Título: Draco Malfoy y la Leyenda de la Serpiente Plateada
Rating: PG-13 (Aumentará en los siguientes capítulos)
Autor: Youko Gingitsune - Youko_Gingitsune@hotmail.com
ADVERTENCIA: Este fic será SLASH -- Draco/Harry. Lucius/Snape y/o Lupin/Snape. Otras parejas.
Derechos: Harry Potter y todos sus personajes son propiedad de J.K.Rowling.
| ONE STEP CLOSER:
I cannot take this anymore Just like before... Just like before... GROUP: LINKIN PARK |
UN PASO MÁS CERCA: Ya no puedo aguantarlo más Estoy diciendo todo lo que ya había dicho antes Todas estas palabras no tienen sentido Encuentro paz en la ignorancia Mientras menos te escucho menos dices Pero ya te darás cuenta de eso de todas formas
Justo como antes… Justo como antes… GRUPO: LINKIN PARK |
Capítulo Dos
Ya eran casi las tres de la mañana cuando terminó de hacer su ronda por los
pasadizos oscuros del castillo, entrando y saliendo por puertas que aparecían y
desaparecían ya que sabía que esas eran exactamente donde los alumnos se
ocultaban cuando salían en las noches… Muy pocos se aventuraban a salir del
castillo.
No tenía nada de sueño, estaba completamente lúcido, sabía que aunque entrase a
sus aposentos no conseguiría conciliar el sueño… Pero bueno, no era Maestro de
Pociones por nada, no? Una pequeña dosis de cierta poción y tendría el profundo
y relajante sueño que tanto necesitaba. Desde la llegada de Lupin no había
podido conseguir dormir por más de una par de horas. Ya habían pasado dos
semanas desde eso, y aunque todo estaba saliendo menos complicadamente de lo que
esperaba, no era menos estresante, había tenido que contestar varias cartas a
padres totalmente furiosos por el nuevo profesor de Defensa y los había mandado
al demonio… muy a su manera, claro. Especialmente a aquellos que él sabía tenían
motivos diferentes para no querer a ese hombre lobo ahí.
Mañana tendría que comenzar a prepararle la poción Wolfsbane a Lupin, tenía que
dormir.
Tirando sus largas ropas a un lado dio la vuelta y se dirigió de regreso a sus
calabozos, daría una última vuelta por Slytherin antes de retirarse sólo para
asegurarse que todo estaba en orden. Pero cuando llegó ahí no contó con la
presencia de un hombre vestido en pesadas ropas de invierno sentado frente a la
entrada.
"Qué haces aquí a estas horas, Lupin?" Gruñó amenazadoramente mientras lo miraba
con sus centellantes ojos negros.
"Cómo es que tus muchachos soportan este frío? Es pleno invierno y podría jurar
que los calabozos están congelados." Comentó Lupin parándose mientras se
acomodaba la chalina. El aire que salía de su boca se transformaba en una
pequeña nube blanca que se disipaba casi al instante.
*Se colocan hechizos de calor en las ropas así ni sienten el frío.* Pensó, pero
no le iba a responder eso. "Qué es lo que quieres, Lupin?"
"Hablar contigo."
"Estamos hablando."
"Podría ser en privado? Y si no es mucho pedir en algún lugar donde uno no se
congele."
"No quisieras también algo de mi mejor coñac para calentarte?" Preguntó con
malhumorada ironía.
"Si no es molestia." Respondió el hombre de cabellos claros con una pequeña
sonrisa. Si notó el rumbo de la pregunta prefirió ignorarla.
"Son las tres de la madrugada y por si no lo has notado tengo un horario de
oficina, igual que tú. Si quieres hablar conmigo…"
"Preferiría que fuese ahora, así dudo que hayan interrupciones." Sus ojos color
miel reflejaban la determinación de sus palabras y Snape conocía muy bien ese
brillo en ellos.
"Está bien. Sígueme." La expresión de disgusto en su rostro parecía permanente
desde el momento en que lo vio en la entrada, y la verdad lo último que quería
era 'conversar' con el hombre lobo, pero sabía que mientras más pronto tuvieran
esa conversación más pronto podría librarse de él e irse a dormir. Ahora por su
mente ya no pasaba una simple poción para relajarse, estaba repasando en su
cabeza los ingredientes para una poción para dormir sin sueños. No era tan
potente en cuanto a la relajación como la anterior, pero haría su trabajo.
Caminaron un buen trecho, pasaron las aulas, la entrada a los dormitorios de
Slytherin, más puertas y pasadizos donde no alumbraba ni una antorcha… Lupin
tuvo la impresión de que la ruta que seguían iba en declive y que cada vez la
temperatura bajaba más, pero no dijo nada. Había puesto un hechizo para calentar
sus ropas un poco antes que Snape lo encontrase, pero al parecer el frío se
hacía más opresor con cada paso que daban.
De un momento a otro Snape se detuvo. "Espera aquí." Diciendo esto se dirigió a
la puerta que estaba al fondo de aquel pasadizo y sacando la varita dijo algunos
encantamientos en voz baja que Lupin no consiguió entender y después de abrir la
puerta lo llamó con la mano, indicándole que podía pasar.
Lupin lo siguió y cerró la puerta tras de él, suspirando casi sin darse cuenta
cuando su cuerpo notó la diferencia de temperaturas entre el pasillo y el
pequeño recibidor donde se encontraba.
Una chimenea estaba encendida en el fondo de la habitación, y frente a ella una
alfombra muy peluda, de apariencia bastante cómoda para echarse una siesta
frente al fuego. Rodeándola estaban dos sillones y un sofá, con dos pequeñas
mesas entre ellos. Los colores negros, verdes y plateados primaban en el lugar.
A ambos lados había mesas con extraños potes que no dejaban ver sus contenidos y
algunos instrumentos de trabajo. Una caja de música con un repertorio bastante
amplio y lo que sobraba estaba cubierto con estantes llenos de libros desde el
piso hasta el techo.
Era la primera vez que Lupin entraba a los cuartos de Snape. El lugar era
imponente, como su dueño, pero a la vez extrañamente acogedor.
"Vas a sentarte o prefieres hablar ahí parado?"
Escuchó a su colega decir mientras este salía de una de las puertas de la
izquierda con una botella de Coñac en la mano y dos copas de cristal. Snape se
había quitado la gruesa ropa que llevaba encima cuando entró.
Lupin se sentó en uno de los sillones y Snape se sentó en el otro que estaba al
frente. El profesor de ropas negras sirvió las copas, puso la botella en la mesa
de su derecha y luego le entregó la suya a Lupin.
"Gracias, Severus." Pasó la nariz sobre el licor y con una sonrisa algo
tranquila tomó un poco. "Es muy bueno." Dijo relajándose en el cómodo mueble,
dejando que su cuerpo se calentase. Aunque si bien la habitación estaba
ligeramente fría, con la chimenea encendida y todo, no era nada comparada con el
aire congelado de afuera.
"Y bien? Qué es tan importante para que te hayas congelado esperándome?"
"Sí. Severus, es sobre Slytherin, sobre tus alumnos…"
"Qué hay con mis alumnos?" Interrumpió Snape mientras sus ojos se alargaban y
brillaban tan amenazadoramente como el suave, pero afilado, tono de su voz.
"Quisiera saber qué sucede…" Comenzó, ignorando el peligroso acento en la voz
del otro profesor. "O mejor, qué es lo que les has dicho a tus alumnos para que
me traten como me han tratado estas dos últimas semanas." Volvió a tomar otro
sorbo sin apartar la mirada de los ojos negros.
"Tratado? Te han tratado mal? Tienes alguna queja, Lupin?" Preguntó en casi un
gruñido mientras hacía girar ligeramente su copa.
"No me han 'tratado mal'. No me han 'tratado' del todo, ese es el problema. Todo
Slytherin prácticamente casi ni reconoce mi presencia aunque estemos en clase…"
"Y vienes a quejarte por…?"
Lupin terminó la copa y la puso en la mesa de su lado. Cuando decidió que tenía
que hablar con Snape al respecto había estado consciente que eso no sería algo
fácil. Primero porque no había querido estar frente a frente al profesor de
Pociones ya que la herida, de cuando le había dicho a todo Hogwarts que él era
un hombre lobo, todavía no cicatrizaba. Y segundo, porque sabía perfectamente
que si era escoger entre él y sus alumnos… él salía perdiendo sin la menor duda.
Pero esto concernía a sus alumnos y era por el bien de ellos también, Snape no
se negaría a escucharlo si es que lo expresaba de esa forma, se había dicho…
Sólo esperaba que fuera así.
"No vine a 'quejarme', Severus, sólo quiero saber si es que tú sabes el porqué
de su actitud…"
"Y tú lo preguntas?"
"Por qué no te callas y me dejas terminar?" Su voz bajo de tono unos cuantos
grados y su mirada sostuvo con igualdad la del profesor sentado frente a él. Se
hizo unos momentos de silencio y Lupin lo tomó como un pase para seguir
hablando.
"Sé que tú tienes algo que ver con esto, de otra forma tengo la seguridad de que
algunos de tus alumnos siquiera se tomarían la molestia de… preguntar sobre mi
licantropía." Se detuvo para estudiar la mirada molesta pero cautelosamente
guardada que estaba recibiendo y continuó. "Mis clases son muchas veces
prácticas y necesito interactuar con mis alumnos, no que sólo me miren como si
pudieran ver a través mío."
Snape se llevó la copa a los labios y después de acariciar con ellos un par de
veces el borde, tomó de un trago lo que le quedaba. Ninguno de los dos habló por
varios segundos hasta que el sonido del cristal chocando con la botella rompió
el silencio.
"Y usted cree, Profesor Lupin, que si yo no hubiese hablado con ellos usted
tendría la oportunidad de hacer muchos avances?" Dijo Snape arrastrando las
palabras peligrosamente.
"Y exactamente culpa de quién es eso?" Preguntó, el mismo filo amenazador que
había tomado la voz de Snape hacía unos momentos se podía sentir en la suya. "No
fui yo quien dio a conocer mi enfermedad."
"Los alumnos tenían derecho a saber quién o qué les estaba enseñando."
"Quizá como profesor entiendo tu preocupación pero no era asunto tuyo sacarlo al
aire. Conoces el término privacidad?"
"Lo conozco perfectamente, aprecio mucho la mía, pero tú perdiste ese derecho la
noche en que un hombre lobo anduvo suelto por los terrenos de esta escuela
poniendo en peligro a todos los alumnos por no ser lo suficientemente
responsable de tomar la medicina que los mantenía a salvo!"
Lupin abrió la boca pero la volvió a cerrar, sus manos estaban cerradas
fuertemente en puños, sus nudillos blancos por la presión que estaba ejerciendo
para mantenerse bajo control y sólo el olor a sangre, su propia sangre, lo sacó
del transe en el que había entrado mientras intentaba pasar tras la mirada fría
de los ojos negros.
Soltó el aire que no sabía había estado conteniendo y volvió la mirada a la
chimenea, donde las llamas danzaban tranquilamente, en un mundo aparte.
Lupin se puso de pie y caminó hasta pararse al lado del fuego.
"Supongo que tienes razón, pero eso no significa que lo que hiciste no duela…
Acaso me odias tanto?" Preguntó sin apartar la vista de las flamas.
"Acaso necesito responder a esa pregunta?"
Lupin rió suavemente, llevándose la mano al cabello que le cubría parcialmente
los ojos, una risa sin nada de diversión, muy por el contrario, parecía una risa
triste, desesperada.
"Supongo que no, no es así?"
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Era inicios de febrero, había pasado algo más de un mes desde el final de las
vacaciones de fin y año, las clases habían retomado su rumbo normal, o tan
normal como puede ser en Hogwarts. La situación se había calmado con respecto a
los recientes acontecimientos y aunque la clase de Defensa era todavía algo
tensa también se había convertido en una las más populares. A la mayoría les
gustaba el 'nuevo' profesor, sin embargo eso no evitaba que algunos alumnos lo
miraran con miedo o recelo y, aunque ya no tensamente notoria, la indiferente
actitud de la Casa de Slytherin.
Había sido un sábado algo agitado, partido de Quidditch: Slytherin VS Ravenclaw,
el puntaje había estado 80 – 40 cuando el Buscador de Slytherin atrapó la
Snitch, lo que conllevó a una celebración en los calabozos; pero no por haber
ganado el partido, no, fue más bien porque estaban diez puntos delante de
Gryffindor.
Con los alumnos celebrando, o quejándose, dependiendo del caso, los profesores
se retiraron a sus cuartos para un bien merecido descanso, después de todo el
día siguiente era Domingo… Nadie esperaba la repentina e inusual visita que
recibieron en las primeras horas de la madrugada.
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El sutil aroma a salado, las lágrimas resbalando por la sucia y ensangrentada
mejilla, una tras otra… los sollozos, el rostro inocente de aquel niño contraído
en agonía mientras lloraba, sin comprender, sin tener idea de lo que había
ocurrido o del porqué…
"Papá… papito… me duele, has que se detenga, me duele mucho…" Más llanto, más
lágrimas, más dolor. "Papi… ayúdame, por favor, duele…" Su pequeña mano se
estiró y su cuerpecito se sacudió de dolor, su brazo estaba roto y sus ojitos
rojos de tanto llorar miraban a la figura de su padre que yacía a unos metros de
él… muerto.
Se levantó sobresaltado, sentándose de golpe mientas las sábanas se resbalaban
de su cuerpo, su respiración algo agitada.
"Ese maldito sueño…" Maldijo Draco entre dientes mientras se apartaba los
mechones húmedos de cabello del rostro.
Eran las tres de la mañana según el reloj de pared.
Se tiró nuevamente en la cama, mirando al techo negro… hasta que, casi una hora
después, volvió a conciliar el sueño… Draco sintió que alguien llamaba su nombre
con insistencia mientras algo puntiagudo le picaba el hombro.
"Cinco minutos más…" Masculló en su almohada al tiempo que se volvía hacia el
otro lado.
"Señor Malfoy, va a levantarse en este instante." Esa voz le era conocida…
"Profesor Snape?" Preguntó mientras abría los ojos y se sentaba. "Qué sucede?
Deben ser las cuatro de la mañana o algo así…"
"Son las cuatro de la mañana y usted se va a levantar en este instante para
acompañarme." Snape abrió las cortinas de par en par.
"Sí, señor." Contestó mientras se ponía la bata y cogía su bufanda.
"Despierta a Zabini, ambos me van a acompañar."
Draco no preguntó más porque la expresión en el rostro de su profesor era…
extraña. Abrió los cortinajes de la cama de Blaise con un hechizo para
contrarrestar el que las cubría, protegiendo de indeseable compañía y ruido,
cada cuarto tenía el suyo propio.
"Blaise, levántate!" Lo sacudió pero el otro muchacho no hizo más que volverse
hacia el otro lado y cubrirse la cabeza con la almohada. Draco miró el vaso de
agua que estaba al lado de la cama pero cambió de idea, si lo mojaba sólo iba a
demorar más. "Zabini!" Le picó el brazo con la varita. Nada. El rubio maldijo
entre dientes y apuntó a su compañero, listo para darle una buena sacudida con
algún hechizo que se le estaba viniendo a la mente, pero una mano sobre la suya
lo detuvo.
"Permíteme, Draco."
Snape murmuró algo que hizo reír al rubio y en ese instante el chico de cabellos
oscuros y ligeramente largos, se levantó de golpe, dando un grito irritado
mientras se cogía el estómago.
"Malfoy! Tú…!!" Gritó, ya con la varita en la mano, listo para contraatacar,
pero le fue arranchada de un golpe al tiempo que sus ojos celestes se abrían de
la sorpresa al ver a quien tenía en frente.
"Señor Zabini, se levanta en este instante, o necesito volver a usar el mismo
hechizo?" Preguntó el pálido profesor de pociones mientras lo encaraba con una
de sus más viciosas miradas.
"No señor, no es necesario." Respondió mientras se ponía de pie frente a su jefe
de Casa con respeto, todavía cogiéndose el estómago.
Snape le dio una última mirada antes de darse la vuelta y salir por la puerta a
paso rápido.
Draco fue tras él, no sin antes mirar a su compañero con una sonrisa de mofa en
los labios, a la que Blaise respondió con una mirada enojada antes de coger su
bata y bufanda para salir tras ellos.
No dijeron nada en todo el camino, estaban demasiado ocupados manteniendo el
rápido paso de su profesor al tiempo que trataban de reconocer la ruta que
estaban tomando, nunca habían ido por aquel lugar antes apesar de conocer los
calabozos como la palma de sus manos.
Cuando llegaron a la oficina del director, Snape, sin decir una palabra, se paró
al lado de Dumbledore y los otros tres jefes de casa.
Draco dio una mirada rápida a sus alrededores, había estado en la oficina del
director un par de veces antes y al parecer nada había cambiado, los cuadros en
los mismos sitios, los antiguos y grandes libros en el mismo orden, los mismos
potes con dulces… aunque la última vez habían caramelos de limón, ahora al
parecer eran dulces masticables de menta.
Por lo menos no eran los únicos que habían sido llamados ahí a esas horas de la
madrugada, pensó Draco. Hacia la derecha, como no queriéndose separar de
McGonagall, estaban Hermione Granger y Seamus Finnigan, de Gryffindor. Al lado
de ellos dos Hufflepuff: Gia d'Auberive, una chica de cabellos ondeados y
castaños que estaba en el séptimo año, y Arlette McBraid, un ratón de biblioteca
y amiga de Granger, del sexto año. Y de Ravenclaw un par de hermanos del séptimo
año: Daniele Bianchi y Daniella Bianchi, mellizos de cabellos negros como el
azabache y ojos tan azules como el cielo despejado en un día de primavera.
Draco les sonrió pícaramente y se paró al lado de ellos, Blaise se paró al lado
de él, escondiendo la sonrisa que amenazaba con iluminar su rostro… Sabía
exactamente qué había entre los mellizos y el rubio, si no hubiese sido porque
Draco se envolvió con ellos él no estaría con…
Blaise le rozó la mano al rubio. Ante todo el colegio ellos dos eran algo más
que simples 'amigos', pero todo aquello no era más que una bien pensada y
divertida cubierta para distraer su atención de sus actuales… actividades
personales. Draco había estado divirtiéndose en las noches con el extrovertido
Irlandés y proclamado chico más sexy de Gryffindor; y Draco, con la misma
reputación, no desaprovecho la oportunidad de pasar un buen rato con él… hasta
que a finales del quinto año el rubio dirigió su libido hacia los mellizos
prodigio de Ravenclaw, hermano y hermana, los Bianchi, una importante familia
Italiana que tenía relaciones de amistad y negocios con los Malfoy y los Zabini.
Fue así como él y Seamus comenzaron a conocerse…
Aquel había sido un interesante verano, el chico Irlandés le había comentado que
iría de vacaciones con sus padres a Cuba y Blaise consiguió convencer a sus
padres de que no quería ir a Egipto ese año porque ya habían ido ahí varias
veces y que ahora quería conocer Centro América… Pasaron dos meses escapándose
de sus padres cada vez que podían para irse juntos a algún lado, tal era así que
cada vez que salían de una ciudad para ir a otra ya habían conocido todas las
mejores playas, discotecas y lugares de entretenimiento del lugar.
Blaise sonrió ligeramente mientras miraba a los mellizos y a Draco de soslayo.
Sabía que el orgulloso rubio también la había pasado muy bien, los mellizos
habían sido invitados a pasar un mes completo en la mansión Malfoy, y cuando
Draco había subido al tren con un Bianchi a cada lado, los tres tenían la
palabra 'culpable' estampada en el rostro.
La llegada de todos los otros profesores del staff fue lo que llamó de vuelta la
atención del Slytherin.
"Qué bien, todos están aquí. Por favor, síganme." Dumbledore golpeó un libro
rojo-vino en el estante detrás de su escritorio tres veces y todo el estante
desapareció, luego empujó algunos ladrillos con la varita y una puerta de piedra
se materializó y abrió hacia un pasadizo aparentemente largo.
Primero entró el director, seguido de los jefes de Casa, luego los alumnos y por
último todos los demás profesores.
Había antorchas a lo largo de todo el estrecho camino, que se prendían a medida
que avanzaban y se apagaban cuando pasaban. Después de varios minutos en
silencio el aire fresco de la mañana que todavía no aclaraba, les llegó en forma
de una suave brisa de invierno. Habían llegado a la salida… Lo que estaba frente
a sus ojos era alguna parte en medio del Bosque Prohibido.
