27 Decisión

Disclaimer: Todo esto pertenece a Tolkien, y bla bla bla

A/N: Este capitulo ha estado un poco flojo, prometo que el próximo será mejor, pues alli se conocerá lo que Arwen hará a esos dos.

******** Esa misma noche, luego de concluido el festín, y al retirarse Finwë, Aragorn hablaba con Faramir, Eowyn y Éomer. La conversación se basaba principalmente en la próxima boda del último senescal de Gondor con la Dama de Rohan, que había llenado de regocijo a Aragorn pues la dama le era muy querida.

- "La boda será sin duda un gran acontecimiento. ¿Cuándo piensan casarse?", preguntó Aragorn

- "En unos meses. Aún debo ayudar a mi hermano en la reconstrucción de su país", contestó Eowyn. Éomer le sonrió.

- "Además, debo encontrar alguna ocupación para un senescal relevado de sus funciones", replicó Éomer riendo por efecto del vino. Su hermana lo miró reprobadoramente, pero Aragorn intervino.

- "No creo que esto sea necesario para Faramir, Príncipe de Ithilien", sonrió el rey, ante el asombro del propio Faramir, pues esto lo cogía completamente por sorpresa. - "sí, amigo mío, serás el príncipe de la hermosa Ithilien y resguardarás la frontera al mando de la Compañía Blanca. Sólo una cosa te pido, y es que hagas de esa ciudad la más hermosa del país de Gondor, pues deseo pasar algunas temporadas allá", continuó Aragorn, recordando la promesa que hiciera a Legolas. El elfo se hallaba conversando con Haldir al otro extremo de la mesa.

- "Mi señor, me siento honrado. Se hará como has ordenado, e Ithilien se convertirá en la ciudad más hermosa en honor a ti y será el marco para engalanar aún más la belleza de la Dama de Rohan"

- "¿Y tú, señor? ¿también te casarás?", preguntó Eowyn. El efecto del vino y de la alegría que acababa de recibir influyeron en que hiciera esa indiscreta pregunta, y se arrepintió al instante al ver la mirada de preocupación de Aragorn.

- "¡Pero claro, Eowyn!", exclamó Éomer, aún bajo los efectos del alcohol. Legolas levantó la mirada, sus finos oídos élficos habían captado la conversación. - "Gondor necesita herederos que ayuden a reconstruir su grandeza, y hay una alianza con los elfos que asegurará el éxito de esta difícil empresa, pues Aragorn desposará a la hermana de Elladan y Elrohir"

- "Aún falta mucho para que eso suceda", dijo Aragorn. Había captado el dolor en la mirada de Legolas, y era obvio que la discreción no era la principal virtud de Éomer cuando se hallaba bebido.

- "Pero ellos se encuentran en camino, ¿verdad? Llegarán en tres días como máximo, me lo dijo el mismo Elrohir", insistió Éomer.

Legolas se despidió de Haldir e hizo una inclinación en dirección al otro grupo antes de levantarse de la mesa. Haldir hizo lo propio.

- "Es verdad lo que dices amigo mío. Sin embargo aún tengo un trecho que falta recorrer en este sendero, y en cuando a los herederos, aún me quedan muchos años por delante antes de necesitar el apoyo de un hijo", respondió Aragorn.

- "Pero piensa en tu pueblo, ellos desearán asegurarse de la continuidad de tu estirpe. Denethor tuvo dos hijos que fueron el orgullo de Gondor, y aún lo es Faramir, ¿no quisieras.? ¡Ay!", Eowyn pateó a su hermano fuertemente por debajo de la mesa haciéndolo callar.

- "Excúsenme, es tarde y mañana debo atender varios asuntos del reino", dijo Aragorn retirándose. Estaba en la puerta cuando alcanzó a oir a Éomer preguntar - "¿Y yo qué hice?" a su hermana.

El rey se dirigió a las escaleras que llevaban a su recámara, pensando. Lo expresado por Éomer era el sentir de muchos de los habitantes de Gondor, necesitaba herederos, pues ya se hallaba en edad madura. Además una alianza con los elfos era beneficiosa para su pueblo. Pero amaba a Legolas, y no soportaría perderlo. Por un momento deseó no ser rey y poder vivir su vida como él quería, pero alejó esos pensamientos, no era así como lo habían criado. Tenía un pasado que reinvindicar como heredero de Isildur. Hablaría con Gandalf al día siguiente. Esa noche, solo deseaba el calor que hallaría en los brazos de su amado elfo.

***

Legolas se dirigió a su habitación en el lujoso palacio que, sin embargo, no era muy de su agrado pues no había un sólo rincón verde. Había oído lo que dijo Éomer y también las evasivas de Aragorn. ¿Es que aún dudaba? ¿O simplemente no quiso ventilar sus asuntos personales con extraños?. Haldir le había aconsejado aguardar a que Aragorn mismo tomara la decisión y eso es lo que haría. ¡Cómo le hubiera gustado ser libre como Haldir y Finwë! Los dos eran felices, se les veía en los ojos y Legolas se alegró por sus amigos.

Con estos pensamientos, abrió la puerta de su habitación y quedó mudo de asombro. ¡Era bellísima! Los muebles eran de fina caoba, las sillas tapizadas de terciopelo verde, la cama labrada finamente, tenía una cubrecama del mismo color y también eran verdes las almohadas. Pero lo que más le gustó fue que toda la habitación estaba llena de flores, hermosos jarrones se hallaban en la mesa de noche, en el tocador, en las repisas, adornándolos con rosas rojas y blancas y ramas de helecho. También habían plantas ornamentales dispuestas junto a la ventana, y el balcón estaba lleno de ellas. Las fuentes de fruta dispuestas en la pequeña mesa junto al balcón completaron su dicha, habían allí uvas, manzanas y fresas silvestres que eran sus favoritas. Esto sólo podía ser idea de Aragorn. Legolas se sintió por primera vez en casa, mientras, sonriendo, se despojaba de sus ropas para dirigirse al cuarto de baño.

Una vez allí, tuvo ocasión de sorprenderse de nuevo, pues el cuarto de baño era todo de mármol negro y estaba adornado también con hermosas flores y plantas. El elfo se sentó en el borde de la bañera que empezó a llenar con agua tibia, que manaba de un grifo en forma de cabeza de dragón, luego tomó un frasco con escencia de rosas y arrojó parte de su contenido al agua. También encontró otro frasco lleno de pétalos de rosa que puso también en el agua.

Mientras esperaba que se llene la bañera, se comenzó a deshacer las trenzas mientras pensaba en su amado Aragorn. Esa noche era para ambos y sólo quería estar en sus brazos. Había resuelto no preguntarle nada respecto a Arwen y dejar que fuera él quien tomara la iniciativa, no tenía dudas sobre su amor, pero temía la reacción de Elrond. Aún así, seguiría a Aragorn mientras él lo quisiera a su lado, pues lo amaba como jamás amó a nadie. Esa noche sería especial, porque deseaba darle a su rey un regalo que le probaría a su vez cuánto lo amaba.

Aragorn entró a su habitación y se despojó de sus ropajes reales, colocándose tan solo una fina bata de seda negra, y se encaminó a la puerta que separaba su habitación de la de Legolas. Se sorprendió al no hallar al elfo allí, pero sus ropas ordenadas sobre el sofá le sugirieron hacia donde se había dirigido.

Silenciosamente se dirigió al cuarto de baño y se quedó parado en el marco de la puerta, admirando la vista que allí se ofrecía. Legolas estaba desnudo, sentado al borde de la bañera y había terminado de deshacer las trenzas de su cabello. El elfo se inclinó para probar el agua y se sumergió con gracia en la enorme bañera. Estuvo unos momentos bajo el agua y luego emergió. Sus miradas se encontraron.

- "Llegas tarde, mi señor. ¿Te gustaría acompañarme?", dijo traviesamente el elfo.

- "Por supuesto", respondió Aragorn despojándose de su bata y sumergiéndose a su vez. Allí, sus labios se encontraron y fue exquisita la sensación de besarse nuevamente, como si no lo hubieran hecho en mucho tiempo.

Aragorn comenzó a acariciar el cuerpo que adoraba y Legolas respondía con suaves gemidos, pero cuando el Rey hizo el primer movimiento para preparar a su amado, la mano del elfo lo detuvo.

- "Hoy no, amado mío, pues deseo hacerte un obsequio", dijo el elfo, llevándose a los labios la mano de Aragorn.

- "¿Y cuál será?", aventuró Aragorn

- "Hoy fuiste coronado Rey de los Hombres y mi corazón se llenó de dicha, por eso deseo hacerte un obsequio que sólo el Príncipe de Mirkwood puede dar a su rey, para demostrarle cuánto lo ama", contestó Legolas besándolo con ardor, al tiempo que le sujetaba las manos.

Aragorn estaba un poco sorprendido, pero lo dejó obrar a su gusto, pronto se encontró dando gemidos de placer por las atenciones que recibía. El bello elfo enconces cambió de posición, quedando sentado en un ángulo de la bañera, y lo atrajo hacia él, sentándolo entre sus piernas. Aragorn se resistió un poco, pero el elfo era tanto o más fuerte que él, y lo dominó fácilmente mientras seguía acariciándolo con manos expertas. De pronto, los dedos de Legolas exploraron un lugar que no había sido tocado jamás y Aragorn se sobresaltó.

- "Relájate, mi señor. No te haré daño, jamás lo haría", susurró el elfo a su oído, mientras continuaba con su exploración.

Aragorn trató de relajarse, las sensaciones que estaba creando Legolas eran muy placenteras y pronto comenzó a disfrutarlo moviendo las caderas en busca de mayor contacto, entonces, el elfo retiró los dedos y los reemplazó por algo más, al tiempo que le decía:

- "Este es mi regalo al rey de los hombres. Te amo, mi señor", y empujó suavemente para introducirse en él.

El Rey pegó un respingo, esto era más doloroso de lo que había pensado, pero las hábiles manos de Legolas atendían otras partes de su cuerpo y palabras de amor en élfico eran susurradas a sus oídos. Lentamente se dejó llevar. El agua ayudaba, y pronto se completó la unión.

- "¡Ohhhhhhhhh Legolas, esto es maravilloso!", gemía Aragorn mientras su amante iniciaba el movimiento.

- "¡Aragorn, se siente tan bien!", gemía a su vez Legolas

Estuvieron así por un largo momento, hasta que sus cuerpos no soportaron más y la semilla del Príncipe de Mirkwood invadió al Rey de Gondor. Luego se retiró lentamente de su cuerpo y se quedaron abrazados en el agua, ya fría.

Luego de un rato, Aragorn tomó a Legolas de la mano y salieron de la bañera. Se secaron en silencio, dirigiéndose amorosas miradas y fueron al dormitorio, donde se acostaron abrazados. Al cabo de un momento, Aragorn dijo:

- "Gracias por el maravilloso regalo que me diste. Legolas, te amo más que a Andúril"

- "Y yo te amo mas que a mi arco"

Y ambos se quedaron dormidos.

***

Al anochecer del siguiente día, Gandalf salió con Aragorn de la ciudad, y lo condujo a la falda meridional del Monte Mindolluin; y allí encontraron un sendero abierto en tiempos remotos que ahora pocos se atrevían a transitar. Subieron a un paraje elevado de la montaña, refugio de los reyes de antaño, y llegaron a un altiplano en la cima de los picos cubiertos de nieve. Desde allí se contemplaba la ciudad, y los confines más remotos, desde el Emyn Muil al Rauros, y por el oeste, el mar.

- "Este es tu reino y el más grande reino de los tiempos futuros. Aquí termina la tercera edad el mundo y comienza una nueva, con los de tu estirpe. También el poder de los Tres Anillos ha terminado y los elfos tendrán que partir o desaparecer. Esta nueva edad será del dominio de los hombres", dijo gravemente Gandalf

- "Lo sé muy bien, pero aún necesito tu consejo", dijo Aragorn.

- "Mas no por mucho tiempo, pues mi tiempo pertenece a la Tercera Edad y esta ha concluido. Partiré con los elfos y en adelante, el peso recaerá sobre ti y los tuyos".

- "Pero yo moriré, y aquél a quien amo no me dará herederos. ¿Y quién gobernará entonces a Gondor y a quienes aman a esta ciudad? ¿Debo, por el bien de mi pueblo tener una reina, así no la ame?"

- "No tengo las respuestas, Aragorn. Pero puedo decirte algo, sigue tu corazón como lo has hecho hasta ahora, pues él te ha guiado en esta difícil empresa y has llegado hasta aquí por esa fuerza", respondió el Mago.

Ambos permanecieron allí en silencio hasta el alba. Entonces, Aragorn se levantó. Había al fin tomado una decisión.

***

Los siguientes días, el Rey se sentó en el trono de su palacio y dictó sentencias. Y llegaron embajadas de numerosos pueblos y países para entrevistarse con él. El Rey perdonó a los hombres del este que se habían rendido y los dejó en libertad También liberó a los esclavos de Mordor y les otorgó tierras.

Las gentes de Gondor hablaban de su sabiduría y prudencia pues todo lo que acontecía en el palacio era noticia importante para ellos. También aguardaban preoupados el juicio de Beregond, acusado de asesinar a un guardia en los Recintos Sagrados, para proteger a Faramir de la locura de su padre.

El Rey miró a Beregond y le dijo:

- "Beregond, derramaste sangre en los Recintos Sagrados, donde eso está prohibido. Además, abandonaste tu puesto sin la licencia del Señor o del Capitán. Por estas culpas, el castigo en el pasado era la muerte. Por lo tanto he de pronunciar ahora tu sentencia"

Beregond tembló, pues era le conocida la ley y sabía que el soberano tendría que aplicarla. El Rey continuó:

- "Quedas absuelto de todo castigo por tu valor en la batalla, y más aún porque todo cuanto hicis te fue por amor al Señor Faramir. No obstante, tendrás que dejar la Guardia de la Ciudadela, porque has sido destinado a la Compañía Blanca, con el Señor Faramir, Príncipe de Ithilien, y serás su capitán, al servicio de aquel por quien todo lo arriesgaste, para salvarlo de la muerte".

Beregond se hincó de rodillas y besó la mano de su soberano. Y esa misma tarde, todo el pueblo de Gondor hablaba de la clemencia y sabiduría del Rey Elessar.

Al cabo de unos días, Aragorn recibió a Éomer, Rey de Rohan, quien anunciaba su partida junto con su hermana Eowyn. Se abrazaron con afecto pues se querían como hermanos y Éomer se había disculpado ya por su indiscreción la noche del banquete. Los Jinetes de Rohan partieron, junto a Elladan y Elrohir que recibirían a la comitiva de Galadriel en el Emyn Muil, y fueron despedidos por las gentes de Gondor.

Los hobbits, Legolas, Gimli y Gandalf aún continuaban en Minas Tirith, junto con Haldir y su ejército, que esperaban la llegada de Galadriel y Celeborn. Todos sabían que Aragorn debía tomar una decisión trascendental, a juzgar por su semblante preocupado, y por eso no quisieron decirle nada, para no perturbarlo más. Estaban todos instalados en el palacio, donde iban y venían a su antojo.

Aragorn les decía a los hobbits:

- "Sé que todo esto tendrá que terminar alguna vez,y la culminación de cuanto hemos hecho juntos se aproxima. He tomado una decisión y el día de comunicarla está próximo. Cuando llegue, deseo tener a mis amigos conmigo", pero nada más agregaba y ellos no insistían.

Finalmente, llegó una tarde en que los centinelas anunciaron la llegada de la comitiva tan esperada. Aragorn se encontraba descansando con Legolas entre sus brazos y le dijo:

- "Amado mío, en unas horas comunicaré mi decisión a la Estrella de la Tarde. He meditado en las consecuencias de todo esto, y sé que no hay otro camino. Espera mi anuncio con los otros, durante la cena. Ahora debo irme a darles la bienvenida"

Legolas nada respondió mientras se vestía. Las palabras del Rey estaban claras para él, pero no dijo nada. Su corazón esperaba y aunque se sentía dichoso, no deseaba perturbar al Rey con sus palabras. Salió en busca de los hobbits luego de besar a Aragorn en la frente.

La comitiva venía del norte, y se acercaba a los muros del Pelennor. El Rey dijo:

- "Han llegado al fin. Que toda la ciudad se prepare".

Entrada la tarde, los jinetes llegaron a las puertas de la ciudad. Cabalgaban a la cabeza Elladan y Elrohir, portando cada uno un estandarte. Los seguía Glorfindel y la gente de Rivendel que los había acompañado y detrás de ellos venían la Dama Galadriel y Celeborn, Señor de Lothlórien, montados en corceles blancos, con mantos grises, y gemas blancas en los cabellos; y por último Elrond, llevando el cetro de Annúminas, y junto a él, montada en un caballo gris, cabalgaba Arwen, Estrella de la Tarde de su pueblo.

El pueblo de Gondor vitoreaba su paso y todos comentaban la belleza de la Dama de Rivendel. Entonces el Rey les dio la bienvenida, y los huéspedes se apearon de los caballos, y Elrond dejó el cetro, y puso en la mano del Rey la mano de su hija, y así juntos se encaminaron al palacio, mientras Legolas los miraba. ¡Al fin Aragorn sería suyo! Pues no le quedaban dudas sobre su decisión final.

En el palacio, se intercambiaron los saludos protocolares y los sirvientes condujeron a los ilustres huéspedes a sus habitaciones. Aragorn aguardaba a Arwen en el estudio que utilizaba en la planta alta, lugar más privado que el salón donde dictaba sentencias. Sentado en el sofá que allí había, cavilaba acerca de las palabras que le dirigiría a su prometida, cuando un discreto golpe a la puerta lo hizo ponerse de pie para abrir.

Allí estaba ella, con esa encantadora sonrisa en el rostro, sin imaginar siquiera lo que le diría. Tomó a su prometida de la mano y la condujo al sofá. El momento había llegado.

TBC