Los jinetes de Rohan
Disclaimer: Es mi primera historia sobre LOTR. Ninguno de los personajes son míos, todos pertenecen al genio de Tolkien de quien soy una pobre imitación.
A/N: Este capítulo nuevamente está basado en el libro...me he tomado la libertad de copiar un párrafo entero, cuando Aragorn se presenta a Éomer. Es tan perfecto que no lo pude reemplazar...
Aragorn y Legolas corrían velozmente siguiendo el rastro dejado por los orcos. Gimli los seguía tan rápido como podía, ya que los enanos, si bien poseen una gran resistencia, no son tan ágiles como los elfos.
Constantemente, Aragorn pedía al elfo, poseedor de una vista más penetrante, que observara el camino, para ver si veía a los captores de sus amigos.
Esa marcha forzada duró dos días, ya que el ejército de orcos llevaba prisa, y sólo podrían alcanzarlos si sacrificaban horas de sueño. Legolas no había dormido en esos días. Mientras los otros descansaban, vigilaba sin cesar el horizonte, tratando de ver algún rastro de sus amigos. Como todos en la Comunidad, había desarrollado un gran afecto por los hobbits, tan aficionados a buscarse problemas, pero a la vez tan leales y valientes.
Aragorn, a pesar de ser humano, soportaba el viaje mejor que Gimli. Poseído como estaba de la determinación de no fallarle a sus amigos, ni al bello elfo que lo acompañaba, se las arreglaba para continuar la marcha a buen paso. No en vano corría por sus venas la sangre de los Numenór.
Gimli y Legolas habían llegado a ser grandes amigos, a pesar de que es bien sabido que los enanos no toleran a los elfos, y viceversa. Sin embargo, ambos admiraban la valentía del otro, y constantemente hacían bromas para aligerar un poco la pesada marcha que realizaban.
Finalmente, Legolas los divisó. El ejército aparentemente se dirigía a Isengard, pero no logró ver a Pippin ni a Merry, seguramente los medianos estarían confundidos entre la multitud.
La noche estaba por caer, y decidieron que no era prudente acercarse más, ya que con la oscuridad, podrían extraviar el camino. Tendrían que esperar hasta el alba para reanudar la persecución. El ejército mientras tanto, continuaba avanzando.
Aragorn decidió entonces que sería mejor descansar, ya que tendrían que correr nuevamente, en cuanto amaneciera, para alcanzarlos. Improvisaron un pequeño campamento entre las rocas, pero no encendieron fuego para no llamar la atención.
Legolas había subido al peñasco más alto, y desde allí observaba a los orcos desplazarse, no iban a gran velocidad, y sería fácil alcanzarlos al día siguiente.
Entonces, Aragorn lo abrazó por detrás. Necesitaba tanto estar con su elfo.lo tomó de la mano para bajar de la roca. Esta era la segunda vez que mostraban su afecto delante de Gimli, la primera había sido cuando perdieron a Boromir.
- "mmm", gruñó Gimli, - "hagan de cuenta que yo no estoy", dijo, y se acostó entre las piedras, lo más apartado posible, cubriéndose con una manta. No tardó en quedarse dormido, tal era su fatiga.
Los amantes se abrazaron desesperadamente, las bocas se unieron mientras los cuerpos se buscaban. Cayeron así, abrazados, a la hierba, mientras continuaban los besos y las caricias.
Entre besos, Aragorn le decía a su amado:
- "Hermoso mío, he extrañado tanto la dulzura de tus labios!, déjame embriagarme con ellos, no sé cuando volveremos a estar juntos"
- "¡Oh, Aragorn! Hazlo entonces, y no te detengas, pues mis labios han extrañado los tuyos, y mi cuerpo añora tus caricias", decía Legolas entre gemidos.
Legolas gemía, los ojos cerrados, los labios entreabiertos. Aragorn estaba sobre él en la hierba, su boca bajaba ahora por el cuello del elfo, lamiendo y mordiendo ligeramente, mientras su compañero emitía sonidos que eran música para sus oídos.
Gimli despertó alarmado, al oír los gemidos del elfo. En ese momento, Aragorn había desabrochado la camisa de su amado, y lo besaba en el pecho, deleitándose con los sonidos que salían de la garganta de esa hermosa criatura.
Eso fue demasiado para el enano. Tosió ruidosamente, tuvo que hacerlo dos veces, puesto que ninguno de los amantes parecía oírlo, tan perdidos estaban el uno en el otro.
Legolas fue el primero en darse cuenta. Ruborizado, le susurró a Aragorn en élfico que se detuviese. El dúnadan obedeció, muy a su pesar. Había estado a punto de perder el control con el hermoso elfo, cuando debía pensar primero en el rescate.
Se sentaron, acomodando sus ropas. El cuello del elfo aún mostraba las señales de ese encuentro, varias marcas rojas indicaban el lugar en que Aragorn había mordido y succionado la delicada piel. Aunque las marcas desaparecerían pronto, ya que los elfos tienen muy desarrollados poderes de curación.
Entonces Gimli se echó a dormir otra vez, seguido por Aragorn, que había decidido ahorrar fuerzas para la persecución. Legolas no durmió, prefirió vigilar el sueño de su amante; además, los recientes acontecimientos lo habían dejado tan agitado que sería imposible conciliar el sueño. Subió nuevamente al peñasco, y allí lo encontró Aragorn al despertar, poco antes de que amaneciera.
- "Mi señor, están de veras muy lejos. Parece que no han descansado en la noche, y ahora sólo un águila podría alcanzarlos", dijo tristemente el elfo. Cuando estaban solos, le gustaba llamarlo "mi señor", era su modo de expresarle el amor incondicional que por él sentía.
- "Pues los seguiremos de todos modos", dijo Aragorn, inclinándose para despertar a Gimli.
El enano rezongó un poco, pues aún no había amanecido y no había modo de ver a los orcos, ni siquiera con la vista de Legolas. Sin embargo, Aragorn era un montaraz, y tenía muchos recursos para una persecución así. Puso el oído en el suelo, por un rato interminable, hasta que amaneció. Entonces dijo que oía el rastro de los orcos muy débil y distante, pero que también sentía un rumor de cascos de caballo, alejándose hacia el norte.
Siguieron el camino corriendo, sin detenerse ni siquiera para comer, ya que tenían el lembas obsequiado por Galadriel. Así pasaron dos días más, en los cuales llegaron al país de Rohan, junto al río Entaguas. Durante las noches, Legolas tampoco había dormido, vigilaba el sueño de sus compañeros. Las veces que Aragorn despertó intranquilo de sus sueños, veía el elfo de pie sobre una roca, o caminando cerca de allí. La luna iluminaba sus bellas facciones, haciéndolo ver más hermoso aún.
Al amanecer, no había señales de los orcos, pero todo indicaba que se habían refugiado en el bosque de Fangorn. Al menos habían hallado huellas de uno de los hobbits, y uno de los broches élficos obsequiados por Galadriel, lo que les daba esperanzas de hallarlos aún con vida.
Entonces Legolas distinguió a los Jinetes de Rohan, ciento cinco en total, quienes cabalgaban hacia ellos a toda prisa. Decidieron esperarlos, por si trajeran noticias de los hobbits; además, no era posible escapar sin ser vistos.
Bajaron de la colina donde se hallaban, y, envueltos en las capas élficas, esperaron sentados en la hierba. Mientras esperaban, Aragorn les contó cuanto sabía de los Rohirrim (Señores de los Caballos), hombres nobles y orgullosos, valientes en la batalla, sin llegar a ser crueles. Corría el rumor de que se habían unido a Saruman, pero él no lo creía.
Pronto llegaron los jinetes, altos y hermosos en sus cotas de malla, portando lanzas y espadas. Los rodearon, interrogándolos por encontrarse en sus tierras.
El jefe de los jinetes era Éomer, Tercer Mariscal de la Marca, al servicio del Rey Théoden, y se encontraba patrullando la zona, después de haber luchado con los orcos a la entrada del bosque de Fangorn.
Aragorn respondió, identificándose como Trancos, y presentando a sus compañeros. Sin embargo, las explicaciones de Aragorn no fueron satisfactorias para Éomer, quien encontraba bastante extraño a aquél hombre, que en compañía de un enano y un elfo, decía estar cazando orcos, y lo interrogó duramente, preguntando quién era en realidad.
Entonces dijo Aragorn:
- "No sirvo a ningún hombre, pero persigo a los sirvientes de Sauron en cualquier sitio donde se encuentren. Pocos hay entre los hombres mortales que sepan más de orcos y no los cazo de este modo porque lo haya querido así. Los orcos a quienes perseguimos tomaron prisioneros a dos de mis amigos. En semejantes circunstancias el hombre que no tiene caballos irá a pie y no pedirá permiso para seguir el rastro. Ni contará las cabezas del enemigo salvo con la espada. No estoy desarmado".
Aragorn se irguió y echó atrás la capa, sacando la espada, que resplandeció fuera de su vaina. Legolas nunca lo había visto tan alto y majestuoso, se veía como los reyes de antaño.
- "Elendil!", gritó Aragon, - "soy Aragorn, hijo de Arathorn y me llaman Elessar, Piedra de Elfo, Dúnadan, heredero del hijo de Isildur, hijo de Elendil de Gondor. ¡He aquí la espada que estuvo rota una vez y fue forjada de nuevo! ¿Me ayudarás o te opondrás a mí? ¡Escoge rápido"
Éomer retrocedió en señal de respeto, y explicó que los orcos habían sido destruidos, pero no habían visto rastro de otros seres. Siguiendo la costumbre de los hombres de Rohan, habían apilado y quemado los cadáveres.
Éomer entonces pidió a los jinetes alejarse y conferenció en voz baja con Aragorn y sus compañeros, y así se enteró de lo sucedido con Gandalf y Boromir, mas no supo la verdadera misión de la Comunidad. Éomer entonces les proporcionó dos caballos, que le debían ser devueltos en la casa de Edoras, donde vivía el Rey Théoden, en cuanto terminaran la búsqueda. Dicho esto, los jinetes se alejaron a gran velocidad.
El caballo de Aragorn se llamaba Hasufel, de gran tamaño y pelaje gris oscuro, mientras que el de Legolas, llamado Arod, era más pequeño y ligero. Legolas lo montó sin antes quitarle la montura y las riendas. Gimli subió con él.
Desde aquél día, Arod acompañaría siempre al elfo, sin que nada presagiara los momentos difíciles que ambos pasarían.
Cabalgaron velozmente, y al anochecer habían llegado a las afueras del bosque de Fangorn, donde encontraron señales de la batalla. Un montículo donde habían sido enterrados los jinetes caídos, una pira que aún ardía con los inmundos cuerpos de los orcos, y las armas de éstos apiladas a un lado. Pero no había señales de los hobbits.
Aragorn leyó las huellas en el piso, y supo que antes de la batalla, los orcos habían tenido una disputa, acaso por los prisioneros, y que, aprovechando esta disputa, Pippin y Merry habían logrado escapar, a juzgar por las pequeñas huellas que se internaban en el Fangorn.
TBC
Disclaimer: Es mi primera historia sobre LOTR. Ninguno de los personajes son míos, todos pertenecen al genio de Tolkien de quien soy una pobre imitación.
A/N: Este capítulo nuevamente está basado en el libro...me he tomado la libertad de copiar un párrafo entero, cuando Aragorn se presenta a Éomer. Es tan perfecto que no lo pude reemplazar...
Aragorn y Legolas corrían velozmente siguiendo el rastro dejado por los orcos. Gimli los seguía tan rápido como podía, ya que los enanos, si bien poseen una gran resistencia, no son tan ágiles como los elfos.
Constantemente, Aragorn pedía al elfo, poseedor de una vista más penetrante, que observara el camino, para ver si veía a los captores de sus amigos.
Esa marcha forzada duró dos días, ya que el ejército de orcos llevaba prisa, y sólo podrían alcanzarlos si sacrificaban horas de sueño. Legolas no había dormido en esos días. Mientras los otros descansaban, vigilaba sin cesar el horizonte, tratando de ver algún rastro de sus amigos. Como todos en la Comunidad, había desarrollado un gran afecto por los hobbits, tan aficionados a buscarse problemas, pero a la vez tan leales y valientes.
Aragorn, a pesar de ser humano, soportaba el viaje mejor que Gimli. Poseído como estaba de la determinación de no fallarle a sus amigos, ni al bello elfo que lo acompañaba, se las arreglaba para continuar la marcha a buen paso. No en vano corría por sus venas la sangre de los Numenór.
Gimli y Legolas habían llegado a ser grandes amigos, a pesar de que es bien sabido que los enanos no toleran a los elfos, y viceversa. Sin embargo, ambos admiraban la valentía del otro, y constantemente hacían bromas para aligerar un poco la pesada marcha que realizaban.
Finalmente, Legolas los divisó. El ejército aparentemente se dirigía a Isengard, pero no logró ver a Pippin ni a Merry, seguramente los medianos estarían confundidos entre la multitud.
La noche estaba por caer, y decidieron que no era prudente acercarse más, ya que con la oscuridad, podrían extraviar el camino. Tendrían que esperar hasta el alba para reanudar la persecución. El ejército mientras tanto, continuaba avanzando.
Aragorn decidió entonces que sería mejor descansar, ya que tendrían que correr nuevamente, en cuanto amaneciera, para alcanzarlos. Improvisaron un pequeño campamento entre las rocas, pero no encendieron fuego para no llamar la atención.
Legolas había subido al peñasco más alto, y desde allí observaba a los orcos desplazarse, no iban a gran velocidad, y sería fácil alcanzarlos al día siguiente.
Entonces, Aragorn lo abrazó por detrás. Necesitaba tanto estar con su elfo.lo tomó de la mano para bajar de la roca. Esta era la segunda vez que mostraban su afecto delante de Gimli, la primera había sido cuando perdieron a Boromir.
- "mmm", gruñó Gimli, - "hagan de cuenta que yo no estoy", dijo, y se acostó entre las piedras, lo más apartado posible, cubriéndose con una manta. No tardó en quedarse dormido, tal era su fatiga.
Los amantes se abrazaron desesperadamente, las bocas se unieron mientras los cuerpos se buscaban. Cayeron así, abrazados, a la hierba, mientras continuaban los besos y las caricias.
Entre besos, Aragorn le decía a su amado:
- "Hermoso mío, he extrañado tanto la dulzura de tus labios!, déjame embriagarme con ellos, no sé cuando volveremos a estar juntos"
- "¡Oh, Aragorn! Hazlo entonces, y no te detengas, pues mis labios han extrañado los tuyos, y mi cuerpo añora tus caricias", decía Legolas entre gemidos.
Legolas gemía, los ojos cerrados, los labios entreabiertos. Aragorn estaba sobre él en la hierba, su boca bajaba ahora por el cuello del elfo, lamiendo y mordiendo ligeramente, mientras su compañero emitía sonidos que eran música para sus oídos.
Gimli despertó alarmado, al oír los gemidos del elfo. En ese momento, Aragorn había desabrochado la camisa de su amado, y lo besaba en el pecho, deleitándose con los sonidos que salían de la garganta de esa hermosa criatura.
Eso fue demasiado para el enano. Tosió ruidosamente, tuvo que hacerlo dos veces, puesto que ninguno de los amantes parecía oírlo, tan perdidos estaban el uno en el otro.
Legolas fue el primero en darse cuenta. Ruborizado, le susurró a Aragorn en élfico que se detuviese. El dúnadan obedeció, muy a su pesar. Había estado a punto de perder el control con el hermoso elfo, cuando debía pensar primero en el rescate.
Se sentaron, acomodando sus ropas. El cuello del elfo aún mostraba las señales de ese encuentro, varias marcas rojas indicaban el lugar en que Aragorn había mordido y succionado la delicada piel. Aunque las marcas desaparecerían pronto, ya que los elfos tienen muy desarrollados poderes de curación.
Entonces Gimli se echó a dormir otra vez, seguido por Aragorn, que había decidido ahorrar fuerzas para la persecución. Legolas no durmió, prefirió vigilar el sueño de su amante; además, los recientes acontecimientos lo habían dejado tan agitado que sería imposible conciliar el sueño. Subió nuevamente al peñasco, y allí lo encontró Aragorn al despertar, poco antes de que amaneciera.
- "Mi señor, están de veras muy lejos. Parece que no han descansado en la noche, y ahora sólo un águila podría alcanzarlos", dijo tristemente el elfo. Cuando estaban solos, le gustaba llamarlo "mi señor", era su modo de expresarle el amor incondicional que por él sentía.
- "Pues los seguiremos de todos modos", dijo Aragorn, inclinándose para despertar a Gimli.
El enano rezongó un poco, pues aún no había amanecido y no había modo de ver a los orcos, ni siquiera con la vista de Legolas. Sin embargo, Aragorn era un montaraz, y tenía muchos recursos para una persecución así. Puso el oído en el suelo, por un rato interminable, hasta que amaneció. Entonces dijo que oía el rastro de los orcos muy débil y distante, pero que también sentía un rumor de cascos de caballo, alejándose hacia el norte.
Siguieron el camino corriendo, sin detenerse ni siquiera para comer, ya que tenían el lembas obsequiado por Galadriel. Así pasaron dos días más, en los cuales llegaron al país de Rohan, junto al río Entaguas. Durante las noches, Legolas tampoco había dormido, vigilaba el sueño de sus compañeros. Las veces que Aragorn despertó intranquilo de sus sueños, veía el elfo de pie sobre una roca, o caminando cerca de allí. La luna iluminaba sus bellas facciones, haciéndolo ver más hermoso aún.
Al amanecer, no había señales de los orcos, pero todo indicaba que se habían refugiado en el bosque de Fangorn. Al menos habían hallado huellas de uno de los hobbits, y uno de los broches élficos obsequiados por Galadriel, lo que les daba esperanzas de hallarlos aún con vida.
Entonces Legolas distinguió a los Jinetes de Rohan, ciento cinco en total, quienes cabalgaban hacia ellos a toda prisa. Decidieron esperarlos, por si trajeran noticias de los hobbits; además, no era posible escapar sin ser vistos.
Bajaron de la colina donde se hallaban, y, envueltos en las capas élficas, esperaron sentados en la hierba. Mientras esperaban, Aragorn les contó cuanto sabía de los Rohirrim (Señores de los Caballos), hombres nobles y orgullosos, valientes en la batalla, sin llegar a ser crueles. Corría el rumor de que se habían unido a Saruman, pero él no lo creía.
Pronto llegaron los jinetes, altos y hermosos en sus cotas de malla, portando lanzas y espadas. Los rodearon, interrogándolos por encontrarse en sus tierras.
El jefe de los jinetes era Éomer, Tercer Mariscal de la Marca, al servicio del Rey Théoden, y se encontraba patrullando la zona, después de haber luchado con los orcos a la entrada del bosque de Fangorn.
Aragorn respondió, identificándose como Trancos, y presentando a sus compañeros. Sin embargo, las explicaciones de Aragorn no fueron satisfactorias para Éomer, quien encontraba bastante extraño a aquél hombre, que en compañía de un enano y un elfo, decía estar cazando orcos, y lo interrogó duramente, preguntando quién era en realidad.
Entonces dijo Aragorn:
- "No sirvo a ningún hombre, pero persigo a los sirvientes de Sauron en cualquier sitio donde se encuentren. Pocos hay entre los hombres mortales que sepan más de orcos y no los cazo de este modo porque lo haya querido así. Los orcos a quienes perseguimos tomaron prisioneros a dos de mis amigos. En semejantes circunstancias el hombre que no tiene caballos irá a pie y no pedirá permiso para seguir el rastro. Ni contará las cabezas del enemigo salvo con la espada. No estoy desarmado".
Aragorn se irguió y echó atrás la capa, sacando la espada, que resplandeció fuera de su vaina. Legolas nunca lo había visto tan alto y majestuoso, se veía como los reyes de antaño.
- "Elendil!", gritó Aragon, - "soy Aragorn, hijo de Arathorn y me llaman Elessar, Piedra de Elfo, Dúnadan, heredero del hijo de Isildur, hijo de Elendil de Gondor. ¡He aquí la espada que estuvo rota una vez y fue forjada de nuevo! ¿Me ayudarás o te opondrás a mí? ¡Escoge rápido"
Éomer retrocedió en señal de respeto, y explicó que los orcos habían sido destruidos, pero no habían visto rastro de otros seres. Siguiendo la costumbre de los hombres de Rohan, habían apilado y quemado los cadáveres.
Éomer entonces pidió a los jinetes alejarse y conferenció en voz baja con Aragorn y sus compañeros, y así se enteró de lo sucedido con Gandalf y Boromir, mas no supo la verdadera misión de la Comunidad. Éomer entonces les proporcionó dos caballos, que le debían ser devueltos en la casa de Edoras, donde vivía el Rey Théoden, en cuanto terminaran la búsqueda. Dicho esto, los jinetes se alejaron a gran velocidad.
El caballo de Aragorn se llamaba Hasufel, de gran tamaño y pelaje gris oscuro, mientras que el de Legolas, llamado Arod, era más pequeño y ligero. Legolas lo montó sin antes quitarle la montura y las riendas. Gimli subió con él.
Desde aquél día, Arod acompañaría siempre al elfo, sin que nada presagiara los momentos difíciles que ambos pasarían.
Cabalgaron velozmente, y al anochecer habían llegado a las afueras del bosque de Fangorn, donde encontraron señales de la batalla. Un montículo donde habían sido enterrados los jinetes caídos, una pira que aún ardía con los inmundos cuerpos de los orcos, y las armas de éstos apiladas a un lado. Pero no había señales de los hobbits.
Aragorn leyó las huellas en el piso, y supo que antes de la batalla, los orcos habían tenido una disputa, acaso por los prisioneros, y que, aprovechando esta disputa, Pippin y Merry habían logrado escapar, a juzgar por las pequeñas huellas que se internaban en el Fangorn.
TBC
