25 ¡Victoria!
Disclaimer: Todo esto pertenece a Tolkien, con excepción de Finw? que es una humilde creación mía.
A/N: Disculpas por el retraso. El cuarteto viene en el próximo capítulo
*** Legolas permaneció un rato en la glorieta, pero la dicha que había acompañado el inicio de ese día había desaparecido por completo con las palabras de Elrohir. Ciertamente era algo que debía tenerse en consideración y nunca había hablado con Aragorn de ese tema, pero no era el momento para hacerlo, pues se avecinaba la más difícil de todas las batallas e iban a Mordor como carnada para distraer al enemigo, sin saber si volverían con vida. En ese momento, Legolas tomó la determinación de ir a esa batalla, sin importar qué tuviera que hacer para conseguirlo.
El rubio elfo se puso de pie al oír una voz conocida. Aragorn entraba al jardín acompañado de Elladan.
"¿Cómo estás amigo mío? Vine a ver si habías pasado una buena noche, y a examinar tu brazo", dijo Aragorn con un guiño de complicidad. Legolas sonrió.
"Pasé la mejor noche que recuerdo, desde que partimos de Lothlórien", respondió, sin faltar a la verdad.
"Me alegro por ti, amigo mío", dijo Elladan, - "¿no has visto a Elrohir? Salió temprano hoy."
"Estuvo aquí, pero ya se fue. Quizá esté con Haldir"
"Entonces iré a buscarlo", respondió Elladan y se retiró.
Cuando hubo desaparecido Elladan de la vista, Legolas echó los brazos al cuello de Aragorn dándole un delicioso beso.
"Te extrañé al despertar", le reprochó.
"Lo siento. Ahora más que nunca, no podemos despertar sospechas"
Legolas estuvo muy tentado a preguntar cuándo podrían actuar libremente, pero calló, aún no era el momento. En lugar de eso, miró seriamente a Aragorn .
"Mi señor, he decidido que los acompañaré a Mordor mañana"
"¿Qué? No puedes hacerlo, no en ese estado", dijo firmemente Aragorn
"Escúchame primero. No soy una frágil doncella a quien debes proteger, no soy como ella", dijo tristemente el elfo. - "soy el único representante de mi reino, soy mucho más viejo que tú, tengo ya tres milenios, y un brazo roto no significa nada para mí, pues sé pelear con la espada, además del arco, y..."
"Legolas, no. Si algo te pasa, no podría perdonarme jamás...", interrumpió Aragorn.
"¿y cómo crees que yo me siento? Pues has dicho que quizá no vuelvas con vida, ¿qué hay si te ocurre algo a ti? Prefiero que si vamos a morir, lo hagamos juntos"
"Legolas, yo...", pero antes de que Aragorn terminase de hablar, Legolas lo obsequió con una seductora sonrisa, puso la mano sobre su boca, obligándolo a callar, y lo tomó de la mano para llevarlo de nuevo a su habitación.
Cayeron a la cama con los cuerpos entrelazados. Legolas rodeó con las piernas a Aragorn mientras se besaban apasionadamente. La noche anterior no había sido suficiente para ellos, ansiosos de compartir su amor y sus temores en la entrega que vendría. Lentamente se despojaron de sus vestiduras y se amaron una vez más, tratando de reprimir los gritos de placer para no llamar la atención de nadie.
Exhaustos, quedaron abrazados largo rato, hasta que su respiración agitada se calmó.
"¿Entonces, me llevarás?", preguntó dulcemente Legolas
***
Al día siguiente, el ejército estaba reunido. Los últimos orcos que quedaban en esas regiones se habían retirado y la ciudad estaba relativamente bien defendida por los hombres que se quedarían.
Aragorn había terminado por ceder al deseo de Legolas de acompañarlos, pues conocía bien la obstinación de su elfo y no dejaba de tener razón en los argumentos expuestos, especialmente en el último.
El elfo tenía el brazo atado al cuerpo, inmovilizado para que no sufriera mayores daños, aunque la fractura estaba sanando rápidamente, pues esa es la habilidad de los elfos. Legolas montaba a su caballo Arod, llevando en la grupa a Gimli, y marchaba detrás de Aragorn, quien encabezaba su, junto a Gandalf y los hijos de Elrond. Las otras compañías eran encabezadas por Haldir, Éomer e Imrahil.
Se despidieron de Merry, quien había sido convencido por Aragorn y Legolas de quedarse, pues aún no había recuperado del todo las fuerzas. El hobbit se quedaría en compañía de Bergil, pues el padre de éste también marchaba a la última batalla.
Aragorn dio la orden y al sonido de las trompetas, el ejército comenzó a desplazarse hacia el este. Cabalgaron hacia Osgiliath, donde llegaron al medio día. Aragorn observó a su elfo, que no parecía fatigado. Legolas levantó el rostro y le sonrió. Hicieron un pequeño alto para comer y luego partieron en dirección a Minas Morgul.
Les tomó once días llegar a la Puerta Negra, pero no llegó el ejército completo, pues al llegar cerca del Paso de Cirith Gorgor, muchos hombres se detuvieron asustados, negándose a continuar. Aragorn les permitió irse, pues sintió piedad pir ellos, pero les encomendó custodiar Cair Andros, para que conservaran su honor intacto. Legolas se maravilló de la indulgencia y sabiduría de Aragorn, se veía tan majestuoso como sus antepasados de los días de gloria. Pero el recuerdo de las crueles palabras de Elrohir lo devolvieron bruscamente a la realidad y sólo suspiró, alejándose.
Las noches transcurrían expectantes, los vigías custodiaban, pero los hombres apenas dormían. Legolas dormía con Gimli y Pippin, mientras Aragorn lo hacía con Gandalf, Elladan y Elrohir. Haldir y Finwë eran inseparables y compartían las guardias, para dormir luego abrazados, pues Haldir no hacía nada para ocultar su amor, causando la sorpresa de muchos.
Una noche, Aragorn se acercó donde su elfo preparaba las mantas en las que pasaría la noche. Se sentó a examinarle el brazo, que había soldado por completo durante el viaje. El humano le quitó los vendajes y le masajeó suavemente hombro y brazo con un ungüento especial.
"El día se acerca, amado mío", susurró Aragorn
"Triunfaremos, de eso no dudo. Sólo temo que nuestros amigos puedan ser sacados de ese horrible lugar antes de que los destruyan", contestó el elfo.
Aragorn acarició la pálida mejilla y se inclinó para besarlo.
"¡Elessar! Tu guardia se aproxima", dijo Elrohir acercándose.
Aquello ya era demasiado. Durante todo el viaje el elfo había estado tras él, sin dejarle tener un solo momento de privacidad con Legolas, y haciendo oír comentarios mordaces que entristecían al bello elfo rubio. Aragorn decidió que era suficiente y se iba a levantar para replicar, cuando la réplica llegó de una fuente por demás inesperada.
"¡Elrohir! Te he estado buscando, ¡ven aquí!", exclamó Finwë y uniendo la acción con la palabra, tomó al elfo del brazo y lo alejó de allí. Elrohir estaba demasiado sorprendido para protestar, ¿qué le pasaba al pequeño elfo? Siempre había tenido una naturaleza dulce y no entendía la ira que veía ahora en sus verdes ojos.
"¡Deja ya de estar sobre Aragorn y Legolas!", le increpó severamente
"Eso no es asunto tuyo"
"Lo es, desde que mortificas a mis amigos y te expones a una situación como esta, ¿en qué estás pensando?", continuó el molesto Finwë.
"En mi hermana", confesó Elrohir
"Amigo mío, sé que es difícil", la voz se le dulcificó nuevamente, - "pero tú no puedes hacer nada, ellos se aman. Déjalos resolver sus propios problemas"
"¡No! tú no entiendes, mi familia dio todo a Aragorn, incluso mi padre que no lo deseaba, terminó por darle la mano de su hija, mi hermana, la más bella elfa de la Tierra Media, ¡nosotros confiamos en él!", gritó Elrohir, - "¡Él no puede traernos esa vergüenza!"
"Nada puedes hacer contra su amor, ¿no lo ves?", dijo Finwë ducemente, - "ellos han llegado hasta aquí gracias a él, no se extingirá tan fácilmente."
"¡Eso veremos¡", exclamó Elrohir alejándose. Sin embargo, desde ese día, dejó de seguir a Aragorn e hizo como si no le importaran las breves charlas que éste sostenía con Legolas.
Luego de una escaramuza con orcos y hombres del oeste, de la que salieron bien librados, volvieron los Nazgül, y los vigilaron desde entonces, a gran altura, visibles sólo a los ojos de los elfos. La aparición de los espectros trajo la desesperanza nuevamente, pues les recordó que quizá no volverían de ese viaje. Legolas se puso particularmente sensible, pero esto fue notado sólo por Aragorn y Gimli, que lo conocían bien. La experiencia de dar muerte al rey de los espectros aún estaba demasiado cerca.
El onceavo día, al anochecer, hicieron el último campamento y encendieron hogueras. Casi nadie durmió, atemorizados por sombras que veían en la oscuridad, y por los aullidos de los lobos. La oscuridad era cerrada, y las nieblas de Mordor brotaban de la tierra. Fue una fría noche, en la que Aragorn buscó la compañía de Legolas, y esperaron juntos el amanecer, tomados de la mano.
Al hacerse la luz, pudieron ver el baluarte de Cirith Gorgor, y en el centro mismo la Puerta Negra, flanqueada por las dos Torres de los Dientes, altas y oscuras. Habían llegado al fin y ante sus ojos se mostraba la inutilidad de aquél heroísmo, ¿cómo podrían atacar con esperanza esas torres y murallas? No contaban con máquinas de guerra y en todos los rincones sabían que existían criaturas al acecho. Los Nazgul aparecieron nuevamente sobrevolando las Torres de los Dientes, pero el enemigo no aparecía.
Aragorn dispuso el ejército en dos grandes columnas de piedra que allí existían y cabalgó hacia la Puerta Negra con una fuerte guardia de caballería, llevando el estandarte, y acompañados por los heraldos y los trompetas. A la cabeza iban Gandalf de primer heraldo, y Aragorn con los hijos de Elrond, Eomer, Imrahil y Haldir. Legolas, Gimli y Peregrin fueron invitados a seguirlos, pues deseaban que todos los pueblos enemigos de Mordor contaran con un testigo.
Los heraldos entonces llamaron al Señor Oscuro, desafiándolo a salir y reparar los daños causados al Rey de Gondor. Al cabo de un rato, en que un espantoso silencio llenó la tierra, se oyeron tambores y cuernos y el batiente central de la puerta negra se abrió, dejando salir al hombre conocido como Boca de Sauron, pues hacía tantos años que estaba al servicio del Señor Oscuro, que había olvidado su propio nombre. Se decía que dominaba las artes de la hechicería y que era más cruel que los orcos.
Este embajador miró burlonamente a los capitanes del oeste, mofándose de ellos.
- "¿Hay en este patético ejército alguien con suficiente autoridad para tratar conmigo?", preguntó burlón, luego se volvió a Aragorn "¡No tú, desde luego! Pues un rey no se hace con un trozo de vidrio élfico, ni con los favores de un príncipe.", dejó esta última frase en el aire, regocijándose de la mirada de dolor en los ojos de Legolas. ¡Ah, razón había tenido su Señor Sauron al transmitirle ese dato!
Pero Aragorn no respondió, sólo clavó la mirada en los ojos del mensajero, y la sostuvo largo rato, hasta hacerlo retroceder acobardado, tal era la fuerza de su mirada. Gandalf intervino entonces, para oír las propuestas de Boca de Sauron. Sin embargo, la voluntad de todos flaqueó al mostrarles este emisario la espada de Sam, la capa élfica de Frodo y la cota de malla de mithril.
El mago, sin embargo, se sobrepuso, y lo instó a plantear las condiciones de Sauron para liberar a sus amigos.
- "La chusma de Góndor se retirará en seguida a la otra orilla del Anduin, jurarando no atacar nunca más a Sauron el Grande con las armas, abierta o secretamente. Todos los territorios al este del Anduin pertenecerán a Sauron para siempre y sólo a él. Las tierras que se extienden al oeste del Anduin hasta las Montañas Nubladas y la Quebrada de Rohan serán tributarias de Mordor, y a sus habitantes les estará prohibido llevar armas, pero se les permitirá manejar sus propios asuntos. No obstante, tendrán la obligación de ayudar a reconstruir Isengard, que ellos destruyeron para nada, y la ciudad pertenecerá a Sauron, y allí residirá el lugarteniente de Sauron: no Saruman sino otro, más digno de confianza"
Mas Gandalf no aceptó, pidiendo primero que muestren a los prisioneros. Luego arrebató los objetos de sus amigos y dijo que no aceptarían esas condiciones, echando de allí al emisario.
Boca de Sauron se retiró enfurecido, y apenas llegó a la puerta, el Señor Oscuro soltó la trampa que había preparado. Una enorme hueste se precipitó desde Mordor, otro del Ered y un tercero de las colinas del Morannon. Pronto estarían rodeados. ¡El plan había tenido éxito! Sauron había mordido el anzuelo, concentrando todas sus fuerzas en ellos.
Aragorn y Gandalf empezaron a preparar la batalla, poco tiempo les quedaba. Se situaron en las dos colinas, con los hombres de Rohan y Dol Amroth, mientras los elfos y los dunadan se ubicaban frente a Mordor, encabezados por Haldir, Legolas, Elladan y Elrohir. Los Nazgul pronto hicieron su aparición, destruyendo la última esperanza.
El primer ataque cayó sobre ellos, una lluvia de flechas de los orcos, que fue repelida por otra similar de los elfos. Luego siguió una compañóa de trolls que destrozaban a los hombres de Gondor, golpeando con sus mazas. Las fuerzas de los defensores empezaba a flaquear. Aragorn combatía al pie de su estandarte, pero los ojos le brillaban y se esforzaba por ver hacia el llano donde peleaban los elfos. Gandalf estaba en lo alto de la colina, observando. De pronto, se estremeció y gritó:
- "¡Llegan las Águilas!"
Los elfos observaron el cielo con su vista penetrante y pronto confirmaron la noticia:
- "¡Llegan las Águilas! ¡Llegan las Águilas!"
Los soldados de Mordor vieron venir entonces a Gwaihir, el Señor de los Vientos, y a su hermano Landroval, las más grandes de todas las Águilas del Norte. Detrás de estas águilas, llegaban todos sus vasallos de las montañas del norte, lanzándose sobre los Nazgül, que huyeron de pronto, al oir un grito terrible en la Torre Oscura.
En ese instante también, los ejércitos de Mordor se estremecieron, pues habían percibido algo: el Poder que los guiaba ya no estaba con ellos. ¡El Anillo había sido destruido! En vano intentaron la retirada, pues los Capitanes del Oeste lo notaron y actuaron de inmediato, abriéndose paso.
De pronto, la tierra se estremeció bajo los pies de los hombres, y una oscuridad invadió el cielo, causando que las Torres de los Dientes se desmoronaran, al igual que las murallas y la Puerta Negra-
- "¡El reino de Sauron ha sucumbido!" gritó Gandalf, "el Portador ha cumplido la Misión"
Los enemigos se dispersaban en rápida fuga, mientras el poder de Mordor se desintegraba. Gandalf dejó a Aragorn al mando de la batalla y fue sobre Gwaihir a buscar a Frodo dentro de Mordor, seguido por Landroval, y por el joven y veloz Meneldor.
Aragorn dio las últimas órdenes a sus tropas y corrió en busca de su elfo, a quien encontró asistiendo a Haldir, herido en el brazo por un troll. Finwë se encontraba no lejos de allí, protegiéndolo de cualquier artero ataque, mas los enemigos casi habían desaparecido.
Al verlo, Legolas se puso de pie y se abrazaron en silencio, ¡al fin todo había terminado!
- "¡Salve, mi Rey y señor!", susurró el elfo a su oído, lleno de orgullo.
- "Tu rey no, tu esclavo", le respondió Aragorn, con la voz cargada de emoción.
- "¡Frodo¡ ¡Frodo!", gritó Gimli, que se acercaba corriendo seguido de Pippin, señalando al cielo, donde se veía llegar a las águilas trayendo a sus amigos.
***
Sam y Frodo fueron llevados a Ithilien y atendidos por Aragorn. Allí descansaron hasta reponer sus fuerzas. Los hombres los admiraban por sus hazañas y el rey mismo les rindió tributo delante de todos. Luego, fueron conducidos a una enorme tienda donde se había preparado un festín para agasajarlos y celebrar la victoria. Compartieron la mesa del rey, junto con Pippin y todos sus amigos. Sam no podía creelo, y comentó con Pippin
"¡Trancos! Quién lo hubiera dicho"
Aragorn lo oyó y respondió divertido
- "Sí, Trancos. Aún recuerdo cuando dijiste que no te gustaba mi aspecto. Hemos recorrido desde entonces, un largo camino, amigo mío, y a mí me falta aún un trecho por recorrer", dijo mirando a Legolas, que le sonrió.
La cena transcurrió alegremente y luego de ella, los miembros de la compañía se reunieron bajo los árboles y hablaron hasta casi el amanecer. Los orcos, los árboles parlantes, las praderas de leguas interminables, los jinetes al galope, las cavernas relucientes, las torres blancas y los palacios de oro, las batallas y los altos navios surcando las aguas, todo desfiló ante los ojos maravillados de Sam y Frodo.
Cuando todos se retiraron al fin a descansar, Legolas dijo que iría a caminar por los bosques y se alejó, seguido por Aragorn. Recorrieron juntos esos parajes y el elfo declaró que algún dia viviría en esa hemosa tierra, siendo secundado por el humano que le prometió construirle un palacio. Durmieron abrazados en la hierba, como habían hecho tantas veces en Lórien, la cabeza de Legolas reposaba sobre el hombro de Aragorn que lo abrazaba protectoramente de la cintura.
Al día siguiente, el ejército se preparaba a regresar a Minas Tirith. Los fatigados descansaban y los heridos eran curados. El viaje fue ligero y alegre, y al llegar a la ciudad, levantaron las tiendas para descansar, pues el Rey entraría por las puertas a la salida del sol.
TBC
Disclaimer: Todo esto pertenece a Tolkien, con excepción de Finw? que es una humilde creación mía.
A/N: Disculpas por el retraso. El cuarteto viene en el próximo capítulo
*** Legolas permaneció un rato en la glorieta, pero la dicha que había acompañado el inicio de ese día había desaparecido por completo con las palabras de Elrohir. Ciertamente era algo que debía tenerse en consideración y nunca había hablado con Aragorn de ese tema, pero no era el momento para hacerlo, pues se avecinaba la más difícil de todas las batallas e iban a Mordor como carnada para distraer al enemigo, sin saber si volverían con vida. En ese momento, Legolas tomó la determinación de ir a esa batalla, sin importar qué tuviera que hacer para conseguirlo.
El rubio elfo se puso de pie al oír una voz conocida. Aragorn entraba al jardín acompañado de Elladan.
"¿Cómo estás amigo mío? Vine a ver si habías pasado una buena noche, y a examinar tu brazo", dijo Aragorn con un guiño de complicidad. Legolas sonrió.
"Pasé la mejor noche que recuerdo, desde que partimos de Lothlórien", respondió, sin faltar a la verdad.
"Me alegro por ti, amigo mío", dijo Elladan, - "¿no has visto a Elrohir? Salió temprano hoy."
"Estuvo aquí, pero ya se fue. Quizá esté con Haldir"
"Entonces iré a buscarlo", respondió Elladan y se retiró.
Cuando hubo desaparecido Elladan de la vista, Legolas echó los brazos al cuello de Aragorn dándole un delicioso beso.
"Te extrañé al despertar", le reprochó.
"Lo siento. Ahora más que nunca, no podemos despertar sospechas"
Legolas estuvo muy tentado a preguntar cuándo podrían actuar libremente, pero calló, aún no era el momento. En lugar de eso, miró seriamente a Aragorn .
"Mi señor, he decidido que los acompañaré a Mordor mañana"
"¿Qué? No puedes hacerlo, no en ese estado", dijo firmemente Aragorn
"Escúchame primero. No soy una frágil doncella a quien debes proteger, no soy como ella", dijo tristemente el elfo. - "soy el único representante de mi reino, soy mucho más viejo que tú, tengo ya tres milenios, y un brazo roto no significa nada para mí, pues sé pelear con la espada, además del arco, y..."
"Legolas, no. Si algo te pasa, no podría perdonarme jamás...", interrumpió Aragorn.
"¿y cómo crees que yo me siento? Pues has dicho que quizá no vuelvas con vida, ¿qué hay si te ocurre algo a ti? Prefiero que si vamos a morir, lo hagamos juntos"
"Legolas, yo...", pero antes de que Aragorn terminase de hablar, Legolas lo obsequió con una seductora sonrisa, puso la mano sobre su boca, obligándolo a callar, y lo tomó de la mano para llevarlo de nuevo a su habitación.
Cayeron a la cama con los cuerpos entrelazados. Legolas rodeó con las piernas a Aragorn mientras se besaban apasionadamente. La noche anterior no había sido suficiente para ellos, ansiosos de compartir su amor y sus temores en la entrega que vendría. Lentamente se despojaron de sus vestiduras y se amaron una vez más, tratando de reprimir los gritos de placer para no llamar la atención de nadie.
Exhaustos, quedaron abrazados largo rato, hasta que su respiración agitada se calmó.
"¿Entonces, me llevarás?", preguntó dulcemente Legolas
***
Al día siguiente, el ejército estaba reunido. Los últimos orcos que quedaban en esas regiones se habían retirado y la ciudad estaba relativamente bien defendida por los hombres que se quedarían.
Aragorn había terminado por ceder al deseo de Legolas de acompañarlos, pues conocía bien la obstinación de su elfo y no dejaba de tener razón en los argumentos expuestos, especialmente en el último.
El elfo tenía el brazo atado al cuerpo, inmovilizado para que no sufriera mayores daños, aunque la fractura estaba sanando rápidamente, pues esa es la habilidad de los elfos. Legolas montaba a su caballo Arod, llevando en la grupa a Gimli, y marchaba detrás de Aragorn, quien encabezaba su, junto a Gandalf y los hijos de Elrond. Las otras compañías eran encabezadas por Haldir, Éomer e Imrahil.
Se despidieron de Merry, quien había sido convencido por Aragorn y Legolas de quedarse, pues aún no había recuperado del todo las fuerzas. El hobbit se quedaría en compañía de Bergil, pues el padre de éste también marchaba a la última batalla.
Aragorn dio la orden y al sonido de las trompetas, el ejército comenzó a desplazarse hacia el este. Cabalgaron hacia Osgiliath, donde llegaron al medio día. Aragorn observó a su elfo, que no parecía fatigado. Legolas levantó el rostro y le sonrió. Hicieron un pequeño alto para comer y luego partieron en dirección a Minas Morgul.
Les tomó once días llegar a la Puerta Negra, pero no llegó el ejército completo, pues al llegar cerca del Paso de Cirith Gorgor, muchos hombres se detuvieron asustados, negándose a continuar. Aragorn les permitió irse, pues sintió piedad pir ellos, pero les encomendó custodiar Cair Andros, para que conservaran su honor intacto. Legolas se maravilló de la indulgencia y sabiduría de Aragorn, se veía tan majestuoso como sus antepasados de los días de gloria. Pero el recuerdo de las crueles palabras de Elrohir lo devolvieron bruscamente a la realidad y sólo suspiró, alejándose.
Las noches transcurrían expectantes, los vigías custodiaban, pero los hombres apenas dormían. Legolas dormía con Gimli y Pippin, mientras Aragorn lo hacía con Gandalf, Elladan y Elrohir. Haldir y Finwë eran inseparables y compartían las guardias, para dormir luego abrazados, pues Haldir no hacía nada para ocultar su amor, causando la sorpresa de muchos.
Una noche, Aragorn se acercó donde su elfo preparaba las mantas en las que pasaría la noche. Se sentó a examinarle el brazo, que había soldado por completo durante el viaje. El humano le quitó los vendajes y le masajeó suavemente hombro y brazo con un ungüento especial.
"El día se acerca, amado mío", susurró Aragorn
"Triunfaremos, de eso no dudo. Sólo temo que nuestros amigos puedan ser sacados de ese horrible lugar antes de que los destruyan", contestó el elfo.
Aragorn acarició la pálida mejilla y se inclinó para besarlo.
"¡Elessar! Tu guardia se aproxima", dijo Elrohir acercándose.
Aquello ya era demasiado. Durante todo el viaje el elfo había estado tras él, sin dejarle tener un solo momento de privacidad con Legolas, y haciendo oír comentarios mordaces que entristecían al bello elfo rubio. Aragorn decidió que era suficiente y se iba a levantar para replicar, cuando la réplica llegó de una fuente por demás inesperada.
"¡Elrohir! Te he estado buscando, ¡ven aquí!", exclamó Finwë y uniendo la acción con la palabra, tomó al elfo del brazo y lo alejó de allí. Elrohir estaba demasiado sorprendido para protestar, ¿qué le pasaba al pequeño elfo? Siempre había tenido una naturaleza dulce y no entendía la ira que veía ahora en sus verdes ojos.
"¡Deja ya de estar sobre Aragorn y Legolas!", le increpó severamente
"Eso no es asunto tuyo"
"Lo es, desde que mortificas a mis amigos y te expones a una situación como esta, ¿en qué estás pensando?", continuó el molesto Finwë.
"En mi hermana", confesó Elrohir
"Amigo mío, sé que es difícil", la voz se le dulcificó nuevamente, - "pero tú no puedes hacer nada, ellos se aman. Déjalos resolver sus propios problemas"
"¡No! tú no entiendes, mi familia dio todo a Aragorn, incluso mi padre que no lo deseaba, terminó por darle la mano de su hija, mi hermana, la más bella elfa de la Tierra Media, ¡nosotros confiamos en él!", gritó Elrohir, - "¡Él no puede traernos esa vergüenza!"
"Nada puedes hacer contra su amor, ¿no lo ves?", dijo Finwë ducemente, - "ellos han llegado hasta aquí gracias a él, no se extingirá tan fácilmente."
"¡Eso veremos¡", exclamó Elrohir alejándose. Sin embargo, desde ese día, dejó de seguir a Aragorn e hizo como si no le importaran las breves charlas que éste sostenía con Legolas.
Luego de una escaramuza con orcos y hombres del oeste, de la que salieron bien librados, volvieron los Nazgül, y los vigilaron desde entonces, a gran altura, visibles sólo a los ojos de los elfos. La aparición de los espectros trajo la desesperanza nuevamente, pues les recordó que quizá no volverían de ese viaje. Legolas se puso particularmente sensible, pero esto fue notado sólo por Aragorn y Gimli, que lo conocían bien. La experiencia de dar muerte al rey de los espectros aún estaba demasiado cerca.
El onceavo día, al anochecer, hicieron el último campamento y encendieron hogueras. Casi nadie durmió, atemorizados por sombras que veían en la oscuridad, y por los aullidos de los lobos. La oscuridad era cerrada, y las nieblas de Mordor brotaban de la tierra. Fue una fría noche, en la que Aragorn buscó la compañía de Legolas, y esperaron juntos el amanecer, tomados de la mano.
Al hacerse la luz, pudieron ver el baluarte de Cirith Gorgor, y en el centro mismo la Puerta Negra, flanqueada por las dos Torres de los Dientes, altas y oscuras. Habían llegado al fin y ante sus ojos se mostraba la inutilidad de aquél heroísmo, ¿cómo podrían atacar con esperanza esas torres y murallas? No contaban con máquinas de guerra y en todos los rincones sabían que existían criaturas al acecho. Los Nazgul aparecieron nuevamente sobrevolando las Torres de los Dientes, pero el enemigo no aparecía.
Aragorn dispuso el ejército en dos grandes columnas de piedra que allí existían y cabalgó hacia la Puerta Negra con una fuerte guardia de caballería, llevando el estandarte, y acompañados por los heraldos y los trompetas. A la cabeza iban Gandalf de primer heraldo, y Aragorn con los hijos de Elrond, Eomer, Imrahil y Haldir. Legolas, Gimli y Peregrin fueron invitados a seguirlos, pues deseaban que todos los pueblos enemigos de Mordor contaran con un testigo.
Los heraldos entonces llamaron al Señor Oscuro, desafiándolo a salir y reparar los daños causados al Rey de Gondor. Al cabo de un rato, en que un espantoso silencio llenó la tierra, se oyeron tambores y cuernos y el batiente central de la puerta negra se abrió, dejando salir al hombre conocido como Boca de Sauron, pues hacía tantos años que estaba al servicio del Señor Oscuro, que había olvidado su propio nombre. Se decía que dominaba las artes de la hechicería y que era más cruel que los orcos.
Este embajador miró burlonamente a los capitanes del oeste, mofándose de ellos.
- "¿Hay en este patético ejército alguien con suficiente autoridad para tratar conmigo?", preguntó burlón, luego se volvió a Aragorn "¡No tú, desde luego! Pues un rey no se hace con un trozo de vidrio élfico, ni con los favores de un príncipe.", dejó esta última frase en el aire, regocijándose de la mirada de dolor en los ojos de Legolas. ¡Ah, razón había tenido su Señor Sauron al transmitirle ese dato!
Pero Aragorn no respondió, sólo clavó la mirada en los ojos del mensajero, y la sostuvo largo rato, hasta hacerlo retroceder acobardado, tal era la fuerza de su mirada. Gandalf intervino entonces, para oír las propuestas de Boca de Sauron. Sin embargo, la voluntad de todos flaqueó al mostrarles este emisario la espada de Sam, la capa élfica de Frodo y la cota de malla de mithril.
El mago, sin embargo, se sobrepuso, y lo instó a plantear las condiciones de Sauron para liberar a sus amigos.
- "La chusma de Góndor se retirará en seguida a la otra orilla del Anduin, jurarando no atacar nunca más a Sauron el Grande con las armas, abierta o secretamente. Todos los territorios al este del Anduin pertenecerán a Sauron para siempre y sólo a él. Las tierras que se extienden al oeste del Anduin hasta las Montañas Nubladas y la Quebrada de Rohan serán tributarias de Mordor, y a sus habitantes les estará prohibido llevar armas, pero se les permitirá manejar sus propios asuntos. No obstante, tendrán la obligación de ayudar a reconstruir Isengard, que ellos destruyeron para nada, y la ciudad pertenecerá a Sauron, y allí residirá el lugarteniente de Sauron: no Saruman sino otro, más digno de confianza"
Mas Gandalf no aceptó, pidiendo primero que muestren a los prisioneros. Luego arrebató los objetos de sus amigos y dijo que no aceptarían esas condiciones, echando de allí al emisario.
Boca de Sauron se retiró enfurecido, y apenas llegó a la puerta, el Señor Oscuro soltó la trampa que había preparado. Una enorme hueste se precipitó desde Mordor, otro del Ered y un tercero de las colinas del Morannon. Pronto estarían rodeados. ¡El plan había tenido éxito! Sauron había mordido el anzuelo, concentrando todas sus fuerzas en ellos.
Aragorn y Gandalf empezaron a preparar la batalla, poco tiempo les quedaba. Se situaron en las dos colinas, con los hombres de Rohan y Dol Amroth, mientras los elfos y los dunadan se ubicaban frente a Mordor, encabezados por Haldir, Legolas, Elladan y Elrohir. Los Nazgul pronto hicieron su aparición, destruyendo la última esperanza.
El primer ataque cayó sobre ellos, una lluvia de flechas de los orcos, que fue repelida por otra similar de los elfos. Luego siguió una compañóa de trolls que destrozaban a los hombres de Gondor, golpeando con sus mazas. Las fuerzas de los defensores empezaba a flaquear. Aragorn combatía al pie de su estandarte, pero los ojos le brillaban y se esforzaba por ver hacia el llano donde peleaban los elfos. Gandalf estaba en lo alto de la colina, observando. De pronto, se estremeció y gritó:
- "¡Llegan las Águilas!"
Los elfos observaron el cielo con su vista penetrante y pronto confirmaron la noticia:
- "¡Llegan las Águilas! ¡Llegan las Águilas!"
Los soldados de Mordor vieron venir entonces a Gwaihir, el Señor de los Vientos, y a su hermano Landroval, las más grandes de todas las Águilas del Norte. Detrás de estas águilas, llegaban todos sus vasallos de las montañas del norte, lanzándose sobre los Nazgül, que huyeron de pronto, al oir un grito terrible en la Torre Oscura.
En ese instante también, los ejércitos de Mordor se estremecieron, pues habían percibido algo: el Poder que los guiaba ya no estaba con ellos. ¡El Anillo había sido destruido! En vano intentaron la retirada, pues los Capitanes del Oeste lo notaron y actuaron de inmediato, abriéndose paso.
De pronto, la tierra se estremeció bajo los pies de los hombres, y una oscuridad invadió el cielo, causando que las Torres de los Dientes se desmoronaran, al igual que las murallas y la Puerta Negra-
- "¡El reino de Sauron ha sucumbido!" gritó Gandalf, "el Portador ha cumplido la Misión"
Los enemigos se dispersaban en rápida fuga, mientras el poder de Mordor se desintegraba. Gandalf dejó a Aragorn al mando de la batalla y fue sobre Gwaihir a buscar a Frodo dentro de Mordor, seguido por Landroval, y por el joven y veloz Meneldor.
Aragorn dio las últimas órdenes a sus tropas y corrió en busca de su elfo, a quien encontró asistiendo a Haldir, herido en el brazo por un troll. Finwë se encontraba no lejos de allí, protegiéndolo de cualquier artero ataque, mas los enemigos casi habían desaparecido.
Al verlo, Legolas se puso de pie y se abrazaron en silencio, ¡al fin todo había terminado!
- "¡Salve, mi Rey y señor!", susurró el elfo a su oído, lleno de orgullo.
- "Tu rey no, tu esclavo", le respondió Aragorn, con la voz cargada de emoción.
- "¡Frodo¡ ¡Frodo!", gritó Gimli, que se acercaba corriendo seguido de Pippin, señalando al cielo, donde se veía llegar a las águilas trayendo a sus amigos.
***
Sam y Frodo fueron llevados a Ithilien y atendidos por Aragorn. Allí descansaron hasta reponer sus fuerzas. Los hombres los admiraban por sus hazañas y el rey mismo les rindió tributo delante de todos. Luego, fueron conducidos a una enorme tienda donde se había preparado un festín para agasajarlos y celebrar la victoria. Compartieron la mesa del rey, junto con Pippin y todos sus amigos. Sam no podía creelo, y comentó con Pippin
"¡Trancos! Quién lo hubiera dicho"
Aragorn lo oyó y respondió divertido
- "Sí, Trancos. Aún recuerdo cuando dijiste que no te gustaba mi aspecto. Hemos recorrido desde entonces, un largo camino, amigo mío, y a mí me falta aún un trecho por recorrer", dijo mirando a Legolas, que le sonrió.
La cena transcurrió alegremente y luego de ella, los miembros de la compañía se reunieron bajo los árboles y hablaron hasta casi el amanecer. Los orcos, los árboles parlantes, las praderas de leguas interminables, los jinetes al galope, las cavernas relucientes, las torres blancas y los palacios de oro, las batallas y los altos navios surcando las aguas, todo desfiló ante los ojos maravillados de Sam y Frodo.
Cuando todos se retiraron al fin a descansar, Legolas dijo que iría a caminar por los bosques y se alejó, seguido por Aragorn. Recorrieron juntos esos parajes y el elfo declaró que algún dia viviría en esa hemosa tierra, siendo secundado por el humano que le prometió construirle un palacio. Durmieron abrazados en la hierba, como habían hecho tantas veces en Lórien, la cabeza de Legolas reposaba sobre el hombro de Aragorn que lo abrazaba protectoramente de la cintura.
Al día siguiente, el ejército se preparaba a regresar a Minas Tirith. Los fatigados descansaban y los heridos eran curados. El viaje fue ligero y alegre, y al llegar a la ciudad, levantaron las tiendas para descansar, pues el Rey entraría por las puertas a la salida del sol.
TBC
