13 Camino a Isengard
Disclaimer: Es mi primera historia sobre LOTR. Ninguno de los personajes son míos, todos pertenecen al genio de Tolkien de quien soy una pobre imitación.
A/N: Ahora sí me aparté para siempre de la película (pues ya se acabó)
Gracias Jun, Maggie, Lanthir, Velia y Rosemon....por ustedes vive Finw? y me ha dado material para nuevos enredos, como podrán ver acá.
***************************************************************
Gandalf se encontraba reunido con Théoden, Éomer, Aragorn y Haldir, discutiendo el siguiente movimiento. El mago les comunicó que debía partir a Isengard, pues extraños acontecimientos habían sucedido allí.
- "No es posible", replicó Théoden, - "aún cuando mis hombres tuvieran curadas sus heridas, nunca reuniríamos un ejército lo suficientemente grande para atacar la fortaleza de Saruman"
- "Incluso así, yo pienso ir, y todos los que deseen acompañarme pueden hacerlo", respondió el mago.
- "Pues iré contigo", repuso el rey, "si antes dudé de ti, ahora no lo hago. Seguiré tu consejo y partiremos amparados en la oscuridad de la noche que se avecina"
- "Que así sea. Pero no preparéis una gran escolta, Théoden, pues vamos a parlamentar, no a combatir"
El rey entonces dispuso que los caballeros que no estaban heridos, proclamasen la noticia de la victoria en todos los valles de la Marca, y que convoquen con urgencia a Edoras a todos los hombres, jóvenes o viejos, en capacidad de combatir. La reunión se llevaría a cabo un día después de la luna llena, y el ejército así formado, marcharía a Gondor.
Luego, Théoden eligió para su escolta a Isengard a Éomer y veinte hombres de su séquito. Junto con Gandalf irían Aragorn, Gimli y Legolas. Haldir se excusó diciendo que era más necesario allí, para atender a los heridos, y que los alcanzaría luego en Edoras.
El rey se retiró a descansar, junto con los miembros de su escolta, mientras que los otros recorrieron el campo, donde los hombres de la Marca habían apilado los cadáveres de los orcos en un montón tan grande que era imposible enterrarlos o prenderles fuego. Expresaron su preocupación a Gandalf por toda aquélla carroña, y el mago les contestó:
- "Dejemos a los orcos donde están, quizá la mañana traiga nuevos consejos".
Aragorn aprovechó el descanso del rey para asearse y cambiarse de ropas. Deseaba estar un momento a solas para pensar, se seguía sintiendo mal por Arwen y la angustia que sentía por la seguridad de Legolas era cada vez mayor.
Legolas fue junto con Haldir a ayudar a los heridos. Mientras se dirigían allí, Haldir lo tomó del brazo, susurrándole:
- "Principito, te extrañé en verdad. Hice todo este viaje pensando en el momento de estar a solas"
- "Pues ya lo estamos. Di lo que tengas que decir", respondió Legolas empezando a sentirse nervioso. No le gustaba la familiaridad con que Haldir lo trataba.
- "Nada tengo que decir. En estos tiempos oscuros, las palabras sobran, mas los hechos quedan", contestó Haldir. Habían llegado al pasillo frente a la puerta de la Sala que usaban ahora como Casa de Curación y no había nadie en los alrededores.
Haldir tomó a Legolas de la cintura y lo atrajo hacia él, buscando ansiosamente su boca. El otro elfo se debatió furioso, sus ojos echaban chispas y le increpó a Haldir:
- "¿Cómo puedes pensar en eso, después de todo lo que ha pasado? Piensa en Finw? como yo pienso en Aragorn"
Haldir lo soltó, su expresión cambió de pronto, poniéndose pensativo.
- "¿Finw??, yo lo le dije que me salvara, no le debo nada ni el a mí. Pero me excuso ante ti por mis acciones y no repetiré este comportamiento mientras no seas libre"
En ese momento se abrió la puerta. Eowyn los esperaba preocupada. Ella en persona se encargaba de atender a los heridos más graves, entre los cuales estaba Finw?. Incluso había hecho traer camas de las habitaciones desocupadas del palacio y colocarlas en la enorme sala donde estaban los heridos.
- "Señor, no ha probado bocado. Si insiste en seguir así, no podrá recuperarse", le dijo a Haldir, refiriéndose a Finw?.
Haldir se aproximó a la cama del joven elfo, donde también estaba Rúmil, cambiándole los vendajes manchados de sangre y limpiando la herida.
- "¿Qué le ocurre?", preguntó usando la lengua común, que Finw? no entendía.
- "No quiere comer, dice que no tiene apetito", respondió su hermano.
- "Tráele algo y veremos si no lo come", contestó Haldir.
Luego se inclinó poniendo su mano en la frente de Finw?. Tal como lo había imaginado, tenía fiebre. Legolas preparó un emplasto con nuevas hierbas, que aplicaron sobre la herida, cubriéndola nuevamente con un vendaje limpio. Mientras tanto, el elfo pelirrojo los observaba en silencio.
- "Dibujas muy bien", dijo Legolas sonriéndole, - "¿dónde aprendiste a hacerlo?"
- "Mi madre me enseñó, hace muchísimos años", contestó Finw?, tan despacio que el otro elfo tuvo que inclinarse para oírlo.
En ese momento llegaba Rúmil, con un plato de sopa caliente.
- "Por favor amigos, déjenme con él. Necesita alimentarse y descansar", pidió Haldir.
Rúmil dejó la sopa y la cuchara sobre una pequeña mesa al lado de la cama, y se retiró junto con Legolas y Eowyn a ver a los otros heridos. Finw? miraba a Haldir con aprehensión. No sabía lo que había dicho a sus amigos, porque no entendía la Lengua Común, pero algo en la mirada de Haldir le decía que no esperase nada bueno.
Haldir entonces habló en élfico, pues Finwë parecía mortificado por el uso de la Lengua Común.
- "Ahora debes comer"
- "No tengo apetito", respondió el elfo más joven.
- "Pues tienes que comer. No has probado bocado en todo el día y debes reponer fuerzas, perdiste mucha sangre", dijo severamente Haldir, mientras acomodaba algunos almohadones bajo la cabeza del elfo herido. Luego, colocó una servilleta en la barbilla de Finwe, que lo miraba sin decir nada. Cogió la cuchara y la llenó de sopa, a continuación la puso en los labios del otro elfo.
- "¡Vamos, abre la boca!", le increpó
Finwë obedeció muy a su pesar, pero no se atrevía a enfrentarse al guardián de Lórien. En el fondo, el elfo pelirrojo se sentía feliz de ser objeto de esa atención. Se dejó alimentar por Haldir, quien tomó asiento sobre la cama, mientras le daba cucharada tras cucharada de sopa, casi sin dejarlo respirar.
Cuando terminó, dejó el plato sobre la mesa, y se puso a observar al elfo herido, quien yacía sin moverse sobre la cama, con los cabellos desparramados desordenadamente sobre las almohadas. Entonces, Haldir tomó el peine que estaba sobre la mesa y comenzó a peinar los rojos cabellos de Finwë. El elfo menor cerró los ojos, las manos de Haldir acariciaban su cabello mientras lo trenzaba como hacían los elfos de Lórien. Luego lo tomó de la barbilla con suavidad y lo obligó a mirarlo.
- "Gracias", susurró Finwë con el rostro iluminado por una sonrisa.
- "No fue nada, prometí a mi Señora Galadriel que cuidaría de todos los elfos a mi cargo, y eso es lo que hago", respondió Haldir, arrepintiéndose instantáneamente al ver marchitarse esa encantadora sonrisa en el rostro del otro elfo. - "Gandalf y los otros partirán a Isengard esta misma noche, nosotros los alcanzaremos en unos días en Edoras y luego iremos a Gondor"
- "¿Gondor?"
- "Sí muchacho, la guerra recién empieza. Si no te has recuperado para entonces, te quedarás aquí con Eowyn hasta que pueda venir a buscarte"
- "¿Vendrás por mi?", Finwë sintió renacer una esperanza
- "Y por los demás elfos heridos. Aunque creo que como van las cosas, todos estarán listos para ir a Edoras, excepto tú, si insistes en no comer", contestó Haldir. Se empezaba a sentir muy nervioso, así que se levantó para retirarse - "Descansa ahora, debo ver a los otros", dijo dando una última mirada a Finwë. La forma en que había trenzado su cabello lo favorecía mucho, pero lo último que deseaba eran complicaciones con un elfo de su compañía.
El sol bajaba ya entre las colinas, cuando la pequeña compañía decidió partir. Al aproximarse al bosque, los jinetes dudaron, pues sentían una presencia amenazante. Los árboles estaban envueltos en una neblina y las ramas se extendían como dedos deseosos de aprisionarlos. Sin embargo, Gandalf no retrocedió, avanzó hasta encontrar una abertura entre las espesas ramas, como una bóveda. Por allí entraron, siguiendo presurosos al caballo del mago.
En el bosque no se veían orcos, ni cualquier otra criatura viviente. Legolas y Gimli iban en el mismo caballo, detrás del mago.
- "Siento una cólera inmensa que se desprende de estos árboles", dijo el elfo, - "¿no sientes tú lo mismo?"
- "Sí", respondió el mago
- "¿Qué habrá sido de los miserables orcos que buscaron refugio aquí?", continuó Legolas.
- "Eso, creo, nunca se sabrá", contestó el mago.
Luego siguió un largo silencio, pero Legolas no dejaba de mirar los árboles.
- "Estos árboles hablan entre sí, aborrecen a los orcos. Pero no han nacido en este lugar, vienen desde los profundos valles de Fangorn", decía el elfo en susurros a Gimli.
- "Entonces este es el bosque más peligroso de la Tierra Media y aunque tendría que estar agradecido, no puedo hacerlo. ¡Bosques!, sólo una criatura como tú puede pensar en ellos ahora", gruñó el enano, haciendo reír a su compañero.
Aragorn sintió levantar su espíritu al escuchar la melodiosa risa de su elfo. Incluso le pareció que los árboles agitaban sus hojas uniéndose a ella.
- "Pues nada tiene de malo pensar en bosques, sobre todo si uno ha vivido en ellos desde su infancia. No olvides que Legolas es un elfo de los bosques", explicó Aragorn.
- "Pues elfo o no elfo, siempre se las apaña para hacer cosas más allá de mi comprensión", contestó Gimli, provocando la carcajada general.
- "¡Miren!", exclamó Legolas, - "ya llegamos a la orilla del bosque".
Avanzaron un poco más por la orilla del bosque, cuando el elfo se volvió a mirarlo, exclamando:
- "¡Ojos!, ¡hay ojos que espían entre las ramas. Nunca en mi vida vi ojos semejantes!"
Todos se volvieron para ver los ojos, menos Gimli, que gritó cuando el elfo trataba de hacer retroceder a Arod.
- "¡No, no!, si deseas ver tus ojos, elfo loco, déjame bajar antes del caballo, pues yo no quiero verlos"
- "¡Quédate, Legolas Hojaverde", ordenó Gandalf, - "no es el momento de volver al bosque"
En ese instante, tres sombras aparecieron acercándose. Eran altos como trolls, de cuerpos vigorosos, se asemejaban a los árboles. De hecho, a todos les pareció que tres árboles gigantescos habían cobrado vida. Emitieron una serie de llamadas sonoras y desaparecieron en el bosque.
- "¿Qué son, Gandalf? Pues es evidente que los conoces", preguntó Théoden.
Gandalf explicó entonces que se trataba de los ents o pastores de árboles, de quienes no había nada que temer puesto que eran enemigos de Saruman.
Luego se alejaron del valle, tomando la ruta que llevaba a los vados del Isen. Anochecía ya, cuando pasaron por la encrucijada del camino que llevaba a los vados y continuaron así hasta encontrarse con el otrora río caudaloso. El agua estaba quieta y en silencio, a lo lejos, se oían los aullidos de los lobos.
Continuaron su camino hasta llegar a un túmulo, rodeado de piedras y con lanzas incrustadas. - "Aquí yacen los hombres de la Marca", exclamó Gandalf - "al menos ellos no han sido devorados por los lobos".
- "¡Que descansen en paz¡" dijo Éomer.
- "Pero estos no son todos los jinetes", continuó el mago, "algunos de ellos son los que volvieron al abismo con Erkenbrand, pero los otros se dirigieron a Edoras, donde esperan al resto del ejército para marchar a Gondor"
Siguieron adelante en silencio, hasta llegar al antiguo camino que llevaba a Isengard, al pie de las Montañas Nubladas. Allí decidieron detenerse, pues el rey se sentía cansado. Acamparon cerca del lecho del Isen, siempre tan silencioso y tranquilo. Allí, algunos consiguieron dormir, otros fueron los asustados testigos de una oscuridad más negra que la noche que se dirigía al norte. Gandalf ordenó no moverse, pues pasaría de largo.
Al mismo tiempo, en Cuernavilla, los hombres oyeron un gran fragor. Haldir se encontraba sentado junto a la cama de Finwë, cuidando su sueño, y se levantó a toda prisa, mirando por la ventana, pero nada se veía. Todo estaba envuelto en una oscuridad impenetrable. Después de un rato, volvió junto al herido, que se había incorporado con mucho esfuerzo.
- "Acuéstate de nuevo, no sucede nada", dijo Haldir con firmeza
- "Lo siento, es que no puedo ver nada y siento una cólera infinita en el ambiente", contestó Finwë.
- "Yo también la siento, pero no está dirigida hacia nosotros y ningún daño sufriremos", contestó Haldir tomando asiento en la cama para tranquilizar a su compañero. Tomó una de sus manos y la encontró fría como el hielo, entonces sin decir palabra, se recostó en la cama, abrazándolo con cuidado para darle calor. Finwë no entendía lo que pasaba, pero agradeció mentalmente a aquélla oscuridad y colocando la cabeza en el hombro de su adorado Haldir, se quedó dormido.
Al alba, Haldir se levantó silenciosamente y salió junto con los hombres de la Marca. No encontraron rastros de los cadáveres de los orcos, ni tampoco de los árboles. Sobre la quebrada, alguien había cavado un profundo pozo y levantado una colina de piedras, pero qué contenía, nadie lo supo nunca con certeza, pues ningún hombre o elfo se atrevió a poner un pie allí, la llamaron la Quebrada de la Muerte. Los árboles se habían vengado.
La compañía de Gandalf también había reanudado la marcha, llegando finalmente a las puertas de Isengard, en el Valle del Mago, otrora esplendoroso y próspero, actualmente lóbrego y desolado. Isengard había sido construida por los hombres de Oesternesse, en las montañas mismas, las cuales le servían de muralla. En el centro había una extensa llanura circular, protegida por un muro de piedra, allí donde no estaban las montañas. Excavados bajo esos muros estaban las enormes guaridas que albergaban a orcos, hombres del oeste, lobos y criaturas que Saruman tenía a su servicio. En el centro de la llanura se levantaba la Torre de Orthanc, fortaleza y vivienda de Saruman.
Gandalf iba delante, seguido por los otros jinetes. Con temor observaron que las puertas de Isengard estaban rotas y las bóvedas que rodeaban construcción de piedra, derruidas. Por todas partes aparecían piedras enormes como si gigantes las hubiesen lanzado desde gran altura. El valle estaba inundado, surgiendo únicamente, como una isla, la Torre de Orthanc. Parecía que por allí había pasado un vendaval, no se veía ni oía rastro de vida.
Comprendieron que el poder de Saruman había sido destruido, aunque no sabían a quien o a qué atribuírselos. De pronto repararon en dos pequeñas figuras que los contemplaban entre los escombros. Estaban vestidos de gris y sentados cerca de los restos de una buena comida. Uno de ellos fumaba, como si descansaran después de un tranquilo día de campo.
TBC
Disclaimer: Es mi primera historia sobre LOTR. Ninguno de los personajes son míos, todos pertenecen al genio de Tolkien de quien soy una pobre imitación.
A/N: Ahora sí me aparté para siempre de la película (pues ya se acabó)
Gracias Jun, Maggie, Lanthir, Velia y Rosemon....por ustedes vive Finw? y me ha dado material para nuevos enredos, como podrán ver acá.
***************************************************************
Gandalf se encontraba reunido con Théoden, Éomer, Aragorn y Haldir, discutiendo el siguiente movimiento. El mago les comunicó que debía partir a Isengard, pues extraños acontecimientos habían sucedido allí.
- "No es posible", replicó Théoden, - "aún cuando mis hombres tuvieran curadas sus heridas, nunca reuniríamos un ejército lo suficientemente grande para atacar la fortaleza de Saruman"
- "Incluso así, yo pienso ir, y todos los que deseen acompañarme pueden hacerlo", respondió el mago.
- "Pues iré contigo", repuso el rey, "si antes dudé de ti, ahora no lo hago. Seguiré tu consejo y partiremos amparados en la oscuridad de la noche que se avecina"
- "Que así sea. Pero no preparéis una gran escolta, Théoden, pues vamos a parlamentar, no a combatir"
El rey entonces dispuso que los caballeros que no estaban heridos, proclamasen la noticia de la victoria en todos los valles de la Marca, y que convoquen con urgencia a Edoras a todos los hombres, jóvenes o viejos, en capacidad de combatir. La reunión se llevaría a cabo un día después de la luna llena, y el ejército así formado, marcharía a Gondor.
Luego, Théoden eligió para su escolta a Isengard a Éomer y veinte hombres de su séquito. Junto con Gandalf irían Aragorn, Gimli y Legolas. Haldir se excusó diciendo que era más necesario allí, para atender a los heridos, y que los alcanzaría luego en Edoras.
El rey se retiró a descansar, junto con los miembros de su escolta, mientras que los otros recorrieron el campo, donde los hombres de la Marca habían apilado los cadáveres de los orcos en un montón tan grande que era imposible enterrarlos o prenderles fuego. Expresaron su preocupación a Gandalf por toda aquélla carroña, y el mago les contestó:
- "Dejemos a los orcos donde están, quizá la mañana traiga nuevos consejos".
Aragorn aprovechó el descanso del rey para asearse y cambiarse de ropas. Deseaba estar un momento a solas para pensar, se seguía sintiendo mal por Arwen y la angustia que sentía por la seguridad de Legolas era cada vez mayor.
Legolas fue junto con Haldir a ayudar a los heridos. Mientras se dirigían allí, Haldir lo tomó del brazo, susurrándole:
- "Principito, te extrañé en verdad. Hice todo este viaje pensando en el momento de estar a solas"
- "Pues ya lo estamos. Di lo que tengas que decir", respondió Legolas empezando a sentirse nervioso. No le gustaba la familiaridad con que Haldir lo trataba.
- "Nada tengo que decir. En estos tiempos oscuros, las palabras sobran, mas los hechos quedan", contestó Haldir. Habían llegado al pasillo frente a la puerta de la Sala que usaban ahora como Casa de Curación y no había nadie en los alrededores.
Haldir tomó a Legolas de la cintura y lo atrajo hacia él, buscando ansiosamente su boca. El otro elfo se debatió furioso, sus ojos echaban chispas y le increpó a Haldir:
- "¿Cómo puedes pensar en eso, después de todo lo que ha pasado? Piensa en Finw? como yo pienso en Aragorn"
Haldir lo soltó, su expresión cambió de pronto, poniéndose pensativo.
- "¿Finw??, yo lo le dije que me salvara, no le debo nada ni el a mí. Pero me excuso ante ti por mis acciones y no repetiré este comportamiento mientras no seas libre"
En ese momento se abrió la puerta. Eowyn los esperaba preocupada. Ella en persona se encargaba de atender a los heridos más graves, entre los cuales estaba Finw?. Incluso había hecho traer camas de las habitaciones desocupadas del palacio y colocarlas en la enorme sala donde estaban los heridos.
- "Señor, no ha probado bocado. Si insiste en seguir así, no podrá recuperarse", le dijo a Haldir, refiriéndose a Finw?.
Haldir se aproximó a la cama del joven elfo, donde también estaba Rúmil, cambiándole los vendajes manchados de sangre y limpiando la herida.
- "¿Qué le ocurre?", preguntó usando la lengua común, que Finw? no entendía.
- "No quiere comer, dice que no tiene apetito", respondió su hermano.
- "Tráele algo y veremos si no lo come", contestó Haldir.
Luego se inclinó poniendo su mano en la frente de Finw?. Tal como lo había imaginado, tenía fiebre. Legolas preparó un emplasto con nuevas hierbas, que aplicaron sobre la herida, cubriéndola nuevamente con un vendaje limpio. Mientras tanto, el elfo pelirrojo los observaba en silencio.
- "Dibujas muy bien", dijo Legolas sonriéndole, - "¿dónde aprendiste a hacerlo?"
- "Mi madre me enseñó, hace muchísimos años", contestó Finw?, tan despacio que el otro elfo tuvo que inclinarse para oírlo.
En ese momento llegaba Rúmil, con un plato de sopa caliente.
- "Por favor amigos, déjenme con él. Necesita alimentarse y descansar", pidió Haldir.
Rúmil dejó la sopa y la cuchara sobre una pequeña mesa al lado de la cama, y se retiró junto con Legolas y Eowyn a ver a los otros heridos. Finw? miraba a Haldir con aprehensión. No sabía lo que había dicho a sus amigos, porque no entendía la Lengua Común, pero algo en la mirada de Haldir le decía que no esperase nada bueno.
Haldir entonces habló en élfico, pues Finwë parecía mortificado por el uso de la Lengua Común.
- "Ahora debes comer"
- "No tengo apetito", respondió el elfo más joven.
- "Pues tienes que comer. No has probado bocado en todo el día y debes reponer fuerzas, perdiste mucha sangre", dijo severamente Haldir, mientras acomodaba algunos almohadones bajo la cabeza del elfo herido. Luego, colocó una servilleta en la barbilla de Finwe, que lo miraba sin decir nada. Cogió la cuchara y la llenó de sopa, a continuación la puso en los labios del otro elfo.
- "¡Vamos, abre la boca!", le increpó
Finwë obedeció muy a su pesar, pero no se atrevía a enfrentarse al guardián de Lórien. En el fondo, el elfo pelirrojo se sentía feliz de ser objeto de esa atención. Se dejó alimentar por Haldir, quien tomó asiento sobre la cama, mientras le daba cucharada tras cucharada de sopa, casi sin dejarlo respirar.
Cuando terminó, dejó el plato sobre la mesa, y se puso a observar al elfo herido, quien yacía sin moverse sobre la cama, con los cabellos desparramados desordenadamente sobre las almohadas. Entonces, Haldir tomó el peine que estaba sobre la mesa y comenzó a peinar los rojos cabellos de Finwë. El elfo menor cerró los ojos, las manos de Haldir acariciaban su cabello mientras lo trenzaba como hacían los elfos de Lórien. Luego lo tomó de la barbilla con suavidad y lo obligó a mirarlo.
- "Gracias", susurró Finwë con el rostro iluminado por una sonrisa.
- "No fue nada, prometí a mi Señora Galadriel que cuidaría de todos los elfos a mi cargo, y eso es lo que hago", respondió Haldir, arrepintiéndose instantáneamente al ver marchitarse esa encantadora sonrisa en el rostro del otro elfo. - "Gandalf y los otros partirán a Isengard esta misma noche, nosotros los alcanzaremos en unos días en Edoras y luego iremos a Gondor"
- "¿Gondor?"
- "Sí muchacho, la guerra recién empieza. Si no te has recuperado para entonces, te quedarás aquí con Eowyn hasta que pueda venir a buscarte"
- "¿Vendrás por mi?", Finwë sintió renacer una esperanza
- "Y por los demás elfos heridos. Aunque creo que como van las cosas, todos estarán listos para ir a Edoras, excepto tú, si insistes en no comer", contestó Haldir. Se empezaba a sentir muy nervioso, así que se levantó para retirarse - "Descansa ahora, debo ver a los otros", dijo dando una última mirada a Finwë. La forma en que había trenzado su cabello lo favorecía mucho, pero lo último que deseaba eran complicaciones con un elfo de su compañía.
El sol bajaba ya entre las colinas, cuando la pequeña compañía decidió partir. Al aproximarse al bosque, los jinetes dudaron, pues sentían una presencia amenazante. Los árboles estaban envueltos en una neblina y las ramas se extendían como dedos deseosos de aprisionarlos. Sin embargo, Gandalf no retrocedió, avanzó hasta encontrar una abertura entre las espesas ramas, como una bóveda. Por allí entraron, siguiendo presurosos al caballo del mago.
En el bosque no se veían orcos, ni cualquier otra criatura viviente. Legolas y Gimli iban en el mismo caballo, detrás del mago.
- "Siento una cólera inmensa que se desprende de estos árboles", dijo el elfo, - "¿no sientes tú lo mismo?"
- "Sí", respondió el mago
- "¿Qué habrá sido de los miserables orcos que buscaron refugio aquí?", continuó Legolas.
- "Eso, creo, nunca se sabrá", contestó el mago.
Luego siguió un largo silencio, pero Legolas no dejaba de mirar los árboles.
- "Estos árboles hablan entre sí, aborrecen a los orcos. Pero no han nacido en este lugar, vienen desde los profundos valles de Fangorn", decía el elfo en susurros a Gimli.
- "Entonces este es el bosque más peligroso de la Tierra Media y aunque tendría que estar agradecido, no puedo hacerlo. ¡Bosques!, sólo una criatura como tú puede pensar en ellos ahora", gruñó el enano, haciendo reír a su compañero.
Aragorn sintió levantar su espíritu al escuchar la melodiosa risa de su elfo. Incluso le pareció que los árboles agitaban sus hojas uniéndose a ella.
- "Pues nada tiene de malo pensar en bosques, sobre todo si uno ha vivido en ellos desde su infancia. No olvides que Legolas es un elfo de los bosques", explicó Aragorn.
- "Pues elfo o no elfo, siempre se las apaña para hacer cosas más allá de mi comprensión", contestó Gimli, provocando la carcajada general.
- "¡Miren!", exclamó Legolas, - "ya llegamos a la orilla del bosque".
Avanzaron un poco más por la orilla del bosque, cuando el elfo se volvió a mirarlo, exclamando:
- "¡Ojos!, ¡hay ojos que espían entre las ramas. Nunca en mi vida vi ojos semejantes!"
Todos se volvieron para ver los ojos, menos Gimli, que gritó cuando el elfo trataba de hacer retroceder a Arod.
- "¡No, no!, si deseas ver tus ojos, elfo loco, déjame bajar antes del caballo, pues yo no quiero verlos"
- "¡Quédate, Legolas Hojaverde", ordenó Gandalf, - "no es el momento de volver al bosque"
En ese instante, tres sombras aparecieron acercándose. Eran altos como trolls, de cuerpos vigorosos, se asemejaban a los árboles. De hecho, a todos les pareció que tres árboles gigantescos habían cobrado vida. Emitieron una serie de llamadas sonoras y desaparecieron en el bosque.
- "¿Qué son, Gandalf? Pues es evidente que los conoces", preguntó Théoden.
Gandalf explicó entonces que se trataba de los ents o pastores de árboles, de quienes no había nada que temer puesto que eran enemigos de Saruman.
Luego se alejaron del valle, tomando la ruta que llevaba a los vados del Isen. Anochecía ya, cuando pasaron por la encrucijada del camino que llevaba a los vados y continuaron así hasta encontrarse con el otrora río caudaloso. El agua estaba quieta y en silencio, a lo lejos, se oían los aullidos de los lobos.
Continuaron su camino hasta llegar a un túmulo, rodeado de piedras y con lanzas incrustadas. - "Aquí yacen los hombres de la Marca", exclamó Gandalf - "al menos ellos no han sido devorados por los lobos".
- "¡Que descansen en paz¡" dijo Éomer.
- "Pero estos no son todos los jinetes", continuó el mago, "algunos de ellos son los que volvieron al abismo con Erkenbrand, pero los otros se dirigieron a Edoras, donde esperan al resto del ejército para marchar a Gondor"
Siguieron adelante en silencio, hasta llegar al antiguo camino que llevaba a Isengard, al pie de las Montañas Nubladas. Allí decidieron detenerse, pues el rey se sentía cansado. Acamparon cerca del lecho del Isen, siempre tan silencioso y tranquilo. Allí, algunos consiguieron dormir, otros fueron los asustados testigos de una oscuridad más negra que la noche que se dirigía al norte. Gandalf ordenó no moverse, pues pasaría de largo.
Al mismo tiempo, en Cuernavilla, los hombres oyeron un gran fragor. Haldir se encontraba sentado junto a la cama de Finwë, cuidando su sueño, y se levantó a toda prisa, mirando por la ventana, pero nada se veía. Todo estaba envuelto en una oscuridad impenetrable. Después de un rato, volvió junto al herido, que se había incorporado con mucho esfuerzo.
- "Acuéstate de nuevo, no sucede nada", dijo Haldir con firmeza
- "Lo siento, es que no puedo ver nada y siento una cólera infinita en el ambiente", contestó Finwë.
- "Yo también la siento, pero no está dirigida hacia nosotros y ningún daño sufriremos", contestó Haldir tomando asiento en la cama para tranquilizar a su compañero. Tomó una de sus manos y la encontró fría como el hielo, entonces sin decir palabra, se recostó en la cama, abrazándolo con cuidado para darle calor. Finwë no entendía lo que pasaba, pero agradeció mentalmente a aquélla oscuridad y colocando la cabeza en el hombro de su adorado Haldir, se quedó dormido.
Al alba, Haldir se levantó silenciosamente y salió junto con los hombres de la Marca. No encontraron rastros de los cadáveres de los orcos, ni tampoco de los árboles. Sobre la quebrada, alguien había cavado un profundo pozo y levantado una colina de piedras, pero qué contenía, nadie lo supo nunca con certeza, pues ningún hombre o elfo se atrevió a poner un pie allí, la llamaron la Quebrada de la Muerte. Los árboles se habían vengado.
La compañía de Gandalf también había reanudado la marcha, llegando finalmente a las puertas de Isengard, en el Valle del Mago, otrora esplendoroso y próspero, actualmente lóbrego y desolado. Isengard había sido construida por los hombres de Oesternesse, en las montañas mismas, las cuales le servían de muralla. En el centro había una extensa llanura circular, protegida por un muro de piedra, allí donde no estaban las montañas. Excavados bajo esos muros estaban las enormes guaridas que albergaban a orcos, hombres del oeste, lobos y criaturas que Saruman tenía a su servicio. En el centro de la llanura se levantaba la Torre de Orthanc, fortaleza y vivienda de Saruman.
Gandalf iba delante, seguido por los otros jinetes. Con temor observaron que las puertas de Isengard estaban rotas y las bóvedas que rodeaban construcción de piedra, derruidas. Por todas partes aparecían piedras enormes como si gigantes las hubiesen lanzado desde gran altura. El valle estaba inundado, surgiendo únicamente, como una isla, la Torre de Orthanc. Parecía que por allí había pasado un vendaval, no se veía ni oía rastro de vida.
Comprendieron que el poder de Saruman había sido destruido, aunque no sabían a quien o a qué atribuírselos. De pronto repararon en dos pequeñas figuras que los contemplaban entre los escombros. Estaban vestidos de gris y sentados cerca de los restos de una buena comida. Uno de ellos fumaba, como si descansaran después de un tranquilo día de campo.
TBC
