Disclaimer: Ni Evangelion ni sus personajes me pertenecen.

El mañana nos pertenece

Tarareando una canción, sintiéndose a gusto al lavar con sus propias manos los vegetales que usará en la cena de esta noche, Hikari, al oír el característico ruido del aceite hirviendo llenando los alrededores al provenir de una sartén caliente, se ladeó de inmediato, para colocar, en dicho recipiente, una gran cantidad de trozos de carne de res que, previamente, ya había cortado y rebanado para la ocasión.

A sus espaldas, haciéndole compañía, la mesa de la cocina lucía repleta de utensilios y demás ingredientes que formarán parte del estofado que preparaba con tanta dedicación. De esa manera, disfrutando de lo que hacía, Hikari alzó la vista mirando hacia el exterior de su hogar a través de una ventana, por la cual, entrando hasta iluminarla, la luz del sol se colaba impoluta desde el firmamento.

Sobresaliendo con una enorme facilidad, al ser casi imposible ignorarlos, los rascacielos que se ubicaban en el centro de Tokio-3 acaparaban gran parte del paisaje urbano que, como espejos, reflejaban el bello atardecer que le dará paso a la noche. Ante esto, apresurándose en terminar, Hikari sonrió con suavidad al disponerse a cortar y picar los restantes complementos que le darán más sabor y textura a su guiso.

Como ya era usual desde que su madre murió cuando era muy pequeña, Hikari, ayudándole a su padre en todo lo que pudiese, se tomaba la molestia de encargarse de los quehaceres domésticos, incluyendo, por supuesto, cocinar para él y sus dos hermanas. Tal cosa, precisamente, era el origen de su grandísimo sentido del deber, que la inducía a asumir, con excesiva seriedad, su papel como presidenta de su clase.

Sin embargo, a diferencia de las incontables veces anteriores donde debía pensar sólo en su padre y hermanas, un rostro más, uno que solía mirar únicamente al asistir a la escuela, era la causa que sintiese un millar de sensaciones arremolinándose en su interior. Y volviéndola a observar gracias a su imaginación, la cara de Toji, dibujándose en el cristal de la ventanilla ante ella, la ruborizó casi en el acto.

No podía negar que estaba enamorada de él desde hace mucho; no obstante, sintiéndose incapaz de superar su timidez al respecto, Hikari se conformaba con mirarlo de soslayo cuando él hablaba con Kensuke y Shinji en lugar de prestarle atención a las enseñanzas de su maestro. Pero sin que lo tuviese contemplado ni planeado, una oportunidad inigualable, apareciendo frente a ella, la incitó a arriesgarse.

Si bien Toji Suzuhara jamás se caracterizó por ser un alumno destacado con calificaciones elevadas, su comportamiento, siendo más que aceptable, le permitió que no fuese castigado ni amonestado por ninguna razón. Empero, tomando a todos por sorpresa, especialmente a ella y al propio Toji, hoy por la mañana se ordenó su presencia en la oficina del director sin que él entendiese el porqué de tal orden.

Así pues, sin que consiguiese ocultar su ansiedad, Hikari lo vio salir del aula dejando un ruidoso mar de susurros entre los demás, quienes, también, se preguntaban qué sucedió. Durante el resto del día, sin que lograse enfocarse en las lecciones de su profesor, Hikari vigiló de reojo la puerta del salón esperando que Toji entrase en cualquier instante. Pero para su desdicha, el tiempo pasaba y él no volvía.

No fue hasta que faltaba poco menos de veinte minutos para que toda la jornada escolar se completara, que Toji, reapareciendo de improviso, al fin le regresó la tranquilidad a Hikari quien se sentía cada vez más impaciente por su prolongada ausencia. Aún así, tal calma no duró mucho para Hikari, quien, conociendo muy bien el modo de ser de Toji, notó que él lucía demasiado serio y muy pensativo.

En aquel momento, al seguirlo vigilando sin importarle si era descubierta, Hikari, en lo más profundo de su inocente corazón, supo que algo había ocurrido y que ese "algo" no era nada bueno. A pesar de esa premonición tan contundente, girándose lentamente de nuevo hacia el pizarrón, Hikari prefirió ignorar aquel llamado de alerta, al no ver, con claridad, nada que confirmase esa impresión tan fatalista.

Más adelante, provocando una estampida humana por parte de los alumnos, la campana de la escuela resonó en los oídos de los allí presentes quienes no se demoraron en retirarse. Irónicamente, como si fuese una broma cruel del destino, al revisar la lista del aseo correspondiente al día de hoy, Hikari, casi sin creerlo, miró asombrada como el nombre de Toji era el asignado para cumplir con aquella tarea.

Una vez realizó aquel inesperado hallazgo, cumpliendo su deber como la líder de la clase, Hikari se lo comunicó a su veterano profesor, el cual, llamando a Suzuhara al verlo con intenciones de marcharse, le indicó que debía quedarse una hora más para que limpiase el aula. Toji, agachando la mirada, sabiendo que era totalmente inútil protestar, no hizo más que asentir con la cabeza antes de volver a su pupitre.

– Quizás debí haberme quedado con Toji para ayudarle a limpiar, se veía tan desanimado y triste.

Hablando consigo misma, aprovechando que se encontraba sola en su hogar, Hikari rompió el silencio que mantenía desde hacía mucho al hacerse aquel comentario. Mientras algunos no veían en Toji nada que lo hiciera distinto a los demás, como era el caso de Asuka, para Hikari, Suzuhara era muchísimo más que la imagen de chico holgazán y perezoso que proyectaba frente a quienes lo rodeaban.

Si bien nunca tuvo la osadía de preguntarle sobre su familia directamente, gracias a Kensuke, quien habituaba hablar de más sin darse cuenta, Hikari, años atrás, pudo enterarse que Toji compartía con ella la tragedia de haber perdido a su madre. Asimismo, Hikari logró saber que Toji tenía una hermana menor que, por encima de cualquier otra cosa, cuidaba como su tesoro más grande en el mundo.

Tal vez esa noción de verlo como un jovencito haragán, con intenciones nobles, fue la que terminó por hacer que se enamorara de él; sin embargo, fuese la razón que fuese, Hikari era capaz de ver la bondad y gentileza que yacía escondida en Toji a simple vista. En consecuencia, con el transcurrir del tiempo, aquel amor secreto fue haciéndose tan inmenso, que Hikari, en su imaginación, se veía casada con él.

Aquello no era más que el juego infantil de una niña que no sospechaba el oscuro futuro que le esperaba a la humanidad; no obstante, cada noche al dormir, sin temerle en lo más mínimo a una amenaza inminente que ni siquiera sabía que existía, su mente, con realismo, la envolvía en aquella dulce fantasía donde ella era la esposa de Toji y vivían juntos en su propia casa criando a sus hijos.

– Espero que le guste la receta que estoy preparando, la escogí especialmente para él.

Habiendo terminado de enjuagar las verduras y demás hortalizas que incluirá en la cena que cocinaba, Hikari, tomando varias de ellas, procedió a cortarlas en rodajas con la ayuda de un filoso cuchillo que, gracias a la práctica y a la experiencia, ya podía dominar con seguridad. A su vez, llegando hasta su nariz, el aroma apetitoso del arroz blanco cociéndose, no muy lejos de ella, le avisó que pronto estará listo.

Si bien en el pasado barajó la posibilidad de obsequiarle a Toji una muestra de la comida que sus manos eran capaces de crear, saboteándose a sí misma, sus nervios y su miedo a no ser correspondida por él, le impidieron intentarlo. Pese a eso, sin que lo imaginase, fue el mismísimo Toji quien abrió aquella puerta que ella nunca se atrevió a abrir. Por ello, poniendo todo su empeño y fe, Hikari confiaba en triunfar.

De lograrlo, Hikari borraría aquella mirada tan desanimada que vio en Toji cuando regresó de la oficina del director, restaurando, por completo, el semblante sonriente que Suzuhara acostumbraba lucir a diario. Ante dicho pensamiento, deteniéndose por un segundo, Hikari se vio a ella misma hacía un par de horas atrás, cuando aún permaneciendo en la escuela, tuvo la charla con él que desembocó en esto.

Habiendo concluido las clases, Hikari, como los demás, podía haberse marchado a casa sin que nada ni nadie la detuviese; empero, sintiéndose atada por un hilo invisible a Toji, quedándose escondida en los pasillos del colegio, Hikari los recorrió sin un rumbo fijo adónde ir. Caminó de un lado al otro, subió y bajó escaleras al trazar una caminata errante, pero una persona siempre estuvo firme en su cabeza.

Parece que Toji pronto terminará de limpiar.

Asomándose por una ventanilla, mirando hacia abajo y afuera, Hikari observó a Toji cargando en sus manos dos grandes bolsas llenas de basura al llevarlas hacia el incinerador de residuos que se ubicaba en el exterior. Vigilándolo sin querer ser detectada, todavía muy intrigada por aquel llamado tan extraño al despacho del director, Hikari se quedó ahí de pie viendo como Toji incineraba tales desperdicios.

Tomándola desprevenida, notando como el astro rey se teñía de naranja cada vez más rápido, Hikari sabía que no podía permanecer más tiempo allí al tener que preparar la cena para su padre y hermanas. No obstante, antes de retirarse, quería despedirse personalmente de Toji, quien, al quemar los desechos del salón acumulados en una semana, se dirigía con rapidez de vuelta hacia el interior del edificio.

Sintiendo su corazón latir muy fuerte, tanto que creyó que saldría disparado de su pecho, Hikari, sorprendiéndose a sí misma, no se dejó dominar por la duda o la timidez y se aventuró a ir a su encuentro. Gracias a que los corredores yacían despejados y vacíos, Hikari, en cuestión de un santiamén, se halló parada delante de la puerta de la clase 2-A, donde ella, junto a sus demás amigos, estudiaba.

Despacio, tomándose un instante para recuperar el aliento, Hikari entró en aquel recinto iluminado por el disco solar, contemplando, con suma facilidad debido a que eran los únicos allí presentes, a un solitario y silencioso Toji Suzuhara que comía en su pupitre. Verlo allí tan solo, comiendo bocadillos comprados en la cafetería, causó que ella desease ofrecerle algo muchísimo más sabroso que eso.

Así pues; aunque le apenaba tener que poner más obligaciones sobre sus hombros, Hikari, cumpliendo con su rol como jefa, lo hizo con amabilidad y delicadeza.

Toji.

¿Sí? –Reaccionando con prontitud al escucharla pronunciar su nombre, Toji, volteándose hacia la entrada del salón, la vio parada en el marco de la puerta.

No olvides que debes barrer el piso, también hay que alinear los pupitres y limpiar el pizarrón.

Te prometo que lo haré después de haber comido, aún no he terminado de almorzar–dándole un sorbo a una caja de leche que bebía con gran sed, Toji, respondiéndole, no escondió su necesidad por saciar su apetito.

¿Por qué siempre compras tu comida en la cafetería de la escuela? –Aunque tal pregunta le parecía demasiada indiscreta de su parte, Hikari, aprovechando la soledad que los acompañaba, acumuló la valentía suficiente como para hacerla.

No hay nadie que cocine para mí en mi casa–Suzuhara, sin mentir ni evadir la consulta de Hikari, le contestó con absoluta franqueza.

Ante dicha contestación, una larga pausa se manifestó entre ambos. Hikari, quien ya estaba enterada del fallecimiento de la madre de Toji, se abofeteó mentalmente a sí misma por haberle hecho tal cuestionamiento sin haber pensado primero en ese doloroso detalle. Sin embargo, sin opción de retroceder sobre sus pasos, Hikari quiso romper el silencio que se prolongaba con cada segundo.

¿Puedo contarte un secreto, Toji? –Si bien sus temores continuaban rondando cerca de ella, Hikari, sin quitarle los ojos de encima al chico que le gustaba, le indagó.

Claro.

Tengo dos hermanas, sus nombres son Kodama y Nozomi–Hikari, todavía sin superar completamente su vergüenza, sintió un tenue rubor impregnando sus mejillas al ladear la mirada–todas las mañanas yo les preparo el desayuno.

Eso es mucho trabajo para ti sola.

En realidad no lo es, soy buena para cocinar y me gusta mucho hacerlo–mirándolo de vuelta, Hikari le aseguró con renovado entusiasmo al confesarle de su pasatiempo favorito.

¿En serio? –Honestamente sorprendido, siendo esta la primera vez que Toji conversaba con Hikari sobre algo que no fuese de sus deberes escolares, Suzuhara empezaba a conocerla mejor–no tenía idea que te gustara la cocina.

Cocinar es mi pasatiempo favorito, en ocasiones preparo de más y siempre nos sobra un poco de comida–dibujando una sonrisa muy dulce, imaginándose a ella misma invitándolo a comer, el sonrojo de Hikari se tornó más intenso.

Es una lástima que se desperdicie tu comida, para mí sería un placer ayudarte a terminar con lo que sobre.

¡Eres muy amable, Toji! –Sintiéndose llena de felicidad, sin creer que aquello estuviese sucediendo, Hikari le sonrió con una dulzura que era única para él al ocurrírsele una idea inesperada– ¡Mañana te traeré un poco de comida para la hora del almuerzo, así podremos almorzar juntos!

Oyendo aquella promesa que le hizo a Toji resonando en su memoria, Hikari, agrandando aún más la sonrisa que lucía en sus labios, suspiró como la chica enamorada que era al retomar sus quehaceres. Así pues, volteando la carne para que se cociera del lado opuesto, Hikari le dio una mirada de reojo al arroz que daba la impresión de estar listo para servirse. Cocinar, como hoy, jamás se sintió tan bien para ella.

Ni los monstruosos ángeles y ni los gigantescos Evas, con sus tamaños bestiales, podían tan siquiera compararse con el sentir que Hikari albergaba en su alma para Toji. Su inocencia, pureza y humildad, eran infinitamente más poderosos que cualquier Campo AT que Shinji, Asuka o Rei hayan podido vencer en alguna de sus batallas. Simple y llanamente, no existía punto de comparación entre ambas nociones.

Mañana, cuando llegase a la escuela y Toji estuviese ahí, Hikari, con la vasta bondad que la definía, al fin vencerá sus miedos al entregarle a Suzuhara su regalo que, con la bendición de la buena fortuna, le dará la oportunidad de ser algo más para él. Sin embargo, en tanto fantaseaba con ver sus sueños convertidos en una hermosa realidad, Toji, todavía estando en la escuela, veía el futuro con otro matiz.

Suzuhara, sosteniendo en sus manos un balón de baloncesto, con el sol a sus espaldas, miró fijamente la canasta a unos metros delante de él al afinar su puntería. Una vez concluyó con sus obligaciones en el salón, sin que Hikari se hallase ahí, Toji caminó en silencio hacia la cancha de básquetbol del colegio, repasando, en su cabeza, la conversación que sostuvo en la oficina del director con aquella mujer rubia.

Su propuesta lo tomó con la guardia baja, incluso consideró rechazarla al recordar el sufrimiento que Shinji experimentaba a diario dentro de esos malditos robots; no obstante, sin olvidarse de su hermana menor, terminó aceptando por ella. A pesar que no era su intención menospreciarla ni ignorarla, Hikari, en ese instante, no figuraba en la mente de Toji al tener que prepararse para la prueba de activación.

Como le sucedió a Shinji varios meses atrás, Suzuhara, sin la más ínfima idea de qué hacer o cómo controlar a un Evangelion, podía sentir un temor muy humano recorriendo su cuerpo con el simple hecho de reflexionar al respecto. Así pues, prefiriendo mentalizarse en cosas que le ofreciesen felicidad y paz, los rostros de Sakura y Hikari, sonriéndole ampliamente, le aseguraron que todo saldrá bien.

Por ello, realizando su lanzamiento, Suzuhara vio cómo la pelota delineaba una trayectoria perfecta al entrar en el canasto frente a él. Enseguida, dándose la vuelta para irse a casa, Suzuhara, sin sospecharlo, desconocía que esa fue la última vez en su vida que jugó baloncesto. Toji, muchísimo menos Hikari, no imaginaba que su tan ansiado almuerzo con ella no se llevará a cabo como lo habían prometido.

Tanto Toji como Hikari, la próxima vez que vuelvan a verse, habrán renacido como dos personas completamente diferentes al perder gran parte de su inocencia; empero, prevaleciendo el amor sobre la adversidad, la tragedia que caerá sobre ambos los hará aún más unidos que nunca.

Fin

Hola, les agradezco por haber leído esta historia. Anteriormente les había dedicado algunos fics a esta pareja: Al otro lado del río, Todos mis futuros son contigo y Recuerdos del futuro, y habiendo pasado mucho tiempo desde entonces, sentí que ya era hora que volviera a escribirle una historia más a mi segunda pareja favorita de Evangelion: Hikari y Toji. El Asushin, naturalmente, es el número uno.

Aunque Sakura pertenezca a Rebuild y este fic esté ambientado en la serie original, me tomé la ligera libertad creativa de mencionar su nombre. Hablando de Rebuild, específicamente de la película Evangelion 3.0+1.0: Thrice Upon a Time, me alegra mucho que Hikari y Toji hayan tenido un poco más de protagonismo y que al fin sean una pareja canónica como siempre quise para ellos.

Espero en el futuro volver con otra historia para esta pareja que me provoca mucha ternura, es una lástima que no reciba más atención por parte del fandom. Muchas gracias por leer y hasta la próxima.