Capitulo 7
El diablo no cuida de los suyos
-¡QUIETOS TODOS EN NOMBRE DEL SEÑOR!
La voz del capitan de la guardia retumbo en las paredes de aquel lugar calcinado, y cuando sus hombres comenzaron a invadir la sala el ruido de las pisadas de las armaduras anunciaban la primera de las muchas torturas infernales que iban a suceder a partir de ahora.
Deyanira estaba en el suelo y Kuarig se habia arrodillado junto a ella; Anatole, Lucita y el obispo habian desaparecido misteriosamente, Naref y Alessandro permanecían de pie mirando a los recien llegados y el Príncipe estaba sentado en el trono medio quemado, preguntándose aun como podia haber sucedido todo aquello. Ninette y yo llegamos corriendo mientras Blake buscaba alguna pista sobre Lucita y Anatole.
Un caballero joven, con aspecto de ser noble y armadura blanca, con una enorme cruz en el pecho, se adelanto a los demas y se dirigio a nosotros. Al ver la cruz el Samedi dio un paso atrás y giro la cabeza, mostrando su horrendo rostro, y delatando asi su autentica naturaleza.
-¡Engendro del demonio!- dijo el caballero, antes de descargar su espada sobre el cuello del infortunado neonato.
Cuando la cabeza de Alessandro rodo por el suelo y el se transformo en polvo, volvi la mirada y hundi la cabeza en el regazo de Ninette, llorando lagrimas de sangre. Ella me rodeo con los brazos pero permanecio fria, observando la escena. Aquello, por desgracia, solo era el comienzo.
Naref dio un paso adelante.
-Dios mio, ¿que era aquello?- dijo, llevándose las manos a la cara- ¿Qué tipo de seres poblaban esa fiesta en la que yo, dama engañada, solo buscaba diversión?
-Slencio. –ordeno el recien llegado.
-Señor, permitid que mi señora y yo nos marchemos- dijo Ninette, usando presencia- Miradla, no es mas que una niña asustada y esta herida.
El caballero me observo durante unos instantes, y hundi la cara en el regazo de Ninette para que no percicibiera mis lagrimas de sangre, pero note como resbalaban por mi cuello, mostrándose a ojos del caballero.
-¿Qué es eso?- inquirio, señalando la sangre que resbalaba por mi palido cuello.
Por suerte reaccione y gire sutilamente la cabeza, mostrando mi cuello aun sucio de sangre por el reciente enfrentamiento que acababa de tener con el Tzmisce, sin que observara mi cara ni mis mejillas. Por fortuna, mi treta parecio funcionar, y el caballero olvido sus sospechas.
-¡Santo Dios!- dijo con sorpresa, casi con piedad- ¿Quién es esa doncella?
-La protegida del Duque Abel, señor.- dijo Ninette rapidamente- Yo soy su institutriz.
El hombre arqueo una ceja.
-¿Podeis demostrarlo?
Ninette entreabrio los labios, sin saber que decir, y yo me hundi en la capa que me habia dejado Abel para cubrir mis humedas y reveladoras vestiduras. Entonces uno de mis dedos toco una pequeña superficie fria y redonda, y mis ojos la buscaron entre la ropa hasta que se encontraron con la sorpresa de que era un broche negro, con los dibujos en plata del escudo de los Malkavian, solo percibido por los miembros del clan, y del Duque Abel de Orleáns, percibible para el resto de criaturas. Lo tome, lo desenganche y se lo tendi timidamente al caballero, el cual me lo arrebato de las manos, y abrio mas los ojos por la sorpresa al observarlo.
-Protegida del señor Abel... -el hombre entorno los labios y dirigio una mirada a sus compañeros, los cuales asintieron- Las damas no deberían pasarse el dia en festejos sino quieren adquirir mala fama o meterse en problemas. Id en paz pero andad con cuidado.
Ninette sonrio casi imperceptiblemente, visiblemente aliviada, hizo una ligera reverencia y manteniéndome abrazada a ella me saco de la sala. Pero aun escuche lo que sucedió dentro de mi torturada mente, mediante mis mágicos poderes de la sangre.
- He aquí la legión de traidores del Señor -continuo el caballero- La egipcia con su ropa descubierta y sus invocaciones paganas atrajo al demonio muerto, que estaba a su lado como prueba de su vinculo. La bruja gitana embauco con su falsa belleza y sus terribles hechizos a nuestro Principe, el cual permitio que nuestro reino se infectara de demonios... entre los cuales esta el hereje impio Kuarig´ Hattan, uno de los comerciantes mas buscados por sus perfidas transacciones- les señalo- Los cuatro, seran juzgados por la Santa Inquisición mañana al atardecer.
-¡Piedad, señor! ¡En nombre de Dios os lo ruego!- grito Naref desgarradoramente, cayendo de rodillas mientras era esposada- ¡No acuseis a esta inocente por la culpa de otros herejes malditos! ¡Juro que yo no soy culpable de los actos de esa serpiente ignomiosa que me engañaba con sus perfidas enseñanzas, haciendose pasar por maestro!
El caballero miro a la implorante egipcia, la cual se jugo el todo por el todo utilizando su poder de presencia, tuviendo éxito en su intento. La fe del caballero se suavizo, siendo tentados sus sentidos por las veladas curvas y transparencias de la exotica joven, y dio una orden a sus compañeros.
-Sus ojos me dicen la verdad, su desesperación es cierta, y no merece tanto rigor en su castigo; pero este es ineludible; asi pues te condeno a permanecer con vida, pero siendo despojada de todo lujo y entregada a algun mentor franciscano para que la pobreza te limpie de la corrupción del lujo y aprendas que solo con la miseria alcanzaras el Cielo.
Mientras era esposado y escuchaba el cambio de suerte de Naref, Kuarig´ Hattan, levanto la mirada, observando a su protegida con los ojos entornados, y murmuro palabras amargas en un idioma ancestral y desconocido.
- Has traicionado la ley de Set negándole ayuda a un hermano de clan, asi pues seras maldecida y a partir de hoy los dias correran en tu contra, terminado con una muerte tan horrible como tu pecado.
Naref sintio como un escalofrio le recorria la espalda pero no lo aparento y mantuvo la cabeza alta mientras era empujada a una carroza. Realmente, la Setita habia sellado su destino, y con el tiempo fue consumida por el... pero esa es otra historia.
No hizo falta usar la fuerza con la desvanecida Ravnos ni el Príncipe destronado, observando las cenizas como símbolo del final de su credibilidad y de su poder, sin una esperanza de redención que no fuera la propia Muerte Definitiva.
Lo ultimo que percibi fue la horrible risa de Filippe, perdiéndose por los corredores del antiguo castillo.
La noticia de lo ocurrido en palacio se extendio por todo el reino como la polvora; por todos lados circulaban rumores sobre el paradero de DelaVega, la procedencia de los oscuros caballeros de los que no habian quedado ni unos huesos calcinados y ya algunos apuntaban a la presencia de Lucita y Anatole en España. El propio Abel habia desaparecido y el pais estaba sumido en un desconcierto y una tensión angustiante, como un volcan con la llama de la revolucion a punto de explotar violentamente. Desde el tranquilo castillo de Orleans oia hablar a los criados del inminente fallo de la Inquisición, en apenas tres dias, donde se decidiria la suerte de los que habian sido los reyes del pais y el comerciante mas conocido de Asia Menor.
Durante el viaje me habia recuperado casi por completo aunque aun tenia una venda rodeándome el cuello recordándome aquel primer enfrentamiento y el misterioso broche de Abel entre las manos, pensando en el conflicto que generaban en mi los sentimientos de libertad de mi clan y la imagen humana que debia dar. Aun asi, sentia cierto silencio mental desde que habia llegado a mi hogar. Aquel primer dia de tranquilidad en el palacio de Orleans, lejos de la incomodidad de los viajes, los corses, las presentaciones y los murmurllos descorteses, con la unica compañía de la luna, el murmullo de la fuente y las rosas blancas del jardín, hacia que la situación externa al castillo me parecia un mundo diferente y agresivo al que ya no pertenecia y al que no queria volver.
Habia rehusado la compañía de la preocupada Ninette y no sabia nada de Blake, por no decir de Abel. Sentia mas que nunca que estaba inmersa en un silencioso torbellino de mentiras y manipulaciones y huia de el, pensando que en la paz del jardín olvidaria todo lo que habia visto y todo lo que sospechaba. Me contentaba con pasarme las noches paseando por los jardines sin pensar en nada, ni siquiera en la sangre, sentándome en las barandas de piedra u observándome reflejada en las ondas de la fuente, como un espiritu irreal e inmaterial. Pero no podia negar que algo estaba cambiando dentro de mi, sentia como comenzaba a asentar mis poderes, a comprender el mundo, a saber quien era yo y que deseaba realmente, tal y como Anatole me habia aconsejado.
Si creyera en el destino diria que fue el el que me hizo pedir a los pocos guardias del patio que lo abandonaran para quedarme sola, y que aquel ultimo dia de meditacion me hiciera crecer y ser receptiva, pero nunca podre saber que fuerza definitiva me susurro que el estaba alli. Escuche los cascos de un caballo y, como saliendo de mi ensueño, camine lentamente hacia la puerta principal, y encontre la respuesta a todas mis divagaciones al otro lado. Observándome con preocupación y nobleza desde su caballo canela, reconoci al mismo Salubri que habia visto en Marsella.
-¡Vos de nuevo!- dije, agarrando la verja que nos separaba- ¿Qué os ha traido aquí? ¿Qué es aquello de lo que deseabais hablar?
El hombre nego con la cabeza y giro con el caballo paseando una y otra vez en torno a la verja.
-No hay tiempo, os lo explicare por el camino. Rapido, abrid las puertas y acompañadme.
Aquella actitud y aquel lugar me recordo inevitablemente a Bahaus, con la ventaja de que ahora yo sabia lo bastante como para darle el mismo fin yo misma. Sin embargo recorde la amistad sincera que habia unido a Malkav y Saulot; recorde como nuestro Padre habia dicho que los hijos de su hermano eran nuestros hermanos, y no encontre razones historicas ni personales que le hicieran tramar algo contra mi, mas bien al contrario. Sin embargo, le mire con escepticismo.
-¿Por qué deberia seguir a un Salubri destructor de almas el cual dice saber mucho de mi y del que no tengo ningun conocimiento?- interrogue.
-Hay dos caminos, el de vuestra falsa jaula dorada y el de la dura realidad. Aun no os habeis corrompido y veo algo que puede ser salvado en vos. Si deseais conocer la verdad, seguidme. Si no, quedaos en vuestro querido castillo y pudrios en vuestra propia condenación.
Apoye la cabeza en la verja y mire hacia atrás, la paz y la seguridad del castillo, y escuche el relincho lejano del caballo. Volvi a tener la sensación extraña que habia tenido en la carroza, aquella necesidad de mezclarme con la gente normal, de abandonar un ambiente al que no sentia pertenecer ni ahora ni aun cuando era humana, pero a la vez sentia miedo, y un extraño pero inevitable sentimiento de culpa, como si traicionara a mis "padres", que me habian colmado siempre de lujos y atenciones y eran lo mas parecido a una familia que podia recordar. Pero no podia ser manejada siempre, tenia que aprender a tener valor, a valerme por mi misma, a hacerme fuerte y ver las cosas con mis propios ojos.
No dije nada y me gire, dirigiéndome hacia el castillo, sabiendo la decisión que iba a tomar. Oi la voz de Ninette indicando a las criadas como hacerme un precioso vestido como felicitación por mi pronta recuperación, y senti como mi quieto corazon se me encogia, pero cogi una capa, entre en las caballerizas y escogi el mas calmado y fuerte de los corceles, de color blanco, dirigiendome velozmente hacia la salida.
Ya estaba atravesando el patio cuando lo pare en seco. Recorde que olvidaba algo.
Lo desmonte, entre rapidamente en mi habitación, abri un cajon y tome el broche de Abel, que tanto me gustaba tener entre las manos por la misteriosa energia que desprendia, y que aparte de recordarme a quien iba a perder, podria abrirme muchas puertas. Cerre los ojos con tristeza, guarde el cajon y me dirigi a la salida de la habitación, sabiendo que si algun dia regresaba a ella no seria la misma. En el patio volvi a montar el corcel que habia preparado y me abroche la capa con el broche.
Como antes, no habia ningun guardia, porque era la hora del relevo y la oscuridad no permitia ver nada, asi que espolee mi caballo y consegui escapar con la misma facilidad que lo hice la primera vez. El Salubri me esperaba oculto en el bosque, y cuando me reuni con el espoleo su caballo, haciendo que yo hicera lo propio.
-¿Adonde vamos?- pregunte.
-A salvar la vida de vuestro Sire- dijo.
Ninette estaba observando el trabajo que realizaban las costureras, absorta en la belleza del diseño que ella misma habia creado, cuando algo la sobresalto y agudizo su Auspex, percibiendo el sonido lejano de los cascos de dos caballos marchandose a galope de las cercanias del castillo.
-¿Petit?-murmuro, poniéndose en pie y dejando caer el vestido.
Blake estaba trabajando en su habitacion cuando percibio la figura de la Toreador en la puerta. El Brujah elevo la mirada.
-Sir Blake, ha huido.
El Brujah clavo su helada mirada azul sobre ella.
-Sabia que traeria complicaciones.- fruncio el entrecejo- ¿Sabeis cual fue la resolucion del Circulo Interior en el caso de que se diera esta situacion?
La Toreador asintió y sus ojos violáceos brillaron con malicia.
-Desde luego. Conozco vuestras resoluciones como parte ineludible de mi mision. Tan solo me preocupa como darle la noticia a Abel.
Blake sonrio friamente, sin ganas.
-Anatole ya se lo habia predicho a su Sire, y tambien a el. De hecho, deben estar ya al tanto del movimiento de Yaira en nuestra partida de ajedrez.- señalo la puerta- Es nuestro turno. Podeis partir cuando querais.
Cabalgaban juntos, evitando las ciudades y atravesando todos los bosques de la region, alimentándose de animales, evitando a los Lupinos, siguiendo caminos seguros y durmiendo en cuevas que el Salubri habia encontrado en su viaje hacia el castillo. Llevaban dos dias de viaje y apenas habian cruzado palabra, pero mantenian una extraña camaradería y espiritu de cooperacion, como si les uniera un vinculo extraño y arcano, como si respetaran la tradición de aquella legendaria amistad entre los fundadores de sus clanes. Yaira estaba confusa, tenia miles de preguntas y conjeturas rondándole la cabeza, pero no queria hablar al Salubri hasta que el no quisiera hacerlo, como si ambos tuvieran un pacto silencioso en el que el hablaria cuando fuera el momento, para no complicar aun mas las cosas.
Una noche, decidieron acampar cerca de una cueva, frente a un lago desde el que se vislumbraban ya las luces de la ciudad de Marsella. Yaira se acerco a arreglar a los caballos, los cuales extrañamente no se sentian alterados ante su presencia. El Salubri la observo mientras llevaba a cabo su tarea.
Ella sonreia al acariciar las crines de su yegua blanca, como si se alegrara de que los animales aun creyeran que era un ser humano. Llevaba bajo la capa un vestido azul claro de mangas anchas, y la larga trenza sujeta con una cuerdecilla de plata, como si realmente fuera una princesa de cuento de hadas apartada de su castillo; pero aun en el artificio de su traje de noble se movia con gestos naturales y sencillos, sin miedo a ensuciarse cuando sacudia su montura o quitaba las piedras mas incomodas del suelo de la cueva en la medida que su delicada constitución física lo permitia.
Yaira no era lo que estaban tratando de hacer de ella. La habian torturado en el mundo de las buenas impresiones quitandole su pasado y su personalidad, haciendo de ella una muñeca de porcelana sin voz ni voto, pero en su esencia ella no se sentia parte de la nobleza, ni en nacimiento ni en ambiciones. Sabia que no pertenecia al mundo de la hipocresía, y que preferia la crudeza de la vida y la verdad. Y forzarla a ser "una señorita", a mantener la boca cerrada, estarse quietecita y seguir a rajatabla las normas sociales, viendo que se exigia de ella algo completamente distinto a lo que ella sentia que era, era lo que estaba anulando su identidad, y eso era lo que la estaba enloqueciendo realmente.
Se sintio furioso al pensar en la injusticia que habian cometido con ella.Yaira no era debil, y menos tonta, y Abel lo sabia tan bien como el. Ni siquiera era timida. Tan solo estaba asustada. Confusa. Estaba tratando de comprenderse a si misma. Sabia que lo que el iba a decirle seguramente la heriria, pero era la unica manera de hacerle empezar a encontrarse a si misma, a ser ella misma. Después de todo, lo hacia por su bien.
-Doncella..- murmuro.
Me sobresalte.
-Os invite a seguirme en este viaje porque queria mostraros todo aquello que querais saber, y llegado el momento preciso, cumplire mi palabra.
Sonrei, esperanzada, y dejando rapidamente las riendas de los caballos me acerque y me sente junto a el, llena de expectacion.
Se quito la capucha, mostrándose.
-Antes de nada debeis saber que mi nombre es Indra, Octavo desde Cain en el Clan Salubri- hizo una ligera reverencia- y orgulloso ex combatiente castellano, muerto en batalla para gloria del Cid.
Me agarre las rodillas y le observe con curiosidad. No aparentaba sus cuatrocientos años. Sus ropas no eran llamativas; una capa negra y larga, un traje marron, un crucifijo de mármol colgando de su pecho, y una bolsa con algunos bultos que aparentaban ser libros. Tenia el pelo negro, largo y revuelto; su rostro aun mostraba juventud (no deberia superar la veintena de años) y supuse que habia sido hermoso alguna vez, pero que las batallas y el sufrimiento lo habian ajado, dejándolo inexpresivo; era extraña la disparidad entre la juventud que las lineas del rostro se afanaban en intentar recordar, sin éxito, y como las lineas de una sabiduría centenaria habia desdibujado los rasgos que aparentarian inexperiencia en edad. Su nariz era recta, sus labios tenian las comisuras caidas, sus ojos castaños estaban cansados, y el tercer ojo que presidia su frente permanecia distante, sumido en visiones tan oscuras como las nuestras. Senti un escalofrio al imaginarme a mi en sus cuatrocientos años, si es que sobrevivia, y me pregunte si las visiones de mi clan, me llevarian a una desesperación/sabiduría? semejante.
Y aquí me tienes, quinientos años después, con la respuesta entre mis manos. Aaah, pero no te la dire, decide tu, querido Dariel.
-Encantada –hice una reverencia con la cabeza, tal y como me habia enseñado Ninette- pero no entiendo vuestra actitud... ¿cómo es que me conocíais? ¿Cómo es que sabeis tanto de mi?
Indra desvio la mirada.
-Porque somos hermanos en sufrimiento.
-¿Hermanos?- dije, con curiosidad- A pesar de las tradiciones en comun, y la amistad eterna entre los hijos de Malkav y Saulot, no creo que nuestras vidas se hayan cruzado en ninguna ocasión, señor...
-Fui tres veces vinculado por vuestro Sire.
-¿Vos tambien caísteis bajo el influjo de Abel?- dije, no demasiado sorprendida, recordando las actitudes hechizadas de Ninette, Blake y hasta Anatole.
-Yo no he dicho que fuera Abel- corto, tajantemente.
Le mire con los ojos abiertos de par en par, sintiendo una debil pero creciente inquietud.
-....¿Entonces?-
El Salubri bajo la mirada, y nego con la cabeza, tratando de buscar las palabras exactas para explicarlo.
-Yaira... eso es lo que debia deciros... algo que os sorprendera, que al principio os costara creer, algo por lo que quizas me aborrecereis, y aborrecereis la Verdad misma, pero debeis saberlo.
Senti un extraño escalofrio recorriéndome por completo, haciendome estremecerme, pero afile la mirada y le mostre firmeza.
-Hablad.
El Salubri giro la cabeza lentamente y me miro a los ojos.
-Abel de Orleáns no es vuestro Sire.
Retrocedi, mirándole asustada, sintiendo como un escalofrio recorria mi columna vertebral, pensando que me estaba mintiendo, que me estaba gastando una broma. Mas que el dolor de sentirme engañada por el hombre.. al que dios, si, le amaba, de la confusión de perder a la unica... "familia" que tenia, sentia una angustia terrible al pensar que el ultimo pilar de credibilidad que me quedaba en el mundo, el mas basico, caia derribado ante mis propios ojos con tanta contundencia que sacudia todos los cimientos de mi cordura. Deje escapar lo primero que pense como autodefensa desesperada.
-Es.. es.. ¡¡eso no es verdad!! ¡Es completamente imposible! Si no fuera el, ¿quién seria mi Sire?
Indra bajo la mirada.
-Filippe de Marsella.
Negue con la cabeza.
¿El lunático de la fiesta?
Me puse en pie y retrocedi, negando con la cabeza, tropezando con mi vestido y cayendo al suelo de nuevo, retrocediendo mas y mas, sin dejar de negar con la cabeza.
-No... no... no puede ser... me estais mintiendo... eso es mentira.. es falso... es mentira.. todo es mentira... –mis ojos se empañaron en lagrimas- ¡Es mentira! ¡¡Como todo lo que conozco!! ¡¡Mi propia existencia es una gran farsa!! –comence a reir entre las lagrimas de sangre que empapaban mi rostro- ¡Jajajaja! ¡Era una Broma de Abel! ¡Y de Filippe! ¡Una maldita y divertida Broma! ¡Jajajajaj! ¡La vida es Broma!- me tire al suelo, cayendo boca arriba en la hierba, ahogándome en mis propias carcajadas desencajadas- ¡Todo lo es! ¡Yo lo soy! ¡Riamonos todos! ¡Jajajajaj! ¡Que divertido! ¿Verdad que todo es divertido? - me puse seria de golpe, mirando el cielo estrellado- Al final, reir es lo unico que podemos hacer en este oscuro y condenado valle de lagrimas.
Perdi la conciencia.
