12 Victoria

Disclaimer: Es mi primera historia sobre LOTR. Ninguno de los personajes son míos, todos pertenecen al genio de Tolkien de quien soy una pobre imitación.

A/N: Este capítulo está clasificado como NC-17, es decir, sólo para mayores, pues contiene escenas explícitas. Si esto les choca, por favor no lo lean.

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¡Victoria! Gritaban los hombres de Théoden, ¿mas qué victoria era aquélla?, cuerpos destrozados yacían desde el desfiladero a la puerta de la fortaleza. Defensores y enemigos compartían el sueño de la muerte, algunos con el rostro descubierto y los ojos abiertos y espantados, como si las últimas imágenes que vieron, de la batalla, hubieran quedado para siempre fijas en sus pupilas.

El rey ordenó a los pocos guerreros que no estaban heridos ocuparse de los caídos. Pronto fueron apilados los cadáveres de los hombres de Rohan, y se encendió la pira funeraria. Los uruk-hai, sin embargo, eran tan numerosos que iba a ser un trabajo descomunal deshacerse de los cuerpos.

Orcos y hombres del oeste, en su loca carrera por escapar, se internaron en el bosque, pero ninguno de ellos volvió a salir. Los montañeses que quedaban, engañados por Saruman, se rendían sollozando. Éomer ordenó tomarlos prisioneros, para que ayudaran a apilar los cadáveres, sorprendiéndolos por su clemencia, ya que el malvado mago les había dicho que los rohirrim torturaban a los prisioneros de la forma más cruel.

Eowyn y las mujeres se ocupaban de los heridos, ayudados por los elfos, quienes por órdenes de Haldir, se habían dividido la tarea de ocuparse de sus muertos, y asistir a los heridos. Él mismo se ocupaba de su gente, atendiendo en primer lugar a Finwë, quien milagrosamente vivía aún.

Cariñosamente depositó al elfo inconsciente sobre una de las mesas destinadas a los heridos más graves, pues allí no había camas. La lanza casi había perforado un pulmón, pasando escasos centímetros del corazón y la punta aún se hallaba clavada en el cuerpo del elfo. Haldir examinó la herida con ayuda de Rúmil. No sería posible extraer fácilmente los restos de la lanza, de modo que cuidadosamente la cortó, mientras Rúmil la sujetaba. Este trabajo le tomó casi una hora, puesto que a cada movimiento, la herida sangraba profusamente, desgarrando los tejidos. Finalmente, logró sacarla toda, y un chorro de sangre le cubrió las manos.

Rúmil le alcanzó un lienzo para contener la hemorragia. También había traído el morral de Finwë, donde, al igual que todos los elfos, llevaba una bolsa de hierbas medicinales, que escaseaban en ese momento, siendo tantos los heridos.

- "Está bien, ahora puedo hacerlo solo. Ve a atender a los otros", dijo Haldir, ya que toda la ayuda posible se necesitaría para asistir a tantos heridos.

Rúmil se retiró.

Haldir entonces buscó dentro del morral, hallando la bolsa de hierbas, y unas hojas sueltas de pergamino que cayeron al suelo. No les dio importancia en ese momento, y se concentró en preparar un emplasto cicatrizante, que colocó cuidadosamente sobre la herida, procediendo luego a rasgar parte del lienzo para vendarla. Alzó el cuerpo de Finwë con un brazo, mientras trataba de enrollar el vendaje en su torso, cuando una mano lo detuvo y tomó el vendaje

Legolas. Sin decir una palabra, el elfo lo ayudó a atender al herido, vendándolo y lavando su rostro y su cuerpo cubiertos de sangre. Luego lo cubrieron con una sábana. Entonces Legolas habló:

- "A pesar de su juventud, demostró una gran valentía al arrojarse así sobre esa lanza", y mirando al suelo, reparó en las hojas de pergamino, recogiéndolas.

Ambos se quedaron mudos de asombro. Las hojas contenían dibujos hechos a carbón por una mano muy diestra. Todos ellos representaban a Haldir: Haldir de pie junto a un mallorn con el arco en la mano, Haldir disparando certeramente en el campo de entrenamiento, Haldir junto a la cascada, Haldir cantando con los ojos cerrados, y un último dibujo mostrando a Haldir abrazando a otro elfo, pero la figura no estaba terminada, y ese elfo no tenía rostro aún.

Los ojos de ambos se llenaron de lágrimas. Legolas puso la mano en el hombro de su amigo.

- "Vivirá. Elbereth no querrá llevárselo aún. Confía.", dijo en un susurro, mientras su mano acariciaba la frente del elfo pelirrojo. Una necesidad urgente de estar con Aragorn se había apoderado de él, y se retiró rápidamente.

Haldir miró nuevamente los dibujos, guardándolos luego en el morral. Entonces besó al herido en la frente, tomando una de sus manos entre las suyas y se puso a cantar despacio en élfico. Era una de sus canciones favoritas, hablaba de los bosques de Lothlórien, la cascada, el río, las cosas que más amaba. Su canto reconfortó el corazón de los demás heridos, devolviéndoles las ganas de vivir, pues aunque no lo entendían, la voz musical de Haldir los llevaba a parajes no imaginados. Pero Finwë no se movía.

Legolas buscó a Aragorn y lo encontró finalmente junto a Eowyn, quien lo abrazaba con afecto. El elfo se retiró en silencio, sin que notaran su presencia, y fue a encontrar a Gimli, quien, sobre el muro, respiraba la brisa fresca que por fin traía la mañana.

- "Mi cuenta asciende a 42, incluso se me ha mellado el hacha", dijo orgulloso el enano.

- "Pues esta vez me has ganado, solo por un tanto. Pero no te celo, ¡Tan contendo estoy de verte de pie!", respondió sonriendo Legolas, - "¿A dónde estabas, amigo mío?

- "Fui a esas maravillosas cavernas. ¡Las llaman refugio! Yo podría construir un palacio allí, ¡tienes que ver toda esa hermosura!, los enanos pagarían oro puro sólo por verlas"

- "Y yo pagaría oro puro por lo contrario, y el doble porque me sacaran de allí si llego a extraviarme", repuso el elfo, - "en cambio, quisiera visitar algún día ese bosque maravilloso". Se refería al Bosque de Fangorn.

- "¡Elfo loco!, pero te perdono lo que acabas de decir porque no las has visto. Brillan con luces de plata, es un hermoso espectáculo, Legolas, tienes que ir!", dijo Gimli con entusiasmo.

- "Está bien, no en vano dicen que los enanos son gente extraña, pero me has emocionado, nunca te oí hablar así. Te diré lo que haremos: cuando termine todo esto, si seguimos vivos, te acompañaré a tus famosas cavernas, y luego tú me acompañarás a Fangorn", contestó Legolas, tirándole de la barba con afecto.

Entonces sintió una presencia familiar, y al darse vuelta, se encontró con Aragorn.

- "Te estaba buscando", dijo Aragorn.

- "Estaba con Haldir, ayudándolo a atender a los heridos. Luego te vi con Eowyn", respondió Legolas.

- "¡Ejém!", dijo Gimli para llamar su atención. Ambos lo miraron - "Hay una bodega pequeña bajando la escalera del patio. Está vacía ahora y libre de miradas indiscretas", y con esto, se retiró.

Los amantes se miraron sonriendo, y Aragorn bajó las escaleras, mirando a ambos lados. Nadie había reparado en su presencia. Abrió la puerta de la bodega y entró.

Legolas esperó unos momentos, luego, cuando creyó no ser observado, bajó también, entrando a la bodega y cerrando la puerta tras él. Gandalf, desde la ventana de la torre, los miraba pensativo. Debían partir a Isengard, pero decidió darles un respiro a sus amigos. Luego recuperarían el retraso galopando de prisa.

El elfo se encontró a oscuras en la bodega. - "¿Mi señor?", llamó en medio de las tinieblas. No le gustaba la oscuridad ni el encierro, pero anhelaba las caricias de su amante.

Dos brazos lo aprisionaron por detrás, mientras una voz cargada de emoción le susurraba al oído - "Temí tanto por ti, no hubiera soportado perderte"

- "Ni yo, mi señor", susurró Legolas, cerrando los ojos y echando hacia atrás la cabeza, sobre el hombro de su amado.

Aragorn lo abrazaba por la cintura, mientras su otra mano acariciaba el cabello del elfo. Lo tomó por la barbilla, girando su rostro hasta que estuvo junto al suyo. Se inclinó besándolo suavemente mientras soltaba el broche de la capa élfica.

Legolas dio un paso adelante, dejando caer la capa. Luego se volvió hacia su amado, abrazándolo, y devolvió el beso con pasión. Las dudas que lo atormentaban se disolvieron con ese beso, y sólo le importó estar con su amante.

Aragorn exploró la boca del elfo, ¡cómo había extrañado esa sensación!, su lengua lo recorría todo, deleitándose. Luego bajó lentamente por el cuello de Legolas, y siguió besando la piel, hasta dejar marcas rojas. Pronto la túnica y camisa del elfo cayeron también al suelo, y la lengua de Aragorn empezó a explorar sus pectorales, mordiendo los pezones suavemente hasta que Legolas pensó que sus piernas no lo sostendrían más. Su amante, como adivinando esto, dejó caer su propia capa al suelo, lo tomó entre sus brazos, y lo echó en el piso de piedra, sobre la capa, mientras lo besaba para acallar sus gemidos. Lentamente, Aragorn rompió el beso, para terminar de despojar al elfo de sus ropas, luego, él mismo se desvistió, y cubrió a Legolas con su cuerpo, mientras lo besaba nuevamente.

Sus miembros erectos se rozaban, poniendo al elfo al borde de la locura, mientras abría las piernas. Aragorn no pudo resistir más el deseo, y lentamente introdujo un dedo en la abertura que se le ofrecía. - "Ohhhh, Aragorn, cómo extrañé tus caricias", decía el elfo entre gemidos, moviendo las caderas mientras Aragorn insertaba otro dedo, y su boca buscaba el miembro del elfo. Legolas se había abandonado por completo a sus sensaciones y suplicaba ahora - "Por favor, tómame ya, no me tortures más mi señor".

Aragorn sonrió traviesamente. - "Como desees, hermoso mío", dijo mientras insertaba su miembro en el cuerpo anhelante del elfo, empujando despacio hasta estar completamente dentro. Luego hizo una pausa - "mi señor no te detengas", gemía Legolas moviéndose bajo él desesperadamente. Aragorn comenzó entonces a empujar cada vez más fuerte, uniéndose a los gritos de placer de su amado. Luego, cuando sintió que no resistiría más, tomó entre sus manos el miembro de elfo y empezó a masturbarlo, hasta que sus manos se mojaron con la dulce semilla, y, loco de pasión, explotó dentro de Legolas, cayendo luego, agotado, sobre el cuerpo de su amante.

Una vez satisfecha la pasión, el cansancio y angustia de la batalla hicieron su efecto. Aragorn cogió la capa del elfo, y recostándose a su lado, cubrió sus cuerpos, mientras besaba a Legolas, tomándolo entre sus brazos. Entonces se quedó dormido. Legolas se pegó más al cuerpo de su amado, buscando su calor. Se sentía seguro a su lado, aunque Aragorn nunca le había dicho que lo amaba. Poco a poco, sumergido en el olor a la batalla y a la pasión que emanaban del cuerpo del montaraz, Legolas quedó dormido.

Gandalf esperaba en la torre. En su opinión, el "respiro" dado a sus amigos había sido más que suficiente. Llamó a Gimli y le pidió buscarlos, pues deseaba partir como máximo en una hora.

El enano se dirigió entonces a la pequeña bodega, se paró un momento en la puerta para tomar una gran bocanada de aire, y luego entró. Tuvo que cerrar la puerta tras de sí, para no atraer más miradas de las necesarias. Al encontrarse completamente a oscuras, llamó a sus amigos despacio, mientras avanzaba a tientas, con tan mala suerte que tropezó con la túnica de Legolas y cayó de bruces, maldiciendo como sólo los enanos pueden hacerlo.

- "¡Gimli, qué haces aquí!" dijo Legolas, que había despertado abruptamente con el ruido.

- "Gandalf envía por ustedes, deben partir a Isengard sin demora", repuso el enano, tratando de ponerse de pie.

- "¿Qué pasa, Legolas?", dijo Aragorn tratando de levantarse a su vez.

- "Es Gimli. Está aquí a pedido de Gandalf para avisarnos de nuestra partida a Isengard", contestó el elfo.

- "Yo me voy de aquí", contestó el enano, dirigiéndose hacia la puerta.

- "Espera.no puedes salir aún, deja al menos que nos pongamos algo encima", replicó Aragorn.

Al cabo de un rato, Gandalf observó divertido que se abría la puerta de la bodega y salían en fila Gimli, Legolas y Aragorn, y aunque los elfos rara vez se ruborizan, el rostro de Legolas estaba rojo como la grana, al igual que el de sus amigos.

Haldir había estado cantando largo rato, cuando sintió un pequeño movimiento en la mano de Finwë. Se detuvo entonces, y puso una mano sobre su sien, apartando el cabello rojizo que caía rebelde sobre ella.

El joven elfo tenía una palidez extrema, resaltada quizás por la cascada rojo intenso que rodeaba su rostro, ya que Haldir había soltado el lazo que aprisionaba sus cabellos y se encontraban esparcidos sobre sus hombros. Mientras lo contemplaba, Haldir se preguntaba cómo fue que aquel elfo haya llegado a amarlo de ese modo, sin que él jamás lo notara, siendo testigo incluso de sus amores con muchos elfos. Nadie lo había amado así, siempre había tenido relaciones pasajeras, una o dos noches y el encanto se rompía. Nadie lo amaría de ese modo, de eso estaba seguro.

Finwë había estado soñando con su antiguo hogar, en el Bosque Mágico, los árboles, flores y arroyos que allí había cuando todo era felicidad y su pueblo no era perseguido. Luego, una voz encantadora lo transportó a Lothlórien, hacia la cascada que tanto le gustaba contemplar, y donde innumerables veces, oculto entre los arbustos, había visto bañarse a su adorado Haldir. En su sueño vio al guardián de Lórien, y fue tomando conciencia poco a poco de que era él quien cantaba. Trató de mover las manos, pero estaban aprisionadas por algo, entonces comprendió que eran otras manos las que acariciaban las suyas. Una de ellas se retiró entonces, para acariciar su frente y cabellos, ¿cuándo se los había soltado?, no podía recordarlo. La mano que lo acariciaba era tan gentil, que quiso saber de quién se trataba, abriendo los ojos lentamente, como si no quisiera despertar de tan placentero sueño. Parpadeando, notó que otro elfo estaba sentado a su lado, observándolo con expresión preocupada. ¡Haldir! Un dolor lacerante le quemaba el costado izquierdo, recordándole de pronto todo lo sucedido. Entonces abrió completamente los ojos.

- "¿Haldir?", susurró

- "Shhh, no hables. Nos diste un gran susto. No tenías que haberlo hecho", le dijo Haldir con severidad.

- "...tú me salvaste...bosque...", susurró Finw?, callando agotado por el esfuerzo.

- "Hice lo que cualquier guardián hubiese hecho al encontrar a alguien en peligro. Debes dormir ahora. Debo atender a los demás heridos", respondió Haldir alejándose.

Los ojos de Finw? se llenaron de lágrimas, ¿cómo pudo creer otra cosa? Haldir amaba a otro, eso lo sabía bien. Pero las caricias que le dio habían sido tan dulces! Cerró los ojos entonces, tratando de recordar ese momento dichoso.

TBC