Capitulo 6

                                     Preludio al desastre

Apenas habia entrado en la sala cuando el Principe dio un par de palmadas, convocando a todos los invitados a la cena. Percibi inmediatamente entre la colorida multitud el elegante traje negro de Abel y su inquietante belleza, como un mal presagio en medio de la fiesta. Me uni a el y el avanzo hacia el grupo con normalidad, aparentemente ajeno a la conversación entre el extraño Malkavian y yo. Le segui hasta que nos acercamos a una mesa separada del resto, en la que habia un trono que indicaba que era un lugar reservado para el grupo mas selecto de invitados.

Abel, ajeno a los rumores que venia escuchando sobre el cada vez que me apartaba de su lado, actuaba con total naturalidad y cordialidad. Se sento al lado del Principe yo al suyo; Ninette, que aparecio de la nada se sento a mi lado y al suyo Blake, seguido por Anatole. Deyanira estaba al lado del Principe y a su lado se sento el Duque DelaVega, seguido por Lucita, el Samedi, y Nikolai, el obispo chiquillo de Anatole. Y justamente frente al Principe y su consorte, en el otro extremo de la mesa, se sentaron Kuarig y su protegida Naref. Observe a mi alrededor y me di cuenta de que Filippe habia desaparecido misteriosamente. Y al elevar la mirada, percibi la presencia de una mujer de grandes ojos verdes y aspecto oriental vigilándonos desde una columna cercana. Una Assamita.

Pronto me di cuenta de que la colocación no habia sido muy acertada. Abel estaba situado frente a DelaVega, yo frente a Lucita, la estetica y vacia Ninette frente al Samedi, el serio y austero guardian de las formas; Blake, sin nadie frente a el –algo ofensivo-, Kuarig oponiéndose al Principe en el otro extremo de la mesa y la bella Naref contra la igualmente hermosa Deyanira, calculando la una y la otra sus poderes y su belleza. Los unicos que parecian satisfechos eran Anatole y Nikolai, que charlaban animadamente con las invisibles presencias de Saulo y Jesus.

 -Me siento honrado de compartir esta velada con tan distinguidos invitados- dijo Mirage solemnemente- Esta noche ademas contamos con la presencia del Duque DelaVega, que ha venido especialmente desde Italia para sellar personalmente el pacto de aceptación del dominio de la Camarilla sobre su zona de influencia.

-Es sorprendente y agradable descubrir que no todos los Demonios se han hundido en la oscuridad, DelaVega- dijo Abel, con una cortesía cargada de malicia- Parece que algunos de ellos han comprendido rapidamente lo justo de nuestra causa y se han unido a ella, abandonando a su suerte a sus compañeros del Sabbat.

-Desde luego- contesto friamente DelaVega- He abandonado el cubil de serpientes esperando hallar nobleza, sabiendo con que poca abundancia se da en nuestros dias.

-Curiosa observacion- dijo Abel, divertido- Siempre pense que los Tzimisce se consideraban a si mismos los ultimos vampiros nobles... ¿buscais acaso algo perdido?

La Assamita desenvaino su espada.

El Principe se revolvió, incomodo ante la situación. Como a cualquier Toreador le divertían los ataques verbales cargados de ingenio pero sabia que aquel asunto era mas profundo y tenia implicaciones peligrosas, asi que levanto la copa y decidio cortar con el asunto lo mas velozmente posible. Hizo un gesto con la cabeza a la Assamita de la Camarilla, seguramente el Azote de la ciudad, y ella envaino su espada, observándole despectivamente con sus gelidos ojos verdes.

-Bridemos por el honrado Duque DelaVega, rosa de Italia, protector de Camarilla y la sociedad vampirica.

Todos los invitados levantamos las copas. Abel no necesitaba comportarse como un necio ignorando esa cortesía, sabia que habia ganado el combate y no deseaba recrearse en ello.

-¡Larga vida a Gonzalo DelaVega! ¡Larga vida a la Camarilla y la Mascarada!- se escucho al unísono.

Mientras llevábamos las copas a los labios, observe como DelaVega y Abel cruzaban las miradas durante unas milésimas de segundo, lo suficiente como para que sintiera un escalofrio al percibir el odio frio y seco del Tzimisce, clavandose en mis huesos muertos. Imagine como habria recibido el primogénito Malkavian aquella amenaza velada, pero no note ninguna reaccion por su parte. Abel era extraordinario, no concedia a sus adversarios ni la gracia del odio, sino la mas absoluta indiferencia. No supe si por su locura no podia calibrar el peligro, o si ignoraba al enemigo que no temia, o si su mente estaba inmersa en otros asuntos mas importantes, pero en cualquier caso no tuvo reaccion alguna al ataque.

Entonces algunos de los invitados, los que se encontraban mas comodos en aquella situación, como el Nosferatu, Anatole, el obispo y sus respectivas multiples personalidades, comenzaron a comer, y el resto comenzo a charlar entre si en pequeños grupos.

Gire la cabeza y mire a Ninette.

-¿Dónde habeis estado desde que hemos llegado?

Me observo durante unos instantes y luego sonrio.

-Ma cherie, la sala esta repleta de hermanos de clan con los que me crie en esta ciudad. Deseaba reencontrarme con algunos... viejos amigos.

Vaya, pense. Lo malo de ser un neonato es que no puedes presumir de que tu tambien tienes viejos amigos con ese tono simbolico y misterioso.

Desvie la mirada y me di cuenta de que Naref miraba fijamente al Principe Mirage. El desvio la mirada y acaricio la mano de su compañera Ravnos, la cual sonrio levemente y pidio que le sirvieran sangre en su copa vacia. Mientras Deyanira estaba distraida Naref volvio a observar al Principe, esta vez de un modo distinto, usando alguna disciplina. Presencia. El Principe parpadeo y quedo aturdido, mientras Naref y Kuarig cruzaban la mirada durante unos instantes, como si se informaran mentalmente. Naref volvio a observar al Toreador y vio como la mirada de este era ahora diferente. El sonrio y elevo la copa en dirección a ella, mientras Naref hacia lo propio y la sorbia sin apartar la mirada de los ojos de el, lamiendo después sus labios en un gesto cargado de sensualidad. 

Deyanira acababa de ser servida cuando intercepto las miradas entre su consorte y la setita. Sus ojos negros ardieron de celos fundados y bebio bruscamente de la copa, posándola de golpe sobre la mesa, sobresaltando a Mirage. Active mi auspex.

-¿Que demonios haceis?- susurro el Principe- Prometisteis que no volveriais a dejarme en ridículo delante de mis subditos, y que tendriais un comportamiento adecuado en las cenas de gala. Se lo mucho que odiais los vinculos de sangre y no me gustaria tener que crear el segundo.

-¿Creeis que soy estupida, Mirage?- susurro la Ravnos, furiosa- ¿Qué no me he dado cuenta de cómo os mirabais vos y esa cualquiera?

-Deyanira, medid vuestras palabras... recordad que no debeis...

-¡Dejad de darme ordenes y de decirme que debo hacer, como han de ser mis modales y que esperais de mi!- dijo, elevando la voz- Guardaos vuestros mandatos para el reino que no gobernais.

El quedo callado y ella entristecio la mirada.

-Se bien que me recogisteis en la calle cuando no era mas que una bailarina errante, y os lo pague con mi apoyo incondicional, sentimental y politico, pero hace un tiempo que me tratais con desprecio, como si me creyeseis inferior a vos. –levanto la cabeza, mirándole desafiantemente a los ojos- ¿Me considerais vuestra esclava en vez de vuestra amante?

-¡Deyanira!- dijo el Principe, furioso, tomándola de una mano y bajando la voz- ¡No pienso consentiros ni una ofensa mas! ¡Me estais haciendo quedar como un estupido ante todos!

-Ya sois considerado como tal- corto la aludida- Y si caeis en los brazos de una furcia Setita perdereis el poco credito que os resta.

-Estais perdiendo el juicio- dijo el- Tan solo me ha parecido hermosa ¿acaso no tiene derecho un Toreador a contemplar lo bello? 

-Sabeis bien a que me refiero. Sabeis que ya no queda rastro de pasión entre nosotros- murmuro Deyanira amargamente. Y dijo en un tono casi inaudible, solo para ella- Y os juro por Ravanna que pronto pagareis por diez veces las humillaciones que me habeis hecho sufrir.

-¿Te has fijado?- la voz de Ninette me saco de mis pensamientos.

-¿En que?- pregunte, suponiendo que ella tambien habia percibido el incidente.

-¡En las pintas de esa tal Lucita! ¡Y luego dicen que los Lasombra son elegantes! ¡Que poco glamour!

-Disculpad- dijo Kuarig – Pero quisiera aprovechar la ocasión para brindar por la rosa negra francesa, Madame Deyanira- dijo, elevando la copa.

La aludida elevo su copa y sonrio encantadoramente, mientras todos entrechocaban las copas en su honor. Kuarig sorbio ligeramente la copa y luego la deposito sobre la mesa, observando cortésmente a la consorte del Príncipe.

- Naref y yo os agradecemos el placer de ser invitados a compartir vuestra mesa, señora.

Mirage se atraganto.

-El placer es mio, y por favor, llamadme Mademoiselle, Lord Kuarig.- dijo Deyanira, sonriendo como una niña.

-No merezco ese honor, tan solo vos mereceis tal distincion, mi Señora- dijo Kuarig, alzando la copa hacia la Ravnos y brindando con ella, mientras ambos sonreian sensualmente.

El Principe carraspeo.

Se hizo el silencio en toda la mesa.

Entonces, en mi mente comenzaron a cruzarse conversaciones. Supe que estaba utilizando una de mis disciplinas, justo la que me permitia saber que estaban sintiendo realmente en aquel momento.

-Maldita serpiente presuntuosa...- escuche al Principe- ¡ella le invito! ¿qué es lo que no ha pasado por mis manos? No creera que va a robarme lo que es mio... Deyanira sabe quien la ayudo y que nunca encontrara un amante como yo... ¿se habra enterado de mis antiguos escarceos con Naref? Y aun asi, ¿acaso soy culpable de mi belleza?...

-Me pregunto cuanto tardara este estupido en acabar de cenar y venir a la cama- penso Naref- Espero que no aguante demasiado. Tengo poco tiempo y muchas cosas que hacer si quiero seducirle y deshacerme de Kuarig si deseo ser yo la que ocupe su lugar en el clan. Maldita sea...

-Estoy comenzando a cansarme de esa marioneta que se hace llamar Principe- Kuarig desvio la mirada, observando sensualmente a Deyanira– Espero que Abel haya hablado ya con ella. No se como una dama asi ha soportado tantas banalidades, pues presiento que debe ser exigente y dificil de contentar.. un reto como mujer, esperando un ganador que le de lo que merece...- sonrio ligeramente- Es hora de hacer desaparecer a mi pequeño cebo, mi querida Naref que tan bien me sirvio embaucando a Mirage en su momento; y se que ella misma me dara la oportunidad y las razones para hacerlo.

-Hacia siglos que no veia un hombre tan atractivo- penso Deyanira, correspondiendo a la mirada de Kuarig- ¿Qué hace con esa al lado? ¿Y yo?¿Cómo he soportado a este tirano impotente? Deseo intensamente a ese Setita, su poder, su influencia, su sensualidad... pero sobre todo su apoyo para destruir a Mirage... deseo el fuego aunque que me queme, por un leve instante de vida... ¿me dejareis robar vuestra pasion como la mas preciada joya? Decidme, ¿qué me ofreceis en este delicioso pacto con el diablo? –sonrio malévolamente, mirando en dirección a el.- ¿Al menos un simple trago del placer olvidado hace tanto?

La situación hizo que rompiera a reir ante todos, sin darme cuenta de que nadie excepto yo la habia oido aquellos pensamientos. Se hizo un tenso silencio que rompio rapidamente Ninette.

-Brindemos por el nacimiento en nuestra sociedad de la preciosa Yaira de Orleans, la chiquilla de nuestro Senescal Abel.- invito alegremente.

Enrojeci y levante la copa a la vez que los demas. Entonces senti la mirada glacial del Duque DelaVega sobre mi, y le vi sonreir cruelmente. Era como si por primera vez hubiera notado mi presencia. Y fue entonces, al mirar a sus ojos, cuando lo comprendi todo.

-¡CUIDADO!- dije, poniedome en pie y tirando la copa.

Apenas habia acabado la frase cuando las ventanas estallaron y un ser monstruoso entro en la sala con la cabeza del Sheriff empalada en su espada. La sala fue invadida por sombras, gentes ensangrentadas y enfurecidas, seres deformes y armados y criaturas espeluznantes, mientras el panico se traducía en gritos, carreras y sonido del metal de las espadas. Los Tremere, situados junto a la entrada, comenzaron a realizar invocaciones y a atraer a sus Gárgolas, pero el factor sorpresa de los Sabbat hizo que los Brujos comenzaran a caer masivamente. Pronto se lanzaron contra el resto de invitados de la Camarilla.

Todos nos pusimos en pie y algunos se situaron ante los demas, tratando de utilizar sus poderes para detener al grupo de salvajes. Yo me gire y vi como DelaVega se marchaba del lugar, siendo observado por la impasible Assamita Sherezade, pero yo me negue a dejarle ir y sali corriendo tras el. Sin embargo, cuando iba a atravesar la cortina, la Assamita me planto cara.

-Quieta, neonata.- me dijo, sacado la espada y apuntando con ella a mi cuello- Esta no es tu guerra.

Mire la espada que presionaba mi cuello, y me di cuenta de que me estaba mirando a los ojos. Y tambien me di cuenta de que yo no era yo.

-Sumergios en la guerra de vuestra conciencia por haber vendido vuestra alma al diablo y dejadme llevar a cabo la mia.

Pase corriendo junto a ella mientras se desgarraba la piel con las uñas, lamentando haber subestimado el efecto de la Dementacion.

Escuche a lo lejos los pasos del Duque, atravesando varias salas del palacio hasta llegar a una completamente vacia, donde el se paro, manteniéndose de espaldas a mi.

Entonces fue cuando volvi en mi y comence a preguntarme que diablos hacia una neonata Malkavian corriendo detrás de un anciano Tzimisce en medio de una sangria a favor del Sabbat, pero me di cuenta de mi error demasiado tarde, ya que tenia al Duque detrás de mi, cerrandome la salida.

-¿Me buscabais, Yaira Du Reveur?

Me gire velozmente.

-¿Por qué les habeis traicionado?- dije, llena del rencor inocente de un niño al que se ha engañado. Ah, cuanto tenia que aprender aun del mundo y de sus gentes...

-¿Por qué deberia desear el bien de la Camarilla?- pregunto el- Blake me abandono para unirse a Abel durante su fundación, mientras yo estuve a punto de morir en Italia de no ser por la ayuda de los Lasombra. En el Sabbat los enemigos se atacan a la cara, en la Camarilla no sois mas que un nido de traidores que se apuñalan por la espalda tras jurar amistad eterna, o amor eterno, como el traidor de Blake.

-Estoy mas alla de las sectas- dije- No se mucho sobre ellas, pero imagino que todas estan igual de corruptas. Lo que no puedo dejar es que traicioneis a los que quiero.

DelaVega sonrio cruelmente.

-¿Le quieres, verdad? Zorra estupida, ¿crees que le importas lo mas minimo? Solo te mantiene para usarte.

Senti como las lagrimas de sangre presionaban mis ojos, por la impotencia que me causaba el sentir algo incontrolable por alguien solo por haber bebido de su sangre involuntariamente. Pero mas alla de lo que pudiera sentir por los que lo eran todo en la unica vida que conocia, no podia soportar la crueldad y la autosuficiencia del despreciable Tzimisce. 

-Volved al infierno de donde provenis, Demonio.- dije, escupiéndole a la cara.

DelaVega, frio y bello en su maldad, quedo paralizado por la sorpresa, y después se limpio el rostro lentamente con la manga de su traje de oro, esbozando una sonrisa despectiva. 

-Malkavian, me alegro de que empeceis a decirle al mundo quien sois. Es una pena que lo hayais comprendido justo antes de vuestra Muerte Definitiva.

Retrocedi un paso, mirándole desafiante. Por un momento senti autentico panico, sabiendo de sobra que no tenia ni la milésima parte de experiencia de la que el tenia, pero las palabras de Anatole en la biblioteca volvieron a mi mente, y decidi seguir hasta el final.

-Ese era vuestro plan reservado para mi desde que me visteis ¿verdad?

DelaVega sonrio.

-Querida -murmuro, sin el menor aprecio- Segui vuestros pasos en Italia cuando no erais mas que una novicia con mas curiosidad de la requerida. Mande cohortes enteras de Nosferatus a vigilar los alrededores del castillo de Orleáns cuando se produjo vuestro abrazo. Después de todo, vos sois la criatura que Blake educo con tanta dedicación- dijo el Duque, acercándose a mi- La chiquilla que Abel eligio entre miles de candidatos. Si, teneis razon, seria divertido frustrar los planes para los que os han creado y educado. Era a vos a quien he buscado desde el primer momento, pero Abel se centro mas en su seguridad que en la vuestra. Y me temo que para cuando se de cuenta de su error, sera demasiado tarde.

Mi pasado... mi futuro... Retrocedi, mientras el avanzaba hacia mi con una sonrisa maligna. Supe que no tendría la menor piedad. Los Demonios Tzmisce eran conocidos por su crueldad y orgullos inhumanos, y DelaVega tenia razones mas que suficientes como para llevar a cabo su venganza contra mi. Comprendi que nada le pararia, y senti un escalofrio al saber que si no reaccionaba moriria alli mismo. Todo dependia de mi, una neonata, tan humana aun.

Entonces mi mente volvio a descontrolarse por fruto de la inseguridad. De repente el suelo ondulaba y cambiaba de color, las columnas deprendian olores frescos y la luna quemaba mi piel. ¡No, ahora no!

Lance un grito de desesperación mientras cerraba los ojos, me apretaba las sienes con las manos y sacudia la cabeza desesperadamente, como si pensara que agitándola con todas mis fuerzas lograria arrancarme aquellos pensamientos angustiantes.

Entonces me senti alzada y note un golpe seco y penetrante al ser lanzada contra el suelo humedo.

Entorne los ojos, viéndolo todo borroso pero real, como si despertara de un mal sueño o se pasaran los efectos de una droga terrible, pero comence a recuperar el control de mi misma. 

Aun confusa enfoque la mirada y vi como el ya estaba delante de mi, empapado por la lluvia torrencial que caia sobre nosotros. Sin tiempo a nada mas centre toda mi atención en mirarle a los ojos pero el desvio la mirada, y vi como se concentraba en no escuchar mis palabras. Sabia cuales eran mis poderes mentales y como contrarrestarlos. Sin dar tiempo a que creciera mi inseguridad, ignore el sarcasmo de su mirada y utilice celeridad para moverme tras el y sacar la espada de una armadura decorativa. Nunca habia aprendido esgrima en el castillo pero parecia ser una habilidad innata en mi, perteneciente a esa parte del pasado que me habia sido denegada. Me movi velozmente atacando mas en defensa que en ataque porque sabia que mientras yo pensaba en defenderme el ya habia atacado de nuevo; y asi fue, el se situo igualmente tras de mi y de una bofetada hizo que me golpeara violentamente contra la pared y la espada saliera despedida por el borde de la terraza, hundiéndose en las profundidades del rugiente acantilado mientras un trueno partia de una montaña cercana.

Recobre rapidamente el sentido y note la sangre corriendo tras mi nuca y resbalando por la espalda, pero me preocupo mas ver como el Tzmisce avanzaba lentamente hacia mi. Sin atreverme a levantarme comence a arrastrar mi vestido de gala por el enlodado suelo de la terraza mientras buscaba rapidamente algun poder en mi mente, pero no conseguia concentrarme debido a mi ansiedad. Mis pensamientos quedaron completamente en blanco cuando note los barrotes de piedra de la barandilla presionando mis hombros, indicando el borde de la terraza.

-Es una pena, pero debe ser asi, mi querida y maleducada niña.- dijo el, tomándome del cuello del vestido, poniéndome en pie y soltándome despectivamente- Hasta siempre, tesoro de Blake.

En ese momento hubiera deseado con toda mi alma la presencia del mismo angel guardian que me salvo de Bahaus, pero por su tardanza comprendi que los angeles estaban tan muertos como dios.

Entonces elevo la mano, dispuesto a empujarme al acantilado con todas sus fuerzas, pero saque una solucion de la manga fruto de la desesperación: utilizar aquello que nunca podria esperarse en un Malkavian, y menos de uno joven e inseguro, algo que requiriera mucha precision y un gran dominio de la psique. Sabia que era, y que no tendría dos oportunidades. Cerre los ojos con fuerza y trate de dejar mi mente en blanco.

Escuche el ruido de las botas que resbalan y el grito de alguien que se pierde en los abismos nebulosos de los rugientes acantilados. Abri los ojos y vi que me habia elevado un par de metros por encima de la barandilla en la que me encontraba. Comprendi que por la propia inercia del empujon que habia intentado propinarme, y sorprendido ante una habilidad que no esperaba en mi, fue DelaVega el que resbalo en el suelo mojado y cayo por el borde de la terraza. Descendi hasta posarme en el suelo de la terraza y me asome sabiendo que aquel truco tan infantil no podria destruir a un vastago tan poderoso, y en efecto, vi como un murciélago remontaba el vuelo confundiéndose con la oscuridad de la noche. No habia sufrido ningun daño fisico, pero su pomposo orgullo Tzimisce habis sido derrotado por una tonta broma Malkavian, lo que le habia herido profundamente y habia decidido posponer el enfrentamiento. Desde ese mismo instante supe que habia ganado un enemigo a muerte y que uno de los dos deberia morir a manos del otro algun dia.

Cuando me aparte del borde de la terraza senti como mi vestido estaba incómodamente ceñido a mi cuerpo por la humedad de la lluvia, y un escalofrio me recorrio al encontrar grandes manchas rojas en el, pero al tocar mi nuca no encontre ninguna herida. Habia cicatrizado sola. Escuche pasos y vi como Ninette corria hacia mi y me estrechaba entre sus brazos, acariciándome la espalda y el largo cabello con restos de sangre, que goteaba sobre ella.

-Oh, pero si estas perdida de sangre, cherie- dijo Ninette al soltarme, haciendo que diera una vuelta sobre mi para observar los desperfectos que la batalla habia dejado sobre mi vestido.

-¿Y Blake?- pregunte, tratando de zafarme de ella- ¿Dónde esta? Podria ir a por el ahora que...

La Toreador sonrio, mientras seguia con su tarea, tratando de limpiarme.

-Oh, petit, a estas alturas Blake ya le habra echado de su castillo.

¿Cómo? ¿Ya habia acabado con un Duque y lider del Sabbat? ¿Asi, sin mas?  

Baje la mirada y senti una mano suave y firme a la vez se apoyaba sobre mi hombro.

-Sabia que no me habia equivocado contigo, Yaira.- dijo Abel, sonriendo sinceramente.

Parpadee, sorprendida ante su repentina aparicion y su actitud, tapando rapidamente con las manos el pecho que mi humedo vestido desvelaba.

Abel sonrio dulcemente, se quito la oscura capa y me la coloco sobre los hombros. Enrojeci involuntariamente, como cuando era humana, y baje la mirada.

-Debi haberlo imaginado- se culpo- Sospeche que nos atacaria, pero nunca con ese apoyo. No le creia tan ignorante como para dejarse embaucar por las falsas promesas de libertad del Sabbat.

¡Abel con una actitud condescendiente hacia mi! ¡Abel reconociendo sus errores! De hecho ¡Abel cometiendo errores! ¿Y la desaparición de Blake? No me gustaba nada todo aquello, y por alguna razon veia una trampa en aquella historia.

Entonces escuchamos el sonido de unos cascos acercándose. Ninette, poniéndome la mano sobre el hombro, se estremecio.

-Cielo santo ¿qué es eso?

Miramos los tres y vimos como en efecto cientos de luces de antorchas y blancos caballos dirigiéndose en dirección al castillo.

-Tal y como suponia. -dijo Abel, frunciendo el entrecejo- Pero no esperaba que llegaran tan pronto.

-¿Qué?- dijo Ninette, poniéndome un brazo sobre los hombros- ¿Qué ocurre Monsieur?

-La Inquisicion se dirige hacia aquí- respondio sombriamente.

Cuando iba a dirgirme a el, habia desaparecido de alli.

-¡Maldito demonio!- grito el Principe, reordenando a sus ghouls para lanzarlos contra los Sabbat- Sabia que no se podia confiar en ninguno de ellos.

-¡Jesús, Saulo, venid rapidamente, por fin empieza la fiesta!- grito Nikolai, loco de contento, sacudiendo bastonazos a todo aquel al que se acercaba y usando dementacion con los pocos que sobrevivian a la descomunal fuerza del Malkavian- ¡Anatole, disfrutad tambien!

Anatole habia vuelto a subirse a la estatua que antes habia dejado medio rota en la anterior subida, y esta vez acabo de partirla del todo, desplomándola sobre un grupo de atacantes.

Se puso en pie mirando los cadáveres con una sonrisa, y elevo los brazos, gritando algo en un idioma desconocido.

Era evidente que sabia todo lo que iba a ocurrir desde el momento en que entro en la sala.

Lucita se defendia como podia utilizando los tentáculos de oscuridad que le ofrecia la Obtenebracion, pero comenzo a sentirse realmente agobiada y, cubriendose con las manos, llamo enfurecida al amante que la habia dejado sola, sin obtener respuesta. El Samedi, tan abandonado como ella, la protegio entre sus brazos y salio corriendo a un lugar mas seguro. Anatole les vio pasar y, recordando los labios de Lucita, decidio seguirlos, acompañado por su chiquillo Nikolai.

Mirage habia comenzado a luchar con sus Disciplinas y su espada contra los atacantes, y sorprendentemente Kuarig no se habia movido de su lado y luchaban codo con codo, quizas para luego exigirle al pago del favor pensaba Mirage, mientras que para Kuarig era una cuestion de honor, por paradójico que resultara. Naref habia activado Serpentis y atacaba con su lengua bifida destruyendo sin piedad a sus enemigos, pero aquello no era suficiente.

-Me pregunto donde estara ahora vuestra consorte- murmuro envenenadamente la Setita.

El Principe se asio a ella mientras ambos atacaban, muy debiles, recibiendo ambos una fugaz mirada por parte de Kuarig.

Deyanira estaba detrás de las cortinas observando la escena, librándose como siempre de los combates, desapareciendo en el momento preciso para contraatacar en el momento oportuno. Entorno los ojos, comenzando a invocar sus potentisimos poderes de Quimerismo, pero el movimiento de una sombra a sus espaldas la desconcentro.

-¿Ya vienen los angeles para llevarme al Infierno de los condenados?- dijo burlonamente, abriendo los ojos y poniéndose recta, sin darle la cara- ¿Por fin ha llegado el momento en el que he de ser apuñalada a traicion, noble Abel?

El aludido se mostro, saliendo de las sombras.

-No concuerdan palabras tan venenosas con la belleza de la Rosa Negra de Francia- dijo burlonamente- No vengo a dañaros... mas bien todo lo contrario.

Deyanira esbozo una sonrisa desdeñosa, sin volver la espalda.

-¿Por qué deberíais hacerme bien? Ambos sabemos quien ostenta el poder sobre Francia desde las sombras, y vos no sois Senescal por nada; es mas, siempre he sabido que ni aun dandoos ese cargo os conformariais y tratariais de destruirme algun dia.

Abel se apoyo contra la pared, poniéndose a la vista de Deyanira.

-Mi señora, me ofendeis.- sonrio cínicamente, mirándola a los ojos desde el pequeño marco que dejaba su capucha- No podria olvidar el cuidado con el que tratasteis a Filippe, ni menos quien consiguió ese noble cargo de Senescal para mi; me ha dado conocimiento practico sobre el funcionamiento de la Camarilla y me ha servido durante mucho tiempo como la mas elaborada de las mascaradas ¿cómo no podia estaros agradecido?

La Ravnos giro rapidamente la cabeza.

-¿Qué decis? ¿Acaso pensais abandonar vuestro cargo sin mas, ahora que Mirage esta a punto de caer? Os ofreci mi apoyo a condicion de que me ayudariais a...

-Deyanira- corto Abel.- No deseo ningun poder visible, ya no me es necesario. Pero cumplire mi palabra, os dare la protección prometida; aun con la caida del Príncipe tendréis el apoyo que tanto habeis buscado. El favor de Kuarig´ Hattan es vuestro, Alteza.

La Ravnos entrecerro los ojos, incapaz de creer las palabras de Abel. Quizas aquel hombre al que habia invitado como unica esperanza de recuperar su ansiada libertad y cuya presencia le habia fascinado, se habia conmovido realmente por ella y sabiendo que ninguno de los dos era sincero y virtuoso, habia aceptado a tomarla por acompañante, a ella, la esposa engañada por su propia aprendiz, devolviéndole asi la humillación a Mirage. Aquello sonaba demasiado irreal como para ser cierto.

-¿Cuándo hablasteis con el?

Abel suspiro levemente.

-Me introduje en sus sueños e hice que escuchara vuestra proposicion.

La Ravnos sintio como un escalofrio recorria su espalda, y como un sudor frio empapaba su piel, pero lanzo una risita temblorosa, fingiendo controlar su pavor ante el terrible poder de un Malkavian que podia controlar los sueños de la calmada y poderosa mente de alguien que estaba a miles de kilómetros de el.

-¿Y cómo creeis que podre confiar en un Setita?

-Le vincule, tiempo atrás, pero dudo que sea eso lo que le haya hecho desear vuestra compañia- Abel sonrio, girándose- Disculpadme, señora, pero nos reclaman otros asuntos. Me pedisteis el apoyo de Kuarig, ya lo teneis. Mi deuda queda saldada.

Deyanira perdio de vista repentinamente al primogénito Malkavian, y se giro, sonriéndose a si misma.

-Demonios lunaticos...- rio entre dientes, agarrando con fuerza el amuleto que pendia de su cuello. – Pero ahora se lo que deseaba y no tengo nada que temer.

Salio detrás de la cortina y vio como sus compañeros ya apenas podian contener las hordas de los fieles de DelaVega que aun permanecían en la sala. Cerrando los ojos unio los dedos de las manos formando un triangulo sobre su frente, y a su lado el viento comenzo a levantarse, arrastrando a todos los que se acercaban a ella para atacarla. Entonces el viento que arrastraba las columnas y los retazos de tela se extendio por todo el castillo, y cuando hubo llenado hasta la ultima de sus salas, el ambiente comenzo a volverse calido hasta que se noto una presion extrema y un calor ahogante, y por fin todo el castillo ardio en llamas. Los sabbat caian envueltos en llamas por las ventanas, transformándose en cenizas antes de hundirse en los acantilados, y los pocos invitados que aun vivian y sabian que era una ilusion observaron sobrecogidos la escena. Entonces, tal y como habia aparecido, el fuego se extinguio, dejando una estela negra en toda la construcción. Agotada, la poderosa Ravnos cayo al suelo entre los montones de ceniza, desvaneciendo el hechizo, y apenas comenzo a aclararse el humo que habia dejado el incendio, las primeras sombras de los Inquisidores se dibujaron en las puertas.