Título: Draco Malfoy y la Leyenda de la Serpiente Plateada

Rating: PG-13 (Aumentará en los siguientes capítulos)

Autor: Youko Gingitsune - Youko_Gingitsune@hotmail.com

ADVERTENCIA: Este fic será SLASH -- Draco/Harry. Lucius/Snape y/o Lupin/Snape. Otras parejas.

Derechos: Harry Potter y todos sus personajes son propiedad de J.K.Rowling.

ONE STEP CLOSER:

I cannot take this anymore
I'm saying everything I've said before
All these words they make no sense
I find bliss in ignorance
Less I hear the less you'll say
But you'll find that out anyway

Just like before...

Everything you say to me
Takes me one step closer to the edge
And I'm about to break
I need a little room to breathe
Cause I'm one step closer to the edge
And I'm about to break

I find the answers aren't so clear
Wish I could find a way to disappear
All these thoughts they make no sense
I find bliss in ignorance
Nothing seems to go away
Over and over again

Just like before...

Everything you say to me
Takes me one step closer to the edge
And I'm about to break
I need a little room to breathe
Cause I'm one step closer to the edge
And I'm about to break

shut up when I'm talking to you

GROUP: LINKIN PARK
ALBUM: HYBRID THEORY

UN PASO MÁS CERCA:

Ya no puedo aguantarlo más
Estoy diciendo todo lo que ya había dicho antes
Todas estas palabras no tienen sentido
Encuentro paz en la ignorancia
Mientras menos te escucho menos dices
Pero ya te darás cuenta de eso de todas formas

Justo como antes…

Todo lo que me dices
Me lleva un paso más cerca al borde
Y estoy apunto de estallar
Necesito un poco de espacio para respirar
Porque estoy a un paso del borde
Y estoy apunto de estallar

Encuentro que las respuestas no son muy claras
Desearía encontrar una forma de desaparecer
Todos estos pensamientos no tienen sentido
Encuentro paz en la ignorancia
Nada parece desaparecer
De nuevo y de nuevo

Justo como antes…

Todo lo que me dices
Me lleva un paso más cerca al borde
Y estoy apunto de estallar
Necesito un poco de espacio para respirar
Porque estoy a un paso del borde
Y estoy apunto de estallar


Cállate cuando te hablo

GRUPO: LINKIN PARK
ÁLBUM: HYBRID THEORY

Capítulo Dos




Ya eran casi las tres de la mañana cuando terminó de hacer su ronda por los pasadizos oscuros del castillo, entrando y saliendo por puertas que aparecían y desaparecían ya que sabía que esas eran exactamente donde los alumnos se ocultaban cuando salían en las noches… Muy pocos se aventuraban a salir del castillo.



No tenía nada de sueño, estaba completamente lúcido, sabía que aunque entrase a sus aposentos no conseguiría conciliar el sueño… Pero bueno, no era Maestro de Pociones por nada, no? Una pequeña dosis de cierta poción y tendría el profundo y relajante sueño que tanto necesitaba. Desde la llegada de Lupin no había podido conseguir dormir por más de una par de horas. Ya habían pasado dos semanas desde eso, y aunque todo estaba saliendo menos complicadamente de lo que esperaba, no era menos estresante, había tenido que contestar varias cartas a padres totalmente furiosos por el nuevo profesor de Defensa y los había mandado al demonio… muy a su manera, claro. Especialmente a aquellos que él sabía tenían motivos diferentes para no querer a ese hombre lobo ahí.



Mañana tendría que comenzar a prepararle la poción Wolfsbane a Lupin, tenía que dormir.



Tirando sus largas ropas a un lado dio la vuelta y se dirigió de regreso a sus calabozos, daría una última vuelta por Slytherin antes de retirarse sólo para asegurarse que todo estaba en orden. Pero cuando llegó ahí no contó con la presencia de un hombre vestido en pesadas ropas de invierno sentado frente a la entrada.



"Qué haces aquí a estas horas, Lupin?" Gruñó amenazadoramente mientras lo miraba con sus centellantes ojos negros.



"Cómo es que tus muchachos soportan este frío? Es pleno invierno y podría jurar que los calabozos están congelados." Comentó Lupin parándose mientras se acomodaba la chalina. El aire que salía de su boca se transformaba en una pequeña nube blanca que se disipaba casi al instante.



*Se colocan hechizos de calor en las ropas así ni sienten el frío.* Pensó, pero no le iba a responder eso. "Qué es lo que quieres, Lupin?"



"Hablar contigo."

"Estamos hablando."

"Podría ser en privado? Y si no es mucho pedir en algún lugar donde uno no se congele."

"No quisieras también algo de mi mejor coñac para calentarte?" Preguntó con malhumorada ironía.

"Si no es molestia." Respondió el hombre de cabellos claros con una pequeña sonrisa. Si notó el rumbo de la pregunta prefirió ignorarla.



"Son las tres de la madrugada y por si no lo has notado tengo un horario de oficina, igual que tú. Si quieres hablar conmigo…"



"Preferiría que fuese ahora, así dudo que hayan interrupciones." Sus ojos color miel reflejaban la determinación de sus palabras y Snape conocía muy bien ese brillo en ellos.



"Está bien. Sígueme." La expresión de disgusto en su rostro parecía permanente desde el momento en que lo vio en la entrada, y la verdad lo último que quería era 'conversar' con el hombre lobo, pero sabía que mientras más pronto tuvieran esa conversación más pronto podría librarse de él e irse a dormir. Ahora por su mente ya no pasaba una simple poción para relajarse, estaba repasando en su cabeza los ingredientes para una poción para dormir sin sueños. No era tan potente en cuanto a la relajación como la anterior, pero haría su trabajo.



Caminaron un buen trecho, pasaron las aulas, la entrada a los dormitorios de Slytherin, más puertas y pasadizos donde no alumbraba ni una antorcha… Lupin tuvo la impresión de que la ruta que seguían iba en declive y que cada vez la temperatura bajaba más, pero no dijo nada. Había puesto un hechizo para calentar sus ropas un poco antes que Snape lo encontrase, pero al parecer el frío se hacía más opresor con cada paso que daban.



De un momento a otro Snape se detuvo. "Espera aquí." Diciendo esto se dirigió a la puerta que estaba al fondo de aquel pasadizo y sacando la varita dijo algunos encantamientos en voz baja que Lupin no consiguió entender y después de abrir la puerta lo llamó con la mano, indicándole que podía pasar.



Lupin lo siguió y cerró la puerta tras de él, suspirando casi sin darse cuenta cuando su cuerpo notó la diferencia de temperaturas entre el pasillo y el pequeño recibidor donde se encontraba.



Una chimenea estaba encendida en el fondo de la habitación, y frente a ella una alfombra muy peluda, de apariencia bastante cómoda para echarse una siesta frente al fuego. Rodeándola estaban dos sillones y un sofá, con dos pequeñas mesas entre ellos. Los colores negros, verdes y plateados primaban en el lugar. A ambos lados había mesas con extraños potes que no dejaban ver sus contenidos y algunos instrumentos de trabajo. Una caja de música con un repertorio bastante amplio y lo que sobraba estaba cubierto con estantes llenos de libros desde el piso hasta el techo.



Era la primera vez que Lupin entraba a los cuartos de Snape. El lugar era imponente, como su dueño, pero a la vez extrañamente acogedor.



"Vas a sentarte o prefieres hablar ahí parado?"



Escuchó a su colega decir mientras este salía de una de las puertas de la izquierda con una botella de Coñac en la mano y dos copas de cristal. Snape se había quitado la gruesa ropa que llevaba encima cuando entró.



Lupin se sentó en uno de los sillones y Snape se sentó en el otro que estaba al frente. El profesor de ropas negras sirvió las copas, puso la botella en la mesa de su derecha y luego le entregó la suya a Lupin.



"Gracias, Severus." Pasó la nariz sobre el licor y con una sonrisa algo tranquila tomó un poco. "Es muy bueno." Dijo relajándose en el cómodo mueble, dejando que su cuerpo se calentase. Aunque si bien la habitación estaba ligeramente fría, con la chimenea encendida y todo, no era nada comparada con el aire congelado de afuera.



"Y bien? Qué es tan importante para que te hayas congelado esperándome?"



"Sí. Severus, es sobre Slytherin, sobre tus alumnos…"

"Qué hay con mis alumnos?" Interrumpió Snape mientras sus ojos se alargaban y brillaban tan amenazadoramente como el suave, pero afilado, tono de su voz.

"Quisiera saber qué sucede…" Comenzó, ignorando el peligroso acento en la voz del otro profesor. "O mejor, qué es lo que les has dicho a tus alumnos para que me traten como me han tratado estas dos últimas semanas." Volvió a tomar otro sorbo sin apartar la mirada de los ojos negros.

"Tratado? Te han tratado mal? Tienes alguna queja, Lupin?" Preguntó en casi un gruñido mientras hacía girar ligeramente su copa.

"No me han 'tratado mal'. No me han 'tratado' del todo, ese es el problema. Todo Slytherin prácticamente casi ni reconoce mi presencia aunque estemos en clase…"



"Y vienes a quejarte por…?"



Lupin terminó la copa y la puso en la mesa de su lado. Cuando decidió que tenía que hablar con Snape al respecto había estado consciente que eso no sería algo fácil. Primero porque no había querido estar frente a frente al profesor de Pociones ya que la herida, de cuando le había dicho a todo Hogwarts que él era un hombre lobo, todavía no cicatrizaba. Y segundo, porque sabía perfectamente que si era escoger entre él y sus alumnos… él salía perdiendo sin la menor duda. Pero esto concernía a sus alumnos y era por el bien de ellos también, Snape no se negaría a escucharlo si es que lo expresaba de esa forma, se había dicho… Sólo esperaba que fuera así.



"No vine a 'quejarme', Severus, sólo quiero saber si es que tú sabes el porqué de su actitud…"

"Y tú lo preguntas?"

"Por qué no te callas y me dejas terminar?" Su voz bajo de tono unos cuantos grados y su mirada sostuvo con igualdad la del profesor sentado frente a él. Se hizo unos momentos de silencio y Lupin lo tomó como un pase para seguir hablando.



"Sé que tú tienes algo que ver con esto, de otra forma tengo la seguridad de que algunos de tus alumnos siquiera se tomarían la molestia de… preguntar sobre mi licantropía." Se detuvo para estudiar la mirada molesta pero cautelosamente guardada que estaba recibiendo y continuó. "Mis clases son muchas veces prácticas y necesito interactuar con mis alumnos, no que sólo me miren como si pudieran ver a través mío."



Snape se llevó la copa a los labios y después de acariciar con ellos un par de veces el borde, tomó de un trago lo que le quedaba. Ninguno de los dos habló por varios segundos hasta que el sonido del cristal chocando con la botella rompió el silencio.



"Y usted cree, Profesor Lupin, que si yo no hubiese hablado con ellos usted tendría la oportunidad de hacer muchos avances?" Dijo Snape arrastrando las palabras peligrosamente.



"Y exactamente culpa de quién es eso?" Preguntó, el mismo filo amenazador que había tomado la voz de Snape hacía unos momentos se podía sentir en la suya. "No fui yo quien dio a conocer mi enfermedad."



"Los alumnos tenían derecho a saber quién o qué les estaba enseñando."

"Quizá como profesor entiendo tu preocupación pero no era asunto tuyo sacarlo al aire. Conoces el término privacidad?"

"Lo conozco perfectamente, aprecio mucho la mía, pero tú perdiste ese derecho la noche en que un hombre lobo anduvo suelto por los terrenos de esta escuela poniendo en peligro a todos los alumnos por no ser lo suficientemente responsable de tomar la medicina que los mantenía a salvo!"



Lupin abrió la boca pero la volvió a cerrar, sus manos estaban cerradas fuertemente en puños, sus nudillos blancos por la presión que estaba ejerciendo para mantenerse bajo control y sólo el olor a sangre, su propia sangre, lo sacó del transe en el que había entrado mientras intentaba pasar tras la mirada fría de los ojos negros.



Soltó el aire que no sabía había estado conteniendo y volvió la mirada a la chimenea, donde las llamas danzaban tranquilamente, en un mundo aparte.



Lupin se puso de pie y caminó hasta pararse al lado del fuego.



"Supongo que tienes razón, pero eso no significa que lo que hiciste no duela… Acaso me odias tanto?" Preguntó sin apartar la vista de las flamas.



"Acaso necesito responder a esa pregunta?"



Lupin rió suavemente, llevándose la mano al cabello que le cubría parcialmente los ojos, una risa sin nada de diversión, muy por el contrario, parecía una risa triste, desesperada.



"Supongo que no, no es así?"



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Era inicios de febrero, había pasado algo más de un mes desde el final de las vacaciones de fin y año, las clases habían retomado su rumbo normal, o tan normal como puede ser en Hogwarts. La situación se había calmado con respecto a los recientes acontecimientos y aunque la clase de Defensa era todavía algo tensa también se había convertido en una las más populares. A la mayoría les gustaba el 'nuevo' profesor, sin embargo eso no evitaba que algunos alumnos lo miraran con miedo o recelo y, aunque ya no tensamente notoria, la indiferente actitud de la Casa de Slytherin.



Había sido un sábado algo agitado, partido de Quidditch: Slytherin VS Ravenclaw, el puntaje había estado 80 – 40 cuando el Buscador de Slytherin atrapó la Snitch, lo que conllevó a una celebración en los calabozos; pero no por haber ganado el partido, no, fue más bien porque estaban diez puntos delante de Gryffindor.



Con los alumnos celebrando, o quejándose, dependiendo del caso, los profesores se retiraron a sus cuartos para un bien merecido descanso, después de todo el día siguiente era Domingo… Nadie esperaba la repentina e inusual visita que recibieron en las primeras horas de la madrugada.



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El sutil aroma a salado, las lágrimas resbalando por la sucia y ensangrentada mejilla, una tras otra… los sollozos, el rostro inocente de aquel niño contraído en agonía mientras lloraba, sin comprender, sin tener idea de lo que había ocurrido o del porqué…



"Papá… papito… me duele, has que se detenga, me duele mucho…" Más llanto, más lágrimas, más dolor. "Papi… ayúdame, por favor, duele…" Su pequeña mano se estiró y su cuerpecito se sacudió de dolor, su brazo estaba roto y sus ojitos rojos de tanto llorar miraban a la figura de su padre que yacía a unos metros de él… muerto.






Se levantó sobresaltado, sentándose de golpe mientas las sábanas se resbalaban de su cuerpo, su respiración algo agitada.



"Ese maldito sueño…" Maldijo Draco entre dientes mientras se apartaba los mechones húmedos de cabello del rostro.



Eran las tres de la mañana según el reloj de pared.



Se tiró nuevamente en la cama, mirando al techo negro… hasta que, casi una hora después, volvió a conciliar el sueño… Draco sintió que alguien llamaba su nombre con insistencia mientras algo puntiagudo le picaba el hombro.



"Cinco minutos más…" Masculló en su almohada al tiempo que se volvía hacia el otro lado.



"Señor Malfoy, va a levantarse en este instante." Esa voz le era conocida…



"Profesor Snape?" Preguntó mientras abría los ojos y se sentaba. "Qué sucede? Deben ser las cuatro de la mañana o algo así…"



"Son las cuatro de la mañana y usted se va a levantar en este instante para acompañarme." Snape abrió las cortinas de par en par.



"Sí, señor." Contestó mientras se ponía la bata y cogía su bufanda.



"Despierta a Zabini, ambos me van a acompañar."



Draco no preguntó más porque la expresión en el rostro de su profesor era… extraña. Abrió los cortinajes de la cama de Blaise con un hechizo para contrarrestar el que las cubría, protegiendo de indeseable compañía y ruido, cada cuarto tenía el suyo propio.



"Blaise, levántate!" Lo sacudió pero el otro muchacho no hizo más que volverse hacia el otro lado y cubrirse la cabeza con la almohada. Draco miró el vaso de agua que estaba al lado de la cama pero cambió de idea, si lo mojaba sólo iba a demorar más. "Zabini!" Le picó el brazo con la varita. Nada. El rubio maldijo entre dientes y apuntó a su compañero, listo para darle una buena sacudida con algún hechizo que se le estaba viniendo a la mente, pero una mano sobre la suya lo detuvo.



"Permíteme, Draco."



Snape murmuró algo que hizo reír al rubio y en ese instante el chico de cabellos oscuros y ligeramente largos, se levantó de golpe, dando un grito irritado mientras se cogía el estómago.



"Malfoy! Tú…!!" Gritó, ya con la varita en la mano, listo para contraatacar, pero le fue arranchada de un golpe al tiempo que sus ojos celestes se abrían de la sorpresa al ver a quien tenía en frente.



"Señor Zabini, se levanta en este instante, o necesito volver a usar el mismo hechizo?" Preguntó el pálido profesor de pociones mientras lo encaraba con una de sus más viciosas miradas.



"No señor, no es necesario." Respondió mientras se ponía de pie frente a su jefe de Casa con respeto, todavía cogiéndose el estómago.



Snape le dio una última mirada antes de darse la vuelta y salir por la puerta a paso rápido.



Draco fue tras él, no sin antes mirar a su compañero con una sonrisa de mofa en los labios, a la que Blaise respondió con una mirada enojada antes de coger su bata y bufanda para salir tras ellos.





No dijeron nada en todo el camino, estaban demasiado ocupados manteniendo el rápido paso de su profesor al tiempo que trataban de reconocer la ruta que estaban tomando, nunca habían ido por aquel lugar antes apesar de conocer los calabozos como la palma de sus manos.



Cuando llegaron a la oficina del director, Snape, sin decir una palabra, se paró al lado de Dumbledore y los otros tres jefes de casa.



Draco dio una mirada rápida a sus alrededores, había estado en la oficina del director un par de veces antes y al parecer nada había cambiado, los cuadros en los mismos sitios, los antiguos y grandes libros en el mismo orden, los mismos potes con dulces… aunque la última vez habían caramelos de limón, ahora al parecer eran dulces masticables de menta.



Por lo menos no eran los únicos que habían sido llamados ahí a esas horas de la madrugada, pensó Draco. Hacia la derecha, como no queriéndose separar de McGonagall, estaban Hermione Granger y Seamus Finnigan, de Gryffindor. Al lado de ellos dos Hufflepuff: Gia d'Auberive, una chica de cabellos ondeados y castaños que estaba en el séptimo año, y Arlette McBraid, un ratón de biblioteca y amiga de Granger, del sexto año. Y de Ravenclaw un par de hermanos del séptimo año: Daniele Bianchi y Daniella Bianchi, mellizos de cabellos negros como el azabache y ojos tan azules como el cielo despejado en un día de primavera.



Draco les sonrió pícaramente y se paró al lado de ellos, Blaise se paró al lado de él, escondiendo la sonrisa que amenazaba con iluminar su rostro… Sabía exactamente qué había entre los mellizos y el rubio, si no hubiese sido porque Draco se envolvió con ellos él no estaría con…



Blaise le rozó la mano al rubio. Ante todo el colegio ellos dos eran algo más que simples 'amigos', pero todo aquello no era más que una bien pensada y divertida cubierta para distraer su atención de sus actuales… actividades personales. Draco había estado divirtiéndose en las noches con el extrovertido Irlandés y proclamado chico más sexy de Gryffindor; y Draco, con la misma reputación, no desaprovecho la oportunidad de pasar un buen rato con él… hasta que a finales del quinto año el rubio dirigió su libido hacia los mellizos prodigio de Ravenclaw, hermano y hermana, los Bianchi, una importante familia Italiana que tenía relaciones de amistad y negocios con los Malfoy y los Zabini. Fue así como él y Seamus comenzaron a conocerse…



Aquel había sido un interesante verano, el chico Irlandés le había comentado que iría de vacaciones con sus padres a Cuba y Blaise consiguió convencer a sus padres de que no quería ir a Egipto ese año porque ya habían ido ahí varias veces y que ahora quería conocer Centro América… Pasaron dos meses escapándose de sus padres cada vez que podían para irse juntos a algún lado, tal era así que cada vez que salían de una ciudad para ir a otra ya habían conocido todas las mejores playas, discotecas y lugares de entretenimiento del lugar.



Blaise sonrió ligeramente mientras miraba a los mellizos y a Draco de soslayo. Sabía que el orgulloso rubio también la había pasado muy bien, los mellizos habían sido invitados a pasar un mes completo en la mansión Malfoy, y cuando Draco había subido al tren con un Bianchi a cada lado, los tres tenían la palabra 'culpable' estampada en el rostro.



La llegada de todos los otros profesores del staff fue lo que llamó de vuelta la atención del Slytherin.



"Qué bien, todos están aquí. Por favor, síganme." Dumbledore golpeó un libro rojo-vino en el estante detrás de su escritorio tres veces y todo el estante desapareció, luego empujó algunos ladrillos con la varita y una puerta de piedra se materializó y abrió hacia un pasadizo aparentemente largo.



Primero entró el director, seguido de los jefes de Casa, luego los alumnos y por último todos los demás profesores.



Había antorchas a lo largo de todo el estrecho camino, que se prendían a medida que avanzaban y se apagaban cuando pasaban. Después de varios minutos en silencio el aire fresco de la mañana que todavía no aclaraba, les llegó en forma de una suave brisa de invierno. Habían llegado a la salida… Lo que estaba frente a sus ojos era alguna parte en medio del Bosque Prohibido.