores. Percibi intenciones oscuras y odios ocultos en muchos de ellos al observarme, y me pregunte como podian despreciarme y temerme de ese modo si era la primera vez que me veian. Finalmente divise la alfombra que llevaba al trono y lo vi a lo lejos, coronado de oro y columnas de mármol.
El hombre que estaba sentado en el trono se inclino hacia nosotros al vernos llegar, encantado ante la sin duda agradable vision de mi Sire.
-Dichosos son los ojos que te contemplan, Abel de Orleans, noble primogénito Malkavian, Senescal de Francia y mi caballero de confianza... sabia que no me decepcionariais y acudiriais a este evento, viejo amigo.
Me atrevi a mirar al poderoso señor de Francia mientras Abel hacia la presentacion. Era un Toreador prototipico –y hasta ahora, querido Dariel, eres el unico diferente que he encontrado- un joven de menos de treinta años con la actitud conservadora de un hombre de sesenta, lo que evidenciaba sus siglos de existencia bajo su mascara inmortal; su complexión era sorpendentemente equilibrada, sus rasgos eran perfectos y su largo cabello azabache estaba recogido en una coleta que resbalaba por su espalda hasta rozar su cintura, pero su mirada oscura carecia de profundidad y pasión, y su ropa y gestos eran afectados y recargados, al contrario que su alma, que se me mostraba simple y envanecida por la maldad, el lujo y el poder.
Mi Sire sonrio.
-Supongo que recibisteis mi misiva, advirtiéndoos de la existencia de mi chiquilla.
Una imagen cruzo mi mente. Una carta, dirigida al Principe, sobre una mesa, en una habitacion oscura. Una vez, en un sueño. Parpadee.
-Ciertamente, mi fiel caballero- asintió el príncipe, sin poder apartar la mirada de la gallarda figura de Abel- Sea como gusteis, sabeis que os otorgue ese privilegio por vuestra gran labor en nuestro reino.
El Malkavian se mostro indiferente ante los sentimientos sensuales encubiertos que percibia. Casi pude percibir la velada amargura y su propio cinismo despectivo ante la facilidad que suponia aparentar fidelidad y manipular al Principe de Francia. Le gustaba jugar, pero contra adversarios fuertes. Mirage era simplemente aburrido.
Las gentes comenzaron a acercarse, curiosas ante la conversación.
-Principe Michelle Mirage- dijo Abel, deseando acabar con los protocolos y la charla- Haciendo uso de mi derecho a crear un solo miembro en mi progenie, quiero respetar igualmente mi deber de mostraros a quien he elegido y quien os servira en el futuro.
Entonces se giro, señalándome con un brazo.
-Aquí teneis a la doncella Yaira, chiquilla del Duque de Orleans, de la Estirpe de Malkav.
Tal y como habia enseñado Ninette, me arrodille ante el y baje la cabeza, sintiéndome observada por cientos de miradas inmortales que me estaban sometiendo a juicio. Crei que me moriria de ansiedad alli mismo y senti ganas de salir corriendo, pero por suerte el Principe reacciono.
-De acuerdo, muchacha. Ponte en pie. Desde ahora serviras y protegeras los intereses de la Camarilla, que en este pais y concretamente en esta ciudad, son dirigidos por mi excelsa persona, el Principe Michelle Mirage, a quien debes respetar y obedecer en todo momento. Ahora, unete a la fiesta y disfrutala.
-Mi Principe- dijo una voz femenina y maliciosa- ¿No creeis que habeis vuelto a olvidar algo?
Desvie la mirada y me di cuenta de que provenia de la mujer que estaba sentada a su lado. Era sin duda una Ravnos, una joven gitana de sorprendente belleza. Llevaba una diadema con pequeños discos de oro sobre la frente, aretes y pulseras en las manos, su vestido era vaporoso y claro con encantadores motivos zingaros de una delicadeza oriental exquisita. Era muy delgada y delicada, adorable en su aparente fragilidad y aun morena en la natural palidez de su condicion vampirica. Su largo cabello negro resbalaba en suaves bucles hasta muy por debajo de su cintura, y su cara era pequeña y exquisita. Observe su sonrisa ironica, sus dientes blancos y perfectos que apenas ocultaban los colmillos propios de su condicion, pero lo que mas hablaba de ella eran sus grandes y vivos ojos negros, que contenian una chispa de humor y de mal disimulada malicia, unos ojos de hermosa y maligna hechicera consciente de su poder y dispuesta a todo para lograr sus objetivos. Justamente, la propia antitesis mental de Mirage.
-¿Acaso he olvidado algo, mi bella flor?
Deyanira dibujo una sonrisa fina, entre inocente y picara, en sus humedos labios.
-La muchacha aun no ha sido presentada ante su reina, mi señor...
Mirage miro a Abel, carraspeo, y giro la cabeza hacia su acompañante.
-Os he dicho mil veces que no me contradigais ante mis subditos, Deyanira- murmuro el Principe, enrojeciendo por la alteración.- Ademas no podeis pretender ser el Principe, ya que no es propio de un miembro de un clan Independiente pretender tal cosa en la Camarilla. Conformaos con ser mi afortunada consorte.
La Ravnos lanzo una risita complice y acercándose mas a el acaricio los ornamentos de su brazo con sus finos dedos, coronados por largas uñas transparentes, mientras el vigilaba que no desaparecieran las joyas que le adornaban.
-No es eso lo que decis dentro de nuestros aposentos, mi Principito...
Escuche una risita ahogada a mis espaldas –en la que reconoci la ironia habitual de Abel- mientras Mirage se enfurecia aun mas y nos mandaba marcharnos, dando paso al siguiente invitado.
Mi Sire me puso la mano ligeramente sobre el hombro y me llevo entre los invitados de la fiesta, mostrándome viejos aliados suyos. Entre ellos se encontraban personajes tan dispares como el barbaro Gangrel Ludwing (uno de los cainitas mas fuertes y mas leales de la epoca), el oscuro Baali Lazislao (según se rumoreaba, el propio chiquillo de Maria La Negra), la bella e intrigante Tremere Lantia, sospechosa siempre, y siempre libre de pruebas...
-¡Por Dios, mirad esto, Saulo! ¡Abel Le Reveur en persona!
Gire la cabeza rapidamente y vi a un hombre con todo el aspecto de ser un obispo, mirando a un lado, y luego mirándome a mi. Desvie la mirada para encontrar a Saulo, pero no vi nada. El hombre se acerco y tras echarme un par de ojeadas miro a mi sire.
-¿Y es esta vuestra criatura?- dijo, tomándome del menton.
Abel sonrio.
-Eso me temo, Nikolai... no se parece a mi en nada, ¿verdad?
Mate con la mirada a Abel, que se echo a reir, y aprete los dientes, gesto que noto el obispo, que aun tenia mi menton entre sus manos.
-¿Habeis visto esto?- miro al otro lado, tambien vacio- Oh, Jesús, gran Jesús, ¿la veis? Saulo nunca me engaña y tanto el como Jesús opinan igual. Cuidado con ella, perro que no ladra muerde, y voto a Dios que esta condenada criatura muerde mas que Cain.
Abel rio y puso una mano sobre el hombro del obispo.
-Jesus habla con vos, pero desde que esta a vuestro lado nos abandono a todos. No puedo esperar mas destino que el que merezco, y lo aceptare en su momento, sea el que fuere.
Le mire de reojo mientras me soltaba. ¿Jesús? ¿Qué Jesús? ¿Qué Saulo? No veia nada, pero percibia junto al obispo Malkavian una fuerza sobrenatural y divina fruto de una creencia sincera e inmensa que casi me repelia...
-¡MAESTRO!- se escucho en toda la sala.
Cuando volvi la vista Nikolai corria sujetándose las faldas del alba en dirección a un bulto que ascendía por una estatua, el cual al escuchar la voz se giro, le miro y se solto, cayendo sobre uno de los invitados.
Cuando ambos salieron del embrollo se abrazaron y vi que el Sire del extraño obispo no era otro que aquel monje tan misterioso y excéntrico, el mismismo Anatole.
Entre los abanicos de plumas y las sedas crujientes escuche comentarios hirientes. Las voces murmuraban que los Malkavian no deberían tener entrada en las fiestas porque extendían el caos alla por donde iban y constituian un peligro para la Mascarada, y que ni siquiera deberían haber entrado en la Camarilla. Algunos decian que la unica razon por la que estaban en ella era porque se les temia mas como enemigos que como aliados, pero que a nadie le gustaban de ninguno de los dos modos. No entendia nada. Abel me habia educado haciendome creer que mi clan era el de los orgullosos chiquillos de Malkav, el unico hijo de Cain que comprendio la Verdad y fue maldito por su padre por su descubrimiento, aunque el se considero bendecido con la libertad suprema de la locura; el clan encargado de comprender el mundo, el unico capaz de ver mas alla y aceptar las visiones perdiendo en el camino la cordura por el bien de la sociedad vampirica, acumulando sabiduría y ascendiendo a niveles superiores de evolucion y conocimiento a los que ningun otro clan podia optar, aquellos cuya evolución algun dia podria cambiar la propia realidad, librando de toda prisión mental a cainitas y mortales. Y sin embargo, estaba empezando a darme cuenta de que a ojos del mundo no eramos mas que una pandilla de desquiciados que solo servian como estorbo para la sociedad, y cuyos unicos destinos eran los de ser bufones estupidos, acabar pudriéndose en la carcel por asesinos o quemados en la hoguera por herejes. ¿Por qué no podian darse cuenta de lo que nosotros sentiamos realmente? Esa tristeza oculta tras la mascara de la sonrisa, esa incomprensión por un mundo estancado para unas mentes demasiado adelantadas, el cinismo creado por el desprecio, el horror por la perdida de control de uno mismo, el dolor por las terribles verdades que conociamos... ¿Por qué no podian ver lo que nosotros estabamos condenados a ver? Yo misma sabia la respuesta. Porque si lo hicieran ellos tambien estarian locos.
En ese momento entro en la sala una preciosa mujer de cabello liso y negro hasta los hombros, con una corona simulando un aguila sobre la frente, un transparente y ceñido vestido blanco, varios collares y pulseras con símbolos egipcios y un rostro sensual, de labios gruesos y ojos oscuros y maquillados, con un lunar bajo el izquierdo. La audiencia aun estaba asombrada ante la aparicion de la extraña mujer cuando otro hombre entro tras ella, quitándose una gran capa blanca, y dejando al descubierto su torso perfecto, desnudo y bronceado, aderezado con un collar egipcio y cubierto a partir de la cintura baja por una falda negra y larga con un cinturón egipcio. Su largo cabello castaño le caia en bucles por la espalda y algun mechón descuidado sobre la frente; tenia un pendiente en la oreja y brazaletes en los bien formados brazos con los que sostenia un baculo con forma de serpiente. Su rostro era sumamente atractivo y sensual y llevaba el borde de los ojos maquillados. Ambos eran Seguidores de Set y parecian poderosos.
-Kuarig´ Hattan- dijo el Principe poniéndose de pie en el trono- y..- su aliento se corto-...vuestra protegida Naref Nazer. ¿Cómo osais...?
Naref sonrio entornando los ojos.
-Principe Mirage- corto el Setita, sin alterarse lo mas minimo- No deseamos alterar la paz de los festejos. Hemos venido a presentarnos ante vos nada mas llegar como ordena la Camarilla, ¿acaso hemos incumplido alguna ley? –sonrio ligeramente- Pero si realmente nuestra presencia no es deseada, no teneis mas que decirlo.
Deyanira desvio la mirada y observo de reojo a Mirage, de pie ante ella.
El Principe apreto los colmillos. Kuarig no era un neonato al que podria haber echado del pais sin problemas. Era todo un nombre entre las filas de los Seguidores de Set, y si ellos reconocieran un lider aparte de su Hierofante Oscuro y su propio dios, ese seria sin duda el vastago que tenia ante el. Era demasiado poderoso como para expulsarlo sin mas. Ademas no tenia argumentos convincentes para hacerlo y probablemente los ancianos que le respaldaban se pondrían en su contra si tomaba una decisión asi. Y desde luego, hubiera sido una demostración de debilidad ante sus subditos. Bajo la cabeza y volvio a sentarse en el trono. Emitio una inspiración muy humana y le miro.
-Disculpad mis modales, Lord Kuarig. Sed bienvenidos a mi ciudad, y en compensación a mi agravio, consideros invitados a disfrutar de mi fiesta vos y vuestra hermosa acompañante.
Deyanira sonrio y miro picaramente a su acalorado consorte.
Naref giro la mirada lentamente hasta cruzarla con su protector con oscura aprobación. El Setita movio lentamente las comisuras de su boca hasta formar una sonrisa que a ojos de todos resulto conciliadora, y que tan solo el Principe pudo percibir en su verdadera naturaleza, una mueca de burla en su cara.
-Sera un honor permanecer un tiempo en vuestra ciudad. Y si asi nos lo pedis, estamos encantados de aceptar vuestra invitación.
Dicho eso, ambos hicieron una ligera reverencia y se retiraron, hundiéndose entre la multitud que observaba expectante. El Principe dio un par de palmadas y la musica y el bullicio volvieron a inundar la tensa sala.
Aun estaba asumiendo la normalidad tras la incomoda situación anterior cuando me di cuenta de que Abel ya no estaba a mi lado, y al observar entre la multitud estuve a punto de desmayarme cuando le vi cruzar una sonrisa complice con el imponente antiguo Kuarig´ Hattan, al que yo no hubiera osado a mirar a los ojos instantes antes.
No me atrevi a acercarme a ellos, pero les observe fijamente desde la distancia, y decidi usar mis poderes vampiricos menores, que no causarian demasiado impacto en un Eliseo. Cuando percibi sus auras, cruzadas por unas milesimas de segundo, encontre pregunta en la de Abel y respuesta en la de Kuarig, con una compenetracion y camaradería sorprendente. Era evidente que se habian conocido alguna vez muchos años atrás, que habian compartidos complots en el pasado y que eso era algo habitual aun en el presente.
Desvie la mirada, sabiendo que tras mi presentación oficial Abel no cuidaria mucho mas tiempo de mi, y dejarme sola en medio de la fiesta era una de sus maneras de darme soltura. No se si era consciente de que con el tiempo habia comenzado a percibir en mi nuevos trastornos que apenas lograba controlar; en el castillo donde habia pasado la unica existencia que recordaba apenas habia tenido contacto con nadie, y que todo aquel lugar atestado me hacia sentir muerta de miedo. Me sentia sola, abandonada, tan aberrantemente insegura que ni siquiera sabia como andar. La gente que danzaba a mi alrededor era borrosa y lo unico que veia era sus ojos acusadores y sus murmullos sordos diciendo que no era mas que otra loca Malkavian que nunca se integraria en la sociedad, porque la sociedad solo ha sido creada para aquellos que tienen gestos, actitudes y palabras normales, y cualquier desviado es sofocado, abatido o ignorado sin mas. El mundo no se hizo para los Malkavian y los Nosferatu, sino para los Ventrue y los Toreador.
Comenzaba a marearme y senti en mi interior la llamada de mi mas oscura naturaleza; me di cuenta de que el frenesi comenzaba a inundarme y echaria a perder toda la fiesta, pero no podia controlarme, y la propia sensación de falta de control me hacia sentir peor. Mi cabeza comenzo a dar vueltas y note como caia al suelo...
...pero alguien me agarro firmemente y vi como todo seguia dando vueltas y vueltas hasta que comence a enfocar la vista y vi que estaba bailando, en un arco iris de colores formado por los trajes de las parejas de la alta sociedad que bailaban a nuestro alrededor.
-¿Os encontrais bien, muchacha?
Me sobresalte al escuchar una voz burlona junto a mi, y al enfocar la mirada vi que tenia ante mi un hombre alto, escualido, de unos cuarenta años y ropa oscura, de corto cabello rubio ceniza y rostro afilado, palido, imberbe y demacrado, esbozando una extraña sonrisa.
-Oh, fue el vino, ¿verdad?
Parpadee, aun confusa.
-No.. quiero decir.. bueno... en realidad yo.. soy algo timida...
El esbozo una sonrisa fina y maquiavelica, interrumpiendo mi frase.
-Ven.
Vi que tenia tendida hacia mi una mano de dedos finos y puntiagudos, y la tome sin pensarlo. Sin decir nada me arrastro fuera del barullo de la sala hacia una terraza despejada y vacia, donde se escuchaba el ruido de la fiesta a lo lejos.
Deje de notar la presion en mi mano, y cuando mire a mi alrededor el ya no estaba. Entonces le vi sentado sobre la barandilla, mirando a la luna que se reflejaba en las olas del mar, en la playa que se extendia cientos de metros por debajo de nosotros. Di un paso adelante y le observe en silencio durante unos instantes. No tenia duda alguna de que era Malkavian.
-Gracias por ayudarme, Monsieur...
El giro la cabeza de repente, mostrando su sonrisa.
-Llamame Filippe. De todos modos no creo que importe el apellido del alquimista loco de la corte - rio – Bien. Yaira. No te quedes en pie sin hacer nada. Podrían pensar que estas loca, ¿no crees?- lanzo una carcajada horrible.
-¿Cómo os atreveis a tratarme de ese modo? Y ademas ¿cómo sabeis...
-Digamos que Abel y yo somos viejos conocidos, pequeña- corto con una risita, jugueteando con sus guantes.
Comprendi. Aquel tipo extraño era el importante invitado que Abel y Anatole habian recibido en su castillo y el que habia realizado el viaje junto a ellos. Si Abel era el Senescal y posiblemente el futuro Principe de Marsella -la ciudad mas importante de Francia entre la sociedad cainita del momento- y trataba con la misma preferencia al lider Setita y al alquimista loco de la corte, es que los dos tenian algo que podia serle de utilidad en su lucha por el poder. Ya no tenia la menor duda de que por mucho que quisiera aparentar ser un bufon, aquel tipo era mucho mas poderoso y vital en política de lo que parecia.
-Y tu, chiquilla, nuestra esperanza, tambien has caido como los demas- dijo el Malkavian con su extraña voz- Tu que tienes capacidad para hacerle frente y vencerle. ¿Por qué le sigues como un perro perdido? ¿Es que no te das cuenta de tu poder? ¿De lo que puedes hacer por ti? ¿Por todos nosotros? –me señalo con el dedo- Pero calla, no me interrumpas, el tiempo se acaba, y no debes malgastarlo.
-Pero si no he dicho nada- proteste, entre molesta y desesperada.- ¿Qué demonios...
-Destruye al demonio que viste de angel, del angel que camina entre demonios, porque no hay ser mas peligroso que el que justifica sus oscuros medios con un fin aparentemente loable.- dijo el, poniendo los ojos en blanco, y caminando en torno a mi- Y los hombres que creen verdades absolutas que son tan falsas como sus conciencias muertas, que las hacen creer al resto vendiéndolas como la unica posibilidad de realidad y redencion son los autenticos manipuladores que mueven los peones de la Yihad, que dura desde Enoch y nos traera la justa destrucción con la llegada de la Gehena.
Parpadee.
El, detrás de mi, puso su cabeza sobre mi hombro, manteniendo las manos enlazadas en su espalda.
-¿Tienes algo que decir? Comienza ya, pues tengo prisa, y cuando termines de hablar, te callas.
Me quede quieta, con la boca entreabierta, sin saber que hacer, pero luego agite la cabeza, despertando de mi confusión.
-.... ¿Por qué decis eso?- me gire, furiosa- ¿Qué creeis que ganareis enfrentándome con mi Sire? ¿Acaso esperais que os de un puesto mas alto del que os podria dar el siendo el Principe?
Espere respuesta durante un rato, pero nadie contesto. Pense que se habia ido pero percibi su sombra aun sentada sobre el poyete del muro. Me acerque cuidadosamente, le mire directamente a los ojos...
Estuve a punto de tirarme de cabeza al acantilado. ¡¡Estaba roncando!!
Trate de despertarle pero lei en su aura que realmente habia caido en algo parecido al letargo, y no habria modo de hacerle soltar una palabra mas. Desesperada, sali velozmente de aquel lugar, con la mente aun llena de confusión. ¿Qué estaba pasando a mi alrededor? ¿Habia aprendido a mirar el mundo solo desde los ojos de Abel y sus aliados? ¿Era falso todo lo que habia aprendido hasta ahora?
