30 Destierro

Disclaimer: Todo esto pertenece a Tolkien, y bla bla bla.

A/N:Snif, snif.¡pobre elfito! Por favor no me odien.juro que lo compensaré.(algún día)

******** Mirkwood ******** Legolas abrió las pesadas puertas de roble del salón, antes de que los guardias pudieran hacer algo. Haldamir los despidió con un vaivén de manos, los asuntos familiares debían tratarse en privado. El salón era amplio, el techo alto y las paredes decoradas con estandartes y diversas armas de guerra. En el centro había una mesa rectangular y 8 sillas para los consejeros del rey, pero en ese momento estaba vacía. Al fondo del salón, alzábase un estrado de piedra, con tres escalones, y sobre él estaba el trono del rey elfo. La estancia estaba iluminada tenuemente por varias lámparas y Legolas agradeció mentalmente a Elbereth por eso. Thranduil ocupaba el trono en ese momento, con el codo apoyado en uno de los brazos del trono y la barbilla apoyada en él, sumido en sus pensamientos. Cuando oyó abrirse la puerta y vio entrar a sus hijos, nada dijo, pero se irguió en el trono, amenazadora e imponentemente. Legolas avanzó con paso seguro, aunque varias veces sintió que se le doblarían las piernas. Haldamir avanzaba también detrás de su hermano. El salón parecía interminable mientras avanzaban hacia el trono y Legolas recordó las innumerables veces que había corrido por allí con su hermano, cuando eran niños, tratando de llegar primero donde su padre. Ahora, como antes, lo acompañaba Haldamir, pero ya no corrían. Y ya no era la dicha de contarle a su padre alguna travesura o hazaña de muchachos lo que los impulsaba. Era el temor y a la vez el deseo de que la incertidumbre se terminada. Para Legolas, era saber si su padre conocería algo de lo acontecido en la Guerra del Anillo. Para Haldamir, era saber qué había ocurrido para que su padre estuviera tan molesto con Legolas. Thranduil miró a sus hijos. Nunca había sido un padre afectuoso, desde la partida de la madre, al dar a luz a Legolas. Su hijo menor era el vivo retrato de su madre, quizás por eso había sido más severo con él que con Haldamir, quien se parecía más a él. Pero se sentía muy orgulloso de Legolas, cada logro obtenido en su infancia y juventud llenaban de dicha su corazón, aunque jamás se lo dijo. Cuando su hijo se convirtió en el mejor arquero de Mirkwood, nada dijo. Pero debido a este logro, lo nombró representante de su reino en la Guerra del Anillo. No estaba seguro de que Legolas supiera por qué lo enviaba, pues su hijo había sido criado como un príncipe y no solía mostrar sus emociones fácilmente, pero partió veloz y deseoso de realizar proezas que se recordaran en las canciones élficas, como le había dicho luego Haldamir. Los mensajeros alados de Galadriel lo mantuvieron razonablemente informado del desarrollo de la guerra, donde Legolas había jugado un importante papel al derrotar al Señor de los Nazgul, hazaña que lo llenó de alegría. Pero ahora, los mensajeros no le habían traído una noticia agradable. Todo lo contrario. Su hijo había deshonrado a Mirkwood y lo había llenado de vergüenza. Legolas estaba ahora parado frente a su padre. El semblante sereno y la voz tranquila. - "Padre, he vuelto", fueron sus únicas palabras. Y se quedó allí, de pie, esperando la respuesta del rey. - "Legolas de Mirkwood, estoy al tanto de los acontecimientos que te obligaron a regresar, ocultándote de quienes te dieron albergue. ¡Has traído la deshonra a nuestro reino!", dijo fríamente el rey. Legolas palideció notablemente ¿acaso su padre sabía? ¿Aragorn había sido tan cobarde? Una vez más agradeció que las luces del salón fueran tenues. - "Padre, no entiendo lo que me dices. Vine porque la guerra ha concluido, y con ella la misión que me encomendaste", respondió dominando su temblorosa voz. - "Padre, acaba de llegar y le pedí que descansara, pero deseaba verte. Quizá esta conversación sea mejor mañana", intercedió Haldamir. - "¡Silencio!", exclamó el rey. - "Será Legolas quien hable, puesto que Legolas ha traído la desgracia a nuestro reino enfrentando nuestra casa con la de Elrond" - "No he hecho nada de lo que deba arrepentirme", declaró Legolas. - "¿Nada? ¡Desafiaste a los hijos de Elrond! ¡Golpeaste a Elrohir sin motivo alguno! ¡Los amenazaste con enfrentar Mirkwood con Rivendel!", bramó Thranduil furioso y poniéndose de pie. Legolas retrocedió, temeroso de recibir un golpe, como había sucedido otras veces cuando irritaba así a su padre. - "Sólo defendía mi honor de sus ofensas. Hubo provocación y me defendí ¿no es así como debe comportarse un príncipe?", contestó Legolas. - "¡Explícate entonces!", ordenó el rey, sentándose nuevamente. - "Lo siento. Mis asuntos me conciernen sólo a mí", respondió Legolas, admirándose de su propia audacia. Nunca se había negado a los deseos de su padre, pero era obvio que Thranduil no sabía nada más acerca de la pelea y él no se lo diría. - "Le pedirás una disculpa a Elrohir y a Elrond.", empezó el rey. - "¡No lo haré!", exclamó Legolas, sabiendo que esto generaría un enfrentamiento mayor con su padre, pero no le importó. Su secreto estaba a salvo, y así lo mantendría. - "Legolas, ¿me estás desafiando?", bramó el rey Haldamir tomó el hombro de su hermano, tratando de calmarlo, pero vio tal determinación en su mirada que lo soltó y se puso junto a su padre, esperando lo peor. - "No padre. Jamás lo haría. Pero debes confiar en mí cuando digo que Elrohir me ofendió gravemente y yo sólo me defendí. No deseo enfrentar a nuestros pueblos, pero no me disculparé por una ofensa que yo no inicié", dijo firmemente Legolas. - "¡Lo harás!", exclamó su padre, - "Elrond así lo exige en su misiva y no podemos perder la amistad de Rivendel en estos tiempos donde debemos reconstruir nuestro reino". - "Lo siento, padre. No lo haré" - "¡Lo harás! Yo, tu padre y rey, te lo ordeno. Lo harás y también me dirás ahora mismo qué acontecimiento motivó esa pelea. ¡Habla!", rugió Thranduil. - "Lo siento, padre. No lo haré", repitió Legolas con voz firme. Haldamir contemplaba atónito a su hermano menor enfrentarse a su padre, como nunca lo había hecho. Algo muy serio debía suceder para que Legolas tomara esa actitud, pero desafiar al rey no era una buena idea. Bajó las escaleras situándose nuevamente al lado de Legolas, como queriendo protegerlo. - "Legolas de Mirkwood, eres una vergüenza para tu reino y para tu raza. Tienes plazo hasta mañana, y si persistes en tu irracional actitud, serás desterrado para siempre de este lugar, y perseguido como fugitivo por tus súbditos. ¡Ahora vete!", fueron las palabras del rey, dichas en un tono glacial. Legolas miró a su padre a los ojos y sin bajar la cabeza, dio media vuelta y empezó a andar hacia la puerta, seguido por el preocupado Haldamir que no entendía qué le pasaba a su hermano. El camino hacia la puerta era interminable, Legolas sentía que se le doblaban las rodillas, pero jamás revelaría a su padre el motivo de la pelea con Elrohir y mucho menos pediría disculpas al arrogante hijo de Elrond, a quien despreciaba profundamente por su cobardía al denunciarlo así ante su padre.

Los dos hermanos caminaron silenciosamente por el pasillo que llevaba a la habitación de Legolas, mas ya no había alegría en el semblante del más joven. Apenas contestaba los saludo de guardias y doncellas y sólo se sintió seguro cuando entraron a sus aposentos. Nada había cambiado allí, los enormes ventanales dejaban entrar la luz de la luna, varias plantas adornaban las paredes, suspendidas en maceteros dorados. El balcón estaba lleno de flores y la enredadera que subía por él estaba tal como él la dejó. Los muebles de madera tallada estaban ordenados y la cama tendida con las sábanas azul cielo que más le gustaban, y a su costado, en la mesa de noche, había una fuente con frutas variadas y una jarra de aguamiel. Sonrió a Haldamir, pues sabía que su hermano había cuidado esos detalles, y se dejó caer en la cama. - "Legolas, no sabía." - "No te preocupes, hermano mío. Sólo deseo que sepas que no hice nada de lo que me pueda arrepentir y que el prestigio de Mirkwood está intacto", le dijo a su hermano, que se sentó junto a él a un costado de la cama. - "Te creo. Pero ¿qué ocultas? ¿por qué no puedes decírmelo? ¿acaso no confías en mí?" - "Claro que sí, hermano. Pero este secreto no tiene para mí el significado que antes tuvo, y es un recuerdo muy doloroso que vine a borrar aquí. No puedo decírtelo ahora, pero cuando me sienta listo, lo haré", dijo Legolas con dulzura. Nunca antes le había escondido algo a su hermano. - "¿Qué harás entonces?", preguntó Haldamir visiblemente preocupado. - "No lo sé. Isilme es buena consejera, ella me ayudará", sonrió Legolas, mirando la luna que se filtraba por las delgadas cortinas. - "Te apoyaré en lo que decidas, aún si yo también debo enfrentarme a nuestro padre", dijo Haldamir. - "Gracias hermano. Ahora, ¿podrías contarme cuál es esa alianza que desea nuestro padre?" - "Los orcos, arañas y wargos que vivían aquí han sido exterminados. Cuando se enteraron de la derrota del Señor Oscuro, cundió el pánico entre ellos, cosa que aprovechamos para atacarlos. Sólo unos pocos orcos lograron huir y hay rumores de que los uruk-hai de Saruman se les unieron y marchan a Mordor. ¿No te has topado con alguno de ellos en tu viaje?" - "No he visto ninguno. Quizás sólo sea un rumor y los caballeros de Ithilien hayan acabado con ellos", dijo pensativamente Legolas. - "Una patrulla de elfos se dirigió hacia Ithilien a alertar a los humanos, deben haber llegado ya", continuó Haldamir y aclaró, ante la mirada curiosa de su hermano - "No fui con ellos por órdenes de nuestro padre. Deseaba que esté aquí dirigiendo a los guardias de las fronteras. También encontramos una colonia de los últimos elfos del bosque Mágico y los trajimos aquí y tengo la misión de ayudarlos a reconstruir su reino" - "Hay entonces mucho por hacer", observó Legolas pensativo. Y luego agregó sonriente - "¿Y la dama elfa que frecuentabas?" Haldamir sonrió también. - "XXX, se encuentra bien y con muchas ganas de saludarte. Debemos reunirnos más tarde" - "¿Eso es el inicio de algo más serio?", continuó preguntando Legolas - "De hecho, sí". Respondió Haldamir, y siguió con el relato de sus hazañas con cierta dama elfa que le había robado el corazón. Legolas sonrió, su hermano era feliz. Lo sabía por el brillo de sus ojos. Brillo que había visto en los ojos de Aragorn tantas veces. Una punzada de dolor lo devolvió a su triste realidad. Dijo estar cansado y que no deseaba cenar, se conformaría con las frutas. Haldamir vio la tristeza en los ojos de su hermano menor, pero bien conocía que Legolas le contaría qué le pasaba cuando estuviera listo. Se despidió de su hermano y se retiró, cerrando la puerta. El rubio elfo no podía conciliar el sueño y apenas probó las frutas. Apagó las lámparas y dejó que la luz de Isilme fuera su única compañera. Recostado en la cama, anhelaba sentir la sensación de estar de vuelta en su hogar, pero no podía. El hogar nunca será el mismo para quien ha conocido el amor en un castillo, eb brazos de un rey mortal, pensaba amargamente. La poca paz que había sentido su atribulado espíritu fue quebrada por las palabras de su padre. ¿Qué haría? Había tranquilizado a Haldamir haciéndole ver que tenía todo bajo control, pero no era así. Demasiado bien conocía a su padre y sabía que sería inflexible. Pero jamás pediría una disculpa a aquél que le había hecho tanto daño, una humillación así no la toleraría, bastante humillado había partido de aquél nefasto banquete. Mas, ¿qué le diría a su padre? No podía tampoco explicarle los motivos de la pelea. Si el sólo hecho de golpear al hijo de Elrond había causado tanto furor en su padre, ¿qué sería el saber que había dormido con el prometido de Arwen?. Por otro lado, estaba el destierro y el ser un proscrito en su propia tierra. Analizó ambas alternativas. Haldamir pronto contraería matrimonio. Su hermano era feliz y ya no lo necesitaba. Su padre renegaba de él. No quedaba nada más que lo atara a Mirkwood. Una patrulla de elfos había partido a Ithilien, cazando los pocos orcos y uruk-hai que quedaban. Si él se unía a esa patrulla y llegaban a Ithilien, podrían establecerse allí y fundar una colonia, siempre y cuando lo continuaran reconociendo como su príncipe. ¡Ithilien! Esos bosques donde había dormido con Aragorn, donde su antiguo amante le había prometido hacer un palacio. ¿podría regresar a ellos con ese recuerdo? Pero eso era mejor que permanecer en Mirkwood con su vergüenza, o que ser desterrado. Finalmente, el elfo se decidió. Partiría inmediatamente. Arregló sus pocas pertenencias y saltó por el balcón, sin ser visto por ningún guardia. Luego se dirigió a los establos y sacó a Arod. El caballo lo miró a los ojos, comprendiendo. - "Fiel compañero, nos vamos nuevamente. No puedo estar más aquí", susurró subiendo a su lomo. Arod bufó en señal de comprensión, y emprendió la marcha, en mitad de la noche. Lo hizo tan silenciosamente que no llamaron la atención de ningún centinela, pues además, salieron por la parte sur del palacio, poco vigilada entonces.

Una vez lejos de esos parajes, Arod comenzó a galopar llevando a su amo donde no lo pudieran hallar, donde nadie pudiera hacerle más daño. O eso era lo que creía el fiel animal. ***************** Palacio de Mirkwood ***************** Al día siguiente, Haldamir se extrañó de que su hermano no bajara a desayunar, pero lo atribuyó al cansancio que le dijo sentir. Asimismo, convenció al rey de ser más benévolo con su hermano y tener una nueva plática, a lo que Thranduil accedió, pues se sentía un poco culpable por el duro trato que le había dado a su hijo menor. No fue sino hasta el medio día, que vino el encargado de las caballerizas denunciando la pérdida de Arod, que se dieron cuenta de la desaparición de Legolas. Esto causó gran conmoción en el palacio, y Haldamir empezaba a organizar partidas de búsqueda, cuando Thranduil ordenó suspender esas actividades. Para él era evidente. Si Legolas había huído, era culpable. Y no merecía ser hallado y devuelto a su condición de príncipe. ¡El mismo se había proscrito! Inmediatamente ordenó a los heraldos proclamar que Legolas no era más el Príncipe de Mirkwood y pasaba a ser un vulgar fugitivo. Ningún elfo del Bosque Oscuro lo reconocería como su hijo y se le prohibía la entrada al palacio. Haldamir nada dijo, pero su corazón estaba atribulado por su hermano y deseaba partir en su busca, mas la reconstrucción del reino era una tarea que no podía abandonar en ese momento. - "¡Legolas! Iré a buscarte, lo juro hermano", dijo de pie en el balcón, mirando el ahora verde paisaje por donde suponía había partido Legolas.

************** Camino a Ithilien ************** Legolas había cabalgado varios días sin hallar huellas de la patrulla de elfos, pero sí de orcos, pues esas criaturas horadaban la tierra que tocaba sus pies, como si la misma naturaleza sintiera repulsión de ellos. No había llevado más que frutas y algunas hojas de lembas que le quedaban, tal fue su prisa por partir, y estaba un poco débil por el hambre y la falta de sueño. Decidió seguir a los orcos, guardando prudencial distancia, y anheló tener la habilidad de Aragorn para leer las huellas y encontrar así a la patrulla. Continuó así varios días más y ya se encontraba muy próximo a la frontera de Ithilien. Una noche, decidió hacer una ronda antes de acampar y caminó por los alrededores cuidadosamente. Un objeto blanco saliendo de unos arbustos llamó su atención y se acercó cuidadosamente. La noche era oscura y no podía ver bien. Cuando estuvo cerca, se agachó para examinarlo. En ese momento, salió la luna, revelándole un espectáculo que lo sobrecogió en lo más hondo. El objeto en cuestión era la pálida mano de un elfo muerto, el resto del cuerpo estaba oculto por los arbustos, desnudo y cubierto de sangre de tantas heridas que era imposible contarlas. La mirada de espanto de sus ojos y el rictus de su boca mostraban la tortura que había sufrido antes de morir. Horrorizado, Legolas reconoció apenas en ese rostro desencajado a uno de los hombres de Haldamir, guardias de la frontera. Más allá habían otros cuerpos en iguales condiciones. Llevaban muertos algunos días, pues empezaban a descomponerse. Legolas sintió sus ojos llenarse de lágrimas y su corazón de coraje y deseo de venganza. Apiló cariñosamente los cuerpos de sus amigos y los cubrió con ramas y arbustos, ya que no disponía de herramientas para cavar. Juró que se dirigiría a Ithilien y volvería a darles sepultura, y se retiró tristemente de aquél paraje.

El día lo sorprendió sin haber dormido nada, de pie sobre el mismo árbol donde se había recostado sobrecogido por el espanto y dolor. Sólo orcos pudieron torturar así a sus amigos y juró no dejar uno sólo con vida. Caminó con Arod al costado y atravesó un pequeño arroyo. Al llegar a la otra orilla, se arrodilló para lavarse la cara y se asustó de lo que vio. Su rostro estaba terriblemente pálido, sus cabellos despeinados, su mirada aún espantada. Ese hallazgo lo había horrorizado más que todo lo visto en la Guerra del Anillo. Por un momento, perdió la conciencia de dónde estaba y de lo que estaba haciendo. No oía nada a su alrededor, no sentía nada. Un bufido de Arod y luego un sonoro relincho lo devolvieron a la realidad, e inmediatamente sintió una presencia tras él. Sus reflejos élficos lo hicieron saltar justo a tiempo de ser casi derribado por un enorme Uruk- Hai. Los horribles seres lo rodeaban. Legolas no los había oído aproximarse, en su momento de debilidad. Resuelto, sacó la espada dispuesto a vender cara su vida y a vengar a sus amigos, pero la lucha era desigual. El elfo luchó desesperadamente, logrando abatir a dos de las enormes criaturas, pero fue reducido por otros dos, enormes y corpulentos. Trató de debatirse en vano y cuando esperaba que lo maten, un fuerte golpe en el cráneo lo sumió en una oscuridad total.

TBC

TCB