31 Quebrado

Disclaimer: Todo esto pertenece a Tolkien, y bla bla bla.

A/N: Acá voy de nuevo, haciendo sufrir a mi elfo favorito…snif, ¡como sufro por él! Juro que lloré,

pero era inevitable que esto pase…esto ya pertenece definitivamente al género de Angst.

No olviden que Aragorn tiene amnesia forzada!

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Camino a Ithilien

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¿Había soñado? La cabeza de Legolas le dolía terriblemente y sentía un extraño

mareo, como si le pesara muchísimo. Sacudió la cabeza un poco y la trató de

levantar. Entonces notó que estaba siendo llevado como si se tratara de un bulto,

en los hombros de alguien y su cabeza colgaba verticalmente, por eso sentía esa

pesadez.

Su captor debió sentir el movimiento, porque se detuvo y lo alzó sin dificultad

alguna, dando muestras de una fuerza enorme, mayor aún que la del elfo. El uruk-

hai lo arrojó al suelo e inmediatamente fue rodeado por otros como él. Legolas los

contó mentalmente, eran seis en total, una irrisoria cantidad de enemigos, los

restos del orgulloso ejército de Saruman. Sin embargo, sus manos se encontraban

atadas al igual que sus pies y no podía enfrentarlos sin armas. El elfo aún se sentía

mareado por el golpe. Oscurecía, de modo que pensó que había estado todo el día

inconsciente. No vio no oyó a Arod y su principal preocupación fue la suerte de su

fiel compañero, pero luego se concentró en las criaturas y trató de entender lo que

decían.

El uruk-hai que lo había llevado en hombros era el jefe de los otros, al parecer se

llamaba Gorbag pues así le decían sus compañeros. En ese momento, sometía al

príncipe a un cuidadoso examen, mientras gruñía cosas ininteligibles a sus

compañeros. La enorme mano provista de garras tocó la mejilla del príncipe, quien

asqueado de su contacto escupió la cara de su captor. Gorbag sonrió con crueldad

y abofeteó brutalmente al elfo. Legolas pronto sintió algo tibio recorriéndole la

mejilla y luego notó que era su propia sangre.

- "¿Qué quieres de mí?", increpó a su captor. El príncipe había logrado sentarse en

el suelo, y miraba a Gorbag con odio.

Los otros uruk-hai rieron y hablaron en su extraña lengua. Gorbag caminó en

círculos alrededor del cautivo, quien lo seguía con la mirada firme.

- "Te enseñaré modales, elfo", gruñó finalmente hablando en la Lengua Común.

Luego se dirigió a sus compañeros y comenzó una nueva discusión.

Aparentemente discutían que hacer con Legolas pues los retrasaría en su viaje.

Pero Gorbag tenía planes con los cuales los demás se entusiasmaron

inmediatamente. A Legolas no le gustó nada la forma que tenía Gorbag de mirarlo

y recordó estremeciéndose los cuerpos mutilados de sus compañeros. El uruk-hai

se agachó nuevamente y palpó los muslos del elfo, recibiendo a cambio una

patada en el rostro, Legolas había sido demasiado rápido en su movimiento para

que su enemigo lo anticipara. Sin embargo, estaba en clara desventaja y su captor

le propinó un feroz golpe en el estómago y una patada en los testículos y lo alzó

nuevamente colocándolo en la posición de antes.

Legolas no emitió sonido alguno, era demasiado orgulloso para mostrarles

debilidad a esos seres, y las lágrimas de dolor que trataban de salir fueron

contenidas. Sus finos oídos captaron algo a lo lejos, el galope de varios caballos y

un cuerno sonó claramente. Sus captores lo oyeron también y lo amordazaron

antes de apresurar la marcha. El elfo había puesto todos sus sentidos en ese

sonido, que le trajo un rayo de esperanza. Los uruk-hai huían de alguien,

probablemente los hombres de Ithilien, y era preciso llamar la atención de éstos

para ser rescatado.

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Gondor

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Aragorn caminó por el bosquecillo que marcaba los límites del palacio y el muro

exterior de la ciudad. Se había estado sintiendo extraño y no comprendía por qué.

Había logrado recuperar su reino, reconquistar la gloria de sus antepasados. La

misión de su vida estaba cumplida, y se había casado con la elfa más bella de la

Tierra Media, a quien amaba, logrando una importante alianza entre las razas más

poderosas: elfos y humanos. Además, su bella reina esperaba un heredero, que

aseguraría su linaje como gobernante de Gondor.

En resumen, tenía todo para ser feliz, pero no lo era. No entendía ese extraño

desasosiego que sentía, cuando al despertar por las noches tenía la sensación de

que sus dedos entrelazaban cabellos rubios y hallaba su mano acariciando los

cabellos negros de Arwen. Pensó al principio que esa tristeza se debía a la partida

de sus amigos, pero luego comprendió que era más profunda.

Además, le pasaba algo extraño. Había pasajes de su memoria que no podía

recordar con claridad, como si una bruma se alzara sobre ellos; y cuando quería

traspasarla, un mareo y a veces un dolor en la cabeza, se lo impedían. Nada de

esto había dicho a Arwen para no preocuparla, pero había consultado a Ioreth, la

sanadora, y algo en sus palabras lo había perturbado mucho.

- "Su alteza debe seguir su corazón, él disipará la bruma del camino"

Pero cuando él trató de pedirle que se explicara más, recibió una negativa

absoluta. Ioreth le dijo que la respuesta se hallaba en él mismo y que debía

buscarla.

Aragorn caminaba silenciosamente en el bosque, pensando en todas estas cosas y

en Legolas. Analizando todo nuevamente, se extrañó de comprobar que no

recordaba nada sobre el elfo. Es decir, sabía que era un amigo entrañable y que

habían pasado por muchas aventuras en la Guerra del Anillo. Pero cuando

intentaba evocar estas memorias, aparecía esa extraña bruma y el dolor de

cabeza.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un sonido entre los matorrales. Una

pareja se despedía besándose apasionadamente. En un instante, una joven pasó

corriendo junto a él sin verlo, mientras su acompañante corría en dirección

contraria. Aragorn sonrió al reconocer a Aileen, doncella del palacio. – "Un

encuentro furtivo de amantes", pensó, sintiendo nuevamente aquél desasosiego.

Un objeto brillante llamó su atención y se inclinó para recogerlo. Era un colgante.

El mismo que Arwen obsequiara a Aileen. Aragorn se sorprendió, era una hermosa

joya, digna de reyes, y no comprendía qué hacía allí. Palpó la hoja y las letras

dibujadas con esmeraldas: "A" y "L".

- "¿Legolas?", fue el sonido que escapó de sus labios.

Como respondiendo a ese llamado, oyó un relincho al otro lado del muro. Sin

pensarlo dos veces, guardó el colgante en su bolsillo derecho, se dirigió a la puerta

más próxima y salió al exterior. Los guardias lo miraron extrañados, pero nadie

impidió el paso a su Rey.

Aragorn reconoció instantáneamente a Arod y un funesto presentimiento se

apoderó de él. Bien sabido era que Legolas y su caballo eran inseparables. Si el

caballo volvía sólo, el jinete podía encontrarse en dificultades. No le importó que

Legolas hubiera partido sin avisar a nadie el día más importante de su vida,

cuando anunció su compromiso con Arwen. Ni las palabras de Arwen diciendo que

un amigo leal no se va sin despedirse. Nada de esto le importó, pues su

preocupación por la seguridad de Legolas sobrepasó todo pensamiento.

El caballo se aproximó a él y bufó nerviosamente, golpeando el suelo con los

cascos. Luego tiró de él mordiendo suavemente su manto mientras relinchaba

suavemente.

- "¡Espera!" dijo Aragorn, - "es Legolas, ¿verdad? Te seguiré con una patrulla para

ayudar a mi amigo"

Pero el caballo se comenzó a alejar y relinchó señalando el camino con la cabeza.

- "¿Deseas ir enseguida? ¡Espera! Iré contigo", exclamó Aragorn acercándose.

Subió al lomo de Arod y el animal inició un veloz galope, dando tiempo a Aragorn

únicamente para hacer señas a sus guardias para que no lo esperasen.

El galope de Arod era veloz pero sostenido. Se dirigía a la frontera de Ithilien, al

lugar donde su amo había sido capturado.

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Norte de Ithilien

**************

La marcha de los uruk-hai era apresurada, pero se dirigían a la región montañosa

de la frontera norte de Ithilien, próxima a Mordor. El paraje allí era desolado,

enormes rocas y grises montículos precedían las montañas hacia donde

aparentemente se dirigían. Durante esa marcha forzada, el elfo no fue tocado

nuevamente, sólo era bajado de los hombros de Gorbag durante los breves

descansos donde se le ofrecía de comer el escaso lembas que quedaba en su

morral, cuyo contenido había sido desparramado en el lugar de la batalla. Sólo

quedaban algunas hojas, lo suficiente para tres días, luego, tendría que comer la

comida de esas criaturas.

Pasaron así varios días, hasta que finalmente, acamparon al pie de de una

montaña, cerca de la entrada de una cueva. El deseo de vengar a sus amigos

mantenía la voluntad de Legolas, quien pensando en eso, trató de comer la

horrible mezcla que le sirvieron los uruk-hai, compuesta principalmente por carne

seca. Sin embargo, oyó un comentario que lo hizo estremecer.

"¡Vamos elfo, come! El dueño de esa pierna no la echará de menos, pues lo que

quedó de él yace en el estómago de Gorbag", gritó una de las criaturas,

empleando la Lengua Común.

Legolas dejó caer el recipiente, que apenas había tocado, y sintió algo que subía

de su estómago hacia su garganta, siendo expulsado inmediatamente, ante las

risas de las criaturas.

Gorbag golpeó al autor de la broma, si es que podía llamársele así. El incidente

terminó en un enfrentamiento entre ambos uruk-hai, era obvio que disputaban por

Legolas. Pero luego de una acalorada discusión y golpes, llegaron a un acuerdo y

rieron cruelmente, lo que dejó al elfo paralizado de miedo. La mirada en los ojos

de los uruk-hai no podía ser más siniestra y un terrible presentimiento lo asaltó,

pero no demostró nada, tratando de conservar su dignidad. Incluso cuando

Gorbag lo arrastró de los cabellos para llevarlo hacia la cueva que se encontraba al

pie de la montaña junto a la que acamparon, Legolas no emitió sonido alguno.

La cueva estaba oscura y el aire era pesado allí dentro. Legolas se alegró de que

sus captores no pudieran ver el terror en sus ojos, pero esta alegría le duró poco,

pues los uruk-hai encendieron varias antorchas. Gorbag lo alzó de un brazo como

si fuera un muñeco. La fuerza élfica no era suficiente contra esos seres mutados

por Saruman. El elfo fue arrojado contra la roca que marcaba el final de la cueva y

cayó atontado, pero antes de que se pudiera recuperar, fue tomado de los cabellos

y obligado a ponerse de bruces. Gorbag se sentó sobre sus piernas mientras

sostenía firmemente su cabello, tirando hacia atrás su cabeza de manera que no le

permitía más movimiento.

- "¡Elfo, hoy serás nuestra diversión! Verás, Scragga dice que no sobrevivirás si

ambos te tomamos. Pienso que sí lo harás, al menos por unos días. Si mueres hoy,

serás la cena de Scragga, si sobrevives serás mío", informó Gorbag hablando en la

Lengua Común.

- "…"

- "¿Qué? ¿No dirás nada? Quiero oirte suplicar, elfo. Quizás así me apiade de ti y te

mate con mi espada. No podemos llevarte más tiempo con nosotros, de modo que

resolveremos este asunto hoy", continuó Gorbag, tirando de los cabellos de

Legolas hasta que cuello del elfo se arqueó en un ángulo casi imposible. Luego lo

soltó violentamente.

El rostro de Legolas se golpeó fuertemente en la roca que componía el suelo de la

cueva, pero el elfo no se quejó. Esto terminó por exasperar a Gorbag, que volteó a

su presa, de modo que estaba frente a él. Legolas escupió el rostro de su captor y

lo pateó violentamente en el estómago, pero Gorbag estaba en ventaja y lo golpeó

en el rostro, aprovechando el momento para de un violento tirón, desgarrarle las

vestiduras.

Los otros uruk-hai contemplaban cada movimiento de su líder, gruñendo de

aprobación mientras las uñas de Gorbag laceraban la carne del pecho y estómago

de Legolas, que pronto quedó bañado en la sangre de múltiples heridas.

- "¡Oh Elbereth! Dame el valor para resistir esta tortura, si debo morir, lo haré con

la dignidad que corresponde a un príncipe", pensaba Legolas, tratando

desesperadamente de resistir las ansias de gritar.

El elfo trató de debatirse, pero fue sujetado por Scragga que se acercó con una

malévola sonrisa. Ante un ademán de Gorbag, Scragga se inclinó y empezó a

lamer con deleite las heridas sangrantes, haciendo otras a su vez con las uñas.

- "¡Aragorn! ¿Qué harías tú en una situación así? ¿Suplicarías que te matasen?

¿Resistirías, sabiendo que igualmente morirás?", el pensar en su aún amado mortal

hizo que Legolas lograse soltar una de sus piernas, dando un rodillazo en el rostro

de Scragga.

- "¡Es suficiente!", rugió Scragga. "¡Tómalo Gorbag, o lo haré yo primero!", y usó

su cuchillo para cortar las ropas del elfo y dejar al descubierto la parte baja de su

cuerpo, mientras Gorbag le sujetaba las piernas.

Scragga entonces le propinó una patada en los testículos, haciendo brotar sangre

de ellos. Legolas se echó para atrás, paralizado de dolor, pero no se quejó. Los

uruk-hai estaban acostumbrados a que sus víctimas llorasen y suplicasen, y se

complacían torturando elfos, pero la actitud de Legolas los desconcertaba y

enfurecía. Gruñeron en su lengua expresando su descontento y Gorbag, enfurecido

a su vez con el elfo, se puso de pie, mostrando su miembro erecto, y alzó las

piernas de Legolas, penetrándolo tan violentamente que desgarró la carne,

oyéndose un sonido raspante que pronto fue opacado por un alarido espantoso del

elfo y luego hubo un silencio absoluto.

Legolas tuvo suerte de desmayarse, pues no oyó las exclamaciones de júbilo de

sus captores, que se regocijaban porque al fin había sido quebrada su dignidad.

También tuvo suerte de no oír el sonido raspante de Gorbag rasgándole la carne,

ni sus gruñidos de salvaje placer al explotar su inmunda semilla dentro de su

cuerpo. El elfo se había retirado a una oscuridad donde no podía sentir tampoco la

penetración de Scragga, menos violenta que la anterior, pero igual de hiriente.

Tuvo suerte de que su segundo verdugo acabase rápidamente y de no sentirlo

expulsando un asqueroso chorro de esperma en su interior.

El elfo estaba inconsciente, casi muerto. Sólo un delgado hilo sostenía su vida en

la Tierra Media: Aragorn. El recuerdo de aquél amor impidió que enloqueciera de

espanto y de asco, mas no mitigaba el dolor. Los uruk-hai se habían retirado a

descansar, no prestándole más atención a la ensangrentada figura del que fuera el

orgulloso príncipe de Mirkwood, y ahora no era más que un elfo quebrado de la

forma más espantosa.

- "¿Aragorn? ¿estoy muerto? ¿es así como se siente la muerte? ¡No! Este dolor no

es de un cuerpo sin vida…aún estoy aquí ¡Oh Mandos, por favor llévame! No

permitas que esto pase de nuevo, ¡quítame este sufrimiento!"

***************

Cerca de la cueva

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Faramir y sus hombres estaban siguiendo las huellas de un pequeño grupo de

uruk-hai, los que habrían dado muerte a los elfos que hallaron cubiertos por varios

matorrales. Las criaturas jamás enterraban a sus víctimas, por lo que dedujeron

que uno de los elfos había sobrevivido.

Al continuar siguiendo el rastro, hallaron huellas de un caballo que había huído y

restos de un morral y alimento élfico. Era obvio que el sobreviviente había sido

capturado. Tocaron el cuerno en señal de amedrentamiento y partieron tras las

huellas.

Les tomó algunos días rastrearlos adecuadamente, pues el terreno era rocoso y el

avance de las criaturas no era fácil de seguir. Avanzaban con cuidado, pues no

deseaban ser vistos. La tercera noche de la persecusión, un espantoso grito les

sobrecogió el corazón. Su ayuda había llegado demasiado tarde para el

infortunado cautivo, mas sería vengado. Se pusieron en marcha inmediatamente,

hacia el origen de aquél alarido.

Finalmente, hallaron restos de un campamento y se apostaron entre las rocas,

junto a la entrada de una cueva. No se oía ningún sonido, mas ya amanecía.

Optaron por esperar la salida del sol, pues los uruk-hai, a pesar de no ser

vulnerables a la luz como los orcos, no se sentían cómodos combatiendo de día.

Con el primer rayo de sol, acribillaron a flechazos al centinela, y la lucha comenzó.

Los uruk-hai eran pocos, pero inmensamente fuertes, y estaban desesperados

pues habían sido acorralados en una cueva. Los hombres de Faramir sumaban

veinte y estaban bien armados. Lucharon durante casi una hora, hasta que

finalmente cayeron todos menos Gorbag que se encontraba al fondo de la cueva

luchando con su espada.

Tres hombres lo atacaron, pero logró asesinar a dos de ellos. Faramir en persona

entró a la cueva y su coraje tomó más bríos al ver a sus hombres caídos. Tomó la

espada y continuó el duelo, logrando decapitar a un cansado Gorbag, luego de

varios minutos de lucha.

Se disponían a retirarse, llevando los cuerpos de sus hombres caídos, cuando

Beregond, capitán de la guardia, reparó en un bulto oscuro que yacía al fondo de

la cueva.

- "Señor Faramir, aquí hay algo", exclamó. Faramir se detuvo ¡El cautivo! Aunque

sólo sería su cadáver.

- "Tráelo. Con cuidado", recomendó a Beregond.

Beregond y otro de los guardias se acercaron al prisionero, apenas veían dentro de

la cueva, pero alcanzaron a distinguir unos cabellos rubios. Beregond se arrodilló y

tocó su cuello, buscando señales de vida. Se sorprendió mucho al sentir el latido

que, aunque débil, indicaba que había aún una chispa de vida en el maltratado

cuerpo. Lo alzó de los hombros, con cuidado de que la cabeza no colgase. Al

levantarlo, sus manos se mancharon con la sangre que cubría todo el torso del

cautivo. Su compañero lo alzó de los pies y lentamente lo sacaron fuera de la

cueva, donde los otros guardias retiraban también los cadáveres de los uruk-hai.

- "¡Es un elfo!", exclamó uno de ellos.

Beregond lo depositó sobre la hierba lo más cuidadosamente que pudo. Faramir se

acercó a prisa para examinar al herido. El señor de Ithilien palideció al reconocer al

elfo.

- "¡Legolas!", exclamó espantado. Luego, se despojó de su manto para cubrir el

cuerpo desnudo del príncipe de Mirkwood de las miradas de los guardias.

- "Está agonizando, Señor. Nada podemos hacer por él", dijo Beregond

tristemente.

- "¡No! ¡No puede, un guerrero como él no debe morir así! ¡Vivirá!", exclamó

Faramir, alzando la cabeza de Legolas. Su rostro hinchado presentaba las marcas

de los golpes recibidos, sus ojos estaban cerrados.

- "¡Legolas! ¡Soy yo! Estás a salvo. Abre los ojos, por favor!"

- "..A..Aragorn?", sus labios se movieron apenas para formar esa única palabra.

Los ojos permanecieron cerrados. Faramir, más que oírlo, adivinó el nombre y de

pronto recordó: ¡Las manos del Rey!

- "Beregond, ve a Gondor enseguida. Avísale al Rey lo acontecido y llévalo a

Ithilien. Fernion, ve a Ithilien y avísale a la Dama Eowyn que vamos en camino y

que nos espere con el mejor sanador. Dru y Mael, traigan agua y vendajes!"

Los hombres partieron en seguida, mientras Faramir examinaba las heridas en el

cuerpo de Legolas. El señor de Ithilien se estremeció al ver un reguero de líquido

negruzco y maloliente que se mezclaba con la sangre que corría por los muslos del

elfo, y comprendió que se trataba de la semilla de las criaturas que yacían muertas

en la cueva. Lágrimas de impotencia cayeron de su noble rostro al no haber

llegado antes y evitar el ultraje de que había sido víctima el valiente elfo.

Con ayuda de sus hombres, limpió cuidadosamente las heridas en el torso y

espalda del elfo, y las vendó. Cubrió el hinchado rostro con un ungüento especial y

arregló sus cabellos. Luego, atendió la herida más grave. Sus hombres contuvieron

el aliento mientras lo ayudaban a mover al elfo con cuidado. Era la herida más

espantosa que había visto. Trató de limpiarla lo mejor posible, y colocó un lienzo

entre los muslos del elfo para que contuviera la hemorragia que aún tenía. Con

ayuda de sus guardias, lo vistió con sus ropas de repuesto.

- "Mi señor, será afortunado si pasa la noche", comentó uno de los guardias.

- "Vivirá Mael. Él sobrevivió al ataque del Nazgul, tiene una gran fortaleza. Sólo

debemos llevarlo cuanto antes a Ithilien"

Y empezaron a preparar la partida. No hubo tiempo para limpiar la zona e incinerar

los cadáveres de las bestias. La principal prioridad entonces era sacar a Legolas de

allí. El camino a Ithilien era de cuatro días y Faramir rogó por que su amigo tuviera

la fortaleza para resistirlos.

TCB