Capitulo 11

                                   El cuadro

Esta parte... es algo difícil de recordar.

Te sorprenderas si te digo que, después de todos los tormentos que te he contado y todo el sufrimiento que tuve que soportar, los recuerdos de lo que sucedió a continuación son los mas dolorosos de toda mi existencia. Pero mi historia ha parecido interesarte, has escuchado atentamente buscando un descanso final para tanto dolor, y se que lo que paso después es lo que has deseado saber desde un principio, asi que no puedo dejarte sin conocer la verdad y la resolución de lo que ocurrio en aquel castillo. Aunque no sea realmente lo que esperas, o lo que todos esperaban.

El castillo... aquella mañana volvi a abrir los ojos, y como cuando Ninette me observaba para juzgarme, me daba la sensación de que estaba reviviendo mi abrazo una y otra vez. La iglesia vacia, mi juramento, el caballero que me recogia.. si es que no fue un sueño.

Por aquel entonces, mi mente ya habia atravesado prácticamente todos los niveles de evolucion en el estado mental Malkavian, y ya habia visto mucha verdad, pero aun habia algo que tenia que hacer.

Por eso no me extraño encontrarme de nuevo en camison, en mi vieja habitacion, entre las sabanas de seda y los palidos doseles, con el broche de Abel, aquel con el escudo de Orleans y parte del Malkavian en su fondo, brillando en su oscuridad sobre mi escritorio.

Pero si que me sorprendio encontrar aquello ante mi.

Era el cuadro que tanto me habia llamado la atención, aquel en que una joven de ojos ilusionados sonreia vivamente y sin dobleces, aquel en que mi sencilla belleza estaba resaltada por algo inexplicable hasta tal punto que podria ser adorada por el mas exquisito Toreador. Entonces recorde las palabras de Ninette. No solo retrata el fisico, tambien busca el alma de aquellos que tienen algo que les hace diferentes, por alguna razon.. ese era el arte Malkavian, el que se realizaba con ayuda de la Vision, el que podia retratar lo mas profundo del corazon de una persona.

Baje de la cama y me acerque lentamente, observando fijamente a mis mismos ojos. Por fin lo habia completado... y me lo habia regalado. ¿Qué significaba aquello para mi? Si no pensaba matarme, ¿qué queria decirme con ello?

Al arrodillarme ante el cuadro, senti una sensación extraña, y pase los dedos por los labios sonrojados de mi reflejo.

Al apartar los dedos, vi que estaban teñidos de sangre. Una sangre muy reciente y extrañamente seductora, incitándome a acercarla a mis labios.

Entonces, tuve un presentimiento, y los lami, sintiendo una dulzura y una calidez encantadoras, que casi me hicieron suspirar de tranquilidad.

Abel... la sangre del Sire de mi Sire... la sangre del culpable de todas mis desgracias, tan amarga y dulce como el..

El tercer vinculo, tal y como yo esperaba. Porque gracias a el por fin tuve una idea certera de donde se encontraba el, y sabia que debia hacer ahora.

Con un largo camisón blanco, los pies descalzos y la reciente herida vendada en mi pierna, y sabiendo que mi mente estaba demasiado nerviosa para utilizar la senda del movimiento mental, utilice celeridad y baje a toda velocidad las escaleras del castillo, en dirección a la salida.

Entonces le encontre donde sabia que me estaria esperando. Iluminado por la luz de la luna, frente a la serena fuente, con la capa oscura ondeando ligeramente con la brisa nocturna, y los ojos almendrados, clavados en mi figura. Era el, inmaterial, hermoso, oscuro, como la muerte. Ahí estaba, portando la desdicha en su hechizo, y llevandola a todos los que tenian la dulce desgracia de cruzarse en su camino; el unico indiferente al sufrimiento que nos habia ahogado a todos los demas, que parecia no sentir el menor sentimiento ante el torbellino de conspiraciones, odio y muerte que habia provocado involuntariamente a su alrededor. Y sabia que se marcharia para siempre. Se marcharia con mi venganza, con mis respuestas, con mi dolor. Y con mi amor.

Entonces vi que ya no tenia miedo. Ya no tenia nada que perder. Ya no temia a mis sentimientos. Llena de serenidad, tendi una mano en dirección a el, y mi mente hablo.

Tu me has elegido, y he respondido a tu llamada.

Abel esbozo una ligera sonrisa que ilumino sus delicadas facciones.

Ven.

Ni siquiera intento la dominacion. Simplemente, sabia que lo haria. Me acerque lentamente en direccion a el, y fui siendo iluminada poco a poco por la luz de la luna. Mi cabello suelto y el largo camison blanco ondearon ligeramente con la brisa, y senti como mi figura se reflejaba en la gorjeante fuente cercana. Tendi mi mano desnuda hacia el, y el elevo lentamente la suya, enlazando sus dedos entre los mios, como una caricia velada.

Aquel gesto hizo que diese un paso hacia adelante, acercandome aun mas a el, y quedamos uno frente al otro, mirandonos a los ojos.

La fuente nos reflejo como si quisiera pintar en sus ondas el recuerdo eterno de aquella extraña imagen, el alto caballero rubio, vestido con nobles y oscuros ropajes, y la delicada dama de blanco, descalza y con los largos cabellos castaños resbalando por su espalda.

Al sentir sus dedos enlazados con los mios, entrecerre los ojos y senti una sensacion extraña, como si mi mente hubiera quedado en blanco. Y entonces vi imágenes, vi motivos, comprendi cosas. Vi un paisaje ancestral, milenios atrás, quizas poco despues de la Primera Ciudad. Vi a traves de sus ojos, y vi el sol, olvidado hace tanto tiempo. Y vi la belleza de un hombre, tan sabio, tan complejo, tan parecido a Abel, y senti horror al sentir sus colmillos en mi cuello. Despues, desde entonces, todo el paisaje oscurecio, y mi interior se helo de frio.

La frialdad me llevo a una vieja catedral, y observe a un hombre famelico bebiendo la sangre del cuello de una muchacha de rostro velado. Y vi como el hombre me miraba horrorizado y huia, dejando a la joven abandonada. Por un momento, volvio a mi la imagen de aquel hombre sabio y violento destrozandome el cuello, y la confusion de la locura. Entonces aparte el cabello de la cara de la joven... y senti calor en mi helado interior... era tan calida como los rayos de sol que habia olvidado... su pasado hablaba de una búsqueda de la sabiduría no entendida por el resto de novicias.. un juicio fallido ante la inquisición... fuego, un rapto, una salvación desesperada, y un destino impuesto... un pasado doloroso que no podia ser recordado para no cegar la luz de aquel rostro... y ella abrio los ojos...

Abri los ojos, dejando que las lagrimas de sangre resbalaran por mis mejillas, y vi como el me observaba en silencio, con una tristeza extraña en su mirada. El buscaba la calidez de la vida... buscaba la pureza humana que no habia sabido, que no habia podido mantener, tomando la sangre, la esencia de todos aquellos que aun la tenian... y yo era el recuerdo de lo que el fue una vez, tanto tiempo atrás. Por eso me tomo como a su chiquilla, por eso trato de buscarme en su cuadro. Por eso miraba al mundo con cinismo desde sus ropajes oscuros. Por eso hacia lo que deseaba, siguiendo su propia moral sobre lo que consideraba un proposito limpio. Por eso habia sido uno de los artífices de la destrucción de Cartago, creyendo que sin la Mascarada los Brujah provocarian guerras interminables entre humanos y cainitas. Por eso habia ayudado a la creacion de la Camarilla, en un ultimo intento fallido de encontrar un proposito noble. Por eso habia destruido a Filippe, demasiado astuto y corrupto.

Abel actuaba de ese modo porque la Verdad le habia destrozado. Odiaba lo que habia visto, pero jamas podria borrarlo de su mente, y sabia que jamas recuperaria la parte de si que tanto añoraba.

Sin embargo, apreciaba enormemente a los diamantes de pureza de alma, como el que creia haber encontrado en mi, cuando yo misma lo dudaba. Y por fin comprendi que esa obsesion enfermiza por la pureza era la verdadera locura de Abel.

No podria explicar porque lo hice, solo se que cuando vi tanto dolor en sus ojos, y las lagrimas dejaron de resbalar por la intensidad del dolor en los mios, ocurrio aquello. Me acerque a el y le abrace, rompiendo de un golpe el muro de hielo que nos habia separado siempre. Senti el aroma de sus ropas, la perfeccion de las formas de su pecho, la suavidad de su piel tersa, palida e inquietantemente fria, irreal e intangible, como si  acariciara un sueño... Y entonces me tomo delicadamente por la cintura, elevo mi barbilla con una mano, haciendo que le mirara a los ojos, y mis lagrimas se reflejaron en los suyos, frios, impavidos. Entonces paso lo que ninguno habia querido que pasara, me acerco a sus labios, y se unieron en un beso de hielo, un beso que me estremecio por su frialdad y su pasion contenida a un tiempo. El deseo se respiraba en el aire, pero no era un deseo fisico y humano, era un deseo espiritual y casi platonico. El deseaba absorver mi vitalidad, las ganas de luchar y de sonreir, yo queria comprender por un instante su sutil maldad, su amoralidad, su capacidad de hacer daño a los demas o ser herido sin sentir nada, ni amor ni desprecio.

Entonces me mordio ligeramente el labio y lamio mi sangre, y poco despues yo hice lo propio, mordiendo el suyo, bebiendo aquel delicado licor al que no podia resistirme.

Mientras compartiamos el extasis de aquel Beso –nunca he llegado a saber que es el sexo, pero tras aquello no creo que haya algo igual o al menos parecido- las imágenes comenzaron a inudarme. Recorde un extraño placer y vi aquella noche donde Abel estaba dormido y semidesnudo, y vi como tomaba la sangre de mi muñeca. No fue un sueño, y el estaba perfectamente consciente cuando ocurrio... de hecho, fue el el que me hizo perder la memoria, quien me hizo creer que aquello no habia ocurrido, tratando de mantener la distancia entre ambos para que no ocurriera esto... el del cuadro fue mi segundo vinculo, porque no era mi sire... ahora estaba saboreando mi tercer vinculo, al igual que el... que no habia podido resitirse a mi sangre cuando acababa de ser abrazada.. estabamos condenados a que esto nos ocurriera, cuando ninguno de los dos lo hubiera querido.

Sintiendo como una extraña melancolia inundaba todo mi ser, aparte suavemente mis labios de sus suyos, haciendo que resbalara un hilo de su sangre por mi cuello, y el lo siguio con la lengua, mientras yo elevaba la cabeza y entornaba los ojos, incapaz de apartarle de mi... aun sabiendo el placer y la union que estaba experimentando, escuche el terrible grito de Filippe y las ultimas palabras de Ninette, y supe con certeza que el estaba besandome asi, que el me estaba haciendo sentir aquello porque, aunque fuera infinitamente mas poderoso que yo, yo era aquella que deberia destruirle algun dia.. y el se aseguraba de mi lealtad vinculandome. Era demasiado tarde para el, y para mi. Yo habia decidido seguir el camino de los sentimientos, de la verdad; el podria admirar la pureza de espiritu, pero odiaba demasiado a la Verdad como para saber que el mismo jamas la recuperaria.. y actuaba en consecuencia. Quizas el deseaba jugar a otro juego peligroso como Kuarig y Deyanira, lo ultimo que podria hacerle sentir vivo, aquello que tanto admiraba... pero yo.. yo si que le amaba realmente.. lo reconoci dolorosamente en ese mismo instante... amaba a aquel monstruo angelical... y lo amaba con toda mi alma condenada... las lagrimas de sangre inundaron mis mejillas, mientras me perdia en la oscuridad de la tristeza, endulzada por el placer efímero de la mentira...

La luz de la luna ilumino mis mejillas, haciendo que abriera los ojos y me incorporara en la cama de golpe.

Mire a mi alrededor y vi que estaba en camison, con el broche de Abel sobre el escritorio, y mi cuadro finalizado, apoyado sobre el armario.

La puerta se abrio de repente, entrando dos antiguas criadas ghoul de Ninette que me observaron con una amplia sonrisa.

-Mademoiselle Duquesa, es un placer que os hayais recuperado ya de vuestras heridas...

¿Duquesa? Las mire fijamente, primero a una y luego a otra, sin poder reaccionar.

Sin decir nada, me levante rapidamente de la cama y me acerque al cuadro.

Pase las yemas de los dedos sobre los labios de mi imagen, pero apenas dejaron huella en mis dedos. Era sangre seca. Senti como un sudor frio me recorria la espalda. 

-Es hermoso, ¿verdad?- dijo una de ellas.- Monsieur Abel nos pidio que os lo trajeramos a su habitacion, como ultimo presente antes de su partida.

-¿Abel se ha ido?- repeti, sin sorpresa, pero sintiendo como se rompia algo en lo mas profundo de mi interior. Lo habria llamado corazon, si no dudara de que no quedaba un pedazo de el.

-Asi es- asintio una de ellas- Se marcho sin decirnos adonde iba, pero nos pidio que vos asumierais su cargo como Duquesa heredera de Orleans y Princesa regente de Francia.

Levante la mirada a duras penas, tratando de contener todo el dolor que cubria con una neblina mi fracturada mente y que apenas me dejaba pensar.

-Yo no soy la mas indicada para...

-Dijo que vos sabriais que hacer- asintio la otra criada.

Las mire en silencio durante unos instantes, y después, incapaz de sostenerme en pie, cai de rodillas al suelo, observando el cuadro fijamente. Mire sin ver los ojos vivos y la calida sonrisa que me observaban desde la otra cara de mi espejo destrozado, mi reflejo teñido de cinismo. Furiosa, arranque la imagen del marco, y comenzaba a arrugarla cuando vi que estaba escrito por detrás.

Nunca te pierdas a ti misma.. todo lo demas es prescindible.

Tire el lienzo arrugado al fuego de la chimenea, y se consumio rapidamente, ante la desolada mirada de las criadas. Sentia un dolor tan inmenso, tan hiriente, que no podia llorar, porque sabia que no serviria mas que para gastar lagrimas que no calmarian mi desgarramiento interior. ¿Por qué, Abel? ¿Por qué eras capaz de decirme que me habias abandonado para no corromperme, cuando sabia que lo hacias para evitar la profecia de Anatole? Ojala pudiera creer que no eras tan cruel, y que era yo la que te juzgue mal... pero ya habia visto tu alma.

Abandone la habitacion como una no-viva que era, con la mirada perdida, y los miembros del cuerpo helados, sin responder apenas a mi llamada. Por el pasillo todos los criados que veia me aclamaban como su nueva señora con voces que resultaban dolorosas y distantes en mi cabeza, confundiendose unas con otras. Entonces, entre el alboroto, observe los ojos de Blake, fijos sobre mi.

Eleve la mirada, ligeramente sorprendida, ya que pensaba que yo era el ultimo Vastago del castillo. Tampoco me senti reconfortada por su presencia. Era como si, por miles de personas que me rodearan, hubiera perdido la capacidad de sentirme acompañada por alguien. Y esa sensacion ha perdurado tanto tiempo...

-Saludos, Duquesa de Orleáns, y nueva Princesa de Francia. – dijo Blake, haciendo una fria reverencia.

No respondi. Percibia su odio por inclinarse ante alguien que consideraba inferior, y mas ante la chiquilla del hombre al que amaba, la cual le habia quitado el puesto que tanto habia anhelado.

-¿Dónde esta Abel?

-Como ya supondra Su Majestad, abandono el castillo anoche. –hablo con una burla despectiva- No penseis que os tomó por esposa, os dejó el poder como a su pariente mas cercano y cainita mas poderoso en la sucesion. Y me permito discrepar sobre la decision de entregar el trono a una muchacha neonata solo porque haya destruido a una incompetente.

Me gire, dandole la espalda, y comenzando a andar en direccion contraria. Por una vez estaba de acuerdo en algo con Blake, pero no en el hecho de mi incapacidad para dirigir la sociedad cainita, sino por mi propio deseo de no hacerlo. No estaba dispuesta a sentarme en el trono del remilgado Mirage y mirar a todos por encima del hombro, esperando ocupar algun dia el estomago de mi amante. No queria meterme en aquellos juegos de poder, ni ir en carrozas que azotaban a los transehuntes hambrientos para que les permitieran el paso.

-Si es eso lo que pensais, asumid mi responsabilidad. Abdico en vos, Sir Blake.

El Brujah quedo helado por la sorpresa mientras yo abandonaba la estancia e ignoraba los gritos que me aclamaban en los pasillos. Si realmente tenia poder para manipular el tiempo, podia haberlo hecho retroceder y hacer que yo no hubiera existido. Pero supongo que, despues de todo, algo, quizas la esperanza de que destruiria a su regente, le habia hecho mantenerme con vida. No me sentia mal por mi renuncia, sabia que se divertiria mas que yo utilizando Francia como su propio tablero de ajedrez en sus partidas contra DelaVega. Sonrei. Realmente, era un asunto que ya no me importaba lo mas minimo.

Mientras salia del palacio, rompi por la mitad el broche de Abel, dejando la mitad del escudo de Orleáns o de los Malkavian, según quien lo contemplara; y satisfecha con la forma de media luna que habia asumido, me lo colgue de una cadena al cuello.

Una noche, en una iglesia, mi reflejo mas sincero me habia hablado, y ahora que sabia quien era y que es lo que queria, como habia dicho Anatole, tenia la suficiente fuerza para llevarlo a cabo. Renunciaba al poder de Orleans por la caótica libertad mental de los Malkavian, renunciaba a la sociedad cainita por una vida entre los humanos. Puede que fuera otra condenada, que no fuera perfecta y que mis pretensiones no fueran mas locas que las de un trasnochado Salubri, pero era yo, y solo yo, por primera vez en mi no-vida. Y estaba orgullosa de ello.

Atravese las puertas del castillo en direccion al bosque enredando mi camison en los matorrales del camino mientras andaba con la vista perdida, pero no me importaba. Recorde cierta leyenda sobre una tal Plague Bride, la unica mujer a la que Malkav amo realmente, porque su alma era pura como la nieve, y la cual fue abandonada por el mismo, sintiendose terriblemente culpable por haber roto en pedazos su pureza y su mente por la sabiduria que le habia otorgado. Quizas Abel lo sabia desde un principio, y me habia ido creando este destino desde el primer momento. O quizas el unico que lo sabia todo era Anatole y estaba riendose en alguna parte del mundo. No le culpaba. Yo misma reia en mi delirio.

Y eso me recordaba que debia encontrarle para preguntarle sobre aquella vision que me asalto, hablando de la ultima hija de Eva, la mujer de la media luna sangrienta.. quizas eso era lo que habia estado preguntandome tanto tiempo, y seguro que podria ayudarle para interpretar su Gehena, o como la llamara...

Mientras caminaba a pasos entrecortados y confusos por el bosque, dejando que las hojas doradas bailaran en torno a mi haciendo que me sintiera menos sola, mi mente iba recordando involuntariamente todo lo que habia pasado ultimamente. Habia visto parte del alma de Abel Le Reveur –si es que no fue un sueño- y habia comprendido al fin el sentido de la vida que habia vivido hasta el momento, pero necesitaba saber quien fui como humana, y sobre todo, encontrar mis respuestas vitales entre la gente con la que me sentia comoda, de la que habia partido, la gente humilde. Y siempre estaba presente conmigo -aparte de los deseos de Indra, Filippe y Ninette- aquella noche en la iglesia, y aquel juramento que me hice, con el deseo de guiarme siempre por la luz en la oscuridad. Con esa determinación, trate de olvidar mi propio dolor y el amor profundo que sentia hacia Abel, y decidi ir en busca suya. Por mas que se escondiera, por mas que huyera de mi, por mas aliados que consiguiera para defenderse, supe que algun dia le encontraria, y le destruiria, no por cumplir un destino impuesto, sino porque yo era la unica persona (no) viva, o al menos no definitivamente muerta, que habia podido leer en su alma, y sabia de lo que era capaz alguien que pierde todo sueño. Y desde ese dia el nombre de Yaira Du Reveur se perdio en los anales de la historia, y solo se supo de una joven vagabunda que deliraba, tenia extrañas visiones y gastaba Bromas impertinentes que le valieron la Caza de Sangre en muchas ciudades como en la que nos encontramos, ¿verdad, Dariel?