37 Reencuentro
Disclaimer: Todo esto pertenece a Tolkien, y bla bla bla.
A/N: Pues aquí se armó la grande. Creo que este será el penúltimo o antepenúltimo capítulo. Aun estoy pensando cómo deshacerme de Arwen, pues ningún tormento parece ser suficiente para semejante arpía. Acepto sugerencias
*****************
Gondor
*****************
Había pasado una semana desde que Legolas partiera, y Aragorn sentía el mismo desasosiego, que empeoraba cada día. Ni siquiera la presencia de Arwen podía animarlo, sino todo lo contrario, pues lo hacía sentir más culpable por no poder apartar se sus pensamientos al elfo rubio.
Los dolores de cabeza se habían hecho permanentes, y pasaba los días encerrado en su estudio, sin atender a nadie. Incluso delegó a sus ministros algunas tareas del reino.
En el palacio corría el rumor de que el rey estaba gravemente enfermo, pero los sanadores nada podían hacer por él. Solamente Ioreth asentía gravemente cuando oía los rumores, diciendo a quien quisiera oírla:
- "Yo siempre lo dije. Ese príncipe y el rey son más que amigos, y ahora que se ha ido, el rey está enfermo de pena. Pero le aconsejé hace tiempo que siguiera su corazón y él no me hizo caso. Si me hubiera escuchado nada de esto habría sucedido".
Las personas que la oían se llevaban la mano a la cabeza indicando que la anciana desvariaba, pues, ¿cómo el rey de Gondor podría amar a un elfo, teniendo por esposa a la más hermosa elfa de la Tierra Media?
Arwen intentaba de todo para que Aragorn reaccionase, pero él no parecía notarlo. Le hablaba amablemente y era cariñoso con ella como siempre, pero su mirada estaba perdida y su mente ausente, como si sus pensamientos estuvieran ocupados en otra cosa...o en otra persona.
Un día, el rey salió a caminar, cansado de su encierro, y sus piernas lo llevaron a las Casas de Curación. Se sentó en la glorieta, junto a la pequeña fuente, con la sensación de que había algo importante que debía recordar, pero no lo conseguía.
De pronto, una de las doncellas de palacio se acercó tímidamente y le dirigió la palabra.
- "Mi señor, ¿puedo hablarle?"
- "Claro", respondió el rey amablemente.
La joven se veía ansiosa y apretaba algo con las manos, como si quisiera ocultarlo.
- "Perdóneme, su Alteza, pero tengo esto desde hace días. No se lo quise dar en el palacio porque la reina", tartamudeó la doncella, "porque la reina no deseaba que se lo molestara", respiró profundamente antes de añadir, "pero hoy que lo vi salir, me atreví a seguirlo para devolvérselo"
- "¿Qué es? ¿Por qué tanto misterio?", preguntó Aragorn, intrigado.
- "L-lo siento, señor", tartamudeó ella, "pero Aileen decía que era suyo y yo no lo creí así"
- "¿Aileen?"
- "La doncella de la reina, señor"
- "Ahh. Bien, ¿qué es eso tan misterioso?"
La doncella extendió la mano con el puño cerrado apretando el objeto. Aragorn extendió la mano también, con la palma hacia arriba y ella dejó caer el objeto. El rey dejó salir una exclamación de asombro ¡El colgante! y recordó que él lo había encontrado el día que el caballo de Legolas apareció.
- "¿Dónde estaba?", preguntó
- "Entre sus ropas, señor. Lo encontré cuando las revisaba para lavarlas. Son las que trajo usted de su último viaje", explicó la doncella, más calmada, "Aileen dijo que era suyo, pero no le creí porque se ve que es una joya muy valiosa"
- "Hiciste bien", respondió el rey. "Yo la guardaré y aclararé esto con Aileen. Puedes retirarte"
Aragorn se quedó mirando la joya en la palma de su mano. Esta vez, la "L" y la "A" entrelazadas tenían un nuevo significado para él. Se sentía mareado, algunas imágenes pasaron por su cerebro: una fiesta en el palacio, una conversación con Gimli y Legolas riendo. ¡Legolas! esa "L" era de Legolas, estaba seguro...su nerviosismo era tal, que la joya cayó en la pequeña fuente.
Se inclinó para recogerla, y entonces unas palabras se dibujaron en el agua. "la hoja guiará tu corazón", en un fugaz instante, se habían ido. Esas palabras...¿tendrían algún significado? El rey recuperó el colgante y lo apretó fuertemente contra su pecho, tratando de pensar. De pronto, lo vio, ¡la profecía de Galadriel! se refería a Legolas y a él. La joya era de Legolas.
- "Elessar, querido", llamó Arwen con voz melosa, "¿te encuentras allí?"
El rey ocultó el colgante entre sus ropas. De algún modo, sabía que Arwen no debía verlo.
- "Aquí estoy", respondió.
La reina lo miró con curiosidad, pero no pudo descifrar nada en su mirada. Lo tomó del brazo y caminaron hacia la salida.
Esa noche, Aragorn soñó con labios ardientes y rubios cabellos, y también con el ataque que sufrió Legolas. Fue como si lo presenciara, Legolas se debatía entre las garras de las bestias, gritando en vano mientras lo poseían a viva fuerza, hasta que los gritos cesaron. El rey despertó bañado en sudor, siendo confortado por Arwen, pero la apartó y se levantó agitado. Luego, se encerró en el estudio.
Amanecía, cuando el rey por fin abrió la puerta del estudio. Había tomado una decisión.
Llegaría al fondo de todo eso.
Buscaría a Legolas.
E iría sólo.
Se dirigió a los establos en busca del mejor caballo. Se alegró mucho de encontrar allí a Arod y pidió que lo preparasen, luego, se dirigió al jefe de guardias y persona de su total confianza y le dijo hacia donde se dirigía. También le pidió no decírselo a la reina hasta entrada la tarde, pues deseaba partir con tranquilidad.
Montó en Arod y partió, sintiendo cierto alivio en su corazón.
****************
Lothlórien
****************
Legolas estaba sentado junto a la fuente, con las manos cruzadas sobre su regazo, apenas percatàndose de la belleza que lo rodeaba; el día estaba radiante y el sol se reflejaba en sus cabellos dorados y en su pálido e inexpresivo rostro, pero el elfo parecía no sentirlo, limitándose a permanecer sentado y silencioso.
Así había estado desde que llegó a Lothlórien, sin ningún signo de mejoría. La Dama Galadriel le había asignado el talan más cómodo, que compartía con su hermano y con Gimli. Lo había examinado también cuidadosamente, pero había sacudido tristemente la cabeza y explicado a Haldamir:
- "Lo siento. Está fuera del alcance de mi ayuda, nada puedo hacer, excepto brindarle alojamiento y confiar en que la magia del bosque dorado pueda ayudarlo con el tiempo"
Haldamir se sintió frustrado, si Galadriel no podía ayudarlo, ¿quién podría?
- "Mi señora, ¿qué mal aqueja a mi hermano?", preguntó angustiado.
- "Los elfos mueren de pena, Haldamir. Legolas ha experimentado un dolor tan terrible que se ha refugiado en algún lugar de su mente, donde siente que no le podrán hacer más daño", explicó la dama.
- "Pero, ¿no podemos hacer nada?", dijo el triste elfo.
- "Desgraciadamente no. Esto está más allá de mis poderes, Haldamir. Únicamente podemos confiar en la magia de este lugar", pero añadió pensativa, "o quizás en otra cosa"
- "¿Qué cosa?"
- "Yo una vez miré en el corazón de Legolas y vi un amor tan puro que confié en que sería el sostén de Aragorn en su tarea. También miré el corazón de Aragorn y vi que haría cualquier sacrificio por tu hermano", Haldamir apretó lo puño con ira, "creo que en esto último me equivoqué", dijo ella con dulzura, "no obstante, es muy extraño todo esto".
- "El rey de Gondor pagará con su sangre esta afrenta", dijo Haldamir con voz ronca.
- "Legolas necesita de tu presencia ahora. Ningún bien puedes hacerle si lo abandonas para buscar venganza. Además, el rey de Gondor ya no es bienvenido aquí", dijo ella, finalizando la entrevista.
Dos semanas luego de esa charla, las cosas seguían iguales. Haldir y Finwe constantemente hacían cambios en sus turnos de guardia para acompañar a Legolas, a Haldamir y a Gimli.
En esos momentos, Finwe acababa de dejar a Legotas sentado en una banca junto a la fuente, su lugar favorito en Lothlórien, pero el otro elfo parecía ni siquiera notar que se encontraba al aire libre.
El elfo pelirrojo subió a un árbol desde donde dominaba el paisaje y podía vigilar también a Legolas. No había transcurrido mucho tiempo, cuando, oculto en el follaje, observó algo que lo dejó atónito.
Un hombre que parecía estar en el límite de sus fuerzas avanzaba con sigilo por el bosque, ocultándose hábilmente entre los árboles, a la manera élfica. Apuntó al humano con una flecha, pero poco después la dejó caer atónito. ¡Aragorn!
¿Qué hacía el Rey de Gondor allí? Cuando había causado tanto daño y la Dama Galadriel estaba al corriente de lo sucedido, ¿cómo se atrevía a volver? ¿cómo logró burlar a los centinelas? ¿y a la Dama, que todo lo sabía? Un pensamiento lo asaltó de pronto. ¿Y si la dama lo sabía y lo había dejado pasar adrede? Desde su posición podía ver lo que sucedía abajo, y una flecha hábilmente disparada acabaría con la miserable vida de Aragorn si intentaba algo malo hacia Legolas. Se dispuso a observar con el brazo tenso sobre su arco y una flecha que apuntaba al corazón del rey.
Aragorn avanzó silenciosamente. Había aprendido a desplazarse sin producir ruido alguno en sus tiempos de montaraz. Observó entre los árboles, y entonces lo vio. El corazón casi le da un vuelco. Sentado junto a la fuente, estaba Legolas. Solo.
Era el momento de aclararlo todo. De pedir perdón por algo que sabía que había hecho pero que no podía recordar.
Avanzó vacilante, pero el elfo no se movió.
Sólo cuando estuvo frente a él y vio sus ojos vacíos se dio cuenta que su amado se encontraba en la misma triste situación en que había salido de Gondor. Ni Galadriel con todo su poder había podido ayudarlo.
- "¡Legolas! ¡Legolas"", exclamó arrojándose a sus pies, sollozando de rodillas ante el elfo.
Pero los ojos azules continuaron inexpresivos.
El humano se sentó junto al elfo y tomó sus manos entre las suyas. Las lágrimas caían sin control sobre su rostro, mojando su barba crecida durante el viaje, mientras balbuceaba, "Legolas…no sé, no recuerdo. Te hice daño, puedo sentirlo, pero no sé por qué", repetía una y otra vez, sin obtener respuesta.
Su mano acarició la pálida mejilla y echó hacia atrás el rubio cabello, para seguir hasta su cuello y abrazarse de pronto del elfo. Lo abrazó con todas sus fuerzas, sollozando.
– "Te amo, Legolas, ¡te amo! He deshonrado a los míos pero no me importa, yo te amo y eso nada ni nadie lo cambiará"
Entonces, sintió un ligero movimiento en el cuerpo del elfo. Sus manos se habían movido ligeramente y pudo oír claramente un suspiro. Miró al elfo ansiosamente y notó que sus labios temblaban ligeramente. Entonces, sin saber por qué, posó sus labios sobre los de Legolas, sintiendo al instante que era allí a donde pertenecían. Los besó ardientemente, mojando el rostro de Legolas con sus propias lágrimas, hasta que sintió una ligerísima respuesta.
Pero entonces, la cabeza pareció estallarle con mil imágenes. Vio a Legolas junto a él, dormidos, haciendo el amor, riendo alegremente. Se vio a sí mismo diciéndole a Arwen que todo había terminado, que amaba a Legolas. Vio a Arwen hablando en un lenguaje extraño y a sí mismo anunciando su boda. Soltó a Legolas bruscamente, horrorizado de lo que acababa de ver.
Sólo atinó a gritar con voz ronca.
– "¡Arwen!"
Y salió corriendo como enloquecido hacia el bosque.
Finwe estuvo en el suelo en un instante y Haldir apareció también, atraído por el grito.
- "¡Es Aragorn!", gritó el elfo pelirrojo, "¡Alcánzalo!"
Haldir partió de prisa mientras Finwe levantaba a Legolas que sollozaba violentamente sobre la banca. Los ojos del elfo estaban desmesuradamente abiertos y sólo decía.
– "¡Aragorn!"
Finwe lo tomó en brazos para llevarlo a su talan, pero Haldamir, que también había oído los gritos, se lo arrebató de los brazos y lo llevó el mismo. En el talan, Haldamir depositó a Legolas sobre una de las camas tratando de hablar con él, pero lo único que podía distinguir de los sollozos balbuceantes de su hermano fue
- "¡Le di asco! ¡Me desprecia!"
Finwe salió inmediatamente a buscar a la Dama Galadriel, que llegó presurosa. Cuando Finwe relató lo ocurrido, Haldamir tomó su espada dispuesto a vengar a su hermano. El elfo pelirrojo trató de detenerlo, pero recibió un terrible golpe que lo envió hacia el muro, golpeándole la cabeza, y cayó sin sentido.
Haldir había dado finalmente alcance a Aragorn junto al lago, pero al contrario de lo que pensaba, lo encontró de rodillas sollozando en un estado de desesperación tal que logró conmoverlo.
Se acercó, tocándole el hombro, pero el rey no le hizo caso, sólo balbuceaba
– "Arwen, Legolas" y palabras ininteligibles.
Haldir se detuvo inseguro sobre lo que debería hacer con el rey en ese estado, pero entonces Haldamir salió de entre los árboles con la espada desenvainada y se arrojó sobre Aragorn.
El rey vio a Haldamir venir furioso sobre él, pero no hizo nada por evitarlo. Después de todo, merecía la muerte. Lo que hizo a Legolas era imperdonable, no debía vivir. Entre las lágrimas que le inundaban los ojos pudo ver la hoja que venía directamente hacia su corazón.
Pero la muerte no llegó.
Haldir, ágilmente desvió el golpe con su propia espada, ante el grito de furia de Haldamir. El rey permaneció donde estaba, sin que pareciera importarle lo sucedido.
Pero Haldir no iba a dejar las cosas así. Luchó con Haldamir para impedirle golpear al soberano, pero el otro elfo estaba como enloquecido. Se trenzaron en una lucha de la cual Haldir salió victorioso, arrojándolo al suelo.
- "¡Basta, Haldamir!", gritó, "¡míralo!.. Ni siquiera piensa defenderse. Él está sufriendo tanto como Legolas y creo que sabe de este asunto más que nosotros".
Haldamir miró a Aragorn y en realidad el orgulloso rey de Gondor presentaba un triste espectáculo, tenía el cabello despeinado, la barba crecida y los ojos extraviados, como un loco. Y no dejaba de lamentarse y pedir perdón. Una y otra vez la palabra "Legolas" brotaba de sus labios.
El príncipe de Mirkwood se puso de pie, mirándolo con desprecio. Pero Haldir había tomado al rey por el hombro obligándolo a ponerse de pie.
- "Rey Elessar de Gondor. En nombre de la Dama Galadriel, debo llevarlo a su presencia", informó.
El rey asintió tratando de calmarse y los tres se dirigieron silenciodsamente hacia el talan donde se encontraba Galadriel con Legolas.
La Dama había dado a Legolas un líquido que logró transformar sus sollozos en suspiros, luego en en una respiración pausada y finalmente en un sueño profundo.
En el talan había dos camas juntas, donde dormían Haldamir y Legolas, pero ahora una de ellas estaba ocupada por Legolas y la otra por Finwe que despertaba en el momento en que los otros tres entraban.
Haldir se apresuró a ayudarlo.
- "¿Qué pasó?", preguntó preocupado.
- "No es nada", lo tranquiilizó Finwe, fulminando con la mirada a Haldamir, "un accidente sin importancia", dijo poniéndose de pie con algo de dificultad.
Aragorn caminó vacilante hacia la dama Galadriel y cayó de rodillas ante ella.
- "Señora, ¿qué hago?"
La dama lo miró compasivamente.
- "Tu salvación será una pequeña hoja del bosque negro, rey de Gondor. Bebe esto", y le alcanzó un cáliz de cristal lleno de un líquido rojo.
El rey miró la copa y la bebió dócilmente. Ella sabía, ella leía su corazón. ¿Sería veneno? Pues gustoso lo tomaba, merecía la muerte por el daño que le había causado a la persona que más quería.
Bebió lentamente hasta la última gota. Luego cayó de bruces en el piso.
- "Señora, ¿lo has matado?" preguntó Haldamir con un nudo en la garganta.
- "No", respondió ella dulcemente, "Haldir, llevalo hacia la cama" ordenó. Haldir lo hizo y la miró interrogante.
- "Ahora", continuó ella, "debemos esperar. Salgamos de aquí, ellos necesitan resolver esto solos".
- "P-pero..." trató de protestar Haldamir y la dama lo tomó de un brazo sacándolo de allí.
Finalmente, Legolas y Aragorn compartian un sueño.
Dormían uno junto al otro; y, si Eru así lo quería, al despertar podria cambiar nuevamente el curso de la historia.
TBC
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Disclaimer: Todo esto pertenece a Tolkien, y bla bla bla.
A/N: Pues aquí se armó la grande. Creo que este será el penúltimo o antepenúltimo capítulo. Aun estoy pensando cómo deshacerme de Arwen, pues ningún tormento parece ser suficiente para semejante arpía. Acepto sugerencias
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Gondor
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Había pasado una semana desde que Legolas partiera, y Aragorn sentía el mismo desasosiego, que empeoraba cada día. Ni siquiera la presencia de Arwen podía animarlo, sino todo lo contrario, pues lo hacía sentir más culpable por no poder apartar se sus pensamientos al elfo rubio.
Los dolores de cabeza se habían hecho permanentes, y pasaba los días encerrado en su estudio, sin atender a nadie. Incluso delegó a sus ministros algunas tareas del reino.
En el palacio corría el rumor de que el rey estaba gravemente enfermo, pero los sanadores nada podían hacer por él. Solamente Ioreth asentía gravemente cuando oía los rumores, diciendo a quien quisiera oírla:
- "Yo siempre lo dije. Ese príncipe y el rey son más que amigos, y ahora que se ha ido, el rey está enfermo de pena. Pero le aconsejé hace tiempo que siguiera su corazón y él no me hizo caso. Si me hubiera escuchado nada de esto habría sucedido".
Las personas que la oían se llevaban la mano a la cabeza indicando que la anciana desvariaba, pues, ¿cómo el rey de Gondor podría amar a un elfo, teniendo por esposa a la más hermosa elfa de la Tierra Media?
Arwen intentaba de todo para que Aragorn reaccionase, pero él no parecía notarlo. Le hablaba amablemente y era cariñoso con ella como siempre, pero su mirada estaba perdida y su mente ausente, como si sus pensamientos estuvieran ocupados en otra cosa...o en otra persona.
Un día, el rey salió a caminar, cansado de su encierro, y sus piernas lo llevaron a las Casas de Curación. Se sentó en la glorieta, junto a la pequeña fuente, con la sensación de que había algo importante que debía recordar, pero no lo conseguía.
De pronto, una de las doncellas de palacio se acercó tímidamente y le dirigió la palabra.
- "Mi señor, ¿puedo hablarle?"
- "Claro", respondió el rey amablemente.
La joven se veía ansiosa y apretaba algo con las manos, como si quisiera ocultarlo.
- "Perdóneme, su Alteza, pero tengo esto desde hace días. No se lo quise dar en el palacio porque la reina", tartamudeó la doncella, "porque la reina no deseaba que se lo molestara", respiró profundamente antes de añadir, "pero hoy que lo vi salir, me atreví a seguirlo para devolvérselo"
- "¿Qué es? ¿Por qué tanto misterio?", preguntó Aragorn, intrigado.
- "L-lo siento, señor", tartamudeó ella, "pero Aileen decía que era suyo y yo no lo creí así"
- "¿Aileen?"
- "La doncella de la reina, señor"
- "Ahh. Bien, ¿qué es eso tan misterioso?"
La doncella extendió la mano con el puño cerrado apretando el objeto. Aragorn extendió la mano también, con la palma hacia arriba y ella dejó caer el objeto. El rey dejó salir una exclamación de asombro ¡El colgante! y recordó que él lo había encontrado el día que el caballo de Legolas apareció.
- "¿Dónde estaba?", preguntó
- "Entre sus ropas, señor. Lo encontré cuando las revisaba para lavarlas. Son las que trajo usted de su último viaje", explicó la doncella, más calmada, "Aileen dijo que era suyo, pero no le creí porque se ve que es una joya muy valiosa"
- "Hiciste bien", respondió el rey. "Yo la guardaré y aclararé esto con Aileen. Puedes retirarte"
Aragorn se quedó mirando la joya en la palma de su mano. Esta vez, la "L" y la "A" entrelazadas tenían un nuevo significado para él. Se sentía mareado, algunas imágenes pasaron por su cerebro: una fiesta en el palacio, una conversación con Gimli y Legolas riendo. ¡Legolas! esa "L" era de Legolas, estaba seguro...su nerviosismo era tal, que la joya cayó en la pequeña fuente.
Se inclinó para recogerla, y entonces unas palabras se dibujaron en el agua. "la hoja guiará tu corazón", en un fugaz instante, se habían ido. Esas palabras...¿tendrían algún significado? El rey recuperó el colgante y lo apretó fuertemente contra su pecho, tratando de pensar. De pronto, lo vio, ¡la profecía de Galadriel! se refería a Legolas y a él. La joya era de Legolas.
- "Elessar, querido", llamó Arwen con voz melosa, "¿te encuentras allí?"
El rey ocultó el colgante entre sus ropas. De algún modo, sabía que Arwen no debía verlo.
- "Aquí estoy", respondió.
La reina lo miró con curiosidad, pero no pudo descifrar nada en su mirada. Lo tomó del brazo y caminaron hacia la salida.
Esa noche, Aragorn soñó con labios ardientes y rubios cabellos, y también con el ataque que sufrió Legolas. Fue como si lo presenciara, Legolas se debatía entre las garras de las bestias, gritando en vano mientras lo poseían a viva fuerza, hasta que los gritos cesaron. El rey despertó bañado en sudor, siendo confortado por Arwen, pero la apartó y se levantó agitado. Luego, se encerró en el estudio.
Amanecía, cuando el rey por fin abrió la puerta del estudio. Había tomado una decisión.
Llegaría al fondo de todo eso.
Buscaría a Legolas.
E iría sólo.
Se dirigió a los establos en busca del mejor caballo. Se alegró mucho de encontrar allí a Arod y pidió que lo preparasen, luego, se dirigió al jefe de guardias y persona de su total confianza y le dijo hacia donde se dirigía. También le pidió no decírselo a la reina hasta entrada la tarde, pues deseaba partir con tranquilidad.
Montó en Arod y partió, sintiendo cierto alivio en su corazón.
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Lothlórien
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Legolas estaba sentado junto a la fuente, con las manos cruzadas sobre su regazo, apenas percatàndose de la belleza que lo rodeaba; el día estaba radiante y el sol se reflejaba en sus cabellos dorados y en su pálido e inexpresivo rostro, pero el elfo parecía no sentirlo, limitándose a permanecer sentado y silencioso.
Así había estado desde que llegó a Lothlórien, sin ningún signo de mejoría. La Dama Galadriel le había asignado el talan más cómodo, que compartía con su hermano y con Gimli. Lo había examinado también cuidadosamente, pero había sacudido tristemente la cabeza y explicado a Haldamir:
- "Lo siento. Está fuera del alcance de mi ayuda, nada puedo hacer, excepto brindarle alojamiento y confiar en que la magia del bosque dorado pueda ayudarlo con el tiempo"
Haldamir se sintió frustrado, si Galadriel no podía ayudarlo, ¿quién podría?
- "Mi señora, ¿qué mal aqueja a mi hermano?", preguntó angustiado.
- "Los elfos mueren de pena, Haldamir. Legolas ha experimentado un dolor tan terrible que se ha refugiado en algún lugar de su mente, donde siente que no le podrán hacer más daño", explicó la dama.
- "Pero, ¿no podemos hacer nada?", dijo el triste elfo.
- "Desgraciadamente no. Esto está más allá de mis poderes, Haldamir. Únicamente podemos confiar en la magia de este lugar", pero añadió pensativa, "o quizás en otra cosa"
- "¿Qué cosa?"
- "Yo una vez miré en el corazón de Legolas y vi un amor tan puro que confié en que sería el sostén de Aragorn en su tarea. También miré el corazón de Aragorn y vi que haría cualquier sacrificio por tu hermano", Haldamir apretó lo puño con ira, "creo que en esto último me equivoqué", dijo ella con dulzura, "no obstante, es muy extraño todo esto".
- "El rey de Gondor pagará con su sangre esta afrenta", dijo Haldamir con voz ronca.
- "Legolas necesita de tu presencia ahora. Ningún bien puedes hacerle si lo abandonas para buscar venganza. Además, el rey de Gondor ya no es bienvenido aquí", dijo ella, finalizando la entrevista.
Dos semanas luego de esa charla, las cosas seguían iguales. Haldir y Finwe constantemente hacían cambios en sus turnos de guardia para acompañar a Legolas, a Haldamir y a Gimli.
En esos momentos, Finwe acababa de dejar a Legotas sentado en una banca junto a la fuente, su lugar favorito en Lothlórien, pero el otro elfo parecía ni siquiera notar que se encontraba al aire libre.
El elfo pelirrojo subió a un árbol desde donde dominaba el paisaje y podía vigilar también a Legolas. No había transcurrido mucho tiempo, cuando, oculto en el follaje, observó algo que lo dejó atónito.
Un hombre que parecía estar en el límite de sus fuerzas avanzaba con sigilo por el bosque, ocultándose hábilmente entre los árboles, a la manera élfica. Apuntó al humano con una flecha, pero poco después la dejó caer atónito. ¡Aragorn!
¿Qué hacía el Rey de Gondor allí? Cuando había causado tanto daño y la Dama Galadriel estaba al corriente de lo sucedido, ¿cómo se atrevía a volver? ¿cómo logró burlar a los centinelas? ¿y a la Dama, que todo lo sabía? Un pensamiento lo asaltó de pronto. ¿Y si la dama lo sabía y lo había dejado pasar adrede? Desde su posición podía ver lo que sucedía abajo, y una flecha hábilmente disparada acabaría con la miserable vida de Aragorn si intentaba algo malo hacia Legolas. Se dispuso a observar con el brazo tenso sobre su arco y una flecha que apuntaba al corazón del rey.
Aragorn avanzó silenciosamente. Había aprendido a desplazarse sin producir ruido alguno en sus tiempos de montaraz. Observó entre los árboles, y entonces lo vio. El corazón casi le da un vuelco. Sentado junto a la fuente, estaba Legolas. Solo.
Era el momento de aclararlo todo. De pedir perdón por algo que sabía que había hecho pero que no podía recordar.
Avanzó vacilante, pero el elfo no se movió.
Sólo cuando estuvo frente a él y vio sus ojos vacíos se dio cuenta que su amado se encontraba en la misma triste situación en que había salido de Gondor. Ni Galadriel con todo su poder había podido ayudarlo.
- "¡Legolas! ¡Legolas"", exclamó arrojándose a sus pies, sollozando de rodillas ante el elfo.
Pero los ojos azules continuaron inexpresivos.
El humano se sentó junto al elfo y tomó sus manos entre las suyas. Las lágrimas caían sin control sobre su rostro, mojando su barba crecida durante el viaje, mientras balbuceaba, "Legolas…no sé, no recuerdo. Te hice daño, puedo sentirlo, pero no sé por qué", repetía una y otra vez, sin obtener respuesta.
Su mano acarició la pálida mejilla y echó hacia atrás el rubio cabello, para seguir hasta su cuello y abrazarse de pronto del elfo. Lo abrazó con todas sus fuerzas, sollozando.
– "Te amo, Legolas, ¡te amo! He deshonrado a los míos pero no me importa, yo te amo y eso nada ni nadie lo cambiará"
Entonces, sintió un ligero movimiento en el cuerpo del elfo. Sus manos se habían movido ligeramente y pudo oír claramente un suspiro. Miró al elfo ansiosamente y notó que sus labios temblaban ligeramente. Entonces, sin saber por qué, posó sus labios sobre los de Legolas, sintiendo al instante que era allí a donde pertenecían. Los besó ardientemente, mojando el rostro de Legolas con sus propias lágrimas, hasta que sintió una ligerísima respuesta.
Pero entonces, la cabeza pareció estallarle con mil imágenes. Vio a Legolas junto a él, dormidos, haciendo el amor, riendo alegremente. Se vio a sí mismo diciéndole a Arwen que todo había terminado, que amaba a Legolas. Vio a Arwen hablando en un lenguaje extraño y a sí mismo anunciando su boda. Soltó a Legolas bruscamente, horrorizado de lo que acababa de ver.
Sólo atinó a gritar con voz ronca.
– "¡Arwen!"
Y salió corriendo como enloquecido hacia el bosque.
Finwe estuvo en el suelo en un instante y Haldir apareció también, atraído por el grito.
- "¡Es Aragorn!", gritó el elfo pelirrojo, "¡Alcánzalo!"
Haldir partió de prisa mientras Finwe levantaba a Legolas que sollozaba violentamente sobre la banca. Los ojos del elfo estaban desmesuradamente abiertos y sólo decía.
– "¡Aragorn!"
Finwe lo tomó en brazos para llevarlo a su talan, pero Haldamir, que también había oído los gritos, se lo arrebató de los brazos y lo llevó el mismo. En el talan, Haldamir depositó a Legolas sobre una de las camas tratando de hablar con él, pero lo único que podía distinguir de los sollozos balbuceantes de su hermano fue
- "¡Le di asco! ¡Me desprecia!"
Finwe salió inmediatamente a buscar a la Dama Galadriel, que llegó presurosa. Cuando Finwe relató lo ocurrido, Haldamir tomó su espada dispuesto a vengar a su hermano. El elfo pelirrojo trató de detenerlo, pero recibió un terrible golpe que lo envió hacia el muro, golpeándole la cabeza, y cayó sin sentido.
Haldir había dado finalmente alcance a Aragorn junto al lago, pero al contrario de lo que pensaba, lo encontró de rodillas sollozando en un estado de desesperación tal que logró conmoverlo.
Se acercó, tocándole el hombro, pero el rey no le hizo caso, sólo balbuceaba
– "Arwen, Legolas" y palabras ininteligibles.
Haldir se detuvo inseguro sobre lo que debería hacer con el rey en ese estado, pero entonces Haldamir salió de entre los árboles con la espada desenvainada y se arrojó sobre Aragorn.
El rey vio a Haldamir venir furioso sobre él, pero no hizo nada por evitarlo. Después de todo, merecía la muerte. Lo que hizo a Legolas era imperdonable, no debía vivir. Entre las lágrimas que le inundaban los ojos pudo ver la hoja que venía directamente hacia su corazón.
Pero la muerte no llegó.
Haldir, ágilmente desvió el golpe con su propia espada, ante el grito de furia de Haldamir. El rey permaneció donde estaba, sin que pareciera importarle lo sucedido.
Pero Haldir no iba a dejar las cosas así. Luchó con Haldamir para impedirle golpear al soberano, pero el otro elfo estaba como enloquecido. Se trenzaron en una lucha de la cual Haldir salió victorioso, arrojándolo al suelo.
- "¡Basta, Haldamir!", gritó, "¡míralo!.. Ni siquiera piensa defenderse. Él está sufriendo tanto como Legolas y creo que sabe de este asunto más que nosotros".
Haldamir miró a Aragorn y en realidad el orgulloso rey de Gondor presentaba un triste espectáculo, tenía el cabello despeinado, la barba crecida y los ojos extraviados, como un loco. Y no dejaba de lamentarse y pedir perdón. Una y otra vez la palabra "Legolas" brotaba de sus labios.
El príncipe de Mirkwood se puso de pie, mirándolo con desprecio. Pero Haldir había tomado al rey por el hombro obligándolo a ponerse de pie.
- "Rey Elessar de Gondor. En nombre de la Dama Galadriel, debo llevarlo a su presencia", informó.
El rey asintió tratando de calmarse y los tres se dirigieron silenciodsamente hacia el talan donde se encontraba Galadriel con Legolas.
La Dama había dado a Legolas un líquido que logró transformar sus sollozos en suspiros, luego en en una respiración pausada y finalmente en un sueño profundo.
En el talan había dos camas juntas, donde dormían Haldamir y Legolas, pero ahora una de ellas estaba ocupada por Legolas y la otra por Finwe que despertaba en el momento en que los otros tres entraban.
Haldir se apresuró a ayudarlo.
- "¿Qué pasó?", preguntó preocupado.
- "No es nada", lo tranquiilizó Finwe, fulminando con la mirada a Haldamir, "un accidente sin importancia", dijo poniéndose de pie con algo de dificultad.
Aragorn caminó vacilante hacia la dama Galadriel y cayó de rodillas ante ella.
- "Señora, ¿qué hago?"
La dama lo miró compasivamente.
- "Tu salvación será una pequeña hoja del bosque negro, rey de Gondor. Bebe esto", y le alcanzó un cáliz de cristal lleno de un líquido rojo.
El rey miró la copa y la bebió dócilmente. Ella sabía, ella leía su corazón. ¿Sería veneno? Pues gustoso lo tomaba, merecía la muerte por el daño que le había causado a la persona que más quería.
Bebió lentamente hasta la última gota. Luego cayó de bruces en el piso.
- "Señora, ¿lo has matado?" preguntó Haldamir con un nudo en la garganta.
- "No", respondió ella dulcemente, "Haldir, llevalo hacia la cama" ordenó. Haldir lo hizo y la miró interrogante.
- "Ahora", continuó ella, "debemos esperar. Salgamos de aquí, ellos necesitan resolver esto solos".
- "P-pero..." trató de protestar Haldamir y la dama lo tomó de un brazo sacándolo de allí.
Finalmente, Legolas y Aragorn compartian un sueño.
Dormían uno junto al otro; y, si Eru así lo quería, al despertar podria cambiar nuevamente el curso de la historia.
TBC
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