Capítulo 3 ~ Entrega rápida

El resto de las vacaciones pasó en una mancha de deberes hechos a última hora, partidos de Quidditch y juegos de ajedrez. Finalmente, el 1º de septiembre llegó. Harry no podía esperar para volver a Hogwarts. Aún le tenía que entregar al profesor Dumbledore la lata embotada. Sirius por fin sería libre, y él tendría un hogar al que ir en vacaciones. No puede esperar.

La casa de los Weasley tenía su usual desorganización. Los gemelos habían hecho estallar algunas bengalas del Doctor Filibuster, y habían dejado cierta cantidad de sus inventos esparcidos por la mesa del desayuno. Ron corría alrededor haciendo el equipaje en el último minuto, luciendo una preciosa cola de lémur. Ginny tenía un par de trémulas alas, y Hermione se recuperaba de un ataque de furúnculos. Harry, siendo el inversor anónimo del negocio de los gemelos, fue advertido lo que no comer. Era el único no afectado, y se sentaba en la cama viendo como Ron se pillaba la cola con la tapa del baúl por segunda vez.

La señora Weasley no le encontró divertido. Estaba demasiado ocupada organizando a los que volvían al colegio para invertir los efectos del alimento encantado. Los coches del Ministerio habían llegado, pero ninguno de los chicos estaba listo. Hermione, siendo la más organizada, comenzó a revertir los encantamientos mientras el resto se apresuraba a reunir sus cosas. Harry corría alrededor, frenético. Mientras se reía de Ron, Nirah había resbalado lejos y no la podía encontrar. Simbi encontró la situación entera muy divertida, y rehusó decirle donde había ido la pequeña serpiente.

Finalmente, a las 9:50 los Weasley, Hermione y Harry estaban en los coches y se alejaban velozmente de la Madriguera, por otro año.

* ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ *

Kings Cross estaba tan llena como siempre. Magos y muggles rondaban por todas partes sin distinción, los últimos dando miradas extrañas a los anteriores cuando pasaban con su equipaje y una colección de mascotas extrañas. Lechuzas en sus jaulas se podían ver por todas partes, y alguna extraña escoba sobresalía de un baúl abultado. Cuando el grupo llegó por fin a la entrada del andén nueve y tres cuartos eran ya las 10:55. Sólo tenían cinco minutos para montar en el tren. Pasando rápidamente la barrera, la señora Weasley los empujó hacia el tren. Los gemelos fueron los primeros en subir y perderse de vista para encontrar a su amigo, Lee Jordan. El resto se amontonó en el tren y comenzó a buscar un compartimiento vacío. Encontraron el último que quedaba, justo al final del tren, se relajaron en sus asientos y pusieron sus baúles donde podían sacar fácilmente las cosas de ellos.

Harry colocó suavemente la jaula de Hedwig cerca de la ventana para que pudiera mirar fuera. Abrió su baúl y sacó el frasco que contuvo a Colagusano. Una pequeña voz malvada en su cabeza le dijo que atormentara un poco al traidor. Sacando su varita, amplió el tarro a su tamaño original y lo puso en el alféizar al lado de la jaula de la lechuza. La rata se retorció cuando Hedwig la miró fijamente con avidez. Harry sonrió burlonamente, antes de sacar su nuevo libro de amuletos y empezar a leer. Antes de que llegara a la parte de su amuleto, la puerta del compartimiento se abrió. Tres figuras estaban de pie en la puerta, una pequeña y delgada, las otras dos grandes y fuertes, con miradas en blanco en su cara.

"Bien, si no son Potty, Sangre sucia y Weasel. Estoy fascinado de veros aquí. ¿Y qué es esto? Otra Weasel. ¿No tienes ningún amigo de tu propia edad?"

Ginny se ruborizó y deslumbró al molesto rubio en respuesta.

"Estoy sorprendida de que sabes lo que es un amigo, Malfoy. No parece que hayas tenido ninguno sin comprarlo antes."

Malfoy se volvió rojo ante eso y acudió a Crabe y Goyle.

"Hacedle daño."

Antes de que pudieran moverse tenían cuatro varitas apuntándoles. Congelados, miraron de vuelta a Malfoy esperando instrucciones. El 'aristoidiota' se encogió de hombros y cabeceó para que atacaran. Antes de que nadie pudiera hacer nada, Simbi se deslizó fuera de la manga de Harry, rápidamente seguido de Nirah. Ambos levantaron la cabeza y silbaron a los tres Slytherin. La cara de Malfoy palideció. Obviamente supo cuan venenosas eran las Corales mágicas. Una mordedura podía destruir la magia de un mago y dejarlo tan impotente como un squib. Arrastrando a sus dos guardaespaldas, se retiró, lanzando un último comentario sobre su hombro mientras se fue.

"¿Piensas que esto ha terminado, Potter? Estoy esperando con ansia ver lo que queda de ti una vez que el Señor Tenebroso termine contigo. Ese día no puede tardar ya mucho en llegar."

* ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ *

Después del 'incidente Malfoy' los cuatro volvieron a lo que estaban haciendo. Ginny y Ron estaban jugando una partida de Snap Explosivo, Hermione estaba repasando de ensayo de Aritmancia, y Harry estaba leyendo sobre su amuleto. Había una pequeña foto, con un pasaje debajo detallando su origen y propósito. Cuando llegó a sus usos, interrumpió a los otros para decirles lo que encontró.

"Oye, Hermione, encontré un pasaje acerca del amuleto que me regalaste para mi cumpleaños. Aparentemente, si lo tocas y dices este hechizo, te da 'gran riqueza personal'."

Los ojos de Ron se encendieron ante esto. Arrebatándole el libro leyó rápidamente el pasaje y sonrió a los otros.

"¡Gran riqueza personal! ¡Tiene razón! Intentémoslo."

"No, Ron, ¡no podemos! Podría ser peligroso. No sabemos que quiere decir con riqueza personal, podría hacerte algo."

"Ah, deja de preocuparte, Mione. No puede ser malo. ¡Quizás nos dé un montón de oro!"

"Lo dudo. Podría transformarte en oro, por todo lo que sabes. Creo que debemos esperar y preguntarle al profesor Dumbledore."

"No veo que daño puede hacer, Mione. No puede ser tan malo." Interrumpió Harry. Podía ver acercarse otra de las famosas discusiones de Ron y Hermione, y quiso pararlo tan pronto como le fuera posible, más el hecho de que sentía curiosidad hacia el amuleto.

"Yo también creo que debemos intentarlo, no puede ser peligroso. Después de todo, tú lo compraste para él, Hermione."

Con Ginny de su lado, los chicos se giraron y esperaron que Hermione concordara. Eran tres contra uno, a fin de cuentas...

"Ah, está bien," convino, "pero si algo falla, será vuestra culpa."

Los cuatro se alejaron de sus asientos y se sentaron sobre sus baúles. Era la única manera que permitía a los cuatro alcanzar el pequeño objeto. Harry cogió el amuleto y lo sacó de su cuello. Manteniéndolo frente a él, todos pusieron un dedo en el suave metal y esperaron mientras él miró el hechizo en el libro.

"¿Preparados?"

Después de recibir tres cabezadas, Harry leyó las palabras desconocidas de la página.

"Tempus Vehere."

Con un deslumbrante destello de luz, Hedwig y Colagusano quedaron solos en el compartimiento.