23 Recuperación
Disclaimer: Todo esto pertenece a Tolkien, con excepción de Finw? que es una humilde creación mía.
A/N: Disculpas por el retraso.
Jun, aquí hay una "ideilla" que me diste, espero sea de tu agrado. Velia: Por ahora habrá un periodo de "calma" antes de la destrucción del anillo *** Haldir despertó apenas salió el sol, pero se quedó acostado abrazando al elfo que dormía en sus brazos. Lo contempló largamente. La sábana lo cubría hasta la cintura, dejando descubierta su espalda desnuda, la cual recorrió con una mano, acariciándola. Finwë se movió en sueños, pegando su cuerpo al suyo un poco más y continuó durmiendo apaciblemente. Sin despertarlo, Haldir apartó suavemente el rebelde mechón que cubría su rostro, dejando al descubierto su boca, que no pudo resistir besar ligeramente. ("¡Oh, mi pequeño elfo, qué hermoso eres! ¿Cómo pude estar tanto tiempo sin notar tu presencia? Pero ahora recuperaremos el tiempo perdido, pues pediré autorización a mis señores Galadriel y Celeborn para compartir mi vivienda contigo, en cuanto acabe esta guerra") Haldir se sumió en estos y otros menos castos pensamientos, mientras acariciaba los cabellos de Finwë, que caían desordenadamente sobre su pecho, en el que descansaba el joven elfo. Le parecía increíble que alguien pudiera amarlo con esa entrega total y desinterés que le había mostrado el pequeño arquero. Generalmente, sus amantes lo buscaban para obtener a través suyo el favor de la Dama Galadriel y el Señor Celeborn, él lo sabía, pero no le importaba realmente pues las relaciones largas lo aburrían, sin embargo, al mirar a Finwë no podía evitar pensar en un futuro juntos. Fue interrumpido de estos pensamientos por golpe en la puerta de la habitación. - "Adelante", dijo sin pensar. Gimli entró en la habitación y buscó a Haldir con la mirada. Lo vio en la cama, cubierto hasta la cintura por una sábana, pero no estaba sólo, como el iluso enano había pensado, pues tenía entre sus brazos a aquel jovencito que siempre lo acompañaba. Gimli enrojeció violentamente y su vista se dirigió automáticamente al piso y no se despegó de allí ("¡Oh, elfos! Es lo último que me faltaba"), suspiró el enano. - "Haldir de Lórien, el mago Gandalf te convoca en el palacio, pues se celebrará un consejo de guerra", dijo Gimli, sin quitar los ojos del piso. - "Gracias, señor enano. Iré en seguida", contestó Haldir mientras se levantaba. Gimli murmuró su bien conocido "¡cosas de elfos!" y se retiró de allí a toda prisa, pues Haldir nunca había sido de su completo agrado desde la vez que, en Lothlorién, intentó cubrirle los ojos para que no viera el camino hacia la ciudad. - ".¿Haldir?", susurró soñoliento Finwë - "Buenos días amado mío", dijo Haldir volviendo a la cama para besarlo. - "debo ir a un consejo de guerra ahora mismo, descansa un poco más hasta mi regreso" - "No sé...", le dijo seductoramente Finwë bajando los párpados mientras le ofrecía sus labios entreabiertos. Haldir lo besó apasionadamente unos instantes, pero luego, muy a su pesar lo dejó, pues el deber estaba primero. ***
Legolas sonrió tristemente. ¿Hasta cuándo tendría que esperar para poder estar a solas con su amado? Cuando llegara el fin de la guerra, habría que tomar otras decisiones. ¡Pero él se lo había dicho al fin! le dijo que lo amaba, incluso después de confesarle lo de Haldir. Cerró los ojos evocando ese momento. A pesar del cansancio que aún sentía y del dolor en el brazo, se sentía dichoso. ¡Él sólo había tratado de protegerlo! Eso explicaba algunas cosas en la conducta de Aragorn, su deseo de alejarlo solo obedecía a su temor de que resultara herido, pero de dónde había sacado semejante idea, sería lo primero que Legolas le preguntaría cuando al fin estuvieran solos. - ("¡Oh, Aragorn, por qué no confiaste en mí!, ¡cuánto sufrimiento me hubieras ahorrado! ¡y tú mismo, cuánta angustia habrás pasado! Sin saberlo me empujaste a los brazos de Haldir)", el elfo se ruborizó por ese grato recuerdo, ("pero eso me sirvió para saber que nunca amaré a nadie más, qué nunca seré feliz en los brazos de otro que no seas tú"), Legolas sonrió con ternura, pero luego su semblante se ensombreció nuevamente, ("¿qué haremos ahora? ¿cómo enfrentar a Elrond, cómo decirle a Arwen y a tu pueblo de nuestro amor? Los elfos son más tolerantes, pero se trata de la hija de Elrond y nieta de Galadriel, ¿qué dirá mi padre? Pero enfrentaré lo que sea si estamos juntos, mi señor Aragorn"), su rostro se dulcificó con este pensamiento. En ese momento, una conocida voz lo arrancó de su ensueño. - "Pues sí, el príncipe de Mirkwood y yo somos amigos, por extraño que le parezca, y he venido a verlo, pues el señor Aragorn me dijo que ya había despertado" Luego se oyó un murmullo de protesta del Mayoral. Legolas no pudo contenerse más y gritó: - "¡Gimli!" - "¿Ve usted? Está despierto", exclamó triunfalmente el enano al tiempo que abría la puerta para saludar a su amigo. - "¡Elfo loco! Sabía que una criatura tan testaruda como tú no sería abatida tan fácilmente", dijo riendo y luego agregó seriamente, - "me alegro tanto de que estés con vida, amigo mío" - "¿Y cómo no iba a estarlo? Si aún no hemos visitado las cavernas de Angalord ni el bosque de Fangorn, como prometimos" Gimli lo abrazó, riendo, con cuidado de no tocar el brazo herido. - "Amigo mío, ¿cómo estás?", le preguntó tratando de escrutar su rostro. - "Ahora puedo decir en verdad que estoy bien", dijo Legolas sonriendo. Gimli comprendió y sonrió también. - "¡Pero qué es todo ese ruido! Señor enano, debe usted disculparme pero los enfermos necesitan reposo y su risa se oye hasta el otro extremo del edificio", exclamó Ioreth que entraba en ese momento con la bandeja del desayuno. La habitación se llenó entonces de la risa cristalina de Legolas e Ioreth no pudo dejar de sorprenderse de su rápida recuperación, las manos de su rey eran en verdad milagrosas, ¿o lo sería su corazón? - "Buena mujer, él es mi amigo, Gimli, hijo de Glóin, y debe usted perdonarlo, los enanos son gente ruidosa, pero de buen corazón", dijo Legolas - "Y buen estómago", dijo Pippin, que entraba con Merry en ese momento - "Pero no tanto como el de un pobre hobbit, que por añadidura se encuentra herido y debe consumir doble ración", replicó Merry, haciendo que todos estallaran en carcajadas. Ioreth sacudió la cabeza, riendo también. Si éstos eran los amigos de su rey, Gondor sería pronto una ciudad diferente. Se presentó respetuosamente con el bello príncipe elfo. Se decía en la ciudad que por la sangre del rey corría también sangre élfica. Quizás esto fuera la explicación de sus extrañas costumbres, mas Ioreth no era quien para juzgar a su rey y el elfo era agradable y se había portado muy amablemente con ella. Dejó solos a los amigos, compartiendo el desayuno, no sin antes recomendarles que no hicieran mucho ruido, pues su señor Faramir dormía aún. *** En otro lugar de la ciudad se celebraba el Consejo de Guerra, entre Aragorn, Gandalf, Imrahil, Éomer, Haldir y los hijos de Elrond. - "Señores", empezó Gandalf, - "hemos llegado hasta un punto en esta guerra, en el que es necesario analizar cuidadosamente nuestras acciones, pues éstas decidirán el futuro de la Tierra Media. Hemos triunfado momentáneamente, pero Mordor es fuerte y nuestros ejércitos están extenuados. La próxima acometida será más violenta y no contamos con suficientes fuerzas para enfrentarla. La victoria no se conseguirá con armas y sólo queda refugiarse en las fortalezas y esperar el ataque, o atacar, sabiendo que nunca podremos penetrar en Mordor". - "¿Propones entonces que nos refugiemos a esperar el ataque?", preguntó Imrahil. - "No es ese mi consejo", respondió Gandalf, - "si la victoria no puede ser conquistada con armas, entonces centremos nuestras esperanzas en el Anillo de Poder, buscado por Sauron. Todos aquí conocen la historia del Portador. Si Sauron recupera el Anillo, vencerá sin que nuestro valor sirva de nada, y su victoria será tan definitiva que nadie sabe lo que sucederá, pues él sirve a otro amo más siniestro. Por otro lado, si el Anillo es destruido, Sauron caerá, y tan baja será su caída que nadie puede saber si volverá a levantarse algún día. El enemigo está confundido, sabe que su tesoro ha sido encontrado, pero ignora quien lo tiene y dónde está. La duda lo atormenta y si no me equivoco, nuestro amigo Aragorn ha contribuido a ello, mostrándose al enemigo a través de la Piedra de Orthanc, ¿no es así?"
- "Lo hice antes de partir de Cuernavilla", respondió Aragorn - "necesitaba descifrar un mensaje de Rivendel", Elladan y Elrohir asintieron, - "consideré que el momento era propicio, y que era necesario distraer la atención del enemigo, dándole tiempo a Frodo de llegar a Mordor. Vi lo mismo que Denethor, veleros negros atacando la ciudad, y otras imágenes más aterradoras a mis ojos, de las que hablaré en otro momento. Pero también percibí su miedo, aunque casi no llegamos a tiempo, pues respondió rápidamente atacándonos."
- "Entonces, ¿qué debemos hacer?", preguntó Éomer.
- "Sauron duda, no sabe si atacarnos, pues no conoce la ubicación de su tesoro. En este momento, el Ojo sin Párpado está fijo en nosotros, y así debemos mantenerlo, pues es nuestra esperanza para ayudar al Portador. Debemos continuar atacando a Sauron, atrayendo fuera del país las fuerzas secretas de Mordor, para que quede sin defensas. En otras palabras, amigos míos, seremos la carnada que Sauron morderá pues creerá que nuestra temeridad se debe a un nuevo Señor del Anillo. Hay pocas esperanzas para nosotros, pues nos encaminamos a una trampa, pero, en mi opinión, esto es lo que hemos de hacer, pues si nos quedamos aquí a esperar, pereceremos igualmente".
Hubo un largo silencio mientras todos sopesaban las palabras del mago.
- "Así como he comenzado, así continuaré", dijo finalmente Aragorn, - "si vacilamos ahora caeremos. Confío en el consejo de Gandalf pues si no fuese por él, hace tiempo que todo se habría perdido para siempre. Si luchamos y vencemos, habremos dado un mundo mejor a quienes amamos. Si somos derrotados lo haremos luchando. Sin embargo, no pretendo todavía dar órdenes a nadie; que cada cual decida según su propia voluntad".
- "Estamos contigo, Aragorn", dijo Elrohir, - "pues a esto vinimos. Nuestro padre Elrond es de la misma opinión". Elladan asintió.
- "Los arqueros de Lórien también estarán contigo, pues tal es el deseo de la Dama Galadriel. Esta batalla decidirá el curso de la historia", manifestó gravemente Haldir.
- "Por mi parte, aunque no entiendo de esos asuntos tan extraños, me basta saber que Aragorn me ayudó a mí y a mi pueblo y ahora me corresponde ayudarlo. Iré", dijo Éomer.
- "El señor Aragorn es mi soberano", dijo Imrahil, - "aunque él aún no desee hacer prevalecer su derecho. Iré, pues sus deseos son órdenes para mi, pero Gondor también debe ser protegida y nuestra frontera septentrional espera a un ejército de Sauron"
Luego siguió una discusión para determinar cuántos hombres se quedarían en Gondor y cuántos irían a Mordor, concluyendo finalmente en la mañana del segundo día partirían con siete mil hombres, si conseguían reunidos; seis mil de ellos iría a pie a causa de las regiones accidentadas en que tendría que internarse y los otros mil a caballo. Enviaron luego mensajeros a comunicar esas nuevas para empezar a reunir el ejército. Con esto, el consejo se disolvió.
***
Finw? siguió acostado, disfrutando de un descanso que no tenía en mucho tiempo. Las sábanas tenían aun el olor de Haldir, ¡cómo deseaba tener un momento a solas con él! No habían vuelto a tener intimidad desde su primera noche en el Sagrario, aunque no se habían separado desde entonces. El joven elfo tomó su morral y sacó los dibujos, contemplándolos con ternura, luego, tomó el dibujo inconcluso, y con el carbón comenzó a dibujar el rostro del compañero de Haldir: él mismo.
Luego, se estiró perezosamente entre las sábanas, añorando a su amado, mas, de pronto, recordó a sus compañeros y se levantó para ir a buscarlos.
Caminó por la ciudad desconocida. Por todos lados había tristeza y desolación, los sobrevivientes lloraban a sus muertos, maldiciendo al enemigo por su crueldad. Finw? caminaba entre ellos, sobrecogido. ¡Ese espectáculo le traía tantos recuerdos amargos! Su propio pueblo había sido perseguido, mitilado y asesinado por el mismo enemigo oscuro. Continuó su lúgubre paseo hasta que sus pasos lo llevaron cerca del palacio. Se encaminó hacia allí, esperando hallar a Haldir, pero fue aprisionado desde atrás por unos firmes brazos.
- "¡Elladan!"
- "Mi pequeño y hermoso elfo de los bosques, ¡mi corazón se alegra de verte! Eres una luz en medio de tanta desolación"
- "¡Oh Elladan! ¡Qué bueno es volver a verte!", dijo Finw? volteando para abrazarlo.
- "¿Y no hay nada para mí?", preguntó Elrohir, rodéandolo con ambos brazos a su vez.
- "Amigos míos, me siento dichoso de verlos", Finw? trataba de hablar pero los labios de Elrohir buscaban ansiosamente los suyos, - "ahhh, Elrohir. Lo siento...", dijo finalmente, logrando librarse del abrazo de los gemelos, que lo miraron sorprendidos.
- "Lo siento, queridos amigos míos. Gracias a ustedes, mi afecto ha sido finalmente correspondido por aquél a quien adoro. Pero no podemos repetir esas placenteras caricias, pues él es ahora mi dueño", dijo dulcemente Finw?.
- "Entendemos eso", repuso Elladan, - "pero dime pequeño elfo, ¿quién es el dichoso ser que ha conquistado tu corazón de esa forma tan conmovedora?"
- "Mi amado capitán, Haldir", contestó el joven elfo. No tenía por qué ocultarlo, pues Haldir no lo hacía, ni se lo había pedido.
- "Ahhhh", exclamó Elrohir intercambiando una mirada de complicidad con su hermano, - "¿y el apuesto guardián de Lórien sabe de nuestros intercambios?"
- "Lo sabe. Él mismo nos vio", respondió Finw? ruborizándose con ese recuerdo.
- "Te digo entonces, sin temor a equivocarme, que el espectáculo no le fue desagradable", continuó Elrohir.
- "Hermano, lo que fue, está en el pasado", interrumpió Elladan poniendo una mano en el hombro de su hermano gemelo, - "debemos respetar ahora los deseos de nuestro pequeño amigo y de Haldir"
Los hermanos se miraron un momento. Elladan sabía muy bien lo que su hermano estaba pensando. Ellos habían pasado gratos momentos con Haldir en sus varios viajes a Lórien y en las visitas de éste a Rivendel, pero lo pasado no volvería.
Finw? pidió entonces que lo llevaran a las Casas de Curación pues deseaba ver a sus compañeros heridos. Elladan le ofreció su brazo y se dirigieron allí, en tanto que Elrohir volvía a entrar al palacio, diciendo que deseaba descansar.
Muchos pensamientos ocupaban la mente del elfo mientras se dirigía a la habitación que le asignaron el día anterior. Haldir había ocupado su corazón por varios años, desde la primera vez que se vieron en Rivendel, pero ese amor juvenil había sido sustituído por una gran amistad y una confianza sin límites, pues Haldir había compartido innumerables noches de pasión con los hermanos. Finw? en cambio era tan inocente aún, había tantas cosas que podía aprender con ellos...
Abrió la puerta y, despojándose de la capa, se arrojó a la cama, sin notar que había alguien más en la habitación. Elrohir tenía los ojos cerrados, su mente se negaba a borrar la imagen de un hermoso elfo de cabellos como el fuego, que gritaba su nombre mientras era llevado al clímax. Distraídamente, una de sus manos se deslizó bajo sus ropas, rozando sus pezones, ya endurecidos con ese recuerdo. Su otra mano frotó su erección evocando los labios de Finw? sobre su miembro.
Un gemido se le escapó, mientras continuaba pellizcando y jalando sus pezones, arquéandose, totalmente perdido en sus recuerdos. Continuó gimiendo mientras se liberaba de las prendas que lo oprimían. Su miembro saltó libre, irguiéndose mientras era atendido por hábiles manos, que lo recorrían de arriba hacia abajo. Elrohir imaginaba al bello elfo pelirrojo gritando de éxtasis mientras era poseído, agitándose bajo su cuerpo, suplicando por más. Este último pensamiento fue demasiado, y sus manos se cubrieron del cálido fluido que manaba de su sexo, mientras su boca exclamaba - "Oh, Finw?, oh, oh"
Haldir había estado esperando a Elrohir ya que quería hablarle sobre Legolas, pero quedó sorprendido al ver al elfo entrar violentamente y arrojar su capa al piso, para caer a la cama con la respiración agitada. Iba a hablarle cuando vio lo que hacían sus manos, y se quedó silencioso, observando. Luego del éxtasis de Elrohir, se deslizó fuera de la habitación. Su presencia no había sido advertida. Haldir tenía el rostro enrojecido y una mirada extraña, pues una idea acaba de abrise paso en su mente.
***
Aragorn se dirigió presuroso a las Casas de Curación. Se sentía apenado por tener que dejar a Legolas nuevamente, pero no podía permitir que el elfo herido así lo acompañe en la batalla.
Fue conducido por Ioreth hacia la soleada habitación, donde reinaba gran silencio, pues Gimli y los hobbits se habían retirado a almorzar, dejando descansar a su amigo. Aragorn abrió despacio la puerta y se quedó extasiado contemplando a la figura que dormía sobre la cama. Un rayo de sol iluminaba su dorado cabello que brillaba como oro líquido. Sus mejillas no estaban ya tan pálidas y sus labios tenían nuevamente ese color apetitoso que lo hacía desear saborearlos. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su tranquila respiración, ahora que no había más fiebre. Una de sus manos reposaba bajo su pecho, mientras que la otra estaba a su costado, con el brazo herido.
Lo miró largamente, mientras Ioreth esperaba respetuosamente tras él. Ahora comprendía por qué su rey había caído bajo el encanto de esa etérea criatura, que a pesar de su bella apariencia era un gran guerrero, pues había derrotado al Señor de los Nazgul, el terrible Rey Brujo que, muchos años atrás, había causado tanto daño a Gondor.
Legolas suspiró en su sueño y trató de cambiar de posición, pero un dolor en el brazo le recordó su lesión. Unas solícitas manos acudieron en su ayuda. Sonrió, completamente despierto.
- "Aragorn"
- "Amado mío", Aragorn le sonrió también. Se miraron mientras la áspera mano del mortal acariciaba la delicada piel de la mejilla del elfo. Legolas puso su mano sobre la suya.
- "El consejo ha tomado una decisión, la única posible", continuó diciendo Aragorn. Sus ojos reflejaban la pena que sentía.
- "Irán a Mordor", dijo el elfo, enunciando un hecho que él mismo sabía que debía ocurrir.
- "Dentro de dos días. Seis mil hombres a pie y mil a caballo. Un pobre ejército comparado con los de antaño, pero lo necesario para distraer la mirada del Ojo sin párpado y ayudar al portador"
- "Llévame contigo", pidió el elfo. Su voz tenía un tono neutro, pero sus ojos miraban suplicantes ¡Cómo resistir esa mirada!
- "Amado mío, no me perdonaré si algún daño vuelve a ocurrirte por mi culpa. Estuviste demasiado cerca de la sombra como para no verte afectado en Mordor, y tienes el brazo roto, ¿cómo podrás disparar?"
- "Los elfos sanamos rápidamente. En unos días mi brazo se habrá curado"
- "Lo sé, hermoso mío. Pero sólo tenemos dos días y no puedo retrasar esta marcha poniendo en peligro todo lo ya conquistado", lo besó con ternura, - "tenemos estos dos días para estar juntos, mi amor. Aprovechémoslos". El beso se hizo más profundo, siendo ansiosamente correspondido por Legolas.
("Oh, mi señor, tus besos no tienen igual. Ni el gallardo Haldir puede compararse contigo. Haré lo que me pidas.")
Ioreth entraba en ese momento con el almuerzo y se quedó muda de asombro ante el espectáculo. Luego, discretamente cerró la puerta, sin que los amantes parecieran notarlo.
TBC
Disclaimer: Todo esto pertenece a Tolkien, con excepción de Finw? que es una humilde creación mía.
A/N: Disculpas por el retraso.
Jun, aquí hay una "ideilla" que me diste, espero sea de tu agrado. Velia: Por ahora habrá un periodo de "calma" antes de la destrucción del anillo *** Haldir despertó apenas salió el sol, pero se quedó acostado abrazando al elfo que dormía en sus brazos. Lo contempló largamente. La sábana lo cubría hasta la cintura, dejando descubierta su espalda desnuda, la cual recorrió con una mano, acariciándola. Finwë se movió en sueños, pegando su cuerpo al suyo un poco más y continuó durmiendo apaciblemente. Sin despertarlo, Haldir apartó suavemente el rebelde mechón que cubría su rostro, dejando al descubierto su boca, que no pudo resistir besar ligeramente. ("¡Oh, mi pequeño elfo, qué hermoso eres! ¿Cómo pude estar tanto tiempo sin notar tu presencia? Pero ahora recuperaremos el tiempo perdido, pues pediré autorización a mis señores Galadriel y Celeborn para compartir mi vivienda contigo, en cuanto acabe esta guerra") Haldir se sumió en estos y otros menos castos pensamientos, mientras acariciaba los cabellos de Finwë, que caían desordenadamente sobre su pecho, en el que descansaba el joven elfo. Le parecía increíble que alguien pudiera amarlo con esa entrega total y desinterés que le había mostrado el pequeño arquero. Generalmente, sus amantes lo buscaban para obtener a través suyo el favor de la Dama Galadriel y el Señor Celeborn, él lo sabía, pero no le importaba realmente pues las relaciones largas lo aburrían, sin embargo, al mirar a Finwë no podía evitar pensar en un futuro juntos. Fue interrumpido de estos pensamientos por golpe en la puerta de la habitación. - "Adelante", dijo sin pensar. Gimli entró en la habitación y buscó a Haldir con la mirada. Lo vio en la cama, cubierto hasta la cintura por una sábana, pero no estaba sólo, como el iluso enano había pensado, pues tenía entre sus brazos a aquel jovencito que siempre lo acompañaba. Gimli enrojeció violentamente y su vista se dirigió automáticamente al piso y no se despegó de allí ("¡Oh, elfos! Es lo último que me faltaba"), suspiró el enano. - "Haldir de Lórien, el mago Gandalf te convoca en el palacio, pues se celebrará un consejo de guerra", dijo Gimli, sin quitar los ojos del piso. - "Gracias, señor enano. Iré en seguida", contestó Haldir mientras se levantaba. Gimli murmuró su bien conocido "¡cosas de elfos!" y se retiró de allí a toda prisa, pues Haldir nunca había sido de su completo agrado desde la vez que, en Lothlorién, intentó cubrirle los ojos para que no viera el camino hacia la ciudad. - ".¿Haldir?", susurró soñoliento Finwë - "Buenos días amado mío", dijo Haldir volviendo a la cama para besarlo. - "debo ir a un consejo de guerra ahora mismo, descansa un poco más hasta mi regreso" - "No sé...", le dijo seductoramente Finwë bajando los párpados mientras le ofrecía sus labios entreabiertos. Haldir lo besó apasionadamente unos instantes, pero luego, muy a su pesar lo dejó, pues el deber estaba primero. ***
Legolas sonrió tristemente. ¿Hasta cuándo tendría que esperar para poder estar a solas con su amado? Cuando llegara el fin de la guerra, habría que tomar otras decisiones. ¡Pero él se lo había dicho al fin! le dijo que lo amaba, incluso después de confesarle lo de Haldir. Cerró los ojos evocando ese momento. A pesar del cansancio que aún sentía y del dolor en el brazo, se sentía dichoso. ¡Él sólo había tratado de protegerlo! Eso explicaba algunas cosas en la conducta de Aragorn, su deseo de alejarlo solo obedecía a su temor de que resultara herido, pero de dónde había sacado semejante idea, sería lo primero que Legolas le preguntaría cuando al fin estuvieran solos. - ("¡Oh, Aragorn, por qué no confiaste en mí!, ¡cuánto sufrimiento me hubieras ahorrado! ¡y tú mismo, cuánta angustia habrás pasado! Sin saberlo me empujaste a los brazos de Haldir)", el elfo se ruborizó por ese grato recuerdo, ("pero eso me sirvió para saber que nunca amaré a nadie más, qué nunca seré feliz en los brazos de otro que no seas tú"), Legolas sonrió con ternura, pero luego su semblante se ensombreció nuevamente, ("¿qué haremos ahora? ¿cómo enfrentar a Elrond, cómo decirle a Arwen y a tu pueblo de nuestro amor? Los elfos son más tolerantes, pero se trata de la hija de Elrond y nieta de Galadriel, ¿qué dirá mi padre? Pero enfrentaré lo que sea si estamos juntos, mi señor Aragorn"), su rostro se dulcificó con este pensamiento. En ese momento, una conocida voz lo arrancó de su ensueño. - "Pues sí, el príncipe de Mirkwood y yo somos amigos, por extraño que le parezca, y he venido a verlo, pues el señor Aragorn me dijo que ya había despertado" Luego se oyó un murmullo de protesta del Mayoral. Legolas no pudo contenerse más y gritó: - "¡Gimli!" - "¿Ve usted? Está despierto", exclamó triunfalmente el enano al tiempo que abría la puerta para saludar a su amigo. - "¡Elfo loco! Sabía que una criatura tan testaruda como tú no sería abatida tan fácilmente", dijo riendo y luego agregó seriamente, - "me alegro tanto de que estés con vida, amigo mío" - "¿Y cómo no iba a estarlo? Si aún no hemos visitado las cavernas de Angalord ni el bosque de Fangorn, como prometimos" Gimli lo abrazó, riendo, con cuidado de no tocar el brazo herido. - "Amigo mío, ¿cómo estás?", le preguntó tratando de escrutar su rostro. - "Ahora puedo decir en verdad que estoy bien", dijo Legolas sonriendo. Gimli comprendió y sonrió también. - "¡Pero qué es todo ese ruido! Señor enano, debe usted disculparme pero los enfermos necesitan reposo y su risa se oye hasta el otro extremo del edificio", exclamó Ioreth que entraba en ese momento con la bandeja del desayuno. La habitación se llenó entonces de la risa cristalina de Legolas e Ioreth no pudo dejar de sorprenderse de su rápida recuperación, las manos de su rey eran en verdad milagrosas, ¿o lo sería su corazón? - "Buena mujer, él es mi amigo, Gimli, hijo de Glóin, y debe usted perdonarlo, los enanos son gente ruidosa, pero de buen corazón", dijo Legolas - "Y buen estómago", dijo Pippin, que entraba con Merry en ese momento - "Pero no tanto como el de un pobre hobbit, que por añadidura se encuentra herido y debe consumir doble ración", replicó Merry, haciendo que todos estallaran en carcajadas. Ioreth sacudió la cabeza, riendo también. Si éstos eran los amigos de su rey, Gondor sería pronto una ciudad diferente. Se presentó respetuosamente con el bello príncipe elfo. Se decía en la ciudad que por la sangre del rey corría también sangre élfica. Quizás esto fuera la explicación de sus extrañas costumbres, mas Ioreth no era quien para juzgar a su rey y el elfo era agradable y se había portado muy amablemente con ella. Dejó solos a los amigos, compartiendo el desayuno, no sin antes recomendarles que no hicieran mucho ruido, pues su señor Faramir dormía aún. *** En otro lugar de la ciudad se celebraba el Consejo de Guerra, entre Aragorn, Gandalf, Imrahil, Éomer, Haldir y los hijos de Elrond. - "Señores", empezó Gandalf, - "hemos llegado hasta un punto en esta guerra, en el que es necesario analizar cuidadosamente nuestras acciones, pues éstas decidirán el futuro de la Tierra Media. Hemos triunfado momentáneamente, pero Mordor es fuerte y nuestros ejércitos están extenuados. La próxima acometida será más violenta y no contamos con suficientes fuerzas para enfrentarla. La victoria no se conseguirá con armas y sólo queda refugiarse en las fortalezas y esperar el ataque, o atacar, sabiendo que nunca podremos penetrar en Mordor". - "¿Propones entonces que nos refugiemos a esperar el ataque?", preguntó Imrahil. - "No es ese mi consejo", respondió Gandalf, - "si la victoria no puede ser conquistada con armas, entonces centremos nuestras esperanzas en el Anillo de Poder, buscado por Sauron. Todos aquí conocen la historia del Portador. Si Sauron recupera el Anillo, vencerá sin que nuestro valor sirva de nada, y su victoria será tan definitiva que nadie sabe lo que sucederá, pues él sirve a otro amo más siniestro. Por otro lado, si el Anillo es destruido, Sauron caerá, y tan baja será su caída que nadie puede saber si volverá a levantarse algún día. El enemigo está confundido, sabe que su tesoro ha sido encontrado, pero ignora quien lo tiene y dónde está. La duda lo atormenta y si no me equivoco, nuestro amigo Aragorn ha contribuido a ello, mostrándose al enemigo a través de la Piedra de Orthanc, ¿no es así?"
- "Lo hice antes de partir de Cuernavilla", respondió Aragorn - "necesitaba descifrar un mensaje de Rivendel", Elladan y Elrohir asintieron, - "consideré que el momento era propicio, y que era necesario distraer la atención del enemigo, dándole tiempo a Frodo de llegar a Mordor. Vi lo mismo que Denethor, veleros negros atacando la ciudad, y otras imágenes más aterradoras a mis ojos, de las que hablaré en otro momento. Pero también percibí su miedo, aunque casi no llegamos a tiempo, pues respondió rápidamente atacándonos."
- "Entonces, ¿qué debemos hacer?", preguntó Éomer.
- "Sauron duda, no sabe si atacarnos, pues no conoce la ubicación de su tesoro. En este momento, el Ojo sin Párpado está fijo en nosotros, y así debemos mantenerlo, pues es nuestra esperanza para ayudar al Portador. Debemos continuar atacando a Sauron, atrayendo fuera del país las fuerzas secretas de Mordor, para que quede sin defensas. En otras palabras, amigos míos, seremos la carnada que Sauron morderá pues creerá que nuestra temeridad se debe a un nuevo Señor del Anillo. Hay pocas esperanzas para nosotros, pues nos encaminamos a una trampa, pero, en mi opinión, esto es lo que hemos de hacer, pues si nos quedamos aquí a esperar, pereceremos igualmente".
Hubo un largo silencio mientras todos sopesaban las palabras del mago.
- "Así como he comenzado, así continuaré", dijo finalmente Aragorn, - "si vacilamos ahora caeremos. Confío en el consejo de Gandalf pues si no fuese por él, hace tiempo que todo se habría perdido para siempre. Si luchamos y vencemos, habremos dado un mundo mejor a quienes amamos. Si somos derrotados lo haremos luchando. Sin embargo, no pretendo todavía dar órdenes a nadie; que cada cual decida según su propia voluntad".
- "Estamos contigo, Aragorn", dijo Elrohir, - "pues a esto vinimos. Nuestro padre Elrond es de la misma opinión". Elladan asintió.
- "Los arqueros de Lórien también estarán contigo, pues tal es el deseo de la Dama Galadriel. Esta batalla decidirá el curso de la historia", manifestó gravemente Haldir.
- "Por mi parte, aunque no entiendo de esos asuntos tan extraños, me basta saber que Aragorn me ayudó a mí y a mi pueblo y ahora me corresponde ayudarlo. Iré", dijo Éomer.
- "El señor Aragorn es mi soberano", dijo Imrahil, - "aunque él aún no desee hacer prevalecer su derecho. Iré, pues sus deseos son órdenes para mi, pero Gondor también debe ser protegida y nuestra frontera septentrional espera a un ejército de Sauron"
Luego siguió una discusión para determinar cuántos hombres se quedarían en Gondor y cuántos irían a Mordor, concluyendo finalmente en la mañana del segundo día partirían con siete mil hombres, si conseguían reunidos; seis mil de ellos iría a pie a causa de las regiones accidentadas en que tendría que internarse y los otros mil a caballo. Enviaron luego mensajeros a comunicar esas nuevas para empezar a reunir el ejército. Con esto, el consejo se disolvió.
***
Finw? siguió acostado, disfrutando de un descanso que no tenía en mucho tiempo. Las sábanas tenían aun el olor de Haldir, ¡cómo deseaba tener un momento a solas con él! No habían vuelto a tener intimidad desde su primera noche en el Sagrario, aunque no se habían separado desde entonces. El joven elfo tomó su morral y sacó los dibujos, contemplándolos con ternura, luego, tomó el dibujo inconcluso, y con el carbón comenzó a dibujar el rostro del compañero de Haldir: él mismo.
Luego, se estiró perezosamente entre las sábanas, añorando a su amado, mas, de pronto, recordó a sus compañeros y se levantó para ir a buscarlos.
Caminó por la ciudad desconocida. Por todos lados había tristeza y desolación, los sobrevivientes lloraban a sus muertos, maldiciendo al enemigo por su crueldad. Finw? caminaba entre ellos, sobrecogido. ¡Ese espectáculo le traía tantos recuerdos amargos! Su propio pueblo había sido perseguido, mitilado y asesinado por el mismo enemigo oscuro. Continuó su lúgubre paseo hasta que sus pasos lo llevaron cerca del palacio. Se encaminó hacia allí, esperando hallar a Haldir, pero fue aprisionado desde atrás por unos firmes brazos.
- "¡Elladan!"
- "Mi pequeño y hermoso elfo de los bosques, ¡mi corazón se alegra de verte! Eres una luz en medio de tanta desolación"
- "¡Oh Elladan! ¡Qué bueno es volver a verte!", dijo Finw? volteando para abrazarlo.
- "¿Y no hay nada para mí?", preguntó Elrohir, rodéandolo con ambos brazos a su vez.
- "Amigos míos, me siento dichoso de verlos", Finw? trataba de hablar pero los labios de Elrohir buscaban ansiosamente los suyos, - "ahhh, Elrohir. Lo siento...", dijo finalmente, logrando librarse del abrazo de los gemelos, que lo miraron sorprendidos.
- "Lo siento, queridos amigos míos. Gracias a ustedes, mi afecto ha sido finalmente correspondido por aquél a quien adoro. Pero no podemos repetir esas placenteras caricias, pues él es ahora mi dueño", dijo dulcemente Finw?.
- "Entendemos eso", repuso Elladan, - "pero dime pequeño elfo, ¿quién es el dichoso ser que ha conquistado tu corazón de esa forma tan conmovedora?"
- "Mi amado capitán, Haldir", contestó el joven elfo. No tenía por qué ocultarlo, pues Haldir no lo hacía, ni se lo había pedido.
- "Ahhhh", exclamó Elrohir intercambiando una mirada de complicidad con su hermano, - "¿y el apuesto guardián de Lórien sabe de nuestros intercambios?"
- "Lo sabe. Él mismo nos vio", respondió Finw? ruborizándose con ese recuerdo.
- "Te digo entonces, sin temor a equivocarme, que el espectáculo no le fue desagradable", continuó Elrohir.
- "Hermano, lo que fue, está en el pasado", interrumpió Elladan poniendo una mano en el hombro de su hermano gemelo, - "debemos respetar ahora los deseos de nuestro pequeño amigo y de Haldir"
Los hermanos se miraron un momento. Elladan sabía muy bien lo que su hermano estaba pensando. Ellos habían pasado gratos momentos con Haldir en sus varios viajes a Lórien y en las visitas de éste a Rivendel, pero lo pasado no volvería.
Finw? pidió entonces que lo llevaran a las Casas de Curación pues deseaba ver a sus compañeros heridos. Elladan le ofreció su brazo y se dirigieron allí, en tanto que Elrohir volvía a entrar al palacio, diciendo que deseaba descansar.
Muchos pensamientos ocupaban la mente del elfo mientras se dirigía a la habitación que le asignaron el día anterior. Haldir había ocupado su corazón por varios años, desde la primera vez que se vieron en Rivendel, pero ese amor juvenil había sido sustituído por una gran amistad y una confianza sin límites, pues Haldir había compartido innumerables noches de pasión con los hermanos. Finw? en cambio era tan inocente aún, había tantas cosas que podía aprender con ellos...
Abrió la puerta y, despojándose de la capa, se arrojó a la cama, sin notar que había alguien más en la habitación. Elrohir tenía los ojos cerrados, su mente se negaba a borrar la imagen de un hermoso elfo de cabellos como el fuego, que gritaba su nombre mientras era llevado al clímax. Distraídamente, una de sus manos se deslizó bajo sus ropas, rozando sus pezones, ya endurecidos con ese recuerdo. Su otra mano frotó su erección evocando los labios de Finw? sobre su miembro.
Un gemido se le escapó, mientras continuaba pellizcando y jalando sus pezones, arquéandose, totalmente perdido en sus recuerdos. Continuó gimiendo mientras se liberaba de las prendas que lo oprimían. Su miembro saltó libre, irguiéndose mientras era atendido por hábiles manos, que lo recorrían de arriba hacia abajo. Elrohir imaginaba al bello elfo pelirrojo gritando de éxtasis mientras era poseído, agitándose bajo su cuerpo, suplicando por más. Este último pensamiento fue demasiado, y sus manos se cubrieron del cálido fluido que manaba de su sexo, mientras su boca exclamaba - "Oh, Finw?, oh, oh"
Haldir había estado esperando a Elrohir ya que quería hablarle sobre Legolas, pero quedó sorprendido al ver al elfo entrar violentamente y arrojar su capa al piso, para caer a la cama con la respiración agitada. Iba a hablarle cuando vio lo que hacían sus manos, y se quedó silencioso, observando. Luego del éxtasis de Elrohir, se deslizó fuera de la habitación. Su presencia no había sido advertida. Haldir tenía el rostro enrojecido y una mirada extraña, pues una idea acaba de abrise paso en su mente.
***
Aragorn se dirigió presuroso a las Casas de Curación. Se sentía apenado por tener que dejar a Legolas nuevamente, pero no podía permitir que el elfo herido así lo acompañe en la batalla.
Fue conducido por Ioreth hacia la soleada habitación, donde reinaba gran silencio, pues Gimli y los hobbits se habían retirado a almorzar, dejando descansar a su amigo. Aragorn abrió despacio la puerta y se quedó extasiado contemplando a la figura que dormía sobre la cama. Un rayo de sol iluminaba su dorado cabello que brillaba como oro líquido. Sus mejillas no estaban ya tan pálidas y sus labios tenían nuevamente ese color apetitoso que lo hacía desear saborearlos. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su tranquila respiración, ahora que no había más fiebre. Una de sus manos reposaba bajo su pecho, mientras que la otra estaba a su costado, con el brazo herido.
Lo miró largamente, mientras Ioreth esperaba respetuosamente tras él. Ahora comprendía por qué su rey había caído bajo el encanto de esa etérea criatura, que a pesar de su bella apariencia era un gran guerrero, pues había derrotado al Señor de los Nazgul, el terrible Rey Brujo que, muchos años atrás, había causado tanto daño a Gondor.
Legolas suspiró en su sueño y trató de cambiar de posición, pero un dolor en el brazo le recordó su lesión. Unas solícitas manos acudieron en su ayuda. Sonrió, completamente despierto.
- "Aragorn"
- "Amado mío", Aragorn le sonrió también. Se miraron mientras la áspera mano del mortal acariciaba la delicada piel de la mejilla del elfo. Legolas puso su mano sobre la suya.
- "El consejo ha tomado una decisión, la única posible", continuó diciendo Aragorn. Sus ojos reflejaban la pena que sentía.
- "Irán a Mordor", dijo el elfo, enunciando un hecho que él mismo sabía que debía ocurrir.
- "Dentro de dos días. Seis mil hombres a pie y mil a caballo. Un pobre ejército comparado con los de antaño, pero lo necesario para distraer la mirada del Ojo sin párpado y ayudar al portador"
- "Llévame contigo", pidió el elfo. Su voz tenía un tono neutro, pero sus ojos miraban suplicantes ¡Cómo resistir esa mirada!
- "Amado mío, no me perdonaré si algún daño vuelve a ocurrirte por mi culpa. Estuviste demasiado cerca de la sombra como para no verte afectado en Mordor, y tienes el brazo roto, ¿cómo podrás disparar?"
- "Los elfos sanamos rápidamente. En unos días mi brazo se habrá curado"
- "Lo sé, hermoso mío. Pero sólo tenemos dos días y no puedo retrasar esta marcha poniendo en peligro todo lo ya conquistado", lo besó con ternura, - "tenemos estos dos días para estar juntos, mi amor. Aprovechémoslos". El beso se hizo más profundo, siendo ansiosamente correspondido por Legolas.
("Oh, mi señor, tus besos no tienen igual. Ni el gallardo Haldir puede compararse contigo. Haré lo que me pidas.")
Ioreth entraba en ese momento con el almuerzo y se quedó muda de asombro ante el espectáculo. Luego, discretamente cerró la puerta, sin que los amantes parecieran notarlo.
TBC
