Capitulo 9
Sola
Deyanira y Kuarig pensaron que después de todo podia ser un buen distractor para los guardias, y que ya que de todos modos no conseguirían convencerme, lo mejor era dejarme alli. Mientras tanto ellos se dedicaban a buscar su propia salvación, tratando de hallar la salida de aquel lugar.
Deyanira sostenia un tronco de leña encendido a modo de lampara mientras observaba el plano, seguida desde las sombras por Kuarig, sumamente sensible a la luz. Pero inundado en la oscuridad y silencio del camino, el Seguidor de Set no puedo evitar que las preguntas le inundaran.
-¿Por qué habeis vuelto? – pregunto.
Deyanira miro a su alrededor, tratando de recordar algo.
-Al principio, cuando deje de ser una bailarina errante para ser la consorte del Principe de Francia, pense que Mirage me manipulaba, que habia vendido mi libertad por una posición... hasta que un Malkavian me abrio los ojos para mostrarme solo lo que yo deseaba ver.
Kuarig la observo atentamente, sin reproches.
-En un comienzo Filippe estuvo desterrado en mi corte por un trato con Abel, pero con el paso del tiempo paso de ser mi bufon a mi consejero, y de ahí.. – sonrio sin ganas- Ahora veo que la política de Francia se ha basado todo el tiempo en las guerras y manipulaciones internas entre el bando de Filippe y el de Abel.
-No habeis regresado a salvarle la vida a vuestro consejero...- dijo Kuarig, serenamente- Y no os lo tomeis a mal, pero no creo que lo hicierais por mi.
-No- rio Deyanira- Sabia que vos podríais escapar solo, se que habeis estado en peores situaciones. Pero ya que he comprendido que fui engañada desde el principio, vengo a mover mi propia ficha en el juego. No hay cosa que le guste menos a un Ravnos que ser el engañado en vez del engañador- sonrio, girando la cabeza- Asi que voy a sacar a Mirage de aquí.
Kuarig elevo las cejas, ligeramente sorprendido.
-¿No estamos buscando la salida? ¿Buscábamos la celda de... el Toreador?
Deyanira desvio la mirada.
-Puede ser... ¿vos que creeis?- dijo, burlonamente.
Kuarig, se sento en el suelo con los brazos descuidadamente apoyados sobre las flexionadas rodillas, y sonrio, apoyando la cabeza contra la pared, mientras miraba al techo.
-Asi que aun le amais...
Deyanira, de espaldas a el, giro ligeramente la cabeza y miro a la pared.
-¡Desde luego que no, santo cielo! Pero el me ayudo una vez, y los Ravnos tenemos un codigo de honor que cumplir.
-Un codigo extraño, teniendo en cuenta las veces que habeis intentado matarle...
Ella miro al Setita, el cual le devolvió el gesto.
Todo el en era serenidad, magnetismo, confianza. Incluso al verle sentado, olvidando su imponente estatura, con los largos cabellos castaños en desorden, el bronceado y equilibrado torso lleno de raspaduras y su falda negra sucia por el mal estado de la carcel, su hermosa cara y aun su cuerpo transimitia paz y seguridad en aquel horrendo lugar. Podia oir los lamentos desencajados de los prisioneros anteriores a el sin variar la expresión de sus enigmaticos ojos castaños, podia escuchar el rugido de las multitudes enfervorizadas pidiendo su cabeza sin que las comisuras de sus labios perdieran su estado eterno, entre amable y perverso, haciendo que cualquiera que lo observara se sintiera intimidado ante su carisma natural.
Deyanira giro la cabeza, oteando el lugar con la antorcha.
-¿Acaso va a cuestionar un Setita el honor de un Ravnos?
Kuarig la observo, y sonrio levemente al percibir la ironia. Jugaban al mismo juego, y eso le divertia.
-Dejad de mentir, señora. No es el honor, sino el amor, lo que os guia a rescatarle.
La Ravnos nego con la cabeza, se sento lentamente al lado del Setita y le paso los dedos por el herido torso, observando como resbalaban por efecto de la sangre, y después se llevo los dedos a los labios, lamiéndolos mientras le miraba a los ojos.
-No… ya no creo en el amor, Kuarig. Lo unico que deseo es volver a sentir, volver a quemarme con el fuego de la pasion como cuando era humana, morir de placer con el cuerpo que tanto desearon los humanos que lo veian danzar entre el olor del opio de los bazares. Quiero... deseo volver a vivir...
Kuarig acaricio los rizos azabache que resbalaban por las morenas y frias mejillas de la antigua Princesa. Casi podia percibir los aromas exoticos que desprendia su piel, el fuego que ardia en aquellos ojos, la flexibilidad de aquel cuerpo tan delicado, tan hecho para amar, tan olvidado por el frio Toreador...
-El amor es complicado - dijo, enredado un rizo oscuro en uno de sus dedos- Es, quizas, el fuego de un dia y las cenizas de cien años, y aun asi, es lo que todos desean. Yo no puedo ofreceros amor, sino un juego ardiente y peligroso del que no os aseguro que ninguno de los dos salga con vida. Pagad vuestra deuda con Mirage y seguidme a las tierras lejanas que siempre habeis soñado visitar, dejad que vuestro espiritu sea libre, y para mi sereis una enemiga y una aliada, pero nunca mas una esclava del amor, ni de la sociedad...
La Ravnos le sonrio, y apoyándose en su pecho se incorporo, saco un cuchillo de una liga que tenia bajo su vaporosa falda, e hizo un ligero corte en su cuello.
El setita, que llevaba varias horas privado, no pudo resistirse ante la cercania de aquella sangre y comenzo a beber de ella, aunque sin perder la compostura, como siempre. La Ravnos sonrio, acariciándole el largo cabello castaño, y cuando sintio que comenzaba a sentirse debil, le aparto de su cuello y se puso en pie.
-La salida esta a cinco pasillos de este, torciendo tres veces a la derecha y dos a la izquierda. Si realmente teneis ese honor del que hablais, esperadme fuera. Si decidis huir como una serpiente traidora, podeis hacerlo igualmente. Haced lo que gusteis, y decidid nuestro destino.
Kuarig se puso en pie, con renovadas fuerzas.
-Es el momento de hacer lo que debo- murmuro la Ravnos mientras se alejaba.
-Pero estais demasiado debil para combatir- dijo el setita, buscando algun arma entre sus ropas.
-Se lo que hago- dijo ella, sonriendo enigmáticamente.- Rapido, marchad.
Después se perdio en la oscuridad, introduciendose en la celda de Mirage.
El antiguo Principe se hallaba apoyado en la pared, con la mirada perdida. Su largo y sedoso cabello negro le caia descuidadamente por el rostro y los hombros, su cuerpo perfecto estaba lleno de rozaduras y heridas, y estaba vestido como un simple campesino, descalzo, sucio, y con ratas corriendo sobre el y a su alrededor. Sus ojos negros miraban sin atención algun punto lejano, y su palidez era extrema. Era como si ya hubiera alcanzado la Muerte Definitiva en su no-vida. Y aun asi, Deyanira le observo extrañamente hermoso, mas encantador que cuando estaba recien lavado y perfumado y miraba a todos por encima del hombro a todos, o cuando la humillaba recordándola que la habia sacado de los espectáculos callejeros y las caravanas de gitanos, como si la hipócrita vida de palacio fuera mas honrada.
-Mirage- susurro, casi compadecida, si alguna vez hubiera sentido aquel sentimiento- Estoy aquí.. soy yo, Deyanira.. vuestra amante..
Que falsas le sonaron aquellas palabras. En el fondo siempre habia estado mintiendo, en la calle, en el palacio. Toda su vida hasta ahora parecia la mas grande de sus ilusiones. Pero ya habia perdido la moralidad, y no tenia mas creencia que la senda de la paradoja. Y esa religión no se ocupaba demasiado de esos temas.
Mirage desvio ligeramente la mirada, sin mover la cabeza, y se le quedo mirando fijamente. Ella sonrio y le tendio los brazos.
-¿Qué haces aquí?- escucho, friamente.
Ella se sobresalto y aparto los brazos, mirándole fijamente.
-He venido a sacaros de aquí, amor mio. No puedo dejar que os maten...
Mirage la miro con infinito odio.
-No me toques, esclava. Eres demasiado indigna para ello.
Deyanira parpadeo y solto una carcajada. Era demasiado indigna para un Principe sin posición, caido en desgracia y condenado a muerte... ahora que ella estaba en libertad, era rica, bien considerada, y la nueva compañera de un atractivo e influyente setita...
-Vamos Michelle- dijo, tratando de ponerlo en pie- Nos iremos de aquí y todo saldra bien.
-¡SUELTAME!- grito el Toreador, golpeándola, haciendo que su ligero cuerpo chocase contra el suelo.
Deyanira se sento y retrocedio, mirándole con sorpresa. Era evidente que todo lo que habia pasado le habia trastornado, pero estaba harta. Harta de sus golpes, de sus humillaciones, de sus honores robados, cuando ella era la que llevaba el peso del reino sobre sus espaldas. Sabia que no habia tirano sin pueblo gobernado, y que era hora de demostrarle el poder que el habia desconocido.
-Os he prometido que no dejaria que os maten... y asi sera- dijo, sacando los colmillos- Lo hare yo misma.
Mirage mostro sus colmillos, y ambos entraron en frenesi. La furia del momento le dio a Deyanira una fuerza extraordinaria, y después de todo Mirage llevaba mas tiempo sin alimentarse que ella. Apenas le clavo sus colmillos y desgarro su cuello lo demas fue facil. El no tenia realmente voluntad de vivir, y ella tenia demasiada rabia oculta, demasiadas ansias de libertad.
Finalmente, tiro el cuerpo sin sangre al suelo, y este se deshizo en cenizas antes de caer, cenizas que escucho esparcirse con su recien adquirido auspex. Sonrio tranquilamente, limpiándose la comisura del labio, y tomo el aspecto del capitan de la guardia para salir sin ningun problema del lugar.
Penso que Kuarig´Hattan habria huido, pero en ese momento una carroza abrio una puerta ante ella y en el fondo vio un hombre embozado, el cual se aparto ligeramente la capucha para darse a conocer. Era el, no habia faltado a su palabra. Ella sonrio complacida, y el percibio una nueva belleza sobrenatural en la Ravnos. Negando con la cabeza, como si reprendiera a una niña pequeña que hubiera hecho una travesura, le tendio la mano y se subio en el carruaje, cerrando la puerta tras ella. Mientras se ponia en marcha observaron como los guardias salian corriendo y miraban en todos lados, buscando a su desaparecido capitan, y ambos rieron, y al girar las cabezas, se encontraron con sus miradas. Ambos sabian a que jugaban; se veian como iguales, como compañeros, como amantes, y tambien como enemigos potenciales... y les encantaba. Comenzaban a buscar sus labios y su sangre cuando el carruaje se perdio en las sombras...
Y asi me quede yo sola en las mazmorras, llorando aun la muerte de mi recien descubierto Sire, y preguntándome que deberia hacer ahora.
